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1. El problema de la representación
Desde Platón hasta Kant el modo de entender el conocimiento ha sido muy variado.
Poco tiene que ver la tesis de Platón o de propio Aristóteles con la que Kant plantea en
su propia síntesis. Sin embargo, en todos los planteamientos se repite un mismo
esquema, el esquema de la mediación, según el cual el conocimiento exige un tercero
llamado imagen, idea o concepto entre el sujeto y el objeto que haga posible el acto
cognitivo.
Edmund Husserl dice todavía más. Para él, la contradicción de esta teoría del
conocimiento, basada en la representación, se pone de relieve de un modo importante en
cada una de las modalidades del conocimiento. En el nivel más básico del
conocimiento, que sería la percepción, no es la copia o la imagen la que es percibida por
mí, sino el objeto mismo. Es más, si es posible una copia es gracias al objeto de
percepción. Lo mismo ocurre en el nivel de la memoria, que no está hecha de imágenes
de cosas sucedidas en el pasado, sino que es el recuerdo de lo experimentado. La
experiencia según Husserl no desaparece en la nada. La imaginación no posee una
imagen, sino que representa el objeto imaginado. Igualmente sucede en el juicio, cuyos
términos no son meras imágenes mentales.
Este rechazo a la teoría de la representación que lleva a cabo Husserl nos devuelve al
centro de la problemática: ¿cómo establecer la relación entre el sujeto y el objeto en el
ámbito del conocimiento? La conciencia, con su estructura propia, es la que marca esta
relación, según E. Husserl. El problema es que hemos entendido la conciencia como si
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fuera una caja vacía a la que nosotros vamos echando cosas hasta que se llene, de tal
modo que ser consciente es ser consciente de ideas que van llenado esta caja. Pero para
Husserl la conciencia no es un espacio cerrado, un mundo intra-mental opuesto al
mundo de las cosas, que está fuera de la mente.
Esta concepción de conciencia debe ser rechazada, pues la conciencia no existe sin
relación al mundo externo; más aún, la conciencia y el mundo están siempre en
correlación íntima, de tal modo que sujeto y objeto están siempre correlacionados. Ser
consciente es siempre ser consciente de algo. En esta correlación es en lo que consiste la
intencionalidad del conocimiento, una intencionalidad obtenida a partir de la estructura
de la conciencia, a la que Husserl denomina «conciencia intencional». El conocimiento,
por lo tanto, es siempre un conocimiento inmediato.
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TEMA 7: Intencionalidad y conciencia intencional
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percepción se caracteriza por la parcialidad de la presentación: el objeto, que se da a la
percepción, lo hace necesariamente de un modo parcial porque cada percepción nos
ofrece un lado, nunca todos los lados de golpe.
Esto no significa que la percepción cubra solo los lados vistos. Los lados vistos están
rodeados por otros lados ocultos, ausentes, no vistos actualmente pero susceptibles de
ser vistos. La percepción de los lados vistos encierra la posibilidad de ver los lados
ausentes. En toda percepción se mantiene una estructura que se puede explicar bien de
un modo noemático desde aquello que concierne al objeto bien de un modo gnoético
desde aquello que concierne al sujeto. De este modo, el objeto de la percepción
aparece como una mezcla entre espacios vistos y espacios ausentes.
Desde un punto de vista subjetivo, tiene en cuenta unas intenciones cumplidas que
son un correlato de los lados presentes del objeto y unas intenciones vacías que se
corresponden con los lados ausentes del objeto. Solo porque las intenciones cumplidas
nos reenvían continuamente a las intenciones vacías en una síntesis continua, es posible
alcanzar una unidad en la percepción. La intencionalidad de la conciencia del objeto lo
es del único objeto, no de los lados parciales. Cuando se percibe un objeto, se percibe la
identidad del objeto, porque es el mismo objeto el que se da.
Se debe tener en cuenta que la identidad del objeto puede ser dada en el modo de la
memoria, en el modo en que el objeto es recordado. El recuerdo es distinto de la
percepción y posee una estructura propia de donaciones y representaciones, en las
cuales el mismo objeto nos es dado.
¿En qué consiste la estructura específica de la memoria? En el hecho de que ella está
compuesta por una ausencia más radical que la de la percepción. La memoria presenta
también al objeto, como la percepción, pero con un estrato intencional diverso, porque
el objeto presentado aparece como objeto del pasado, recordado, no como objeto en el
presente actual.
La diferencia mayor que existe entre memoria e imaginación reside en lo que Husserl
llama «rivalidad dóxica». La memoria funciona gracias a creencias, porque los datos
que vienen espontáneamente son recuerdos de aquello que realmente sucedió. La
imaginación, sin embargo, está caracterizada por aquello que Husserl llama «suspensión
de la creencia» ante un modo o una situación irreal. Las cosas que imaginamos están
marcadas por una irrealidad, de tal modo que no producen el mismo efecto en nosotros
que las cosas recordadas en la memoria.
Los juicios se llevan a cabo en el acto de predicar, de decir algo acerca de una cosa.
Nos referimos brevemente a la intencionalidad categorial como a una de las estructuras
intencionales que expresa nuestra capacidad de juzgar y de expresar proposiciones por
medio de operaciones lógicas.
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2) Está marcada porque introduce una discontinuidad en ese flujo continuo de
percepción.
3) Corresponde a la del objeto categorial. El flujo de esa percepción se introduce y se
produce una relación de la parte con el todo.
2.5. Conclusión
A modo de conclusión, podemos decir que las diversas estructuras intencionales que
hemos tratado están en relación unas con otras. La percepción se relaciona solo en una
estructura de contraste con la memoria. Los objetos categoriales, además, no se pueden
constituir sin referencia a un objeto de la percepción sensible. Este cruce de relaciones
de un modo activo y pasivo es determinado por la unidad de la vida del sujeto y está en
correlación con el mundo.
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TEMA 8: Intuición sensible e intuición categorial
Las palabras y las imágenes nos ayudan a mentar un objeto ausente, pero estos
elementos son meros medios subsidiarios, medios de apoyo. Es el objeto mismo,
ausente por ahora, el blanco de las intenciones vacías. Este fenómeno de la ausencia está
en la base de las diversas experiencias humanas los sentimientos, las emociones,
puestas en juego con la esperanza y la fe. Esto significa que es posible mentar algo
bueno, positivo, que en este momento no es alcanzable, pero cuya posibilidad determina
un sentimiento de fe o de esperanza. O todo lo contrario: algo que por su imposibilidad,
desencadena un sentimiento de desesperación y de angustia. Los fenómenos tienen
sentido si hay algo ausente, perteneciente al pasado que se mienta.
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presencia muy cercana e inminente de la persona, que, si bien todavía no se conoce,
sigue mentándose. En todas las etapas que hemos mentado, se trata de la misma
persona, una persona mentada en un proceso en el que mis intenciones vacías van
siendo gradualmente cumplidas, hasta alcanzar el culmen, que es cuando veo a la
persona en «carne y hueso». Los diversos grados e intenciones vacías son
cualitativamente diversos unos de otros. Una cumple a la otra que la precede, pero
reenvía a la siguiente. La intuición final, que cierra el último grado del
cumplimiento, es la referencia intencional al objeto.
Esto significa que el acto significante necesita cumplirse a través de la intuición para
que el objeto que se había mentado en el acto significante sea dado, visto en la intuición.
En este sentido, la intuición lleva a cumplimiento el acto significante. El acto
significante se unifica, se cumple mediante al acto de cumplimiento.
Husserl dice que los dos actos (el acto significante y el acto de cumplimiento o
intuición) no se encuentran simplemente coexistiendo, sino que están en una fusión
unitaria, de manera que el objeto que se apuntaba en el acto significante es llevado a
cumplimiento por la intuición.
El «acto simple» (percepción simple) tiene como característica propia dar su objeto
de un modo directo, inmediato, sin mediaciones. Ese acto simple no se basa en actos
más complejos. El objeto percibido se conoce a través de fases diversas, pero la
percepción permanece siempre como un acto simple.
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Junto con estos actos simples, Husserl reconoce otro tipo de actos que llama «actos
fundados» (percepción categorial), que son más complejos y están formados sobre otros
actos. Sin embargo, remiten siempre al acto simple de la percepción, que actúa como
base. Los actos complejos son los actos de relacionar, afirmar, negar, generalizar,
atribuir un predicado a un sujeto, etc. Estos actos no coexisten con los anteriores, sino
que tienen un carácter muy diverso y traen consigo lo que Husserl llama nuevos objetos,
los «objetos categoriales».
En los actos fundados se nos da algo, pero no del mismo modo que en la percepción
sensible. El acto categorial es un acto fundado porque la relación con su objeto se
fundamenta en una serie compleja de actos. Los objetos que se constituyen en estos
actos son un estrato superior por cuanto resultan de actos complejos. El acto simple se
cumple y lleva a la evidencia el objeto en la intuición simple, por ejemplo, en la
percepción. El acto categorial se cumple en la complejidad de diversos actos, en todos
esos actos complejos que se van constituyendo unos sobre otros en una relación de
«fundación».
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El modo más simple de los actos fundados es la percepción. En ese modo simple, el
objeto se presenta de un modo directo, continuo, por medio de flashes. El mismo objeto
se puede captar de un modo más complejo según el cual la relación de las partes entre sí
con el todo se vuelve más explícita y diferenciada por medio de esos actos fundados.
Los dos primeros actos son actos simples, mientras que la tercera etapa rinde cuentas
de un objeto superior, el objeto categorial, que pone en relación las partes con el todo.
Evidentemente, estas tres fases forman un proceso cognoscitivo sintético en el que un
acto categorial unitario se funde en diversos actos. La puerta se mienta en un primer
momento no en el «rojo», sino ya que está contenida en el todo. La intención parcial de
señalar el «rojo» marca la posibilidad de una percepción especial dentro del todo, en la
que se lleva a cabo la verdadera síntesis. Estos dos actos perceptivos forman una sola
unidad.
5. El lenguaje
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El mismo estado de hecho categorial puede ser puesto en relación lógica con otros
estados de hecho, con otros objetos categoriales, de tal modo que podemos formar un
discurso unitario y coherente.
Supongamos que cierta persona quiere enseñarme un reloj de oro. Miro el objeto y
digo: «el reloj es de oro». Cuando pasa un poco de tiempo, comienzo a tener dudas y no
me parece que el reloj sea de oro. Mientras tanto, ha cambiado mi actitud, que se vuelve
más reflexiva. De tal modo que si continúo mirando el reloj como de oro, añado en este
momento otro predicado: «mi reloj es de oro, como dice mi amigo». Con esta duda, el
estado de hecho inicial, que consistía simplemente en la afirmación de que el reloj es de
oro, se ha transformado en otro objeto categorial, en un estado de hecho, según el cual
«el reloj es de oro, como dice mi amigo».
Las proposiciones lingüísticas, los juicios, no son entidades mentales, sino que se
constituyen como respuesta a una actitud de vida: la primera, una actitud de creencia; la
segunda, una actitud en la que entra en juego la vida. No estamos seguros de si el estado
de hecho inicial es verdadero. Husserl propone una tercera etapa, en la que entra en
juego un análisis atento del objeto. El juicio inicial «el reloj es de oro» no es el mismo
que el juicio final, aunque se diga igual: «el reloj de oro». Nos referimos al mismo
estado de hecho, pero este adquiere un nuevo sentido, como estado de hecho de
confirmado, mientras que el inicial era un estado de hecho de creencia.
6. Verdad y evidencia
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tender a algo que en un momento sucesivo se da, se cumple en el sentido que fue
apuntado. Esta problemática de la verdad tiene sentido solo en el ámbito de lo que es
apuntado, de lo que es mentado, es decir, en la esfera de lo intencional.
Por otro lado, hagamos notar una vez más que la intencionalidad no comprende
únicamente esa propiedad de la conciencia de tender hacia un objeto, sino de tender a él
en las diferentes modalidades de dación del objeto. Solo porque es posible mentar algo
que no se nos da únicamente de modo directo, sino que es susceptible de darse en la
intuición, tiene sentido hablar de lo verdadero y de lo falso.
La verdad del juicio, la verdad del alma, está fundada necesariamente en la verdad de
la cosa que se da. Lo verdadero es el objeto al que se apunta y, por eso, es verdadera la
intención que se dirige a él. De este modo, el objeto dado hace también verdadera la
intención que lo considera. El objeto dado en plenitud es vivido de nuevo entra aquí la
actitud vital como lo que se cumple o hace verdadera la intención. Esta vivencia
pertenece a la dimensión noética del sujeto, que en la realización de la verdad se llama
«evidencia».
La evidencia comporta diversos grados según los actos intencionales que aprehendan
y den sus objetos correlativos. Los actos que mientan al objeto por medio de signos
poseen un grado más bajo de evidencia que aquellos en los que se da el objeto de modo
directo. El grado máximo de evidencia lo encontramos solamente en los actos intuitivos,
en los que se representa el objeto mismo, de un modo directo. Se entiende que la
evidencia, en el sentido pleno del significado, es justamente ese ideal al que tiende todo
cumplimiento.
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7. Intencionalidad y pasividad
Lo que nosotros ponemos de relieve aquí es que las percepciones activas o explícitas
se constituyen solo sobre la base de intenciones pasivas o implícitas. La percepción
particular de la parte el color marrón de la puerta estaba ya incluida de un modo
implícito en la primera percepción del todo el objeto puerta. Por otra parte, no sería
posible apuntar el momento marrón como parte de un todo, la puerta, a través de una
percepción activa, si la parte a la que se dirige esta atención no estuviera contenida de
modo implícito o pasivo en la percepción del todo. De modo implícito, esa parte está
contenida en la percepción del todo. Por lo tanto, el desarrollo de las percepciones
particulares implica necesariamente la atención del sujeto. La atención constituye el
modo actual, activo, de la intencionalidad, por el que el «yo» se dirige al objeto.
Tomando la imagen kantiana, las intenciones parten del «yo» y son comparables a
esos rayos que se dirigen a un objeto, llevando a cabo un proceso de conocimiento, en el
cual el proceso es conocido por parte del sujeto, cada vez de un modo más rico y más
perfecto. A esto llama es a lo que Husserl llama la «atención», a la intención que
privilegia al «yo» sobre el objeto.
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Esta noción de atención comporta un interés específico por el objeto, porque la
dirección del rayo, que parte del «yo», tiene un carácter único. Por eso, el sujeto se
concentra solamente sobre un objeto determinado y no sobre una totalidad de objetos
que pertenecen a campos perceptivos diversos. Gracias a esa especificidad, el objeto es
visto en su individualidad. El «yo» está completamente involucrado en este acto, de tal
manera que este acto se llena de significado y marca la intención.
Las intenciones pasivas no surgen del «yo», porque los rayos de atención no se
dirigen sobre ella, sino que vienen precisamente por la falta de participación del «yo».
Este nivel de pasividad difiere de la receptividad, en la cual yo sufro o padezco un
evento. La pasividad significa más bien la no-participación. Es la esfera que precede
incluso a esa mínima actividad que es la receptividad, porque no parte del «yo» y no
implica una participación del mismo. La síntesis asociativa es un ejemplo claro de
pasividad, porque proviene del dato sensible, antes de que el «yo» se diriga de un modo
receptivo a él.
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