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El término eutanasia proviene de las voces griegas eu = bueno y thanatos = muerte, por

lo que su significado etimológico es “buena muerte”. Actualmente, este término hace


referencia al acto de acabar con la vida de otra persona a petición suya con el fin de
minimizar el sufrimiento.

De acuerdo con la Organización Mundial de Salud (OMS), no existen definiciones


precisas de la eutanasia (es decir, sin ambigüedad), pero las definiciones existentes
tienen varios elementos en común. La mayoría de especialistas restringen su definición
a la eutanasia directa o “activa”, que se puede definir como "el acto deliberado de poner
fin a la vida, a petición propia o de algún familiar”.

En un influyente artículo sobre el tema, James Rachels, profesor de filosofía moral de la


Universidad de Miami, señala que tradicionalmente se ha distinguido entre dos tipos de
eutanasia: la activa y la pasiva. La primera, se refiere a la acción de producir la muerte
del paciente a pedido de este, generalmente a través de una inyección letal. La segunda,
se refiere al hecho de omitir acciones para prolongar la vida del paciente. En ambos
casos, la eutanasia requiere de la aprobación del médico y el pedido explícito de un
paciente competente, es decir, que esté en condiciones que le permitan ser consciente de
la decisión de realizar la eutanasia.

Además de la eutanasia, existe otra forma mediante la cual el paciente puede optar por
poner fin a su vida: el suicidio asistido. Este se refiere a la situación en que el médico
provee una medicina inyectable a solicitud explícita de un paciente, la cual luego será
utilizada de forma independiente por este. En dicho caso, a diferencia de la eutanasia, el
médico no interviene de manera directa en el fin de la vida del paciente.

Actualmente, la eutanasia activa es legal solo en cinco países: Países Bajos, Canadá,
Bélgica, Luxemburgo y Colombia. Veamos a continuación cuál es la situación de la
eutanasia en esos países y en el Perú.

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