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VIVIMOS EN EL FUTURO PRONOSTICADO POR PHILIP K.

DICK, Y NO EN EL DE GEORGE
ORWELL NI EN EL DE ALDOUS HUXLEY

Os traduzco un interesante artículo de Henry Farrell leído en la web boston review 


Recomiendo leer estos posts de mi blog en relació n:

Falsos humanos creará n falsas realidades y se las venderá n a otros humanos, volviéndolos a su vez
falsificaciones de sí mismos 

La experiencia religiosa de Philip K Dick


   
Philip K. Dick y los falsos humanos

Esta no es la distopía que nos prometieron. No estamos aprendiendo a amar al Gran Hermano, que
vive, si es que vive, en un grupo de granjas de servidores, enfriadas por tecnologías respetuosas
con el medio ambiente. Tampoco hemos sido adormecidos por el Soma y la programació n
subliminal del cerebro en una nebulosa aquiescencia a las jerarquías sociales omnipresentes.

Las distopias tienden hacia fantasías de control absoluto, en las que el sistema lo ve todo, lo
conoce todo y controla todo. Y nuestro mundo es de hecho uno de vigilancia ubicua. Los teléfonos
y dispositivos domésticos producen rastros de datos, como partículas en una cá mara de nubes,
indicando nuestros deseos y comportamientos a compañ ías como Facebook, Amazon y Google. Sin
embargo, la informació n así producida es imperfecta y clasificada por algoritmos de aprendizaje
automá tico que a su vez cometen errores. Los esfuerzos de estos negocios para manipular
nuestros deseos nos llevan a una mayor complejidad. Cada vez es má s difícil para las empresas
distinguir el comportamiento que quieren analizar de sus propias manipulaciones y de las de los
demá s.

Esto no se parece al totalitarismo a menos que entrecierren los ojos con mucha fuerza. Como ha
sugerido el soció logo Kieran Healy, las críticas políticas radicales de las nuevas tecnologías a
menudo tienen un fuerte parecido familiar con los argumentos de los impulsores de Silicon Valley.
Ambos asumen que la tecnología funciona como se anuncia, lo que no es necesariamente cierto en
absoluto.

Las utopías está ndar y las distopias está ndar son cada una perfecta después de su propia moda
particular. Vivimos en un mundo que se está desarrollando la tecnología de una manera que hace
cada vez má s difícil distinguir a los seres humanos de las cosas artificiales. El mundo que Internet
y los medios sociales han creado es menos un sistema que una ecología, una proliferació n de
nichos inesperados y entidades creadas y adaptadas para explotarlas de manera engañ osa. Las
grandes arquitecturas comerciales está n siendo colonizadas por pará sitos casi autó nomos. Los
estafadores han construido algoritmos para escribir libros falsos desde cero y vender en Amazon,
compilando y modificando textos de otros libros y fuentes en línea como Wikipedia, para engañ ar
a los compradores o para aprovechar las lagunas en la estructura de compensació n de Amazon.
Gran parte del sistema financiero mundial está compuesto por sistemas automatizados de bots
diseñ ados para inspeccionar continuamente los mercados en busca de oportunidades fugaces de
arbitraje. Los programas menos sofisticados plagan los sistemas de comercio en línea como eBay y
Amazon, ocasionalmente con consecuencias extraordinarias, como cuando dos bots en guerra
ofertan el precio de un libro de biología hasta $23,698,655.93 (má s $3.99 de envío).

En otras palabras, vivimos en el futuro de Philip K. Dick, no en el de George Orwell o el de Aldous


Huxley. Sus mundos imaginarios se juntan con retazos extrañ os de los añ os cincuenta y sesenta en
una California con cohetes, drogas y especulació n social. Dick escribía habitualmente con prisa y
por dinero, y a veces bajo la influencia de las drogas o de una revelació n religiosa personal
reciente y urgente. 

Sin embargo, lo que capturó con genio fue el malestar ontoló gico de un mundo en el que lo
humano y lo abhumano, lo real y lo falso, se confunden. Como Dick describió su trabajo (en el
ensayo inicial de su colecció n de 1985, I Hope I Shall Shall Arrive Soon):
"Los dos temas bá sicos que me fascinan son:"¿Qué es la realidad?". y "¿Qué constituye al auténtico
ser humano?" Durante los veintisiete añ os que llevo publicando novelas e historias, he investigado
estos dos temas interrelacionados constantemente".

Estas obsesiones tenían sus raíces en la compleja y siempre cambiante mitología personal de Dick
(en la que era perfectamente plausible que el mundo "real" era falso, y que todos vivíamos en
Palestina en algú n momento del primer siglo después de Cristo). Sin embargo, también se basaban
en un gran interés por los procesos a través de los cuales la realidad se construye socialmente.
Dick creía que todos vivimos en un mundo donde "las realidades falsas son fabricadas por los
medios de comunicació n, por los gobiernos, por las grandes corporaciones, por grupos religiosos,
por grupos políticos, y el hardware electró nico existe para entregar estos pseudo-mundos
directamente a las cabezas del lector". É l argumentaba lo siguiente:
"el bombardeo de pseudo-realidades comienza a producir humanos inauténticos muy
rá pidamente, humanos espurios, tan falsos como los datos que les presionan por todos lados. Mis
dos temas son realmente un solo tema; se unen en este punto. Las realidades falsas creará n
humanos falsos. O bien, los seres humanos falsos generará n realidades falsas y luego las venderá n
a otros seres humanos, convirtiéndolas, eventualmente, en falsificaciones de sí mismos. Así que
terminamos con humanos falsos inventando realidades falsas y luego vendiéndolas a otros
humanos falsos".

En los libros de Dick, lo real y lo irreal se contagian entre sí, de modo que se hace cada vez má s
imposible diferenciarlas. Los mundos de los muertos y los vivos se fusionan en "Ubik" (1969), las
experiencias de un niñ o perturbado infectan el mundo que lo rodea en "Martian Time-Slip" (1964)
y las alucinaciones consensuadas basadas en drogas se convierten en el vector de una inteligencia
alienígena invasora en "Los tres estigmas de Palmer Eldritch" (1965). Los humanos son imitados
por los androides malignos en "Do Androids Dream of Electric Sheep?" (1968) y "Second Variety"
(1953); por extranjeros en "The Hanging Stranger" (1953) y "The Father-Thing" (1954); y por
mutantes en "The Golden Man" (1954).

Esta preocupació n por los mundos irreales y las personas irreales llevó a una consecuente
preocupació n por la dificultad cada vez mayor de distinguir entre ellos. Las fá bricas sacan a relucir
el falso americano en "The Man in the High Castle" (1962), reflejando el problema de vivir en un
mundo que no es, de hecho, el real. Los empresarios construyen androides cada vez má s humanos
en "Do Androids Dream of Electric Sheep?", razonando que si no lo hacen, entonces sus
competidores lo hará n. Descubrir qué es real y qué no lo es no es fá cil. Herramientas científicas
como la famosa prueba Voight-Kampff en "Do Androids Dream of Electric Sheep?" (y Blade
Runner, la película de Ridley Scott de 1982 basada vagamente en ella) no funciona muy bien,
dejá ndonos con poco má s que esperanza en alguna fuerza mística -el I Ching, Dios en una lata de
spray, una bruja marciana del agua- para guiarnos de vuelta hacia lo real.

Vivimos en el mundo de Dick, pero con pocas esperanzas de intervenció n o invasió n divina. El
mundo en el que nos comunicamos e interactuamos a distancia está cada vez má s lleno de
algoritmos que parecen humanos, pero no son personas falsas generadas por realidades falsas.
Cuando Ashley Madison, un sitio de citas para las personas que quieren engañ ar a sus esposos, fue
hackeado, resultó que decenas de miles de mujeres en el sitio eran "fembots" falsos programados
para enviar millones de mensajes informales a los clientes masculinos, con el fin de engañ arlos
para que crean que estaban rodeados por un gran nú mero de parejas sexuales potenciales. 

Es probable que estos problemas só lo empeoren a medida que el mundo físico y el mundo de la
informació n se interpenetran cada vez má s en un Internet de Cosas (mal funcionamiento). Muchos
de los aspectos del mundo futuro de Joe Chip en Ubik parecen horrendamente anticuados a la vista
moderna: el papel arcaico de las mujeres, la suposició n de que casi todo el mundo fuma. Sin
embargo, la puerta del apartamento de Joe -que discute con él y se niega a abrir porque no le ha
pagado la propina obligatoria- suena ominosamente plausible.

Esta invasió n de lo real por lo irreal ha tenido consecuencias para la política. Las realidades
alucinatorias en los mundos de Dick -la religió n empá tica de "Do Androids Dream of Electric
Sheep?", los mundos producidos por las drogas de "The Three Stigmata of Palmer Eldritch", el
reino casi tibetano de la muerte budista de "Ubik"- son experimentadas por muchas personas,
como los programas de televisió n de la América de Dick. Pero como la televisió n en red ha dado
paso a Internet, se ha vuelto fá cil para la gente crear su propia mezcla idiosincrá tica de fuentes. El
consenso mediá tico impuesto que Dick detestaba se ha convertido en una miríada de realidades
diferentes, cada una con sus propios supuestos y hechos parcialmente compartidos. A veces esto
crea una tragedia o casi una tragedia. El pistolero engañ ado que irrumpió en la pizzería Comet
Ping Pong de Washington, D. C., había sido convencido por las webs de conspiració n que era el
centro coordinador de la red de trá fico sexual de niñ os de Hillary Clinton. 

Estos mundos fracturados son má s vulnerables a la invasió n por parte de los no-humanos. Muchas
cuentas de Twitter son bots, a menudo con los nombres y fotografías robadas de mujeres jó venes
increíblemente hermosas, buscando lanzar este o aquel producto (un estudio académico reciente
encontró que entre el 9 y el 15 por ciento de todas las cuentas de Twitter son probablemente
falsas). Twitterbots varían en sofisticació n desde cuentas automatizadas que no hacen má s que
retwitear lo que otros bots han dicho, hasta sofisticados algoritmos que despliegan los llamados
"ataques Sybil", creando identidades falsas en redes peer-to-peer para invadir organizaciones
específicas o degradar tipos particulares de conversació n.

Twitter no se ha convertido en un verdadero medio de comunicació n masiva, pero sigue siendo


extraordinariamente importante para la política, ya que es donde muchos políticos, periodistas y
otras elites recurren para obtener sus noticias. Un proyecto de investigació n sugiere que
alrededor del 20 por ciento de la discusió n política mensurable en torno a las ú ltimas elecciones
presidenciales provino de bots. Los humanos no parecen ser mejores detectando bots que
nosotros en la novela de Dick, detectando replicantes androides: la gente es tan propensa a
retwitear el mensaje de un bot como el mensaje de otro ser humano. Lo má s notorio es que el
actual presidente de Estados Unidos ha retomado recientemente un mensaje halagador que
parece provenir de un bot muy conectado a una red de otros bots, que algunos creen estar
controlados por el gobierno ruso y utilizados con fines propagandísticos. 

En sus novelas, Dick estaba interesado en ver có mo reacciona la gente cuando su realidad
comienza a desmoronarse. Un mundo en el que lo real se confunde con lo falso, para que nadie
sepa dó nde termina uno y dó nde comienza el otro, está maduro para la paranoia. La consecuencia
má s tó xica de la manipulació n de los medios sociales, ya sea por parte del gobierno ruso o de
otros, puede no tener nada que ver con su éxito como propaganda. En cambio, es que siembra una
desconfianza existencial. La gente simplemente ya no sabe qué o a quién creer. Los rumores
difundidos por Twitterbots se funden en otros rumores sobre la ubicuidad de Twitterbots, y si
esta o aquella tendencia está siendo impulsada por algoritmos malignos en lugar de por seres
humanos reales. 

Semejante falsedad generalizada es especialmente explosiva cuando se combina con nuestras


políticas fragmentadas. El término favorito de los liberales (en su versió n norteamericana, es decir
del partido demó crata) para referirse a la maquinaria propagandística de la derecha,"fake news",
ha sido rechazado por los conservadores, que tratan las noticias convencionales como propaganda
y, por lo tanto, las ignoran. En el anverso, puede ser má s fá cil para muchas personas de la
izquierda liberal culpar a la propaganda rusa de las ú ltimas elecciones presidenciales que aceptar
que muchos votantes tenían un concepto de Estados Unidos muy diferente al que tienen. 

Dick tenía otras obsesiones, sobre todo la política de Richard Nixon y la Guerra Fría. No es difícil
imaginarlo escribiendo una novela que combina un magnate inmaduro y depredador (medio Arnie
Kott, medio Jory Miller) que se convierte en el presidente de los Estados Unidos, manipulació n
política rusa secreta, una invasió n de inteligencias robó ticas sin empatía que se hacen pasar por
seres humanos, y una ruptura en nuestra comprensió n compartida de lo que es real y falso. 

Estos diferentes elementos probablemente no se concordarían particularmente bien, pero como


en las mejores novelas de Dick, el conjunto podría seguir funcionando, de alguna manera. De
hecho, es en las incongruencias de las novelas de Dick donde se encuentra la salvació n (incluso en
su peor momento, conserva un sentido del humor). Obviamente, es menos fá cil ver la broma
cuando uno está viviendo a través de ella. 

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