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LAS PRÁCTICAS ARTÍSTICAS EN LA ANTIGÜEDAD

ANTE LA AUSENCIA Y DESAPARICIÓN DEL AMADO

GRECIA Y EL CRISTIANISMO OCCIDENTAL HASTA NUESTROS DÍAS

Por Alexis Vélez Rodríguez, artista plástico, docente investigador.

Resumen: Esta ponencia esta contextualizada bajo las formas de las TÉCNOLOGIAS DE LA MEMORIA en
relación al arte funerario y en especial al desarrollo de las formas de representación en las cuales se
revelaba el mito, la religión y la elaboración del duelo mediante los dobles representativos, o esculturas y
estatuillas; estas simbolizaban el asunto complejo de una psicología y actitud cívica con respecto al trato de
la muerte, la elaboración de unas artes y la transformación de las ideas míticas y religiosas en asuntos de la
razón y su carácter de verdad. Así mismo la dedicación de la memoria y el recuerdo de parte de los vivos con
relación a los muertos permite pensar en la forma como las artes de la representación cumplen una tarea
importante al integrar en la forma de culto muchos elementos de gran potencia para el pensamiento
antiguo, e incluso la continuidad histórica hasta nuestros días. Dicho culto al muerto de parte de las
comunidades se evidencia en innumerables registros visuales y literarios que sirven para pensar asuntos
completamente contemporáneos y que en las dos últimas décadas sirven para pensar en el desarrollo de
actitudes académicas, cívicas, sociales y políticas con respecto a aspectos de la memoria en relación a la
violencia y la tragedia. Esta iniciativa busca fortalecer procesos pedagógicos, actitudes estéticas,
perspectivas filosóficas y psicológicas sin deslegitimar, señalar ni censurar ninguna de las acciones y luchas
emprendidas desde la sociedad civil y los grupos organizados en relación al tema de los muertos y
desaparecidos, luchas que merecen todo tipo de respeto.

1ª IDEA: EL ALMA EN LA ANTIGÜEDAD GRIEGA

Los griegos tenían una idea del alma en la Antigüedad, el culto al héroe y al
muerto tenía como principal fundamento el asunto de la memoria, mucho más importante
que la idea de un alma inmortal. Este culto que se produje desde la más remota
Antigüedad se revelaba bajo las formas de la oralidad y se mantuvo así desde milenios,
en especial cuando la tradición oral del aedo se va transformando desde el siglo XIII al
VIII antes de Cristo. Las transformaciones que se establecieron en el culto a los muertos
se vieron afectadas por el nacimiento de la escritura y la literatura en especial desde
Homero y Heródoto; la voz del aedo se va disolviendo y él como encarnación de la
memoria va ocupando un papel diferente con la escritura. La memoria sufre esta primera
transformación y aparece con ello una actitud crítica: a lo escrito se puede ir y volver para
revisar su contenido; la actitud mítica va perdiendo parte de su papel cerrado y cíclico
pero no se ha liquidado aún su función. Sería con el racionalismo emergente donde el
asunto de la libertad, la idea de una vida real y la dedicación al fundamento de la verdad
se encontraría como primera premisa del culto a la razón. El caso de la filosofía socrática
cambiaría el escenario que desde el mundo del mito se tenía como de vital importancia. El
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primer intento de una síntesis por encontrar el fundamento de la naturaleza humana a


partir de la experiencia de la razón cambió radicalmente la idea del alma y del destino de
la misma. Si en la tradición mítica el alma no es más que un aliento vital disgregado por el
cuerpo, sin otra función que mantener la vida y jugar un papel en los procesos de
reencarnación o purificación para llegar a ser héroes o inmortales con la muerte, es con
los primeros sistemas filosóficos desde Empédocles y Pitágoras que el alma tiene un
papel más importante, tanto así como de informarse y acceder a la verdad por la salida
del ciclo de nacimientos y muertes. En estos sistemas filosóficos así como en el orfismo,
el alma debe de reunirse en un solo lugar del cuerpo, en el diafragma, para el control del
soplo respiratorio y hacer el ejercicio de la memoria, la rememoración de las vidas
pasadas y la liberación de la metempsicosis. El sentido del alma se va transformando por
el ejercicio de la voluntad, la liberación se produce no sólo por el proceso purificador del
fuego sino por el acceso a la rememoración y la expiación de faltas. Con Homero se sigue
atestiguando estas actitudes frente a la muerte y al alma, será con el Fedón de Sócrates
que se revisan las teorías que desde el pasado mítico se tenían con respecto al alma. El
origen de dicho cambio crítica aquellas formas del culto que se manifestaban dentro de la
tradición pre racional y que permanecieron alojadas un largo tiempo en la cultura griega
como formas de ilusión y fantasía, de simulacro. La ocupación por uno mismo y el estudio
sistemático de la idea del hombre lleva a pensar de una manera diferente las relaciones
con respecto a dicho pasado, representado en la continuidad del mundo homérico con la
epopeya y la tragedia. Los intermediarios que antes cumplían un papel importante en la
tradición, bajo la forma de dioses, héroes, musas, oráculos y pitonisas, se ven
enfrentados a la idea de hacer del alma humana una razón crítica con Sócrates y el
platonismo. El alma socrática se libera por la razón y la virtud. El héroe ya no ocupa el
mismo lugar, se le reemplaza por la acción lógica.

2ª IDEA: LO MENTAL PUEDE ENCARNAR EN MANIFESTACIONES FÍSICAS:


ESCULTURA

Para el pasado mítico las formas de mediación establecen un orden de las cosas;
es en la división de los planos del mundo de los dioses, los héroes y los hombres donde la
idea de los griegos sobre el alma presenta una elaborada manifestación religiosa y
especular que se convirtió en formas de representación, no solo mental sino plástica. Lo
mental puede encarnar en manifestaciones físicas, puede representarse mediante
complejos elementos desde el orden psicológico y encarnar en su doble material. El
presentar una forma fue sumamente importante para una cultura que pensaba en la
imagen, el vacío, en los ciclos de nacimiento y destrucción. Lograr el aspecto visible del
misterio, atrapar en la forma lo volátil y frágil del alma, retenerla, confinarla y confiarla al
cuidado, es parte del logro de la representación mortuoria, tan chocante al platonismo. No
es solo un asunto de imagen lo que allí se contiene, va en doble vía de la idea a la forma,
del mito a la compleja elaboración psicológica en el trato a la alteridad de la muerte, a las
relaciones del ser humano frente a ella, a la destrucción, repercute en lo que llamamos la
identidad, el sujeto. Paralelo a la identidad corre el asunto de la mediación, el alma media
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entre el cuerpo y la idea. El alma contenida en lo vivido es un hombre, soporta como tal
las tribulaciones de la vida y de la muerte a través del cuerpo, se piensa, se vive y se
recrea. Con Sócrates gana un estatuto nuevo, es la sede de la inmortalidad, es un alma
racional, al Hades sólo descienden los elegidos por él, los que han hecho de su vida una
virtud.

Anteriormente en el mito griego el alma no tenía esa participación y actitud vital en


el estatuto del muerto, sólo operaba en lo vivo, compartía una existencia con el espíritu,
sede de la voluntad; mucho menos tenía una supervivencia luego de la muerte, raras
excepciones hechas a los héroes. Desvanecida por la muerte, desparramada por el
viento, el fuego y el rayo, el alma abandona su estuche corporal con la muerte, el hombre
pierde su charis, su apariencia, la “semejanza a los dioses” que aparecía en el hombre
virtuoso y el héroe y lo revestía de una gloria sin precedentes, charis que no poseían sino
los favoritos de los dioses, que transfiguraba al hombre frente a los ojos en un semidiós,
en un bienaventurado.

3ª IDEA: EL ESTATUTO CIVIL DE LOS MUERTOS Y EL CADÁVER

La apariencia se disuelve igual que su alma, los vientos y el trueno pueden


disgregar ese soplo vital. En el mejor de los casos el alma es llamada y encerrada en el
interior de una forma, se le recupera para la comunidad. Esta idea del alma y la muerte en
los griegos establece un asunto importante con respecto al trato de los muertos, introduce
un giro en las tradiciones funerarias, genera un reemplazo físico y simbólico. El estatuto
civil de los muertos es parte de la idea fundante de su cultura, la muerte establece el
estatuto del héroe, del sujeto. Al cadáver abandonado a su suerte se le mira con
desprecio, al no poseer su psyche el cadáver no cuenta, es solo eso, un cadáver.
Contrario a la charis, el ultraje, la degradación y la bajeza de un ser humano se presenta
al perder cualquier expresión de su rostro, al desaparecerle el semblante que lo hacía
objeto de reconocimiento, el enemigo dirige la violencia al caído en una forma de
arrebatarle la expresión, la apariencia, la muerte hace esto mismo, convierte al caído en
un anónimo; mediante la práctica de…“ultrajar el cuerpo del enemigo abatido, esto es,
arrojando sus despojos a los perros y a las aves, destrozando su piel, masacrando su
rostro, dejando que se pudra y descomponga al aire libre, buscando convertir su figura en
el grado cero de lo conveniente y semejante, destruyendo enteramente su identidad, su
valor, para reducirlo a no ser nada.”

A ésta transformación violenta, los griegos la llamaban eoikos, la acción de ultrajar


eikelos y el ultraje del cuerpo aeikizein.

La “identidad” del muerto que se relaciona a su imagen como presencia del difunto
encontró mediante el ritual fúnebre el aseguramiento del descanso del muerto,
personificado por imágenes representativas como el kouros, korai, kore.1 Este
reconocimiento del otro, como individuo, como sujeto, de su presencia-ausencia, es de

1 Véase Vernant, Jean-Pierre. Mito y pensamiento en la Grecia antigua. Ed. Ariel filosofía.
Barcelona.1994
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particular importancia por cuanto la representación cumple así un vínculo que reviste
complejos asuntos psicológicos, une los lazos sociales y religiosos, acentúa lo simbólico y
velado que es el tema de la muerte y promueve la reflexión existencial que ello conlleva.
El cadáver abandonado es sólo un espectro que vaga eternamente sin rumbo, vaga por
los campos y ciudades sin reposo, produce catástrofes, enfermedades y destrucción,
atemoriza. Por ello la cultura griega encontró la manera de recuperar el alma y fijarla en la
piedra, Mediante el cumplimiento del rito religioso, la comunidad llama por su nombre tres
veces al desaparecido, al que murió lejos o fue masacrado sin posibilidades de la
ceremonia fúnebre; la estatuilla, el barro u otros materiales le sirven de refugio y
encuentra su descanso entre el mundo de los vivos, pero alejado de ellos. Este cambio de
estatuto aparta al cadáver del muerto; este último es digno de reconocimientos y
alabanzas, cantos y rituales; el rito tiene sus frutos y el alma apaciguada mora entre los
suyos, el fuego purifica el cuerpo para extraerle el alma. Mediante la imagen plástica el
arte sirvió de puente entre el mundo natural y el divino, elaboro una forma ritual y
simbólica de construir un duelo cívico, más tarde el desarrollo del culto al alma y los
antepasados crearían de muchas maneras un contacto directo entre los hombres, los
dioses y las almas de los muertos2.

“Los griegos pusieron en juego diversas políticas respecto a la muerte para civilizarla,
integrarla a la vida social: ritual en los funerales, sobre vida gloriosa en la memoria
colectiva gracias a la poesía oral, culto heroico. Construyeron para los difuntos una
manera particular de continuar existiendo, una suerte de presencia –ausencia,
dotándolo de eso que podemos llamar jerarquía social de los muertos: jerarquía que
confiere a algunos una importancia primordial mientras dure la existencia común del
grupo. Sin embargo, al mismo tiempo que recuperaban de ese modo las muertes como
colectividad, los griegos expresaron a través de esa máscara de la Gorgona lo que la
muerte implica más allá de lo que puede hacerse o decirse sobre ella, es decir, lo que
“queda” y frente a lo cual no se puede permanecer más que mudo y paralizado:
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fascinado, transformado en piedra.”

4ª IDEA: LA FUNCIÓN DEL DOBLE REPRESENTATIVO NO ES SÓLO IMAGEN

Aquí aparece claramente la importancia del proceso ritual de darle un rostro al


muerto; al tratar de recuperar el cadáver caído y abandonado, los griegos conjuran su
ausencia haciendo un doble, conjuran el alma al devolverle una forma. En esta tradición
la función del doble representativo aparecerá con la escultura como imagen
conmemorativa del difunto, como doble psicológico y sustituto. Aparecen al inicio de los
tiempos desde finales del VI milenio hasta el V milenio a. C., el arte neolítico introdujo
procedimientos funerarios en esculturas que hacían una alusión al fallecido; tipos de
estatuaria como figurillas de barro, madera y huesos, así como algunos retratos

2 Ver el profundo estudio sobre el tema en Erwin Rodhe “Psique. La idea del alma y la inmortalidad
entre los griegos. Fondo de cultura económica, México. 2006
3 Jean-Pierre Vernant. Entre mito y política. óp.cit. pág. 57-58
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esquemáticos con incrustaciones de piedra y conchas, son los primeros de su especie en


esta labor de introducir en el mundo de los vivos, el recuerdo de los muertos.

Cerca del 3.500 a. C, la estatuaria en Creta se ha convertido en una forma


esquemática que es exclusiva de fines netamente funerarios, aparecen los entierros que
utilizan un depositario o ataúd llamado larnake. La escultura tosca se transforma más
elaborada en la forma del bretas, el xoanon, el palladion, por lo general antropomorfas,
de pies y brazos soldados al cuerpo, imagen del hombre que conllevará al doble físico, no
del hombre vivo sino del difunto, forma de reemplazo simbólico en los rituales funerarios
del muerto. Posteriormente son los kouroi, korai, hedos o amalgama los que mejor
representen un modelo humano.

En el siglo V a. C. aparecen en Atenas las figuras conocidas como kouroi o koraís;


las figuras de los Colosos o Colossoi pertenecen a un alto desarrollo técnico y mimético
que aparece por la misma época, la imagen del Colossoi depositado en el fondo de la
tumba no buscaba reproducir las características particulares del difunto, sino servir como
medio propiciatorio que conjura, trae y fija el alma hacia el colosso como su morada,
dando con ello por terminado los ritos funerarios debidos. Estos Colossoi podían ser
confiados en custodia y recibían atención como comida, ofrendas y otras, tras lo cual
estos eran depositados en las tumbas o bien instalados en lugares alejados de la
comunidad. El colosso no es imagen en el sentido estricto de la palabra pues su lugar es
estar oculto a la mirada del hombre; es el reemplazo del cadáver que no fue enterrado y
que la piedra ocupa el lugar luego del procedimiento funerario; es el sustituto en el reino
de la muerte y el descanso del alma. “Un doble no es lo mismo que una imagen, no es un
objeto natural pero tampoco es un producto mental: ni una imitación del objeto real, ni un
ilusión del espíritu, ni una creación del pensamiento. El doble es una realidad exterior al
sujeto…” Vernant

Con el platonismo y la tradición gnóstica, el cuerpo (soma) apareció y designó la


parte caduca o cadáver, lo que está abandonado de vida y fuerza que semeja a una
“figura inerte, a una efigie, a un objeto de espectáculo y deploración por otro, antes que
quemado o enterrado, desaparezca en lo invisible”4. Los cuerpos convertidos en soma se
pudren y pierden el carácter divino que compartían con la divinidad, con los rituales
funerarios se trataba de evitar éste estropeamiento y bajeza, haciendo consumir sus
carnes sobre la hoguera, mandando en el esplendor de su belleza al cadáver -ahora
convertido en muerto- al mundo de lo invisible, mediante el fuego purificador. Tal vez por
ello el desarrollo de la estética griega clásica no privilegia la representación de la muerte,
resolviéndolo con la representación del hombre en una actitud de vitalidad y dinamismo.

La comunidad mira la representación para hacerle participe de las cosas, de la


tradición, hablarle; al doble se le da un lugar, se le otorga el poder de volverse un imagen
de lo vivo, lo fugaz de la vida se retrata en la fría piedra, pero esta materia inerte ahora ha
ascendido, se ha perfeccionado por parte del ritual, es portadora del alma. Como doble

4 Jean P. Vernant. Cuerpo oscuro cuerpo resplandeciente. En “Fragmentos para una historia del
cuerpo humano”. Ed. Tauros. Madrid. 1990. Tomo I, Pág.21
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psicológico apoya la esperanza del alma, de la existencia alterna; los de la comunidad ven
allí tantas cosas como el tiempo y el espacio, asuntos que aunque enigmáticos colaboran
en el desarrollo de la memoria y la historia. Es así que una cultura construye un destino,
se forja una idea de la mediación entre los dioses, los hombres y los muertos. Esta es
parte de la importancia de esa idea del alma de los griegos. Construyen un escenario tan
amplio que aquella simple creencia se convierte en toda una idea del hombre, del
reconocimiento, de la identidad. Funciona una idea que es imagen mental y una forma
que es representación. Esta cuestión de hacer que por la vía de la representación se
contenga un alma, construirá por la vía religiosa una idea poderosa que cabalga sobre el
tiempo, construye una historia, unas técnicas de especulación, de trato con la muerte. Es
un estado de pre conocimiento que vuela por los siglos a través de la historia, cuenta de
la devoción, la esperanza y la memoria.

5ª IDEA: EL CULTO A LA MEMORIA BAJO MNEMOSYNE

Frente a una idea ferviente de la memoria como culto, cuenta una tradición que
intenta construir un camino de conocimiento a través de la rememoración y así pasara
como Mnemosyne, madre de musas. “La memoria”, realiza para el pasado una
«evocación» comparable a la que efectúa, para los muertos, el ritual homérico [...]
invocación por parte de los vivientes y la venida a la luz del día, durante un breve
momento, de un difunto que ha ascendido del mundo infernal.”5

En la concepción griega la memoria es tener conciencia del pasado, revelación del


porvenir para evitar la caída en el mundo de las reencarnaciones. Leteo es su contrario,
agua del olvido y de la muerte, sin la cual el alma no puede abordar el reino de las
sombras, recordar de la caída del alma en la materia. Por otro lado se opone al olvido la
vital rememoración de Mnemosyne, que actuaba y servía como revelación. La sociedad
tiene a sus muertos, los utiliza y recuerda, se sirve de sus alianzas y favores, los llena de
esperanzas, pero igualmente va construyendo categorías diferentes para ellos. Con la
consecuente fijación de un orden mnemotécnico los griegos inician la formación del
pensamiento y el culto de la memoria, tal como sucede antes de Homero y luego de él; la
diferencia mental en el desarrollo del pensamiento del otro, de lo otro, lleva también a la
pregunta por la alteridad del alma del sujeto, crea una metafísica para dar continuidad a la
existencia. Ellos le dan otras formas a la Psyche como alma, la llaman también
fantasma-, creación irreal y visible en cuanto a forma material, es un simulacro sin
sustancia, un fantasma que abandona el cuerpo del difunto y es su imagen en el
inframundo, su sombra. “Al observar que habría que traducir eidolon por doble o fantasma
más que por imagen, hemos indicado en varios sitios que ese término está empleado de
manera exclusiva para designar tres tipos de fenómenos: la aparición sobrenatural,
phasma; el sueño, oneiros (onar), y el alma-fantasma de los difuntos, psyche”.6

5 Jean Pierre Vernant. Mito y pensamiento en la Grecia Antigua. Ed. Ariel filosofía, Barcelona 1994.
Pág.96
6 Jean P. Vernant. Cuerpo oscuro cuerpo resplandeciente. En “Fragmentos para una historia del
cuerpo humano”. V.V. A.A. Ed. Tauros. Madrid. 1990. Tomo I, Pág.21*
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Se diferencia de la “imagen” o “doble” (eidola) que es el eidolon como


representación escultórica del doble sustituto. El concepto de phasma a diferencia de la
psyche no se corresponde a la sombra del difunto sino al simulacro hecho por los
dioses como doble de una persona viva. Las imágenes funerarias en la Antigüedad se
diferencian; la aparición onírica (oneiros) de un muerto se presenta al durmiente, el
fantasma (phasma), se presenta al hombre despierto. Hay aquí uno de los cambios
importantes en la tradición funeraria pues se separan claramente la idea de la memoria y
el reconocimiento del muerto como forma cívica vinculada al recuerdo y que llevo a la vía
del epitafio y la forma lapidaria a partir del siglo I de nuestra era, el recuerdo del muerto
se vuelve escritura; contrario a la otra forma que unía a los muertos y la sociedad
mediante la imagen como reconocimiento del muerto y doble psicológico del colosos y
eidolón. Hasta aquí se ha asistido a varios cambios sistemáticos en relación a la
representación mortuoria, el primero se establece con la ruptura de la tradición oral entre
el siglo XII y el VIII a. C, el segundo es la introducción de la escritura con Heródoto y
Homero; el tercero es la introducción de la escultura funeraria entro de las formas cívicas,
el cuarto será la inclusión y reemplazo del eidolón por la forma lapidaria y el epitafio,
posteriormente aparecerán nuevos cambios.

6ª IDEA: LA PERVIVENCIA DE LA ESCULTURA FUNERARIA A TRAVÉS DEL


CRISTIANISMO EN LA FORMA DEL EIDOLON Y EL IKONO

Pero el colossos y el eidolon sobreviven en Roma y aparece en forma ambigua,


unas veces positivamente y otras negativamente en la estructura religiosa y psicológica
del Cristianismo. El eidolon (traducido luego como ídolo) redirige aquellas miradas que
buscan en la forma física y externa el carácter real de la imagen, su semejanza a un
modelo, su procedencia enigmática como imagen y similitud a Dios, en este caso se da
una apropiación positiva; pero al mismo tiempo este aspecto exterior no transporta a lo
íntimo y sagrado la mirada interior del espectador, le impide “ver” el contenido simbólico
de los valores, virtudes y loas que portan las imágenes, será el que luego adquiera el
carácter de ídolo como falso semblante, copia o simulacro; carácter relativo a una
identidad que llevará a consecuencias revolucionarias durante el periodo iconoclasta de la
iglesia oriental cristiana bizantina entre los siglos VII y IX d. C.

La contraparte del eidolón es el eikon, el icono, porque a diferencia del eidolon


en el Cristianismo, el eikon porta el contenido misterioso y abismal de su símbolo, es
decir, de esos valores que la mirada interior cree reconocer como altos valores contenidos
no sólo en las imágenes que representan, sino del valor metafísico, moral y espiritual que
le han impuesto sin necesidad de quedarse atrapado en la apariencia exterior. La
apariencia se va transformando en un sistema simbólico que es “signo de la verdad”. La
imagen llego a ser la forma de la Verdad, es así como Cristo, el muerto supremo se alza
en las alturas y vuelve a la vida para estar en medio de la comunidad, hacia él se dirige la
mirada que puede operar una transformación, acompañada por la pedagogía de la
esperanza, pues su triunfo es sobre la muerte. La imagen de Cristo es una de las
transformaciones y adaptaciones mejor sostenida de la imagen de la Antigüedad en la
tradición funeraria, en una cultura que profetiza la muerte, la resurrección, el más allá, el
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alma, la representación tenía necesariamente que llegar a incriminarse en hacer cumplir


el mito y nada mejor que la crucifixión para operar esa idea salvadora y mediadora entre
el sacrificio, la muerte y la resurrección. Nada de esto hubiera sido posible sin el
Platonismo y el Gnosticismo. Luego del Fedón, Platón sólo tuvo que utilizar hábilmente la
enseñanza del alma inmortal que introdujo Sócrates en el citado texto, para darle todo un
discurso a la idea de la pervivencia del alma y del más allá. La imagen en la Edad Media
se apoyo sobre la figura de Cristo crucificado, representa la idea del desaparecido en las
sombras de la aniquilación, su ascensión desde la muerte cumple un papel edificante en
la mentalidad cristiana pues allí se determina el discurso clerical de una metafísica para
terminar siendo convertido dicho discurso en la imagen por excelencia del cristianismo: el
triunfo sobre la muerte de un caso excepcional y único representado en Cristo.

Después de la Edad Media la función de las imágenes funerarias aparecen en los


sepulcros de reyes, nobles, cardenales y aristócratas, posteriormente desde el
Renacimiento aparecen bajo las imágenes de una descripción de atributos y cualidades
presentes a manera de la alegoría, y que logra ser reconocible como relato a través de
sus relaciones de gestos, poses, emblemas, utensilios, marco espacial, etc. En estas
formas de relaciones es muy importante la aparición de la alegoría, la heráldica, y el
blasón, al mismo tiempo que actuaba como una imagen del sujeto representado,
señalaba la genealogía de la familia portadora. En ocasiones el blasón y la heráldica se
presentaba como remplazo del sujeto o incluso como su retrato en eventos públicos.

Esta tradición heredada contiene ahora elementos nuevos que han venido a
ocupar recientemente una importancia en los procesos de la memoria, en especial en
relación con la violencia y los procesos de duelo. No sólo se han mesclado ideas
religiosas con el asunto de la memoria histórica y social de víctimas y desaparecidos, sino
que se han incorporados posiciones laicas donde el asunto de la memoria se piensa
desde las ciencias sociales y humanas, la política, la economía. La permanencia de la
memoria, ligada a la representación y al duelo se construye como un gran proyecto que
podría explicar muchos elementos de importancia para seguir pensando la relación de la
muerte con la sociedad, y al mismo tiempo darle un espacio al muerto y al desaparecido,
a las personas que elaboran los diferentes procesos de dicha memoria y el duelo, ideas
que no son ya sólo del plano religioso sino que transportan una síntesis de idea
divergentes entre ética, filosofía, economía y política.

La aparición de manifestaciones representativas en el trato a los muertos vuelve a


ocupar un lugar, pero lo más importante es darles opción de vida a los vivos y que
continúen haciendo reconocimiento de esa memoria social y particular, es así que vemos
la multiplicación de parques funerarios, monumentos y casas a la memoria, a las víctimas.
Esto es parte de los cambios sociales pero al mismo tiempo permanencia de la tradición
funeraria y del culto a la memoria. Existen representaciones que se pueden considerar
más dignas de representar, tales son la ira humana, como la divina; las desgracias
naturales, la enfermedad, y el dolor son de última motivación. Este tipo de imágenes de la
violencia y el sufrimiento es el encuadre general que de alguna manera justifica y sirve de
soporte a las representaciones modernas, nacionales y regionales cuando el sufrimiento
infringido o recibido es un espectáculo o denuncia frente a la violencia.
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Con esto podemos encontrar antecedentes para incluir las principales


manifestaciones que se han hecho presentes en el desarrollo de la violencia en el arte
colombiano y que se caracteriza en tres ejes que representan ese ambiente violento en el
que la muerte cosecha sus frutos.7

Por el lado del conflicto de dimensiones políticas, que se reconoce en la


intolerancia, arrogancia y hegemonía de un sector con respecto a otro y que produce
el tema en sí, muy bien delimitado del arte en Colombia. Desde este plano es lógico
observar la muerte como una diferencia sustancial del campo de las ideologías que
lleva a la eliminación nada democrática del otro, suprimiendo de antemano el proceso
dialéctico. En tal sentido los acontecimientos conocidos como la Violencia se gestan
en campos políticos y la dramatización de ello se presenta en forma de arte de
denuncia pública frente al atropello y el genocidio.

El segundo elemento de la violencia se gestó a partir de la primera manifestación


de la situación política, que generó rivalidades que llevaron a la guerra de guerrillas y
al nacimiento de la subversión. Al principio este cambio de la violencia se dio a través
de las divisiones ideológicas y el descontento popular, pero luego se transformó en la
crisis de la población civil y del fenómeno del desplazamiento rural, que llevó a la
pobreza en el campo y en las ciudades. Este fenómeno de la guerra interna por
causas del conflicto armado, se representa en el arte a través de unos nuevos
lenguajes pictóricos donde se hace más evidente la situación de angustia y denuncia
en el arte.
Desde los años sesenta y setenta, la representación plástica se mueve en un
acelerado abstraccionismo y cierto expresionismo que toma el tema de la violencia y
lo potencia en todas las formas y técnicas posibles. El desarrollo de las técnicas de
grabado se manifiesta de manera abierta, pues sirve para el desarrollo de un arte que
llega más a las personas vinculadas a la sociedad de clase media y a los estudiantes
de las universidades públicas en Colombia los cuales trabajaban en el desarrollo de
un arte “comprometido” con las transformaciones y las denuncias de las atrocidades
cometidas al “pueblo”.

En la tercera forma de representación que caracterizó a la violencia fue generada


desde el narcotráfico y el sicariato, emparentado y generador del paramilitarismo y de
un nuevo recrudecimiento de la guerra, ya no sólo de carácter bipartidista, político,
sino en la hegemonía de las nuevas mafias y la internacionalización del conflicto con
el problema de la droga. Podríamos situar aquí la investigación y montaje final del
proyecto de la artista Suzanne Lacy y su happening “La piel de la memoria “, bus-
museo realizado sobre víctimas de la violencia en el Barrio Antioquia, Medellín, en
2003 (Libro citado Arte, memoria y violencia).

El Museo de Antioquia presentó un tema doloroso de la realidad nacional, el


destierro; una exposición sobre el desplazamiento forzado en dicho recinto pretendía
abrirle los ojos a mucha gente que se niega a mirar a su alrededor una realidad innegable.

7 Un excelente libro es el publicado sobre la violencia y el arte colombiano es: VV.AA. Arte y
violencia en Colombia desde 1948, MAMBO, Bogotá, Editorial Norma, 1999. Ver también el ensayo
de Olga Cristina Agúdelo “Pintura, muerte y violencia”; contenido en: Arte, Memoria y Violencia,
Pilar Riaño y Suzanne Lacy. Corporación REGION, Medellín, 2003
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También quería mostrar el compromiso de tantos artistas que no pueden evadir su


presente. Así como era otro de los propósitos expresar dentro de sus paredes el dolor de
miles de familias y demostrar que no es un fenómeno únicamente de estos tiempos, sino
un encono de la historia nacional. El nutrido programa académico y de eventos paralelos
como conversatorios con las comunidades, teatro comunitario, conferencias sobre
reparación simbólica y la última de esta semana, entre Francisco Galán, ex negociador
del ELN, y el padre Francisco de Roux, demostraron la sed de información de la gente.

La exposición, construida con obras de arte que tienen como tema el destierro, -algunas
de éstas realizadas expresamente para la muestra-, con objetos testimoniales
pertenecientes a las comunidades y con fotografías de reporteros gráficos de diversos
lugares del mundo, así como con el valioso testimonio del fotógrafo colombiano Jesús
Abad Colorado como eje de la muestra gracias a su recorrido por el país acompañando a
las víctimas, es un ejercicio complejo y que deja agotado al espectador por la dificultad del
sujeto que aborda. Y si bien la exposición hizo un fuerte hincapié en el drama colombiano,
también quiso abordar el dolor de distintos conflictos para mostrarlo en su dimensión
universal, por lo cual los fotógrafos internacionales convocados exhiben su mirada del
drama de las mujeres violadas en Ruanda (Jonathan Torgovnik), de los refugiados y la
guerra en Israel (Nathan Dvir y Lori Grinker) o de los niños en medio de la guerra y como
partícipes de ésta, en Sierra Leona (Sarah Ferry).

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