Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
PSICOANÁLISIS II - 2020
Legajo: R-5733/9
Materia: Psicoanálisis II
3. “La sombra del objeto ha recaído sobre el yo”. A partir de la cita elabore
cuestiones conceptuales en relación a la melancolía.
Cuando Freud dice: "La sombra del objeto ha caído sobre el yo" se refiere a que en la
melancolía hay una ligadura libidinal a un objeto que, debido a una afrenta real con el
objeto, o un desengaño por parte del objeto amado, se produjo un sacudimiento ese
vínculo. En otro caso, lo que hubiera sido normal es que la libido se quitara de ese
objeto y se ponga en otro, pero lo que sucede, es que se cancela la relación libidinal con
este objeto, y en vez de ponerse en otro es vuelta sobre el yo, el yo se identifica con el
objeto, toma características del objeto. Entonces esta identificación con el objeto permite
continuar de alguna manera el vínculo libidinal con este objeto, pero ahora dentro del yo
que se ha identificado con él. En ese punto, lo que sucede es que el conflicto con el ser
amado pasa a ser ahora un conflicto entre la parte crítica del yo y la parte del yo
alterada por identificación.
Para que esto sea posible, tiene que haber al mismo tiempo una fijación al objeto de
amor, y también escasa resistencia de la investidura de objeto. Freud va a decir que la
elección de objeto de la melancolía está hecha sobre una base narcisista, y que si ésta
encuentra dificultades en el camino entonces puede regresar al yo de donde partió, y
que mediante esta identificación narcisista con el objeto perdura, reemplaza de alguna
manera el objeto la investidura de objeto amorosa.
La pérdida de objeto, es una situación privilegiada para que salga la luz la ambivalencia
con el objeto de amor, es decir los sentimientos de amor y odio. Va a decir que siempre
que haya una predisposición a la ambivalencia, se va a exteriorizar en forma de
autoreproches, es decir, la persona se va a comportar como si la pérdida del objeto
fuera su culpa. Estos sentimientos de amor y odio, tienen cada uno su lugar dentro del
cuadro melancólico, va a decir que el amor se refugia en la identificación con el objeto y
que el odio se ensaña con éste objeto sustituto, es decir, con la parte del yo alterada por
identificación, denigrándola, insultándola, y dirigiendo su agresión al yo, que en realidad
sería dirigida al objeto, y así permite de alguna manera liberar algo de esa agresión
reprimida.
Freud explica lo que sucede a un nivel tópico, la representación cosa inconsciente es
abandonada por la libido de a poco, y que el conflicto entre amor y odio libra batalla en
el inconsciente, el amor busca mantener la ligadura libidinal con el objeto, mientras que
el odio busca desatar la libido del objeto. Algo parecido sucede con el duelo, pero a un
nivel consciente. Entonces va a decir que el desenlace típico de la melancolía es que se
retira la libido del objeto y vuelve sobre el yo, y gracias a esto, el amor se sustrae de
cancelar su vínculo con el objeto mediante la huida al interior del yo, entonces luego de
esta regresión el proceso puede devenir consciente, y en vez de ser un vínculo de amor
y odio con el objeto lo que sucede es que es un conflicto entre una parte del yo y su
instancia crítica.
Freud pensaba que todos los procesos anímicos estaban regidos por el principio del
placer, que lo que buscaba era alejarse del displacer para buscar el placer, pero
entonces todos los resultados de los procesos anímicos deberían ser placenteros, y
vemos que no es así ya que hay algunas situaciones que observa Freud que
contradicen al principio del placer. Tal es el caso de los sueños de ex combatientes de la
primera guerra mundial, que soñaban una y otra vez con ciertas vivencias traumáticas
que les sucedieron allí, y se despertaban de esos sueños con renovado terror. También,
el niño, que juega a hacer desaparecer (la mayoría de las veces) y aparecer un carretel
atado con un piolín, tirándolo por encima de la cuna brinda un ejemplo para esta
cuestión. Freud dice que el niño simboliza con este juego la partida de la madre, hecho
que para él es displacentero y traumático, entonces resulta extraño que lo repita en el
juego. Otro caso es lo que Freud llama compulsión de repetición en la transferencia. Lo
que le llama la atención es que, en este caso los pacientes repiten algo que nunca pudo
ser vivenciado de forma placentera
Llega a la conclusión de que hay algo que está “más allá del principio del placer”, es
decir, que no se percibió de forma placentera, ni siquiera cuando el niño era un perverso
polimorfo. A él le llama la atención que el sujeto repita, y le aparezca un displacer
consciente que ni siquiera devenga de un placer inconsciente.
Como consecuencia de las observaciones de Freud, el principio del placer queda
destronado por la compulsión a la repetición, como si fuera un mecanismo que tiene la
función de elaborar ciertos traumas. El trauma tiene que ver con los estímulos que
perforan la barrera anti estímulo, como en estos está presente el factor sorpresa, no le
da tiempo a la persona a preparase para responder, por eso todos estos estímulos
ingresan de lleno al aparato. Sucede que, una vez que toda esta energía traumática
ingresa, se moviliza en el cuerpo. El principio de placer queda postergado, abolido,
porque el objetivo del aparato es transformar esa energía móvil mediante la repetición y
preparándola para su tramitación, es decir para que entre bajo el imperio del principio
del placer y que pueda ser descargada placenteramente, en ese sentido esta
compulsión de repetición que es displacentera, es un acto preparatorio para entrar en el
principio del placer, es decir que está más allá de este pero a su vez tiende a preparar el
trauma, elaborarlo para que este puede ser descargado mediante el principio del placer.
5. Desarrolle la elaboración freudiana del Ideal del Yo desde una doble vertiente:
como recuperación de satisfacciones narcisistas y como producto de las
identificaciones edípicas.
La represión da nacimiento al ideal del yo, instala una separación, una “herida
narcisista” que nos distancia del yo ideal. Sobre este ideal del yo, que ahora posee
todas las perfecciones valiosas, recae el narcisismo primario de la infancia, se va a
transferir la libido yoica del yo al ideal del yo. El hombre se muestra incapaz de
renunciar a la satisfacción de la que una vez gozó, y proyecta frente a sí como su
ideal al sustituto del narcisismo perdido de su infancia, en la que él fue su propio
ideal.
Además, en el ideal del yo, el niño por la mediación de la ley paterna y de la
represión, se suelta de las identificaciones totales o absolutas del “universo materno”
que priman en el yo ideal. En el ideal del yo, queda prohibida la vinculación
incestuosa para buscar identificarse en forma parcial, a los ideales que transmite la
civilización. Ya no se “funde” en la imagen de otro absoluto, sino que se adquiere
solamente un rasgo del otro, una parte del mismo.
Tanto el niño como la niña van a buscar como ideal del yo, ciertos rasgos o marcas
que le han sido transmitidas.
Bibliografía
- Freud, S., (1916/17). Conferencia 23: modos de formación de síntomas. Bs. As.,
Argentina. Amorrortu.
- Freud, S., (1920). Más allá del principio del placer. Bs. As., Argentina. Amorrortu.