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La Convivencia Escolar: un ámbito de consistencia ética

MTRA. MA. LORENA LÓPEZ ANGULO*


MTRO. FRANCISCO JAVIER ÁVILA VARELA**

“El amor es la emoción que constituye el dominio de acciones en que nuestras


interacciones recurrentes con otro, hacen al otro un legítimo otro en la convivencia.
Las interacciones recurrentes en el amor amplían y estabilizan la convivencia; las
interacciones recurrentes en la agresión interfieren y rompen la convivencia. Por
esto el lenguaje, como dominio de coordinaciones conductuales consensuales, no
pueden haber surgido en la agresión que restringe la convivencia (...)"
Maturana 1997.

La UNESCO instituye desde un enfoque de derechos humanos, que una


educación de calidad para todos es entendida como un bien público, un derecho
humano esencial y una responsabilidad del conjunto de la sociedad, porque
debido a ella nos desarrollamos como personas y contribuimos al progreso de la
sociedad. Los rasgos característicos de un enfoque de la educación como derecho
humano fundamental, son su orientación al pleno desarrollo de la persona humana
y a la comprensión y convivencia pacífica.

Hablar de una educación así, es preocuparse y ocuparse por trabajar en una


educación para la democracia y la paz, lo cual supone la construcción de una
experiencia escolar formativa para desarrollar valores, actitudes, habilidades
socio-emocionales y éticas que son base de una convivencia social, donde todos
participan, comparten y se desarrollan plenamente como seres humanos.

En este contexto, quieren ser estas ideas un aporte que provoque una mirada
crítica y propositiva a la normativa y reglamentos disciplinarios de los
establecimientos pedagógicos, con el fin de estimular al cambio cualitativo en la
convivencia social de los mismos, asimismo, esbozar algunos elementos
orientadores para los profesionales de la educación interesados en mejorar la
convivencia, y en disminuir el problema actual que enfrentan las escuelas y que
impacta a la sociedad en su conjunto: los conflictos y la violencia escolar.

La escuela y el aula, constituyen espacios complejos en los cuales los niños y


jóvenes mexicanos, pasan por lo menos doce años de su vida, tiempo en que
cursan la educación básica. Allí no sólo acceden al dominio de las disciplinas
tradicionales, sino que también deben enfrentar la convivencia diaria con los
demás miembros del contexto escolar. Esto hace evidente la ineludible
intersección que tiene lugar entre los aspectos curriculares y los institucionales.

A la escuela le corresponde, entonces, enseñar formas de convivencia social e


institucional. Una de las maneras de hacerlo, tiene que ver con las ideas y
conceptos que propone y que los alumnos deben aprender como exigencia
curricular, pero en un ambiente relacional en donde no aprendan una temática,
sino a vivir y convivir, interacción mediada por el respeto a la dignidad humana.

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En nuestro país, las instituciones educativas públicas y privadas, se conducen
bajo los principios filosóficos de la educación en México expresados en la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la Ley General de
Educación y la Ley Estatal correspondiente. Cita el Artículo Tercero, “…la
educación contribuirá a la mejor convivencia humana, tanto por los elementos que
aporte a fin de robustecer en el educando, junto con el aprecio para la dignidad de
la persona y la integridad de la familia, la convicción del interés general de la
sociedad, cuanto por el cuidado que ponga en sustentar los ideales de fraternidad
e igualdad de derechos de todos los hombres, evitando los privilegios de razas, de
religión, de grupos, de sexos o de individuos” (Reformado mediante Decreto
publicado en el Diario Oficial de la Federación el 05 de Marzo de 1993).

La educación básica en nuestra nación, conformada por los niveles de Preescolar,


Primaria y Secundaria, plantea “[…] es necesaria una educación básica que
contribuya al desarrollo de competencias amplias para mejorar la manera de vivir y
convivir en una sociedad cada vez más compleja; por ejemplo, el uso eficiente de
herramientas para pensar, como el lenguaje, la tecnología, los símbolos y el propio
conocimiento; la capacidad de actuar en grupos heterogéneos y de manera
autónoma" (Reforma Integral de Educación Básica, 2009).

Sin embargo, a pesar de estos preceptos llevados a la práctica educativa, en la


actualidad cada vez con más frecuencia, se desencadenan conflictos en las
relaciones interpersonales en la trama de las instituciones, y ciertas situaciones
señaladas como violencia escolar, que causan angustia tanto en el personal
directivo como docente y más allá de sus límites.

Un conflicto es una confrontación entre dos o más personas cuyas ideas,


posiciones o intereses son incompatibles o son vividos como incompatibles. En los
conflictos desempeñan un papel importante las emociones y los sentimientos, y la
relación de las personas que mantienen el conflicto puede salir robustecida o
deteriorada dependiendo de cómo sea el proceso de resolución. Lederach, uno de
los autores más destacados de la teoría del conflicto, lo puntualiza así: “…proceso
natural a toda sociedad y un fenómeno necesario para la vida humana, que puede
ser un factor positivo en el cambio y en las relaciones, o destructivo, según la
manera de regularlo”, (Lederach, 2000).

¿Qué es la violencia escolar? De forma general, la definición puede abarcar las


categorías siguientes: violencia verbal, física, sexual y psicológica, exclusión
social, violencia contra la propiedad, violencia relacionada con robos; amenazas,
insultos, difusión de rumores (Smith, Morita, Junger-Tas, Olweus, Catalana, y
Slee, 1999, Smith, 2003), Olweus, (1989) la define como el “comportamiento
agresivo en el que el actor o autor utiliza su cuerpo o un objeto (incluso armas)
para causar daño o malestar (relativamente grave) a otro individuo”.

Este ambiente es alarmante, ya que los planteles educativos son espacios que
representan para los estudiantes un lugar donde poder educarse; un área en
donde aprendan individual y colectivamente, a ser reconocidos como personas
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con derechos a expresar sus necesidades y emociones. Un sitio, en donde
puedan aprender a convivir, sin violencia, respetando a todas las personas,
independientemente de cómo sean; esto es un objetivo básico de nuestro sistema
educativo nacional y local, pero también tiene que serlo de la sociedad en general
y de los diferentes agentes sociales.

Todo educando, sea cuál sea su edad, condición, origen, capacidad o cualquier
otra característica personal, tiene derecho a ser educado en un clima que le
ofrezca seguridad, armonía, confianza, y le permita desarrollar al máximo sus
potencialidades. Todo docente tiene derecho a ser apoyado y respetado en su
trabajo, con la autoridad que su función social exige. Por ello, el centro educativo
tiene que ser un lugar donde se pueda practicar y aprender la convivencia entre
diferentes, un lugar de relación del que queda excluido cualquier tipo de violencia,
discriminación o humillación, o agresión a la dignidad humana. Desde esta
perspectiva, se entiende por Convivencia Escolar la interrelación entre los
diferentes miembros de una institución educativa, que tiene incidencia significativa
en el desarrollo ético, socio afectivo e intelectual de alumnos y alumnas.

Al respecto, la realidad que se observa está quedando a distancia de tal


concepción, entonces vale reflexionar críticamente en torno a las siguientes
cuestiones ¿Qué sucede en algunos de los centros escolares mexicanos respecto
a la gestión de una convivencia saludable? ¿Por qué es importante que el docente
de educación básica conozca los principios filosóficos que orientan su profesión?
¿Qué relevancia tienen la permanencia y el respeto de los artículos 3°, 6° y 24° de
la Constitución Política, en la definición de la educación básica como un servicio
de orden público e interés social? Dar respuesta a estos planteamientos, nos
ofrecería argumentos para intentar abordar en profundidad el tema de la
convivencia y la violencia en la escuela, y reconocer que existe una preocupación
social progresiva con relación a este asunto.

No resulta fácil saber, sin embargo, si dicha preocupación se debe a que existe un
aumento real de las conductas violentas en el ámbito escolar (es decir, a que hay
más violencia), o a una mayor gravedad de sus resultados (casos más graves o
con mayores efectos), o a una mayor dificultad del personal directivo y docente
para gestionar los conflictos (dificultad de control), o una mayor difusión de
determinadas conductas que antes pasaban desapercibidas (mejor conocimiento
de los hechos), o a una mayor sensibilidad social respecto a lo que se considera
aceptable o reprobable. La violencia aparece en entornos institucionales, en donde
el contacto frecuente entre los participantes puede perpetuar los roles
estereotipados de dominación y sumisión (Ortega, 1994).

Diferentes razones implican esta situación: un número creciente de los alumnos


están carentes de motivación, o se aburren fácilmente, o no aceptan las normas y
reglas “impuestas”; muchos tienen entornos familiares complejos o sufren abusos
o acoso en su casa. Una importante fuente de conflicto entre los profesores y los
alumnos es el sistema de disciplina adoptado por la escuela. En este sentido,
varios programas de lucha contra la violencia escolar, destacan la importancia de
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los sistemas de disciplina para la contención de la violencia escolar (Olweus,
1999; O´Moore y Minton, 2004; Ortega, 2003; Ortega, del Rey, Sánchez, Ortega-
Rivera, Mora-Merchán, y Genebat, 2003; Ortega y Lera, 2000; Smith, 1997).

Pero también, los contextos sólidos como las escuelas, pueden crear condiciones
que fomenten las relaciones positivas en el proceso de convivencia, la acción de
vivir con los demás, con “… un espíritu de solidaridad, fraternidad, cooperación,
armonía, un deseo de entendimiento mutuo, el deseo de llevarse bien con los
demás, y la resolución de conflictos mediante el diálogo u otros medios no
violentos” (Ortega, del Rey, y Mora-Merchán, 2004, p. 169). En este orden es
importante enfatizar, que la convivencia constituye una construcción colectiva y es
responsabilidad de todos los miembros y actores educativos contribuir a ello.

En esta ambivalencia, trasladémonos a nuestras escuelas en donde tienen origen


algunos de los siguientes problemas percibidos en la convivencia escolar:

 Prácticas escolares discriminatorias y arbitrarias


 Aplicación de normas y reglamentaciones centradas en la conducta de los
estudiantes.
 Normas escolares desarticuladas de la misión de la escuela
 Ausencia de procedimientos justos de resolución de conflictos y desgaste
profesional docente
 Escasa participación de los actores en la organización que les representa
en la institución escolar

De entre ellos, es de interés profundizar en el problema relacionado con la


directiva de los alumnos. En los planteles educativos, se califica permanentemente
el comportamiento moral e intelectual de los niños y jóvenes, pero éstos no
quedan ajenos a este proceso, ellos se reconocen a sí mismos valorándose en
relación con lo vivido en su contexto social. He aquí la trascendencia de la tarea
educativa, pues los educadores reafirmamos con nuestro juicio crítico la auto
percepción que los alumnos construyen acerca de sí mismos, y éstos terminan
aceptando cada vez más estas apreciaciones externas, que llegan a conformar su
autoconcepto o autoestima en su tránsito por la educación básica.

Nuestras instituciones no pueden desentenderse de las consecuencias que


genera una baja autoestima dado que la misma suscita sentimientos de culpa,
coraje, rencor, ansiedad, angustia, furia, vergüenza, tristeza, rebeldía, y en
muchos casos, violencia en todas sus manifestaciones. Seamos concientes que si
la escuela no aborda este desafío apremiante, el estudiante que fracasa en ella
sale a buscar oportunidades de venta para “ofertar” esas capacidades, que la
institución escolar no ha sabido valorizar; oportunidades que compensan ese
vacío afectivo, e introducen en prácticas sociales mucho más enlazadas con la
violencia que con una convivencia armónica.

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Trasportémonos ahora al ámbito áulico, en donde bastantes de nuestros alumnos
adoptan el rol del indisciplinado, para que nuestra mirada docente, que tanto
necesitan emocionalmente, por lo menos se detenga en sus limitaciones, ya que
no logran capturar nuestra atención desde sus atributos. Aquí valdría preguntarse,
hasta que punto los centros educativos han dejado de atender tanto el aspecto
emocional como afectivo de niños y adolescentes, base para la construcción de su
identidad y su relación con los otros, y por la tanto, de una formación ética. “La
formación ética consiste en aportar las condiciones necesarias para que las
funciones cognitivas y afectivas puedan madurar y desarrollarse, es decir, ayudar
al estudiante a construir y madurar su pensamiento y sus emociones, para forjar
una conciencia ética que permita dar coherencia a sus ideas y acciones”
(MINEDU, Propuesta Pedagógica de Formación Ética: 2007)

La ética nos remite a los valores que la comunidad educativa ha establecido como
valores fundamentales en el proyecto educativo. Son los valores que impregnan la
misión y visión de la escuela, que establecen la relación entre los actores, orientan
los sentidos de la normativa escolar; definen criterios frente a procedimientos de
resolución de conflictos. De igual forma, es la ética consensuada, compartida,
conocida, que unifica y da sentido al conjunto de acciones, saberes y lenguaje a
los que los docentes dan vida a diario.

La Convivencia escolar: un ámbito de consistencia ética

La consistencia ética refiere a la coherencia entre los valores declarados y la


vivencia de ellos en el ámbito escolar. En otras palabras, a la coherencia y
consistencia entre el decir y el hacer pedagógico. A través de la convivencia
escolar se transmiten modelos —consciente o inconscientemente— a los niños,
niñas y jóvenes. Precisamente en las vivencias y expresiones del diario convivir, la
transversalidad de los valores es una cuestión ineludible, puesto que la escuela es
el primer espacio público de aprendizajes de códigos de vida comunitaria fuera de
la familia. Probablemente la escuela es el espacio en donde el tiempo se
transforma en historia y las relaciones humanas allí experimentadas se
transforman en modelo de convivencia social (MINEDUC: 2002).

La noción de calidad en la convivencia debe concebir la disciplina de un


ordenamiento de la vida en común, originada en los valores que identifican a la
comunidad educativa y formulada en base a la participación y a la integración. De
esa manera, no se trata de adherir la disciplina, sino de darle sentido formativo. En
ello encontramos las bases de la formación ciudadana y de la calidad de la
convivencia.

Entender la convivencia escolar como un espacio para el aprendizaje, la reflexión


y el crecimiento ético, es propósito que se desprende de la naturaleza misma de la
educación. Sin embargo, ello resulta arduo cuando el contexto en que se inserta la
escuela cruza una confusión ética y valorativa, como viene a ser el caso de
algunas de nuestras escuelas en México, en donde se evidencia una crisis de
valores manifestada también en el deterioro del clima escolar, así como en
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conductas violentas. Esta vista involucra procesos de análisis por parte de los
actores educativos, acerca de las normas que regulan la vida en las escuelas, en
México, generalmente estas se definen en reglamentos particulares –aula- y
generales –escuela-, ajustados más a lo que tienen o no permitido hacer los
estudiantes, y las sanciones a que se hacen acreedores ante su incumplimiento; lo
que les convierte en medios de regulación de conductas, y no como posibilidad de
construcción de aprendizajes de valores para la formación ética, referentes
básicos para asegurar un clima cálido e interacciones saludables dentro y fuera de
la clase, desde un enfoque socio afectivo.

Valores medulares para la formación ética

Convivencia Escolar
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Dinámicas de análisis y reflexión

Permiten trabajar distintos temas e identificar opiniones o conocimientos del grupo,


de manera ordenada. Algunas ayudan a promover una discusión sobre un tema
buscando la participación de todos, y otras facilitan la expresión de vivencias,
pensamientos y sentimientos para enriquecer las discusiones o espacios de
diálogo.

Enseguida se presenta a manera de ejercicio, dos dinámicas con esta orientación.


La primera para ser trabajada entre el colectivo escolar, la otra, con los
estudiantes en el contexto de educación básica.

1. Análisis de un caso de violencia escolar

Área de formación: Convivencia y disciplina escolar democrática

Propósito: que los participantes identifiquen qué saben del contexto de la


violencia escolar y reconozcan la importancia de crear una comunidad escolar
compresiva y que ofrezca apoyo en estas situaciones.

Materiales: papel imprenta, marcadores, cinta…



Inicio

El directivo en función de coordinador (a) de la dinámica, solicita a cada


participante describa de manera gráfica (cuadro, esquema, mapa…) un caso de
violencia escolar. Luego lo colocan en un lugar en donde se esté desarrollando la
sesión de trabajo.

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En colectivo, elaboran una definición de violencia escolar, misma que comparan
con la de algunos especialistas en el tema (material que llevará el coordinador), y
reelaboren su enunciación.

Desarrollo

El coordinador (a), mueve a la reflexión crítica sobre la importancia de tener como


escuela, una definición clara de violencia escolar, de igual forma, para una
intervención educativa y una aplicación de procedimientos formativos, así como la
necesidad de llevar a cabo un análisis de lo que ocurre en ella, relacionado con las
formas de gestionar la convivencia institucional.

Discuten grupalmente, con base en el caso de violencia graficado ¿Cuáles son


sus características notables? ¿Cuáles son los elementos que los distinguen?
¿Qué relación tienen con el reglamento escolar de la escuela? ¿Hasta que punto
la escuela contribuye a esta problemática?

Cierre

El análisis de escenario realizado por los participantes, permite conocer un


escenario real e identificar factores que crean la tensión de conflicto y violencia
escolar, además, proponer formas de atención.

2. Nuestras normas de convivencia:

Área de formación: Convivencia y disciplina escolar democrática.

Propósito: que los alumnos reconozcan que para convivir en un ambiente de


respeto de unos hacia otros, es necesario elaborar y llevar a la práctica, una serie
de normas dentro del aula como en el plantel educativo.

Materiales: papel imprenta, marcadores, cinta…

Inicio:

Se inicia la sesión con una canción, cuento o juego, reflexión, lectura, dibujos,
imágenes, presentación en diapositivas, a través del cual los alumnos sean
motivados en el tema de convivencia. A continuación el profesor o profesora,
pregunta si en sus casas hay reglas o normas que deben practicar.
Por ejemplo:
Secar el baño después de bañarse
Comer con el televisor apagado.
Lavar su plato y cubiertos después de utilizarlos
Acostarse a cierta hora.
Cambiarse el uniforme antes de comer.

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A partir de sus respuestas, dialogará con ellos para reflexionar por qué es
necesario que haya reglas en la casa.

Desarrollo:

Luego, promoviendo el diálogo y la participación activa, plantea las siguientes


preguntas. ¿A quién le gusta el orden? ¿Por qué les gusta el orden? ¿Qué sucede
cuando entran a un lugar que está desordenado? ¿Qué pasa cuando alguien de la
familia no es ordenado?

Hacer la comparación: ¿una casa desordenada es igual a una casa sin normas?,
¿por qué cada persona hace lo que quiere, sin importarle los demás? ¿Qué
consecuencias tiene para la convivencia?
El docente colocará en algún lugar del aula el papel extendido y anotará el título
“Normas de convivencia para el aula”.
Solicitará a los estudiantes que propongan que normas deben establecerse por el
bien de todos. Se puede iniciar proponiendo “Llegar puntualmente a clases” e
indicar por qué es bueno ser puntual; el docente debe promover aquellas normas
que impliquen una relación de respeto y afecto con los compañeros, por ejemplo
“Ayudar a mis compañeros”. También debe propiciar la participación de todos los
estudiantes, señalando la importancia de la colaboren en su construcción, ya que
conviven en ese espacio todos los días, durante las horas que duran las clases.

Los escolares ilustran en carteles las normas aprobadas y a continuación los


exponen en un ambiente del aula o de la institución educativa.

Cierre:

El profesor o profesora, refuerza la importancia de la participación de todos en el


establecimiento de normas dentro y fuera del aula, como una manera de aprender
a convivir armónicamente.

Durante el ciclo escolar:

Periódicamente a lo largo del año, en asamblea de aula, se revisa con los


estudiantes las normas propuestas y se analiza su pertinencia y utilidad para la
convivencia en su salón de clases. En base a este análisis, si es necesario se
reformulan o plantean otras con la participación de todos.

Propuesta de atención a la problemática expuesta:

 Enriquecimiento de las estrategias dialogales de manejo de conflictos, a


través de potenciar la autonomía de profesores o profesoras como
mediadores de situaciones conflictivas.

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 Diseñar e implementar programas de Convivencia Escolar, bajo un enfoque
de la Pedagogía de la Tolerancia.
 Adoptar un modelo de Convivencia Escolar en congruencia con las
manifestaciones de tensión presentes, con la implicación de toda la
comunidad educativa.
 Creación de una Comisión de Convivencia Escolar y el nombramiento de un
tutor de la misma, en las escuelas que decidan intervenir en la disminución
y prevención de la violencia.
 Incorporación de los temas de Conflictos y Violencia Escolar, así como
Convivencia Social y Escolar, en las actividades de formación continua y
profesionalización docente.
 Aceptación por parte de todos los actores educativos, de corresponsabilidad
en la generación de ambientes propios para el diálogo, la interacción grupal
y el aprendizaje.
 Elaboración de diagnósticos de convivencia en las diversas áreas
educativas.
 Fomentar lazos solidarios entre la escuela y la familia.
 Comenzar el cambio con nosotros, detonando con nuestros colegas formas
de relación interpersonales positivas que generen sinergia en los otros.

Compromiso de las autoridades educativas:

Desplegar orientaciones para generar una política de Convivencia Escolar y


actualización de procedimientos para la resolución pacífica de conflictos al interior
de las comunidades escolares.

Conclusiones:

 Las prácticas disciplinarias de la escuela, requieren ser revisadas a


la luz de lo que ocurre en el contexto escolar, para ello, es necesario
que toda la comunidad educativa se vea involucrada tanto en el
análisis de la situación general de convivencia de la institución, como
en el fortalecimiento de las relaciones interpersonales.
 Las situaciones de conflicto y de violencia escolar, deben analizase
desde los valores que la escuela promueve, como marco referencial
de juicio y patrón de orientación en la vida de los estudiantes.
 Abordar la temática de la convivencia en la escuela demanda,
forzosamente, no negar los conflictos y concebirlos como situaciones
problemáticas del accionar cotidiano, a resolver.
 Es fundamental promover climas institucionales favorables con
soportes normativos claros y explícitos, como así también alentar el
desarrollo de procesos participativos que contribuyan al
mejoramiento de los vínculos interpersonales y con efectos positivos,
en una optimización del trabajo pedagógico.

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 Evaluar la disciplina escolar, como un proceso de producción
colectiva de las normas que mida su calidad por el nivel de
participación, diálogo y consenso en el que puedan incluirse todos
 La escuela tiene que enseñar modos de convivencia social e
institucional. Una de las formas de hacerlo tiene que ver con las
ideas y conceptos que propone, mismos que los alumnos deben
aprender.
 Los profesionales de la educación del Siglo XXI, necesitamos ser
conscientes que para fomentar una buena convivencia y educar para
resolver los conflictos, tenemos que entender a éstos, como una
posibilidad educativa para la formación moral de los estudiantes.
 Los centros educativos que quieran intervenir para potenciar una
convivencia en el mutuo respeto, debe atender aspectos vinculados
a los focos de atención, especialmente en la dinámica relacional
entre el personal docente.
 Es imprescindible que en la escuela, se enseñe y aprenda a convivir
en la cotidianidad, desde un ámbito de consistencia ética.

Concluimos este ejercicio, con una reflexión que nos comparte Zabalza (2004) “las
escuelas que logran hacer retroceder la violencia, son aquellas que tienen un
proyecto pedagógico claro y definido y un equipo docente y de dirección de
calidad”.

BIBLIOGRAFÍA

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UNESCO (2008) Convivencia Democrática, Inclusión y Cultura de Paz. Lecciones


desde la Práctica Educativa Innovadora en América Latina. Chile.

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*Asesora Académica de la Dirección General de Unidades de la Universidad
Pedagógica Nacional de la Secretaría de Educación Jalisco.
Coordinadora Académica de la Maestría en Educación con Intervención en la
Práctica Educativa. Académica en la Unidad 145 de la Universidad Pedagógica
Nacional.

**Asesor Académico de la Dirección General de Unidades de la Universidad


Pedagógica Nacional de la Secretaría de Educación Jalisco.
Asesor Académico de la Maestría en Educación con Intervención en la Práctica
Educativa.

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