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Resumen: Esta ponencia esta contextualizada bajo las formas de las TÉCNOLOGIAS DE LA MEMORIA en
relación al arte funerario y en especial al desarrollo de las formas de representación en las cuales se
revelaba el mito, la religión y la elaboración del duelo mediante los dobles representativos, o esculturas y
estatuillas; estas simbolizaban el asunto complejo de una psicología y actitud cívica con respecto al trato de
la muerte, la elaboración de unas artes y la transformación de las ideas míticas y religiosas en asuntos de la
razón y su carácter de verdad. Así mismo la dedicación de la memoria y el recuerdo de parte de los vivos con
relación a los muertos permite pensar en la forma como las artes de la representación cumplen una tarea
importante al integrar en la forma de culto muchos elementos de gran potencia para el pensamiento
antiguo, e incluso la continuidad histórica hasta nuestros días. Dicho culto al muerto de parte de las
comunidades se evidencia en innumerables registros visuales y literarios que sirven para pensar asuntos
completamente contemporáneos y que en las dos últimas décadas sirven para pensar en el desarrollo de
actitudes académicas, cívicas, sociales y políticas con respecto a aspectos de la memoria en relación a la
violencia y la tragedia. Esta iniciativa busca fortalecer procesos pedagógicos, actitudes estéticas,
perspectivas filosóficas y psicológicas sin deslegitimar, señalar ni censurar ninguna de las acciones y luchas
emprendidas desde la sociedad civil y los grupos organizados en relación al tema de los muertos y
desaparecidos, luchas que merecen todo tipo de respeto.
Los griegos tenían una idea del alma en la Antigüedad, el culto al héroe y al
muerto tenía como principal fundamento el asunto de la memoria, mucho más importante
que la idea de un alma inmortal. Este culto que se produje desde la más remota
Antigüedad se revelaba bajo las formas de la oralidad y se mantuvo así desde milenios,
en especial cuando la tradición oral del aedo se va transformando desde el siglo XIII al
VIII antes de Cristo. Las transformaciones que se establecieron en el culto a los muertos
se vieron afectadas por el nacimiento de la escritura y la literatura en especial desde
Homero y Heródoto; la voz del aedo se va disolviendo y él como encarnación de la
memoria va ocupando un papel diferente con la escritura. La memoria sufre esta primera
transformación y aparece con ello una actitud crítica: a lo escrito se puede ir y volver para
revisar su contenido; la actitud mítica va perdiendo parte de su papel cerrado y cíclico
pero no se ha liquidado aún su función. Sería con el racionalismo emergente donde el
asunto de la libertad, la idea de una vida real y la dedicación al fundamento de la verdad
se encontraría como primera premisa del culto a la razón. El caso de la filosofía socrática
cambiaría el escenario que desde el mundo del mito se tenía como de vital importancia. El
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Para el pasado mítico las formas de mediación establecen un orden de las cosas;
es en la división de los planos del mundo de los dioses, los héroes y los hombres donde la
idea de los griegos sobre el alma presenta una elaborada manifestación religiosa y
especular que se convirtió en formas de representación, no solo mental sino plástica. Lo
mental puede encarnar en manifestaciones físicas, puede representarse mediante
complejos elementos desde el orden psicológico y encarnar en su doble material. El
presentar una forma fue sumamente importante para una cultura que pensaba en la
imagen, el vacío, en los ciclos de nacimiento y destrucción. Lograr el aspecto visible del
misterio, atrapar en la forma lo volátil y frágil del alma, retenerla, confinarla y confiarla al
cuidado, es parte del logro de la representación mortuoria, tan chocante al platonismo. No
es solo un asunto de imagen lo que allí se contiene, va en doble vía de la idea a la forma,
del mito a la compleja elaboración psicológica en el trato a la alteridad de la muerte, a las
relaciones del ser humano frente a ella, a la destrucción, repercute en lo que llamamos la
identidad, el sujeto. Paralelo a la identidad corre el asunto de la mediación, el alma media
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entre el cuerpo y la idea. El alma contenida en lo vivido es un hombre, soporta como tal
las tribulaciones de la vida y de la muerte a través del cuerpo, se piensa, se vive y se
recrea. Con Sócrates gana un estatuto nuevo, es la sede de la inmortalidad, es un alma
racional, al Hades sólo descienden los elegidos por él, los que han hecho de su vida una
virtud.
La “identidad” del muerto que se relaciona a su imagen como presencia del difunto
encontró mediante el ritual fúnebre el aseguramiento del descanso del muerto,
personificado por imágenes representativas como el kouros, korai, kore.1 Este
reconocimiento del otro, como individuo, como sujeto, de su presencia-ausencia, es de
1 Véase Vernant, Jean-Pierre. Mito y pensamiento en la Grecia antigua. Ed. Ariel filosofía.
Barcelona.1994
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particular importancia por cuanto la representación cumple así un vínculo que reviste
complejos asuntos psicológicos, une los lazos sociales y religiosos, acentúa lo simbólico y
velado que es el tema de la muerte y promueve la reflexión existencial que ello conlleva.
El cadáver abandonado es sólo un espectro que vaga eternamente sin rumbo, vaga por
los campos y ciudades sin reposo, produce catástrofes, enfermedades y destrucción,
atemoriza. Por ello la cultura griega encontró la manera de recuperar el alma y fijarla en la
piedra, Mediante el cumplimiento del rito religioso, la comunidad llama por su nombre tres
veces al desaparecido, al que murió lejos o fue masacrado sin posibilidades de la
ceremonia fúnebre; la estatuilla, el barro u otros materiales le sirven de refugio y
encuentra su descanso entre el mundo de los vivos, pero alejado de ellos. Este cambio de
estatuto aparta al cadáver del muerto; este último es digno de reconocimientos y
alabanzas, cantos y rituales; el rito tiene sus frutos y el alma apaciguada mora entre los
suyos, el fuego purifica el cuerpo para extraerle el alma. Mediante la imagen plástica el
arte sirvió de puente entre el mundo natural y el divino, elaboro una forma ritual y
simbólica de construir un duelo cívico, más tarde el desarrollo del culto al alma y los
antepasados crearían de muchas maneras un contacto directo entre los hombres, los
dioses y las almas de los muertos2.
“Los griegos pusieron en juego diversas políticas respecto a la muerte para civilizarla,
integrarla a la vida social: ritual en los funerales, sobre vida gloriosa en la memoria
colectiva gracias a la poesía oral, culto heroico. Construyeron para los difuntos una
manera particular de continuar existiendo, una suerte de presencia –ausencia,
dotándolo de eso que podemos llamar jerarquía social de los muertos: jerarquía que
confiere a algunos una importancia primordial mientras dure la existencia común del
grupo. Sin embargo, al mismo tiempo que recuperaban de ese modo las muertes como
colectividad, los griegos expresaron a través de esa máscara de la Gorgona lo que la
muerte implica más allá de lo que puede hacerse o decirse sobre ella, es decir, lo que
“queda” y frente a lo cual no se puede permanecer más que mudo y paralizado:
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fascinado, transformado en piedra.”
2 Ver el profundo estudio sobre el tema en Erwin Rodhe “Psique. La idea del alma y la inmortalidad
entre los griegos. Fondo de cultura económica, México. 2006
3 Jean-Pierre Vernant. Entre mito y política. óp.cit. pág. 57-58
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4 Jean P. Vernant. Cuerpo oscuro cuerpo resplandeciente. En “Fragmentos para una historia del
cuerpo humano”. Ed. Tauros. Madrid. 1990. Tomo I, Pág.21
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psicológico apoya la esperanza del alma, de la existencia alterna; los de la comunidad ven
allí tantas cosas como el tiempo y el espacio, asuntos que aunque enigmáticos colaboran
en el desarrollo de la memoria y la historia. Es así que una cultura construye un destino,
se forja una idea de la mediación entre los dioses, los hombres y los muertos. Esta es
parte de la importancia de esa idea del alma de los griegos. Construyen un escenario tan
amplio que aquella simple creencia se convierte en toda una idea del hombre, del
reconocimiento, de la identidad. Funciona una idea que es imagen mental y una forma
que es representación. Esta cuestión de hacer que por la vía de la representación se
contenga un alma, construirá por la vía religiosa una idea poderosa que cabalga sobre el
tiempo, construye una historia, unas técnicas de especulación, de trato con la muerte. Es
un estado de pre conocimiento que vuela por los siglos a través de la historia, cuenta de
la devoción, la esperanza y la memoria.
Frente a una idea ferviente de la memoria como culto, cuenta una tradición que
intenta construir un camino de conocimiento a través de la rememoración y así pasara
como Mnemosyne, madre de musas. “La memoria”, realiza para el pasado una
«evocación» comparable a la que efectúa, para los muertos, el ritual homérico [...]
invocación por parte de los vivientes y la venida a la luz del día, durante un breve
momento, de un difunto que ha ascendido del mundo infernal.”5
5 Jean Pierre Vernant. Mito y pensamiento en la Grecia Antigua. Ed. Ariel filosofía, Barcelona 1994.
Pág.96
6 Jean P. Vernant. Cuerpo oscuro cuerpo resplandeciente. En “Fragmentos para una historia del
cuerpo humano”. V.V. A.A. Ed. Tauros. Madrid. 1990. Tomo I, Pág.21*
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Esta tradición heredada contiene ahora elementos nuevos que han venido a
ocupar recientemente una importancia en los procesos de la memoria, en especial en
relación con la violencia y los procesos de duelo. No sólo se han mesclado ideas
religiosas con el asunto de la memoria histórica y social de víctimas y desaparecidos, sino
que se han incorporados posiciones laicas donde el asunto de la memoria se piensa
desde las ciencias sociales y humanas, la política, la economía. La permanencia de la
memoria, ligada a la representación y al duelo se construye como un gran proyecto que
podría explicar muchos elementos de importancia para seguir pensando la relación de la
muerte con la sociedad, y al mismo tiempo darle un espacio al muerto y al desaparecido,
a las personas que elaboran los diferentes procesos de dicha memoria y el duelo, ideas
que no son ya sólo del plano religioso sino que transportan una síntesis de idea
divergentes entre ética, filosofía, economía y política.
7 Un excelente libro es el publicado sobre la violencia y el arte colombiano es: VV.AA. Arte y
violencia en Colombia desde 1948, MAMBO, Bogotá, Editorial Norma, 1999. Ver también el ensayo
de Olga Cristina Agúdelo “Pintura, muerte y violencia”; contenido en: Arte, Memoria y Violencia,
Pilar Riaño y Suzanne Lacy. Corporación REGION, Medellín, 2003
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La exposición, construida con obras de arte que tienen como tema el destierro, -algunas
de éstas realizadas expresamente para la muestra-, con objetos testimoniales
pertenecientes a las comunidades y con fotografías de reporteros gráficos de diversos
lugares del mundo, así como con el valioso testimonio del fotógrafo colombiano Jesús
Abad Colorado como eje de la muestra gracias a su recorrido por el país acompañando a
las víctimas, es un ejercicio complejo y que deja agotado al espectador por la dificultad del
sujeto que aborda. Y si bien la exposición hizo un fuerte hincapié en el drama colombiano,
también quiso abordar el dolor de distintos conflictos para mostrarlo en su dimensión
universal, por lo cual los fotógrafos internacionales convocados exhiben su mirada del
drama de las mujeres violadas en Ruanda (Jonathan Torgovnik), de los refugiados y la
guerra en Israel (Nathan Dvir y Lori Grinker) o de los niños en medio de la guerra y como
partícipes de ésta, en Sierra Leona (Sarah Ferry).