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LOS ESTADIOS EN EL PROCESO TERAPÉUTICO DE ORIENTACIÓN

JUNGUIANA

José Antonio Delgado psicoterapeuta de orientación junguiana y escritor.

En esta entrada me gustaría presentar, de un modo divulgativo y esquemático, los


diferentes estadios de un proceso de psicoterapia desde una orientación junguiana. Por
supuesto que las cosas se pueden comprender y clasificar de diferentes modos, pero aquí
presentaré cómo lo entiendo desde mi orientación junguiana.

El primer estadio del proceso terapéutico, que siempre ha de trabajar con la


transferencia1, consiste en que el paciente comprenda que está viendo el mundo desde la
habitación de su casa materna/paterna o desde el colegio, proyectando todas las figuras
de autoridad, masculinas o femeninas, que ha tenido a lo largo de su experiencia
biográfica. Sin embargo, además de esta perspectiva objetiva, una perspectiva madura
precisa que el paciente comprenda el valor subjetivo de todas esas imágenes que le
causan problemas. Tiene que darse cuenta de que forman parte de él y de qué manera lo
hacen. Debe de averiguar cómo atribuye un valor positivo a una persona, circunstancia
o suceso cuando en realidad es él quien podría y debería desarrollar o hacerse cargo de
ese valor. De igual modo, cuando proyecta cualidades negativas en otras personas, y
odia o envidia a alguien, es importante que descubra que está proyectando su propio
lado inferior, su sombra, dado que prefiere tener una imagen optimista y positiva,
aunque parcial, de sí mismo. La problemática con la que el paciente viene a consulta le
invita a convertirse en una personalidad madura, completa, y esto incluye la
responsabilidad por su totalidad, con sus defectos y sus virtudes, sus funciones
superiores e inferiores.

El segundo estadio del proceso terapéutico consiste en la discriminación o


diferenciación entre los contenidos biográficos y los contenidos arquetípicos. En el
primer estadio, trabajamos la disolución de las proyecciones de carácter personal o
biográfico. Estas se pueden disolver mediante la toma de consciencia. Ahora bien, las
proyecciones transpersonales o arquetípicas no desaparecen, ni se disuelven porque se
hagan conscientes. Los arquetipos forman parte de la estructura anímica de la psique y,
a diferencia de los contenidos personales, no son lastres que uno tenga que soltar y dejar
atrás. Se trata de contenidos que compensan la actitud consciente y son de la mayor
importancia. Es más, constituyen una auténtica protección frente al padecimiento de un
trastorno mental. Los arquetipos, entendidos como modos de reaccionar o de
comportarse, intervienen y permiten que la persona se adapte a una situación
desconocida de un modo adecuado a su propia naturaleza. Una de esas imágenes que
suele presentarse con frecuencia en mi consulta es la del redentor. Dado que esta
imagen forma parte de la profundidad del ser humano es natural que se constele, es
decir, se active y se prepare para la emergencia plena en la consciencia, en situaciones

1
La palabra transferencia significa pasar algo de un lugar a otro, llevar algo de una forma a otra. Se trata
de un caso particular del proceso general que es la proyección. Proyección significa lanzar algo hacia
fuera y en psicología lo entendemos como el proceso normal de trasladar hacia fuera un contenido
subjetivo. Por ejemplo, cuando uno dice que el color de la sala en la que se encuentra es amarillo o azul
está trasladando hacia fuera un contenido subjetivo, que es el color que él percibe. El color no está ahí
sino que es el modo en que los sujetos percibimos la realidad exterior. Lo mismo sucede con el sonido y,
en general, con todo aquello que percibimos a través de los sentidos. La transferencia sucede de un modo
involuntario, como toda proyección, pero entre dos personas y, por lo general, en un marco
psicoterapéutico.
críticas en las que la persona se siente perdida, desorientada. Huelga decir que el
paciente que se encuentre en una situación así, reflejo de lo que sucede en el mundo,
tenderá a proyectar la imagen de un salvador en el terapeuta. Y que el terapeuta
trabajará con el paciente para que este retire dicha proyección en él. Con ello se
pretende disolver el acto de la proyección, es decir, el lugar en el que dicha imagen
arquetípica está transferida -el psicoterapeuta-, pero nunca el contenido que está siendo
transferido -el arquetipo del salvador o redentor-, puesto que esto último resulta
imposible. Los arquetipos son factores dinámicos trascendentes a la consciencia que
contienen un poder dinámico enorme. Son factores tan poderosos que pueden cambiar
toda una vida, así como toda la realidad del mundo, pues son los factores decisivos que
producen los acontecimientos mundiales.

El tercer estadio de la terapia consiste en distinguir o diferenciar los factores


arquetípicos o transpersonales de la propia relación personal con el terapeuta. Entra
dentro del proceso terapéutico normal que le caigas bien al paciente si has trabajado con
ahínco, paciencia y esmero con él, y tú también sentirás aprecio por el paciente, pues
has trabajado codo con codo con él. Pero esta reacción es adecuada siempre que no esté
viciada por la proyección de factores arquetípicos o transpersonales no reconocidos
como tales. Esto significa que debe de haber en el paciente un reconocimiento y una
aceptación de las imágenes arquetípicas, de su importancia y carácter religioso. Dicho
reconocimiento puede suponer que el paciente se integre en una comunidad religiosa, en
una Iglesia, en un credo, etc. Las dificultades auténticas comienzan cuando esa
experiencia con su profundidad, con los arquetipos, no puede alojarse en el marco de
una religión establecida. En ese caso, la experiencia arquetípica no encuentra un
receptáculo adecuado, el paciente recae en la transferencia y las imágenes arquetípicas
vician la relación humana con el terapeuta. En ese momento, el psicólogo o el terapeuta
se convierte para el paciente en el redentor, y pobrecillo de él si no lo es.
Desgraciadamente, ningún hombre puede ser un redentor, o un mago, ni ninguna otra
imagen arquetípica que esté constelada en la profundidad del paciente.

Llegamos en este momento al cuarto estadio del proceso de terapia que consiste en la
objetivación de las imágenes arquetípicas presentes en la transferencia. Se trata de una
parte esencial del proceso de individuación o realización de la profundidad del paciente.
Su meta es la de separar las imágenes de la profundidad de los factores exteriores, ya
sean estos personas, ideas, situaciones o circunstancias materiales y que comprenda que
todo depende de si consigue una nueva relación con su profundidad. Cuando la persona
comprende que el centro que gobierna y hace girar todo cuanto sucede en su vida (y en
el mundo) se encuentra en él y deja de proyectarlo en factores exteriores, dotando al
otro de un poder que emana de sí-mismo, su vida deja de depender de factores externos.
El paciente necesita encontrar un modo individual con el que poder expresar las
imágenes atemporales de su profundidad. Dichas imágenes arquetípicas deben tomar
forma en la vida del modo que las caracteriza, ya que de lo contrario el individuo se
desorienta y entra en conflicto consigo mismo. El método que utilizo en este cuarto
estadio combina la interpretación de los sueños con el trabajo creativo mediante la
imaginación activa, que puede adoptar diferentes expresiones adaptadas a las
peculiaridades del paciente: escritura, dibujo, pintura, música, danza, etc.

En entradas posteriores desarrollaré aquellos aspectos de la terapia que aquí solo he


podido esbozar.
Bibliografía:
Jung, C. G (2009). La vida simbólica. Vol 18/I. Obras Completas. Madrid: Ed. Trotta.

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