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1 - Dubious - Charmaine Pauls - The Loan Shark Duet
1 - Dubious - Charmaine Pauls - The Loan Shark Duet
Algunas autoras ya han descubierto los foros que traducen sus libros
ya que algunos lectores los suben al Wattpad, y piden en sus páginas
de Facebook y grupos de fans las direcciones de los blogs de descarga,
grupos y foros.
De ninguna manera mi madre la dejará vivir. Así que ideé un plan para
mantenerla.
Es depravado.
Es inmoral.
Es cuestionable.
Es perfecto.
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Nunca doy por sentado el brillo amarillo de una bombilla o el parpadeo
azul de la pantalla de la televisión. Buscar señales de vida es un hábito
arraigado para gente como yo, gente que vive con miedo. Desde el
rincón, me esfuerzo por mirar el suelo. Luego me paró en seco. El
rectángulo de nuestra ventana me mira fijamente. Negra y Oscura.
¡Charlie!
—¡Charlie!
—Maldición.
El más alto se pone de pie, su piel brilla por el sudor y el blanco de sus
ojos como platillos. —Oye, perra blanca. ¿Qué haces en mi cuadra?
—¡Eh! —Un gorila carnoso con una camiseta con el logo de Napoles los
hace callar con una mirada.
Los hombres que juegan a los dardos giran la cabeza cuando paso.
Mierda. Me estoy poniendo cada vez más ansiosa. Cuando el pánico se
apodera de mí, veo el afro naranja de Jerry en un círculo de cabezas en
una de las mesas de juego. Charlie está sentado en la silla de al lado.
Casi llorando de alivio, empujo a la gente con vasos de cerveza de
plástico en las manos para que no se acerquen a mi hermano. Los rizos
de Charlie caen sobre su frente y sus ojos están arrugados por la
concentración. Lleva puesta una camiseta de Spiderman y la parte de
abajo de su pijama de franela. El atuendo lo hace parecer vulnerable a
pesar de su edad y su voluminoso cuerpo. Cualquiera puede ver que no
pertenece a este lugar. ¿Cómo se atreve el enfermo hijo de puta que
dirige este pozo negro a dejar entrar a mi hermano?
—Ven, Charlie.
Mi boca se abre. ¿Cómo pudo Jerry dejar que esto pasara? Sabe que
apenas llego a fin de mes, saco el brazo de las garras del traficante.
—¿Cuánto?
—Cuatrocientos.
—¡Cuatrocientos rands2!
—Cuatrocientos mil.
—Es imposible. —No puedo procesar esa cantidad—. ¿En una noche?
—¿Jerry? —Lo miro para buscar una explicación, una solución que me
diga que es una broma, cualquier cosa, pero él muerde su labio inferior
y mira hacia otro lado.
2
Moneda sudafricana 100 centavos forman un rand. El rand lleva el nombre de un área cerca de
Johannesburgo llamada Rand, que es famosa por sus minas de oro
espantosa conexión de cicatrices va desde su ceja izquierda hasta su
mejilla. Bajo su mandíbula desfigurada, su tez está bronceada. La
aspereza de su piel da la impresión de estar estropeada por las balas.
Una barba corta y un bigote cubren algunas de sus imperfecciones,
pero el daño es demasiado grande para ocultarlo. Es un rostro que no
quieres ver en la oscuridad y definitivamente no en tus sueños. Es un
rostro que me mira fijamente.
Un calor de los que dan miedo se arrastra sobre mi piel. Cuando le miro
a los ojos, es como si un cubo de hielo se vaciara en mi camisa. Un
escalofrío inoportuno contrae mi piel, y mi miedo se convierte de
caliente a frío. Sus iris son azules como los glaciares lejanos que sólo he
visto en fotos. Todo en él parece extraño, fuera de lugar y peligroso. Es
la clase de malo que está incluso fuera de la liga de Napoles.
3
El Quiebra Huesos
Charlie se levanta como recé en silencio para que lo hiciera y me
permite llevarlo a la puerta. Cierro los ojos y espero que alguien grite,
nos agarre, dispare o las tres cosas, pero cuando miro hacia atrás
Gabriel levanta la palma de la mano y el portero se aparta para que
salgamos.
—Vaya, vaya. —Se limpia las manos sobre las rastas de su cabeza—.
Hola, solcito. Tiny te estaba buscando. —Hay un borde en su voz—.
¿Dónde estabas?
Tiny finge ser mi dueño. Sobre todo, finge que me gusta. En realidad, es
un cobarde, pero aún tiene el poder de hacerme daño.
Tiny agarra mi cabello, cierro los ojos. Por favor, Charlie obedece, no
quiero que veas esto. Cuando levanto las pestañas, mi hermano está
subiendo las escaleras del lado del edificio.
—No, pagamos el alquiler —le digo. Esto no significa nada para Tiny,
pero tengo que intentarlo. Dios sabe por qué, pero lo intento cada vez.
Se burla. —Así es, porque eres mi perra. —Me tira del pelo—. ¿No es
así, perra?
—Vete al infierno.
—Si vuelves a morder, te irás con algo más que un ojo morado. Esta
vez, te romperé el brazo. —Tomando la raíz de su polla en una mano,
agarra mi cabello en la otra y guía mi boca a su polla. El asco se
acumula en mi garganta.
—Vamos, nena. —Me levanta por el brazo, con su polla colgando entre
nosotros—. Dale un beso a Tiny. Deja que Tiny se pruebe a sí mismo en
esa inútil boca tuya, porque seguro que no sabes cómo chupar una
polla.
—Val...
—¿Puedo entrar?
Si el accidente
ccidente no hubiera ocurrido, si no hubiera querido un estúpido
trozo de pastel de chocolate esa noche, Charlie habría sido Charles. Mi
hermano se habría convertido en el hombre que nació para ser. Como
cada noche lloro en mi almohada, derramando lágrimas amargas que
no ayudan en nada. El daño cerebral es irreparable.
—¿Cho-chocolate?
Corre.
Un temblor me sacude los huesos, tiemblo, aunque esté caliente
adentro por el horno. Corriendo hacia la ventana, miro a través de ella,
un Mercedes negro está aparcado al otro lado de la carretera. Una
mujer está sentada delante, pero con el brillo del sol en la ventana no
puedo ver nada más que su pelo negro. Un hombre con traje sale del
asiento del conductor y otro de la parte de atrás sostiene la puerta. Un
tercer hombre dobla su gran cuerpo para salir, ajustando las mangas
de su chaqueta mientras mira arriba y abajo de la calle, antes de girar
la cabeza en dirección a nuestra ventana.
Gabriel Louw.
Se me corta el aliento. Salto hacia atrás antes que me vea. Charlie sale
del baño y empieza a hacer su cama como le enseñé.
—Las ga-galletas.
Por favor, no dejes que nos mate. Olvida eso. Prefiero que nos mate a que
nos torture.
Todos, desde Auckland park hasta el Valle de Bez, saben lo que hace
The Breaker a los deudores que no pagan. Tiene una reputación
construida sobre un rastro de cuerpos rotos y casas quemadas. Puff,
siempre sintiendo mi ansiedad, me lame los tobillos.
—Va- Valiente.
Otro golpe cae, más fuerte esta vez. El sonido es hueco en la madera
falsa.
Sus labios se mueven. Sabe que estoy fanfarroneando. —Sabes por qué
estoy aquí.
Oh, no. Por favor, no. Dios mío. No, no, no.
Tiene que ser una película de terror, pero el agujero entre los ojos de
Puff es muy real. También lo es la sangre que corre sobre el linóleo. El
cuerpo sin vida en el suelo despliega una rabia en mí. Sólo era un
animal indefenso. La injusticia, la crueldad y mi propia impotencia son
el combustible que alimenta mis sentidos conmocionados.
—Va-Valiente.
—¡Déjalo en paz!
—¡Va-Val!
—Dilo.
—Cuatrocientos mil.
—Lo pagaré.
Inclina la cabeza. —Lo pagarás. —Hace que parezca que estoy loca.
—Con interés.
—Por año.
—Soy una asistente. —No ofrezco más, es suficiente con que ya sepa mi
nombre.
Me mira con los brazos colgando libremente a sus lados. —Nueve años.
—Suena ridículo, pero el rápido cálculo que hago en mi cabeza me
asegura que no lo es. Son casi cinco mil por mes, incluyendo el treinta
por ciento de interés en la suma total. No puedo llamarlo injusto. Los
prestamistas de este vecindario piden cualquier cosa entre el cincuenta
y ciento cincuenta por ciento de interés.
Cierra los dos pasos entre nosotros con un andar desigual. Está tan
cerca que puedo oler el jabón de su camisa y la débil y picante fragancia
de su piel.
—Lo haré. —Mientras digo las palabras, una bola de hielo se hunde en
mi estómago.
4
Empleadas domésticas que residen en casa de sus empleadores generalmente de lunes a viernes teniendo
los fines de semana libres.
—Necesito llamar a alguien para que lo busque, no puede quedarse
solo. —Saca el teléfono de su bolsillo, introduce un código y me lo pone
en la mano—. Usarás el mío hasta que nos aseguremos que el tuyo no
está comprometido.
—¿Qué ha pasado?
—Mi casa, las cosas han cambiado. Voy a pagar la deuda de Charlie,
pero no puede quedarse solo. —Mis mejillas se calientan cuando
agrego—. Es un puesto de interna.
—Estoy en camino.
—¿Qué trato?
—Quieres follarla.
Levanta las manos y comienza a caminar por la acera. —El precio era la
muerte.
—Charlie tiene daño cerebral. —Es un precio más duro que la muerte,
para mí, al menos—. No debimos haberle concedido un préstamo.
—¿Arreglo?
Ella es mía.
Entonces salí de la oficina y allí estaba ella toda tetas, culo y piernas.
Ninguna mujer, excepto las prostitutas, entra en Napoles por voluntad
propia. Un nervio me pellizca entre los omóplatos cuando pienso en lo
que podría haberle pasado si yo no hubiera estado allí. Es
extremadamente ingenua o estúpidamente valiente, después de esta
mañana, sospecho que lo último.
Quincy estaciona y abre la puerta para Magda primero, luego para mí.
Mientras estiro mi pierna rígida, él deja salir a Valentina, ella se vé tan
frágil con su cartera y su maleta frente a la fuente.
Esos ojos oscuros brillan con desafío, pero ella los evita rápidamente.
—Sí, señora.
Antes que se vaya, hay una cosa que debe entender, agarro su cara con
una mano, clavando mis dedos en sus mejillas. —Huye de mí y
desearás que te hubiera disparado hoy.
Su cuerpo está cerca del mío y puedo inhalar su olor. Lleno el vacío
olfativo que no pude ubicar en el auto. Frambuesa. Ella se ve como una
paloma con las alas atadas, pero no vacila ante mi mirada.
—Sí.
Magda va hacia el bar y sirve un poco de vodka, que diluye con jugo de
naranja. —Dejar que encuentre su propio camino es su primera prueba.
—¿Por qué?
—Las cámaras ocultas grabarán cualquier acto traicionero que ella
conciba en su mente simplona y tú lo usarás a tu favor para quebrarla.
—Negro.
Magda sonríe, girando su vaso. —No es por eso que le di los domingos
libres.
—No tengo intención de dejarla vivir tanto tiempo. —Su sonrisa crece
hasta que invade toda su cara—. Ella está destinada a meter la pata
más pronto que tarde.
Una repentina sensación me asusta. Magda está feliz con el giro de los
acontecimientos. Quiere que Valentina sufra y confía en mi naturaleza
para que eso suceda.
ME DUELE LA GARGANTA por las lágrimas reprimidas al salir del
estudio de la Sra. Louw. Si tenía alguna esperanza que la madre de
Gabriel tuviera compasión y me ayudara, ha sido eliminada en esa
habitación, ella es peor que su hijo, su oscuridad es mucho más fría.
Sin decir nada, me pongo detrás de ella, pasamos por la planta baja con
sus salas de lectura, de descanso, televisión, entretenimiento y
comedor, subimos un tramo de escaleras. Los dormitorios y baños del
primer nivel son lujosos y cómodos. A medida que avanzamos, mi
corazón se hunde cada vez más, es demasiado.
Pobre gente, van a perder un gran contrato, pero al menos serán libres.
—Su hija —dice Marie, cerrando la puerta, baja la voz—. A veces vive
con su madre, pero la mayoría de las veces está aquí.
—La ropa tiene que ser secada al sol, —explica Marie—, a menos que
llueva. La Sra. Louw no cree en el desperdicio de electricidad.
—Bueno, —Marie se sacude las manos—, te dejaré seguir con ello, tus
uniformes llegarán más tarde. Por ahora, tendrás que trabajar así. —Le
da a mis piernas una mirada de desaprobación.
—Veinte minutos.
Gabriel lo dice con una sonrisa, pero sus palabras me dan escalofríos.
Sale de la habitación, encerrándome dentro con el doctor.
Asiento con la cabeza. No es que tenga dinero para las visitas al médico.
Charla durante el examen para que me sienta cómoda, pero estoy tensa
y cuando toma la muestra me duele. Me deja vestirme antes de sacarme
sangre. Está casi listo cuando Gabriel vuelve a la habitación.
Supongo que Gabriel quiere estar seguro que estoy limpia, no puedo
culparlo, viendo de dónde vengo.
5
Es un procedimiento que se lleva a cabo para detectar cáncer cervical en las mujeres, el consiste en
recolectar células del cuello uterino, el extremo inferior y angosto del útero que está arriba de la vagina.
—Yo
Yo seré quien juzgue eso —digo, poniéndome de pie—
—. Puede que
trabaje para ti, pero sigue siendo mi cuerpo.
Ella resopla. —Verás cuánto te gusta cuando tengas que limpiarlo por
todas partes.
—¿Ha sido castrado? —levanto una pierna trasera para ver mejor. Sip.
—Será mejor que sirvas la cena mientras esté caliente. —De repente, se
da la vuelta y se va.
Ella lo mira con una mirada fría y azul. —Entonces cenaré en casa de
mamá.
Un músculo se mueve bajo uno de sus ojos antes de estrechar los dos.
—Puedes hacerlo, pero como yo pago tu mesada, tu teléfono se queda
aquí.
—Estoy bien.
—¿Dónde estás?
—¿Él te...?
—Lo siento.
—¿Haciendo qué?
—¿Criada o puta?
—Bien. —Ella ríe aliviada—. Pensé que eras una prisionera o algo así.
—¿Va-Val?
—Bu-burguesas.
—S-sí.
—Te vas a quedar con Kris por un tiempo, tengo un nuevo trabajo, y
requiere que me quede en él.
—¿Me visitarás?
—Cada semana.
—¿Cuándo?
—Sábado.
—Sa-Sábado.
—Cu-Cuídate.
—Sa-Sábado.
—¿Vas a violarme?
Me río. —No.
—Conociendo tu cuerpo.
Sus ojos brillan como gemas de ojo de tigre frío. —Eso nunca sucederá.
Mis palabras tienen el efecto deseado, sella sus labios y cierra los ojos.
Vuelvo a mis movimientos, comenzando un lento roce desde sus pies
hasta la parte inferior de sus brazos. Después de unos minutos de
acariciarla así, un rubor se extiende sobre su piel, manchando su cuello
y la curva superior de sus pechos. Las zonas erógenas de su cuerpo se
llenarán de sangre, haciendo que sus pechos se vuelvan pesados y su
sexo hinchado, preparándola para la penetración. Esta es la señal que
he estado esperando. Dibujando círculos alrededor de sus pechos
endurecidos, cierro el rastro en espiral de mis dedos hasta que estoy
fuera de sus areolas. Veo sus pezones apretarse más, extendiéndose en
pináculos besables que me duele por sentir en mi lengua. Ignorando el
hambre que hace que mis bolas se aprieten, hago rodar sus pezones
entre mis pulgares e índices y soy recompensado con un jadeo que
suena muy diferente ahora. Hay un crescendo de placer y un trasfondo
de vergüenza. La mezcla es un sonido embriagador, en el que tengo un
placer perverso. Quiero ser dueño de sus sentimientos, sus quejidos, su
placer y sus respiraciones. Como una señal, sus caderas se levantan, sé
lo que su cuerpo está pidiendo y sé que lo combatirá. Necesito una
rendición total.
—Mírame.
—¿Qué?
Ella arruga sus cejas, pero no le doy tiempo para otra pregunta.
Reanudo la tarea de lamer su pezón como si fuera mi caramelo favorito.
Cuando un gemido reprimido se desliza de sus labios, levanto mi cabeza
para darle una mirada dura.
—¿Bueno?
Valentina es virgen.
Y eso me aplasta.
Me rendí.
He perdido.
Mi cuerpo me traicionó.
Estoy echando humo, esperaba que me usara, pero que lo hiciera como
Tiny. En cambio, de alguna manera se las arregló para hacerme
cómplice de lo que sea que haya ejecutado.
Él sonríe.
—Todo
Todo a su tiempo. —Una Una mueca de dolor reemplaza su sonrisa
arrogante cuando se pone de pie pie—.. Tomaré mi desayuno a las cinco,
uvas, jugo de naranja, café y tortilla con chile a
asegúrate
segúrate que esté listo.
Esa voz otra vez, ahora que estoy menos asustada, deja una compleja
mezcla de impresiones sensoriales en mí: Oscura, suave, agridulce y
profunda como el azúcar quemada, miro por encima de mi hombro, está
vestido con un traje oscuro con una camisa blanca y una corbata roja,
su pelo está húmedo y su barba recortada.
Viene a pararse a mi lado, tan cerca que nuestras caderas casi se tocan,
y alcanza dos tazas del armario de arriba. Mientras él sirve el café con
una mano firme, la mía que sostiene la espátula comienza a temblar.
—¿Has dormido bien? —empuja una de las tazas hacia mí, alejando el
lado marcado de su cara.
—Más tarde.
—Podemos
Podemos compartir la tortilla.
—No
No puedo comer tan temprano. —Prefiero
Prefiero morir de hambre
ha que
compartir su tortilla, es un pensamiento ilógico, ya que me da la
asignación que paga mi comida, pero tengo que aferrarme a cualquier
orgullo que pueda salvar.
—El
El doctor envió por correo electrónico los resultados de tus análisis de
sangre. Estás limpia.
—Soy Quincy.
—Vivimos
Vivimos en una casa de personal en la parte trasera de la propiedad.
Hay un teléfono en la cocina. Si pulsas el botón marcado como casa de
guardia, uno de nosotros contestará.
—Oh.
—La
La próxima vez, si la puerta está abierta, —hace
hace un gesto en el acceso
del jardín—,, llama antes de salir.
—¿Por qué?
—Gabriel
Gabriel tiene un perro guardián. El patrulla el jardín y hemos tenido
un accidente antes.
—Bien.
—Bueno
Bueno entonces, que tengas un buen día. —Debe
Debe darse cuenta de lo
estúpido que es decir, porque sus p
pómulos se oscurecen—.. Hasta luego.
—Con
Con un incómodo saludo, se aleja rápidamente.
—Valentina,
Valentina, ¿verdad? —Se
Se apoya en la pared y muerde un melocotón.
—Así es.
—Mi padre no dijo que iba a contratar a una criada. —Me mira desde
abajo de sus pestañas—. ¿Puedes hornear?
—Sí.
—¿Me harás un pastel para el postre? Marie hizo flan. Odio el flan.
—¿Qué te gusta?
Ella balancea la fruta por el tallo. —Cualquier cosa con coco. —Conozco
una simple receta de pastel de miel y coco que no lleva mucho tiempo.
Los ingredientes son bastante comunes, es muy probable que encuentre
todo lo que necesito en la despensa. Apago la plancha.
—Está bien.
Carly olfatea con aprecio. —Eso huele bien, tomaré una rebanada
ahora. —No es una niña, pero le digo lo que le diría a Charlie.
—¡Valentina!
6
Es un aparato médico en forma similar a un lápiz con una jeringa y aguja hipodérmica usado para
administrar una dosis medida de epinefrina. La mayor incidencia de su uso es para el tratamiento de
reacción alérgica aguda para evitar o detener el shock anafiláctico.
Hay un pánico subyacente en la voz firme de Gabriel. —La ambulancia
está en camino, cariño.
—Síganme.
—El pastel.
Son casi las once antes que los faros de un auto iluminen las puertas.
Puede ser Magda, regresando de su cena. El alivio me inunda cuando el
Jaguar se acerca a la puerta. Un Gabriel con aspecto ojeroso cojea
alrededor del coche para ayudar a Carly desde el lado del pasajero. Con
su brazo alrededor de sus hombros, la lleva por los escalones.
El tic que retuerce sus labios en una sonrisa me hace querer romper su
nariz. Lo añado al error que cometió disparándole al perro. En el fondo,
yo sé que no es culpa de Rhett. Nunca esperó que dejara vivir a los
Haynes. Hizo lo que creyó correcto, pero le causó sufrimiento a
Valentina, y tendrá que pagar. Por suerte para él, se va sin dudarlo.
Podría hacerlo con otro trago, pero no me arriesgaré. Tengo que estar
sobrio. Necesitaré un completo control.
Me mira por encima del hombro, sus ojos grandes y sus mejillas
pálidas. —¿Qué estás haciendo?
Levanto la mano por detrás, agarrándola por los brazos para calmarla.
—Lo sé.
Ella deja de luchar y su cuerpo se congela. —Entonces, ¿por qué estás
haciéndolo?
Ella sabe que no hay vuelta atrás. Incluso si no hubiera expectativa por
parte de Sylvia o la amenaza de mi madre, no puedo detenerme. Ya no.
Beso su oreja.
—Gabriel…
Ella tiembla bajo mis palmas, pero sabiamente no habla. No hay nada
que puede decir para detener esto. Cuando me alejo, su cuerpo se
balancea hacia atrás. Como una bailarina, baila sobre los dedos de los
pies para recuperar el equilibrio. Un grito deja sus labios cuando agarro
el cuello del camisón y lo rasgo por la mitad. La tela cuelga suelta por
su cuerpo, dándome un vistazo de su suave espalda y la curva de su
culo, pero soy codicioso. Para ahorrar tiempo, uso uno de los cuchillos
de combate del mostrador de armas, abriendo los brazos para liberarla
de la ropa.
Doy un paso atrás para admirar la vista. Maldito infierno. Atada con
sólo sus bragas alrededor de sus tobillos, ella es una imagen erótica que
me perseguirá en mis sueños. Su estructura es un retrato fluido de
líneas en S, desde la delgada curva del cuello a los lados de sus pechos
regordetes y el estrecho diámetro de su cintura, a la hinchazón de sus
caderas y a la elevación de su firme trasero. Mis ojos siguen el rastro de
sus piernas, desde sus muslos temblorosos hasta la caída de sus
rodillas y desde la suave expansión de sus pantorrillas hasta donde se
estrechan sus delicados tobillos. Mis dedos duelen por enterrarse en las
nalgas de su culo y en la profundidad caliente y húmeda de su coño.
Expulso esos pensamientos casi violentamente, sabiendo que no puedo
entrar en ella allí. Por ahora, estoy contento de tenerla desnuda y si soy
honesto, admitiré que no se trata de una retribución o de probarle a mi
madre que no soy débil. Esto ni siquiera se trata de salvar la vida de
Valentina. Esto es todo para mí.
Que así sea. No me desafiará por mucho más tiempo. Nunca podré
saciarme de mirarla así, pero sus brazos no pueden soportar más
tiempo su peso antes de arriesgarme a arrancarlos de sus bases.
Sacudo mis dedos para aflojarlos e inspirar y expirar un par de veces
para encontrar mi control. Será fácil pasar por encima del límite con
ella, demasiado fácil. Hay algo acerca de ella que destruye cada onza de
fuerza de voluntad que poseo, una nueva experiencia que estoy seguro
de que me gustaría.
Zas
La línea roja que surca su dorada piel hace que mi polla se estremezca.
Una gota de pre-semen calienta la punta de mi eje.
Zas
Zas
—Muy bien.
—¿Lista?
—Déjame oírte.
La deseo. La deseo tan jodidamente que no puedo pensar. Por todas mis
atenciones de ser amable, no puedo evitar la rudeza de mis dedos entre
sus piernas. Un gemido queda atrapado en mi pecho cuando la
encuentro mojada, necesito estar dentro de ella, ahora.
Mis manos tiemblan mientras me desabrocho los pantalones y dejo que
caigan a mis tobillos para liberar mi polla. Mi eje duele por la
necesidad, la raíz pulsa mientras la agarro en mi puño y guio hasta el
coño mojado de Valentina. Doblando mis rodillas, me lanzo a través de
sus muslos y arrastro la cabeza de mi polla a través de sus pliegues. Me
estremezco en anticipación a que su humedad me resbale, y el calor que
emana de sus entrañas me invita a profundizar. Impulsado por el
hambre primitiva, coloco la cabeza sensible contra su apertura. Mi
único instinto es empalarla, llevarla tan profundo como puedo, pero es
su gemido asustado lo que me aleja de mi oscura lujuria.
Ella sigue en eso, pero sólo hasta que empiezo a deslizarme hacia arriba
y abajo, pegando sus nalgas alrededor de mi polla con mis palmas.
Tengo que empujar su cuerpo contra la pared de enfrente para hacer
palanca. Cuando me muevo más rápido, ella empieza a retorcerse con
total determinación, girando a la izquierda y a la derecha.
Magda está muy enojada cuando le doy un breve resumen sobre cómo
resultó la noche. Es cuando le aseguro que Valentina ha sido castigada,
y ve el video de Carly pid
pidiendo
iendo un pastel de coco con eso ella se calma.
—Tienes
Tienes trabajo con Carly —dice—.. Esa chica tiene problemas.
—Haz
Haz algo al respecto, antes que se convierta en un desastre que no
podamos arreglar. —Ella
Ella camina desde mi estudio sin decir buenas
noches.
Queriendo escuchar una voz amable y segura, llamo a Kris antes que
llegue al consultorio y hablar con Charlie, que suena tan feliz como sólo
Charlie puede ser.
—Bien.
—Tengo todas las razones para estar molesta. Lo que hiciste fue tonto e
irresponsable.
Suspiro. —Escúchame
Escúchame Carly. Eres joven, hermosa, privilegiada, y
saludable. Tienes todo tu futuro por delante. Puedes tener cualquier
cosa que quieras. Es más de lo que la mayoría de la gente tiene. No lo
desperdicies. Incluso si no lo ves ahora, tus padres habrían quedado
devastados si algo te pasara y yo nunca me habría perdonado a mí
misma.
—¿Si? —Las
Las lágrimas brillan en sus ojos
ojos—.. Como si me conocieras a mí
o a mi familia, noo te atrevas a predicarme. Tal vez te hubiera gustado
ser una psicóloga, pero no lo eres. Eres una sirvienta, así que apégate a
tu oficio. —Sus
Sus ojos se vuelven durosduros—.. Estaré afuera,
afuera tráeme un
sándwich de pavo y limonada c con
on mucho hielo. Cuando termines,
puedes limpiar mi baño de nuevo nuevo, tee falto una mancha. Entonces
puedes planchar mi nuevo ves vestido azul, quiero
uiero usarlo para la escuela
mañana.
Quiero decir que no respondo ante ella, pero eso no es cierto. Por las
reglas de nuestra clase, estoy más abajo en la jerarquía que el gato.
7
Boerboel, raza canina de moloso de tipo dogo original de Sudáfrica, raza muy apta para la guardia,
defensa personal y trabajos pesados
Quincy parece ligeramente sorprendido cuando me acerco, pero cuando
estoy casi al alcance de la correa, sostiene su palma. —No te acerques
más.
—No me digas.
—Bruno.
—No. —Piensa un poco—. Espera. Tal vez esto sirva. —Él saca una
navaja suiza de su bolsillo y despliega un pequeño par de pinzas.
—Ha estado cojeando toda la semana. No pude conseguir una cita con
el veterinario antes.
—Aun así tendrás que llevarlo. —Me enderezo—. Necesita una crema
antibacterial y antiinflamatoria.
—Un interés.
Bruno se gira sobre sus patas y me lame los dedos de los pies.
—Ni lo menciones.
—No estoy seguro que Gabriel vaya a estar feliz cuando se entere que
convertiste a su perro guardián en un cachorro babeante.
Me doy una ducha fría, todavía siento el escozor del agua en mi espalda
y trasero. Como el único camisón q que
ue tenía está destruido, me pongo
una camiseta y un par de bragas antes de meterme en la cama.
La primera vez que me pone las manos encima después de besar mis
moretones es para quitarme la ropa interior. Agarrando mis caderas, me
levanta el culo. Se toma su tiempo para colocarme como él quiere,
arrodillada con las piernas abiertas y la frente descansando en la
almohada. Con mi culo y el sexo expuestos a él, se sienta y observa. No
puedo ver, pero siento sus ojos en mi cuerpo, ardiendo en mi desnudez.
Sus palmas se deslizan sobre mis nalgas antes de poner sus manos en
cada una de ellas, separándome como a una fruta mientras pasa su
nariz de mi coxis a mi abertura. Un escalofrío recorre mis órganos. Mi
cuerpo depravado sabe lo que viene y lo desea. Su lengua se arrastra en
mi clítoris, caliente y húmeda. Grito mientras la superficie áspera y
caliente se dibuja sobre mi abertura, hasta mi culo. En algún lugar de
mi mente hay un grito de vergüenza, Pero no sirve de nada dar rienda
suelta a ese sentimiento. Gabriel hará lo que quiera.
Entonces se ha ido.
Durante mucho tiempo, me quedo en la oscuridad, tratando de
entender a Gabriel. No lo entiendo. ¿Qué me está haciendo?
NO AYUDA que Valentina esté cerca cada hora de cada día. Yo estoy
caminando empalmado, sufriendo de constantes bolas azules. Ninguna
cantidad de masturbación es suficiente para aliviar mi dolor. Quiero
estar dentro de ella. Profundo. Lo suficientemente profundo como para
que duela. El único problema es su virginidad. Es una barrera para mí,
literal y psicológicamente. No quiero ser el que la rompa de esa manera.
Su primera vez tiene que ser especial, no monstruosa. Ni siquiera yo
soy tan cruel. Ella merece una cara bonita y besos suaves, no una cara
llena de cicatrices que le gusta follar duro.
Abro la puerta para ver a Magda cargando por el pasillo con Oscar.
—Oh, no, por favor, Sra. Louw, no tiene que hacer eso. No es su culpa.
Puede ser una infección urinaria. Estoy segura de que los antibióticos
arreglarán el problema en poco tiempo.
Eso parece. Mi madre nunca albergó ningún amor por el difunto gato
con sobrepeso de la abuela. Si fuera por ella lo habría abandonado en la
casa de mi abuela después del funeral, pero Carly insistió en traerlo
aquí.
Aféitate el coño.
—Desnúdate.
El calor sube por mi cuello cuando tomo la postura que me abre para
su mirada, pero levanto mi barbilla y lo enfrento. No me rendiré ante mi
vergüenza, no con él en la habitación. Por un largo momento, sus ojos
se fijan entre mis muslos, aparentemente complacido de haber
obedecido su orden de afeitarme.
Una rara sonrisa tira de los labios. —Eres tan valiente, Valentina. —Sin
advertencia, su mano se desliza entre mis piernas. Él pone su palma
ancha sobre mi sexo—. Amo tu coño desnudo. ¿Sabes lo que quiero
hacerte?
Me va a follar la boca.
Visiones de mí de rodillas en medio de la carretera para que alguien me
vea me aprietan la garganta. Cierro los ojos, tratando de visualizar un
agujero negro en el espacio, cualquier cosa para poder escapar a un
rincón oscuro de mi mente.
—Desabróchame.
Deja caer la
a toalla y me muestra todo el frente de su glorioso cuerpo
desnudo.
—No
No hay nada que no hayas visto —dice—,, así que no dejes que te
impida trabajar.
Se equivoca. La línea blanca en relieve que atraviesa diagonalmente su
rodilla es nueva para mí. También lo es la marca circular rodeada de
líneas más finas, como una telaraña, en su pie. Parece un perfecto
espécimen de Frankenstein, cosido con rabia y magníficamente duro.
No hay una pulgada que no sea cien por ciento humano, en todas las
formas correctas y equ
equivocadas posibles.
—Lo sé.
—Gracias.
Por la mirada que me da tengo miedo que me impida salir así que le
digo rápidamente —Hasta el lunes.
—La cena está lista. —Saco una silla de la mesa pequeña de la cocina
donde Charlie ya está sentado.
—Bien.
—Nueve.
—¿Nueve meses?
—Espera. ¿Me estás diciendo que serás su criada durante los próximos
nueve años?
—Seguiré adelante.
—Lo sé.
—¿Firmaste un contrato?
—Si trabajas para él por nada, ¿Cómo vas a pagar tus estudios?
—Me está dando una asignación. Será suficiente para pagar la parte
que no cubre la beca y esperaba que me mantuvieras en el trabajo los
domingos.
—Olvídalo.
—No te preocupes por Charlie. Es bienvenido aquí por el tiempo que sea
necesario.
Me limpio las lágrimas no deseadas de mis ojos y miro hacia otro lado.
—Lo sé.
—Seguro. —Sólo
Sólo lo digo para aplacar a Kris, porque un
unaa vez que está en
marcha no se detendrá hasta que crea que me ha convencido. Kris es la
reina del pensamiento positivo y por eso estoy tan agradecida por
haberme dado un trabajo y haber recibido a Charlie.
—Vamos. —Rodea
Rodea su brazo alrededor del mío y me arr
arrastra
astra al salón.
—Veamos
Veamos una estúpida comedia y riámonos tontamente.
El caos nos saluda. Todos los armarios están abiertos, la vajilla está
rota y esparcida por el suelo, el colchón está destrozado, la
gomaespuma se desprende de los cortes en la tela. Los cojines también
han sido destruidos.
—Voy a hacer que los recojan en una casa de empeños. —Kris me dio el
contacto. Me ofrecieron unos cuantos dólares por nuestras
pertenencias.
—¿No hay tiempo para Tiny? Vaya, vaya, ¿Ahora eres una imbécil
engreída?
—¡Tiny, no!
—¿O qué?
Grito y le rasguño, mis dedos van hacia sus ojos mientras mi rodilla
apunta a su entrepierna pero me agarra las muñecas por encima de la
cabeza y presiona mi cuerpo contra la pared con su peso.
—¡Suéltame!
Aprieto mis rodillas pero es inútil. Mueve su puño hasta que se alojó
entre mis piernas, forzando mis muslos a abrirse.
Golpea mis manos contra la pared, pero apenas siento el dolor. Necesito
luchar. Lucho como una loca lo que sólo le hace reír. Para cuando se
saca la polla de su bóxer y ha subido mi vestido a mi cintura, ya estoy
jadeando por el esfuerzo de luchar mientras que él ni siquiera ha
empezado a sudar.
—Tiny. —La súplica cae de mis labios mientras las lágrimas corren por
mis mejillas.
—Sí, di mi nombre perra.
Cuando se frota contra mí, me muerdo el labio tan fuerte que siento el
sabor de la sangre. El miedo contra el que he luchado toda mi vida
finalmente llega a mí, haciendo que mi garganta se contraiga y mi
corazón bombee con furiosos latidos. Es difícil respirar. Sucede de
nuevo, el hombre que me violó. Lucho contra las imágenes que se
repiten en mi mente pero vuelvo al bar donde los hombres me
arrastraron de espaldas sobre la mesa de billar mientras el de la voz
profunda se abre la cremallera y los demás miran. Estoy en una zona
donde no quiero estar pero no puedo volver. La mano de Tiny está
alrededor de su flácida polla, bombeándola a la vida, pero ya siento el
desgarro en mi cuerpo y el goteo de sangre corriendo por mis piernas.
—Ahora.
—A ella, no a mí imbécil.
—¿Amigos? —Gabriel pronuncia con una risa fría que se desvanece tan
rápido como empezó—. Ella es mi propiedad.
Gabriel va a dispararle.
—Gabriel, por favor... —Doy un paso hacia él. Necesito encontrar una
conexión, para que razone—. Por favor, mírame.
—Vete. Ahora.
—Gabriel...
Una vez que está dentro, Rhett se pone en marcha. Nadie dice una
palabra en el camino a casa. Gabriel me rodea con su brazo, me abraza
fuerte, cierro los ojos y lloro en silencio por el terrible acto que cometió
por mí.
A ESA HORA, todos en casa están durmiendo. Nos estacionamos atrás
para poder llevar a Valentina a su cuarto sin tener que recorrer toda la
casa. Se opone cuando la levanto en mis brazos pero no le hago caso.
Rhett y Quincy volverán para ocuparse del cuerpo. Conocen el
procedimiento. Como ese imbécil hijo de puta de Tiny no estaba
conectado a ninguna pandilla no hay logística ni pago para resolverlo.
Mi prioridad es Valentina.
—Quédate.
—Estoy bien. —Me mira a través de sus pestañas húmedas, sus labios
temblorosos.
Claro que sí. Parece cualquier cosa menos bien pero es obstinada y está
preocupada que falle en su trabajo y por lo tanto, reciba un disparo.
De nuevo, obedece.
—Tú vales mucho dinero para mí, Valentina. Estoy protegiendo mis
intereses.
—Tratando de venderlo.
Sólo puede haber una razón por la que se arriesgaría a hacer una venta.
El estado de su armario casi desnudo me da una pista. —¿Tanto
necesitas el dinero?
Mira hacia otro lado. —No tiene sentido quedarme con el lugar si ni yo
ni Charlie vamos a vivir allí.
—Me encargaré de la venta por ti. —No tiene por qué saber que seré
quien lo compre—. Nunca volverás a esa zona. ¿Entiendes?
—Un poco.
—No así.
El alivio me hace cerrar los ojos brevemente. —No era la primera vez
que te molestaba. —Más que nadie sé cuándo un hombre es propietario
y Tiny actuó como si fuera su territorio.
—¿Qué te hizo?
—Nada.
Ese maldito hijo de puta de los bajos fondos. Ojalá hubiese tenido más
control en ese callejón, lo suficiente para evitar dispararle de inmediato.
Debería haberlo torturado hasta la muerte empezando por cortarle la
polla. La ironía de la situación no se me escapa, estoy condenando a un
hombre ya muerto a una muerte lenta y dolorosa por algo de lo que
también soy culpable. Me la llevé y decidí quedármela. Me como su coño
todas las noches y me excita su clímax. Le metí la polla en la boca y le
disparé mi carga por su garganta. Sí, no soy mejor que el hombre que
maté por ella hoy pero es mía. Tiny no tenía derecho a ponerle las
manos encima.
Girando mis cicatrices hacia las sombras, bajo la cabeza y me froto los
labios. Quiero borrar de sus labios la huella de la polla de todos los
demás hombres. Aprieto mis labios en la boca de la que el maldito Tiny
abusó, Dios sabe cuántas veces.
Deslizo mi mano sobre su cabello. —No tienes que volver a hacer eso
nunca más. No para nadie. Ni siquiera para mí.
Levanta la cabeza para mirarme, sus ojos marrones suaves y amplios.
—No era lo mismo. Contigo... quería.
Sin saber qué hacer con la emoción, la acuné en mis brazos hasta que
se quedó a la deriva. Durante mucho tiempo la sostuve hasta que casi
es la hora de entrada de Marie. Dejando su cuerpo flácido en el colchón,
la cubro con el edredón y coloco a Oscar en la cama para que le haga
compañía. Voy directamente a mi estudio para llamar a mi investigador
privado. Prefiero hacer llamadas delicadas en una habitación que es
barrida por micrófonos todos los días.
—Ayer.
—El piso fue allanado —dice—. Hablé con el agente que Valentina
conoció allí. Aparentemente, el lugar estaba patas arriba.
¿Por qué diablos alguien robaría su casa cuando está bajo nuestra
protección? Es un acto estúpido que sólo un idiota en una misión
suicida se arriesgaría.
—No. Debe ser un robo al azar, tal vez un ladrón que es nuevo en el
vecindario y no sabe una mierda de la jerarquía.
—¿Quieres conocer a todos los chicos que me piden una cita? Jesús
papá, están demasiado asustados de ti para venir a nuestra casa. Puede
que me convierta en monja ahora y termine con esto.
—Quedaré como una idiota si voy sola. Todo el mundo pensará que no
pude conseguir una cita.
—Si esa es tu única motivación para querer ir con él, no lo haces por la
razón correcta.
—¡Papá!
—Si realmente es tan importante, haré que el chico de los Hills vaya
contigo.
Corre por las escaleras, sus sollozos se oyen hasta que la puerta
principal se cierra de golpe a su espalda. Cuando miro alrededor de la
puerta, Gabriel está de pie en el medio de la habitación con los ojos
cerrados y la cabeza hacia el techo.
Más tarde, cuando lavo las ventanas veo a Carly sentada afuera en la
piscina con las mejillas llenas de lágrimas. Vierto un vaso de limonada y
lo llevo afuera.
—Viernes.
Gira la cara hacia la piscina, mirando fijamente al agua azul con los
ojos vacíos. —Supongo que eres mi única oportunidad. Nadie más lo
intentará.
—Gabriel.
—Tú lo sabes.
—Sí.
—No eres padre. Hasta que lo seas, guárdate tu opinión para ti misma.
Levanta el cuello para mirarme a los ojos. —No, no soy un padre pero
he estado allí. Sé lo que se siente.
La parte enfadada de mí se mantiene mientras la imagino como una
joven que pide permiso a su padre para salir en una cita. Por el informe
que acabo de leer, sé que sólo tenía trece años cuando él murió,
demasiado joven para tener una cita pero tengo curiosidad.
—Mi padre ya había decidido con quién me iba a casar cuando cumplí
los diez años. No importaba lo que quisiera o cómo me sintiera. Mi
madre ya estaba reuniendo un ajuar para el día que cumpliera
dieciocho años. Mi padre falleció antes de tiempo, salvándome de ese
destino pero si hubiera seguido vivo, yo habría estado muy, muy lejos
de aquí.
—Lambert Roos.
Me mira con sus grandes ojos. —No la alejes. Dale una razón para
confiar en ti, no para hacer cosas a tus espaldas. Carly es su propia
persona. Merece tomar sus propias decisiones incluso si son errores.
Considero sus palabras. No soy el mejor padre del mundo pero quiero lo
mejor para Carly.
Suspiro y me paso una mano por la cara. —Tengo que discutirlo con su
madre.
Orgullo.
El orgullo que siento por Carly es su derecho por nacimiento, pero esto
es diferente. Este orgullo se gana. Un pedazo de la siempre presente
frialdad en mí da paso a una agradable ráfaga de calor. Valentina quiere
ser veterinaria. Será una brillante y hermosa doctora de animales. Por
eso necesita el dinero.
inero. Terminé un MBA después de la escuela
secundaria y sé lo duro que es esto. No podrá mantener este trabajo y
sus estudios. No por mucho tiempo. La parte de mí que quiere que sea
feliz quiere que tenga esto pero tendré que encontrar una manera de
evitar a Magda.
—Treinta y seis.
Bruno está fuera. Quincy me dijo diez minutos antes que lo dejaba
correr libre para hacer ejercicio.
—Tú —me dirijo a Quincy con hielo en mi tono—, se supone que debes
comprobar que nadie está fuera antes de soltarlo.
Su cara palidece ante mi tono, aunque la orden no fue más fuerte que
un susurro.
Quincy levanta las palmas de sus manos. —Gabriel, tómalo con calma.
—Ven aquí.
No se mueve.
Le subo el vestido hasta la cintura y le bajo las bragas hasta los muslos.
—Si te mueves, tu castigo se triplicará.
Zas.
Zas.
La segunda marca, su otra mejilla. Aspira un aliento pero no se rinde
ante mí. Su silencio es su desafío. Sin darle tiempo a respirar de nuevo
le doy una sucesión de golpes firmes en el culo hasta que encuentro mi
ritmo. Lo mantengo lo suficientemente ligero como para no magullar,
pero lo suficientemente duro para que su piel se vuelva rosa. Se
retuerce y gime pero no rompe su postura. Su culo se aprieta con cada
bofetada. Continúo hasta que no queda ni una sola zona de su piel sin
marcar. Cuando empiezo a repetir el patrón en su piel inflamada,
finalmente se rompe. Un fuerte grito escapa de su garganta. Sigo
haciéndolo sin piedad, no le doy el indulto hasta que su cuerpo se
afloja.
Cuando deja de llorar, seco sus lágrimas con las palmas de las manos.
—No vuelvas a hacerme eso nunca más.
Parpadea. Está confundida. Demonios, yo también. Azotarla me pone
caliente, abrazarla me hace olvidar por qué lo hice en primer lugar. Con
sus brazos alrededor de mi cuello y su culo acolchando mi polla, no
puedo pensar con claridad. Todo lo que sé es que no puedo perderla.
—No me atacará.
—¿Eso es todo?
—No es nada difícil. Sólo tienes que mostrarle quién tiene la autoridad.
No puedes tener miedo. Los animales sienten el miedo.
Se parece mucho a mí. No hay sorpresas ahí. Soy un animal en el mejor
de los casos. Deslizo mis labios sobre su cabello inhalando su dulce
aroma a frambuesa. —¿Fue mi lección lo suficientemente clara para ti o
necesitaré repetirla?
—¿Me temes?
—Sí, —digo con gravedad. Lo hago y la fomentaré, aunque sólo sea para
usar su miedo como una correa, manteniéndola cerca de mí.
La pongo en pie. —Le diré a Quincy que aparte algún tiempo para la
tarde hoy.
—¿Necesitas un momento?
—Esto es para ti, —dice Marie, secándose las manos con un paño.
—Es del Sr. Louw. —Me examina—. Lo que sea que hayas hecho, lo hizo
muy feliz.
—Nada.
—Ah. —Lo dice como si de repente entendiera todo lo que pasa por mi
cabeza—. Mírame.
Lo hago. A regañadientes.
—Cuidas de ellas.
Me pasa un pulgar por la mejilla. —Me gusta cuidar de ti. ¿Es eso tan
malo?
Sí, maldita sea. Quiero ser más que la inversión de alguien. —No
puedes forzarme a comer.
Pasa un dedo índice sobre mis labios. —¿Hay algo que quieras decirme
ahora? —El aire de anticipación que le rodea le hace parecer vulnerable,
como si tuviera más que perder que yo en este extraño juego entre
nosotros.
La hago correrse una vez más con mi boca y dos veces con mi mano.
Cuando termino, está flácida. Ni siquiera estoy seguro que esté
consciente. Me instalo a su lado y la arrastro contra mi cuerpo, doblo
mis brazos a su alrededor y la sostengo hasta que me quedo dormido.
ME DESPIERTO con un peso en el estómago y el pecho. Gabriel está
envuelto a mi alrededor completamente vestido, excepto por sus
zapatos. Es la primera vez que se queda después de hacerme correr.
Una descarga de cuerpo entero calienta mi piel cuando recuerdo lo que
hizo anoche. Mis pechos se vuelven pesados y mi clítoris comienza a
palpitar. Fue carnal, mortal. En algún momento entre el último
orgasmo y Gabriel acariciándome me desmayé, demasiado cansada
para abrir un ojo. Con cuidado de no moverme, me deleito en el confort
de estar en sus cálidos brazos. El sol apenas se levanta, manchando las
cortinas con un brillo dorado. No tengo que enfrentarme a la realidad
todavía, que es el hombre que tiene el poder sobre mi vida. La vida de
Charlie. Me muerdo el labio al reconocer la dolorosa verdad. Me gustó lo
que hizo. Me gustó mucho. Una vez que superé mi pánico inicial, me
entregué por completo, confiando en que me mantendría a salvo y lo
hizo.
Tendré que hablar con Magda. Por el bien de Carly no invito a mis
compañeras de cama a casa. Verla me recuerda que no me he acostado
con una mujer en mucho tiempo, no desde que tomé a Valentina.
—Estoy ocupado.
—A nadie.
—No lo harás.
—Obsérvame, —susurro.
Ella traga y sostiene los sobres. —Tu madre me envió a traerte esto.
—Déjalo en mi escritorio.
—¡Gabriel!
—Valentina.
—Te llevaré.
—Um, sí.
—Sí.
Cruza el suelo con pasos amenazantes. —Si vuelves a subirte al
transporte público te azotaré el culo tan fuerte que no te sentarás en
una semana.
Parpadeo.
Para una chica blanca, quiere decir. Otras personas tienen autos. Nadie
se atreve a caminar en la calle solo. Las posibilidades de ser violada,
torturada y asesinada son muy altas. La vida no tiene valor en esta
ciudad, pero en mi mundo si no tienes elección, sólo tienes que
arriesgarte.
—¿Por qué?
—Se siente muy bien para mí. ¿Estás diciendo que hacerme sentir bien
no está bien?
Una hora después, salgo con un nuevo vestido, jeans de diseño, dos
camisetas, una gabardina casual, un par de zapatos de bailarina, cinco
conjuntos de ropa interior bonita y un lindo suéter sin hombros.
Gabriel me empujó a tomar más, pero esto ya es más de lo que necesito.
—¡Va–Val!
Gabriel se ríe. —Supongo que puedes decir eso, pero prefiero Gabriel.
—Charlie da un paso atrás y me mira con grandes ojos.
—Administración de la casa.
—Le hice una oferta que no pudo rechazar. —No hay mentiras ahí.
El camarero vuelve para servirnos el café. Aletta remueve el azúcar y la
leche. —En ese caso, debe ser por un mejor sueldo. Dios sabe, lo que
ella puede hacer con cada centavo extra.
—¿Cuánto debe?
—Se trata de unos 50.000 al año, sin contar los libros y el material.
—Sé cuánto ganaba antes de empezar a trabajar para mí. ¿Cómo se las
arregló?
Me inclino hacia atrás en mi silla. —Si voy a crear una beca, ¿puedo
elegir a quién va a ir?
El cuchillo todavía está en su mano. —Sí. —Me mira con una leve
sorpresa—. Puedes nombrar al beneficiario.
Una sonrisa calienta sus ojos. —Puedes llamar a la beca cómo quieras.
No tiene que llevar tu nombre y ciertamente puede ser anónima.
Apoyo mis codos sobre la mesa y junto los dedos. —En ese caso, me
gustaría ofrecer una beca completa con todos los gastos pagos.
—¿Sí?
No tiene ni idea.
Sus ojos siguen los míos. Una fina capa de sudor brilla en su frente.
—¿Qué puedo hacer por ti? —pregunta con una sonrisa sin sentido del
humor— ¿Quieres una cerveza? —Cambia su peso de un pie al otro.
—Ella no es mi tipo.
—Sí.
—Sí.
—Bienvenida a casa.
—Nada.
—¿No estás feliz de haber pasado tiempo con tu hermano? —Le doy una
mirada dura.
—¿Estás loco?
—Está bien.
Me encojo con dolor ante el apretón de su mano —Es casi esa época del
mes. Se vuelven demasiado sensibles.
Estudia mis pechos con nuevo interés, tomando ambos en sus manos.
—Son más grandes. —Los sacude, haciéndome gemir con la
incomodidad—. Y más pesados. —Sus manos se mueven a mi lado
hasta mis caderas y sobre mi estómago hinchado—. ¿Cuándo te viene el
período?
Ahora que está fuera, puedo hacer las nueve yardas completas y
dejarme herir a fondo. Tal vez el dolor amortiguará mi necesidad de
Gabriel. —¿Te acostaste con ella?
—No quiero.
10
SPM: síndrome premenstrual es un conjunto de síntomas que se produce en las mujeres, generalmente
entre la ovulación y la menstruación.
Pero puede que lo haga. Gabriel es el tipo de hombre que toma lo que
quiere, no por la fuerza sino haciendo que tu propio cuerpo te traicione,
robando tu voluntad
luntad y rompiendo cada una de tus buenas intenciones,
dejándote con un agujero que sólo él puede llenar. Donde me duele
ahora, sólo su polla puede llenar la sensación de vacío. Es retorcido. Me
hizo quererlo... necesitarlo... como necesito el agua, mientr
mientras que él
puede alejarse a su antojo cuando no me quiere. Llegará un día en que
seré la próxima Helga, un día en que no vendrá a mi habitación para
hacerme correr, sólo porque ya no quiere.. Es un imbécil y me odio a mí
misma por estar afectada.
—Te
Te encargarás de la planificación del menú —dice— y de la cocina.
cocina
Pásamelo para que lo apruebe. —Ella Ella apunta al ordenador de la
esquina—.. Encontrarás el presupuesto y los supermercados que
cumplen con el sistema.
—¿Estará bien?
Bruno corre con una correa con Quincy, la cojera se ha ido. El perro
ladra y mueve la cola furiosamente cuando me acerco. Dejando el iPad
en la pared, me agacho y le doy un descuidado beso de perro.
—Gracias, de nuevo.
—Me alegro de haber podido ayudar. —Me enderezo y miro por encima
del hombro a la casa— Será mejor que vuelva. Hay mucho que hacer.
—Seguro.
—¿Tomaste
¿Tomaste el iPad de Carly? —Magda pregunta—.. No te molestes
m en
mentir, porque yo misma iré a tu habitación.
—Quise
Quise traerlo anoche, pero me distraje y lo olvidé en la pared.
—Distraída
Distraída con Quincy —dice Magda con ironía.
—¡Papá!
—¡No lo activé!
—Ven aquí.
Recoge mis bragas y me las mete en la boca. —Lo siento, hermosa pero
no estoy de humor para el diálogo ahora mismo.
—Por favor.
—¿Lo hiciste?
—Castigarla.
—¿Cómo?
—Apropiadamente.
Carly aprendió una valiosa lección. No había nada por lo que castigar a
Valentina. Soy un bastardo enfermo por usar la situación para
alimentar mi propia lujuria.
—¿Qué tiene ella que te hace pensar con la polla en vez de con la
cabeza?
Sus ojos del mismo azul cristalino que los míos se oscurecen con la ira.
Pone sus palmas en mi escritorio, colocándose a la altura de mis ojos.
—Eres igual que tu maldito padre.
—Ven a mi estudio.
Tose. —¿Perdón?
—¿Qué
¿Qué pasa con la nueva dieta de Carly? —pregunta—.. Ya lo hemos
discutido. Se supone que no debes cambiar su plan de alimentación
sin consultarme.
—No te atrevas a ponerte del lado de esa criada en vez del de nuestra
hija.
—No seas tan dramático. ¿Por qué siempre tienes que sacar a relucir
las mismas viejas acusaciones? Es aburrido —se pone de pie—. ¿Debo
hablar con tu criada?
—Bien. Te hará más fácil seguir adelante. —Camina hacia la puerta con
la espalda recta—. Dile a Carly que pasé por aquí.
Ella estrecha sus ojos. —Jódete Gabriel. Amo a mi hija y ella lo sabe.
—¿Lo hace?
—Lleva
Lleva la llave contigo —le digo—,, no se la des a nadie, pase lo que
pase.
—¿La
¿La llave para las esposas o para la puerta?
—Ambas.
Su cabeza se mueve arriba y abajo, como un perro de juguete en el
salpicadero de un coche. —¿Cuándo debo volver?
—Sí.
—Vete.
—Hola —digo con una sonrisa fácil, medio aliviada y medio estresada,
porque ahora tendré que pasar por la ansiedad de la espera otra vez.
Hay un rubor en sus mejillas mientras observa el vestido rojo. —Te ves
bien.
—¿Lista?
Parpadeo. Tal vez me lleve algún lugar para encontrarme con Gabriel.
—Um, sí.
—¿Adónde vamos?
—¿Decirme qué?
—¿Tú y yo?
—Hola —se ríe con ironía—. Sé que no soy el mejor hombre del
mundo, pero no hay necesidad de decirlo como si no fueras a salir
conmigo si soy el último hombre en la tierra, lo que probablemente no
harías, incluso si fuera cierto.
—¿Y qué?
—Detén el auto.
—Valentina...
—Te daré el nombre de una buena marca, pero tendrás que pedírselo al
veterinario.
El Thai Hut es una pequeña casa de madera sobre zancos con luces de
hadas de colores que se extienden sobre el porche. El interior huele a
curry y el ambiente es cálido. A pesar de todo, me relajo con las bromas
fáciles de Quincy. Acabamos una botella de vino y cuando pedimos la
cuenta, no quedan más comensales. Ya que Quincy se ha pasado del
límite, uno de los guardias nos lleva de vuelta. En casa, me da un beso
en la mejilla y se va a las habitaciones del personal.
Me sacudo los puños, haciendo sonar las cadenas como una bestia en
una jaula. Un grito de indignación llena el espacio. Me toma varias
respiraciones largas el encontrar algún parecido con la calma, forzando
a mi cerebro a funcionar racionalmente. Hice una promesa. Esto es
para Valentina. Me destroza el corazón en pedazos sangrantes, pero he
visto la forma en que se miran. Quincy está enamorado de mi mujer y le
gusta más de lo que nunca admitirá. Diariamente, me veo obligado a
presenciar la forma en que sus ojos se iluminan cuando se encuentran
en el jardín. Su gentileza hacia ella se me mete en la garganta. Es un
recordatorio que nunca la tendré como otro hombre puede tenerla, un
hombre con una cara bonita y una sonrisa fácil. Un hombre sin
oscuridad y con la necesidad de herirla y poseerla. Ella nunca será mía
así... libremente... pero no importa. Nunca la dejaré ir. A cambio de una
eternidad, le daré esta única noche. Se merece estar con un hombre
gentil encima, ofreciéndole una cara bonita para que la mire y un
cuerpo intacto para que se aferre.
—¡No!
—¡Valentina!
Demasiado tarde.
—Vete —gruño,
gruño, asustado que me desquite con él.
No me deja decírselo dos veces. Como una flecha de un arco, sale
disparado a través de la puerta y sus pasos se escuchan a toda
velocidad por el pasillo.
Sus ojos se fijan en mí con el tipo de intensidad que nos aísla en este
momento. Todo lo demás se desvanece mientras me clava su mirada
glacial, haciéndome temblar por dentro. Me mantiene encerrada con
restricciones invisibles hasta que está casi encima de mí. Incluso si
quiero, no puedo moverme. Estoy congelada en el lugar.
Se extiende tan rápido que salto asustada y dejo caer la cesta cuando
me agarra la muñeca.
Se aleja con una fuerte cojera, dejándome temblando con algo más que
la ira. La comprensión florece en mí. Gabriel quería que mi primera
experiencia fuera con alguien normal. Quería que probara lo dulce que
puede ser antes de someterme a la lujuria oscura que siento por él. Me
pongo de espaldas contra la pared y respiro profundamente. No sé qué
es peor, sí que su intención me parezca dulce o si ansío la oscuridad
que me está ocultando.
Esa tarde, Gabriel salió a trabajar y no regresó para la cena. Ya estoy en
la cama cuando escucho su caminar irregular en la cocina. Los sonidos
de la despensa. Si él tiene hambre, dejé su comida en el horno. No estoy
lista para enfrentarlo, pero no puedo posponerlo indefinidamente. Más
vale ahora, que luego.
—¡Gabriel!
Corro hacia él, mis ojos haciendo una rápida evaluación de su estado.
Hay un corte en su hombro a través del cual rezuma sangre y varios
rasguños en su estómago y costillas.
—Se fue a la cama después de la cena. ¿Qué pasó? —Le quito la camisa
y la tiro a la basura. Está rota y manchada más allá de lo que se puede
salvar.
—Negocios.
—Gracias.
—De nada.
—Valentina.
—¿Hacer qué?
—Cuidar de mí.
—¿Mmm?
Pone su mano sobre la mía y frota su mejilla contra mí palma. —No soy
intocable, Valentina. Estoy lejos de serlo. —Mueve mi mano a su
pecho—. Tengo un corazón.
—¿Por qué?
Él ganó.
Otra vez.
DEJAR A Valentina en su cama se está volviendo más difícil. La quiero
a mi lado toda la noche. Es una noción poco práctica y peligrosa. Si
Carly nos ve o Magda sospecha que estoy yendo más allá del juego que
reclamo, perderé a mi hija y a la mujer que domina cada minuto de mis
horas de vigilia e incluso mis sueños. La alarma suena, sacándome de
mis pensamientos.
Impaciente, le bajo las bragas y ella se las saca a patadas. Ella mueve la
parte inferior de mi pijama sobre mis caderas hasta mis rodillas. Tengo
que levantar primero una y luego la otra pierna para deshacerme de
ellas. Extendido sobre ella desnudo, las chispas de estática detonan en
cada célula de mi cuerpo. Mi polla esta pesada y dolorosamente dura,
acolchada entre sus suaves muslos. Me duelen las pelotas por
demasiadas semanas de celibato y no tener suficientes manos y
mamadas. La necesidad de entrar en ella es tan feroz que tengo que
apretar los dientes.
Deslizo mi mano por nuestros cuerpos y meto mis dedos entre sus
piernas. Ella no necesita juegos preliminares. Está empapada. Para mí.
Las noches de entrenamiento de su cuerpo para quererme y
necesitarme son como un largo e interminable tramo de juego previo y
finalmente ella está a punto de explotar. Le he chupado y masajeado los
pechos, le he comido el coño y he jugado con su clítoris durante
semanas. Lo que queda es darle cada centímetro de mi polla. Una vez
esté dentro de ella, no habrá vuelta atrás. Su cuerpo me pertenece, pero
cuando termine de follarla, su alma será mía. Una vez que mi semilla se
derrame en su vientre, ningún otro hombre la tocará de nuevo, no
mañana, no cuando sus nueve años hayan pasado. Nunca.
—Sé qué crees que soy virgen, —dice suavemente,— pero no lo soy.
—Por supuesto que no. —Le pellizco la oreja—. ¿Por qué lo haría? Yo
tampoco soy virgen.
—¿Tú...? —Se muerde el labio—. ¿Me quieres? Quiero decir, ¿me desea
así?
—¿Cuándo?
Ella obedece, sus ojos me suplican que no empuje, pero cuanto más ella
lo retiene, más me inquieta.
Ella frunce los labios y me mira con grandes ojos, como si fuera a
juzgarla. —Tenía trece años.
Cuando le ponga las manos encima a ese hijo de puta, va a sufrir. Sólo
queda una pregunta por hacer. —¿Quién?
—No lo sé.
No está mintiendo. No parpadea ni mira hacia otro lado y sus pupilas
no se dilatan. Fue una víctima al azar. Lo encontraré y lo mataré por
ella. Si quiere, le daré el arma y dejaré que le dispare ella misma.
Aunque sea lo último que haga, haré que el bastardo pague.
—Lo sé.
—Oh, Dios, por favor. —Me clava las uñas en la espalda—. Fóllame ya.
Agarro mi polla y aprieto la base con fuerza, rezando para que el pellizco
de dolor me mantenga dentro de lo razonable. Empujándome en un
brazo, me salgo de la delicia de sus muslos y separo sus piernas con mi
rodilla. Cuando ella está abierta, sólo tardo un segundo en disfrutar de
la vista antes de alojar la cabeza de mi polla en su coño. Sus labios se
extienden alrededor de mi circunferencia, estirándose para acomodarse
a mí. Me queda muy poco control.
—Mírame —exijo.
Ella abre los ojos. Están nublados por el deseo y humeantes por la
necesidad, pero están enfocados en mí. Descanso mis codos en el
colchón para poder poner su cara entre mis manos, necesitando captar
sus expresiones como una oración entre mis palmas. El movimiento me
empuja otra pulgada dentro de ella. Ella jadea y sus ojos se abren aún
más. Está apretada y caliente, su canal no utilizado ya empuja para
expulsar el objeto extraño alojado en su entrada. Empujo más
profundamente, sintiéndola como un puño de terciopelo a mí alrededor.
Soy grande y ella es frágil, pequeña. Su humedad ayuda, pero es como
empujar en una estrecha cámara de lava caliente y derretida. Cuanto
más profundo voy, más se retuerce. Lo veo todo en su cara... el shock,
el dolor, la confianza y la necesidad de consumirlo todo.
—Gabriel...
Es una petición de misericordia. Se mueve demasiado lenta. Puedo
arrastrar la incomodidad o hacer que duela fuerte y rápido antes que la
folle bien. Tirando hacia atrás hasta que sólo la cabeza de mi polla se
mantenga en su lugar por el músculo de estiramiento en su abertura,
agarro su cara con fuerza y entro en casa. Rompiendo el tejido
femenino, me entierro dentro de su cuerpo hasta dónde puedo llegar. Es
el momento con el que he estado soñando, de oír sus sonidos, ver su
rendición, inhalar el olor de nuestro sexo, y sentir su cuerpo estirarse
para mí polla. Ella está temblando, sus dedos clavándose en mis
caderas.
Y entonces se acabó.
Ella se rompe.
—Bate de béisbol.
—¿Y esto? —Cuando estoy a punto de acariciarle la mejilla, me coge la
mano.
—¿Sobrevivió?
—Gabriel. —Mi
Mi voz es ronca.
Magda me lanza una mirada, pero estoy ciego ante la molestia en sus
ojos. Mis suelas ya están avanzando en el pasillo alfombrado. En la
entrada de la cocina, me detengo abruptamente. Valentina tiene la
espalda contra la pared y un cuchillo de cocina apuntando a Diogo.
El cuchillo en la mano de Valentina me hace ver imágenes que me
perseguirán para siempre. Un millón de escenarios aparecen en mi
cabeza. La idea de Valentina herida o de las manos de Diogo sobre ella,
me lleva de la razón a un estado de locura. En un instante, me abalanzo
sobre Diogo, tirándolo al suelo. Golpeo su cara contra las baldosas y lo
inmovilizo con mis rodillas, mis puños golpeando sus costillas. Los
sonidos de sus gruñidos estrangulados y el crujido de los huesos no son
suficientes. Quiero que tosa sangre hasta que sus pulmones se ahoguen
con ella.
—¡Gabriel!
Magda y Jeremy giran la cabeza hacia Valentina. Ella sigue de pie con
la espalda contra la pared, su cuerpo temblando y sus ojos fijos en
Diogo.
—No —susurra.
—Él quería...
No tiene que decirlo. Conozco a los hombres como Diogo. Sé las cosas
que quieren hacer. Me dirijo a Diogo con cálculo frío. —Si yo no hubiera
entrado aquí, ¿qué hubieras hecho tú?
Escupe sangre de su labio partido en el suelo. —Divertirme un poco. Es
sólo una criada, por el amor de Dios.
—Discúlpate.
Pongo la punta del cuchillo bajo su piel. —Suplica. —Un delgado chorro
de sangre corre por su cuello sobre el corte.
—Eres más compasiva que yo. —Lo jalo por el pelo hasta que él se
sostiene en sus pies—. Lárgate de mi casa. Se acabó el trato y mejor
reza para que no me encuentre contigo en la calle. Será mejor que te
mantengas muy lejos de mí.
Cuando lo dejo ir, Diogo se tropieza con su padre, Magda está más
pálida que las baldosas blancas del suelo, callada por una vez. Jeremy
me da una mirada estrecha, pero toma el brazo de Diogo y lo escolta
fuera de la cocina. No se insulta a un hombre en su propia casa.
Jeremy lo sabe, él sabe que puedo cortarle el cuello a Diogo por eso y
ninguno de sus socios se vengará.
—La cocina...
—¿Estás loco?
—¿Tienes idea de lo duro que trabajé para asegurar ese trato? —Me
pone el dedo en la cara—. ¿Qué te dio el derecho de tírarlo a la basura?
¡Por una maldita criada!
—Sí.
—¿Te corriste?
—Más fuerte Gabriel. Por favor, por favor, Dios, déjalo salir. Hazme
olvidar, hazme olvidar lo que pasó esta noche.
—No te muevas.
—Ya casi está —dice, frotando sus palmas sobre las mejillas de mi culo.
—Despierta, nena.
La sujeto junto a mí, dejo que encuentre sus pies sin soltar mi agarre
en su cintura. Permitir que se desmaye no era parte de mi plan. Estoy
furioso conmigo mismo. Se merece algo mejor que un sádico que la
empuja a los límites del placer, hasta el puto desmayo. La única forma
que conozco de hacer lo correcto es darle consuelo. Como ella me cuidó
la noche en que me apuñalaron yo la cuido a ella, lavándole el pelo y el
cuerpo desde la cabeza hasta las puntas de los pies lo mejor que puedo
en el espacio reducido. Tengo cuidado con la parte tierna entre s sus
piernas y especialmente con su trasero. Después de secarla y vestirla, la
acuesto. Me destroza dejarla, pero tengo que ir a mi cama. Estoy
demasiado cansado para arriesgarme a quedarme con ella. Si me
duermo puede que no me despierte antes que Carly. No quiero dejarla
así, pero debo hacerlo. ¿Por cuánto tiempo más puedo seguir fingiendo?
—No
No quiero ojos en el ama de llaves.
—¿Algo más?
Anhelo.
Estoy barriendo las hojas del pavimento, fantaseando con mis opciones,
cuando Magda se acerca.
—Quiero que todos los sofás de cuero sean tratados con cera de abejas
y pulidos hasta que brillen hoy. Carly se queja que sus armarios están
llenos de polvo. Desembala todo y limpia los estantes. A su armario le
vendría bien una buena reorganización.
—Sí, señora.
—Quiero que la cena se sirva una hora antes, esta noche. Tengo una
cita después.
—Sí, señora.
—¿Eres
¿Eres buena con la máquina de coser?
—Nunca
Nunca he usado una.
—Mejor
Mejor aprende. Puedes ajustar los dobladillos de las nuevas cortinas
que compré para el salón.
—Un regalo de los colegas de negocios que fueron de caza —dice ella,
respecto al trozo de carne con las manos en las caderas.
Durante la siguiente hora, corté los trozos más grandes en partes más
pequeñas, dejando a un lado las tiras para el biltong, mientras
empapaba los recortes en una solución de vinagre y sal para la
salchicha. Es un proceso largo y que lleva mucho tiempo. Estoy
estresada porque tengo que preparar la cena, pero no puedo cocinar en
la cocina sucia. Primero tendré que desinfectar las encimeras.
—Es Rhett. Estoy llevando a Valentina al Joburg Gen. Ella... —Me mira.
Ella se ríe. —¿Ves a ese hombre de ahí? —Señala al que tiene el corte
en el brazo—. Ha estado esperando durante doce horas.
Él abre la boca para discutir, pero no tiene sentido. Esta gente está tan
necesitada, si no más que yo.
—Olvídate
Olvídate de la maldita ce
cena —dice
dice con dureza. Cuando el médico le
echa una mirada de advertencia, continúa en un tono más suave
suave—. Me
estoy ocupando de todo.
EL DOCTOR ME MANTIE
MANTIENE
NE durante una noche y me da el alta al día
siguiente al mediodía. Me dice que la operación fue bien y que me puso
la vacuna del tétano. Un tenso y cansado Gabriel entra en mi
habitación con un enorme ramo de lirios blancos cuando el doctor se va
después de examinarme.
—Valentina... —Un destello de algo cruza por sus ojos y hace que sus
fosas nasales se abran—. No tienes ni idea... —Se pasa una mano por el
pelo, desordenándolo más.
Me toma la mejilla y me pasa el pulgar por debajo del ojo. —No tanto
como yo.
El rastro de una sonrisa se le dibuja en los labios. —Se supone que sea
yo quien diga eso, maldita sea.
—Entonces dilo. —Lo desafío con mis ojos, instándolo a que deje ir lo
que la oscuridad ha tomado de él.
—Se supone que yo también debo hacer eso. —dice con una pizca de
tristeza.
En casa, Rhett abre la puerta y me ayuda salir del auto. —Si necesitas
ayuda con algo, sólo tienes que decir.
—No es tu culpa.
Para ser honesta, estoy feliz por el tiempo a solas. Aún no he superado
el shock y quiero que la soledad procese lo que pasó. Oscar me saluda
en la entrada de la cocina, frotando su suave cuerpo contra mis
piernas.
—Hola bebé. —Me tomo un momento para acariciarlo y asegurarme que
tiene comida.
Ella se las arregla con una sola mano, como siempre lo hace, pero esto
no es lo que quiero para ella. Ha estado en mi casa menos de un cuarto
de año, y ella mi muñeca perfecta ya está rota. La he amenazado con el
látigo si no descansa. Magda no está contenta con el giro de los
acontecimientos, pero sólo plantea el tema cuando estamos solos en el
auto de camino a una de las oficinas de préstamos.
Parpadea y mira hacia otro lado. —Te lo dije, para hacer un ejemplo de
ella.
—Gabriel —su voz adquiere un tono más suave—, nunca puedes confiar
en ella. Si bajas la guardia, te apuñalará por la espalda o te robará a
ciegas.
—Déjalo ir.
En la fría deliberación de mi tono, ella gira la cabeza para mirar por la
ventana. —De De todos modos, no estoy interesada en venderla. No
saldarás su deuda.
—Valentina
Valentina está en reposo médico. Ya lo sabes.
—Esta
Esta es la oportunidad perfecta par
para dejarla caer.
—Bien —Ondea
Ondea una mano en el aire
aire—.. Trátala como a una princesa y
envuélvela en algodón. La hará caer mucho más fuerte.
Me mira con los ojos abiertos. —Es un poco tarde para eso.
Levanta la cabeza, sus ojos lanzando dagas. —Sólo hay una cosa que
ayudará y es que tú y mamá vuelvan a estar juntos.
—¡Carly!
—¿Quién te cuida?
—Tú.
—¿Cómo te cuido?
—Como quieras.
—Maldita
Maldita sea, sí. Cómo diablos quiera —Su Su espalda se arquea cuando
le pellizco el pezón—.. ¿Quién te hace venir? —Me vuelvo
vo a meter en ella.
—Tú —llora
llora ahogándose.
—¿Quién te viste?
—Tú.
—¡Ah,
¡Ah, Dios Gabriel! Tú.
—Así es, bonita. —Beso sus labios— Yo.
Golpeo nuestros cuerpos con tanta fuerza que tengo que sujetar su
cabeza para evitar que se golpee contra la pared. Llora mi nombre
mientras se corre con un espasmo violento, su coño me chupa más
profundamente y me ordeña hasta dejarme seco. No hay nada más
satisfactorio que entrar en ella. Vacío mi cuerpo en el suyo, haciéndole
tomar cada gota, pero no me quiero salir de ella. Sus mejillas están
sonrojadas y su pelo se pega a su frente húmeda.
—Mírame, Valentina.
Cuando los abre de nuevo, están húmedos con lágrimas. —¿Por qué
haces esto? No es parte de nuestro trato.
Beso cada párpado y luego su nariz. —Porque soy todo lo que necesitas.
—Si estás triste, Valentina —solía decir—, ponte tu lápiz labial rojo.
—¿Qué se celebra?
—Nada.
—¿Qué?
—No, no lo soy.
—Para mí tú lo eres.
—¡Pa-pastel!
—Es para después de la cena. —Le aprieto los hombros y me siento a
su lado en el sofá, apagando la televisión.
Jugamos a las damas chinas hasta que Kris cierra la consulta. Como de
costumbre, cocino y ella se toma un muy necesario descanso después
de pasar los primeros diez minutos enloqueciendo por mi pulgar.
Cuando Charlie está sentado con una gran porción de pastel frente a su
caricatura favorita, ella toma la silla frente a mí en la mesa de la cocina.
—Estamos celebrando.
—¿Lo estamos?
—¿Y bien?
—Val. —Kris empuja su plato y dobla sus brazos sobre la mesa—. ¿Qué
está pasando?
—Dejé la universidad.
Lo digo como si le hubiera dicho que hace calor hoy, esperando que lo
deje pasar pero ya lo sé.
—Shh. —Le doy mi mejor ceño fruncido de enfado—. Le harás creer que
algo anda mal.
—Kris.
—¿Por qué?
Suspiro. —La cocinera tuvo una embolia cerebral. Me hice cargo de sus
tareas.
Ella cubre mi mano con la suya. Es una mano grande y fuerte con
arañazos de gato y marcas de mordeduras de perro, y una piel callosa
que cuenta su propia historia. —Me tienes a mi nena.
—Lo sé. —Después de nueve años, no estoy segura que todavía tenga el
estómago para esta ciudad—. Cómete el pastel. Pagué mucho dinero por
él.
—Lo siento. Me temo que no estoy mucho por aquí, o lo habría sacado a
hacer ejercicio.
Ella resopla. —¿Qué aire fresco? En caso que no lo hayas notado, esto
es Joburg.
Todavía estoy triste por mis estudios, pero hay una razón para hacer
esto. La razón es un hermoso e inocente niño atrapado en el cuerpo de
un hombre que se sienta en el sofá de Kris con una enorme sonrisa en
su rostro. Todo lo que se necesita para hacer feliz a Charlie es pan
comido. Debería aprender de él.
LA TERAPEUTA LLAMA a mi puerta a las diez en punto, como
acordamos. Dorothy Botha es una mujer bajita y atractiva de unos
cuarenta años. Lleva vaqueros ajustados y una camisa elástica, no es el
atuendo que imaginé para un psiquiatra. Al precio que pago por la
visita a domicilio, esperaba que apareciera en Dior o Gucci.
—Los McKenzies.
Ella avanza dos pasos, deteniéndose cerca de mí. —¿Tienes una idea
más inteligente? ¿Y si te pasa algo? ¿O a mí? ¿Quién se hará cargo de
nuestro negocio? No esa caza-fortunas de tu ex-esposa. Se dice que
tiene la mira puesta en François. Si se casa con él y no podemos
proporcionarle un sucesor, esa rata babosa se hará cargo como
padrastro de Carly. ¿Es eso lo que quieres?
—Oh, el dinero es tan importante para ella como para mí. Afrontémoslo,
aunque no sea una líder, es una Louw. Cumplirá con su deber por
nuestro nombre.
—No lo has sentido. Créeme, no quieres vivir otra vida que no sea esta.
—Ella me observa detenidamente—. Te estás ablandando Gabriel. Es
esa chica, ¿no?
Mis cejas se elevan. —Ella no tiene nada que ver con esto. Con
Valentina o sin ella, nunca casaré a Carly con Benjamin McKenzie.
—Un gato sólo juega con un ratón durante un tiempo antes de matarlo.
¿Por qué no está muerta todavía?
—Tienes una última oportunidad, hazlo más pronto que tarde —ella
sonríe dulcemente—. Ya no tienes doce años, no me hagas dispararte
en el pie.
—No gracias abuela, tengo tarea. —Camina por el pasillo, fingiendo que
no existo.
Cuando los oídos de Carly se alejan, entrecierro los ojos. —Déjame
manejar mis propios asuntos y deja a Carly fuera del negocio. —Dando
la espalda a mi madre, salgo de la habitación, sintiendo la tensión en
mi pierna.
Se pasa los dedos sobre la frente. —Es difícil hablar con ella. Por
supuesto, necesito ganarme su confianza primero. —Me mira desde
debajo de sus pestañas—. Capto una necesidad de aprobación y
aceptación en ella. ¿Pasas suficiente tiempo con ella?
—No es eso. Carly prefiere pasar tiempo con sus amigos que con su
padre.
—¿Cómo?
—Una madrastra.
—Por supuesto.
—¿Buenas noticias?
Le miro por encima del hombro. Está vestido con un traje oscuro con
una camisa azul y una corbata amarilla. Hace que el conjunto parezca
perfecto. Los pantalones a medida se extienden sobre sus estrechas
caderas, lo que enfatiza la amplitud de su pecho. Su fragancia única me
atrae, pero necesito estar sola para lidiar con las noticias.
Me encojo de hombros.
—Está bien. —Lo dice como una amenaza, haciéndome entender que
me dejará salirme con la mía de desobediencia de no darle una
respuesta por ahora, pero tal vez no más tarde.
—¿Puedo ayudarle?
—Por el momento.
Sus ojos brillan durante unos breves segundos antes que los estreche.
—Tu ama de llaves es una chica inteligente.
—Seguro que sí, pero debería haberme dicho que está pagando la
comida de su propio bolsillo.
No la culpo por odiarme. ¿Qué la hace diferente del resto del mundo?
En cualquier caso, no quiero ganar el amor de nadie. Puedo olvidarme
de obtener información sobre el estado emocional de Valentina de esta
mujer. No me dará un vaso de agua si me estoy muriendo.
—Bien, gracias.
—Ocurrió en mi turno.
—¿Un cachorro?
Descruza sus tobillos y cruza los brazos, sin mirarme a los ojos.
—¿Qué?
—He visto suficientes perros como para saber que ese perro mestizo no
iba a sobrevivir por sí solo. Dejarlo vivo habría significado una larga y
cruel muerte de hambre.
—¿Dejarlo vivo?
—No sé por qué Gabriel cambió de opinión, pero puedo asegurarte que
esto nunca antes había pasado.
Mi risa es forzada. —Mi madre solía decir que tengo un ángel guardián,
tal vez ella tenía razón.
—Si te hace sentir mejor, Gabriel me jodió bien por matar a tu perro.
—Sí. Mira, dormiré mucho mejor si me dejas que te consiga ese perro.
—Gabriel me matará.
—¿Es así? ¿Alguna vez te has quedado indefenso mientras los hombres
tomaban el dinero por el que te rompiste el culo ¿Alguna vez te han
sujetado y violado, sin poder hacer nada al respecto?
—Por favor Rhett. No voy a usarlo contra nadie en esta casa. No soy
estúpida. Sólo es que no quiero sentirme impotente por más tiempo.
—Está bien.
—Gracias.
—Considéranos en paz. —Hay una pizca de aprensión e incluso miedo
en su expresión cuando sale de la habitación.
EL INFORME de Anton sólo confirma lo que ya sé. Nadie sabe nada
sobre la violación de Valentina. Dejo caer el bolígrafo en mi escritorio y
me froto los ojos cansados. No me sorprende que Marvin no haya ido a
la policía. Su familia estaba avergonzada. La forma en que habría
lidiado con el crimen era vengar la inocencia robada de su hija matando
al hombre responsable. Como él murió el mismo año en que ella fue
atacada, no estoy seguro que lo hiciera. ¿Es por eso que Lambert
abandonó a su prometida? ¿Porque ella era una mercancía dañada?
Encontrare al bastardo que la violó pero por ahora tengo una mayor
prioridad... la amenaza de Magda.
Cuando entro en su habitación ella está saliendo del baño con el pelo y
el cuerpo mojado. Se detiene en el marco de la puerta, su vendaje está
seco, bien. Lo último que quiero es preocuparme más, la necesito
demasiado.
Mi corazón late como los cascos de ese caballo oscuro que ella desató, y
tengo miedo que la bestia la aplaste cuando deje libre su pasión, pero
estoy demasiado débil para detenerla. Finalmente logra sacar el cuero
de la presilla de la cintura del pantalón, ella le da un doblado y lo
empuja en mi mano. Está ahí en sus ojos, lo que quiere que haga, el
marrón de sus iris está manchado de oscuridad, abatidos, como una
presa después de un deslizamiento de tierra.
—¡Gabriel!
—¡Jódete Gabriel!
—¡Déjame ir!
La sostengo en su lugar y le planto el más suave de los besos en el
cuello.
—¡No! No te atrevas.
Beso su oreja, su pelo y su sien con un suave roce de mis labios. —Eres
tan hermosa Valentina. ¿Alguna vez te lo he dicho?
Le doy toda la ternura que soy capaz, acariciando mis dedos sobre su
firme trasero y entre sus piernas, probando sus pliegues. Está mojada.
Siempre está lista para mí, como la entrené. Cuando dirijo mi polla a su
entrada, empieza a luchar conmigo otra vez, moviendo la parte superior
de su cuerpo y dando patadas con sus piernas. Todo lo que puedo
hacer es sostener sus hombros con mis brazos y mantener sus piernas
atrapadas entre las mías mientras entro en su cuerpo resbaladizo,
pulgada por pulgada lentamente hasta que me ha tomado todo. Está
tan caliente y apretada que me embriago. Con sus muslos apretados, la
fricción es demasiado. Con cada empuje me arriesgo a correrme como
un adolescente inexperto.
Ese cabrón.
Es depravado e inmoral.
Es cuestionable.
Es perfecto.
Le toma un día a mi doctor enviar las pastillas anticonceptivas.
Mientras él está allí, uso la oportunidad de explicarle que necesito para
la próxima visita en casa.
Claro que no lo hizo. Ella no sabe que estoy al tanto de sus estudios.
—¿Te dijo por qué?
—Se cuanto desea este título. Dame una oportunidad de hablar con
ella.
—Espero
Espero puedas persuadirla.
—Lo hare.
—Estaré
Estaré esperando por tu llamada entonces.
—Gabriel. —Ella
Ella me reconoce con un fuerte asentimiento y una fría
sonrisa.
Beso la mejilla de mi ex
ex-esposa. —Luces
Luces hermosa, como siempre.
Ella toca su collar de diamante, un regalo de mi parte por nuestro
primer aniversario de bodas. —Gracias.
Estoy muy cansado para lidiar con esto esta noche. —Cuida tu lenguaje
señorita. No le hables así a tu abuela.
Magda resopla—. ¿Qué puedes ganar de una relación con él? ¿Quiénes
son sus padres? Nada bueno de trabajadores corrientes con un negocio
en textiles.
—Ella no está preguntando para casarse con él —dice Sylvia—. De
cualquier modo, ella es mi hija y no tienes nada que decir.
Por una vez, concuerdo con Magda. Esta no es una discusión que
necesite tocarse aquí. Tendré unas palabras con Sylvia después de la
cena acerca de sus conspiradoras formas con Carly.
Algo está tramando Sylvia. Ella odia la pobreza tanto como Magda, lo
cual coloca a Sebastián bajo su línea de radar de material de novio
adecuado.
Sacudiendo su brazo por mi agarre, ella sisea, —Ya veremos cuán bien
funciona en el futuro para ti, —entonces ella avanza hacia su carro con
la espalda rígida. Ella saluda a través de la ventada antes de arrancar
con las llantas chirriantes.
—Eso es lo que obtienes por casarte con esa zorra —dice Magda detrás
de mí.
—Ven al salón.
—¿Importa?
—Vas a volver.
Es verdad, pero mejor que lo acepte. Ella tomara lo que se escoja para
darle. Mi mano se aprieta en su cabello. —Llamaras mañana y retiraras
tu cancelación.
Porque a pesar de todo, aún deseo que sea feliz. —Me obedecerás, como
prometiste.
—Buena chica.
—Hay algo más que vas hacer por mí. —Observo su cara
cuidadosamente mientras elijo mis próximas palabras—. Vas a
hablarme sobre el hombre que te violó.
—Mi-mi… nadie.
—Déjame decírtelo de otro modo. ¿Quién sabe o supo?
—Mi familia.
—¿Quiénes en tu familia?
—¿Alguien más?
Sacude su cabeza.
Suavizo mis dedos en su cabello y los paso por sus largas hebras.
—Estoy aquí para ti, nena. No vas a pasar por esto sola.
—Tú no tienes que entrar en detalles. Piensa que es como una película.
Míralo desde afuera. Vuelve a las escenas y dime dónde estabas.
Ella frota su mejilla en mi muslo. Una gran lagrima rueda desde sus
largas pestañas, la humedad traspasando la tela de mis pantalones.
Ella lame sus labios, los abre y cierra dos veces antes de decir una
palabra.
—¿Donde?
—En el taller.
—¿Estaba oscuro?
Piensa por un momento. —Aún había luz. Creo que fue antes de las
seis, porque fue justo antes del programa de comedia por la tarde.
—Bien, continúa.
—No puedo recordar. No creo que dijeran mucho. Uno de ellos agarro
mi brazo. La bolsa del almuerzo de papá cayó al suelo. Sus sándwiches
se cayeron fuera. Recuerdo pensar cuan enojado él iba a estar si había
arena en ellos.
—Ellos me llevaron.
—¿Donde?
—No lo vi.
—Un hombre detrás del bar. Lo recuerdo porque grito por ayuda, pero
se dio vuelta.
—¿Despertaste?
—¿Lo hizo?
—Trece de Febrero.
Por primera vez en mi vida, no tengo más deseo que sostener una mujer
en mis brazos. Hay una satisfacción más grande que la obtenida del
sexo, en proporcionarle fuerza y protección. Es Incluso mejor cuando
ella me permite cuidarla, ser el hombre para ella que no he podido ser
para ninguna mujer.
Nos sentamos así por un largo tiempo. Mi único deseo es llevarla arriba
y recostarla en mi cama, sostenerla hasta que el día termine, pero son
casi las once y Carly estará pronto en casa.
—¡Vete!
—Vete al infierno.
Eso es todo. Doy varios pasos atrás y me alisto para empujar. Estoy a
punto de tirar mi peso contra la puerta cuando Valentina viene
corriendo por las escaleras.
—La asustarás.
Carly sorbe y mira entre Valentina y yo. —No quiero hablar de eso,
papi. Ve a la cama.
—Nada.
—Tú no entenderías.
—El dice que soy muy niña para él. Es tan humillante. Lo odio.
—No deberías verlo de esa forma. Alguien que no le gustes por quien
eres no tiene nada de humillante.
—Siendo tú misma
—¿Estás arrepentida?
—A veces, pero no suelo llorar sobre las cosas que no podemos cambiar.
—No tienes que confiar en mí, confía en ti, estoy segura que sabes que
vales más que mentiras y engaños.
—¿Hablarías con él por mí, como lo hiciste para poder salir con
Sebastián?
—Gracias, Val.
—Lo hice, pero Gabriel le dijo a Marie que debería volver al trabajo
pronto. Tendré tiempo de estudiar de nuevo y con la beca completa, no
necesitaría preocuparme por el presupuesto.
—No me lo dijo.
Miro a lo lejos donde una mamá y un papá esta almorzando con una
linda niña pequeña. —No es así.
—No.
—¿Qué soy?
—Lo sé. —Empujo mi silla hacia atrás desesperada por aire—. Llevaré a
Charlie a caminar.
—¿Charlie?
—Mi-mira.
—¿Qué? —Quiero que él lo diga. Quiero saber que está pasando por su
mente.
—Bo-bonito.
—¿Qué es bonito?
—¿La bicicleta?
—Gu-gustar.
—¿Cuál?
Se apresura rumbo a la calle. Una vez que Charlie tiene una misión es
difícil distraerle. Él coloca todo su peso en una tarea y no se detendrá
hasta complacer lo que se ha propuesto hacer. Estoy anhelando la
conexión que una vez tuvimos. Añoro tener a mi hermano de regreso,
regresarlo a sí mismo, pero él está en su propio mundo y algunas veces
me pregunto si incluso soy parte de él.
—No toques el auto. ¿Qué te he dicho acerca de tocar cosas que no son
de nosotros?
—Vu-vuelta.
—Valentina.
—Charlie. —Digo.
—Es
Es un placer conocerlos a ambos, quizá podamos hablar sobre esa
vuelta. Si me das tu número puedo llamar cuando sea conveniente.
—Nuestro
Nuestro postre está listo —La
La palabra “postre” captara la atención de
Charlie—.. Gracias de todos modos.
—No
No lo sé. A Charlie le gusto su auto.
—En la empresa.
—No iba a hacerlo. —Miro a través del vidrio para escapar de sus
penetrantes ojos.
Él solo se ríe del diminutivo nombre. Cuando está a medio camino hago
el gesto de levantarme, tiro fuerte, usando el momento para llevarlo al
piso. El hace un movimiento de hombros gracioso y da vuelta sobre mí,
sujetándome cara abajo en la colchoneta.
El minuto que estoy de pie, pateo a sus pies como lo hizo conmigo, pero
atrapa mi pierna manteniéndome prisionera.
—Como dije, más coraje que cerebro; eres pequeña. Tienes que
aprender a pelear con inteligencia.
—Okey.
Él me libera. —¿Lista?
—Es un gran mundo malo ahí fuera, no viviré aquí por siempre.
—Bien.
—Follame como quieras. —Jadeo sin poder mantenerlo por más tiempo.
—Oh, lo haré. —Agarrando
Agarrando mis caderas entre sus palmas, él se sale del
todo y entra de un golpe. Placer recorre a través de mi vientre. El no
pierde tiempo en llevarme al clímax follándome duro. Cuando me corro,
es explosivo, pero también es su liberación. Él gruñe y se mantiene
bombeando hasta que su polla es demasi
demasiado
ado blanda para mantenerse
dentro de mí. Solo cuando su polla se desliza fuera, se pone sobre sus
rodillas y succiona mi clítoris dentro de su boca; es imposible no
correrse de nuevo, él es implacable. Él tiene sus dientes en mi clítoris y
sus dedos en mi coño y culo.
—¿Qué es eso?
—No la necesito.
—¿Cual es el problema?
—No
No me hagas repetirte las respuestas que ya te he dado.
—¿No
¿No se va a llevar sus aparatos? —Hago
Hago mención a la camilla con los
monitores.
—Estarán
Estarán aquí por un tiempo.
—¿Qué
¿Qué estás haciendo, Gabriel?
Gabriel se vuelve rígido. La boca de Magda se abre y sus ojos de pit Bull
cayendo en las esquinas.
—Yo fui a El Toro para recoger una botella del vino favorito de Magda.
—Dice Michael—. ¿Ya ves? Intervención divina.
Por el resto de la cena, el estrés aumenta cada vez que piso dentro del
comedor. Michael me mira boquiabierto mientras su esposa elogia mi
apariencia física; la cara de Magda esta roja con molestia. El que más
me da miedo es Gabriel; el esta callado. Callado nunca es bueno.
—Lo estoy.
—¿Hasta cuándo?
—Pronto.
Ella lo contempla por un momento en silencio. Estoy parte aliviada
cuando ella sale de la habitación. La otra parte de mi se tensa ahora
que estoy sola con Gabriel. Su humor es oscuro. ¿Va a castigarme? El
me tiende una mano y me jala en mis pies. Mis piernas están adoloridas
por estar sentada en la misma posición por horas; me tambaleo,
estrellándome en su pecho.
El agarra mis muñecas en una sola mano y mueve la otra entre mis
piernas, separando mis pliegues y golpeando mi clítoris. Mis caderas se
elevan hacia él, pero el remueve su toque.
—Respóndeme, Valentina.
—Por favor, Gabriel. —Le suplico con mis ojos, mi voz y mis caderas.
—Gabriel. —protesto.
El empuja mis piernas ampliamente abiertas, posicionando su polla en
mi entrada.
—Gabriel.
—Solo tuya.
—Estoy mirando.
Ira tira de sus facciones, en una máscara temerosa. Sus fosas nasales
se estiran y humedad se forma en sus ojos. —Detente.
—Tuya.
Suelta un crudo llanto y muele su polla contra mí. Tirando hacia atrás
su cabeza. Él rechina sus dientes y muerde el sonido, mientras liquido
caliente llena mi cuerpo. El sacude su liberación, su cuerpo se escurre
con sudor. Lo necesito a él. Él hizo un hueco en mi corazón, y solo él
puede arreglarlo. Serpenteando mis brazos alrededor de su cuello, lo
jalo cerca por un beso, pero el desenreda mis muñecas y sostiene mis
brazos al lado de mi cuerpo. El solo descansa su frente sobre la mía por
unos breves momentos antes de alzar una ceja mirándome. Nuestros
ojos se mantienen bloqueados mientras deja su polla deslizarse libre
para llenar el vacío espacio con sus dedos. Usando su liberación, el
lubrica mi clítoris y me lleva a un rápido orgasmo, observándome todo
el tiempo.
—Había un gato.
—Era un gatito. Nada especial, solo un gato callejero, pero para mí ella
era hermosa. Tenía un pelaje suave, negro como la noche y ojos
amarillos como la luna. El gato apareció de la nada en la casa de mi
mejor amigo. Él la llamo Blackie. Desde el día uno, Blackie siempre
siguió a mi amigo por los alrededores. Ella se quedaba en su habitación
y dormía en su cama.
—¿Qué paso?
—El día que la deje salir, ella corrió de vuelta directo hacia la casa de
mi amigo. —El acaricia mi brazo por un tiempo, entonces dice
tranquilamente— Él pensó que ella había escapado, como hacen los
callejeros.
—¿Ella aún vive con él?
—¿Por qué?
¿Qué está tratando decir? Me vuelvo en sus brazos para mirarlo a él.
El besa mis labios suavemente. —Si dejas algo libre, no volverá a ti; no
importa cuán bien lo trates.
Cierro mis ojos para esconder mis turbulentas emociones por él. Su
historia me conmociona. Me dice tres cosas. Uno, el tomará lo que sea
que quiera; dos, el se cree desmerecedor del amor y tres, el me
mantendrá por el tiempo en que mi cuerpo le sirva. Lo que más me
conmociona es que yo anhelo confiar en él. Mientras el sostenga la vida
de Charlie y la mía en sus manos, no puedo hacerlo. Por primera vez,
considero que él no honrará nuestro acuerdo. Él no me dejará libre
como el gatito negro. Un hombre como Gabriel no repite el mismo error
dos veces. Es eso lo que me estaba diciendo con esa historia. Lagrimas
se construyen detrás de mis parpados cerrados. Giro mi espalda
nuevamente, así puedo derramarlas silenciosamente en la almohada. Él
no me deja más opción; si él no me deja ir cuando pague la deuda de
Charlie, tendré que escapar.
Despierto mucho antes que suene la alarma, acerco el suave y cálido
cuerpo de Valentina y reflexiono sobre anoche. Emborrachar a
Valentina no estaba planeado. Es demasiado pronto para que ella
pueda concebir, por ende, no estaba arriesgando su bienestar ni el de
un feto en desarrollo. La idea apareció en mi cabeza mientras Michael la
follaba con los ojos. Sylvia siempre fue brutalmente honesta cuando
bebía demasiado. Así fue como descubrí que ella nunca me amó. No
debería haber sido una sorpresa. No hubiera sido tan crédulo si no
hubiera estado desesperado por una mujer que pudiera llamar mía.
—Despierta, bonita.
Ella me mira con timidez por encima del hombro. —¿Puedo por favor
usar tu baño? Con todo lo que bebí anoche, no llegaré al mío.
—Adelante. —Quiero que toque todo lo que es mío. La idea que sus
dedos se arrastren sobre los objetos que me pertenecen hace que mi piel
se contraiga de placer, como si me tocara a mí.
Con el ceño fruncido, saco un traje de una percha. Dios sabe que no
merezco nada tan hermoso y perfecto como ella, pero no puedo dejarla
ir.
—¿Estás bien?
—Querías hacerlo.
—Papá —dice
dice después de un relato excepcionalmente largo de su
semana en la escuela—
—, tengo algo que decirte.
—He
He decidido volver a vivir con mamá.
—Mamá me extraña.
—Ya
Ya lo he estado pensando por mucho tiempo. No es que solo me verás
cada segundo fin de semana. Puedo visitarte cuando quiera.
—Por supuesto. Tu habitación siempre estará aquí.
—Gracias papá.
No tiene sentido discutir con Carly una vez que se ha decidido. Ella es
como yo en ese sentido. No confío en Sylvia como madre. Ella solo me
ha demostrado que no es capaz del trabajo y no me gusta el nuevo
novio de Sylvia. Todo lo que puedo hacer es estar ahí para Carly cuando
ella me necesite.
¿Tan pronto? —Por supuesto. —El día, que comenzó mal, se vuelve más
oscuro—. Avísame si necesitas una mano.
—Uh, ¿Papá?
—¿Quién conduce?
—Mamá.
12 Mugg & Bean: es una cadena de restaurantes de franquicias con temática de café y servicio completo
—Te veré antes que te vayas, entonces. —Camino hacia la puerta antes
que ella vea la angustia que siento en mis ojos.
Lo que necesito es una pelea. Llevo a Rhett conmigo para conducir por
el antiguo barrio de Valentina. Las posibilidades de encontrar el bar que
mencionó son escasas. Muchos de los lugares antiguos ya no existen. El
vecindario, como tantos otros, se ha convertido en un pozo negro del
crimen. Los edificios están en ruinas. Algunos se descomponen en el
suelo. Solicité el plan de la ciudad hace doce años al municipio, pero
como el resto del gobierno, son un grupo corrupto de funcionarios sin
educación. Los registros han sido desplazados desde hace mucho
tiempo con el colapso del sistema. Es una broma que este país siga
funcionando. Son las personas como yo y el resto de los matones en la
calle, quienes manejan los hilos. Los políticos son simplemente los
títeres. Hay un millón de maneras de ir al infierno, y me las he ganado
todas.
Odio su jerga, pero me trago mis insultos. —Cuéntame sobre el bar que
solía estar por aquí.
—¿Quién es el dueño?
—Bigfoot Jack.
—Su esposa es judía. El gran jefe hizo un trato con los Porras para
mandar a Bigfoot fuera del circuito. ¿Por qué quieres saber todo esto?
—No te hará ningún bien. Sophia tiene Alzheimer. Ella no distingue una
hormiga de una mosca.
—Llamaré a Anton.
—¿Desde cuándo?
Le doy la fecha en que visité por primera vez al casi marido de
Valentina.
Ella se inclina hacia atrás, mirándome por encima del borde de sus
lentes. —Quería saber por qué estamos husmeando en su territorio.
—Se cruza de brazos—. ¿Por qué lo estamos, Gabriel?
—Lo mismo que tú, no mucho. ¿Por qué este repentino interés en
Bigfoot?
—Estoy interesado.
—¿Estás?
—¿Estoy qué?
—¿Apegado?
—Hacer tu trabajo.
—Según lo acordado.
—No entiendo.
Ella me mira con ojos grandes. —Esperaba que estuviera mejor hoy.
—No lo sé. No soy un cirujano. —Se quita los guantes médicos y los tira
a la basura—. ¿Necesitas que llame a una ambulancia?
Hago que Quincy nos lleve para poder sentarme en la parte de atrás con
Valentina, con mi brazo alrededor de sus hombros. Su cuerpo está
tenso, pero se apoya en mi toque cuando la tomo de la barbilla para
besar sus labios. Por azotarla, conozco su dolor, el umbral es bajo. Por
eso estaba tan pálida esta mañana. Quiero decirle que todo estará bien,
pero ya hay suficientes mentiras entre nosotros y simplemente no lo sé.
—En el hospital.
—¿Pasa algo?
—¡Oh, no! Dile que espero que todo salga bien. Escucha, mamá está
aquí. Rhett está cargando mis cosas en el auto.
—No podemos esperar mucho. Mamá tiene algo que hacer. Puedo pasar
la semana que viene.
Estoy roto en dos. No quiero dejar ir a Carly sin decir adiós, pero
tampoco quiero dejar a Valentina.
Asiento
—Sí, jefe.
—Dame las llaves del auto. Voy a la casa, pero volveré tan pronto como
pueda.
Saca las llaves de su bolsillo y me las entrega.
—¡Papá! —Carly corre hacia mí cuando salgo del auto—. Sabía que
vendrías. Te lo dije, mamá.
Ella me deja abrazarla, algo raro. Miro las cajas y las maletas
amontonadas en el asiento trasero del Mercedes. —Wow, ¿cuándo
acumulaste todas estas cosas?
—¿Cuántos, diez?
—Llamaré.
—No más de una hora en su teléfono por día y nada de citas sin mi
permiso.
No me voy a pelear con Sylvia. Hoy no. Beso la mejilla de Carly. —Te
amo, princesa. Lo sabes, ¿verdad?
—Por supuesto.
Me agarra los dedos y me aprieta tan fuerte que duele. Cuando lloro, los
suelta sin saber qué hacer con mi mano. Finalmente, la coloca encima
de la sábana.
—No eres el único que puede presumir. Tengo mi propia cicatriz ahora.
—No funcionará.
No para siempre
—Sí, —digo
digo suavemente
suavemente—, hay otras cosas.
Solo soy yo quien no está bien. En un nivel no físico. Mis chequeos son
favorables. El médico dice que la infección no se ha propagado. Estoy
atrapada en la casa de Gabriel, sometida a su misericordia y no puedo
decir que me esté maltratando. He llegado a anhelar las nalgadas y los
cinturones. Él compra mi comida y ropa. Lo que quiera, solo tengo que
mencionarlo, y lo encontraré en mi habitación al día siguiente. Es como
si estuviera tratando de reparar la pérdida de mis sueños y las
necesidades oscuras a las que me somete con una compensación
material. Sus regalos van desde cosméticos hasta libros, e incluso un
nuevo iPhone.
—Valentina.
—Déjame levantarme.
—Mirándote.
—Porque me gusta.
—¿Gabriel?
—¿Te
¿Te follas a otras mujeres?
Su mano se detiene. —
—¿Por qué?
—Fue
Fue hace mucho tiempo. Podría haber cambiado.
—Estoy bien.
Gabriel me matará.
Imposible
He tenido cuidado.
Cubre mi cuerpo con besos, desde el estómago hasta los pies. Es tan
gentil que quiero llorar.
—Te
Te ves como una mierda.
—Gracias. —Le
Le doy una sonrisa irónica
irónica—.. Necesito algo, por favor.
—Necesito
Necesito que vayas a la farmacia.
Su mirada es
s lamentable. —Está bien.
—Gabriel
Gabriel no puede saberlo. ¿Me oyes?
—Valentina…
—Él
Él no puede saber, Rhett, no hasta que yo esté segura.
Positivo
Solo hay una cosa que puedo hacer para salvar la peq pequeña
ueña vida dentro
de mí. Rápidamente hago una maleta, me tiemblan tanto las manos que
dejo caer el teléfono dos veces. Envuelvo la prueba de embarazo en una
bolsa de plástico y la descarto en la basura afuera, donde nadie lo verá.
Solo Rhett adivinará, pero cuando Gabriel lo confronte, ya me habré
ido.
—Vamos,
Vamos, por favor. Rápido.
Por mi bebe.
Continuara…
Estimado lector:
Saludos.
Charmaine
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