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Para dar mi tema elegí tomar esta noticia de La Nación, la cual relata como la ministra de

Educación porteña, Soledad Acuña, se refirió a los estudiantes que dejaron de tener
contacto con la escuela por la pandemia diciendo que “hoy es muy tarde para salir a
buscarlos” porque “seguramente ya están perdidos en el pasillo de una villa o cayeron en
actividades de narcotráfico”.
Tomé esta noticia porque siguiendo lo que nos ha enseñado esta materia, me parece que
abre muchos interrogantes, y también es interesante relacionarla con diferentes textos del
programa.
Si los chicos “ya están perdidos”, ¿Por qué se pierden los chicos? Es la pregunta que me
surge, y tomaré las diferentes perspectivas de los autores de la materia para responderla.
Ignacio Lewcowicz, nos diría que ocurre porque en la escuela no hay sentido institucional,
las operaciones que inventan los agentes para poder habitar la situación institucional no
alcanzan, entonces sucede la “metáfora del galpón”
Lewkowicz nos explica cómo la actualidad, la era neoliberal, en la cual lo que importa es el
consumo y se rige por el mercado, está marcada por la fluidez, y por lo tanto, las
instituciones ya no aparecen como algo sólido. Frente a una escuela que no ampara ni
sostiene, los chicos se pierden.
Y si bien la “fluidez” de la escuela ha quedado muy de manifiesto gracias a la pandemia,
que resalta las desigualdades entre los alumnos, se me abre otro interrogante ¿Es
realmente la pandemia o “la virtualidad” el origen de este problema? ¿o es algo que ya
viene pasando desde antes?
Pero volviendo a la pregunta inicial. Esta vez tomando a Carlos Cullen, se me ocurre que
respondería, que esto sucede porque la escuela falla en la construcción del proyecto
común. Para Cullen el conocimiento se construye, respetando los saberes previos y las
diferencias. Los saberes públicos que circulan en la escuela, hacen de la escuela el espacio
de búsqueda del proyecto común. Por eso los saberes no deben ser neutros, tienen que ser
públicos, en tanto interesados en el bien común. Si los saberes no son públicos no hay
búsqueda del proyecto común, no hay construcción colectiva del conocimiento, por lo tanto,
los chicos se pierden porque sienten que no forman parte de la escuela.
El autor expresa que es necesario pensar críticamente las políticas educativas de la
modernidad, en pos del mercado, de la lógica privatista, de la competitividad, porque
tienden a plantear la agenda educativa más en términos de eficacia que de justicia y dan
como consecuencia que se profundice la exclusión social.
Si tomamos a Paulo Freire, probablemente nos diría: “en vez de hablar DE los chicos,
hablemos CON los chicos”.
El autor también estaba en desacuerdo con las medidas del capitalismo, que impone
relaciones de desigualdad. Frente a esto desarrolla la “educación popular”, un movimiento
educativo, que sostiene que el proceso educativo no es neutral, sino que implica una acción
política y cultural para la dominación o para la liberación. Según Freire la educación debe
servir como instrumento para la creación de una cultura diferente. Los chicos se pierden
porque se ven oprimidos, y no pueden encontrar en la escuela las herramientas para su
liberación. Fomentando estos discursos, como los de la ministra, lo único que se logra es
marcar todavía más la opresión, la discriminación, en lugar de buscar, mediante el diálogo,
encontrarnos con estos “chicos perdidos”, darles significación, abrirnos a la diferencia y ver
cual es su posición, su visión.
Si tomamos a Bernfeld, él nos dirá, que los chicos se pierden porque la educación no logra
poder enlazar eso que hace particular a un sujeto, con el orden general de la cultura.
La educación no opera sobre una tabula rasa, sino que se encuentra con un sujeto de la
educación, que tiene posibilidad tanto de decir sí, como de decir no a la propuesta de
trabajar para adquirir los saberes de la cultura.
Bernfeld dice que la educación requiere un trabajo de aproximación a cada sujeto, y que no
se trata de reprimir los modos de satisfacción del sujeto, sino de articularlos con la cultura.
Por eso, para el autor, el educador debe devenir una autoridad técnica con conocimientos
de la cultura, capaz de orientar al sujeto aceptando el deseo de este.
Los chicos se pierden porque no podemos renunciar a este ideal de “lo que debe ser un
niño”, de esta forma no podemos ajustarnos a sus disposiciones y posibilidades.
Siguiendo a Bernfeld, en lugar de imponer a los niños un estilo de vida, una manera de ser,
hay que poder lanzarlos a las búsquedas que posibilita la cultura.
Bernfeld hace también otro señalamiento, con el que me gustaría cerrar y es que, más allá
de las motivaciones y el estado anímico del sujeto, gran parte de lo que determina el
desarrollo de la vida y la existencia social de los chicos, en este caso, los “chicos perdidos”
depende del medio social en el que ellos se encuentran. Y estos discursos, como el de la
ministra, fomentan el desamparo de los chicos. Esto se ve mucho en la sociedad actual,
como ya hemos repasado según los diferentes autores.
Según mi punto de vista “no es muy tarde para los chicos”, no es muy tarde para salir a
buscarlos, no los dejemos desamparados, fomentemos políticas que los apoyen en su
escolaridad. Tomando la respuesta del secretario de la CTA, Hugo Yasky, a los dichos de la
ministra “Hay que romper esa biografía que los sectores dominantes intentan imponer, de la
base que el que nace pobre, va a morir más pobre”. Quizás, en efecto, no podamos cambiar
la realidad de estos chicos, pero si debemos demostrar que es posible cambiarla, y darles
las herramientas para lograrlo.

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