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#6 The Resolution of Callie - Kayden
#6 The Resolution of Callie - Kayden
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Julie Itxi
NnancyC Laurita PI
Alessandra Wilde Victoria.
Daniela Agrafojo Miry GPE
Daliam JANI
Capítulo 1 Capítulo 17
Capítulo 2 Capítulo 18
Capítulo 3 Capítulo 19
Capítulo 4 Capítulo 20
Capítulo 5 Capítulo 21
Capítulo 6 Capítulo 22
Capítulo 7 Capítulo 23
Capítulo 8 Capítulo 24
Capítulo 9 Capítulo 25
Capítulo 10 Capítulo 26
Capítulo 11 Capítulo 27
Capítulo 12 Epílogo
Capítulo 13 Seth and Greyson
Capítulo 14 Sobre el autor
Las cosas van bien para Callie y Kayden. Ellos todavía están lidiando con su
pasado y el dolor conectado a él, pero en su mayor parte han seguido adelante. La
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decisión más importante que tienen en este momento es lo que quieren hacer con
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Correr.
Lanzar.
Capturar.
Esquivar.
Correr.
Correr.
Correr.
Las palabras gritadas por mi padre corren detrás de mí como un fantasma
mientras rodeo corriendo la pista. No puedo huir, escapar ni esconderme de ellas.
Mis pies revotan contra el polvo, mientras mis pulmones se contraen en mi pecho,
todo mi cuerpo está bañado en sudor a pesar de que apenas hace diez grados y
estoy usando pantalones cortos. Mi corazón late con fuerza, me duelen mis
miembros, pidiendo que me detenga. Que es suficiente.
Pero nada se siente suficiente.
No puedo correr más rápido.
Su voz.
Sus palabras me perforan.
Quiero ser libre de ellas. Libre de él. Mi mamá. Mi pasado. Los años de
abuso. Lo que quiero es mi resolución. Sin embargo, para conseguirla, necesito
dejarlo atrás y no puedo hacerlo cuando todo es tan desconocido.
No sé dónde está, lo que hace. Si está vivo. Muerto. Si lamenta lo que hizo. Y
podría nunca saberlo. Y podría nunca ser capaz de dejarlo atrás.
Así que todo lo que puedo hacer es correr.
Hasta que ya no pueda respirar.
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El invierno es hermoso. Los copos de nieve caen del cielo y se arremolinan a través
del aire. Me recuerdan que el mundo siempre está cambiando, que la gente siempre cambia,
que yo siempre estoy cambiando. Este recordatorio es lo que me mantiene feliz, siguiendo
adelante con mi vida, superando lo que ocurrió con Caleb, y viviendo mi vida por el futuro.
Un futuro que está lleno de infinitas posibilidades.
A pesar de mi positivismo, siento como si últimamente algo ha estado faltando en mi
vida, pero no puedo descubrir qué es exactamente. No necesariamente es algo malo. De
hecho, podría ser bueno. Quizás, como la tristeza y el dolor. O, posiblemente, que estoy
avanzando más libremente a través de la vida que nunca. O tal vez solo estoy buscando algo
para explicar esta nueva y extraña sensación liberadora que reside en mi corazón, porque el
pasado parece tan distante. La persona que me lastimó se ha desvanecido y a pesar de que no
hubo ninguna resolución por lo que me hizo, siento que mis demonios internos conectados a
él —a lo que hizo— se han resuelto. Sí, los recuerdos siguen ahí, marcando mi pasado, pero
ya no me definen.
Y me siento… bueno, feliz.
Quiero compartirlo con Kayden, porque él parece un poco triste últimamente. Sin
embargo, no de la misma manera que antes. No, está mucho mejor que hace un año cuando
lo encontré en la clínica ese día horrible, el lugar donde fue enviado porque las enfermeras y
los médicos pensaban que él mismo se había apuñalado. Y aunque él también se hacía daño,
su padre fue el que lo comenzó y quien cometió las peores lesiones que casi lo mataron y
arruinaron el futuro que tenemos ahora.
El hermoso futuro que tenemos ahora.
—Toc, toc, toc. —Seth golpea la puerta mientras la abre y asoma la cabeza—.
Oye, ¿qué pasa que no respondes tus mensajes?
Bajo el bolígrafo sobre el lomo de mi diario y recojo mi teléfono de la cama.
—Lo siento, olvidé que lo silencié para la clase. —Subo el volumen mientras finge
un puchero y entra en mi dormitorio.
Se ve muy estilo Seth en su suéter negro y gris, vaqueros azul oscuro y
zapatillas Converse, su cabello rubio miel se encuentra revuelto a la perfección.
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—Gran idea. Voy a tener que intentarlo alguna vez. Aunque, soy el tipo de
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A medida que se deja caer y se acomoda para hacer su tarea, Seth la saluda
con la mano y me agarra y lleva por el codo hacia la puerta. —Vamos a tomar un
café —dice, agarrando mi sudadera de encima de la cama y entregándomela—, y te
contaré sobre el regalo que compré para Greyson.
Poniéndome la chaqueta, sigo a Seth por la puerta y al pasillo hacia los
ascensores.
—Es una colección de cosas que hemos hecho juntos —dice mientras
presiono el botón del piso inferior—. Como películas que hemos visto, música que
hemos escuchado y alimentos que ambos estamos de acuerdo que son increíbles.
—Ese podría ser el regalo más genial del mundo —le digo cuando llegamos
a la planta baja y damos un paso al vestíbulo.
—Lo sé, ¿verdad? —dice mientras paseamos hacia la puerta. Es un día
ventoso, pero aun así hermoso para estar caminando bajo el cielo azul cristalino.
Gotitas de escarcha se aferran a las ramas de los árboles sin hojas que rodean el
edificio y la hierba congelada hace que toda la escena luzca como un país de las
maravillas en inverno.
—Entonces, ¿qué hay de nuevo contigo? —pregunta Seth mientras nos
dirigimos hacia la dirección de la cafetería más cercana, la cual se encuentra en
diagonal a la Universidad de Wyoming; la universidad a la que ambos asistimos—.
Se siente como que no hablo contigo desde hace siglos.
Me río porque solo ha pasado como un día. —No mucho.
—¿Cómo va el nuevo trabajo?
Suspiro. Conseguí un periodo de prácticas para escribir en un periódico en
línea al comienzo del semestre. Me encanta escribir y todo, pero... —Como que no
es lo que me esperaba —le digo mientras salimos del césped y caminamos por la
acera resbaladiza.
—¿Qué quieres decir? —pregunta y juntamos nuestros brazos antes de que
uno de nosotros se caiga.
Doy un medio encogimiento de hombros. —Me gustaría poder escribir... No
sé, cualquier cosa que quiera, en lugar de ciertas cosas. Se siente tanto como un
trabajo. —Suspiro—. Eso me hace sonar egoísta, ¿verdad? Y desagradecida.
Seth se ríe mientras nos abre paso en torno a un gran parche de hielo en el
centro de la acera. —No, te hace sonar normal. No tiene que gustarte un trabajo
solo porque es tu trabajo.
Meto mi mano libre en el bolsillo de mi chaqueta mientras el viento azota mi
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me detiene con él—. Muy bien, señorita Callie, confiesa. ¿Qué no me dices?
Un mechón de mi flequillo cae en mi cara mientras trato de desviar la
mirada, pero nunca he sido una buena mentirosa y termino colapsando bajo su
mirada fulminante en cuestión de segundos.
—Está bien, bueno. —Suspiro mientras miro a Seth—. Sé con certeza que
Kayden no quiere vivir conmigo porque le pregunté al comienzo del año.
—¡Qué! —exclama Seth, aflojando su agarre— ¿Por qué me entero de esto
ahora?
Me muevo lentamente hacia la barandilla mientras alguien sale por la
puerta de la cafetería. —Porque no tenía ganas de hablar de ello.
Frunce el ceño mientras coloca los codos en la barandilla y se reclina contra
ella. —Bueno, ¿qué es exactamente lo que dijo Kayden? ¿Un directo: no, no quiero
vivir contigo?
—Bueno, no lo dijo directamente así —explico—. Dije algo acerca de cuán
genial sería vivir en un apartamento con un compañero de piso el próximo
semestre y cómo pensaba en ello, pero necesitaba un compañero... y él no dijo
nada.
Seth se relaja y niega con la cabeza, reprimiendo una sonrisa. —Mi querida,
adorada e ingenua Callie. Dar a entender algo no es lo mismo que preguntar. —Me
da palmaditas en la cabeza como si fuera una niña—. Y cuando se trata de chicos,
tienes que asegurarte de ser directa con lo que quieres. Confía en mí, tengo que
tratar con ello todo el tiempo con Greyson.
—Sí, probablemente tienes razón. —Me muevo hacia atrás mientras camina
alrededor de mí y abre la puerta para que entre—. Es muy difícil para mí ser así de
sincera porque, ¿y si me da un rotundo no?
Seth me sigue al interior y luego suelta la puerta, dejando fuera el frío. El
aire huele a café recién hecho y canela, y sonidos de teclas revolotean a nuestro
alrededor, ya que muchos estudiantes vienen aquí con sus ordenadores portátiles
por la conexión Wi-Fi gratis.
—No creo que lo haga —dice Seth mientras nos ponemos en fila.
Fijo la mirada en el menú por encima del mostrador, tratando de averiguar
qué ordenar. —No‖ estoy‖ tan‖ segura…‖ —Doy un paso adelante con la fila—. Ha
estado muy triste y un poco distante últimamente.
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Cuando abro la boca para protestar, añade—: Oye, tienes que escucharme. Ahora
soy oficialmente un estudiante de psicología y sé de lo que hablo.
Me ahogo con una risa. —Odio tener que decírtelo, pero solo porque te estás
especializando en psicología no significa que lo sabes todo. Las clases no te
enseñan todo.
—Ya lo sé. —Pone dos dedos en su sien—. Es este chico malo aquí lo que me
hace tan malditamente perspicaz.
Niego con la cabeza, pero sonrío. A pesar de que Seth está siendo un
sabelotodo, tiene razón: necesito hablar con Kayden.
—Está bien, lo haré.
—Será mejor que lo hagas. Y además, vivir en un apartamento es mucho,
mucho mejor que vivir en los dormitorios comunitarios. Y puedes ser súper
ruidosa cuando lo desees. —Mueve las cejas.
A pesar de mi sonrojo, decido seguirle la corriente. —Oh, lo sé. Esa es la
razón principal por la que quiero vivir con Kayden, para poder tener un tiempo a
solas sin la preocupación de que entren compañeros y nos sorprendan.
Me da la sonrisa más grande. —Mira a mi niña; toda crecida.
Me pongo más recta. —Ahora bien, si tan solo pudiera conseguir las bolas
para preguntarle a Kayden.
La cara de Seth se pone roja mientras se esfuerza para sofocar su risa, pero
no puede más y se apresura y coloca una mano sobre su boca. —No puedo creer
que hayas dicho bolas.
—¿Sabes qué? —digo cuando nos acercamos a la caja registradora—. Puedo
creerlo. No soy la misma chica que antes.
Baja la mano de su boca y el humor se disuelve de su expresión. —Tienes
tanta razón. Has cambiado. Eres mucho más fuerte.
A pesar de que es nuestro turno para ordenar, nos damos un abrazo. —Los
dos hemos llegado tan lejos —le digo, porque Seth ha tenido sus propias luchas
también y, sin embargo, aquí estamos: felices, sanos y disfrutando de la vida.
Sobrevivientes, eso es lo que somos. Deseo que Kayden pueda ver eso sobre sí
mismo. Que se dé cuenta de lo lejos que ha llegado.
Tal vez Seth tenga razón. Tal vez es hora de agarrar ese pequeño espacio
entre Kayden y yo. Después de todo, me he enfrentado a cosas peores que
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Ella es hermosa.
Página
Asombrosa.
Perfecta.
Me doy un momento para apreciar todo lo que es antes de caminar hacia
ella y hacer notar mi presencia. Debe haber escuchado el crujido de las botas contra
la nieve, porque su mirada se eleva y me encuentra antes de que la alcance. Nieve
salpica sus pestañas, a sus mejillas sonrojadas y tiene una sonrisa en su rostro, sus
ojos tan llenos de amor que en serio casi me giro y miro por encima del hombro
para asegurarme de que no hay nadie más ahí de pie al que podría estar mirando.
—¡Hola! —dice sin dejar de sonreírme. Luego cambia de pie su peso y una
pizca de sus nervios se muestra, lo que también me pone nervioso.
¿Por qué estará nerviosa?
—¡Hola a ti también! —Mis pies se mueven hacia ella por cuenta propia,
deseando, necesitando, estar cerca de ella—. ¿Por qué estás aquí afuera en el frío
helado?
Levanta su dedo, lo que indica que espere solo un segundo. Luego mira
hacia el árbol, deshojado y carcomido por la nieve, junto a ella antes de agacharse
detrás de él. Un segundo más tarde, la música me envuelve. Cuando da un paso
para salir de detrás del árbol, sonríe mientras los copos de nieve se arremolinan
alrededor de nosotros, casi moviéndose con el lento ritmo de la canción.
—¿Qué tienes ahí atrás? —pregunto—. ¿Una base para iPod o algo así?
Niega con la cabeza mientras camina a través de la nieve hacia mí, lo que
reduce el espacio entre nosotros, algo por lo que estoy ridículamente agradecido.
De hecho, quiero que todo se vaya; que ni una sola gota de espacio quede entre
nuestros cuerpos.
—No, es el estéreo de Luke. Seth se lo pidió prestado, para que yo lo pueda
utilizar para esto.
Mi sonrisa se forma, la primera vez que sonrío en todo el día. —Dios, él es
tan raro con toda esas cosas viejas que conserva, ¿verdad?
—¿Cómo todas sus cintas de mezclas? —dice con una risa suave mientras se
detiene frente a mí e inclina la cabeza hacia atrás para mirarme.
Elimino el resto del espacio entre nosotros y pongo las manos en sus
caderas. De repente, me siento cálido en medio del frío. —Creo que él pertenece a
los años ochenta.
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Busco sus ojos y veo los mismos nervios que noté cuando me acerqué a ella.
—¿Qué ocurre?
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Callie me mira con esperanza en sus ojos mientras me esfuerzo por ordenar
toda la confusión que fluye a través de mi mente. Mis labios se abren para tratar de
explicarle lo que sucede, aunque supongo que será una mezcla de tonterías, pero
ella rápidamente me cubre la boca con la mano.
—No me respondas en este momento. —Quita lentamente su mano de mis
labios—. Piénsalo. Háblalo con tu terapeuta y averigua si quieres hacerlo o no —
dice con un encogimiento de hombros—. Solo te hago saber lo que quiero.
Asiento, dejando escapar el aire atrapado en mi pecho. —Está bien, pensaré
en eso.
Sus labios se curvan en una sonrisa y luego se pone de puntillas para darme
un beso en la boca. Su sabor me ahoga, y por el momento más cálido y liberador,
me olvido de todo. Sin embargo el beso es demasiado rápido, y cuando comienza a
alejarse, acuno su nuca y tiro de ella de regreso hacia mí, negándome a dejarla ir,
queriendo sentir la tranquilidad dentro de mí solo un poco más de tiempo.
No protesta cuando deslizo mi lengua profundamente dentro de su boca,
explorando cada centímetro de ella mientras me aferro a sus caderas, agarrando
sus costados. También se agarra a mí con fuerza, con nuestros cuerpos oscilantes
en tanto la nieve cae a nuestro alrededor, la ropa se humedece hasta llegar a
nuestra piel, y la música suave continúa reproduciéndose en el fondo.
Es uno de esos momentos fáciles con ella que siempre espero y me gustaría
poder permanecer en él para siempre. Pero por alguna razón tengo la sensación de
que la nieve dejará de caer y la vida continuará.
Continuará adelante.
A un futuro.
Ojalá supiera qué demonios se supone que debía hacer.
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Página
aspecto muy de zorra, algo para lo que no estoy ni creo que alguna vez estaré lista
para usar. De nuevo, no pienso que esté en mi personalidad. —Sí, y te he atrapado
observándolo antes en aquellos pantalones súper ceñidos, amigo. No eres tan
discreto como piensas.
—¿Quién dice que intentaba ser discreto? —dice, poniendo una mano en su
cadera—. Admiraba la vista. Y no pretendas que no lo haces también; admirar un
lindo trasero cuando ves uno.
Mis mejillas se calientan y se ríe de mí, divertido por mi vergüenza. Todavía
riendo, vaga alrededor de los percheros llenando la pequeña tienda, buscando un
disfraz. La colección es bastante buena y hay un montón de gente echando un
vistazo a la oferta ya limitada. Hay una música tipo Halloween sonando a través
de los parlantes para agregar a las decoraciones tenebrosas de murciélagos, brujas
y fantasmas.
—¿Ya te decidiste por uno? —pregunta Seth, retrocediendo del perchero y
frotándose el estómago—. Porque me está dando mucha hambre.
Sacudo la cabeza y hago una mueca al ver la pequeña pieza de cuero que se
suponía sea alguna clase de vestido, sin embargo, luce más como una camisa muy
corta. —El problema es que no quiero ser algo aterrador o estilo prostituta, y eso es
todo lo que en realidad tienen aquí.
Mira la pared de máscaras y vuelve al perchero que estaba revisando. —Eso
medio que elimina un montón de opciones, si no todas.
—Lo sé. —Suspiro, echando un vistazo alrededor de la tienda—. Solo quiero
ser algo bonito. Algo que no sea tipo zorra, pero sexy en una forma donde no tenga
que‖mostrar‖tanta‖piel,‖si‖tiene‖algún‖sentido.‖Algo‖que…‖deslumbrará a Kayden.
—Sonrío ante mi uso de la palabra, ya que deslumbrar es una las favoritas de Seth.
Mueve la cabeza de arriba abajo con la música mientras mira alrededor de la
tienda pensativamente. —Tiene perfecto sentido para ti. —Me agarra la mano—.
Ven conmigo, hermosa; creo que tengo una idea de lo perfecto para ti. Algo que te
har{…‖—Me sonríe—. Deslumbrar al mundo entero.
Sonrío y lo sigo fuera de la tienda, esperando que los esfuerzos del día
vayan a valer la pena, que tal vez de algún modo pueda hacer la noche mágica, o al
menos conseguir que Kayden sonría. Eso solo hará que todos los esfuerzos valgan
la pena.
Más tarde ese día, regreso a mi cuarto con una bolsa que contiene lo que
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pienso será el disfraz perfecto. Sé que estoy siendo tonta, que tengo casi veinte y no
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antes de que fuera aplastado. Después que fui violada, me encerré por completo,
viviendo dentro de mí misma. Me corté el cabello y solo hablaba con mi diario en
su mayor parte, todo lo que sentía se vertía a través de ese bolígrafo. Eso es lo que
hice hasta que me marché a la universidad, lo cual significa que me convencí que
toda esa cosa de la secundaria era tonta cuando realmente quería ir al baile. Nunca
sucedió.
—Podría ser como el baile de graduación para ti —había dicho Seth cuando
intentaba convencerme que esto era, ciertamente, lo que necesitaba vestir—. Y
podrías ser como Cenicienta y perder tu zapatito de cristal para que Kayden tenga
que encontrarte y devolvértelo.
Había estado sosteniendo el vestido sobre mi cuerpo y viendo mi reflejo en
el espejo. —Seth, es solo una fiesta. Y definitivamente este no es un vestido que
usaría Cenicienta.
—Entonces sé Calliecienta —dijo con un guiño—. O Calliepunzel y puedes
encerrarte en tu cuarto hasta que Kayden ruegue que le permitas entrar.
Solté una carcajada. —¿Estás ebrio? Digo, sé que tuviste un margarita en el
almuerzo, pero usualmente se necesita mucho más para que sientas sus efectos.
—No estoy ebrio —dijo, arrebatando el vestido de mi mano—. Solo intento
darte el cuento de hadas que mereces.
—La vida no es un cuento de hadas —respondí. Pero al final, compré el
vestido, casi deseando que lo fuera.
Si la vida fuera un cuento de hadas, pensé para mis adentros cuando colgué el
vestido en el armario, sería muy oscuro y retorcido. Entonces por otra parte, algunos de
esos cuentos de hadas sí tienen un lado oscuro, un villano malvado, un dilema perverso
para superar como una maldición. Pero nunca querría ser una princesa, al menos no de la
clase que espera para que un príncipe la rescate.
Querría salvarme a mí misma. Y quizás al príncipe también. Quizás podríamos
salvarnos el uno al otro, juntos.
Una idea destella en mi mente y dejo escapar un animado aplauso y grito de
entusiasmo. —¡Demonios, ya sé!
Justo entonces, Harper entra en el cuarto con un bolso sobre el hombro. Me
da una mirada rara cuando coloca sus cosas en la cómoda y su bolso en la
cama. ¿Estás bien?, articula porque tengo los auriculares puestos.
Asiento animadamente mientras salto de regreso a mi cama. —Sí, tuve una
idea muy buena. —Entonces me vuelvo al computador y posiciono los dedos en el
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por las calles, pero una parte de mí quiere que sea al revés, quiero que sepa en
Página
—Creo que podría estar tratando de protegerme, pero no estoy seguro ya que
nunca antes alguien ha hecho algo así por mí, al menos nadie en mi familia—. Y no
tienes que hablar con él si no quieres.
No estoy seguro de cómo responder. Dylan y yo nos hemos estado llevando
bien, pero ahora está mostrando mucha emoción dirigida hacia mí. Es extraño y
poco familiar, sobre todo porque pasé mucho tiempo pensando que me odiaba
cuando era niño, después de que se fuera cuando tenía dieciocho años y me dejara
con nuestros padres, ni siquiera se molestó en llamar para decir en dónde vivía. Es
algo de lo que no hemos hablado mucho, aunque mi terapeuta piensa que podría
ser saludable para nosotros. Sin embargo, todavía no quiero ir por ese camino;
abrir esas viejas cicatrices que siguen tratando de sanar.
—Est{‖ bien…‖ gracias‖ por‖ llamar‖ —digo torpemente mientras cierro la
puerta del auto y le pongo seguro, ya que es demasiado viejo para tener un llavero
de control remoto.
—Sí, no hay problema —responde, sonando tan incómodo como yo. Oigo a
alguien decir algo en el fondo y rápidamente agrega—: Oh, y Liz quiere saber si
vas a traer a alguien contigo para Acción de Gracias.
Quiero decirle que ni siquiera me he comprometido a ir, pero en su lugar
digo—: No estoy seguro, pero te lo haré saber pronto.
—Está bien, pero para que conste, nos encantaría tenerte a ti y a Callie aquí
si ella puede venir. —Suena como si lo dijera en serio.
Una vez más, me sorprende un poco este raro asunto de preocuparse por mí
que tiene en marcha. Sin embargo, mantengo la calma y me despido antes de
dirigirme de vuelta al trabajo, a pesar de que me quedan más de diez minutos de
descanso. Trato de no pensar mucho en Tyler, pero no puedo evitarlo. Porque,
¿qué si realmente lo sabe?
Sabe dónde está mi padre.
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Página
—¿En serio? —le digo a Seth al leer lo que acaba de escribir en mi pizarra.
Seth y yo hemos estado creando esta lista de cosas por hacer desde el comienzo del
primer año cuando nos hicimos amigos. No hay una regla a lo que va allí, solo
tiene que ser algo que creamos que al menos uno de nosotros tiene que tratar. Esta
versión de la pizarra en realidad comienza desde cien ya que la lista se hizo tan
larga que tuvimos que transferir algunas de ellas sobre una hoja de papel.
—Sí, en serio. —Golpea ligeramente el marcador contra el número ciento
diecisiete—. No es más raro que éste.
—Oye, hice ese el otro día. —Arranco el marcador de su mano y dibujo una
línea a través del número ciento diecisiete.
—Eres tan rara —dice mientras pongo la tapa al marcador y lo tiro a un
lado.
Le ruedo los ojos. —Mira quién habla.
—Totalmente —coincide, llevando su mirada a la ventana—. ¿Estás lista
para esto?
Mi cara se arruga en confusión. —¿Lista para qué?
Golpea ligeramente el dedo contra la pizarra justo donde acaba de escribir el
número ciento treinta y cuatro. —Da, lo que vas a hacer hoy.
Sacudiendo la cabeza, me dejo caer en la cama. —No voy a hacer eso.
Pone las manos en sus caderas y baja la mirada. —Claro que sí.
Doblo mis brazos y le dirijo una mirada dura. —No lo haré.
—Tienes que hacerlo —insiste—. El concierto es mañana y ya le dije a
Greyson que venías.
—Está bien, le preguntaré a Kayden —digo, derrotada—. Pero no en alguna
forma de baile extraño y cursi como la gente hace en la escuela secundaria.
—Lo harás, Callie Lawrence. —Agarra mi brazo y me da un tirón tan fuerte
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para levantarme que tropiezo—. Esto es algo que tienes que hacer.
Página
Le doy la mirada más desagradable de todas. Creo que él cree que necesito
volver a vivir mis días de la escuela secundaria, ya que fueron los peores, y quiero,
pero‖al‖mismo‖tiempo…‖—Tengo miedo de que viviré en el pasado si lo hago.
Su determinación se ablanda, pero aún me jala hacia la puerta, lanzándome
mi abrigo en el proceso. —Nop. En absoluto. —Abre la puerta y me dirige hacia el
pasillo con él, llevándonos alrededor de un grupo de personas deambulando por
los pasillos—. Mira, estos somos tú y yo alejándonos del pasado y dirigiéndonos
hacia el futuro.
—Hablas en sentido figurado, ¿verdad? —pregunto cuando llegamos al
ascensor y presiona el botón de abajo.
—Tuve mi clase de filosofía —admite mientras las puertas del ascensor se
abren y entramos—. Ahora, ¿linda, por favor, harías esto conmigo? —Su dedo se
cierne sobre el botón de la planta baja, esperando a que yo esté de acuerdo, porque
al final, independientemente de lo insistente que es, siempre dará marcha atrás si
se lo pido. Ese es el asunto con Seth y por qué es tan buen amigo.
—Ah bien. Vamos a ser cursis. —Resoplo como si estuviera irritada, pero al
final los dos estamos sonriendo. Y realmente, ese es el punto en esto, en lo que sea,
¿verdad?
—Así que, esto es lo que hace la gente cuando se piden el uno al otro ir al
baile, ¿eh? —Veo la parte delantera del elevado edificio de dormitorios de Kayden
mientras Seth toma una rama delgada del árbol, causando que un montón de nieve
caiga sobre su cabeza.
Quitando la nieve de su cabello, asiente y luego se agacha y dibuja un
corazón en la nieve. —Sí, tienes que ser creativa con estas cosas. De hecho, entre
más creativa, mejor. —Mientras lo dice, escribe en la nieve: Kayden, ¿vendrías a un
concierto de Halloween conmigo? Me desvaneceré sobre la luna si lo haces.
Se pone de pie con una expresión de orgullo después de terminar. —Ves,
ahora todo lo que tienes que hacer es ir a buscarlo. —Deja caer la rama y quita el
polvo de nieve de sus guantes.
—¿Me desvaneceré sobre la luna? —pregunto y me lanza una mirada como
diciendo: qué. Recupero mis guantes del bolsillo y deslizo mis dedos dentro de
ellos—. Tengo una idea mejor. —Elevo la rama y paso mis manos por la superficie
de la nieve, borrando lo que escribió y riendo cuando empieza a quejarse. Entonces
me arrodillo y escribo algo que viene de mí—. Si voy a hacer esto, entonces debería
hacerlo yo —le digo mientras trazo con la punta del palo en la nieve. Cuando
termino, me pongo de pie y admiro mi obra.
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Seth se para junto a mí y lee lo que escribí. —Kayden, deja que te deslumbre en
un concierto de Halloween. PD: Seth me hizo hacer esto porque lo puso en la lista. —Me
Página
cualquier persona.
Pero esa noche, él se fijó en mí, como yo siempre me fijé en él.
Página
—Bueno. Me alegra que se sienta como que lo hago. —Me da una sonrisa
Página
Soy el peor novio en la historia de los novios. En serio. Callie siempre está
poniendo su corazón para mí y ni siquiera le puedo decir acerca de la llamada que
recibí de Dylan. Ni siquiera sé porque no puedo contarle. O tal vez sí. Tal vez sé
que Callie me hará hablar de ello, porque ese es el tipo de persona que es ella, y yo,
simplemente, no quiero hablar de eso.
Ya que acepté ir a la fiesta/concierto con ella, vamos arriba a mi habitación.
Me siento como el mayor idiota después de su declaración acerca de la graduación.
Fui a todas las mías, hice todas las estupideces de secundaria que se supone que
significan algo, pero lo tomé por algo seguro. Y aquí está Callie, tratando de
recompensar todo lo que se perdió con un concierto de Halloween, uno al que me
pidió ir. Necesito empezar a hacer más cosas por ella, hacerla sentir más especial,
dejar de ser un novio de mierda.
Una vez que nos acomodamos en mi cama, con mi ordenador frente a
nosotros, elegimos una película y luego nos llenamos con bocadillos y bebidas. Mi
compañero de cuarto no está, así que tenemos el lugar para nosotros, lo que en
general usaría como ventaja para explorar cada centímetro del cuerpo de Callie,
pero hoy mi mente está en un lugar extraño.
Callie debe de sentir mi distancia, claro que lo hace, porque a mitad de la
película sale de mis brazos y pausa la pantalla. —Está bien, ¿qué sucede? —Coge
un puñado de papas fritas y las deposita en su boca.
—No sucede nada —miento, agradecido de que la lámpara es la única luz
encendida, así no puede ver mi cara con claridad.
Toma un sorbo de su soda, ojeándome todo el tiempo. —Sabes que me doy
cuenta cuando estás mintiendo, ¿verdad?
Me siento en la cama y recuesto mi espalda contra la cabecera. —¿Cómo?
Se inclina sobre mí, para dejar su soda sobre la mesita de noche, y respiro el
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Un jadeo escapa de sus labios cuando mis dedos van a la deriva, subiendo
su blusa hacia su pecho. Son los pequeños sonidos que hace, siempre que estamos
juntos, los que me vuelven más loco que cualquier otra cosa. Son los que terminan
el momento más rápido de lo que quisiera, porque no puedo mantenerme bajo
control. Justo como ahora.
Enredando mis dedos entre su cabello, tiro su cabeza hacia atrás y la atraigo
para un apasionado beso con sabor a Dorito/Coca-Cola.
—Kayden —gime, tensando sus dedos por el más breve momento sobre mi
pecho, justo donde mi corazón late fuertemente. Sé que puede sentirlo, sentir lo
que me hace, y espero que eso la haga entender lo mucho que significa para mí.
Cuando mis dedos se deslizan por debajo de su sostén y rozan su pezón, se
rinde al instante en mis brazos, abriendo su boca y permitiéndome profundizar
nuestro beso mientras rueda sus caderas contra las mías. Ahora soy yo el que está
gimiendo, mientras tiro de su cabello, pellizco sus labios, muerdo su cuello, lamo
su clavícula. Estoy siendo un poco rudo con ella, más de lo normal, pero me voy a
detener en el momento en que lo pida.
No lo hace, en su lugar, rompe el beso para agarrar la parte de abajo de mi
camiseta y arrastrarla sobre mi cabeza. Sus dedos inmediatamente encuentran las
cicatrices en mi pecho y lucho por respirar mientras traza los ásperos e irregulares
patrones de cada una. Sus labios siguen el camino de sus dedos, plantando besos
en mi piel. Callie sabe de dónde vienen mis cicatrices, sabe que algunas me las hice
yo mismo mientras que otras me las hizo mi padre. No le conté cada sangriento
detalle de lo que pasó, deseando ahorrarle los datos más feos.
Después de que Callie termina de besar prácticamente cada centímetro de
mi pecho, se reclina hacia atrás y sube los brazos sobre su cabeza para que pueda
sacarle la blusa. Amo que confíe en mí lo suficiente como para hacer esto, sin
tensarse como antes. Una vez que su blusa está fuera, desabrocho su sostén y mi
boca inmediatamente rodea su pezón.
Se le escapa un gemido combinado con una delirante suplica mientras sus
dedos se enredan en mi cabello, tirando de las raíces, apartándome y a la vez,
trayéndome más cerca. Sus piernas se aprietan a cada uno de mis costados y mece
sus caderas nuevamente, haciendo que un gutural gruñido escape de mi boca.
Estoy a punto de perder el control, justo aquí y ahora.
Incapaz de soportar la pequeña cantidad de ropa que cubre nuestros
cuerpos, me aparto de ella, solo para sacarle sus vaqueros y bragas, luego me
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ayuda con los botones de mis pantalones para sacarlos también. Está tomando la
píldora ahora, por lo que no tengo que sacar el condón de mi bolsillo, como solía
Página
hacerlo, lo que es algo bueno, porque algunas veces estamos tan metidos en el
momento que probablemente nos olvidaríamos de la protección.
Después de que me deshago de mis boxers, cubro su cuerpo con el mío. Está
prácticamente jadeando mientras arquea sus caderas y agarra mi trasero para que
pueda deslizarme fácilmente dentro de ella, pero me muevo casi dolorosamente
lento solo para ver la mirada en su rostro, la misma que he visto tantas veces,
donde sus ojos se vuelven vidriosos y se pierde, agarrando mi hombro, clavándose
en mi piel, sosteniéndose en mí mientras se deja llevar. Y no hay nada más por
hacer que unirme a ella, deseando que ésta fuera la manera en que las cosas sean
siempre.
Solo ella y yo, nada más.
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Página
Después de la noche que pasé con Callie, se siente que las cosas van a estar
bien. Que tal vez puedo olvidar toda esta mierda y no tengo que preocuparme por
eso. Que tal vez nunca conseguiré resolución por lo que me pasó y solo tengo que
seguir adelante. Quiero, pero no estoy seguro de que puedo.
Es de mañana y paso el rato en mi habitación, tratando de ponerme al día
con algunas asignaciones, cuando mi teléfono empieza a sonar. Me estremezco
cuando veo el nombre de Dylan en la pantalla, y mi mente al instante piensa que la
llamada va a ser mala.
Casi no respondo, pero a sabiendas de que va a volverme loco si no lo hago,
alcanzo el teléfono y presiono hablar. Niko se encuentra en el escritorio de la
computadora, con un juego, así que me dirijo al pasillo para hablar.
—¿Qué pasa? —le pregunto a Dylan mientras cierro la puerta detrás de mí.
Me imagino que es una llamada sobre Tyler, así que cuando él dice—: Es
papá —casi no se registra en mi cerebro.
—¿Eh...? ¿Qué...? ¿Tú...? —Estoy sin palabras.
Dylan dice, lo que está pareciendo convertirse en su modus operandi—:
Kayden, lo siento mucho. Tal vez no debería estar diciendo esto.
Voy hacia los baños, maniobrando a través de las personas, prácticamente
empujándolas de mi camino. —¿Decirme qué? —Porque no escuché nada más que
papá.
Ya está el suspiro de nuevo. —He encontrado a mamá y papá, Kayden... y es
malo... bueno, malo dependiendo de cómo se mire.
Llego al baño y me encierro en un urinario. —¿Cómo es eso? —Me
desplomo contra la puerta, diciéndome que debo respirar, pero mi corazón parece
ocupar todo el puto espacio en mi pecho. Es como si me hubieran dado una patada
en el intestino y golpeado en la cara una y otra vez.
He encontrado a mamá y papá.
—Papá se encuentra en el hospital. —Hace una pausa y noto que lucha por
mantener su voz nivelada—. No he conseguido demasiada información, teniendo
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Había una vez, una chica que pensaba que era una princesa. Y en serio, ¿no se
suponía que todas las niñas lo eran?
Creció feliz, con una madre adorable y tal vez excesivamente atenta, y un padre que
cuidaba de ella. Su hermano mayor en general no era muy malo, al igual que cualquier
hermano mayor. Y aunque no creció en un castillo rodeado por lomas de pastizales con
flores y árboles floreciendo, su casa sencilla se sentía como un palacio en su ciudad pequeña.
La hacía sentir protegida y segura de todo el mal del que escuchó susurrar, pero que no era
seguro si existía, pues nunca había visto nada de ello por sí misma.
Sí, todo estaba bien en el mundo de la princesa. Pero en su doceavo cumpleaños…
todo cambió, cuando el mal entró por los muros de su palacio. No destruyó el lugar ni forzó
la entrada, como en los libros o películas. Simplemente pasó por la puerta, y fue recibido con
los brazos abiertos. No tenía colmillos o dientes afilados que le advirtieran a la princesa que
tal vez no era bueno, mucho menos que era un monstruo. No, vestía ropas normales con
dientes normales e incluso tenía una sonrisa normal. Era simplemente un chico normal. Al
menos, eso pensó la princesa.
Pero la princesa se equivocó y pronto, y muy trágicamente, descubrió de qué se
trataban las cosas malas de las que solo escuchó susurrar.
En una casa llena de globos y presentes, el chico la atrapó en un lugar donde una
vez se sintió segura, y rompió a la princesa en mil pedacitos que nunca volverían a ser
encontrados enteramente. Y no solo los rompió, sino que también se robó algunos,
manteniéndolos en algún sitio que nadie más podía ver.
Después que todo acabó, la princesa rota ya no era más princesa. Simplemente se
sentía como una chica invisible. Las princesas se suponía que fueran felices, bonitas, que
tuvieran un montón de amigos y fueran a fiestas. No se suponía que estuvieran tan rotas.
Pero la chica ya no hacía o sentía ninguna de aquellas cosas. Su palacio se volvió una
prisión. Y la familia que una vez le trajo felicidad eran ahora fantasmas en un mundo
oscuro y desconocido en el que fue forzada a entrar.
Enredaderas invisibles crecieron alrededor de la casa, llenas de espinas, haciendo
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doloroso tanto quedarse como marcharse. Ningún lugar se sentía seguro. Y así fue como
siempre creyó que serían las cosas, que sufriría debido al mal sola, por el resto de su vida.
Página
Pero seis años después, en una noche cálida de verano, la chica descubrió que no era
la única rota por los monstruos malos y aterradores. Se encontraban en todas partes,
destruyendo muros y personas… destruyendo a un chico en particular. Sin embargo, no era
solo un chico, sino el más hermoso y roto que la chica había visto. Supo en el momento en
que le vio, que tenía que salvarlo del monstruo que se cernía sobre él con sus colmillos…
Seth pone los ojos en blanco. —Oh, mi querida Callie, es Halloween. Podrías
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que noto es que hay algo que sobresale de la manga de su camisa... un pedazo de
gasa tal vez. Pero entonces mis ojos viajan a lo que está en su mano. Una rosa con
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su propio mundo. Me pone un poco triste que Kayden no esté aquí conmigo, pero
no tengo tiempo para la autocompasión cuando Violet decide que me va a enseñar
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lejos de la realidad.
—Espero que te estés divirtiendo esta noche —susurra en mi oído, con la
mano apoyada en la parte baja de mi espalda, acercándome. Hay algo en su tacto:
una desesperación.
—Por supuesto que sí. —Mis párpados se cierran mientras el calor de su
cuerpo me ahoga y lo acerco más, deseando que él supiera que todo iba a estar
bien. Si tan solo pudiera hacérselo ver de alguna manera, que siempre me tendrá,
que nunca va a estar solo.
—Bien. Eso es todo lo que quiero para ti; nada más que diversión. —Su
aliento se acelera—. Te mereces ser feliz.
Inclino la barbilla para mirarlo a los ojos. —Estoy feliz. —A diferencia de él.
Parece estar sufriendo, a punto de llorar—. ¿Quién te enviaba mensajes de texto?
Cierra los ojos y mueve la cabeza. —No quiero hablar de eso esta noche, no
quiero hacer que otra de tus noches sea deprimente.
¿De dónde diablos viene esto?
—Tú no haces que mis noches sean deprimentes. ¿Qué diablos, Kayden? —
Es raro que maldiga, así que cuando lo hago, tiene un propósito. En este momento,
estoy entrando en pánico porque se parece a un hombre que está a punto de
romper con su novia—. ¿E-estás r-rompiendo conmigo?
Sus ojos se amplían con horror. —¿Qué? ¡No! ¿Por qué diablos dices eso?
—¡Porque te ves como si estuvieras a punto de hacerlo!
—¡Nunca te diría eso! ¡Nunca!
Estamos gritando sobre la música y lo odio. Nunca nos gritamos, ni siquiera
detrás de las puertas, solo hablamos apasionadamente. Pero esto es gritar, y es la
peor sensación del mundo.
Como si de repente se diera cuenta de que estamos en un lugar lleno de
gente, baja la voz y me toma de la mano. —¿Vienes conmigo? Tengo algo... —
Exhala en voz alta y se pasa la mano libre por el pelo—. Hay algo de lo que tengo
que hablar contigo.
Tragando el nudo en la garganta, asiento y luego lo sigo fuera de la pista de
baile, saludando a Seth en el camino. Me da una mirada cuestionadora y luego
pone el dedo meñique y el pulgar a un lado de su cara, como un teléfono. Asiento,
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entendiendo que quiere que lo llame más tarde. Entonces, me giro y me concentro
en mis pasos, porque eso es más fácil que centrarme en qué diablos acaba de
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causar que Kayden y yo nos gritáramos el uno al otro por primera vez.
Después de recoger nuestras chaquetas del guardarropa, salimos al aire que
enfría mi piel. Al instante me pongo la chaqueta, temblando mientras Kayden me
lleva a su coche. Abre la puerta del pasajero para mí sin decir una palabra y luego
rodea el auto, entra y enciende el motor, subiendo la calefacción. Se queda mirando
por la ventana, agarrando el volante con tanta fuerza que le comienzan a temblar
las manos.
—Metí la pata —dice, alejando las manos del volante y limpiándoselas en
los vaqueros.
Estoy a punto de preguntarle qué hizo, pero se enrolla la manga de la
camisa y me muestra la respuesta. Antes, cuando me había recogido, creí notar un
pedazo de gasa desde su camisa, pero, estúpidamente, me distraje por la rosa y el
hombre desnudo, y me olvidé completamente de preguntarle al respecto.
Dios, debí haberle preguntado.
—¿Qué pasó? —le susurro, a pesar de que lamentablemente sé la respuesta.
Cierra los ojos y se frota la cara con la mano, soltando una bocanada de aire.
—Sentía mucha presión últimamente y en lugar de afrontarlo, lo dejé carcomerme.
Entonces hoy pasó algo muy feo... y yo... en cierto modo perdí el control. —Abre
los ojos, pero mira hacia adelante en vez de a mí—. Es por eso que pude recogerte.
Tuve que perderme la práctica para poder ir a hablar con mi terapeuta.
Sé que la terapia es buena para él, me alegra que lo haga, pero aun así, a
veces me gustaría que también hablara conmigo acerca de esas cosas.
—¿Qué fue lo que pasó? ¿O es que no quieres hablar de ello?
Se frota la cara de nuevo con la mano, esta vez tan fuerte que me preocupa
que lo haga para causarse dolor físico. —Debería haber hablado contigo, en un
principio, en lugar de hacer lo que hice. Sin embargo la terapeuta dice que sucede.
Las recaídas suceden. —Cierra los ojos, y se escapan una o dos lágrimas. No estoy
segura de qué hacer ni qué decir, si hay algo que puedo hacer o decir, ya que no sé
de qué se trata. Sé lo suficiente para reconocer que se corta cuando no quiere sentir
dolor emocional, pero, ¿qué le causó dolor emocional?
Estoy a punto de preguntarle, de intentar hacer que hable conmigo de
nuevo, pero esta vez me dice sin que se lo pregunte. Abre los ojos y me mira, sin
molestarse en ocultar las lágrimas. —Dylan encontró a mis padres.
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—No estoy seguro. —Me rasco la muñeca, haciendo que la cortada recién
hecha queme. La sensación es relajante y aterradora a la vez, algo entre el amor y el
odio—. Dylan no sabía todos los detalles, probablemente porque mi madre no iba a
dárselos, pero supongo que ha estado en el hospital por unas semanas. Todavía no
sé por qué…‖no sé exactamente lo que le pasó.
Callie pone su mano sobre la mía, seguramente para que deje de rascarme la
muñeca. —Sin embargo, ¿cómo es que sabes todo esto? Digo, ¿cómo consiguió tu
hermano un rastro de ellos?
Me trago el nudo en la garganta causado por sus dedos tan cerca del corte,
un corte que ambos sabemos, vino de mi propia mano. —Tyler se derrumbó y se lo
dijo todo a Dylan. Supongo que estuvo con ellos durante un tiempo, pero después
del accidente de mi padre, se fue y comenzó a quedarse en casa de Dylan.
—¿Y en dónde están tus padres? Quiero decir, sé que están en un hospital,
pero, ¿en dónde exactamente?
—No estoy seguro. Dylan dijo que todo lo que Tyler le dio fue un número
de teléfono. Todavía trata de obtener todos los detalles de mi madre, pero es como
hablarle a la pared. —Aprieto los labios con tanta fuerza que se adormecen—. Así
es mi familia, Callie. Guardan secretos. Uno del otro. Del mundo. Nadie sabe
quiénes son los Owen, a veces ni siquiera los Owen. —Estoy a punto de empezar a
llorar otra vez, lo que es ridículo. No necesito llorar por cualquier cosa, ¿cierto? No
sé qué sentir. Todos esos años de ser golpeado, tanto mental como físicamente, me
hacen incapaz de sentir las cosas correctas en este tipo de situación—. Creo que
estoy roto —susurro cuando una lágrima o dos caen de mis ojos. Me siento como
un jodido marica. Es ridículo. Llorar por algo tan estúpido. Algo por lo que no
debería llorar.
Sacudiendo la cabeza, Callie pasa por encima de la consola y se sienta en mi
regazo, enfrentándome con una pierna a cada lado. —No estás roto, Kayden. ¿Por
qué dices eso?
—Porque... —Mis manos comienzan a temblar cuando guía mis brazos
alrededor de su cintura—. Porque una partecita de mí ni siquiera se siente mal por
él. —Antes de poder ver su reacción, la que estoy seguro que se encuentra llena de
asco, bajo la cabeza sobre su hombro y aspiro su aroma reconfortante.
Después de unos minutos de aferrarme a ella y llorar, me las arreglo para
controlar mi llanto, pero el silencio en el auto es más pesado que mis lágrimas. No
estoy seguro de qué decirle, lo que piensa, lo que siente. Dios, me gustaría poder
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leer su mente, ver dentro de su alma como puedo jurar que ella ve la mía.
Página
en el pasado. Y quiero darle eso. En serio, pero tengo que descubrir cómo.
Página
con menos. —Callie abre la puerta del lado del conductor para poder salir del
auto—. Ahora, ven aquí. Te llevaré a un lugar.
Página
Elevo la cabeza para mirarla. ―¿Pero qué hay del concierto? Lo has estado
esperando y puedo volver a entrar. Probablemente es mejor si lo hago, en vez de
sentarme aquí a tener una fiesta de compasión.
Rueda los ojos, aligerando una pizca el humor. —No tienes una fiesta de
compasión. —Pasa los brazos a su alrededor, temblando mientras libera su
aliento—. Y, además, no era tanto el concierto lo que deseaba sino pasar tiempo
contigo todo arreglado.
—Y quiero darte eso. Mereces tener lo que quieres.
Su intensa mirada se fija en la mía. —Tengo lo que quiero todos los días.
¿Es posible enamorarte de alguien, aun cuando ya estás enamorado de esa
persona? Porque estoy bastante seguro de que acabo de hacerlo.
—¿A dónde vamos?
Me hace señas para que pase al asiento del pasajero. —De ninguna manera.
No te lo diré. Tendrás que confiar en mí.
Solo me lleva un latido moverme. Porque al final, confío en ella más que en
cualquier otra cosa en mi vida.
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Me asustó. No con lo que dijo acerca del sentimiento hacia su familia —que
es comprensible— pero se cortó de nuevo y tiene esa mirada perdida en sus ojos,
como lo hizo el año pasado cuando me alejaba. Y si bien no es tan malo como
antes, me tiene preocupada porque podría perderlo si decide volver a ese lugar
oscuro dentro de su cabeza.
Sí, sé que podría vivir sin él si tuviera que hacerlo, sé que la vida seguiría su
curso, pero maldita sea, no quiero pasar mi vida sin Kayden. Significa más para mí
que cualquier otra persona que está o ha estado en mi vida. Ya sea si se dé cuenta o
no, me salvó cuando quedé atrapada en un lugar oscuro. Y quiero mostrárselo para
que entienda lo que significa para mí, que es importante, que es una buena persona
y que la felicidad sí existe diariamente cuando está conmigo.
El primer lugar al que lo llevo es el campus. Sé que está muy confundido
cuando paro en un espacio vacío en el estacionamiento, y estaciono el coche lo más
cerca que puedo de la entrada principal.
—Sabes que es casi medianoche —dice Kayden, desabrochando el cinturón
de seguridad—. Si alguien nos ve, podrían llamar a la policía, sobre todo teniendo
en cuenta que es Halloween.
—Lo sé. —Me quito el cinturón de seguridad, abro la puerta, y la brisa de la
noche sopla en ráfagas—. Pero vale la pena el riesgo. Lo prometo.
Confundido, sale del coche, después me encuentra en la parte delantera y
une sus dedos con los míos. Caminamos en silencio por la hierba helada, tomados
de la mano, y contando estrellas. En la distancia, escucho los sonidos de gritos y
música, probablemente de una fiesta, pero aun así, el vacío que nos rodea me hace
sentir en paz.
—Esto por sí solo me hace sentir mejor. —Kayden se quita la chaqueta—.
Aparte de que parece como si te estuvieras muriendo de frío.
—Estoy bien —le digo, pero me hace tomar su chaqueta de todos modos.
Deslizo mis brazos por las mangas y respiro el olor almizclado de su colonia.
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—¿Huele bien? —Sonríe por primera vez cuando se da cuenta que huelo la
tela de su chaqueta.
Página
—Lo recuerdo. —Soy todo sonrisas mientras abro el menú—. Pero fue lo
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infierno.
Página
No sabe qué decir. Kayden siempre ha sido muy bueno para tratar de darme
confianza, pero el estar en el otro lado de la línea, siempre ha sido un problema
para él. En la secundaria, nunca lo habría creído. El guapísimo mariscal de campo
estrella que salía con la chica más popular de la escuela, pensé que irradiaba
autoestima. Hombre, me equivoqué.
—Quisiera que las cosas pudieran haber sido diferentes para ti —pronuncia
en voz baja, trazando mis nudillos con el pulgar—. Quisiera que pudieras haber
sido feliz toda tu vida.
—Sí, hubiera sido lindo —concuerdo—. Sé que puede parecer una locura, y
confía en mí, me gustaría más que nada nunca haber conocido a Caleb, pero la cosa
es, que lo que me pasó, ya pasó y no puedo cambiarlo, por lo que no sirve de nada
dejar que arruine mi vida. No necesito darle a Caleb ese tipo de poder sobre mí. Y,
además, no podría estar aquí contigo si mi vida hubiese tomado otro camino, por
lo que puedo ver el mal como algo que tenía que pasar para llegar al bien. Eres mi
bien, no importa lo que quieras creer. Estoy sentada aquí, más feliz de lo que nunca
he sido, gracias a ti. Eres mi felicidad.
Su mirada oscila de mis ojos a mi boca… de mis ojos a mi boca… ojos…‖
boca. —¿Puedo besarte ahora? —susurra mientras mira fijamente mis labios—. En
serio necesito besarte.
Asiento con impaciencia. —Sí, por favor.
Se inclina sobre la mesa y me reúno con él a mitad de camino, impactando
mis labios con los suyos y de buena gana hundiéndonos en un beso apasionado,
aquí mismo, en público. No tomamos aire hasta que la camarera nos interrumpe
para tomar los pedidos. Una vez que se va, Kayden me mira desde el otro lado de
la mesa con una mirada contemplativa en su rostro.
—¿Qué? —Me toco la cara con timidez—. ¿Tengo algo en la cara? Estoy,
después de todo, usando demasiado lápiz labial como para pintar la cara de un
payaso.
Niega con la cabeza. —No es nada. —Extiende su mano hacia mí y la apoya
a un lado de mi cara—. Escucharte hablar, las cosas que dices, tu forma de ver la
vida, siempre me hacen sentir mejor cuando estoy decaído. Eres increíble.
—Igual que tú. —Me relajo en su toque—. Hacemos la pareja perfecta.
Traga con fuerza y creo que va a volver a la auto-duda sobre su valía, por lo
que me impresiona cuando dice—: Creo que quiero… Quiero vivir contigo… Tú y
yo, juntos. —Hace una pausa y luego sacude la cabeza con determinación—. No.
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esas palabras. Una noche simple, al menos desde el punto de vista externo, pero
para mí fue una de las noches más mágicas, de esas que cambian la vida.
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Treinta minutos más tarde, entramos en una tienda a la que fuimos justo
antes de marcar una roca en una zona de marcar famosa, y justo después de que
Kayden y yo bailamos por primera vez hace más de un año. Estaba un poco
mareada esa noche y me sentí tan libre al salir con Kayden, Seth y Luke porque fue
la primera vez que me sentí como si tuviera amigos.
La tienda sigue siendo la misma, un poco vieja y vende cosas de poco valor
por precios baratos. Al instante nos abrimos paso al pasillo donde una vez pisé una
lata de pintura en aerosol verde y conseguí que se esparciera por todo el suelo. Fue
durante una especie de combate de lucha libre entre Kayden y yo después de que
Luke convirtió la noche en un juego.
—Mierda. No puedo creer que todavía se perciba —dice Kayden cuando
ambos miramos la tenue huella de zapato verde manchando el sucio suelo de
linóleo.
Llevo la mano sobre mi boca cuando una risita escapa. —Debo sentirme
mal, ¿verdad?
Kayden niega con la cabeza mientras muevo mi pie sobre la impresión; el
tamaño perfecto. —De ninguna manera. En todo caso, te debes sentir orgullosa.
Marcaste esa noche para siempre.
—Bueno, mientras exista esta tienda, pero fue sin duda una noche que debía
ser marcada. —Hago una pausa y luego decido admitir la verdad—: Sabes, cuando
estuvimos en la cabina solos, como que quise que me beses. Tal vez me habría
puesto como loca, así que quizás es bueno que no lo hicieras. No creo que me
sintiera preparada.
Mientras procesa mis palabras, da un paso hacia mí, nuestros cuerpos a solo
centímetros el uno del otro. —Quería besarte esa noche, pero tenía miedo.
Me muevo un poco hacia él, robando el poco espacio que existe entre
nosotros. —¿De qué?
—Que me gustara, que fuera un error porque tenía novia, que no fuera lo
suficientemente bueno para ti. —Se moja los labios con la lengua, con su atención
fija en mis labios—. ¿Deberíamos tener una segunda oportunidad?
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Asiento con entusiasmo y sin ninguna duda, su boca choca con la mía con
Página
en el asiento para enfrentarme a él. Los faros siguen encendidos y entre eso y la luz
de la luna, diviso su firme mandíbula, labios suaves, y ojos maravillosamente
familiares.
—Callie. —Comienza a retorcerse bajo el peso de mi mirada—. ¿Qué pasa?
¿Ocurre algo?
Niego con la cabeza, me trago mis nervios y apago las luces. Nos hallamos
cubiertos por la oscuridad, lo que me facilita hacer lo que me encuentro a punto de
hacer. O tal vez es el traje lo que me hace sentir como alguien más, alguien que
puede tomar riesgos, ser temeraria. En verdad no importa de dónde viene esa
sensación; solamente hago lo que Seth siempre dice y me dejo llevar, inclinándome
sobre la consola y besando a Kayden sin ninguna advertencia. Toma aire mientras
mis labios rozan los suyos y luego se ríe suavemente cuando mi lengua se desliza a
través de su labio, lo que indica que quiero que la abra.
—Siento como si estuvieras a punto de mostrarme cuán no-adorable eres —
dice con una voz baja y ronca que me hace sentir cosas.
—Tienes toda la razón —le digo mientras me quito las botas y luego paso
por encima de la consola y me coloco en su regazo. Pongo una rodilla a cada lado
de él, luego choco mis labios con los suyos. Esta vez la abre con rapidez, chupando
mi lengua en su boca y devolviéndome el beso con la misma intensidad. Pellizca
mi labio inferior mientras envuelve los dedos alrededor de la parte posterior de mi
cabeza y me guía más cerca, hasta que no queda espacio entre nuestros cuerpos.
Empezamos a empañar las ventanas cuando intento desabrochar su camisa,
pero agarra mi mano en la suya. —Callie, espera. No tenemos que hacer esto —
susurra contra mis labios, sonando como si detenerse es la última cosa que quiere
hacer—. No fue mi intención molestarte con el comentario de adorable.
—No me molestaste. Lo prometo. —Y es la verdad. En este momento, mi
mente se mueve a un millón de kilómetros por hora, mi cuerpo entero corre en
algún tipo de pura adrenalina y quiero seguir haciendo cosas nuevas con Kayden,
aprovechando cada momento, al igual que siempre digo.
Antes de que pueda elaborar otra protesta, deslizo mi mano de su agarre y
desabrocho otro botón de su camisa. Sigo hacia abajo hasta que los tengo todos
sueltos, luego se quita la camisa a cuadros y la arroja al asiento trasero. Estoy a
punto de alcanzar el dobladillo de la camiseta para también quitarla, cuando se
inclina hacia el lado del pasajero y gira la llave para que la batería se prenda y el
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—Créeme. No quieres que esté frío aquí. Esto podría hacer cosas extrañas a
mis partes masculinas —bromea y luego saca su camiseta mientras me rio por su
comentario. Se está riendo mientras alcanza la cremallera de la chaqueta que tengo
puesta y tira hacia abajo. Después de que la quita, tira de las correas de mi vestido
lo suficientemente bajo para que el sujetador quede expuesto. Luego baja la parte
delantera, así que mis pechos se exponen al aire.
Antes incluso de que pueda reaccionar al aire un tanto todavía frío, su boca
se encuentra sobre mí, chupando, mordisqueando y volviendo loco a mi cuerpo. Es
sorprendente cómo, incluso después de un año, todavía me hace sentir la misma
emoción abrumadora y la vulnerabilidad que sentí la primera vez que estuvimos
juntos. Nunca se vuelve aburrido, ya sea que estemos en la cama o en el estrecho
asiento de un coche.
Mi cabeza cae hacia atrás mientras sigue devorándome con su boca, yendo y
viniendo entre mis pechos, deteniéndose solo cuando estoy a punto de perder el
conocimiento por falta de oxígeno. Luego deshace el botón de sus vaqueros y antes
de que pueda preguntar qué está haciendo, eleva dobladillo de mi vestido. Decido
ayudarlo y levanto mis caderas, riendo cuando golpeo mi cabeza en el techo. Pero
todo el humor se desvanece cuando desliza el borde de mis bragas a un lado y se
impulsa a sí mismo dentro de mí.
Es ya sea el ángulo de mis caderas o la forma en que mis piernas están
dobladas, pero se hunde profundamente y juro a Dios que cada una de mis
terminaciones nerviosas explota cuando jadeo, agarrando la parte trasera del
asiento. Es intenso. No, más allá de intenso, hasta el punto en el que no creo que
pueda respirar.
—Jesús —pronuncia Kayden en un susurro ronco mientras se agarra a mi
cintura por debajo de mi vestido—.‖Esto‖se‖siente…
—Increíble —termino por él, luego comienzo a oscilar mis caderas, ya que
no puedo permanecer inmóvil un segundo más.
Nos movemos rítmicamente, en completa sincronía con el otro, como si
estuviéramos hechos el uno para el otro, lo cual, en mi opinión, lo estamos. No
existe nadie más en el mundo que me hará sentir de la forma en que Kayden lo
hace. Nunca confiaré en nadie más. Nunca quiero estar con nadie más. Él es todo
para mí y solo espero que sea de la misma manera para él. Que quiera vivir
conmigo, como dijo. Estar conmigo, tal vez para siempre.
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así que como mucho, tenemos diez minutos de luz. —También recuerdo cómo tuve
Página
un sueño picante contigo donde te ayudaba a bajar por las rocas. —Dejo el teléfono
al lado de mis pies y trato de acomodarme a pesar de que el suelo me congela el
culo.
Su cabeza se mueve bruscamente en mi dirección. —¿Qué? ¿Cuándo?
—La noche que vinimos aquí por primera vez.
—Pero todavía salías con Daisy.
—Eso no quiere decir que no estaba atraído por ti —le digo—. Confía en mí,
lo estaba. Muy, muy atraído por ti.
Ella aprieta los labios como si quisiera decir algo, pero lucha contra ello.
—¿Qué piensas? —Paso mis dedos por la parte interior de su muñeca.
Sus hombros suben y bajan mientras se encoge de hombros sin entusiasmo.
—Sabes, nunca entendí que te sintieras atraído por mí cuando salías con ella. Digo,
sé que ahora me amas, pero nunca tuvo sentido por qué rompiste con ella y luego
de inmediato querías salir conmigo. Es decir, sé que ella era una perra, pero era...
bueno, era muy, muy bonita. —Mil protestas corren por mi mente, pero antes de
que pueda decir nada, añade—: No lo digo para que me des un cumplido. Sé que
me amas. Solo te cuento lo que sentía en el pasado, ya que se trata de una noche
del pasado.
Me toma un momento encontrar mi voz, pero solo porque sigo sorprendido
por lo primero que dijo. —En primer lugar, vamos a dejar algo claro. Dejando el
aspecto a un lado, eres mil veces mejor persona de que lo que Daisy será nunca. La
chica era más que una perra. Era mala y centrada en sí misma. Nunca preguntó
sobre mis cicatrices, nunca trató de conocerme como hiciste tú, cuando me sentí
completo y vulnerable, pero en una forma necesaria. Me salvaste, Callie, no solo de
mi padre, sino de mí mismo y de una vida llena de desdicha y odio a mí mismo. Y
sí, sé que me queda mucho camino por recorrer, pero todavía me ayudas, incluso
ahora.
—Bien, me alegro.‖Me‖encanta‖ayudarte…
Cubro su boca con la mano, silenciándola. —Todavía no he terminado. —
Coloco su cara entre mis manos, deseando que no fuera tan oscuro para poder ver
mi parte favorita de ella: sus ojos. Son un espejo de sus emociones y me encanta ser
capaz de ver lo que está sintiendo cada vez que los miro—. Y en segundo lugar,
eres un millón de veces más preciosa que lo que Daisy será nunca. —Ella comienza
a protestar, pero hablo por encima de sus palabras—. Y no solo porque eres bella
por dentro, que sé estás a punto de decir, sino porque eres ridículamente hermosa
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—Está bien, ahora en serio quiero saber. —Hago un mohín—. Por favor.
Riéndose en voz baja, extiende la mano y toca mi labio inferior con la punta
de su dedo. —Ese truco no va a funcionar conmigo.
—¿Qué truco? —pregunto inocentemente.
Me mira. —¿Intentas decirme que no haces un mohín a propósito cuando
intentas que las cosas sean a tu modo? —pregunta, y tengo una mirada culpable en
mi rostro—. Sí, ves. Puedo leerte tan bien como tú me lees. —Me guiña un ojo,
luego me jala por un beso, dejando caer el balón al suelo. Nuestras lenguas se
enredan al instante y en segundos me recoge y me lleva a la cama.
Tengo toda la intención de sacarle la ropa y volver a experimentar el
momento que compartimos en el auto hace unas semanas, pero entonces la puerta
se abre y Harper entra.
—Oh, mierda. —Se detiene en la puerta cuando nos ve en la cama, con las
piernas entrelazadas, nuestros cuerpos presionados, las manos sobre el otro; por
suerte, ninguna de nuestras ropas se ha ido.
—Lo siento —me disculpo, sentándome mientras Kayden permanece
acostado, subiendo y bajando sus dedos por mi espalda—.‖ Solo‖ est{bamos…‖ —
¿Cómo se supone que termine esa oración? ¿Estábamos a punto de tener sexo caliente
y sudoroso? Sí, esa oración no va a salir de mi boca.
Harper vacila en la puerta, abrazando los libros contra su pecho. —Puedo
volver luego.
Sacudo la cabeza y me bajo de la cama. —No, está bien. Tengo que correr a
la tienda de todos modos. —Alcanzo mi chaqueta mientras Kayden se levanta a
regañadientes de la cama y recoge el balón.
—Oye, ¿de casualidad podrías traer un rollo de cinta para mí? —pregunta
Harper cuando deja sus libros sobre su cama—. Se me acabó anoche.
Asiento. —Claro.
—Gracias. —Fuerza una sonrisa mientras comienza a desabotonarse la
chaqueta—.‖En‖realidad,‖Callie,‖antes‖de‖que‖te‖vayas…‖¿puedo‖hablar‖contigo?‖—
Deshace el último botón y deja su abrigo en el poste de la cama, parpadeando sus
ojos hacia Kayden antes de aterrizarlos en mí—. ¿A solas, tal vez?
—Um, sí, claro. —Me giro hacia Kayden, que me lanza una mirada
enigmática—. ¿Puedo encontrarte en el auto?
Asiente cautelosamente. —Seguro. —Besa suavemente mi frente y mira a
82
una visión de su verdadera sonrisa. Me doy cuenta ahí mismo y entonces que
nunca la he visto antes.
—Bueno, la llamaré, pero ya veremos lo que pasa cuando llegue el momento
de ir allí —dice—. Ya he intentado esto y nunca tuve el valor de hacerlo. Solamente
me atreví a sacarlo a colación contigo después de que oí hablar a Seth sobre lo que
te pasó, porque eso me hizo sentir como que tú... —agita una pulsera que lleva
puesta—, me entiendes, supongo.
—Mucha gente lo entenderá. —Hago una pausa, preguntándome qué otra
cosa puedo hacer para ayudarla porque quiero eso, quiero ayudar a las personas
que están luchando como lo hice una vez. Solo de pensar en otras personas que
han pasado por cosas como yo y Harper, me da ganas de encontrarlos a todos ellos
y decirles que van a estar bien. Ni siquiera estoy segura de cómo hacer esto, pero lo
necesito, de alguna manera—. Si quieres, puedo ir contigo a tu cita.
—¿En serio? —se anima, pareciendo genuinamente feliz.
Asiento. —Por supuesto.
Se ve aliviada por completo. —Gracias, Callie. Y no solamente por la oferta,
sino por no ponerte rara. Eres muy buena en esto, sabes. Hablando, entendiendo y
todo.
Sus palabras calientan mi corazón. —Gracias. Y de nada —le digo y me
dirijo hacia la puerta—. Dime cuándo programes la cita y si alguna vez necesitas
hablar, estoy justo al otro lado de la habitación.
Asiente y luego salgo al pasillo, cierro la puerta detrás de mí, y me apoyo en
ella. Me siento extrañamente en paz conmigo misma. Ni siquiera estoy segura de si
es porque fui capaz de hablar con alguien acerca de lo que me pasó, sin entrar en
pánico o si es porque intenté ayudar a alguien que no me lo pidió directamente.
—¿Está todo bien? —La voz de Kayden me saca de mis pensamientos.
Giro la cabeza y lo encuentro de pie a un lado, con el balón de fútbol bajo el
brazo. —Oye, pensé que habías bajado hasta el coche.
Mira la puerta y luego hacia mí. —No, pensé en esperarte aquí. Parecía que
podrías necesitarme después de lo que sea que fuera a ocurrir allí dentro.
Me enderezo. —No, estoy bien. Ella solamente quería hablar de cosas.
—¿Qué tipo de cosas? —pregunta mientras avanzamos hacia el ascensor,
86
tomados de la mano.
Página
—Cosas por las que está pasando —digo vagamente—. Cosas que entiendo.
Por suerte, creo que entiende lo que sugiero sin tener que decirlo en voz
alta, ya que me encuentro bastante segura de que Harper no querría que hablara
con nadie al respecto.
Presiono el botón para bajar con el pulgar y luego lo enfrento mientras
esperamos a que las puertas se abran. —¿Entonces vas a decirme ahora por qué te
ves tan feliz?
—Nop. —Sus labios se contraen con diversión.
—Eres la persona más mala del mundo. —Entro en el ascensor de un salto
cuando las puertas se abren, atrayéndolo conmigo y termina tropezando con sus
pies—. Pero eso está bien porque te amo.
Se ríe al tiempo que me pongo de puntillas para darle un beso, pero se
aparta rápidamente cuando su teléfono empieza a vibrar en el interior del bolsillo
trasero de sus vaqueros. Usualmente, ignora las llamadas y los mensajes de textos
cuando estamos besándonos, así que me sorprende un poco cuando se aleja para
sacar su teléfono. Reflexiona sobre algo mientras lee el mensaje en la pantalla.
Me reclino contra la pared y casualmente pregunto—: ¿Quién es?
Se queda mirando la pantalla un segundo más antes de enviar un mensaje
de texto en respuesta. —Nadie.
No estoy segura de cómo responder a su indiferencia, así que le gasto una
broma. —Bueno, claramente es alguien; de lo contrario, tu teléfono no habría
sonado.
Presiona un último botón en la pantalla y luego regresa su teléfono al
bolsillo antes de mirarme. —Fue solamente un mensaje de texto de Seth.
—¿Y qué decía?
Se encoge de hombros, apoyando una mano en la pared al lado de mi
cabeza. —Nada importante de verdad. —Se inclina para besarme, pero coloco una
mano sobre su pecho sólido y lo detengo.
—Tu mandíbula está temblando en este momento —observo, hasta cierto
punto divertida, pero un poco enojada.
Me lanza una fingida mirada ofendida, apartándose de la pared para poner
la mano sobre su pecho. —¿Me acusas de mentir?
87
que hago. —Lo señalo con un dedo al tiempo que llegamos a la planta baja y las
puertas del ascensor se abren—. Sé que me ocultas algo y voy a averiguarlo.
Luce completamente entretenido mientras salimos del ascensor y vamos
hacia las puertas de salida. —¿Y cómo planeas hacer eso? —Me lanza una sonrisa
arrogante.
—Vamos, no estamos siendo hoy un poco engreídos —respondo con una
cuadratura arrogante de mis hombros mientras meto la mano en mi bolsillo—.
Pero vamos a ver quién es el engreído después de que le envíe un mensaje de texto
a Seth.
Su diversión cambia repentinamente a preocupación cuando agarro mi
teléfono. —Seth sabe que no se supone que deba decirte.
Alzo mi teléfono en frente de nosotros y lo muevo, burlándome de él. —Seth
es terrible para guardar secretos. Tú y yo lo sabemos. —No tengo intención de
enviarle un mensaje de texto. Simplemente me estoy divirtiendo con la esperanza
de que solo me contará sea cual que sea su secretito.
—Callie, no lo hagas —advierte, pero está luchando contra una sonrisa.
Sin embargo, dejo que la mía aparezca, llena de muecas mientras corro de
regreso hacia la puerta. —Lo voy a hacer inmediatamente. —Me río, luego giro y
entro por las puertas. La nieve cae desde el cielo y el viento está aullando, pero
sigo corriendo a toda velocidad por la acera hacia el aparcamiento.
Sé que pronto me va a alcanzar; mis piernas cortas no tienen una posibilidad
contra las suyas largas y muy en forma, pero aun así voy a intentarlo con todas mis
fuerzas porque es divertido y estoy disfrutándolo. Y eso es como el punto de todo,
¿verdad? Disfrutar de la vida y divertirse. Pasé tanto tiempo sin nunca sonreír, ni
reír, ni disfrutar de nada, y siento que me he perdido mucho, pero eso no significa
que no pueda compensarlo ahora, o por el resto de mi vida, para el caso.
—¡Crees que puedes correr más rápido que yo! —grita Kayden, riéndose,
mientras sus pasos pesados se acercan.
—¡Por supuesto que puedo! —La risa sale de mis pulmones al tiempo que
giro a la derecha y trato de correr por el césped cubierto de nieve, pero está lo
suficientemente frío que la nieve se congela para el momento en que toca el suelo,
haciéndolo resbaladizo y complicado para correr encima. Maldigo cuando mis pies
intentan separarse de debajo de mí y mis manos se disparan hacia mis costados, en
un intento de mantener el equilibrio.
Justo cuando estoy a punto de caer de plano sobre mi trasero, un conjunto
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ponerme de pie.
—De verdad estás pidiéndolo, ¿verdad? —susurra Kayden en mi oído,
arrastrando sus dientes a través del punto sensible de mi piel justo por debajo al
tiempo que me ayuda a enderezarme de nuevo.
Me estremezco, y no de frío. —Tal vez.
Sus dedos se clavan en mi piel justo por debajo del borde de mi camiseta
negra. —Agarraré tu teléfono como medio de pago por salvar tu traserito lindo de
caerse.
Agarro mi teléfono en la mano, y mis pestañas aletean contra los gruesos
copos de nieve. —De ninguna manera.
Se ríe por lo bajo, un ruido profundo que vibra de su pecho y tengo que
morder mi labio para no gemir. —Está bien, supongo que tendremos que hacer
esto de la manera difícil.
—¿No es esta ya la manera difícil? —Sueno sin aliento.
Se ríe de nuevo y luego, sin previo aviso, sus dedos suben sigilosamente por
mi camisa y empieza a hacerme cosquillas.
—¡Detente! —grito entre risas, y mis piernas ceden. Casi me caigo hasta el
suelo, pero él está ahí para sostenerme y sigue haciéndome cosquillas hasta que
casi me hago pis en los pantalones—. ¡Muy bien! ¡Me rindo! ¡Me rindo! —jadeo a
través de mi risa cuando me encuentro a casi un segundo de tener un accidente.
Sus dedos al instante dejan de moverse y besa la parte de atrás de mi cabeza
mientras agarra el teléfono de mi mano, y luego me libera de sus brazos.
Me giro y cruzo los brazos sobre el pecho. —Eso fue hacer trampa.
Sonríe con orgullo mientras esconde mi teléfono en el bolsillo de su abrigo.
—De ninguna manera. Eso fue totalmente justo. No es mi culpa que seas pequeña
y adorable. —Me golpea suavemente en las costillas.
Me lo quedo mirando fijamente, fingiendo que estoy molesta. —Si no fuera
por la nieve, habría sido capaz de correr más rápido.
—Sí, pero en realidad yo no estaba corriendo. Simplemente caminaba con
rapidez. —Es tan presumido en este momento. Nunca lo he visto actuar así, tan
seguro. Es sexy y no puedo evitar saltar sobre él y besarlo allí mismo, en el medio
de una tormenta de nieve.
Él no duda, devolviéndome el beso con la misma hambre, deslizando sus
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Le echo un vistazo por encima del hombro. —Si quieres saber, vas a tener
Página
que seguirme.
Mira la escalera húmeda con escepticismo, pero sé que lo hará; es
demasiado valiente para dejar que un poco de metal mojado se interponga en su
camino. Y tal como sabía que haría, comienza a subir la escalera. Cuando llego a la
cima, salto al tobogán cerrado y me lanzo, siendo recompensado con un charco en
la parte inferior y un golpe en la cabeza de la lista de tareas pendientes que Seth se
aseguró de guardar justo antes de que llegáramos aquí.
Bueno, tal vez no fue la mejor idea ponerla ahí.
Estirando el brazo, desengancho la cadena que lo mantiene en su lugar y
retiro la pequeña pizarra. Seth ha borrado toda la lista, excepto por el número
ciento cincuenta y cinco que ahora podría ser mi número favorito. Meto la pizarra
a mi lado, boca abajo por lo que el marcador no sea manchado por la nieve.
—¿Quieres que me tire por aquí? —exclama Callie desde arriba con
desconcierto en su tono.
Meto mi cabeza en el tobogán y grito—: ¡Diablos, sí!
Hay una pausa y luego oigo su grito mientras mete los pies, después se
desliza.
—¡Mierda! —Salta cuando llega a la parte inferior y se moja el culo—. Eso
está frío. —Una vez que se pone de pie, mira de mí a lo que está en mis manos—.
¿Qué sostienes?
—Tu sorpresa. —Se la entrego, todavía boca abajo, pero es más debido a los
nervios que el temor de que vaya a mojarse y arruinarse.
Se frota los labios mientras levanta las cejas hacia mí. —¿Me robaste la
pizarra?
—No. Seth la tomó prestada por mí. —Tocando en la parte posterior de la
misma, noto que hay un ligero temblor en mis dedos, algo por lo que culpo a la
nieve, mintiéndome completamente.
Una nube de niebla rodea su rostro mientras libera una gran exhalación. De
repente, se siente nerviosa, como si se diera cuenta de que esto ya no es un juego,
sino un momento muy serio de los que alteran la vida.
—Tengo miedo de darle la vuelta —susurra, pero lo hace de todos modos.
Contengo el aliento a medida que la miro leer las dos palabras simples, pero
muy trascendentales, escritas con marcador rojo, junto con la flecha apuntando
hacia delante, al complejo de apartamentos directamente en frente de donde
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estamos parados. Debe leerlo un par de veces, ya que pasa un tiempo antes de que
Página
me mire.
—¿Bienvenida a casa? —Sus cejas se fruncen y la cabeza se inclina a un lado
mientras mira de mí hacia la pizarra, luego su mirada va en dirección a dónde
apunta la flecha. Sé el momento en que comprende lo que trato de decir con toda
esta charada, porque contiene el aliento.
—Seth y tú siempre hacen cosas locas como ésta cada vez que me pides salir
o tratas de animarme —le digo y, despreocupadamente, me encojo cuando su
mirada queda fija en la mía, aunque estoy retorciéndome por dentro. Ella no ha
mostrado signos de estar feliz y me preocupa que quizás esto no sea lo que
realmente quería—. Pensé que tal vez era mi turno —aparto el pelo de sus ojos—,
de hacer algo sorprendente para ti.
Permanece en silencio por lo que se siente como una eternidad, aunque sus
ojos nunca dejan los míos. Es como si tratara de leer mi mente, ver en mi alma o
algo así. Si alguien pudiera, esa sería Callie. Me gustaría poder hacer lo mismo con
ella en este momento porque su silencio se vuelve enloquecedor.
—¿Esto es lo que quieres? —Señala a la pizarra, luego al complejo de
apartamentos sin apartar la vista de mí.
Asiento. —Más que nada. —Entonces me atrevo—: ¿Tú lo quieres?
Me mira por un momento o dos más como si buscara una respuesta oculta
en algún lugar dentro de mí. Debe encontrarla, porque de repente suelta la pizarra
al suelo y lanza sus brazos alrededor de mí.
—Por supuesto que es lo que quiero. —Me abraza con más fuerza de la que
uno esperaría con esos brazos delgados—. Lo he querido durante mucho tiempo.
La abrazo con todo lo que tengo en mí. —Creo que yo también, pero tenía
miedo de admitírmelo a mí mismo, de permitirme tener algo bueno. —Me echo
atrás para mirarla—. Lo siento por tomarme tanto tiempo. ¿Me perdonas?
—No hay nada que perdonar. —Desliza su mano por mi brazo y enrosca
nuestros dedos, sonriendo mientras me mira—. Ahora, vamos a ir a verla.
Levanto la pizarra ahora empapada y dirijo el camino a través del parque
hacia la acera donde trotamos por las escaleras del edificio número tres.
Cuando llegamos a la segunda planta, tomo la llave de mi bolsillo y,
nerviosamente, desbloqueo la puerta, buscando a tientas un par de veces antes de
finalmente lograrlo.
—Bienvenida a casa —le digo, a continuación, abro la puerta.
93
Página
94
Página
—Es muy pequeño —dice Kayden mientras hace a un lado para dejarme
entrar en nuestro apartamento. Sí, nuestro apartamento—. Pero es lo que podemos
pagar, así que... —Se calla, erizando el pelo húmedo en su lugar mientras cierra la
puerta.
—Está bien. —Veo el espacio que ahora voy a llamar casa. Sin embargo no
está amueblado, por lo que probablemente se ve más grande de lo que realmente
es. Hay una sala, en la que estoy de pie, y está pegada al comedor/cocina que tiene
una entrada que supongo conduce a la habitación. El espacio delante de mí es
como el doble del tamaño de los dormitorios, que suena grande, pero en realidad
no lo es. Sin embargo, no me importa. En absoluto—. Podría vivir en un almacén y
no tener problema con eso mientras que tú estés conmigo. —Estoy empezando a
sonar como uno de esos libros de romance cursi, pero bueno, parece apropiado
para el momento.
—¿Así que estás de acuerdo con esto? —Kayden mete las manos en los
bolsillos de sus pantalones, luciendo ansioso. Su cabello castaño todavía tiene
gotas de nieve y las mejillas están rojas por el frío, solo quiero lanzar mis brazos
alrededor de él y abrazarlo con fuerza.
Así que lo hago.
—Es perfecto —le digo, apretándolo fuertemente para que sepa lo feliz que
estoy. Sus brazos me rodean y compartimos nuestro primer abrazo en nuestra
primera casa—. Pero tengo que asegurarme —me inclino y alzo la barbilla para
mirarlo—, que estás de acuerdo con esto, porque hemos estado hablando de ello y
luego, de repente, consigues una casa, y solo quiero estar segura de que esto es lo
que deseas, porque no quiero que te sientas presionado ni nada. Puedo esperar si
es necesario.
95
Él resopla una risa, y cuando junto mis cejas, dice—: Lo siento. Es solo que
sonabas como un adolescente tratando de convencer a su novia que va a esperar
Página
hacia la puerta. Siempre ha sido el más sensato de los dos y trata de mantener ileso
a Seth cuando puede—. De hecho, deberíamos irnos y darles un poco de
privacidad.
—No, está bien. Ya habíamos terminado. —No quise decirlo de la forma en
que sonó, y siento un poco de vergüenza.
—¿Terminaste? —Kayden sube una ceja—. Porque yo no.
Mi vergüenza se duplica y le golpeo juguetonamente el brazo, con la
esperanza de que va a desviar la atención de todos de mi rubor.
—Está bien. Vamos en busca de la cena —dice Kayden entre risas, luego su
mirada se cierra con fuerza en la mía—. Podemos terminar más tarde.
Los tres se ríen y yo debería estar aún más avergonzada, pero me encuentro
más tranquila que cualquier otra cosa. Debido a que de esto se trata la vida, creo.
Momentos como estos.
Ahora, todo es perfecto.
98
Página
Traducido por J A N I
Corregido por Julie
mueven alrededor del campo; estoy consciente de todos. Pero no tan consciente
como estoy de la voz dentro de mi cabeza.
¡Más te vale que no jodas esto!
No hay tiro limpio.
Todo el mundo está cubierto.
El reloj está corriendo.
Me late con fuerza el corazón.
¡Será mejor que no estropees esto, Kayden!
Me muevo a la derecha y corro, en tanto mis pies golpetean contra el césped
mientras me concentro en una cosa, correr más rápido que esa maldita voz. Mis
pies se mueven más rápido que nunca mientras me escabullo hacia la izquierda y
luego hacia la derecha. Hay personas delante de mí, detrás de mí, viniendo hacia
mí desde diferentes direcciones, pero me concentro en la zona de anotación. Es
todo lo que importa. Y mientras el reloj continúa sonando y un jugador me agarra
por la espalda, salto al otro lado de esa línea.
¡Anotación!
¡La multitud se vuelve loca! ¡Mi equipo se vuelve loco! Todo el mundo corre
hacia mí. ¡Ganamos! ¡Ganamos! ¡Ganamos!
Pero me siento como si hubiera perdido de algún modo, porque al final
todavía puedo escuchar esa maldita voz.
Podrías haberlo hecho mejor.
Después de ducharme y cambiarme, salgo del vestuario a pesar de que mi
equipo me pide pasar el rato.
—Vamos, hombre —dice Tyrel Buliforton mientras me deslizo mi bolsa
sobre el hombro y me dirijo a la puerta—. Jugaste jodidamente increíble. Tenemos
que ir a celebrar.
Sacudo la cabeza. —No, ya tengo planes —miento, porque todo lo que
quiero hacer es encontrar a Callie y abrazarla, sabiendo que eso me ayudará a dejar
atrás la voz de mi padre.
—Para alguien que hizo la anotación del triunfo, luces súper deprimido —
dice Luke Price, mi mejor amigo, mientras me sigue fuera del vestuario, cerrándose
la cremallera de la chaqueta. Luke ha sido mi mejor amigo desde que éramos niños
100
y tiene sus propios problemas con sus padres. Sin embargo, no hablamos de ello.
Creo que lo guarda para su novia, Violet, al igual que hago con Callie.
Página
—Tú tampoco vas a salir —le digo mientras salimos hacia el frío.
Se encoge de hombros. —Ya‖no‖voy…‖o‖ya‖no‖puedo‖ir‖de‖fiesta,‖siendo‖un‖
alcohólico en recuperación y todo eso.
—¿Te va bien? —pregunto, pasándome los dedos por el cabello húmedo
mientras busco a Callie en la multitud de gente merodeando por ahí, usando los
colores de la escuela.
—Sí, pero me conozco lo suficiente para saber que estaré bien solo mientras
vaya a casa y no de fiesta. —Se mete las manos en los bolsillos y luego sonríe
mientras localiza a Violet recostada contra un poste no muy lejos de nosotros. Es
curioso, pero nunca sonríe excepto cuando está con ella.
Me pregunto si soy igual cuando estoy con Callie.
Como para responder mi propia pregunta, Callie emerge de la multitud,
abriéndose paso a través de las últimas personas, y una gran sonrisa crece en mi
rostro.
—Oye, tú —dice, corriendo hacia mí mientras algunos chicos silban y gritan
desde la multitud—. Jugaste genial.
—Sí…‖ sin‖ embargo‖ podría‖ haberlo‖ hecho‖ un‖ poco‖ mejor. —Envuelvo los
brazos a su alrededor mientras me alcanza y la jalo más fuerte contra mí. Su calor
se propaga por mi cuerpo y lo inhalo con tranquilidad.
—Lo hiciste perfecto —susurra en mi oreja y luego se hace para atrás—.
Debemos celebrar.
—Jugué bien —presiono—. No perfecto.
Sus labios se curvan en desaprobación. —No te enfurruñes o tendré que
obligarte a hacer cosas divertidas hasta que rías tan fuerte que te orines en los
pantalones.
Me río de ella y paso la yema de mi pulgar por su labio inferior. —Bien, tú
ganas —digo—. Jugué perfecto.
Sus labios se tornan hacia arriba de nuevo y hay un brillo en sus ojos que
hace juego con las estrellas sobre nosotros. —Pateaste unos jodidos traseros.
No puedo evitarlo, estallo en risas. Callie rara vez maldice, así que cuando
lo hace, es hilarante. —Oh,‖Dios‖mío,‖es‖tan‖divertido‖cuando‖dices‖“jodidos”.
Sonríe, pero sus mejillas se vuelven de la más ligera sombra de rosa. —Sabía
que eso te haría reír.
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Callie y yo nos las arreglamos para mudar un par de cosas antes de que
tuviéramos que separarnos por Acción de Gracias, pero entre el trabajo y la
escuela, todavía tenemos mucho camino por recorrer. Sí logramos pasar una noche
en nuestro apartamento juntos, acurrucados en una manta y mirando películas en
mi portátil, antes de que me dejase en el aeropuerto para poder volar a Virginia.
No estoy feliz de pasar la festividad sin ella, pero entiendo que necesita ir a
casa y ver a su hermano mientras que yo debo ir a ver al mío. Es parte de crecer y
mejorar, supongo; aprender cómo hacer las cosas por tu cuenta. Solo desearía que
hacer cosas por mi cuenta significara que todavía podría sostener la mano de Callie
porque se siente extraño sin ella cerca de mí.
La esposa de Dylan —quien insiste en que la llame Liz, en lugar de su
nombre completo, el cual es Elizabeth— está enloqueciendo, tratando de organizar
la casa para la llegada de sus padres, mientras que intenta cocinar todo a la vez. La
cocina huele a tostada quemada y el aire está denso por el humo, provocando que
los detectores se disparen esporádicamente.
—¿Necesita ayuda? —pregunto a Dylan. Estamos sentados en una mesa
jugando a los naipes, lo cual me hace perder la cabeza porque es tan normal y me
pone incómodo, ya que no estoy acostumbrado a eso. Lo que sí era frecuente, al
menos, la última vez que estuve en un evento familiar, eran los gritos, peleas,
golpes y destrozos.
Dylan mira sus cartas mientras toma un sorbo de cerveza. —Puedes
preguntarle, pero se va a poner como una loca contigo. —Deja dos cartas abajo en
la mesa y toma dos más de la baraja. Dylan se parece mucho a mí; cabello marrón,
alto, con una constitución media, y es probablemente mi futuro. Bueno, excepto
todo el tema de la enseñanza. No puedo verme haciendo eso. Honestamente,
tampoco estoy seguro de que pueda verme haciendo esto, estar sentado en la mesa
mientras Callie hace la cena. Parece demasiado descortés. Además, a Callie no le
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otro entre la estufa y un tazón en el que mezcla algo. Tiene el cabello rubio, ojos
azules y usa un delantal sobre sus vaqueros y camiseta, y no parece muy cómoda
en la cocina.
Me descarta con una mano, corriendo por una toalla cuando derrama leche
en la encimera. —No. Eres el invitado, deberías sentarte y relajarte.
Dylan se ríe en voz baja mientras reacomoda las cartas en su mano. —No te
preocupes. Se va a rendir en media hora y vamos a terminar saliendo.
—¿Esta es su tradición? —Examino mis cartas. No tengo una mano buena,
pero no estamos jugando por dinero, solo diversión. También sé por qué. Cuando
éramos jóvenes, nuestro padre nos hacía jugar por dinero. Si él ganaba, tomaba
todas sus ganancias y si perdía, nos daba una paliza de muerte porque en sus
palabras: “Éramos‖ unos‖ bastardos‖ tramposos”.‖ Así‖ que‖ en‖ verdad,‖ casi‖ siempre‖
perdíamos.
Asiente, dejando sus cartas abajo y hago lo mismo. Creo que me gusta
Dylan un poco más cuando en lugar de alardear por ganar, dice—: Sí, si tan solo
me dejara ayudar, no sería un problema. Soy un excelente cocinero.
Mientras Liz bate junto a la mesa, golpea a Dylan en un costado con la toalla
para los platos que lleva. —Eso es mentira. Apestas igual que yo en la cocina,
razón por la cual tenemos al menos cinco lugares de comida para llevar en la
marcación rápida.
—¿Uno para cada día de la semana? —bromeo, recogiendo las cartas.
Liz asiente con una mirada seria en su cara y casi me hace reír porque tienen
su propio asunto aquí que no se parece para nada a mis padres. No son
desagradables entre ellos. Sonríen. Y sueltan carcajadas.
Es lindo, y un alivio porque me da el más pequeño rayo de esperanza de
que no terminaré como mi padre, que puedo tener esta normalidad, esta felicidad,
y que puedo tener un futuro lleno de lo que quiero, y con quien quiero.
—¿Quieres ver el partido? —pregunta Dylan, apuntando a la sala de estar
mientras recoge su cerveza y arrastra su silla de la mesa.
—Claro. —Me pongo de pie, camino a la sala de estar y me acomodo en el
sofá de cuero enfrente de la pantalla plana. La pared está cubierta con fotos de
ellos dos: en su boda, en la playa, en la cima de una montaña. Me pone triste
porque no tengo ninguna foto donde me vea feliz. Callie y yo ni siquiera tenemos
104
tan en serio. Nunca lo pareciste cuando hablabas al teléfono. Pero por otra parte,
apenas‖ hablas‖ sobre‖ tu‖ vida‖ privada,‖ así‖ que…‖ —Se queda callado, viéndose un
Página
poco triste.
—No te lo tomes personal —digo—. Solo hablo de esas cosas con Callie.
Asiente, relajándose un poco. —Guau, entonces vas completamente en serio
con esta chica, ¿verdad?
—¿Quién va en serio con una chica? —interrumpe Liz mientras entra con un
plato lleno de lo que parece ser calabaza quemada. Ni siquiera sabía que se podía
quemar la calabaza.
—Kayden —le dice Dylan.
A la misma vez que yo digo—: Nadie.
La sonrisa de Dylan es confabuladora mientras mira de Liz a mí. —Callie y
Kayden se mudaron juntos.
—¿En serio? —Sus ojos se iluminan mientras deja el plato en la mesa de
centro—. Eso es enorme, Kayden. ¿Por qué no nos dijiste?
De nuevo, Dylan se ve herido y me hace sentir ligeramente mal. Tal vez he
estado haciendo mal todo esto de conocer a la familia. Tal vez no debería haberlos
estado apartando tanto como lo he hecho. Pero es difícil dejar entrar a las personas
cuando sé lo mucho que la gente puede lastimarte. No obstante, decido intentarlo
porque sé que si Callie estuviera aquí, eso es lo que hubiera querido que hiciera.
—Lo siento, creo que solo se me pasó. No estoy acostumbrado a decirle las
cosas a la gente, supongo.
—Bueno, eso sí lo entiendo —dice él, tronándose los nudillos con nervios—.
De hecho he estado necesitando hablarte de algo.
Por su tono, me doy cuenta de qué se trata. —Supiste más de nuestros
padres, ¿verdad?
—Recibí una llamada de mamá esta mañana, he estado tardando en decirte
porque no quería arruinar el viaje. Pero supongo que no vamos a tener una buena
relación si no empezamos a hablar entre nosotros, ¿cierto? —pregunta, e incluso
aunque no estoy muy emocionado de escuchar de mamá y papá, asiento. Titubea,
y la incertidumbre llena su expresión—. De hecho, quería contarme sobre nuestro
padre. —Otra larga pausa mientras se retuerce en la silla—. Es grave, Kayden. Me
refiero a que pap{… se encuentra en mal estado.
Estoy muy seguro de que toda una tanda de comerciales pasan antes de que
107
sea capaz de controlar mi voz y mis emociones para responder. —¿Qué tan grave?
Resolución.
Página
Yo: Súper genial, excepto por toda la cosa de evitar a la mamá loca que se
Página
Agarro una caja de grapas y doy vuelta para salir del pasillo, lista para irme
de allí a donde pueda escuchar lo suficientemente bien para llamar a Kayden y
asegurarme de que se encuentra bien. Estoy distraída por mi teléfono, sin prestar
atención a dónde voy, y termino chocando contra alguien.
La caja de grapas y mi teléfono se deslizan de mis dedos. —Mierda —
maldigo, agachándome para recogerlos—. Lo siento.
—No te preocupes.
El sonido de la voz hace que los vellos de mi nuca se ericen. No he oído esa
voz en más de un año. Es una voz que desearía nunca haber oído, y ruego a Dios
no estar escuchándola ahora.
—Demonios —murmuro en voz baja, luchando para levantar mi teléfono y
las grapas sin mirar a Caleb. Él no puede estar aquí. Él no puede estar aquí.
Simplemente no puede.
Pero lo está, algo que dolorosamente tengo que reconocer después de que
levanto mis cosas y doy un paso atrás. Se halla justo delante de mí, usando esa
mirada estúpida en su cara, la que dice que cree que tiene control sobre mí.
Pero ya no.
Yo lo tengo.
—¿Qué demonio haces aquí? —Me sorprendo por lo firme que es mi voz.
Me obligo a sostener su mirada, pero esos ojos oscuros suyos siguen siendo
difíciles de mirar.
—Guau, has desarrollado bastante esa boca tuya —dice. Luce deteriorado,
con bolsas debajo de sus ojos, agujeros en sus vaqueros y el abrigo de gran tamaño
que usa casi se traga su cuerpo delgado. Este no es el Caleb que conocí, pero sigue
haciendo que mi corazón se acelere por el miedo—. Esos son dos demonios y un
mierda abandonando tus labios en el último minuto. La Callie que solía conocer ni
siquiera podía decir maldición sin ponerse nerviosa.
—La Callie que conocías ya no existe. —Inspiro, sintiendo a mi corazón
temblar en mi pecho—. Y, honestamente, nunca la conociste de verdad.
—¿No? —Su mirada se mueve por mi cuerpo. No estoy usando nada
revelador, unos vaqueros, una chaqueta y unas botas, pero de repente siento como
si estuviera de pie delante de él con mi disfraz de Halloween, vulnerable como si
viera todo de mí. Y no es para que él lo vea. ¡Nunca más!
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—Me voy. —Esquivo hacia un lado para pasar junto a él. Voy a ir a buscar a
mi padre y a Jackson en donde sé que estaré a salvo, y luego llamaré a la policía.
Página
dirección por la que acabo de venir sin esperar mi respuesta—. Voy a darle una
paliza.
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Traducido por J A N I
Corregido por NnancyC
antes. —Hay un tono raro en su voz y enseguida sé que algo no anda bien.
—Pasa algo malo. —Saco un poco de ropa sucia del camino y me acuesto en
la cama—. ¿No es así?
Deja escapar una respiración temblorosa. —Algo así. Quiero decir, ahora
todo está bien.
Mi cuerpo se pone rígido. —¿Pero no lo estaba hace un rato?
—No, no realmente.
Dudo, inseguro de si debo preguntar por su tono reacio. —¿Quieres…?
¿Quieres hablar de ello?
—En realidad no. —Suspira—. Pero debería. —Otro suspiro. Luego otro. Me
vuelve loco saber que pasó algo, pero no saber qué—. Me encontré con Caleb. —Su
voz es apenas un susurro.
Me siento de golpe en la cama, completamente con la guardia baja. —¿Qué?
¿Dónde? —Mis manos se hacen puños y tengo que clavarme las uñas en las palmas
para evitar perder la cordura. Necesito calmarme. Necesito liberar el estrés de
alguna manera, porque siento esa atracción de‖nuevo,‖hacia‖la‖navaja…‖mi‖piel…‖
el‖dolor…‖la‖sangre…‖el‖alivio.‖Cierro‖los‖ojos‖con‖fuerza—. Por favor, dime que
estás bien.
—Estoy bien, Kayden. Lo prometo. Me acabo de encontrar con él en la
tienda mientras te mensajeaba. Por eso me detuve. —Su pausa parece durar para
siempre—. Sin embargo, estoy bien. Lo enfrenté e incluso lo empujé cuando trató
de agarrarme.
—¿Trató de agarrarte? —Me siento tan furioso que tengo que quitar mis
uñas de las palmas y tomar una almohada cercana para retorcerla con fuerza—.
¿En una jodida tienda?
—Sí, pero no pasa nada —dice tranquilamente—. Logré enfrentarlo como
siempre quise hacerlo. Y Jackson llamó a la policía y lo arrestaron. Dios, no puedo
creer que se halle tras las rejas. —Suena feliz por ello, pero yo no, sigo atascado en
la parte donde puso sus jodidas manos sobre ella.
—Quiero golpearlo —admito, lanzando la almohada a la pared—, por
tocarte.
—Pero no necesitas hacerlo esta vez —dice con orgullo—. Me ocupé de él yo
misma. Lo enfrenté y, Jackson llamó a la policía y lo arrestaron por los cargos de
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droga que presentaron en su contra el año pasado, así que podría terminar en la
cárcel. Y sé que no es ni de cerca suficiente por lo que me hizo, pero aun así se
Página
espero que eso signifique que no le tomará mucho tiempo divertirse. Además,
Luke y Violet estarán allí.
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No puedo contener la risa. —¿Así que Luke, Violet, Jackson y tú van a pasar
el rato?
—Oye, ellos también son mis amigos —protesta, ofendida—. Y ya le mandé
un mensaje a Luke para contarle los planes y aceptó.
—Sé que son tus amigos. —Dejo que mi risa se apague—. Lo siento, solo que
es un poco inesperado. Estoy seguro que todos se van a divertir, aunque me siento
celoso por no poder estar allí.
—Lamento que no puedas estarlo, pero seguro que me voy a divertir —dice
traviesamente—. Voy a ponerme el vestido que usé para Halloween y seré un
animal fiestero.
—De ninguna manera. No vas a usar ese vestido sin mí allí.
—Suenas celoso.
—Lo estoy.
—Deberías venir a casa antes, entonces, me pondré el vestido para ti. —
Hace una pausa—. O tal vez usaré las botas y nada más.
Me muerdo el labio con fuerza, un gruñido sube por mi garganta. —¿Tratas
de persuadirme con tu sensualidad?
—Tal vez. —La picardía en su voz me pone duro como una roca—.
¿Funciona?
Tengo que acomodarme mientras la imagino en lo que describió. —Joder, sí.
Estoy muy duro.
La oigo contener el aliento desde el otro lado y puedo imaginar su sonrojo.
—¿Crees que puedas lograrlo?
—¿Hacértelo contigo en esas botas? —pregunto—. Por supuesto que sí.
Resopla una risa. —No. Me refiero a volver a casa antes.
Dios, lo que daría por estar en casa a su lado, especialmente después de lo
que pasó con Caleb. Sin importar que diga que está bien, aun necesito verlo por mí
mismo, estar allí para ella. ¿Pero cómo?
—Quisiera, pero no sé si puedo darme el lujo de cambiar de vuelo. —
Suspiro. No es que quiera alejarme de mi hermano, simplemente la extraño. Las
cosas empiezan a afectarme aquí, y sé que si estuviera con ella, no serían tan
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difíciles enfrentarlas.
—Sí, lo sé. No deberías —suspira—. Solo estaba siendo egoísta.
Página
pues es evidente que ella está tratando de sacarme de la cocina y alejarme de Dylan
y de la llamada telefónica.
—Est{‖bien…‖ —Vacilante, me levanto de la silla y la sigo de la cocina a la
sala de estar.
—Entonces, ¿cómo estás? —pregunta cuando llego a agarrar el lado del
sofá.
—Bien, supongo. —Miro por encima del hombro a la cocina antes de que
levante mi lado del sofá, cargando adrede la mayor parte del peso porque, como
Callie, Liz es pequeña y delgada. Pero ella parece mostrar su fuerza mientras eleva
su lado casi con la misma facilidad que yo.
—¿Solo bien? —pregunta mientras nos hace girar en la dirección opuesta.
Me encojo de hombros, soltando una exhalación fuerte cuando bajamos el
sofá. —Ha sido divertido visitaros.
Se seca el sudor de la frente. —No me refiero a cómo te sientes con este viaje
—dice—, sino a esto con tus padres.
No estoy seguro de cómo responder y por suerte, no tengo que hacerlo ya
que Dylan entra en la sala de estar. Él tiene su teléfono en la mano, cubriendo el
receptor. —Um... —lucha—, ella quiere hablar contigo.
No tiene que decir quién es ella. Sé que es mi madre y me echo hacia atrás
cuando me lo da. —N…‖no‖—tartamudeo débilmente—. No quiero hablar con ella.
Parece indeciso por cómo responder, pero creo que es porque discutir con
mi madre es lo, ya que, a los ojos de ella, siempre tiene la razón. —Um…
—Dylan, ni siquiera deberías preguntarle —dice Liz entre dientes—. Dile
que no.
Dylan parpadea como si saliera de un trance, luego se pone rápidamente el
teléfono a la oreja. —Él no va a hablar contigo.
No estoy seguro de lo que le dice ella, pero sus hombros se ven más pesado
con cada segundo que pasa. Cuando por fin cuelga, se ve como un anciano
encorvado mientras se deja caer sobre el sofá que Liz y yo acabamos de mover.
Baja la cabeza en sus manos y presiona las palmas sobre sus ojos.
—¿Qué quiere la bruja malvada? —pregunta Liz, sentada detrás de Dylan.
Decido en ese mismo momento que me agrada Liz.
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está molesto por papá o por tener que hablar con mamá—. Quiere que vayamos a
Carolina del Norte a despedirnos.
Muevo la cabeza rápidamente, flexionando los dedos, luchando contra la
necesidad de perforar las uñas en mi piel. —No, no puedo hacer eso.
—Sé que no puedes. —Suaviza su expresión—. Y eso es exactamente lo que
le dije.
Mis músculos se tensan ligeramente. —¿Que pasa contigo? ¿Vas a ir?
Liz se ve casi tan ansiosa por escuchar su respuesta como yo.
—No —dice con firmeza—. Me despedí el día que cumplí los dieciocho
años.
Cerrando los ojos, asiento. Me siento como si estuviera a punto de llorar,
pensando en cómo nunca llegué a decirle adiós. Que el último intercambio real que
mi padre y yo tuvimos fue cuando él me miró con los ojos llenos de odio mientras
me desangraba en el suelo de la cocina. Me pregunto si pensaba que iba a morir.
Me pregunto si era feliz a causa de ello. Quiero dejar de preguntarme acerca de
todo esto. Quiero decirle adiós como hizo Dylan, pero no a mi padre, al pasado. Y
quiero avanzar a mi futuro.
—Tengo que ir a casa. —No pretendo decirlo en voz alta, pero al momento
en que lo hago, me doy cuenta de lo mucho que lo necesito.
Por suerte, Dylan también lo ve, porque se para y cruza la habitación, y me
da un abrazo extraño, incómodo, pero bien recibido. —Lo sé. Y creo que tengo una
idea.
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Página
comienza a conducir de nuevo, sigo mirando a ese maldito cursor y juro que pide
que escriba otra cosa. Por eso, aunque sé que no debería, cambio a mi historia de
ficción-sin-embargo-no-ficción y de repente mis dedos cobran vida.
Página
Este monstruo no estaba disfrazado como el que ella se encontró hace muchos años.
Gruñó con sus colmillos y levantó los puños, dispuesto a romper todo a su paso.
Sabiendo que solo tendría una oportunidad con esto, la chica se precipitó hacia
adelante antes de que pudiera volver atrás.
—Para. —Su voz era tan pequeña como se sentía, y cuando el monstruo se giró para
mirarla, ella quiso correr. Pero, honestamente, estaba harta de correr, demasiado cansada de
que ganen los monstruos.
—¿Puedo ayudarte? —preguntó el monstruo; sus colmillos desaparecieron, sus ojos
se suavizaron mientras cambiaba de forma a su silueta engañosa. Él pensó que la chica ya
no podía ver lo que había debajo del disfraz, pero sí podía.
El monstruo.
En sus ojos.
—Te necesitan adentro —mintió la chica, su voz sorprendentemente firme y sus
pies fijamente plantados en el suelo. Miró al chico, que se encontraba parado tan tranquilo
que pensó que podría estar congelándose.
El monstruo también se giró para mirar al muchacho, y ella ya no pudo ver sus ojos,
pero por la forma en que el chico se encogió, sabía que el hombre le mostró al chico una
visión del monstruo que lo esperaba cuando ella se fuera.
Cuando el hombre se giró de nuevo a la chica, su disfraz regresó con una sonrisa y
asintió antes de que empezara a ir al interior. La muchacha contuvo el aliento mientras él
pasaba a su lado, temerosa de que el monstruo pudiera saltar y atacarla.
Nunca lo hizo.
Debe guardarlo para el chico, pensó con tristeza.
Una vez que el monstruo entró en su palacio, que se parecía más a una mazmorra
oculta debajo de las paredes de fantasía, torres altas y luces brillantes, finalmente se
enfrentó al chico.
—¿Estás bien? —preguntó tentativamente. Había pasado mucho tiempo desde que
la chica habló con un chico (con alguien, realmente) y se sentía nerviosa.
—Estoy bien —dijo el chico; la frialdad en su tono la sobresaltó. Tal vez se equivocó.
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Tal vez el chico no podía ver el monstruo viviendo dentro del hombre.
—E-está bien. —Su voz tembló cuando bajó la cabeza y se giró para volver a casa y
Página
Termino de escribir hasta que me duelen los dedos, y mis ojos y cerebro se
Página
Aspiro ese fresco olor a hogar mientras cierro la puerta detrás de mí. —Sí,
fue muy lindo de su parte.
Página
—Solo intento adivinar cómo vamos a subir todos esos muebles. —Jackson
mira por la ventana mientras se frota la mandíbula. La ventana está cargada con
hielo y hay copos de nieve esparcidos—. Porque la lona no va a seguir aguantando
si sigue nevando de esta manera, y no hay forma de que pueda cargarlos hasta
aquí contigo y tus bracitos.
Hago una mueca, pero lo dejo pasar porque tiene razón. —Ha sido un
invierno muy fuerte, ¿verdad? —Me dejo caer en el sofá con el teléfono en la mano.
—No podría saberlo, ya que vivo en la soleada y fantástica Florida. —Sonríe
vanidosamente mientras se sienta en el reposabrazos—. ¿Cuándo se supone que
viene Kayden? Él y yo seguramente podríamos subir esa mierda por las escaleras.
Me alivia que no vivas en el tercer piso, aunque deberías haber elegido el primero.
—Kayden no estará aquí hasta el lunes en la tarde —le digo, abriendo mis
contactos para escribirle a Luke, porque es el único chico fuerte que conozco—. Y
yo no elegí el piso. O el apartamento, en realidad.
Alza las cejas mientras mete las manos en los bolsillos de sus pantalones
cargo. —¿Qué quieres decir?
—Que Kayden eligió este lugar con Seth —digo, encogiéndome de
hombros—. Como una sorpresa para mí.
—Pero sabía que querías mudarte con él, ¿verdad? ¿No lo asumió sin más?
—Casi parece que lo preguntara para aprender, como si tal vez estuviera pensando
en hacerlo con su novia o algo parecido.
—Por supuesto que sabía que quería. Se lo pregunté un par de veces antes y
dijo que lo pensaría, pero entonces me sorprendió con esto. —Señalo mi palacio
con orgullo, aunque Jackson luzca poco impresionado. Pero no me importa. Este es
mi palacio y a diferencia del que estoy escribiendo en la historia, no tiene vides y
enredaderas, sino calidez y promesas de felicidad.
Me mira de una forma extraña que no puedo interpretar.
—¿Qué? —pregunto.
Se encoge de hombros. —No es nada.
—Es algo; de otra forma, no me estarías mirando como si fuera un
fenómeno.
Eso lo hace reír. —De verdad no es nada. Pensaba en que te ves feliz. —Sus
hombros siguen subiendo y bajando—. Es bueno, te lo mereces.
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—Gracias, Jackson. —Le sonrío mientras le escribo a Luke para ver si puede
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venir a ayudar.
—Sin embargo, debo de decir que no le contaría a mamá toda la historia de
la sorpresa —dice Jackson—. Pensará que te estás comprometiendo. —Se detiene y
me sonríe—. Aunque no me sorprendería si lo hicieras con el ritmo que llevan.
—Muy bien, mamá. —Pongo los ojos en blanco y luego me río, pero Jackson
no lo hace.
—Solo te estoy avisando —dice levantando los hombros con indiferencia—.
Pareces bastante perdida con estas cosas.
Estaría ofendida, pero estoy más distraída con lo que dijo antes. ¿Hacia allá
es dónde Kayden y yo nos dirigimos? ¿Por qué jamás lo había pensado?
Probablemente me hubiera quedado todo el día sentada y perdida en mis
pensamientos, si mi teléfono no hubiera empezado a volverse loco en mi mano.
Luke: Sí, ya voy en camino. Pero no estoy en mi casa, así que me tomará un
poco más de tiempo.
Yo: Bien, gracias. Te debo una :)
Dejo el teléfono a un lado y me levanto.
—Te conseguí un refuerzo no tan pequeño.
Mi hermano me mira como si hubiera perdido la razón. —¿De qué diablos
hablas?
—Luke viene en camino para ayudarte a mover las cosas pesadas —digo,
abriendo la puerta principal—. Pero mientras esperamos, esta niña pequeña con
sus brazos pequeños va a traer lo que pueda porque no es tan débil como parece.
—Lo sé, Callie. —Mi hermano me sigue afuera y baja la escalera—. Eres más
fuerte que muchas personas.
—Vaya, dos halagos en un día —bromeo, saltando el último escalón hacia
una pila de nieve que me llega a los tobillos—. Es un milagro.
—Milagro sería que dejara de nevar. —Se sube el cierre del abrigo hasta la
barbilla y fulmina con la mirada al cielo nublado—. Me voy a congelar el trasero.
—El clima de Florida te está convirtiendo en un bebé. —Tomo un puñado
de nieve y hago una bola en mi mano—. Lo sabes.
Ahora me está fulminando a mí. —Me tiras eso y voy a hacerte pagar.
Convierto la nieve en mi mano en una bola firme y luego retrocedo al andén
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Luke sale. Lleva puesto un abrigo de cuero estilo vintage, un gorro y botas de
trabajo negras.
Página
Dylan me dejó usar sus millas de viajero para cambiar vuelos e ir a casa más
temprano, pero solo si prometía venir de visita para Navidad y traer a Callie. Con
suerte, a ella no le importará que estuviera de acuerdo porque solo quería ir a casa,
a ella.
En el vuelo de regreso a casa, soy un lío y tengo que seguir repitiéndome
todas las razones del por qué no necesito cortarme.
Callie.
No quiero regresar a ese lugar, en donde me convertí en esa persona.
No soy más feliz cuando lo hago.
No es saludable, ni mental ni físicamente.
Callie.
Tendré que comenzar todo otra vez.
Mi cuerpo ya tiene demasiadas cicatrices.
Quiero estar mejor.
Necesito dejar ir el pasado.
Callie.
Callie.
Callie.
Esa lista se derrama por mi cabeza durante todo el viaje, me mantiene
intacto y claramente muestra lo que es importante para mí. Para cuando llego al
apartamento, a Callie, soy una ruina emocional, pero en un buen sentido.
En realidad no logro hablar mucho con ella por el resto del día, aunque
estoy desesperado por hacerlo. Pasamos la mayor parte de la tarde descargando el
camión, luego tomamos un descanso en la sala antes de salir a conseguir algo para
133
y mirando a nuestras paredes blancas desnudas. Se quita el gorro de lana que está
usando y lo tira a un lado—. Haría que este lugar luciera mejor.
—Llegaremos allí —responde Callie, dejándose caer en la silla de la barra al
lado de la que estoy sentado. Luke y Violet se encuentran extendidos en el suelo,
con las mejillas rojas y viéndose tan cansados como yo me sentía. Hay piezas de
muebles y cajas por todos lados, pero se siente que hemos hecho progresos para
convertir este lugar en un hogar—. Aún trabajo en organizar algo.
—No‖creo‖que‖tengamos‖nada‖―digo,‖quitando‖la‖etiqueta‖de‖mi‖botella‖de‖
agua—. Al menos no algo tuyo y mío.
—No crees que te haya tomado fotos —dice, presionando una mano en su
pecho, fingiendo estar ofendida.
Me las arreglo para quitar la etiqueta mojada y la pongo en el mesón.
—¿Tienes algunas mías?
—De nosotros. —Me empuja con su codo y sonríe. Pero cuando no le sonrío,
titubea—. ¿Qué ocurre?
—No es nada. —Me encojo de hombros y digo en voz baja así nadie más
puede oírme—. Es solo que, ¿fotos en las paredes? Es lo que hacen las personas,
porque nosotros, es bastante seguro que no maduramos. —Pero no puedo evitar
pensar en la casa de Dylan y en todas las fotos que tiene en la pared, una vida, una
buena. ¿A eso es a donde me dirijo? ¿Puedo tener eso?
Es loco que no tenga que decirlo, que ella en realidad pueda ver lo que
pienso. —Eso hará de este lugar no solo un apartamento, sino un hogar. —Se
inclina y me da un beso en los labios.
Estoy a punto de atraerla para un beso más profundo, pero Jackson se aclara
la garganta. —De acuerdo, digo que es momento de buscar algo de comida.
Callie suspira contra mis labios. —Hablamos después.
Asiento, luego todos salimos y nos apilamos en el auto del papá de Callie,
que es más amplio que el mío y que la camioneta de Luke. Éste aún se las arregla
para subirle a algunos clásicos de rock que todos fingen no conocer pero terminan
cantando a gritos las letras. Para cuando llegamos a un local, el bar más relajado
del centro, todo el mundo se ríe, de buen humor, pero tan cansados que nos toma
una eternidad llegar dentro.
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—Demasiado por festejar como una estrella de rock —bromea Callie con
Jackson mientras nos sentamos en una cabina. Se oye algo de música alternativa en
el fondo y hay algunas personas bailando—. Debes de estar tan desilusionado de
Página
mí.
Jackson alcanza un menú metido entre los saleros. —No, estoy cansado de
mí mismo. —Desdobla el menú—. Debe ser que me estoy volviendo viejo.
—Es mejor que pongas cuidado —bromea—. Estás a un paso de quedarte de
brazos cruzados en sudadera los fines de semana y gritarle a la televisión cuando
tu equipo deje caer la pelota.
—Oye, algunas veces hago eso —intervengo—. Bueno, lo de la sudadera no.
—Le envío una sonrisa coqueta y le guiño—. Lo hago desnudo.
—Me alegra saber qué tengo que esperar con impaciencia —dice Callie,
luego, también, me guiña un ojo. Eso me hace reír por primera vez desde que
regresé de Virginia.
—Buen Dios, por favor no vayan allí —murmura Jackson con toda su
atención en el menú—. De verdad no quiero oír acerca de lo que mi hermana y su
novio hacen tras puertas cerradas.
—Lo siento, hombre. —Solía odiar a Jackson por la forma en que trató a su
hermana y por traer a Caleb a su vida. Aún tengo un poco de desprecio hacia él,
pero ella parece haberlo superado, así que intento ser agradable. Pero quiero
hablar con Callie abiertamente sin su hermano escuchando, así que me deslizo
para salir de la cabina, y Luke me da un resoplido de frustración cuando tiene que
salir de mi camino.
—¿A dónde vas? —pregunta Callie cuando me paro y estiro los brazos sobre
mi cabeza, conteniendo una sonrisa al notar que le da un vistazo al trecho de mi
estómago que aparece desde la parte inferior de la camiseta roja.
—A bailar. —Señalo con mi barbilla la pista de baile—. ¿Quieres venir?
Sacude la cabeza. —No, como que quiero verte hacer lo tuyo solo. —Cuando
comienzo a fruncir el ceño, se ríe—. Por supuesto que me uniré, chico tonto. —Se
encuentra sentada entre Violet y su hermano, y le hace señas a Violet para que la
deje salir.
Una vez de pie, enlaza sus dedos con los míos y me jala hacia la pista de
baile donde las parejas se frotan uno contra otro. Ella tiene unos pantalones negros
ajustados metidos en botas altas junto con una blusa roja. Su cabello está recogido
y el único maquillaje que tiene es algo de delineador negro. Probablemente es la
135
mi‖ pecho‖ mientras‖ comenzamos‖ a‖ balancearnos‖ al‖ ritmo‖ de‖ “Ho‖ Hey”‖ de‖ The
Luminners.
—En serio, ¿por qué viniste a casa tan pronto? —pregunta tan suavemente
que apenas la oigo sobre la música.
—Porque quería asegurarme de que estabas bien. —Presiono mi mano en su
espalda baja, la otra en sus caderas mientras apoyo mi barbilla sobre su cabeza.
—Pero hay algo más que eso. —No es una pregunta, es una declaración.
Mi reacción inicial es mentir, pero entonces me doy cuenta de que ya no
quiero mentirle, que no quiero ser ese chico. —Porque no estaba manejando bien
las cosas.
Sus manos se aprietan alrededor de mi cuello, llevándome más cerca de ella.
—¿Tú…?
—No —la interrumpo así no tiene que preguntar—. Aunque, quería. Las
cosas ya eran difíciles cuando supe acerca de mi padre y sobre lo que pasó con
Caleb, pero me puse peor cuando mi madre llamó y quiso hablar conmigo.
Me sostuvo más fuerte. —¿Le hablaste?
—No…‖no‖pude.
—Bien. Me alegro. No deberías. No hasta que sepamos cuál es su postura. Y
quizá ni siquiera entonces.
—Te amo —digo porque es todo lo que puedo decir en este momento. La
forma en la que siempre me protege, algunas veces es demasiado para incluso
comprenderlo.
Se inclina hacia atrás para mirarme a los ojos. —Creo que no deberías ni
siquiera considerar hablar con ella de nuevo a menos que quieras, sin importar lo
que pase.
—No lo haré —digo—. Sin embargo, tenía curiosidad sobre lo que tenía que
decir…‖probablemente‖algo‖malo,‖adem{s‖ella‖aún es…
—Es tu madre y sientes que tienes que hablarle —termina Callie por mí—.
Pero debe comenzar a actuar como una madre antes de que la trates como tal.
—No estoy seguro de siquiera quererlo.
—Entonces no lo hagas. No le debes nada.
136
más por cosas de familia. Quiero desesperadamente dejarlo ir, así que cambio de
tema. —Tu hermano y tú parecen llevarse bien.
Se encoge de hombros, mirándome con esos hermosos ojos. —Ha sido lindo
pasar tiempo con él.
—Bien. Me alegra. Es lindo verte feliz con tu familia.
—Mi mamá quiere que vayamos de visita —dice, enfatizando su punto de
que estoy incluido en esto.
—Dylan quiere que hagamos lo mismo —digo, imitando su énfasis.
Eso la hace reír, arrugando sus ojos en las esquinas. —Las familias son
demandantes, ¿no? —Tan pronto como lo dice, se ve preocupada, como si me
hubiera ofendido o algo.
—Callie, no tienes que tener cuidado conmigo. Puedes decir la palabra
familia y estaré bien. —Noto su mirada cuando se mueve rápido hacia mi muñeca,
y me enorgullece decir que me encuentro libre de cualquier corte fresco—. Y
además, estoy aprendiendo que familia no siempre significa lo que pensé. Dylan y
su esposa son agradables, y Tyler no es un idiota. —Manteniendo una mano en su
espalda, pongo la otra en su mejilla—. Pero honestamente, tú eres más mi familia
que nadie más. Todo lo que necesito es a ti, yo y nuestro pequeño apartamento, y
estoy bien. Me di cuenta de eso mientras me encontraba en Virginia.
Traga, sus ojos se llenan de lágrimas, pero se ve feliz, no triste. —Bien,
porque también es todo lo que necesito. —Luego se para en la punta de sus dedos
y planta un suave beso en mi boca—. De ahora en adelante —susurra contra mis
labios—, iremos de viaje y de vacaciones juntos.
—Trato —digo cuando persuado a sus labios para que se abran con mi
lengua así puedo besarla tan profundo como quiero.
Seguimos moviéndonos y besándonos hasta que termina la canción. Cuando
cambia a un ritmo más rápido, decido resaltar mis capacidades. Como la primera
vez que bailamos, deslizo mi mano por su brazo, empujándola y luego haciéndola
girar hasta que choca contra mi pecho.
Suelta una carcajada, tirando su cabeza hacia atrás. —Ya sabes, puede que
no hayamos tenido una fiesta como estrellas de rock, pero nos aseguraremos de
poder bailar como ellos.
—Seguro que podemos —digo, girándola una y otra vez hasta que se ríe tan
137
fuerte que llora—. Podemos hacer cualquier cosa, tú y yo, cuando estamos juntos.
Su risa se silencia mientras me mira. —Quiero‖eso…‖tú‖y‖yo…‖para‖siempre.
Página
Pasa una semana sin que pase nada grave, y creo que tal vez mi vida por fin
consigue algo de normalidad. Mis días consisten en la práctica, la escuela, Callie, el
trabajo, Callie y la práctica. Amo la rutina y comienza a hacer que me pregunte si
tal vez Dylan tenía razón, quizás es hora de dejar atrás todo lo relacionado con mi
padre. Continuar. Aceptar que el fútbol podría ser lo mío y solo admitirlo. No tiene
que estar asociado con mi padre si yo no lo quiero.
Sí, todo iba genial en esto que llamamos vida hasta que recibí esa maldita
llamada.
La cosa es, sabía que vendría, sabía que finalmente sucedería. Pero para lo
que no me hallaba listo era para quien me daría las noticias. Tal vez sí lo hubiera
sabido, podría haberme preparado más.
El número desconocido debió ser una bandera roja, pero estaba trabajando
en un ensayo final así que me encontraba un poco distraído cuando respondí.
Dios, deseo no haber estado distraído.
—Tu padre está muerto. —El sonido de la voz de mi madre casi me aparta
de lo que dijo.
—¿Cómo demonios conseguiste mi número? —Quito los libros de texto del
camino y me siento en la cama mía y de Callie—. ¿Dylan te lo dio? —Si es así,
estaré muy enojado. Y dolido.
Suelta una risa hueca. —Sí, correcto, como si alguna vez lo hubiera hecho. Él
piensa que te protege de nosotros manteniéndonos desconectados.
Me relajo un poco, aliviado de que Dylan no me traicionara. Y un poco
enojado conmigo mismo por saltar al instante a esa conclusión. —Sin embargo, lo
hace.
—Pues puedes creer lo que quieras —dice, y su tono helado suena
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—Sí, por decir cosas odiosas —digo, respirando a través del dolor que rasga
mi pecho, a través de las lágrimas comenzando a caer, aceptando lo que es. Puedo
sentirme en el borde. Pero la cosa es, que estoy dejando atrás demasiado y me
preocupa explotar cuando finalmente le diga adiós a todo: el odio, el dolor, el
resentimiento—. Pero no por lo que siento. Nunca lamentaré eso, no te ayudaré
con su funeral.
—Así que no vas a venir. —Aún llora pero suena molesta.
—Quizá, pero todavía no estoy seguro. —Me pongo de pie, agarro las llaves
del auto y una chaqueta antes de salir de la habitación—. Puedes darle a Dylan los
detalles y luego él puede pasármelos.
—Eres un hijo horrible.
Las únicas cosas que evitan que haga una lista de las cosas horribles que ella
es, son: 1) Está herida y aunque la desprecio, no quiero ser esa persona. Y 2) No
importa, ella es mi pasado si decido que lo sea.
Y creo que lo es.
—Esa es tu opinión. —Abro la puerta principal, instruyéndome a seguir
respirando, a seguir haciendo lo que hago.‖ Avanzando…‖ Moviéndome‖ hacia‖
adelante…‖ Un‖ paso‖ a‖ la vez—. Y puedo vivir con eso. —Tomo otra decisión y
cuelgo, sin darle más espacio para insultarme o enojarme.
Voy hacia mi auto y luego en la dirección de, posiblemente, la mejor
elección que he hecho alguna vez.
142
Página
—Ya voy. —Abro las puertas y corro por la nieve, agarrando mi bolso—.
¿Dónde estacionaste exactamente?
Página
se tocan—. Voy a dejarlo atrás. —La determinación fluye de sus ojos y me domina
al punto que siento como si me estuviera ahogando en ella, en el dolor del que se
libera—. Voy a centrarme en el futuro. En seguir yendo a la escuela y jugar con el
jodido corazón, por lo que espero ser reclutado. Y si no es así, conseguiré el título
para respaldarlo. —Me alcanza, metiendo mechones de cabello detrás de mi oreja
antes de colocar su cálida palma en mi mejilla—. Y voy a cuidar de ti y hacerte
muy feliz. —La emoción irradia desde sus ojos mientras su mirada seria sostiene la
mía—. Quiero seguir este camino contigo. Quiero que tengamos un futuro, tú y yo.
Tal vez Jackson tenía razón. Tal vez nos dirigíamos hacia el matrimonio.
Dios, ¿y si es así? ¿Quiero eso?
Asiento con entusiasmo. —Yo también quiero eso, más que cualquier otra
cosa. —Hago una pausa—.‖Pero…
Frunce las cejas, su confianza vacila un poco. —¿Pero qué?
—Pero…‖ —Dudo de nuevo, nerviosa por tocar el tema—. Pero, ¿qué pasa
con‖el‖funeral?‖¿Vas…?‖¿Vas‖a‖ir?
—Aún no lo sé. —No parece enojado o triste, solo confundido.
—Bueno, de cualquier manera, te apoyo. —Giro la cabeza y delicadamente
beso la palma de su mano—. Estoy aquí para ti si quieres ir a decir adiós. Obtener
un cierre, tal vez.
Sus ojos son suaves, con una expresión llena de nada más que amor. —Lo
sé. —Es en ese momento en que me doy cuenta que vamos a estar bien. Claro, ellos
pondrán baches en nuestro camino, siempre los habrá cuando se trata de la vida,
pero por fin él me dejará amarlo como se merece y eso es un gran paso épico para
nosotros.
De los que cambian la vida, incluso.
El resto de la noche es relajante; caemos en la rutina. Comemos. Hablamos.
Luego, después de que Kayden se queda dormido en la cama, escribo.
Empiezo a adorar nuestra rutina.
Tan pronto como mis dedos golpean las teclas, cobran vida, con ganas de
escribir y ser libre.
Después de que la chica salvó al muchacho, no se vieron el uno al otro por muchos
amaneceres y puestas de sol. No porque lo hubieran escogido, sino porque tomaron caminos
146
separados e hicieron sus cosas por separado, como pasa mayormente en la vida.
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La chica se mudó de su palacio y encontró un nuevo lugar para vivir, una nueva
vida donde no era constantemente perseguida por los recuerdos del monstruo. En realidad
se sentía más feliz de lo que se había sentido en mucho tiempo, en parte porque fue capaz de
dejar su pasado atrás, pero también porque la noche en que salvó al chico, algo cambió en su
interior. Se enfrentó a un monstruo y aunque no era el suyo, la hizo sentir más valiente y
con menos miedo en un mundo que parecía tan temible todo el tiempo.
Y el chico… bueno, no supo que fue del chico, si escapó del monstruo o no, pero
esperaba que sí. Esperaba que hubiera seguido adelante como ella.
Esperaba que hubiera encontrado la felicidad en esos ojos tristes.
Fue durante un cálido día de otoño que se descubrió como estaba. Su reencuentro no
fue nada mágico, pero aun así fue trascendental, un choque literal cuando pasaban por el
mismo lugar al mismo tiempo.
Un golpe.
Se estrellaron de frente, el impacto fue intenso, pero no tan intenso como verse de
nuevo.
Se hallaban conmocionados.
Aturdidos.
Sin aliento.
Pero sobre todo, simplemente se encontraban contentos de verse el uno al otro vivos
y respirando.
—Hola —dijo la chica mientras el viento y las hojas bailaban a su alrededor.
—Hola —respondió el chico. Viéndose mejor que antes. Sus ojos, aunque todavía
llevaban tristeza, también tenían felicidad.
Sus primeras palabras no fueron las mejores frases de introducción, no como en los
cuentos de hadas que la chica leyó cuando era una princesa. Historias que prometían
fantasías de príncipes cargando a sus princesas, cortejando corazones con palabras y, en
algunas ocasiones, con canciones.
Pero eso estaba bien.
No necesitaba cortejos.
No necesitaba canciones.
Porque no era una princesa.
Y el chico no era un príncipe.
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Éstas sorprendieron al muchacho, también, como si hubiera pensado que iba a decir
Página
que no. Si no lo supiera, podría haber jurado que ambos se sentían orgullosos.
—Bien, entonces —dijo él—. Te recogeré esta noche.
—De acuerdo.
Se separaron, con la cabeza de la chica llena de posibilidades.
Pero ¿podía confiar en él?
Porque en un mundo lleno de monstruos, era difícil saber quién era qué.
149
Página
cercano a la costa.
—Me encanta oírte hablar de tu futuro. —Vuelve la cabeza y me acaricia con
Página
Me atrae más cerca y sonrío contra su piel cuando bajo más mi cabeza en
Página
tanto mis manos se deslizan hasta su estómago. Hago un camino de besos por el
cuello de su camiseta y luego tiro de él para chupar la curva de su pecho. Se
esfuerza por mantenerse en pie en contra de la intensidad y las olas rodando hacia
nosotros, así que llego hasta abajo, agarro su muslo, y lo engancho alrededor de mi
cadera. Jadea y menea las caderas contra mí, buscando más. El momento es
perfecto y estoy a punto de darle a nuestros cuerpos todo lo que anhelan cuando
una gran ola golpea contra nosotros y nos aparta.
—Mierda. —Me esfuerzo por recuperar el equilibrio cuando Callie emerge
del agua.
—Te lo mereces —se ríe y nada hacia la orilla—, por tirarme allí antes —dice
mientras se arrastra fuera del agua y se deja caer sobre la arena, agotada.
Me tambaleo hacia fuera y me acuesto a su lado, totalmente despreocupado
de que la arena se adhiera a mi ropa. Luego miramos al cielo, perdiéndonos en la
tranquilidad de solo estar cerca uno del otro. Pero es cuando las nubes circulan,
que me recuerda por qué estamos aquí.
—Deberíamos estar listos para irnos —susurra Callie suavemente con su
brazo sobre la frente.
Asiento lentamente. —Sí, tienes razón. —No obstante, me toma un minuto
moverme, al final, desearía que pudiera quedarme.
Solo ella y yo.
Callie y yo.
La arena caliente.
El océano pacífico.
Es todo lo que quiero.
Pero en el fondo, sé que es hora de que vaya a decir adiós.
Dylan y Liz aparecen en nuestro hotel un par de horas antes del funeral para
llevarnos a almorzar. Callie lleva un vestido negro muy parecido al de Liz y, Dylan
y yo estamos vistiendo pantalones negros, camisa blanca y una corbata negra. Sin
embargo, ninguno de nuestros estados de ánimo parece tan sombrío como los
trajes.
—No puedo creer que seas escritora —le dice Liz a Callie desde el otro lado
de la mesa, en el lugar de comida rápida donde estamos comiendo—. Eso es tan
genial.
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Callie durante todo el camino, lo que me ayuda a respirar mejor. El aire se siente
húmedo, el océano es nuestro paisaje la mayor parte del viaje. Es calmante, pero
Página
dolor y el odio que infligió en mi vida. Agradecido de que soy capaz de amar.
Agradecido por Callie, mi hermano, Liz, Luke, Violet, Seth, Greyson, e incluso mi
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mientras apila los regalos que acabamos de abrir en un rincón. Tiene puesta una
sudadera roja y verde que mi madre le hizo llevar todo el día para celebrar las
fiestas—. Por no hablar de Año Nuevo.
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—Oh, tengo muchísimos planes para el Año Nuevo. —Mi madre coloca la
bolsa en el suelo y se acerca a mí, radiante—. Pensaba que tú y yo podíamos ir de
compras, arreglarnos el cabello, entonces todos podríamos salir a cenar. —Mira a
Kayden antes de mirarme—. Los cuatro.
Abro la boca para decir... bueno, algo que nos vaya a sacar de ese lío, pero
mi padre interviene, dándome una mirada maquiavélica. —En realidad, querida,
tenía algo muy especial planeado para ti y para mí.
—¿De verdad? —Mi madre junta las manos y se precipita hacia él para darle
un gran abrazo.
Corre, articula mi papá sobre el hombro de mi madre con una sonrisa. Corre
mientras puedas.
No tiene que pedírmelo dos veces. Agarro la mano de Kayden y lo jalo fuera
de la sala de estar.
—Oh, Dios mío —siseo, guiando a Kayden por la manga de la camisa a
través de la cocina, hacia la puerta trasera, lejos de mi madre. Una vez que salimos
de la casa, aumento el ritmo, apresurándome de camino a la cochera, preocupada
de que mi madre nos va a seguir—. En serio creo que ella está como a un paso de
encerrarnos en la casa para que pueda mantenernos para siempre.
Kayden se ríe, divertido de mi vergüenza mientras me pellizca las mejillas,
como mi madre me lo ha hecho mil veces. —¿Qué puedo decir? Soy súper
adorable, lo suficiente para que me quieran mantener por siempre. —Está citando
algo que mi madre le dijo antes, cuando abríamos los regalos.
—Eres adorable —le digo una vez que estamos dentro de la habitación de
invitados encima de la cochera y la puerta se halla cerrada detrás de nosotros. Y
bloqueada—. Pero no necesita decírtelo a cada minuto. —Me echo de espaldas
sobre el colchón inflable, que es el único mueble además del calentador y el baño.
Sin embargo, no me quejo, ya que la razón por la que terminó vacía se debe a que
los muebles ahora llenan nuestro apartamento.
—Solo es simpática —dice Kayden, mirándome. Su cabello está alborotado,
la mandíbula desaliñada, y se ve muy feliz—. Y es agradable que quiera serlo.
Podría ser peor que tener a una madre demasiado simpática.
—Sí, lo sé. —Suspiro, sabiendo que tiene razón, que podría ser peor, que
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podría tener unos padres como su madre—. Solo deseo que fuera un poco menos
vergonzosa. —Levanto la mano y hago un gesto de pellizco con los dedos—. Tal
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más —respira contra mis labios, viniendo por otro beso—, pero tienes que esperar.
—¿Hasta cuándo? —pregunto, y mi corazón salta de golpe, mientras sus
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razones que ni siquiera puedo entender. Es como si sintiera todo de una vez y es
tan abrumador y poderoso, y no lo cambiaría por nada en el mundo. Y cuando él
se desliza dentro de mí, su cuerpo sobre el mío, todo lo que puedo pensar es cuán
segura me siento en un lugar que una vez sentí como si estuviera rodeado de
espinas y enredaderas. Un lugar que se sentía tan inseguro. Un lugar donde lo
perdí todo, pero ahora me están devolviendo todo y más.
Y no, Kayden no es mi príncipe. Tampoco me he convertido en una
princesa.
Soy simplemente Callie.
Y él es simplemente Kayden.
Y somos simplemente nosotros.
Y es la forma más real de perfección que alguna vez existió.
cuento de hadas. —Su mirada se desplaza hacia mí—. Parece que se trata de una
princesa y un príncipe.
Niego con la cabeza mientras pongo una almohada detrás de mi espalda y
estiro las piernas. —Nop. Solo de un chico y una chica.
Me da una mirada curiosa. —Pero me dejarás leerlo, ¿verdad? Me encanta
leer tus cosas. Juro que me da un poco de conocimiento de lo que sucede en esa
cabeza tuya.
—Lo que seguro es locura. —Hago mi mejor voz de villano y se ríe—. Y sí,
prometo que podrás leerlo cuando esté terminado.
Luciendo satisfecho, se acuesta de nuevo y se pone cómodo. Sin embargo,
solo comienzo realmente a escribir, cuando se duerme; de lo contrario, siento como
que me está observando.
La primera cita fue mágica. Ellos comieron. Bailaron. Rieron. Sonrieron. Hacia el
final de la noche, el aire era tan eléctrico que la chica tuvo que mirar a su alrededor porque
se sentía como si hubieran hadas escondidas en los arbustos, rociando polvo mágico donde
quiera que iban.
—Me alegro de que hicimos esto —dijo el chico, mientras caminaban por un pasaje
que nunca habían tomado antes, uno al lado del otro.
—Yo también me alegro —respondió ella—. Me divertí mucho. —Y era la verdad.
Sí se divirtió y eso casi hizo la noche surrealista. Tal vez soñaba. Tal vez se quedó dormida
y nada de esto era real. Si ese fuera el caso, entonces deseaba nunca despertar.
Las estrellas y la luna brillaban por encima de ellos y en las casas de alrededor se
encontraban profundamente dormidos. Simplemente eran ellos. Sin monstruos. Sin
expectativas. Sin reinos, reinas, reyes ni palacios.
Era perfecto.
Y por primera vez en mucho tiempo, la chica se sintió segura.
Tal vez incluso atrevida.
Con cada gramo de coraje que pudo reunir, se acercó y tomó la mano del chico en la
suya. Medio esperaba que él retrocediera al contacto, medio esperaba lo mismo de ella. En
su lugar, el muchacho la sostuvo y ella agarró con más fuerza.
No hubo una chispa o un zumbido debido al contacto, solo un torrente de energía
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—Sabes, nunca hubiera estado aquí si no fuera por ti —dijo él de manera tan
abrupta que la tomó por sorpresa.
—¿Qué quieres decir? —preguntó, deteniéndose con el chico debajo de una farola.
Era la única luz en la calle y los rodeaba.
La miró con tanta pasión en sus ojos, rogando que entendiera. —Esa noche cuando
viniste... cuando me salvaste, cambió el rumbo de mi vida.
La chica se quedó sin aliento. —¿Cómo es eso?
—Debido a que me había dado por vencido —dijo, atreviéndose a rozar con el dedo
su mejilla, lo que la hizo estremecerse y dar a su corazón un vuelco—. Pensé que el mundo
se encontraba lleno de monstruos y que ya no existía sentido en luchar contra ellos. Que
donde sea que fuera, estarían allí para romperme, pero tú... me mostraste que no todo el
mundo era un monstruo.
—Me mostraste eso, también —respondió la chica. El chico la miró, confundido, y
ella quería explicarse, pero no podía por el momento.
¿Tal vez esa era la clave de todo esto? No la clave para regresar a ser una princesa.
Ya no quería serlo, sabía que no debía creer en tales cosas. Pero lo que sí quería ser era una
chica normal que podía tomarse de la mano con un chico sin sentirse fea y asqueada.
Solo quería ser feliz en su propio pequeño mundo.
—Me gustaría poder hacer más —respondió él con una expresión triste.
Sin embargo, ella no quería que estuviera triste.
Quería que fuera feliz.
Ambos.
Pero tenía que preguntarse si quizás él podría hacer más. O quizás, ella tenía que
hacerlo por sí misma. Quizás era la que tenía que ser valiente, para salvarse a sí misma.
Sin siquiera pensarlo, comenzó a inclinarse para darle un beso, esperando no
asustarlo. Para su sorpresa, él también se inclinó, y los dos se encontraron en el medio.
La unión de sus labios no provocó una explosión de fuegos artificiales. No hubo
música anunciando que este era el punto de partida de su felices para siempre. De hecho, la
luz parpadeando encima de ellos se apagó y no hubo nada más que oscuridad. Pero eso no
pudo sofocar la luz causada por el fuego oculto en el interior de cada uno de sus corazones,
un fuego que muy posiblemente podría arder para siempre si ellos se lo permitían.
Y fue un comienzo.
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A la felicidad.
A una vida sin monstruos que los controlaran.
Página
plata tiene la forma de un libro, y cuando lo tomo, noto que está grabado en el
frente con Por Callie Lawrence. También se abre como un medallón, pero el interior
Página
se halla vacío, como las páginas frescas listas para ser teñidas con una historia.
—¿Te gusta? —pregunta finalmente y me doy cuenta de que debajo de su
sonrisa, espera mi aprobación.
—Es perfecto —digo, luego me inclino para besarlo.
—Bueno —dice entre besos—. Me alegra te guste. Es para cuando escribas
tu historia. Para demostrarte que creo en ti.
Casi me pongo a llorar. —Me encanta. —Me coloco el collar, con la promesa
de nunca quitármelo. Entonces me acuesto y acurruco contra él bajo las mantas,
sintiéndome más feliz que nunca.
Estoy a punto de dormirme cuando pregunta—: ¿Puedo leerla ahora?
Mis párpados se abren. —¿Leer qué?
—Tu historia —dice con una sonrisa torcida mientras me mira expectante—.
Vi‖que‖escribiste‖“Fin”.
De repente, me pongo nerviosa y mis palmas se sienten tan sudorosas que
tengo que limpiarlas en el frente de mi camisa. —¿Quieres leerla ahora?
Asiente con entusiasmo. —Sí.
—Umm…‖ bien.‖ —Me volteo y alcanzo la portátil, sintiéndome aún más
ansiosa. Espero que le guste, espero que lo entienda, porque realmente, él es la
mitad de la historia.
Y una de las partes más importantes.
Me dice que puedo dormir mientras lo lee, pero es imposible que pueda
cerrar los ojos. Así que termino tumbada en la cama, mirando fijamente todas las
manchas en el techo hasta que acaba. Sé el momento exacto en que lo hace porque
puedo escuchar que se le acelera la respiración. Luego coloca el portátil a un lado y
se gira hacia mí. Solo me mira y no puedo interpretarlo en absoluto.
—Y, ¿qué te parece? —pregunto, tratando de parecer indiferente pero acabo
sonando como un manojo de nervios.
Se queda en silencio una eternidad, cada segundo pasando dolorosamente
lento. —Creo que es hermoso, significativo y real —dice finalmente; su tono irradia
todas las emociones que está sintiendo—. Aunque, estoy bastante seguro de que
nosotros sí conseguimos un felices para siempre.
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—¿Crees eso? —le pregunto con una sonrisa suave—. Porque esa es una
gran promesa.
Página
La bola sube más alto y también lo hace mi pulso. Juro que el público
contiene su respiración, pero tal vez eso es porque contengo la mía mientras
observo el balón alcanzar su pico y luego bajar.
Bajar.
Y bajar.
Y bajar.
Entonces cae perfectamente en las manos del receptor.
Perfecto.
¡Anotación!
La multitud empieza a aplaudir y también lo hacen mis compañeros de
equipo; ganamos el juego. Y esta vez me uno a ellos, animado y feliz mientras miro
a la multitud desde la que sé que Callie me mira con orgullo. Pero solo una parte
de mí festeja porque me di una patada en el culo y jugué con mi corazón. La otra
parte lo hace porque por fin he dejado mis demonios internos atrás y hallé mi amor
por el deporte.
169
Página
La vida es genial. No es perfecta, pero nunca lo es. La perfección sería aburrida. Sin
embargo, las cosas son buenas, en su mayor parte. Kayden y yo todavía vivimos juntos, y
planeamos permanecer así por un tiempo. Nuestras paredes están cubiertas de fotos de
nosotros como pareja, con familia, con amigos. Muestra cómo es toda nuestra vida y lo lejos
que hemos llegado.
Se ha hablado un montón de que será seleccionado el próximo año, y tuvimos una
charla al respecto, a pesar de que aún es pronto. Solo le llevó como dos minutos enumerar
todas las razones por las que tenía que ir con él si se iba de Laramie, y me tomó como medio
segundo farfullar que lo seguiría a cualquier lugar, que puedo escribir en cualquier parte ya
que eso es lo que he estado haciendo y pienso seguir haciéndolo. Que una vida sin él sería
una vida triste que no quiero tener.
Ahora tenemos una pequeña rutina, y en los días de fiesta alternamos entre la casa
de mis padres y la de su hermano en Virginia. Pude conocer a un Tyler sobrio hace unos
seis meses, y fue agradable. Kayden no se ha lastimado en poco más de un año. La tristeza
en sus ojos se ha ido, a excepción de algunas ocasiones, como cuando recibe una llamada al
azar de su madre. Nunca le responde, sin embargo, ni le devuelve la llamada, y sus
mensajes de voz no hacen nada por persuadirlo.
Pero además de la tristeza ocasional y las peleas tontas, Kayden y yo somos fuertes.
Me dice todos los días que me ama y yo le digo lo importante que es para mí. Nuestro feliz
para siempre está funcionando bastante bien para los dos y parece que se pondrá mejor con
el tiempo. Me siento emocionada por lo que depara el futuro… nuestro futuro. Me pone
muy contenta que tengamos un futuro.
Rueda los ojos. —Sí claro. Nunca estarías desnuda en tu sala de estar. —
Hace una pausa, luego pone una mirada escandalosa en su rostro—. Yo, por el
contrario, lo convierto en un ritual diario.
Ahora soy yo la que rueda los ojos. —Oh, lo que sea. —Lanzo el diario sobre
la mesa de café cuando me paro—. ¿Vas a cerrar la puerta o intentas incrementar
mi cuenta de calefacción? —Le sonrío.
Sacude la cabeza, divertido. —En realidad, es hora de ir al partido.
Mi frente se arruga mientras hecho un vistazo a la hora en mi teléfono.
—Pero es súper temprano. —Aún faltan horas.
—Lo sé —dice, recogiendo el abrigo del reposabrazos y arrojándomelo—,
pero me dieron instrucciones de llevarte allí temprano.
—¿Quién? —pregunto mientras deslizo mis brazos por las mangas de mi
abrigo y subo la cremallera.
—Es un secreto. —Luego me guiña el ojo y se dirige hacia la puerta,
dejándome totalmente confundida.
Lo sigo al exterior, cerrando la puerta antes de trotar por las escaleras detrás
de él. Hay una ligera escarcha en el suelo y el aire sopla, pero el sol brilla y su
reflejo contra la nieve hace brillar todo. No puedo evitar respirar la magia del
aroma del aire antes de entrar en el coche.
Seth está sonriendo para el momento en que cierro la puerta, mientras pone
en marcha el motor y luego se retira.
—Estás actuando raro —le digo cuando abrocho el cinturón de seguridad—.
¿Qué pasa?
Se encoge de hombros mientras gira el volante y nos dirigimos hacia la calle.
—Nada.
Conozco a Seth lo suficiente como para saber que está mintiendo. —No me
dices la verdad. ¿Qué pasa…?‖¿Por‖qué‖me‖llevas‖temprano?
—Es una sorpresa —dice, saliendo a la calle.
—Por favor, por favor, dime —ruego con las manos juntas delante de mí.
Sacude la cabeza. —De ninguna manera. Esta vez no.
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leer mi alma. Sus brazos delgados, y anchos hombros que me acunan cuando me
siento triste. No lleva puesto su uniforme, sino un par de vaqueros, botas y su
abrigo, lo que me parece un poco extraño.
—Oye, viniste —dice, mientras camina hacia mí casualmente, como si esto
no fuera raro en lo absoluto.
—Sí, pero me pregunto por qué tenía que hacerlo —digo con sospecha,
inclinando la cabeza hacia atrás para mirarlo cuando me alcanza—. Supongo que
Seth y tú tenían algo importante previsto, ya que nunca se unen a menos que sea
algo épico.
—Oh, definitivamente es épico —dice con tono arrogante, pero sus ojos
revelan lo contrario. Está nervioso, y eso me pone nerviosa.
—¿Está bien...? —Mis dedos se aprietan alrededor del collar—. ¿Te gustaría
compartirlo conmigo?
Asiente, pero traga con dificultad, su piel se pone pálida de repente. —En-
en realidad —comienza a tartamudear, pero luego se aclara la garganta y sacude la
cabeza—. De acuerdo, déjame intentar eso de nuevo. —Ambos nos reímos, pero no
porque fuera divertido, sino porque estamos nerviosos.
—¿Recuerdas la última vez que estuvimos aquí? —pregunta, señalando el
campo y las gradas.
Asiento. —Sí, te pateé el trasero atrapando.
Se ríe, con los ojos brillantes, pero sus nervios siguen allí. —Lo hiciste,
¿cierto? —Hace una pausa, arrastrando los dedos por su pelo—. Bueno, pensé en
traerte de vuelta para que pudiéramos crear otro buen recuerdo, ya que no lo
hemos hecho desde entonces.
¿De eso se trata? —¿Quieres jugar atrapadas de nuevo?
Sacude la cabeza. —No, quiero preguntarte algo.
—¿De acuerdo...? —Estoy tan confundida.
Y él se ve más pálido a cada segundo.
—¿Tienes tu collar? —pregunta, su voz casi tan suave como un susurro.
Asiento y luego abro mi mano. —Sí, Seth me dijo que no lo mire hasta que
llegara al estadio. —Hay una pausa, y luego él espera nerviosamente a que lo
entienda—. Oh, claro. —Me río al bajar la vista al colgante del libro en mi mano.
Y entonces lo veo.
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—Para Callie Lawrence-Owens —leo en voz alta, sonando más nerviosa que
él.
—Ábrelo —esta vez, susurra.
Con dedos temblorosos, busco a tientas el broche y finalmente lo abro. Las
páginas ya no están en blanco. Se encuentran llenas con la promesa de una historia.
Y es la historia más increíble del mundo.
Tu feliz para siempre.
—¡Sí! —grito antes de que pueda preguntar. Después lanzo mis brazos
alrededor de su cuello y lo abrazo con todas mis fuerzas.
Se ríe de mí y susurra un—: Gracias a Dios —que suena extremadamente
feliz cuando me devuelve el abrazo, dándome lo mejor del mundo.
No solo mi feliz para siempre.
Sino a él.
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