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LOS DETERMINANTES SOCIALES DE LA SALUD EN EL PERU

Mejorar la salud de la población, en general, y promocionar su salud, en particular, implica el


reforzamiento de la acción comunitaria para abordar los determinantes sociales de la salud. Esto, a su
vez, implica diseñar e implementar programas para:

a) Fortalecer las familias;


b) Hacer de las comunidades espacios para una adecuada interacción social sobre la base de la
tolerancia social,
c) Promover la participación activa y organizada de la población en asociaciones orientadas a la
superación y no sólo a la sobrevivencia; y
d) Crear una cultura sanitaria, política y social basada en reciprocidad y confianza.

En la medida que la educación está estrechamente ligada a la posición socioeconómica, toda política
económica o social, no debe ser sólo diseñada y desarrollada teniendo a la salud individual y colectiva
como uno de sus criterios de evaluación, sino también, evaluando cómo mejorará la educación de la
población, tanto en referencia a la educación básica como a la educación para la salud. El Estado debe
multiplicar sus esfuerzos, no sólo para erradicar el analfabetismo, sino para hacer que la población
alcance cada vez mayores niveles educativos para el caso específico de la mejora de la salud. La
coordinación intersectorial e interinstitucional entre el Ministerio de Salud y el Ministerio de Educación
requiere hacerse sistemática, sostenida y ampliamente. Las evidencias científicas disponibles tienen
importantes implicancias para la promoción de la salud. Es necesaria la creación de entornos laborales
saludables y solidarios. Atender la relación empleo/desempleo y salud debe ser una constante
preocupación de los tomadores de decisiones en un país como el nuestro en el que su mercado de
trabajo se caracteriza por:

a) Ingresos laborales estancados;


b) Débil creación de empleo total desde 1998;
c) Empleos que cada vez duran menos;
d) Creciente uso de contratos temporales; y elevada informalidad (pocos tienen beneficios
sociales).

La mayor parte de los riesgos son autoinflingidos. Pese a la amplitud y profundidad de las campañas
contra el tabaquismo y la dieta inadecuada, resulta claro que hasta la fecha el éxito ha sido hasta cierto
punto escaso en lo que se refiere a modificar las conductas de riesgo para distintas enfermedades. Es
que un estilo de vida comprende un conjunto orgánico de prácticas que concretan un esquema de
pensamiento y que, por lo tanto, no es sujeto de cambios; asumiendo cada tipo de comportamiento
como si estuviesen aislados del resto, como si fuese una superposición de hábitos y no un todo
orgánico. Trabajar para cambiar los estilos de vida es una tarea compleja y ardua debido a que cambiar
las prácticas requiere del cambio de las concepciones que las sustentan y cambiar las concepciones
sobre un estilo de vida requiere cambiar su práctica, es una dinámica mutuamente reflexiva. Las
personas no son simplemente individuos. Viven en sociedad y sus opiniones, sus valores incluso sus
creencias, al igual que sus habilidades, se forman y sostienen dentro de grupos sociales, familiares y
comunidades. Seguir un estilo de vida y habitar en una comunidad no son equivalentes, pero están
estrechamente interrelacionados. En el curso de este proceso, los estilos de vida se modifican, a veces
de forma gradual, a veces abruptamente. Algunos cambios reflejan una decisión consciente de seguir
otro estilo de vida; otros derivan involuntariamente de otras decisiones. Entonces, en cuanto a los
estilos de vida, promover la salud desde un enfoque de salud de la población, dejando atrás una
perspectiva que revictimiza al enfermo, requiere trabajar tanto en las condiciones específicas de salud
como en el contexto, trabajar en la triple determinación de la salud de un grupo social:
a) Los hábitos personales de sus miembros,
b) La valoración de tales hábitos personales en el grupo social y en los grupos que considera pares,
y
c) La valoración de la sociedad en su conjunto acerca de dichos hábitos.

El trabajo en la salud pública desde la perspectiva de la determinación general de la salud debe


realizarse con políticas, estrategias y herramientas dirigidas a los tres espacios de la salud y sus diversas
dimensiones. Es necesario que la sociedad organizada intervenga para modificar positivamente las
determinantes provenientes del individuo y del medio –en sus diferentes niveles: familia, grupo social y
sociedad en su conjunto– en el que se desenvuelve, en las múltiples dimensiones biológica, económica,
social, antropológica y tecnológica. En Perú, algo se ha avanzado en la adopción de este nuevo enfoque,
como se refleja en los Lineamientos de Política de Promoción de la Salud, formulados, los que
comprenden:

a. Desarrollar alianzas intra e intersectoriales para la promoción de la salud,


b. Mejorar las condiciones del medio ambiente,
c. Promover la participación comunitaria conducente al ejercicio de la ciudadanía,
d. Reorientar los servicios de salud con enfoque de promoción de la salud,
e. Reorientar la inversión hacia la promoción de la salud y el desarrollo local.

Estos lineamientos apuntan a construir colectivamente una cultura de la salud orientada al desarrollo de
prácticas de autocuidado que se organicen en estilos de vida saludables y al logro de una población
empoderada capaz de ejercer control sobre los determinantes de su salud. Estos avances, aunque
incipientes, son parte de un movimiento que ha logrado un importante consenso mundial en la
recientemente aprobada Carta de Bangkok (OMS, 2005a). En ésta, tras señalar como importantes
determinantes sociales de la salud a la desigualdad, el daño al medio ambiente, la rápida y caótica
urbanización, así como la exclusión social de grandes grupos humanos, y conceptuar a la promoción de
la salud como un proceso que permite a las personas incrementar el control que ejercen sobre su salud
y sus determinantes, brinda una nueva orientación para promover la salud y llama a todos los sectores
de la sociedad a asumir cuatro compromisos fundamentales para que la promoción de la salud:

a) Sea un elemento constitutivo de las políticas y planes de desarrollo nacional y mundial.


b) Sea una responsabilidad básica de todos los gobiernos locales, regionales y nacionales, los que
deben dar prioridad a la inversión en salud mediante formas de financiamiento sustentables.
c) Sea un foco de iniciativas y empoderamiento de las comunidades y la sociedad civil, y
d) Forme parte de las buenas prácticas institucionales para garantizar la salud y la seguridad en los
lugares de trabajo, y para promover el bienestar de sus trabajadores, sus familias y
comunidades.

Una reflexión final. En este documento se presenta centralmente algunos «hechos sólidos» que se
categorizan como evidencias de la determinación social de la salud. Si bien esa era la intención central,
esperamos que haya aparecido con claridad el carácter político del mensaje. La más importante barrera
para formular políticas de salud que afecten directamente a los determinantes sociales de la salud no
estriba en el desconocimiento, sino, en las relaciones existentes de poder político-económico, como es
conceptuado por la Comisión sobre los Determinantes Sociales de la Salud de la Organización Mundial
de la Salud (OMS, 2005: 35). De allí que las dos grandes líneas estratégicas resultantes de esta nueva
perspectiva de la salud poblacional son

a) Interesar a los líderes políticos del país –en especial al Ministerio de Salud– con la finalidad de
construir y trabajar una agenda basada en la determinación social de la salud, y
b) Reforzar el trabajo científico para investigar y sistematizar la información para poner en
evidencia «las causas que subyacen a las causas de la mala salud» de la población peruana y
documentar el impacto de las intervenciones diseñadas con este nuevo marco conceptual.

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