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EL CONTRATO DE MANDATO

PROF. RUDDY CORREA DOMINGUEZ

I.- DESARROLLO

Hemos visto, como los más finos exponentes de las teorías jurídicas
contemporánea, presentan desde el punto de vista doctrinal, los más
disímiles conceptos sobro el contrato de mandato. En este sentido ha
in dicado el maestro e ilustre autor de las ciencias jurídicas H.
Capitant, cuando asevera que el “Mandato es todo acto por el cual una
persona da a otra poder para hacer alguna cosa para ella y en su
nombre”. De igual forma se ha pronunciado el maestro Cabanellas,
cuando afirma que “el mandato es un contrato consensual por el cual
una de las partes llamada mandante, confía su representación, el
desempeño de un servicio o la gestión de un negocio, a otra persona,
llamado el mandatario, quien acepta el encargo”.

Ambas teorías expresada precedentemente, coinciden con lo


propuesto Por los hermanos Mazeaud, cuando consideran que “el
mandato es el contrato por el cual una persona, llamado mandante, da
encargo a otra persona, llamado mandatario, quien acepta cumplir con
un acto jurídico, representándolo en él, quien actúa en su
representación como si fuera la persona misma del mandatario”.

Parecería que la doctrina se puso de acuerdo, al coincidir de manera


unánimes en que el contrato de mandato es la delegación de una
tarea o simplemente una representación de una persona por otra,
quien se obliga a ejecutarla.

Nuestro ordenamiento jurídico, a través del Código Civil Dominicano,


en su Art. 1984 define de manera más acabada el contrato de
mandato, al indicar que “El mandato o procuración es un acto por el
cual una persona da a otra poder para hacer alguna cosa por el
mandante y en su nombre. No se realiza contrato sino por aceptación
del mandatario”.

Si analizamos y razonamos profundamente esta definición legal que


nos ha legados el código civil francés, podemos ver que surgen tres
conceptos o teorías que son tomados como sinónimos, a saber:
PRIMERO: EL MANDATO, es el contrato propiamente dicho, que es
perfeccionado mediante acuerdo de voluntades entre las partes que lo
suscriben.

SEGUNDO: EL PODER, es el instrumento legal que formaliza el


contrato. Y

TERCERO: LA REPRESENTACION, es la investidura o delegación


personal, otorgada por el mandante al mandatario, en virtud del
contrato mismo por ellos celebrados e instrumentado en el referido
poder.

Al observar las definiciones sobre el contrato de mandato que nos


ofrece la doctrina y el Código Civil Dominicano como nuestro derecho
común, se puede observar fehacientemente que el contrato de
mandato se puede definir como, todo contrato mediante el cual, una
persona llamada mandatario, acepta un mandato en la que se obliga a
realizar o ejecutar un acto o una diligencia personal a nombre y
representación de otra. De modo que el mandante, es la persona que
tiene la facultad de dar poder a otra, que en este caso se llama
mandatario, para que actúe a su nombre y representación, realizando
todo lo relacionado a los actos jurídicos o una serie de actividades que
van con su mandante.

En este sentido se puede apreciar la naturaleza jurídica del mandato,


al analizar y observar la lectura de los artículos 1984 y siguientes del
Código Civil Dominicano, al indicar que la representación no es más
que la esencia misma del contrato de mandato, de este modo la
representación jurídica de los intereses del mandante, realizada de
forma efectiva por el mandatario.

El mandato es un aspecto de la representación jurídica, de modo que


los actos que proceden de la ejecución del mandatario, producen sus
efectos en el patrimonio del comitente o mandante, no en el suyo
propio. Sin lugar a duda que esta acción, no es de orden público, por
tanto que ella dependería de los contratantes, es decir, del mandante y
del mandatario en descartarlo; En este caso ya no sería un mandato
simplemente, y que un buen número de las reglas instituidas por el
legislador, en el art. 1984 y siguientes, dejarían de aplicársele, y solo
se regiría por un estatuto particular, realizado entre las dos partes en
cuestión.

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Como hemos visto anteriormente, tanto la doctrina como la propia ley,
resultan bastante clara con relación a la representación de las
personas, es decir que el mandatario tiene la facultad de ejecutar la
ordenanza dado por su mandante y toda sus consecuencia o efectos
de ese hecho que caerá sobre la persona del mandante, no sobre el
mandatario, debido a que el mandatario solo cumple con las órdenes
dada y no la ejecuta para sí, sino que se ejecutan por disposición de
aquel que la ordenado.

Sobre la representación jurídica de las persona, existe un principio


mediante el cual las obligaciones contractuales ejecutadas por un
mandatario a nombre y por cuenta de su mandante, solamente
incumbe a este último.

Las cláusulas establecidas en el contrato de mandato que ha sido


concluido y ejecutado por el mandatario como parte de su
responsabilidad, se le imponen al mandante. De modo que, desde que
el mandatario da su aceptación de asumir su rol de ejecutar las
órdenes establecidas en dicho contrato de mandato, así que la
responsabilidad del mandante quedará ligada a la buena o mala
ejecución, siempre y cuando no exista mala fe en la realización de
dicho acto, que se haga por parte del mandatario. Aquí vemos como el
consentimiento de un mandante se encuentra afectado de los vicios
mismos que han perjudicado aquello que ha sido dado por su
mandatario en el límite de sus poderes.

2.- FORMACION DEL CONTRATO DE MANDATO Y EL


CONSENTIMIENTO DADO POR LAS PARTES QUE LO
INTERVIENEN

El profesor Louis Josserand, dice que el consentimiento no es otra


cosa que el acuerdo de voluntades intervenido entre dos o más partes,
con el ánimo de crear obligaciones. Por consiguiente, el mandato
supone el encuentro de dos voluntades, que debe estar exentas de
todo vicio, la del mandante y la del mandatario. En este punto se
distingue el mandato de la gestión de negocio ajeno.

Hay que recalcar que, aunque el consentimiento implica un acuerdo de


voluntades, es preciso indicar que éste se produce a veces
instantáneamente y otras ocasiones luego de cierto plazo. De tal modo
que ese acuerdo implica dos manifestaciones de voluntades
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concordantes a saber: una de las partes toma la iniciativa,
proponiendo a la otra la contratación y ésta declara que consiente, es
decir, que está plenamente de acuerdo, así que la primera declaración
de voluntad es una oferta y la segunda resulta de la aceptación pura y
simple.

Partiendo de esto, el primer punto es necesario para la perfección del


mandato. Como en todo contrato, ni el ofrecimiento que procede del
mandante, ni la aceptación por parte del mandatario, no está sometido
a ninguna forma. Incluso puede estos pueden ser tácito, salvo para los
actos de disposición que requieren un mandato expreso. Cuando el
ofrecimiento se hace por escrito se denomina procuración.

Como se ha expresado, la oferta, para que llegue al conocimiento de


la persona susceptible de aceptarla, debe ser hecha mediante una
manifestación exterior de voluntad, que puede revestir diferentes
formas, como muchas veces se hace de manera expresa, otras veces
de forma tácita. La oferta por sí sola no forma el contrato, sino que ella
constituye solamente la primera operación del consentimiento dado
por una de la parte en pro de su formación.

El otro punto del consentimiento es la aceptación, la cual es necesaria


para la conclusión del contrato de mandato, y debe ser dada por el
mandatario ante el ofrecimiento que le dirige el mandante. Esta
aceptación es tácita y resulta del cumplimiento del mandato por el
mandatario. Es decir, es tácita porque el mandatario no contesta la
oferta, pero la cumple. Ese cumplimiento equivale a aceptación, tal
como lo dispone el artículo 1985 del Código Civil, cuando reza que “El
mandato puede conferirse por acto auténtico o bajo firma privada, aun
por carta. Puede también conferirse verbalmente; pero la prueba
testimonial respecto de él, no puede recibirse sino conforme al título
de los contratos o de las obligaciones convencionales en general. La
aceptación del mandato puede no ser sino tácita, resultando de la
ejecución que al mismo mandato haya dado el mandatario”

Estos dos puntos, que son concomitantes si el mandante y el


mandatario tratan en presencia el uno del otro. Cuando el mandato se
concluya entre ausentes, el ofrecimiento y la aceptación son
sucesivos, conforme disponen los artículos, 1984 y 1985 del Código
Civil. De modo que tanto la oferta como la aceptación, deben ser
complementarias una de la otra. En este postulado, para que haya
acuerdo, es preciso que la aceptación sea conforme con la oferta. En
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caso contrario habría una contraoferta, que debería ser a su vez
aceptada.

Cuando existe concordancia entre la oferta y la aceptación el contrato


se encuentra debidamente perfeccionado, pues esa concordancia
conforme el acuerdo, y por vía de consecuencia forma el
consentimiento.

Se han tocado de manera especifico estos dos puntos, la oferta y la


aceptación, debido a que, sin estos dos elementos, no puede haber un
consentimiento valido en el contrato de mandato, de modo que, sin la
oferta de contratación hecha por el mandante al mandatario no podrá
nunca dar su voluntad de realizar la labor por parte de este último. Al
igual que si el mandatario no da su aceptación a la oferta hecha por su
mandante no habrá entre las partes esa voluntad que se necesita para
el consentimiento y a la vez no cumple con lo indicado según el
artículo 1984 de nuestro Código Civil, cuando reza que “El mandato o
procuración es un acto por el cual una persona da a otra poder para
hacer alguna cosa por el mandante y en su nombre. No se realiza el
contrato sino por aceptación del mandatario”.

De igual forma una de la condición mas importante en toda


contratación y en este caso especifico del contrato de mandato, es la
voluntad que es necesaria, tanto para el mandante como para el
mandatario; por tanto, sus voluntades no deben estar viciadas con
respecto al mismo mandatario ni con respecto al contrato cuya
conclusión sea objeto del mandato.

En cuanto a la capacidad, esta es la aptitud que tiene una persona de


realizar válidamente un acto jurídico. En nuestro derecho rige el
principio de que la capacidad es la regla y la incapacidad la excepción.

Este elemento es uno de los puntos más importantes y necesarios


para conferir el mandato. El mandante debe tener la capacidad de dar
cumplimiento al acto para el cual él da procuración al mandatario, es
decir, quien da un mandato manifiesta su voluntad de realizar el acto
que encarga al mandatario; por tanto, debe tener la capacidad
necesaria para celebrar dicho acto. La capacidad del mandante debe
ser apreciada a la fecha de la procuración, y no pasado el día donde el
mandatario ejecute el mandato, de modo que no hay una capacidad
particular para dar mandato, sino que esta depende de la naturaleza
del acto de que se trata de realizar, y con relación al mandatario, éste
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se obliga con respecto al mandante, más sólo si es capaz. Si éste no
lo es, su responsabilidad contractual por incumplimiento, no sería
exigible, porque el contrato de mandato resultaría en nulidad.

3.- EL OBJETO DELCONTRATO DE MANDATO

Según los Hermanos Mazeaud, el objeto del mandato es la conclusión


de uno o varios actos jurídicos encargado al mandatario. Un simple
consejo o recomendación no constituye, pues, un mandato. A la vez
De La Morandière, sostiene, “El mandato debe tener un objeto
determinado, posible y lícito”.

El contrato de mandato debe tener un objeto determinado y lícito, por


aplicación de los principios generales en materia de obligaciones,
dicho objeto no puede consistir, más que en un acto jurídico, con
exclusión de los actos materiales. Pero se dice que pueden ser objeto
del mandato todos los actos capaces de producir alguna adquisición,
modificación o extinción de derecho. Es decir, sólo un acto jurídico
puede ser objeto del mandato. Los actos materiales solamente serán
objeto del mandato, en la medida en que sean accesorios y necesarios
para el cumplimiento del objeto principal del contrato.

En este sentido no es posible obligarse válidamente a ejecutar un


hecho inmoral o ilícito. El orden público y las buenas costumbres se
oponen a que un contrato sea válido cuando su objeto es inmoral o
ilícito. En ese sentido se ha manifestado el Art. 6 del Código Civil
cuando dice que “las leyes que interesan al orden público y a las
buena costumbres no pueden ser derogadas por convenciones
públicas”. Es decir, no se puede hacer cumplir a un mandatario un acto
que sea prohibido por la ley; ahora bien, aparte de ser lícito, tiene que
ser posible, pues, las obligaciones están destinadas a ejecutarse, no
podrían contratarse en forma que el mandatario no pudiera cumplirlas.
Así como nadie está obligado a lo imposible, tampoco puede
comprometerse a él. El hecho que se presenta no puede ser apreciado
de manera relativa, o sea, para una persona en particular, por el
contrario, debe ser imposible para todos.

4.- LOS SUJETOS EN EL CONTRATO DE MANDATO

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En este tipo de acuerdo o convención, las partes que intervienen en el
son al iguales que todos los contratos, los agentes activos y pasivos,
pero en este caso en específicos, por tratarse de un contrato de
mandato, entonces son denominados

 Mandante, comitente o poderdante, estos son la persona


natural o jurídica que confiere el encargo o el que otorga una
procuración especifica, y del otro lado tenemos.
El Mandatario, procurador o apoderado, que es la persona que
acepta el encargo para su ejecución.

5.- LAS CARACTERÍSTICAS DEL CONTRATO DE MANDATO

El contrato de mandato, tiene ciertas características que lo hace


especial, puesto para su perfección deben de cumplirse cada una de
ellas, por lo tanto este contrato a saber:

1. Puede ser a titulo oneroso o gratuito.


Es típico o nominado.
Es principal.
Es conmutativo.
Es de tracto sucesivo.
Es bilateral
Es de medios y no de resultado
Será consensual según la naturaleza jurídica del acto o actos para el
cual fue conferido.

6.- COMO PUEDEN SER LOS CONTRATO DE MANDATOS


1. Pueden ser atendiendo al objeto encomendado, esto es, los
negocios que puede celebrar el mandatario, puede el mandato
ser general o especial.
Pueden ser atendiendo a si el mandatario actúa a nombre propio o del
mandante, puede ser "en nombre propio" o por "cuenta ajena".

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Pueden ser atendiendo a sus efectos, puede haber mandato con
representación o sin representación. En consecuencia, la
representación no es de la esencia del mandato.

7.- DE LAS OBLIGACIONES DE LAS PARTES QUE INTERVIENEN


EN EL CONTRATO DE MANDATO
a) LAS OBLIGACIONES DEL MANDATARIO, De conformidad colo
que establecen los artículos 1991 al 1997 del código civil
dominicano son:

a. Obligación de ejecutar el contrato de mandato acordado.


b. Debe ejecutar el contrato de mandato de manera personal. Si hay
sustitución, ésta puede ser amplia o restringida.
c. Se debe sujetar el contrato de mandato, de conformidad con las
instrucciones recibidas por parte del mandante. En caso de que el
mandatario no haya recibido instrucciones concretas, debe actuar
prudentemente, como si se tratara de su propio negocio.
d. Debe rendir cuentas acerca de la ejecución del mandato.
b) LAS OBLIGACIONES DEL MANDANTE, De conformidad con lo
que establecen los artículos 1998 al 2002 del código civil
dominicano son:

a. Debe pagar la retribución convenida.


b. Debe reembolsar las expensas o gastos que haya realizado el
mandatario.
c. y debe indemnizar al mandatario, por los daños y perjuicios que éste
hubiera sufrido con motivo del cumplimiento del mandato.

8.- MODOS DE TERMINACIÓN DEL CONTRATO DE MANDATO


 a) Por el agotamiento natural.
b) Por el vencimiento del plazo.
c) Por la conclusión del negocio para el que se otorgó el mandato.
d) Por la rescisión del contrato, a causa del incumplimiento de una de
las partes.
e) Por la nulidad del contrato.
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f) Por la revocación. (Hay países en los cuáles existe la figura del
mandato irrevocable.
g) Por la renuncia del mandato por voluntad del mandatario.
h) Por la muerte del mandante o del mandatario. (Hay países en los
que existe el mandato que subsiste aún luego de la muerte del
mandante y ello sucede cuando el mandato fue otorgado en interés del
mandante y del mandatario al mismo tiempo.
i) Por la interdicción del mandante o la del mandatario.

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