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Colección: Manifiesto

Serie: Antropología
Director: Carmelo Lisón

Traducción: fosé Luis Vélez y Teodoro Niel


® Max Gluckmnn
® Para la presente edición Akal editor, 1978
Ramón Akal González
Lorenza Correá, 13. Madrtd-20
Teléfonos 430 02 17 y 430 02 87
ISBN: 84-7339-347-3
Depósito legal: M. 14.428 - 1978
Impreso en España - Printed in Spain
Vr.LOGRAF. Tracts, 17. Madrid-17
Max Gluckraan

Política, derecho y ritual


en la sociedad tribal
a)
U n c o n s e je ro B a ro ts e e n la c a p ita l in s tru y e a l h e re d e ro de
u n c a u d illo y a su s s e g u id o re s so b re lo s p rin c ip io s de u r
2 de 8

b u e n g o b ie rn o .

b) E l c o n s e je ro B a ro ts e se Une a l h e re d e ro y a sus seguidores,


/Jando pl sa lu d o al n a la rio del re v .
6. Trastornos místicos y ajuste ritual

Agen íes místicos y control social: brujos y hechiceros

Las diferentes creencias místicas constituyen uno de


los mecanismos importantes de control y ajuste. En este es­
tudio sigo la línea de Evans-Pritchard, quien comparó las
creencias «místicas», que se dan en hechos que caen fuera,
de la observación y control sensoriales, con las creencias
«empíricas» que nos dan a conocer los hechos en que cada
una de las etapas está bajo observación sensorial y control.
Estas creencias «místicas» son de varias clases. Las
«Cheyenne Sacred Medicine Arrows» quedan contaminadas
inmediatamente cuando hay un asesinato dentro de la tri­
bu. La contaminación misma afecta al bien común de la
tribu. Así, c! que quería casarse con la cuñada y estuvo
planeando entregarla a la Sociedad Militar, se asustó lo
mismo que sus bravos compañeros ante la perspectiva de
profanar el «Holy Hat». De aquí se deduce que ciertos ob­
jetos rituales importantes pueden controlar a los creyentes.
Y en muchas tribus, objetos de este tipo lo mismo que
ciertos santuarios, sirven de refugio para los acusados que
son inocentes y, en ocasiones, para los malhechores y ene­
migos, de la misma forma que el «Holy Hat» de los che-
yenne. En áreas muy extensas de Africa, como entre los
anuak y los sbtlluk, los tambores son símbolos de autoridad.
-A un acusado lozi amenazado con severos castigos, se le daba
asilo si podía llegar hasta los tambores reales o hasta quie­
nes los tocaban, y este asilo se extendía también a los ene­
migos derrotados en la batalla. Estas creencias estaban ex­
tendidas por gcan parte de Africa Central. Las sepulturas
reales de los lozi junto con otros objetos y los oficiales
ligados a la realeza sirven también de refugio contra la
amenaza de los miembos odinarios del consejo.
Sin embargo, aunque a los mismos reyes se les conside­
raba llenos de poder místico, esto no les protegía contra
el asesinato o la rebelión. Por el contrario, estas creencias
aumentaban su peligro si se descubría que no cumplían sus
deberes rituales o que no eran dignos de ellos. Era la rea­
leza y no el rey la que estaba penetrada por la divinidad.
Sin embargo, la sangre real participaba de la divinidad y
el derramamiento de sangre de los príncipes era considera-

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do místicamente peligroso, de tal lorma que si alguna vez
eran ejecutados, se hacía por estrangulamiento, horca, aho­
gándolos en el agua, quemándolos o haciéndoles morir de
hambre. Y si un hombre mataba a un príncipe rebelde o
al rey perseguido, era castigado por su señor para quien
había hecho ese servicio.
No puedo detenerme aquí a analizar la amplia gama
de sanciones de todo tipo de relaciones sociales por medio
de creencias místicas. Esto sería posible solamente si ana­
lizásemos las relaciones mismas. «A posteriori» no puedo
examinar los muchos aspectos de estos fenómenos que han
sido analizados por los antropólogos. Aun limitándome a
su función en el control social, tengo que prescindir de la
manera como ellos son parte del armazón de la estructura
social misma. Algunos aspectos de este problema han sido
tocados superficialmente en el análisis anterior, como, por
ejemplo, la forma en que el mito sirve para legitimar el
orden existente. Las ceremonias rituales y las acciones má­
gicas algunas veces están tan entrelazadas con las activida­
des económicas que, de hecho, controlan y organizan la
distribución del tiempo y el trabajo.
Evans-Pritchard, en su estudio fascinante «Witchcraft,
Oracles and Magic among the Azande o the Anglo-Egyptian
Sudan» (1937)', explicito la forma en que estas creencias
actúan de acuerdo con la teoría de Ja causalidad. En resu­
men, acerca de cada suceso desafortunado se puede pregun­
tar: «¿cómo sucedió?» y «¿por qué sucedió?» La diferencia
entre estas preguntas aparece clara en uno de los ejem­
plos presentados por Evans-Pritchard. Si un elefante atro­
pella y aplasta a un cazador, los azande tratan de ver cómo
. fue muerto, y prestan atención a la fuerza y al peso del
elefante que atropelló al hombre. Pero los azande también
se preguntan: ¿por qué fue este elefante y no otro el que
mató este cazador y no otro, y por qué lo hizo en esta
ocasión y no en otra? Tomando otro ejemplo, los azande
buscan la sombra en medio del calor de un día tropical,
sentándose bajo sus graneros construidos sobre postes que
descansan en el suelo. Las termitas van carcomiendo los
soportes hasta que el granero con su peso se derrumba,
llegando quizá a aplastar a la gente sentada a su sombra.
Los azande ven que son las termitas las que destruyen los
soportes y que el peso del granero aplasta un hombre lo
mismo que lo hace el peso de un elefante. Pero eflos se
1 Es un libro capaz de fascinar a cu alq u ier lector. He re su ­
m ido unas pocas de sus riq u ez as en el capitulo IV, "The logic
in W itchcraft", de m i lib ro C ustom in Africa (1955),

25S
preguntan también: ¿por qué el granero cayó en ese mo­
mento concreto cuando esas personas concretas estaban de­
bajo de él? Los azande contestan a estos «porqués» di­
ciendo que una bruja malintencionada hizo que el elefante
matase a aquel cazador en esta ocasión o que el granero ca­
yera en el preciso momento en que esas personas concretas
estaban sentadas a su sombra.
Los azande observan atentamente y generalizan las res­
puestas empíricas de cómo ocurrieron las desgracias: una
carga muy pesada aplasta a un Hombre; las bestias salvajes
atacan a los cazadores. Pero ellos tratan también de ex­
plicar lo que ha sido llamado «la particularidad» de las
desgracias porque unas personas concretas las sufren. Aquí
es donde entran las creencias en la brujería. De forma se­
mejante, las creencias en la brujería explican por qué se
perdió la cosecha de un hombre y no la de otro; por qué
un hombre cae enfermo, a pesar de que 'anteriormente es­
taba bien y sus compañeros continúan sanos por qué una
pequeña herida se encona en lugar de curarse; por qué una
serpiente venenosa muerde a un hombre y le causa la muer­
te. Entre los azande, las creencias eran utilizadas también
para explicar por qué unos guerreros determinados y no
otros eran muertos en la batalla por unos enemigos con­

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cretos. Sin duda alguna, los muertos lo habían sido por las
lanzas enemigas, pero un enemigo interno, .el brujo, había
sido la causa de esas muertes concretas. A este brujo se le
hace responsable de las relaciones internas de la tribu.
Si estas creencias —u otras semejantes— se encuentran
entre los pueblos tribales no es por causa de las diferencias
biogenéticas existentes entre ellos y nosotros. Solamente
ba pasado el breve espacio de trescientos años desde que
¡a ley prohíbe las acusaciones de brujería en Inglaterra.
Hace unos ciento cincuenta años es cuando irrumpieron
las acusaciones en Massachussets. El capítulo II estudia la
relación entre las creencias y las relaciones económicas de
la sociedad tribal: al parecer, fue necesario todo el flore­
cimiento de la revolución industrial para eliminarlas. Sola­
mente más tarde el pueblo atribuye sus desgracias particu­
lares a la suerte, una vez que las explicaciones científicas
y empíricas ya han dicho todo lo que tenían que decir.
Por tanto, cuando un azande sufre una desgracia, las
creencias de su sociedad en las que él ha sido criado le
ofrecen un agente responsable'en forma de bruja. El acude
a ese brujo particular responsable de sus desgracias inme­
diatas consultando a un adivino o a un espíritu (término
este más apropiado que brujo-médico). Esta forma de acu-

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dir al brujo demuestra que las creencias en la brujería son
al mismo tiempo una teoría moral y una teoría de casua­
lidad concreta. Cuando el paciente consulta un oráculo,
piensa en las personas culpables que le ban deseado mal
y presenta sus nombres al oráculo. Un oráculo típico con­
siste en dar una cierta sustancia, recogida y preparada con
muchos tabús, a las gallinas, mientras se hacen preguntas
tales como si una persona concreta es el brujo que están
buscando. La gallina morirá o vomitará la sustancia para
responder «sí» o «no» a las preguntas. Esa sustancia, que
es muy usada en Africa, es probablemente estricina, cuyos
efectos son muy poco «previsibles», ya que el que la pre­
para no puede determinar qué cantidad de esa sustancia
va a causar !a muerte y qué cantidad va a ser vomitada.
Si un hombre es acusado, puede reclamar el derecho
de tomar él mismo sustancia-oráculo o de que se la den a
su hijo para probar la validez de la acusación. En otras
tribus era más corriente que la sustancia-oráculo fuese ad­
ministrada a los brujos sospechosos o a los malhechores.
La siguiente cita, que está sacada de un informe de David
Livingstone sobre esa institución, la presento aquí por la
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mordacidad de su conclusión. Aparece en el capítulo XXX


de su «Missionary Travels and Researchers in South Afri­
ca» (1857). «Al salir de la aldea llamada Monina llegó un
brujo-médico a quien habían llamado. Aquella mañana to­
das las esposas de Monina habían ido al campo en ayunas.
Allí eran obligadas a beber una infusión de una planta 11a-
- iiama ”-goho‘-..que se usaba como..prueba---A—esta ce-remo—
nía se le llama ’’muaví'1... Cuando un hombre sospecha
que alguna de sus mujeres le ha embrujado, manda llamar
a! brujo-médico, y todas sus mujeres permanecen ayunando
en e! campo hasta que aquél hace una infusión de una plan­
ta. Todas ellas la beben levantando su mano hacia el cielo
en serial de inocencia. Aquellas que la vomitan son consi­
deradas inocentes, mientras que a las que les sirve de pur­
gante son declaradas culpables y quemadas. Las inocentes
vuelven al hogar y matan un gallo en acción de gracias a
sus espíritus protectores.» Livingstone afirma que todas las
tribus del Zambezi tenían esa prueba. Los barotse daban
una medicina a un gallo o a un perro. El comenta: «Una
vez conté a mis hombres la prueba de agrá para brujos que
antiguamente se hacía en Escocia: quien era acusado de
brujo era arrojado a un pozo después de ser atado de pies
y manos; si flotaba, se le consideraba culpable y era que­
mado; si se hundía y se ahogaba, era declarado inocente.

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La sabiduría de mis antepasados producía tanto asombro
en sus mentes como sus costumbres en ia mía.»
En el procedimiento del oráculo de la gallina de los
azande, el consultante pone a prueba los nombres de algu­
nos enemigos personales. Al final señalará como brujo al
hombre que él piensa le ha deseado mal. Los observadores
pudieran apreciar rápidamente que un hombre acusaba casi
siempre a su enemigo personal de embrujarle. Por esto lle­
garon a la conclusión de que todo ese asunto era un frau­
de. Evans-Prkchard demostró que todo ese supuesto frau­
de era esencial para la racionabilidad y credibilidad del sis­
tema de creencias.
Un brujo azande es una persona que tiene una sustan­
cia negra en los intesrinos. Esta puede verse una vez hecha
¡a autopsia ¡probablemente en un estado pasajero de diges­
tión). Puede ser que un hombre no sea consciente de po­
seer esta sustancia que da el poder de brujería, Aun tenien­
do ese poder, la sustancia permanecerá « fría» dentro de
él, a no ser que alimente sentimientos malignos contra un
compañero. Si odia o otro, si siente ira contra él o le tiene
envidia apenándole su buena suerte y su éxito, la sustan­
cia de la brujería se «calienta». Su «alma» dejará el cuerpo
del brujo y consumirá los órganos internos del otro para
causarle la enfermedad u otra desgracia. Los azande creen
que el poder de brujería se hereda por línea patrilineal y,
por tanto, un hombre no es responsable de tener ese poder.
Lo5 sentimientos perversos son los que hacen que la bru-
iería actúe. Esto es por lo que el que sufre busca al brujo
causante de su desgracia entre sus enemigos personales.
Las creencias de los azande en la brujería son una teoría
de moralidad y condenan los mismos sentimientos perver­
sos que nosotros consideramos como pecaminosos.
Las creencias de la brujería condenan estos sentimien­
tos malvados con más severidad aún de lo que lo hacemos
nosotros. Mientras que en nuestros tribunales los solos pen­
samientos perversos no pueden ser castigados, de acuerdo
con las creencias de la brujería estos malos sentimientos
están revestidos de un poder místico por el que pueden
causar desgracias a otros, sin que el que los posee se dé
cuenta o lo desee, y ellos pueden exigir reparación. Sin
embargo, la brujería no puede ser utilizada para justificar
las ofensas morales propias o la falta clara de habilidad.
La moralidad que está implícita en las creencias de la
brujería aparece mucho más clara aún si prestamos aten­
ción a las creencias de los azande en la «hechicería», de

261
la que Evans-Pritchard distingue la «brujería» l . Los malos
sentimientos de un brujo tienen el poder de hacer daño
a otros en virtud de la sustancia que tiene en el vientre.
Sin embargo, un hombre puede desear hacer daño a otro
sin que tenga esa sustancia. De aquí que solamente pueda
hacer daño al otro atacándole directa y abiertamente o acu­
diendo a la hechicería, que implica la decisión expresa de
utilizar prácticas mágicas dañinas. Esto, desde luego, es
una creencia: no es cierto que alguien utilice de hecho la
hechicería.
Los azande utilizan la hechicería para defenderse de
las enfermedades y muertes repentinas. La brujería tarda
más en conseguir su objetivo. La hechicería se ocupa de
casos como en los que el cadáver de alguien tenido por
brujo no da señales de tener la sustancia de brujería ai
hacerle la autopsia, aunque yo no recuerdo que Evans-
Pritchard hablara de esto en su análisis cuidadoso y muy
completo de cómo las creencias en la bujería, oráculos y
magia falsifican y neutralizan las pruebas que muestran su
falta ele validez. Entre otras cesas nos muestran como las
creencias de este tipo se atribuyen a la violación del tabú
en la preparación de la sustancia-oráculo, con lo que la pre­
visión del oráculo resulta falsa. Por tanto, cada uno de los
fracasos aparentes es racionalizado por medio de otras creen­
cias místicas. De esta forma, todo el sistema está apunta­
lado por lo que a ios extraños pueden parecer pruebas con­
tradictorias. 1
Entre los azande, si un oráculo de un paciente dice
que un hombre concreto, X, le está causando un mal, envía
a X un intermediario con el ala de la gallina que murió en_______
nombre de X. En ese caso los buenos modales obligan a X
a arrojar agua sobre el ala, al mismo tiempo que afirma
que ignoraba le estaba haciendo daño. Si así lo hace, de 1
esa manera «enfría» su brujería. La fórmula produce efecto
aun en el caso de que el acusado no acepte como válida
la acusación. Si es una muerte la que se pone en duda, el
veredicto de los oráculos de los parientes de la persona
muerta deben ser confirmados por los oráculos del jefe:
e! acusado acostumbra a pagar los daños. Después que el ¡
gobierno onglo-egipcio prohibió las acusaciones, los parien­
tes del muerto realizaban prácticas mágicas de venganza
para castigar al brujo; y al morir gente de la vecindad, se
preguntaba al oráculo si cada una de esas personas era el
1 Esto es n u ev am en te u n a p ropuesta para una espeeializa-
ción convencional de los térm inos, ta l como ya propuse con el
térm ino "law ". T am bién él encaja con las categorías inglesas.

262
orujo L U ip a U it: JJVli>ul LjUU ac U U lC Jlicl u n it iiijp u u ju rt a u u n o -

tiva.
De una forma o de otra, este tipo de creencias y téc­
nicas parecidas de adivinación han sido analizadas en ¡a
mayor parte de las tribus del mundo. Algunos pueblos no
hacen una separación clara entre brujería y hechicería. En
otros, como los nyakyusa o tiv, cuando el poseedor de este
singular poder tiene también un fuerte, poder secular, lo
puede usar para mejoras sociales en defensa de sus compa­
ñeros contra los brujos y para procurar el bien de la co­
munidad. También puede usar ese poder para hacer daño 5.
En el capítulo II expuse las condiciones generales en
que las creencias de este tipo actúan. Las creencias de la
brujería condenan a los que prosperan indebidamente: el
bemba que encuentra tres enjambres de abejas en la selva
es un brujo. Otro aspecto de las creencias en la brujería
consiste en pensar que un brujo es capaz de aprovecharse
místicamente de sus compañeros. Así, puede conseguir te­
ner mejor cosechas que ellos, pescar más peces, matar más
caza. Estas creencias se relacionan con la igualdad social
básica de la economía. Las creencias tienden a mantener el
término medio. Quien prospera excesivamente temerá la
envidia —y la hechicería— de sus vecinos, al mismo tiem­
po que estos le considerarán sospechoso de hechicería.

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Las creencias refuerzan también el código genera! de
moralidad al presionar sobre los individuos para que con­
trolen sus sentimientos, o 3 ! menos que eviten mostrar
abiertamente sus sentimientos. Si alguien muestra ira, odio
o envidia hacia un hombre y sufre una desgracia, puede ser
acusado de haber embrujado al o tro *. En consecuencia,
..r.ada....nnn-lie.ng. q u e p o r t a r se hien ron sus semejantes si no
quiere provocarles a que le embrujen. Sin embargo, las
creencias de la brujería no actúan en todas las relaciones
sociales. Entre los azande quedan excluidas las acusaciones
dentro del grupo de parientes patriiineales, que están obli­
gados a vengar la muerte del otro. Probablemente la creen­
cia de que la hechicería es heredada por línea patrilineal
está unida con esa obligación. Un azande de clase social
ordinaria no acusa a los nobles no solamente porque tiene
miedo de hacerlo, sino también porque el comportamiento
entre ellos depende de su concepto de «status». Los hom-
a Es una situación m uy bien analizada con respecto a los
N yakyusa por M. Elson en su lib ro Good Compartí/ (19511, y
con respecto a los tiv por B ohannan en Ju stic e a n d Ju d m e n t
am ong the tip (1957).
4 Como ejem plo fuera de A frica, véase Pospisil, Knpaukn
P ap u an s and (Heir Law (1958), pp. 154-155.

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bres acusan a sus vecinos, porque «es más probable que la
gente se enemiste con quienes, mantiene un contacto más-
próximo cuando és<£ no queda-^suavizado por sentimientos
de parentesco o no es frenado por distinciones de edad,
sexo y clase social» (Evans-Pritchard en su libro en que
trata sólo de los azande, págs. 104-105).
Investigaciones posteriores realizadas en Africa han
confirmado el análisis de Evans-Pritchard sobre la lógica
de las creencias de la hechicería y de las situaciones en que
ellas actúan. Se han encontrado grandes varaintes en las di­
ferentes categorías de personas acusadas en las diversas
tribus. Por ejemplo, la mayoría de las tribus de Rhodesia
y Nyasaland muestran una situación opuesta a la de los
azande: una gran parte de acusaciones son contra parientes
cercanos dentro del efectivo grupo corporativo cuyos miem­
bros tienen la propiedad en común y deberían ayudarse
unos a otros. Más hacia el Sur, entre ios zulú, los hombres
del grupo patrilineal equivalente no se acusan unos a otros:
el objetivo común de las acusaciones son las mujeres que
se han casado dentro de este grupo. Ellas se acusan entre
sí y son acusadas por la suegra, el cuñado o la cuñada. En
6 de 8

la parte Norte de los zulú, los swazi y los tsonga, creen que
el poder de la brujería se hereda como la hemofilia: es
traída por las mujeres y es transmitida a los hijos. Las hi­
jas transmiten el poder a ios grupos en que se casan. Los
hijos no pueden transmitirlo.
Existe toda una serte de problemas fascinantes sobre
los que actualmente se está realizando un trabajo conside­
rable, basados én la relación de las diferencias en las creen­
cias y en la diversa incidencia de las acusaciones con otros
elementos de la organización social de diferentes tribus. No
parece que estas correlaciones serán sencillas y claras, ya
que las acusaciones varían grandemente en la medida en que
reflejan animosidades directas. Algunas surgen de luchas
abiertas que tienen lugar en encuentros casuales: celos sobre
una joven, una disputa sobre tierras, y así sucesivamente.
Otras acusaciones tienen lugar en situaciones normales de
competencia, como entre las esposas de un mismo hombre,
entre los que aspiran a un puesto político o, en nuestros
días, entre los empleados del mismo hombre blanco. Por el
contrario, otras acusaciones reflejan un conflicto más pro­
fundo dentro de la organización social. Voy a tratar de ex­
poner esta última situación analizando la vida de los zulú.

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Los zulú están organizados en linajes patrilineales, y los
hombres tienen cúmo idea! el casarse con varias mujeres.
Cada una de las mujeres tiene una posición determinada
dentro de una escala con relación a las otras, y la posición
determina la propiedad y la posición que sus hijos heredan.
Por tanto, cuando una mujer acusa a su co-esposa de bruje­
ría, puede ser que lo haga movida por la envidia, no sola­
mente a causa de los favores concedidos a ella por el esposo
común, sino por la posición en que coloca a sus hijos. Pero
las esposas son acusadas también por sus suegras, sus cu­
ñados y sus cuñadas. A todas ellas se les considera como
causa de disputas dentro del grupo patrilineal con una uni­
dad ideal, y de hecho son motivo de desunión para el gru­
po. Esto se debe a que cada hombre se identifica en gran
parte con sus hermanas —y por encima de ellos con sus
primos— hasta que crecen sus propios intereses como indi­
viduo. Estos intereses personales brotan al casarse y tener
hijos, cuando empieza a mirar por su bien y a verlos como
ei núcleo de un grupo que irá haciéndose independiente
de sus parientes patrilineales. Por tanto, son las esposas
que se casan dentro del grupo las que en último término
serán la -causa del rompimiento con el grupo a! procrear
hijos. E! deber más importante de una esposa es el de pro­
crear hijos para mantener la línea y reforzar el grupo. Si
es estéril, sufre en gran manera. En el mismo proceso de
su deber de procrear y engendrar hijos para mantener el
grupo patrilinea'l-,d^,il,«-'primeras",sen3les"de~dÍ5eT)dúii y inm-—
pimiento con el grupo.
Algunos de nosotros estamos trabajando siguiendo la
línea de que las creencias místicas y prácticas rituales son
muy significativas allí donde «encubren» discrepancias fun­
damentales y conflictos entre los principios sobre los que i
se basa una sociedad o entre los procesos constitutivos que |
funcionan en una sociedad aparentemente bajo un único y i
definido principio. Si prestamos atención a la posición de 1
una esposa zulú, tenemos claramente esa situación. Hay que j
notar que uso la palabra «conflicto» para describir la incom­
patibilidad e inconsistencia entre la obligación de la esposa
de ser fértil y de reforzar el grupo del marido por un lado,
y la escisión que de hecho se deriva de su fertilidad. En
esta situación la creencia mística atribuye un poder inheren­
te y maligno de brujería a la mujer que consigue la fertili­
dad adquiriendo animales y seres fabulosos corno familiares
sexuales. Con este poder comienza a quitar la salud y la \

265
Resumen: ley y ritual

Aquí concluye, nuestro examen cid conflicto y de su


ajuste. Las disputas pueden ser sencillas y reguladas por
un proceso «judicial» racional o «proto-judicial». En las
sociedades sin estado puede implicar el posibilizar varias
presiones sociales para hacer prevalecer ios derechos pro­
pios. La posibilidad para manejar presiones de este tipo
depende, en parte por lo menos, del sentido de justicia y
de ley que se tiene en la comunidad. Al analizar cómo se
producida por los conflictos básicos que existen dentro de
; la misma organización social. Ambas partes en conflicto
! pueden pensar, desde su punto de vista, que tienen el de­
recho de actuar así guiados por principios aprobados que
j son independientes. Las creencias en los agentes místicos
relacionan estas disputas con las desgracias que ocurren,
Adivinaciones de diversos grados de complejidad determi­
nan en parte, a través de las relaciones personales en el
grupo respectivo, quién es el agente místico responsable.
Los individuos y los sectores intentan manejar la adivina­
ción y las creencias para sus propios fines. Sin embargo,
en último término ¡a decisión es dada por el oráculo, el
instrumento de adivinación o el adivino a través del poder
místico. Una vez que el agente místico ha sido determina­
do, éste indica ¡os medios apropiados y los rituales de
ajuste.
La exigencia de estos tipos de creencias en la sociedad
tribal no puede ser atribuida a la mentalidad ele la gente
implicada. Las creencias van transformándose lentamente,
8 de 8

al crecer la diferenciación de la sociedad y al surgir religio­


nes universales como el cristianismo, pero solamente comien­
zan a desaparecer cuando domina la revolución industrial
y se dividen los grupos fuertemente unidos. Muchos ritua­
les indúes y aun islámicos están organizados al margen de
las relaciones sociales._______ ;________________________
La visión de la religión tribal y de los rituales es de
pequeña escala. En cada tribu existe un alto grado de par­
ticularismo en que el orden del universo es referido a los
detalles de la propia estructura de la tribu. Otras tribus
«pueden» ser encuadradas al borde de! géneo humano en
estos sistemas de creencias y, ciertamente, no pueden unir­
se sin más al grupo de fieles que se congrega para un im­
portante ritual. A pesar de eso, estas religiones particula­
ristas se ocupan de problemas generales de la vida humana
y social que los hombres tienen que enfrentar en todas las
partes. ¿Por qué tiene que existir el bien y el mal, la pros­
peridad y la desgracia? ¿Cómo encuadrar la sociedad hu­
mana dentro del mundo natural? ¿Qué es el hombte? ¿De
dónde viene y adonde va? ¿Cómo deben comportarse entre
sí los hombres y las mujeres, los padres y los hijos, los go­
bernantes y los súbditos? Las respuestas vienen dadas en

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se sirvan de la escritura para poder elaborar la teología.
Para la sociedad tribal las complicaciones del universo son
en gran parte manejadas en los complejos rituales de las
relaciones sociales.

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