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Cuando Chavín se convirtió en un importante centro ceremonial andino, hacía mucho tiempo que
se efectuaban intercambios de productos entre distintos núcleos poblados de la costa, de la sierra
y de la selva. Según el arqueólogo Duccio Bonavia, la gente de Chavín habría recibido, de la
selva alta y la selva baja, hojas de coca, plumas, maderas y, posiblemente, hasta alucinógenos
utilizados para fines rituales; de diversas zonas de la serranía, minerales y obsidiana, y de otros
lugares de la costa, sal, conchas y, probablemente, algodón. En el caso concreto de la obsidiana,
cuyo uso ritual estuvo ampliamente difundido en los andes, era obtenida en las canteras
localizadas en Huancavelica y Ayacucho. De mucho más lejos eran los moluscos marinos
strombus y spondylus (mullu), cuyo habitad natural se encuentra en las aguas tropicales de
Ecuador. De esta manera, se configuraba alrededor de Chavín un gran sistema de intercambio de
productos interregionales.
El templo Chavín alcanzó gran prestigio, ya que su oráculo era eficiente y poderoso. En realidad,
el templo fue un planetario natural pues el lugar donde se ubicaba era apropiado: una quebradita
que mostraba una pequeña porción del cielo, donde sería fácil observar y medir el movimiento de
los astros y sus distintas posiciones en relación a los picos nevados de la cordillera Blanca, que
se recortan en el horizonte; además la confluencia de ríos habría permitido conocer la cantidad de
lluvia que se estaba dando en otras zonas de la sierra.
Las acertadas predicciones de este oráculo le dieron fama y poder. Desde lejanas regiones
vinieron distintos grupos humanos a consultarlo. Eso dio pie a que más tarde su influencia cultural
se extendiera por el extenso territorio de los Andes Centrales.
Todo este proceso se dio en diversas partes de nuestro territorio. Prácticamente, hacia el año
1000 a. C., en cada valle, en cada región, hubo un centro ceremonial; pero aunque los templos
construidos en Chavín de Huántar no fueron los únicos, fueron los más importantes y
espectaculares de la época. Allí se concentró la élite religiosa. Chavín fue “el centro del mundo”,
el oráculo principal.
Los “curacas” eran los jefes del ayllu y eran elegidos mediante actos rituales. Ellos organizaban el
trabajo, administraban justicia y dirigían el culto, es decir, también eran sacerdotes. El curaca y su
familia formaban la clase dirigente, por eso se les eximía del trabajo, y los otros miembros del
ayllu tenían la obligación de mantenerlos. Económicamente constituían una sociedad que se
bastaba a sí misma. Esta forma de organización duró hasta los tiempos del Tahuantinsuyo, en
donde fueron los curacas mediadores entre el Inca y el ayllu.
De esta manera, se puede decir que el “ayllu” fue el grupo de familias unidas por vínculos
sanguíneo, religioso, económico y de idioma.
Como ya has visto, las poblaciones de distintas regiones tenían sus propios curacas o líderes. Sin
embargo, el prestigio que tenía el oráculo de Chavín, les permitió a sus sacerdotes influir en las
decisiones de los curacas. Así, los sacerdotes de Chavín se hicieron muy poderosos y, podría
decirse que, indirectamente pudieron gobernar a las poblaciones que rendían culto este centro
ceremonial.
Como te has dado cuenta, el poder que tenían los sacerdotes se basaba en la creencia de las
distintas poblaciones de que en Chavín de Huántar residían los dioses y que sus sacerdotes eran
los comunicadores de los deseos de éstos. Gracias a esta creencia, los sacerdotes de Chavín de
Huántar podían dirigir e influenciar tan poderosamente sobre otros curacas y pueblos. A esta
forma de gobernar se le llama Teocracia, que quiere decir “poder de dios”, y es un tipo de
gobierno que funciona a partir de las creencias religiosas. Ya verás cómo a lo largo del tiempo, en
otras culturas también existió este tipo de gobierno.