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La cultura del siglo XXI Historia

Cada día vemos el surgimiento de una nueva tecnología que encuentra soluciones a nuestros problemas y de paso cambia
nuestras costumbres más arraigadas. Es prácticamente imposible pensar en algún aspecto de nuestras vidas en las que no
esté inmiscuida la tecnología. Si bien a lo largo de la historia humana hemos sido dependientes de los avances tecnológicos,
es posible argumentar que, tras la invención de internet y la masificación de los computadores personales hoy llamados
smartphones, las posibilidades se expanden a niveles sin precedentes. Las tecnologías de la información y comunicación
han cambiado el mundo. Y esto parece ser tan sólo el inicio. Del mismo modo la cultura experimenta fuertes cambios. La
globalización ha permitido no sólo el intercambio de productos e ideas, sino que de prácticas y códigos comunes que
permean a través de todo el globo. Google, Facebook, Instagram y Twitter son utilizados masivamente en prácticamente
todos los países del orbe, permitiendo de esta forma que un gran número de personas comiencen a tener códigos en común.
De esta forma, una nueva cultura común surge en todo el mundo.

Tecnología: La tecnología ha de ser considerada como pilar fundamental. El motivo de esto es la transversalidad con que
opera. Pensemos en cualquier práctica del quehacer humano. Virtualmente no hay actividad en que, de algún modo, la
tecnología no pueda estar presente para mejorar la experiencia. Indistinto de un deporte extremo, meditación, artes,
agricultura o ingeniería, cuando la tecnología está presente, amplifica el abanico de posibilidades de la experiencia.
Específicamente, la computación expande el potencial de cada actividad en correspondencia a las necesidades que exige.
No por nada, la programación ha sido considerada en países como Estados Unidos, como una materia de alta prioridad y
en consecuencia, a ser enseñada obligatoriamente en las escuelas. La tecnología no sólo tiene el potencial de preparar a las
nuevas generaciones a las formas del mundo moderno. Tal cultura de racionalidad permite además capturar los beneficios
de la tecnología y transferirlos a un mayor número de personas. Pensemos por ejemplo en el fenómeno de los smartphones
y las apps. Hace 10 años, nadie tenía un smartphone. Hoy en día, su uso es transversal y en constante expansión. Esto
implica mayor acceso a educación y a información de calidad.

La Sociedad: Pero la racionalidad no lo es todo. Si bien nuestra capacidad de razonar y descubrir patrones en la naturaleza
ha sido considerada como cualidad única en los humanos y un ideal a cultivar, no podemos negar nuestro lado instintivo,
aquel que relacionamos con las emociones. Son múltiples los estudios que señalan que los seres humanos, a pesar de calcular
racionalmente las consecuencias de nuestras acciones, somos aún animales fundamentalmente puestos en marcha por
nuestras emociones. Y en ese sentido, las humanidades representan la otra cara de la moneda. En donde la tecnología
personifica nuestra racionalidad, las humanidades nos permiten recobrar un aspecto natural y emocional. Desde la era de la
Ilustración, el progreso veloz de la razón, tomó por sorpresa y con gran insatisfacción a importantes intelectuales de la
época. Nietzsche y Heidegger se vienen inmediatamente a la cabeza al momento de recordar la súplica por reflectividad en
un mundo cada vez más mecánico y racional. Ambos observaron con disgusto el cambio radical que experimentó la vida de
campo y los momentos de ocio producto de la llegada de nuevas formas de producción.

Al siguiente nivel: Habiendo identificado estos pilares fundamentales de la cultura del siglo XXI, la tecnología y las
humanidades, surge la pregunta sobre qué hacer en relación al fenómeno. Un buen punto de partida es reconocer la
inminencia del suceso. El mundo no dejará de producir tecnologías, ni tampoco cesará nuestra necesidad por conectarnos
con nuestro lado más humano. La razón y la emoción deben encontrar una síntesis en esta cultura del siglo XXI. Podemos
de alguna forma “medir” el grado en que distintos países adoptan esta cultura. Del mismo modo debemos incentivar la
admiración por las humanidades, cultivar personas más reflexivas y con amor hacia el conocimiento. Mucho hemos hablado
de la desigualdad en el mundo y en especial en nuestra región. La tecnología actual nos da, por primera vez en nuestra
historia, una herramienta útil y relativamente simple para acabar con la desigualdad. Una disciplina en la cual poco importa
la procedencia del individuo, sino que su intelecto, curiosidad y trabajo en equipo.

Unificar, organizar y masificar: Para informarnos constantemente sobre el acontecer político de un país, debemos
necesariamente acudir a información política, y así, al estar al tanto de los sucesos políticos, conseguiremos formar nuestros
argumentos y opiniones, fortaleciendo el proceso electoral y, por consiguiente, escogiendo representantes más eficientes y
comprometidos con las causas sociales. En la actualidad podemos identificar dos grandes tipos de información política, por
un lado, la de gestión, caracterizada por su emisión desde fuentes oficiales de diversas instituciones u organismos, y por
otro, la información noticiosa. Del lado de los oferentes encontramos a todos los individuos y empresas dedicados a la
búsqueda, registro, edición y distribución de las noticias.

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