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Y si bien es cierto, nuestros ritmos de vidas también lo han hecho a cuasi a la misma
velocidad, aunque no en todos los tiempos y para todos/as las personas. Cada uno
intenta sobrevivir en esta era de la
información adaptándose a las nuevas fórmulas que las tecnologías nos “obliga” a
seguir en sus procesos de renovación continuos. Nadie puede escapar de la huella
digital, del táctil manejo de escribir mecánicamente (según un estudio realizado en
España, hay personas que, a pesar de escribir a través de la digitalización, puede
pasar meses sin escribir en papel con su puño y letra), de carecer de telefonía, y
otras tecnologías que hemos hecho “necesarias” en nuestras vidas. Por eso la
tecnología marca un antes y un después en nuestras condiciones de vida. Digamos
que sucede como en las distintas partes que hemos divido la historia de la
humanidad para conocer nuestro pasado y nuestra practicas humanas en
interacción con el medio natural. Pues con la era de la información ha sucedido lo
mismo, y la humanidad una vez más, ha ido aceptando las pautas de una nueva
cultura que nos ha hecho más global, y con ello un mundo donde imaginariamente
desaparecen las fronteras geográficas.
Y digo esto último, porque a pesar de todo lo global que somos, es cierto que las
fronteras políticas siguen estando ahí, siguen imperando las normas de los países
hegemónicos con sus controles transfronterizos a pie de cañón, pero sus normas
no pueden vencer a lo invisible, ya no pueden construir muros contra la
información/comunicación tecnológica de otros lugares remotos. Ahora la
humanidad –para bien o para mal- está más informada que nunca, no se le puede
mentir sencillamente, pues conoce lo que sucede en otra parte del mundo (su
mundo), conoce perfectamente quiénes son los países más poderosos, más ricos,
más pobres, etc. De manera que junto a la tecnología también se está creando un
nuevo espacio imaginario de flujos migratorios, con conocimiento, por encima o
por debajo, pero derribando las fronteras que limitan los países. Ya nada podrá
detener a la especie humana de ejercer su más apreciado derecho a la libertad de
circulación e información, que, junto a la tecnología, ha hecho una sociedad más
cercana y comunicativa.
Bruno Latour, antropólogo y filósofo francés, es uno de los pilares de esta corriente
de pensamiento, él afirmó en la década de los 90 que “la primera tarea de la
Antropología de la Tecnología es establecer un terreno común entre quienes
estudian las técnicas tradicionales y aquellos otros —llamados sociólogos,
tecnólogos, historiadores de la tecnología o economistas— que estudian las
maquinarias modernas, centrales o de alta-tecnología”. No obstante, el trabajo
multidisciplinario, según su visión, esta clase de antropología tendrá un problema
de base: “Cómo entender la construcción social de los artefactos unida a la
construcción técnica de la sociedad”.
En el año 2012 un colega antropólogo social y yo, arrancamos una pequeña área
de estudios sociales donde se analiza el fenómeno de las Tecnología de
Información y Comunicación (TIC). Así, se creó un espacio de reflexión bautizado
como la oficina de Tecno-Antropología, la cual ha tenido como objetivo central
estudiar la participación de las TIC en la reproducción social y cultural del México
contemporáneo, con la finalidad de generar conocimiento de utilidad para cerrar la
brecha digital en el país y promover su desarrollo socioeconómico a partir del uso
activo, incluyente e innovador de las tecnologías digitales.