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I Coloquio de Antropología Lingüística en México

La antropología lingüística de Ludwig Wittgenstein: a propósito de relatividad y

universales en el lenguaje.

Ling. Luis de la Peña Martínez (Profesor de las licenciaturas en Lingüística y en

Etnología de la Escuela Nacional de Antropología e Historia).

Cuando oímos a un chino, nos inclinamos a considerar su lenguaje como un balbuceo

inarticulado. Pero quien entiende el chino reconocerá allí el lenguaje. Así, con

frecuencia, no puedo reconocer al Hombre en el hombre.

L.W.

(Aforismos: 31)

En 1987 presenté una ponencia en el I Coloquio de Lingüística Mauricio Swadesh,

organizado por el IIA de la UNAM, acerca del texto de Ludwig Wittgenstein conocido

como Comentarios sobre La Rama Dorada, la que después se publicó en 1990 con el

título de “Wittgenstein y los límites del saber antropológico”. Ahí se concluía con una

afirmación acerca de “la importancia que para la teoría lingüística ha de tener un

pensamiento rico en estimulantes intuiciones como lo es éste, y que en mucho se

asemeja a los desarrollos recientes de algunas áreas del saber lingüístico como son la

etnolingüística y las investigaciones sobre el discurso” (De la Peña: 28). Más de veinte

años después, resulta grato confirmar que aquella aseveración es hoy un hecho, sobre

todo a partir de la publicación del libro Antropología lingüística de Alessandro Duranti,

quien le dedica un apartado a este autor en el capítulo titulado “El habla como acción

social”.

De esta manera, esta ponencia tiene como objetivo exponer los planteamientos

que sustentan lo que podríamos denominar como la “Antropología lingüística” de


Ludwig Wittgenstein (una denominación que, por cierto, ya había empleado Javier

Sádaba en su libro Lenguaje, magia y metafísica. El otro Wittgenstein).

Si bien Wittgenstein no fue un antropólogo o lingüista, en el sentido profesional

del término, su pensamiento filosófico sentó las bases para la investigación del lenguaje

en relación con sus contextos de uso y para caracterizarlo como una forma de acción,

principalmente por medio de la noción de “juego(s) de lenguaje” que introdujo en el

llamado Cuaderno azul. Estas ideas guardan cierta semejanza con las expuestas por

otros autores, como Duranti nos lo hace saber, como el antropólogo Bronislaw

Malinowsky, quien en su ensayo “El problema del significado en las lenguas

primitivas”, incluido como apéndice al libro de Ogden y Richards “El significado del

significado” de 1923, se ocupó del estudio del lenguaje como un modo de acción y

propuso la noción de “contexto de la situación” (Ogden fue el traductor del Tractatus al

inglés y Wittgenstein conocía el libro de Ogden, por lo que podría inferirse, como lo

menciona R. Firth, que Wittgenstein conocía el trabajo de Malinowski: Cf. Gellner) ; y

también guardan relación con la propuesta de los “actos de habla” (speech act) de J.L.

Austin, desarrollada en el libro Cómo hacer cosas con palabras, en que se recopilan

algunas de sus conferencias.

Para Wittgenstein, un lenguaje se vincula con una determinada forma de vida, tal

como lo plasmó en su libro póstumo Investigaciones filosóficas: “La expresión juego

de lenguaje debe de poner de relieve aquí que hablar el lenguaje forma parte de una

actividad o de una forma de vida” (Wittgenstein, 39).

O como lo hace, también en este mismo libro, a propósito del tema del

aprendizaje del lenguaje: “Llamaré también juego del lenguaje al todo formado por el

lenguaje y las acciones con las que está entretejido” (25) Tema, este del aprendizaje

lingüístico, que Wittgenstein abordó y que resulta fundamental para entender, desde la
perspectiva de la antropología lingüística, la ontogénesis del proceso cultural y social

del intercambio verbal, y no sólo el desarrollo de la capacidad individual de los sujetos

para hablar, y que cada vez más es considerado en este tipo de investigaciones. Creemos

que estudiar los procesos sociales del aprendizaje del lenguaje nos da las claves para

poder explicar la dinámica de otras formas de aprendizaje y la manera como los

individuos de una sociedad se apropian de los valores y actitudes de su colectividad.

Y es con respecto a estos empleos “primitivos” del lenguaje (en el sentido de

“primarios” o “elementales”) que Wittgenstein se cuestionará acerca de los diferentes

“géneros de palabras” y de la diversidad de sus funciones cuando por medio de una

analogía compare los elementos del lenguaje con una caja de herramientas. Este

enfoque, que no dudaríamos en llamar pragmático y funcional, llevó a Wittgenstein a

concebir el lenguaje desde una perspectiva muy distinta de la puramente lógica,

expuesta en el Tractatus logico philosophicus. El lenguaje es así considerado como algo

útil y práctico (en el sentido de praxis) es una forma de hacer, de acción y de actuación.

Todo ello permite comprender la variedad de empleos del lenguaje así como

“imaginar” las infinitas posibilidades de sus modos de ser y comunicar (y aquí habría

que subrayar el término “imaginar”, pues es de gran importancia para caracterizar el

aspecto creativo e imaginativo del pensamiento de Wittgenstein): “Puede imaginarse

fácilmente un lenguaje que conste sólo de órdenes y partes de batalla. - O un lenguaje

que conste sólo de preguntas y expresiones de afirmación y negación. E innumerables

otros.- E imaginar un lenguaje significa imaginar una forma de vida” (31).

La sola lista que Wittgenstein presenta a modo de inventario, en realidad puede

sugerir un catálogo o una guía para tratar de investigar los usos del lenguaje que

pudieran existir en una comunidad o en una cultura determinada:

Dar órdenes y actuar siguiendo órdenes


Describir un objeto por su apariencia o por sus medidas

Fabricar un objeto de acuerdo con una descripción (dibujo)

Relatar un suceso

Hacer conjeturas sobre el suceso

Formar y comprobar una hipótesis

Presentar los resultados de un experimento mediante tablas

y diagramas

Inventar una historia; y leerla

Actuar en teatro

Cantar a coro

Adivinar acertijos

Hacer un chiste; contarlo

Resolver un problema de aritmética aplicada

Traducir de un lenguaje a otro

Suplicar, agradecer, maldecir, saludar, rezar (p.p.-40-41).

Sobre todo estos últimos ejemplos, como otros más (preguntar, charlar)

pertenecen a lo que Wittgenstein denomina nuestra “historia natural”, lo mismo que el

andar, comer beber o jugar.

Esto recuerda lo expresado en su Comentarios a la Rama dorada, cuando señala

que el ser humano es un “animal ceremonial”:

“Esto quiere decir que se podría empezar un libro de antropología diciendo:

cuando se observa la vida y el comportamiento de los hombres sobre la tierra se ve que

aparte de las actividades que podrían llamarse animales, como la ingestión de


alimentos, etc., etc., etc., llevan también a cabo actividades tales que tienen un carácter

muy particular, y que podrían llamarse rituales”

Ello constituye el núcleo de lo que podríamos denominar como su “pensamiento

antropológico” o “antropológico lingüístico” (Cf. De la Peña). El ser humano está

caracterizado desde la perspectiva de lo simbólico, lo ritual y lo lingüístico. No hay

distinciones entre estos aspectos que conforman un ensamblaje, como cuando

Wittgenstein afirma que “toda una mitología está depositada en nuestro lenguaje”. Por

lo que habría que afirmar que una cultura (una determinada forma de vida) estaría

constituida como y por una multiplicidad de juegos de lenguaje.

Y aquí habría que ver la relación de las propuestas de Wittgenstein con las de la

tradición antropológica norteamericana, sobre todo la representada por la famosa

hipótesis del relativismo lingüístico, atribuida a Sapir y a Wohrf, o la de la etnografía

del habla (o de la comunicación) de Dell Hymes. Se podría pensar que la insistencia en

estudiar el lenguaje en relación con una determinada forma de vida acercaría a

Wittgenstein a los extremos del relativismo cultural y lingüístico. Sin embargo, lo que

le interesaba era descubrir la variabilidad de formas de comunicar del lenguaje (puesto

que el lenguaje está concebido como algo público y no como algo privado) y, por otra

parte, preguntarse cómo es que se adquiere esta “competencia comunicativa”, para

utilizar el término de Hymes; aunque, habría que decir que el mismo Wittgenstein se

referirá al lenguaje no como una unidad o una esencia homogénea sino como un

conjunto de prácticas que guardan cierto parentesco, un “aire de familia”.

Los dos paradigmas de la obra de Wittgenstein (el del Tractatus y el de las

Investigaciones) parece confrontar dos puntos de vista radicalmente opuestos: uno a

priori, que destaca la “sintaxis lógica” del lenguaje, antecedente no sólo del positivismo

lógico sino del racionalismo lingüístico chomskyano, y otro más bien empírico, que se
interesa por los casos concretos del funcionamiento del lenguaje. Entre uno y otro, se

desarrolla la filosofía lingüística de Wittgenstein.

Lenguaje, pensamiento y acción se entremezclan para formar una relación

compleja. No hay primacía de un aspecto sobre otro. No hay lenguaje sino en relación

con un modo de pensamiento y de acción. El problema estaría en pasar, para usar dos

metáforas sugeridas por el mismo Wittgenstein, de la concepción de la pureza

“cristalina” de la lógica del lenguaje (que sub-yace, es decir, que está bajo la superficie,

y que mucho anticipa los planteamientos chomskyanos, o sea, un “terreno helado”), a

otra que permita la “fricción” sobre un “terreno áspero”, que la película de Derek

Jarman ilustra de modo imaginativo.

Lo que resulta de todo ello sería la noción de juego como regla. Sólo que la

noción de juego no es como aquella planteada por Saussure al asemejar a la lengua con

el juego de ajedrez, pese a que Wittgenstein se valga de la misma figura del juego de

ajedrez. Una regla supone varios componentes: tiene que ver con una práctica y un uso,

con un aprendizaje y una enseñanza (en el sentido de mostración u ostentación y no en

un sentido académico y formal). No es sólo un conocimiento abstracto, o virtual, que

vale por sí mismo (un cálculo), sino es ante todo un saber-hacer. La regla para ser tal

tiene que cumplirse (valga la redundancia) con “regularidad”. La costumbre, el hábito,

la imposición, la convierten en una institución. El “seguimiento de una regla”

implicaría la idea de que la cultura es, como lo menciona Wittgenstein en uno de sus

aforismos: “… un reglamento. O presupone un reglamento” (Aforismos: 150).

Esto nos lleva a la problemática del significado, que no es contemplada tanto a

propósito de aquello que tiene un sentido (como diferente de un mero sinsentido, según

la terminología del Tractatus) cuanto con lo que hace que en determinados casos algo se

vuela “significativo”. O para decirlo con un fragmento del libro Zettel: “Cómo se ha de
entender una palabra, no nos lo dicen las solas palabras”. El significado no es una mera

cuestión de referencia sino de aquello que la vuelve tal, además de que hay expresiones

que no “refieren” a algo. O como lo señala el lingüista John B. Haviland en su

colaboración para el libro Bases para la documentación lingüística: “Los juegos del

lenguaje –algo que ya no puede quedar oculto para un lingüista de campo profesional

–complica aún más el tradicional enfoque referencial del significado léxico. Usamos las

palabras para referir; pero también para muchas otras cosas”. Y a continuación da la

lista de juegos de lenguaje propuestos por Wittgenstein.

De ahí, que la concepción y definición del significado en Wittgenstein sea

abierta y que resulte más que paradójica, irónica: “Para una gran clase casos de

utilización de la palabra “significado” –aunque no para todos los casos de su utilización-

puede explicarse esta palabra así : El significado de una palabra es su uso en el

lenguaje”. Donde, al parecer, se ha puesto más atención a la segunda parte de la

definición (El significado de una palabra es su uso en el lenguaje) y no en la premisa:

“Para una gran clase de casos de utilización…aunque no para todos los casos”. Con lo

que su propia definición se relativiza.

El significado está determinado por una serie de condiciones que hacen que en

un contexto dado algo sea significativo. O mejor: que algo sea significativo “para

alguien” en un contexto dado. La significación es un proceso complejo que se presenta

como inconsciente para aquel que la comprende, pero que no quiere decir que no pueda

modificarse o adaptarse a otras circunstancias si llegara a darse tal situación.

Esos límites del lenguaje, que son límites del pensamiento, son los que permiten

que alguien pueda reconocer como significativo algo que para otro no lo es. Más que

tratarse de “relativismo” a ultranza es cuestión de asumir la “diferencia” cultural como

constitutiva de los hechos (de las acciones) del lenguaje. Pero aquí “diferencia” no
supone lenguas o culturas homogéneas que se oponen a otras lenguas y culturas

(igualmente homogéneas) ya que al interior de una lengua o cultura hay otras tantas

formas de diferencia y juegos de lenguaje distintos.

Como lo señala en los Comentarios a la Rama dorada:

“Podría decirse “cada perspectiva tiene su atractivo”, pero esto sería falso. Lo

correcto es decir que cada perspectiva es significativa para aquel que la ve significativa

(esto no quiere decir que se vea distinta a como es). Así, en ese sentido todas las

perspectivas son igualmente significativas” (Comentarios a La Rama dorada: 31).

El relativismo (moderado) de Wittgenstein tiene que ver con usos y

comportamientos distintos y diferenciadores, lo que de suyo es una característica de

aquello que genérica y universalmente llamamos “ser humano”. Esto nos conduciría,

igualmente, a cuestiones de tipo ético y hasta religioso, que es otro rasgo del

pensamiento de Wittgesntein, a veces poco considerado.

En otro de sus aforismos afirma lo siguiente: “Cuando utilizamos la manera

etnológica de consideración ¿quiere decir esto que explicamos la filosofía como

etnología? No, sólo quiere decir que tomamos un punto de vista exterior para poder ver

las cosas más objetivamente” (Aforismos: 85).

La influencia del pensamiento de Wittgenstein sobre la antropología (y de ésta

sobre Wittgesntein) ha sido señalada, desde distintas perspectivas, por autores como

Winch, Gellner, Bouveresse, Sádaba, y entre nosotros Jacorzynski.

Sin embargo, Duranti destacará que la noción de “juego de lenguaje”, o su

plural: “juegos de lenguaje”, puede ser aceptada como unidad de análisis (que es como

titula al apartado en el que estudia el aporte de Wittgenstein a la Antropología

lingüística: “Los juegos de lenguaje como unidades de análisis”), incluso de mejor

modo que la noción de Austin de “actos de habla”: “Como unidad de análisis, los juegos
de lenguaje asumen que el lenguaje es un conjunto ilimitado pero manejable (y que

pueden aprenderse) de prácticas culturales” (Duranti: 326) . Las dificultades tienen que

ver en todo caso con el modo de distinguir y aplicar esta noción a situaciones de estudio

concretas (como fueron las “concreciones ambientales” investigadas por Juan José

González en su tesis).

En este sentido, este es un ejemplo en que una noción “filosófica” muestra ser

una noción productiva para la investigación científica, como ha sido comprobado en

otros campos del conocimiento y como es el caso del conocimiento antropológico, que

para Duranti está constituido por cuatro disciplinas o ramas fundamentales: la

antropología arqueológica, la antropología biológica (o física) y la antropología socio-

cultural, además de la antropología lingüística; una definición que penosamente olvidan

los propios lingüistas o los antropólogos formados en una escuela como la ENAH. Y no

me refiero al sólo hecho de tener que estudiar una lengua indígena, sino a hacerlo desde

una perspectiva antropológica. No existen lenguas o situaciones culturales más

antropológicas que otras: lengua y cultura dejan de ser dos abstracciones que habría que

posteriormente unir y se integran como una misma acción en la noción de los juegos de

lenguaje, pues como lo afirmaba Wittgenstein en un aforismo: “Palabras son hechos”

Aforismos: 96) y en las Investigaciones filosóficas:”Las palabras son acciones”.


Bibliografía

Bouveresse, J.

Wittgenstein. La modernidad, el progreso y la decadencia, UNAM, Instituto de

Investigaciones Filosóficas, México, 2006.

De la Peña Martínez, Luis

“Wittgenstein y los límites del saber antropológico” en La Jornada Semanal, 1990.

Duranti, Alesandro

Antropología lingüística,

Gellner, Ernest

Lenguaje y soledad. Wittgenstein, Malinowski y el dilema de los Hasburgo, Editorial

Síntesis, Madrid, 2002.

Wittgenstein, L.

Aforismos. Cultura y valor. Espasa Calpe, Colección Austral, Madrid, 2004.

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