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Menoccio
Los libros queman

Tragicomedia en un acto
XIII Escenas
Basada en el libro El queso y los gusanos. El
cosmos según un molinero del siglo XVI de Carlo
Ginzburg
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Personajes

JUGLAR Joven de 20-30 años vestido a la usanza del siglo XVI. Lleva un laúd y
más o menos canta sus parlamentos, sin llegar a ser canción. A juicio del
director, deja de medio cantar y se dirige directamente al público.
MENOCCHIO Hombre de unos cincuenta años. Viste informalmente con pantalones de
mezclilla y, como elemento en su vestimenta del siglo XVI, lleva un
gorro blanco de molinero.
LIBRERO Diez años mayor que Menocchio. Usa lentes con cordón. Lleva una lupa
al cuello. Tiene un leve acento español. Fuma pipa.
MADRE Mujer un tanto obesa, poco más joven que Menocchio . Usa una cofia
para recogerse el pelo a manera del siglo XVI.
ZIANNUTO Hijo de Menocchio. Mocetón de unos 25 años. Porta un chaleco de la
época.
VICARIO Ayudante del Inquisidor. Tiene entre 20 y 25 años. Viste un hábito
negro.

DOMÉNICO Testigo. Tiene entre cuarenta y cuarenta y cinco años. Usa zapatos y
medias de la época. El pantalón de mezclilla va dentro de las medias.
GIOVANNI Testigo. Igual que Doménico
INQUISIDOR Hombre alto de cuarenta años. Usa el hábito de la orden de Los
Dominicos.
TABERNERO De treinta años de edad. Usa un mandil en el que lleva inscrita una marca
de cerveza.
PARROQUIANOS
POLICÍAS
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ESCENA I

(Al fondo del escenario se ve una pequeña mesa exhibiendo libros. Hay un cartel con

la leyenda “Librería La Veneciana”. La atiende LIBRERO , un hombre viejo con lentes y

además lleva una lupa que cuelga de su cuello. MENOCCHIO hojea algunos libros

mostrando interés. Son indiferentes al parlamento de JUGLAR.)

JUGLAR: Señores y señoras, niños y niñas. El señor que está en la librería ( La

señala.) lleva por nombre Doménico Scandella; pero sus cuates le llaman

simplemente Menocchio. Tiene cerca de cincuenta años, y como ya

habrán notado por mis atuendos, estamos en Venecia en pleno siglo XVI.

Menocchio es molinero de oficio y, cosa rara en nuestra época, sabe leer.

La verdad es que las librerías no abundan y los lectores son tan pocos

que, quienes escriben, hacen y venden los libros, se las ven negras para

sobrevivir. Además, casi todos los libros están en latín, idioma que el

pueblo común y corriente no habla, y solo unos pocos han sido

traducidos a la vulgata, todo gracias a un tal poeta llamado Dante, unos

siglos atrás. ¿Las cosas mejorarán o no en los próximos siglos? ¡Oh

misterios de la historia! A los curitas de esta época no les gusta que la

gente lea. ¿Por qué será? La Iglesia ha creado a la Inquisición y muchos

de los que leen libros han sido declarados herejes. Necesitamos

urgentemente una Reforma Educativa. Pero vayamos con nuestro lector y

librero que lo acompaña. (Después de dar foco a MENOCCHIO y LIBRERO,

JUGLAR hace mutis.)


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ESCENA II

MENOCCHIO : (Tomado un libro.) ¿Y este libro Florilegio de la Biblia, escrito en

vulgata, qué precio tiene?

LIBRERO: Solo doscientos pesos.

MENOCCHIO : ¿Tan caro?

LIBRERO: Vamos, Menocchio, que no estás en la Lagunilla para que yo te vea la

cara y tengas que regatear. Anímate a comprarlo. Es la traducción

italiana de una crónica medieval catalana en la que se mezclan diversas

fuentes, entre ellas, además de la Vulgata, el Chronicon de Isidoro, el

Elucidarium de Honorio de Autum y un notable número de evangelios

apócrifos…

MENOCCHIO : Párale, párale, que no te entiendo ni la mitad de lo que dices. (Pausa.

Hojea el libro y luego comienza a murmurar para sí, pero de tal manera

que el público escuche algunas palabras. Después de cada una, o frase,

hace una pequeña pausa.) Niño en el vientre de la madre… rebaños…

carpintero… tarima… perfecto… imperfecto… Cómo dios no puede

querer al mal ni menos recibirlo…

LIBRERO: No leas en voz alta, Menocchio… por aquí pasa mucha gente y me

puedes comprometer…

MENOCCHIO : No tengas miedo. Si este libro está tan bueno como parece, lo voy a

proponer en mi aldea como libro de texto gratuito…


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LIBRERO: Y en menos que se aprueba una Reforma, ya te cayó la Inquisición.

¡Anda! Págame que me espantas a los clientes. Regrésate a Montereale y

salúdame a los que queden vivos de tus muchos hijos.

(MENOCCHIO saca de su bolsillo un monedero y paga.)

MENOCCHIO : Ahí en mi pueblo ya pusimos un pequeño libro club un tanto clandestino

y puede ser de interés para alguno de los que saben medio leer, porque,

no es por presumir, pero yo soy el que mejor lee de todos. Y ya tengo

varios alumnos, aunque no pagan ni un centavo. No me importa. La cosa

es quitarles lo bruto. ¿Me entiendes?

LIBRERO : A mí lo que no deja de sorprenderme es que tú, siendo un vulgar

molinero, sepas leer.

MENOCCHIO : Afortunadamente no todos los curitas son iguales. Desde que en la aldea

de Udine un tal Gerolamo Amaseo abrió una escuela gratuita para

enseñar a leer a la gente del pueblo —incluidas mujeres y niños—

cualquiera tiene la oportunidad de quitarse lo burro. Es muy importante

apuntar muy bien los tres libros que más han influido en tu vida, porque

luego hacen cada pregunta que… eso sí… no se vale inventar.

LIBRERO : Pero qué afán de algunos padres de andar metiéndose en honduras. A

Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César…

MENOCCHIO : ¿Y qué, quitarse lo burro es cuestión de Dios?

LIBRERO: ¡Desde luego que no! ¡Benditos libros! Me dan para comer.
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MENOCCHIO : Pues claro, tú los vendes.

LIBRERO: Pero no me refiero a ese alimento, Menocchio. No me magino una

familia o un pueblo, aunque sea chico, sin libros.

MENOCCHIO : ¿Te has fijado que quienes leen más son los curas? Y claro, los nobles,

que son los que tienen para comprar los libros. Pero he leído, y tan

importante es leer, que a los señores que mandan no les conviene que las

personas lo hagan, porque se enseñan a pensar, saben otras cosas y

descubren muchas más. Es como si investigaran todo ellos mismos y no

tuvieran que creer lo que los curas o los príncipes dicen. Yo me he dado

cuenta que son muy mentirosos.

LIBRERO: Pues a mí, por mi oficio, me cae cada cosa que, bueno, si supieras… a

algunas que me encargan en secreto les doy una leída antes de

entregarlas. Y la verdad es que te enteras de cada detalle, que es mejor

quedarse callado.

MENOCCHIO : ¿Quedarse callado? ¿Entonces para qué aprende uno cosas si se las va a

tragar uno solo? ¡Nuncamente, mi querido amigo! Si con lo que uno lee

se da cuenta que se está haciendo o diciendo algo malo, hay que

corregirlo.

LIBRERO: Tienes razón. Pero se puede uno meter en problemas.

MENOCCHIO : ¡Bah! Problemas los tiene uno con la boca cerrada o abierta. Algunos

necesitan que haya alguien que les ayude y diga: lo que aquí este fulano
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de tal quiso decir es que…, aunque haya dicho exactamente lo contrario

o no tenga ni la más mínima idea de lo que dijo.

LIBRERO: Bueno, Menocchio, ya ha sido mucho bla bla bla y se va hacer tarde para

que te vayas a tu casa. Es peligroso andar por esos caminos a altas horas

de la noche. No te vaya a salir un narco, un guacho, la federal de

caminos, algún para…

MENOCCHIO : Está bien, amigo. Pronto me daré una vuelta. Si te cae algo interesante y

no muy caro, me lo guardas…

LIBRERO: Ten la seguridad…

MENOCCHIO : Nos vemos pues, amigo.

(MENOCCHIO hace mutis. Después de unos instantes, LIBRERO quita el cartel que

anuncia su librería; recoge sus libros y los pone en una caja. La mesa queda en su

lugar. También hace mutis.)

OSCURO
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ESCENA III

JUGLAR: (Solo en el escenario; dice su parlamento de la misma manera que el

anterior.) En realidad no parece que la situación social de Menocchio en

su pueblo natal de Montereale fuera de las peores. En 1581 había sido

alcalde de ese municipio y de los pueblos circundantes que eran Gaio,

Grizzo, San Leonardo y San Martino, así como administrador de la

parroquia. No sabemos si ahí, como en otras localidades, el antiguo

sistema de cargos rotativos había sido reemplazado por el sistema

electivo. Si así era, el hecho de saber leer y escribir, y en primerísimo

lugar, hacer cuentas, debió jugar en favor de Menocchio. Desde luego los

camareros, quienes eran aquellos que habían ido a la escuela pública

local, situación excepcional en el caso de un camarero analfabeto

entonces, como lo fue Menocchio, aspiraban a algún cargo. Las

campañas no estaban reglamentadas como ahora, aunque los resultados

fueran menos peores. Este tipo de autoridades se elegían entre personas

que habían ido a una escuela pública elemental, donde aprendían incluso

principios de latín. No como hoy que cualquiera se cuela a una pluri…

Veamos si Menocchio ya llegó a su casa…

OSCURO
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ESCENA IV

(Casa de MENOCCHIO . MADRE Y ZIANNUTO comen y beben en platos de madera y vasos

de cobre. Hay una botella de vino sin etiqueta al centro de la mesa, además de una

cacerola de donde se sirven. También pude advertirse una lámpara de aceite. Al fondo

del escenario destaca un huacal que, a manera de librero, contiene unos diez libros.)

MADRE : ¿Qué sabes de tus hermanos, hijo?

ZIANNUTO : Deben andar por ahí en el pueblo, mamá, no te preocupes.

MADRE : ¿Cómo no me voy a preocupar, Ziannuto?

ZIANNUTO : Mis hermanos saben dónde les aprieta el zapato. No van a hacer nada

malo.

(Entra MENOCCHIO y después de besar amorosamente a su familia, se dirige de

inmediato a la mesa. MADRE le sirve de una cacerola. Él llena su vaso de vino.

Desenvuelve el libro que ha comprado y lleva cubierto con algún lienzo.)

MENOCCHIO : (A MADRE .) ¿Y ahora qué delicia hiciste, mujer?

MADRE : (A MENOCCHIO .) Es el mismo guisado de ayer. Sobró algo, pues tus hijos

no vinieron a comer. Se fueron con sus amigotes.

ZIANNUTO: (Toma el libro que ha llevado MENOCCHIO.) ¡Órale! Florilegio de la

Biblia. ¿Cuánto te costó, papá?

MENOCCIO: Poquito. Desde cuándo que le traía ganas a este libro. Y aquí en el

pueblo nadie lo tiene, por eso no me lo han prestado. Solamente así,


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prestándonos los libros unos a otros, superamos la limitación de ser

pobres. Yo no voy a salir con la jalada de los esnobs que dicen que quien

presta un libro es un pendejo y más quién lo devuelve. Los pobres que

leemos somos pocos y hay que compartirlos. Ojalá este (toma el libro),

una vez que yo lo lea, llegue a manos de todos los que saben leer en el

pueblo.

(La familia continúa comiendo.)


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ESCENA V

(Entra JUGLAR , ve a la familia comiendo y se integra. Ninguno de los personajes lo ve.

JUGLAR se sirve comida y vino. Los mira con curiosidad. Tanto MENOCCHIO como

MADRE y ZIANNUTO , simulan que conversan, pero no se escucha sino la voz de JUGLAR ,

quien por esta vez no canta, aunque lleva su guitarra, misma que deja a un lado de la

silla.)

JUGLAR: (Al público.) Es muy cierto lo que dice Menocchio, según mi humilde

opinión, y no porque no quiera ser esnob. Me encanta serlo. En realidad,

de lo que se tiene la certeza, es que el único libro que compró Menocchio

es Florilegio de la Biblia. Algunos se los regalaron sus amigos y los

demás son prestados. Es más, vamos al librero. (JUGLAR se levanta y se

dirige al librero. Conforme dice su parlamento, mete y saca los

ejemplares del huacal. Las primeras palabras las dice aún con un

bocado en la boca. Se da cuenta que olvidó su vaso de vino y regresa

por él. Brinda con el público.) A ver, aquí está La Biblia —infaltable en

estos tiempos—, la Historia de Guiudicio, el Lunario, el Supplementum

de Foresti —este se lo regaló un cuate suyo llamado Tomás—, el

Lucidario della Madonna, se lo dio de cumpleaños doña Anna de

Cecho... en fin, todos por el estilo. La mayoría de los que están aquí son

prestados. A mí me parece buen síntoma que, lo más inestable de los

hogares pobres donde haya lectores, sean precisamente los libreros. ¿No

les parece? (Se sirve más vino.) Y como no me gusta ser descortés, voy a
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desquitar la comida y la bebida, cantándoles —es un decir— estos

hermosos versos:

(JUGLAR hace énfasis en las palabras señaladas con cursivas)

Mercado hacen de sepultar muertos

como un saco de lana o de pimientos:

en estas cosas son muy prestos

rehúsan el entierro a los difuntos

si primero no les dan dinero en la mano;

después se van a beber y a manducar

riéndose de quien hace tal dispendio

y gozando buena cama y rica mesa.

Mercados de mayor importancia

hacen de la Iglesia que fue mía

dándose entre sí gran abundancia

sin pensar en quien sufre carestía.

Para mí esto es muy mala solía,

que hagan de mi Iglesia mercancía

y beato quien aumente el beneficio


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diciendo pocas misas sin ningún oficio.

JUGLAR: (Haciendo alguna reverencia, se quita el gorro y agradece al público

sus plausos.) Nomás no me vayan a acusar con quienes ya saben. Y si no

saben les digo que no sea que no vuelvan a saber de mí. Los dejo con la

familia de Menocchio.

(Mutis de JUGLAR después que vuelve a llenar su vaso.)

OSCURO
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ESCENA VI

(MENOCCHIO, MADRE y ZIANNUTO continúan comiendo y bebiendo. MENOCCHIO , con el

libro sobre la mesa, comienza a hojearlo y lee en voz alta, pausadamente, sin

titubeos.)

MENOCCHIO: Es cierto que el alma tiene tantos nombres en el cuerpo como virtudes

distintas: por lo que, como el alma da vida al cuerpo, se la llama

sustancia (Pausa. Fija la mirada en MADRE y en ZIANNUTO . Después

continúa su lectura.) Según la volición se le llama corazón; en cuanto el

cuerpo que guarda el espíritu, se la llama espíritu; en tanto que siente, se

la puede llamar sentido; en tanto que imagina y piensa, se la puede

llamar imaginación, o sea, memoria (Nueva pausa. Se repite la actitud

anterior.); pero la inteligencia se sitúa en la parte más alta del alma, en

donde nos rigen la razón y el conocimiento, empero que seamos

asemejados a la imagen de Dios. (MENOCCHIO cierra el libro. Se dirige a

su familia, conversando amablemente sin tomar ninguna pose de

pedantería. Puede levantarse de su silla y besarlos y acariciarlos

mientras continúa con su parlamento.) Existen dos clases de muerte, una

muy distinta de la otra, porque la muerte corporal es común a todos, la

muerte espiritual solamente es de los malvados. La muerte corporal nos

priva de los amigos, la muerte espiritual de los santos y de los ángeles.

(Pausa. MADRE se dirige a la cuarta pared y con actitud de mimo cierra

las imaginarias puertas y ventanas. ZIANNUTO discretamente enciende la

lámpara de aceite de la mesa. Es la única luz. MADRE regresa a su lugar


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y escucha con atención.) La muerte corporal nos priva de los bienes

terrenos, la muerte espiritual de los bienes celestiales; la muerte corporal

nos priva de los gozos del mundo, la muerte espiritual de todos los

méritos de Jesucristo Nuestro Salvador.

MADRE: ¿Y esto último de dónde lo aprendiste, Menocchio?

MENOCCHIO: Pues ya ni sé de cuál libro lo aprendí. Pero no crean que todo lo que digo

lo saco de los libros. Uno los lee y se forma sus propios pensamientos,

además de tomar la sabiduría de la gente, de los viejos, de las

tradiciones. Así, que quien más lee, puede comprender más. (A

ZIANNUTO.) Y tú, hijo, ¿ya puedes leer de corridito o necesitas

telepromter en slow?

ZIANNUTO: Ya, papá. No leo rápido como tú; pero sí, sí puedo leer de corrido. Lo

que luego sucede es que algunas palabras no las entiendo.

MENOCCHIO: ¿Y quién entiende todas las palabras? En estos tiempos se inventan cada

día nuevos objetos y hay que llamarlos por su nombre. Y como son

nuevos y no tienen, pues hay que bautizarlos. ¿Se imaginan un mundo

donde se inventaran las palabras antes que las cosas?

MADRE: Ay, mi amor. Sales con cada idea… Yo también, ahi la llevo. Entre

sacudidas y lecturas, tengo mis amoríos con el librero.

MENOCCHIO: Mientras sea con el que está fijo a la pared, no hay bronca, pero sí es con

el que me vende los libros…


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MADRE: ¿Y quién te has creído que soy, Doménico Scandella, alias Menocchio?

(ZIANNUTO ríe.)

MENOCCHIO: (Riendo.) Bueno, pues, sólo estaba bromeando. Pero si llegara a suceder,

¿Le pedirías que me dejara los libros más baratos?

(Todos ríen. MADRE, jugando, avienta a MENOCCHIO una servilleta u otro objeto que

obviamente no le produzca daño. Luego se levanta de su lugar y lo corretea alrededor

de la mesa. ZIANNUTO se interpone entre los dos y se integra al juego.)

OSCURO
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ESCENA VII

(Interior de una taberna. Hay cuatro o cinco mesas dispuestas de forma caprichosa

cubiertas con manteles ocupadas por parroquianos. Se escuchan risotadas, gritos,

alboroto, el ambiente propio de una taberna. JUGLAR canta “La marcha de las letras”

de Cri Cri. En la mesa del centro se encuentran MENOCCHIO, DOMÉNICO y GIOVANNI.

TABERNERO sirve vino, cerveza y otras bebidas. No importa que haya botellas de Coca

Cola, Squirt, Tehuacán o alguna de Bacardí, Absolut, Johnny Walker, o cualquier otra

bebida actual. Al centro puede leerse un anuncio con caracteres grandes que reza

“Las Glorias del Renacimiento”. En otra de las mesas se encuentra VICARIO

disfrazado con alguna chamarra, antifaz, pero sin quitarse el hábito. Es ostensible que

quiere esconderse, pero para el público es evidente. Cambia de mesa para escuchar la

conversación de nuestros tres personajes, quienes nunca advierten su presencia.)

DOMÉNICO: (A MENOCCHIO.) Pero estimado amigo, ¿cómo puedes decir que no

reconoces a ninguna autoridad eclesiástica en cuestiones de fe… los

Papas, los prelados, los curas…?

GIOVANNI: ¿Y cómo puedes sostener que blasfemar no es pecado?

MENOCCHIO: Es pecado blasfemar de Dios, pero no de los santos. Cada uno hace su

oficio, unos aran, otros, vendimian, y yo hago el oficio de blasfemar.

(Suelta una sonora carcajada.)

DOMÉNICO: Yo que tú, amigo mío, me guardaba de emitir ciertas opiniones, como

estas. Puedes ofender con ellas a quien las escuche.


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MENOCCHIO: ¡Vamos! Que si se ofenden es porque seguro pasean por los establos de

la ignorancia… Solo falta pensar un poco…

GIOVANNI: Es verdad que ya hay más libertad para leer y opinar sobre ciertos

asuntos, pero lo que tú dices no deja de ser peligroso, querido

Menocchio. ¿Pues qué lees que te ha metido en la cabezota esas ideas?

MENOCCHIO: Sólo leo cosas de Dios. Libros en los que Dios está presente. Pero hay

que saber distinguir lo que los libros dicen, a lo que quieren los demás

que entendamos. ¿Me entienden?

GIOVANNI: ¿Y quiénes son esos “demás”?

MENOCCHIO: Solo hay que meterse a una iglesia o escuchar a los recaudadores de

impuestos…

DOMÉNICO: Yo no te entiendo muy bien. ¿A poco los libros de Dios dicen algo contra

el mismo Dios?

MENOCCHIO: ¡Claro qué no! Pero no dicen lo que dicen los curas. Estos dicen

exactamente lo contrario. ¿Me entienden lo que digo?

GIOVANNI y DOMÉNICO: (Al alimón.) ¡No! ¡Sí! ¡Más o menos!

MENOCCHIO: Ya lo sospechaba. (A DOMÉNICO.) ¿Dios no es un aliento que todo lo

cubre?

DOMÉNICO: (Titubeando.) ¿Eh? Bueno… yo creo que sí.

MENOCCHIO: (A GIOVANI.) ¿Dios no es todo lo que el hombre pueda imaginarse?


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GIOVANNI: ¡Claro que sí!

MENOCCHIO: Y si el aire es Dios, y todo lo que se ve es Dios, ¡entonces nosotros

también somos dioses!

(GIOVANI y DOMÉNICO se miran incrédulos. Los dos beben hasta el fondo el resto de

sus cervezas. Ambos llaman a TABERNERO con una seña. Éste se acerca la mesa con

una charola.)

TABERNERO: ¿Igual?

DOMÉNICO: Sí. Pero menos cargadas, que aquí a nuestro amigo Menocchio ya se está

tomando muy en serio eso de la libertad de expresión…

TABERNERO: ¿Y cómo las voy a hacer menos cargadas? ¿No ven que ya vienen

embotelladas?

(TABERNERO toma una de las botellas vacías y la examina detenidamente. Mueve la

cabeza negativamente.)

MENOCCHIO: Apura, hombre, que en garganta seca se atoran las verdades…

(TABERNERO apunta algo en una libretita que saca de su mandil.)

MENOCCHIO : (Retoma su conversación.) Dios es el cielo, la tierra, el mar, el aire;

abismo e infierno, todo es Dios. ¿A poco creen que Jesucristo nació de la

Virgen María? No es posible que le haya parido y siguiera siendo virgen.

Puede que haya sido hijo de algún hombre de bien.


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DOMÉNICO: ¿De veras crees en todo lo que dices, Menocchio?

MENOCCHIO: (Da un puñetazo en la mesa. Se hace un silencio expectante. Se pone de

pie y alternativamente se dirige a los parroquianos y al público.) Yo

he dicho que por lo que pienso y creo, todo era un caos, es decir, tierra,

aire, agua y fuego juntos; y aquel volumen poco a poco formó una masa,

como se hace el queso con la leche y en él se forman gusanos, y éstos

fueron los ángeles; y la santísima majestad quiso que aquello fuese Dios

y los ángeles; y entre aquel número de ángeles también estaba Dios

creado también él de aquella masa.

(Mientras MENOCCHIO regresa a su lugar, JUGLAR aprovechando el silencio, comienza

a cantar.)

JUGLAR: Muchos ignorantes hacen de doctores

hablan siempre de sagradas escrituras

por barberías, herrerías, sastrerías,

teologizan sin mesura,

en errores a la gente hacen caer,

y luego espantan con la predestinación,

y el juicio, y el libre arbitrio,

que los queme el polvo del salitre.

A estos artesanuchos bastaría


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creer el Credo, y decir el Padrenuestro

y no hacer mil argucias de la fe

buscando cosas que con tinta

jamás fueron escritas.

Los Evangelistas mostraron el camino

Simple y llano que directo lleva al cielo.

(Se escuchan de fondo cantos gregorianos. JUGLAR hace mutis apresuradamente e

instantes después lo hace VICARIO, mientras que la taberna vuelve a su rutina.)

OSCURO
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ESCENA VIII

(En el escenario están a la izquierda DOMÉNICO Y GIOVANNI , quienes asustados se

miran entre sí. Al centro, VICARIO con POLICÍAS como guardaespaldas. A una orden de

VICARIO, POLICÍAS atacan a los dos hombres quienes terminan en el suelo. VICARIO se

acerca a ellos y les dice algo inaudible para el público. Saca un fajo de billetes y lo

deja en el suelo. Mutis de VICARIO y POLICÍAS. Lenta y trabajosamente se incorporan

DOMÉNICO y GIOVANNI. Se miran y dan foco al fajo de billetes. También hacen mutis

sin tomar el dinero.)

OSCURO
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ESCENA IX

(Casa de MENOCCHIO por la mañana. MADRE lava algunos trastos en una palangana

de plástico. Se escuchan sirenas de patrullas, gritos, destrozos. Entran POLICÍAS

armados comandados por VICARIO. Pueden llevar algún rifle, pistolas, lanzas,

machetes, aperos de labranza. Amenazan, maldicen. MADRE opone resistencia pero es

arrojada al suelo y golpeada. ZIANNUTO entra al escenario por la izquierda, desde el

fondo, y tratan de someterlo cuando brinda ayuda a MADRE. POLICÍAS destruyen todo y

echan en un saco los libros de MENOCCHIO , ante la sonrisa de VICARIO. ZIANNUTO se

libra y sale corriendo para esconderse entre el público. POLICÍAS salen tranquilamente

de la casa de MENOCCHIO . Alguno de ellos puede regresar a robar algo más. MADRE

desde el proscenio los llena de improperios. No llora.)

VICARIO: (Para sí.) Ahora sí no te nos escapas cabrón Menocchio. Avisaré a su

santidad… (Reflexiona, transición.) a ese viejillo cabrón del señor

Inquisidor que ya te pisamos los talones. Mientras, mandaré un boletín a

los medios para que difundan que eres un peligro para la Santa Madre

Iglesia antes que nos des en la santa madre (Reacciona.) ¡Pero qué

coincidencia! (Ríe maquiavélicamente.)

OSCURO
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ESCENA X

(A la derecha, y colocada diagonalmente, se encuentra la mesa de INQUISIDOR y

VICARIO cubierta con un paño negro. Hay una campañilla y un martillo con su tabla,

además de algunos papeles. Una silla a dos o tres metros es la del acusado

MENOCCHIO . Al centro, arriba, dos sillas para DOMÉNICO y GIOVANNI, quienes

muestran efectos de alguna golpiza previa. Como fondo se escuchan efectos de ciudad:

cláxones, una ambulancia que pasa, voces, etc. Abajo a la izquierda, casi en el

proscenio, se encuentra la mayor cantidad de sillas posible. MADRE ocupa una, otra

ZIANNUTO y una más JUGLAR . Los mismos policías que asaltaron la casa de

MENOCCHIO hacen guardia en los cuatro puntos del escenario. De vez en cuando

miran amenazadoramente a MADRE, ZIANNUTO, JUGLAR y al público. A MENOCCHIO lo

ven con burla. Paulatinamente los efectos de sonido bajan de intensidad hasta llegar

al silencio. Todos están en sus sitios, menos INQUISIDOR , quien entra y se dirige al

lado de VICARIO.)

VICARIO: ¡All rise! (Espera un momento y al ver que nadie se mueve, toca la

campañilla.) ¡Que se pongan de pie, chingao!, ¿No que muy actualizados

en la lengua madre de la computación y el internet?

(Todos se ponen de pie y cuando INQUISIDOR se sienta, también lo hacen. INQUISIDOR y

VICARIO intercambian impresiones al oído. Los presentes simulan hacer comentarios,

mientras JUGLAR , quien lleva un libro con forros negros, desde el proscenio invita al

público a ocupar las sillas dispuestas abajo a la izquierda, reservadas para el jurado.
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La intención es que el jurado sea el mismo público. De no poderse lograr esto,

personas del mismo grupo de teatro saldrán a ver la obra desde esos lugares.)

JUGLAR: (Leyendo.) Cuando la persona denunciada por perversión herética, una

vez que hayan sido diligentemente discutidas las actuaciones del proceso

con asesoramiento de peritos en derecho, se halla que ha sido

sorprendida en delito de herejía, tanto por la evidencia del hecho como

por la legítima producción de los testigos, aunque no por propia

confesión. Esta persona resulta, por tanto, legalmente convicta de

perversión herética; tanto por la evidencia del hecho, como, por ejemplo,

el haber practicado públicamente la herejía por testimonios legítimos

contra los que no puede argüir el acusado con legítima excepción. Este

acusado ha de ser tenido en la prisión dura, con cepo y cadena. (Deja de

leer.) Eso dice este librito, Malleus Maleficarum, o El Martillo de las

brujas, que fue publicado por primera vez en Alemania en 1486. Un

verdadero manual del torturador. Principalmente se aplicaba a las brujas,

pero en realidad es un compendio de acciones para detectar, torturar y

asesinar a quienes consideraban herejes, previa confiscación de sus

bienes.

(JUGLAR da foco a la mesa del INQUISIDOR , cierra el libro y se sienta entre quienes

componen el jurado. Al momento comienzan a escucharse en off golpes, gritos de

dolor, ayes desgarradores.)

INQUISIDOR : (A MENOCCHIO.) ¿Tú eres el hereje y blasfemo?


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MENOCCHIO: (A INQUISIDOR .) No soy hereje, pues creo en la divinidad suprema que es

Dios y no he dicho ninguna herejía.

(VICARIO hace una seña a GIOVANNI , quien se soba partes del cuerpo, las heridas y de

vez en cuando, emite un gemido.)

GIOVANNI: Yo me llamo Giovanni y he escuchado a este hombre llamado Doménico

Scandella, mejor conocido por Menocchio, que, al principio, este mundo

no era nada, y que fue batido como una espuma del agua del mar, y se

coaguló como el agua de un queso, del cual luego nació gran cantidad de

gusanos y estos gusanos se convirtieron en hombres, de los cuales el más

poderoso y sabio fue Dios y al cual los otros rindieron obediencia…

(INQUISIDOR y VICARIO se persignan.)

INQUISIDOR
Y VICARIO: (Al alimón.) ¡Ave María purísima!

INQUISIDOR: ¿Es cierto eso, hereje?

(Las respuestas de MENOCCHIO tienen la vehemencia de quien sabe que le asiste la

razón. Remite a la clase de un profesor.)

MENOCCHIO: (Con fastidio.) Ya le dije que no soy hereje. Yo he dicho que, por lo que

pienso y creo, todo era un caos y que aquel volumen poco a poco formó

una masa, como se hace el queso con la leche, y en él se formaron

gusanos, y éstos fueron los ángeles; y la santísima majestad quiso que

aquello fuese Dios y los ángeles; y entre aquel número de ángeles


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también estaba Dios creado también él de aquella masa y al mismo

tiempo. ¿Verdad que no es igual?

(MENOCCHIO mira amenazadoramente por un momento a GIOVANNI y luego hace el

intento de ir hacia él, pero es contendido por uno de los POLICÍAS.)

VICARIO: (Dando unos golpes con el martillo que tiene en la mesa.) ¡Orden en la

sala, orden!

INQUISIDOR: Hablando de Dios, parece que te contradices Menocchio, porque primero

dices que Dios es eterno en el caos, y luego que fue hecho del caos.

Aclara eso…

MENOCCHIO: Mi opinión es que Dios era eterno en el caos, pero no se conocía ni

estaba vivo, mas después se conocía, y esto es lo que entiendo por estar

hecho del caos.

INQUISIDOR: Si Dios tiene intelecto, ¿cómo entonces, al principio no se conocía a sí

mismo y cuál fue la causa que después se conociera? Aclara también qué

proceso se produjo en Dios por el cual, no estando vivo, estuviera

después vivo.

MENOCCHIO: Creo que Dios se produjo como las cosas de este mundo, las cuales

proceden del imperfecto al perfecto, como, por ejemplo, el niño mientras

está en el vientre de la madre no conoce ni vive; pero al salir del vientre

comienza a vivir, y sin embargo al crecer comienza a conocer; así Dios


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mientras estaba en el caos era imperfecto, no conocía ni vivía, pero

luego, expandiéndose en este caos, comenzó a vivir y conocer.

INQUISIDOR: (A VICARIO.) Vas a tener que llamar al Endemoniado pacheco ¿o al

Pacheco endemoniado? ¿Cómo era?, para que nos explique este enredo.

(VICARIO hace una seña a DOMÉNICO, quien se para frente a MENOCCHIO , tapándole la

visión a INQUISIDOR .)

INQUISIDOR: (A DOMÉNICO.) ¡Vamos, patán, que no me dejas ver la espantosa jeta del

acusado!

(DOMÉNICO se hace a un lado, quedando a la izquierda de MENOCCHIO.)

DOMÉNICO: Yo te oí decir que el propio Papa, los cardenales y los obispos aplastan a

los señores venecianos, pues tienen a su servicio ladrones en la ciudad y

que todo, todo es de la Iglesia y los curas que oprimen a los pobres, los

cuáles, si tienen dos campos alquilados, uno es de tal obispo y otro de tal

cardenal. (Da una patada a MENOCCHIO antes de retirarse a su lugar.)

VICARIO: (A MENOCCHIO.) ¡Infeliz! ¿Puedes probar eso?

MENOCCHIO : ¿Es menester probar la luz del sol?

INQUISIDOR: (Limándose las uñas.) ¿Con quiénes has hablado de lo que aquí has

confesado, Menocchio?

MENOCCIO: Señor, no recuerdo haber dialogado con nadie.

INQUISIDOR: (A VICARIO.) Mientras le dicen sus derechos, váyanlo desvistiendo.


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(VICARIO hace una seña a los POLICÍAS de atrás y éstos se acercan a MENOCCHIO , lo

levantan y comienzan a despojarlo de sus ropas. Se escuchan palabras sueltas de

POLICÍAS, como derecho, un abogado, silencio, en contra, el Estado. El acusado opone

poca resistencia. Lo dejan en unos calzoncillos de manta que llegan hasta sus

rodillas.)

INQUISIDOR: (A MENOCCHIO.) Hemos cumplido con el reglamento del Santo Oficio

que establece asegurarnos que esté sano todo aquel a quien llevemos a la

cámara de tortura. Y tú pareces estar saludable. ¿Tienes alguna

enfermedad oculta?

MENOCCHIO: (Ostensiblemente asustado y nervioso.) He dialogado con tantos que

ahora no lo recuerdo…

VICARIO: (Hace una seña a POLICÍA que está arriba a la derecha.) Como ya

respetamos el reglamento podemos proceder.

(POLICÍA entra con una soga con un nudo de horca. Se la muestra a MENOCCHIO.)

MENOCCHIO: ¡Oh Jesús, Oh Jesús, oh, pobre de mí, oh, pobre de mí!

VICARIO: ¿Con quién hablaste?

(POLICÍA coloca la cuerda alrededor del cuello de MENOCCHIO.)

MENOCCHIO: ¡Jesús, Jesús! No sé nada.

VICARIO: Di la verdad. ¿De qué libros has sacado esas ideas?

MENOCCHIO: Lo diría de buena gana. Suéltenme que lo voy a pensar.


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(A una seña de VICARIO, POLICÍA le quita la soga del cuello.)

INQUISIDOR: Una de las mayores blasfemias que se puede proferir hoy, mañana y

siempre, es la de negar la virginidad de María. ¿Qué respondes a ello?

MENOCCHIO: Lo que yo he dicho es que Cristo fue un hombre como los demás, hijo de

San José y de la Virgen María, que se llamaba virgen por haber estado en

el templo de las vírgenes, y conforme se educaban se casaban, y esto lo

he leído en un libro llamado Lucidario della Madonna.

(Vicario se levanta con la intención de ir a golpear a Menocchio, pero Inquisidor lo

contiene.)

INQUISIDOR: ¿La voluntad y el poder son una misma cosa en Dios?

MENOCCHIO : Son distintas igual que en nosotros: con la voluntad es necesario que

haya poder de hacer una cosa, por ejemplo, si el carpintero quiere hacer

una tarima, necesita herramientas para poderla hacer, y si no tiene

madera es vana su voluntad. Así decimos de Dios, además de la voluntad

necesita el poder.

INQUISIDOR: ¿Cuál es este poder de Dios?

MENOCCHIO: Obrar por medio de la maestranza.

INQUISIDOR: Aquellos ángeles que para ti son ministros de Dios en la fábrica del

mundo, ¿fueron hechos inmediatamente por Dios, o por quién?

MENOCCHIO: De la más perfecta sustancia del mundo fueron producidos por la natura,

a semejanza de un queso en el que se producen gusanos, pero al crearse

reciben de Dios que los bendice, la voluntad, el intelecto y la memoria.


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INQUISIDOR: (Su enojo y furia va en ascenso.) Y aquél que tú llamas Dios, ¿está hecho

o producido por otro?

MENOCCHIO: No está producido por otros, pero recibe el movimiento del moverse en el

caos, y va de imperfecto a perfecto.

(VICARIO se desmaya)

INQUISIDOR: ¿Y al caos quién lo mueve?

MENOCCHIO: Él mismo.

INQUISIDOR : ¿Quién te leyó eso, o en que libros lo leíste y con quién has hablado?

MENOCCHIO: Yo he leído por mi cuenta y no he hablado con nadie, ni le he

recomendado ni prestado a nadie que lea algún libro. (Entrecruza

visiblemente los dedos índice y medio de la mano derecha.) Casi todos a

quienes conozco no saben leer. Además todos los libros que tengo son

sobre la fe.

INQUISIDOR: ¡Llévenselo al calabozo! (Reanima a VICARIO.) Señor Vicario, anote

usted por favor que la tortura se ha desarrollado Cum Moderamine.

(Pausa.) ¡Ah, se me olvidaba que usted no habla inglés! Con

moderación.

MENOCCHIO: (Gritando mientras POLICÍAS se lo llevan.) Yo les ruego por la pasión de

Jesucristo Nuestro Señor que me liberen; y si merezco la muerte,

dénmela, pero si merezco misericordia, que se me otorgue porque quiero

vivir como buen cristiano.


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VICARIO: (No completamente repuesto y con voz débil, da un martillazo sobre el

escritorio.) ¡Silencio! Se reanuda la sesión el 5 de noviembre de 1599.

Podéis ir en paz. El juicio ha terminado… por hoy.

(POLICÍAS se llevan a golpes, insultos y amenazas a MENOCCHIO , mientras suben los

efectos de audio de gritos y golpes. Todos hacen mutis por la derecha.)

OSCURO
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ESCENA XI

JUGLAR: (Desde el proscenio, o puede hablar entre el público. Los efectos de

audio de gritos, golpes y maldiciones bajan a tercer plano.) Ni siquiera

el dolor físico ha conseguido que Menocchio se doblegue. No ha dado

nombres. No cabe duda que tiene algo que esconder y cuando afirma que

ha leído por su cuenta, no se aparta mucho de la verdad. Con su silencio,

Menocchio quiso poner de relieve, hasta el último momento, frente a sus

jueces, que sus ideas habían nacido del aislamiento, por el solo contacto

con los libros, pero él mismo proyectaba, sobre la página impresa,

elementos extraídos de la tradición oral, profundamente enraizada en la

campiña europea, vinculada con los ritmos de la naturaleza e intolerante

ante dogmas y ceremonias. La manera en que asimiló los conceptos

extraídos de los libros nos remiten a una tradición oral muy antigua;

indican el uso de una serie de temas elaborados por los grupos heréticos

de formación humanista: tolerancia, tendencia a reducir la religión a un

concepto moral y algunos otros puntos. Dos grandes acontecimientos

históricos hacen posible un caso como el de Menocchio: la invención de

la imprenta, por la posibilidad de confrontar los libros con la tradición

oral y La Reforma, que le otorga audacia para comunicar sus

sentimientos, incluso a la jerarquía religiosa. Pero vayamos con ese

tenebroso señor. (Da foco al escenario. INQUISIDOR tiene su escritorio

lleno de papeles. Puede haber una foto del ex cardenal Juan Sandoval

Íñiguez.)
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OSCURO
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ESCENA XII

(INQUISIDOR Y VICARIO en el mismo escenario del juicio. Solo están ellos.)

INQUISIDOR: (Tomando un papel de la mesa, se dirige a VICARIO.) ¡Por fin llegó la

respuesta del mismísimo Papa Clemente VIII a mi carta! ¿Por qué no me

habías avisado? (Lee.) Le digo que no deje de proceder con la diligencia

que exige la gravedad de la causa, de forma que no quede impune de sus

horrendos y execrables excesos, sino que, con el debido y riguroso

castigo, sirva de ejemplo para otros, por lo tanto, no deje de ejecutarlo

con toda solicitud y entereza de ánimo, que así lo exige la importancia de

la causa. (A VICARIO.) Señor Vicario, vamos a ensayar el interrogatorio.

Antes de llamar a Menocchio, revise que no haya ningún micrófono o

cámara ocultos.

(VICARIO cumple la orden de INQUISIDOR revisando debajo de la mesa, sillas, piernas

y todos los rincones del escenario.)

VICARIO: No he encontrado nada, su… su… su… (Duda. Le cuesta trabajo

llamarlo como lo llama. Es manifiesto.) Excelencia.

INQUISIDOR: Vamos a ensayar el interrogatorio, este que viene aquí en el capítulo III

del Malleus Maleficarum. ¿Listo? Tú empiezas. Haz cara de malo para

que le dé más miedo al infeliz de Menocchio. (Pausa. Toma del mentón

a VICARIO y analiza su rostro por todos los ángulos. Lo mira de frente

y esboza una sonrisa sarcástica.) No. Así estás bien. Tú empiezas. A la

una y a las dos y a las tres…


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VICARIO: ¿Y cómo empiezo? Yo no tengo libro…

INQUISIDOR: Pequeño detalle. Ten este. (Le da el libro.) Al cabo yo lo llevo como

libro de texto desde novicio y me lo sé de memoria…

(VICARIO dirige al público sus preguntas. Pueden levantarse de su lugar e ir al

proscenio e incluso mezclarse con el público.)

VICARIO: ¿Desde cuándo eres hereje?

INQUISIDOR: ¿Qué harías si te dijera que nunca lo ha sido?

VICARIO: Le diría al verdugo que le diera una vuelta más al potro.

INQUISIDOR : Muy bien. Otra.

VICARIO: ¿Cuál es el juramento que estás obligado a prestar?

INQUISIDOR: ¿Y qué harías si te dijera que a la Constitución y que si no lo hiciere la

Nación se lo demandare?

VICARIO: Tendría dos opciones: una, atacarme de la risa. Otra, decirle que no

mame… y darle una patada en sus cositas.

INQUISIDOR: Me parecen muy convencionales tanto tu respuesta como tu reacción.

Hay que ser imaginativos. (Pausa. Piensa con la mano derecha en la

barbilla.) ¿Qué te parecería si además de todo lo que dijiste, le ordenas

al verdugo que lo cuelgue de los pulgares y le dé, digamos, unos

cincuenta latigazos?

VICARIO: (Malévolo, frotándose las manos) Sí, sí, muy buena idea.
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INQUISIDOR: A ver, otra.

VICARIO: ¿Dónde se celebraron las bodas entre tú y el demonio?

INQUISIDOR: ¿Y si te responde que eso no lo creemos ni nosotros…? O lo que es peor,

que por creer en esas cosas, los curas caen en la pederastia.

VICARIO: (Indignado.) A lo primero, le diría que está escrito en este libro por

padres santos y no lo puede negar. Y a lo segundo, que la relación que

tuve con el hijo de la mucama, que tiene tres años, fue con su

consentimiento y esa relación apasionada sólo duró unos meses…

(Pausa. Reacciona. Se da cuenta que se fue puso en evidencia.) Este…

digo… le diría al verdugo que le diera pocito, y luego tehuacanazo con

chile y luego toques eléctricos en sus desos y luego…

INQUISIDOR: (Interrumpiendo.) Ya. Con eso me basta. El balcón estuvo duro. Y no te

preocupes: hoy por ti, mañana por mí. Me debes la factura.

VICARIO: (Arrodillándose ante INQUISIDOR y besándole la mano.) Dios lo bendiga

su excelencia. De hoy en adelante seré como su esclavo.

INQUISIDOR: (Limpiándose la mano con el hábito.) ¿Cómo? Ya veremos. Va la última.

VICARIO: ¿Quiénes fueron tus cómplices en el mal?

INQUISIDOR : (Corrigiendo) ¿Quiénes son tus cómplices en el mal?

(Comienza a escucharse una música rítmica y alternadamente VICARIO e INQUISIDOR ,

bailando, repiten la última pregunta hasta hacer mutis)


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ESCENA XIII

(Mismo escenario del juicio. Entra VICARIO. Toma su sitio. Poco después lo hace el

jurado, y todos quienes participaron en él, menos POLICÍAS y MENOCCHIO . Pasados

unos segundos entra INQUISIDOR . Lleva un papel en la mano.)

VICARIO: Como ya sé que haiga sido como haiga sido, todos son unos ignorantes,

ya no les digo lo que se dice en el protocolo. Así que, ¡Firmes! ¡Ya!

Que traigan a Menocchio.

(INQUISIDOR se sienta)

Vicario: ¡En descanso! ¡Ya!

(Entran POLICÍAS, quienes llevan a rastras a MENOCCHIO. Tiene los calzoncillos

hechos jirones, con sangre, el pelo y la barba crecidos. Hay que dar la impresión que

han pasado algunos meses sobre él y se advierten las huellas que la tortura y el

cautiverio han dejado. Lo arrojan como fardo frente a la mesa de INQUISIDOR . MADRE

y ZIANNUTO lo tratan de socorrer pero son repelidos con severidad por POLICÍAS .

Regresan a su lugar.)

INQUISIDOR: (Toma otro papel.) Esta es una carta del cardenal de Santa Severina. (A

Vicario.) Léela.

VICARIO: No deje vuestra reverencia de proceder en la causa de ese campesino de

la Diócesis, encartado por haber negado la virginidad de la santísima

siempre Virgen María, la divinidad de Cristo Nuestro Señor, y la

providencia de Dios, porque la publicidad de causas de tanta importancia


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no se pueden en modo alguno revocar con la consiguiente duda del Santo

Oficio.

INQUISIDOR: Este escrito nos libra de otro interrogatorio, que la verdad ya me da un

poco de güeva…

MENOCCHIO: (A INQUISIDOR y VICARIO.) Mas líbranos del mal y no nos dejes caer en la

tentación, y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos

a nuestros deudores; el pan nuestro de cada día dánoslo hoy… (A una

señal de VICARIO, POLICÍA de atrás a la derecha da una patada a

MENOCCIO.)

INQUISIDOR: ¡Calla infeliz! Esas son ideas exóticas.

(Todos congelados, menos POLICÍAS, quienes comienzan a levantar una pira al centro

del escenario. Los atados de leña están en una de las piernas o algún lugar que se

preste según el foro. Es notorio cómo POLICÍAS sacan del costal los libros de

MENOCCIO y quedan en primer plano de la pira. Entra JUGLAR , y POLICÍAS no se dan

cuenta de su presencia. Siguen levantando el quemadero. Puede contemplarse la

opción de que la pira se forme exclusivamente con libros.)

JUGLAR: (Al público.) En realidad no se sabe la fecha exacta en la que quemaron a

Menocchio, pero fue en el año de 1601. En esos meses finalizaba en

Roma el proceso contra un ex fraile: Giordano Bruno. Es una

coincidencia que puede simbolizar la doble batalla, hacia arriba y hacia

abajo, que libraba la jerarquía católica de aquellos años por imponer las

doctrinas aprobadas en el Concilio de Trento. Esta es la razón del


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encarnizamiento, incomprensible, si no, con Menocchio, nuestro viejo

molinero. Sabemos muchas cosas de Menocchio; pero otros murieron sin

dejar huella. Hoy, aunque no a la velocidad ni en la dirección que

quisiéramos, las cosas han cambiado. Es un juego: pero ¿qué tal si

intentamos modificar la historia aunque sea para lavar un poquito nuestra

conciencia de especie humana? La pira está lista. Que diga el jurado

popular (Lo señala y también al público.) si esa pira se prende o se libera

a Menocchio. (Si hay respuesta del jurado y del público o solo de aquél,

los actores liberan y felicitan a MENOCCHIO . Si interviene el público, se

integran los actores a él dejando sus caracterizaciones. Se escucha en

segundo plano la poesía de los goliardos con música de Carl Orff:

Carmina Burana en la versión de Ray Manzarek)

TELÓN

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