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Fritjof Capra, sabio de nuestro tiempo

 
Jordi Ardid

Fritjof Capra es para muchos un sabio de nuestro tiempo. Doctor en física teórica por la
Universidad de Viena, ha trabajado como investigador en física subatómica en la
Universidad de París, en la de California U.C., en el Acelerador Lineal de Londres y en el
Laboratorio Lawrence Berkeley de la U.C. También ha sido profesor en la U.C. en Santa
Cruz, en Berkeley y en la Universidad de San Francisco, entre otras muchas cosas.

La importancia de Capra en el pensamiento de nuestro tiempo supera lo estrictamente


académico y se adentra en el ámbito de la filosofía de la ciencia, cuestionando desde su
raíz los mismos procesos científicos que han fundamentado nuestro aprendizaje del
mundo. Capra aboga por un pensamiento científico desvinculado del sistema cartesiano,
un sistema que adolece de dos premisas cuestionables. Una de ellas es el concepto de
causalidad, el hecho de que todo se establece a partir de una relación de causa-efecto
limitada, cuando lo cierto es que la ciencia debería centrarse en un sistema de mayor
complejidad en el que interactúan multitud de procesos en red. La otra (y quizás más
relevante) es que la ciencia se centra en el estudio de las partes sin tener en cuenta el
todo, es decir, las relaciones que se establecen entre las diferentes partes y que le dan
entidad o idea de un todo. De hecho, el análisis de (por ejemplo) las diferentes partes de
un ser vivo no llegan a hacer comprensible el hecho de la vida. Es la interconexión entre
sus diferentes aspectos lo que permiten hacer comprensible su funcionamiento.

Esta llamada teoría de sistemas, o pensamiento sistémico, significa pensar en los


términos del contexto, las relaciones, las formas y los procesos, a través de un
pensamiento no-lineal. La teoría de sistemas nos dice que la esencia de la vida no está en
las moléculas, sino en los patrones y procesos en que estas moléculas están implicadas.
Como ha afirmado él mismo en alguna ocasión: “Los patrones básicos de la vida son
configuraciones de relaciones entre procesos biológicos, y estas relaciones y procesos
son inmateriales. Por supuesto, incluyen la materia, pero una relación es algo inmaterial;
un proceso es algo inmaterial. Uno no puede tomar una foto de la trama de la vida porque
esta es una red de relaciones funcionales, inmateriales”. Nuestra antigua comprensión del
mundo se ha basado en la división y análisis de las partes, cuando lo que debe hacerse
no es dividir sino mapear, observar el todo para entender la red de relaciones que se
establecen entre los mismos procesos naturales y biológicos.

Una nueva realidad cuántica


En 1975 Fritjof Capra publica El Tao de la Física, que pronto se convierte en un best-
seller y convierte a su autor en un claro exponente de la Nueva Física. Es innegable que
el hecho de centrarse en el todo más que en las partes enlazaba su pensamiento con los
teóricos del pensamiento sistémico de los años 20 y 30, sobre todo aquellos que habían
indagado en la complejidad de procesos y percepciones de la física cuántica, como
Werner Heisenberg. Formulador del principio de incertidumbre, Heisenberg llegaría a la
conclusión de que el mundo material no es un sistema mecánico formado por objetos
separados, sino más bien aparece como una compleja red de relaciones. Las partículas
subatómicas no pueden ser concebidas como entidades separadas y aisladas, sino que
se las debe percibir como interconexiones o correlaciones en una red de eventos.
Según sus propias palabras: “Es así que el mundo aparece como un complejo tejido de
sucesos donde se alternan, sobreponen o combinan conexiones de diversos tipos,
determinando así la textura del todo.” Lo que la física tradicional llama materia, no es más
que una forma de energía donde lo que prevalece es la continua actividad, fundamentada
en patrones y procesos dinámicos. Los átomos constan de partículas, pero estas no son
materiales sino continuos flujos de energía que se mueven y se organizan mediante
relaciones y conexiones. Las partículas subatómicas son procesos más que objetos cuyo
movimiento conforman un todo.

Era innegable el alcance filosófico de ese descubrimiento. La física cuántica había abierto
las puertas a una nueva percepción del mundo, apenas inteligible por el método científico
tradicional. Lo que hacía falta, por lo tanto era un cambio de paradigma para poder
comprenderla. Y ese cambio de paradigma estaba asociado a observar la realidad como
una intrincada red de relaciones entre partículas, sin ninguna linealidad pero conformando
un sistema organizado. Esa nueva percepción tenía que centrarse en las redes más que
en la materia, en los patrones más que en las moléculas, en las relaciones más que en los
sujetos, conformando lo que se conocería como “pensamiento sistémico”.

Capra, al analizar la red de procesos de la realidad, incidiría en ese aspecto inmaterial de


las conexiones, de las relaciones, de las tramas o las redes, difícil de definir
analíticamente, acercándolo al pensamiento místico oriental, sobre todo del budismo y el
taoísmo, que entienden el Todo como una red de relaciones que danzan y vibran. No
exento de polémica en su comienzo, el libro ya apuntaba un cambio de pensamiento que
tendría su eclosión a partir de la década de los 80, con la llegada de una nueva
generación de computadoras mucho más potentes que antaño. Conceptos como
pensamiento no-lineal, fractales, dinámica de redes o teoría de la complejidad empezaron
a ser usados por los investigadores en procesos científicos, estando Capra en la
vanguardia de esa revolución conceptual. En ella, se tendería a interrelacionar también
diversas disciplinas como la biología, la psicología Gestalt, la cibernética, la teoría general
de sistemas y la ecología, siendo esta el punto de encuentro en el estudio de los sistemas
vivos.

Pensamiento sistémico
Convencido políticamente desde el mayo francés de 1968, Capra se convertiría en un
importante pensador ecologista durante la década de los 80, después de comprender la
necesidad de mantener los procesos de sostenibilidad que conforman las relaciones entre
organismos vivos. La ecología (y sus implicaciones sociales) se convertiría en la ciencia
por excelencia, capaz de procurar un cambio de paradigma social, económico y científico
que dejara atrás años de cartesianismo. Cercano a la teoría Gaia y al hecho de considerar
los procesos naturales y sociales como un todo, Capra publicaría en 1984 Green
Politics junto a Charlene Spretnak. Pero sería El punto crucial el libro que resumiría su
visión holística de la realidad, impregnando de pensamiento sistémico todo el sistema
socioeconómico que hacía falta cambiar. Para Capra, la humanidad había llegado a un
punto crucial en su evolución y desarrollo en el que hacía falta un cambio de actitud y de
percepción de los problemas del mundo. La contaminación medioambiental, las
diferencias entre ricos y pobres, el auge de los combustibles fósiles y de la energía
nuclear, la aparición de nuevas enfermedades y el aumento de la criminalidad, entre otras
muchas cosas, obedecían a un mismo problema: la ausencia de comprensión global de
los problemas como un todo. El pensamiento sistémico era la forma de comprender la
problemática mundial como una red interconectada en lo que nada es sobrante sino
susceptible de condicionar los otros aspectos del problema. Fiel a esa idea, para Capra el
concepto de linealidad económica y productiva actual está en contradicción con el mismo
funcionamiento de los ecosistemas vivos, que estructuran una red de relaciones de
enorme belleza y complejidad. Además esas relaciones en red son capaces de
autoorganizarse y de diversificarse para mantener y sostener el mismo sistema que los
hace posibles. Según Capra “El gran desafío de nuestra época es construir y fomentar
comunidades sostenibles en las que podamos satisfacer nuestras necesidades y
aspiraciones sin disminuir las oportunidades de las generaciones futuras. Una comunidad
sostenible está diseñada de manera tal que su modo de vida, negocios, economía,
estructuras físicas y tecnologías no interfieran con la capacidad inherente a la naturaleza
para sostener la vida.”
Para esa discusión Capra tomaría como referentes el concepto de “cultura emergente” de
Toynbee, historiador cercano al materialismo histórico. Toynbee, y otros historiadores
culturales, habían señalado con frecuencia que todas las culturas humanas seguían el
mismo proceso de ascenso, auge, decadencia y desintegración. Capra utilizaría esa idea
como un patrón de funcionamiento en el que la cultura en decadencia era la actual,
porque era incapaz de solucionar los problemas cambiantes a los que se enfrentaba el
mundo, debido a un pensamiento excesivamente rígido y mecanicista. En cambio, la
cultura emergente era la surgida durante los años 60 y 70 mediante una serie de
movimientos sociales minoritarios que se caracterizaban por su comprensión de la
globalidad.
En última instancia, para Fritjof Capra los principios básicos de organización de los seres
vivientes son similares a los ecosistemas y por ende a las sociedades humanas.
Es necesaria una mayor implicación entre políticos, científicos o líderes de opinión para
superar la mentalidad mecanicista del funcionamiento económico y social; y darnos
cuenta al fin de que ese cambio de percepción supondrá nuestra integración en un mundo
sostenible. Planteamientos como el cradle to cradle (de la cuna a la cuna) del químico
Michael Braungart y el arquitecto William McDonough, o la economía azul propuesta por
Gunter Pauli entre otros, inciden en el hecho esencial de que hay que redefinir la forma en
que producimos. De lo que se trata es replantear los procesos industriales y económicos
desde su raíz, entendiendo esos procesos como un todo en lo que nada es desechable
sino aprovechable si se diseña de forma sistémica y en lo que todo es una trama
relacionada y retroalimentada.

Ecología profunda y sociedad


Es innegable que en su búsqueda de lo multidisciplinar, Capra abogaría por buscar la
base del pensamiento sistémico en la biología, habida cuenta de su interés esencial por la
ecología como conocimiento holístico. Fruto de ello fue la publicación de La trama de la
vida en 1996, aguda incisión en el pensamiento interdisciplinario a partir de un nuevo
lenguaje científico que englobaría las interrelaciones entre los fenómenos biológicos,
psicológicos, físicos, sociales y culturales. Aspectos como la teoría de los sistemas
dinámicos, la teoría de la complejidad, la dinámica no-lineal o la dinámica de redes sirve a
Capra para plantear una nueva perspectiva de los sistemas vivos. Para hacerlo incide en
un contexto cultural que define como “ecología profunda”, un nuevo paradigma que
permita unificar las partes con el todo y cambiar la lógica con la que pensamos sobre la
naturaleza y la vida. En última instancia, Capra explica las llamadas matemáticas de la
complejidad para definir una nueva síntesis general que relacione la biología y el estudio
de la vida bajo el paraguas de la autopoiesis o estructuras auto-organizativas. La vida no
son tanto las células como el patrón con el que esas células se organizan y se relacionan
a través de patrones que conforman una trama sostenible. Es más, esa trama, que incide
también en las propias conexiones sinápticas entre neuronas, nos permiten alumbrar el
mundo y comprenderlo en toda su totalidad, en un proceso donde lo inmaterial (las
estructuras organizativas, los patrones, los modelos y las conexiones y relaciones) gana
la partida al análisis de lo estrictamente físico.
En su posterior trabajo, Las conexiones ocultas, ampliaría su campo de estudio más allá
de la biología y de la física, buscando las implicaciones sociales, medioambientales,
económicas y políticas de una nueva manera de entender el mundo. De lo que se trata es
de descubrir los parámetros ocultos (redes de información, patrones de conducta
económica, modelos de relación entre diferentes ámbitos) que permitan redefinir la
comprensión humana del mundo y por ende su actuación sobre el medio y la naturaleza.
Para Capra, las ideas teóricas de la ciencia pueden ser aplicadas a los asuntos prácticos
de nuestro tiempo, por cuanto estos forman parte de la naturaleza humana y de la trama
que conforma la vida sostenible. Por esa razón, el físico austriaco divide su ensayo en dos
partes coaligadas. Por un lado reflexiona sobre la vida, la mente y la sociedad, la forma en
que pensamos y la conciencia global de especie que condiciona nuestra realidad social.
Por la otra hace hincapié en los retos del siglo XXI, centrándose en la vida y el liderazgo
de las organizaciones humanas, la forma en la que estas se estructuran y funcionan,
imbricadas en las redes : un capitalismo global heredero de la revolución tecnológica y la
era de la información. En una época de gran avance científico, Capra cuestiona y se
plantea los peligros de aspectos tan novedosos como la biotecnología, abogando en
última instancia la aplicación del sentido común.
La espiritualidad del todo

Con esta última obra, Capra demuestra ser también un gran humanista y pensador, que
junto a su formación científica hilvana un discurso en el que la ciencia, la filosofía, la
sociología y el misticismo oriental llevan al mismo punto de encuentro. Y ese discurso
aboga por la comprensión de nuestra vida como una red de relaciones en ocasiones
inmateriales, un patrón sostenible aplicable a los seres vivos, a los sistemas ecológicos y
a las sociedades humanas. La reflexión le ha llevado incluso a intuir una conexión oculta
entre mente y materia. Ambas están estructuradas a partir de patrones similares, basados
en la interconexión y la interrelación, lo que le lleva a concebir la realidad como un Todo y
el tiempo como un ciclo continuo. El Dios cristiano que crea el mundo parte de una idea
determinista y lineal de la historia, en un mundo con leyes fijas que funciona como una
máquina. Para Capra todo forma parte de un proceso autoorganizado y sostenible en el
que aprender significa “conectar los puntos” y comprender la pauta con la que se mueve.
Y todo, por pequeño que sea, repercute en la totalidad. Quizás una bella metáfora sea la
mejor manera de expresarlo, cuando Capra afirma: “Es cierto que dividimos las cosas por
conveniencia pero carecemos en nuestra cultura de una visión más profunda del mundo
que nos lo diga. Cuando uno crece y va a la escuela lo que le enseñan es que las cosas
están hechas de átomos; que los átomos están hechos de partículas. Ellos no dicen que
todo es conciencia cósmica, que ésta tiene pautas materiales, que ellas se hallan
interconectadas, que todo es una danza y que convenientemente uno puede separar la
danza en movimientos distintos.”

Referencia

Consultado febrero 2018. En : httpwww.amazu.orgfritjof-capra

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