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Unidad 1.

Tres humanismos de la modernidad más el cuarto humanismo digital

Cuando se es un “humanista” (persona que ha tenido una formación profesional en las


artes liberales, las letras o las ciencias sociales) en el campo de la educación superior,
una de las luchas más recurrentes, y a la vez frustrantes, es contra aquellas
percepciones que reducen el humanismo a una reflexión ética, a veces moralizante,
sobre comportamientos deseados en ciertos contextos.
De otra parte, en el contexto educativo es frecuente encontrarse con estudiantes y, en
general, con el ambiente institucional, imaginando a las humanidades como una serie
de asignaturas de costura o de relleno.
Por tal razón, el desafío de este curso, al abordar una reflexión sobre el humanismo
digital, es ofrecer un marco comprensivo que nos permita sembrar inquietudes
profundas del porqué el humanismo es un tema trascendental en la educación y en el
desarrollo de la sociedad; más allá de los minimalismos éticos y de los contenidos
desconectados de la formación superior.
En este sentido, te invitamos a abordar el curso con actitud crítica y con pensamiento
abierto.
Alguna vez, en medio de una entrevista, preguntaron a Isidor Isaac Rabi, premio nobel
de Física (1944), a quién agradecía haber logrado semejante reconocimiento. Él, sin
dudarlo, contestó: “A mi mamá”.
Y explicó:
“Cuando se llegaba a casa de la escuela, las mamás de mis compañeros siempre
solían saludar a sus hijos y preguntarles: ¿Cómo les fue? ¿Qué aprendieron hoy?
Mi mamá era diferente. Cada vez que llegaba de la escuela, me saludaba y me
preguntaba: ¿Qué buenas preguntas hiciste hoy?”
Nuestra invitación, al iniciar esta unidad, tiene como objetivo que en cada uno de los
temas y recursos dejes de pensar qué vas a aprender hoy, cuál es el tema o qué se va
a evaluar. En su lugar, formúlate buenas preguntas que sean interesantes para ti.
“… Al final del camino, siempre atesoraremos la sonrisa espontánea, la mirada
transparente, el abrazo cálido, la mano amiga, el sabio consejo…
…y seremos reconocidos por la capacidad de asombro y reconocimiento de lo
genuinamente humano, la iniciativa de salir al encuentro y de vivir juntos; la posibilidad
de pensar mundos diferentes y, sobre todo, por el aporte pequeño o grande para hacer
de este mundo una casa común de dignidad”.
(Frank Ramos)
Humanismos y humanidades en la educación superior
Para hablar del humanismo digital o 4.0 abordaremos, en primera instancia, el contexto
que enmarca el valor de las humanidades en la educación superior. Esto por dos
razones:
1. El humanismo, si bien toca todas las esferas de la sociedad y de la cultura,
necesariamente está anclado al contexto de la formación de los sujetos, de las
personas.
2. La segunda razón es porque tú y yo estamos viviendo en un contexto educativo;
tú estudias un programa académico, estás en una institución educativa y tu
carrera ocupa buena parte de tu cotidianidad, incluso aunque estés en casa.
3. Así que nuestro campo de análisis y reflexión será lo que hacemos como
estudiantes en este contexto de educación.
Por ahora, en esta primera parte, quiero que tengamos claro algunas concepciones del
humanismo y de las humanidades, que, aunque están estrechamente relacionadas,
tienen diferencias cuya claridad nos facilitará la comprensión del curso y el alcance de
los objetivos.
Comencemos con las humanidades. Piensa por un momento: ¿Qué son para ti?
A tu mente llegaron algunas ideas como:
 Cursos de ética y valores.
 Asignaturas de filosofía, historia o clases de artes.
 Saberes o conocimientos asociados a lo trascendental del ser humano.
Si pensaste en alguna de estas respuestas o en otra similar, es comprensible porque
eso hemos aprendido desde el colegio. Sin embargo, estás equivocado. Estas
percepciones no corresponden a las humanidades.
Podríamos decir, en una primera aproximación, que las humanidades se refieren a los
campos del conocimiento que desarrollan habilidades superiores de las personas, es
decir, de los seres humanos.
Pero esta aproximación es apenas la punta del iceberg porque estas habilidades
superiores han cambiado con el tiempo y responden a los diferentes intereses de la
cultura o la sociedad de cada momento de la historia.
En la antigua Europa, en los comienzos de la “universidad” (siglo IV,
aproximadamente), enseñaban solo a quienes tuvieran la posibilidad social y
económica para hacerlo. Los alumnos no estudiaban para el trabajo, sino que
aprendían los conocimientos y las habilidades que les iban a permitir desenvolverse
adecuadamente en la sociedad, en especial, en su círculo de relacionamiento.
Estudiaban más o menos lo mismo: el “trívium y el quadrivium”.
De estas siete grandes artes, las tres primeras, Trívium, estaban conformadas por la
gramática, la lógica y la retórica.
Las otras cuatro, Quadrivium, correspondían a matemática, astronomía, geometría y
música.
Estas artes fueron denominadas artes libelares (de los hombres libres), en
contraposición a otras artes de los siervos. De las labores de este grupo se destacan
las del Trívium, debido a que estos saberes eran los necesarios para que cada persona
aprendiera a observar críticamente, a expresarse adecuadamente y a comunicarse en
contextos “cultos”.
En este sentido, en la antigua Europa, estos saberes eran los superiores. El impacto de
este conocimiento, como ya lo dijimos, estaba restringido a las clases sociales más
altas y pudientes.
Demos un salto grande en la historia para ubicarnos en la Europa del siglo XVI. Las
artes liberales en aquel momento fueron constituidas por todos aquellos saberes que
formaban el pensamiento crítico y creativo. Así, áreas como la filosofía (lógica,
gramática, retórica), la literatura y las artes plásticas (la pintura, la escultura, el teatro),
conformaron el nuevo “corpus” de conocimiento de las humanidades.
Es importante entender que estos campos del saber pertenecen a las humanidades, no
tanto por los contenidos sino por lo que permiten desarrollar en las personas.
En esta época aparece la expresión del humanismo como corriente de pensamiento y
forma de conocimiento.
Las humanidades serán los insumos necesarios para crear una mente creativa y crítica,
capaz de transformar la realidad y la naturaleza solo por el intelecto y la capacidad
humana.
Luego de un recuento ágil sobre las humanidades y su trayectoria en la educación
superior, observemos lo relacionado con el humanismo:
La expresión humanismo se remonta al siglo XV y, aunque su enfoque cambia también
con el tiempo, en un inicio, esta corriente parte del principio que el ser humano tiene la
capacidad de crecer, aprender y cambiar el mundo.
Esto suena obvio, pero tengamos en cuenta que nos encontramos en una sociedad en
donde el imaginario general es que todo lo que pasa en nuestro entorno obedece a
fuerzas desconocidas, o por la naturaleza, o por un ser superior. En este sentido, lo que
vivimos, ya está dado; nuestro destino no depende de nosotros, tenemos que
adaptarnos a las circunstancias.
El humanismo cree firmemente en la capacidad de conocimiento y de creatividad de las
personas y, mediante su aplicación y disciplina, es posible cambiar las circunstancias.
Fue el humanismo europeo el que puso en el centro de la formación y de todo el
imaginario social del momento, las habilidades, destrezas y conocimientos que nos
hacen humanos y que permitirían entender el mundo, analizarlo, indagar por su
funcionamiento, recrearlo y transformarlo.
Las perspectivas, enfoques y alcances del humanismo están estrechamente
relacionadas con los imaginarios culturales y el cambio de significados y valoraciones
en el tiempo.
En los siguientes temas, estudiaremos el impacto que el humanismo ha tenido en el
desarrollo de las sociedades en diferentes momentos de la historia.
Los tres humanismos y su impacto en el desarrollo de las sociedades
¿Sabías que el antropólogo Claude Lévi-Strauss (1956), afirmaba que la historia y la
transformación de las sociedades estaban marcadas fundamentalmente por
movimientos humanistas específicos?
En este sentido, señaló tres humanismos, cada uno con un impacto particular en la
configuración de la sociedad y de las formas en que nos comprendemos como especie.
El primer humanismo fue el renacentista, y básicamente se fundamentó en una
relectura de las artes, literatura y filosofía clásicas de las antiguas Grecia y Roma.
Al segundo, Lévi-Strauss lo llamó el humanismo exótico, constituido por el
redescubrimiento o reconocimiento de las culturas de oriente, extremo oriente, América
y África.
A diferencia del primero, que fue esencialmente europeo, este se construye sobre la
consciencia de una visión mundial de la humanidad y que la civilización occidental
coexiste junto a otros imaginarios y culturas diferentes, igualmente válidas. Asimismo,
aparece y crece de la mano de la industrialización y del fortalecimiento del mercado
internacional.
El tercero es el humanismo democrático. Además del reconocimiento de las diferentes
culturas y cosmovisiones, se construye sobre el desafío de crear estructuras
incluyentes y participativas desde los principios de diversidad, pluralidad y
multiculturalidad.
El humanismo renacentista y las humanidades como pensamiento superior y
motor de cambio social
El Renacimiento fue definido como un período caracterizado por el florecimiento de las
artes, la filosofía y la cultura, en la Europa de los siglos XIV y XV. Recordemos que,
hasta este momento, el pensamiento más generalizado era el denominado
“Teocentrismo” (el centro de todo es Dios). Como se mencionaba anteriormente, todo
giraba en torno al imaginario de la voluntad de Dios: conocimiento, naturaleza, historia,
destino, ética, etc. En aquel paradigma el cambio no se contemplaba porque todo ya
estaba dado.
Este movimiento humanista, no necesariamente ateo, parte del supuesto que las cosas
pueden cambiar y que el ser humano tiene el potencial para hacerlo. Los problemas
sociales de ese entonces, las enfermedades, las hambrunas y las injusticias no estaban
sujetas a un destino que no se pudiera cambiar. Por el contrario, el intelecto y la
creatividad humana serían los insumos necesarios para lograr entender cómo funciona
el mundo y cómo cambiarlo.
Se realizó un cambio paradigmático y revolucionario en las estructuras de pensamiento
social, pues, al poner al ser humano como centro y motor de la construcción de lo social
(Antropocentrismo), se puso en marcha una serie de eventos que marcaron el
desarrollo del conocimiento científico, el florecimiento de las artes, el cambio en las
técnicas de producción y las nuevas invenciones tecnológicas. Todo esto llevaría más
adelante a la Ilustración, los movimientos independentistas que se dieron como
reacción en cadena y, finalmente, a la primera Revolución Industrial.
El impacto trascendental de este humanismo renacentista subyace en que permeó
todos los estamentos sociales de la época, gracias a los enfoques y las formas que se
dieron desde la educación superior, dicho de otra manera, de la formación para el
pensamiento superior. Fue precisamente la promoción de la creatividad humana y la
convicción de su potencial transformador que, a través del conocimiento y la
comprensión del mundo como algo cambiante y modificable, el humanismo se
consolida como el motor de este cambio de época hacia la modernidad.
Existen muchos autores y artistas que aportaron a la construcción de este imaginario
humanista.
Un ejemplo de ese perfil humanista, creativo, de pensamiento crítico y divergente es el
famoso Leonardo Da Vinci; conocido por sus pinturas, pero también por su inventiva en
el diseño de modelos mecánicos para diferentes usos.
Te recomendamos leer un pequeño libro titulado Utopía de Tomás Moro. Este libro
describe una ciudad imaginada con una estructura social ideal, una economía y unas
formas de convivencia ejemplares. Utopía constituye una crítica a la forma de vida
social y las problemáticas en tiempos del autor.
Luego de estudiar el humanismo renacentista, reflexiona sobre los siguientes
interrogantes:
¿ Es posible construir una línea de tiempo secuencial que pueda conectar hechos,
personajes y cambios, desde el Renacimiento hasta la Revolución Industrial?
¿Podríamos imaginar los sucesos históricos de los siglos XV al XIX si no se hubiera
dado este movimiento renacentista del humanismo? ¿Cuáles habrían sido las
consecuencias?
El humanismo exótico: descubrimiento y reconocimiento de otras culturas y otros
mundos posibles
Con la expansión de los territorios que hacían parte de las colonias de las naciones
europeas y con el fortalecimiento del mercado internacional que conectó a oriente y
occidente, Europa se había consolidado como el centro de la cultura y la civilización
“universales”. Existía un conocimiento: el científico; y una racionalidad superior: la
europea, la cual se definió heredera del pensamiento de la antigua Grecia y Roma.
El imaginario de progreso que habían asumido las diferentes naciones que comenzaron
a independizarse, estaba basado en las fórmulas de la modernidad europea, después
norteamericana. Sin embargo, durante la colonización, nos encontramos con otras
culturas, sofisticadas y complejas como la cultura china, incluso más antigua que la
tradición europea grecorromana. Otros grupos humanos con historias y formas de vida
sociales más armonizadas con la naturaleza, como las culturas africanas o americanas.
Poco a poco, entonces, comenzó a crecer otra idea humanista:
No hay una sola forma de ser humano en este planeta ni una única forma de
conocimiento o de valores.
Este segundo humanismo de Lévi-Strauss transcurre durante el siglo XIX y primera
mitad del siglo XX, y se va integrando a la cultura global, conforme las diversas culturas
del planeta encuentran un escenario de divulgación y defensa de sus tradiciones y
formas de vida. Si bien la modernidad estableció que, para convivir en la sociedad
había que ser de cierta manera específica, este humanismo plantea el desafío de
reconocer y aceptar la diferencia como elemento sustantivo de la realidad social.
Aunque todos debemos ser iguales en derechos, hay que reconocer que somos
diferentes en las maneras como vivimos, entendemos el mundo y nos movemos en él.
El humanismo democrático y el desafío de vivir juntos en una aldea global
Las revoluciones de independencia desarrolladas principalmente en el siglo XIX, dieron
pie al nacimiento de nuevas naciones independientes. Sin embargo, muchos Estados
se encontraban lejos de ser como las naciones europeas.
El problema básico no radicaba puntualmente en el atraso o la pobreza, sino en la
diversidad de grupos humanos que la conformaban. La experiencia de estas nuevas
naciones, entre ellas la nuestra, se ha construido entre la tensión de “querer ser
desarrollados” como los países más poderosos y reconocer, incorporar y construir
desde la diferencia, en medio de la multiculturalidad y la pluralidad ciudadana.
Construir democracia desde el supuesto que todos somos iguales es muy diferente a
construir partiendo del hecho que somos distintos y nos reconocemos como miembros
de colectividades con rasgos y derechos particulares.
Este humanismo democrático se configura en torno a la pregunta social de nuestros
tiempos:
En medio de la globalización y la pluralidad, ¿cómo crear espacios de convivencia en
medio de la diferencia?
De hecho, si observamos bien, podemos darnos cuenta que las grandes tensiones
políticas de nuestra realidad actual, se encuentran basadas entre dos grandes
facciones: los grupos que siguen mirando hacia atrás y consideran que hay una sola
forma de ciudadanía y de sociedad, y unas reglas que debemos seguir dentro de un
único imaginario de civilización; y otro grupo que piensa que hay que mirar hacia
adelante, desde nuestra realidad, haciendo sostenible nuestro entorno e inventando
condiciones de inclusión para que todos tengamos un espacio de posibilidad en este
planeta.
Cortocircuito en la educación: cuando las humanidades se volvieron “relleno”
Hasta aquí hemos hecho referencia a las dinámicas globales de los humanismos.
Ahora, es importante subrayar que, desde la academia, especialmente la educación
superior, estos movimientos se han apalancado en la configuración de las humanidades
y en el desarrollo o consolidación de nuevas disciplinas que las complementan.
Sin embargo, en el período de la modernidad (siglos XIX y XX), el impulso y priorización
de los saberes y las ciencias “productivas” hicieron que poco a poco se desarrollaran
nuevos programas académicos para el trabajo, la producción y la economía.
Paralelamente, los contenidos de la educación, en general, comenzaron a prescindir de
las humanidades, pues se consideraba que estas no aportaban de manera directa al
desarrollo económico.
Este supuesto hizo carrera hasta el punto que la educación superior dejó de ser una
fuerza transformadora de crecimiento personal y social por la vía del fortalecimiento del
acervo cultural, para constituirse en una serie de instituciones que forman profesionales
para una sociedad productiva. Entre la segunda mitad del siglo XIX y primera del siglo
XX, se puede rastrear cómo los programas académicos de las universidades
comenzaron a reducir las asignaturas y campos de las humanidades para fortalecer las
STEM (acrónimo de los términos en inglés Science, Technology, Engineering and
Mathematics). Las “artes liberales” fueron reemplazadas por “oficios liberales”.
Desde la segunda mitad del siglo XX, diferentes pensadores de todas partes del planeta
y desde diferentes áreas del conocimiento, han comenzado a señalar las
consecuencias del debilitamiento o la pérdida de la formación humanista en la
Educación. Lévi-Strauss (1956) presenta una reflexión sobre la condición humana y los
aportes de la cultura a una sociedad global; Adela Cortina (1997) propone la necesidad
de formar la conciencia de la diversidad humana y cultural y el reto de construir
ciudadanías globales incluyentes; Amartya Sen (2000) da la perspectiva de una
economía moral y la consciencia de las ciencias humanas como principio de
democracia para el respeto real de las libertades de la persona. Quizás una de las
autoras más representativas por su impacto en los procesos sociales es la filósofa
norteamericana Martha Nussbaum (2010). Ella expone la crisis de la educación
moderna y relaciona las problemáticas sociales con este “déficit” en la formación
humanista, y propone el debate de dos enfoques de valoración: la educación para la
renta versus la educación para la democracia.
La mayoría de estos autores coinciden en dos ideas centrales sobre la formación
humanista y social:
En primer lugar, hay una relación estrecha entre la pérdida de terreno de las
humanidades con la crisis de la modernidad y la democracia.
Y segundo, su valor no reside en la productividad que representa este conocimiento. Su
impacto y su importancia están dadas en la medida en que son las humanidades las
que generan habilidades, conocimientos sociales y el pensamiento crítico necesarios
para la resolución alternativa de problemáticas cada vez más complejas.
Estos aspectos son las condiciones sociales de base que permitirán el desarrollo de
una economía sostenible, pues de nada servirá formar profesionales para el trabajo y la
producción económica, si nos quedamos sin una sociedad o una democracia que la
sustente (Nussbaum, 2010).
Así que las humanidades, en la educación, no tienen el objetivo de enseñar filosofía o
historia. Se trata de todas aquellas experiencias de aprendizaje que desarrollen las
habilidades de pensamiento y de la personalidad, que permitan repensar el mundo,
mirarlo desde perspectivas diferentes, proponiendo alternativas de solución a diversos
problemas.
Realiza la siguiente reflexión:
Cuando la base de valoración del conocimiento es la utilidad laboral o productiva,
¿cómo darle valor nuevamente a las humanidades en la formación del pensamiento
superior?

Humanismo digital: un nuevo renacimiento


“La noción de humanismo evoluciona con el tiempo, acompañando los descubrimientos
científicos y las evoluciones políticas. En la era digital, las tecnologías multiplican las
posibilidades de hibridación de las culturas, el advenimiento de la democracia y la
emergencia de un humanismo universal”.
Milad Doueihi (2011)
¿Qué es lo que define al ser humano frente a otras especies?
Si bien existen muchas respuestas a esta pregunta, podemos decir, en términos
antropológicos, que se trata de una combinación de varias adaptaciones estrechamente
relacionadas y mutuamente enriquecedoras: caminar en dos pies con las manos libres,
los pulgares oponibles, una mayor capacidad cerebral y el desarrollo de lenguaje
complejo..
En el momento en que los humanos dejamos de apoyarnos en las extremidades
superiores, comenzamos a elaborar herramientas y desarrollar tecnologías. Desde el
dominio del fuego y la invención de la rueda, con el manejo de la agricultura, hasta los
viajes espaciales y el desarrollo de la robótica.
Estas habilidades arrojaron mayor información para procesar, más conocimiento y
procesos mentales, incluso más creatividad, hasta el punto en que, como especie,
sacrificamos casi todos nuestros instintos mamíferos y los transformamos en cultura.
Nuestro desarrollo más avanzado, a lo largo de la historia, ha sido el lenguaje, el cual
nos ha permitido heredar el conocimiento, almacenarlo como información fuera de
nuestra cabeza, incorporarlo como aprendizaje, comunicarnos y coordinar acciones
colectivas.
Como hemos visto, los humanismos se traducen en una serie de imaginarios de
conocimiento sociales y culturales que facilitan la adaptación a las circunstancias,
desarrollan nuevas formas de adaptar el entorno a nosotros y ofrecen una visión del
propósito que nos permite proyectarnos hacia adelante.
El desarrollo de la ciencia, la tecnología de la humanidad, ha tenido momentos de
crecimiento significativo y momentos de estancamiento. Los momentos históricos donde
hemos pasado del estancamiento al desarrollo de nuevas soluciones y miradas de la
realidad, se han dado gracias a los diferentes humanismos que se han construido.
En esta última etapa de la humanidad, como consecuencia del crecimiento de una
cultura utilitarista centrada en la economía del mercado y la productividad, el desarrollo
del conocimiento ha ganado mucho terreno, sin embargo, se perdió la base formativa
de las humanidades. En poco más de 70 años hemos construido una sociedad
deshumanizada, sin pensamiento crítico y cada vez con más dificultades de
relacionarse constructivamente.
La sociedad de hoy es digital. Esto significa mucho más que el uso de aparatos
electrónicos y que la internet. La forma en que hoy las nuevas generaciones procesan
la información, en que la usan y la desechan, el manejo de los afectos y de las
relaciones interpersonales, el que sea más fácil contactar y hacer amigos al otro lado
del mundo, desconociendo al vecino de al lado, son muestras de un profundo cambio
en la cultura y la sociedad. La manera de entendernos como humanos es distinta a la
de hace apenas 30 años.
Los cambios se han acelerado tanto que, prácticamente, lo que la humanidad cambió
en más de 600 años, desde el Renacimiento, a nosotros nos ha tomado alrededor de
50 años. Si lo piensan bien, una sola generación ha pasado por tres revoluciones
industriales.
Milad Doueihi, a propósito de esta mirada prospectiva del humanismo, advierte sobre
un contexto nuevo y diferente sobre el cual se está reescribiendo la comprensión de lo
humano y la condición social. Según él, vivimos en una sociedad-red que es global, que
está interconectada y mediada por las tecnologías digitales.
Los procesos de socialización de las personas, hoy por hoy, se han reconfigurado y
están cambiando de forma tan acelerada y profunda que la curva de aprendizaje social
no alcanza a entrar en un punto de equilibrio. La tecnología digital ha atravesado todos
los niveles de la sociedad y de la cultura, desplazando el significado y cambiando el
sentido de los aspectos más esenciales del comportamiento social y de la misma
condición humana.
Las culturas, las sociedades, los gobiernos, la economía, han tomado consciencia de
estos procesos y han volcado la mirada nuevamente sobre la educación de lo que es
esencial y fundamental para hacer sostenible la existencia humana en este nuevo
escenario.
Este nuevo movimiento de las humanidades es lo que Doueihi denomina como:
Cuarto humanismo o humanismo digital
Lo digital se ha convertido en una cultura que ha cambiado todas las comprensiones de
los objetos, las relaciones y los valores, el enfoque, los alcances y componentes del
humanismo presentan otras dinámicas.
Así como:
• El fuego o la rueda cambiaron toda la historia de la humanidad nómada.
• La agricultura permitió sociedades sedentarias y el crecimiento poblacional
exponencial.
• La pólvora cambió las condiciones de poder de las sociedades y los pueblos
En la actualidad, las tecnologías digitales modificaron las prácticas y las formas de
hacer de los seres humanos; en cambio, las tecnologías digitales también están
modificando profundamente las formas de pensar y de sentir.
Pero… ¿Qué es lo digital del humanismo?
Cualquiera de nosotros, sin importar la edad, está viviendo las circunstancias de un
entorno mediado por lo digital. Las prácticas de esta nueva cultura de nómadas
digitales implican desafíos tanto para la producción económica como para la misma
subsistencia de la humanidad.
Por consiguiente, la reflexión académica, la generación de conocimiento, el aprendizaje
de ciertas habilidades y la capacidad adaptativa para el cambio permanente y
acelerado, constituyen el corpus de las humanidades en este siglo, el cual se propone
como un nuevo renacimiento.
Los cambios han sido tan profundos y rápidos, que no tuvimos oportunidad de
procesarlos y asimilarlos. Incluso han tocado las formas de producción económica que
son las bases de esta sociedad contemporánea.
Varios estudios recientes muestran cómo, en términos del mercado, en los próximos
cinco años, habrán desaparecido la mitad de los trabajos que tradicionalmente se
vienen desarrollando.
Prácticamente toda labor y profesión basada en procesos repetitivos, sistemáticos o en
la aplicación de procedimientos con métricas específicas, desaparecerá, y será
reemplazado por software y programas digitales, máquinas, robots o Inteligencia
Artificial. Pero, igualmente, aparecerán nuevos trabajos basados en nuevas habilidades.
Esas habilidades son aquellas que no pueden ser remplazadas por una máquina. Son
las destrezas que hacen parte de la esencia de nuestra humanidad y que están en la
base del cambio social.

Comparativo de saberes y habilidades de cada humanismo.


El humanismo digital se puede visualizar y entender como una pirámide de cuatro caras
y seis costados. Un polígono regular tridimensional. Cada costado tiene algunas
características, pero no se dan de forma independiente. Están indisolublemente
conectadas e interrelacionadas.
El enfoque humanista en clave digital implica recrear las condiciones formativas de
acceso a una educación en el pensamiento superior, que no solo lleve al aprendizaje
del saber de un quehacer profesional, sino que cree las condiciones para el desarrollo
del pensamiento creativo y crítico (herencia del primer humanismo); que permita la
comprensión de las dinámicas del entorno, sus tendencias, problemáticas y
posibilidades, desaprendiendo viejas prácticas modernas e innovando otras formas de
lo social, de la convivencia incluyente y de la sostenibilidad de las acciones (humanismo
2 y 3).
Pero, sobre todo, que se centre en la formación de las habilidades, destrezas o
competencias que son esencialmente humanas y que permitirán un aporte realmente
diferencial en la sociedad de estos tiempos y en la cultura digital: nuevas literacidades
(literacidad de datos, literacidad tecnológica – digital y literacidad social).
Joseph Aoun (2017), al igual que varios académicos, ha tenido la experiencia límite de
comprender que los modelos tradicionales que orientan hoy la educación superior están
en crisis. Ha hecho una lectura muy acertada sobre las causas y las necesidades
emergentes que requieren repensar el modelo de la educación superior. En su libro,
Robot-Proof (A prueba de robots), Aoun (2018) señala que, si bien muchos expertos
advierten que aspectos tales como el crecimiento exponencial del big-data, los
profundos aprendizajes en las máquinas, y su capacidad de procesamiento, están
haciendo de la mente humana una reliquia económica. Aclara también que no es el ser
humano quien queda obsoleto, sino los procesos de enseñanza y los énfasis de
aprendizajes desarrollados en el siglo pasado que ya no pueden dar cuenta de los
cambios acelerados de la sociedad y de la economía en nuestros tiempos.
En efecto, como estudiamos anteriormente:
En los siglos XIX y XX la educación superior se orientó a crear programas académicos
para el trabajo y la productividad.
Esto hace que los aspectos de la educación se pongan en una línea de producción,
parcelada y compartimentada, condensando en unidades, los contenidos, saberes y
procesos propios de cada campo profesional.
En este sentido, lo que ha logrado la revolución digital de la sociedad es que la gran
mayoría de estos procesos y datos se vuelvan automatizados, desarrollados mucho
más eficientemente por una máquina, un software o inteligencia artificial.
Sin embargo, hay aspectos que ni la máquina ni la tecnología digital podrán reemplazar.
Son todas esas “capacidades y habilidades que han hecho parte de lo esencial e
irreductiblemente humano” (Aoun, 2017, traducción propia), las cuales se forman en el
ámbito de las humanidades.
Necesitamos un nuevo modelo de aprendizaje que habilite y forme aprendientes
con la capacidad de entender el mundo altamente tecnológico que los rodea y
que, a su vez, les permita trascenderlo, mediante el desarrollo y fortalecimiento
de las cualidades mentales e intelectuales que son únicas y exclusivas de los
humanos, a saber: sus capacidades para la creatividad, el pensamiento crítico y
flexibilidad mental. Podemos llamar a este modelo: humanics (…) es el nuevo
enfoque de la formación humanista orientado a empoderar a las personas en
nuevas literacidades. Con el criterio, las habilidades y el conocimiento necesarios
para hacer frente a un mundo digitalizado, globalizado, de cambios acelerados y
de incertidumbres (2017, traducción propia)
Cerrando ya esta reflexión sobre el humanismo digital, te presentamos ocho ideas
centrales en las que coinciden diferentes autores sobre este nuevo humanismo (H4.0) y
su reflexión para la educación superior:
1. H4.0 no son contenidos o habilidades específicos a desarrollar. Es un nuevo
enfoque académico que centra y resignifica la formación humanista, de cara a
los desafíos del siglo XXI y la cultura y la economía digitales.
2. Rescata y renueva el carácter fundamental del pensamiento crítico y el
pensamiento creativo como columna central de la educación superior y como
base de los saberes y habilidades para esta sociedad.
3. Avanza hacia nuevas formas de producción de conocimiento; una investigación
que, de forma y de fondo, rompe las fronteras de las ciencias duras, las ciencias
humanas, la tecnología digital y las artes.
4. Requiere también una revolución pedagógica, que migre definitivamente de las
estructuras tradicionales centradas en la comprensión de las formas de
enseñanza con las acciones que recaen sobre un rol de “estudiante”, hacia
modelos dinámicos y flexibles que ofrezcan experiencias significativas y
contextos para la promoción de aprendientes.
5. Promueve un corpus académico que desarrolle de forma preferencial nuevas
literacidades: literacidad digital - tecnológica, literacidad de datos y literacidad
social.
6. La literacidad digital y tecnológica es un componente fundamental de toda
formación profesional. Implica la comprensión de los lenguajes digitales e
informáticos, dominio adaptativo de herramientas y tecnologías digitales y su uso
con criterio ético, en función de apoyo a la humanidad.
7. La literacidad de datos constituye nuevas o renovadas competencias de lectura
crítica. Supone el fortalecimiento de habilidades para encontrar, seleccionar y
acceder a información pertinente y relevante, manejo de procesamiento de
grandes cantidades de datos y configuración de unidades de comprensión
esencial, de análisis y de presentación de contenidos con sentido estratégico.
8. La literacidad social comprende un set de habilidades y competencias de
diferentes niveles asociadas al relacionamiento efectivo, la empatía, el servicio,
el trabajo en equipo, la capacidad de reconocimiento y aceptación de quien es
diferente, y las habilidades blandas (que ahora son esenciales). También
involucra la sensibilidad social (leer y entender al otro) y la capacidad de
construcción de acuerdos éticos para la convivencia pacífica y la inclusión,
basados en el principio de democracia, de promoción de la dignidad humana y la
sostenibilidad planetaria.

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