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Antropología teológica

Francisco José RUIZ PÉREZ*

Aunque no existe consenso total en los actuales La teología es, y no puede dejar de serlo, una re-
manuales de teología dogmática, la denominación flexión sobre Dios. Intenta sistematizar aquello que
de «antropología teológica» es la que últimamente Dios revela de sí mismo y que es acogido en fe. La
está teniendo éxito en el ámbito académico para singularidad tanto de su objeto de estudio como de
unificar los tratados clásicos de De Deo creante et la forma de su propio indagar confiere a la teología
elevante, De gratia et virtutibus e, incluso, De novis- un estatuto epistemológico característico. Sin em-
simis. Se pretende así solucionar la descoordinación bargo, también es cierto que esa singularidad no la
entre las dimensiones protológica, soteriológica y segrega de otros discursos sistemáticos, confinán-
escatológica del discurso teológico, inducida invo- dola en un espacio esotérico y opaco. La razón es
luntariamente por la clasificatoria tradicional. El que Dios, tal y como se autocomunica, invariable-
formato más ambicioso propuesto para la antropo- mente acaba remitiendo a lo humano, a su munda-
logía teológica le asigna el estudio de la realidad nidad y a su caminar histórico. Dios está en extra-
humana en tanto que es creada, falible, en confor- versión hacia el ser humano, de manera que, en su
mación continua con la clave fundamental de la propia comunicación, lo divino explana su misterio,
historia de salvación –Jesucristo– y proyectada ra- aunque sin agotarlo, y simultáneamente da claves
dicalmente a la comunión con una realidad –la de que clarifican el misterio de la realidad humana.
Dios– que la asume en amor y le confiere su pleni- Las grandes preocupaciones del ser humano –la
tud. Con todo, Ruiz de la Peña (1988, 21991) insiste búsqueda del sentido a su existencia; la confronta-
en que se distinga entre la antropología teológica ción con la precariedad de sus condicionamientos
fundamental y especial. La primera desgranaría sociales, políticos y económicos; la asimilación del
aquellas disposiciones o estructuras primarias del hecho fronterizo de la muerte; la dirección de su
ser humano que hacen factible su apertura tras- praxis; la traducción histórica del amor y de la es-
cendente (incompletitud, unicidad corpóreo- peranza, etc.– son transversales a toda la revela-
espiritual, personeidad, libertad, historicidad, crea- ción, si bien reciben de ésta una perspectiva nueva
turidad; etc.). La segunda se interesaría por los de formulación y de resolución. En efecto, ya en
momentos significativos que acaecen en el encuen- consonancia con los datos del AT, el israelita se
tro continuado entre el ser humano y Dios (pecado, comprende desde el Dios que incita el proceso de li-
justificación, gracia, consumación). beración de un éxodo masivo hacia Canaán, que es-
tablece con él una alianza, que dinamiza la historia
Pero, al margen del mayor o menor consenso so- de su pueblo con una promesa que llegará a tener
bre su cobertura temática, se acepta de común que incluso su concreción institucional en la monarquía
la antropología teológica representa aquel espacio davídica, que le ayuda a sobreponerse después del
de la teología en el que se problematiza más especí- exilio babilónico, que está presente a través del
ficamente la cuestión antropológica, es decir, la templo y que suscita profetas para recordar la vali-
cuestión por la entidad de la realidad humana. Co- dez siempre actual de los hitos salvíficos anteriores.
mo sucede con otros temas de acceso multidiscipli- Todo esto se prolonga paradigmáticamente en la te-
nar, también en éste la teología oferta una perspec- sis neotestamentaria de la encarnación. En el Dios
tiva que puede coadyuvar a la comprensión integral encarnado hay una novedad salvífica que compro-
del hecho humano. Ahora bien, que la teo-logía se mete conjuntamente a la antropología y a la teolog-
incursione en la antropología, aparenta ser una in- ía. En Jesucristo, la divinidad no anula, sino que
jerencia o, cuando menos, una desviación llamativa posibilita que la humanidad alcance una expresión
de su interés principal. Se precisa entonces una acabada e insuperable. De ahí que para la historia
justificación del porqué el discurso teológico puede humana, leída neotestamentariamente, el aconte-
articular también un discurso antropológico. Sólo cimiento de Jesucristo sea todo menos marginal o
así valdrá la pena detectar las vicisitudes históricas anecdótico. Se encuentra, por el contrario, en el
de la cuestión antropológica, sobre todo las recien- centro mismo de su horizonte de plenificación. En
tes, para exponer finalmente la aportación propia de Jesucristo, el Resucitado, «todas las promesas
la antropología teológica en ese panorama. hechas por Dios han tenido su sí» (2Cor 1,20). En
esa línea se mueve la constante exhortación paulina
por la consecución del «hombre nuevo» (cf. Ef 4,24;
1. DIMENSIÓN ANTROPOLÓGICA DE LA TEOLOGÍA Col 3,10), un proyecto que supone para todos llegar
«a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del
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Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la ma- los condicionamientos culturales de la revelación
durez de la plenitud de Cristo» (Ef 4,13). sean muestras de esa fijación y reduccionismo an-
tropocéntricos. Se podría derivar así hacia un dis-
Por tanto, a las afirmaciones teológicas les es in- curso más humanista que teológico, más ético que
separable una valencia antropológica. No se clausu- evangélico. En el peor de los casos, Dios podría ser
ran en lo divino, sino que acaban dilatando sus im- víctima de un sutil antropomorfismo, es decir, la
plicaciones hasta tocar de lleno lo humano. La teo- pantalla sobre la que son proyectados las carencias,
logía se aproxima así notablemente a la cuestión las frustraciones o los intereses egocéntricos del ser
antropológica y se le enfrenta con toda radicalidad. humano.

Ahora bien, la estima por lo antropológico se ha La sospecha no es nueva ni gratuita. Tiene ante-
abierto paso en el desarrollo reciente de la teología cedentes que la validan. La crítica contra el antro-
con unos matices inéditos. Esa acentuación antro- pocentrismo se retrotrae al pensamiento bíblico. La
pológica se ha visto influenciada por las propias vi- preocupación por salvaguardar la trascendencia di-
cisitudes del pensamiento europeo desde comienzos vina está detrás de lo que Moisés, justo después de
de la Modernidad, pero ha tenido su explicitación que el pueblo cayera en la desafortunada adoración
más evidente en el s. XX. La teología existencial, sin del becerro de oro, experimentó en la Tienda del
ir más lejos, representó del lado protestante un Encuentro, donde «Yahvé hablaba con Moisés cara
buen ejemplo de ese pronunciamiento antropológi- a cara, corno habla un hombre con su amigo» (Ex
co. Alguna de las premisas de Bultmann apuntaba 33,11). Pide a Yahvé que le permita ver su gloria (cf.
que «si la teología no debe especular sobre Dios, si v. 18), pero Yahvé sólo admite un desvelamiento
debe hablar no del concepto de Dios, sino del Dios parcial. Así es, «mi rostro no podrás verlo; porque
real, debe, mientras habla de Dios, hablar al mismo no puede yerme el ser humano y seguir viviendo» (v.
tiempo del hombre» (Bultmann, 1974, 108). Los 20). A Moisés únicamente le serán visibles las «es-
ecos se hicieron patentes también en otros estilos paldas» de Yahvé (cf. vv. 21-22). Esta precaución
teológicos, como el de la teología trascendental de bíblica por alertar contra la manipulación divina
Rahner y el de la teología de la liberación latinoa- subyacente en todo lo humano es el hilo conductor
mericana. E, incluso, lograron cristalizarse en ma- del desplante veterotestamentario a la idolatría. El
nifestaciones magisteriales tan importantes como pecado de idolatría, en el fondo, es la tergiversación
las del Vaticano II. Para la Gaudium et spes, «nada de la radical novedad y diferencia de Dios frente a lo
hay verdaderamente humano que no encuentre eco humano. Al idolatrar se violenta aquella alteridad
en el corazón de la Iglesia» (GS 1). Los desajustes de fundamental de lo humano respecto a lo divino y de
todo orden que afectan al mundo traslucen «ese otro lo divino respecto a lo humano, que es la base de la
desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en religación que puede existir entre ambos. Jesús de
el corazón humano» (GS 10). El concho interpreta Nazaret continúa con esa línea crítica. Su drama es,
que, en las circunstancias actuales, la pregunta an- a fin de cuentas, dejar que Dios sea Dios mismo en
tropológica se ha vuelto incisiva y adquiere los ma- su pretensión de reinar sobre la historia humana,
tices de una crisis epocal: «¿Qué es el hombre? invalidando otras teologías maniatadas por presu-
¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, puestos ajenos a la tradición bíblica primigenia.
que, a pesar de tantos progresos hechos, subsiste
todavía? ¿Qué valor tienen las victorias logradas a La cultura europea de los dos últimos siglos,
tan caro precio? ¿Qué puede dar el hombre a la so- partiendo de premisas muy distintas, ha realizado
ciedad? ¿Qué puede esperar de ella?» (GS 10). Se una versión actualizada de la crítica de la religión.
remite, por esto, a lo cristológico, a la referencia in- Más que denunciar la mistificación de la teología
eludible para solventar la encrucijada contemporá- por efecto de una antropología poco honesta consigo
nea del hombre: «En realidad, el misterio del hom- misma, la crítica a lo religioso se afanó por conse-
bre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encar- guir la emancipación de la antropología con respec-
nado [...]. Cristo, el nuevo Adán, en la misma reve- to a la teología. Fichte, Feuerbach, Kierkegaard,
lación del misterio del Padre y de su amor, mani- Nietzsche, el humanismo marxista, el existencialis-
fiesta plenamente el hombre al propio hombre y le mo ateo y el psicoanálisis son algunos de los pro-
descubre la sublimidad de su vocación» (GS 22/1). motores más conocidos de la elaboración de ese ta-
miz crítico frente a la religión. Dejaron sentado que
El fuerte ascendiente de la perspectiva antro- las relaciones de la antropología con la teología no
pológica no se ha salvado de críticas. Se denuncia son connaturales ni, por supuesto, pacíficas. De-
que, soterrado, palpita un antropocentrismo que no ntro del ámbito de la teología académica, una ex-
se confiesa. Y que, con él, acaba practicándose una presión extrema del miedo a la infiltración del an-
manipulación fraudulenta de la teología. Se sospe- tropomorfismo de Dios fue la teología dialéctica de
cha que la excesiva preocupación por la relevancia Barth –más claramente en sus primeros posiciona-
de la fe, por el peso de la experiencia religiosa o por mientos en su Epístola a los Romanos, no tanto en
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su Dogmática–, con su desagrado por el potencial que parece ser agónico. El ser humano se embarca
significativo de la experiencia humana y con su ne- así en la búsqueda de espacios y tiempos que quiere
gativa a dar carta de ciudadanía a la teología natu- enclavar más allá de su insoportable limitación. Pe-
ral. ro la singladura del deseo humano hasta alcanzar
su plenitud es ardua. En efecto, en el esquema con-
El balance final de la discusión en torno a la re- ductual animal «estímulo-respuesta» no cabe nin-
lación entre teología y antropología, contemplada en guna problematicidad del deseo en general, porque
conjunto, arroja dos conclusiones complementarias, éste es evidente por sí mismo y dicta automática-
que evocan algo de las vicisitudes propias de la co- mente la respuesta apropiada para saciarlo. El ser
nocida cuestión del sobrenatural. La primera es que humano, sin embargo, tiene que deliberar. El pasa-
la cuestión antropológica está contemplada primaria do no resuelve totalmente cómo tenemos que
y no secundariamente en la revelación. La realidad habérnoslas con el presente. Y el presente ha de es-
de Dios, teológicamente hablando, es económica, se tar abierto al futuro para adquirir sentido. La liber-
trasluce en otra realidad –la humana–, a la que im- tad se erige en la instancia a apelar necesariamente
pregna de salvación. Ahora bien, la segunda con- para concatenar los tres momentos temporales. En
clusión matizaría que la cuestión antropológica no ello se adivina una senda laboriosa para acertar con
agota la cuestión teológica. La así considerada expe- la orientación vital.
riencia de Dios es primariamente la experiencia de
una libertad soberana, de la cual brota una iniciati- Espoleada por la necesidad de una continua ac-
va gratuita, sorprendente, en absoluto exigible, que tualización, la cuestión antropológica ha ido reci-
sobrepasa los límites del preguntar humano y que biendo enfoques nuevos en función de los diferentes
revoluciona de raíz nuestras expectativas. contextos históricos en los cuales se ha formulado.
Grecia situó la indagación antropológica inicialmen-
te en el contexto de la metafísica y posteriormente
2. PANORAMA ACTUAL DE LA CUESTIÓN en el de la ética. En el Medievo la cuestión antro-
ANTROPOLÓGICA pológica continuó integrada en la doctrina sobre los
entes y el mundo. Sólo con la Modernidad se incoa
La cuestión antropológica carece de fecha de ca- una problematización nueva sobre lo humano, pro-
ducidad. La realidad humana entraña una comple- movida por un despertar inopinado de la subjetivi-
jidad tan sorprendente que aleja la sospecha de que dad. En el s. XIX, la reflexión antropológica se di-
pueda acabar siendo definitivamente descifrada. versificará y dará sus primeros pasos más allá de la
Esa sensación queda ratificada, por un lado, con la hasta entonces dominante perspectiva del espíritu.
proliferación de disciplinas científicas conectadas Disciplinas de orden científico-natural acceden a lo
con lo antropológico. Las antropologías biológica y humano, utilizando una metodología completamen-
cultural, la paleontología, la etnología, la psicología, te distinta a la filosófica. Será en el s. XX, muy en
la sociología o las ciencias de la salud, por ejemplo, vecindad con las crisis históricas que lo pueblan,
hablan de la riqueza poliédrica e inabarcable de lo cuando se corregirá el exceso de «antropometría» y
humano. Sugieren que lo humano es un fenómeno las aproximaciones filosóficas a lo humano reciban
«multifactorial», en el que se dan cita todos los nive- el prestigio perdido. Capacidad simbólica y lengua-
les de la realidad. Por otro lado, para obtener la je, historicidad, socialidad, existencialidad, nuevas
misma evidencia bastaría con observar la multipli- tópicas de la psique, personeidad, estructura con-
cidad desconcertante que es inherente a la realidad ductual y etológica, dimensión instrumental de la
cotidiana de los seres humanos. Es imposible trazar razón, matriz cultural...: he aquí sólo algunos de los
con soltura un denominador común a todas y cada apuntes que se fueron añadiendo al discurso sobre
una de las biografías que son las existencias indivi- la realidad humana, cuando éste no era desautori-
duales. Su singularidad las convierte en difícilmente zado por posiciones críticas a la antropología, como
extrapolables. lo eran el estructuralismo y sus versiones deriva-
das.
Ni al discurso científico ni al cotidiano se les es-
capa, en cualquier caso, que esa ductilidad de lo También en el inicio del tercer milenio, la pre-
humano radica en tensiones inherentes y crónicas gunta sobre lo humano posee sus propias connota-
que no lo abandonan. Cada ser humano parece dis- ciones. A continuación son apuntadas tres coyun-
poner de una estructura interna de deseo que di- turas, no las únicas, que están matizando la cues-
namiza su realidad hacia una satisfacción definiti- tión antropológica contemporánea a grandes rasgos:
va. La manifestación más primaria de ese deseo es
la rebeldía humana contra su propia contingencia 1. Coyuntura geopolítico-económica de la pobreza.
espacio-temporal, su resistencia a conformarse con La comunidad mundial está fragmentada. El «norte»
su estatuto fronterizo y limitado, con un espacio y el «sur» aumentan su asimetría. Las fracturas, en-
que se le representa claustrofóbico y con un tiempo tre otras causas, proceden de desequilibrios políti-
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co-económicos, generadores de una inestabilidad que la diversidad es una de las notas características
real o potencial penosamente tolerable a largo plazo. de lo mundano. Lo prueba el que las culturas mino-
Las bondades del proceso de la globalización pare- ritarias a punto de extinguirse –como es el caso de
cen incidir sólo muy parcialmente. Las expectativas las cuatro mil culturas indígenas todavía supervi-
de un mercado único no se compadecen con la si- vientes– son hoy objeto de protección, cuando en
tuación de emergencia humanitaria que sufren ma- otros momentos han sido pasto de la invasión vio-
sas enormemente numerosas de muchas zonas del lenta de las culturas de mayor éxito. La valoración
mundo. Las así consideradas «periferias» de la so- de la alteridad cultural influye en la manera de rea-
ciedad mundial –creadas por la debilidad económica lizar en el presente la cuestión antropológica. Es in-
provocada o endémica, por el retraso en su incorpo- dudable que la reflexión antropológica actual se las
ración al desarrollo tecnológico o por su resistencia ha de haber, dentro del contexto europeo, con una
a identificarse con el modelo cultural noroccidental– cosmovisión que subraya la mutabilidad, el prag-
son estadísticamente el «centro» cuantitativo y cua- matismo, una cierta aversión antimetafísica y el
litativo de la realidad mundial. De este modo, si se inmanentismo. Pero una cosmovisión así no pasa
quiere actualizarla, la cuestión antropológica tiene de ser local, condicionada por unas encrucijadas
que ser formulada desde abajo, es decir, desde la históricas específicas. La reflexión antropológica oc-
perspectiva del ser humano mayoritario que se cidental, por consiguiente, debería peregrinar a
planta ante sí mismo y ante el sentido de su exis- otras cosmovisiones de propuestas alternativas y
tencia dentro de las circunstancias que le impone la dejarse cuestionar por categorías distintas.
pobreza. Como lo están reivindicando las teologías
de la liberación, la cuestión antropológica ha de vol-
ver a enfocar su interés por el «no-hombre», por el 3. TAREAS ABIERTAS PARA UNA TEOLOGÍA QUE
ser humano contra el que se atenta hasta descala- QUIERA SER ANTROPOLÓGICA
brarle su dignidad. El desfavorecido se constituye,
pues, en portavoz de una crítica mordaz a toda an- Para que en el escenario anterior se le pueda dar
tropología de escasa sensibilidad para con la de- pie al discurso cristiano sobre el ser humano, lo que
pauperación injusta que asola el mundo. procede, en primer lugar, es describir el estilo pro-
pio con el que la teología se hace eco de la cuestión
2. Coyuntura tecnológica. La cuestión antropoló- antropológica. La antropología teológica sondea lo
gica está hoy acuciada por los retos que le impone humano rastreando en él aquello que reside no en
el desarrollo tecnológico. Lo «natural» desdibuja a cualquiera de sus niveles de realidad, sino en ese
pasos acelerados su perfil frente a lo «artificial», de hontanar radical sobre el que pivota su ser. Por lo
manera que también el «inventor de la artificialidad» tanto, no desea construir un discurso que se con-
esto forzado continuamente a redefinir lo que en él forme sólo con aspectos parciales de la realidad
supone la proporción entre naturaleza y cultura. La humana. Está detrás de su totalidad. Ni siquiera
ingeniería genética, después de la eclosión de la in- practica una metafísica que estuviera a la caza de
formática y la robótica, representa actualmente la una causa objetiva inmanente a la realidad humana
punta de lanza de las dimensiones insospechadas misma. En general, para la teología, lo real queda
que ha adquirido la tercera revolución industrial. El insuficientemente explicado con un qué. Detrás del
acceso al patrimonio genético y la intervención en mundo y del ser humano se vislumbra más bien un
los mecanismos hereditarios de la vida, incluso quién, una causa subjetiva, que tiñe el todo de in-
concediendo sus aún insuficiencias técnicas, apare- tencionalidad. Esto hace que la antropología teológi-
cen como la posibilidad hercúlea de dar forma a un ca tenga un modo de proceder particular en su pro-
nuevo planeta. Con ello, la tecnología pregunta a su pio preguntar. Una mínima caracterización de ese
propio artífice por los fines de la civilización científi- estilo podría ser la siguiente:
co-técnica y lo responsabiliza como nunca hasta
ahora. La dificultad es que el portador de esa res- 1. Carácter mediato de la respuesta a la pregunta
ponsabilidad sobredimensionada es la humanidad antropológico-teológica. Reflexionar antropológico-
entera, porque es la humanidad entera la víctima, teológicamente es examinar la realidad humana
en última instancia, del desarrollo y la aplicación desde el punto de mira de la revelación, que, en
indiscriminados de la tecnología. Se abre el turno principio, se sitúa fuera de ella. Al practicar antro-
así a un diálogo de escala inédita sobre qué es inne- pología teológica, se efectúa algo distinto a una me-
gociable cuando se nos pide la tarea de preservar lo ra investigación cerrada, que sospecha de cualquier
humano, para el que la humanidad misma sólo se factor ajeno al objeto de estudio por considerarlo
siente remotamente preparada. una interferencia o una impureza metodológica. Al
contrario, la antropología teológica parte del su-
3. Coyuntura multicultural. La humanidad con- puesto de que la identidad del ser humano es dada
temporánea es consciente de su cosmopolitismo y a conocer, no es directamente cognoscible. Es una
multiculturalidad, hasta el punto de que se acepta identidad que se conoce en diálogo. Esa otra reali-
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dad que permite vislumbrar la radicalidad de la hos. Desde él, lo humano no es un episodio colate-
propia es la que genéricamente se llama «Dios». ral de la realidad, ni siquiera un bucle genético exi-
Desde lo divino se resuelve el qué, el quién y el para toso y extraño. La constitución creatural del ser
qué del ser humano. Ese trayecto indirecto hacia la humano es tal, que lo divino encuentra en él alteri-
conciencia está reflejado en algunas de las expe- dad. Y, por ello, esa alteridad últimamente no puede
riencias de conversión que consigna el NT. Es el ca- frustrarse. De ahí que las afirmaciones de la antro-
so de Pedro reconociéndose a sí mismo como «ser pología teológica estén hiladas desde el presupuesto
humano pecador» (Lc 5,8) ante Jesús en la pesca de que la realidad humana tiene salida. Si es verdad
milagrosa. El discípulo se descubre en su totalidad que «el mundo entero yace en el mal» (1Jn 5,19),
contingente gracias a y a través de su maestro, no también es cierto que la crisis de la historia huma-
antes; es el maestro quien, desde fuera, logra pro- na está abierta a la metanoia, es decir, a la activi-
vocar la resolución de una búsqueda latente en su dad dialogal de Dios en ella. Lo humano, a pesar del
discípulo hasta entonces improductiva. Ese carácter claroscuro del deambular histórico de su libertad,
mediato de la respuesta a la pregunta antropológi- es digno de la mirada escrupulosamente providente
co-teológica queda ejemplificado también en la sim- de Dios (cf. Mt 6,25-34; Hch 27,34) y de un be-
bología interna a la parábola del hijo pródigo (cf. Lc neplácito que marca la historia. Así es: «Hemos sido
15,11-32). Lo que allí se narra, básicamente, es la gratificados con preciosas y grandes promesas para
habitual aventura humana de la búsqueda de la que lleguéis a ser partícipes de la naturaleza divina»
propia identidad. Quienes están en ese proceso –los (2Pe 1,4; cf. 1Jn 3,1-2).
dos hijos– pretenden realizarla por separación con
respecto al padre común: externa, en el caso del Desde los presupuestos anteriores, los intentos
hijo menor; interna, en el del mayor. La parábola de respuesta a la cuestión antropológica, tal y como
avisa que, de ese modo, el proceso de búsqueda directa o indirectamente ésta ha sido recogida en
acaba fracasando. Sólo con la restauración de la re- teología, han fraguado históricamente en temáticas
lación de pertenencia al padre, es decir, desde una muy diversas. Unas han tocado las condiciones
referencia exterior a ambos hijos, es como los dos apriorístico-trascendentales del ser humano en tan-
pueden articular mejor la respuesta a su identidad to que referido a Dios. Otras se han fijado en las
última. circunstancias aposteriorístico-categoriales en las
que se enclava sucesivamente el hombre en tanto
2. Dimensiones teo- y cosmológica de la antropo- que creyente. He aquí un elenco de los puntos fuer-
logía teológica. Para la teología, la realidad humana tes de reflexión que han descollado a lo largo de la
sólo es abarcable desde su doble y simultánea refe- gestación del patrimonio especulativo de la antropo-
rencialidad a Dios y al mundo. Al ser humano le logía teológica: a) las aportaciones de la antropolog-
son constitutivas una verticalidad trascendente y ía bíblica y su singularidad frente a la griega; b) la
una horizontalidad inmanente. La antropología te- comprensión vetero- y neotestamentaria del ser
ológica, en una palabra, cuando trabaja la cuestión humano como imago Dei; c) la constitución creatu-
antropológica, tiene ante sí el triángulo Dios-Ser ral del ser humano y la relación creatural de éste
Humano-Mundo. No abstrae el vértice humano para con el mundo; d) la dualidad corpóreo-espiritual del
analizarlo independientemente. Si la teología atomi- ser humano y la articulación de un discurso esca-
zara la reflexión antropológica –como, de hecho, ha tológico que salve la unicidad del ser humano; e) la
sucedido en la historia–, infligiría una grave distor- importancia cualitativa de las dimensiones volitiva,
sión a la comprensión de la realidad humana. La intelectiva y afectiva en la determinación última de
cuestión antropológica, por tanto, se comunica con la realidad humana; f) la implicación entre las
las cuestiones teológica y cosmológica, aunque en- transformaciones de la imago Dei primigenia y los
tre ellas existan delimitaciones precisas y un orde- momentos de la historia salvífica (teologías de los
namiento cualitativo. estados pre- y postlapsario); g) la superación de una
comprensión extrinsecista de la relación entre lo
3. «Pathos antrópico» de la reflexión antropológico- natural y lo sobrenatural; h) la falibilidad de la li-
teológica. Más allá de sus objetos material y formal, bertad humana para amar y la comprensión de las
la antropología teológica parte metodológicamente dimensiones transpersonal, personal y social del
de una premisa antropológica que está sugerida en pecado; i) el proceso de transformación existencial
la revelación y que, por ello, es inmune a todo an- que induce la experiencia de Dios (agraciamiento,
tropocentrismo. La teología vetero- y neotestamen- justificación); j) las implicaciones antropológicas de
taria de la creación suscribiría que la realidad es la cristificación como humanización plena (segui-
merecedora de aprobación más que de condenación; miento, virtudes); k) las consecuencias antropológi-
y, dentro de esa realidad, aceptaría que lo humano co-teológicas de concepciones globales de lo huma-
no sólo es un acontecimiento extraordinario, sino no nacidas en la Modernidad (oyente de la Palabra,
positivo para el todo cósmico e histórico. La re- persona, ser comunitario-político, transformador
flexión antropológico-teológica participa de ese pat-
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creativo de su medio, realidad sexuada, productor la vida sea, en cierto modo, postergada. Se entiende
cultural, etc.). que es una frivolidad especular sobre el sustrato
metafísico de la existencia humana, cuando el pu-
Cada una de estas temáticas desarrolla, con ramente físico está en estado de emergencia. Esto
énfasis distintos, la triple realidad creada, pecadora supone, para la antropología teológica, no sólo
y cristiforme que es el ser humano. Ni mucho me- ahondar en la condición de creaturidad del ser
nos se encuentran irremisiblemente agotadas en lo humano, con objeto de rescatar todo su potencial
que, de fondo, están tratando. Lo que sí es más re- realista y crítico frente a la unidimensionalidad del
visable es su instrumentario terminológico, así co- homo faber. Representa también insistir en la con-
mo sus ángulos de observación. Por eso, a la vista dición humana de co-creaturidad, es decir, en la
de los matices actuales que adopta la cuestión an- dignidad creatural del mundo y en la integración de
tropológica, la antropología teológica está llamada a éste en la dinámica salvífica de la historia. Esto im-
ampliar los significados de sus afirmaciones fun- plica revisar el programa secularista de la cultura
damentales. occidental, responsable del extrañamiento del hom-
bre con respecto al mundo de consecuencias viru-
Ante la fragmentación política y económica a es- lentas para ambos. Por otro lado, simultáneamente
cala planetaria, que delata la presencia llamativa- se está retornando a reconocer que lo real está mu-
mente contundente del desfavorecido, la reflexión cho más «encantado» de lo que se sospechaba, en
antropológico-teológica tendría que volver a pensar menoscabo de la pretensión de monopolio que cla-
la cuestión antropológica asumiendo un dato cris- maba para sí la racionalidad científico-técnica. La
tológico de primera magnitud: Jesús habita la mar- nueva consigna epistemológica es que hay otras ra-
ginalidad de su tiempo histórico. Propone a sus con- cionalidades que pueden acceder a la comprensión
temporáneos un descentramiento hacia la cosmovi- de la realidad. Esta muestra más de sí cuando se la
sión de la buena nueva, en principio transparente trata no analítica, sino sintéticamente. Los entresi-
para los pobres (cf. Lc 4,18). Tanto que, de hecho, el jos de lo real, en todos sus variantes micro- y ma-
juicio sobre la historia versará fundamentalmente crofísicas, se hallan interrelacionados y exigen a
sobre el peso que le hemos adjudicado a la margi- cualquier investigación la adopción de un punto de
nalidad, sobre cuanto hicimos a «uno de estos her- vista holístico. Para la teología eso constituye un
manos míos más pequeños» (Mt 25,40). El reino es acicate para ahondar en algunas de las propuestas
el desafío a la desesperanza que anega los márge- antropológico-teológicas clásicas. Está ahí el des-
nes. La marginalidad es un espacio de horizontes plegar tanto la legitimidad como la pretensión de
clausurados, abrumadores, habitado por «fatigados verdad que tienen las manifestaciones de la dimen-
y sobrecargados» (Mt 11,28), en principio intransi- sión espiritual humana, excesivamente despresti-
table para toda esperanza siquiera intramundana. giadas por antropologías unilaterales que abordan
Cuando Jesús proclama el señorío de Dios justa- lo religioso como pura irracionalidad estéril. Está
mente dentro de ese espacio, revoluciona todo plan- ahí también el animar la investigación tras aquello
teamiento de la cuestión antropológica, porque re- que unifica la multiplicidad en que se presenta el
cupera para ella un sujeto –el desahuciado– que no fenómeno humano y que lo preserva de una seg-
es la excepción, sino la norma en la historia huma- mentación (supuestamente científica o inconfesa-
na. Una antropología teológica actualizada debería damente ideológica) que, a fin de cuentas, aniquila
asumir con más convicción, por lo tanto, el desafío su idiosincrasia.
que continúa planteando la teodicea. Tendría que
asesorarse de las metodologías de análisis de la rea- La antropología teológica, finalmente, sólo puede
lidad –como, por ejemplo, las propias de las ciencias presentarse en un contexto multicéntrico y plural
políticas, sociales y económicas, o de las ciencias de ahondando en su distintivo: el radical cristológico
la información– para atinar mejor con la proceden- de su visión del ser humano. La cristología denun-
cia objetiva de la desmembración insolidaria del cia lo inhumano y delata, por contra, lo inconfundi-
planeta. blemente humano. La cristología no sólo ejerce una
función crítica respecto de toda antropología, sino
El triunfo de la razón instrumental en Occidente que también ayuda a detectar, allí donde brota,
está siendo seriamente revisado en todos sus pre- aquello que puede ser confesado como humano en
supuestos. El resultado es que se promociona una cualquier antropología de las elaboradas en ámbitos
relectura de lo humano desde la clave de su mun- distintos al cristianismo. De esa manera, la antro-
danidad en dos direcciones distintas. Por un lado, pología teológica, guiada por el potencial transcul-
la crisis ecológica ha delatado la inviabilidad de la tural del misterio cristológico, ha de dejarse tradu-
sociedad industrial y ha trastocado los términos de cir a otros contextos y, a la vez, ha de permitirse el
la cuestión antropológica, excesivamente cargada de ser interpelada por visiones de lo humano elabora-
hipotecas antropocéntricas. La hecatombe medio- das desde circunstancias culturales dispares.
ambiental influye en que la búsqueda de sentido a
ANTROPOLOGIA TEOLOGICA 7

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