Está en la página 1de 11

¿DESPACHO O

CONSULTORIO?
La Pericia Psicológica y su a posteriori

Graciela Gardiner gracielagardiner@yahoo.com.ar


INTRODUCCION

Al recorrer la práctica de la especialidad en Psicología Forense, no dejan de


persistir ciertos interrogantes que, en lo personal, se imponen con una creciente
firmeza: ¿qué sucede con un Sujeto evaluado cuando se lleva a cabo un peritaje?
¿Tiene consecuencias en su subjetividad el atravesamiento por esta instancia de
la justicia? De ser así, ¿cuáles son esas consecuencias?

DESARROLLO

Cada vez que alguien, con la providencia dictada para que se realice una
pericia psicológica, concurre al encuentro con el perito psicólogo y, de manera
invariable, nos dice “vengo a que me hagan la pericia”, se nos plantean una serie
encadenada de preguntas: ¿a qué viene? ¿qué es lo que consulta? ¿cuál es su
pregunta? Pero para todas estas preguntas reaparece una respuesta constante:
viene a que le hagan algo, a que otro le haga algo.
En general, los evaluados no suelen preguntarse, no manifiestan una demanda
propia: se presentan como sujetos colocados en un lugar pasivo, un sujeto sobre
el que se va a efectuar alguna intervención. Se les informa en qué consiste “la
pericia” que, conjuntamente con él, se llevará a cabo. El objetivo de usar el
término “conjuntamente” apunta a correrlo de su lugar pasivo. Por lo tanto, el
primer objetivo que proponemos consiste en intentar que el sujeto se implique en
el dispositivo psicodiagnóstico forense que va a iniciarse.
Los sujetos evaluados no siempre saben para qué vienen. Resulta entonces
necesario suministrarles siempre toda la información de lo que se va a realizar en
el proceso Psicodiagnóstico forense, tanto para su conocimiento como para que a
posteriori podamos requerir su consentimiento informado. Cumplimos así con las
normativas éticas de la profesión de Psicólogo. A continuación, podemos entonces
comenzar las entrevistas, adaptadas éstas a determinadas particularidades de
acuerdo al criterio que demande la práctica. Se administrarán las pruebas
psicológicas que se consideren pertinentes para cada caso en particular. Al final,
se redactará un informe en el cual se responderán los puntos de pericia
solicitados. Este proceso pericial, debido a las urgencias o por el fenecimiento de
los plazos procesales, que no siempre son coincidentes con los plazos necesarios
para un adecuado raport en el vínculo con el evaluado, requiere muchas veces
otros tiempos que se adecúan con los plazos estipulados “urgente” “muy urgente”
“24hs”. De esta forma se cierra el círculo de una intervención en la causa, la de la
evaluación psicológica, que para el proceso judicial, ha sido abierta sólo a fin de
ser cerrada con esta práctica, sin embargo para el sujeto, esta práctica tiene otras
consecuencias.
Como se habrá observado, expresamos que se trata de cerrar un círculo, en
esta etapa del recorrido jurídico: el procesal. Pero, ¿qué círculos se abren en el
sujeto, que en forma más o menos pasiva debe someterse a lo que la ley le
impone? ¿Se va como llegó? ¿Consulta, o es llevado y despachado? Esta
experiencia, no sólo la que lo trajo (la demanda civil o laboral que lo tiene como
actor, o la causa penal que lo tiene como víctima o victimario), ésta parte del
recorrido: ¿qué le genera al sujeto de la pericia?
El encuentro con un profesional de la Psicología, que hurga en su historia, que
lo lleva a evocar de manera forzada algunas escenas de su pasado, que lo obliga
a enfrentarse con situaciones en las que se le dispararán distintos mecanismos
defensivos, o recuerdos de alto contenido vivencial tales como la muerte
fantaseada, ansiedades, temores, fantasías, etc. ¿qué consecuencias tendrán
para él? ¿Cuál va a ser el costo para su economía psíquica? Son muchos
quienes se enfrentan con un profesional de la Psicología por primera vez; y, para
varios de ellos, será la única.
¿Qué podemos hacer en estas circunstancias? Proponemos que no debemos
realizar una única entrevista sino varias, establecer un buen raport con el sujeto, y
orientar el encuentro que, lejos de fomentar lo traumático, le permita resignificar
los hechos para poder pensar, subjetivar el acto que lo trae a este proceso, con el
objeto de lograr que se posicione en el lugar de sujeto deseante y no en un objeto
despachado.

“Hecha la ley hecha la trampa”: un caso pericial supervisado:


Se trataba de una joven de 21 años violada por su padre en reiteradas
oportunidades, con agravantes legales, no sólo por el vínculo, y psicológicos, por
el hecho de haber sido adoptada. Su madre biológica la dio en adopción
quedándose a cargo de sus otros hijos, hermanos de la víctima. Luego “otra
familia me elige” –al decir de la evaluada, cuando habla de la situación vivenciada
como un abandono–, en especial su padre, con quien establece un vínculo muy
cercano. Durante la historia compartida de la familia adoptiva, el padre abusa de
ella. El último de los abusos tuvo lugar mientras la joven estuvo internada a causa
de una cirugía, en un claro estado de indefensión, lo que ya se define como otro
agravante para este delito.
En ocasión de la causa penal que se abriera por esta denuncia de abuso sexual
realizada por la madre adoptiva (separada hace muchos años del padre), se
solicita una evaluación psicológica de la víctima para determinar la existencia de
un “grave daño en la salud... de la persona ofendida”. Al demostrarse que se ha
provocado un grave daño en la salud, se le puede asignar un agravante a la
condena que se dictará en su momento (agravante legal, contemplado en el
Art.119 inciso a) del Código Penal Argentino). Ello haría al agresor pasible de una
mayor condena, condición de agravante ésta, con la que me permito disentir. La
razón de mi discrepancia radica en que la condición de mayor o menor daño en un
sujeto, a posteriori de un hecho externo, que irrumpe de modo abrupto e
inesperado en su vida, no depende sólo de la fuerza del hecho sino de la
vulnerabilidad del sujeto embestido. Una salida equilibrada del impacto
dependerá, no sólo de la violencia del hecho, sino también de la fortaleza o
posibilidades de asimilación del impacto, de quien lo padece. Ello significa que
aquel abusador que atacase a un Sujeto con mayores defensas psíquicas, por
ende menos expuesto y vulnerable al trauma, podría tener una condena menor
que otro que atacase a una víctima en inversa condición de salud mental. La
medida de la condena no debería estar relacionada con la condición del agredido,
sino estar en directa relación con la condición de agresión del victimario.
En el caso descrito más arriba, y por comentarios del Letrado de la joven, éste
pediría posteriormente a la causa penal en sede civil el resarcimiento económico
por el daño psíquico producido a la víctima por el delito de violación. Este caso,
para nosotros paradigmático, lleva a otras preguntas: ¿qué consecuencias tendrán
para la víctima el hecho de solicitar y recibir un resarcimiento económico de parte
de su padre a cambio de sexo? ¿A qué lugar de desvalimiento de su psiquismo la
lleva? ¿Se satisface por ese resarcimiento económico, de modo compensatorio lo
dañado? ¿O la coloca en un nuevo rol también dañado, al equiparar sexo con
dinero?
En los casos de abuso, las víctimas pueden ser evaluadas en cada instancia
judicial por la que atraviesen. Son llevadas a hablar de lo sucedido en momentos
fijados judicialmente y no en el momento en que como parte de un proceso propio,
interno estén preparadas y necesitando expresarlo verbalmente. Para quienes no
estén en condiciones psíquicas (emocionales), durante las entrevistas pautadas,
para verbalizar aquello que desde la justicia se demanda, pueden ser llevadas
también a un lugar aun más vulnerable y expuesto a revictimizaciones. Las
pericias (cualquiera sea la especialidad), también pueden en los casos de abuso,
aunque sin proponérselo, exponer al sujeto damnificado a la revictimización, y a
repetir lo traumático desde lo institucional.
Los tiempos judiciales y los del psiquismo no suelen coincidir en su cronología.
Cada sujeto en esa condición, la de Sujeto y la subjetividad que lo identifica como
tal, tiene su momento y su modo de abordar la posibilidad de contar lo sucedido,
si es que ello se manifiesta en algún momento.

¿Acto violento o sujeto violento?


Las causas que se trabajan en el dispositivo psicodiagnóstico forense dan
cuenta de que la violencia está presente en varios escenarios de la vida de los
sujetos implicados (familia, pareja, instituciones). En la mayoría de los casos
evaluados, el sujeto que ha cometido un hecho de violencia fue víctima de
violencia física, psíquica o social en algún momento de su vida. Una y otra vez se
comprueba que el victimario (sujeto activo) fue una víctima (sujeto pasivo). Este
hecho relevante no pretende postular que se des culpabilice al victimario. Lo que
se propone aquí implica realizar una lectura más profunda de los hechos, acorde
con la Justicia, y no que se aplique la Ley del Talión, con el objetivo de poder
aportar elementos al servicio de la prevención.

Viñeta clínica forense:


El Usurpador:
Causa caratulada como “Homicidio con Alevosía”.

La persona a quien llamaremos Luis, tiene 45 años. Trabaja como empleado,


está casado y es padre de un hijo de 20 años. No presenta antecedentes penales
ni de violencia en ninguno de los ámbitos de su desempeño personal, según las
constancias de autos y el dictamen pericial de Trabajo Social.
Luis es imputado en una causa por homicidio en perjuicio de un vecino que se
intrusara en la casa de la familia, la que en un principio y por una actitud solidaria,
permitió que se instalara en el garage para efectuar una tarea comunitaria que, de
a poco, se transformó en un emprendimiento con fines de lucro.
El usurpador, no sólo se fue apoderando de la casa, sino que desplazó a Luis
de todas las actividades que éste desarrollaba en su propio grupo familiar. Comía
con la familia de Luis, ocupaba su lugar en la mesa, le daba órdenes al hijo de
este, se hacía lavar y planchar la ropa, entre otras acciones.
Luis, que ya había atravesado por muchas situaciones de sometimiento, toleró
en forma sumisa la usurpación de lugar, especialmente el lugar de padre.
En una ocasión, durante un almuerzo familiar, en la cocina, Luis queda excluido
porque estaba descompuesto, y se disponía a arreglar el cerco de la casa. Para la
reparación requería el uso de una pesada masa de hierro que sostenía con ambas
manos. Mientras estaba en el patio, escuchó que el usurpador se burlaba de él, lo
descalificaba en su condición de hombre al “que siempre le duele algo”. Luis
Ingresó en la cocina y, sin emitir palabra, lo golpeó en la cabeza innumerables
veces. Manifestó no recordar absolutamente nada de la parte trágica del episodio.
Sí dijo recordar haberlo visto ensangrentado en el piso de la cocina y que se
asustó. Intentó ocultar el hecho, cargando el cuerpo de la víctima para
abandonarlo en la banquina de una ruta cercana a su domicilio. Despuès de
haberlo abandonado, desesperado, pensó que aún podía estar vivo y llamó a la
Policía local para denunciar en forma anónima haber visto un cuerpo al costado
del camino. Aportó con precisión los datos sobre el lugar exacto en que estaba y
solicitó ayuda para que lo atiendan.
Durante la evaluación pericial detalló alguna información acerca de las
circunstancias previas al homicidio, que no habían sido comunicadas a su letrado
y cuya develación podría beneficiarlo en su condena. Durante ella, se le informa
sobre ese posible beneficio para su causa judicial, pero a pesar de ello resuelve
no revelarla.
En la entrevista psicológica, había informado a los peritos un hecho puntual de
profunda significación para el sujeto, que pudo actuar como disparador de la
violencia ejercida; después, pidió silencio y fue preservada su información,
amparado en el Secreto Profesional. Con ese secreto pretendía preservar a su
familia y recuperaba su función de pater. Su tiempo psicológico para develar esa
información era otro, el subjetivo; si lo hubiese denunciado antes de su propio
timing, algo de lo que logró (recuperar su lugar, no importándole el costo) no
hubiese tenido sentido en función de su subjetividad.
Aquella información que había guardado durante varios años –los que duró el
proceso hasta llegar al Juicio Oral–, la develó en esa instancia
En el presente caso, el dispositivo psicodiagnóstico forense cobró sentido para
Luis, ya que lo acompañó, le permitió ponerse a pensar para así lograr reelaborar
su historia, todo lo cual posibilitó al sujeto, sujetarse nuevamente en ese acto, el
acto del homicidio y recuperar su papel como protector de su familia.
Anteriormente al momento en que el Sujeto de la pericia pudiera revelar su
secreto, no estaba en condiciones psicológicas de tolerar esa exposición, pues
para su psiquismo nada de lo sucedido habría tenido sentido. Gracias a este
proceso de elaboración, Luis pudo preservar tanto a su familia como a sí mismo
del derrumbe psíquico.
Por lo antedicho consideramos que desde el ámbito de la Justicia, debemos
dirigir nuestro trabajo para evitar revictimizar a los sujetos evaluados.
Resulta pertinente resaltar aquí que la prevención de la salud mental es una
parte fundamental de la función del psicólogo. Desde este eje fundamental,
nuestra intervención requiere una toma de posición que se reflejará en el acto de
prevención mediante la toma de recaudos necesarios para no revictimizar a los
peritados, porque la pericia psicológica no pasa por la vida de un sujeto sin dejar
secuelas. Se trata de algo central para nuestra práctica esforzarnos para que
nuestra intervención resulte lo menos traumática posible, y comprender la
situación más allá de lo que se ventila en el expediente. No está de más recordar,
con insistencia, que el papel específico de perito no deja de lado las incumbencias
fijadas para nuestro título profesional de psicólogos. Es más, dichas incumbencias
señalan nuestra función de promotores de salud mental.
En consecuencia, lo que pretendemos es dirigir nuestras intervenciones a que
estén al servicio de promover la salud y la función pericial esté enmarcada en ella.
O, al menos, que ese eje sea tenido en cuenta como protección ante la posible
victimización en la instancia institucional.
En el transcurso de la pericia psicológica se abren una serie de cuestiones
problemáticos para el sujeto evaluado. Se postula que el proceso pericial siempre
requiere de un cierre y éste debe darse en el encuentro con el otro. Pero no se
trata sólo de un cierre solamente para que el perito pueda presentar el informe. El
sujeto evaluado es un ser que da cuenta de alguna subjetividad sufriente, y es
propio de la función del psicólogo ofrecerle un espacio para la palabra allí donde
antes solo hubo un acto violento. Con frecuencia, antes de concluir el proceso, los
peritados preguntan por el resultado de la pericia; a otros, en especial en el Fuero
Penal, sólo les importan nuestra evaluación en función de la causa (es probable
que estos sean los que más sufren la dualidad de ser victimarios y víctimas a la
vez) y cuyo psiquismo se muestra como si estuviera amparado por los embates
del medio (con mecanismos de defensa rígidamente estereotipados, tal vez a
fuerza de estigmas propios del maltrato previo).
El hecho de participar en muchas intervenciones en esta área también tiene un
costo emocional para los peritos. Debo admitir que algunas causas me han
marcado. De ahí mi necesidad de escribir, como forma de dejar testimonio de
aquello que me ha marcado.
Me he propuesto transmitir una visión de mi experiencia como perito y
ejemplificar con algunos casos donde se expresa la violencia.
En nuestra sociedad, la violencia siempre está presente, por acción o por
omisión, con o sin direccionalidad evidenciable, violentando, violando, forzando,
aplicando sobre las personas los medios necesarios para vencer su resistencia y
producir un daño. En esta caracterización están presentes tanto la noción como la
fuerza de la acción, el acotamiento del deseo del otro y el forzamiento al punto del
sometimiento. Los sujetos están sometidos al acotamiento del deseo, al mismo
tiempo que forzados al sometimiento de la fuerza de la acción de los otros, de la
sociedad en su conjunto. Estamos atravesados por el discurso dominante y sus
efectos conforman la subjetividad. Se trata de patologías del desvalimiento con los
desenlaces anímicos que encuentran un fragmento sustantivo de sus razones en
el apremio de la vida, en la exclusión y la marginalidad.
Este proceso donde convergen lo social, lo político y económico, donde los
vínculos inter e intrasubjetivos están severamente afectados, debilitados,
conforma el escenario donde se favorecen situaciones de producción de violencia
y victimización, de acuerdo a la caracterización spencereana de la supervivencia
del más fuerte, o del más “apto”. Se trata de una sociedad donde, como decía de
Hobbes, “el hombre es lobo del hombre”. A partir de estos ingredientes, los sujetos
debilitados están expuestos a la condición de víctimas o de victimarios. Esa es la
primera etapa del pasaje a la violencia en acto. Y es en esta escena donde la
salud mental se pone en juego. En este contexto, la pericia psicológica también
puede tornarse en un ejercicio de poder. El sujeto peritado, instalado en forma
adecuada, en el lugar por la Ley, puede (como en el caso relatado de la joven
abusada por su padre), ser objeto de malos tratos legales que la coloquen en un
lugar de mayor victimización. El hecho de requerir un resarcimiento económico a
su padre por las violaciones padecidas, es legal. Verbigracia, en la provincia
argentina de Mendoza hay al menos un caso similar que ha tenido sentencia
favorable, condenándose a un hombre a pagar una suma de dinero a su esposa
por el abuso sexual al que sometió a la nieta de ambos que se encontraba a su
cuidado.
Un último interrogante que seguramente se reabrirá una y otra vez: ¿es posible
realizar alguna acción que nos permitiera no exponer y no exponernos a la
violencia de implica ejercer el poder que se confiere a los peritos? Pensemos que
nos referimos a un poder de carácter transitivo de otro poder que tiene en sus
manos el futuro de la vida del evaluado.
En la pericia la posición del sujeto es pasiva, él viene a que alguien le haga
algo. Se requiere un cuidado extremado en el ejercicio de la función de peritos,
que no es idéntico al ejercicio del poder jurídico que se desplaza a la función
pericial.
Pero regresemos a la pregunta que me planteo más arriba, y que respondo en
forma afirmativa, sí, algo podemos hacer por ese sujeto inicialmente pasivo.
Hacemos algo por él, si desde un principio intentamos correrlo de ese lugar para
construir en conjunto otro lugar, activo, en el que el sujeto se sienta escuchado,
más que oído, y que a la vez se escuche a sí mismo.
Uno de los deberes del perito oficial consiste en el cumplimiento de las
normativas vigentes en la institución a la que pertenece, pero fiel a las
incumbencias de la profesión que ejerce que, como dijimos más arriba, en el caso
del psicólogo están ligadas a la promoción de la salud mental durante un peritaje.
Como respuesta a la pregunta inicial, concluimos:
-No puede haber consultorio donde no hay consulta o se instale la pregunta
del sujeto.
-No puede haber despacho donde lo único que puede despacharse es un
oficio.
-Sí hay un espacio para la palabra allí donde sólo hubo acto, sí existe la
posibilidad de que un sujeto historice, es decir, resignifique su propia
historia, la subjetive, se subjetive a sí mismo y se posicione como sujeto
deseante.

Bibliografía:
García, Bibiana: Tiempos violentos. Trabajo inédito, 2004.
Gardiner, Graciela: Construir Puentes en Psicología Jurídica, JVE Ediciones, B.
Aires, 2003.
Silva, Irma Lidia: Conclusiones de las II Jornadas Nacionales de salud Mental.
Salta, octubre de 2004.

RESUMEN
En el campo del desarrollo de la especialidad en Psicología Forense, se abren
interrogantes en forma constante.
¿Qué sucede en un sujeto cuando es evaluado para un peritaje? ¿Qué
consecuencias padece en su subjetividad al atravesar por esta instancia de la
justicia? ¿Cuáles serían esas consecuencias?
Cada vez que alguien concurre al encuentro con la providencia dictada para
que se realice una pericia psicológica y dice “vengo a que me hagan la pericia”, se
reabre la pregunta y reaparece una respuesta: viene a que le hagan algo, a que
otro le haga algo.
Se evaluará a un sujeto colocado en una posición pasiva sobre el que se va a
efectuar alguna intervención. El primer objetivo consiste en intentar que el sujeto
peritado se implique en forma activa en el dispositivo psicodiagnóstico forense que
va a iniciarse.
El peritado que consulta, ¿viene o es traído y despachado? Este encuentro con
un profesional de la Psicología, que hurga en su historia, que lo lleva a evocar
forzadamente algunos episodios de ella, ¿cómo repercute en su psiquismo?
Un objetivo posible sería que ese encuentro le permita resignificar los hechos
de su historia para poder seguir pensando, subjetivar el acto que lo trajo a este
proceso y que logre posicionarse como sujeto deseante.

También podría gustarte