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Contenido
Resumen ........................................................................................................................................................................................................................2
Introducción: medicina tradicional, concepto y potencial actual. .................................................................................................2
Los sistemas terapéuticos de los pueblos del noroeste mexicano ............................................................................................ 14
Trabajos con los pueblos cahitas: yaquis y mayos. ....................................................................................................................... 23
Indagaciones sobre los pueblos serranos.......................................................................................................................................... 27
Estudios con grupos étnicos del desierto de Sonora y Arizona. ........................................................................................... 36
Pueblos yumanos de Baja California, Sonora y suroeste de EE.UU. .................................................................................... 38
Una tribu algonquina en el noroeste de México ........................................................................................................................... 39
Una propuesta de implementación basada en el diálogo de saberes..................................................................................... 40
Referencias ................................................................................................................................................................................................................ 45
1
Elaborado a petición del Programa Universitario de Estudios de la Diversidad Cultural
Interculturalidad (PUIC) de la UNAM, con objeto de preparar una propuesta de trabajo para presentar
all Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas. Agradezco el apoyo de Ramón Martínez Coria para la
edición de este documento. Correo electrónico: aharo@colson.edu.mx.
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Resumen
El propósito de este texto es ofrecer una visión panorámica sobre las formas médicas
tradicionales que subsisten en el noroeste de México, resaltando aportes pertinentes
para su resignificación mediante la investigación-acción participativa con curadores
y usuarios. Analizamos una trayectoria donde los conocimientos sobre las medicinas
tradicionales han ido especializándose por disciplinas cuyos abordajes iniciaron a
plantease de manera fragmentada, para luego dialogar entre sí, estableciendo
puentes teóricos y metodológicos; luego, programas de investigación interesados
en la incorporación de conocimientos tradicionales, especialmente etno-biológicos,
como revisaremos, partiendo de algunas reflexiones sobre la relevancia que posee
el rescate de los saberes indígenas desde el diálogo de saberes, enfatizando que el
esto justifica al menos dos programas de investigación distintos, de eficacia empírica
y simbólica, lo que amerita de algunas precisiones conceptuales que se ofrecen en
el primer apartado. En el segundo se revisan trabajos que abordan en forma
panorámica las medicinas tradicionales en esta macro región que es el Gran
Noroeste, para luego exponer los efectuados con los pueblos, los yutoaztecas –
taracahitas, tepimanos y coracholes-, los yumanos y uno de raíz algonquina que
emigró al noroeste mexicano. Finalmente, se presentan algunas propuestas para el
desarrollo y aprovechamiento de los saberes y recursos que conforman el bagaje
tradicional.
2
Planteamos el concepto de medicina popular para proponer la forma de apropiación de saberes y
creencias sanitarias que ocurren en el medio doméstico, procedentes de cualquiera de los modelos
disponibles, incluyendo cánones religiosos. Su característica es el sincretismo y las medicinas
tradicionales mexicanas son sus principales insumos, así como que se transmite de forma oral familiar
donde se incluyen saberes aprendidos de la medicina alopática y otras formas terapéuticas; al
respecto, Sepilli (1983) ha comentado que la medicina popular es “una sedimentación procedente de
diversos formatos y tradiciones”.
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En un texto anterior (Haro 2000) sobre autocuidado y modelos de atención, ubicamos a la medicina
tradicional dentro del modelo de las medicinas alternativas y complementarias (MAC). No obstante,
como señala Zolla (2003), para el caso mexicano se trata de un modelo diferente al descrito como
MAC, aun cuando comparta algunas características con el “modelo alternativo subordinado” o “sector
folk”, como el holismo/animismo. Las MT mexicanas no solamente son endógenas y nativas, sino que
poseen un correlato patrimonial biocultural relacionado con modos sostenibles en el uso de recursos
y solidaridad comunitaria, que además no es antropocéntrica sino que cuida del entorno. En las MT
las funciones exceden además a los actos terapéuticos o preventivos, por el papel de los curadores
en el mantenimiento del sentido de orden y armonía, transmisión cosmológica e identitaria. No se
mira la salud como la biomedicina y occidente, sino que la vida y el mundo están condicionados por
el animismo y la reciprocidad, que ponen límites al abuso de la naturaleza.
4
Interesa la impronta patrimonial de los pueblos indígenas que poseen las medicinas
tradicionales, como modelos ancestrales de atención que se renuevan, pero
mantienen elementos cosmológicos únicos. Al respecto, ya se ha destacado la íntima
relación que existe entre las cosmovisiones y las medicinas tradicionales de los
pueblos, asociadas también a su identidad. Ello se traduce en sus conocimientos
sobre las plantas y otros recursos terapéuticos, sus formas de recolección,
preparación y administración. Pero no solamente son los pueblos indígenas los
usuarios y consumidores de estas especies de “medicina invisible”, sino que abarcan
de manera importante a los no indígenas, siendo común encontrarlos consultando
curanderos tradicionales o incluso como aprendices. No es raro que los mestizos
compartan nociones de la cosmovisión indígena, pero es común que su
acercamiento a las MT se realice exclusivamente desde la confianza en la eficacia
farmacológica. Así lo denota el auge de tiendas herbolarias en pueblos y ciudades
del país, como otros indicios de que se desarrollan numerosos procedimientos
curativos de origen tradicional, aunque no siempre sea factible trazar con nitidez los
límites entre los modelos de atención tradicionales y alternativos.4
Con fines analíticos y propositivos, conviene diferenciar dentro del conjunto de las
medicinas tradicionales, aquellos saberes y prácticas que aluden directamente a la
eficacia empírica, ya sea la fitoquímica de las herbolarias o la destreza de ciertos
procedimientos, de los saberes que operan a través de importantes componentes
simbólicos o psico religiosos, sin soslayar que la biomedicina reconoce el poder del
efecto placebo, aunque no incluye el impacto simbólico que guarda la “magia
científica” y su prestigio, que es reconocido por los médicos tradicionales.5 Es
necesario distinguir este ámbito de la medicina tradicional que se aplica por quienes
no son especialistas en la gestión de lo sobrenatural sino que se apoyan en una
4
Existe pues una interrelación entre los modelos médicos disponibles, donde, por ejemplo, un
curandero recomienda acudir con el médico, o viceversa; hay usos documentados de la incorporación
de insumos de la biomedicina, como antibióticos, vitaminas, analgésicos, sueros, vendajes y pomadas,
entre otros.
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Hay numerosos trabajos sobre el efecto de prácticas rituales en la salud, incluyendo estudios
epidemiológicos que diferencian espiritualidad, identidad, prácticas y redes sociales (Levin 1996),
así como innumerables investigaciones sobre el considerable peso del efecto placebo (Kienle y Kiene
1997).
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6
En cambio, Menéndez (2008) plantea la epidemiología sociocultural como una corriente que
estudia los problemas de salud incluyendo lo biológico-ecológico y lo socio-cultural planteando la
integración de métodos cuantitativos y cualitativos, como la visión de los actores significativos. Un
correlato de su perspectiva, es concebir al proceso como salud/enfermedad/atención, en referencia
a todo estado que se considera indeseable y no solo patológico, donde existe siempre una respuesta
social fuertemente influenciada por los factores culturales.
7
Hay posiciones que cuestionan fuertemente el paradigma positivista por afirmar que quien conoce
es independiente del mundo circundante, y por su reduccionismo al no advertir las complejas
relaciones entre la aplicación de la tecnología y sus impactos socioambientales; también se cuestiona
la negación a validar todo juicio de valor y experiencia subjetiva, eligiendo solamente ciertos criterios
externamente verificables, pero negando la relevancia de la experiencia, el contexto, el momento, las
relaciones y los procesos, como sí se considera desde otras epistemologías (Argueta, Corona y Hersch,
2011).
8
A partir de los primeros estudios de botánica aplicada (1819), se plantearon los campos de la
etnobotánica (1896), etnozoología (1914), etnobiología (1936), etnoecología (1954) y etnociencias
(1964). Ver el ensayo de Pérez y Argueta (2011).
8
casos con cantos o palabras que solicitan permiso para su corte. Numerosos estudios
documentan que los saberes tradicionales no solo comprenden propiedades
utilitarias de las plantas, sino formas y funciones de sus estructuras, ciclos de vida,
impactos ambientales, capacidad de resistencia ante depredadores, distribución,
grado de conservación de las especies, así como interacciones ecológicas con otros
seres vivos.9
9
La “memoria biocultural” se concibe como un conjunto de saberes integrado por creencias
(cosmovisión), conocimientos (corpus) y prácticas productivas (praxis), con los cuales indígenas y
campesinos interpretan el acontecer y guían su actuar cotidiano (Toledo y Barrera-Bassols 2008). El
patrimonio biocultural no solo refiere la posesión territorial de muy largo aliento, sino que alude
intrínsecamente a una matriz de cuidados, donde las prácticas influyen directa o indirectamente en la
conservación y transformación de los entornos ambientales.
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La armonía es clave en sus cosmovisiones, y así, cualquier problema aparentemente físico, como
una caries infectada, un traumatismo o un envenenamiento, las alergias e incluso las carencias, entre
otros males, son manifestación de una ruptura cuyo origen suele ser relacional. Ancestros y espíritus
animados, gente de la familia o la comunidad, inciden en las relaciones con el entorno y su gestión,
incluyendo la falta de higiene o la contaminación, que incluye a las relaciones comunitarias. Así sucede
con la brujería, pero también con el susto, el empacho, la vergüenza y otros síndromes llamados de
“filiación cultural”, que aluden a la ruptura de un estado de armonía, por no respetar prohibiciones o
por dejarse llevar por la envidia, como ocurre con el “mal de ojo”. Lo “relacional”, desde luego, abarca
el marco más amplio de las relaciones interpersonales, siendo frecuente la discriminación, el racismo,
la violencia, la pobreza y las carencias que sufren todos los grupos indígenas en México y que están
presentes también en el noroeste.
10
Equivalencias
O´da
Yumanos
biomédicas Rarámur O´ob m/M Comcáa
Yaquis Mayos Guarijio Nayerii Wirrárika Baja
is Otham exica c
California
neros
Calentura-into Calentura- Calentura- Calentura Calentura Fiebre Calentura- Calentura-Ilya* Fiebre- Calentura- Ihép
Taiweichia+/*C Tataria+ Che´eri+ -Istari, -Tonyi+ - Chami ri ra* Icamatj+ wa yaó +
Síndrome
alentura Ratare, Tonye (constructiv
febril
huesos-Otta Ratarique + a y
taiwechia* +/* destructiva)
Dolor cuerpo- Dolor de Dolor Dolor- Dolor
Mialgias,
Ta ka´a cuerpo+ cuerpo- Tinehátacu huesos
fibromialgia,
wantian+, Dolor Busin un y
psicosomatosi
s
de huesos- kook+
Otam wantia+
Dolor cabeza- Dolor cabeza- Dolor Dolor de
Koba watia Koba cabeza- cabeza-
Cefalea Guantiria Meamutnia Hilit ijizi+
jijito+ cui
Anemia+ Sangre Anemia
Anemia
débil+
Cruda+, Debilidad- Mareo con Deshidrat
Otros síntomas
deshidratació Kiùeteweme vómito-Tawaiya ación
generales
n+
Dolor muela- Dolor muela Sacar Ampollas boca- Dolor Dolor muela+
Odontalgia, Tam wantia muela- Teguarichiaca* muela-
caries into+ Roma Halast
boniuea+ ijizi+
Diarrea- Diarrea- Diarrea- Diarrea- Diarrea- Diarrea- Diarrea- Diarrea+
Borotinake+, Witajpiwari+ Witabua+, Vacáo+ Nenegueri Akuitsi+ Asjénnimi
Disentería- Disentería Vacura + +/Disenterí pla+,
Síndrome "Pujos"+ - a-Shuie Infección
diarréico Witabúa+ puchuita+ intestinal
+,
disentería
+
Síndromes Vómito- Basca- Vómito-Yowa Bilis Vómito-
emético y Bisachia+ Bisaria+ yame Appataj+
biliares
Dolor Dolor Dolor estómago Dolor de Dolor Dolor Dolor
estómago- estómago+, estómag estómago- estómago- estómago
Tompo wantia+ Cólicos+ o-Bok ci Tita nua Cuciniya -Hasxen
¿Gastritis,
kook+ ubacuii i yuriepa* ijizi+,
pancreatitis,
Eestóma Úlcera
ulcera
go gastrica-
duodenal,
cólico biliar? Hiyás
itosh
kmuipsa´
a+
Colitis, cólon Estreñimiento Estreñimiento Parásitos- Lombrice
irritable, +, Sofocado Kuchíwari s-Himúj
parasitos tripa- + ki´ikumka
intestinales, Jabotsila+, +,
etc. Parásitos Estreñimi
intestinales+ ento+
Empacho- Empacho- Empacho - Empacho- Empacho Empac Empacho- Empacho-Nee Empacho Empacho+
Pottia+ Potila+, Sia`pori-, Omigame - ho o Tou tiacui purreiné, -
Indigestión Fiebre Indigestión + Maindek encru "Abdomen Apjipakim
intestinal+ + Tosco+ decid duro"-Iuka tsei áa+
o+
Almorranas+, Hemorroides+
"Cuando se
Hemorroides zafa
tripa"(prolaps
o rectal)+
Tos-Tassia+, Anginas, Dolor de Resfriado- Tos- Tos- Tos- Tos-Kukiya+, Anginas- Anginas+,
Anginas- resfríos, garganta+- Rurawiki+ Shame+ Tuqui Castejegua Tosferina- Isatakmui Gripa+
IRAs
Kutáana gripes+ Moresa , Dolor +, Iricaya+ psa+,
Infecciones
moeson+, kokoame, garganta- Gripe- Gripa-
respiratorias
Dolor pulmón- Gripe+, Tos- Rorógara Sumai Atap+,
agudas
Pulmonipo Tasirewa+ + que+ Tos-
ko´okoa+ Ikaaazx+
Asma-Asma Bronquitis+ Dolor de Tos- Dolor Dolor de Bronquitis+ Asma-
Enfermedades into+ pecho+ Roshowá pulmón- pecho*- Ekaoképe
pulmonares + Ko´ok Tnucui, nkötl+
crónicas iñibgaga Tuberculosi
+ s*
Infecciones-Káa Sarampión+ Dengue, Sarampió Sarampión- Infecciones+,
yo Yoreme+ Viruela- n+ Tsipurriya+ Paperas+
Sarampión- Rahtáni+
Infecciosas y
Tomtiam+ Pasmo"
parasitarias
(Infección)-
Turapagame,
Corrimiento )+
Ponzoñas, Picaduras de Mordedur Picadura Picadu Sarna Ponzoñas
Irritación piel- insectos- a de ras +,
Kinata ere Kikitiame, serpiente- "catamo alacra Picadura
jijito taka alacrán, Sayawui mo"(?)+ nes, mantarra
Picaduras y
vashi+ Mordedura de ikíreke+ viuda ya,
poreduras
víbora+ negra, alacrán,
ponzoñozas
avispa Ponzoñas
+ +,
Mordedur
a víbora+
Infección Dolor riñon- Dolor riñon- Mal de orín Riñon, Riñon,
urinaria, Sikki puria Riñon (Sipuniame)+ males- males-
deshidratación wantia+ guantiriata Jenova+ Yatotjil
, ETS kachi+ kikaips+
Enfermedades Purgación- Mal de orín+ Purgación- Enfs. Mal de Mal de Mal de riñon,
de
Júba-a-sa+ Guassa+ Sexuales- orín- orín- dolor de riñon+
Transmisión
Wekarí+ Ji´ivor+ Sepoche+
Sexual
Reumas- Reuma- Reumas Reumas- Reumas Reum Reumas- Reuma- Torceduras+
Tompuiwan Otaguantia+ (Tompówari)+ Riuma+ + as+ Guaripuma Ekamoké
into+ cui+ penkotl+,
Artritis,
Falseadur
Artrosis, etc.
as,
Torcedura
s+
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En este trabajo consideraremos al noroeste mexicano como una macroregión que incluye a los
estados mexicanos de Sonora, Sinaloa, Chihuahua, Baja California, Baja California Sur, Durango,
Coahuila, Nayarit y Jalisco, excluyendo al noreste mexicano en nuestra mira.
12
Hay que tomar en cuenta la continuidad cultural del noroeste mexicano con el suroeste de Estados
Unidos, patente en el concepto del Greather Southwest, como una área cultural que ha sido
delimitada por arqueólogos, antropólogos, lingüistas, geógrafos e historiadores, si bien con
imprecisión respecto a cuales serían sus límites geográficos y sus características definitorias. Sin
abordar este debate, resulta conveniente seguir a Olmos (2011), antropólogo que ha trabajado
ampliamente la cosmología, etnomusicología y mitología de los pueblos que componen lo que
propone llamar el gran noroeste de México, que retoma la distinción establecida por Paul Kirchhoff.
El interés por los saberes curativos autóctonos en el noroeste mexicano fue patente
desde los primeros contactos hechos por los europeos con los pobladores nativos,
con testimonios de prácticas médicas propias y de la actitud abierta de los indígenas
para incorporar nuevas tecnologías, como se lee en los reportes de los primeros
exploradores, desde el naufragio de Nuñez Cabeza de Vaca (1527-1536), cuando
comenzó a acuñarse la palabra yori, usada aun para referirse a todo aquel de origen
europeo, con un doble sentido que alude a aquel que es capaz de provocar cura
como también muerte. Varios temas relacionados con la medicina tradicional se
encuentran en los registros hechos por los misioneros jesuitas que llegaron a esta
región desde el siglo XVI. Autores como Pérez de Ribas (Historia de los Triunfos de
Nuestra Santa Fe, 1645), Esteyneffer (Florilegio Medicinal, 1712), Nentuig
(Descripción geográfica, natural y curiosa de la Provincia de Sonora, 1764) y
Pekfferkom (Descripción de la Provincia de Sonora, 1794-1795), escribieron -entre
otros misioneros- sobre las prácticas recolectoras, agrícolas y zootecnológicas en
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En el noroeste, como en otros contextos interculturales, existen varias “especialidades”
terapéuticas, siendo la más común la de los curanderos que usan plantas medicinales y remedios
animales o minerales, también hay comadronas o parteros, hueseros y sobadores, brujos, adivinos y
chamanes, rezanderos, ensalmadores, músicos o danzantes. Su capacidad de curar o de quitar un
“mal puesto” constituye un don que puede recibirse por distintos caminos. Un terapeuta tradicional
suele iniciarse en el oficio porque descubre su vocación en un sueño o el transcurso de una
enfermedad, trance sagrado por psicotrópicos o prácticas extáticas asociadas al ayuno o al dolor. A
veces son los padres quienes observan algún indicio profético, muy frecuentemente hay un
entrenamiento por parte de un mentor. Se cree que hay quién ya “nace con el Don”.
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Durante la década de los cuarenta, con el comienzo de las actividades del Instituto
Lingüístico de Verano (ILV) se efectuaron trabajos lingüísticos que incluyeron
elementos etnobotánicos y cosmogónicos, especialmente mitos y leyendas. Sus
estudios se efectuaron en el marco de una antropología aplicada para la introducción
de la medicina moderna, en una época caracterizada por el desarrollismo, lo cual
caracterizó los trabajos antropológicos. Los mayos fueron objeto de estudio por los
esposos Crumrine, quienes documentaron simbología y rituales (1977,1991). Aunque
en sus obras hay escasas referencias a los problemas de salud y su respuesta,
denotan el anclaje de la medicina tradicional en su cosmovisión, basada en un
sincretismo creativo del catolicismo misionero con la religión del monte (Huya ania).
Entre los estudios pioneros hechos por mexicanos en el noroeste se encuentran los
publicados por Basauri sobre los rarámuris, wirrárika y yaquis, entre otros pueblos
del país (1940), donde describe elementos de antropología física y etnografía,
incluyendo métodos de curación y etnobotánica. Los esposos Moser del ILV,
efectuaron investigaciones etnohistóricas, lingüísticas, etnográficas, etnobiológicas
y ecológicas con los comcáac o seris de Sonora, donde analizan el modo de vida
adaptado al desierto; al igual que Castetter y Underhill (1935) con los pimas altos de
Sonora y Arizona.14 Massey (1955), Hinton y Owen (1957) publicaron sobre las tribus
yumanas en Baja California y desde el Instituto Nacional de Antropología e Historia
(INAH), Cámara Barbachano, Nolasco, Pozas, Aguayo y Escalante, efectuaron trabajo
de campo entre varios grupos del noroeste, dando origen a monografías escritas con
el fin de apoyar la instalación de una nueva sala del noroeste en el Museo Nacional
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Varios procesos merecen destacarse en la segunda mitad del siglo XX por su impacto en la vida
cotidiana y en la biodiversidad regional, entre ellos el comienzo de la “Revolución Verde”, con el uso
de agroquímicos, pesticidas y fertilizantes, así como la construcción de la presa Mocúzarit-Adolfo Ruiz
Cortines en 1952, que desplazó a la gente de Conicárit, uno de los Ocho Pueblos Sagrados de los
mayos que fue trasladado a un nuevo poblado aledaño, hoy conocido como Mocúzarit. En la Sierra
Madre se vivió la apertura de carreteras y especialmente vías férreas que la atravesaron por primera
vez, con la inauguración en 1961 del Ferrocarril Chihuahua-El Pacífico, que vino a romper el
aislamiento providencial de los serranos, aunque desde la década de 1930 se registraba la tala de
bosques y siembra de cultivos ilegales, aspecto que ya se mencionaba por algunos antropólogos
mexicanos que dieron cuenta de las condiciones de vida de los rarámuri (Peña 1946, Plancarte 1954),
aunque con muy escasas referencias a su etnomedicina.
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Se han elaborado floras estatales y regionales que describen, además de morfología y taxonomía,
cualidades fenológicas, ecológicas y distribución geográfica, precisando su origen y carácter
endémico, en ocasiones su estado de conservación. Destacan las relaciones de Baja California
(Wiggings 1980, Roberts 1989, Delgadillo 1998), las islas del golfo de California (Felger, Wilder y
20
Romero 2012) y el Río Colorado (Felger 2000). En Chihuahua, los trabajos de Estrada y Villareal (2010),
Melgoza et al (2005), Sosa et al (2006) y Salinas et al (2017). En Sonora, son notables los aportes de
Richard S. Felger, especialmente The Trees of Sonora (2000), las florísticas de Guaymas (Felger et al
2016), Cañon de Nacapule (Felger, Carahan y Sánchez 2017), Sierra de Mazatán (Sánchez Escalante et
al 2017) y la cuenca del Mayo (Pinto 1973, Spellenberg et al 1996, Friedman 1996, Martin et al 1998,
Van Devender y Reina 2016). La flora de Coahuila y otros estados norteños se encuentra en Johnston
(1944), Villarreal (2001) y la de Durango en González et al (1991).
16
De Hodgson (2001), Moore (1990), Cheatman, Johnston y Marshall (1995), Artschwager (2011), Kane
(2006), Yetman (2009), Austin (2010), Tull (2013) y Slattery (2020), entre otros. Estas indagaciones se
basan tanto en trabajo de campo como en revisión documental, donde destaca el uso de las
investigaciones llevadas a cabo por biólogos y ecólogos.
17
Entre estos, Shreve y Wiggings (1964), Wiseman (1980), Nabhan (1985a) Turner, Bowers y Burguess
(1995), Phillips y Wentworth (2000), Little (2012), donde se incluyen usos y saberes de las plantas.
McDade y Jenkins (1995) y Martínez Yrizar, Búrquez y Mass (2000), han estudiado la selva baja
caducifolia, documentandose ampliamente el deterioro de varios de los ecosistemas del noroeste
mexicano desde mediados del siglo XX (Cartron, Ceballos y Felger 2005).
18
Sobre el potencial etnobotánico de la flora del noroeste han escrito Bye (1985b), entre muchos
otros autores con trabajos sobre familias botánicas, especialmente cactáceas (Reina et al 2000),
fabáceas, asparageaceas, gramíneas y encinos. Hay tesis y estudios de economía botánica que inciden
en el aprovechamiento. Un buen número de especies se han estudiado medicinalmente, siendo muy
extensa la bibliografía sobre fitoquímica y farmacología de las plantas del noroeste, con estudios
realizados incluso en el extranjero.
22
actuales de esta región.19 Dio origen a la edición de las ponencias (Ortiz Echaníz
1999), que abarcaron varias temáticas sobre la medicina tradicional del noroeste,
vigencia en grupos indígenas y sociedades urbanas, incluyendo formas rituales
colectivas de curación y trabajos sobre la mercantilización herbolaria (Muñóz 1999,
Nettel 1999) que evidencian sincretismo.20 La publicación de la Biblioteca de la
Medicina Tradicional Mexicana dio a conocer abundante información sobre la flora
medicinal y la medicina tradicional del país y de los estados del noroeste (Argueta,
Cano y Rodarte 1999). Su impacto en el interés publico regional no fue evidente, por
estar entonces difícilmente accesible, aunque hay que advertir que este interés
siempre ha estado vigente, como lo denotan ponencias en simposios regionales y
en tesis, como la de Gutiérrez Aguilar (1996), que han documentado el uso de plantas
en diabetes entre derechohabientes del IMSS en Hermosillo; así como un artículo
publicado en Salud Pública de México (Taddei et al 1999) sobre la aceptación de la
herbolaria tradicional por parte de la mayoría de los médicos familiares sonorenses.
No obstante, hay que señalar que el apoyo a la MT en ese entonces se desvaneció,
debido a que –paradójicamente- se comenzaron a replicar determinadas políticas de
salud que excluyeron a la investigación etnobotánica o fitoterapéutica, al tiempo que
se tendió a aplicar la “interculturalidad” en los servicios de salud, con programas
mixtos de atención y capacitación al personal, con la conformación en 2003 de la
Dirección de Medicina Tradicional y Desarrollo Intercultural (DMTDI) en la Secretaría
de Salud, cuyo eje de desarrollo se ha dirigido hacia la aplicación una visión de la
intercultural que se reduce a “competencia cultural”.
En modo adelantado a lo que sigue, hay que mencionar que el estado del estudio
de las medicinas tradicionales de los pueblos indígenas manifiesta ser muy desigual,
con trabajos muy notables por su amplitud y profundidad que se distinguen de otros
que son fragmentarios y superficiales, apenas descriptivos. En términos muy
generales, los hay de etnobotánica y los que ubican a la medicina tradicional en un
contexto más amplio, tanto de prácticas como de representaciones, siendo más
abundantes aquellos que trabajan la cosmovisión y la ritualidad y menos los que
tienen a las prácticas curativas como tema central, con escasa o nula referencia a su
19
Hay trabajos previos sobre la vigencia de la MT en el norte, como los de Nolasco (1987); Benz et al
(1994) en pueblos de Jalisco, García de Alba et al (2012) en Guadalajara; Santillana (1989) en Sonora,
además de los publicados en Ortiz Echániz (1999) para Chihuahua.
20
Algunos ejemplos se encuentran en los textos de Schroeder sobre pluralismo médico en Tijuana
(1990) y Alvarado sobre peregrinaciones (2008).
efectividad. Pocos son los trabajos que advierten la relación entre prácticas
alimentarias, ecológicas y medicinales, aunque algunas prácticas relacionadas con la
salud están presentes en la mayoría de las etnografías, siendo escasas las
investigaciones que abordan los aspectos epidemiológicos cuando se tratan los
etnomédicos. A la vez, que los estudios biomédicos relacionen los aspectos sociales
y culturales en su amplitud, aunque la integración de saberes tiende a apreciarse
especialmente en los trabajos producidos desde el cambio de milenio, que permiten
ubicar mejor el papel que juega la MT en la dinámica sanitaria de las poblaciones
indígenas y también urbanas, al esclarecer relaciones y potencialidades, aunque son
raros los trabajos sobre trayectorias terapéuticas que visibilicen el lugar que ocupan
las MT entre el resto de las opciones de atención.
Hay numerosos huecos donde apenas hay estudios incipientes, como los trabajos
específicos sobre partería tradicional (Kelly 1965, Levy 1984, Díaz y Oropeza 2007,
Gil 2018), así como acerca de los síndromes de filiación cultural, aunque hay
bastantes referencias sobre su vigencia, especialmente en compendios sobre
etnobotánica y medicina tradicional indígena. Igualmente, hay poco sobre
determinados procedimientos, como los temazcales, que hoy son puesto de moda,
aunque son ancestrales en el sudoeste estadounidense. Tampoco hay estudios
comparativos sobre los usos diferenciales de la flora, entre otros temas pendientes
que permitirían el desarrollo de sus potencialidades. Un diagnóstico que se repite es
la tendencia a la pérdida de los saberes y los usos tradicionales, aunque también se
ofrecen indicios del interés por su rescate y desarrollo, contándose con varias
experiencias e iniciativas con pueblos del noroeste (Linares et al 1999, Wilder et al
2016), como jardines botánicos comunitarios caminatas y rutas botánicas,
aprovechamiento de recursos con la elaboración de productos medicinales y la
realización de encuentros de médicos tradicionales. Son escasos los trabajos que
adviertan sobre los riesgos que representa la pérdida de la biodiversidad para la
medicina tradicional, aunque se menciona en algunos textos, como también lo
derivado de la comercialización de sus servicios y productos.
Los grupos indígenas que viven en localidades de distinto tamaño asentadas en los
valles agrícolas y costa al sur de Sonora aunque mantienen un mayor contacto con
la sociedad occidental y aunque están mejor comunicados no necesariamente
cuentan con mayor acceso a los servicios básicos y de salud. Este es el caso de los
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indígenas yoremes o mayos, "el pueblo que respeta la tradición" en el sur de Sonora
y norte de Sinaloa, donde constituyen el grupo étnico más numeroso en ambos
estados, con estimaciones que los acercan los 100,000 individuos si consideramos su
distribución en Sonora, Sinaloa y como migrantes en otras partes del país y de EEUU.
La medicina tradicional de los mayos ha sido tema de algunos trabajos, que tienen
como antecedente los estudios sobre cosmología y ritualidad ya mencionados. Se
han escrito algunos trabajos sobre la medicina tradicional de los yoreme por parte
de Picchioni (1966), Cózarit (1985), Bañuelos (1999), Xolapa, para la Biblioteca de la
Medicina Tradicional Mexicana (1994) y Weidahuer (2005).21 La etnobotánica
también se aborda por Márquez (1997), Valenzuela Maldonado (2000, 2008) y
especialmente en Yetman y Van Deverden (Mayo ethnobotany. Land, history, and
traditional knowledge in northwest Mexico, 2002), donde, además de pasar revista a
las plantas y sus usos, incluyendo medicinales, analizan las consecuencias del uso de
los recursos naturales en el sur de Sonora, incluyendo la comercialización de especies
y su afectación por tala, quema, extensión del zacate buffel, contaminación pecuaria
y agroindustrial (Robichaux y Yetman 2000).22 López Aceves (2013a, 2013b) ha
trabajado sobre curanderismo, ritualidad y simbolismo, así como pautas
tradicionales alimentarias, mientras que Fidel Camacho (2017) ha profundizado en el
estudio de la Cuaresma. La filosofía y cosmogonías se ilustran en Rodríguez (1986)
Germán et al (1987), Gómez García (2013), así como en la autobiografía de la
curandera Doña Vicenta Parra (1999). La problemática de los mayos se resume en
pobreza y deterioro ambiental, además de la erosión del tejido social que conlleva
la aculturación, aunque con muestras de resistencia. Es el único grupo del noroeste
donde al parecer se han efectuado diversos esfuerzos para organizar a lo médicos
tradicionales en Sinaloa y Sonora, como la Asociación de Médicos Tradicionales
Indígenas de la Región del Mayo de Sonora constirtuida en 1992 y la Organización
de Médicos Indígenas Tehueka An´nia Jit´téberi en 1993, que sin embargo no han
21
Entre sus recursos terapéuticos se encuentran rezos, rosarios, oraciones, agua bendita; el
frotamiento con huevo para extraer el mal, sobadas, cataplasmas, plantas en infusiones o agua de
uso de plantas regionales, o uso animales (liebres, coyotes, gallinas, culebra de cascabel, vaca, y
algunos minerales).
22
Hay un trabajo (Coronado Aceves et al 2016) que valora la actividad antituberculosa de tres plantas
usadas por los mayos: Rhynchosia precatoria, Euphorbia albomarginata y Helianthus annuus.
La medicina tradicional entre los yoemes, más conocidos como yaquis, al igual que
los mayos, diferencia a los curanderos, quienes pueden ser hierberos, sobadores,
hueseros o parteras, de los brujos que ponen males, que solo pueden ser atajados
por otros especialistas que poseen este don.23 Un tema que destaca es el abordaje
integrador de los curanderos yaquis que “ven a la gente como en una radiografía”.24
Por ello, se ha comentado de que el reconocimiento social del que gozan les viene
de su sabiduría, señalándose que varios de estos personajes –hombres y mujeres-
suelen ocupar cargos religiosos y también políticos en sus comunidades, como se ha
destacado el fuerte nexo entre las prácticas médicas tradicionales con los tiempos y
sucesos rituales en este grupo, como en los mayos.25 Sobre el curanderismo yaqui
se encuentran los trabajos de Muñóz Orozco (2003), Zayas (1992), Zurroza (1985,
2000) y Merino (2003, 2013), mientras que Moctezuma, Olavarría y López (2003) han
escrito sobre los santuarios yaquis y mayos, donde se adquieren dones y curaciones.
Trabajos que abordan la salud y la atención médica, incluyendo la medicina
tradicional como obstáculo son los de Villegas (1937), Ruíz Carvalo (1941), Zurrosa
23
Actualmente los yaquis de Sonora viven principalmente en pequeños poblados y también medianos
de Sonora y Arizona, con colectivos importantes en Hermosillo, Guaymas, Empalme, Nogales, Bácum,
Cajeme y San Ignacio Río Muerto.
24
“La ventaja del curandero sobre los otros sistemas curativos se centra en que no diseccioná la mente
del cuerpo, para ellos lo que le sucede a uno tiene consecuencias en todo el organismo. Los
conocimientos adquiridos por el curandero tradicional con respecto a la medicina alópata le han
abierto un canal de comunicación sobre las diferentes maneras de atender al sujeto” (Merino 2003).
25
Los yaquis comparten la cosmovisión de los mayos, con numerosos elementos comunes en
etnobotánica, procedimientos y rituales, que han sido descritos en algunos trabajos sobre la medicina
tradicional. Su cosmovisión conjunta tanto el sistema nativo como el católico, pero de la doctrina
jesuita de los siglos XVII y XVIII. Se habla de la coexistencia de dos mundos en los que expresa la vida
de los yaquis: el nuevo de los pueblos (pueplum), que comenzó a ser significado por la kohtumbre
yaura, instaurada por los jesuitas a inicios del siglo XVII, y una parte esotérica más antigua que se
conoce como Yo Ania, el mundo del monte, donde habitan seres sobrenaturales y con el que es
posible relacionarse a través de sueños o por la manipulación mágica de objetos naturales, siendo
esta la base del actuar de los jitebii o hechiceros.
26
26
El texto clásico de Wagner (1936) menciona amplio uso de plantas y remedios animales por parte
de los yaquis, señalando que no comparten con cualquiera sus conocimientos, muy valorados
comunitariamente.
27
Guillette (1998) y Valenzuela Gómez (2000) han escrito sobre plaguicidas, mientras que con los
yaquis de Arizona hay investigaciones de Shutler (1997) sobre atención médica y representaciones y
De Vera (2003) sobre úlceras podales. Las actitudes ante la sexualidad, el cuerpo y el VIH, se
encuentran analizadas en los textos de Núñez (2013) y Moreno (2011). También se ha trabajado la
condición de la mujer yaqui (Kelley 1982, Jiménez 2013), con distintos estudios que podemos
encuadrar como antropología física, como Seltzer (1936) sobre antropometría y otros temas incluidos
en Holden (1936), como los funerales yaquis y la ritualidad. Son relevantes los hallazgos sobre riesgo
de enfermedades crónicas en la investigación clínica de Rodríguez, Guerrero y Brito (2008), que
reporta riesgos más elevados en los yaquis al compararlos con los tepehuanes de Durango, lo que se
atribuye a una mayor aculturación, como denota también Castro et al (2018) con hipertensión arterial.
28
La alimentación tradicional se muestra en Ruíz et al (2009) y Guerrero (2009).
29
La identidad el anclaje lingüístico, material y cultural de “los que hablan fuerte” ha sido objeto de
estudio, además de Spicer (1980), por Figueroa (1994), entre otros autores. A trabajos ya clásicos,
como los de Lutes (1977) sobre alcoholismo en Potam, se suman otros más recientes que denuncian
los problemas que sufre actualmente la tribu, su división interna -provocada desde afuera- el
incluyen especies de la selva baja, pero también de los bosques de pino-encino y del
bosque seco espinoso de la Sierra Madre Occidental y de los valles del Mayo y del
Yaqui, destacándo el profundo conocimiento etnobiológico de este pueblo, así como
el papel sagrado del maynate o seyleme, cantador y médico. Varios trabajos explican
el papel que mantiene su rito fundacional –la tuburada- como elemento que
estructura la comunalidad guarijía y como su incumplimiento tiene un peso en las
explicaciones sobre causas y curas en el caso de enfermedades y otras “andancias”
(males compartidos, como sequías, heladas, hambrunas y otras desgracias). Aguilar
Zéleny (1996) ha exploradola ritualidad, presente en tuburadas, cavapizca y
celebraciones como los “cabos de año” que también tienen mayos y yaquis. Entre
los guarojíos o warojíos de Chihuahua destacan las aportaciones de Harriss-Clare
sobre cosmovisión, rituales y curanderismo (2007, 2013), así como Porras (2000),
donde se señalan que los dones del pewatelo son similares a los del brujo, llamado
sipiéme o suhkitúme. La cosmovisión se encuentra pincelada en varios trabajos
sobre literatura oral, de Barreras (2014), Rodríguez y Nieto (1995), Mondragón et al
(2002), Zazueta (2006), Luna (2008) y Muchembled (2010).31
Se han efectuado varios trabajos etnobotánicos de la flora guarijía, desde Bin y López
Estudillo para la Biblioteca de la medicina tradicional mexicana (Zolla 1994) hasta
los publicados por Cañez (1994), Bañuelos (2004) y el texto makurawe de Leyva
(2010), siendo el texto de Yetman (The guarijios of the Sierra Madre. Hidden people
of northwestern Mexico, 2002) el trabajo más completo sobre su etnobotánica, con
usos comestibles, medicinales, artesanales, maderables y combustibles, entre otros
donde destaca el valor simbólico y el buen estado de conservación que mantiene el
hábitat guarijío en Sonora, amenazado actualmente por la construcción de una
31
En un estudio coordinado por quien esto escribe (Haro et al 1998) se analizan los cambios
epidemiológicos y socioculturales ocurridos veinte años después de la introducción de los servicios
médicos en la región guarijía, así como la dotación de tierras, caminos, electricidad y otros servicios.
Destaca el incremento de muertes violentas por el narcotráfico regional, así como la incidencia de
enfermedades crónico-degenerativas, alcoholismo y adicciones, a la par que persisten patologías
infecciosas, carenciales, muertes infantiles y obstétricas. Se ubica el sentido práctico y empírico de su
medicina popular y tradicional, en buena parte compartida por la población yori (mestiza) local,
destacando como hallazgo que fueron quienes más acudieron con los médicos tradicionales en el
último episodio de enfermedad de menores de 5 años.
segunda presa en el Río Mayo.32 Varios aportes ofrecen perspectivas relevantes para
entender la dinámica salud-enfermedad en la región guarijío, entre ellos, algunos de
Conde sobre identidad, violencia y territorio (2005, 2014). La tesis de López (2014)
trata sobre las actitudes y expectativas de mujeres guarijías y mayo en temas de
reproducción y anticoncepción; Sales et al (2017) analizan la gestión de los recursos
territoriales desde las mujeres. La tesis de Rodríguez (2011) da cuenta de cómo se
ha incorporado la religiosidad New Age en una comunidad chihuahuense, mientras
que Meza (2009), describe las condiciones de vida en Arechuyvo, reportando el
relativo desuso de la medicina tradicional desde la introducción de los servicios
médicos en 1980, pero también su vigencia, en vista de la falta de medicamentos en
el sector público.
Otros estudios abordan el alma, o más bien las almas rarámuris, desde varias
perspectivas. La cosmológica destaca en los aportes de Merrill (1987, 1992, 1997),
32
Es relevante comentar que desde 2016 hemos participado en el Concurso Saberes del Monte,
donde personas de la comunidad elaboraron trabajos sobre las plantas locales, dando origen a un
trabajo de sistematización sobre el patrimonio biocultural guarijío que sigue en proceso (Haro y
Martínez Coria 2019).
33
El cuerpo ha sido objeto de estudio en especialmente en relación a la carrera de bola (Kennedy
1969), así como la danza (Acuña Delgado 2005) y los rituales fúnebres (González Rodríguez 1985,
Fujigaki 2005).
30
quien ha analizado la concepción rarámuri del ser, así como el papel de los sueños,
el parentesco, la relación con el ecosistema y la influencia católica en la identidad
colectiva. Hay trabajos que han apuntado hacia la psicología rarámuri, destacando
tanto el modo taciturno y práctico de este pueblo, como su carácter flexible y
bromista, lo que denota más bien la interacción con los informantes, pero también
el peso de las pautas tradicionales (Fried 1953, 1961, Kennedy 1970, Merrill y
Quezada 1997), mientras que otros se han enfocado en el manejo de las emociones
(Guillén y Martínez 2004), la concepción de persona (Martínez 2008) y la percepción
del espacio/tiempo, así como el curanderismo (Rodríguez López 2015). La
interacción madre hijo se aborda en las tesis de Latorre (1976) y de Naranjo (2009);
la experiencia infantil y su representación en la cultura rarámuri se aborda por
Chávez (2016), con el antecedente de un trabajo sobre infanticidio (Mull y Mull 1987)
que reflexiona acerca de cómo en el contexto rarámuri la debilidad es vista como un
obstáculo para la sobrevivencia de los mejor dotados.34 La comida tradicional se
glosa en el texto rarámuri de Mares (1999), mientras que algunas investigaciones
versan sobre la composición y valor nutricional de la dieta rarámuri, como la tesis de
Cerqueira (1975) y estudios subsecuentes de Connor et al (1978), sobre su
composición, así como de respuesta metabólica (McMurry et al 1991).
34
De hecho, algunos trabajos de antropología física y biomedicina han destacado la excelente
condición física de los rarámuri, especialmente los corredores, así como la buena inmunidad de este
pueblo (Gadjusek y Rogers (1955), Nazeri (1971), Mcdougall (2011); aunque otros estudios efectuados
por Monárrez y Martínez (1998a y b, 2000, 2001) denotan condiciones de salud muy negativas,
asociadas a problemas carenciales y maternoinfantiles, alta incidencia de enfermedades diarréicas y
respiratorias agudas en niños, así como desnutrición y baja cobertura de inmunizaciones, anemia en
mujeres en edad reproductiva. Se han efectuado investigaciones de caracterización genética que
denotan que este grupo se constituyó ancestralmente y que se aisló de manera temprana, con bajos
flujos genéticos (García et al 2006).
Los o´ob o pimas bajos han recibido considerablemente menos atención, aunque
existen algunos trabajos sobre historia y vida cotidiana, como los de Mason y Brugge
(1958), Dunnigan (1970), Ortiz Garay (1995), Almanza et al (2006) y Muñóz (2011)
que incluyen información sobre las condiciones de salud o las prácticas tradicionales
curativas, incluyendo herbolaria.37 Los trabajos sobre etnobotánica más relevantes
35
En torno al uso del peyote, se cuenta con los textos de Bonfiglioli (2006, 2008, 2012), quien ha
escrito sobre el yúmari y la raspa del bakánoa, un tubérculo psicoactivo; el “Complejo Tesgüino” se
trata en La Barre (1938), Kennedy (1978), Merrill (1978) y Rodríguez (2009), como un ritual inserto en
un largo listado de prácticas que mantienen contenta al alma/cuerpo, aunque algunos autores
(Irigoyen 1974) señalan la imbricación frecuente de este rasgo cultural con el alcoholismo, mientras
que Lappe y Ulloa (1989), analizan sus virtudes nutricionales.
36
La problemática se encuentra referida en algunos reportes de trabajo médico (Dávalos 1971,
Irigoyen 1974, Ruíz s.f.), así como en Mull y Mull (1985). Otros estudios denotan la interacción con la
medicina tradicional (Anzures 1977, Molinari 1999, Mejía Hernández 2012, Acosta 2016 e Islas et al
2016).
37
Los o`ob habitan en los municipios de Yécora en Sonora y Moris, Ocampo, Madera y Temósachic
en Chihuahua. Al igual que para los rarámuriy otros pueblos, para los o´ob buena parte de su
“medicina preventiva” ocurre con la realización de fiestas y ritos, siendo las más relevantes, el yúmare,
la de San Francisco Borja y la Semana Santa.
32
han sido elaborados por Pennington (1973b, 1980), Nabhan y Rea (1985), Laferriére
(1991a y b, 1994, Laferrière y Kohlhepp 1991) y por Reina (1993), así como un texto
no publicado de factura pima (Galavíz et al s.f.). Trabajos que enlazan las prácticas
curativas con la cosmovisión son los de Oseguera (2013) y Álvarez y Villanueva
(1990), mientras que Valenzuela Romo (2017) aborda la nomenclatura del cuerpo.
Sobre la ritualidad han escrito Aguilar Zéleny et al (2009) y Almanza (2009); Se han
publicado varios trabajos sobre la identidad, incluyendo pictogramas, mitos y
leyendas (Beaumont 2004, Coronado 2004, Núñez y Carreón 2012). Los o`ob han
sido ampliamente estudiados en forma comparativa con los otham o pimas altos de
Arizona, en relación a sus hábitos dietéticos, actividad física, incidencia de obesidad
y diabetes. Los hallazgos denotan la influencia del ambiente, aun en presencia de
predisposición genética, pues los o´ob presentan menores índices de obesidad y
diabetes.38
Son varios los trabajos que ubican la migración tepimana que tuvo lugar entre los
pimas hacia la Sierra Madre, dando origen a los actuales grupos de los tepehuanes
del sur (odami), asentados en Durango, Nayarit y Jalisco (donde también se les
conoce como tepecanos), y los del norte (odami), que habitan en el sur de
Chihuahua. En algunos de ellos se encuentran referencias a las prácticas rituales y a
la cosmología que son útiles para comprender su medicina tradicional, donde el
matïkamï o curandero emplea una variedad de métodos. Al igual como sucede con
los demás grupos serranos, la curación a veces requiere de la celebración de un
yúmari. Estos y otros aspectos rituales y cosmogónicos han sido recogidos en
distintos trabajos antropológicos mencionando su papel en la salud y enfermedad.
Con los tepehuanes de Durango, Alvarado (2004, 2015) y Arellano (2018) han
trabajado ritualismo y etnomedicina. La etnobotánica se ha revisado también en
Pennington (1963b, 1969); González Elizondo sobre hongos comestibles (1991).
Gómez (1981), Durand (1991) y Reyes Valdéz (2006, 2013) han escrito sobre
38
Ver Knowler et al (1983), Ravussin (1993), Fox et al (1999), Valencia et al (1999), Esparza et al (2012),
Urquídez et al (2014) y Schulz et al (2015). El Maycoba Project ha venido trabajando aspectos que
vinculan la etnobotánica con las condiciones de vida y salud (Chaudhari, Begay y Schulz (2013), así
como Burguess (1993) sobre estrategias contra la diarrea. La discriminación y el racismo contra los
o´ob se han analizado en varios textos, incluyendo el impacto del narcotráfico (Arellano 2011).
39
Los mexicaneros son un grupo de habla nahuatl que habita en una región interétnica entre los
estados de Durango, Nayarit, Jalisco y Zacatecas, donde conviven con grupos huicholes, tepehuanos
y coras.
40
Las patologías más comunes son las infecciones respiratorias, la escabiasis, diarreas, paludismo y
fiebres de distinto origen, como también las picaduras de alacrán, la cual es fuente de frecuente
demanda de suero antialacrán, el cual suele escasear (Alvarado 1995). Cabe señalar que un estudio
realizado en 1997 denotó la nula prevalencia de diabetes (Guerrero, Rodríguez y Sandoval 1997).
41
Entre estos, Schaefer y Furst (1996), Nahmad (1972) y Aedo (2011).
42
Se localizan en territorios serranos en Nayarit y norte de Jalisco, con presencia minoritaria en
Durango y Zacatecas.
34
Interesa señalar la posibilidad de que este pueblo tenga las tasas de mortalidad
infantil y materna más altas del país.44 Crocker et al (2004) reportan desnutrición en
más del 60% de los niños, señalando el sentido cosmológico que tiene la
alimentación para este grupo, como se denota también en Fajardo (2007). 45 Otros
43
Respecto a la morbilidad, un estudio conducido por la Universidad de Guadalajara (Guzmán Mejía
2004) entre los wirrárika del norte de Jalisco refiere que las infecciones gastrointestinales fueron la
principal causa de enfermedad, seguidas de problemas mal definidos, parasitosis intestinales,
infecciones respiratorias agudas, enfermedades de la piel, musculoesqueléticas, bronquitis y
tuberculosis; en menor grado, intoxicación alimentaria, exantemáticas, infecciones oculares,
cervicovaginitis, infecciones urinarias, diabetes y amenaza de aborto. En otro estudio destacó la alta
presencia de diarreas y enteroparasitosis (Guevara et al 2003).
44
Un estudio con 349 familias huicholas de Jalisco encontró alta razón de mortalidad materna (Blanco
et al 1994). Estos datos no resultan insólitos si consideramos que en el estudio conducido por Vargas
(1999) denotó que ninguna de las mujeres recibió atención médica obstétrica en sus partos, habiendo
siendo atendidas el 63.5 % por familiares, un 30.2 % sin ayuda de nadie y apenas un 6.3% por algún
mara’akame o médico tradicional.
45
En un trabajo posterior (Crocker et al 2018) se incluyen varias investigaciones sobre intervenciones
en nutrición y alimentación, destacando alta prevalencia de anemia de origen nutricional en más de
la mitad de los menores de 6 años, así como la asociación de giardiasis con diarrea crónica en estos
niños. Desde la Universidad de Guadalajara han impulsado la creación de El Lugar de los Estudios en
Salud y Nutrición (García et al 2015), iniciativa relevante sí se considera que otro trabajo demuestra
que los wirrárika que migran al medio urbano adquieren condiciones de riesgo en enfermedades
crónicas (Aguiar et al 2011).
trabajos evidencian los problemas por plaguicidas en jornaleros (Díaz y Salinas 2002),
así como en el manejo de la sexualidad y las adicciones (Palafox 1985) y la violencia
sufrida en Guadalajara (Villaseñor y Aceves 2014), quienes también han trabajado
otros temas de etnopsiquiatría desde la clínica (2003), al igual que Lara (2009). Hay
también numerosas aportaciones sobre ritualismo, cosmovisión y peregrinaciones,
donde tangencialmente se hace referencia a temas terapéuticos (Perrin 1994,
Gutiérrez 2002, Schaefer 2005). Por parte de la Universidad de Colima (Guzmán Mejía
2004) se ha trabajado hacia el reordenamiento territorial, ubicando algunos trabajos
el nexo simbólico de los wirrárika con su entorno. Un trabajo aborda las dificultades
para el funcionamiento del Hospital Intercultural de Jesús María Nayarit (García
Carrillo 2017), mientras que Santos y Verdin (2016) analizan los retos de la
comunicación intercultural en los servicios médicos.
Aunque menos abundantes, los estudios sobre los nayerii o coras, describen de
forma muy parecida su cosmovisión a la wirrárika, pueblo con el que comparten
varias características, entre las que destaca que en ambos pueblos se denota en
menor grado la influencia europea en su cultura 46 La medicina tradicional es ejercida
por “cantadores”, quienes tienen la capacidad de curar o provocar enfermedades ya
que tienen como aliados a los dioses y a los espíritus y pueden transitar entre el
mundo natural y el sobrenatural. Esto no significa que no utilicen medicamentos
alópatas u otros elementos relacionados con la medicina institucional, pero las
medicinas no surten efecto si antes el hombre cora no ha arreglado cuentas con los
dioses, como se menciona en algunos trabajos etnomédicos (Villarreal y Rivera 2005).
Son varios los trabajos sobre cosmogonía y ritualidad, como los de Valdovinos (2019)
y Magriña (2001), mientras que la etnobotánica alimentaria y medicinal se presenta
en un trabajo de Gispert y Rodríguez (1988) que complementa la informació incluida
en la Bibloteca de la Medicina Tradicional. La etnozoología de Malkin (1958) describe
los saberes y usos de la herpetofauna.
46
Los nayeeri se ubican en el noreste serrano de Nayarit (principalmente en el municipio del Nayar),
y en la costa del mismo estado (San Pedro Ixcatán, municipio de Ruiz), aunque también hay núcleos
nayeeri en Jalisco y Durango (San Lucas, municipio de Mezquital).
36
47
Los estudios etnolingüísticos reconocen tres divisiones principales de este grupo: los Hia'ched
o'otham, que habitan en el desierto de Yuma; los Akimel o'otham también conocidos como pimas
gileños y los Tohono Otham (gente del desierto), quienes viven en el desierto de Altar y partes de
Arizona.
48
Entre estos, Saad et al (1988), Kriska et al (1990), Howard et al (1991), Bennet (1999) y Pavkov et al
(2007).
49
Se ha esrito sobre otras consecuencias de la modernización de impacto epidemiológico (Patrick y
Tyroler 1972, Tyroler y Patrick 1972); entre ellas, el alcoholismo (Waddell 1980), los accidentes
(Hackenberg y Gallagher 1972) y la violencia (Kozak 1991). Además de los estudios pioneros ya
mencionados, hay trabajos que ubican las relaciones ecológicas, mientras que otro la pérdida de
saberes etnobotánicos (O´Brien 2008). Algunos estudios son los de Ross (1944), Hesse (1959), Nabhan
(2002), Fazzino (2008) y Bech (2009).
50
Hill (1938) describe que la figura intersexual del berdache –un tema trabajado por la etnopsiquiatría
en el sudoeste norteamericano, existe tambien entre los pimas, mientras que Pilcher (1967) se ocupa
de la forma otham de clasificar de los plantas y animales, denotando la existencia de un continuum
en su percepción.
Underhill (1946, 1976), Moore (1993) y Chuhuhua (2005), mientras que los sitios
sagrados los aborda Aguilar Zéleny (2003).
51
La Universidad de Arizona y el Preescott College con su sede en Bahía Kino han impulsado algunas
iniciativas de conservación ambiental. Recientemente varias comcáac formaron el grupo Flores de la
Tierra (Hant Yapxöt), que recolecta plantas nativas del desierto para hacer productos en la forma de
pomadas, shampoo, jabones, tinturas, con plantas recolectadas bajo el código comcáac, en el que
importa el aroma, la textura y resina, la posición respecto al sol, el momento y la forma de la colecta
así como la cercanía a otras plantas, puesto que se cuida de la densidad, la madurez, las interacciones.
Algunas recetas están publicadas en el texto comcáac de Morales y Estrella (2010).
52
Destacan por su empleo el cosahui -Heepol en Cmiique iitom o lengua comcáac- (Krameria erecta),
la chicura (Ambrosia ambrosioides), varias cactáceas (Álvarez Palma 2003), como la choya güera –
Kóotté-(Opuntia bigelovii) y el sahuaro –Mojepe- (Carnegiea gigantea), algunos torotes (Bursera
laxiflora y B. microphylla) y la gobernadora-Haaxat- (Larrea tridentata), entre otras plantas endémicas
del desierto sonorense (Felger y Moser 1985).
38
53
La familia etnolingüística yumana comprende aproximadamente quince grupos étnicos de carácter
binacional que habitan aledaños a la frontera en los estados mexicanos de Baja California y Sonora y
en Arizona y California en los Estados Unidos.
54
Algunos trabajos (Aschmann 1966, Hinshaw 2000) referencian usos etnobotánicos ancestrales
como formas de adaptación al desierto.
Son muy escasos los estudios sobre los kikapú, una etnia que desciende de
inmigrantes procedentes de lo que hoy es Estados Unidos, donde vivian al sur de
Wisconsin en el siglo XVII y pertenecen lingüísticamente a la familia algonquina.
Actualmente habitan en Coahuila y Sonora, en México y también en Estados Unidos:
55
Ver Castetter y Bell (1951). Sobre los cucapá, Ávarez de Williams (1974) donde da cuenta de como
este grupo ha sabido históricamente adaptarse en forma extraordinaria a su medio ambiente. El
manejo de los recursos naturales se enfatiza en May (1975), Carrico et al (1998) y Tapia y Grijalva
(2012) para los kumiai, y Bonada (2016) con los cucapá, con un estudio etnozoológico de este grupo
y los pai pai por Guía y Oviedo (2015).
56
Camarena y von Glascoe (2010) han estudiado la diabetes y su gestión con los cucapá, así como
los riesgos socioambientales (von Glascoe, Camarena y Arellano 2013). Para comprender su dinámica
son relevantes las referencias a la dieta tradicional en Ramírez y Ochoa (1975), Joël (1976) y Lucero
(1995), la recopilación culinaria tradicional de Piñón (2000), de Guía y Oviedo (2008) sobre los kumiai,
y la tesis de Caccavari (2012) sobre los kiliwa. Los problemas para la atención a la salud los estudia
Fleuriet (2007).
40
Por ello quizás, se llaman a sí mismos kiwigapawa ‘los que andan de aquí para allá”,
y por eso se desconoce sí su demografía está en ascenso o en descenso, como
también son confusas las referencias sobre sus condiciones socioeconómicas. Desde
el estudio pionero de Fábila (1945), hasta los textos de los Latorre ya mencionados,
se ofrecen elementos de culinaria y medicina tradicional que testimonian el
sincretismo pragmático que les caracteriza, señalando que en su concepción
monoteísta, la fuerza espiritual de Kitzigiata penetra en toda la naturaleza y la anima
en forma individual, a través de varios manitus, los espíritus que reviven el mundo,
que son el alma de las cosas para que todo cobre sentido, incluyendo al ser humano.
Algunos estudios abordan los impactos aculturadores en su condición fronteriza y
binacional, pero muy poco se ha trabajado sobre salud y medicina, aunque hay un
trabajo sobre la nomenclatura del cuerpo (Moreno 2017).57 Desde 1983, los kikapús
de Coahuila decidieron obtener la ciudadanía americana y la tesis de Blanca Silva
(2010) narra de manera detallada como la situación kikapú cambió radicalmente para
“capitalizar su etnicidad”.
57
Hay referencias a los estragos de la modernización en varias etnografías (Embriz 1995, Fredlund
1994, Guzmán Tapia 2004 y Mager (2006).
La relevancia del conocimiento local para los programas de salud es algo que ha sido
analizado también por Menéndez (1998) y puesto en práctica en algunas
experiencias en México (González y Hersch 2005, Hersch 2011, Ysunza y Cortés 2011).
En el noroeste, la más notable ha sido la de Ajoya, en la sierra de Sinaloa, por David
Werner, que dio origen a un famoso libro traducido a un centenar de idiomas (Donde
no hay doctor, 1962), que integra los saberes locales con la medicina occidental en
un formato autogestivo, incluyendo estrategias de investigación, cotejo de saberes,
difusión y producción de preparados medicinales. En cuanto a la eficacia simbólica,
es menester considerar aportes como los de Jodorowsky (Psicomagia 2004), como
las propuestas de De Martino (Il mondo mágico, 1948), en el sentido de conocer
desde dentro las tramas culturales, donde los testimonios posibilitan “cotejar la
experiencia” y son pertinentes para indagar lo que subyace a los procesos de
curación, sanación o trascendencia, más allá de lo que Levi Strauss (1949) aportó
sobre esta cuestión, equivalente al efecto placebo, cuyo impacto en biomedicina se
58
En El Colegio de Sonora tuvimos la experiencia de conducir una Unidad de Información de los
Pueblos Indígenas del Noroeste que estuvo en funciones entre 1995 a 2005 como parte de un
convenio con el Instituto Nacional Indigenista, lo que nos permitió acopiar y conocer valiosos insumos
para la organización documental, así como apreciar el potencial de los estudios realizados para esta
región del pais. Actualmente nos encontramos en proceso de instalar un centro de información e
investigación comunitaria en la región guarijía sobre patrimonio biocultural, para continuar
desarrollando el acervo y los hallazgos obtenidos en el Concurso Saberes del Monte.
59
Levi-Strauss (1949) propuso la eficacia simbólica como mecanismo explicativo de la cura chamánica y
psicoanalítica.
44
Walter Benjamin decia que “Sólo gracias a aquellos sin esperanza nos es dada la
esperanza” (Nur um der Hoffnungslosen pillen ist uns die Hoffnunggegeben ), y
pareciera que mantenerla hoy implica pensar en quienes carecen de ella o la ven
perdida, como es el caso de las medicinas tradicionales, sujetas al olvido y la
subordinación ante la marcha biomédica y su evangelio basado en la medicalización.
Por ello, sorprende que sus practicantes aun conserven un aliento de persistencia
que no es fundamentalista, sino que aspira a conjuntar lo mejor de los mundos
posibles, con la diferencia que su propuesta, al contrario de la ciencia biomédica, no
se enarbola desde una salud pública de base individualista o que excluye al medio
ambiente, sino que aspira a fundamentarse desde la justicia social y los derechos
colectivos , poniendo el acento en las diferencias culturales y la biodiversidad, así
como reivindicando la relevancia de sus conocimientos locales y recursos naturales
como parte de un patrimonio biocultural que es indisociable. Ich werde für diesen
hoffnungslosen Fall kämpfen, “me quedaré a luchar por esta causa perdida”, escribió
60
La efectividad de ciertas plantas ha sido documentada en trabajos emanados principalmente desde el
Instituto Mexicano del Seguro Social, además de la Sociedad Mexicana de Fitoterapia Clínica y otros espacios
en la UNAM, el INHA y numerosas universidades del país.
Benjamín antes de su malograda diáspora, sin advertir quizás que al mundo aún le
queda mucha historia y que nosotros somos parte de su (re) construcción.
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