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SESION N° 6

La Desertificación y sequía: una consecuencia directa en nuestras vidas

La desertificación es la degradación de los ecosistemas de tierras secas como


consecuencia de actividades humanas y de variaciones climáticas. Esta se
genera por la pérdida de cohesión del suelo debido a la supresión de plantas y
la cubierta de los árboles. La desertificación se da por la combinación de varios
factores, entre los cuales destacan los periodos de sequía prolongados, la tala
indiscriminada de árboles, la erosión generada por la actividad ganadera, la
agricultura intensiva, o por el viento y el agua .

En Perú, las principales causas de la desertificación se pueden clasificar según


región geográfica. En la Costa son la salinización del suelo, contaminación del
suelo por relaves mineros y erosión eólica e hídrica. En la Sierra, son el
sobrepastoreo, contaminación y erosión eólica e hídrica. Mientras que en la
Selva la principal causa de la desertificación es la erosión hídrica.

En el 2018 se estimaron 22 248 100 hectáreas de áreas degradadas en el


territorio peruano, cifra que corresponde al 17.5% de la superficie de Perú
(MINAM, 2020). Por ejemplo, en la costa peruana, Piura y Lambayeque son las
zonas más afectadas por la desertificación producto de la salinización . Es por
esto que el Ministerio de Ambiente tiene como meta al 2030 mantener o
disminuir dicha cifra de áreas degradadas.

La desertificación y la sequía requieren de mucha atención porque cuando la


tierra se degrada y pierde su productividad, la naturaleza se deteriora y
transforma. En consecuencia, aumentan las emisiones de gases de efecto
invernadero, disminuye la biodiversidad, y disminuyen también los espacios
silvestres que amortiguan la zoonosis (enfermedad infecciosa que ha pasado
de un animal a los humanos) y que nos protegen de fenómenos climáticos
extremos. Además, aumenta la dificultad de erradicar la pobreza y afecta la
estabilidad socioeconómica y el desarrollo sostenible.

Actualmente, la degradación de la tierra afecta el bienestar de hasta 3.200


millones de personas.

Recuperar las tierras para un futuro sostenible

Desde el Ministerio del Ambiente se ha implementado la “Estrategia Nacional


de Lucha Contra la Desertificación y la Sequía 2016-2030”, un instrumento de
gestión pública que promueve la participación y movilización de diferentes
actores —“públicos, privados, de la sociedad civil, de organizaciones sociales
de base, de instituciones científicas y académicas y de la cooperación al
desarrollo”. Además, tiene como objetivo general “prevenir y reducir la
desertificación, la degradación de la tierra y el impacto de la sequía en el
territorio nacional” .

En la misma línea, el MINAM —mediante la Dirección General de Cambio


Climático y Desertificación en la Neutralidad de la Degradación de las Tierras—
ha establecido 52 medidas enfocadas en “prevenir la erosión y mejorar el uso
de los suelos; reducir la pérdida de cobertura de bosques y biodiversidad; y
promover la conservación y la gestión sostenible de los recursos asociados a
las tierras”. Asimismo, con estas medidas se busca beneficiar a los ciudadanos
a través del “mantenimiento de ecosistemas saludables, el fortalecimiento de la
seguridad alimentaria y el desarrollo de capacidades de la población para hacer
frente al cambio climático” .

Restaurar las tierras contribuye a la creación de empleo, mayor seguridad


alimentaria, recuperación de biodiversidad y disminución del defecto del cambio
climático (detallado en la figura 2). Además, aporta a la recuperación verde
frente a la pandemia de COVID-19 al crear una barrera contra la zoonosis,
porque al recuperar paisajes naturales se disminuye el contacto directo entre
asentamientos humanos y la vida silvestre (Naciones Unidas, 2021).

En estos tiempos, recuperar la tierra productiva es muy urgente porque puede


contribuir a una rápida recuperación de la pandemia y garantizar la
supervivencia a largo plazo de las personas y el planeta.

SALINIZACION DE LOS SUELOS


Del suelo dependen numerosos servicios de los ecosistemas, como la
descomposición de desechos. Es hogar de miles de seres vivos, es filtro
natural del agua y de algunos minerales, y base de los cultivos con los que nos
alimentamos todos los días. Estas son algunas de sus funciones o servicios
que además dan origen al patrimonio cultural de cada región.
El suelo, como recurso natural, sufre de algunos problemas de ‘salud’ y uno de
los más comunes es la salinización. Se considera que un suelo es salino
cuando concentra excesos de sales, y el origen puede ser por causas naturales
o por la intervención del hombre.

Algunas de estas causas naturales se dan cuando el agua subterránea sube a


la superficie y al evaporarse deposita las sales que lleva disueltas, o cuando la
tierra es inundada por arroyos o ríos. Entre las acciones del hombre que
abonan a la salinización del suelo, se encuentran la deforestación, un mal
drenaje, riego con aguas saladas o con aguas residuales sin tratar.

Las consecuencias de esta enfermedad en el suelo se manifiestan con la falta


de nutrientes en las plantas, afectando su tamaño y color, así como la quema
de sus raíces. También se da lugar al efecto conocido como ‘plasmolisis’, que
es cuando la planta cede su agua al suelo, totalmente contrario a un proceso
natural.
Para contrarrestar la salinización del suelo se recomienda utilizar compostas,
regar con aguas de ríos o mantos acuíferos, ya que generalmente están libres
de sales y/o minerales; también se aconseja nivelar el suelo para evitar
estancamientos. Otro aliado podría ser la siembra de algunos cultivos como las
espinacas, alubias, fresas, cebollas y zanahorias, porque ayudan a detectar
esa enfermedad debido a su sensibilidad.

Cemento: el material más


destructivo de la Tierra
 Después del agua, el hormigón es el material más utilizado
en el planeta. Sus beneficios esconden enormes peligros
para el medioambiente y la salud

 En el tiempo que tardas en leer esta frase, la industria de


la construcción habrá llenado más de 19.000 bañeras de
cemento

 El cemento consume casi una décima parte del uso de


agua industrial. El 75% de este consumo se da en
regiones que sufren sequías.

En el tiempo que tardas en leer esta frase, la industria global


de la construcción habrá llenado más de 19.000 bañeras de
cemento. En un solo día habría llenado prácticamente la Presa
de las Tres Gargantas en China, las más grande del mundo.
En un año, hay suficiente cemento para convertir en patio
cada colina, valle, rincón y grieta en Inglaterra.

Después del agua, el cemento es la sustancia más utilizada en


la Tierra. Si la industria del cemento fuese un país, sería el
tercer país del mundo con más emisiones de dióxido de
carbono en el mundo con alrededor de 2.800 millones de
toneladas, solo superado por China y Estados Unidos.

El cemento nos protege de los elementos: de la lluvia sobre


nuestras cabezas, del frío en los huesos y del barro sobre
nuestros pies. Pero también sepulta inmensas extensiones de
tierra fértil, congestiona los ríos, ahoga hábitats y, actuando
como una segunda piel dura como una roca, nos aísla de lo
que está sucediendo fuera de nuestros fuertes urbanos.

Puede que ya hayamos superado el punto en que el hormigón


pese más que la masa de carbono de todos los árboles y
arbustos del planeta. En este sentido, nuestro entorno
construido está dejando atrás al natural. Sin embargo, a
diferencia de la naturaleza, el cemento realmente no crece,
sino que su principal cualidad es endurecerse y
posteriormente degradarse muy lentamente.

En ocasiones un firme aliado y en ocasiones un falso amigo,


el cemento puede resistir a la naturaleza durante décadas y
después, de pronto, amplificar su impacto. Sirvan de ejemplo
las inundaciones en Nueva Orleans tras el Huracán Katrina y
en Houston tras Harvey. En ambos casos, el cemento
empeoró la situación porque las calles urbanas y suburbanas
no podían absorber la lluvia y los desagües demostraron ser
totalmente inútiles para las nuevas situaciones extremas que
vive un clima perturbado.

Un monstruo sediento en zonas de sequía

El hormigón también magnifica el clima extremo del que nos


protege. Tomando todas las fases de la producción, el
cemento es responsable de entre el 4% y el 8% del
dióxido de carbono (CO2) mundial. Entre materiales, solo
el carbón, el petróleo y el gas son fuente más grande de
gases de efecto invernadero.

Pero otros impactos medioambientes son todavía más


incomprendidos. El cemento es un monstruo sediento que
consume casi una décima parte del uso de agua industrial.
Esto a menudo tensa el suministro de agua para beber y
regar porque el 75% de este consumo se da en regiones en
sequía o con estrés hídrico. En las ciudades, el hormigón
también contribuye al efecto 'isla de calor' al absorber el calor
del sol y atrapar gases expulsados por los vehículos y los
aparatos de aire acondicionado –aunque al menos es mejor
que el asfalto–.
Por otro lado, el cemento empeora el problema de la silicosis
y otras enfermedades respiratorias. El polvo de las reservas y
mezcladoras de hormigón levantado por el viento representa
hasta un 10% de las partículas gruesas que asfixian a
Delhi. Las canteras de piedra caliza y fábricas de cemento a
menudo también son fuente de contaminación, junto a los
camiones que transportan los materiales hasta los lugares de
construcción. A esta escala de producción, incluso la
adquisición de arena puede ser catastrófica –destrozando
muchas de las playas y cursos de los ríos del mundo–.
Además, esta forma de minería cada vez tiene más presencia
del crimen organizado y grupos asociados con violencia y
asesinatos.

Esto se relaciones con el impacto más grave, pero menos


comprendido del hormigón, que es que destroza
infraestructura natural sin reemplazar las funciones ecológicas
de las que depende la humanidad para la fertilización,
polinización, control de inundaciones, producción de oxígeno y
purificación del agua. Durante siglos, la humanidad ha estado
dispuesta a aceptar esta consecuencia medioambiental a
cambio de los indudables beneficios del cemento. Pero puede
que ahora la balanza se esté inclinando hacia la otra
dirección.

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