Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Jordi Ardid
Fritjof Capra es para muchos un sabio de nuestro tiempo. Doctor en física teórica por la
Universidad de Viena, ha trabajado como investigador en física subatómica en la
Universidad de París, en la de California U.C., en el Acelerador Lineal de Londres y en el
Laboratorio Lawrence Berkeley de la U.C. También ha sido profesor en la U.C. en Santa
Cruz, en Berkeley y en la Universidad de San Francisco, entre otras muchas cosas.
Era innegable el alcance filosófico de ese descubrimiento. La física cuántica había abierto
las puertas a una nueva percepción del mundo, apenas inteligible por el método científico
tradicional. Lo que hacía falta, por lo tanto era un cambio de paradigma para poder
comprenderla. Y ese cambio de paradigma estaba asociado a observar la realidad como
una intrincada red de relaciones entre partículas, sin ninguna linealidad pero conformando
un sistema organizado. Esa nueva percepción tenía que centrarse en las redes más que
en la materia, en los patrones más que en las moléculas, en las relaciones más que en los
sujetos, conformando lo que se conocería como “pensamiento sistémico”.
Pensamiento sistémico
Convencido políticamente desde el mayo francés de 1968, Capra se convertiría en un
importante pensador ecologista durante la década de los 80, después de comprender la
necesidad de mantener los procesos de sostenibilidad que conforman las relaciones entre
organismos vivos. La ecología (y sus implicaciones sociales) se convertiría en la ciencia
por excelencia, capaz de procurar un cambio de paradigma social, económico y científico
que dejara atrás años de cartesianismo. Cercano a la teoría Gaia y al hecho de considerar
los procesos naturales y sociales como un todo, Capra publicaría en 1984 Green
Politics junto a Charlene Spretnak. Pero sería El punto crucial el libro que resumiría su
visión holística de la realidad, impregnando de pensamiento sistémico todo el sistema
socioeconómico que hacía falta cambiar. Para Capra, la humanidad había llegado a un
punto crucial en su evolución y desarrollo en el que hacía falta un cambio de actitud y de
percepción de los problemas del mundo. La contaminación medioambiental, las
diferencias entre ricos y pobres, el auge de los combustibles fósiles y de la energía
nuclear, la aparición de nuevas enfermedades y el aumento de la criminalidad, entre otras
muchas cosas, obedecían a un mismo problema: la ausencia de comprensión global de
los problemas como un todo. El pensamiento sistémico era la forma de comprender la
problemática mundial como una red interconectada en lo que nada es sobrante sino
susceptible de condicionar los otros aspectos del problema. Fiel a esa idea, para Capra el
concepto de linealidad económica y productiva actual está en contradicción con el mismo
funcionamiento de los ecosistemas vivos, que estructuran una red de relaciones de
enorme belleza y complejidad. Además esas relaciones en red son capaces de
autoorganizarse y de diversificarse para mantener y sostener el mismo sistema que los
hace posibles. Según Capra “El gran desafío de nuestra época es construir y fomentar
comunidades sostenibles en las que podamos satisfacer nuestras necesidades y
aspiraciones sin disminuir las oportunidades de las generaciones futuras. Una comunidad
sostenible está diseñada de manera tal que su modo de vida, negocios, economía,
estructuras físicas y tecnologías no interfieran con la capacidad inherente a la naturaleza
para sostener la vida.”
Para esa discusión Capra tomaría como referentes el concepto de “cultura emergente” de
Toynbee, historiador cercano al materialismo histórico. Toynbee, y otros historiadores
culturales, habían señalado con frecuencia que todas las culturas humanas seguían el
mismo proceso de ascenso, auge, decadencia y desintegración. Capra utilizaría esa idea
como un patrón de funcionamiento en el que la cultura en decadencia era la actual,
porque era incapaz de solucionar los problemas cambiantes a los que se enfrentaba el
mundo, debido a un pensamiento excesivamente rígido y mecanicista. En cambio, la
cultura emergente era la surgida durante los años 60 y 70 mediante una serie de
movimientos sociales minoritarios que se caracterizaban por su comprensión de la
globalidad.
En última instancia, para Fritjof Capra los principios básicos de organización de los seres
vivientes son similares a los ecosistemas y por ende a las sociedades humanas.
Es necesaria una mayor implicación entre políticos, científicos o líderes de opinión para
superar la mentalidad mecanicista del funcionamiento económico y social; y darnos
cuenta al fin de que ese cambio de percepción supondrá nuestra integración en un mundo
sostenible. Planteamientos como el cradle to cradle (de la cuna a la cuna) del químico
Michael Braungart y el arquitecto William McDonough, o la economía azul propuesta por
Gunter Pauli entre otros, inciden en el hecho esencial de que hay que redefinir la forma en
que producimos. De lo que se trata es replantear los procesos industriales y económicos
desde su raíz, entendiendo esos procesos como un todo en lo que nada es desechable
sino aprovechable si se diseña de forma sistémica y en lo que todo es una trama
relacionada y retroalimentada.
Con esta última obra, Capra demuestra ser también un gran humanista y pensador, que
junto a su formación científica hilvana un discurso en el que la ciencia, la filosofía, la
sociología y el misticismo oriental llevan al mismo punto de encuentro. Y ese discurso
aboga por la comprensión de nuestra vida como una red de relaciones en ocasiones
inmateriales, un patrón sostenible aplicable a los seres vivos, a los sistemas ecológicos y
a las sociedades humanas. La reflexión le ha llevado incluso a intuir una conexión oculta
entre mente y materia. Ambas están estructuradas a partir de patrones similares, basados
en la interconexión y la interrelación, lo que le lleva a concebir la realidad como un Todo y
el tiempo como un ciclo continuo. El Dios cristiano que crea el mundo parte de una idea
determinista y lineal de la historia, en un mundo con leyes fijas que funciona como una
máquina. Para Capra todo forma parte de un proceso autoorganizado y sostenible en el
que aprender significa “conectar los puntos” y comprender la pauta con la que se mueve.
Y todo, por pequeño que sea, repercute en la totalidad. Quizás una bella metáfora sea la
mejor manera de expresarlo, cuando Capra afirma: “Es cierto que dividimos las cosas por
conveniencia pero carecemos en nuestra cultura de una visión más profunda del mundo
que nos lo diga. Cuando uno crece y va a la escuela lo que le enseñan es que las cosas
están hechas de átomos; que los átomos están hechos de partículas. Ellos no dicen que
todo es conciencia cósmica, que ésta tiene pautas materiales, que ellas se hallan
interconectadas, que todo es una danza y que convenientemente uno puede separar la
danza en movimientos distintos.”
Referencia