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También se crearon nuevas Capitanías Generales, de rango inferior al virreinato, por lo que pa-

saron a ser cuatro: la de Venezuela, la de Chile, la de Guatemala y la de Cuba y La Florida. Y


para controlar mejor esos aun extensos territorios, se los dividió en Intendencias, sistema que
ya había sido aplicado en la península.

El Virreinato del Río de la Plata fue creado por una razón de origen estratégico: frenar la ex-
pansión de las potencias europeas. Además del peligro portugués sobre la Banda Oriental (Uru-
guay), la presencia inglesa en las costas patagónicas y en las islas Malvinas dificultaba la vi-
gilancia de esta zona por el gobernador de Buenos Aires y el virrey del Perú. También hubo
importantes razones económicas: el control del contrabando que efectuaban los portugueses
y los ingleses a través de Colonia del Sacramento.

Otras razones fueron las grandes distancias que separaban la capital del Virreinato del Perú
(Lima) y la Gobernación de Buenos Aires, así como también los intereses de los comerciantes
locales de tener una comunicación directa con Europa, que significaba, en el lenguaje de la
época “ponerle puertas a la tierra”. La apertura del puerto de Buenos Aires para los navíos de
registro otorgó importancia a una región tradicionalmente desprotegida por España, y permi-
tió la salida de las exportaciones de cuero, sebo y tasajo (carne salada). Además, las minas de
Potosí pasaron a depender del nuevo virreinato. Se creó la Aduana de Buenos Aires y la base
naval de Montevideo.

El primer virrey español, designado en 1776, fue Pedro de Cevallos, y el último en gobernar el
virreinato fue Baltasar Hidalgo de Cisneros, removido por la Revolución de Mayo de 1810.

El Virreinato del Río de la Plata se dividió en ocho Intendencias: Buenos Aires, Paraguay, Cór-
doba del Tucumán, Salta del Tucumán, Potosí, La Paz, Charcas y Cochabamba; y cuatro Gobier-
nos Militares (en las zonas más peligrosas por el asedio extranjero, o menos pobladas por es-
pañoles): Chiquitos, Moxos, Montevideo y Misiones.

Impacto de las reformas Borbónicas para América

Las reformas de los reyes Borbones fortalecieron la posición de la Corona a expensas de los
sectores privados; de este modo, representaron un ataque a los intereses locales en las colo-
nias (como a los comerciantes monopolistas de Cádiz o a los de ciertas ciudades de América
hispánica, como los comerciantes de Lima). Por ejemplo, el Reglamento de Libre Comercio de
1778 estimuló a algunos sectores de la producción colonial: benefició a la ciudad de Buenos
Aires porque tuvo posibilidad de exportar mayor cantidad de cueros; Venezuela exportó más
cacao y en Cuba creció la producción de azúcar. La medida terminaba con el sistema de puer-
to único y abría nuevos puertos americanos para el comercio con los barcos españoles, que
antes sólo llegaban a los puertos del Caribe. Sin embargo, dejó intacto el monopolio español,
y fomentó el antagonismo entre los puertos que competían por los mismos productos, en lugar
de buscar la integración mediante el comercio intercolonial. Aunque ya existían rivalidades
entre zonas beneficiadas o marginadas, éstas se acentuaron: Lima contra el Río de la Plata (Po-
tosí), Chile contra Perú, Buenos Aires contra Montevideo. Esta fragmentación colonial y sus
distintos intereses locales, se tradujeron más tarde en la formación de distintos Estados, tras
la independencia.
Las sublevaciones americanas

El aumento de los impuestos coloniales a pagar por los crio-


llos e indígenas provocó numerosas reacciones en América,
aunque cada sublevación tuvo características diferentes, o no
coordinadas entre sí. Entre los movimientos más destacados
podemos mencionar el de los comuneros en el Paraguay (1721-
1735), la rebelión de Venezuela (1749-1752), la revuelta de Quito
(1765), el movimiento del Socorro (Nueva Granada, 1781), el
de Nueva Granada y la sublevación indígena de Túpac Amaru
que se extendió al sur de Perú y Bolivia (en 1780).

En general, cuando las protestas por el mal gobierno partían de


vecinos importantes españoles o criollos, las autoridades termi-
naban el conflicto sin demasiada violencia; en cambio, cuando
participaban las clases bajas o indígenas, eran brutalmente re-
primidas. Los criollos prefirieron no apoyar sus reclamos o for- Felipe Guamán Poma de Ayala.
Iglesia: obligación de cristianizar y
mar alianzas con los pueblos indígenas, aunque en algunas oca- bautizar a los indios.
siones, a la rebelión de los vecinos, se sumaban los mestizos,
mulatos, esclavos y gentes de “castas”.

Los criollos percibían estas movilizaciones como una amenaza


y optaban por colaborar con las autoridades para suprimir las
consecuencias no deseadas de su propio movimiento. Los sec-
tores criollos temían más a la revuelta social que a la opresión
de los españoles, ya que su nivel de vida dependía en muchos
casos del trabajo indígena en las minas, en las haciendas y en
los obrajes, y no deseaban descender en la escala social.

Aunque estos primeros movimientos no buscaron la indepen-


dencia, contribuyeron a que los criollos tomaran conciencia
de su condición de americanos y no españoles.

La rebelión de Túpac Amaru

La sublevación indígena que encabezó el cacique José Gabriel Con-


dorcanqui (1741-1781), conocido como Túpac Amaru II (o simple-
mente “Túpac Amaru”), comenzó como una fuerte protesta con-
Felipe Guamán Poma de Ayala.
tra los abusos de las autoridades locales, más precisamente del A Túpac Amaru le cortan la cabeza
corregidor español. A esta situación se sumaban causas profun- en el Cuzco.
das, como el peso del tributo, los diezmos y el sistema de la mita
minera en Potosí, que representaban pesadas obligaciones para
las comunidades y eran el origen del malestar social.

Condorcanqui intentó encarrilar la situación pacíficamente, re-


clamó a los tribunales judiciales de las autoridades virreinales,
pero éstas no tomaron cartas en el asunto. De este modo, la
protesta indígena se transformó en una profunda y masiva re-
belión, calificada por el historiador Daniel Valcarcel como el mo-
vimiento anticolonialista, reivindicador y precursor de justicia social e independencia política más impor-
tante que haya tenido el Perú.

En ese momento, Condorcanqui adopta el nombre de su antecesor, el Inca Túpac Amaru, por
el ejemplo de su lucha, ya que éste se había sublevado contra los abusos de los españoles y
fue ejecutado por el virrey Toledo en 1572.

Túpac Amaru nació en un pueblito del corregimiento de Tinta en Perú, fue hijo de un cacique,
por lo que estudió en un colegio religioso de Cusco. Se dedicó a gobernar los territorios que
heredó de su padre, a la vez que participó del negocio del transporte, ya que poseía centena-
res de llamas y mulas. Esto le posibilitó una posición económica acomodada, y lo hizo cono-
cido por sus contactos en todo el virreinato del Perú. Sin embargo, era sensible a la grave ex-
plotación a la que estaban sujetos los indígenas.

Las reformas borbónicas estipularon nuevos impuestos como la alcabala, establecieron adua-
nas internas legalizaron el sistema de reparto forzoso de mercancías e intentaron ampliar el
tributo a los mestizos.

Frente a la inacción de los funcionarios reales, Túpac Amaru tomó prisionero al corregidor acusa-
do de cometer las injusticias, fundamentalmente por abusos del reparto de mercancías a los in-
dios, a quienes los corregidores españoles mantenían crónicamente endeudados. Convocó a las
comunidades correspondientes, que resolvieron la captura y ejecución en la plaza pública del odia-
do gobernador español. Así comenzó en 1780 la sublevación más grande en la historia colonial
americana, con la adhesión masiva no sólo de los pueblos indígenas sino también de los otros gru-
pos no privilegiados. El objetivo de justicia social se transforma en una posición independentista.

Si bien en un principio las fuerzas del movimiento tupacamarista lograron una victoria contra las
tropas reales, que estremeció a las autoridades españolas, tenían pocas armas y la oposición de los
sectores poderosos. Los ejércitos del virrey Jáuregui del Perú tomaron el Cusco. Derrotado en abril
de 1781, Túpac Amaru cae prisionero junto con su esposa Micaela Bastidas, dos de sus hijos y nu-
merosos parientes y seguidores. Sus ejecuciones fueron tremendamente crueles: a Túpac Amaru
primero le cortaron la lengua y luego intentaron descuartizarlo, para lo cual lo ataron por las extre-
midades a cuatro caballos. Al no poder con él, lo decapitaron. Sus miembros despedazados y los de
su familia y compañeros de lucha fueron diseminados por distintos lugares de Perú, para que sir-
vieran de escarmiento. Sin embargo, su hermano Diego Cristóbal continuó con el liderazgo en Perú
y Túpac Catari en el Alto Perú (Bolivia) hasta que los españoles dictaminaron su ejecución.

Túpac Catari, joven aymara del Alto Perú (Bolivia), logró sitiar La Paz durante 180 días, mantuvo re-
henes y la ciudad cercada y hambrienta. Estas sublevaciones andinas tuvieron lugar sólo después
de cuatro años de creado el virreinato del Río de La Plata. El virrey Vértiz envió fuerzas a Bolivia
para reprimir el levantamiento de las comunidades aymaras.

El 12 de septiembre de 1781 las autoridades españolas, con las rebeliones sofocadas, otorga-
ron un indulto general para todos los participantes de la rebelión y algunas concesiones ad-
ministrativas, económicas y sociales a los indios.

En la zona del Cusco, después de la rebelión estipularon la conmutación de un año de tributos para
apaciguar a las comunidades, eliminaron el cargo de Corregidor (que fue reemplazado por el In-
tendente) y el reparto de mercancías. Además, abolieron los cacicazgos hereditarios, el uso de ves-
timentas y símbolos de poder incaico, y se retiraron las imágenes de los incas de la vista pública.
La nobleza indígena cusqueña pasó a ser considerada una grave amenaza política.

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