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Bajo este marco de definición, lanzo el siguiente desafío a la comunidad sionista de Chile y
a sus dirigentes, que suelen ser férreos defensores de la entidad israelí, a la que
consideran su “segunda patria” como la define el diputado democratacristiano y creyente
judío Gabriel Silber, en entrevista dada a Siva Gobrin (vicepresidenta de la comunidad de
colonos sionistas chilenos en la Palestina histórica) el día 20 de agosto del año 2020 (1).
Lanzo este reto, en el marco de una información, la cual señala, que el régimen israelí y
acompañado en ello por sus clásicos aliados, exige al Gobierno de Polonia que devuelva
todas las propiedades robadas, expropiadas, usurpadas a aquellos ciudadanos polacos de
creencia judía o no, que sufrieron actos de embargo ilegal bajo la ocupación del
nacionalsocialismo y regímenes posteriores a ellos en ese país de Europa oriental.
Política de presiones
Si los dirigentes de la comunidad sionista de Chile consideran inexistente lo que señalo en
este articulo o suponen una falsedad que Israel sea definida como una sociedad de
hipócritas (fariseos o sepulcros blanqueados diría un viejo habitante de la Palestina bajo
ocupación del imperio romano) marcado por grupos de poder, que han hecho del crimen
su leit motiv político, los invito cordialmente a desmentirlo.
Así fue solicitado a la rectoría de la U. de Chile por la Comunidad judía chilena, firmada por
su presidente Gerardo Gorosdicher y el director ejecutivo de nacionalidad argentina,
Marcelo Isaacson, quien además actúa como lobista de las entidades judías de Chile.
La carta a la cual tuve acceso, gracias a chilenos creyentes judíos, indignados por esta
labor de persecución, sostiene que “Como Comunidad Judía de Chile nos dirigimos a
usted (al Rector de la Universidad de Chile) para expresarle nuestra preocupación, debido
a que para el II semestre del presente año, el Instituto de Comunicación e Imagen, ofrece
como electivo el curso “Los Conflictos del Siglo XXI y su Representación Política,
Económica y Comunicacional” impartido por el Sr. Pablo Jofré Leal… Con el perfil que
posee el Sr. Jofré, podría ser considerado con vastos conocimientos en medio oriente y
política internacional, sin embargo, utiliza estos espacios de manera sistemática para
proliferar un discurso antisionista, antijudío, de odio y violencia… Nos preocupa de
sobremanera que la U. de Chile otorgue espacio formativo a una persona con un perfil
público de incitación al odio, la violencia y la discriminación, lo que su casa de estudios
siempre ha rechazado... …”.
Pregunto a los sionistas criollos, ¿consideran falso el hecho denunciado, respecto a que su
comunidad, ejerce acciones destinadas a influir en las decisiones de empresas, medios de
comunicación, centros de estudio, instituciones del estado, de tal forma de impedir el libre
desarrollo de académicos y profesionales, a quienes acusan de antisemitismo o de una
narrativa que pretenden acallar pues denuncia los crímenes de Israel?
¿Consideran falsas las denuncias de crímenes de guerra y lesa humanidad que están
siendo investigadas por la Corte Penal Internacional? Una investigación instruida ante las
violaciones del régimen israelí con decenas de resoluciones condenatorias, emanadas de
la Organización de Naciones Unidas (ONU) destinadas a exigir el cese de acciones
violatorias del derecho internacional y de los derechos humanos del pueblo palestino.
Se les recluye por parte del ocupante, en los campos de concentración más grandes de la
historia como son la Franja de Gaza y Cisjordania. Se les limita la libertad religiosa
impidiendo el acceso a sus centros sagrados, ya sea en Al Quds y su explanada de las
mezquitas o en Al Jalil (Hebrón) donde una ínfima cantidad de colonos sionistas,
protegidos por una cantidad similar de tropas ocupantes, se han apoderado del casco
histórico de la ciudad impidiendo la vida religiosa, comercial y cultural de los habitantes de
Al Jalil, que en número de 200.000 son reprimidos por la violencia sionista de colonos y la
soldadesca puesta allí para proteger la tropelías cometidas por extranjeros avecindados en
unos cuantos asentamientos.
Una ley de estado nación judío, que permite el robo de propiedades y tierras, que alienta
los asentamientos en virtud de considerarlos de interés nacional.
Así ha sucedido en Chile, por ejemplo, con las violaciones a los derechos humanos
cometidos por la dictadura cívico-militar. Así lo entendió Alemania, que bajo una crisis de
conciencia por los crímenes de guerra y lesa humanidad cometidos por el régimen
nacionalsocialista de Adolf Hitler generó – bajo la presión igualmente de entidades
sionistas - una política de reparación económica que ha significado el desembolso de al
menos 120.000 millones de dólares.
Gran parte de esa suma, unida a reparaciones entregadas por Suiza, que ha ido a parar a
organizaciones sionistas, que han apuntalado esa ideología. Una cantidad ínfima ha sido
destinada a los familiares de las víctimas, tal como lo señala, en forma detallada, el
intelectual estadounidense, hijo de creyentes judíos víctimas del régimen nazi en los
campos de concentración de Auschwitz y Majdanek, el académico Norman Finkelstein en
su libro “la Industria del Holocausto” (3).
Tal hecho genera, indudablemente, una profunda discusión sobre la moralidad de
apropiarse de las reparaciones de aquellos que sufrieron la pérdida de sus seres queridos,
y comprobar que esas cifras multimillonarias han permitido la conformación de un holding
de fundaciones, corporaciones, museos e instituciones, que suelen enriquecer a sus
directores y el núcleo directivo de ellas, bajo la monserga de “mantener viva una memoria”
que tantos réditos económicos le ha dado al régimen israelí.
Memoria y recuerdo que me parece justo tener presente, aunque no exista esa memoria
con sociedades como aquellos que conformaron la ex Unión Soviética y que significó el
asesinato de 25 millones de sus ciudadanos a manos del Tercer Reich. Como tampoco
existe un Museo del Holocausto para el pueblo gitano o algo que sea relevante en honor
de decenas de miles de personas con discapacidad mental, prisioneros políticos,
homosexuales, entre otros, que no están incluidos en esa memoriaexclusiva y excluyente,
que ha tomado para si, el monopolio del recuerdo y con ello atacar a cualquiera que ponga
en duda esa exclusividad victimista.
Un monopolio, que incluso hoy, implica fuertes disputas con países, que son acusados por
los representantes del sionismo de no “reparar el daño causado” como es el caso de
Polonia.
El Parlamento polaco aprobó una ley que evitaría que los expropietarios polacos,
incluyendo en ello a los descendientes de víctimas de la persecución nazi recuperen las
propiedades expropiadas en esos años y posteriormente.
(1) https://www.facebook.com/ComunidadCHIL/videos/2646283542297415/
(2) Ley del Estado-Nación, que define oficialmente Israel como el “Estado Nación del
pueblo judío”, que reserva el derecho a la autodeterminación a este colectivo y establece
que el hebreo sea la única lengua oficial
https://elpais.com/internacional/2018/07/19/actualidad/1531973268_68763html
(3) Reseña La industria del Holocausto, un libro vehemente, iconoclasta y polémico, es la
denuncia de dolorida voz que alza el hijo de unos supervivientes contra la explotación del
sufrimiento de las víctimas del Holocausto. En esta obra fundamental, el eminente
politólogo Norman G. Finkelstein expone la tesis de que la memoria del Holocausto no
comenzó a adquirir la importancia de la que goza hoy día hasta después de la guerra
árabe-israelí de 1967.
Esta guerra demostró la fuerza militar de Israel y consiguió que Estados Unidos lo
considerara un importante aliado en Oriente Próximo. Esta nueva situación estratégica de
Israel sirvió a los líderes de la comunidad judía estadounidense para explotar el
Holocausto con el fin de promover su nueva situación privilegiada, y para inmunizar a la
política de Israel contra toda crítica. Así, Finkelstein sostiene que uno de los mayores
peligros para la memoria de las víctimas del nazismo procede precisamente de aquellos
que se erigen en sus guardianes.