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18º domingo tiempo ordinario

Jn 6, 24-35

1. Anotaciones al texto

El texto se contextualiza dentro del discurso de Jesús en sinagoga de Cafarnaún (6, 22-59).
Su estructura literaria es la siguiente: a) transición (v.24); b) primer diálogo (vv. 25-29); c)
segundo diálogo (vv. 30-33); y, d) petición y declaración de Jesús (vv.34-35).

La transición presenta a la multitud, quien al constatar la ausencia de Jesús y de los


discípulos, se pone en camino hacia Cafarnaún en busca de Jesús. En el primer diálogo la
multitud ha encontrado a Jesús y le hacen la primera pregunta. Esta cuestionante se propone
clarificar el enigma suscitado por la desaparición de Jesús. Él responde con una fórmula de
revelación (“en verdad, en verdad les digo”, v. 26), con algo que la gente no le ha
preguntado, pero que desvela el motivo que la anima. La búsqueda de la multitud se basa en
un error. Esta no ha percibido el significado del pan abundante, como un acto que le habría
permitido descubrir la identidad de Jesús y creer en él. Lo ha considerado simplemente
como la ocasión para saciarse.

Jesús encauza la búsqueda de la multitud. Él la invita a no escoger el “hacer” que se agota


en la realidad inmediata, sino el “hacer” que abre a la vida verdadera (v.27). No obstante la
multitud plantea una segunda pregunta (v.28) que está a la vez en continuidad y
discontinuidad con la del v. 27. Esta ha comprendido, con razón, que “el pan que
permanece para vida eterna” remite a la actuación de Dios. Pero se equivoca acerca del
comportamiento que debe adoptar. No capta que el pan que confiere la vida eterna es un
don. La respuesta de Jesús en el v.29 aporta la corrección esperada: la obra que Dios espera
no es un “hacer”, sino un “creer”: el creer en su enviado. No se trata de una prestación que
cumplir, sino de la aceptación de un don.

La multitud confrontada con la llamada de Jesús (v.29), reorienta, en el segundo diálogo, su


argumentación (v.30). La tercera pregunta ya no busca qué tiene ella que hacer, sino qué
debe hacer Jesús, qué signo debe realizar para legitimar tal pretensión. La multitud no se
queda ahí. Apoya su petición en la experiencia fundante que está en el centro de su historia:
el don del maná en el desierto (v.31). La multitud evoca el don hecho a sus antepasados
cuando esta acaba de ser saciada (6, 11) y ha querido hacer de Jesús su rey (6, 15).

La respuesta de Jesús (v.32), en fórmula de revelación, reelabora la relación entre el signo


del pan abundante y el del maná. Sostiene que quien da el pan es Dios no Moisés; el don
del pan no es cuestión del pasado sino que sucede ahora; el pan del que habla Jesús es el
“pan verdadero (venido) del cielo”; y, los destinatarios del pan no son los antepasados de la
multitud, sino la multitud misma. La respuesta de Jesús es clara: a la multitud que pide un
signo, él le responde que ya ha recibido uno. El v. 33 fundamenta la afirmación anterior
definiendo lo que es el “pan (venido) del cielo”, para mostrar en qué sentido es verdadero.
Lo hace modificando el v.32: ya no se trata del “pan venido del cielo”, sino del “pan de
Dios”. Este “pan de Dios” es definido mediante dos predicados: “el que baja del cielo”; y,
“da la vida al mundo”. Ambos calificativos aplicados a Jesús, quien es el pan de Dios aquí
y ahora.
1
La petición de la multitud y declaración de Jesús (vv. 34-35) pone en marcha el tercer
diálogo. En el v. 34 la multitud llama a Jesús “Señor”, en señal de respeto. Pero la petición
que sigue, “danos siempre de ese pan” subraya que esta vida en plenitud escapa al poder del
ser humano y no puede sino ser recibida. Esta multitud se equivoca al imaginar que la
multiplicación de un bien material puede procurarle una vida en plenitud. La multitud no ha
logrado la identificación entre el donante y el don. La declaración de Jesús da ese paso: su
persona y el pan de vida forman una única y misma realidad (v.35). Esta declaración: “yo
soy el pan de vida, el que venga a mí, no tendrá hambre y el que crea en mí, nunca tendrá
sed”, constituye el culmen del diálogo. Jesús se identifica con el pan de vida. La vida ya no
depende de la adquisición de un bien material, sino del encuentro personal con el humano
Jesús.

2. Sugerencias para la homilía

- El texto nos ubica en el corazón de la vida cristiana: “Creer en el que Él nos ha enviado”.
La gente necesita de Jesús y lo busca, independientemente de los intereses. Jesús no
rechaza a la gente, sino que se pone a platicar con ellos y les aclara cosas importantes: el
pan material es importante, él les ha enseñado a pedirlo al Padre, pero la gente necesita algo
más. Jesús quiere ofrecerles un alimento que puede saciar para siempre su hambre de vida.
La gente se queda a conversar con Jesús porque sienten que les está abriendo un horizonte
distinto, pero no saben qué hacer, ni por dónde empezar; entonces preguntan: “y ¿qué
obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?”.

- Jesús percibe que la gente quiere trabajar en lo que Dios desea, pero están acostumbrados
a pensarlo todo desde la ley. Jesús les responde con algo que toca el centro de todo
cristiano: “que crean en el que Él ha enviado”. Dios sólo quiere que creamos en Jesucristo,
a quien él ha enviado. Ésta es la exigencia. En esto debemos trabajar. Jesús es el donante y
el don.

- Pongamos a producir la fe en Jesucristo. Pasemos de una actitud de adeptos de unas


creencias a vivir la fe de Jesús. Nuestra fe consiste en aprender a vivir un estilo de vida que
nace de la relación viva y confiada con Jesús. Somos cristianos en la medida en que
aprendemos a pensar y vivir como Jesús. Para ello es necesario que cuidemos nuestra
adhesión y contacto vital con Jesús y que nuestra fe en él se traduzca en ética cristiana que
profetice en los distintos ambientes humanos.

Preguntas para la reflexión: ¿Qué quiere decir hoy el signo del hambre? ¿Qué quiere decir
hoy el signo del pan? ¿Qué quiere decir hoy la declaración: “Yo soy el pan de vida”? Mons.
Romero dijo: “Hambre, signo de opresión y de la muerte”. “Pan signo de la liberación y de
la vida”. Cristo, el verdadero pan de la vida”1. ¿Y usted qué dice?

1
Cfr. ÓSCAR A. ROMERO. Homilías, tomo V, 5 de agosto de 1979, San Salvador 2008, 173.

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