La cultura política de Nicaragua, está en una paulatina transformación.
Históricamente nuestra sociedad ha estado inmersa en diversos procesos políticos dictatoriales, bipartidarios y caudillescos, con altos índices de violencia, siendo ésta una referencia en la cultura política que por mucho tiempo han transitado las mayorías.
En estos casos, la adopción de estos modelos antidemocráticos, ha
empeorado el estado de la sociedad y de las minorías. Los partidos políticos, como instancias mediadoras de las reivindicaciones de la sociedad, han jugado un papel importante dentro de estos modelos. En la lucha por alcanzar el poder político y perpetuarse en él, han tenido una gran responsabilidad de volver a sus seguidores y adeptos, clientelistas, prebendarios, caudillescos y oportunistas, creando la ilusión, que a través de un único líder pueden resolver los problemas de todos y todas. Esta visión errática impuesta por la falta de programas democráticos y del bien común dentro de los partidos políticos, ha contribuido muy poco al avance de la democratización de nuestra sociedad.
Si bien es cierto que los pactos son instrumentos de la democracia, del
establecimiento de consensos y la convivencia en la sociedad, entre las diferentes fuerzas, en nuestra cultura política la realización de Pactos tiene implicancias negativas, ya que han sido suscritos ocultando el fondo de sus objetivos y por el contrario han derivado en repartición de cuotas de poder entre las fuerzas políticas contratantes. El papel de la oligarquía nicaragüense, también conlleva un grado de responsabilidad dentro del deterioro de la cultura política, ya que estas clases económicas han medrado dentro de los escenarios políticos, únicamente para velar por sus intereses económicos, negociando el bien y estabilidad de las sociedades, por asegurar su capital económico.
La sociedad nicaragüense aún conserva los estilos tradicionales del
manejo de la política. Esto no ha permitido el avance de una democracia verdadera que garantice los derechos económicos y sociales de las mayorías, ni asegurado el respeto de las minorías y mucho menos tomadas en cuenta, con modelos democracia participativa, y llenos de valores solidarios. Cabe señalar que han existido avances en el proceso de democratización y el cambio de la cultura política de nuestro país, donde las transformaciones revolucionarias, la ley y las organizaciones de la sociedad civil, están siendo factores claves para el desarrollo local de nuestra nación.
El proceso de transformación de la cultura política de nuestra amada
Nicaragua, no es lineal, es lento y difícil. Desarraigar estos modelos tradicionales significa la generación de una visión común de nación y una participación activa y directa de nuestras sociedades en la toma de decisiones, que acompañe la democratización de la gestión pública. Es clave que los intereses económicos de la oligarquía estén desvinculados de las decisiones de Estado. La prioridad educativa y transformadora por una nueva cultura política, hacia y para la sociedad que ejercen los medios de comunicación debe alejarse de intereses y posiciones privadas. La toma del poder político de nuevos liderazgos con valores y visiones democráticas, acompañado del interés de cambiar el sistema corroído y de generar el desarrollo social y ambiental sostenible de nuestra nación, es una tarea dura que hay que continuar dentro y fuera de los partidos políticos existentes.