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La economía moderna está más cerca de la crematística que de la propia economía, teniendo
una distinción en el lado productivo-industrial y el lado financiero-dinerario, teniendo como
finalidad la producción de bienes para el consumo y utilización; de esta manera, la empresa
sería la unidad básica de producción. No obstante, la finalidad cambiaría de acuerdo a la época
moderna y la búsqueda del beneficio, teniendo así la desaparición de poder determinar lo
suficiente natural y lo suficiente, transformando el horizonte de la economía en un modelo
ecológico, donde según Aristóteles, se puede determinar un modelo productivo donde el
crecimiento de la producción de la riqueza no tiene limitante; siendo así que la economía
ecológica ocupa un lugar central de la empresa moderna, siendo la base de producción y
organización.
La empresa tiene como reto el propiciar un contexto con sentido de comunidad moral, teniendo
un proceso de modernización, sin caer de nuevo en el modelo patriarcal, se debe reconocer los
intereses de la comunidad que fundamenta la organización empresarial y hacer estrategias
efectivas de cooperación.
EL PODER CRECIENTE DE LA ORGANIZACIÓN EMPRESARIAL
a) Para hacer negocio es preciso olvidarse de la ética común y corriente, porque los
negocios tienen sus propias reglas de juego, regidas por una ética propia.
b) La misión de la empresa consiste en maximizar beneficios.
c) La ética debe limitarse en la empresa a unos mínimos, que en realidad coinciden con el
cumplimiento de la legalidad y la sujeción a las leyes del mercado.
¿COSMÉTICA O NECESIDAD?
La sociedad, al reclamar una mayor ética de los negocios, está aludiendo a una necesidad, o
más bien está tranquilizando su mala conciencia dando la apariencia de que la ética le parece
fundamental en la empresa, igual que en la política o la información.
Debido a que esta ética sumamente ambigua, porque se dice en ella que los ideales son lo
primero y, sin embargo, lo es en realidad la eficacia de la empresa, que intenta ahora lograrse a
través de la motivación y la adhesión del personal. Teniendo un puro ético de la responsabilidad,
transformándose en un puro calculador de consecuencias, en un pragmático inmoral, que ya
no sirve a la causa para la que fue elegido. Por eso, el político ha de servir a la causa por la que
fue elegido y de la que dice estar convencido, porque es ella la que da sentido a su actividad. La
actitud moral del político no puede, decantarse por la convicción ni el pragmatismo: ambos en
estado puro son inmorales. Entre la convicción intolerante y el pragmatismo del «todo vale», la
actitud que conviene al hombre llamado a la política es la responsabilidad convencida.
Las elecciones específicas quedan en manos de los sujetos que deben ser causantes de ellas y,
por consiguiente, no tienen la posibilidad de tomarlas sin disponer del fin que se sigue, los
valores morales orientadores, la conciencia moral socialmente alcanzada y los entornos y
secuelas de cada elección.
Cortina, Adela (1994), Ética de la empresa”: Claves para una nueva cultura empresarial (8tva ed.) (pp. 67-78). Editorial Trota. Madrid.