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Los movimientos sociales

Brandon Gómez

Colegio Mayor del Norte

Ciencias sociales

Manuel Vásquez Lara

Martes 26 de octubre del 2021


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Introducción:
En la idea más principal, movimiento social es caracterizado como “una forma de
acción colectiva no efímera, en la que un grupo o más o menos organizado conlleva
acciones extra institucionales a promover o impedir tales cambios’’. Los politólogos
cas mudde y Cristóbal Rovira kaltwasser definen los movimientos sociales como redes
informales que definen por un compromiso adelantado de individuos y grupos
políticos que tiene un claro adversario y tratan de promover la acción colectiva en la
persecución de un objetivo claro. Estos mismos autores informan que los movimientos
sociales no deben hacer otra cosa con las protestas esporádicas cuando las protestas…
perduran en el tiempo, estamos contra un movimiento social, los encuentros políticos
y los grupos de presión. Estos dos últimos, a diferencia de los movimientos sociales,
deben de tener una organización formal y participan muy regular en el proceso de
adopción de decisiones.
En el campo político de la palabra, el termino se usa para referirse a un grupo
transitorio de personas que quieren encontrar la defensa ocasional de un principio,
una tesis o de un orden de intereses. Este grupo es de naturaleza transitoria y
desaparece después logrado su objeto.
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Desarrollo:
Los movimientos sociales pueden ser entendidos como “secuencias de políticas
contenciosas basadas en tejidos sociales subyacentes, marcos de acción colectiva
resonantes, y la capacidad de mantener desafíos sostenidos contra oponentes
poderosos” (Tarrow 2011: 7, traducción libre). Los movimientos sociales, en cuanto
actores de la sociedad civil, pueden abordar cuestiones de desarrollo “activando
nuevos actores, generando nuevas ideas, en breve, construyendo nuevos proyectos
intelectuales” (Eyerman y Jamison 1991: 161, traducción libre). Estas definiciones
diferencian a los movimientos sociales de otras formas de acción colectiva, como
grupos de interés, partidos políticos y manifestaciones espontáneas (PNUD 2015). Sin
perjuicio, cabe señalar, estas formas de acción colectiva a menudo están
interrelacionadas. Por ejemplo, una protesta espontánea puede ser el comienzo de un
movimiento social si luego involucra una estructura organizacional y un marco para
la acción colectiva que permita a los ciudadanos enfrentar a las autoridades y
fortalecer la demanda inicial de la protesta (PNUD 2015). En ese sentido, los
movimientos actúan “con cierto grado de organización y continuidad fuera de los
canales institucionales u organizacionales con el propósito de desafiar o defender la
autoridad existente” (Snow et al. 2004: 11, traducción libre).

Aunque los niveles de organización y continuidad de los movimientos sociales pueden


variar, existe un conjunto de características comunes que generalmente se aplica a
todos ellos, entre los cuales se pueden identificar las “redes informales”, “identidad
colectiva” y “relaciones conflictivas con oponentes claramente identificados” (Della
Porta y Diani 2006: 20, traducción libre). En tal orden de ideas, la acción colectiva de
los movimientos sociales es una forma de resistencia y creación de cambio. Así, la
agenda transformacional de los movimientos tiene un amplio alcance, pudiendo
vincularse con asuntos civiles, políticos, sociales, económicos, culturales o
medioambientales, por nombrar algunas áreas principales.

En particular, este artículo remarca la relevancia de los movimientos sociales para


afrontar problemas de desarrollo relacionados con las diferentes perspectivas de la
pobreza multidimensional, abordando sus causas profundas y confrontando
relaciones negativas de poder (Mosse 2010; Bebbington et al., 2010). En tal sentido, los
movimientos sociales son un actor relevante para abordar esta temática: pueden
contribuir al debate sobre cómo se entiende, regula y actúa la pobreza en sociedad;
disputar los discursos públicos sobre pobreza; involucrarse en soluciones directas;
desafiar las causas de cada dimensión de pobreza; e influenciar las políticas públicas
que tengan por objetivo su reducción (Bebbington et al., 2010). Asimismo, en términos
generales, los movimientos pueden buscar cambiar la forma en que las instituciones
estatales gobiernan, incluyendo el diseño e implementación de programas de
desarrollo; además, los movimientos pueden presionar por cambios en la legislación,
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prestación de servicios y bienes, y asignación presupuestaria, entre otros aspectos


(Bebbington et al., 2010). Es por eso que los movimientos sociales, en cuanto actores
que persiguen alternativas de desarrollo, en algún momento se involucrarán con el
Estado, el que a su vez puede posicionarse como socio o antagonista del movimiento.
En ese proceso, si se logra algún cambio, será político –legislación, políticas públicas y
agenda política–, cultural –opinión pública, sentido del bien común, valores sociales y
(re)conocimiento de derechos– o biográfico –cambio en la vida personal de individuos
involucrados en el movimiento– (McAdam 1999, Earl 2003, Giugni y Bosi 2012).

Para producir tales impactos, los movimientos desarrollan estrategias y características


que varían según su tipo y su contexto. En primer lugar, los movimientos sociales
pueden aspirar a tener un rol (más relevante) en el monitoreo del Gobierno, respecto
a lo cual cabe destacar la importancia de los mecanismos de rendición de cuenta
social; influir en el diseño de políticas de desarrollo y en la opinión pública sobre estas
materias (Álvarez et al., 1998; Escobar, 2008); y “desafiar los modos burocráticos de
prestación de servicios involucrando al Estado en programas planeados por los
propios movimientos” (Bebbington et al., 2010: 1308, traducción libre; ver también
Escobar 2004; Mitlin 2008). En segundo lugar, los movimientos sociales también se
caracterizan por su escala, pudiendo ésta ser local (barrio, distrito, ciudad o región),
nacional o transnacional (Castells 1983, Sassen 2004, Bebbington et al., 2010).

En tercer lugar, los métodos de los movimientos sociales pueden ser negociación,
confrontación o, por cierto, una combinación de ambos. El análisis de los académicos
varía entre aquellos que argumentan que la negociación tiene una efectividad relativa
(Ballard et al., 2005) y que sin el empleo de la confrontación el Estado no cambiaría
sus políticas (Bebbington et al., 2008), aquellos que entienden que la forma más
factible y sostenible de lograr los objetivos del movimiento social es la negociación
(McFarlane, 2004), y la postura ecléctica que sugiere la combinación entre
negociación estratégica y acción directa como la mejor vía para la sociedad civil
(Barbosa et al. 1997; Racelis 2003). Ahora bien, es necesario precisar que la
negociación y confrontación tienen indudablemente un factor político; esto en relación
con cómo y cuándo los movimientos se involucran con los partidos políticos y el
Gobierno con el objetivo de influir en la toma de decisiones, asumiendo a su vez el
riesgo de una instrumentalización política del movimiento social (Hickey y Bracking
2005; Bebbington et al. 2010). En muchas ocasiones, tal como advierte Tarrow (2011),
es en esta etapa cuando existe un mayor riesgo de que la acción colectiva del
movimiento se desintegre, pasando de reclamos colectivos a soluciones individualistas
e, incluso más, con el peligro de que surjan prácticas clientelares. Por ello es esencial
que los movimientos sociales evalúen el momento político antes y durante la puesta en
práctica de sus estrategias, para así determinar las dinámicas y relaciones de poder
entre los actores –individual. conjuntamente considerados– como también las
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oportunidades que existen o puedan surgir para el movimiento, sea en la vía


institucional o en el ámbito de la acción civil.

Conclusión:
Los movimientos sociales, por definición, son la “antítesis de la pasividad” (Bayat
2002: 3,). Un movimiento social, con la estructura organizacional adecuada, un
proyecto intelectual y un marco de acción colectiva, puede producir una amplia gama
de efectos. Como ha demostrado el caso del movimiento chileno, los movimientos
sociales, con sus luces y sombras, pueden ser un agente de cambio y tener una agenda
transformadora para enfrentar desafíos en materia de desarrollo. Finalmente, los
movimientos sociales como resultado de la confrontación y negociación pueden
producir impactos políticos, culturales y biográficos, pero el alcance de esos efectos
también depende de factores que están más allá de las posibilidades de los
movimientos. El caso estudiado fue parcialmente exitoso en efectos políticos, aunque
no lograra obtener avances en los temas estructurales ni en aquellos que significaban
una mayor inversión. Esto proporciona una base para concluir que los alcances de los
impactos de un movimiento social tienen limitaciones externas relevantes, entre las
cuales destacan factores económicos y financieros, dinámicas y oportunidades
políticas, mecanismos institucionales de toma de decisiones y otros factores de
relaciones de poder.

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