Está en la página 1de 3

Nombre: Angela María Perdomo Rojas

Tercer Nivel- Liderazgo Eficaz.

CHARLES SPURGEON

Charles Haddon Spurgeon, conocido como “el Príncipe de los Predicadores” nació
en Kelvedon, Essex, el 19 de Junio de 1834. Su padre y su abuelo fueron pastores
puritanos, siendo criado en un hogar de principios cristianos. A sus seis años,
Spurgeon leyó El progreso del peregrino de John Bunyan y al final de su vida lo
había leído unas 100 veces más. Se destacó en las matemáticas y solía leer las
Escrituras durante el culto familiar. Memorizó muchos himnos en su niñez los
cuales usaría posteriormente en sus sermones. Fue convertido a Cristo en una
visita inesperada, debido a una tremenda tormenta de nieve, a una capilla
metodista ubicada en Artillery Street, Colchester, el día 6 de enero de 1850.
Recibió el bautismo por inmersión en el río Lark, en Isleham, el día 3 de mayo de
1850.
Charles fue el primogénito de diecisiete hijos. Cuando sólo contaba con dieciocho
meses de edad, su padre fue a vivir a Colchester donde se encargaba de la
contabilidad de un comercio de carbón.
Su primer sermón, cuando contaba con solo dieciséis años de edad, había sido
bendecido en Tebersham. Fue en la casa de unos campesinos, y continuó
predicando hasta que fue a Waterbeach. Durante dos años, la capilla de esa
localidad tuvo que ampliarse sustancialmente para albergar a todos los que
querían escucharlo. Venían de lejos para oír sus sermones.
El 8 de enero de 1856 contrajo matrimonio con Susannah Spurgeon y tuvieron
gemelos, Charles y Thomas.

En el transcurso de su vida, Charles Spourgeon tuvo que experimentar varios


momentos cruciales los cuales serían utilizados para fortalecer su fe y su creencia
por Dios. El primer momento crucial fue antes de su conversión, él vivió cinco años
con una profunda y continua convicción de pecado, se sentía condenado,
arruinado, destruido, perdido, desvalido, desesperado; él pensaba que el infierno
estaba ante él, aunque oraba no encontraba ninguna respuesta de paz. Aunque
ese fue un momento de sufrimiento y desesperación, ello le enseñó a aborrecer la
inmundicia del pecado y apreciar la santidad de Dios, además engendró en él un
gozo en su salvación. Siguiendo con esta experiencia, al transcurso de su vida
como predicador, tuvo que enfrentarse a fuertes calumnias y escarnio, a lo cual
respondía cosas como “puedo decir en verdad que fui enterrado con Cristo hace
treinta años, ciertamente debo estar muerto. Verdaderamente el mundo así lo
pensó, pues no mucho tiempo después de mi entierro con Jesús, comencé a
predicar y por esos años el mundo me consideró muy trastornado, pero entre más
apestaba yo en sus narices, más me regocijaba, pues tenía entonces la plena
certeza que yo estaba realmente muerto para el mundo”. No tuvo que enfrentar
solo al mundo, sino enfrentarse a sí mismo, sentimiento de solemne
responsabilidad pensando en que lo que él predicara fuera realmente la verdad,
que fuera realmente lo que Dios quería que él hablara, ante esos momentos decía
“he predicado el Evangelio durante estos últimos treinta años y más y a menudo,
he sentido que mis rodillas chocaban entre sí, no porque tuviera temor de mis
oyentes, sino al pensar en esas cuentas que debo rendir a Dios, si hablo la verdad
fielmente o no”. Depresión, tareas del ministerio, la enfermedad de la gota, estos
fueron otros momentos cruciales en su vida, pero en ninguno de ellos permitió la
queja, la confianza en la soberanía y el amor paternal de Dios no impidió que
Spurgeon preguntara algunas veces “¿por qué?, más especialmente cuando
quedaba incapacitado en tiempo que él consideraba cruciales para su trabajo.
En esto y en todo lo demás, Spurgeon se dio cuenta de los beneficios potenciales
del dolor. En un sermón publicado en 1881, él afirmó: “En sí mismo, el dolor no
santificará a nadie, tiende inclusive a ensimismar a la persona y volverla
malhumorada, enojadiza, egoísta; pero cuando Dios bendice ese dolor, entonces
tendrá un efecto sumamente saludable: una suavizante influencia de obediencia.

Charles Spurgeon mostró su amor por las ovejas con la predicación, él quería que
así como él en algún momento tuvo una experiencia con Jesús, aquella que quitó
toda condenación de su vida, así mismo quería que otros pudieran ver a Jesús.
Con todo su corazón empezó a enseñar en la escuela dominical y así como se iba
ganando el cariño de los pequeños igualmente el de sus padres. Por eso la
predicación fue su mayor acto de amor por los demás. “Cuántas veces me fue
concedido el privilegio de predicar en la cocina de la casa de algún agricultor, o en
un establo”
Su liderazgo en la iglesia siempre estaba suavizado por un amor genuino. Él
estableció su liderazgo por medio de un verdadero amor cristiano y servicio a cada
asistente. La prueba del valor de un de su enfoque está en el tremendo
crecimiento que tuvo su iglesia. En los 37 años de servicio, 14.000 personas se
agregaron a la membresía de la congregación, para llegar a ser la iglesia bautista
más grande del mundo.
En Charles Spourgeon hay muchas maneras de evidenciar la forma en que se
movía bajo la unción del Espíritu Santo. Por un lado tenemos el avivamiento que
hubo y que había en cada predicación, aunque su forma de predicar no agradaba
a muchos, decían que era como dejar de disfrutar de un buen pan porque el
panadero fuera arrogante (así era como muchos lo calificaban), decían que porque
él fuera arrogante no dejarían de escuchar una buena enseñanza y de disfrutar de
un buen banquete espiritual. Se podía evidenciar el poder que había recibido por
medio del Espíritu Santo, pudo ser testigo de Jesús a todo lugar donde enseñaba.
Y por otro lado, muchas personas lo describían como un hombre de oración que
vivía en su espíritu en comunión con Dios. Según el Doctor Wayland Hoyt: “yo
estaba camindando con el (Spurgeon) en el bosque, y cuando llegamos a cierto
lugar simplemente dijo, venga, arrodillémonos junto a esta cabaña y oremos, y así
elevó su alma a Dios en la más reverente y amorosa oración que he oído”. Orar
era tan natural para él como respirar. El Doctor Theodore Cuyler, dice que
mientras caminaban por el bosque tuvieron un tiempo de mucho humor y Charles
Spurgeon paró de repente y dijo, “venga Theodore, agradezcamos a Dios por la
risa” y allí mismo oró.

También podría gustarte