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Agamben, Giorgio - El Uso de Los Cuerpos
Agamben, Giorgio - El Uso de Los Cuerpos
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El uso de %編
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Ia edición en Argentina
ISBN Argentina:978-987-4159-03-8
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SEGRETARIATO EUROPEO PER LE PUBBU CA ZIO NÍ SCíiNTlFiCHE
Impreso en Argentina
Queda hecho el depósito que indica la ley 1 1.723
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P r ó lo g o
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• . . . :■.
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1Agam ben utiliza el térm ino abito. Véase el análisis que hace de este en KLa
potencia del pensam iento,7 (en La potencia delpensamiento, Buenos Aires,
Adriana H idalgo, 2 0 0 7 , p. 35 4 y ss.) [N . del T.].
D e aquí en adelante, las N otas del Traductor se consignarán a pie de página.
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1.4. En los estudios modernos acerca de la esclavitud
en el m undo antiguo, el problema - c o n un singular
anacronismo, visto que los antiguos ni siquiera tenían
el término correspondiente- es considerado únicamente
bajo el aspecto de la organización del wtrabajow y de la
producción. Q ue los griegos y los romanos pudieran ver
en ella un fenómeno de otro orden, que requiriera una
conceptualización absolutamente distinta de la nuestra,
parece irrelevante. Tanto más escandaloso les parece a los
modernos que los filósofos antiguos no sólo no hayan
problematizado la esclavitud, sino que parezcan aceptarla
como obvia y natural. Así es com o llegamos a leer, en el
exordio de una exposición reciente de la teoría aristotélica
de la esclavitud, que esta presenta aspectos francamente
"innobles55, mientras que la más elemental cautela m eto
dológica habría debido sugerir, antes que el escándalo, un
análisis preliminar del contexto problemático en el cual
el filósofo inscribe la cuestión, y de la conceptualización
a través de la cual busca definir su naturaleza.
Por fortuna, existe una lectura ejemplar de la teoría
aristotélica de la esclavitud que se detiene en el carácter
por completo especial del tratamiento que el filósofo hace
del problema. En un ensayo de 1973, Victor Goldschmidt
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2 A quí se traduce la palabra italiana amesi por ^arneses^ para que sea clara la
referencia etim ológica que hace el autor. Sin em bargo, esta palabra se seguirá
traduciendo en el libro com o “utensilio pues en castellano es m ucho más
pertinente.
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.... : ... . . . . . . . . ;
1.10. La actividad del esclavo a m enudo ha sido iden
tificada con lo que los m odernos han llam ado £<lab ors.
Es esta, com o se sabe, la tesis más o m enos explícita de
H annah Arendt: la victoria del homo laborans [hom bre
que trabaja] en la M odernidad y el primado de la labor
El uso de los cuerpos
por sobre las otras dos formas de la actividad hum ana (el
producir —Herstellen—y que corresponde a la poíesis aristo-
télica, y el actuar —/ / 这 衫ふ/«—, que corresponde la 户
implica, en realidad, que la condición del esclavo, esto es,
de aquel que está enteram ente ocupado en la reproduc
ción de la vida corporal, se extendió, con el fin á ú Anden
Regime, a todos los seres hum anos. Q ue el trabajador m o
derno se asemeje más al esclavo que al creador de objetos
(con quien la M odernidad tiende, según Arendt, a con
fundirlo) o al hom bre político es indudable, y ya C icerón
afirmaba que para aquellos que venden su trabajo, la com
pensación es el salario de la esclavitudM[auctoramentum
servitutis\ {D e off., I, 42 ,1 .5 0 ); sin em bargóles necesario
no olvidar que los griegos desconocían el concepto de labor
y, com o hem os visto, concebían la actividad del esclavo no
com o un érgotiy sino com o un auso del cuerpo,>.
^1 en Grecia no puede haber una noción general de
labor com parable a la nuestra, esto es porque, com o
dem ostró Vernarit, las actividades productivas no son
concebidas en relación con aquel referente unitario que
es, para nosotros, el m ercado, sino con respecto al valor
de uso del objeto producido.
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una de las características esenciales de la subjetividad ética
que aquellas buscan definir. Si Foucault regresa con tanta
insistencia en sus cursos A A lcibíades platónico no es sólo
porque uno de los temas centrales del diálogo es el cuidado
de sí, del cual se estaba ocupando en aquellos años. En
el laboratorio foucaultiano, el A lcibíades provee ante
todo la ocasión de articular en toda su com plejidad y
en todas sus aporías la noción de sujeto, de la cual, según
su testim onio, nunca había dejado de ocuparse.
Así com o el sujeto no es, para Foucault, sustancia, sino
proceso, del m ism o m odo la dim ensión ética —el cuidado
de s í- no posee una sustancia autónoma: no tiene otro
lugar y otra consistencia más que la relación de uso entre el
hombre y el m undo. El cuidado de sí presupone la chresis y
el sí m ism o que nombra el sujeto ético no es algo distinto
respecto del sujeto de uso, sino que permanece inm anente
a este. Por esto Foucault, en su lectura ádAkibtades^ insis
te en la distinción entre alma-sustancia y alma-sujeto y por
esto puede escribir, en las notas publicadas por Frédéric
Gros a pie de página de los cursos, q u e cel sí m ism o con el
que se tiene relación no es otra cosa que la relación misma
[...] es, en sum a, la inm anencia o, mejor, la adecuación
ontológica de sí a k relación” ( ibíd” p* 514),
La dificultad con la cual estos apuntes febriles buscan
saldar cuentas es decisiva: si aquello que se cuida es el su
jeto m ism o de las relaciones de uso con los otros, el riesgo
es aquí que el sujeto activo del cuidado se configure a su
vez en una posición trascendente com o sujeto respecto de
un objeto o que, en todo caso, la subjetividad ética quede
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^En la traducción ya clásica de José G aos el térm ino utilizado es <<curaw. Te^
alendo en cuenta tanto la referencia que en este m ism o volum en Agam ben
viene haciendo a la cuestión del tícu¡dadowen el últim o Foucault, com o el uso
líuis habitual en castellano, se ha optado por seguir traduciendo el térm ino
ítuliano cura com o ^cuidado^.
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4.3. Que esta relación tiene que ver con la esfera del uso,
que en ella está en cuestión algo así com o un cuso del
mundo”, está implícito en el hecho de que el paradigma
de la manejabilidad es el utensilio [das Zeug^ algo com o
el órganon o el ktém a de Aristóteles], ejemplificado por
excelencia en el martillo:
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s— 一 • . ぐ
A la objeción que se interpone diciendo que lo que
empuja al animal a m overse es el m iedo y el dolor. Séneca
responde que los animales tienden a su m ovim iento na
tural a pesar del im pedim ento del dolor:
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7.9. N o sorprende que, algunos siglos después, al final
de k escolástica, el paradigma de la causa in strum ental』
pueda ser llevado al extremo, hasta la ruptura del nexo, j
necesario entre la operación propia del instrumento y :;
la del agente p rin cip al,y a la consiguiente afirmación ¡i
de una ilimitada disponibilidad “obediencial” del ins- 丨
trumento a la intención del ícen te principal. Francisco j
Suárez, en su tratado sobre los sacramentos, puede es- \
cribir que ,し ;
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8.4. En el ensayo de 1935, D e la evasión^ Emmanuel
Lévinas somete las experiencias corpóreas, tan familiares
com o desagradables, a un despiadado examen: la ver- *
güenza, la náusea, la necesidad. Según uno de sus gestos ,
característicos, Lévinas exagera y lleva al extremo la a n a -:
lítica del ser-ahí de su maestro Heidegger, hasta exhibir, ^
por decirlo así, su rostro nocturno. Si, en Ser y tiempo^ el ¡
ser-ahí es irreparablemente arrojado a una facticidad que j
le es impropia y que no ha escogido, de m odo que cada ]
vez tiene que asumir y aprehender la misma impropiedad, j
esta estructura ontológica encuentra ahora su formulación
paródica en el análisis de la necesidad corpórea, de la náusea |
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12. Para comprender el particular estatuto ontológico de
este sujeto que se constituye por medio de la práctica de pue^
de ser beneficiosa la anulosa con una pareja categorial extraí
da de la esfera del derecho público: poder constituyente y poder
constituido. También aqu í la aporíOy que paralizó la teoría
iuspublicista, nace de la separación dé los dos términos. Lit con
cepción tradicional coloca en el origen un poder constituyente
que crea y separa fi4era de sí, en una incesante circularídad,
un poder constituido. Verdadero poder constituyente no es el
que produce un poder constituido separado de sí, el cual remite
a l poder constituyente como su inalcanzablefi^ndamento, que
no tiene, sin embargo, otra legitim idad que la que deriva de
haber producido un poder constituido. Constituyente es, en
verdad, únicamente aquel poder -aqu el sujeto- que es capaz
de constituirse a sí mismo como constituyente. La práctica de
sí es esta operación en la m a l él sujeto se adecúa a la propia
relación constitutiva, permanece inmanente a ella: (<el sujeto se
pone enjuego a sí mismo a l cuidarse a sí mism 〇y>(Foucault 1,
p . 504), E l sujeto es, pues, la puesta enjuego en el cuidado de
sí y este cuidado no es otra cosa que dproceso a través del cual
el sujeto se constituye a sí mismo, y ética no es la experiencia
en la que un sujeto se mantiene detrás, sobre o bajo la propia
vida, sino aquella cuyo sujeto se constituye y transforma en
indisoluble relación inmanente con su vida> viviendo su vida.
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14. Precisamente porque la teoría del sujeto im plica un
problem a ontoló^icoy encontramos aqu í las aportas que desde
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[kath'hypokeimenou, sobre la subjetivación] de las ousiai
primeras o están en la presuposición de ellas [...] asi ani-
malwes predicado del hombre, por ende también de este
hombre determinado; si no lo fuera de ninguno de estos
hombres particulares, tampoco lo sería del hombre en
general [...] Si las sustancias [ousíai] primeras no fueran,
sería imposible que hubiera algo más; todo lo demás se
dice, en efecto, sobre el presupuesto de su estar-debajo
o es en este presupuesto...
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I
/ 1
1.16. Se comprende ahora qué entendíamos al afirm
que la ontología tiene que ver constitutivamente con la;|
antropogénesis y, al mismo tiempo, qué es lo que está eri'|
juego en el dispositivo ontológico aristotélico - y más en ge
neral, en toda transformación histórica de la ontología-.
Lo que está en cuestión en el dispositivo, com o en toda
nueva declinación histórica suya, es la articulación entre
lenguaje y mundo que la antropogénesis ha revelado como
“historia” a los vivientes de la especie 似户 か似. Ä1
escindir el puro existente (el que es) de la esencia (el qué,
es) y al introducir entre ellos el tiempo y el movimiento, e j,
dispositivo ontológico reactualiza y repite el acontecimie 叫
to antropogenético, abre y define en cada oportunidad el j
horizonte tanto del actuar com o del saber, condicionando!!
en el sentido que se ha visto com o un a priori histórico 16
que el hombre puede hacer y lo que puede conocer y decir.'
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17Véase el análisis que el autor hace del contenido de la Carta séptima en uLa
cosa misma^ (en Lapotencia delpensamientoy Buenos Aires, Adriana Hidalgo,
2007, pp. 7 y ss).
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yacente-en-el-fondo (el ser nombrado o indicado de un
existente singular, en cuanto no se dice de un sujeto, sino
que es presupuesto a todo discurso) y en lo que se dice
sobre la presuposición de él. En ti t í £n einai Aristóteles I
procura pensar la identidad de ellos, articular en conjuntó
lo que había sido dividido: el ser es aquello que m í en cada
ocasión presupuesto en el lenguaje y por el lenguaje. Esto
es: existencia e identidad coinciden, o pueden coincidir a
través del tiempo. う
La tarea que, de este m odo, el dispositivo, com o a
p rio ri histórico, abre a la historia de Occidente es tan es- |
peculativa como política: si el ser está dividido en el logos ).
y, no obstante, no esta irreductiblemente escindido, si es
posible pensar la identidad del existente singular, enton
ces sobre esta identidad dividida y articulada será posible
fundar un orden político, una ciudad y no simplemente
una pradera de animales.
¿Pero se da de veras esa articulación - a l m ismo tiempo
dividida y unitaria- del ser? ¿O no hay, más bien, en el ¡
ser que así se concibe un hiato insalvable? El hecho de I
que la unidad implique un pasado y exija, para realizarse¿ ;|
el tiempo, la vuelve cuando menos problemática. En el'1|
t í en etnaU la unidad tiene la forma: cclo que era cada v e z 1
para este existente ser (o vivir) . £ l pasado m ide el tiem
po que se insinúa necesariamente entre la determinación ,
existentiva del ser com o hypokeímenon (este existente,^
el tóde ti, el sujeto primero) y su perseverar en el ser, s ii |
ser idéntico a sí mismo. La existencia se identifica con ku!
esencia a través del tiempo. Esto es: ^ ふ の 2加
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5. El problema central de los A p ortes a la filosofía j/, en
un cierto sentidoy de todo el pensamiento de Heidegger es,
por lo tanto, precisamente el que todo estudiante de primer
año de filosofía ve inmediatamente y de la misma manera
inmediatamente desestima:la relación entre el viviente hom
bre y el D a -sein . Si el Ser-ahí —como Heidegger no se cansa
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hombre, como el más afin y, a la vez, el más difícil de pen
sar. E l curso comienza oponiéndole a l hombre c< form ador de
mundo'3/wetlbildend/ el estatuto ontológico del anim al con
su ^pobreza de m undo>y[W t\t^rm utJ9 a lo abierto delser-en-
讓
el~mundo humano, lo no-abierto de la relación del anim al con
su ambiente (que no es sino el conjunto de sus desinhibidores).
Apenas el análisis se desarrolla y profiíndiza, las cosas se
complican y la oposición pierde su perspicuidad. Para el animad
que es capturado por sus desinhibidores y permanece aturdi
do /benomm eny en ellos, el am biente no está simplemente
cerrado. Por el contrario, está abierto [oñcn], y, acaso, con más
fuerza de cuanto el mundo jam ás pueda estar abierto para el
hombre; y sin embargo, este no es revelado /oíFenbary en su ser:
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del hecho bruto del c<hay}, [A. y z], a l ctial el hombre se encuentra
cada vez entregadoy (<enclavad〇y>[m ¿]} el carácterfiindamental
de su ontoloffa. En la experiencia del <K hayy\ la que se revela en
el insomnio, £C cuando no hay nada que velar y ninguna rascón
para permanecer despierto3', nos encontramos remitidos a una
presencia anónima y opresiva^ de la cual no podemos huir: “esta-
mos mantenidos m el ser, mantenidos a sern(Lévi-mís2?p . 109)»
N o hay duda de que lo que a qu í siempre está en cuestión
no es sino una intensificación del ser-arrojado heideggeriam;
pero mientras que en Heidegger se trata precisamente de asu-
m ir el A h í que el Ser-ahí esy ha de ser, para Lévinas se trata,
p o r el contrarío, a través de una exageración caricaturesca
de la situación em otiva, cuyos rasgos atroces y vergonzosos se
han subrayado, de evadir aquella experiencia del ser entre-
gaaos , de la cual —Lévinasparece sugerir—Heidegger nunca
lle^ó a liberarse. Y que la intención paródica tenga a qu í una
función decididam ente crítica, se confirma, más allá de toda
duda, en el breve texto Algunas reflexiones sobre la filosofía
del hitlerismo, escrito un año antes, en el cual la propia
categoría del 'ser enclavado" sirve para definir la concepción
nacionalsocialista de la corporeidad.
14. fam bién Oskar Becker, uno de los más dotados entre
los prim eros alumnos de Heidegger, había intentado buscar
una vía de salida desde el pensam iento ¿iel maestro a través
de una exageración de la categoría del ser-arrojado; pero
mientras que en Lévinas se trataba de una caricatura por exceso,
Beckerparece practicar una suerte de caricatura p o r defecto o
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Forma- de -vida
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1 .2
. Abramos ahora la Política de Aristóteles. Si bien
esta no se ocupa de los ciudadanos en cuanto cuerpos na
turales vivientes, aunque sí de la ciudad com o comunidad
jerárquicamente suprema, el concepto d e cvidaMallí asume
desde las primeras páginas un significado técnico. Para que
un término tenga carácter técnico, no es necesario que sea
definido; es suficiente que desempeñe en la teoría una fun
ción estratégica decisiva. Una sumaria exploración de las
acepciones de los términos zo e y ze n muestra que, a pesar
de que Aristóteles nunca da una definición axiomática de
ellos, es precisamente su articulación en la pareja vivir/
vivir bien”, “vida natural/vida políticamente calificada”,
lo que permite definir la esfera de la política.
La célebre definición de lapólis como 'nacida en vista del
vivir [toü zen], pero que existe en vista del vivir bien [td
eü zinY' {PoLy 1252b 28-30) le ha dado forma canónica
al entrecruzamiento entre vida y vida políticamente cali
beada, entre 巡 ’ y tów ,que debía seguir siendo decisivo
en la historia de la política occidental.
Es la estructura de este entrecruzamiento lo que procu
ramos definir en Homo sacer L
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peras tés autarketas], nacida en vista del vivir, pero que exis
te en vista del vivir bien \ La definición es reafirmada a lo
largo del tratado casi en los mismos términos: 'comunidad
del vivir bien tanto para las familias como para las estirpes,
en función de una vida perfecta y autárquica' (1280b 33),
“comunidad de estirpes y poblados en una vida perfecta y
autárquica' [zoes teletas kat autárkous\ (1281a 1 ) . Pero ¿qué
es una Hvida autárquica1? U n pasaje del libro VII precisa
en qué sentido se debe entender el término:
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25Trad. cast.: Aristóteles, Acerca del alma. Acerca del destinoyMadrid, Gredos,
2013.
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1 .7.
En nuestra perspectiva es decisivo que esta division
de la vida tenga com o tal inmediatamente un significado
político. Para que la zo£ pueda alcanzar la autarquía y
constituirse com o una vida política \bíospolitikós\, es pre
ciso que sea dividida y que una de sus articulaciones sea
excluida y, a la vez, incluida y puesta com o fundamento
negativo de la politeía. Para esto en la Enea nicomaquea,
Aristóteles tiene cuidado de precisar que el hombre polí
tico debe conocer eso que concierne al alma y saber que en
Í'J
lr
ella hay una parte -la vida nutritiva (o vegetativa)—que no
i:
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2
U n a v id a in s e p a r a b l e d e su fo r m a
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C ontemplación viviente
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L a vida es una forma generada viviendo
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5
Para una ontología del estilo
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30 Trad, cast.: M ichel Foucault, La vida de los hombres infames. Ensayos sobre
desviación y dominación^ Buenos Aires, Altamira, 1993.
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E x il io d e u n o so lo h a c ia u n o so lo
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“Así L O HACEM OS
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G iorgio A gam ben
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!;«¡
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O br a e in o p e r o s id a d
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a los démones y a toda oua cosa que no fuera él mismo.
Era uno de aquellos que provenían del cielo y en la vida
anterior había vivido en una ciudad bien ordenada y ha
bía practicado la virtud como hábito, pero sin filosofía,
A decir verdad, aquellos que, al llegar desde el cielo, se
dejaban sorprender de esta manera, no se contaban en
menor número que los otros, porque no tenían experien^
cia del dolor; quienes venían de la Tierra, en cambio, ya
que ellos mismos habían surrido y visto a otros sufrir,
a menudo no realizaban una elección desatinada. Por
este motivo y por el azar del sorteo [diä ten ton klérou
tychen\ para la mayor parte de las almas se producía un
intercambio de males y bienes, puesto que si cada uno,
cuando viene a esta vida, se ocupara seriamente de la
filosofía y en el sorteo de la elección no le tocara estar
entre los últimos, es probable, por cuanto se nos refiere
del más allá, que no sólo sería feliz en esta Tierra, sino
que cumpliría también el viaje desde aquí hacia allí y de
regreso, no por un camino subterráneo [chthoman] y
duro, sino llano y celeste.
Valía la pena, decía Er, contemplar el espectáculo [tbéan]
de las almas que elegían sus formas de vida: era un espec-
táculo piadoso, ridículo y a la vez maravilloso [d ?かか
[...]kat geloían kai thaumasían^, porque la mayor parte
de ellas elegía según el hábito [synétheian] de la vida pre
cedente. Relató haber visto que el alma de Orfeo elegía la
forma de vida de un cisne, porque, por odio a las mujeres
que xo nabían asesinado, no quería nacer de un vientre
de mujer. Vio luego el alma de Tamiras escoger la vida
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Epílogo
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一 - '
10. D el m ismo m odo que la tradi<^on de la metafísica
ha pensado siempre lo humano en la forma de una articu
lación entre dos elementos (naturaleza y ló^os, cuerpo
y alma, animalidad y humanidad), también la filosofía
política occidental ha pensado siempre lo político en la
figura de la relación entre dos figuras que se intenteba
vineular: la vida desnuda y el poder, la casa y la ciudad,
la violencia y el orden instituido, la anomia (la anarquía).
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509
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■M— aa—
Ín d ic e
Advertencia ....................................................................... 9
P rólogo................................................................................... 11