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El Virreinato del Río de la Plata fue creado por una razón de origen estratégico: frenar la ex-
pansión de las potencias europeas. Además del peligro portugués sobre la Banda Oriental (Uru-
guay), la presencia inglesa en las costas patagónicas y en las islas Malvinas dificultaba la vi-
gilancia de esta zona por el gobernador de Buenos Aires y el virrey del Perú. También hubo
importantes razones económicas: el control del contrabando que efectuaban los portugueses
y los ingleses a través de Colonia del Sacramento.
Otras razones fueron las grandes distancias que separaban la capital del Virreinato del Perú
(Lima) y la Gobernación de Buenos Aires, así como también los intereses de los comerciantes
locales de tener una comunicación directa con Europa, que significaba, en el lenguaje de la
época “ponerle puertas a la tierra”. La apertura del puerto de Buenos Aires para los navíos de
registro otorgó importancia a una región tradicionalmente desprotegida por España, y permi-
tió la salida de las exportaciones de cuero, sebo y tasajo (carne salada). Además, las minas de
Potosí pasaron a depender del nuevo virreinato. Se creó la Aduana de Buenos Aires y la base
naval de Montevideo.
El primer virrey español, designado en 1776, fue Pedro de Cevallos, y el último en gobernar el
virreinato fue Baltasar Hidalgo de Cisneros, removido por la Revolución de Mayo de 1810.
El Virreinato del Río de la Plata se dividió en ocho Intendencias: Buenos Aires, Paraguay, Cór-
doba del Tucumán, Salta del Tucumán, Potosí, La Paz, Charcas y Cochabamba; y cuatro Gobier-
nos Militares (en las zonas más peligrosas por el asedio extranjero, o menos pobladas por es-
pañoles): Chiquitos, Moxos, Montevideo y Misiones.
Las reformas de los reyes Borbones fortalecieron la posición de la Corona a expensas de los
sectores privados; de este modo, representaron un ataque a los intereses locales en las colo-
nias (como a los comerciantes monopolistas de Cádiz o a los de ciertas ciudades de América
hispánica, como los comerciantes de Lima). Por ejemplo, el Reglamento de Libre Comercio de
1778 estimuló a algunos sectores de la producción colonial: benefició a la ciudad de Buenos
Aires porque tuvo posibilidad de exportar mayor cantidad de cueros; Venezuela exportó más
cacao y en Cuba creció la producción de azúcar. La medida terminaba con el sistema de puer-
to único y abría nuevos puertos americanos para el comercio con los barcos españoles, que
antes sólo llegaban a los puertos del Caribe. Sin embargo, dejó intacto el monopolio español,
y fomentó el antagonismo entre los puertos que competían por los mismos productos, en lugar
de buscar la integración mediante el comercio intercolonial. Aunque ya existían rivalidades
entre zonas beneficiadas o marginadas, éstas se acentuaron: Lima contra el Río de la Plata (Po-
tosí), Chile contra Perú, Buenos Aires contra Montevideo. Esta fragmentación colonial y sus
distintos intereses locales, se tradujeron más tarde en la formación de distintos Estados, tras
la independencia.
Las sublevaciones americanas
En ese momento, Condorcanqui adopta el nombre de su antecesor, el Inca Túpac Amaru, por
el ejemplo de su lucha, ya que éste se había sublevado contra los abusos de los españoles y
fue ejecutado por el virrey Toledo en 1572.
Túpac Amaru nació en un pueblito del corregimiento de Tinta en Perú, fue hijo de un cacique,
por lo que estudió en un colegio religioso de Cusco. Se dedicó a gobernar los territorios que
heredó de su padre, a la vez que participó del negocio del transporte, ya que poseía centena-
res de llamas y mulas. Esto le posibilitó una posición económica acomodada, y lo hizo cono-
cido por sus contactos en todo el virreinato del Perú. Sin embargo, era sensible a la grave ex-
plotación a la que estaban sujetos los indígenas.
Las reformas borbónicas estipularon nuevos impuestos como la alcabala, establecieron adua-
nas internas legalizaron el sistema de reparto forzoso de mercancías e intentaron ampliar el
tributo a los mestizos.
Frente a la inacción de los funcionarios reales, Túpac Amaru tomó prisionero al corregidor acusa-
do de cometer las injusticias, fundamentalmente por abusos del reparto de mercancías a los in-
dios, a quienes los corregidores españoles mantenían crónicamente endeudados. Convocó a las
comunidades correspondientes, que resolvieron la captura y ejecución en la plaza pública del odia-
do gobernador español. Así comenzó en 1780 la sublevación más grande en la historia colonial
americana, con la adhesión masiva no sólo de los pueblos indígenas sino también de los otros gru-
pos no privilegiados. El objetivo de justicia social se transforma en una posición independentista.
Si bien en un principio las fuerzas del movimiento tupacamarista lograron una victoria contra las
tropas reales, que estremeció a las autoridades españolas, tenían pocas armas y la oposición de los
sectores poderosos. Los ejércitos del virrey Jáuregui del Perú tomaron el Cusco. Derrotado en abril
de 1781, Túpac Amaru cae prisionero junto con su esposa Micaela Bastidas, dos de sus hijos y nu-
merosos parientes y seguidores. Sus ejecuciones fueron tremendamente crueles: a Túpac Amaru
primero le cortaron la lengua y luego intentaron descuartizarlo, para lo cual lo ataron por las extre-
midades a cuatro caballos. Al no poder con él, lo decapitaron. Sus miembros despedazados y los de
su familia y compañeros de lucha fueron diseminados por distintos lugares de Perú, para que sir-
vieran de escarmiento. Sin embargo, su hermano Diego Cristóbal continuó con el liderazgo en Perú
y Túpac Catari en el Alto Perú (Bolivia) hasta que los españoles dictaminaron su ejecución.
Túpac Catari, joven aymara del Alto Perú (Bolivia), logró sitiar La Paz durante 180 días, mantuvo re-
henes y la ciudad cercada y hambrienta. Estas sublevaciones andinas tuvieron lugar sólo después
de cuatro años de creado el virreinato del Río de La Plata. El virrey Vértiz envió fuerzas a Bolivia
para reprimir el levantamiento de las comunidades aymaras.
El 12 de septiembre de 1781 las autoridades españolas, con las rebeliones sofocadas, otorga-
ron un indulto general para todos los participantes de la rebelión y algunas concesiones ad-
ministrativas, económicas y sociales a los indios.
En la zona del Cusco, después de la rebelión estipularon la conmutación de un año de tributos para
apaciguar a las comunidades, eliminaron el cargo de Corregidor (que fue reemplazado por el In-
tendente) y el reparto de mercancías. Además, abolieron los cacicazgos hereditarios, el uso de ves-
timentas y símbolos de poder incaico, y se retiraron las imágenes de los incas de la vista pública.
La nobleza indígena cusqueña pasó a ser considerada una grave amenaza política.