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Signos viejos y nuevos

Colección dirigida por


Gonzalo Pontón Gijón Estudios de historia literaria

Alberto Blecua

Edición y apéndice bibliográfico


al cuidado de Xavier Tubau

crítica
SIGNOS VIEJOS Y NUEVOS Fl n maor pio rd ly

parte de las obras virgilianas. Pero no en línea directa y pura. Gra-


cias a los injertos medievales y modernos, la semilla virgiliana dio
v
frutos nuevos, más ásperos quizá —como el pastor sayagués—,
pero no más imperfectos ni peores. Un clásico vive gracias a sus
continuas metamorfosis. ¿SIGNOS VIEJOS O SIGNOS NUEVOS?
(«FINO AMOR» Y «RELIGIO AMORIS»
EN GREGORIO SILVESTRE)*

1. INTRODUCCIÓN

Pasó «solía» dice un viejo mote castellano, versión medieval amoro-


sa del universal panta rei heracliteo. No quiero entrar en graves dis- Todo
cusiones metafísicas sobre la naturaleza del ser, pero por lo que res- qluye
pecta ala obra literaria parece claro que su naturaleza propia es el
cambio. Ninguna creación literaria es idéntica a otra y, sin embar-
go, tampoco es absolutamente distinta de todas. El poeta —en el
sentido aL ar istotélico— podrá intentar huir, en el E O

pia historia. Siempre existirá la 1 posibilidad de que Ta ernto


algún día pueda escribir unas ] páginas descubr iendo sus raíces his-
tórico-literarias.
Cuando se pr oducen los grandes cambios culturales —el paso
de la Edad Media al Renacimiento, por ejemplo—, las coordena-
das. histórico-literarias son más complejas porque : se entrecruzan
-jos y signos nuevos, en numerosas ocasiones
contradictorios. En estos casos, los estudios sobre tradición yno- £estudios
vedad suelen dar los mejores frutos porque permiten detectar al- Sab re
gunos de los numerosos factores que intervienen en el cambio li-* 7 jo 2
terario, que es lo que persigue, o debe pe egin el historiador de y novidad
la literatura.

* Laliteratura como signo, ed.J. Romera Castillo, Playor, Madrid, 1981,pp. 110-144.

174 175
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AMOv tortts no e Odro (osa que la
historia ele! + um) nú a Í h -
a tor: dq ta + TOS

E
SIGNOS VIEJOS Y NUEVOS ¿SIGNOS VIEJOS O SIGNOS NUEVOS?

En general, en este tipo de estudios suele darse una tendencia zar, Dronke y Whinnom, entre otros, puesta en tela de juicio la exis-
a las dicotomías simplistas que enfrentan lo viejo a lo nuevo, sin ma- tencia del «amor cortés», el término carece de significación unívo-
tizar y sin considerar que cuando un signo se mantiene a travésde ca y habrá que concluir que el «amor cortés» no es otra cosa que la
los siglos, difícilmente puede conservar en cada momento históri- historia del término en la historiografía. 4
co un mismo significado. En las páginas siguientes me ocuparé, des- Sinem bargo, cuando Silvestre escribe:
de esta perspectiva, de ciertos aspectos de la lírica amorosa del si-
glo xvi, centrados en la figura singular de Gregorio Silvestre. Bondad y razón en medio
Nacido en Lisboa, criado en Zafra y enamorado en Granada, es en el fino amorse pone
Gregorio Silvestre uno de los poetas más notables de ese periodo (fol. 49r)*
todavía no bien conocido que se extiende entre 1540 y 1570.' £ Nac Ol tone ph ca pino amor e la predica prren 9! ?
su Obra poética, relativamente extensa y muy difundida en su tiem- no nos queda más remedio que intentar definir el concepto de fino
po, se entrecruzan todas las corrientes poéticas, viejas y nuevas, amor en su poesía y determinar si para él, como para sus contem-
que pugnan por mantenerse e implantarse en aquellos años capi- poráneos, significa lo mismo que la f2n* amors para Marcabrú, Ven-
tales para la introducción del Renacimiento en lengua vulgar. En tadorn y el resto de los trovadores provenzales.
todos los géneros que tocó —el poema narrativo alegórico, la fábu- «La fin? amors —escribe Lazar— est un fait complexe, soumis
la mitológica, la sátira, la poesía religiosa— se puede observar el par ses chantres á une rhétorique souvent alambients; elle est une
fenómeno característico de los grandes cambios culturales en que EAaSudna: de la LPARpOnE amoureuse, etce n'est BE en la réduissant
conviven, de manera aparentemente extraña, tradición y novedad.*
Pero quizá sea en su poesía amorosa donde el análisis puede re- les contours ettle contenu» 5 Con estas palabras se está entremendo
sultar más fructífero. Lazar a toda la tradición crítica anterior —Appel, Jeanroy, Lewis,
En 1955 publicó Otis H. Green un espléndido libro sobre el Denomy—, que intentaba esquematizar y reducir a una única fór-
amor cortés en Quevedo,* en el que los postulados sobre el con- mula el concepto del amor en la Edad Media. Si para estos críticos
cepto amor cortés estaban basados en los estudios de Appel, Jean- el amor cortés es una sublimación del amor carnal, el amor del de-
roy, Lewis y Denomy, principalmente. Hoy, tras los trabajos de La- seo y no de la posesión física, como lo define Green a la zaga de

4. Para un estado de la cuestión debe consultarse la magna obra de Martín


1. Sobre Gregorio Silvestre debe consultarse el clásico estudio que le dedicó de Riquer, Los trovadores. Historia literaria y textos, Planeta, Barcelona, 1975, l,
Antonio Marín Ocete (Gregorio Silvestre. Estudio crítico, Publicaciones de la Facultad PP. 77-102, principalmente, y Francisco Rico, Vida u obra de Petrarca, Antenore,
de Letras, Granada, 1939) y la antología del mismo autor (Gregorio Silvestre, Padua, 1974, pp. 263 y ss. En fecha reciente, Roger Boase, The Origin and Mea-
Poesías, ed. Antonio Marín Ocete, Publicaciones de la Facultad de Letras, Grana- ning of Courtly Love, Manchester University Press, Manchester, 1977, ha llevado a
da, 1939). cabo un análisis exhaustivo y claro de las distintas teorías de la historiografía des-
2. Véase Alberto Blecua, «Gregorio Silvestre y la poesía italiana», en Doce con- de 1500 hasta 1975.
sideraciones sobre las relaciones hispano-italianas en tiempos de Alfonso y Juan de Valdés (Bo- 5» Las citas se hacen a través de Gregorio Silvestre, Las obras, Fernando Agui-
lonia, abril de 1976), coord. Francisco Ramos Ortega, Publicaciones del Instituto Es- lar, Granada, 1582. Solo indico el folio donde se encuentra el pasaje en cuestión.
pañol de Lengua y Literatura de Roma, Roma, 1979, pp- 155-173. Cuando aludo a la edición de Lisboa, me refiero a la segunda edición de Las obras
3. El amor cortés en Quevedo, Librería General, Zaragoza, 1955. Al tema del que apareció en Lisboa en 1592 con bastantes expurgos inquisitoriales.
amor dedica casi todo el volumen Ide España y la tradición occidental, Gredos, Mi- 6. Moshé Lazar, Amour courtois et «fin? amors» dans la liltérature du xif siécle, Klin-
drid, 1969. cksieck, París, 1964, p. 54-

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SIGNOS VIEJOS Y NUEVOS ¿SIGNOS VIEJOS O SIGNOS NUEVOS?

Denomy,” para Lazar «la fin* amors n'est pas un amour platonique, glo xv; y las nuevas ideas renacentistas, en las que también se dan
ni un adultére spirituel: elle a pour objet á la fois le coeur et le tendencias muy variadas, como ha demostrado Tonelli. a
corps de la femme mariée».* Lo que, según Lazar, ha engañado a la “De algunos aspectos de estas corrientes y su presencia en la
crítica es precisamente la convivencia de las distintas concepciones obra de Silvestre me ocuparé más adelante. Ahora me detendré en
del amor en un mismo poeta e incluso en un mismo poema: «Or il el problema del concepto fino amor.
nous arrivera de trouver dans un seul et méme poéme de quoi
ébaucher trois et méme quatre théories différentes: a) le poéte af
firme qu'il est prét á se contenter d'un regard de sa dame; b) qu'il 2. «FINO AMOR»
préfere la souffrance d'amour á la satisfaction du désir; c) plus
P'attente est longue, plus la récompense sera grande; d) la récom- Afortunadamente, en una ocasión, Gregorio Silvestre expuso siste-
pense attendue, c'est voir la dame aller au lit, caresser son corps nu, máticamente qué significaba para él —y es de suponer que para sus
étre couché pres d'elle, obtenir d'elle le surplus, etc.».? contemporáneos—'' el término fino amor. Si los cortesanos medie-
La tesis de Lazar es, sin duda, válida, pero tiene como contra- vales eran sumamente aficionados a filosofar en verso sobre sutiles
partida el defecto de atomizar excesivamente la concepción amo- cuestiones escolásticas, los cortesanos renacentistas preferían dedi-
rosa medieval y, por tanto, nos impide utilizar con precisión la car su musa a la discusión de delicadas «cuestiones de amor». En al-
palabra fin' amors, tan arraigada en la crítica. Porque, efectivamen- guna reunión de damas y galanes granadinos se lanzó «a los ama-
te, parece tener razón Lazar
al afirmar que la fin” amors tiene como dores» la siguiente pregunta:
finalidad la unión sexual, pero en ese caso No podemos inc
incluir en
en
su definición los grados amorosos 23 y b), esto es, que« el poeta
p se Pregunto a los amadores,
contenta con la mirada de su dama y que prefiere eel sufrimientodde quedando libre la dama y su fama,
¡amorala satisfacción del deseo. Así la fin” amors es a la vez espiritual ¿qué remedio hay en amores
yly carnal; es, de hecho, una conjunción de todas las teorías AMOTOSAS para aplacar los dolores
“ee En realidad, como veremos a continuación, en la obra al que ama?
de Silvestre se observan las mismas contradicciones y la confluen-
cia de tendencias opuestas que aparecen en la lírica amorosa pro- Y Silvestre que, como hombre de su siglo, se contaba entre los ama-
venzal, a las que se vienen a unir el petrarquismo (que añade moti- dores, respondió con esta glosa:
ás espiritual de la fin' amors); las
vos nuevos a la faceta más l: mutaciones
10. Luigi Tonelli, L'Amore nella poesia e nel pensiero del Rinascimento, Sansoni, Flo-
que ha experimentado la teoría entre los poetas castellanos. del si-
rencia, 1933. Tonelli estudia las distintas concepciones del amor que con mayor
frecuencia aparecen en los diferentes géneros literarios. En cuanto a los teóricos
>
7- «Será preciso definir el amor cortés como un amor del deseo consciente: en materia amorosa distingue hasta cuatro grupos: a) epicúreos, aristotélicos y rea-
mente cultivado y siempre reprimido que rehúsa su propia satisfacción y hace cul: listas; b) platónicos y neoplatónicos; c) platónico-petrarquistas; y d) moralistas y
to del sufrimiento» (El amor cortés en Quevedo, p. 16). religiosos. Además de los citados estudios de Green, una útil visión de conjunto de
8. Amour couriois et «fin amors» dans la littérature du X1f siécle, p. 61. «Añadamos las distintas corrientes amorosas en la lírica española del siglo xvI puede verse en
que si tal aspiración no existiera, de modo patente o en estado latente, no tendría María del Pilar Aparici, «Teorías amorosas en la lírica castellana del siglo xvt», Bo-
ningún sentido el género llamado alba, que supone ya consumada la unión entre letín de la Biblioteca Menéndez y Pelayo, XLIV (1968), pp. 121-167.
los amantes» (Martín de Riquer, Los trovadores, I, p. 92). 1. Debo de confesar, sin embargo, que no he documentado el sintagma fino
9. Amour courtois et «fin"amors» dans la littérature du X11" siécle, pp. 52-53. amor entre los poetas españoles de su tiempo.

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he, a
y Ia: l, Ye2 erpirmibual «a carmal
SIGNOS VIEJOS Y NUEVOS ¿SIGNOS VIEJOS O SIGNOS NU EVOS?

En el perfecto amador Remedio son los amores,


quiere amor que satisfaga remedio es el afición,
un dolor a otro dolor y a falta de otros favores,
y la pena del amor 40 los mismos dolores
con el mismo amor se paga. son para aplacar los dolores.
Gi
Y habiéndose de estender
a mayor premio el que ama, El más venturoso estado
está claro de entender en el reino de el amor
que se ha de presuponer es amar y ser amado,
10 quedando libre la dama. A5 aunque nunca el amador
llegase al fin deseado.
Y en el que fuera de este intento Preferirlo en su servicio,
algún favor pretendiese admitirlo en el querer
no más de por su contento, de su dama
no es amor sino interese po es el mayor beneficio
15 y, en parte, aborrescimiento; que el amor puede hacer
que el amador excelente al que ama.
ha de amar con fe subida (fol. 48r)
en la que ama
no la imagen solamente, El poema de Silvestre tiene especial interés porque nos sirve para
20 ¿Sino su honra y su vida explicar con relativa claridad qué significaba para él la fin” amors
y su fama. y también para justificar las tesis, aparentemente an titéticas, de De-
nomy y de Lazar.
Bondad y razón en medio
En los versos 45-46 expone Silvestre:
en el fino amor se pone,
y es simpleza buscar medio,
aunque nunca el amador
porque falta presupone
llegase al fin deseado.
el que supone remedio.
Si el dulzor de los dulzores
consiste en el bien amar,
El «fin deseado» no puede considerarse en modo alguno única-
entre buenos amadores espiritual. Podría ser la vista continua de la amada, pero en
30 ignorancia es preguntar el y. 34 se explica claramente que no es ésa la finalidad, sino un su-
qué remedio hay en amores. cedáneo con el que se contenta el perfecto amador. Tampoco es la
simple correspondencia amorosa de la dama, como se deduce cla-
Remedio de la querella ramente de los versos 41-46.El «fin deseado» no es otro quelapo-
es quien causa vuestros daños sesión física de la amada. Hay en la obra de Gregorio Silvestre de-
y un solo punto de vella masiadas referencias explícitas para dudar de ello:
paga más de cien mil años
que podéis morir por ella. El FI deseado no er Olro
le Posestos Fisica UL lo amodk .
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SIGNOS VIEJOS Y NUEVOS ¿SIGNOS VIEJOS O SIGNOS NUEVOS?
, ,
En esto estoy con vos y no Os poseo... Y es yerro contra Natura fonfradicaio. gave
.. y tráctame el amor con tal siniestro, aquesta voluntad mía clesco del Armani.
que, por la causa que de vos me veo desear tal hermosura: be dsd
más cerca, estoy más lejos de gozaros. en ley humana es locura, o la ,
(fol. 299r) en ley de amor, herejía. : dl Peon
Con esto no sé querer honestidad 06 la
Y donde con mayor claridad, sin ningún velo eufemístico, mani- ni esperar en lo que espero,
fiesta el poeta el deseo sexual es en los dos sonetos dedicados al mas antes con entender
que no ha de ser lo que quiero,
beso —soñado— que recibe de su «ninfa». El primero se cierra con
quiero lo que no ha de ser.
los siguientes tercetos:
(fol. 47v)

Y un alma de dos cuerpos moradora, O en los siguientes pasajes:


y dos cuerpos en uno más trabados
Por milagro se sostiene
que jamás hiedra estuvo en olmo alguno.
el dolor que en mí se emplea
Suspende este milagro, Amor, ahora,
y el remedio que conviene
que no estemos jamás menos ligados
es impossible que sea
que Sálmacis y Troco hechos uno.
si por milagro no viene.
(fol. 303v)
(fol. 5or)

En el segundo soneto el deseo de posesión real de la amada está ex- No se limita el querer
puesto abiertamente: sino tírole la rienda
para que no se me extienda
Decid, señora mía, ¿qué hiciera, a lo que no puede ser.
en cuánto más tuviera este contento
Y si por milagro ya
sien hecho de verdad os poseyera? a lo imposible llegare,
mientras menos lo esperare,
(fol. 3041)
mejor lo merescerá.
«La posrsos tolal del objeto: Llanto es puri bres) corno Fisco. (fol. 8v)
Sobre estos dos sonetos volveremos más adelante. Ahora nos inte-
el alma tengo transformada en ella,
resa tan solo dejar bien sentado que el deseo alimentado por la es-
deshecho el corazón de desealla
peranza no es otro queeel de la posesión total del objeto, el goce
(fol. g06r)
espiritual sí , pero también el físico. Con este sentido deben ser en-
tendidas numerosas alusiones veladas y generalizadas que recorren Queda bien claro, por tanto, que el «fin deseado» es la unión física
toda la obra del poeta. Por ejemplo, no cabe duda de que el pie con la amada. Y eso es lo que pretenden los protagonistas de las fá-
Quiero lo que no ha de ser, que se remonta al siglo xv, está expresan- bulas: Apolo, Píramo y Tisbe y Eco en la de Narciso.
do la contradicción entre el deseo del amante y la honestidad de la
- dama. Silvestre lo £ glosó ampliamente, y en una de las estrofas de que todo su desvelarse,
la glosa dice: su gemir y lamentarse

Combratlieción esposa €l desco el amante


182 4 183
Migas y Á
Y
' For Ge heara, L Ars de de A! to
quitra = (Ontocder ego: f
b> pere rt
dl tramorado

SIGNOS VIEJOS Y NUEVOS


¿SIGNOS VIEJOS O SIGNOS NUEVOS?
y su pensamiento era
Pero una cosa es lo que pretende el amante y otra lo que puede
en buscar forma y manera
conceder la dama. Como hemos visto en la Prregunta, la fama y la
cómo pudiesen gozarse
(Fábula de Péramo y Tisbe, fol. 148v) honra d de la dama deben ser apreciadas por encima del propio de-
seo. El amante, servidor y vasallo, debe seguir en todo la voluntad
Y en este mismo poema se puede permitir Silvestre un curioso jue- del la amada? y velar por su honra más que por su vida. Si el amante
go conceptista, de dudoso gusto: tiene unos deberes y normas impuestos por la teoría amorosa cor
tesana, como son los de servir y porfiar y no perder nunca la espe-
Lon la m Ve Y4 E 5
No puedo tener querella ranza, la dama, a su vez, tiene que seguir otros preceptos que son
> pe “PY dela Muerte por llevalla, opuestos a los exigidos al amante. Como su honra está por encima
st puede
7 porque enamorado della, de cualquier otra obligación o deseo, no , puede conceder alegri e-
¿cómo pudiera gozalla
mente ninguno de los galardones que —contr a su propia razón y la
sin abrazarse con ella?
ley de amor— pretende su enamorado. En esta oposición de normas
(fol. 153v)
y! leyes aamorosas distintas entre ambos : sexos está la clave de la on-
Hasta aquí, n inguna diferencia. aparente existe entre el amor de los
Visita de Amor pon Se estos casos con adicionós. Vea-
trovadores del siglo xr y el que expone$ Silvestre: el «fin deseado»
mos, por ejemplo, el del joven que va a contraer matrimonio con
es>s la posesiónfísica de la amada. No se trata, claro está, de un amor
sensual o ferino; pero tampoco es, por su finalidad, un amor espi- una doncella y ella le ha prometido el «surplus», la consecución del
ritual o platónico. Silvestre, como los trovadores provenzales, sus «fin deseado». Se lamenta el amante:
discípulos y bastantes filógrafos del Renacimiento —entre los que
La merced hecha y firmada,
hay que contar el ei aristotélico e de Damasio
concedida y otorgada
debajo de juramento,
Visita de dor extenso poemaa alegórico las y renace resérvanme el cumplimiento
a un tiempo y una especie de entremés de visitadores amorosd, son Í para después de casado.
despreciados por Venus y Cupido todos aquellos amantes que se de- (fol. 170r)
jan arrastrar por el apetito sensual:
Es un caso amoroso que debió ser frecuente en la sociedad espa-
Un amador mazorral, hola de la época y que se halla también en El C ortesano, donde se re-
rastrero de poco vuelo,
se entró quejando muy mal, cer todas las dem: ostraciones de amor a quien amare, salvo aa
porque no halló señuelo que podrían dar. esperanza de cosas deshonestas».'* Silvestre no da
su apetito sensúal.
una solución al problema:
(fol. 167r)

12. Véase Eugenio Asensio, «Damasio de Frías y su Dórida, diálogo de amor.


13. Los cuatro libros del Cortesano, trad. de Juan Boscán, estudio preliminar de
El italianismo en Valladolid», Nueva Revista de Filología H. ispánica, XXIV (1975),
Marcelino Menéndez y Pelayo, Consejo Superior de Investigaciones Cientificas,
Pp. 219-234.
Madrid, 1942, p. 290.

194
185
e
Ae T ro verdoy ves re Va mal y mm
, o pos 8 su” HiNea
ele lo y bmeca
SIGNOS VIEJOS Y NUEVOS ¿SIGNOS VIEJOS O SIGNOS NUEVOS?

Quedó Amor todo confuso noches, durante seis meses, yacía desnuda junto a su amado y no
y un breve término puso consintió en perder la virginidad. '”
en que ella alegue y declare, Ahora bien, ee identificarse el «fin deseado» con erel En
y con lo que declarare
quede el pleito por concluso. -camos a lo que un poeta del eS XVI entendía por fino amor. Tal
como nos lo expone Silvestre en la contestación a la pregunta, el per-
Insoluble queda también el caso similar al que vertebra la acción de fecto amador es un fiel trasunto del perfecto cortesano pintado por
la Cárcel de Amor, el de la doncella que si no remedia al amante, éste Lorenzo de Médicis: «Con todas estas cosas [gracia, honestidad, etc.]
se perderá, y si lo hace, su fama quedará en entredicho: será ella amada y temida en mucho, y honralla han sus servidores
en presenciay mucho más en ausencia, y desto nacerá que el que se
«¿Qué consejo será cuerdo? viere ser amado de una dama de tan gran precio, fácilmente sufrirá
Si le remedio, me pierdo, sus trabajos; y aunque muchas veces, de muy apretado de sus fati-
y él si no le doy ayuda.» gas, venga a romper y casi a desesperarse, todavía volverá sobre sí y
Quedaron los dos en duda hallará que tiene razón de contentarse, o a lo menos de sufrirse
y dejáronlo al acuerdo. con cualquiera señal de amor que en ella vea, por pequeña que le
(fol. 1745) parezca y preciará más una blandura o un buen mirar desta que ser
totalmente señor de otra».'”
Dentro de la tradición medieval se halla también el caso de la mon- Recrearse en el propio dolor es, pues, una de las leyes del fino
ja a quien Venus permite amor, porque Mecrearse e el
pp dolor -
que del vergel del Amor En el perfeto amador
se le dé la hoja y flor, quiere amor que satisfaga
mas que no llegue a la fruta. un dolor a otro dolor,
(fol. 176v) y la pena del amor
con el mismo amor se paga
(vv. 1-5)
Que parece estar de acuerdo con lo que expone Andreas Capella-
nus: «Et purus quidem amor est, qui omnimoda dilectionis affec-
Así se comprende la función importante que cumple la «cuita amo-
tione duorum amantium coniungit. Hic autem in mentis contem-
rosa» y los constantes juegos de conceptos que ella origina. La cla-
platione cordisque consistit affectu; procedit autem usque ad oris ve de toda la doctrina del fino amor se encuentra en los versos si-
osculum lacertique amplexum et verecundum amantis nudae con-
guientes:
tactum, extremo praetermisso solatio; nam illud pure amare vo-
lentibus exercere non licet».'* Y recordemos que en El Cortesano Bondad y razón en medio
se pone como curioso ejemplo de castidad una dama que todas las en el fino amor se pone,

14. De amore libri tres, ed. Amadeu Pages, Sociedad Castellonense de Cultura, 15. Los cuatro libros del Cortesano, p. 2772.
Castellón de la Plana, 1930. 16. Los cuatro libros del Cortesano, p. 291.

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y es simpleza buscar medio, %9- EL AMOR POR EL AMOR


porque falta presupone
el que supone remedio. Elfino amorsolo admite como remedios no interesados el | poder ver
Si el dulzor de los dulzores aunque sea «solo un punto» a la amada, y el saber que ésta | COrres-
consiste en el bien amar ponde a su amor yi admite al amante en; su ser vicio, prefiriéndolo
entre buenos amadores
a los demás.
ignorancia es preguntar
hi El contentarse con la sola vista
de la amada, que ya se halla en
qué remedio hay en amores.
Ventadorn y que difundirán los estilnovistas, es tema que tocará nu-
Orem peundoj a“
(vv. 22-31)
merosas veces Silvestre:
3
For lo Menos
Está bien claro: el amante no puede evitar el deseo —del «fin
Con mirarla me entretengo Solo la vista.
deseado»— pero no puede ni debe buscar remedio, porque, desde
y otro bien no se procura
el
el momento en que lo pretende, deja de ser perfecto amador. La
(fol. g1r)
paradoja :surge en ese punto: el amante debe padecer dolor, de lo
contrario no sería perfecto, pero solo puede padecer ese tormen- un solo remedio hallo:
to si desea o lucha contra el deseo, por lo tanto, el deseo del fin últi- que es mirar tu gallardía
mo es inherente al fino amor. Se trata así de una paradoja irresolu- (fol. 86y)
ble, que solo podría desaparecer si la dama se dignara favorecer al
amante con el fin deseado, pero sería un don gratuito por parte de no hay más contento que veros,
ella, ya que él no puede merecerlo por sus obras: «porque pensar me- y) más dulzor que contemplaros
recerlo/ es locura y frenesía» (fol. 87r). Ahora bien, si la dama con- Dra) MA (fol. 5 1v)
cede el «fin deseado» al amante pierde una de sus virtudes más im- 0) dola»
portantes: la honestidad Al Amor se está quejando
y, con ella, la fama. De nuevo la paradoja:
porque negó al corazón
la dama no puede satisfacer plenamente los deseos involuntarios
el gozo de estar mirando
del perfecto amador, y como éste debe obedecer la voluntad de
aquella gran perfección
ella, como siervo suyo que es, el fino amorse convierte, por lo tanto,
que ahora está deseando.
en la doctrina del amor insatisfecho, del involuntario deseo infini-
to. En resumen: el fino amor en la doctrina de Silvestre se corres- Luego se concluye y calla,
ponde en parte a la fin* amors en la definición del P. Denomy: «La porque justamente halla
Jin” amors es el amor del deseo y no de la posesión física»;'? habría que en penar y ser perdido
que añadir que el deseo de la posesión física existe, pero si se lleva- no le paga el que la vido
ra a cabo, desaparecería la fin” amors como tal. solo un punto de miralla
(Fábula de Píramo y Tisbe, fol. 1398r)

En este punto confluyen tradición de la fin? amors y neoplatonismo,


17. Alexander J. Denomy, «Fin' Amors: the Pure Love of the Troubadours, its
como se puede observar por el siguiente pasaje de Ficino: «Lucem
Amorality and Possible Source», Medieval Studies, VIL (1945), p. 175. illam corporis, non aures, non olfac tus, non gustus, sed “oculus per-

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SIGNOS VIEJOS Y NUEVOS ¿SIGNOS VIEJOS O SIGNOS NUEVOS?

cipit. Si oculus solus agnoscit, solus fruitur. Cum vero amor nihil Pero todavía en este poema Silvestre admite que el mejor remedio
aliud sit nisi fruendae pulchritudinis desiderium, haec autem solis que puede hallar el amante es saber que es correspondido («El
oculis comprehendatur; solo aspectu amator corporis est conten- más venturoso estado/ en el reino del amor/ es amar y ser ama-
tus. Tangendi vero cupido non amoris pars est, nec amantis affectus,
do», vv. 44-45).
sed petulantiae species et servilis hominis perturbatio».'* Un primer paso hacia el amor desinteresado, todavía dentro de la
La coincidencia de ambas corrientes es, sin embargo, tan- concepción del fino amor, es el que se expone en los versos siguientes:
gencial. Ficino está exponiendo la teoría platónica sobre la pulchri-
tudo («Quid quaerunt amantes? Pulchritudinem quaerunt»). Para que no hay mayor perfección
la fin” amors la vista es solo un remedio, poderoso, desde luego, pero que morir y padescer
por causas distintas, que Silvestre expone en la Fábula de Apolo: sin esperar galardón.
(fol. 36r)

Con mirar cresce el amor


El segundo paso es aquel en el que el poeta no solo no aguarda ningún
y aplácase con mirar
galardón, sino que ni siquiera espera que la dama le corresponda:
la furia de su dolor,
como se suele aplacar No miro a que yo sea amado
un ardor con otro ardor. (fol. 25r)
(fol. 1271)
En fin, el tercer paso, que coincide con la doctrina neoplatónica,
Para Ficino la contemplación del objeto amado es lo máximo que pero que como hemos dicho está latente en toda la concepción del
puede : admitir en el amor; para la tradición cortés, es lo mínimo fino amor, es la del puro amor: fi Puro Amor, (incio.
' /
que puede: admitir el amor mixto, aunque el amante no deba exi- . ron le duna heoslatóniz
glr más. Ahora que amor me inflama >” ” de e di
sosténme en aqueste estado,
Supuesta siempre la posibilidad de contemplación de la amada
que en esta dichosa llama,
—Silvestre nunca superó esta fase, pues la ausencia siempre es cau-
si no soy el más amado,
sa de la «cuita amorosa»—, el «fino» amor del poeta puede elevarse basta ser el que más ama.
hasta límites poco frecuentes en la lírica medieval: la doctrina del (fol. 611)
amor por el amor. Esta concepción estaba latente en el «fino amor»,
desde el momento en que el poeta se entregaba en cuerpo y alma El contexto en que aparecen estos versos es, desde luego, medieval, qq hs
al servicio de la amada y no podía pedir remedio deshonesto a su pero el concepto que se expresa en ellos pertenece ya a una vi- y taa
pasión. En la pregunta el propio poeta la ha expuesto claramente: sión nueva del amor, muy cercana al platonismo y, sobre todo, Mt sio e
mamente ligada a las doctrinas místicas del siglo XVI, que Silvestre del amor.
Si el dulzor de los dulzores conoce muy bien, y que, por supuesto, arrancan a su vez de una tra
tra- [ez tama u)
consiste en el bien amar. dición neoplatónica medieval.'* platonismo
(vv. 27-28)
19. Una excelente visión de conjunto sobre el tema puede verse en Luce Ló-
18. Tn Convivium, MU, 9 (Platonis opera translatione Marsilii Ficini, Lyon, 1548, pez Baralt, «Anonimia y posible filiación espiritual islámica del soneto No me mueve,
p. 262b). mi Dios, para quererte», Nueva Revista de Filología Hispánica, XXIV (1975), pp. 243-266.

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