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Cuidado!

, no te deslices

Hebreos 2:1
Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos
oído, no sea que nos deslicemos.
Ningún cristiano, y mucho menos quienes han alcanzado el liderazgo,
caen instantáneamente en uno de esos pecados que tienen el poder de
terminar con su carrera, o por lo menos humillarlos con ese horrendo sentido
de descalificación. No abandonan de repente o se sienten fracasados de un
día para el otro. Todos de alguna manera, van lenta e inconscientemente,
anticipando su caída, porque notan su desgano, cansancio, pérdida de visión
y destino. Pero que les a ocurrido? Qué pasó, no fue instantáneo por lo que
pudieron notarlo y por consiguiente evitarlo.
Éste pasaje nos muestra el proceso, y también nos permite poder
evitarnos el dolor de vernos en derrota o abandonando nuestra carrera.
Aquí dice atendamos con más diligencia!
o Atender: Aplicar voluntariamente la actividad mental o los sentidos a un determinado estímulo u objeto
mental o sensible. -Tener en cuenta la cosa que se expresa.
o Diligente: [persona] Que pone mucho interés, esmero, rapidez y eficacia en la realización de un trabajo o
en el cumplimiento de una obligación o encargo. - Que se hace con interés, esmero, rapidez y eficacia.

Lo que hemos oído:


o Oír: Percibir una cosa por medio del sentido del oído. - Hacer caso de un consejo o aviso.

Entonces podríamos explicar esta advertencia divina de una manera


sencilla como:
“Debemos aplicar de manera responsable y sin que se nos pase el
tiempo, todos nuestros sentidos para interpretar la palabra o los consejos, a
fin de ponerlos en práctica sin excusas”.
Porque aquí está el principio de nuestro deslizar hacia el fracaso!
o Deslizar: Moverse [una persona o una cosa] sobre una superficie, arrastrándose, escurriéndose o
resbalándose.

Muchos no prestan atención, no son responsables con aquello que se


les enseña, toman algunas palabras o consejos, como una opción, una
posibilidad, cuando cada palabra recibida, es mandamiento, son pautas
necesarias para nuestra formación, indispensables para nuestro crecimiento.

Pero otros, ya habiendo entendido la palabra y asumido la


responsabilidad con el crecimiento y la madurez, atraviesan etapas donde
lentamente olvidan, o dejan de hacer aquello que supieron era un
mandamiento y provocaba su crecimiento y la vida necesaria para
mantenerse espiritualmente vigorosos.
Se descuidan de aquello que fue prioritario en algún momento en sus
vidas, dando paso a la tibieza, luego a la irresponsabilidad, y por último al
fracaso y abandono.

Resultaba placentero orar, sintiendo que estar en su presencia era un


privilegio, pero lentamente dejamos esa práctica, volvimos la
autoministracion una obligación a cumplir, hasta sentir tediosa la costumbre,
al punto tal, de dejar de hacerlo.
La lectura de la palabra, solía ser nuestra cita con Dios, el momento
donde podíamos oír su voz, pero luego pareció ya no tener el mismo sentido,
dejando de admirarnos por esas verdades, no sentir esas palabras como
revelaciones vivificantes, llegando luego a leer, solo para cumplir con la
demanda de la autoministracion, hasta por último, perder el interés.
Solíamos hacer del ganar nuestro momento motivador, llevar
salvación y arrebatarle al enemigo las almas, nos llenaba de vida, nuestro
amor por esas personas, nos llenaba del amor de Dios; pero luego, se nos fue
esa motivación, y simplemente lo vimos como un trabajo demandado, viendo
como la alegria ya no estaba, ni la maravillosa expectativa de ir a bendecir.
Dejando de hacerlo lentamente.
Consolidar provocaba el placer de sentirse cerca de esos niños
espirituales, nuestros hijos. Discipular o formar, nos llenaba de sueños, cada
vez que llevábamos un tema, una verdad que corrigiera o perfeccionara a
esos futuros líderes, mis hijos exitosos, pero luego se nos terminaron las
ganas de acompañar a esas criaturas, se fueron apagando los sueños con cada
uno de nuestros discípulos, hasta que lo tomamos como un mandamiento a
cumplir, solamente, una encomienda que si cumplo dejará mi corazón en paz
con mi cuota de responsabilidad ministerial, pero y el amor? El deseo de
llevar esas vidas al éxito como buenos padres/madres donde quedó?
Permitimos se apague esa revelación, y lo volvimos costumbre, hasta que
con el tiempo, lo dejamos.
Estas cosas no ocurren en lapsos cortos, no es de golpe ni de manera
instantánea, vamos permitiéndonos pequeñas excusas y errores, sabiendo lo
bueno, dejamos de hacerlo, casi imperceptiblemente deja de ser prioritario
aquello que alguna vez fue primordial, o sea vamos “deslizándonos”.
Y esto es el principio del fracaso, un fracaso que nos hace sentir
avergonzados, provoca un sentimiento de indignidad, que en ocaciones nos
hace abandonar! Quedándo lejos de Dios y vacíos.

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