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Entre los años 642 y 1453, Constantinopla, centro médico importante antes de la
primera de esas dos fechas, va a ser cabeza única de la medicina bizantina.
Por un lado, para mejorarla; así acontece en lo tocante a la asistencia hospitalaria a los
enfermos. Por otro, para mostrar definitivamente la incapacidad creadora de Bizancio en la
tarea de entender y gobernar científicamente la realidad sensible..
En otros, ellos fueron los receptores: introducción del ruibarbo, traducciones del árabe de
Miguel Psellos, influencias persas e indias sobre la medicina bizantina.
B. Examinemos brevemente ahora las más importantes vicisitudes y las figuras principales
de la medicina constantinopolitana.
En relación con el desarrollo de la medicina, el filme de la historia bizantina permite
señalar varios sucesos especialmente influyentes:
2. La «querella de las imágenes». A lo largo del siglo V, una verdadera guerra religiosa,
social y cultural tuvo lugar en el mundo bizantino. Por un lado, los «iconoclastas»,
cristianos hostiles contra la representación plástica de Cristo y los santos; por otro, los
«iconódulos», cristianos cuya devoción pedía tal representación. Aquellos eran
hombres de las clases altas, procedentes en su mayoría de Oriente y de una religiosidad
poco dada a la expresión sensible y al gusto por ella; éstos, por el contrario, eran
gentes del pueblo, pertenecientes a las tierras de la antigua Hélade —península
helénica, costa jónica— y de religiosidad proclive a la contemplación del mundo
visible y al arte figurativo.
Por fin, ya a fines del siglo V, triunfó el culto a las imágenes, y con él tuvo su peculiar
realidad la amplia porción religiosa del arte bizantino; pero las violentas y reiteradas
acciones de los iconoclastas contra los monasterios, focos principales de la iconodulía,
fueron dañosas para la cultura griega que en ellos se conservaba. De hecho, el desarrollo de
la medicina constantinopolitana sufrió así un serio colapso.
5. Toma de Constantinopla por los cruzados y ulterior etapa de emperadores latinos (1204-
1261). 6. Reconquista de Constantinopla por Miguel VIII Paleólogo e intensificación de los
contactos culturales con los países de Occidente. Tales vicisitudes históricas van jalonando
y configurando el curso histórico de la medicina de Bizancio. He aquí un sumario elenco de
sus figuras principales:
1. Meletio, monje frigio, autor de un tratado Sobre la constitución del hombre, compuesto
con saberes ajenos y con clara actitud antipagana.
5. El monje Mercurio (ss. X-XI), autor de una sofisticada obra sobre el pulso.
6. Las dos grandes figuras del siglo XI, Miguel Psellos y Simeón Seth, ambos filósofos,
médicos y enciclopedistas. El monje Psellos fue neoplatónico y escribió sobre diversos
temas fisiológicos, dietéticos y terapéuticos.
Muy parecida a la suya es la obra de su coetáneo, el médico cortesano Simeón Seth. En su
escrito Controversia con Galeno, Seth, cristiano, se opone expresamente al pensamiento
filosófico del Pergameno; pero tanto en él como en Psellos se hará patente la incapacidad
del cristianismo bizantino para incorporar adecuadamente a su ciencia la cosmología y la
antropología galénicas, o para superarlas desde otros presupuestos.
7. Entre el siglo IX y X son dignos de recuerdo Sinesio, que tradujo del árabe al griego un
tratadito sobre la higiene de los viajes, el recopilador de escritos quirúrgicos Nicetas y
Teodoro Pródromo, autor de un calendario dietético.
BIZANCIO ENFERMO:
Hechos como estos muestran la condena a la ciencia por parte del cristianismo. La cercanía
de la ciencia con la magia, y por ende con las creencias paganas, es sin duda uno de los
motivos de tal condena: ambas se basan en la confianza del hombre de poder dominar la
naturaleza, siempre cuando conozca las leyes que la gobiernan (sean mágicas o naturales).
Gil Fernández
prosigue
mencionando el
estatus social de
los médicos desde
la antigüedad
homérica y el
carácter lícito de
su profesión, a
diferencia de la
represión legal del imperio romano contra la magia. Para el filólogo hay un estrecho
vínculo entre medicina y religión ya desde el origen griego de la palabra terapia, therapeia,
que “designa tanto los cuidados que se le prestan al enfermo, como los actos del culto que
se rinde a los dioses.”
Es decir, tanto medicina como religión constituyen una praxis, “nacida de las necesidades
del hombre y de su instinto de conservación”. Se puede agregar una reflexión sobre la
palabra “médico” en griego: iatroi, que literalmente significa “sanador”. El cristianismo,
pues, no condena la sanación, vital desde la misma imagen de Jesús salvador y de sus
milagros, sino la técnica con la cual se consigue.
Esto es, desde la división de los imperios oriental y occidental en el 395 a la muerte de
Teodosio I, hasta el gobierno de Heraclio (610-641), quien terminó de establecer el griego
como lengua oficial del imperio.
Es importante este primer hito pues nos sitúa ante un imperio unificado por una religión
oficial única, el cristianismo, que sin embargo ha sido establecida así recién el año 380 por
Teodosio I. Es decir, a pesar de ser una religión de carácter dogmático y de la prohibición
de todo rito pagano en el año 388, es un culto relativamente joven y con muchos puntos
doctrinarios a discutir y clarificar durante el
siguiente par de siglos.
El modo en que el enfermo vivía su mal era consecuencia no sólo de ciertas ideas médicas,
sino también de concepciones sobrenaturales, de su posición social y de criterios generales
propios de la época. Este modelo permite destacar el rol del paciente y dejar atrás la idea de
medicina naturalística como una exclusividad de las clases altas y la sanación mágico y
religiosa de las clases bajas. Enfatiza así la continuidad entre estos tres rangos por sobre las
tensiones entre ellos.
Se intentará mostrar esta interrelación entre medicina técnica, religiosa y mágica a través
de
Los más relevantes de los tratadistas de materia médica bizantina fueron todos médicos
experimentados (por lo general asociados a la nobleza imperial) y sus abundantes escritos
siguieron siendo citados varios siglos después de cada uno. Los referidos son: Oribasio de
Pérgamo de fines del siglo IV, Aecio de Amida, jefe médico de la corte imperial en el siglo
VI, Teófilo Protospatario del siglo VII y Pablo de Egina del mismo siglo.
Mención aparte merece Alejandro de Tralles, posterior en época a Aecio y anterior a Pablo.
Viajador y recopilador de remedios populares a lo largo del imperio, su importancia radica
en la abundancia y variedad del saber médico que reúne en sus escritos, en los cuales
manifiesta una actitud crítica y analítica hacia la medicina anterior, e incorpora, sin
menosprecio cientificista, elementos mágicos como amuletos y hechizos a la farmacología
tradicional.
Su experiencia como médico aporta el peso experimental a sus escritos, que sugieren para
cada enfermedad terapias farmacéuticas basadas en gran cantidad de recetas originales
propias (aunque formadas a base de ingredientes conocidos con anterioridad).
El Libro trata de las enfermedades de la cabeza y se ocupa delos problemas del ojo, y el III
de los de la boca y las glándulas salivales. Los Libros IV y V tratan, respectivamente, de
patologías cardíacas y pulmonares, y en el Libro vi se ocupa de la pleuresía. Los siguientes
libros los dedica a patología digestiva, gástrica en el VII, intestinal en el VIII, hepática en el
IX, y en el libro X se ocupa de las enfermedades abdominales que Alejandro considera las
dos mayores: disentería e hidropesía. Para finalizar, el libro xi se ocupa de las
enfermedades genitourinarias y el xii de la gota. Para hacerse una idea de la especificidad
del conocimiento de Alejandro de Tralles y de la época, aquí un resumen de su materia
médica.
Entre los años 642 y 1453, Constantinopla fue la cabeza única de la medicina bizantina. La
situación política y económica hizo que los médicos de esta etapa superaran la obra de
recopilación y ordenación de la medicina griega llevada a cabo desde Oribasio a Pablo de
Egina. La obra médica pasó de la sinopsis didáctica al enciclopedismo. Se acentuó el
escolasticismo y se produjo una creciente decadencia. Sólo en su etapa más tardía se elevó
el nivel gracias a algunas obras. Entre éstas podemos citar las de Juan Actuario (finales del
XIII y comienzos del XIV), que trataban de terapéutica, enfermedades mentales y la
semiología de la orina.
Los hospitales sí alcanzaron un notable desarrollo. Estuvieron destinados para los pobres y
miserables, de acuerdo con la desigualdad socioeconómica de la asistencia que el
cristianismo "postconstantiniano" mantuvo.