Está en la página 1de 36

Johann Wolfgang von Goethe

De Wikipedia, la enciclopedia libre

Saltar a navegación, búsqueda

Johann Wolfgang von Goethe

Aufrichtig zu sein kann ich versprechen


unparteiisch zu sein aber nicht
Maximen und Reflexionen

Puedo prometer ser sincero


pero no imparcial.
Máximas y Reflexiones

—Johann Wolfgang von Goethe

Nombre Johann Wolfgang von Goethe


completo

Nacimiento 28 de agosto de 1749


Fráncfort del Meno, Hesse,
Alemania

Defunción 22 de marzo de 1832 (82


años)
Weimar, Turingia, Alemania
Ocupación Poeta, Novelista,
Dramaturgo, Filósofo de la
naturaleza, Diplomático,
Funcionario público

Nacionalidad Alemana

Período Romanticismo

Movimientos Sturm und Drang, Clasicismo


de Weimar

Obras notables Por ejemplo: Fausto, Las


cuitas del joven Werther, Los
años de aprendizaje de
Wilhelm Meister, Las
afinidades electivas

Cónyuge Christiane Vulpius

Influido porDesplegar
Influyó aDesplegar
Firma

Johann Wolfgang von Goethe (ˈjoːhan ˈvɔlfɡaŋ fɔn ˈɡøːtə) ( 28 de agosto de


1749, en Fráncfort del Meno, Hesse, Alemania – 22 de marzo de 1832, en
Weimar, Turingia, Alemania) fue un poeta, novelista, dramaturgo y científico
alemán que ayudó a fundar el romanticismo, movimiento al que influenció
profundamente. En palabras de George Eliot fue "el más grande hombre de
letras alemán... y el último verdadero hombre universal que caminó sobre la
tierra". Su obra, que abarca géneros como la novela, la poesía lírica, el drama e
incluso controvertidos tratados científicos, dejó una profunda huella en
importantes escritores, compositores, pensadores y artistas posteriores, siendo
incalculable en la filosofía alemana posterior y constante fuente de inspiración
para todo tipo de obras. Sus ideas acerca de las plantas y la morfología y
homología animal fueron desarrolladas por diversos naturalistas
decimonónicos, entre ellos Charles Darwin. Su apellido da nombre al Goethe-
Institut, organismo encargado de difundir la cultura alemana en todo el mundo.

Contenido

[ocultar]
• 1 Biografía

• 2 Fausto

• 3 Obra

o 3.1 Obra literaria

o 3.2 Obra científica

 3.2.1 Morfología

 3.2.2 La teoría de los colores

• 4 Abreviatura

• 5 Abreviatura

• 6 Véase también

• 7 Referencias

• 8 Bibliografía

o 8.1 Obra propia

o 8.2 Sobre Goethe

• 9 Enlaces externos

[editar] Biografía

El propio Goethe narró su vida en un libro autobiográfico, Poesía y verdad


(1811 y ss.), que llega hasta el año 1775.
Casa natal de Goethe en Fráncfort, reconstruida tras la II Guerra Mundial.

Nació en Fráncfort del Meno (Frankfurt am Main), hijo de Johann Caspar


Goethe, un abogado y consejero imperial que se retiró de la vida pública y
educó a sus hijos él mismo, bajo la máxima de no perder el tiempo en lo más
mínimo, y de Katharina Elisabeth Textor, hija de un antiguo burgomaestre de
Fráncfort. Estas vinculaciones familiares le pusieron en contacto desde el
principio con el patriciado urbano y la vida política.

De inteligencia superdotada, y provisto de una enorme y enfermiza curiosidad,


hizo prácticamente de todo y llegó a acumular una omnímoda o completa
cultura. Primeramente estudió lenguas, aunque sus inclinaciones iban por el
arte y nunca, a lo largo de toda su vida, dejó de cultivar el dibujo; al tiempo
que escribía sus primeros poemas, se interesó por otras ramas del
conocimiento como la geología, la química y la medicina.

Goethe estudió Derecho en Leipzig (1765); allí conoció los escritos de


Winckelmann sobre arte y cultura griegas, pero una grave enfermedad le
obligó a dejar los estudios en 1768 y volver a Fráncfort; Katharina von
Klettenberg, amiga de su madre, le cuidó y le introdujo en el misticismo
pietista, que ponía su énfasis en el sentimiento dentro de la confesión
protestante; por entonces compuso sus primeros poemas. Retomó los estudios
en 1770 en Estrasburgo y los concluyó al año siguiente; esos dos años allí
fueron muy importantes para él: conoció a Friederike Brion, que le inspiró la
mayoría de sus personajes femeninos, y trabó amistad con el teólogo y teórico
del arte y la literatura Johann Gottfried von Herder. Herder le introdujo en la
poesía popular alemana, le descubrió el universo de Shakespeare y le liberó
definitivamente del Neoclasicismo francés y de la confianza en la razón de la
Aufklärung alemana.

Vuelto de nuevo a Fráncfort, escribió la tragedia Götz von Berlichingen (1773) y


al año siguiente su novela Las cuitas del joven Werther (1774) y colaboró con
Herder en la redacción del manifiesto del movimiento Sturm und Drang
(«Tempestad e ímpetu»), considerado el preludio del Romanticismo en
Alemania: Sobre el estilo y el arte alemán (1772). En esta obra se reivindica la
poesía de James MacPherson (Ossian) y de Shakespeare.

La inspiración del Werther la encontró a mediados de 1772 cuando, mientras


era practicante como abogado en el tribunal de Wetzlar, se enamoró de
Charlotte Buff, la novia y prometida de su colega, por esa época también
jurista practicante, Johann Christian Kestner. Concomitantemente, un joven
jurista atormentado por un amor no correspondido se suicidó utilizando una
pistola prestada por Kestner. Estos dramáticos hechos hicieron que Goethe
abandonara finalmente Wetzlar e inspiraron en 1774 la composición de la
novela, en parte epistolar. Las desventuras del joven Werther tuvo un éxito tan
grande y representó tan bien en la figura del protagonista el desencanto de las
jóvenes generaciones que suscitó una epidemia de suicidios adolescentes en el
país.

En la primavera de 1775 Goethe se comprometió con la hija de un banquero de


Fráncfort, Lili Schönemann, compromiso que debido a incompatibilidades
sociales y de estilo de vida de las respectivas familias no llegó a concretarse en
matrimonio. Este noviazgo terminó en el otoño de ese mismo año.

Entre 1772 y 1775 escribió además los dramas Clavijo (1774) y Stella (1775).
Mientras, intentaba abrir con poca fortuna en Fráncfort un bufete de abogado,
y como además había roto su compromiso de matrimonio con Lili
Schömemann, no dudó en 1775 en aceptar la invitación a la Corte de Weimar
de Carlos-Augusto, heredero del ducado de Sajonia-Weimar, y marchó hacia
allá prácticamente huyendo de las dos cosas, de la abogacía y del compromiso
sentimental.
Leyendo el Werther, de Wilhelm Amberg, 1870.

Entró al servicio del príncipe heredero Carlos Augusto y fijó su residencia en


Weimar ya hasta su muerte. Las tareas que éste le encomienda le hacen
abandonar prácticamente la literatura durante casi diez años. Allí Anna Amalia,
madre de Carlos Augusto, que había empezado a crear un círculo de
intelectuales con el preceptor de su hijo, Wieland, lo amplió al incluir en él a
Goethe y posteriormente Herder y Friedrich von Schiller; fugazmente pasaron
también por allí Jakob Michael Reinhold Lenz y Friedrich Maximilian Klinger.
Goethe pasa de ser consejero secreto de legación (1776) a consejero secreto
(1779) y finalmente se convierte en una especie de ministro supremo.

Inicia en esa época sus investigaciones científicas. Interesado por la óptica,


concibió una teoría distinta a la de Isaac Newton sobre los colores y también
investigó en geología, química y osteología, disciplina esta última en que
descubrió el hueso intermaxilar en marzo de 1784, que pone una de las
primeras piedras en la teoría de la evolución del hombre, aunque en esto se le
adelantó por muy poco un anatomista francés, lo que le supuso una gran
frustración. Las cartas a Charlotte von Stein dan fe de esta época de su vida,
envuelta en todo tipo de encargos y gestiones para reformar el muy pequeño y
humilde estado de Weimar.

Desde un puesto tan importante tuvo la oportunidad de relacionarse con la alta


aristocracia y conoció a personajes notables, como Napoleón Bonaparte,
Ludwig van Beethoven, Friedrich von Schiller y Arthur Schopenhauer. En 1782
fue añadida la partícula von a su apellido por el mismo Duque Carlos Augusto
pese a las protestas de la nobleza, para formar parte de la Corte con un cargo
equiparable al de los restantes ministros, pertenecientes todos a ella.

Ingresó en la Masonería el 11 de febrero de 1783, aunque según el escritor


masónico Lorenzo Frau Abrines,1 la fecha de su ingreso es anterior, el 23 de
junio de 1780, dentro de la efímera logia Amalia, que abatió columnas dos años
después. En 1830, dos años antes de su muerte, Goethe compuso un poema
titulado Para la fiesta de San Juan de 1830, en ocasión de celebrarse su
cincuentenario como miembro de la masonería. A su condición de masón y a su
paso por la Masonería, así como a otras aficiones que al parecer cultivó, se
atribuye influencia en su obra, especialmente en Fausto.

Por otra parte, seguía profundizando en el estudio del teatro de William


Shakespeare y de Pedro Calderón de la Barca, algunas de cuyas obras (por
ejemplo, El príncipe constante de Calderón) hace representar con éxito como
encargado del teatro en la Corte de Weimar; en estas funciones empezó a
cartearse con Schiller. Las lecturas teatrales de estos autores amplían
notablemente los horizontes de su espíritu. Le domina además el entusiasmo
ante la falsa poesía céltica de Ossian y escribe un famoso monólogo del gran
dios del Romanticismo, Prometeo, que personificaba el genio rebelde de los
creadores y del cual se sintió justamente orgulloso:

Fue como la mecha que provocara el estallido que descubrió y sacó a plena luz
las más secretas condiciones de hombres dignos. (Poesía y verdad, lib. XV)

Goethe en la campiña romana (1786), por Johann Heinrich Wilhelm Tischbein.


Óleo sobre lienzo, 164 x 206 cm Städelsches Kunstinstitut, Frankfurt.

Así fue en efecto, en lo referido al movimiento conocido como titanismo, uno


de cuyos más preclaros representantes fue Giacomo Leopardi. Merced a
Goethe, Weimar se convirtió en el auténtico centro cultural de Alemania; allí
compuso poemas inspirados por Charlotte von Stein y empezó la redacción de
sus obras más ambiciosas, como sus dramas Ifigenia en Táuride (1787)
Egmont y Fausto, que luego revisaría a fondo tras la profunda impresión que
recibió en su trascendental viaje a Italia (1786–1788), que cambió su
desequilibrada estética romántica por el equilibrio clásico. Empezó en Venecia,
donde compuso sus Epigramas venecianos, y terminó en Roma, donde estudió
la cultura grecolatina a fondo; de esta época son sus Elegías romanas. El viaje
a Italia supone el comienzo de su periodo clásico.

Sin embargo, a su regreso a Weimar en 1788 se encuentra una gran oposición


a su nueva estética; es más, se forma un cierto escándalo cuando llega a
divulgarse que desde ese mismo año vive amancebado con una jovencita,
Christiane Vulpius (1765–1816), que le dio al año siguiente un hijo, Julius
August Walther von Goethe (1789–1830); cuatro abortos sucesivos posteriores
inducen a creer que entre ambos había incompatibilidad de grupos sanguíneos,
en aquella época desconocida. Goethe legitimó a su único hijo en 1800.
Wartburg mit Mönch und Nonne (Wartburg con un monje y una monja) pintado
por Goethe. Obra datada el 14 de diciembre de 1807.

No abandonó completamente su pretensión de labrarse una carrera científica.


En Zur Farbenlehre, 1810, intentó refutar con poca fortuna la teoría de los
colores de Newton. En el primer volumen de esta obra se halla la que es sin
duda la primera historia comprensiva de la ciencia.

Dirigió el Teatro ducal entre 1791 y 1813 y con motivo de este cargo conoció
en 1794 al dramaturgo Friedrich von Schiller, con el que sostuvo una luenga
amistad y cierta correspondencia epistolar hasta la muerte de éste en 1805.
Schiller publicó las hasta entonces inéditas Elegías romanas de Goethe en su
periódico, Las Horas, en 1795. También imprimió la novela Los años de
aprendizaje de Wilhelm Meister (1796) y la novela en verso Hermann y
Dorothea (1798). Schiller incitó a Goethe a que prosiguiera en la gran obra de
su vida, el Fausto, poema que no paraba de corregir y ampliar y cuya primera
versión apareció en 1808. Desde dos años antes se hallaba ya casado con
Christiane Vulpius, quizá para acallar a quienes criticaban su estilo de vida. El
hecho más importante quizá de esta época de su vida es su entrevista en
Erfurt con Napoleón I en 1808, cuando el ejército francés ocupaba parte del
territorio prusiano en el marco de las guerras Napoleónicas.

La Revolución francesa supuso para Goethe un gran trastorno; algunos de sus


epigramas venecianos ya tratan este tema, pero como su pensamiento se
hallaba por completo imbuido del equilibrio y armonía del clasicismo y veía el
ser como una totalidad orgánica a partir de la filosofía de Kant, el desarrollo de
la revolución y el cambio provocado por la violencia le parecían una atrocidad.
Eso se plasmó en algunas obras de entonces, como la colección de novelitas
breves Conversaciones de emigrados alemanes (1795), la obra épica Germán y
Dorotea (1797) y la tragedia La hija natural (1799 y ss.). Algo después
aparecen las novelas de madurez: Las afinidades electivas (1809) y Los años
de peregrinaje de Wilhelm Meister (1821, revisado en 1829), así como un diario
de su viaje por Italia, Viajes italianos (1816), su autobiografía Poesía y verdad
en varias entregas (1811–1833) y un poemario, Diván de Oriente y Occidente
(1819), donde se deja sentir algo el influjo de la poesía oriental. Goethe murió
en Weimar el 22 de marzo de 1832. La versión final de su gran poema coral
Fausto apareció póstuma ese mismo año.

En cuanto a su carrera literaria, Goethe la inició en el seno de un exasperado


Romanticismo deudor del Sturm und Drang, cuya obra más representativa se
encargó de escribir él mismo: Las cuitas del joven Werther. El viaje a Roma
supuso para él ir arrinconando esa estética en una evolución que le hizo al
cabo renegar del Romanticismo e identificarse con el equilibro clásico
grecolatino, lo que puso fin a su tormentosa vida interior. Fue esa la revelación
del Clasicismo, verdadera raíz con la que podía identificarse la cultura
alemana. «Ahora comprendo el sentido del mármol», escribirá en una de sus
Elegías romanas.

De ese viaje por Italia son fruto también los Epigramas venecianos, entre los
cuales hay algunas meditaciones profundas sobre la contemporánea
Revolución francesa o el significado de la vida y de la cultura. La postura
política de Goethe es sin embargo conservadora: «prefiero la injusticia al
desorden», escribirá. Eso le supuso algunos recelos por parte de otros artistas
a los que no les importaba en lo más mínimo no acordarse con su contexto
social, como por ejemplo Beethoven. En las dos versiones de su complejo y
grandioso Fausto se encuentra el último mito que fue capaz de engendrar la
cultura europea, el de cómo la grandeza intelectual y la sed omnímoda de
saber pueden, sin embargo, engendrar la miseria moral y espiritual. Por otra
parte, en la lectura y estudio de Spinoza encuentra también un consuelo al
desequilibrio romántico que le embargaba, como cuenta en Poesía y verdad,
donde se extiende en comentar especialmente su frase de que «quien bien
ama a Dios, no debe exigir que Dios le ame a él».

Goethe disfrutó ya en vida de fama, respeto, prestigio y admiración. Delacroix


le retrató en una litografía en 1827, aparte de ilustrar Fausto y Götz von
Berlichingen. Por ello, fueron muchos los jóvenes de su época que quisieron
conocerlo en persona o, cual se suele pedantescamente decir: vera effigies.
Por otra parte, su secretario, Eckermann, anotaba cuidadosamente sus
conversaciones con el maestro a lo largo de los años y escribió unas
Conversaciones con Goethe, donde aparecen reflejadas las opiniones que en
sus últimos años sostuvo sobre esas visitas y también sobre todo lo divino y lo
humano.
Complejo de Edipo
De Wikipedia, la enciclopedia libre
Saltar a navegación, búsqueda
Para otros usos de este término, véase Edipo (desambiguación).
Forbas, el reponsable de los rebaños del rey Pólibo de Corinto rescata y salva la vida del
lactante Edipo en Citerón. Escultura de Antoine-Denis Chaudet

En psicoanálisis, el complejo de Edipo, a veces también denominado conflicto edípico, se


refiere al agregado complejo de emociones y sentimientos infantiles caracterizados por la
presencia simultánea y ambivalente de deseos amorosos y hostiles hacia los progenitores.1
Se trata de un concepto central de la teoría psicoanalítica de Sigmund Freud, expuesto por
primera vez dentro de los marcos de su primera tópica. En términos generales, Freud define
el complejo de Edipo2 como el deseo inconsciente de mantener una relación sexual
(incestuosa) con el progenitor del sexo opuesto y de eliminar al padre del mismo sexo
(parricidio).

El complejo de Edipo es la «representación inconsciente a través de la que se expresa el


deseo sexual o amoroso del niño».3 Freud describe dos constelaciones distintas en las que
se puede presentar el conflicto edípico:

• Complejo de Edipo positivo: odio o rivalidad hacia el progenitor del mismo sexo y
atracción sexual hacia el progenitor del sexo opuesto.
• Complejo de Edipo negativo: amor hacia el progenitor del mismo sexo, así como
rivalidad y rechazo hacia el progenitor del sexo opuesto.1
La teoría de Freud distingue en el desarrollo psicosexual de los niños tres etapas
principales: la oral, la anal y la fálica. El período de manifestación del complejo de Edipo
coincide con la llamada fase fálica (pregenital) del desarrollo de la libido, es decir
aproximadamente entre los 3 y los 6 años de edad y se acaba con la entrada en el período de
latencia. De acuerdo con la teoría freudiana, el complejo se revive en la pubertad y esta
reaparición declinaría a su vez con la elección de objeto, que abre paso a la sexualidad
adulta.

Contenido
[ocultar]

• 1 Importancia del concepto para el psicoanálisis


• 2 Historia del complejo de Edipo
• 3 Implicaciones del complejo de Edipo
• 4 Solución del conflicto
• 5 Crítica y recepción
• 6 Véase también
• 7 Referencias
• 8 Bibliografía

• 9 Enlaces externos

[editar] Importancia del concepto para el psicoanálisis


El complejo de Edipo es considerado la piedra angular de la teoría de Freud. Es un
concepto clave del psicoanálisis y sus derivados actuales tanto como fundamento de la
teoría, como construcción explicativa en la clínica:

• Para la teoría, porque constituye el eje central de la teoría pulsional y de la


metapsicología con la que Freud pretende explicar el funcionamiento psíquico y la
estructuración de la personalidad;
• para la clínica, debido a que del desarrollo, evolución y forma de resolución de la
conflictiva edípica derivará la estructura y la forma en que se presentarán los
síntomas en las distintas modalidades patológicas.

Por eso el complejo de Edipo es una idea tan central para el psicoanálisis como lo es la
universalidad de la prohibición del incesto y constituye un correlato del complejo de
castración.3

La historia del psicoanálisis en su conjunto está fuertemente ligada a la historia del


complejo de Edipo y a las discusiones en torno a su significación. El concepto también ha
suscitado desde su origen muchas críticas, tanto internas al psicoanálisis como desde otras
disciplinas y corrientes teóricas.
[editar] Historia del complejo de Edipo

Edipo se arranca los ojos en la tragedia de Sófocles. (Foto teatral).

El concepto fue desarrollado por Sigmund Freud, quien se inspiró para su denominación en
el mito de Edipo de la mitología griega clásica, más precisamente, en la versión que entrega
Sófocles en la tragedia Edipo Rey: Edipo es el hijo de Layo y Yocasta. Layo, para evitar
que se cumpla el horrible destino que el oráculo le ha anunciado (que va a ser asesinado por
su propio hijo), entrega a Edipo recién nacido a un sirviente para que lo abandone en un
cerro de Citerón. Desobedeciendo al rey, el sirviente lo entrega a un pastor, quien lo acoje y
finalmente lo entrega al rey de Corinto, Pólibo y su esposa Mérope, quienes lo adoptan, le
dan un nombre (Edipo significa «pies hinchados») y lo crían cual si fuera su propio hijo.
Sin embargo el joven Edipo, al escuchar rumores acerca de que el rey y la reina no son sus
padres, consulta al oráculo de Delfos, quien le revela que su destino será dar muerte a su
propio padre y que se casará con su madre. En efecto, Edipo asesina a Layo y se casa con
Yocasta para más tarde descubrir la desastrosa verdad de que son sus padres. Cuando
Yocasta descubre que Edipo es su hijo se suicida. Edipo, incapaz de soportar el horror que
el parricidio y el incesto le provocan, se saca los ojos y en total humillación, abandona la
ciudad para vagar como un pordiosero por toda Grecia, atendido por su hija Antígona.

La primera vez que el complejo de Edipo aparece mencionado en la obra freudiana es en


1910,4 aunque existen razones para suponer que cuando Freud se refiere en 1908 a los
“conflictos nucleares” (Kernkonflikte)5 ya está aludiendo a la conflictiva edípica.

Carl G. Jung desarrolló de forma análoga el «complejo de Electra» describiéndolo como la


atracción sexual inconsciente que siente una niña hacia su padre. Freud nunca aceptó esta
idea de Jung porque se contraponía con las teorías que él venía desarrollando,
particularmente en dos aspectos:
• La importancia que tiene para la niña la inclinación inicial por la madre (en la fase
preedípica) y
• la preponderancia central del falo en el desarrollo de los sujetos de ambos sexos en
la fase fálica del desarrollo libidinal.6

En la teoría freudiana el complejo de Edipo es un fenómeno que aparece en el desarrollo de


todos los seres humanos, tanto en el sexo masculino como en el femenino. Esto no
significa, sin embargo, que tenga igual evolución en ambos sexos: para Freud el complejo
de Edipo femenino no es simétrico al del niño.

Tótem y tabú (1913). Freud argumenta aquí la universalidad del complejo de Edipo.

Se trata además de un fenómeno universal, que ocurre con independencia de factores como
la educación, la pertenencia étnica o la cultura. Freud desarrolla esta idea en su obra Tótem
y tabú7 sirviéndose de una metáfora, de una suerte de "mito científico" propio, para
argumentar la universalidad del complejo de Edipo. Freud plantea el escenario en que
podría haberse instaurado el tabú del incesto e inaugurado la cultura: En una época
indeterminada de las hordas primitivas, los hombres vivían en pequeñas agrupaciones
dominadas por un macho poderoso y tiránico (el padre) que tenía el privilegio de poseer a
las hembras. Un día los machos jóvenes de la horda primitiva deciden rebelarse contra el
padre, lo asesinan y se comen su cadáver. La cena totémica habría involucrado además una
dimensión simbólica muy importante: no sólo se habrían comido el cuerpo, sino que
principalmente también sus atributos espirituales, lo que da por resultado una identificación
con el padre. El arrepentimiento y los sentimientos de culpa que surgieron tras el asesinato
los llevaron a instaurar un nuevo orden social basado en la exogamia, es decir, en la
prohibición (o tabú) de poseer a las mujeres del clan, al tiempo que instauraron el
totemismo (tabuización de dar muerte al tótem (figura que sustituye simbólicamente al
padre). El padre asesinado, sin embargo, tiene más poder y autoridad que el padre vivo,
concluye Freud, puesto que la obediencia retroactiva que se le presta se basa en el
sentimiento de culpa. Las prohibicioes del totemismo (el incesto y matar al tótem)
representan los dos deseos inconscientes centrales del conflicto edípico. Concluye Freud en
esta obra que el complejo de Edipo es la condición central del totemismo, por lo tanto,
universal y fundante de la cultura en cualquier sociedad de seres humanos.

[editar] Implicaciones del complejo de Edipo


La conflictiva edípica debe ser cancelada (no necesariamente por el mecanismo psíquico de
la represión) para posibilitar el desarrollo de la sexualidad del niño. En el inconsciente se
pone en funcionamiento el llamado complejo de castración, que aporta al niño una
respuesta rudimentaria al enigma que le plantea la diferencia anatómica de los dos sexos
(posesión o privación del pene), que el niño atribuye al cercenamiento del pene en la niña.
El niño teme el cercenamiento del pene como castigo por sus deseos incestuosos y
actividades sexuales, lo cual le provocará una intensa angustia de castración. En la niña, la
ausencia de pene es percibida como un daño que, según el psicoanálisis, ella misma
intentará negar, compensar o reparar durante su desarrollo. Según Freud, mientras el
complejo de castración posibilita la salida del complejo de Edipo en el niño (el niño
descubre que la madre está castrada y depone sus deseos incestuosos por temor a la
castración) representa para la niña la entrada al complejo de Edipo, es decir la niña se
dirigiría hacia el padre en busca del falo faltante en la madre.8

El interés del niño por los genitales desaparece durante el período de latencia y reaparece
con la pubertad. Cuando ve la falta en una niña, advierte la posibilidad de la castración pero
la amenaza adquiere su efecto con posterioridad (nachträglich, en el original en alemán).

[editar] Solución del conflicto

Salida del complejo de Edipo en la niña: Recibir de regalo un hijo del padre. (Foto:Ross
Gorman e hija, aprox. 1920).

Se sustituye la investidura de objeto por la identificación, se introyecta a la autoridad del


padre y se forma el núcleo del Superyó, que severamente prohíbe el incesto y el retorno de
las investiduras de objeto. Las aspiraciones libidinales son desexualizadas y sublimadas por
una parte, e inhibidas en sus metas y mudadas en mociones tiernas, por otra parte. Con esto
se da inicio al periodo de latencia. En rigor, el complejo de Edipo no es objeto de la
represión, sino que más bien opera una cancelación y destrucción del complejo.

La niña percibe inicialmente que su clítoris es un pene pequeño que ya crecerá pero, al
advertir que las mujeres adultas no poseen pene, intuye que ha sido castrada. El Superyó se
instituye como resultado de la educación y el amedrentamiento externo. La niña se acerca
al padre en busca de lo que la madre no tiene. Simbólicamente el falo pasa del pene al hijo,
su complejo culmina en el deseo del recibir de regalo un hijo de su padre, el cual
permanece en lo inconsciente como el del pene y constituye la base para su futura función
sexual.

En la generalidad de los casos, el niño trata, en su deseo de superarlo, de parecerse a su


rival. Acaba entonces por identificarse con él, en una especie de solidaria convivencia, en la
que el padre se vuelve un modelo para el niño. Lo mismo ocurre, aunque no de manera
simétrica, entre la niña y su madre.

[editar] Crítica y recepción


El concepto original de Freud ha sido recogido y aplicado con distintos matices y
modificaciones por diversas orientaciones del psicoanálisis, como asimismo por otras
escuelas psicológicas ajenas a éste, ya sea como modelo explicativo válido del desarrollo
psicosexual del niño o bien como elemento estructural de la formación de la personalidad.

El primer desarrollo ulterior divergente de la teoría original de Freud es el de Carl Jung con
la introducción en 1913 del complejo de Electra en Ensayo de exposición de la teoría
psicoanalítica. En este período Jung critica a Freud por centrar demasiado los
descubrimientos del complejo de Edipo en las experiencias de su propia persona y aboga
además por la desexualización de la teoría. Es en este contexto que se produce la ruptura
definitiva.

A pesar de que la mayor parte de los psicoanalistas freudianos no acepten la denominación


jungiana de «complejo de Electra», todos coinciden en la importancia de diferenciar estos
procesos en el niño y en la niña, ya que por sus distintos rasgos y posesiones deben ser
tratados de forma distinta entre uno y otra.

Jacques Lacan hace una lectura diferente del concepto freudiano y lo reconstruye en varios
aspectos esenciales. Lacan destaca que Freud se basó en un mito, es decir no en un hecho,
sino en una ficción, en algo que ocurre no en la esfera de lo real, sino en el ámbito de lo
simbólico, es decir, en algo que sucede en el lenguaje. Para Lacan el padre que juega un
papel en el complejo de Edipo no es un padre real sino que es una función: la función
paterna, un lugar en la estructura que puede ser ocupado por otros representantes, no
necesariamente el padre real. Lo que resulta relevante para Lacan es la ficción de una
instancia que representa la ley (es decir la prohibición del incesto). Lacan denomina a esta
instancia el Gran Otro y puede estar asumida por diversas figuras de la autoridad (jueces,
policías, maestros, profesores, clérigos, etc.). Es el momento de la subordinación del niño a
esta instancia lo que permite su entrada en el orden de lo simbólico, es decir del lenguaje,
del discurso del mundo social y de sus normas. Para Lacan la salida del complejo de Edipo
es entonces la renuncia a la madre y el comienzo de los intentos de llenar ese lugar
estructural de la falta con otros «objeto causa del deseo» (también denominado «pequeño
otro» u «objeto a»).

Melanie Klein recoge algunos aspectos de la descripción freudiana del concepto, pero sitúa
el Edipo en el primer año de vida del niño, postulando además que la fase tiene un trascurso
similar en ambos sexos. Para Melanie Klein, la relación con el pecho materno sería el factor
fundamental que rige todo el desarrollo psicosexual del niño. Son las relaciones de
satisfacción y frustración experimentadas con este primer objeto las que permiten orientar
el deseo hacia nuevos objetos, en su teoría, primeramente hacia el pene del padre. Pero la
frustración inevitable que representa este objeto haría que el lactante regresara al objeto
primario. De este modo, el pecho y el pene constituyen los primeros objetos de deseo oral
del lactante. Los seres humanos contarían, de acuerdo con su teoría, con un saber congénito
acerca de la existencia del pene y la vagina. El Edipo se configura porque el lactante desea
una satisfacción constante, por lo que al no obtenerla, aparecería la frustración y la
agresión. Ocurriría entonces una idealización del pecho bueno (la madre buena) y una
dirección de la agresión hacia el pecho malo, que se transformará en el prototipo de todas
las relaciones objetales frustrantes posteriores.

La teoría ha sido también muy fuertemente criticada al interior del psicoanálisis. Por
ejemplo, en la interpretación que Erich Fromm hace del complejo de Edipo freudiano, el
Edipo no se trataría en primera línea de un conflicto desencadenado por deseos incestuosos.
Si bien Fromm reconoce que la estructura descubierta por Freud es contrastable con
fenómenos que ocurren en la realidad del desarrollo infantil, eso no tendría necesariamente
que ver con la sexualidad. El centro y origen del odio y rivalidad con el padre estarían
determinados, según este autor, por la rebelión contra la autoridad paterna y las estructuras
sociales patriarcales que representa.

Asimismo, la psicoanalista alemana Karen Horney hace una crítica profunda a las ideas que
sostienen el concepto freudiano, planteando que la envidia del pene constituye una ofensa a
las mujeres.9

La universalidad cultural del complejo de Edipo también ha recibido objeciones desde otras
disciplinas y por investigadores ajenos al psicoanálisis. Es así como Bronislaw Malinowski,
antropólogo británico de origen polaco y fundador de la antropología funcionalista, intentó
refutar la pretendida universalidad con datos empíricos. Mostró, por ejemplo, como entre
los habitantes de las Islas Trobriand en Papúa Nueva Guinea un niño era una criatura de su
madre y del espíritu de sus ancestros, quedando vacío el lugar del padre. El tabú del incesto
estaba allí referido a la hermana y no a la madre. En respuesta a esta crítica desde la
antropología, Ernest Jones defendió en su momento de manera ortodoxa la validez
universal del complejo de Edipo aduciendo que en el sistema matriarcal de los
trobriandeses lo que existía era una negación del rol del padre en la reproducción y un
desplazamiento hacia la figura del tío.10 Hasta hoy la discusión continúa y el problema no
ha podido ser zanjado de manera definitiva, ni por parte del psicoanálisis, ni por parte de la
antropología.
Complejo de Electra
De Wikipedia, la enciclopedia libre
Saltar a navegación, búsqueda
Complejo de Electra es el término propuesto por Carl Gustav Jung en 1912 para designar
la contrapartida femenina del complejo de Edipo.1 Consiste en una atracción afectiva de la
niña en la figura del padre. El complejo de Electra es un concepto psicológico que procura
explicar la maduración de la mujer.

Según Jung, el Complejo de Electra es algo muy común a todas las niñas en algún
momento de la infancia aunque, en algunas ocasiones, va más allá. La fijación afectiva o
enamoramiento hacia el padre puede generar una situación de rivalidad con la madre. Se
supone que es una dinámica normal en el desarrollo de las pequeñas, que puede observarse
a partir de los 3 años y que en un plazo de dos años suele resolverse de forma natural.

Al contrario que en los niños, esta circunstancia es menos clara y pasa más inadvertida
puesto que las niñas tienen un vínculo muy estrecho con las madres, lo que les dificulta
mantener la competitividad con esta.

En las manifestaciones mejor resueltas se produce una predilección de la niña hacia su


progenitor. Sin embargo, en los casos patológicos se puede producir lo contrario: que la
niña rechace al padre al sentirse defraudada por haberla rechazado.

Contenido
[ocultar]

• 1 Origen del nombre


• 2 Formas de actuación
• 3 Véase también
• 4 Referencias

• 5 Bibliografía

[editar] Origen del nombre


Según la mitología griega, Electra, hija de Agamenón (rey de Micenas) y Clitemnestra,
vengó a su padre, quien fuera asesinado por Egisto, amante de Clitemnestra, o en otros
mitos, por la misma Clitemnestra. Electra animó a su hermano Orestes para que diera
muerte a su madre y a Egisto, asesinos del padre de ambos.

[editar] Formas de actuación


En parte es lógico que la niña llegue a decir que se quiere “casar con papá”, porque es su
referencia amorosa al ser el único hombre que conoce y que, por imitación a su madre,
desea lo mismo. Por ello, los padres deben hacerle entender que no tiene sentido y que no
es lo que realmente quiere. Además, no deben ser seductores y tienen que establecer una
barrera generacional; sólo así se podrán determinar los roles parentales.
Si todo se desarrolla bien, la niña asume su derrota, reconoce que la madre es la preferida, y
se dispondrá a buscar otro amor. Por el contrario, si no se rinde a esta evidencia se puede
generar una anomalía patológica. De ahí que para poder curarse en el tratamiento
psicoterapéutico la afectada debe aceptar su atracción y superarla.

No obstante, actualmente apenas se ven casos así en la clínica. Se producían muchos más
en los siglos XIX y XX, debido a la represión sexual, lo cual hace sospechar que hay un
factor cultural importante.

Marxismo
De Wikipedia, la enciclopedia libre
Saltar a navegación, búsqueda
El marxismo es el conjunto de doctrinas políticas y filosóficas derivadas de la obra de Karl
Marx, filósofo y periodista revolucionario alemán, quien contribuyó en campos como la
sociología, la economía y la historia, y de su amigo Friedrich Engels, quien le ayudó en
muchas de sus teorías.

Para distinguir la doctrina inicial de las corrientes derivadas, al marxismo propuesto por
Marx y Engels se ha denominado históricamente como socialismo científico.

Contenido
[ocultar]

• 1 Las raíces filosóficas del marxismo


• 2 Influencias intelectuales en Marx y Engels
• 3 La concepción materialista de la historia
• 4 La economía marxista
• 5 Análisis de clases
• 6 El marxismo y la religión
• 7 Partidos, movimientos y gobiernos inspirados en el marxismo
• 8 Críticas al marxismo
o 8.1 La crítica liberal
o 8.2 La crítica anarquista colectivista
• 9 Véase también
• 10 Referencias
• 11 Bibliografía

• 12 Enlaces externos

Las raíces filosóficas del marxismo


Primera edición del Manifiesto del Partido Comunista.

Marx tuvo dos grandes influencias filosóficas: la de Feuerbach, que le aportó y afirmó su
visión materialista de la historia, e indudablemente la de Hegel que inspiró a Marx acerca
de la aplicación de la dialéctica al materialismo. Aunque para su trabajo de disertación
doctoral eligió la comparación de dos grandes filósofos materialistas de la antigua Grecia,
Demócrito y Epicuro, Marx ya había hecho suyo el método hegeliano, su dialéctica. Ya en
1842 había elaborado su Crítica de la filosofía del derecho de Hegel desde un punto de
vista materialista. Pero a principios de la década del 40, otra gran influencia filosófica hizo
efecto en Marx: Feuerbach. Especialmente con su obra La esencia del cristianismo. Tanto
Marx como Engels abrazaron la crítica materialista de Feuerbach al sistema hegeliano,
aunque con algunas reservas. Según Marx, el materialismo feuerbachiano era inconsecuente
en algunos aspectos, idealista. Fue en las Tesis sobre Feuerbach (Marx, 1845) y La
ideología alemana (Marx y Engels, 1846) donde Marx y Engels ajustan sus cuentas con sus
influencias filosóficas y establecen las premisas para la concepción materialista de la
historia.

Si en el idealismo de Hegel la historia era un devenir contradictorio que reflejaba el


autodesarrollo de la Idea Absoluta, en Marx son el desarrollo de las fuerzas productivas y
de las relaciones de producción las que determinan el curso del desarrollo socio-histórico.
Para los idealistas el motor de la historia era el desarrollo de las ideas. Marx expone la base
material de esas ideas y encuentra allí el hilo conductor del devenir histórico.

Influencias intelectuales en Marx y Engels


Marx y Engels se basaron en la filosofía alemana de Hegel y de Feuerbach, la economía
política inglesa de Adam Smith y de David Ricardo, y el socialismo y comunismo francés
de Saint-Simon y Babeuf respectivamente, para desarrollar una crítica de la sociedad que
fuera tanto científica como revolucionaria. Esta crítica alcanzó su expresión más
sistemática en su obra más importante dedicada a la sociedad capitalista, El capital: crítica
de la economía política.

Además de las raíces mencionadas, algunos pensadores marxistas del siglo XX, como
Louis Althusser o Miguel Abensour, han señalado en la obra de Marx, el desarrollo de
temas presentes en la obra de Maquiavelo o Spinoza. También diversos sociólogos y
filósofos, como Raymond Aron y Michel Foucault, han rastreado en la visión marxista del
final del feudalismo como comienzo del absolutismo y la separación del Estado y la
sociedad civil, la influencia de Montesquieu y Tocqueville, en particular en sus obras sobre
el bonapartismo y la lucha de clases en Francia.

Karl Marx.

La concepción materialista de la historia


Ver materialismo histórico

Marx resumió la génesis de su concepción materialista de la historia en Contribución a la


crítica de la economía política1 (1859):

El primer trabajo emprendido para resolver las dudas que me azotaban, fue una revisión crítica de la
filosofía hegeliana del derecho, trabajo cuya introducción apareció en 1844 en los “Anales
francoalemanes”, que se publicaban en París. Mi investigación me llevó a la conclusión de que,
tanto las relaciones jurídicas como las formas de Estado no pueden comprenderse por sí mismas ni
por la llamada evolución general del espíritu humano, sino que, por el contrario, radican en las
condiciones materiales de vida cuyo conjunto resume Hegel siguiendo el precedente de los ingleses
y franceses del siglo XVIII, bajo el nombre de “sociedad civil”, y que la anatomía de la sociedad
civil hay que buscarla en la economía política.

En Bruselas a donde me trasladé a consecuencia de una orden de destierro dictada por el señor
Guizot proseguí mis estudios de economía política comenzados en París. El resultado general al que
llegué y que una vez obtenido sirvió de hilo conductor a mis estudios puede resumirse así: en la
producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e
independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada
de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción
forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la
superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia
social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y
espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el
contrario, el ser social es lo que determina su conciencia.

Al llegar a una fase determinada de desarrollo las fuerzas productivas materiales de la sociedad
entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la
expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto
hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en
trabas suyas, y se abre así una época de revolución social.

Al cambiar la base económica se transforma -más o menos rápidamente- toda la inmensa


superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas transformaciones hay que distinguir
siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que
pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas,
religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra las formas ideológicas en que los hombres
adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos
juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de
transformación por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por
las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas
sociales y las relaciones de producción.

Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que
caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más elevadas relaciones de producción antes de
que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad
antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar,
porque, mirando mejor, se encontrará siempre que estos objetivos sólo surgen cuando ya se dan o,
por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización. A grandes rasgos,
podemos designar como otras tantas épocas de progreso en la formación económica de la sociedad
el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués.

Las relaciones burguesas de producción son la última forma antagónica del proceso social de
producción; antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que
proviene de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se
desarrollan en la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la
solución de este antagonismo. Con esta formación social se cierra, por lo tanto, la prehistoria de la
sociedad humana.

La economía marxista
En su labor política y periodística Marx y Engels comprendieron que el estudio de la
economía era vital para conocer a fondo el devenir social. Fue Marx quien se dedicó
principalmente al estudio de la economía política una vez que se mudó a Londres. Marx se
basó en los economistas más conocidos de su época, los británicos, para recuperar de ellos
lo que servía para explicar la realidad económica y para superar críticamente sus errores.
Vale aclarar que la economía política de entonces trataba las relaciones sociales y las
relaciones económicas considerándolas entrelazadas. En el siglo XX esta disciplina se
dividió en dos.

Marx siguió principalmente a Adam Smith y a David Ricardo al afirmar que el origen de la
riqueza era el trabajo y el origen de la ganancia capitalista era el plustrabajo no retribuido a
los trabajadores en sus salarios. Aunque ya había escrito algunos textos sobre economía
política ( Trabajo asalariado y capital1 de 1849, Contribución a la Crítica de la Economía
Política1 de 1859, Salario, precio y ganancia1 de 1865) su obra cumbre al respecto es El
Capital.

El capital ocupa tres volúmenes, de los cuales sólo el primero (cuya primera edición es de
1867) estaba terminado a la muerte de Marx. En este primer volumen, y particularmente en
su primer capítulo (Transformación de la mercancía en dinero), se encuentra el núcleo del
análisis marxista del modo de producción capitalista. Marx empieza desde la "célula" de la
economía moderna, la mercancía. Empieza por describirla como unidad dialéctica de valor
de uso y valor de cambio. A partir del análisis del valor de cambio, Marx expone su teoría
del valor, donde encontramos que el valor de las mercancías depende del tiempo de trabajo
socialmente necesario para producirlas. El valor de cambio, esto es, la proporción en que
una mercancía se intercambia con otra, no es más que la forma en que aparece el valor de
las mercancías, el tiempo de trabajo humano abstracto que tienen en común. Luego Marx
nos va guiando a través de las distintas formas de valor, desde el trueque directo y
ocasional hasta el comercio frecuente de mercancías y la determinación de una mercancía
como equivalente de todas las demás (dinero).

Así como un biólogo utiliza el microscopio para analizar un organismo, Marx utiliza la
abstracción para llegar a la esencia de los fenómenos y hallar las leyes fundamentales de su
movimiento. Luego desanda ese camino, incorporando paulatinamente nuevo estrato sobre
nuevo estrato de determinación concreta y proyectando los efectos de dicho estrato en un
intento por llegar, finalmente, a una explicación integral de las relaciones concretas de la
sociedad capitalista cotidiana. En el estilo y la redacción tiene un peso extraordinario la
herencia de Hegel.

La crítica de Marx a Smith, Ricardo y el resto de los economistas burgueses residen en que
su análisis económico es ahistórico (y por lo tanto, necesariamente idealista), puesto que
toman a la mercancía, el dinero, el comercio y el capital como propiedades naturales
innatas de la sociedad humana, y no como relaciones sociales productos de un devenir
histórico y, por lo tanto, transitorias. Junto con la teoría del valor, la ley general de la
acumulación capitalista, y la ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia, son otros
elementos importantes de la economía marxista.

Análisis de clases
Los marxistas consideran que la sociedad capitalista se divide en clases sociales, de las que
toman en consideración principalmente dos:
• La clase trabajadora o proletariado: Marx definió a esta clase como
«los individuos que venden su mano de obra y no poseen los medios de
producción», a quienes consideraba responsables de crear la riqueza de una
sociedad (edificios, puentes y mobiliario, por ejemplo, son construidos
físicamente por miembros de esta clase; también los servicios son prestados
por asalariados). El proletariado puede dividirse, a su vez, en proletariado
ordinario y lumpenproletariado, los que viven en pobreza extrema y no
pueden hallar trabajo lícito con regularidad. Éstos pueden ser prostitutas,
mendigos o indigentes.
• La burguesía: quienes «poseen los medios de producción» y emplean
al proletariado. La burguesía puede dividirse, a su vez, en la burguesía muy
rica y la pequeña burguesía: quienes emplean la mano de obra, pero que
también trabajan. Éstos pueden ser pequeños propietarios, campesinos
terratenientes o comerciantes.

Para el marxismo, el comunismo sería una forma social en la que la división en clases
habría terminado, la estructura económica sería producto de «la asociación de los
productores libres», y la producción y distribución de los bienes se efectuaría según el
criterio «de cada cual de acuerdo a su capacidad; para cada cual según sus necesidades».

El marxismo y la religión
El marxismo ha sido tradicionalmente opuesto a todas las religiones. Marx escribió al
respecto que "el fundamento de la crítica irreligiosa es: el ser humano hace la religión; la
religión no hace al hombre" y la frase cuyo final se haría célebre:

La miseria religiosa es, por una parte, la expresión de la miseria real y, por la otra, la protesta contra
la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin
corazón, así como es el espíritu de una situación carente de espíritu. Es el opio del pueblo.2

La referencia al opio ha prestado a una interpretación vulgar ya que éste no es -como suele
suponerse- un estupefaciente ni tampoco un alucinógeno, sino un narcótico analgésico. Este
equívoco del lector contemporáneo ha derivado en una confusión frecuente respecto de la
sentencia marxista. La cita completa revela el por qué de la referencia a un opiáceo: jamás
pretende que la religión se considere una forma de degradación intelectual ni tampoco una
mera ilusión generada por las clases dominantes (interpretación no marxista que suprimiría
la idea que éste tenía de la ideología, esto es, la ilusión de universalidad dentro de cada
clase), sino que la religión sea, por el contrario, el anestésico necesario de la sociedad
entera frente a la alienación social y de las clases oprimidas frente a sus condiciones
materiales de existencia.

En Marx, la crítica de la religión no es una defensa del ateísmo, sino la crítica de la


sociedad que hace necesaria a la religión. La supresión de estas condiciones y la realización
plena de la comunión humana se desvincula de la condición biológica, proyectándose "al
cielo" como intervención divina en una parusía futura, particularmente en el especial caso
del cristianismo,3 en vez de construirse políticamente mediante la abolición de la propiedad
privada y la división del trabajo. El fundamento filosófico del rechazo marxista de la
religión ha estado vinculado al desarrollo del materialismo dialéctico por parte de Engels y
Lenin.

En cualquier caso, ha habido diversos teóricos que consideran que ser marxista y religioso
es compatible. Dentro de ellos se puede señalar al irlandés James Connolly y a diversos
autores dentro de la teología de la liberación como Camilo Torres y Leonardo Boff. Pero la
crítica teórica hacia cualquier religión se basa en que ésta es concebida como el resultado
de la producción de la superestructura de la sociedad, es decir, de la fabricación de ideas
ideológicas que se hace una sociedad sobre sus propios modos de producción económicos.
Así, la religión siempre es una concepción de ideas políticas que tienden a reafirmar la
estructura económica existente. Los textos marxistas donde se puede encontrar información
sobre la concepción marxista de la religión son: La ideología alemana de Marx y Engels, y
La filosofía como arma de la revolución de Louis Althusser. Marx describe a la religión
como un ente alienador, el cual le pone como meta alcanzar a Dios, situación imposible
para un humano pues Dios es la esencia humana deificada, es decir: la humanidad le ha
dado sus mejores características a Dios. La religión haría conformista al hombre y lo
obligaría a no luchar en este mundo, pues este es solo un preludio del verdadero. La síntesis
cristiano-marxista de los teólogos de la liberación replica que el marxismo no implica este
aserto y que, de ser así, también las clases dominantes impregnadas de espíritu religioso
serían conformistas respecto de su existencia material e incluso serían pasivas frente a un
conflicto con otras clases sociales. Para estos, en cambio, la religión -y en particular la
cristiana- siempre exige una lucha en este mundo en función de una comunidad religiosa:
sea con o sin clases dependiendo de cómo se la entienda políticamente. Debe recordarse
que para el catolicismo la resurrección es el regreso al edén en la tierra y que, aunque
dependa de Dios, ningún esfuerzo individual tendría sentido si estuviera coronado por una
muerte sin retorno (incluso si la realización plena de la humanidad pudiera hacerse sólo
socialmente y no biológicamente como en la resurrección cristiana), ya que la salvación de
cada hombre de acuerdo a su esfuerzo dentro del alienado mundo presente sólo puede ser
asegurado con la eternidad y la participación en el mundo venidero. Esto es igualmente
cierto tanto para el ideario de autorrealización personal de la derecha cristiana (calvinista o
al menos reconciliada con la burguesía), como para la lucha de clases de la izquierda
cristiana (marxista o no), como para las originarias posiciones ascéticas y apolíticas del
cristianismo primitivo. Estas últimas en particular dieron forma estamental a la dicotomía
interna entre la vida económica y la religiosa del occidente medieval extramundano y a su
peculiaridad histórica de fusión entre "sociedad civil" y "sociedad política" descrita con
atención por Marx en su obra Sobre la cuestión judía, cuya visión llegaría, junto con la
opuesta de Nietzsche, a Max Weber, y que entroncaría en el debate marxista-weberiano
sobre la influencia económica de la religión.

En su versión más ortodoxa, la interpretación marxista de la religión sería la de una forma


de alienación cuya consecuencia para el hombre sería perder sus virtudes para
adjudicárselas a un inventado ser supremo. Según Karl Marx, esto es lo que ocurriría en
particular con la religión monoteísta: el hombre toma toda virtud que posee y toda
idealización metafísica posible, y se la atañe a un ser supremo de su propia creación,
devaluándose a sí mismo y dedicando su ser y propio destino a su voluntad y una
trascendencia irreal posibilitada por su existencia.
Partidos, movimientos y gobiernos inspirados en el
marxismo
Desde la muerte de Marx en 1883, varios grupos del mundo entero han apelado al
marxismo como base intelectual de sus políticas, que pueden ser radicalmente distintas y
opuestas. Una de las mayores divisiones ocurrió entre los reformistas, también
denominados socialdemócratas, que alegaban que la transición al socialismo puede ocurrir
dentro de un sistema pluripartidista y capitalista, y los comunistas, que alegaban que la
transición a una sociedad socialista requería una revolución para instaurar la dictadura del
proletariado. La socialdemocracia resultó en la formación del Partido Laborista y del
Partido Socialdemócrata de Alemania, entre otros partidos; en tanto que el comunismo
resultó en la formación de varios partidos comunistas; en 1918 en Rusia, previo a la
formación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, dimanan 2 partidos del Partido
Obrero Social Demócrata de Rusia: el Partido Comunista, formación comunista, y el
Partido Social Demócrata de Rusia. Aún sigue habiendo muchos movimientos
revolucionarios y partidos políticos en todo el mundo, desde el final de la Unión Soviética,
aunque el internacionalismo obrero ha sufrido una grave crisis. Aunque hay partidos
socialdemócratas en el poder en varias naciones de Occidente, hace mucho que se
distanciaron en aspectos relevantes de sus lazos históricos con Marx y sus ideas. En la
actualidad en Laos, Corea del Norte, Vietnam, Cuba, la República Popular China y
Moldavia hay en el poder gobiernos que se autoproclaman marxistas.

Muchos gobiernos, partidos políticos, movimientos sociales y teóricos académicos han


afirmado fundamentarse en principios marxistas. Ejemplos particularmente importantes son
los movimientos socialdemócratas de la Europa del siglo XX, el bolchevismo ruso, la
Unión Soviética (Lenin, Trotsky, Stalin) y otros países del bloque oriental, Mao Zedong,
Fidel Castro, Ernesto "Che" Guevara, Santucho, Kwame Nkrumah, Patrice Lumumba,
Julius Nyerere, Thomas Sankara y otros revolucionarios en países agrarios en desarrollo.
Estas luchas han agregado nuevas ideas a Marx y, por lo demás, han transmutado tanto el
marxismo que resulta difícil especificar el núcleo de éste. Actualmente las transformaciones
socio-económicas han obligado a repensar al marxismo en una línea llamada posmarxismo
en la cual se encuentran autores como Ernesto Laclau y Chantal Mouffe.

La Revolución de octubre de 1917, encabezada por los bolcheviques (cuyas figuras


principales eran Vladímir Lenin y León Trotsky) fue el primer intento a gran escala de
poner en práctica las ideas socialistas de un Estado obrero.

Se suceden otra serie de gobiernos o dobles poderes obreros de relativamente breve


duración, impulsados por revueltas proletarias con activa participación de los partidos
comunistas locales, inspirados en el modelo de república de consejos obreros. La mayoría
de estos son aplastados por las fuerzas de la reacción capitalista de las distintos gobiernos y
potencias burguesas y fracasan. Son el caso de la Revolución de noviembre de 1918,
encabezada por los espartaquistas en Alemania, la República Soviética Húngara de 1919, la
República Soviética Bávara de 1919, el bienio rojo o movimiento de consejos de fábrica del
norte de Italia de 1919 a 1920, el Sóviet de Nápoles, la República Socialista Soviética
Galiciana en 1920, la República Popular Soviética de Bujara de 1920 a 1925, la República
Socialista Soviética de Persia o República Soviética de Gilan, de 1920 a 1921, etc.

Tras morir Lenin, Iósif Stalin se había hecho con una gran concentración de poder en sus
manos en el seno del Partido Comunista y del Estado soviético, el cual fue fortaleciendo en
detrimento de los propios soviets (ya de por sí debilitados durante el hambre, la bancarrota
económica y las masacres ocasionadas por la Guerra Civil Rusa). Hasta su muerte,
numerosas purgas se vivieron en la URSS, bajo consignas tales como la "lucha contra el
trotskismo", "los sabotajes", o "los agentes del fascismo", en las que se logró inhabilitar a
los principales elementos críticos del PCUS y la sociedad soviética, muchos de ellos
comunistas, testigos directos de la Revolución y opositores en mayor o menor medida a la
deriva burocrática y la concentración de poderes que se estaba generando en seno de la
URSS, encarnada en una casta de funcionarios y burócratas del partido, cuya divergencia
de intereses respecto a la clase trabajadora y el peligro que entrañaban para la revolución
obrera comienzan a manifestarse desde la primera mitad de los años 20, aún en vida del
propio Lenin. Dichas purgas sólo logran fortalecer el poder de la nueva dirección del
PCUS, encabezada ahora por Stalin, y pronto se extenderán a las secciones nacionales del
Komintern, que, a nivel internacional, comienza a ser dirigido desde el comisariado de
asuntos exteriores en Moscú.

Aunque llevaron a cabo pequeñas aportaciones teóricas al marxismo, Stalin y sus


seguidores se caracterizan por haber dado cobertura ideológica a sus métodos y
posicionamientos tácticos y políticos, encaminados al fortalecimiento del control sobre los
medios de producción y administración del Estado por parte de la burocracia y dirección
central del partido, a través de la falsificación o la adaptación de los principios ideológicos
del marxismo y del leninismo a sus propios fines. Esto derivará en un sistema de gobierno y
pensamiento formulado bajo el nombre de marxismo-leninismo y la teoría del socialismo
en un solo país, también llamado estalinismo, considerado por sus críticos marxistas como
un alejamiento o distorsión de los postulados y principios de la tradición marxista y
pensadores como Marx, Engels o Lenin; particularmente insistentes en esta postura son
aquellas corrientes basadas en los planteamientos de Trotsky y Lenin (trotskismo) y las del
denominado comunismo de izquierda, el marxismo libertario o el comunismo de consejos,
también críticos en este sentido con la denominada corriente del leninismo (y por ende el
trotskismo). A raíz de la muerte de Stalin, esta burocracia termina por acaparar el poder y
afianzarse en la llamada nomenklatura. Ésta comenzará a medio plazo un proceso de
progresiva liberalización de la economía, que culminará con la perestroika.

Al final de la II Guerra Mundial se produjo una expansión, por la vía militar, del poder
político de la URSS, que se consolidó mediante el establecimiento de los llamados Estados
satélites o del Pacto de Varsovia, en los países del Este que quedaron bajo su zona de
influencia tras los acuerdos de Yalta y de Postdam. Estos Estados reprodujeron estructuras
políticas y sociales y tipos de economía y de gobierno muy similares a los de la Unión
Soviética. Fueron gobernados mediante la formación de Partidos Comunistas, encuadrados
en la Komintern, y adscritos a las fórmulas del marxismo-leninismo oficial. Algunos de los
partidos adscritos a la Internacional Comunista que llegaron a formarse por sí mismos,
lograron a la postre tomar el poder a través de insurrecciones guerrilleras y, en algunos
casos, con bastante apoyo popular, y establecer un estado que seguía el modelo marxista-
leninista oficial. Estas naciones comprendían a la República Popular China, Vietnam, Corea
del Norte, Yugoslavia, Albania, Etiopía, Yemen del Sur, Angola, y otros. Después de la
invasión militar por parte de Vietnam de Kampuchea Democratica, gobernada por el Jemer
Rojo, un gobierno de estructura similar a aquél será establecido en Camboya.

En Chile, el gobierno de la Unidad Popular, encabezado por Salvador Allende, que duró
desde 1970 hasta el golpe de estado de 1973, tenía una fuerte inspiración marxista. Si bien
cambió radicalmente la formas de lucha conocidas al concretar un gobierno por la vía
electoral, la revolución a la chilena buscaba la transformación de la sociedad hacia el
socialismo. Al mismo tiempo, la coalición que llevó a Allende al gobierno estaba
construida por la unión del Partido Comunista y el Partido Socialista, ambos declarados
marxistas-leninistas en ese tiempo.

En 1991, la Unión Soviética se disolvió y el nuevo Estado ruso ya no se identificó con el


marxismo. Otras naciones del mundo siguieron el mismo camino. Actualmente el
socialismo científico ha dejado de ser una fuerza política prominente en la política mundial.
China, donde gobierna el Partido comunista chino, relajó su concepción económica del
marxismo en 1978 avanzando progresivamente hacia un sistema económico más cercano al
libre comercio. Este proceso continúa hoy en día.

Desde el comienzo de la democrácia en España, en 1975, el PSOE se presentó a las


elecciones como un partido Marxista, proclamandose primera fuerza de oposicion en el
gobierno hasta que en 1982, con Felipe González a la cabeza, abandonaron su postura
Marxista, ganando las elecciones.

Críticas al marxismo
Artículo principal: Críticas al marxismo

La crítica liberal

Los miembros de la escuela austríaca fueron los primeros economistas liberales en criticar
sistemáticamente la escuela marxista, ya que trataban en forma casi opuesta cuestiones
como el dinero, el capital, los ciclos económicos y los procesos económicos. Entre estos se
cuenta principalmente a Eugen von Böhm-Bawerk quién se dedicó a refutar la teoría del
valor marxista, tanto desde la Escuela Austríaca (La teoría de la explotación) como desde
dentro de la propia teoría marxista (La conclusión del sistema marxiano). Rudolf Hilferding
hizo una contrarréplica que salteó ciertas cuestiones puntuales para rescatar la validez
holística del marxismo como crítica a la "teoría económica burguesa". El debate que
sucedió a este fue entre Ludwig von Mises (discípulo de Böhm-Bawerk) y el economista
marxista polaco Oskar Lange. Mises impactó profundamente en los planificadores
soviéticos preocupados por la poca consecución de sus objetivos, con una observación
empírico-deductiva sobre las razones del creciente fracaso de los proyectos económicos del
socialismo, su inminente colapso o dependencia de países extranjeros capitalistas. Esta
primer exposición sobre la necesidad de precios para los factores de producción se volvería
una obra completa titulada El socialismo. Más tarde Mises se extendió más allá de la
imposibilidad del cálculo económico en el socialismo (problema observado con especial
atención por su colega Max Weber en Economía y sociedad), alcanzando su crítica a la
misma metodología marxista de interpretación histórica con su análisis del polilogismo
clasista en Teoría e historia, que había sido la base de la crítica de Hilferding. Oskar Lange
propugnó una economía socialista con un mercado estatal en la que los precios fuesen
determinados según un método de ensayo y error, hasta hallar un precio adecuado. El
debate entre ambos economistas continuó durante varios años, hasta que Oskar Lange
afirmó que von Mises tenía parcialmente razón, asimilando el aporte de von Mises al
análisis de la acción humana: la praxeología, pero sin explicar con ella toda la teoría
económica. La respuesta austríaca a los argumentos de Oskar Lange se vio completada con
el análisis no-praxeológico y evolucionista de Friedrich Hayek, cuyos escritos al respecto
fueron compilados en el libro Individualismo y orden económico. Un amigo de Hayek, el
epistemólogo Karl Popper, realizaría paralelamente una crítica muy conocida a la filosofía
social del marxismo, en un aspecto nuclear de dicha doctrina: el historicismo. Economistas
austríacos como Joseph Schumpeter han revisado los orígenes del capitalismo y han
rechazado la noción marxista de acumulación originaria como una contradicción
autorreferente que requiere capital inicial para la actividad de una supuesta burguesía
violenta originaria. En El capitalismo y los historiadores, Hayek junto a T.S. Ashton, Louis
Hacker y otros historiadores del progreso tecnológico, proponen una relectura no-marxista
de la historia del desarrollo del capitalismo, en particular la Revolución industrial.

Desde premisas económicas no tan dispares a las marxistas, el ala más liberal de las
escuelas económicas clásicas así como del mainstream neoclásico, ha entrado en conflicto
con interpretaciones teóricas e históricas de los seguidores de Marx. Entre estos cabe
mencionar a Gary Becker para la comprensión de la historia desde la sociología económica
y James Buchanan con una visión maquiavelista de la filosofía política desde la teoría de la
elección racional. Thomas Sowell desde la economía y Robert Nozick desde la filosofía (en
Anarquía, Estado y utopía) han reabierto el debate sobre las contradicciones gnoseológicas
en el análisis económico marxista. El institucionalista Douglass North en su estudio clásico
El nacimiento del mundo occidental: una nueva historia económica ha ofrecido una
revisión de la historia del capitalismo que ha sido tenido muy en cuenta entre los
historiadores marxistas.

En contraposición a la antropología del americano Lewis H. Morgan que Marx y Engels


hicieron suya en El origen de la familia y según la cual todas las economías comunitarias
primitivas habrían sido comunistas, el liberalismo se ha nutrido de la antropología de
diferentes autores e historiadores como Bronisław Malinowski y Fustel de Coulanges entre
otros, para elaborar una visión casi opuesta del origen de la propiedad privada que luego
sería resumida en la obra del historiador Richard Pipes Propiedad y libertad. Respecto de la
noción marxista de "ideología de clase", el autor liberal-conservador Kenneth Minogue fue
uno de los primeros en invertirla en La teoría pura de la ideología, volviendo contra las
propias doctrinas sistémico-clasistas (que tratan de "ideológico" a todo pensamiento) la
acusación de reificación ideológica por parte de intereses revolucionarios en una lucha de
clases cuya existencia no puede ser puesta en duda sin apelar a una instancia neutral.

La crítica anarquista colectivista


Tanto el anarquismo socialista, que fue en el siglo XIX la forma más popular de
"anarquismo histórico", como el comunismo marxista buscaban en última instancia la
abolición de la propiedad privada y la sociedad sin clases sociales ni Estado mediante una
revolución social. No obstante, anarquistas y marxistas han estado enfrentados desde que
Pierre Joseph Proudhon, que conocía a Marx y Bakunin, afirmó que así como la tesis del
capitalismo garantiza la libertad aboliendo la igualdad, la antítesis comunista sufre la
contradicción opuesta; aplicando la dialéctica hegeliana en su libro Sistema de las
contradicciones económicas o filosofía de la miseria (1847), señaló que sólo con la síntesis
del mutualismo se pueden resolver estas contradicciones, lo que provocó la ruptura de Marx
con Proudhon, expresada en su escrito crítico Miseria de la filosofía (1847).4

El enfrentamiento entre marxistas y anarquistas históricos alcanzó su clímax en la lucha


entre los partidarios de Marx y los de Mijaíl Bakunin por el control de la Primera
Internacional, y que acabó con la ruptura de la misma en 1872. La base del conflicto se
centraba en que, así como los marxistas creían en la necesidad transicional de un Estado
bajo control de los trabajadores (la «dictadura del proletariado») y que a su vez se
encargara de controlar la economía («planificación central»), los anarquistas pensaban que
el camino al socialismo (o al comunismo) pasaba por la destrucción del Estado. Para los
anarquistas, un Estado socialista repetiría las características de opresión y privilegio contra
las que luchaban, al tiempo que, al extender los poderes a la organización de la vida
económica, resultaría ser incluso más opresivo.5

Otra confrontación se encontraba en el papel que tenían lucha económica y la lucha política
en la emancipación de la clase obrera. Para los marxistas, como el objetivo de la lucha
proletaria era la conquista del poder político, la lucha política ocupaba un lugar central.
Para los anarquistas, la única lucha política válida era la lucha por la destrucción
revolucionaria del Estado, que esperaban surgiera espontáneamente de la lucha económica.
La socialdemocracia, heredera del marxismo, se inclinó hacia el parlamentarismo y la
actividad legal; mientras que el anarquismo se inclinó hacia los ataques a las instituciones y
agentes estatales (propaganda por el hecho) y a la organización obrera apolítica
(anarcosindicalismo).

La confrontación entre marxistas y anarquistas continuó luego bajo otro cariz a partir de la
revolución rusa. El bolchevismo ruso, encabezado por Lenin, dio nueva vida a la teoría del
Estado revolucionario. En su obra El Estado y la Revolución, Lenin explica que el estado
burgués debe ser destruido para luego instaurar un Estado revolucionario y que sería este
estado quien se extinguiría conforme desaparezcan las contradicciones de clase. Los
anarquistas, ante las consecuencias de la dictadura bolchevique, continuaron reivindicando,
con nuevo brío, la teoría bakuninista de la destrucción inmediata del Estado como objetivo
de la revolución social.

Actualmente, la controversia entre anarquistas colectivistas y marxistas pasa más por las
formas de organización y métodos de lucha revolucionarias anticapitalistas. Mientras los
herederos del marxismo (partidos leninistas de distinto cuño) continúan reivindicando las
prácticas político-partidarias con sus métodos centralistas, los herederos del anarquismo
colectivista reivindican la organización asamblearia, la federación y la democracia directa.
Reforma política en México de 1977
De Wikipedia, la enciclopedia libre
Saltar a navegación, búsqueda

La Reforma Política de 1977 implicó una importante serie de cambios legales promovidos
en México por el destacado político, intelectual e historiador Jesús Reyes Heroles desde su
cargo de secretario de Gobernación en el sexenio del presidente José López Portillo, a
través de los cuales comenzó el proceso de transición democrática en el país de un esquema
de partido hegemónico a un modelo de efectivo pluripartidismo, mismo que se prolongaría
por más de dos décadas, junto a sucesivas modificaciones en la normatividad e instituciones
electorales, hasta alcanzarse la conformación de una mayoría opositora en la LVII
Legislatura de la Cámara de Diputados en 1997 y la alternancia en la presidencia de la
República el 2 de julio de 2000.

Contenido
[ocultar]

• 1 Antecedentes
• 2 Proceso y contenido
• 3 Los primeros resultados

• 4 Enlaces externos

[editar] Antecedentes

José López Portillo, presidente de México (1976-1982).

Después de que López Portillo contendiera en 1976 como candidato por el Partido
Revolucionario Institucional (que entonces dominaba la vida política mexicana sin
contrapesos y era apuntalado por partidos paraestatales como el Popular Socialista y el
Auténtico de la Revolución Mexicana, los que siempre elegían como su abanderado al del
priísimo), sin nadie contra quien competir, pues el Partido Acción Nacional, único
realmente opositor al PRI, no postuló a ninguno de sus militantes en aquella justa al
generarse fuertes disputas internas, y Valentín Campa, mítico líder sindical y personaje del
proscrito Partido Comunista Mexicano, fue lanzado como aspirante sin registro, obteniendo
casi un millón de votos que debieron ser anulados, se creó un problema de legitimidad que,
como nunca, evidenció una crisis de representatividad que puso en tela de juicio el modelo
democrático contemplado en la Constitución y en el discurso oficial.

[editar] Proceso y contenido

En este contexto Reyes Heroles, funcionario y jurista respetado, atípico dentro de la clase
gobernante en su carácter de culto historiador del Liberalismo en México e ideólogo del
Estado, ocupa la cartera de Gobernación con el propósito de hacer ajustes que respondiesen
a la encrucijada en que se hallaba inmerso el régimen. Como primer paso, el 1 de abril de
1977 en Chilpancingo, Guerrero, externa la decisión de promover cambios sustantivos en el
esquema electoral para abrir espacios y hacer frente a la inminente realidad política. La
selección de esta ciudad para el anuncio no fue casual: era la capital de la entidad donde
habían surgido el mayor número de movimientos campesinos y armados contrarios al
gobierno, como los de Genaro Vázquez y Lucio Cabañas. Lanzado aquel compromiso, son
convocados al debate la oposición en pleno y el mundo académico e intelectual para
consensuar la reforma, que se expresó en modificaciones constitucionales y en la
aprobación, en diciembre de aquel año, de la Ley Federal de Organizaciones Políticas y
Procedimientos Electorales (LOPPE), misma que ordenaba la estructura de un colegio
electoral; otorgaba el registro a más de una organización que permanecía en la
clandestinidad (como el mencionado Partido Comunista); permitía las coaliciones; abría
tiempos oficiales en radio y televisión para la promoción de las distintas fuerzas políticas;
contenía la nueva fórmula de la representación proporcional (consistente en la repartición
de cien escaños entre los partidos según el porcentaje nacional de sufragios que obtuviesen
en ese rubro de votación, independientemente de los distritos electorales ganados o
perdidos, garantizando de ese modo la presencia parlamentaria de todas las siglas y
corrientes); y aumentaba de 186 a 400 el número de diputados que integrasen la Cámara
Baja, lo cual obligó a la construcción del Palacio Legislativo de San Lázaro para darles
cabida.

Jesús Reyes Heroles, secretario de Gobernación (1976-1979) y padre de la Reforma


Política.

Un año después, se promovió una ley de amnistía para exonerar a los militantes de grupos
subversivos urbanos y rurales, tales como la Liga Comunista 23 de Septiembre, el Partido
de los Pobres o el Movimiento de Acción Revolucionaria, torturados y presos en el marco
de la guerra sucia de los años setenta; una constante exigencia de la izquierda que
completaba este paquete de cambios para sentar las bases, a través del diseño de conductos
democráticos, del fin de la clandestinidad política.

[editar] Los primeros resultados

En 1979, al celebrarse las elecciones intermedias para renovar la Cámara Baja, se


recogieron los primeros frutos de la reforma. El Partido Revolucionario Institucional
recibió el 69.84% de los votos (le correspondieron 296 diputados) y perdió, en manos del
Partido Acción Nacional, cuatro diputaciones de mayoría relativa. Este último obtuvo
10.79% de los sufragios, lo que se tradujo en 42 diputados plurinominales, siguiéndole el
Partido Comunista Mexicano con 4.97% (18 diputados); el Partido Popular Socialista con
2.59% (12 diputados); el Partido Socialista de los Trabajadores con 2.12% (12 diputados);
el Partido Demócrata Mexicano con 2.05% (10 diputados); y, por último, el Partido
Auténtico de la Revolución Mexicana con 1.81% (10 diputados).

Emblema del Partido Comunista Mexicano, proscrito hasta 1977.

Así, en septiembre del mismo año se instaló la LI Legislatura del Congreso de la Unión, la
cual, aunque en términos reales no contase con la cantidad suficiente de representantes de
la oposición para cristalizar el equilibrio de poderes, fue histórica al constatar la presencia
de expresiones políticas distintas a las que habían prevalecido por más de tres lustros en el
horizonte parlamentario y erigirse como símbolo del inicio de una etapa diferente para el
país, incluida la presidencia de la Cámara de Diputados en manos de una mujer por vez
primera: la priísta Beatriz Paredes, una joven tlaxcalteca con apenas 24 años de edad.

[editar] Enlaces externos

También podría gustarte