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EL CAMINO

DE LA NIEBLA
Volumen III
Masacres en Colombia y su impunidad

Bogotá, 1990

Liga Internacional por los Derechos y la Liberación de los Pueblos Sección


colombiana

Impreso en Bogotá, diciembre de 1990

Capítulo 1

MASACRE EN EL SURORIENTE DE BOGOTÁ

30 de septiembre de 1985

PRESENTACIÓN

La esperanza tan dulce


tan pulida tan triste
la promesa tan leve
no me sirve

no me sirve tan mansa


la esperanza

la rabia tan sumisa


tan débil tan humilde
el furor tan prudente
no me sirve

no me sirve tan sabia


tanta rabia

el grito tan exacto


si el tiempo lo permite
alarido tan pulcro
no me sirve

no me sirve tan bueno


tanto trueno

el coraje tan dócil


la bravura tan chirle
la intrepidez tan lenta
no me sirve

no me sirve tan fría


la osadía

sí me sirve la vida
que es vida hasta morirse
el corazón alerta
sí me sirve

me sirve cuando avanza


la confianza

me sirve tu mirada
que es generosa y firme
y tú silencio franco
sí me sirve

me sirve la medida
de tu vida

me sirve tu futuro
que es un presente libre
y tu lucha de siempre
sí me sirve

me sirve tu batalla
sin medida

me sirve la modestia
de tu orgullo posible
y tu mano segura
sí me sirve

me sirve tu sendero
compañero

Este poema de Mario benedetti, titulado Me sirve no me sirve, era el contenido de un


manuscrito confundido entre las ropas de un cuerpo joven y sin vida, que el treinta de
septiembre de 1985 yacía en una de las calles del suroriente de Bogotá. A otros diez
muchachos, la mayoría con disparos a quemarropa, también les habían arrancado la
vida.

Cuando un juez de instrucción penal militar encontraba esa hoja de papel en el


cadáver cuyo levantamiento practicaba, aún permanecían en esa zona los 246
miembros de la Policía Nacional que momentos antes habían participado en el
operativo contra un grupo de guerrilleros del M-19, quienes habían hurtado un camión
repleto de leche y la habían repartido entre los pobladores pobres del sector.

Tras un primer contacto de los guerrilleros con una patrulla de la Policía, el Comando
del Departamento de Policía Metropolitana de Bogotá coordino un operativo que
terminaría con la muerte de tres mujeres y ocho hombres. Durante las acciones se
harían presentes en el lugar los oficiales a cargo de las acciones.

Mientras el informe de la Policía sobre la operación atribuía las “dadas de baja” de


los muchachos a los enfrentamientos de éstos con “las mismas tropas”, los vecinos de
esa zona urbana relataron los fusilamientos de los capturados luego de haberse
rendido o haber sido reducidos a la impotencia, y los montajes hechos por los
victimarios con los cuerpos de sus victimas. Estos relatos quedaron respaldados con
pruebas de balística y las necropsias indicando, en la mayoría de los casos, disparos
hechos a menos de un metro de los cuerpos.

Las investigaciones disciplinarias internas, a cargo de los superiores jerárquicos, o


nunca se iniciaron, o culminaron con absoluciones o tuvieron fines prestacionales y no
sancionatorios.

La investigación penal, por aplicación del fuero militar, corrió por cuenta de
autoridades y juzgados de instrucción penal militar adscritos al mismo Comando del
Departamento de Policía Metropolitana de Bogotá, que a su vez hizo el papel de juez
de primera instancia. El resultado fue la cesación de todo procedimiento a favor de los
pocos oficiales, suboficiales y agentes vinculados a los procesos. El tribunal Superior
Militar brindaría a su respaldo a esas decisiones, eliminando la posibilidad de aplicar
penas a los responsables y dejando el caso para los archivos de la impunidad.

Por su parte la investigación de la Procuraduría Delegada para la Policía Nacional ha


culminado con la formulación de pliego de cargos contra cinco oficiales, tres
suboficiales y cinco agentes, acusados de faltas al reglamento de Disciplina y Honor
para la Policía Nacional. El proceso no ha concluido y aún no se sabe, si se aplicaran
las sanciones disciplinarias (destitución, suspensiones, multas, amonestaciones) a los
policías acusados.

Tanto las pasadas investigaciones penal y disciplinaria interna el actual proceso


disciplinario de la Procuraduría, sólo han cuestionado la actuación de los mandos
bajos durante el operativo, desconociendo que éste fue coordinado por el Comando del
Departamento y por los comandantes de varias estaciones y un distrito de policía de la
zona suroriental de la capital.

Los velos de la impunidad sólo dejaron dibujar algunas figuras cercanas a las ventanas
de las investigaciones, mientras dentro de la casa otros danzan y cenan animados por
el espíritu de cuerpo.
I. MI CAPITAN: TODOS MUERTOS, NINGUN HERIDO

Los periódicos empezaron a ser vendidos en las esquinas de las ciudades colombianas.
La noche anterior varios testigos habían narrado, ante los noticieros de televisión, el
horror de una masacre en las puertas de sus casas, en esos mismos andenes manchados
con sangre fresca

Los periódicos bogotanos, El Tiempo y El espectador, del martes primero de octubre de


1985 pregonaban “el más certero golpe que haya sido asestado contra la subversión en
la capital de la Republica”1; decían que “los cuerpo de los maleantes quedaron a lo largo
de cinco cuadras”, daban la lista de “los pandilleros dados de baja” 2 referían los
“nutridos tiroteos” y enfrentamientos del grupo subversivo con la Policía, y en ellos
enmarcaban las “dadas de baja” de once muchachos. La realidad era otra. Las
declaraciones de los testigos y los cadáveres acribillados, con tatuajes de pólvora que
indicaban disparos haches a menos de un metro de distancia, eran contrarios a los
pregones de la gran prensa.

Repartiendo la leche

Todo empezó cuando un grupo de militantes del grupo guerrillero M-19 a eso de las
7:20 de la mañana del lunes 30 de septiembre asalto un camión repartidor de leche en
bolsa, en el barrio San Martín de Loba, al suroriente de Bogotá. Los jóvenes miembros
del grupo empezaron a repartir entre los habitantes del marginado lugar varias bolsas de
leche. Este procedimiento ya lo habían utilizado con anterioridad, sin que se presentaran
enfrentamientos con miembros de la Policía.

Pero ese lunes llegó al lugar donde era repartida la leche, una patrulla de la Policía tras
ser avisada por uno de los ayudantes del camión. En ella se transportaban dos agentes y
un suboficial. Hubo un enfrentamiento y fueron heridos el agente Libardo Ussa Carreño
y el sargento viceprimero Luís Tiberio Villanueva, mientras el agente conductor José
Perilla Dasa avisaba por radio.

Inmediatamente se inicio un operativo de persecución que se extendió a los barrios


Bochica, Diana turbay y la vía que conduce al municipio anexo de Usme.

El grupo de guerrilleros optó por dispersarse. En el operativo de persecución


participaron miembros de la SIJIN y de las estaciones de policía primera, segunda,
tercera y sexta de Bogotá3. La actividad de la policía fue reforzada por unidades del
Centro de Artillería del Ejército Nacional quienes acordonaron la zona4.

1
El Espectador, 1 de octubre de 1985, pág. 1A
2
El Tiempo, 1 de octubre de 1985, págs. 1A y 8A
3
Oficio Nº 001196 COPER-C-277, Departamento de Policía de Bogotá, Comando Operativo, 1 de
octubre de 1985.
4
Oficio 08362 de septiembre 7 de 1988. del Dr. Rueda Montoya al Procurador General de la Nación. Y
Declaración del Cr. Gilberto Cucaita Castro ante la procuraduría Delegada para la Policía Nacional,
marzo 17 de 1988.
Hacia las 9:30 de la mañana los cadáveres de tres muchachas y ocho muchachos yacían
en cinco puntos diferentes del suroriente de Bogotá. El estado de indefensión en que se
produjeron sus muertes fue el común denominador. También eran capturados cinco
jóvenes, tres de ellos heridos.

Arturo Ribón y Yolanda Yuzmán. Las primeras victimas

A pesar de que sus muertes se produjeron en plena vía pública, y con mucha seguridad
ante la mirada de los vecinos de la calle 48P Sur Nº 5G-44, en el barrio Bochica, ningún
testigo de los hechos dio su versión a la comisión de la Procuraduría que visitó el lugar
en busca de testigos. El terror rendía sus frutos.

El cuerpo de Arturo yacía en la esquina de la calle 48P sur con la carrera 5G, boca abajo
y en su mano derecha los fotógrafos pudieron captar una pistola marca Star de 7.65
mm5. Tenía ocho orificios producidos por proyectiles de arma de fuego y tres de esos
orificios mostraban tatuajes de pólvora, indicando que estos disparos le fueron hachos a
menos de un metro de distancia6. Doblando la esquina, a unos metros del cadáver de
Arturo, el cuerpo sin vida de Yolanda yacía también boca abajo, abatido con diez
proyectiles de arma de fuego. Tres de esos disparos le habrían sido hechos desde menos
de un metro de distancia pues presentaba tatuajes de pólvora7. La policía informaría que
al lado derecho de su cintura había sido hallada una granada de fabricación casera8.

Isabel Cristina Muñoz Duarte: con las manos en alto

Como a las 8:30 de la mañana, Mélida Quintero de Ramírez estaba en casa de su madre
Aura Rosa en el barrio Bochica. Vivía con ella una muchacha que llego angustiada a
decirle “señora Mélida, señora Mélida…es que no se da cuenta, no se da cuenta” 9.
Mélida salio de su cuarto y vio, dentro de su casa, a una mujer joven de cabellos largos
y piel blanca, con cerca de 22 años, vestida con blue-jean y una camisa blanca con rayas
horizontales. “Me vienen persiguiendo”, fue la única respuesta que obtuvo Mélida,
quien subió de inmediato a la terraza. Había policía por todas partes, incluso en su
terraza. Un policía vestido de civil les ordeno: “dígale a la muchacha que tire el revólver
y se entregue”. Mélida bajo, le dijo a la joven que se entregara, que tirara el revólver,
que a ella no le iba a pasar nada. “Sí –relataría Mélida- le vi un revólver en la mano y un
bolsito que ella cargaba, y allí mismo con el revólver en la mano y su bolsito salio a la
calle tranquilamente, no me dijo nada”10. Doña Mélida cerró el portón e inmediatamente
escucho el abaleo de afuera. Pasado un buen rato se asomó por la ventana y vio el
cuerpo sin vida de la muchacha; estaba boca arriba, con el bolsito a un lado y el revólver
sobre su cabello. Ese cuerpo sin vida era el de Isabel Cristina Muñoz Duarte.

Al salir de esa casa, Isabel cristina se tiró tras un montón de arena. Los policías le
gritaron que tirara el arma y se entregara: ella obedeció. “La mujer –contaría otro
testigo- se levantaba detrás del morro de la arena…, con las manos en alto y el revolver
empuñado en la mano, el que soltó a penas se paro, en ese momento los agentes del F-2
5
Fotografías anexas al memorial del Ct. Jaime gallo Zuleta de fecha febrero 17 de 1989.
6
Informe comisión investigadora al Procurador general de la nación, 18 de octubre de 1985.
7
Ibídem.
8
Informe 001196, doc, cit.
9
Declaración de mélida Quintero de Ramírez, ante la comisión investigadora de la Procuraduría, octubre
7 de 1985.
10
Ibídem.
y la policía empezaron a disparar sobre ella y grito y cayo al piso; enseguida llego un
agente corriendo desde la avenida central, entonces alguien le grito, hay que matar a esa
“hijueputa” y entonces el agente empezó a dispararle ahí en el suelo…” 11. Cinco
disparos fueron a parar a la cortina metálica del frente de la casa de doña Mélida12.

El cuerpo de Isabel Cristina presentaba siete orificios de bala. Extrañamente el revolver


Smith Wesson 38 largo que ella arrojó al piso antes de ser abatida, apareció sobre sus
cabellos largos al lado izquierdo de su cabeza13.

Martín Quintero Santana y Luís Antonio Herrera Puerto: de espaldas al cielo

Don José Castro espitia lavó, junto con un vecino suyo, la sangre que manchaba el
asfalto de la calle 48 sur con carrera 514 en el barrio Bochica. Un funcionario con una
bata blanca lo autorizo a hacerlo luego de haber levantado los cadáveres de dos hombres
jóvenes, muertos a manos de la policía cuando se encontraban tendidos boca abajo sobre
el pavimento. Los muchachos vestían tenis, blue-jean y chaquetas azules; uno era
blanco y de cabellos lisos y el otro un tanto moreno, de cabellos ondulados y de faz
afilada. Se trataba de Martín Quintero Santana y Luís Antonio Huertas Puerto: sus
cuerpos presentaban nueve y diez orificios respectivamente, hechos con arma de fuego
y tatuajes positivos, indicando el abatimiento con disparos a menos de un metro de
distancia. De los nueve disparos que habían acabado con la vida de Martín, cinco
presentaban tatuajes de pólvora, mientras que el cadáver de Luís Antonio mostraba
cuatro impactos con tatuajes. En el sitio habían huellas de impactos de bala en la parte
baja de pared y en el piso15.

Muchos vecinos fueron testigos. Algunos de ellos declararon. Otros, aterrorizados, no lo


hicieron. Vieron cuando los detenían, los obligaban a tenderse en el suelo, los
requisaban, los golpeaban, los tiroteaban, los remataban y los volvían a golpear. José
Álvaro, un muchacho de 16 años, abrió la puerta de su casa para dejar entrar a
Benedicto, su padre, junto con un amigo; los dos venían angustiados. Los policías les
gritaron que se entraran si no querían que los llenaran de plomo y un agente les dijo que
cerraran las cortinas y a esto accedieron, pero no por mucho tiempo. Corrieron las
cortinas para ver lo que sucedía en la calle. Un agente motorizado le decía a otros
policías que cubrieran el lugar y ese mismo agente señalo a Martín y a luís Antonio
cuando pasaban por allí. “…luego dijo bótense al piso y entonces uno sólo se botó al
piso, el otro se quedo parado y luego el agente le pegó fuertemente con la metralleta en
la espalda y lo obligo a caer en el piso, ya en el piso le siguió pegando y lo esculco y
luego le encontró una granada en la pretina del pantalón lado izquierdo y dijo “ah tiene
una granada” luego los otros agentes al ver que le encontraron la granada se mandaron
fuertemente y los patiaron … Luego un agente de civil le dijo0 a los otros agentes que
estaban uniformados quítesen (sic) y él empezó a dispararles a los que estaban en el piso
con una metralleta, ellos no hicieron resistencia, se quedaron quietos y el agente disparo

11
Declaración de Henry Iván Zárate, ante la Comisión Investigadora de la Procuraduría, octubre 7 de
1985.
12
Informe Comisión Investigadora al Procurador General de la Nación, octubre 18 de 1985.
13
Declaración de Mélida Quintero de Ramírez, doc. Cit. Y fotografías anexas al memorial del Ct. Gallo
Zuleta con fecha febrero 7 de 1989.
14
Declaración de José Castro Espitia ante la Comisión investigadora de la Procuraduría, octubre 2 de
1985
15
Informe de la Comisión Investigadora al Procurador General de la Nación, Carlos Jiménez Gómez,
octubre 18 de 1985.
varias veces. Las balas les atravesó (sic) el estomago y al ver que uno levanto la cabeza
le disparo más al cuerpo. Uno de ellos… murió instantáneamente. El otro todavía seguía
vivo y el levanto la cabeza a ver cómo estaba su compañero, inmediatamente un agente
uniformado le dio varios disparos desde la esquina oriental…disparó contra el que se
encontraba en el piso todavía vivo y murió instantáneamente…” 16 . Luego se acercaron
todos los policías y el hombre de civil, que había disparado primero, golpeó los cuerpos
para asegurarse de la muerta de sus victimas17.

Al ver esto, desde la terraza de la casa de una vecina suya, doña Blanca Lilia Gritó
horrorizada: “los mataron, los mataron”. Su hijo, quien la acompañaba en esos
momentos, le dijo que se callara porque los podían matar a ellos también. Unos minutos
antes ella estaba barriendo su terraza quitando el agua, pues había llovido en esos días,
cuando escucho unos gritos; “Me asomé –recordó Blanca Lilia- a ver qué era y vi a un
muchacho y una muchacha y un uniformado de la Policía Nacional…detrás de ellos y él
les decía que se detuvieran, alto,…luego el muchacho y la muchacha penetraron aquí en
el barrio Bochica por la esquina de la manzana 4 y ya no supe más de ellos ni del
uniformado, sino yo oía ya era un tiroteo”18. Lo más probable es que se tratara de Arturo
Ribón y Yolanda Guzmán, asesinados a pocas cuadras del “interior 4” donde asesinaron
a Martín y a Luís Antonio.

Don Benedicto. El padre de José Alvaro, escucho la policía que remato a martín o a
Antonio cuando una de ellos levanto la cabeza, lo escucho cuando decía al disparar: “el
combate se acabo”. Según don Benedicto “los muchachos no dijeron nada ni levantaron
mano ni una uña. Esos muchachos venían tranquilos por la calle como si nada pasara.
Ellos no tenían nada de armas”, porque lo que vio él fue “un tarrito rojo, en plástico de
esos donde viene la mostaza que le echan a los perros calientes” 19. Después de los
disparos vio a un uniformado con unas barritas en el hombro quien daba órdenes de
retirar a los civiles que llegaran al sitio; era alto, de bigote y blanco.

Atrapados sin salida

El barrio Diana Turbay se encuentra al sur del barrio Bochica en Bogotá. Jairo
Colmenares, un conductor de busetas, inicio su recorrido hacia el barrio Bachué situado
al occidente de la capital. Eran las 8:20 de la mañana. Conducía la buseta de servicio
público de placas SD-5369 afiliada a la empresa Continental 20. Llevaba unos minutos de
recorrido y varios pasajeros se habían subido. Javier Bejarano y su hermano Leonardo
Bejarano habían salido de su casa junto con sus dos hermanos menores, Marisol y
Carlos Enrique, a buscar una buseta para transportarse. Subieron a Carlos Enrique en
una buseta anaranjada que lo condujera al barrio Bosa donde vivía con su padre,
mientras Marisol regresaba a la casa situada a pocas cuadras del paradero en el barrio
diana Turbay. Casi simultáneamente Javier Bejarano subió a la buseta conducida por
Jairo Colmenares y luego subió Leonardo, no sin antes cerciorarse que Carlos Enrique
había subido a la buseta anaranjada. Los dos muchachos se sentaron en el asiento
trasero del vehiculo donde ya se encontraban sentados dos hombres y una mujer
16
Declaración de Alvaro Ramírez Delgado ante la Comisión de la Procuraduría, octubre 2 de 1985.
17
Ibídem.
18
Declaración de Blanca Lilia Páez ante la Comisión de la Procuraduría, octubre 3 de 1985.
19
Declaración de Benedicto Ramírez García ante la Procuraduría Delegada para la Policía Nacional
Judicial, octubre 5 de 1985.
20
Declaración de Jairo Colmenares ante la Procuraduría Delegada para la Policía Nacional, octubre 7 de
1985.
jóvenes. Habrían recorrido tal vez dos cuadras cuando un hombre delgado y vestido de
civil abordó la buseta con un revólver y apuntando al grupo que ocupaba el asiento
posterior dijo: “allá quietos todos”. El hombre se identifico como miembro del F-2; le
ordeno al chofer que no recogiera más personas y que condujera el vehiculo a la
comisaría más cercana. En estas condiciones recorrieron cerca de 7 cuadras. Lo que
vino luego fueron verdaderos momentos de espanto.

Leonardo Bejarano, sobreviviente de la masacre recuerda así lo sucedido: “Yo iba


mirando por el vidrio hacia el lado de afuera, cuando vi como un reflejo de unos tipos
que estaban al lado de nosotros y botaron algo hacia delante y estalló la buseta, yo
quede sonso y cuando reaccione estaba solo con mi hermano y había al lado nuestro 3
guerrilleros, dos hombres y una mujer, mi hermano me grito que me agachara y yo me
bote encima de mi hermano y fue cuando el señor del F-2 empezó a disparar. Yo me iba
a salir por una ventana pero ese señor me apunto y me tocó volverme a agachar, el mato
a los tres guerrilleros, entonces se subió a la buseta y cuando yo lo vi, fue que me
disparo el primer tiro cuando yo estaba en el suelo, entonces escurrí la cabeza y quede
en los pies de mi hermano. El señor se bajo de la buseta y volvió y subió, en ese
momento mi hermano gritaba que me habían herido a mí, decía hirieron a mí hermano y
repetía, el señor del F-2 se devolvió para la parte de atrás y le dijo para usted también
hijueputa y le pego un tiro a él. Los guerrilleros que estaban medio muertos se quejaban
y él volvía y les disparaba. El primer tiro que me disparó me lo pegó en la boca y yo
boté una bocanada de sangre y él se devolvió y dijo: este hijueputa es que no se muere y
yo le suplicaba que no me matara que no era un guerrillero y él volvió y me disparo;
llegaron más señores de esos del F-2, que hablaban por esos radios y yo escuchaba que
comentaban por esos radios que todos muertos, ningún herido. Mi hermano se quejaba y
yo le decía que chito porque nos mataban. Uno de ellos se me acerco, me puso la pata
en el estomago y me decía: muérase hijueputa y me espichaba duro el estomago, yo no
me di cuenta si era el mismo o no porque ya había más señores. La gente se amontono
en la buseta y miraban por las ventanas y yo le decía a la gente que me ayudaran por
favor, y los señores del F-2 decían que se retirara la gente porque había una granada que
iba a estallar. Cuando la gente se retiro, uno de los del F-2, otro, el verme que yo no
moría, entonces saco un arma y se me acerco diciendo: es que este hijueputa es que no
se muere y otro dijo: espere, espere, entonces él se paro y guardo el arma y se bajaron
de la buseta. Cuando se bajaron yo aproveche y me pare gritándole a la gente que me
ayudaran, que yo no era guerrillero. Yo les decía a los del F-2 que eran unos asesinos
que habían matado a mi hermano, saqué los papeles y se los entregue a un policía21.

Jairo Colmenares, el conductor de la buseta, dijo: “a la buseta se subieron esos


antisociales y enseguida se subió el del F-2. El los capturo después de que habían
lanzado el explosivo y ahí mismo les dio candela” 22. Una señora Sagrario Fandiño,
dueña de una tienda cercana pudo ver cuando “uno de los detectives se subió a la buseta
y disparo varias veces contra esos muchachos, que ya estaban tendidos en el piso…
también vi cuando subieron con una cosa que parecía una curaba y se la pusieron en la
mano a uno de los que ya estaban muertos mientras llegaban los de los periódicos” 23. La
torpeza en este montaje se mostró más cuando dos periodistas, uno del periódico El
Espectador y otro de la agencia Colprensa, tomaron dos fotografías en diferentes

21
Declaración de Leonardo Bejarano ante la Procuraduría Delegada para las Fuerzas Militares, diciembre
30 de 1985.
22
Revista Semana, Nº 179, octubre 8-14 de 1985, Pág. 20.
23
Ibídem.
momentos que mostraban en dos posiciones distintas la granada colocada en la mano
izquierda de Jesús Fernando Fajardo Cifuentes, una de las victimas24.

Por su parte el informe de la Policía sobre el operativo afirmaba que, además de la


granada de fragmentación que “portaba” Jesús Fernando Bejarano Fajardo, fueron
halladas dos granadas de fabricación casera en poder de Javier Bejarano25.

La “verdad” de El Tiempo

Los cadáveres quedaron esparcidos en diferentes sitios de la buseta 26. El periódico El


Tiempo, en un articulo de sus periodistas Ramiro Castellanos y Angel Molina, informó
así sobre lo sucedido “…los individuos lanzaron una granada hacia donde se hallaba el
agente del F-2, el cual en una actitud de valentía alcanzo a gritar a los pocos pasajeros,
que quienes no tuvieran nada que ver con el problema se bajaran. En ese instante cuatro
personas que ocupaban asiento en el automotor lo abandonaron rápidamente, mientras
los guerrilleros desde el asiento trasero disparaban y lanzaban más granadas contra el
representante de la autoridad. El detective, resuelto a todo, disparo su revolver hasta
terminar la munición y cuando toco regreso a la normalidad, en el piso de la buseta
estaban los cadáveres de cuatro subversivos. Los otros dos sediciosos (pues el periódico
se refirió a seis subversivos en la buseta) huyeron por las ventanillas de la buseta
disparando por debajo del vehiculo e hirieron en las piernas al agente del F-2…Los
pandilleros dados de baja fueron identificados como Jesús Fernando Fajardo
Cifuentes…Carlos Alberto Aguirre Gutiérrez (su verdadero nombre era José Alberto)…
María Francisca Rodríguez Mendoza (su verdadero nombre era Francisca Irene)…y
Javier Bejarano. Es de anotar que el primero de los nombrados murió con una granada
en su mano derecha y que los demás también llevaban granadas entre sus morrales” 27.
Sin embargo, en la buseta no se encontró arma de fuego alguna.

Javier Bejarano fue asesinado de un disparo; en uno de sus bolsillos seria encontrada
una carta de amor, Jesús Fernando Fajardo Cifuentes recibiría un disparo que le dejaría
tatuaje de pólvora. Francisca Irene Rodríguez Mendoza recibió un proyectil y el cuerpo
de José Alberto Aguirre Gutiérrez presentaría dos impactos de bala con tatuajes de
pólvora28.

Leonardo Bejarano recibió los dos disparos en la cara; un proyectil le atravesó antes la
mano izquierda y otra bala se incrusto en su hombro derecho 29. Milagrosamente no
fueron mortales. Antes de que le volvieran a disparar el segundo tiro, antes de que
asesinaran a su hermano, antes de que remataran a los otros muchachos que aún vivían,
escucho cuando los policías daban parte por los radios: “mi Capitán están todos
muertos, no hay ningún herido”30. A Leonardo lo trasladaron a la Clínica de la Policía,
donde permaneció durante tres horas sin recibir atención medica; finalmente lo llevaron
al Hospital de La Hortúa y allí lo atendieron los médicos. En una ocasión un alférez y en
otra un agente de policía, lo hostigaron y lo amenazaron.
24
Periódico Voz Proletaria, octubre 3 de 1985, pág. 7-A.
25
Oficio Nº 001196, doc. Cit.
26
Ibídem.
27
El Tiempo, octubre 1 de 1985, pág. 1A y 8A. Paréntesis fuera de texto.
28
Informe de la Comisión investigadora, octubre 18 de 1985, doc. Cit.
29
Informe sobre tratamiento médico a Leonardo Bejarano, Hospital universitario San Juan de Dios,
octubre 23 de 1986.
30
Informe de la Comisión Investigadora, octubre 18 de 1985, doc. Cit., pág 5.
Hernando Cruz Herrera y José Alfonso Porras Gil

Dos cosas muy distintas indicaban los informes de la Policía y los resultados de las
necropsias sobre la manera como sucedieron las muertes de Hernando Cruz Herrera y
José Alfonso Porras Gil.

José Antonio Presentaba siete orificios producidos con arma de fuego mientras
Hernando tenia ocho. De los siete impactos de bala que habían cegado la vida de José
Alfonso, cinco fueron hechos a menos de un metro de distancia, al igual que seis
disparos alojados en el cuerpo de Hernando31. Sus asesinatos se realizaron en la vía que
de Bogotá conduce al municipio anexo de Usme, a la altura de una vereda llamada “Los
Soches”.

Según el informe del oficial que comandaba la patrulla que inició la persecución de un
vehiculo Toyota rojo, este vehiculo se metió, a la altura del kilómetro 8, en una cuneta
donde sus ocupantes empezaron a disparar contra la patrulla, “al mismo tiempo nos
lanzamos de la patrulla haciéndoles frente para contrarrestar el ataque, al instante nos
llego refuerzo de la fuerza disponible de la Sexta Estación y en forma valerosa se
combatió hasta que se dio de baja a dos individuos y los demás emprendieron la huida
en el mismo vehículo…”32. En el Toyota según dicho oficial. Se transportaban
“aproximadamente seis individuos portando armas de largo y corto alcance” 33. Pero las
versiones sobre el enfrentamiento dadas por algunos agentes son contradictorias: según
ellas los dos hombres que resultaron muertos se lanzaron del vehículo en una
hondonada y enfrentaron a la Policía, mientras el vehículo continuaba su marcha y
luego de una intensa balacera se habrían dado cuenta de que habían dos muertos34.

Curiosamente los agentes de la patrulla que hizo la persecución inicial olvidaron el


número de agentes de la Fuerza Disponible que los apoyaron así como el rango y el
nombre de los oficiales al mando de los refuerzos35. También es difícil entender cómo
“seis individuos portando armas de largo y corto alcance” continúan su marcha en un
vehículo dejando atrás a dos compañeros suyos haciendo frente a la policía, provistos de
un revolver Smith Wesson calibre 38 largo y una capucha de colores blanco, rojo y
azul36.

Ante la inexistencia de testigos, la única prueba irrefutable de una ejecución a


quemarropa, fueron los tatuajes de pólvora en las perforaciones que presentaban los
cadáveres de Hernando y José Alfonso. La mayoría de los disparos que les causaron la
muerte se los hicieron a menos de un metro de distancia. El que sus muertes fueran
producto directo de un enfrentamiento en una zona rural, y no de una captura y posterior
ejecución, quedaba desvirtuado como justificación de los asesinatos.
31
Declaración de Leonardo Bejarano ante la comisión especial de la Procuraduría, octubre 8 de 1985,
doc. Cit. Pág 5.
32
Informe sobre un procedimiento, Te. Edgar Mariño Pinzón a Comandante Primera Estación, septiembre
30 de 1985.
33
Ibídem.
34
Declaración de los agentes Jaimes Vega Olivo y Rojas Caviedes Durlandy, según concepto del capitán
Mariano Santacruz, Oficial Investigador INSDI, Primera Estación, noviembre 22 de 1985.
35
Declaraciones de los agentes Jaimes Vega, Rojas Caviedes y Vargas Rodríguez Hugo, según concepto
del capitán Mariano Santacruz, doc. Cit.
36
Material encontrado a José Alfonso y a Hernando, respectivamente, según informe sobre un
procedimiento del teniente Hernando Mariño Pinzón, doc. Cit.
II. EL ESPIRITU DE CUERPO: PREMISA DE LA IMPUNIDAD

Ese lunes las calles y residencias de aquella zona del sufriente capitalino se vieron
invadidas por el mayor número de agentes civiles y uniformados de la Policía Nacional
que recuerden sus habitantes. Los agentes de los barrios Bochica, Diana turbay y sus
derredores vieron a los policías penetrando a sus residencias o a las de sus vecinos,
ubicándose en las terrazas e inclusive sacando a la fuerza a sus moradores y registrando
las viviendas en busca de armas37.

En el barrio San Martín la Policía inicio una serie de allanamientos casa por casa en
búsqueda de guerrilleros y armas. En una de esas viviendas sus moradores debieron
aguantar ultrajes y destrozos: Doña Rosa Rodríguez vio cuando sacaban a su marido de
la casa y lo ponían contra la pared, junto con su yerno Jesús Alfredo Umbarilla
Rodríguez quien estaba alistando arena para pañetar la casa; amenazaron con matar a su
esposo e introdujeron a su hijo de quince años y lo golpearon en el interior de la casa
junto con otra hermana; como no encontraron armas le rompieron el televisor y
finalmente se llevaron detenidos a su yerno y a su esposo38.

De entre los varios retenidos aquella mañana solamente fueron vinculados a procesos
penales cinco hombres jóvenes y únicamente contra uno de ellos se ordeno detención
preventiva, sindicándolo de terrorismo y hurto. Entre ellos figuraba Jesús Alfredo
Umbarilla y también Leonardo Bejarano, el sobreviviente de la buseta, quien aún se
reponía de las heridas recibidas internado en el hospital de la Hortúa de Bogotá. Ambos
serían puestos en libertad por la justicia penal39.

La orden del C.A.D.

Visos de una verdadera cacería mostraron las acciones de los uniformados y de los
agentes secretos de la SIJIN.

A eso de las 7:30 de la mañana varios oficiales de la SIJIN se hallaban reunidos en las
instalaciones de la Subjefatura de ese organismo de inteligencia de la Policía. De la
Estación Cien, conocida como el Centro Automático de Despacho C.A.D., se recibió la
orden de apoyar inmediatamente a la patrulla comandada por el sargento viceprimero
Luís Tiberio Villanueva que había llegado primero al barrio San Martín de Loba. En esa
reunión se encontraba, vestido de civil, el Teniente Jaime Gallo Zuleta, quien se dirigió
al lugar portando la subametralladora UZI Nº 106111 y le ordeno a los agentes José
Manuel Cristancho Romero, portador del revolver Ruger Nº 93621, y Pedro Alvaro
Tangarife Gutiérrez, portador del revolver Ruger Nº 91847, que se desplazaran al
suroriente bogotano40.

37
Declaración de Blanca Rodríguez, doc. Cit.
Declaración de Henry Iván zarate Ruiz, doc. Cit.
Declaración de Mélida Quintero de Ramírez, doc cit.
Indagatoria a Gérman Alonso Buitrago Pineda ante Juzgado 1 Especializado de Bogotá, octubre de 1985.
38
Declaración de Rosa Rodríguez de Carranza ante el Juzgado I Especializado, octubre 9 de 1985.
39
Auto del Juzgado I Especializado, octubre 15 de 1985.
40
Oficio 2031/SIJIN-J, Jefatura SIJIN, agosto 16 de 1988. Y memorial del Capitán Gallo Zuleta al
Procurador Delegado para la Policía Nacional, fechado febrero 17 de 1989.
Por su parte el comandante de la Tercera Estación de Policía de Bogotá, el entonces
mayor Franco Hernán Grijalva Mejia, se interno también en el barrio Bochica a bordo
de una patrulla y acompañado por dos agentes 41. Allí fue visto durante la acción de la
Policía por el entonces teniente Gallo Zuleta, quien lo señalaría como el oficial de
mayor rango presente en el lugar, y también reconoció al capitán Mariano Santacruz
Benavides, adscrito a la Primera Estación42.

El comandante de la Primera estación de Policía Bogotá, mayor Elkin de Jesús Silva


Pineda, fue uno de los primeros oficiales en llegar al barrio Bochica, donde los
tripulantes de una moto de la SIJIN lo informaron de la presencia de los guerrilleros en
el barrio. El mayor Silva Pineda se había desplazado inmediatamente para el lugar con
tres oficiales más, dos suboficiales y quince agentes 43. También lo acompañaba un civil,
ex oficial de la policía, llamado Alfonso Martínez quien llevaba consigo un arma
particular; en el barrio Bochica tuvo contacto con su subalterno, el segundo comandante
de la Primera Estación, mayor Arcadio Vargas Castillo 44. El comandante de la Primera
Estación solicito refuerzos a través de la radio al oficial de servicio del Centro
Automático de Despacho C.A.D., capitán Humberto Moreno Rosero, Quien se había
comunicado inicialmente con Silva Pineda solicitándole apoyo a la patrulla que tuvo el
primer enfrentamiento con los miembros del M-1945. Pronto se hicieron presentes más
unidades de la SIJIN y de las estaciones de la policía Primera, Segunda, Tercera y
Sexta. Todo el desplazamiento de refuerzos a la zona se hizo a través de la Estación
Cien, considerada como la voz comandante del Departamento de Policía Metropolitana
de Bogotá46.

El teniente Gallo Zuleta: apretó el gatillo

Cuando el teniente Gallo Zuleta llegó al barrio Bochica. Estaba vestido de civil y se
desplazaba en una moto de la Policía Nacional. De acuerdo con su versión, al llegar a un
lugar donde sólo había personal uniformado, vio como un hombre joven disparaba
contra unos policías que retrocedían; desde unos quince metros de distancia el teniente
Gallo Zuleta habría disparado contra el hombre al ser detectado y atacado por este
ultimo, quien “después de un intercambio de disparos resulto muerto” 47. Según el
mismo oficial, en pleno enfrentamiento una mujer se cruzo recibiendo los disparos de la
policía, quedando tendida al voltear la esquina48.

Esos dos jóvenes contra los que disparo Gallo Zuleta eran Arturo Ribón y Yolanda
Guzmán. Pero sus cuerpos, ambos boca abajo, presentaban tatuajes positivos por
disparos hechos a menos de un metro de distancia además de un número de impactos
que evidenciaban un acribillamiento. Para este caso la Procuraduría Delegada para la
Policía Nacional encontró meritos para formular cargos contra el agente de la SIJIN
41
Exposición del Teniente Coronel Franco Hernán Grijalva Mejía, ante la Procuraduría Delegada para la
Policía Nacional, marzo 17 de 1988.
42
Exposición del capitán Jaime Gallo Zuleta ante Procuraduría Delegada para la Policía Nacional,
septiembre 19 de 1988.
43
Oficio 001196 COPER-C-277,doc.cit.
44
Declaración del TC. Elkin de Jesús Silva Pineda, ante Procuraduría Regional de Bucaramanga, abril 8
de 1988.
45
Oficio 001196, doc. Cit.
46
Ibídem.
47
Exposición del Ct. Jaime Gallo Zuleta ante Procuraduría Delegada para la Policía Nacional, septiembre
19 de 1988.
48
Ibídem.
Danilo Obando, quien también habría disparado contra los dos jóvenes; igualmente
contra el agente de la SIJIN Leonel Maria Quiceno Cifuentes por ocultar la verdad de
los hechos49.

El teniente Gallo Zuleta olvido si la ametralladora que portaba ese día se la habían
entregado esa mañana en el almacén de armamento o se la había prestado algún
uniformado y también olvido la forma como vestía aquel lunes50.

El mismo oficial afirmo haber escuchado varios disparos más abajo del sitio donde
disparo contra Yolanda y Arturo. De donde venían las detonaciones, pudo advertir la
presencia del cabo primero Juan Vicente Avila Benito perteneciente a la SIJIN 51 quien
portaba una subametralladora MP-5 con el número 81146 52. La Procuraduría Delegada
para la Policía Nacional formularia pliego de cargos contra el suboficial Avila Benito
por haber disparado sobre Yolanda, Arturo y sobre Isabel Cristina Muñoz Duarte 53. De
acuerdo a Gallo Zuleta, una mujer salio disparando de una residencia y por tanto el
abrió fuego junto con otros uniformados; luego ella se habría “atrincherado” tras un
montón de arena o tierra, desatendiéndole la orden de tirar el revolver, muriendo al
enfrentar a la policía; “este tipo de personas –afirmaría Gallo- son preparadas
precisamente para combatir como lo demuestran en algunos antecedentes operativos
donde ellos se suicidan”54. Isabel cristina recibiría siete disparos en su cuerpo cuando –
como lo reconoció la Procuraduría Delegada para la Policía Nacional- “se encontraba
con las manos en alto y desarmada,…cuando se disponía a entregarse”55.

En la misma zona, a pocas cuadras de donde murió Isabel cristina, fueron asesinados
Martín Quintero y Luís Antonio Huertas cuando se hallaban tendidos en el piso.
Aunque Gallo Zuleta negó haber participado en otros casos, la Procuraduría delegada
para la Policía Nacional encontró merito para formular pliego de cargos contra este
oficial de la SIJIN por empleo innecesario y excesivo del arma que portaba al disparar
contra Martín y Luís Antonio a menos de un metro de distancia 56. En esta misma
providencia se formulo pliego de cargos contra el agente Constantino Botero Falla de la
sexta Estación, por hacer uso innecesario y excesivo de las dos armas que portaba
contra Martín y Luís Antonio. El teniente Gallo Zuleta portaba una subametralladora y
vestía de civil. Los testigos señalarían cómo un agente uniformado había rematado a los
dos muchachos luego de ser baleados en el suelo 57. Y un agente secreto portando una
subametralladora y con vestimentas de color habano, fue señalado como quien, tras
ordenar a los otros agentes que se separaran, disparo contra los dos capturados 58. Todo
indica pues, que se trataría del teniente Gallo Zuleta.

Libertad para disparar

49
Providencia de la Procuraduría Delegada para la Policia Nacional, enero 20 de 1989, doc.cit.
50
Exposición del Ct. Gallo Zuleta, doc. Cit.
51
Ibídem.
52
Oficio 2031/SIJIN J., doc. Cit.
53
Providencia de la Procuraduría Delegada para la policía Nacional, enero 20 de 1989, doc, cit.
54
Exposición del Ct. Gallo Zuleta, doc. Cit.
55
Oficio 00690 de enero 20 de 1989, Procuraduría Delegada para la Policía Nacional.
56
Providencia de la Procuraduría Delegada para la Policia Nacional, enero 20 de 1989, doc.cit.
57
Declaración de José alvaro Ramírez Delgado, doc.cit. Y declaración de Benedicto Ramírez García, doc.
Cit.
58
Al respecto ver capitulo I
El teniente Gallo Zuleta era el inmediato superior del agente de la SIJIN José Manuel
Cristancho Romero, Quien disparo su revolver sobre los muchachos de los últimos
asientos de la buseta. Cristancho se movilizaba en la moto del Grupo de Inteligencia
junto con el agente de la SIJIN Pedro Alvaro Tangarife Gutiérrez; ambos interceptaron
la buseta y Cristancho Romero la abordó en primera instancia59.

Cuando ocurrió la explosión en el interior del vehiculo de transporte público llegó al


lugar el comandante de la Compañía de Vigilancia de la Sexta Estación, capitán Luís
Guillermo Garzón Torres, al mando de treinta agentes. Cerca de allí actuaba bajo su
mando el subteniente Henry Contreras Goyeneche quien también hacia parte del
escuadrón de la Sexta Estación y comandaba un grupo de agentes60.

Según el capitán Garzón torres, luego de la explosión el procedió a evacuar los heridos
de la buseta pero tuvo que replegarse pues hicieron varios disparos desde la misma;
cuando ceso al balacera se dirigió a la buseta para evacuar los heridos entre ellos a un
hombre con el rostro desfigurado (Leonardo Bejarano). Afirmó no saber, ni siquiera
haberse enterado de cuál agente disparo sobre quienes resultaron muertos; que al subirse
a la buseta había muertos, sin recordar si tenían armamento pero si cómo uno de ellos
tenia una granada en la mano; finalmente califico su actuación y la del personal, como
una mera actividad de apoyo61. Las declaraciones de los testigos, las evidencias
fotográficas y los testimonios sobre el montaje de la granada, la inexistencia de armas
de fuego con que atacar a la Policía desde la buseta, el lapso durante el cual fueron
rematados los heridos, indican la directa responsabilidad de este oficial al no impedir
que se siguiera disparando sobre los heridos y consentir los montajes antes de la llegada
de la prensa62.

Enfrentamiento rural a menos de un metro de distancia

A eso de las 9:00 a.m. se hicieron presentes en la vereda “Los soches” dos patrullas de
la Policía. Una de ellas estaba comandada por el teniente Edgar Armando Mariño
Pinzón y la formaban los agentes Olivo Jaimes Vega, Durlandy Rojas caviedes, Pedro
Miguel Martínez y Hugo Vargas Martínez, todos adscritos a la primera Estación. La
otra patrulla estaba comandada por el capitán José Velandia Niño y la componían los
subtenientes Luís Joaquín Camacho Sarmiento y Raúl Rondón Castillo, y los cabos
segundos Henry Fernández Castellanos y Dennos Alirio Cuadros Vargas63 todos
pertenecientes a la Sexta Estación.

La Procuraduría Delegada para la Policía Nacional formularía pliego de cargos contra el


subteniente Raúl Rondón Castillo imputándole el empleo innecesario y excesivo del
arma64. En efecto el cadáver de Hernando Cruz Herrera presentaba ocho disparos, cinco
de ellos a menos de un metro de distancia, mientras a José Alfonso Porras Gil le disparo
seis proyectiles que dejaron tatuajes de pólvora en su cuerpo.

59
Oficio 001196 COPER, doc.cit.
60
Exposición del capitán Luís Guillermo Garzón Torres ante la procuraduría delegada para la Policía
nacional, marzo 22 de 1988.
61
Ibídem.
62
Al respecto ver capítulo I
63
Sentencia del Tribunal Superior Militar, octubre 3 de 1988, magistrado ponente T.C. ® Rubén Darío
López López.
64
Providencia de la Procuraduría Delegada para la Policía Nacional, enero 20 de 1989, doc. Cit.
Pese a la contundencia de estas pruebas, los agentes involucrados aseguraron la
existencia de un enfrentamiento en la zona rural y a distancias obviamente superiores a
un metro como causa directa de las muertes, o dijeron desconocer la manera como
ocurrieron éstas. Así por ejemplo, el teniente Mariño Pinzón informo cómo la patrulla
bajo su mando tuvo un enfrentamiento inicial con los tripulantes del Toyota rojo y cómo
durante ese enfrentamiento llego la Fuerza disponible de la Sexta Estación junto a la
cual “en forma valerosa se combatió hasta que se dio de baja a dos individuos”65.

Por su parte los agentes Hugo Vargas Rodríguez, Olivo Jaimes Vega y Durlandy Rojas
Caviedes relataron cómo había habido una “enorme balacera” entre los dos sujetos,
portadores de un revolver y una capucha, y la Policía. Cesada la balacera unos agentes
se habrían asomado encontrando a los dos hombres muertos66.

El cabo segundo Henry Fernández Castellanos dijo0 desconocer las circunstancias de


las muertes, pues habría recibido orden del subteniente Rondón castillo, según
instrucciones del capitán Velandia Niño, de patrullar la parte alta de la zona donde se
llevaba a cabo el enfrentamiento67.

El capitán Josué Velandia Niño fue el oficial de más alta graduación presente en la
vereda de los soches, y por tanto de sus órdenes dependía la actuación de los demás
miembros de la Policía Nacional en este lugar.

Esos tatuajes de pólvora en los cuerpos de las víctimas hacen suponer su muy segura
captura con vida y su posterior ejecución, especialmente cuando se trata de una zona
rural donde las distancias entre los bandos contrarios son considerables, más para efecto
de estudios de balística.

Cuando los comandantes actúan individualmente

A más del capitán Velandia Niño, el personal de la Policía Nacional adscrito a la sexta
estación actuó bajo el mando del capitán Gabriel Antonio Carrero torres, quien se
desempeñaba en el comando de la Compañía de Vigilancia de esa estación, y del
capitán Luís Guillermo Garzón Torres, comandante del Escuadrón del Motos. Ambos se
desplazaron a la zona con personal de refuerzo.

Carrero Torres y Garzón Torres se mostraron ajenos a las acciones concretas en las
cuales murieron los once muchachos. Mientras el capitán Carrero Torres calificaba su
actuación, y la de los diez hombres con los cuales se traslado, como básicamente de
apoyo, y decía haberse presentado cuando ya se estaban practicando los levantamientos
de los cadáveres en los barrios Bochica y Diana Turbay 68, el capitán Garzón torres
calificaba su actitud y la del personal bajo su mando como un auxilio a los heridos de la
buseta69. La Procuraduría Delegada para la Policía Nacional formularia pliego de cargos
contra este ultimo oficial, acusándolo de no controlar el personal bajo su mando cuando
65
Informe sobre un procedimiento, Te. Edgar Hernando Mariño Pinzón, doc. Cit.
66
Concepto del Ct. Mariano Santacruz, noviembre 22 de 1985, doc. Cit.
67
Memorial del cabo primero Henry Fernández Castellanos al procurador Delegado para la Policía
Nacional, enero 25 de 1990.
68
Exposición del My. Gabriel Antonio Carrero Torres ante la Procuraduría Delegada para la Policía
Nacional, marzo 18 de 1988.
69
Exposición del Ct. Luís Guillermo Garzón Torres ante la Procuraduría Delegada para la Policía
Nacional, marzo 22 de 1988.
debió haber prevenido los excesos de sus subalternos en los casos de Martín Quintero y
Luís Antonio Huertas70. En la misma providencia esa Delegada formulo cargos contra el
oficial Carrero torres por no controlar a sus subalternos en el caso de la vereda Los
soches donde actuó personal de la Sexta Estación.

El comandante de la tercera estación del departamento de Policía Bogotá, el entonces


mayor Franco Hernán Grijalva Mejía, también llego el barrio Bochica, cuando se
llevaba a cabo el operativo policial. Aunque afirmo que de acuerdo a las circunstancias
su desempeño se realizo en forma “relativamente individual”, pues no estaba ejerciendo
el mando en forma directa71, sus declaraciones contradijeron la verdad de los hechos.

Según el ya teniente coronel Grijalva Mejía, al llegar al barrio Bochica, luego de las
9:00 a.m., el teniente Gallo Zuleta le informo que habían sido dados de baja cuatro
guerrilleros; entonces, Grijalva Mejia habría procedido a verificar la información
observando los cuerpos, “cada uno de ellos con un arma, revolver o pistola…algunos
con ellas en las manos y otros con el arma cerca de ellos” 72. Tras recibir ese informe el
mayor Grijalva Mejia habría escuchado algunas detonaciones y voces de alerta
advirtiendo la presencia de dos francotiradores en una terraza; al desplazarse a ese sitio
habría encontrado sobre el piso el cadáver de uno de los atacantes. Se trataría de un
hombre joven73. Cabe recordar cómo ningún cadáver masculino fue encontrado solo,
pues únicamente Isabel Cristina estaba sola al ser asesinada; además los cuerpos de
Yolanda Guzmán, Martín Quintero y Luís Antonio Huertas no tenían armas en sus
manos ni ceca de ellas. Finalmente, en la misma declaración dicho oficial argumento
que nunca le informaron quien había matado a los cinco muchachos en el barrio
Bochica, a pesar de haberse retirado a las 12:30 para dirigirse de regreso a la Tercera
estación.

El comandante del Distrito S del departamento de Policía de Bogotá, teniente coronel


Gilberto Cucaita Castro, también llego a la zona suroriental con refuerzos provenientes
de la Segunda Estación. Dicho oficial dijo haber llegado cuando estaban los cadáveres
en la calles y que el personal bajo su mando no hizo uso de sus armas 74. Junto a cucaita
castro también actuó en el operativo, como comandante, el mayor Alberto Rodríguez
Camargo con 32 miembros de la segunda estación bajo su mando75.

Hacia las 12:00 del día el brigadier general José luís Vargas Villegas, acudió a los
barrios bochica y Diana Turbay76. El brigadier general Vargas Villegas se desempeñaba
como comandante del departamento de Policía Metropolitana de Bogotá. Varios
oficiales de alto rango coincidieron en afirmar que las acciones de esa mañana en el
suroriente bogotano estaban dirigidas y orientadas por el Comando de Policía
Metropolitana de Bogotá.

70
Providencia de la Procuraduría Delegada para la Policía Nacional, enero 20 de 1989, doc. Cit.
71
Exposición del T.C. Franco Hernán Grijalva Mejía ante la procuraduría delegada para la Policía
Nacional, marzo 17 de 1988.
72
Ibídem.
73
Ibídem.
74
Exposición del Cr. Gilberto Cucaita Castro ante la procuraduría delegada para la policía Nacional,
marzo de 1988
75
Oficio 001196, doc.cit.
76
Exposición del Cr. Cucaita Castro, doc. Cit.
Fue así como el desplazamiento de refuerzos se coordinó a través del centro automático
de despacho C.A.D., o Estación Cien, “que en la voz del Comandante del
departamento”77. El oficial de servicio en el C.A.D. que atendió en principio las
comunicaciones con los refuerzos desplazados a la zona, fue el capitán Humberto
Moreno Rosero.

Otro oficial participe en el operativo de esa mañana, el capitán Mariano Santacruz


Benavides, manifestaría, refiriéndose a la acción de la patrulla comandada por el
teniente Mariño Pinzón en los soches, “que el procedimiento realizado por esa patrulla
en la fecha, hora y sitio estaba dirigido y orientado por el mismo Comando del
Departamento de Policía Bogotá, quien tenia conocimiento desde su iniciación una vez
fue atacada la patrulla del S.V. VILLANUEVA VARGAS… en el barrio San Martín de
Loba...”78.

Como Comandante Operativo del Departamento de Policía Bogotá se desempeñaba el


teniente coronel Javier Arbeláez Muñoz. Este oficial debió tener una activa
participación en la coordinación de las acciones policiales, dado el carácter de su cargo.
Sobre el operativo rendiría informe a su superior, el brigadier general Vargas Villegas,
atribuyendo todas las once muertes a los “enfrentamientos” ocurridos en los barrios
Diana turbay, San Martín de Loba, Bochica y en la vía a Villavicencio79.

Inclusive el teniente coronel Arbeláez Muñoz pudo haberse hecho presente en la zona
de los hechos80.

La excusa de muchos de los oficiales de altos rangos, dando cuenta de una actuación
individual durante el operativo, se mezclo con versiones alejadas de la realidad, con
olvidos de personal bajo su mando o de personal que les informaba del desarrollo de las
acciones, con omisiones como indagar cuál personal había disparado sobre las victimas,
y con la real existencia de una dirección y orientación del Comando del departamento
de Policía Metropolitana Bogotá.

III. INVESTIGACIÓN DISCIPLINARIA INTERNA

Las investigaciones por parte de los superiores jerárquicos para establecer las
responsabilidades al interior de la Policía, no se llevaron a cabo, o tenían fines
prestacionales o terminaron exonerando de toda acción disciplinaria a los policías
investigados.

Ninguno de los oficiales, suboficiales y agentes de las estaciones Segunda, Tercera y


Sexta de Policía Metropolitana de Bogotá y de la SIJIN, participantes en el operativo,
ninguno de ellos fue ni siquiera investigado: ni en sus respectivas estaciones ni por la
Jefatura de Inspección y Disciplina BINDI de la Policía Metropolitana de Bogotá81.

“Procedieron como debía ser”


77
Ibídem.
78
Concepto del Ct. Mariano Santacruz Benavides, Departamento de policía Bogotá, Primera Estación,
INSDI, noviembre 22 de 1985. Subrayado fuera de texto.
79
Oficio 001196, doc. Cit.
80
Exposición del Ct. Gallo Zuleta, doc. Cit.
81
Oficio Nº 5087 BINDI-C-744 del brigadier general Gustavo González Puerto al Procurador Tercero
Delegado en lo Penal, noviembre 13 de 1986.
La única investigación de este tipo fue realizada por la Oficina de Investigación u
Disciplina INSDI de la Primera Estación, contra el teniente Mariño Pinzón y los agentes
que lo acompañaban en la patrulla Nº 0316, Olivo Jaimes Vega, Durlandy Rojas
Caviedes, Pedro Miguel Martínez y Hugo Vargas Martínez, quienes participaron en el
operativo contra los ocupantes del Toyota rojo. El resultado fue la “exoneración de toda
acción disciplinaria”82. La investigación estuvo a cargo del capitán Mariano Santacruz
Benavides y su concepto exonerativo lo acogió plenamente el mayor Arcadio Vargas
Castillo, comandante de la Primera estación de Policía Metropolitana de Bogotá 83. Los
dos oficiales, entre otros, estuvieron al mando del operativo el 30 de septiembre 84. Bajo
estas condiciones el resultado no podía ser diferente.

El capitán Santacruz tomó como únicas pruebas para conceptuar, las hojas de vida y los
descargos de los policías investigaciones y las grabaciones de las comunicaciones
radiales de la policía sobre el operativo, para concluir que “…procedieron como debía
ser, si se tiene muy en cuenta las normas establecidas y vigentes que contempla (sic) las
circunstancias de legitima defensa consignadas en el Código Penal Colombiano, de
acuerdo a la agresión física, sorpresiva en que actuaron los subversivos como también el
material bélico que utilizaron…contra los mencionados uniformados…”85. Así
consideraba el oficial investigador que en ningún momento se habría infringido el
Reglamento de Disciplina y Honor vigente para el personal de la Policía Nacional
(Decreto 1835 de 1979). Además aceptó tajantemente “que el procedimiento realizado
por esa patrulla en la fecha, hora y sitio estaba dirigido y orientado por el mismo
Comando del Departamento de Policía Bogotá…”86.

Con fines prestacionales

Otra investigación disciplinaria interna se inicio contra el sargento viceprimero


Villanueva Vargas y el agente Ussa Carreño 87. Ellos formaban parte de la tripulación de
la patrulla panel Nº 453, y resultaron heridos en el contacto inicial con los miembros del
M-19, cayendo inconciente el agente Ussa Carreño y siendo herido en el brazo el
suboficial Villanueva88; por tanto su actuación en los hechos posteriores no reviste
importancia para establecer las responsabilidades en los asesinatos.

La investigación tenía fines prestacionales y terminaría aceptando como lesiones


sufridas en servicio activo y por causa del mismo, las recibidas por los dos efectivos89.

IV. LA PROCURADURÍA: OPERATIVO O ACTUACIÓN INDIVIDUAL

Todos vieron y pocos declararon

82
Concepto del Ct. Mariano Santacruz Benavides, INSDI Primera estación, noviembre 22 de 1985.
83
Auto del My. Arcadio Vargas Castillo, comandante de la Primera Estación DEBOG., noviembre 25 de
1985.
84
Oficio 001196, doc. Cit.
85
Concepto del Ct. Mariano Santacruz, doc. Cit.
86
Ibídem.
87
Oficio Nº. 0421, primera Estación de policía Bogotá, INSDI, octubre 3 de 1985.
88
Declaración del agente Ussa Carreño ante la Comisión de la Procuraduría Delegada para la Policía
Nacional, octubre 9 de 1985.
89
Auto Nº. 223, BINDI, Departamento de Policía Bogotá, diciembre 3 de 1985.
Al día siguiente, el martes primero de octubre, el entonces Procurador General de la
Nación Carlos Jiménez Gómez, designo una comisión de cuatro miembros de ese
organismo y la encargó de realizar la indagación preliminar 90. Entre el dos y el cuatro de
octubre, sus integrantes se desplazaron al barrio Bochica y al Hospital de La Hortúa y
recolectaron algunos testimonios. El 18 de octubre rindieron su informe.

La comisión de investigación conceptuó que solamente en los casos de Martín Quintero,


Luís Antonio Huertas e Isabel Cristina Muñoz “Hubo exceso por parte del cuerpo
policial que intervino en el operativo”91. Sobre los muchachos muertos en el interior de
la buseta, a pesar de advertir la presencia de tatuajes de pólvora en algunos cuerpos,
consideró que el agente Cristancho Romero José Manuel “repelió el ataque grave e
injusto de que fue víctima, no evidenciándose responsabilidad disciplinaria contra el
agente, autor de los disparos”92.

En este caso, como en los de Arturo Ribón y Yolanda Guzmán y de los muchachos
asesinados en la vía Usme, la comisión considero que no existía fundamento válido para
llegar a concluir la existencia de irregularidad disciplinaria imputable a miembros de la
Policía Nacional. Pero en los casos de Hernando Cruz y José Alfonso Porras, muertos
en la vía usme, advirtió que como los cadáveres presentaban tatuajes en su gran mayoría
positivos, la Justicia penal Militar debía entrar a conocer de estos hechos. En efecto, tras
un proceso penal militar, el Tribunal Superior Militar terminaría absolviendo a consejo
de guerra y cesar todo procedimiento contra ellos93.

246 policías y ningún responsable

Durante los operativos policiales del 30 de septiembre al suroriente de la capital


participaron 246 miembros de la Policía Nacional. El concepto de la comisión de
investigación sobre la identificación e individualización de los responsables fue: “si
bien es cierto, que los autores de los disparos fueron miembros de la Policía nacional
estas (sic) no se pudieron concretar específicamente habida consideración de que en el
operativo intervinieron 246 integrantes de dicha institución y por consiguiente resulta
difícil vincular disciplinariamente a miembros determinados de la institución policial”94.

Se perfilaba de esta manera uno de los argumentos para la impunidad, que volvería a ser
esgrimido en varias oportunidades tanto por algunos investigadores como por los
acusados. Pero a la vez este mismo argumento ponía de relieve la responsabilidad de los
comandantes del operativo y del Comando de la Policía Metropolitana de Bogotá, como
superiores de quienes actuaron aquel día. Sin embargo, la comisión investigadora omitió
cualquier pronunciamiento sobre la responsabilidad de los mismos.

Primeros intentos de archivo

El 7 de diciembre de 1985, el Procurador General de la Nación, Carlos Jiménez Gómez,


comisionó al procurador primero delegado en lo Penal, Edilberto Solis Escobar, para
90
Auto de octubre 1 de 1985 de la Procuraduría General de la Nación, designando a José Bernet Quintero
Gutiérrez, Guillermo Ortega Beltrán, Uriel Rodríguez y Diego Domínguez Rivera.
91
Informe de la comisión para la indagación preliminar al Procurador General de la Nación, octubre 18 de
1985.
92
Ibídem.
93
Sentencia del tribunal Superior Militar, ponente T.C. Rubén Darío López, octubre 3 de 1988.
94
Informe de la comisión para la indagación preliminar, octubre 18 de 1985, doc. Cit.
que iniciara la averiguación disciplinaria del caso95. Un mes más tarde, el 29 de enero de
1986, Solis Escobar se abstenía de iniciar averiguaciones disciplinarias y ordenaba
“devolver las diligencias al procurador General de la Nación para que procediera a su
archivo”96.

Argumentaba el funcionario que la existencia de cuatro funcionarios formando la


comisión investigadora violaba el principio de la unidad de instructor (o sea, una sola
persona investigando); que las declaraciones de los testigos estaban viciadas por la
coacción, la inducción, la animadversión y la contradicción, lo cual se sumaba a la
“polarización” de la responsabilidad disciplinaria por el elevado número de agentes;
finalmente desestimaba que los policías hubiesen incurrido en excesos afirmando: “Esas
realidades así sumadas, física y síquica, en momentos de convulsión como los allí
presentados no permiten hablar de excesos si se ha de acatar un postulado de
ecuanimidad y justicia. Se torna todo en un estado de guerra, en el cual la sorpresa, el
calculo, la simulación o el engaño habilidoso emulan en los bandos enfrentados…Los
agentes se juntaron en una motivación de defensa de la sociedad y en el desarrollo de
los acontecimientos conjugaban también las reacciones propias e instintivas de la
defensa personal, el aspecto meramente objetivo de aquellos no tiene tanta importancia
para su justa apreciación como la elección de los medios, casi siempre determinada por
el temor. La figura del exceso es accesoria a la defensa, pero situación tan anormal
incentivada desde un terreno psíquico desquiciado por el temor y ante un peligro
afrontado por imperativos del deber, no abre paso razonable y jurídicamente al
exceso”97.

Un acto de desconocimiento

Las graves irregularidades contenidas en el anterior pronunciamiento del, para la fecha,


Procurador Delegado para la Vigilancia Judicial, Edilberto Solis escobar, fueron
reprochadas por el doctor Jaime Hernández Salazar cuando se desempeñaba como
Viceprocurador General de la Nación. Le reprochó a Solis Escobar el no haber
cumplido con lo que le habían ordenado a sea, perfeccionar la investigación y
devolverla a quien lo comisionó. “Pero contrariamente –afirmaría Hernández Salazar- y
en un acto de desconocimiento a la orden impartida…, resolvió después de hacer
algunas consideraciones sobre fallas de tipo procedimental en la averiguación
preliminar, y de realizar un análisis de la prueba testimonial aisladamente de la técnica,
disponer el archivo de las diligencias, sin que en primer termino hubiera practicado
prueba alguna y en segundo lugar sin que tuviera competencia para tal efecto, pues
como se ha visto, la comisión estaba limitada a iniciar la investigación disciplinaria en
relación a los hechos cuestionados”98.

En el mismo documento, Hernández Salazar advertía con razón que el instructor o


investigador podía ser individual o colegiado (un grupo); también acertaba al afirmar
que como el procurador Delegado para la Policía Nacional, José Bernet Quintero
Gutiérrez, había formado parte de la comisión desplazada durante la semana de la
masacre a los barrios surorientales, estaba inhabilitado para continuar con la
investigación disciplinaria; destacaba que los testimonios debían evaluarse en conjunto
95
Auto del procurador General de la Nación, diciembre 27 de 1985.
96
Acto del procurador delegado para la Vigilancia Judicial, Edilberto Solis Escobar, enero 29 de 1986.
97
Ibídem.
98
Oficio del Vicepresidente General de la Nación, Jaime Hernández Salazar al dr. Carlos Jiménez
Gómez, fechado febrero 25 de 1986.
(o sea todos al tiempo y no aislados de los otros) y relacionados con la pruebas técnicas
de balística (con los tatuajes de pólvora); finalmente advertía que el no poder
individualizar las responsabilidades en el crimen, obligaba a la Procuraduría a dar aviso
a la Justicia Penal militar para que abriera la respectiva investigación99.

Apertura de la investigación Disciplinaria

El 23 de septiembre, de 1986 el Procurador General de la Nación, Carlos Jiménez


Gómez disponía de la apertura de la investigación disciplinaria comisionando por treinta
días al Procurador Tercero Delegado en lo Penal, Carlos Mejía Escobar100.

El Procurador General rechazaba el concepto de Edilberto Solís Escobar, calificando de


prematuro el juicio hecho por este último sobre la ausencia de responsabilidad del
cuerpo policial atribuyéndole legitime defensa en su acción. Destacaba el procurador
General que los homicidios eran innegablemente producto del operativo de la Policía;
que los testimonios daban cuenta de unos casos en los cuales los muchachos estaban
indefensos o ya se habían rendido a la fuerza publica; que las necropsias y las pruebas
de balística mostraban a la mayoría de las victimas acribilladas a quemarropa, para
decidir finalmente la improcedencia del archivo del caso101.

La misma providencia ordenaba que en los treinta días el comisionado, doctor Mejía
Escobar, trajera a la investigación disciplinaria las copias de las investigaciones
adelantadas por la Justicia Penal Militar y revisara los libros de las estaciones 1a., 2a., 3ª
y 6ª. Y de la SIJIN para averiguar el movimiento de personal, el armamento asignado,
las novedades individuales y del gripo tras el operativo y buscar mas testigos. Mejía
Escobar se pondría manos a la obra.

Los irregulares canales regulares

Ocho oficios fueron necesarios para lograr que el comandante del Departamento de
Policía Metropolitana de Bogota, brigadier general Gustavo González Puerto, y la
Auditoria Principal de Guerra de ese Departamento, dieran respuesta a las pruebas
solicitadas por Mejía escobar102.
Solo hasta el 12 de noviembre, ya vencido el mes dado para investigar, Mejía Escobar
pudo rendir su informe. La obstaculización hecha a la investigación por parte del mismo
comando del departamento de Policía Metropolitana de Bogota rendía sus frutos: la
comisión solo se había cumplido parcialmente. “A ello condujo –según el mismo
funcionario- el rigorismo de la organización administrativo policial, el llamado
conducto regular, el reenvío interno de las distintas peticiones elevadas al Comando del
Departamento de Policía de Bogota y, en buena parte…, el desgreño con que se
atendieron nuestros pedimentos como que hubo necesidad de insistir en la
complementación de informaciones que son básicas para el asunto, algunas de las cuales
aun no han sido atendidas eficientemente y con prontitud. Tal el caso de la necesidad de
99
Sobre estas consideraciones se puede consultar la Ley 25 de 1974, art.15, 16, 17; Decreto 3404 de
1983, art. 34: Decreto 1835 de 1979, art. 51.
100
Auto del Procurador General de la Nación, Carlos Jiménez Gómez, 23 de septiembre de 1986.
101
Ibidem.
102
Oficios del procurador tercero delegado en lo Penal, Carlos E. Mejía Escobar; de 16 de octubre de
1986, No. 2 de 20 de octubre de 1986, No. 4 de 22 de octubre de 1986, No. 5 de 25 de octubre de 1986,
No. 6 de 1 de noviembre de 1986, No. 7 de 1 de noviembre de 1986, No. 8 de noviembre 11 de 1986 y
No. 9 de noviembre 11 de 1986.
certificación acerca de la existencia de procesos disciplinarios en las instancias policivas
para evitar investigaciones paralelas incompatibles legalmente, asunto respecto del cual
todo se ignora”103.

A pesar de todos los obstáculos, Mejía Escobar encontraba base suficiente para
continuar y completar la investigación, no sin antes advertir el “absoluto abandono, en
cuanto al control disciplinario y procesal, en los procesos penales que se tramitan en las
Auditorias Auxiliar y Principal de guerra”104.

De esta manera dos eslabones se entrelazaban en la cadena de la impunidad: la


obstaculización a la investigación nutrida por el espíritu de cuerpo de la institución
Policial y la omisión de control a los procesos penales militares, función esta que
corresponde a la Procuraduría.

Un asunto de competencia

El 14 de noviembre de 1986 el procurador General de la Nación dispuso el envío de las


diligencias disciplinarias a la Procuraduría Delegada para la Policía Nacional para que
continuara conociendo de ellas por ser de su competencia105.

Solamente hasta el 10 de septiembre de 1987 el entonces Procurador Delegado para la


Policía Nacional, Omar Henry Velasco Ramírez, advirtió la imperfección de la
investigación y ordeno la práctica de varias pruebas. Entre esas pruebas figuraba la
identificación del agente de F-2 vestido de civil que disparo contra Martín Quintero y
José Antonio Huertas y del que disparo contra Isabel cristina Munoz; también ordeno
oír en exposición a varios de los oficiales que comandaron el operativo el 30 de
septiembre. En el mismo acto y para los anteriores efectos, Velasco Ramírez comisiono
al abogado visitador Miguel Rueda Montoya106.

Rueda Montoya cumpliría un tímido papel que no le permitiría ir mas allá de lo deseado
por los oficiales a quien interrogo, ni le permitiría que los testigos de los hechos
comparecieran a identificar a los victimarios. Semejante actitud del investigador no lo
podia conducir a algo distinto a manifestar, un año después, que “en el presente caso no
aparece miembro alguno de la Policía Nacional debidamente identificado a quien se
pueda vincular disciplinariamente”107.

Pero aun la actividad de Rueda Montoya fue entrabada por la Policía Nacional. Cuando
dicho funcionario solicito la relación de armamento y agentes portadores del mismo, las
estaciones Primera y Tercera no encontraron los libros de armamento de la fecha,
mientras en la estación Segunda solo uno de los Treinta y cuatro policías que por esa
estación actuaron el 30 de septiembre aparecía relacionado en el libro de entrega y
recibo de armamento de esa fecha108.

103
Informe del procurador Tercero delegado en lo penal, Carlos E. Mejía Escobar al Procurador General
de la Nación, noviembre 12 de 1986.
104
Ibidem.
105
Oficio No. 08362 del asistente jurídico de la Procuraduría delegada para la Policía Nacional, Miguel
Rueda Montoya, al Procurador General de la Nación, septiembre 7 de 1988.
106
Acto de la Procuraduría Delegada para la Policía nacional, 10 de septiembre de 1987.
107
Oficio 08362, doc. Cit.
108
Acta de visita especial del abogado visitador Rueda Montoya a la Segunda Estación de Policía
Bogota . mayo 20 de 1988. oficio 1577 de la Tercera estación de Policía Bogota, mayo 20 de 1988. y
Ante Rueda Montoya expusieron el teniente coronel Franco Hernán Grijalba Mejía, el
coronel Gilberto Cucaita castro, el mayor Gabriel Antonio Carrero Torres, el capitán
Guillermo Garzón Torres, el capitán Gallo Zuleta y fue necesario comisionar al
Procurador Regional de Bucaramanga para que le tomara exposición al teniente coronel
Elkin de Jesús Silva Pineda109. Nunca se logro la declaración, dentro del proceso
disciplinario, el teniente coronel Arbelaez Munoz, comandante operativo del
departamento de Policía Bogota110. Quien seria uno de los altos oficiales que
comandaron el operativo del treinta de septiembre, pobremente investigados y
finalmente ajenos a pliego de cargos que formularia la Procuraduría Delegada para la
Policía Nacional contra algunos oficiales, suboficiales y agentes involucrados.

El Procurador solo puede delegar sus funciones

El 14 de octubre de 1988 el entonces Procurador General de la nación, Horacio Serpa


Uribe, designaba una comisión encargada de hacer la evaluación final del expediente
numero 46506/86. Dicha comisión estaba conformada por Carlos Eduardo Mejía,
Procurador Tercero Delegado en lo Penal y los abogados Oswaldo Sepúlveda Quintero
y Nazly Jane Delgado Villamil111. Pero esa comisión nunca asumiría esa tarea, pues uno
de sus miembros, el doctor Mejía, le haría caer en cuenta a Serpa Uribe que el
únicamente podía delegar sus propias facultades como procurador General de la Nación,
pero nunca las facultades de una Procuraduría Delegada para la Policía Nacional 112.
Finalmente el Procurador General daba pie atrás y remitía el expediente a la
Procuraduría Delegada para al Policía Nacional para dejar en manos de esta el estudio y
la formulación de pliegos de cargos a los sujetos disciplinables, o sea, a los miembros
de la Policía Nacional involucrados113.

Pliego de cargos: volando bajo

El 20 de enero de 1989 el doctor José Martín Hernández Maldonado, Procurador


Delegado para la Policía Nacional, formulo pliego de cargos contra cinco oficiales, tres
suboficiales y cinco agentes de la Policía Nacional, acusándolos de ejecutar hachos
constitutivos de faltas disciplinarias consagradas en el reglamento de Disciplina y
Honor para la Policía Nacional, que para la época de los acontecimientos e4ra el
Decreto 1835 de 1979114.

Esta importante decisión, aunque cubrió buena parte del personal involucrado, dejaba
por fuera a los capitanes, cuatro mayores, dos tenientes coroneles y un brigadier general,
quienes comandaron los refuerzos, o coordinaron sus desplazamientos o dirigieron las
acciones desde el Comando del Departamento de Policía Bogotá.

Oficio 0297 del comandante de la Compañía de Vigilancia, mayo 25 de 1988.


109
Declaración del teniente coronel Elkin de Jesús Silva Pineda, doc, cit. Exposición del capitán Luis
Guillermo Garzón Torres, doc. Cit. Exposición del mayor Gabriel Antonio Carrero Torres, doc, cit.
Exposición del teniente coronel Franco Hernán Mejía Grijalba, doc, cit. Y exposición del capitán Gallo
Zuleta.
110
Informe 222 de la Abogada visitadora Rosa Vélez González al Procurador Segundo Regional de
Medellín.
111
Auto del Procurado General de la Nación, Horacio Serpa Uribe, octubre 28 de 1988.
112
Oficio de Carlos Mejía Escobar al Procurador General de la Nación, octubre 26 de 1988.
113
Auto del Procurador General de la Nación, Horacio Serpa Uribe, octubre 28 de 1988.
114
Providencia de la Procuraduría Delegada para la Policía Nacional, enero 20 de 1989.
Así pues, no fueron vinculados ni el capitán Humberto Moreno Rosero, quien coordino
desde la Estación Cien las primeras acciones y desplazamientos de refuerzos, ni el
capitán Mariano Santacruz Benavides, quien comandó personal de esta institución en el
barrio Bochica.

Tampoco se formulo pliego de cargos contra los mayores que comandaban el operativo,
como el mayor Arcadio vargas Castillo a cargo del personal de refuerzo de la Primera
Estación en el barrio Bochica junto con el mayor Elkin de Jesús Silva Pineda. Los
mayores Alberto Rodríguez Camargo, comandante de los refuerzos de la Segunda
Estación desplazados a los barrios Bochica y Diana turbay, y Franco Hernán Grijalva
Mejía, comandante de los refuerzos de la Tercera Estación que actuaron en el barrio
Bochica, estos oficiales tampoco fueron objeto del pliego de cargos formulado por la
Delegada.

Se desconoció de esta manera la posibilidad de establecer la responsabilidad que le


pudiera caber a los mencionados oficiales, especialmente cuando se trataba de la
actuación conjunta del personal de la Policía, en cuyo caso la responsabilidad recaería
en el superior que imparte las órdenes115. Se desconoció también la presencia de muchos
de esos oficiales durante los operativos, sus versiones exculpatorias alejadas de la
realidad y aún contrarias al informe del propio Comando del Departamento sobre el
operativo116.

Los vinculados

Como posibles autores de conductas activas, o sea, que hayan empleado sus armas de
manera “innecesaria y excesiva” contra las jóvenes victimas, fueron señalados por la
Delegada los siguientes policiales: el teniente (ya capitán) Jaime Gallo Zuleta por la
muerte de cinco muchachos; el subteniente Raúl Rondón Castillo por los homicidios de
los dos muchachos en la vereda Los Soches117, el cabo primero Juan Vicente Avila
Benito por tres de los homicidios; el agente José Manuel Cristancho Romero por las
cuatro muertes de la buseta y las lesiones al sobreviviente Leonardo Bejarano; y los
agentes Constantino Botero Falla y Danilo Obando cada uno involucrado en dos
homicidios118.

Como posibles autores de conductas omisivas, en este caso se trata de “no ejercer el
debido control sobre el personal bajo su mando”, fueron vinculados el capitán Josue
Velandia Niño y el capitán Gabriel Antonio Carrero Torres por el caso de la vereda Los
Soches, el capitán Luís Guillermo Garzón Torres por dos casos del barrio Bochica; y de
nuevo, el entonces teniente Jaime Gallo Zuleta por nueve casos de homicidio y uno de
lesiones personales119.

Finalmente, como posibles encubridores, es decir, por “ocultar las verdaderas


circunstancias” de los hechos, fueron vinculados el capitán Josue Velandia Niño, los
cabos segundos Henry Fernando Castellanos y Denis Alirio Cuadros Suárez y los

115
Art. 51 del Decreto 1835 de 1979.
116
Al respecto ver capítulo II.
117
Aunque la Delegada lo vinculo como si se tratara de un agente, durante el proceso se comprobaría que
se trataba de un oficial de la Policía.
118
Providencia de la Procuraduría Delegada para la Policía Nacional, enero 20 de 1989.
119
Ibídem.
agentes Leonel María Quiceno Cifuentes y Heriberto Cabrera120. (Al respecto ver cuadro
Nº 4.)

El camino señalado

Con estos antecedentes, la investigación disciplinaria tiene ya su rumbo señalado. En el


mejor de los casos se sancionará disciplinariamente a los policías cobijados por el
pliego de cargos.

Tras la notificación del pliego de cargos a los sujetos disciplinables, cada uno de ellos
tiene ocho días para presentar descargos y pedir pruebas. Ya algunos de ellos lo han
hecho; inclusive han alegado la prescripción de la acción disciplinaria 121 o han pedido
que se reciba el testimonio de sus subalternos como respaldo a sus dichos122.

El subteniente Raúl Rondón Castillo fue declarado “acusado ausente” ante la


imposibilidad de localizarlo para notificarle la decisión de la Delegada 123. Desde la
época de la masacre de suroriente bogotano este oficial había sido ascendido a teniente
y trasladado a cinco distintos departamentos de policía en el país para terminar al mando
del grupo contraguerrilla de la Policía de Santa fe de Antioquia 124, apareciendo
finalmente retirado de forma absoluta con fecha junio de 1989 sin que la Policía tenga
información sobre su paradero125. En lo que hace al capitán Josué Velandia Niño habrá
de no proseguirse la acción disciplinaria, pues murió en un accidente aéreo ocurrido el 5
de marzo de 1989126.

Vale la pena destacar cómo los registros de direcciones de miembros de la Policía


Nacional, comúnmente no están actualizados, o están equivocados, lo cual dificulta o
impide el acceso del organismo investigador a los agentes del Estado investigados- La
investigación de este caso no fue ajena a anterior mecanismo de encubrimiento.

V. EL PROCESO PENAL: LA INSTRUCCIÓN JUZGA A SU PERSONAL

La investigación penal fue asumida desde un principio por la justicia penal militar. Los
cuerpos sin vida de los once muchachos fueron levantados por los jueces 54 y 77 de
Instrucción Penal Militar127. Desde este punto se iniciaría un camino que culminaría con
la cesación de todo procedimiento a favor de los pocos miembros de la policía
vinculados a los tres procesos penales tramitados.

“Testigos adiestrados por la subversión”


120
Ibídem. Aunque la Delegada formuló pliego de cargos contra Fernández Castellanos y Cuadros Suárez
como si fueran agentes, la investigación comprobaría que su grado era el de cabos segundos.
121
Memorial del mayor Gabriel Antonio Carrero Torres al Procurador Delegado para la Policía Nacional,
de 9 de febrero de 1989.
122
Memorial del capitán Jaime Gallo Zuleta al Procurador Delegado para la Policía Nacional, fechado
febrero 17 de 1989.
123
Auto del Procurador Delegado para la Policía Nacional, enero 24 de 1990, expediente Nº. 55027.
124
Oficio 3660 del jefe de personal del Departamento de Policía de Antioquia al secretario de la
Procuraduría Segunda Regional de Antioquia.
125
Oficio 737 del jefe de personal del Departamento de Policía de Antioquia, fechado noviembre 15 de
1989.
126
Oficio 1072-V-90 del mayor William Fernely Sabogal, jefe sección archivo general de la Policía
Nacional.
127
El Espectador, octubre 1 de 1985, pág. 10ª.
Ante los televidentes colombianos apareció también la muy conocida imagen del
Ministro de la Defensa, general Miguel Vega Uribe, luciendo sus tres soles sobre sus
hombros e iluminando el camino que debían seguir sus subalternos de la jurisprudencia
penal militar.

En declaraciones al Noticiero de las 7, el alto oficial valoraba a priori los múltiples


testimonios y los descalificaba al afirmar: “La subversión recurre a este tipo de
testimonios para desprestigiar las Fuerzas Armadas. Ellos acuden en ocasiones a
testimonios y acusaciones que a uno le parecen raros, pero que para ellos son normales.
Esos testigos son preparados por la subversión” 128. “La subversión –diría Vega Uribe-
emplea artimañas para desdibujar la realidad de los hechos por ella propiciados y para
ocultar sus derrotas”129.

En los días siguientes a la masacre, el general Víctor Delgado Mallarino, entregó a la


prensa un comunicado oficial estableciendo, como origen único y verdadero de los once
asesinatos, una forma de legítima defensa de sus subalternos. El comunicado diría que
“al ser interceptados por la Policía, ésta fue recibida a tiros; como resultado se encuentra
un suboficial gravemente herido y once subversivos muertos”130.

El calibre de tales espaldarazos, contrariamente a hacer una mella a la estructura de la


Jurisdicción Penal Militar, puso al descubierto su verdadera naturaleza y movió la
palanca iniciadora de un aparato de justicia que lanzaría al arrume de los casos
archivados tres investigaciones más, tras una pantomima de los subalternos funcionarios
judiciales.

Instructores adscritos al comando

El brigadier general José Luis Vargas Villegas no se sustrajo a la racha de calificaciones


apresuradas hechas por los superiores. El comandante de la Policía Metropolitana de
Bogotá afirmaría que la actitud de sus unidades no estuvo viciada por irregularidades tal
como lo podía testificar la “propia ciudadanía” y que “la operación se puso en marcha
por iniciativa de la propia ciudadanía que denuncio la presencia de elementos armados
que ponía en peligro la seguridad de la comunidad”131.

La instrucción o investigación para establecer si se cometieron esos homicidios,


descubrir a sus autores y determinar sus responsabilidades corrió por cuenta de las
auditorias Principal y Auxiliar de Guerra Nº 34 del Departamento de Policía
Metropolitana de Bogotá132. En la auditoria Principal de Guerra se inicio una
investigación –número 1516- por las muertes de Martín Quintero, Luís Antonio
Huertas, Arturo Ribón, Yolanda Guzmán e Isabel Cristina Muñoz133.

La investigación inicial estuvo a cargo del Juzgado 78 de Instrucción Penal Militar, el


cual inicio el sumario número 1168 por los homicidios de los cuatro jóvenes dentro de
128
Revista Semana, octubre 8 al 14 de 1985. Nº. 179, pág. 20.
129
El Heraldo, doc cit.
130
Revista Semana, octubre 8 al 14 de 1985, Nº. 179, pág. 20.
131
El Heraldo, doc. Cit.
132
Oficio 8735 de jefe BINDI MEBOG, 31 de octubre de 1986.
133
Oficio Nº. 1040 del Auditor Principal de Guerra del Departamento de Policía Metropolitana de Bogotá,
Dr. Gómez Rojas, noviembre 4 de 1986.
la buseta Nº 635 de la Empresa Continental de Transportes. Por su parte el Juzgado 77
de Instrucción Penal Militar, a cargo del juez César Julio Marroquín Sánchez, asumió la
investigación por los cinco muertos en el barrio Bochica, con el sumario número 2092.
De otro lado el Juzgado 58 de Instrucción penal Militar, a cargo de la juez Luz Guzmán
de Reyes, le correspondió investigar las dos muertes en la vereda Los Soches, abriendo
el sumario número 2384134. Todos estos juzgados estaban adscritos al mismo
Departamento de Policía Metropolitana de Bogotá.

Cesación de todo procedimiento

En los tres procesos tramitados por la Justicia Penal Militar, el Comando del
departamento de Policía Metropolitana de Bogotá, como juez de primera instancia de
los casos, profirió auto de cesación de todo procedimiento argumentando la carencia de
mérito para convocar consejo de guerra verbal en contra de los policías investigados 135.
Pese a ser el mismo comando del departamento de Policía Bogotá el que coordinó las
operaciones el 30 de septiembre de 1985, le correspondía ahora hacer las veces de juez
de primera instancia pues el Código Penal militar le da esa calidad por tratarse del
superior jerárquico dentro de la línea de mando militar de ese cuerpo armado.

Primera cesación

El 6 de marzo de 1987 el Comando del Departamento de Policía Metropolitana de


Bogotá cesó todo procedimiento contra el agente José Manuel cristancho Romero
sindicado de los delitos de homicidio en las personas de Jesús Fernando Fajardo, José
Alberto Aguirre, Francisca Irene Rodríguez y Javier Bejarano, y de las lesiones
personales a Leonardo Bejarano, ocurridos dentro de una buseta.

La decisión del Comando, motivada en la carencia de méritos para convocar a consejo


de guerra verbal y en una causal de justificación de los hechos como la legitima defensa,
subió en consulta al Tribunal Superior Militar. Allí el fiscal tercero de esa corporación,
abogado Fabio Jiménez Ortiz, pidió la revocatoria de la providencia (auto) del Comando
y que más bien se buscara el “correcto perfeccionamiento de la investigación” 136. El
mismo agente del ministerio público destacó cómo la versión de Leonardo Bejarano
sobre ejecuciones a quemarropa, era imparcial pues estaba respaldada por los tatuajes de
pólvora encontrados en los cuerpos de Jesús Fernando Fajardo y José Alberto
Aguirre137.

Sin embargo el tribunal Superior Militar confirmo el auto consultado y desestimo que
fuera necesario perfeccionar la investigación sentenciando que “ello no admite
discusión jurídica al examen de las pruebas…” 138. En la misma providencia, rubricada
por el mayor general Oscar Botero Restrepo, se destaco la acción decidida, de legítima
defensa de Cristancho Romero contra delincuentes “pertenecientes al movimiento
subversivo y peligroso denominado M-19”...”quienes eran parte de aquellos sujetos que
a nombre de un grupo y de una filosofía que aún hace mella tétrica en la sociedad,…”.
134
Oficio Nº 1207 del Juez 78 de Instrucción Penal Militar, octubre 8 de 1985. oficio Nº 1985 de la juez
58 de Instrucción Penal Militar, octubre 4 de 1985.
135
Oficio Nº 08362, doc. Cit.
136
Sentencia del tribunal Superior Militar, magistrado ponente Roberto Plata Sánchez, noviembre 9 de
1987.
137
Ibídem.
138
Ibídem.
En este marco, para el Tribunal la versión de Leonardo bejarano sobre los hechos
resultaba acomodaticia pues esa Corporación lo consideró miembro de ese grupo
subversivo.

De esta manera la máxima Corporación de la Justicia Penal Militar achacó los crímenes
cometidos por Cristancho Romero a la legítima defensa desplegada por éste, acogiendo
plenamente los argumentos del Comando o Juez único de primera instancia.

Segunda cesación

Hacia el mes de abril de 1988 el Comando del departamento de Policía Metropolitana


de Bogotá profería el segundo auto de cesación de todo procedimiento a favor del
teniente Jaime Gallo Zuleta y otros policías por los homicidios de Martín Quintero, Luís
Antonio Huertas, Arturo Ribón, María Cristina Muñoz y Yolanda Guzmán Ortiz,
ocurridos en el barrio Bochica139.

Probablemente con el mismo argumento de legítima defensa, el Comando absolvía a sus


subalternos. El oficial, ya capitán, Gallo Zuleta habría sido el más activo de los posibles
autores materiales, como lo señala su vinculación en todos los homicidios acaecidos en
el barrio Bochica, al ser sindicado en el proceso penal y acusado en el proceso
disciplinario140. Todo indica que el teniente Jaime Gallo Zuleta habría sido el mismo
agente vestido de civil visto por varios habitantes del barrio Bochica disparando su
ametralladora a los cuerpos indefensos de cinco jóvenes colombianos.

No era la primera vez que Gallo Zuleta estaba involucrado en un delito contra la vida.
Contra él cursaba en 1985 una investigación disciplinaria por el homicidio de Pedro
Francisco Martínez141 y además había sido “parte decisiva” en el homicidio de Néstor
Raúl Parra Moreno durante una toma del M-19 al Instituto Industrial Piloto de Bogotá
en 1984142.

No se conoce la decisión final del Tribunal Superior Militar en este caso, pero es posible
que se haya inclinado en el mismo sentido de las otras dos providencias que
beneficiaron a los otros involucrados en la masacre. Cuando menos a febrero de 1989 el
capitán Gallo Zuleta continuaba activo en la Policía Nacional.

Tercera cesación

El 5 de mayo el comando del departamento de Policía Metropolitana de Bogotá también


dispuso cesar todo procedimiento contra los integrantes de dos de las patrullas
involucradas en los asesinatos de Hernando Cruz Herrera y José Alfonso Porras Gil en
la vereda Los Soches. El Comando consideró que no había merito para convocar a
consejo de guerra contra el capitán Josué Velandia Niño, el teniente Edgar Armando
Mariño Pinzón, los subtenientes Luis Joaquín Camacho Sarmiento y Raúl Rondón
Castillo, los cabos segundos Henry Fernández Castellanos y Denis Alirio Cuadros

139
Oficio 1975 TSM-746 del secretario del Tribunal Superior Militar al doctor Miguel Rueda Montoya,
junio 2 de 1988.
140
Providencia de la Procuraduría Delegada para la Policía Nacional de enero 20 de 1989, doc.cit.
141
Extracto de hoja de vida del señor Ct. Jaime Gallo Zuleta, División Procedimientos de Personal,
sección oficiales, febrero 1 de 1989.
142
Memorial del Ct. Jaime Gallo Zuleta, doc. Cit.
Vargas y contra los agentes Olivo Jaimes Vega, Durlany Rojas Caviedes, Pedro Miguel
Martínez y Hugo Vargas Martínez, todos sindicados por homicidio143.

La sentencia también subió en consulta al Tribunal Superior Militar como juez de


segunda instancia, cuyo presidente, el entonces Comandante General de las Fuerzas
Militares, general Manuel Jaime Guerrero Paz, estampó su firma el 3 de octubre de
1988 en la providencia confirmatoria de la cesación de procedimiento144.

Esa Corporación, en una providencia abundante en pleonasmo jurídicos que escondían


la ausencia de un análisis serio, afirmó que la acción de los policías “estuvo enmarcada
bajo una circunstancia de relevancia jurídica como lo es la justificación del hecho,…se
produjo un enfrentamiento armado por dos individuos que abandonaron el automotor en
que se desplazaban, obligando a los uniformados acusados a repeler el ataque de que
fueron objeto, con el resultado ya conocido, conclusión demostrada y no imaginada, por
cuanto obran declaraciones de testigos que dan cuenta del desarrollo de los
acontecimientos”145. Se refería con toda seguridad a las declaraciones de los policías que
actuaron dentro de esa operación, aunque nunca menciono a cuales testigos se refería.

El Tribunal en ningún momento menciono la comprobada existencia de tatuajes de


pólvora en los cuerpos de las victimas, para finalmente afirmar que 2no procede el
juzgamiento bajo las formas del Consejo de Guerra Verbal en el presente caso y no es
dable predicar, así sea sustentándola en posible presencia de indicios, la responsabilidad
penal de miembro alguno de la Policía Nacional de los que debieron (sic) intervenir
como autoridad en el hecho investigado, cuyo comportamiento y actitud se limito única
y exclusivamente a la persecución del vehiculo Toyota color rojo en donde huían varios
individuos al parecer al margen de la Ley (sic), entre ellos quienes a la postre resultaron
muertos”146.

VI. MECANISMOS DE IMPUNIDAD

Mecanismo de modus operandi

En este caso operaron unos mecanismos en zonas urbanas y otros en zonas rurales. En
las zonas urbanas actuó un considerable número de efectivos policiales uniformados y
secretos, quienes disparaban en todas las direcciones y amenazaban a los posibles
testigos para que entraran a sus casas y corrieran las cortinas, antes de capturar y
asesinar a sus victimas.

En la buseta, fue importante ganar tiempo para rematar a las victimas y alejar a los
testigos, advirtiendo la presencia de una granada a punto de explotar.

En la zona rural no hubo necesidad de preocuparse por los testigos.

Mecanismos de encubrimiento

143
Sentencia del tribunal Superior Militar, magistrado ponente T.C. ® Rubén Darío López, octubre 3 de
1988.
144
Ibídem.
145
Ibídem.
146
Ibídem.
Indudablemente, los montajes sobre los cuerpos, la modificación de la escena del
crimen, para respaldar las versiones de enfrentamientos, fue el mecanismo de
encubrimiento más importante. Esto dio pie para que mandos bajos, medios y altos,
alegaran los enfrentamientos como causa única de los crímenes.

El terror que hizo presa a los pobladores fue una tarea importante para los victimarios;
los allanamientos, las capturas, los ultrajes, los innumerables disparos, formaron un
cerco de terror que unos pocos se atrevieron a vencer.

La mayoría de los agentes, suboficiales y oficiales, “olvidaron” quienes los apoyaron,


los nombres de los comandantes de los refuerzos, el armamento que portaban, la forma
como vestían (cuando iban de civil).

La gran prensa escrita se encargo de crear la opinión pública: presentaron los crímenes
como producto de la acción criminal de los “pandilleros” y la acción “valiente” de la
Policía, y además magnificó (aún más) los montajes.

El rigorismo de la organización administrativa-policial, sus “conductos regulares” y el


reenvió continuo de las solicitudes hachas por los funcionarios de la Procuraduría que
investigan la masacre, como mecanismo entorpecedor de las pesquisas. A esto se suma
la información errada o la negación de la misma cuando se trata de establecer el
paradero de los policías investigados y los traslados de algunos involucrados.

Mecanismo de investigación disciplinaria interna

Simplemente no se llevó a cabo. Pero cuando ésta se realizo, corrió por cuenta de
quienes comandaron el operativo y, naturalmente, a los pocos policías investigados, o
tuvo fines distintos a sancionar las posibles faltas.

Mecanismos judiciales

El fuero militar cumplió su objetivo: la investigación penal compitió a la Jurisdicción


Penal Militar, cuyo juez de primera instancia fue el Comandante del Departamento de
Policía Metropolitana de Bogotá, al cual también estuvieron adscritos quienes hicieron
las veces de instructores o investigadores. Y, como si fuera poco, el fuero militar contó
con el espaldarazo de los altos mandos de las Fuerzas armadas, descalificando los
testigos y confirmando las versiones de “enfrentamientos” como causa directa de las
muertes. De esta manera los subalternos que investigaron y juzgaron, mal podrían
considerarse autónomos en sus actividades y decisiones. Como resultado se cesó todo
procedimiento contra los implicados atribuyéndoles legitima defensa en sus acciones sin
que los perjudicados (familiares) por la masacre pudieran oponerse, pues no se admite la
intervención de ellos como parte civil del proceso.

Mecanismo de la Procuraduría

Los intentos de archivo por parte de algunos funcionarios, aún en clara violación a las
instituciones recibidas para investigar, recurriendo al argumento de la legítima defensa,
o, cuando ésta no cabía, alegando la imposibilidad de individualizar a los sujetos
disciplinables. Dos mecanismos muy comunes; no desplegar plenamente facultades
autónomas de investigación ateniéndose a la actividad investigativa de la Justicia Penal
Militar; y, la lentitud de las investigaciones que beneficia a los responsables, quienes
continúan activos en la institución policial en espera de una eventual sanción.

Mecanismos comunes de investigación

Las investigaciones disciplinarias internas de la Procuraduría Delegada para la Policía


Nacional y de la Justicia Penal Militar, tuvieron como común denominador dejar
intactos a buena parte de los oficiales que comandaron los operativos, desconociendo su
responsabilidad, como superiores jerárquicos de los autores materiales. Este mecanismo
reviste especial importancia en casos como éste, donde hubo una operación conjunta y
por tanto, la responsabilidad recae en el superior que imparte la orden.

CUADRO Nº 1

PARTICIPACIÓN DEL PERSONAL INVOLUCRADO EN LA MASACRE DE SURORIENTE

INSTITUCIÓN Y
NOMBRE Y GRADO CASOS PARTICIPACIÓN
CARGO
Departamento de Policía
VARGAS VILLEGAS José Manuel Directamente. Dirige y orienta los operativos a
Metropolitana Bogotá.
Brigadier General Todos través del CAD.
Comandante
Departamento de Policía
ARBELAEZ MEÑOZ Javier Directamente. Dirige y orienta los operativos
Metropolitana Bogotá.
Teniente Coronel Todos como parte del Comando del Departamento.
Comandante operativo.
CUCAITA CASTRO Gilberto Distrito Sur. Indirectamente. Comanda refuerzos Segunda
Barrio Bochica y caso buseta
Teniente Coronel Comandante Estación.
Directa e indirectamente. Presente durante las
GRIJALBA MEJÍA Franco Hernán Tercera estación
Barrio Bochica accione policiales. Oculta y tergiversa la verdad.
Mayor Comandante
Permite montajes
RODRIGUEZ CAMARGO Alberto
Segunda Estación Barrio Bochica y caso buseta Indirectamente, comanda refuerzos.
Mayor
Directa e indirectamente. Primer oficial de alto
SILVA PINEDA Elkín de Jesús Primera Estación
Barrio Bochica rango en llegar al barrio Bochica. Solicita
Mayor Comandante
primeros refuerzos. Comanda personal.
VARGAS CASTILLO Arcadio Primera Estación Directa e indirectamente. Presente durante las
Barrio Bochica
Mayor Segundo Comandante acciones policiales. Comanda personal.
SANTACRUZ BENAVIDEZ Mariano Directamente. Presente durante las acciones
Primera Estación Barrio Bochica
Capitán policiales. Comanda personal.
MORENO ROSERO Humberto CAD Indirectamente. Coordina por radio las primeras
Todos
Capitán Oficial de servicio acciones y traslado de refuerzos.
Directa e indirectamente. Habría permitido que
Sexta estación
los heridos dentro de la buseta fueran rematados.
GARZÓN TORRES Luís Guillermo Comandante Escuadrón de Caso buseta
Permite montajes. No controla subalternos.
Motos
Comanda personal.
Sexta Estación
VELANDIA NIÑO Josué Comandante grupo de Directa e indirectamente. Oculta la verdad.
Hernando Cruz Y José Porras
Capitán refuerzos Comanda personal.
Fuerza disponible
Sexta Estación
Directa e indirectamente. Comanda refuerzos. No
CARRERO TORRES Gabriel Antonio Comandante Compañía de Hernando Cruz Y José Porras
controla subalternos. Oculta la verdad.
Vigilancia
Directamente. Dispara contra Arturo y Yolanda;
luego contra Isabel Cristina y finalmente contra
GALLO ZULETA Jaime SIJIN Barrio Bochica y caso buseta
Martín y Luís Antonio. Indirectamente. No
controla acción de agente Cristancho R.
MARIÑO PINZON Edgar Armando Primera Estación Directa e indirectamente. Comanda patrulla en el
Hernando Cruz y José Porras
Teniente Comandante Patrulla operativo en Los Soches. Oculta la verdad.
CONTRERAS GOYENECHE Henry Indirectamente. Apoya actividad policial en
Sexta Estación Caso buseta
Subteniente barrio Diana Turbay.
CAMACHO SARMIENTO Luís
Joaquín Sexta estación Hernando Cruz y José Porras Directamente. Dispara contra Hernando y José.
Subteniente
RONDON CASTILLO Raúl
Sexta estación Hernando Cruz Y José Porras Directamente. Dispara contra Hernando y José.
Subteniente
FERNANDEZ CASTELLANOS Henry Indirectamente. Forma parte patrulla refuerzos.
Sexta Estación Hernando Cruz y José Porras
Cabo Segundo Oculta la verdad
CUADROS VARGAS Denis Alirio Indirectamente. Forma parte patrulla refuerzos.
Sexta estación Hernando Cruz Y José Porras
Cabo Segundo Oculta la verdad
AVILA BENITO Juan Vicente Arturo Ribón, Yolanda Directamente. Dispara contra Arturo Y Yolanda
SIJIN
Cabo primero Guzmán, Isabel C. Muñoz Y luego contra Isabel.
OBANDO Danilo Arturo Ribón, Yolanda
SIJIN Directamente dispara contra ellos.
Agente Guzmán.
QUICENO CIFUENTES Leonel María Arturo Ribón, Yolanda
SIJIN Indirectamente. Oculta Verdad.
Agente Guzmán.
Directamente. Captura y dispara sobre Jesús
CRISTANCHO ROMERO José Manuel
SIJIN Caso buseta Fajardo, José Aguirre, Francisca Irene Rodríguez,
Agente
Javier y Leonardo Bejarano.
TANGARIFE GUTIERREZ Pedro Indirectamente. Apoya al agente Cristancho
SIJIN Caso buseta
Alvaro - Agente Romero.
BOTERO FALLA Constantino Martín Quintero y Luís
Sexta Estación Directamente. Dispara contra ellos rematándolos.
Agente Huertas
Indirectamente. Integra patrulla comandada por
JAIMES VEGA Olivo Primera Estación Hernando Cruz Y José Porras
Teniente Mariño Pinzón. Oculta verdad.
ROJAS CAVIEDES Durlandy Indirectamente. Integra patrulla comandada por
Primera Estación Hernando Cruz y José Porras
Agente Teniente Mariño Pinzón. Oculta verdad.
Indirectamente. Integra patrulla comandada por
MARTINEZ Pedro Miguel Primera Estación Hernando Cruz y José Porras
Teniente Mariño Pinzón. Oculta verdad.
VARGAS MARTINEZ Hugo Indirectamente. Integra patrulla comandada por
Primera estación Hernando Cruz y José Porras
Agente Teniente Mariño Pinzón. Oculta verdad.

CUADRO Nº 2
LINEAS DE MANDO PERSONAL MENCIONADO EN LAS INVESTIGACIONES
POR LA MASACRE DE SURORIENTE

Brigadier General
VARGAS VILLEGAS José Luís
Comandante del Departamento de Policía Metropolitana Teniente Coronel
Teniente Coronel
Bogotá CUCAITA CASTRO
ARBELAEZ MUÑOZ Javier
Gilberto
Comandante Operativo del Departamento
Capitán Comandante Distrito Sur
MORENO ROSERO Humberto
Oficial de servicio del CAD

SIJIN PRIMERA ESTACION SEGUNDA ESTACION TERCERA ESTACION SEXTA ESTACION


Capitán
Mayor Mayor
Mayor CARRERO TORRES
Teniente SILVA PINEDA Elkin de GRIJALBA MEJIA Franco
RODRÍGUEZ CAMARGO Gabriel Antonio
GALLO ZULETA Jaime Jesús Hernán
Alberto Comandante Compañía de
Comandante Estación Comandante Estación
Vigilancia
Teniente Mayor Subteniente Teniente Capitán
HURTADO MORALES VARGAS CASTILLO PAEZ GUERRA Ricardo DUARTE VALDERRAMA GARZON TORRES Luís
Oscar Arcadio William Guillermo
Segundo Comandante Comandante Escuadrón de
Estación Motos
Teniente Capitán Sargento Segundo
Capitán
PINZON ROJAS Víctor SANTACRUZ ESCARRAGA Héctor 9 agentes más
VELANDIA NIÑO Josué
Hugo BENAVIDES Mariano Horacio
Teniente Cabo Primero Subteniente
Sargento Viceprimero
MARIÑO PINZON Edgar CARDENAS CONTRERAS
MORALES Leonel Alfonso
Hernando CASTELLANOS Carlos GOYENECHE Henry
Sargento Segundo Teniente Cabo Primero
Subteniente
GONZALEZ SILVA Luís GUZMAN PATIÑO José MURCIA GODOY Omar
RONDON CASTILLO Raúl
Gabriel David Delio
Sargento segundo Subteniente Dragoneante Subteniente
ORTEGON LÓPEZ CASTAÑEDA TORRES ORDOÑEZ CAMACHO SARMIENTO
Santiago Emilio USCATEGUI Edgar Obdulio Luís Joaquín
Sargento Segundo Subteniente
Sargento Segundo
CUADROS RODRÍGUEZ 27 agentes más CAICEDO MUÑOZ Diego
CRUZ SOLER José Ernesto
Juan de Jesús León
Cabo Primero Subteniente
Cabo Segundo
AVILA BENITO Juan GUATIBONZA
RUDA VELOSA Orlando
Vicente CASTELLANOS Humberto
Subteniente
Cabo Primero Cabo Primero
VARGAS ALDANA Carlos
CASTRO José Leonel MOY TORRES Julio César
Antonio
Cabo Segundo
Dragoneante Agente
CUADROS VARGAS Deni
BLANCO CEPEDA Saúl JAIMES VEGA Olivo
Alirio
Cabo Segundo
Dragoneante Agente
FERNANDEZ
ROJAS PARDO Segundo MARTINEZ Pedro Miguel
CASTELLANOS Henry
Agente Agente Cabo Segundo
CRISTANCHO ROMERO VARGAS MARTINEZ PACHECO CAMARGO
José Manuel Hugo Héctor
Agente Cabo Segundo
11 agentes más
CABRERA Heriberto COCONUBO LÓPEZ Edga
Agente agente
TURRIAGO BOLIVAR BOTERO FALLA
Eduardo Constantino
Agente
113 agentes más
OBANDO Danilo
Agente
VILLAMIL SANCHEZ
Jorge Eliécer
Agente
QUICENO CIFUENTES
Leonel María
Agente
TANGARIFE GUTIERREZ
Pedro Alvaro
20 agentes secretos más

CUADRO Nº 3
NOVEDADES DEL PERSONAL INVOLUCRADO EN LÑA MASACRE DE SURORIENTE
INSTITUCION Y ASCENSOS - CONDECORACIONES
NOMBRE Y GRADO TRASLADOS OTROS
CARGO RETIROS CURSOS
Retiro temporal de 3
Departamento de Octubre de 1985, “Cruz
VARGAS VILLEGAS meses a solicitud propia
Policía Metropolitana al Mérito Policial”
José Manuel por D. 2262/87, con
Bogotá. primera vez, D.
Brigadier General fecha diciembre 1 de
Comandante 3058/85.
1987.
Departamento de Retiro temporal a
ARBELAEZ MEÑOZ
Policía Metropolitana solicitud propia con
Javier
Bogotá. fecha marzo 25 de 1986
Teniente Coronel
Comandante operativo. (D. 3275/87).
Comisión curso
A dirección criminología
CUCAITA CASTRO A Coronel el 16 de
Distrito Sur. Administrativa. Universidad
Gilberto diciembre de 1987 (D.
Comandante División Armamento (a Complutense de Madrid
Teniente Coronel 2254/87).
marzo 7 de 1988). por un año por D.
1389/89.
GRIJALBA MEJÍA A Teniente Coronel
Tercera estación
Franco Hernán fecha 31 de diciembre
Comandante
Mayor de 1986 (D. 3549/86).
RODRIGUEZ Segunda Estación A Teniente Coronel con
CAMARGO Alberto fecha 31 de diciembre
Mayor de 1986 (D. 3549/86).
SILVA PINEDA Elkin A Teniente Coronel con A Departamento de
Primera Estación
de Jesús fecha 31 de diciembre Policía Santander (a
Comandante
Mayor de 1986 (D. 3549/86). marzo 7 de 1988).
Separado en forma
absoluta por faltas
VARGAS CASTILLO
Primera Estación constitutivas, mala
Arcadio
Segundo Comandante conducta, por D.
Mayor
2565/88 de diciembre
13 de 1988.
A Mayor con fecha
diciembre 20 de 1986
(D. 3549/86). Retirado
SANTACRUZ con fecha 28 de
BENAVIDEZ Mariano Primera Estación diciembre de 1989, en
Capitán forma temporal, con
pase a la reserva de
servicio activo, por D.
2974/89.
MORENO ROSERO
CAD A Mayor por D.
Humberto
Oficial de servicio 0962/87.
Capitán
A Mayor el 1 de
Permanece en el
Sexta estación diciembre de 1989, por
GARZÓN TORRES Departamento de
Comandante Escuadrón D. 2712/89 Retiro
Luís Guillermo Policía Bogotá hasta
de Motos temporal, D. 1569/90,
febrero de 1990.
julio 16.
Sexta Estación
VELANDIA NIÑO Muere en accidente
Comandante grupo de A Departamento de
Josué aéreo el 5 de marzo de
refuerzos Policía Chocó, en 1989.
Capitán 1989.
Fuerza disponible
Servicio Aéreo Policía
Sexta Estación A Mayor el 25 de Guaymaral, en 1988.
CARRERO TORRES
Comandante Compañía diciembre de 1986 (D. Dirección
Gabriel Antonio
de Vigilancia 3549/86) Antinarcóticos, a
febrero 9 de 1989
Parte decisiva en el
homicidio de Néstor
Raúl Parra Moreno
durante toma del
GALLO ZULETA A Capitán el 6 de Permanece en la SIJIN
SIJIN instituto Piloto en
Jaime diciembre de 1986 Bogotá
Bogotá en 1984.
Investigado por
homicidio de Pedro
Francisco Martínez.
MARIÑO PINZON A Capitán el 6 de
Primera Estación
Edgar Armando diciembre de 1986 (D.
Comandante Patrulla
Teniente 35 49)
CONTRERAS
GOYENECHE Henry Sexta Estación
Subteniente
CAMACHO
SARMIENTO Luís A Teniente el 1 de julio
Sexta estación
Joaquín de 1986 (D. 1661/86).
Subteniente
1986 a Departamento
de Policía Santander.
1987 a departamento de
Policía Barranquilla y a
A Teniente el 16 de
RONDON CASTILLO Policía Cartagena.
diciembre de 1986
Raúl Sexta estación 1988 a Departamento
(D.3549/86). Retirado
Subteniente de Policía Antioquia.
Policía a junio de 1989.
1989 a Quibdo; a Santa
fe Antioquia,
Comandante Grupo
Antiguerrilla.
FERNANDEZ
Enero de 1990. Cuerpo
CASTELLANOS
Sexta Estación A Cabo primero especial Armado
Henry
Bogotá.
Cabo Segundo
CUADROS VARGAS Sexta estación A Cabo Primero por 1986 a departamento de
Denis Alirio Res. 5677 de Policía Atlántico.
Cabo Segundo septiembre 24 de 1987. 1987 a Departamento
de Policía
Metropolitana Valle.
1986 a Departamento
de policía
Metropolitana
Medellín.
Separado por mala
AVILA BENITO Juan conducta, por golpear a
Vicente SIJIN una mujer para que
Cabo primero cancelara una deuda.
Octubre 25 de 1988
OBANDO Danilo
SIJIN
Agente
QUICENO
Febrero de 1989, SIJIN Homicidio integrantes
CIFUENTES Leonel
SIJIN Departamento de M-19 Palestina, marzo
María
Policía Valle. 7 de 1986.
Agente
CRISTANCHO
Felicitación Colectiva,
ROMERO José Manuel SIJIN
octubre 2 de 1985.
Agente
TANGARIFE
GUTIERREZ Pedro SIJIN
Alvaro - Agente
Separado en forma
BOTERO FALLA
absoluta, marzo 4 de
Constantino Sexta Estación
1988 por exigir dinero
Agente
a cambio de armas.
JAIMES VEGA Olivo Primera Estación
ROJAS CAVIEDES
Durlandy Primera Estación
Agente
MARTINEZ Pedro
Primera Estación
Miguel
VARGAS MARTINEZ
Hugo Primera estación
Agente
Enero de 1990, V
CABRERA Heriberto SIJIN
Estación.

CUADRO Nº 4
RESPONSABILIDADDES SUGÚN PLIEGO DE CARGOS
DE LA PROCURADURIA DELEGADA
PARA LA POLICIA NACIONAL

SUJETOS DISCIPLINABLES-
VICTIMAS LUGAR
RESPONSABILIDAD

 Capitán GARZON TORRES Luís Guillermo. No control de


Martín Quintero Santana personal.
Calle 48 P Sur Cra 5, barrio Bochica
Luís Antonio Huertas Puerto  Teniente GALLO ZULETA Jaime. Empleo arma.
 Agente BOTERO FALLA Constantino. Empleo dos armas

 Teniente GALLO ZULETA Jaime. Empleo Arma. No contr


de personal.
Arturo Ribón Avilan  Cabo Primero AVILA BENITO Juan Vicente. Empleo arma
Calle 48 P Sur Nº 56-44 barrio Bochica
Yolanda Guzmán Ortiz  Agente OBANDO Danilo. Empleo arma.
 Agente QUICENO CIFUENTES Leonel. Oculta verdaderas
circunstancias.

 Teniente GALLO ZULETA Jaime. Empleo arma. No contro


de personal.
Isabel Cristina Muñoz Duarte Calle 48 L Sur Nº 56-25, barrio Bochica  Cabo primero AVILA BENITO Juan Vicente. Empleo arma
 Agente CABRERA Heriberto. Oculta verdaderas
circunstancias.

 Teniente GALLO ZULETA Jaime. No control de personal.


Jesús Fernando Fajardo Cifuentes Cra. 2 Nº 48-73 Sur, barrio Diana Turbay,
 Agente CRISTANCHO ROMERO José Manuel. Empleo
José Alberto Aguirre Gutiérrez dentro de la buseta.
arma.
Francisca Irene Rodríguez
Mendoza
Javier Bejarano
Leonardo Bejarano (herido)

 Capitán VELANDIA NIÑO Jesús. Oculta verdaderas


circunstancias. No control de personal.
 Capitán CARRERO TORRES Gabriel Antonio. No control
personal.
Hernando Cruz Herrera
Vereda “Los Soches”, vía a Usme.  Subteniente RONDON CASTILLO Raúl. Empleo arma.
José Alfonso Porras Gil
 Cabo Segundo FERNANDZ CASTELLANOS Henry. Ocul
verdaderas circunstancias.
 Cabo Segundo CUADROS VARGAS Denis Alirio. Oculta
verdaderas circunstancias.

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