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UNIVERSIDAD MONTRER

Sistema Dinámico Montrer


Licenciatura
Expresión Oral y Escrita l

Semana 4

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Licenciatura Expresión Oral y Escrita l · Semana 4

PRESENTACIÓN

Bienvenidos a la primera unidad de la materia Expresión Oral y Escrita I, en donde


encontraremos los elementos necesarios para trabajar en el conocimiento y uso de
los recursos básicos de la oratoria en función de una comunicación oral efectiva,
agradable, rica en conceptos y con nuevas figuras de representación.

CONTENIDO

2.1 Cualidades básicas del discurso

En este terreno es bueno que distingamos algunos conceptos claves del discurso,
como una modalidad encaminada a cambiar actitudes y derrumbar murallas.

2.3.1. Concordancia de fondo y forma

En oratoria debemos distinguir con claridad el FONDO y la FORMA. Ésta es la


expresión del pensamiento, el contenido ideológico del discurso, mientras que el
fondo se refiere a los recursos estilísticos que usamos para tratar de que el mensaje
llegue de manera correcta. En esta relación pueden afrontarse dos problemas:

• El cuerpo del mensaje, la idea, es raquítica, sin embargo la vestimos con un


holgado ropaje multicolor, florido, lleno de vacuidades (insustancial). Este
defecto se llama PALABRERÍA y suele observarse en los discursos de los
políticos contemporáneos de muchas partes del mundo, quienes le dan
rienda suelta a la verborrea y a la demagogia.
• El cuerpo del mensaje es robusto en contenido y motivador de buenas
reflexiones, pero la forma utilizada para llegar el destinatario es débil,
mediocre. El orador no sabe expresarse con claridad, divaga, carece de un
vocabulario adecuado, no tiene carisma, no resulta convincente.

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El reto es el siguiente: el valor intrínseco del contenido que llega al público debe
coincidir con la belleza exterior del discurso, con su envoltura. Si la idea es lozana,
vigorosa, debemos darle un buen ropaje, pero sin exagerar ni deformar los
contenidos.

2.3.2. Claridad

En la claridad del discurso se van a distinguir, en principio, varios elementos claves:

• Lograr que las palabras se sometan a las ideas, las cuales tienen que ser
presentadas según su importancia. Buscar el orden, la coherencia (carácter
lógico) y la cohesión en los argumentos, ejemplos y posibles comparaciones.
Desechar las zonas oscuras, ininteligibles, y los atropellamientos innecesarios
que pueden devaluar la comunicación. Ir al grano, sin negar la belleza formal.
• Utilizar palabras claras y precisas descartando los vocablos que el auditorio no
pueda entender con facilidad. Si se usan tecnicismos propios del tema, se debe
profundizar en sus significados.
• Emplear frases cortas fáciles de emitir y de percibir por el receptor. Huir de las
construcciones sintácticas enrevesadas, confusas.
• Evitar los circunloquios (referirse a algo de manera imprecisa e indirecta) y los
soliloquios (monólogos que impiden la identificación del público).

Errores que se pueden producir en el proceso comunicativo:

! Abusar de la primera persona singular (yo, me, mí) o plural (nosotros, nos).
Utilizarla sólo cuando la idea sea muy personal y se quiera estimular la polémica.
Cuando el concepto es general se prefiere la forma impersonal: se. Ejemplo: “Se
cree que subirán los precios…”
! Usar muchos vocablos y repetirlos. Suprimir las palabras demasiado largas
(estratosférico).

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! Darle pie a muletillas como cosa, especie, algo, pues, esto, cuestión, bueno, éste.
Ejemplo: “Pon esa cosa sobre el mueble” (cartera). Éstas denotan una gran
pobreza de lenguaje. Hay otras muletillas: ¿no?, ¿verdad?, ¿sí?, éste, pues…
Algunas son sonidos inarticulados y molestos: “eeeh”, “aaaaah”. Podemos eliminar
estos parásitos encendiendo una suerte de alarma mental. Tampoco se deben
incluir en los discursos neologismos (La nueva vecina tiene a Mauricio
«cacheteando las banquetas»), extranjerismos (no escribir yogurt, mejor sería
yogur, voz castellanizada) o voces coloquiales como chavo, onda, pinche, no
manches... Muy nocivos son los barbarismos: «Hoy ando que “ardo”.

! Ponderar en exceso a ningún personaje o suceso ni usar demasiados adjetivos


(detienen el curso del discurso).

! Apelar a los verbos «comodines». Entre estos figuran: decir, ver, poner, haber,
tener, hacer. Ejemplo: Decir un discurso (pronunciar). Las formas verbales tienen
significados específicos que NO deben ser ignorados.

! Darle cabida en el discurso a los adverbios rimbombantes y fatigantes (muy


idealista, bastante viable, completamente justificable). Tampoco incluir adjetivos del
mismo estilo que pueden llevarnos al ridículo: alucinante, excelso, extraordinario,
inexorable, épico, triunfante, glorioso y otros. Algunos de estos vocablos son
imprecisos: romántico, sentimental…

! Hacernos eco de las «frases hechas» una y mil veces repetidas (Vengo hecho
polvo /…era su talón de Aquiles / escuchó el canto del cisne / hombro con hombro /
ojo por ojo / le dio el beso de Judas / anduve de pata de perro). Tratar de buscar
metáforas nuevas: “Mi estado de ánimo tiene, hoy, el color del pergamino”.

2.3.3. Precisión

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Seremos precisos cuando seamos capaces de escoger el camino más corto para
transmitir con éxito el mensaje y propiciar la creación de determinados estados de
ánimo en el receptor. Para lograr esto sería conveniente que nos hiciéramos las
siguientes preguntas:

• ¿Qué quiero decir?


• ¿A quién se lo voy a decir?
• ¿Por qué lo voy a decir?
• ¿Cuáles fines voy a alcanzar?

Cuando no se domina bien el contenido, no se conoce al auditorio ni se tienen


propósitos claros, se oscurece toda la pieza oratoria, se embrollan las ideas y se
empobrece el mensaje. En consecuencia, el auditorio desconfía y el orador fracasa.

2.3.4. Concisión

Los griegos de la ciudad de Esparta se hicieron famosos por la forma concisa con que
expresaban sus ideas. Cuando los padres espartanos despedían a sus hijos que
marchaban a la guerra les entregaban sus escudos y les decían: “Vuelve con él o
encima de él” (vencedores o muertos). Por esta razón, la voz laconismo (derivada de
Laconia, la región donde se asienta Esparta) significa: “Breve, conciso: respuesta
lacónica”.

Otro ejemplo de escueta contundencia la dan los romanos con la figura de Julio
César, quien después de su triunfo en la campaña de las Galias pronunció un célebre
discurso donde dijo sólo tres palabras: Vini, vidi, vici (Llegué, vi y vencí).

El poeta español Quevedo insistía en que un vocablo bien utilizado puede sustituir a
cuatro de escasa significación y destacaba el valor de la agudeza y el ingenio en el

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momento de hablar en público. En realidad, sólo debe interesarnos la pulpa jugosa de


la idea principal descartando las cascarillas inútiles.

Hay que tomar en cuenta que la capacidad de asimilación de los oyentes tiene límites.
Al público no se le puede castigar con discursos inacabables y aburridos; hay que
cuidarlo: ¡más largo no quiere decir mejor!

En todas las circunstancias, la información debe ser LIMITADA. Para el orador es


mejor quedarse corto que violar el tiempo establecido. Es bueno que la gente se
quede con ganas; si quieren más pueden hacer preguntas. Como dijo el escritor
barroco Baltasar Gracián y Morales: "Lo bueno, si breve, dos veces bueno".

Si por alguna circunstancia nos pasamos de la hora prevista, se pueden recortar


algunas ideas secundarias; pero, evitaremos a toda costa hablar más rápido para
decir lo mismo en menos tiempo. Ello tendrá consecuencias negativas:
desaparecerán vocablos, se brincarán temas claves, se perderá el hilo conductor de
la historia y el público quedará muy decepcionado.

La base del éxito radica en establecer un balance exacto entre el tiempo de que
disponemos y las ideas que queremos transmitir. Violar esta premisa destroza
cualquier intervención pública.

2.3.5. Convicción

En oratoria existe una premisa esencial: para tratar de conquistar al público, el


hablante tiene que conocer a fondo las bondades de la idea expuesta y apostar
favorablemente por las ventajas y posibles beneficios que pueden lograrse, si ésta es
asumida cabalmente por la colectividad. Es un secreto a voces que la convicción se
contagia, pero la duda también.

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2.3.6. Entusiasmo y acción

El entusiasmo es la voz que mueve y conmueve; no basta con haber expuesto


sabiamente un mensaje, es necesario que, al final, cuando se hagan la conclusión y la
exhortación, demos un énfasis especial a nuestras palabras y aumentemos la
intensidad de la voz para hacer patente, ahora de manera más emotiva, nuestra
VERDAD. Hay que despertar el entusiasmo en el auditorio y dar esperanzas a las
personas que están presentes. Y la esperanza siempre es sinónimo de vida.

Un mensaje sólido y una interpretación entusiasta de éste por parte del público
pueden provocar el desencadenamiento, casi inmediato, de nobles acciones en los
campos familiar, estudiantil y laboral.


REFERENCIAS

Bibliografía obligatoria:
Lucas, Adolfo (2008) El poder de la palabra: técnicas para hablar en público.
Barcelona, España: Ariel, 172 pp.
Noguera, Héctor (2006) Oratoria de 3 en 3. D.F., México: Panorama Editorial SA de
CV

Bibliografía complementaria:
Bregantín, Daniela (2008) Curso rápido para hablar en público. D.F., México: De
Vecchi, 237 pp.
Brassel, Carlos (2010) Las mejores técnicas para hablar en público. D.F., México: De
bolsillo, 225 pp.
Foucault, Michel (2009) El orden del discurso. D.F., México: Tusquets Editores, 75 pp.
Galeana, Elías (2002) El arte de la oratoria (Inédito).

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