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UNIVERSIDAD DE GUANAJUATO

DEPARTAMENTO DE MINAS, METALURGIA Y


GEOLOGÍA
LICENCIATURA EN INGENIERÍA METALÚRGICA
GILBERTO PERÉZ RODRÍGUEZ NUA: 196418
JOEL MORENO PALMERIN

“MODELOS ATÓMICOS”

METALURGIA FÍSICA
20 DE AGOSTO DE 2021

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INDICE
DESARROLLO HISTÓRICO DE LOS MODELOS ATÓMICOS ............................................. 3
I. INTRODUCCIÓN................................................................................................................. 3
1.1. Primeras ideas: los antiguos griegos ............................................................................ 3
II. MODELOS ATÓMICOS ................................................................................................. 4
2.1. Modelo atómico de Dalton ............................................................................................ 4
2.2. Modelo atómico de Thomson........................................................................................ 5
2.3. Modelo atómico de Rutherford .................................................................................... 7
2.4. Modelo atómico de Bohr ............................................................................................. 12
2.5. Modelo atómico de Sommerfeld................................................................................. 16
2.6. Modelo atómico de la mecánica cuántica .................................................................. 16
III. BIBLIOGRAFÍA ............................................................................................................. 22

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DESARROLLO HISTÓRICO DE LOS MODELOS ATÓMICOS

I. INTRODUCCIÓN.

1.1. Primeras ideas: los antiguos griegos

El ser humano ha logrado conceptualizar muchas ideas extraordinarias, pero hay una que sin

duda se posiciona entre las mejores: la existencia del átomo. No hizo falta contar con un

poderoso microscopio electrónico para saberlo. En la Antigua Grecia, Demócrito (460a 370

a. C.) y Leucipo (460 a 370) concibieron por primera vez la idea de que la materia puede

dividirse en partículas cada vez más pequeñas; por ejemplo, si una migaja de pan se

desmorona aún más, puede dividirse en partículas más finas que si se pulverizan generan

partículas tan diminutas que sólo es posible observarlas con ayuda de una lupa y si a éstas se

les divide aún más y más, debe llegarse a la partícula de materia más pequeña del Universo,

una que no es posible ver a simple vista, ni siquiera con una buena lupa. A esta partícula se

le llamó átomo (que significa, sin división).

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II. MODELOS ATÓMICOS

2.1. Modelo atómico de Dalton

Durante más de dos mil años, esta idea de átomo prevaleció casi intacta. Pero para el siglo

XVIII, la ciencia evolucionó y diversos descubrimientos detonaron nuevas interrogantes: la

existencia de dos tipos de carga eléctrica, positiva y negativa, que son opuestas y se

neutralizan mutuamente (Benjamín Franklin, el hallazgo del oxígeno , la explicación correcta

de la combustión, la ley de la conservación de la materia y un nuevo concepto de “elemento”

distinto al de los alquimistas, la ley de las proporciones definidas de Proust y los

conocimientos sobre leyes de los gases, entre otros. Una pregunta que surgió entonces fue:

¿qué hace al oxígeno distinto a otros gases?

John Dalton (1776-1844) intentó dar respuesta y retomó la idea de átomo, concibiéndola

como una esfera sólida y diminuta, que conforma tanto a los elementos (átomos iguales),

como a los compuestos (unión de átomos distintos). Estableció entonces un modelo de átomo

que se basa en cinco postulados:

1. Los elementos están formados por partículas individuales llamadas átomos.

2. Durante los cambios físicos y químicos, los átomos conservan su identidad, son

indivisibles e indestructibles, y solamente se reagrupan de modos distintos.

3. Los átomos del mismo elemento tienen la misma masa y las mismas propiedades

físicas y químicas, mientras que los átomos de elementos distintos difieren en masas

y en propiedades y se les puede distinguir por sus respectivos pesos atómicos

relativos.

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Figura 1. El modelo atómico de Dalton concibe al átomo como esferas diminutas, distintas para cada elemento.

4. La combinación de átomos de elementos distintos produce moléculas de compuestos

y lo hacen siempre en números enteros.

5. Los átomos de distintos elementos pueden unirse en distintas proporciones para

formar más de un compuesto.

Este modelo atómico, aunque razonable, no permitía explicar fenómenos relacionados con la

existencia de cargas eléctricas en la materia (los protones y los electrones fueron descubiertos

a finales del siglo XIX), ni otros hallazgos que fueron surgiendo, como la existencia de

isótopos de los elementos.

2.2. Modelo atómico de Thomson

En 1886, Eugen Goldstein, empleando el tubo de Crookes con el cátodo perforado, descubrió

los rayos canales, formados por partículas con carga eléctrica positiva a las que denominó

protones. En el experimento, llenó el tubo con gas y lo conectó a una fuente de alto voltaje.

Los electrones chocaron con las moléculas de gas y éstas adquirieron carga positiva, por lo

que fueron atraídas hacia el cátodo perforado que tiene carga negativa; algunas partículas

atravesaron las perforaciones formando los rayos canales (rayos positivos). Estos rayos

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fueron ligeramente atraídos por campos eléctricos y magnéticos, lo cual indica que están

formados por partículas con masa y carga eléctrica positiva (el protón).

Figura 2. Descubrimiento del protón en un tubo de rayos catódico modificado.

Unos años después, en 1897, Joseph John Thomson (1856-1940) estudiando otro tipo de

rayos que también se producen en el tubo de Crookes, los rayos catódicos, descubiertos entre

1858 y 1859 por Julius Plücker, encontró que estaban conformados por “corpúsculos” de

carga negativa a los que posteriormente George J. Stoney dio el nombre de electrones. En el

experimento se saca todo el aire del tubo de Crookes para que esté al vacío y se conecta a

una fuente de alto voltaje. Al cargar los electrodos del tubo se observan unos rayos que viajan

desde el cátodo (electrodo negativo), hacia el ánodo (electrodo positivo) y fueron

denominados “rayos catódicos”. Estos rayos pueden observarse si se coloca una pantalla

fluorescente; entonces se ven como un resplandor de color verde. Los rayos catódicos se

desvían al acercar una placa con carga positiva, además, al atravesar un rehilete pueden

moverlo, lo que comprueba que están constituidos por partículas con masa.

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Figura 3. Descubrimiento del electrón en un tubo de rayos catódicos.

Pero ¿dónde están esas partículas llamadas protones y electrones? ¿Qué relación tienen con

el átomo? Thomson intenta dar una respuesta señalando que, en realidad, el átomo es una

partícula positiva dentro de la cual están “embebidos” los electrones, separados entre sí en

forma equidistante, gracias a las fuerzas de repulsión que hay entre partículas con la misma

carga; ello los hace distribuirse de forma tal como están las pasas en un pudín; de aquí que

se conozca a esta propuesta como el “modelo atómico del pudín de pasas”.

Figura 4. Modelo atómico de Thomson, “modelo del pudín de pasas”.

2.3. Modelo atómico de Rutherford

En 1895, un poco antes de que Thomson propusiera su modelo atómico del pudín de pasas,

Wilhelm Roentgen descubrió un nuevo tipo de radiación electromagnética, similar a la luz

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en su naturaleza, pero mucho más penetrante, y lo hizo también utilizando el tubo de rayos

catódicos. A estos rayos de alta frecuencia, capaces de imprimir películas fotográficas,

atravesar la carne pero no los huesos, los llamó rayos X.

Figura 5. Una de las primeras fotografías tomadas por Roentgen, utilizando rayos X. La mano pertenece a la esposa de
Roentgen.

Un año después, Antoine H. Becquerel (1852-1908) estaba haciendo experimentos

relacionados con el fenómeno de la fluorescencia, utilizando uranio sobre placas fotográficas

que, de manera imprevista, se ennegrecían. Becquerel explicó que esto se debía a que el

uranio emitía ciertos rayos capaces de atravesar cuerpos opacos y muchos otros objetos. A

estos rayos los denominó radiactividad, fenómeno que llamó mucho la atención de un gran

científico, reconocido como el padre de la física nuclear, Ernest Rutherford (1871-1937),

quien por esas fechas se encontraba en la Universidad de Cambridge, trabajando bajo la tutela

de Thomson, en una investigación relacionada con rayos X y gases.

En 1898, Rutherford descubrió que las emisiones radiactivas están compuestas por dos tipos

de rayos: los rayos alfa (núcleos de helio, con carga positiva) y los rayos beta (conformados

por un flujo de electrones, con carga negativa). Para explicar estos últimos teorizó sobre la

existencia de una partícula subatómica aún no descubierta, el neutrón, pero no logró

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confirmar su existencia; esto último lo consiguió otro alumno de Rutherford, James

Chadwick, en 1932, indicando que los neutrones son partículas sin carga eléctrica, de masa

y volumen muy similar a la de los protones. Chadwick mezcló berilio con un poco de polonio

y los colocó dentro de una cámara al vacío. Los rayos alfa emitidos por el polonio, al

colisionar con los átomos de berilio generaron unos rayos neutros, tan intensos que son

capaces de atravesar el plomo. Al dirigir estos rayos contra un blanco de parafina se liberaron

átomos cargados que al incidir sobre un detector que ioniza el nitrógeno que contiene,

provoca una corriente eléctrica que puede medirse y esto permite a su vez contar átomos y

conocer su velocidad. A las pesadas partículas sin carga que salían del blanco las llamó

neutrones.

Figura 6. Experimento que llevó a Chadwick a descubrir el neutrón.

Dos años después, Rutherford descubrió un tercer tipo de rayos que conforman la

radiactividad, a los que denominó rayos gamma (de naturaleza electromagnética, como la luz

y los rayos X, pero aún más energéticos.

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Figura 7. Capacidad de penetración de distintos tipos de rayos en diferentes materiales

Con estos hallazgos, en 1903, Rutherford y su colega Frederick Soddy formularon una nueva

teoría que señala la posibilidad de que los átomos puedan desintegrarse, desdiciendo la idea

que prevalecía aún sobre la naturaleza indivisible e indestructible del átomo. Por estas

investigaciones, en 1908, Rutherford recibió el Premio Nobel de Química.

Años después, siendo profesor en la Universidad de Manchester, Rutherford, en colaboración

con Geiger y Marsden (un estudiante de tan sólo 20 años de edad), ideó un experimento con

la intención de conocer más la naturaleza de los rayos alfa: utilizaron un elemento radiactivo,

el polonio, protegido dentro de una caja de plomo con un orificio que deja pasar un rayo de

partículas alfa (rayos α); enfrente colocó una laminilla de oro muy delgada para observar el

comportamiento de los rayos al chocar con la laminilla. Como los rayos son invisibles,

alrededor del dispositivo descrito colocó una pantalla impregnada de sulfuro de zinc que

emite destellos (puntitos luminosos) al ser golpeada por las partículas del rayo.

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Figura 8. Experimento de Rutherford que llevó a deducir la existencia del núcleo atómico y modelo atómico relacionado.

Su hipótesis era que cuando los rayos alfa (positivos) golpearan a la parte positiva de un

átomo metálico, por rechazo entre cargas iguales se desviarían, de modo que, si las cargas

eléctricas estaban distribuidas homogéneamente, tal y como sugería el modelo atómico de

Thomson, sólo 50% de los rayos alfa serían desviados y el resto pasaría de largo. Sin

embargo, lo que observaron fue algo completamente inesperado: menos de 5% de los rayos

alfa se desviaba y una mínima fracción rebotaba en sentido opuesto. Definitivamente, el

modelo del pudín de pasas de Thomson no explicaba estos eventos, por lo que en 1911

Rutherford propuso un nuevo modelo atómico. Explicó que toda la carga positiva del átomo

debía estar concentrada en un núcleo tan diminuto que la probabilidad de que los rayos alfa

pasaran cerca y se desviaran o impactaran de lleno en él, rebotando en consecuencia, era muy

baja. Este modelo supone que los electrones deben girar alrededor de ese núcleo positivo,

abarcando un área 100 mil veces mayor (cuando los rayos alfa pasan cerca de los electrones

no se desvían).

Este modelo resultó excelente para explicar el fenómeno de los rayos alfa al incidir en las

laminillas de oro, pero dejó algunas preguntas sin respuesta: según las leyes de la física

clásica, una partícula cargada que gira alrededor de un núcleo de carga opuesta iría perdiendo

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energía para finalmente chocar contra el núcleo por la fuerte atracción, lo cual habría

producido el colapso del átomo a los pocos instantes de su existencia, pero esto no era así.

¿Qué sucedía realmente con los electrones? Por fortuna el profesor Rutherford contaba con

el gran apoyo de sus alumnos para salvar su modelo atómico y uno de ellos, Niels Bohr, dio

una buena respuesta, explicando con más detalle lo que sucede con los electrones alrededor

del núcleo atómico.

2.4. Modelo atómico de Bohr

Para entender mejor cómo es que Niels Bohr (1885-1962) postuló la hipótesis para explicar

el comportamiento de los electrones que giran alrededor del núcleo, es importante señalar

qué teorías lo llevaron a sugerir su modelo atómico.

En 1864, James C. Maxwell (1831-1879), explicó la naturaleza y características de la luz y

de otras formas de energía similares (radio ondas, microondas, infrarrojo, luz ultravioleta,

rayos X y rayos gamma), señalando que son formas de radiación electromagnética, en otras

palabras, son ondas que viajan a grandes velocidades y difieren entre sí por características

propias de una onda: amplitud, longitud y frecuencia, lo que las hace más o menos energéticas

(y dependiendo de esas características pueden penetrar más o menos a la materia).

Figura 9. Características de las ondas.

El espectro de la radiación electromagnética reúne a los siete tipos de ondas, de las cuales

sólo podemos percibir con la vista una muy pequeña fracción, a la que llamamos luz visible

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y que, a su vez, se descompone en los siete colores básicos (los mismos que aparecen en un

arcoíris).

Figura 10. Espectro de la radiación electromagnética y algunas de sus características.

Todos los cuerpos, al ser calentados, emiten cierta cantidad de radiación y las teorías

disponibles hasta entonces (finales del siglo XIX) predecían que la intensidad de la radiación

debía aumentar en forma “continua”, conforme disminuyera la longitud de onda. Pero al

hacer experimentos y las correspondientes mediciones, se dieron cuenta de que no encajaban

con las predicciones teóricas, especialmente en la región ultravioleta del espectro. A este

inconveniente le denominaron “catástrofe ultravioleta”.

En 1900, Max Planck intentó dar una explicación a este fenómeno mediante formulaciones

matemáticas: aseguró que las “vibraciones” de los átomos eran las responsables de que se

emitiera la radiación electromagnética y dichas vibraciones estaban “cuantizadas”, es decir,

contenían una cantidad específica de energía. Las ideas de Planck sirvieron para que más

adelante Albert Einstein (1879-1955) explicara el “efecto fotoeléctrico”, por lo cual recibió

el Premio Nobel de Física (1921).

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Figura 11. El efecto fotoeléctrico se observa cuando ciertos tipos de luz de alta frecuencia inciden sobre una superficie
metálica, lo que provoca una emisión de electrones. Este fenómeno fue descubierto por Albert Einstein.

Al combinar sus observaciones con la ecuación de Planck, incorporó una nueva idea: la luz

no sólo tiene propiedades de onda, también tiene propiedades de partícula, pero sin masa, y

estas partículas a las que llamó fotones son “paquetes de energía”.

Cuando un objeto se calienta, absorbe energía y emite un espectro de luz que contiene todas

las longitudes de onda, lo que se conoce como espectro continuo. Sin embargo, cuando se

aplica alto voltaje a átomos en estado gaseoso, producen un espectro distinto, denominado

espectro de emisión de líneas, es decir, sólo emiten algunas longitudes de onda, no todas.

Figura 12. Espectro continuo y espectros de líneas, las huellas digitales de los átomos.

Cada elemento tiene su propio espectro de emisión de líneas, como si fuera su propio “código

de barras”, su propia “huella digital”.

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Considerando las teorías anteriores, en 1913, Niels Bohr explicó que los electrones no son

atraídos por el núcleo atómico porque giran a grandes velocidades a su alrededor, ocupando

ciertos niveles de energía u órbitas estables, de modo que la energía de los electrones en el

átomo está “cuantizada”; estableció también que los electrones describen trayectorias u

órbitas circulares, también llamados niveles de energía, en torno al núcleo, tal y como lo hace

la Tierra y otros planetas alrededor del Sol; por ello al modelo atómico de Bohr se le conoce

como modelo del sistema solar en miniatura.

Figura 13. Modelo atómico de Bohr, el modelo del sistema solar en miniatura.

Bohr explica que existen siete niveles de energía para los electrones, con radios distintos que

aumentan conforme se alejan del núcleo, nombrados con las letras K, L, M, N, O, P y Q, (del

más cercano al más lejano al núcleo) y en cada nivel hay una cantidad máxima posible de

electrones: 2, 8, 18, 32, 50, 72, 98 y 128, respectivamente. Por supuesto que aún no se

conocen átomos con más de 118 electrones, pero este modelo contempla en qué nivel de

energía quedarían ubicados en caso de existir.

Estas teorías dieron lugar, años después, a lo que se conoce como número cuántico principal

(N), del modelo atómico de la mecánica cuántica, el modelo actual, donde los niveles de

energía que ocupan los electrones adquieren valores numéricos del 1 al 7.

La teoría de Bohr también afirma que cuando un electrón “salta” de un nivel de energía a

otro, absorbe o desprende energía. Estableció diversas ecuaciones que explican muy bien el

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fenómeno y permiten medir la cantidad de energía que se requiere para que un electrón salte

de un nivel de energía a otro. Cuando experimentó con átomos de hidrógeno, se dio cuenta

de que su espectro de líneas correspondía muy bien con las predicciones de su modelo

atómico y matemático, pero no sucedió lo mismo para átomos de otros elementos. ¿Qué

estaba fallando en el modelo atómico de Bohr?

2.5. Modelo atómico de Sommerfeld

En 1916, Arnold Sommerfeld (1868-1951) encontró la falla del modelo atómico de Bohr.

Explicó que los electrones no sólo giran en trayectorias circulares alrededor del núcleo,

también lo hacen en órbitas de forma elíptica.

Figura 14. Modelo atómico de Sommerfeld que demuestra que no sólo hay orbitales circulares, sino que también hay
algunos que tienen forma elíptica.

Indicó también que, a partir del segundo nivel de energía de Bohr, existen “subniveles de

energía”, idea que fue incorporada más adelante al modelo atómico de la mecánica cuántica,

con el número cuántico secundario o azimutal (ℓ) y el número cuántico magnético (m). Este

modelo predice muy bien las líneas espectrales de otros átomos, pero no de todos, algo que

siguió motivando la curiosidad de los científicos de aquella época para poder establecer un

modelo atómico capaz de predecir correctamente distintos fenómenos en todos los átomos.

2.6. Modelo atómico de la mecánica cuántica

Los modelos anteriores, con sus aciertos y errores, incitaron a diversos científicos a seguir

abordando el inconcluso tema del mejor modelo atómico, y sus estudios y aportaciones

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fueron dando forma a un modelo de átomo mucho más complejo de lo que se había planteado

hasta entonces.

En 1924, Louis V. de Broglie (1892-1987) retomó las ideas de Einstein en relación a que la

luz tiene tanto propiedades de onda como de partícula y se preguntó si no sólo la luz tiene

esta naturaleza “dual”: ¿qué hay de la materia? Entonces propuso que tanto una bola de

béisbol como un electrón libre cuya masa se mueve a cierta velocidad, deben llevar asociado

a este movimiento una longitud de onda y estableció una ecuación matemática donde

relaciona la masa, la velocidad, la constante de Planck (constante de proporcionalidad que

surge de la idea de que la energía de un sistema que vibra es proporcional a la frecuencia de

la vibración) y la longitud de onda asociada; sin embargo, la longitud de onda que posee la

bola de béisbol es tan pequeña (1.2 × 10–34 m) que es imposible apreciarla o medirla con los

instrumentos disponibles, pero para partículas tan pequeñas como el electrón, los valores

de la longitud de onda están en el orden de 1 × 10–3 m, lo que resulta más factible de medir.

Figura 15. De Broglie afirma que la materia tiene naturaleza dual: es partícula y es onda.

En 1927, Werner Heisenberg (1901-1976) encuentra un pequeño problema que surge de la

propuesta de Louis de Broglie: si el electrón es considerado una partícula, debería ser posible

conocer su ubicación con precisión, pero si es una onda no es posible saber su ubicación

precisa ni la cantidad de energía asociada a su onda. Cuando se quiere determinar cuál es la

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ubicación exacta del electrón y cuánta energía posee, uno de los dos valores resulta ser muy

incierto. Esta idea se resume en lo que se conoce como el principio de incertidumbre.

Si elegimos conocer la energía que posee un electrón, entonces su ubicación exacta no puede

saberse, pero es posible ubicar al electrón en una “región de probabilidad”, una zona donde

probablemente se encuentre en un momento dado. Por sus aportaciones, Heisenberg recibió

el Premio Nobel de Física en 1932.

En 1926, el Premio Nobel de Física 1933, Erwin Schrödinger (1887-1961), un estudiante de

Niels Bohr, retomó también las ideas de Louis de Broglie para afirmar que el electrón se

comporta como una onda estacionaria que posee un valor de energía definido, y estableció

una ecuación matemática muy compleja que permite obtener mucha información sobre los

electrones girando alrededor del núcleo atómico, en “regiones de probabilidad” de hallarlos

o zonas de densidad electrónica.

Figura 16. En el átomo de Schrödinger, los electrones se encuentran en zonas de probabilidad y no en órbitas bien
definidas.

Para entender mejor esto último, debe quedar claro que Bohr describió a los electrones

siguiendo trayectorias muy bien definidas, algo que no podemos conocer con precisión por

lo que explica Heisenberg, pero es posible saber que el electrón se ubica en una cierta región

donde es “probable” hallarlo y a estas zonas de probabilidad se les conoce como regiones de

densidad electrónica y también como orbitales.

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La ecuación de Schrödinger ofrece mucha información sobre un electrón, y para resolverla

se emplean tres números cuánticos que sirven para definir los estados de energía y los

orbitales disponibles para cada electrón: número cuántico principal (n), número cuántico

secundario (ℓ) y número cuántico magnético (m).

En 1925, R. Kronig, G. Uhlenbeck y S. Goudsmit introdujeron un nuevo número cuántico,

el número cuántico del spin (representado con la letra “s”), para complementar el modelo

atómico de la mecánica cuántica; con ello se explican aún mejor los espectros de los átomos.

La palabra spin significa “giro” y se refiere a un movimiento de rotación del electrón sobre

su propio eje que se asocia a los campos magnéticos (como el de la Tierra o el que poseen

los imanes) y paramagnéticos (sustancias atraídas por un imán).

También en 1925, Wolfgang Pauli (1900-1958) estableció que en un mismo átomo no puede

haber dos electrones con los cuatro números cuánticos iguales (n, ℓ, m y s) lo que se conoce

como “principio de exclusión de Pauli”. Esto significa que cada electrón tiene su lugar y su

espacio, ninguno se traslapa o choca con otro.

El modelo atómico de la mecánica cuántica ha permitido entender mejor los diversos

comportamientos de la materia y la energía, impulsando la creación de una enorme cantidad

de instrumentos de medición, de observación, de telecomunicaciones, electrónicos, de

informática y computación, equipos electrodomésticos y muchos otros inventos tecnológicos

que hoy dan forma a nuestro entorno, a nuestras actividades, hábitos, valores, actitudes,

costumbres y creencias.

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Figura 17. Nuestro estilo de vida actual se debe en gran medida a las ideas aportadas por el átomo de la mecánica
cuántica.

Pero, lamentablemente también se ha aprovechado para desarrollar tecnologías que dañan a

los seres vivos y al ambiente cuando no se utilizan con las debidas precauciones o cuando se

emplean para la destrucción masiva, como sucede

con la energía nuclear.

Entre 1928 y 1929, Paul A. M. Dirac (1902-1984), con la colaboración de Pascual Jordan

(1902-1980), estableció su propia descripción cuántico-relativista del electrón, mediante una

nueva ecuación que permitió explicar el comportamiento de unas partículas llamadas

fermiones; con ello predijo la existencia de la antimateria. En su ecuación incorpora al

número cuántico del spin electrónico, lo que permite conocer la amplitud de probabilidad de

un solo electrón, explicar mejor las diversas líneas finas que aparecen en el espectro de un

átomo, además de predecir la existencia de electrones de carga positiva (llamados positrones,

descubiertos en 1932). Estas aportaciones le dan una mejor estructura a las teorías cuánticas

y dan pie al desarrollo de la “electrodinámica cuántica”. Por sus aportaciones, Dirac

compartió el Premio Nobel con Schrödinger.

En las últimas décadas este modelo atómico no ha variado, pero se han ido descubriendo

muchas más partículas subatómicas: quarks, leptones (como neutrinos, positrones, muones y

tauones), mesones, piones, etc. Actualmente se sabe que estas partículas que integran a la

materia interactúan mediante cuatro fuerzas: fuerza nuclear débil, fuerza nuclear fuerte,

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fuerza electromagnética y fuerza de gravedad, que se transmiten gracias a otras partículas

llamadas bosones, como el bosón de Higgs, descubierto en 2012 en el Colisionador de

Hadrones del Consejo Europeo para la Investigación Nulear, CERN por sus siglas en francés.

La importancia del descubrimiento reciente de este bosón es que ayudará a explicar cómo las

partículas elementales adquieren su “masa” y por lo tanto por qué todos poseemos masa, es

por ello que en el 2013 se le otorgó el Premio Nobel de Física a Peter Higgs por predecir

décadas atrás la existencia del bosón que lleva su nombre.

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III. BIBLIOGRAFÍA

López, L. Gutiérrez, M. Química 1. “Desarrollo histórico de los modelos atómicos”.

México, Pearson Eucación, 2012. Pp (45-51).

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