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(Âkâsa o Âkâsha) (Sánscrito).- [Espacio, éter, el cielo luminoso.] La sutil, supersensible esencia
espiritual que llena y penetra todo el espacio. La substancia primordial erróneamente identificada
con el Eter, puesto que es respecto del Eter lo que el Espíritu respecto de la Materia, o el Âtma
respecto del Kâmarûpa. En realidad, es el Espacio universal en que está inmanente la Ideación
eterna del Universo en sus siempre cambiantes aspectos sobre los planos de la materia y
objetividad, y del cual procede el Logos, o pensamiento expresado. Por esta razón declaran los
Purânas que Âkâza sólo tiene un atributo, el sonido, puesto que el sonido no es más que el
símbolo descifrado del Logos, o sea el ”Verbo"o "Lenguaje" en sentido místico. En el mismo
sacrificio (el Jyotichtoma, Agnichtoma) se llama el "Dios Âkâza". En estos misterios pertenecientes
al sacrificio, Âkâza es el Deva omnipotente que todo lo dirige, y desempeña el papel de Sadasya,
el superintendente de los mágicos efectos de la ceremonia religiosa. Tenía en la antigüedad
designado su propio hotri (sacerdote), que tomaba su nombre. El Âkâza es el agente
indispensable de toda krityâ (operación mágica) religiosa o profana. La expresión "excitar el
Brahmâ" significa despertar el poder que yace latente en el fondo de toda operación mágica, pues
los sacrificios védicos no son en realidad otra cosa que ceremonias mágicas. Este poder es el
Âkâza -bajo otro aspecto Kundalini- electricidad oculta, el alkahest de los alquimistas en cierto
sentido, o el disolvente universal, la misma Anima mundi en el plano superior, como la Luz astral
en el inferior. "En el acto del sacrificio, el sacerdote está penetrado del espíritu de Brahmâ; durante
aquel tiempo es Brahmâ mismo". (Isis sin velo).