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5 La
Unidad CINCO. Narración
Navidad
de Campanita
A Campanita no le gustaba nada la Navidad.
Y eso que todos la conocían por este apodo
porque había nacido un 24 de diciembre y, según
contaban sus padres, estuvo a punto de hacerlo
en plena calle porque ante la puerta del hospital
había un coro de niños que cantaban el villancico
«Campanas de Belén» y, hasta que no terminaron
de interpretarlo, no les dejaron pasar.
A Campanita su cumpleaños le emocionaba
tanto como a cualquier niño, pero le fastidiaba que cayera en
aquella fecha. Y es que la Navidad le parecía un rollo, por mucho
que le encantaran las vacaciones, el turrón o los regalos, y que la familia
se reuniera y la gente fuera más buena y feliz.
Campanita le había cogido manía a la Navidad porque en esos
días no paraba de trabajar. Vivía en una ciudad en la que las mujeres
más coquetas, cuando querían ponerse guapas, tenían la costumbre
de ir a la modista y encargarle un vestido, en vez de comprárselo en
una tienda. Como ya habréis adivinado, la madre de Campanita era
modista, de modo que poco antes de las fiestas navideñas todas sus
clientas empezaban a encargarle los trajes que lucirían en elegantes
bailes y cenas de gala.
La pobre madre de Campanita se pasaba las fiestas cosiendo y ella,
para ayudarla, gastaba sus vacaciones haciendo recados y tareas.
Tenía que madrugar y andar de un lado a otro comprando los botones,
los corchetes, las cintas y los hilos que su madre necesitaba para los
vestidos. Luego, por las tardes, tenía que recibir a las señoras que
venían a probarse la ropa y pasarle los alfileres a su madre, y también
enhebrarle las agujas y, al final, cuando todos los encargos ya estaban
terminados, envolver cada prenda sin que se arrugara.
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–¡Qué bonito!
–¡Qué precioso!
–¡Qué divino!
Las tres hermanas
se emocionaron por lo
maravillosos que eran
los vestidos y decidieron
probárselos enseguida.
Campanita quiso irse, pero
le pidieron que esperara y le ofrecieron turrón
y un chocolate caliente, y al rato salieron
con sus trajes de fiesta y bailaron ante ella.
Campanita se quedó admirada de lo bien que
cosía su madre y se contagió de la alegría
de aquellas tres muchachas. Se despidieron de
ella con besos y abrazos, le dieron varias veces
las gracias y una generosa propina que hizo
que Campanita se alegrara aún más.
A lo largo de la tarde, Campanita y su
padre recorrieron una docena de casas más,
y en todas hubo alegría, admiración, algún
dulce que ofrecer y más propinas.
–¿Ves como valía la pena venir conmigo? –le dijo su padre
cuando regresaban–. Buenas propinas te has llevado…
–Sí, pero el dinero es lo de menos –le respondió ella muy
contenta–, ¡me he divertido mucho viendo a las chicas tan guapas
y tan felices! ¡Y qué vestidos más preciosos sabe hacer mamá! Lo que
más me ha gustado ha sido hacer feliz a la gente. ¡Hoy me he sentido
como un Rey Mago! No está tan mal la Navidad, después de todo.
–Cierto, también los tres Reyes Magos y Papá Noel tienen
que trabajar todas las Navidades para entregar sus regalos.
–Sí –sonrió Campanita–, seguro que terminan cansados, como
nosotros, pero desde luego vale la pena.
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Actividades
1. Contesta las preguntas.
2. ¿Qué hacía Campanita por las mañanas? ¿Y por las tardes? Completa.
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