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Título:
1.514.863-9
Hay algo que intersecta la Anatomía con el Psicoanálisis: lo real del cuerpo.
Lacan (1971) en El estadio del espejo como formador de la función del yo señala
a la neotenia como eso que nos da lo fisiológicamente incompleto en los primeros meses
donde lo imaginario anticipa a lo real de la maduración del cuerpo.
Nos dice:
Es posible decir entonces que: el encuentro con el otro, tras la fantasía, tiene el
estatuto de “lo que no es”, el “no-vínculo”, lo que no se puede investir en común, el no
ser para sí mismo, más allá de la lengua, del pensamiento.
Desamparo magnificado.
El neonato con suerte llega junto a un Otro empático, que a distancia adecuada
mira, toca, moviliza sexualidad. Su deseo, sus pulsiones activan pulsión en el niño en
una serie de hitos que van marcando un antes y un después. En “normalidad” pequeños
traumas, construcciones disociadas, canalizan la energía tomada por el Imaginario que
trama eso que habilita la consolidación del sujeto de la lengua en un registro
compartido, socializado.
En clínica, las manifestaciones pulsionales del “paciente” son las únicas que
pueden oponerse a los ideales narcisistas que imponen un “deber ser” superyoico, al
servicio del conflicto doloroso. El Análisis debe facilitar el cuestionamiento de aquello
del Otro que “parasita” su Yo y no permite la emergencia del Síntoma, ni por “azar”,
como retorno de algo reprimido, ni como sufrimiento de evocación traumática.
¿Qué sucede cuando ese Otro no cumple con su función anaclítica, nutricia,
activadora de sexualidad, normativa del imaginario dique, guía de la libido hacia un
orden simbólico? Ese Otro que también vehiculiza al tercero Edípico, esté o no. ¿Qué
pasa con el niño que en un abandono radical de sostén y norma crece en un mundo
institucionalizado o en el desamparo donde domina la atrofia física de la desnutrición y
el vacío simbólico?: “sucede “un cortocircuito (que) resulta petrificante, dejando al
sujeto atrapado en la inmediatez de las identificaciones que implica la detención del
recorrido subjetivo, por tanto, el no pasaje por el campo del Otro” (Jaglin A., 2014.
P. 46) (Entre paréntesis y negrita del trabajo). Identificaciones de un Estadio del espejo
sin cierre, que da lugar a la somatización alexitímica, da lugar al acto tras acto y a la
demanda constante.
Y cuando ese Otro no está visible a una distancia más o menos adecuada. ¿Cómo
se deviene sujeto a la deriva en un “mar picado” de estímulos hoy exacerbados
electrónicamente sin un “espejo” estable, consistente, y que lo desee empáticamente?
Hay que remangarse e inclinarse a la altura del niño para, en espejo trabajar ante
sus ojos, cerca de su cuerpo. En el piso, si es necesario, como lo hizo Klein con Dick.