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La deidad del tiempo, Paimon, decidió vivir entre los humanos y formó una estrecha amistad con el Arconte Anemo. Sin embargo, los otros dioses no estaban contentos y destruyeron el templo de Paimon, borrando también sus recuerdos. Paimon renació como un pez y fue rescatada por un viajero al que ahora guiará en su búsqueda.
Descripción original:
Título original
El hogar del tiempo y su felicidad_Concurso de fanfiction - Junette TzinTzun
La deidad del tiempo, Paimon, decidió vivir entre los humanos y formó una estrecha amistad con el Arconte Anemo. Sin embargo, los otros dioses no estaban contentos y destruyeron el templo de Paimon, borrando también sus recuerdos. Paimon renació como un pez y fue rescatada por un viajero al que ahora guiará en su búsqueda.
La deidad del tiempo, Paimon, decidió vivir entre los humanos y formó una estrecha amistad con el Arconte Anemo. Sin embargo, los otros dioses no estaban contentos y destruyeron el templo de Paimon, borrando también sus recuerdos. Paimon renació como un pez y fue rescatada por un viajero al que ahora guiará en su búsqueda.
Entre los dioses existen aquellos que se encuentran en la cima de todos, el poder que concentran es vital para la existencia misma. La deidad del tiempo era uno de ellos, pero a diferencia de otros de su mismo rango era curiosa y anhelaba caminar junto a la humanidad, conocer sus penas, brindarles sanación, compartir su alegría y regalarles sabiduría. Decidió entonces descender del suntuoso hogar de los dioses, Celestia. Su llegada quedó marcada por un bello lago que su exorbitante poder había creado; el impacto alarmó a los animales cercanos y atrajo al que pronto se convertiría en su más preciada compañía, el Arconte Anemo. La amistad que formaron fue prospera para la humanidad, pronto se levantaron templos en su honor. Los hijos de la libertad disfrutaban de los regalos que ambos les brindaban mientras ellos creaban memorias juntos. Cerca del templo de los mil vientos, entre los grandes mares de Teyvat fue donde un santuario al tiempo se construyó. Encontró su nuevo hogar, pensó que nada malo pasaría y que su amistad con el Arconte Anemo permanentemente le brindaría felicidad. ¡Oh! Crueles hilos que tejen el destino, les entregamos la esperanza, alzamos plegarias para ser escuchados, derramamos lágrimas por tu juicio; pero tus planes son inesperados para todo ser que habita el universo. La palabra final fue anunciada, un castigo para aquellos que desobedecen las reglas de lo divino. Una voz escuchó, la conocía muy bien. “Tus deseos serán tu condena”. Corrió hasta que su cuerpo no pudo más, alterada llamó el nombre de su único amigo, pero nada ni nadie rompió el silencio que como nunca antes terror le ocasionaba. “No haz de temer, él ahora duerme…” “Fue su decisión”. La voz repetía estas palabras mientras ella buscaba escapar del tormento, se dirigió al lugar donde creó sus más sagradas memorias, en su interior todos sus sentimientos se desbordaban mientras su mente ansiando la calma.
Acto II: Y entonces reinó la destrucción…
“Paimon, debiste haberte quedado” ¡No! Con que derecho mencionaba ahora su nombre. La ira lleno de a poco su corazón, exigió entonces que la dueña de esa voz se mostrara ante ella. La diosa ahora ante sus ojos estaba molestaba, Paimon sabía perfectamente que fue lo que ocasionó aquella reacción y la culpa remplazó a la ira dentro de ella. Con un movimiento la diosa destruyó aquel templo, aquel lugar que ella consideró tesoro. “Tu lugar es con nosotros”. ¿Quién querría volver a un lugar donde se sentía miserable? Todo ahí arriba se trataba de poder, una lucha constante, en la que ella no tomaría partido. El tiempo aunque pocos lo recuerdan, es sabio, un sabio que atesora el arte del saber, el arte del sentir, el arte del compartir, más que cualquier otro poder. “No volveré contigo, despójame del poder divino si así lo deseas, ¡pero no volveré a ese lugar! “¡Blasfemias!” Sintió un dolor punzante, fue lanzada por los aires y lo último que vió fue ese hermoso lugar ahora destruido, donde las memorias con su amigo estarían por la eternidad guardadas.
Acto III: Las heridas con el tiempo sanarán.
Cayó al mar, lo último que escuchó fue esa cruel voz pronunciando sutilmente “No te preocupes, te olvidará” “Olvidarás” y entonces fue mecida suavemente por las olas mientras su conciencia se perdía en las oscuras profundidades. Un largo tiempo permaneció ahí abajó, mientras todas sus memorias desaparecían junto a las corrientes; el mar purificó su corazón, un poco de la inocencia que hace mucho perdió ahora regresaba. Sintió su cuerpo más ligero, más pequeño. Pronunció un último deseo, antes de reiniciar toda su vida por completo. “Si el destino tiene un poco de compasión, por favor déjame acompañar a alguien una vez más…Quiero volver a sentir esa calidez, por favor…solo una vez más” Y así todo volvió a ser oscuridad. Por un largo, largo tiempo.
Acto IV: Un pez bastante apetitoso.
Sintió que algo la jalaba, en un rápido movimiento se encontró en la superficie de nuevo, recuperó su respiración y miró a su salvador. —¡Gracias por salvar a Paimon!— Alegremente pronunció. —Eres un pez bastante raro, me pregunto que sabor tendrás— Las palabras de su salvador no eran para nada reconfortantes. —¡Paimon no es comida!— No quería terminar siendo un delicioso platillo, pero ahora que mencionamos platillos…a Paimon le ha dado hambre. Una nueva aventura para nuestra pequeña amiga había comenzado, un viajero necesitaba de su ayuda y ella era la guía perfecta. Le enseñaría todo lo que recordaba de ese mundo. Encontraremos a la familia del viajero, Paimon lo promete.