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HEREDERA DE, UN SECRETO

l<| … Rol 1an

Carolina no contestó. Algo en su interior le


la perra iba a ser no solo la compañía de las tres decía que la vieja casa de Flores iba a darle muchas
durante esos meses sino también su guardiana fiel
ideas para un montón de historias. Sin embargo,
en cuanto pasara ese primer momento de sorpresa
sabía que iba a tener que transgredir la recomen—
y nostalgia.
—-—¡A comer! -—llamó Alicia desde la cocina.
dación de su madre:
—Con el escritorio, este comedor diario, el
Rápidamente la familia entera rodeó la mesa
comedor grande y los cuartos es suficiente para
y Daniel propuso un brindis:
ustedes… No abran más habitaciones. Por ahora,
—Porque este regreso a Buenos Aires sea el
comienzo de una vida distinta pero hermosa para para ustedes solas, con esos cuartos va a ser más
todos. que suficiente. Cuanto menos abran, menos van a
Chocaron las copas. Alicia lo miró y le sonrió tener que limpiar.
—Ma, ¿le diste de comer a Cristal? —la preo—
con complicidad. Carolina levantó el pulgar en
señal de triunfo y]irnena acarició el pelo de Natalia. cupación de Natalia interrumpió las recomenda—
ciones de Alicia.
Todos esperaban que el buen deseo fuera de verdad
-——Sí, Nati, fijate si comió
un presagio, pero costaba articular palabras. y andá a acostarte.
Mañana tenemos que levantarnos temprano para
jimena fue la que hizo el primer comentario: ir a comprar los guardapolvos. Te preparé la cama
—¿Alguien vio a los vecinos de al lado, los de
la casa que está para el lado de Curapaligúe? Me en la sala, al lado de jimena, como vos querías.
Dormite que después papi va a acomodar las cosas
pareció que nos espiaban detrás de la ventana.
Parecen un matrimonio mayor medio raro. En que trajo tu hermana del departamento.
Natalia saludó a todos y se fue a su cuarto.
lugar de salir, o de presentarse, o de quedarse
Antes pasó por la cocina: en un rincón estaban los
adentro sin hacer nada y esperar la oportunidad
restos de la comida de Cristal. Se sintió aliviada:
para conocernos, estaban detrás de la ventana
mirando con disimulo. por lo menos había comido un poco.
—A ver quién me ayuda a levantar la mesa
—Sí, yo los vi... Bueno, en realidad, yo también
estuve espiándolos —-se entusiasmó Carolina—. A —pidió Alicia mientras llevaba la fuente a la cocina.
lo mejor no son un matrimonio. Me hacen acor— —Carolina -——indicó enseguida jimena—.
Yo tengo que acomodar las cosas que traje y,
dar a los hermanos de “Casa tomada”... Seguro
además, tengo que preparar todo para mañana.
que ella se la pasa tejiendo y él coleccionando Carolina no aceptó de muy buen grado la
estampillas y oyen ruidos en el fondo… ¡Qué lindo
decisión (le su hermana pero, cuando quedó
para escribir un cuento! sola en el comedor, empezó casi mecánicamente
——Claro, pero vas a tener que inventar otra histo—
ria: con esa te ganó Cortázar —la (l(:silusiogó¿]imena.
¡¡
recoger los platos. De pronto, algo la obligó a
HEREDERA DF. UN SECRETO
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un rato en la cama y, tratando de no hacer ruido desde temprano, se movía con ritmo agitado en
para no despertar a Natalia, salió de su cuarto. dirección al centro.
El canto de los pájaros en el jardín la ayudó a
recordar que no estaba en el departamento del
centro, sino en esa casa enorme, desconocida. El lunes, a las siete y media en punto de la
Mientras preparaba el agua para la ducha, pen- mañana, Alicia y sus hijas menores bajaron de un
saba que era bueno recuperar el contacto cotiv taxi en la puerta del viejo edificio del Mariano
diario con sus hermanas e imaginó las mil y una Acosta.
situaciones que vivirían juntas. En diez días más —Adelante, señora, tome asiento. ¿Las chicas
sus padres se irían a terminar de cerrar sus asun— vinieron con usted? —La amabilidad del rector del
tos en Ushuaia. Era miércoles, el lunes Carolina colegio tranquilizó a Alicia. Tuvo la sensación de
y Natalia empezarían el colegio y ellos habían que la elección no habia sido equivocada.
decidido irse el viernes, al finalizar la primera Afuera, en el amplio pasillo del primer piso,
semana de clases. grupos de adolescentes con guardapolvo blanco
Estaba casi lista para irse a trabajar cuando se reenconuaban entre bromas, comentarios y
escuchó la voz de su madre desde la sala que daba alguna mirada de reojo a las dos chicas que, en la
al jardín donde habían instalado provisoriamente puerta del rectorado, aguardaban el momento de
su dormitorio. entrar en las aulas con una mezcla de curiosidad
—jimena, ¿desayunaste? y timidez.
-—Sí, mamá, tomé unos mates. Seguí durmien- —-—Pasen, chicas. En un ratito la jefa de precep-

do que es temprano. A eso de las dos estoy de toras les va a indicar el aula que les corresponde.
vuelta. Un beso. Por ahora, esperen aquí mientras converso con su
Caminó rápido hasta Directorio para tomar el madre.
colectivo rumbo al estudio de arquitectura donde Carolina y Natalia obedecieron. El despacho
trabajaba todas las mañanas. Mientras esperaba, del rector tenía algo del escritorio de la casa de
paseó distraídamente la mirada por la cuadra: un Bilbao: muebles oscuros y antiguos, una ventana
pelotón de autos esperando el semáforo, la esta— alta y angosta que daba a la calle y viejos pisos de
ción de servicio de la esquina, una escuela todavía madera crujientes. Carolina pensó que el edif1—
silenciosa enfrente, la rotisería en la esquina, el cio de Urquiza y Moreno, donde estaba el cole-
banco a mitad de cuadra… En fin, en la misma gio, debía tener los mismos años que la casa de
manzana de la casa, el claro contraste entre una Flores.
calle como Bilbao, con jardines y pájaros en la —l)oril':l, su hermana, me habló muy bien de
mañana, y una avenida como Direc'torio que, las chicas. Dice que son muy ostu(liosas. Usted sabe

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