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Semana 4
PRESENTACIÓN
CONTENIDO
En este terreno es bueno que distingamos algunos conceptos claves del discurso,
como una modalidad encaminada a cambiar actitudes y derrumbar murallas.
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El reto es el siguiente: el valor intrínseco del contenido que llega al público debe
coincidir con la belleza exterior del discurso, con su envoltura. Si la idea es lozana,
vigorosa, debemos darle un buen ropaje, pero sin exagerar ni deformar los
contenidos.
2.3.2. Claridad
• Lograr que las palabras se sometan a las ideas, las cuales tienen que ser
presentadas según su importancia. Buscar el orden, la coherencia (carácter
lógico) y la cohesión en los argumentos, ejemplos y posibles comparaciones.
Desechar las zonas oscuras, ininteligibles, y los atropellamientos innecesarios
que pueden devaluar la comunicación. Ir al grano, sin negar la belleza formal.
• Utilizar palabras claras y precisas descartando los vocablos que el auditorio no
pueda entender con facilidad. Si se usan tecnicismos propios del tema, se debe
profundizar en sus significados.
• Emplear frases cortas fáciles de emitir y de percibir por el receptor. Huir de las
construcciones sintácticas enrevesadas, confusas.
• Evitar los circunloquios (referirse a algo de manera imprecisa e indirecta) y los
soliloquios (monólogos que impiden la identificación del público).
! Abusar de la primera persona singular (yo, me, mí) o plural (nosotros, nos).
Utilizarla sólo cuando la idea sea muy personal y se quiera estimular la polémica.
Cuando el concepto es general se prefiere la forma impersonal: se. Ejemplo: “Se
cree que subirán los precios…”
! Usar muchos vocablos y repetirlos. Suprimir las palabras demasiado largas
(estratosférico).
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! Darle pie a muletillas como cosa, especie, algo, pues, esto, cuestión, bueno, éste.
Ejemplo: “Pon esa cosa sobre el mueble” (cartera). Éstas denotan una gran
pobreza de lenguaje. Hay otras muletillas: ¿no?, ¿verdad?, ¿sí?, éste, pues…
Algunas son sonidos inarticulados y molestos: “eeeh”, “aaaaah”. Podemos eliminar
estos parásitos encendiendo una suerte de alarma mental. Tampoco se deben
incluir en los discursos neologismos (La nueva vecina tiene a Mauricio
«cacheteando las banquetas»), extranjerismos (no escribir yogurt, mejor sería
yogur, voz castellanizada) o voces coloquiales como chavo, onda, pinche, no
manches... Muy nocivos son los barbarismos: «Hoy ando que “ardo”.
! Apelar a los verbos «comodines». Entre estos figuran: decir, ver, poner, haber,
tener, hacer. Ejemplo: Decir un discurso (pronunciar). Las formas verbales tienen
significados específicos que NO deben ser ignorados.
! Hacernos eco de las «frases hechas» una y mil veces repetidas (Vengo hecho
polvo /…era su talón de Aquiles / escuchó el canto del cisne / hombro con hombro /
ojo por ojo / le dio el beso de Judas / anduve de pata de perro). Tratar de buscar
metáforas nuevas: “Mi estado de ánimo tiene, hoy, el color del pergamino”.
2.3.3. Precisión
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Seremos precisos cuando seamos capaces de escoger el camino más corto para
transmitir con éxito el mensaje y propiciar la creación de determinados estados de
ánimo en el receptor. Para lograr esto sería conveniente que nos hiciéramos las
siguientes preguntas:
2.3.4. Concisión
Los griegos de la ciudad de Esparta se hicieron famosos por la forma concisa con que
expresaban sus ideas. Cuando los padres espartanos despedían a sus hijos que
marchaban a la guerra les entregaban sus escudos y les decían: “Vuelve con él o
encima de él” (vencedores o muertos). Por esta razón, la voz laconismo (derivada de
Laconia, la región donde se asienta Esparta) significa: “Breve, conciso: respuesta
lacónica”.
Otro ejemplo de escueta contundencia la dan los romanos con la figura de Julio
César, quien después de su triunfo en la campaña de las Galias pronunció un célebre
discurso donde dijo sólo tres palabras: Vini, vidi, vici (Llegué, vi y vencí).
El poeta español Quevedo insistía en que un vocablo bien utilizado puede sustituir a
cuatro de escasa significación y destacaba el valor de la agudeza y el ingenio en el
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Hay que tomar en cuenta que la capacidad de asimilación de los oyentes tiene límites.
Al público no se le puede castigar con discursos inacabables y aburridos; hay que
cuidarlo: ¡más largo no quiere decir mejor!
La base del éxito radica en establecer un balance exacto entre el tiempo de que
disponemos y las ideas que queremos transmitir. Violar esta premisa destroza
cualquier intervención pública.
2.3.5. Convicción
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Un mensaje sólido y una interpretación entusiasta de éste por parte del público
pueden provocar el desencadenamiento, casi inmediato, de nobles acciones en los
campos familiar, estudiantil y laboral.
REFERENCIAS
Bibliografía obligatoria:
Lucas, Adolfo (2008) El poder de la palabra: técnicas para hablar en público.
Barcelona, España: Ariel, 172 pp.
Noguera, Héctor (2006) Oratoria de 3 en 3. D.F., México: Panorama Editorial SA de
CV
Bibliografía complementaria:
Bregantín, Daniela (2008) Curso rápido para hablar en público. D.F., México: De
Vecchi, 237 pp.
Brassel, Carlos (2010) Las mejores técnicas para hablar en público. D.F., México: De
bolsillo, 225 pp.
Foucault, Michel (2009) El orden del discurso. D.F., México: Tusquets Editores, 75 pp.
Galeana, Elías (2002) El arte de la oratoria (Inédito).
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