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1. PERO ¿EXISTE OTRA ÉTICA?
15 noviembre, 2023
Hace pocos meses, el señor Giorgio Jackson (“alter ego” de Gabriel Boric) afirmó
que “nosotros tenemos una ética distinta y superior a la de generaciones anteriores”.
Poco después, el destape del escándalo de las fundaciones, sin duda la peor
demostración de corrupción gubernamental que conoce la historia de Chile, convirtió su
declaración en mofa porque todo el mundo la calificó como un exabrupto de un
muchachón presuntuoso, malévolo y mal educado. Sin embargo, cabe la posibilidad de
que esa afirmación en realidad apunte a un asunto muy profundo y necesario de
comprender y analizar.
Ello porque la afirmación de Jackson conduce a la pregunta ¿existe otra ética que
la que todos conocemos? Para responder acertadamente a esa pregunta hay que
comenzar por definir lo que es una ética: es un código conductual que le permite al ser
humano escoger fundamentadamente lo que está bien o lo que está mal, o sea distinguir
en cada situación al bien del mal, de modo de emplear su libre albedrío
responsablemente. Además, sus elecciones en la vida tendrán consecuencias tanto para
su existencia en este mundo como la del futuro más allá de éste. Esa definición conduce,
a su vez, a una pregunta ineludible: ¿quién creó ese código y cómo lo impuso a nosotros
los seres humanos? En nuestra civilización judeo-cristiana-occidental, ese código
conductual fue impuesto por un Dios Creador que nos hizo a su imagen y semejanza.
Somos pues un producto final y con un propósito trascendente que depende de nuestro
comportamiento en la vida según ese código que está impreso en nuestra alma (es lo
que llamamos conciencia). En nuestro caso, el tal código se materializa, tal vez
míticamente, en las bíblicas Tablas de la Ley que Dios le entregó a Moisés en el Monte
Sinaí.
Sin embargo, la historia también nos enseña que siempre han existido ateos, o
sea seres humanos que no creen en la existencia de un Dios Creador, lo que significa que
tampoco creen en el alma ni en alguna forma de vida después de la muerte. Sin
embargo, como un código conductual es inevitable para hacer posible la vida en
sociedad. ¿De dónde cree el ateo que proviene el suyo? Este problema del origen de los
códigos morales en las doctrinas ateas y materialistas las ha atormentado siempre a lo
largo de los siglos. Y ello porque siempre ha habido doctrinas ateas y materialistas y los
primeros en formularlas fueron algunos filósofos jonios de los siglos VI y VII AC.
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inexistencia de un Dios Creador, deriva pues una ética relativa que convierte lo bueno y
lo malo en un asunto de circunstancias. Matar es generalmente malo, porque es
necesario evitarlo para poder vivir en sociedad, pero es bueno si se mata a un enemigo
del objeto final que es la creación de esa sociedad igualitaria y sin clases. Lo mismo
ocurre con el robo, con la mentira, con la calumnia, etc.
Ahora bien, no creo que todos los marxistas se den cabal cuenta del origen último
de todas sus doctrinas y todas sus praxis políticas. Sin duda entre ellos existe una
mayoría que acepta como dogmas lo que son consecuencias lógicas del axioma
fundamental de inexistencia de un Dios Creador. En nuestra religión cristiana, también
existen multitudes que han convertido en dogma las reglas éticas y conductuales que
siempre hemos conocido, sin siquiera cuestionarnos que son derivados lógicos del dogma
fundamental de la existencia de un Dios Creador que nos hizo a su imagen y semejanza,
por lo que somos un producto final y trascendente.
2. ISRAEL EN GAZA
15 noviembre, 2023
Aunque sea comprensible la ira ante una acción terrorista como la del 7/10, un
estadista debe ser consciente de que, como lo prueba una y otra vez la historia, una
escalada de violencia forma parte de la estrategia común a los grupos terroristas. Hamas
sabe que no derrotará nunca a Israel en una guerra convencional o, más claro, que será
derrotado en cualquier contienda de pura fuerza, y es por eso que la originalidad de su
estrategia (Fromkin) es que el Estado se derrote a sí mismo al aplicar una violencia
indiscriminada sobre la población.
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A pocos días de iniciada la guerra ha sucedido lo que todos sabíamos, y es que
Israel, al aplicar su abismal superioridad militar sobre una de las poblaciones más pobres
de la Tierra, tendría una victoria militar absoluta. Pero lo que Netanyahu y su gobierno
debían saber es que esa violencia desproporcionada tendría un costo político nacional y
mundial de enormes proporciones.
Raymond Aron, notable intelectual de origen judío, hace más de 40 años planteó
el dilema de hierro: la ocupación de territorios conducía a un Estado de Israel binacional
con lo que perdía su esencia judía; pero, a su vez, un Estado de Israel con una
importante minoría no judía excluida del Estado, y aun de la sociedad civil, traicionaba
sus propios principios.
Tony Judt, otro gran pensador de origen judío, hace 10 años concordaba. Si
Israel continúa anexando territorios donde hay una gran población árabe, tendrá que
enfrentarse a unas opciones nada favorables: o sigue siendo judío, pero deja de ser una
democracia; o bien es capaz de convertirse en una democracia genuinamente
multiétnica, pero deja en tal caso de ser judía.
Esta guerra hace más evidente la necesidad de dos Estados, con límites claros, y
de un gobierno palestino efectivo sobre Gaza y Cisjordania. Israel hoy está escribiendo
un nuevo capítulo de lo que, en 1984, Bárbara Tuchman, al analizar distintas guerras
—desde la de Troya hasta la de Vietnam—, describiera como “La Marcha de la Locura”,
esto es, cómo los gobiernos persiguen políticas contrarias a sus propios intereses. (El
Mercurio)
Genaro Arriagada Herrera
3. VERDADES DIFÍCILES
3 diciembre, 2023
Así, el juicio del embajador Valdés parece correcto. Pero bien mirado, arriesga
incurrir en la simpleza del buenismo.
Porque ¿a qué alude la “profunda miseria moral” que habría padecido Kissinger?
Vale la pena reflexionar sobre ese problema no para defender a Kissinger, sino
para intentar dilucidar la particular y trágica índole del político de su estatura.
Desde luego, cabría preguntarse si hay algún político de su talla, o cerca de ella,
que pueda haber ejercido el oficio y haberse encumbrado sin haber consentido violencias
y crímenes, o sin haberlos conocido y decidido callar, o sin haberlos cohonestado o sin
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haber infringido deliberadamente los códigos morales como única forma de proteger
intereses que juzgó, en su momento, superiores. Los casos que vienen a la memoria
sobran. Es evidente, por ejemplo, que Fidel Castro al llevar adelante la revolución, pero
sobre todo al consolidarla y defenderla, debió ejecutar actos criminales. Y para qué decir
el Che, quien a pesar de su desprecio por la vida es eternizado hoy en camisetas y
tazones de café por todo el mundo. Y Lenin al fundar la URSS. Y Charles de Gaulle que,
para consolidar la Quinta República, debió consentir el colonialismo primero y traicionarlo
después. O Tito al fundar Yugoslavia. O incluso Churchill cuando consintió bombardeos
masivos, o Truman cuando autorizó los bombardeos a Hiroshima o Nagasaki. Y así.
Si lo anterior es cierto, si todos los grandes hombres de la historia, como los que
se acaban de citar, han cometido, cohonestado u ordenado crímenes, el tuit del
embajador invita a plantear dos preguntas: la primera, ¿en qué consistiría la miseria
moral o, lo que es lo mismo, la riqueza moral de la que alguien como Kissinger
carecería?; y la segunda, si todos los grandes hombres se han comportado parecido
¿quiere decir eso que todos eran miserables moralmente hablando, caso en el cual no
sería un problema de Kissinger, sino del oficio?
Veámoslos en ese mismo orden.
Si lo anterior es así, de ahí se sigue que el arquetipo del político (un arquetipo no
es lo mismo que un ideal. El primero es un esquema de la realidad que es; el segundo,
un dibujo de lo que debe ser. Del primero se ocupó Maquiavelo; del segundo, Quevedo o
el Padre Rivadeneira) supone una cierta sombra moral porque nadie que esté a cargo del
Estado, y menos si participa del estado de naturaleza en que se convierte la relación
entre los Estados, puede, llegada la oportunidad desgraciada, eximirse de la decisión
trágica, de manera que no cabe sino concluir que el gran político poseería lo que el
embajador llama miseria moral. Porque supuesto que Kissinger haya sido el arquetipo del
político real, brillante pero miserable, la pregunta que cabe plantear y que formula
Raymond Aron es la siguiente: y puesto en el lugar de Kissinger y creyendo lo que él
creía, ¿qué habría hecho un político ideal?
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4. LET’S FACE IT
5 diciembre, 2023
Las dos opciones concurrentes en el próximo plebiscito hacen esfuerzos
denodados para ganarse a una ciudadanía indiferente e irritada, a la que hastía un
debate que no entiende y que le suena estéril. Para ambas corrientes, la situación es
incómoda. Como en un juego de máscaras, las dos han tenido que adoptar posturas que
jamás habrían imaginado. Las derechas unidas votarán a favor de suplantar la
Constitución vigente, la misma que defendieron con dientes y uñas y en defensa de la
cual muchos acusaron al presidente Piñera de traidor. Las izquierdas nuevamente
reunidas, por su lado, votarán para ratificar la Constitución “tramposa” que algunos tanto
bregaron por suplantar, pues sería preferible a la emanada de un Consejo dominado por
la derecha.
Nada de eso lo pueden decir abiertamente, pues sería perder cara ante sus
electores. De ahí el gigantesco desafío de las franjas de propaganda electoral: ¿Cómo
despertar adhesión en un electorado escéptico que no comprende cuál es la encrucijada,
ni por qué elegir entre opciones por las que ni sus promotores se cortarían las venas?
Sus estrategas y creativos seguramente se plantearon lo obvio: tenemos que constituir
un dilema que posea dramatismo, que parezca de vida o muerte, e identificar un
adversario tenebroso, pero que el ciudadano común —cual moderno David— puede
derrotar con el arma de su voto.
La tarea parecía más fácil para el En contra. Repudiar es, por sí mismo, un acto
de dignidad y heroísmo; algo así como una vitamina para el ego. Cuando se miran las
franjas, sin embargo, es la opción A favor la que mejor lo ha hecho en este plano. Su
narrativa se organiza sobre el dilema siguiente: o continuar con la violencia, el crimen, la
corrupción, la inmigración y la impericia gubernamental nacidas con el “estallido”, o
volver al Chile pre octubre de 2019 (el del “oasis”), poniendo un candado a los cambios
promovidos o tolerados por quienes se sintieron identificados o interpelados por esa
irrupción. Bajo este encuadre no tiene sentido referirse a las bondades de la oferta: lo
importante es denunciar la amenaza que entraña la opción contraria. Es el mismo
camino que siguió el Sí en 1988: presentarse como la barrera ante el temor que producía
el retorno a la UP, no como la continuidad de Pinochet. Ahora es lo mismo, pero mejor
hecho.
Para el En contra las cosas se han vuelto cuesta arriba. Sus partidarios no
pueden llamar a un voto de protesta, que es lo propio de un rechazo. ¿Protesta contra
qué? Aunque no sean su responsabilidad, están en el Gobierno y la población les endosa
sus problemas. Aunque les disguste el orden constitucional actual, ahora deben
respaldarlo como mal menor. En caso de triunfar, por ende, no será un avance de la
agenda de las izquierdas: será apenas mantener el derecho a sobrevivir. Solo les queda
denunciar el proyecto como “malo” y como un “retroceso”, lo cual no es fácil explicar
porque son sutilezas que son invisibles a los ojos de los legos, y diamantes en manos de
tinterillos inescrupulosos.
“Let’s face it” exclaman los anglohablantes cuando llega el momento de ser
realistas, de aceptar un hecho aunque sea incómodo y de enfrentarlo con espíritu
positivo. La Convención, paradójicamente, legitimó el orden democrático-
capitalista chileno, y ahora solo queda por decidir si este seguirá abierto —como
hasta ahora— a dosis homeopáticas de valores socialdemócratas o si cualquier
resquicio quedará cerrado por la Constitución. Poco importan las franjas o las
declaraciones: esto es lo que está en juego el 17-D. “Let’s face it”. (El Mercurio)
Eugenio Tironi
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5. EL PLEBISCITO Y LA ENCRUCIJADA DE LAS IDEOLOGÍAS
13 diciembre, 2023
Ideológicamente hablando, el plebiscito del próximo domingo no representa una
salida para la crisis de visiones, ideas, ideologías e imaginarios que la sociedad
chilena arrastra desde el fin de la hegemonía de la Concertación, al terminar el primer
gobierno Bachelet.
Allí se constituyen también los discursos y los relatos que buscan orientar
a la opinión pública, sean de gobierno u oposición, de partidos y movimientos sociales,
de corrientes culturales y grupos religiosos, de intelectuales y expertos, de editorialistas
y columnistas. En breve, las múltiples y discordantes voces que pugnan por explicar los
sucesos del día, proyectar horizontes de posibilidad e interpelar a la gente para que
adopte una posición y la manifieste en la plaza pública (conversación cívica, redes
sociales, testimonio, actuación militante, ejercicio de derechos, defensa de causas,
protagonismo comunitario, etc.).
Miradas las cosas con cierta distancia y sólo desde este ángulo, lo que se
despliega ante nuestra vista es un intenso, grandioso (aunque no lo parezca) y a la vez
efímero ejercicio de construcción de conceptos, reglas, valores, derechos e intereses; las
bases, por tanto, de una polis civilizada a la altura del siglo XXI.
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Nunca fue más claro todo esto que con ocasión de la primera fase del proceso
constituyente, desde el 15-N de 2019 hasta el 4-S de 2022. Ese trienio extendió ante la
mirada sorprendida de las y los chilenos un enorme fresco de nuestra crisis en la esfera
simbólica-ideológica, que quedó inicialmente retratada en los muros de nuestras
ciudades.
Allí, todo el orden simbólico explotó por los aires, consumido por el fuego
de la revuelta violenta y la eclosión anárquica de un imaginario destituyente y
derogatorio.
El proceso constituyente nacido de ese volcán de deseos e ideas, una verdadera
revuelta contra el sistema en su memoria, presente y proyecciones futuras fue,
efectivamente, un intento por refundar (repensar, rediseñar y reescribir) una comunidad
imaginada como utopía.
En este caso, se postuló, libre del lastre del colonialismo, de una dominación
secular de clase, de las explotaciones y destrucciones del industrialismo extractivo, de la
moderna razón burguesa, del especismo, de la dictadura del capital, las desigualdades
del capitalismo y las violencias físicas y simbólicas, domésticas y públicas, ejercidas
sobre las mujeres.
Más interesante todavía fue que dicho rechazo fue gradualmente compartido por
todas las principales fuerzas políticas y los principales articuladores de la opinión pública,
con excepción del núcleo más recalcitrante de las izquierdas y de los destituyentes-
profetas de cátedra. Pasó a ser considerado una insensatez, un absurdo, incluso por
varios de de sus autores.
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Enterrada esta propuesta refundacional que pretendió, a través de una
verdadera «ruptura democrática» impuesta en las calles, pero canalizada
institucionalmente por vía de una nueva Constitución, se abrió de inmediato una
segunda fase constituyente. Sólo que ahora en un ambiente de restauración
generalizada del orden amenazado por la fracasada revuelta previa.
De un ascenso de las fuerzas del pueblo -izquierda radicalizada, listas del pueblo,
programa maximalista del gobierno de Boric, infantilismo revolucionario, utopismo
extremo- pasamos a un profundo reflujo en que el rechazo del 4-S se fundió con la
derrota del gobierno de Boric y su programa, la disolución de las listas del pueblo, el
fenómeno social postraumático de la pandemia, el estancamiento económico y el auge
del crimen organizado con sus deletéreos efectos en la intimidad de los hogares, las
comunidades locales, la agenda pública, las pantallas de TV, las redes sociales y la
opinión popular.
Se instaló así un nuevo clima en la esfera de las imágenes e ideas políticas, del
sentimiento público, de la confrontación de ideologías y del medio ambiente que respira
la población. La demanda por orden, seguridad y disciplina creció fuertemente después
del 4-S de 2022, a la par con el rechazo hacia «los políticos», la inefectividad de sus
actuaciones, la corrupción de las fundaciones, el descontrol de la violencia y las querellas
entre y dentro de las élites.
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El texto de Carta Fundamental surgido en estas circunstancias refleja tanto las
condiciones políticas de su producción como la voluntad hegemónica de las derechas
presididas por su extremo Republicano. Voluntad de imponer una Constitución de la
seguridad, ethos conservador, libertad de mercados y una democracia protegida
frente a los riesgos de sus propios excesos y el desborde de las demandas y las
fantasías populares.
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Sin duda, el perfil ideológico de triunfadores y perdedores -sea que se imponga
el A Favor, opción que no cabe descartar, o que gane el En Contra, según anticipaban las
encuestas hasta hace poco- saldrá fortalecido uno y debilitado el otro. Esto determinará
quién conducirá la siguiente etapa en la lucha por solucionar dicha crisis.
Tal vez este vaya a ser el principal efecto tras darse a conocer el resultado del
plebiscito. Dejar establecido cuál será el marco de reglas, la Carta Fundamental, que en
adelante regirá la confrontación y las negociaciones en torno a las ideas, ideologías,
significados y comprensiones que orientarán el desarrollo del país durante las próximas
décadas. Para eso servirán -cada una con sus propios problemas- tanto la Constitución
de Lagos que hoy nos rige, como la nueva atribuida con razón a Kast y Republicanos.
En esto llevamos ya más de una década, mientras el país permanece detenido por
falta de conducción.
(El Líbero)
José Joaquín Brunner
El coeficiente Gini de los ingresos del trabajo (mientras más pequeño más
igualitarios son estos) descendió de 0,541 en 1992 a 0,451 en 2022 (encuestas
Casen). Si se considera a los asalariados la reducción es de 0,46 a 0,407. Son cambios
sustanciales que han estado a la base de las reducciones de la desigualdad en Chile.
Revisar las instituciones laborales del país puede ser un camino para seguir
progresando, pero en general estas comprimen la parte inferior de la distribución de los
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ingresos del trabajo. Las elevadas desigualdades aún observadas se explican, en
cambio, por las grandes brechas que persisten en la parte superior de aquella. Además,
las oportunidades de empleo para los menos calificados están al debe. En la última
década, la tasa de empleo de la mujer de 25 a 59 años poco calificada se redujo
en 2,5 puntos porcentuales. Para los hombres de este grupo la caída fue de 6,8
puntos porcentuales.
Hay que poner énfasis, entonces, en otros factores. Es interesante, por ejemplo,
que el tamaño de la empresa influye significativamente en el monto de las
remuneraciones. Así, para las personas con educación media completa sus
salarios netos son un 36 por ciento más altos si trabajan en una empresa de
más de 200 trabajadores que en una de menos de 10 trabajadores. Si la empresa
tiene más de 50 trabajadores y menos de 200, la diferencia es de solo 13 por ciento,
pero aún existe.
El sentido de las brechas se mantiene para todos los grupos de edad, también es
cierto para otros niveles educacionales. Para los profesionales es incluso más alta: 64 y
24 por ciento, respectivamente. Estas tabulaciones, provenientes de la Encuesta Casen
2022, no deberían sorprender demasiado. En 2017, la publicación “DESIGUALES”
mostró grandes distancias en las remuneraciones de cargos similares para empresas con
distintos niveles de productividad (capítulo 7, tabla 9).
Hemos descrito dos dimensiones que tienen un enorme peso en las desigualdades
salariales y la atención que se les brinda nos parece demasiado escasa. (El Mercurio)
Harald Beyer
Universidad Adolfo Ibáñez
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21 marzo, 2024
No es pacífica en la literatura la cuestión de si existe, o no, tal cosa como
partidos “de centro”, o tendencias de centro.
El Partido Liberal, hasta 1920; el Partido Radical, desde los años 30, y el
Partido Demócrata Cristiano en los años 60, fueron fuerzas de centro nítidamente
definidas, que gravitaron de manera decisiva en el funcionamiento del sistema de
partidos en su conjunto.
El rol central del PDC y su alianza con el socialismo democrático (PS, PPD,
PRSD) facilitaron una transición pacífica a la democracia, contribuyendo a una
consolidación democrática acompañada del mayor progreso y bienestar
de la historia de Chile.
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La tendencia está a la vista: por la fuerza de los hechos y las dinámicas
político-electorales, lo más probable es que la DC logre algún tipo de acuerdo
electoral con el PC y el Frente Amplio, y que Amarillos y Demócratas logren algún
tipo de acuerdo con Chile Vamos y el Partido Republicano.
Ignacio Walker
EL OTRO, EL MISMO
21 marzo, 2024
Releyendo a Borges, me impacta el entusiasmo que le despierta la idea de
que todos los seres humanos, pasados, presentes o futuros, somos
esencialmente el mismo; o como reza el título de uno de sus libros de poesía, “el
otro, el mismo”.
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libros). Más notable aun fue aquella gente pacífica que elogiaba el estallido.
¿Porque también creía en la destrucción necesaria? ¿Porque albergaba a algún
vándalo interno, aquel que quizás alberguemos todos? ¿Por el sometimiento al
que nos lleva el terror?
¿Cómo se conjuga ese terror con el Chile civilizado que hemos estado
observando? El de los funerales de Sebastián Piñera, por ejemplo. Las
ceremonias le gustaban a la gente. ¿Por qué? ¿Por esa coreografía republicana
predeterminada, heredada de generaciones anteriores, que nos une a ellas y que
por tanto nos une entre nosotros? ¡En ese caso qué distinto al estallido en que
todo lo antiguo era denostado! Y todo para honrar a un presidente que llegó a
tener una tasa de aprobación de solo un dígito, aunque la encuesta CEP de
noviembre lo mostrara como el segundo político chileno mejor evaluado. De
presidente vilipendiado a ese grado de aprobación: ¿qué mejor prueba de la
multiplicidad de personas que habitan en cada uno de nosotros? Porque es dable
suponer que muchos que lamentaban la muerte de Sebastián Piñera aprobaron el
estallido.
David Gallagher
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Conviene recordar que contemplar y admirar el arte o su creación, no implica humanidad o
bondad. Así como tampoco, no tener sensibilidad por el arte y sus manifestaciones implica maldad
o crueldad. Por lo pronto viene al caso recordar que Stalin siempre fue un consagrado amante de
la música clásica, la poesía, el teatro y el cine. O que Hitler prácticamente lloraba escuchando a
Wagner.
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