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Guía de lectura sobre cap. V del Seminario 11 de J.

Lacan

1.       Explicar que plantea Lacan sobre la insistencia de lo real.

¿Por qué la homeostasis del principio de placer trata de taponar al trauma?

 Comentar la relación entre tyche y automaton

La tyche se traduce como el encuentro con lo real. Lo real está más allá del automaton, del
retorno, del regreso, de la insistencia de los signos, a que nos somete el principio del placer. Lo
real es eso que yace siempre tras el automaton.

Sólo a partir de la función de lo real en la repetición podremos llegar a discernir esta ambigüedad
de la realidad que está en juego en la transferencia. Lo que se repite, es siempre algo que se
produce como el azar; pero los analistas no se deben engañar por eso. Hay que caer en la trampa
cuando el sujeto nos dice que ese día sucedió algo que le impidió venir a la sesión, no hay que
tomar a pie de la letra la declaración del sujeto.

La función de la tyche, de lo real como encuentro (que puede ser fallido) se presentó primero en la
historia del psicoanálisis bajo la forma del trauma.

En el origen de la experiencia analítica, lo real se presenta bajo la forma de lo inasimilable, bajo la


forma del trauma, que determina todo lo que surge, y le impone un origen.

El trauma es concebido como algo que ha de ser taponado por la homeostasis subjetivante que
orienta el funcionamiento del principio del placer. El trauma reaparece en los procesos primarios,
muchas veces a cara descubierta, hay una insistencia por parte del trauma a que no lo olvidemos
(ej, sueño). el sistema de realidad deja presa en las redes del principio del placer una parte de lo
que es real.

Los encuentros son los puntos radicales de lo real que nos hacen concebir la realidad como
“sufrimiento”. La realidad está ahí sufriendo, está aguantada, a la espera. Y la compulsión rige
hasta los rodeos del proceso primario. El proceso primario hay que captarlo en su experiencia de
ruptura, entre percepción y conciencia, en ese lugar intemporal, como otra localidad, otro espacio,
otro escenario. Podemos captarlo en cada instante
2.       ¿Qué argumenta Lacan a partir de “el sueño de los cirios” (“Padre no ves que estoy
ardiendo”)? Distinción entre Real y realidad. Función doble del despertar. Lo representable y lo
imposible de representar.

El padre va a descansar en el cuarto contiguo al lugar donde reposa su hijo muerto. Es alcanzado,
despertado por algo. Lo despierta la realidad, un golpe, un ruido hecho para que vuelva a lo real,
algo que traduce, en su sueño precisamente, lo que está pasando, una vela que se ha caído y que
está prendiendo fuego al lecho en que reposa su hijo.

La función del sueño parece ser secundaria: en este caso, el sueño sólo satisface la necesidad de
seguir durmiendo. Si el sueño puede acercarse tanto a la realidad que lo provoca, podemos decir
que se podría responder a esta realidad sin dejar de dormir. En el sueño despierta otra realidad. El
niño está al lado de su cama, lo toma por el brazo y le murmura en tono de reproche, padre no
ves que ardo?. Este mensaje tiene más realidad que el ruido con el cual el padre identifica la
realidad de lo que está pasando en la habitación de al lado. Por estas palabras pasa la realidad
fallida que causó la muerte del niño. El sueño es el homenaje a la realidad fallida. La realidad que
ya sólo puede hacerse repitiéndose indefinidamente, en un despertar indefinidamente nunca
alcanzado. Donde está en este sueño la realidad? Se repite algo, más fatal, con ayuda de la
realidad, de una realidad en la que, quien estaba encargado de velar el cuerpo, sigue durmiendo,
aun cuando el padre llega después de haberse despertado.

Así el encuentro, siempre fallido, se dio entre el sueño y el despertar, entre quien sigue durmiendo
y cuyo sueño no sabremos, y quien sólo soñó para no despertar.

El sueño no es sólo una fantasía que colma un anhelo. Y no es que en el sueño se afirme que el
hijo aún vive. Sino que el niño muerto que toma a su padre por el brazo, visión atroz, designa un
más allá que se hace oír en el sueño. En él, el deseo se presentifica en la pérdida del objeto,
ilustrada en su punto más cruel. Solamente en el sueño puede darse este encuentro
verdaderamente único. Solo un rito, un acto siempre repetido, puede conmemorar este encuentro.

El despertar nos muestra el despuntar de la conciencia del sujeto en la representación de lo


sucedido; accidente de la realidad, ante el cual sólo queda buscar remediarlo.

En esa frase del sueño, el reverso será cuando esté despierto, su conciencia.

El lugar de lo real, va del trauma al fantasma (fantasma en tanto que pantalla que disimula algo
primero, determinante en la función de la repetición). Lo real puede representarse por el accidente,
el ruido, ese poco-de-realidad que da fe de que no soñamos. Pero, por otro lado, esa realidad no
es poca cosa, pues nos despierta la otra realidad escondida tras la falta de lo que hace las veces de
representación.

El despertar tiene un doble sentido. Lo real hay que buscarlo más allá del sueño, en lo que el
sueño ha recubierto, envuelto, escondido, tras la falta de representación. Ese real gobierna
nuestras actividades.
3.       ¿Qué análisis realiza Lacan del juego del fort-da?

La repetición exige lo nuevo. El adulto exige en sus actividades, lo nuevo. Pero ese deslizamiento
esconde un verdadero secreto, la repetición en sí misma. En el niño, hay una exigencia de que el
cuento sea siempre el mismo.

La realización del significante nunca podrá ser lo suficientemente cuidadosa en su memorización


como para llegar a designar la primacía de la significancia como tal.

En la repetición en el juego fort-da, el niño tapone el efecto de la desaparición de su madre


haciéndose su agente, pero el fenómeno es secundario. Wallon subraya que lo primero que hace
el niño no es vigilar la puerta por la que su madre se ha marchado, con lo cual indicaría que espera
verla de nuevo allí, primero fija su atención en el punto desde donde lo ha abandonado, en el
punto junto a él, que la madre ha dejado. Lo que cae no es el otro en tanto que figura donde se
proyecta el sujeto, sino ese carrete unido a él por el hilo que agarra, donde se expresa que se
desprende de él en esta prueba, la automutilación a partir de la cual el orden de la significación va
a cobrar su perspectiva. Pues el juego del carrete es la respuesta del sujeto a lo que la ausencia de
la madre vino a crear en el lindero de su dominio, en el borde de su cuna, a saber, un foso.

El carrete no es la madre, es como un trocito del sujeto que se desprende pero sin dejar de ser
bien suyo, pues sigue reteniéndolo. En el carrete hemos de designar al sujeto.

El conjunto de la actividad simboliza la repetición, pero desde ningún modo la necesidad que
clama porque la madre vuelva, lo cual se manifestaría mediante el grito. Es la repetición de la
partida de la madre superada por el juego alternativo, el fort-da, que es un aquí o allá, y que busca
aquello que no está representado.

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La repetición es algo cuya naturaleza está siempre velada en el análisis, debido a la identificación, en la
conceptualización de los analistas, de la repetición y la transferencia.

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