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X Congreso Internacional y Multidisciplinario.

“Desamparo Perspectivas psicoanalíticas y socioculturales”

Agosto 2018, Montevideo, Uruguay.

Título:

Incertidumbre, angustia, identificación: el Analista frente al desamparo


radical en la infancia.

Lic. en Psicología (UDELAR)

Joaquín Jaime Bou Taborda

1.514.863-9

Montevideo, mayo del 2018.


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Neotenia, fetalización, especificidad de la forma humana.

El anatomista Luis Bolk (1927) en su obra La “humanización” del hombre,


plantea que éste es un feto de primate llegado a la madurez sexual, que la antropometría
de un hombre adulto conserva las medidas de un primate nonato. Así la llamada
neotenia fundamenta la emergencia de la forma humana en lo fisiológico. (Pp. 329-350)

A su vez las tesis de Freud y Lacan sobre pulsión, polimorfia sexual y


narcisismo explican la forma humana en los registros especulares de lo imaginario y
simbólico.

Hay algo que intersecta la Anatomía con el Psicoanálisis: lo real del cuerpo.

Lacan (1971) en El estadio del espejo como formador de la función del yo señala
a la neotenia como eso que nos da lo fisiológicamente incompleto en los primeros meses
donde lo imaginario anticipa a lo real de la maduración del cuerpo.

Nos dice:

… la incompletud y el "atraso" ... la incoordinación motriz y equilibratoria del


lactante, ... probablemente tienen vinculación con el proceso en el que Bolk ve el
resorte del desarrollo superior de las vesículas encefálicas … De esto resulta, por
una parte, la marcada prevalencia de la estructura visual en el reconocimiento,
tan precoz, de la forma humana, mientras que, por otra, las probabilidades de
identificación con esta forma reciben … un apoyo decisivo, que va a constituir
… ese nudo imaginario, absolutamente esencial, al que oscuramente …, ha, no
obstante, admirablemente designado el psicoanálisis con el nombre de
narcisismo. (P. 176) (Negrita del trabajo).

Corolario de esto es que la amplitud temporal de la maduración somática


del neonato hace a una expresión libidinal cuyo objeto es contingente y
especular en un escenario de incertidumbre vital.

Esta incertidumbre es la que nos pone en el escenario del trauma.


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El nacimiento dispara una fantasía fundacional asociada a su huella neuronal.

La ontogénesis comienza una etapa a partir de un locus “naturalmente”


traumatizado. Un clivaje en el que el cuerpo materno de pronto se vuelve un Otro en
esa primigenia disociación.

El gran Otro se impone en el mejor caso como seductor empático. Y el neonato,


en su inmadurez, lo percibe en partes cuyas huellas hacen a eso que se vuelve “nudo
imaginario absolutamente esencial” como dice Lacan. De matriz esquizoide, el Yo,
surge polo defensivo y núcleo de indentificaciones. La imposición transubjetiva por la
presencia y mirada del Otro violenta al neonato que inviste percepciones, descarga,
retiene, agrede y demanda. Y asocia imágenes identitarias en una falsa unidad yoica.

En subjetividad sin adentro ni afuera ( porque en espejo se es “axialmente” Yo y


Otro a la vez) se da la fútil tentativa de establecer la unidad uterina mítica. Y en la
incertidumbre eso falla doblemente. En cada frustración se actualiza la angustia del
desamparo y la fantasía procura preservar, con su veladura, de toda instancia que
actualice lo negativo del Otro, sea anaclítico, elusivo, o legislador. Y preservar siempre
de la presencia cierta de lo Real.

Norberto Marucco (2015) en Actualización del concepto de Trauma


en la Clínica Analítica señala que Laplanche :
… propone la existencia de un plus en la sexualidad inconciente
de la madre (el objeto, el otro), que sería no sólo constitutivo del
inconciente en el infans, sino que implantaría el objeto fuente de la
pulsión. En este sentido, podría definirse al “otro” como potencialmente
“traumático”. (P. 3).

Lacan (1964-65) en su Seminario 12 nos habla sobre lo traumático inherente al


Otro en la ontogenia:

en tanto que yo soy a mi deseo es el deseo del Otro … por allí


pasa toda la dialéctica de mi relación con el Otro … de la alienación.

Sustituyéndose allí el a, nos permite el otro modo de la relación, el


de la separación de algo donde yo me instauro como caído, como
reducido al rol de jirón ... Es allí por donde pasa la verdadera naturaleza
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de mi dependencia del Otro, y especialmente de su deseo, pues el


fantasma no es otra cosa que esta conjunción de la Entzweiung del sujeto
con el Otro, gracias a lo cual una falaz completitud viene a recubrir lo que
de ello es imposible de lo real. … El análisis pasa por el desfiladero de
esta reposición del yo (moi) como sujeto en ese a que yo he sido para
el deseo del Otro. (P. 86.) (Negrita del trabajo).

Es posible decir entonces que: el encuentro con el otro, tras la fantasía, tiene el
estatuto de “lo que no es”, el “no-vínculo”, lo que no se puede investir en común, el no
ser para sí mismo, más allá de la lengua, del pensamiento.

Nos dirigimos a lo ominoso, al Trauma y a la Angustia.

Aristóteles en su Física, libro II, (Aguayo, S. 2000) expone sobre la Causalidad


manejando los conceptos de Tyché y Automatón. Hechos del azar son esos para los que
es difícil encontrar una causa precisa. La Tyché es el azar aplicado a los asuntos
humanos y el Automatón es el azar que sucede a otros hechos vivientes o inanimados.

Lacan en su Seminario XI (1963-64) señala esta reflexión aristotélica y le da un


giro:

… usa y da vueltas dos términos que son absolutamente resistentes


a su teoría … Nos ocuparemos pues de … la relación que Aristóteles
establece entre el automatón … y lo que él designa como la tyché que,
para nosotros, es el encuentro con lo real. (P. 20)

Al automatón Lacan lo señala como el retorno, la insistencia de los significantes


que remiten, apuntan una y otra vez a una frustración del placer, su encuentro fallido,
actualizando y confirmando la efracción subjetiva.

Y asocia la tyché a un acto que implica un “encuentro con lo Real”, un choque


que el fantasma no resiste y abre la béance a la Angustia (esa vía regia de lo Real).

Para Lacan la Angustia es un afecto y no sin objeto:


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… abordaré la angustia a través del Unheimlich, lo que aparece


en ese lugar … todo parte de la castración imaginaria, que no hay —
y con motivo— imagen de la falta. Cuando allí aparece algo es, por lo
tanto, si así puedo expresarme, que la falta viene a faltar. … si de
pronto viene a faltar toda norma, es decir lo que constituye la falta —
pues la norma es correlativa de la idea de falta— si de pronto eso no falta
… en ese momento comienza la angustia. (Lacan, J. 1963. P. 16.)
(Negrita del trabajo).

Trauma y Angustia se vinculan desde el origen. En el neonato, trauma es


desborde de Afecto ante un evento sin contar siquiera con la angustia que permitiría al
Yo precario amortiguar y soportar, dolorosamente, una tensión excesiva.

El analista, el síntoma y la construcción subjetiva.

En la entrevista la clave del síntoma es la palabra. Éste se produce cuando


“cierto saber” significante que sostiene al sujeto es cuestionado ante la emergencia de
un hiato en su discurso. Nos dice Nasio “… ese instante en el cual el paciente dice y no
sabe lo que dice. … el instante en que duda y la palabra desfallece.” (Nasio, J. D. 1998.
Pp. 15-16).

Si un analizante usa la palabra “pared” en lugar de “pareja” algo comienza a


esclarecerse con la interrogación sobre el lapsus. Sigue Nasio: “… el síntoma … es
sobre todo un malestar que se nos impone, más allá de nosotros, y nos interpela” (1998.
P.17). Emerge en una instancia de actualización disociativa, una retraumatización en
transferencia que habilita a operar, como dice Lacan, “por el desfiladero de la reposición
del yo” frente al deseo del Otro representado por el Analista. Se moviliza la inevitable
fantasmática defensiva, dinámica, sostenedora y vulnerable. La cadena significante se
abre cuando algo real, sin nombre rasga ominoso el Fantasma. Si lo Real impone la
articulación del discurso (en equilibrio de registros), en esa instancia lo Real lo
desarticula.

Esta eventualidad habilita el movimiento subjetivo por intervención del


analista involucrado en el síntoma. Así una repentina asociación agalmática construye
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Identificación, o la Angustia emergente puede llamar al acto que altere la escena


cuestionada. En análisis el sujeto puede cambiar, en el segundo tiempo de la escansión
angustiosa, su libreto fantasmático alienado, según un deseo más propio.

Desamparo magnificado.

El neonato con suerte llega junto a un Otro empático, que a distancia adecuada
mira, toca, moviliza sexualidad. Su deseo, sus pulsiones activan pulsión en el niño en
una serie de hitos que van marcando un antes y un después. En “normalidad” pequeños
traumas, construcciones disociadas, canalizan la energía tomada por el Imaginario que
trama eso que habilita la consolidación del sujeto de la lengua en un registro
compartido, socializado.

No se trata sólo de un “choque” de pulsiones. El Narcisismo es principal objeto


de lo traumático en términos de identificaciones primarias. El Deseo del Otro sobre el
Yo del niño en construcción, puede generar, por su intensidad, trastornos duraderos en la
organización psíquica.

Las identificaciones simbólicas de la fase edípica también podrían resultar de


situaciones traumáticas. Un exceso incestuoso de seducción materna, una ausencia de
ley paterna, pueden derivar en procesos identificatorios mórbidos. Incluso como defensa
frente a la pulsión no reprimida por la amenaza de castración. Ante una situación
como ésta el Análisis tendrá un menos de Represión y Angustia para trabajar. El
analizante deberá ser sostenido desde otro lugar interviniendo el ideal del deseo del otro
que lo soporta de manera alienada.

En clínica, las manifestaciones pulsionales del “paciente” son las únicas que
pueden oponerse a los ideales narcisistas que imponen un “deber ser” superyoico, al
servicio del conflicto doloroso. El Análisis debe facilitar el cuestionamiento de aquello
del Otro que “parasita” su Yo y no permite la emergencia del Síntoma, ni por “azar”,
como retorno de algo reprimido, ni como sufrimiento de evocación traumática.

Sin tomar en cuenta lo epigenético transgeneracional, la agresión prenatal del


rechazo o de una adicción materna:
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¿Qué sucede cuando ese Otro no cumple con su función anaclítica, nutricia,
activadora de sexualidad, normativa del imaginario dique, guía de la libido hacia un
orden simbólico? Ese Otro que también vehiculiza al tercero Edípico, esté o no. ¿Qué
pasa con el niño que en un abandono radical de sostén y norma crece en un mundo
institucionalizado o en el desamparo donde domina la atrofia física de la desnutrición y
el vacío simbólico?: “sucede “un cortocircuito (que) resulta petrificante, dejando al
sujeto atrapado en la inmediatez de las identificaciones que implica la detención del
recorrido subjetivo, por tanto, el no pasaje por el campo del Otro” (Jaglin A., 2014.
P. 46) (Entre paréntesis y negrita del trabajo). Identificaciones de un Estadio del espejo
sin cierre, que da lugar a la somatización alexitímica, da lugar al acto tras acto y a la
demanda constante.

Y cuando ese Otro no está visible a una distancia más o menos adecuada. ¿Cómo
se deviene sujeto a la deriva en un “mar picado” de estímulos hoy exacerbados
electrónicamente sin un “espejo” estable, consistente, y que lo desee empáticamente?

En este escenario lo traumático pierde balance. Cada encuentro con un Otro, va a


percibirse elusivo, ambiguo o paradójico como señala la tesis de Bateson sobre el Doble
vínculo (Watzlawick, P., Helmick. J., Jackson D. 1981. Pp. 196-202). Se dispara la
defensa disociativa. Predomina la lisis significante. Lo imaginario asociado a lo
pulsional sin límites se dirige al delirio psicótico. La realidad psíquica se estaciona
infantil, plagada de identificaciones primarias, somatiza con demanda y puesta en acto
recurrentes, con una auto y hetero agresivad naturalizada. Hay un sujeto que no ha
logrado aún constituirse víctima de un desamparo incluso subsumido y disimulado en lo
institucional. Es sujeto de un discurso desintegrado, inconsistente, y se “constituye”
privado del síntoma como emergencia operativa en análisis.

Justamente aquí Identificación y Angustia pueden ser instancias de intervención


donde retraumatización y angustia son aliados del Analista. La intervención clínica
puede favorecer el movimiento asociativo que permita al analizante integrarse a y
participar de un registro compartido en el que se resignifique como sujeto frente a este
Otro en transferencia.
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El Analista en circunstancias determinadas tiene la alternativa de enfrentarse


con voluntad y creatividad a los dispositivos establecidos que ya surgen siendo
parte y función de la miseria del desamparo amplificado. Y también habilitarse
especular y ofrecer imágenes. Leer, por ejemplo, en sesión un libro donde un personaje,
en un registro compartido, por identificación, resignifica la realidad de un niño de
subjetividad precaria. Como nos cuenta Jaglin respecto a la experiencia con su paciente
“pirata” que encuentra en Sandokan (2014, Pp. 48-49), una asociación de experiencia
que lo modifica, que incluso con angustia lo reposiciona frente al Analista
comprometido transferencialmente en lo sintomático.

Hay que remangarse e inclinarse a la altura del niño para, en espejo trabajar ante
sus ojos, cerca de su cuerpo. En el piso, si es necesario, como lo hizo Klein con Dick.

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