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UNIVERSIDAD DE LAS FUERZAS ARMADAS ESPE

DEPARTAMENTO DE CIENCIAS DE LA VIDA


CARRERA DE INGENIERIA EN BIOTECNOLOGÍA
BIOQUÍMICA

Nombre: Estrada Fernando


Nrc: 5244 Fecha: 20/08/2021

Resumen
Taller: Integración del metabolismo

Hemos visto como se extrae la energía útil de los combustibles y como se utiliza para
impulsar las reacciones biosintética y las vías de transducción de señales. Ya hemos
tratado caso de la regulación energética en el organismo cuando hemos considerado las
acciones de la insulina y el glucagón. El glucagón, segregado por las células alfa del
páncreas tiene efectos opuestos a los de la insulina. La leptina y la adiponectina,
segregada por el tejido adiposa, trabajan conjunto mente con la insulina en la regulación
de la homeostasis energética. Como todas las transformaciones de energía, la energía que
ingerimos y la gastamos de la ley de la termodinámica. Todos somos conscientes de que
muchos de nosotros, especialmente en el mundo desarrollo, nos estamos convirtiendo en
obesos o ya hemos alcanzado. El contenido de glucosa, tanto en las células como en el
organismo completo, depende de su ingreso, síntesis y consumo. Este flujo se encuentra
regulado por señales que son generadas en respuesta a los cambios del estado energético.
A nivel orgánico, la sensación de hambre y saciedad, modulada por el hipotálamo,
desemboca en la producción de neuropéptidos que estimulan a órganos como el páncreas,
intestino y tejido adiposo, que responden y promueven la producción de hormonas, como
la insulina y el glucagón, cuyos receptores generan a nivel celular el aumento o
disminución del metabolismo de la glucosa. Esta regulación a nivel celular incluye la
activación de factores de transcripción de diferentes enzimas, así como su fosforilación,
lo que lleva a un control de su actividad. La fina regulación energética del organismo es
un ejemplo claro de la compleja función de la homeostasis celular.

El cerebro humano, debido a su alta actividad metabólica, depende de un continuo


suministro energético, y es mediante la alimentación que nuestro cuerpo cubre este
requerimiento, a partir de la glucosa: la fuente energética primordial.
El cerebro humano pesa, en promedio, 1.4 kg, lo que representa 2% del peso corporal,
aproximadamente, y consume alrededor de 20% de la energía producida a partir de la
glucosa. Lo anterior equivale a consumir entre 5 y 10 g de glucosa por hora, pudiendo
alcanzar la cantidad de 140 g por día. Por ejemplo, si una manzana mediana contiene 25
g de carbohidratos —incluyendo 4 g de fibra, 4 g de glucosa, 4 g de sacarosa y 11 g de
fructosa— sería necesario consumir, en promedio, una manzana cada cuatro horas para
mantener un óptimo suministro de glucosa en el cerebro, excluyendo las necesidades
energéticas del resto del cuerpo.
Considerando las múltiples actividades que debemos realizar en el estilo de vida actual,
cuyo cumplimiento, en promedio, requeriría un desgaste energético considerable, es
evidente que nuestro cerebro debe emplear estrategias para optimizar sus recursos
energéticos.
La leptina es una hormona secretada principalmente por los adipositos, que tiene un papel
relevante en la regulación del peso corporal a través de sus efectos centrales sobre el
apetito, y periféricos sobre el gasto energético. La concentración de leptina circulante
disminuye en condiciones de ayuno o restricción calórica y aumenta en respuesta a la
ingesta, principalmente en respuesta a la glucosa.

El adipocito representa la unidad básica del tejido adiposo, constituyendo entre uno y dos
tercios del mismo6,7. El resto del tejido está formado por células sanguíneas, endoteliales
y precursores de los adipocitos con distintos grados de diferenciación, fundamentalmente
fibroblastos, aunque también aparecen pre adipocitos, células mesénquimas
probablemente diferenciadas y células grasas muy pequeñas6. El adipocito tiene su origen
a partir de células precursoras o preadipocitos, las cuales, bajo el estímulo de numerosas
hormonas, citoquinas, factores de crecimiento y nutrientes, inician un proceso de
diferenciación morfológica y funcional hasta convertirse en un adipocito maduro, lo que
se conoce como adipogénesis, proceso que está presente durante toda la vida7,8.

El crecimiento del tejido adiposo comprende el incremento del tamaño y la formación de


nuevos adipocitos, siendo la base para la clasificación de obesidad por hipertrofia e
hiperplasia9. La obesidad hipertrófica es la propia del adulto, se caracteriza por una gran
cantidad de grasa en los adipocitos sin aumento en el número de células.

La diabetes mellitus es una enfermedad metabólica crónica que afecta a un porcentaje


muy importante de la población (probablemente alrededor de un 15%). Existen varios
tipos de DM entre los que destaca por su frecuencia (casi el 90% de los casos) la DM tipo
2. Esta diabetes se asienta sobre una base genética de resistencia a la acción periférica de
la insulina y sobre este hecho inciden factores de riesgo ambientales como la obesidad, el
sedentarismo, la excesiva ingesta de hidratos de carbono rápidos, etc. La importancia de
desarrollar una diabetes radica en el mayor riesgo de desarrollar complicaciones que
empeoran la esperanza y la calidad de vida. Los estudios epidemiológicos demuestran
que estamos ante una epidemia creciente de DM2 y que cada vez afecta a edades más
precoces de la vida. Por tanto nos encontramos ante una enfermedad que, si bien puede
tener una base genética en algunos casos, precisa de la acción de factores ambientales
nocivos para desarrollarse. Una buena actuación preventiva pasa por evitar su aparición
favoreciendo desde la infancia la adopción de estilos de vida saludables.
La actividad física es cualquier movimiento corporal, debido a la contracción de los
músculos esqueléticos, que comporta un gasto energético y cuya finalidad es la
movilidad. Ejercicio físico es toda actividad física planificada, estructurada y repetitiva,
cuyo objetivo es mejorar o mantener la salud y/o la calidad de vida. La inactividad física
o estilo de vida sedentario, predominante en las sociedades más desarrolladas, es la
principal causa de muerte prematura y del espectacular incremento registrado a partir de
la última parte del siglo XX en la incidencia de las modernas enfermedades crónicas,
responsables del 70% del total de muertes anuales. Se plantea que el homo sapiens de la
Era Paleolítica precisaba un cierto nivel de actividad física para su supervivencia (49
kcal/kg/día). Por tanto, la evolución del genoma humano ha sido programada
ancestralmente por la actividad física, de tal forma que los genes requieren un cierto grado
de actividad física para su normal expresión fisiológica, capaz de mantener los
mecanismos homeostáticos que promueven la salud.

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