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Debate Contemporáneo en Educación II

Autor-Compilador:
Maestría en Educación (Modalidad a Distancia)
Maestría en Educación
Universidad ARCIS
Programa Certificado por CPEIP
Centro de Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas
Of. Registro Público Nacional de Perfeccionamiento
República de Chile
Ministerio de Educación

Universidad ARCIS
Libertad 53 / Santiago de Chile
www.uarcis.cl

Fundación Universitaria del Área Andina


Centro de Educación a Distancia
Cra 14A Nº 70A - 14 Bogotá D.C., Colombia
Tels: 2124244 Ext: 127-128
Cel: 310 553 46 68
e-mail: maestrias@areandina.edu.co
www.areandina.edu.co

* Sólo uso con fines educativos


Índice
I Programa de la Asignatura 5

Presentación 5
Objetivos 12

Unidad I: Las nuevas tecnologías de la información y la generación 13


del conocimiento
1.1. Estado de la cuestión 13
1.2. El nacimiento de las nuevas tecnologías: los años sesenta 16
1.3. Las visiones ideológicas sobre las NTI 20
1.4. La ciudad aldea digital y sus problemas 26
1.5. Las nuevas tecnologías y el ejercicio del poder 30
1.6. Los nuevos yacimientos de empleo 33
1.7. Papel de la educación 35
1.7.1. La educación en la economía 36
1.7.2. Perfil del educador 37
1.7.3. Nuevo papel docente y nuevo modelo de formación docente 39
1.8. Sociedad del conocimiento y estrategias (o tácticas) educativas 42
1.9. Educación en la nueva sociedad: contenido y condiciones del 44
problema

Unidad II: El problema del conocimiento como paradigma: una 49


ontología de la fluidez
2.1. Hacia una ontología de la fluidez 50
2.2. Globalitarismo y sociedad del riesgo 55
2.3. Del muro a la red; de lo sólido a lo electrónico 56
2.4. Crisis de la razón, crisis del desencanto 58
2.5. De dónde el fin de las racionalidades globales coincide con la veneración 61
de la técnica
2.6. Un cambio en el tiempo y el espacio 63
2.7. ¿Hay un nuevo sujeto en la educación de la ontología de la 64
fluidez?
2.8. Ruptura, epistemología y fluidez 66
2.9. De dónde se pretende cerrar algunos textos anteriores 70

II Compilación Bibliográfica 74

Lectura Nº 1 74
Toledo, Edgardo; Silvana Comba, Tecnologías de comunicación e
ideología
Lectura Nº 2 86
Gubern, Roman, “De la caverna a la electrónica. La herencia del cazador”,
en: El eros electrónico
Lectura Nº 3 88
Gubern, Roman, “La escena y el laberinto”, en: Del bisonte a la realidad
virtual
Lectura Nº 4 108
Gubern, Román, “Claustrofilia versus agorafilia en la sociedad
postindustrial”, en: El simio Informatizado
Lectura Nº 5 119
Salinas Ibáñez, Jesús, Enseñanza flexible, aprendizaje abierto. Las redes
como herramientas para la formación
Lectura Nº 6 127
Torres del Castillo, Rosa María, “Nuevo papel docente ¿qué modelo de
formación y para qué modelo educativo?”, Documento preparado para la
decimotercera semana monográfica Aprender para el futuro: nuevo marco
de la tarea docente
Lectura Nº 7 143
Castells, Manuel, “El espacio de flujos”, en: El surgimiento de la
sociedad de redes
Lectura Nº 8 175
García Selgas, Fernando J., “Preámbulo para una ontología de la fluidez
social: La teoría de la sociedad de la información como crónica de una
transición ontológico-política”
Lectura Nº 9 193
Beck, Ulrich, La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad
Lectura Nº 10 207
Turkle, Sherry, La vida en la pantalla. La construcción de la identidad en
la era de Internet. (Fragmento)

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I Programa de la Asignatura
Introducción

Asumiendo la post modernidad como una condición1 inevitable, tal como la plantea
Lyotard, entonces el debate actual no es tanto contra el postmodernismo, sus autores y sus
principales características, que Lipovetsky identifica como el “ocaso del deber”2 y el
predominio del individualismo, sino al interior de esta condición ineludible. Si la condición
postmoderna arrasó con las certezas que la modernidad bien o mal nos brindaba, la
búsqueda de nuevas certezas sobre las cuales reconstruir la realidad parece ser el nuevo
debate. En efecto, desde Alain Touraine hasta Taichy Sakaya, pasando por Gilles Deleuze y
otros autores como Jacques Derrida, se asume un cierre de época.3 Incluso quienes
sostienen que más que post modernidad se vive una exacerbación de ésta, sostienen que se
vive un post, un algo que dejó atrás la sociedad caracterizada por la racionalidad
instrumental, el fordismo y un sujeto “duro”, claramente caracterizable. La edad y el

1
Nos permitimos recordar que la idea de “condición” remite a las transformaciones culturales que han
afectado las reglas de la ciencia, la literatura y las artes. Lyotard se refiere a la crisis de los relatos; entendidos
estos últimos como discursos legitimadores de ciertas verdades parciales que han permitido un alto grado de
certidumbre. Por ejemplo, los conceptos del Siglo de las Luces: paz, igualdad, libertad, fraternidad.
2
Después del desplome de las Torres Gemelas la reflexión de Lipovetsky se hace pertinente: “No sólo
consumimos objetos y películas, sino también la actualidad escenificada, lo catastrófico, lo real a distancia. La
información se produce y funciona como animación hiperrealista y emocional de la vida cotidiana, como un
show semiangustiante semirecreativo que da ritmo a las sociedades individualistas del bienestar. La liturgia
austera del deber se ha ahogado en la carrera jadeante de la información, en el espectáculo y en el suspense
posmoralista de las noticias”. La ética indolora de los nuevos tiempos democráticos. Barcelona, Anagrama,
p.54.
3
Es posible que esta sensación también tenga que ver con el ánimo fini secular. Si bien es una comparación
muy menor, en la literatura del Siglo XIX, en autores tan diversos como Chéjov, Baudelaire y Proust, se
presenta esa sensación de una época que se acaba y de la que es preciso rescatar algo. En nuestro ámbito
cultural, también se presentó en la Generación Española de 1898. Antonio Machado siente el fin de época, de
la España que le había dado todas sus certezas y de su aplastamiento por otra potencia: ruda, nueva, inculta:
Estados Unidos. En “A orillas del Duero”, Machado escribía: “Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta
en sus andrajos desprecia cuanto ignora. ¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada recuerda, cuando
tuvo la fiebre de la espada? Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira; cambian la mar y el monte y el ojo
que los mira. ¿Pasó? Sobre sus campos aún el fantasma yerra de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra.
La madre en otro tiempo fecunda en capitanes madrastra es hoy apenas de humildes ganapanes. Castilla no es
aquella tan generosa un día, cuando Mio Cid Rodrigo el de Vivar volvía, ufano de su nueva fortuna y su
opulencia, a regalar a Alfonso los huertos de Valencia”; También Rubén Darío en “Cantos de Vida y
Esperanza” (1905) traslucía ese descontento por una expansión del “modo de ser” norteamericano: “...Sois
ricos. Juntáis al culto de Hércules el culto de Mammón; y alumbrando el camino de la fácil conquista, la
Libertad levanta su antorcha en Nueva York.
Mas la América nuestra, que tenía poetas desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl, que ha guardado las
huellas de los pies del gran Baco, que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió; que consultó los astros, que
conoció la Atlántida, cuyo nombre nos llega resonando en Platón, que desde los remotos momentos de su vida
vive de luz, de fuego, de perfume, de amor, la América del gran Moctezuma, del Inca, la América fragante de
Cristóbal Colón, la América católica, la América española, la América en que dijo el noble Guatemoc: ‘Yo no
estoy en un lecho de rosas’; esa América que tiembla de huracanes y que vive de Amor, hombres de ojos
sajones y alma bárbara, vive. Y sueña. Y ama, y vibra; y es la hija del Sol. Tened cuidado. ¡Vive la América
española! Hay mil cachorros sueltos del León Español. Se necesitaría, Roosevelt, ser Dios mismo, el Riflero
terrible y el fuerte Cazador, para poder tenernos en vuestras férreas garras. Y, pues contáis con todo, falta una
cosa: ¡Dios!” Rubén Darío, 1904, Cantos de vida y esperanza.

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episteme de la razón pura, ha terminado o por lo menos se ha eclipsado.4 El marco de este
debate parece ser la llamada globalización.5

Globalización y mundialización

La palabra globalización pertenece desde ya a ese género de términos que


Edgard Morin, hace más de una década, bautizó como vocablos-amiba.6
Entendía así a una serie palabras que, amparadas en el prestigio de alguna
disciplina académica o escuela de pensamiento —inconsciente, crisis,
paradigma—, comienzan a circular intensamente por el mundo sin que nadie
termine de precisar ni qué significa ni en qué sentido la está usando. También
hemos usado el concepto naturalización para referirnos al fenómeno.
El término globalización se usa para denominar a un proceso que pone en juego
las relaciones de poder entre los Estados más fuertes del planeta, los más
grandes consorcios económicos y el resto de las naciones del mundo. El término
podría incluirse también entre los vocablos-demonio. Es decir, aquellos que —
como imperialismo, agente de la CIA, castrocomunismo o, más recientemente,
neoliberalismo— se convierten en moneda de curso corriente ya no para
designar un proceso, sino para satanizar determinados puntos de vista con los
que no se quiere dialogar.
De una parte, para un cierto tipo de pensamiento de izquierda tradicional, se ha
convertido en el Infierno al que se le atribuye la fuente de todos los males del

4
Sobre el episteme: Aristóteles abordó la cuestión clasificando el conjunto del saber en tres modalidades: un
saber técnico o productivo (episteme poietiké), un saber práctico o prudencial (episteme praktiké) y un saber
contemplativo o especulativo (epsiteme theoretiké). Todos ellos constituyen saber o conocimiento (episteme)
porque no se quedan en la mera familiaridad con el “qué” de las cosas que se gana a base de experiencias
repetidas y rutinas interiorizadas —hasta aquí llega el experto o perito, el hombre experimentado o con
pericia, que no puede enseñar lo que sabe porque propiamente no lo sabe—,sino que avanzan hasta los “por
qués”, a la comprensión de los principios y razones que determinan esas cosas, la cual se gana por mediación
únicamente de la inteligencia superior, que opera con relaciones abstractas y lenguaje —y aquí sólo llega el
sabio, que es el que propiamente sabe y puede enseñar con palabras. En la modernidad, Kant elabora un
sistema a priori para fundamentar el conocimiento, pero un sistema que no tiene en cuenta la mediación del
lenguaje y supone un sistema atribuido a un sujeto trascendental atemporal y ahistórico, Foucault piensa en la
constitución del saber desde el a priori del lenguaje (o del discurso) y desde un a priori histórico. Nuestro
saber se constituye desde el lenguaje, y sus principios a priori cambian epocalmente. Foucault denomina
episteme, el conjunto de las relaciones que pueden unir, en una época determinada, las prácticas discursivas
que dan lugar a unas figuras epistemológicas, a unas ciencias, eventualmente a unos sistemas formalizados; el
modo según el cual en cada una de esas formaciones discursivas se sitúan y se operan los pasos hacia la
epistemologización, a la cientificidad, a la formalización. El estudio de las prácticas discursivas es la
arqueología. Más tarde Foucault agregará que el discurso se articula con el poder. Es decir, agrega la
perspectiva genealógica.
5
La definición del “Diccionario” es que la globalización es la “Tendencia de los mercados y de las empresas
a extenderse, alcanzando una dimensión mundial que sobrepasa las fronteras nacionales”. El Informe de 1989
del PNUD (Programa de Naciones Unidas sobre Desarrollo Humano) entiende que, por sobre las Naciones
han surgido “nuevos actores” que poseen más poder que muchos Estados y que “Las estructuras y los
procesos para hacer política global no son representativos. Las estructuras económicas dominantes —FMI,
Banco Mundial, G-7, G-10, G-22, OCDE, OMC— son dominadas por los países grandes y ricos, dejando a
países pobres y a gente pobre con poca influencia y poca voz, por la carencia de la calidad de miembro o por
la carencia de la capacidad para la representación y la participación eficaces. Hay poca transparencia en las
decisiones, y no hay un foro estructurado para que las instituciones civiles de la sociedad expresen sus
opiniones”. Ver /www.local.attac.org/sevilla/faq/globalizacion.php
6
Illich, Iván, Alternativas II, España, Editorial Planeta, 1988, p.120.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 6


presente y del futuro: el fin de las diferencias culturales, el crecimiento
vertiginoso de la pobreza y las diferencias sociales en el mundo, la pérdida de
las democracias y de la soberanía de los países con Estados Nacionales débiles o
atípicos. En cambio, para muchos representantes del pensamiento liberal que
confían —por aquello de la mano invisible— en la capacidad del mercado sin
barreras para ordenar y hacer más grandiosa, eficaz y próspera la vida del futuro,
se ha convertido en una Tierra Prometida y Paraíso Celestial, ante los cuales vale
la pena oficiar como profetas.
Los hechos recientes del fin de siglo —la caída del bloque socialista; la
emergencia de las economías del Pacífico; el resurgimiento de los nacionalismos
en Europa Central y Oriental, y en Asia y el Medio Oriente; el fracaso de los
experimentos neoliberales en Argentina, México, Brasil y Venezuela; el
crecimiento vertiginoso de la pobreza en el planeta— nos han dejado como
lección básica el cultivo de una meticulosa desconfianza hacia todo discurso
cerrado o fanático, y por tanto totalitario, que sugiera una visión unidireccional
de la Historia y que postergue el tema del bienestar de las mayorías para un
futuro hipotético, “cuando el modelo haga sus correcciones y ajuste mejor sus
piezas”.
A este pensamiento es que Isiah Berlin llamaba “pensamiento erizo”. Pero eso
no puede cerrar la posibilidad de un acercamiento al pensamiento de la post
modernidad y de la “Sociedad del Conocimiento”, tan asociadas discursivamente
al tema de la “Globalización”.
El concepto de “mundialización”, en cambio, es cultural. Escapa a lo
directamente económico y financiero y se asocia a lo político y lo cultural. Nos
referimos al cada vez mayor peso que sobre el mismo tienen las transacciones
financieras frente a las estrictamente productivas. De hecho, se calcula que el
monto total de las operaciones efectuadas en las principales plazas financieras de
Estados Unidos y Europa alcanzaría 1 billón 300 mil millones de dólares diarios,
frente a los entre 10 y 20 mil millones de hace 25 años. El volumen de las
operaciones de cambio es 50 veces más importante que el del comercio mundial
de bienes y servicios. Las transacciones especulativas representan el 95% del
total de la actividad de los mercados de cambios. En los EE.UU. el 40% de las
rentas de los ciudadanos provienen de las rentas financieras. En resumen: una
producción mundial que disminuye junto un comercio mundial con un
crecimiento que dobla y triplica el de la producción, una inversión directa de
capitales extranjeros con un ritmo de aumento quizá triple al del comercio y una
inversión especulativa que dobla a la productiva”
Este proceso está directamente ligado a los avances técnicos en el ámbito de la
comunicación, ya que éstos han permitido una vertiginosa rapidez y una casi
total inmediatez en los intercambios financieros.
Las posibilidades que ofrece la Internet, y el carácter mundial que adquiere esta
misma comunicación, han sido elementos fundamentales en el propio proceso de
financiarización de la economía. La revolución en el campo de la comunicación
ha favorecido, sin duda, el surgimiento de un entramado, de una red financiera
global, en línea (on-line) que mantiene en continua relación las principales
plazas económicas del planeta. Los científicos y las tecnologías han conseguido
lo que hace mucho tiempo intentaban, sin éxito, los militares y los hombres de
estado: el imperio global. El mercado ya era —como lo notaron Adam Smith y
Carlos Marx, global. Los mercados de capitales, productos y servicios, gestión y
técnicas de fabricación, son ya, todos ellos, global por naturaleza. Se adoptan
medidas en el campo de la política para eliminar cualquier obstáculo a la nueva

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economía financiera. El término que nombra a esta exigencia política es el de
“liberalización”.7
Liberalizarlo todo, el comercio, las finanzas, el trabajo, las comunicaciones,
etcétera, es no ya una sugerencia sino una absoluta y total obligación que debe
asumir todo aquél que defienda una concepción “moderna” de la política, alejada
por tanto de planteamientos trasnochados y visionarios. Por supuesto, el orden
político que de aquí surge es un orden unificado, mundial, en el cual, se dice, el
Estado-nación que hasta ahora habíamos conocido sufre importantes
mutaciones, hasta el punto de que estaría abocado a su misma desaparición. Es
decir, sin la generalización de las políticas de liberalización, sin la continua
desreglamentación y los masivos procesos de privatizaciones y sin la imposición
de políticas supranacionales establecidas por organismos independientes de los
propios estados, la globalización financiera no habría podido llegar a concretarse
en los niveles en que lo ha hecho. La liberalización, presentada como
modernización o racionalización, se convierte en un proceso de uniformización
o mundialización.
El mismo estilo de vida semejante se impone de una punta a otra del planeta,
difundido por la industria de la cultura, por la “cultura de masas”. Los mismos
productos: las mismas películas, las mismas series televisivas, las mismas
informaciones, las mismas canciones, los mismos ídolos, la misma publicidad,
las mismas mercancías, los mismos vestidos, los mismos coches. En este sentido
se ha usado otro término: “Mcdonalización de la sociedad”, término mediante el
cual se quiere describir el proceso de extensión a todos los ámbitos sociales de
las características básicas de las factorías de comida rápida, es decir, eficacia,
cálculo, predicción e irracionalidad de la racionalización. Una imagen altamente
significativa es la conversión definitiva del fútbol en el deporte mundial por
excelencia, con enorme fuerza en Estados Unidos, donde sólo hace veinte años
ni siquiera había una Liga Profesional y el creciente arraigo en África y Asia-
Oceanía, donde todavía no lo había hecho.

Un cambio de siglo hace cien años.Antón Chéjov

Pero también puede hablarse de un cambio de época. Nadie ha escrito tan bien
ese cambio de época y el aburrimiento que esta trae, que el ruso Chéjov. Sus
personajes están insertos en un contexto en el que la antigua clase aristocrática,
habiendo perdido el brillo y el poder de antaño, se consumía lentamente frente a
los dictados de un nuevo orden encarnado en la incipiente burguesía.
En 1861, bajo el reinado del zar Alejandro II, se había decretado la abolición de
la servidumbre. Los antiguos Mujiks se convierten en hombres libres; obligados
a trabajar por sus propios medios, comienzan a formar una baja burguesía
concentrada en el campo y en los reductos obreros de San Petersburgo y Moscú.
Las rígidas estructuras de la nobleza se ven sacudidas por una clase que
comienza a interactuar, los límites se desdibujan y el conflicto se patentiza entre
los herederos de un orden estatuido e impregnado en la sangre y los

7
Aunque sea solamente a título ilustrativo, en 1962, en el Tratado de economía marxista, Ernest Mandel,
anotaba: “El modo de producción capitalista, la exportación de mercancías industriales producidas por los
primeros grandes países industriales unifica, en efecto el mercado mundial. Pero está lejos de unificar la
producción mundial, sus condiciones técnicas y sociales, su grado de productividad media del trabajo”.
Tratado de economía marxista, México, Editorial Era, 1980, p. 277.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 8


representantes de un nuevo modo de vida regido por el trabajo. Chéjov supo
plasmar, con extrema lucidez, las fluctuaciones de un país que se encaminaba
lentamente hacia la modernidad y la industrialización.
El objetivo de su teatro “Las Tres Hermanas”, “El Tío Vania” es mostrar las
cosas como son, bajo la plácida sensación de lo cotidiano, lo banal. La acción se
reduce al mínimo, la trama se entreteje en diálogos cotidianos, aparentemente
desprovistos de mayor significado.
Chéjov presenta los problemas reales de acuerdo a un orden y deja libradas al
arbitrio del espectador las posibles soluciones. Su teatro plantea la imposibilidad
del hombre moderno de poner en acto sus deseos, su indolencia, la inercia moral
y la falta de responsabilidad. Ambientados en casas de provincia, los personajes
se ven sometidos al aburrimiento y la monotonía característicos de una clase
aristocrática que ha perdido sus motivaciones. Se sienten los últimos baluartes
de la cultura, en contraposición con la vulgaridad generalizada de la vida rusa,
ámbito que sofoca cualquier expectativa. Es preciso aclarar que cuando Chéjov
habla de cultura no se refiere a una particularidad privativa de las clases altas,
cultura no es para él sinónimo de intelectualidad, sino un compendio de
sabiduría, educación, humanidad y capacidad de sacrificio.
Paradójicamente el teatro Chejoviano ha sido acusado de ser el menos dramático
debido a la introducción, como temática central, de la banalidad cotidiana y la
rutina. Los hombres comen, duermen, fuman y dicen banalidades y, sin
embargo, se destruyen. El diálogo parece desarrollarse sin objeto alguno, pero es
revelador de las características de los personajes, de sus motivaciones, sus odios
y pasiones y al mismo tiempo se proyecta como un velo sobre los
acontecimientos que bullen con profundidad. Las obras se despliegan en un
crescendo, comienzan serenas, plácidas y se complejizan hasta el clímax final,
en el que el despojo se evidencia en toda su envergadura.
Sus “héroes” son figuras rutinarias, monótonas, enmarcadas en los lugares
comunes de todos los días. “Se exige, afirma el escritor, que el héroe y la
heroína sean dramáticamente vigorosos. Pero en la vida la gente no se suicida,
no se ahorca no se enamora ni dice cosas geniales a cada minuto. Pasa la mayor
parte del tiempo comiendo, bebiendo... o diciendo tonterías... La vida en la
escena debe ser lo que es en realidad, y la gente, por tanto, debe andar
naturalmente y no sobre zancos”.

Aparece entonces una realidad (in)material abrumadora: la existencia de las Nuevas


Tecnologías de la Información. De hecho, probablemente usted ha trabajado las respuestas
a las preguntas de estos módulos buscando información en Internet, seguramente dispone
de un computador; ha utilizado programas WP5.1 u otros. Ha redactado directamente en la
pantalla, después de una etapa de traspasar lo escrito a mano. De alguna forma
imperceptible, progresivamente el ordenador se ha hecho parte de su vida cotidiana.
Algunos sostendrán que estamos en un “portal” histórico como fue el sapere aude
kantiano, otros que la llamada “sociedad de la información —nihil novi subsole, nada
nuevo bajo el sol— es apenas un salto cualitativo en las fuerzas productivas. Aquellos
creen que la sociedad de la información es meramente instrumental, los de allá que nos
enfrenta a una nueva ontología.8 Incluso los más acérrimos opositores a la sociedad de la
8
Se puede decir que una ontología define conceptos de una forma clara y consensuada y que esta

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 9


información y a la globalización que parece estar aparejada con ella, se comunican a través
de la web y levantan sus propios portales antiglobalización y cuestionan la existencia de
esta nueva sociedad utilizando sus herramientas.
La Educación se encuentra al medio de esta “realidad”, de este “torbellino social”,
como la planteó Marshall Berman, que parece haber des-naturalizado fines
institucionalizados por al menos dos siglos. En el hecho, la “Galaxia Gutemberg” como la
planteó Mac Luhan9 se enfrenta al hipertexto.

Para una historización del homo educandus

En una línea de trabajo en que hemos dudado de la naturalización de los


conceptos, sería adecuado historizar el mismo concepto de educación. Es
sugerente la idea de Iván Illich de generar una “Historia Social” del homo
educandus10 o de un “sujeto de aprendizaje”. La “educación” se percibe como
una necesidad humana básica sólo a partir de la Grecia Clásica, donde la
invención del alfabeto permitió separar el texto del habla. Sin esta técnica
alfabética para fijar un texto y transmitir un original no podría imaginarse la
existencia de la literatura y la ciencia de las que se ocupa la educación.
Posteriormente las palabras fueron separadas visualmente unas de otras, con lo
que el texto —la textura de la que hemos hablado en otra ocasión— se hizo
visible. Se pudo coger el sentido de un texto viéndolo, en lugar de pronunciar las
palabras. Sin esta visualización del texto, no hay idea de “conocimiento”
depositado en libros a ser reproducido y comunicado. La diferencia entre la
oralidad y la alfabetización en el estudio hace explícita la importancia de la
separación del lenguaje y el habla individual para la constitución de un nuevo
tipo de verdad. Durante el medioevo, se perdió la importancia de la división de

conceptualización es formalizada y transmisible, legible y utilizable. Esta conceptualización permite distintas


maneras de entender y entenderse.
La creación de una ontología reporta de inmediato la ventaja de que hacemos explícita la categorización de
los elementos y relaciones que intervienen en el modelo de conocimiento, de forma que, por un lado el
modelo de conocimiento puede ser editado y gestionado, y por otro, es posible transmitirlo de manera que un
sistema “entienda” la conceptualización que se ha utilizado en otro.
El lenguaje se vuelve así una labor de ingeniería más que artesana, además de proporcionar un conocimiento
del dominio reusable y mantenible. Ver Rafael Echeverría Ontología del Lenguaje. Santiago de Chile,
Dolmen Ediciones, 1995, p. 25 et seq.
9
Marshall Mac Luhan. The medium is the massage: An inventory of effects. (El medio es el masaje. Inventario
de efectos). En colaboración con Quentin Fiore. New York. 1967. Edición en español de Editorial Paidós,
1968. El medio es el masaje. La idea central de este texto y de la provocación de reemplazar la palabra
“Mensaje” por “Masaje”—el medio es el mensaje, sería el título obvio— es exponer que la comunicación de
masas manipula a las personas como si estuviera cogiéndolas con las manos y modelándolas, al amasarlas
como arcilla. En la medida en que aumenta la necesidad de comunicación de masas, los cambios dentro de la
cultura se hacen más veloces y generalizados. El lenguaje simbólico se transforma, adquiere matices nuevos y
muchos significados antiguos (con frecuencia venerables y poderosos) son olvidados, se vuelven obsoletos.
10
La expresión Homo educandus junto a la de homo educabilis es kantiana y remite a la idea de una
progresiva “hominización” a través de la educación. Esa es la razón por la cual la Sociología de la Educación
se preocupa de las condiciones en que ese proceso se desarrolla. A esa preocupación pertenecen los procesos
de Educación y Enseñanza, el desarrollo de las personas, la correspondencia de Educación y Sociedad, el
estudio de las instituciones pedagógicas y las teorías de la Enseñanza y el Aprendizaje. Studienhinweise zum
Erziehungswissenschaftlichen Studium für das Lehramtfür das Lehramt, en
http://wwwphil.unimuenster.de/fachschaft/Studienordnungen/Studienhinweise/hin_ew.htm

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 10


las palabras en cuanto a su papel en la “verdad” que presupone el educador. La
división de palabras fue lo que permitió copiar textos con el uso de la vista y, lo
que es más importante, verificar la identidad textual de dos libros, haciendo
posible concebir un “conocimiento” absolutamente idéntico que existe en alguna
parte entre dos copias individuales. La “palabra” era más que un sonido y menos
que un concepto: era una copia de dibujos similares. Sin la evolución histórica
de este conocimiento detrás del texto, John Amos Comenius habría sido
inconcebible: es este tipo de verdad lo que necesita el homo educandus cuya
historia empieza con él. Empieza aquí, un proyecto y un programa: el omnibus
omnia omino docendi. Con la intención de enseñar a todo el mundo —y a
conciencia— se define la idea del homo educandus. El nuevo hombre es un ser
al que debe enseñarse lo que debe saber y hacer. A menudo se entiende la
educación y su necesidad como un hecho a-histórico: natural. Donde quiera
exista cultura humana habría materia de conocimiento a transmitir de generación
en generación. Para Illich, la historia del homo educandus debe distinguirse de la
historia de la educación, junto a diferenciarse de la historia de las
interpretaciones que sociedades pasadas dieron a las relaciones entre el
educando y el educador. La educación, como se usa el término en la actualidad,
significa aprender bajo el supuesto de que este aprendizaje es un prerrequisito de
todas las actividades humanas, mientras que, al mismo tiempo, las oportunidades
de este aprendizaje, por su propia naturaleza, son escasas. Entendido de esta
manera, el aprendizaje es un aspecto de la vida que puede distinguirse
adecuadamente de otros. El aprendizaje precede temporal y lógicamente, a la
ejecución competente de una tarea socialmente esperada. A partir de esta idea,
que se ajusta a la “educación”.
Según esta naturalización, incluso el Neanderthal quedaría subsumido bajo la
subespecie de homo educandus, y su transición a la cultura neolítica queda
adscrita a una enseñanza más competente de cómo partir piedra. La Economía
formal surge en la interacción social basada en el supuesto de la escasez. El
reconocimiento de la cultura tradicional como un remedio a la difusión de la
escasez ha sentado las bases de nuevos puntos de partida teóricos y de un nuevo
realismo en la historia de las culturas y las mentalidades. Reconocer que las
necesidades educativas, el aprendizaje, los escasos recursos, etc., corresponden a
un paradigma que está lejos de ser “natural”, abre la vía para una relativización
del homo educandus y de la propia Escuela como institución.11

Este módulo pretende plantear el debate que esta nueva “realidad” presenta al
conocimiento, a la conceptualización de sujeto (de aprendizaje), a la Escuela y a la
posibilidad de acercarse a una nueva Ontología de la Fluidez.
Este debate podría resumirse de la siguiente manera: aquellos que creen que la
Sociedad de la Información constituye un nuevo paradigma y una nueva ontología y
aquellos que la visualizan sólo en su esfera puramente instrumental.
Por eso, para cerrar el área teórica de este programa, y en parte siguiendo la lógica
de la navegación, hemos incorporado algunas modificaciones formales.
Hemos incorporado recuadros de reflexión y autoevaluación. Estos ejercicios no
serán obligatorios ni evaluados formalmente, pero están allí para ayudar la dirección
de su reflexión.
11
Iván Illich. 1988, Op. Cit., p. 58.

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Se ha enriquecido la bibliografía con el acceso a páginas web recomendadas.
Aunque puede ser que a la fecha de aparición de este texto hayan cambiado, dará la
posibilidad de navegar sobre ciertos temas determinados, ampliando su búsqueda.

Objetivos

 Identificar el debate en torno a la sociedad del conocimiento.


 Comprender cuáles son los factores y componentes básicos de la sociedad del
conocimiento y las condiciones de su desarrollo.
 Relacionar los nuevos procesos de comunicación y las nuevas tecnologías de la
información con el desarrollo del espacio público y de la educación.
 Exponer las teorías sociales más importantes acerca de los nuevos procesos de
comunicación de masas.
 Estudiar los efectos y la recepción de los nuevos medios como paradigmas
contrapuestos.
 Relacionar los conceptos y categorías de la sociedad del conocimiento con datos
empíricos.

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Unidad I: Las nuevas tecnologías de la información y la
generación del conocimiento
1.1. Estado de la cuestión

La irrupción y desarrollo de las Nuevas Tecnologías de la Información (NTI) están


conformando una serie de cambios estructurales, a nivel económico, laboral, social,
educativo, político, de relaciones sociales; configurando la emergencia de una nueva forma
de entender la cultura. En esta coyuntura, la información aparece como el elemento clave,
aglutinador y estructurador de este tipo de sociedad.
En Estados Unidos nació la prensa masiva (penny press) con el “New York Sun” en
1833. Pese a la resistencia “ilustrada” de los “padres fundadores norteamericanos” frente a
esta prensa masiva y barata, ésta se desarrolla vigorosamente. El primer periodismo masivo
es sensacionalista: cimenta su circulación sobre la base de informaciones sobre crímenes,
catástrofes y el recurso a la emocionalidad: los grandes bandoleros, la posible vida en la
luna y los escándalos políticos. Con la entrada en escena de la radio en 1920, de nuevo se
produce una batalla de vastas proporciones por capturar la sintonía del público. La sociedad
industrial de comienzos del siglo veinte, se caracteriza por ser una sociedad de masas,
heterogénea donde los individuos y grupos no poseen necesariamente lealtades ni lazos
comunes Cuando se produce la Primera Guerra Mundial, era absolutamente necesario
homogenizar a las masas en torno al consenso y lealtad que requería el esfuerzo bélico:
para este fin los medios evacuaron una constante y eficaz propaganda bajo la forma de
mensajes radiales, películas, discursos, libros, revistas, señales radiales, etc. El ciudadano
debía odiar y despreciar al enemigo, amar a su patria y maximizar su contribución al
esfuerzo de guerra. No se podía contar con su adhesión espontánea. Los medios masivos
fueron la herramienta para persuadirlo a que lo hiciera.
La experiencia de quiebre se produce cuando, tras la experiencia bélica, aparecen
los relatos de los publicistas, de los recursos empleados para convencerlos. Estos recursos
variaban desde la distorsión o mera invención de noticias, hasta la invención planificada de
imágenes de terror.12
Este es el marco en que nace la preocupación por los medios de comunicación de
masas y sus consecuencias. ¿Quién dice qué?, ¿en qué canal?, ¿a quién?, ¿con qué efecto?
Aparece así una línea de investigación empírica, destinada a subrayar las características del
mensaje eficiente.
Uno de los primeros ensayos destinados a indagar sobre la relación entre los medios
y el conocimiento de la realidad, la abre el norteamericano Paul Lazarsfeld, quien establece
cuáles son las principales “acusaciones” que los intelectuales le hacen a los medios propios
de una sociedad de consumo:

 Los medios constituyen un medio de control social que hace en forma sutil lo que
antes se hacía de manera brutal.
 Son los responsables del conformismo de las masas.
12
Un hito memorable de esta tendencia fue la emisión de la “Guerra de los Mundos” de H.G. Wells en una
emisión de radioteatro dirigida por Orson Wells. Fue transmitida el 30 de octubre de 1938, en plena
celebración de Halloween y en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. El resultado fue la histeria colectiva y
la fama inmediata para Wells.

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 Deterioran el nivel de la cultura, reemplazando el gusto por la alta cultura
alimentando gustos vulgares.13

En los Estados Unidos surge una disciplina neutra dedicada al estudio del fenómeno
de los mass media y en una definición más amplia, mass comunications.14

Sociedad de consumo; sociedad de la escasez

La sociedad de consumo no es necesariamente una sociedad de la abundancia.


Abundancia no quiere decir que se consuma mucho; abundancia quiere decir que
se consume todo lo que se necesita: es una situación de equilibrio entre las
necesidades y los bienes disponibles. Puede haber sociedades de abundancia a
nivel cualitativo: como en las sociedades paleolíticas. Puede haber sociedades de
escasez a nivel cuantitativo alto: como la sociedad de consumo capitalista. Para
el Sociólogo Jesús Ibáñez, el paso de la modernidad a la postmodernidad
también es el paso de un capitalismo de producción (fordista), a otro de
consumo. Jesús Ibáñez entiende este cambio de un “capitalismo de producción”
a otro de un “capitalismo de consumo”, en el que se extiende la necesidad de
consumir a todas las clases sociales por medio de la publicidad y el marketing.
Aumenta así el interés por obtener bienes materiales, dando lugar al predominio
de valores consumistas.15

Fue en la década de los setenta cuando, especialmente a partir de los trabajos del
profesor canadiense Marshall Mac Luhan y de la explosión de la televisión por señal
satelital, se comienza a hablar de la “sociedad de la información”. En 1968, la guerra de
Vietnam llegaba todas las noches a todos los hogares en el noticiario de las seis. Estados
Unidos había librado guerras peores, pero fue la presencia de la guerra todas las tardes en el
living de la casa, una de las causas del retiro y la derrota. La Guerra sólo había sido real
gracias a la T.V. Gracias (o por culpa de los medios), el mundo se había convertido en una
“aldea global”, concepto que revisaremos más adelante. En 1975, irónicamente las cámaras
de la prensa no alcanzaron a registrar en vivo y en directo la toma del palacio presidencial
en Saigón, por lo que las tropas del Ejército de Vietnam del Norte “repitieron” la entrada
del tanque aplastando las rejas.
Pero la presencia de los medios no se hacía evidente por primera vez. El 15 de
octubre de 1969, con 38.887 americanos muertos, más de un cuarto de millón heridos,
mientras caían novecientas toneladas de bombas norteamericanas sobre Vietnam; el mismo
día el embajador norteamericano Cabot Lodge negaba, en la conferencia de París, la
propuesta de una entrevista directa con los representantes del Gobierno Revolucionario de
Vietnam del Sur; el mismo día entraban en la línea de fuego batallones de soldados
americanos. Pero los soldados que combatían llevaban el brazalete negro de luto, símbolo
de la protesta y quizá esa imagen, difundida en los Estados Unidos por la televisión, haya

13
Lazarsfeld, Paul. Historia y elementos de la sociología del conocimiento. Buenos Aires, Eudeba, 1964.
14
Le Fleur, Melvin. Theories of mass comunicationes. New York, Mc Kay, 1966. Cf. Jesús Manuel Martínez,
“Para entender los medios: Medios de comunicación y relaciones sociales”, en: Cuadernos de la realidad
nacional, Número 5. Santiago de Chile, Universidad Católica de Chile, Septiembre de 1970, p.165.
15
Cf. Ibáñez, Jesús. Por una sociología de la vida cotidiana. Madrid, Siglo XXI, 1997, p. 227 et seq.

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sido una de las más impresionantes: los soldados obedecen, pero no comparten la doctrina
de la orden que les lleva a matar y a morir. ¿Podría mantenerse la intervención en Vietnam?
La respuesta: No.
Meses antes, durante la “Ofensiva del Tet”, Walter Cronkite, el más influyente
presentador de noticias de la televisión norteamericana, reporteó en directo desde Saigón.
Cronkite declaró que esta no era una guerra que pudiera ser ganada y que a lo más que
podía esperar Estados Unidos era a “una paz con honor”. El reportaje tuvo su efecto. El
presidente Lyndon Jonson declaró que “si he perdido a Walter, he perdido al americano
medio”. La guerra se convirtió en más impopular que nunca y si al comentario de Cronkite
se suma la imagen —nuevamente transmitida en directo— de un oficial de Vietnam del Sur
ejecutando a un prisionero del Vietcong de un tiro en la cabeza, la posición de la guerra se
hizo insostenible.16
¿Qué recuerdo nos queda, treinta años después, de la guerra de Vietnam? Una niña
corre desnuda por una carretera huyendo del napalm, el jefe de la policía de Saigón
descarga su revolver en la sien de un guerrillero del Vietcong, decenas de miles de
universitarios protestan en Washington contra el conflicto, los helicópteros americanos son
arrojados a las aguas del Mar de la China... Son las imágenes-símbolo de Vietnam, que la
televisión llevó a todos los hogares y marcaron el desarrollo de una generación dentro y
fuera de Estados Unidos. ¿Conservamos en nuestra memoria, acaso, impresiones visuales
tan vivas de algunos de los otros muchos acontecimientos bélicos que se han registrado
después en el mundo? Es difícil recordar lo que no se ha visto.
La guerra de Vietnam, especialmente desde 1968, es un espectáculo de televisión.
La caída de Saigón cierra una etapa en las relaciones entre los medios informativos y los
estamentos del poder. Tras aquella guerra, en la que murieron más de 57.000 americanos y
casi dos millones de asiáticos, las Fuerzas Armadas de Estados Unidos extrajeron una
lección que desde entonces no han olvidado: la televisión, bajo control.17
La invasión de la isla de Granada (1983), la de Panamá (1989), la guerra del Golfo
(1991) o el desembarco en Haití (1994), como el conflicto de las Malvinas de 1982, fueron
aparentes maniobras en las que el Ejército cumplió con exactitud un plan trazado en los
cuarteles generales. En ellas, se autorizaba a los reporteros llegar en el momento justo, para
que pusieran su voz e ilustrasen con su presencia los videos que les proporcionaba la
autoridad militar.
En Vietnam la televisión y el resto de los medios ejercieron su libertad. La
información se impuso a la censura, seguramente porque todavía el efecto de ese medio de
masas resultaba a todos imprevisible. Hoy, el recelo y la desconfianza presiden las
relaciones entre periodistas y militares.
“Vietnam fue el final de nuestra inocencia”, escribió un veterano corresponsal.
Todo, entonces, parecía que se producía por primera vez. Y lo cierto es que una de las
pocas cosas inéditas era la presencia de la televisión. Fue “la primera guerra televisada en
vivo y en directo” y la influencia de sus imágenes en aquella sociedad y en los estamentos
del poder todavía hoy es motivo de controversia.

16
En, NAM, Crónica de la guerra de Vietnam 1965-1975. España, Planeta Agostini, 1998.
17
Mattelart, Armand acuñaba la idea de “knowledge industry” (industria del conocimiento) para referirse a
este nuevo complejo informacional, en Agresión en el Espacio, Cultura y NAPALM en la era de los satélites,
Ediciones Tercer Mundo, Siglo XXI, Santiago, 1972, pp. 182 et seq. “La planetarización de la cultura de
masas”, pp.10-46.

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En los años setenta aparece la información como la panacea, el eslogan de “la
información es poder” vino a abanderar toda una serie de cambios que iban a configurar
nuevas pautas sociales, motivadas por el auge del sector servicios y el declive del sector
industrial. El nuevo modelo tendería a generar la desaparición de la clase obrera, como ya
lo muestran Tironi y Martínez en 1984.18 Ya no se trata de desarrollar bienes tangibles,
como se venían desarrollando hasta ahora en una sociedad industrial. Se destinará a
“producir” bienes ligados a la educación, la salud, la información, el medio ambiente, el
ocio, etc. Y que configuran a grandes rasgos lo que se ha dado en llamar sociedad
postindustrial.

1.2. El nacimiento de las nuevas tecnologías: los años sesenta

En 1971, la invención del microprocesador, con la capacidad de colocar un


ordenador en un chip, marca un quiebre y un desplazamiento en toda la industria de las
tecnologías de la información y comunicación que trajo como consecuencia las
transformaciones que hasta hoy estamos viviendo. Esta nueva tecnología, de origen militar,
puede rastrear sus orígenes hasta la Segunda Guerra Mundial, período en que se inventa el
primer ordenador programable y el transistor, fuentes basales de la microelectrónica.
La tecnología bajo el paradigma digital elimina el tiempo y el espacio, lo cual se
traduce en la existencia de segmentos y territorios muy dinámicos, por un lado, y otros que
se convierten en irrelevantes para el sistema. Lo novedoso es que la pobreza y la riqueza
conviven más allá de fronteras geográficas. Un villero de Buenos Aires y un homeless de
Nueva York tienen más que ver entre ellos que con el resto de los habitantes de sus
respectivas ciudades.
Emerge una dualización: el trabajo inmaterial en el norte (procesamiento de
información, investigación, generación de conocimiento) y el trabajo sucio en el sur
(industrias altamente contaminantes). La tecnología termina cambiando la estructura del
modo de producción capitalista, arrojando a la periferia todas sus excrecencias, pues hace
posible una vertiginosa circulación de los datos y los objetos que redunda en un uso
intensivo de las máquinas de información.
Manuel Castells, señala que en la década de los ‘90 la biología, la electrónica, la
informática y las telecomunicaciones parecen estar convergiendo en sus aplicaciones, sus
materiales y en su planteamiento conceptual. El gran avance de la ingeniería genética,
gracias a la revitalización de la biotecnología, pareciera plantear preguntas similares a las
que nos formulan hoy las nuevas tecnologías de comunicación.

 ¿Cuál es la frontera entre lo natural y lo artificial?


 ¿Cuál es la frontera entre el hombre y la máquina?
 ¿Podemos seguir pensando en lo esencialmente humano, cuando el nuevo contexto
pareciera indicar una coevolución de los hombres y las máquinas?19

El proyecto tecnológico de la modernidad no garantizó un progreso indefinido y,

18
Tironi, Eugenio y Martínez, Javier. “Clases y Clasificaciones Sociales”. Santiago de Chile, Sur
Profesionales, 1984.
19
Castells, Manuel. La era de la información. Economía, sociedad y cultura. Vol. 1: La sociedad red. España,
Alianza Editorial, 2000.

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menos aún, universal y democratizador. Por el contrario, se agudizaron las diferencias y las
marginaciones, situación que relativiza cualquier apología de la tecnología y sus productos.
El alto contenido profético que caracteriza a la mayoría de los discursos sobre la revolución
de las tecnologías de la información y de la comunicación llevan a ciertos intelectuales a
buscar el significado fundamental de estas revoluciones. Ya no son los sabios, ni las
universidades, ni siquiera las propias empresas, sino los organismos internacionales quienes
recomiendan decisiones. Los informes más recientes de estos organismos —llámese Banco
Mundial, Fondo Monetario Internacional, Grupo de los Ocho, etc.— convertidos en
consultorías permanentes definen las políticas a implementar. En estos emerge la muerte
casi irreversible del Estado y las ventajas comparativas de las privatizaciones y el uso
indiscriminado de nuevas tecnologías de información.
En la década del ‘70 la producción teórica estuvo centrada en develar los
mecanismos por los cuales los medios masivos de comunicación actuaban como correa
transmisora de la ideología de la clase dominante.20 Los medios, para estas visiones, como
aparatos ideológicos del Estado, reproducían mecánicamente esa ideología dominante. La
ideología dominante penetraba el mensaje de los medios produciendo determinados efectos.

“La omnipotencia que en la versión funcionalista se atribuía a los medios pasó a


depositarse en la ideología que se volvió objeto y sujeto, dispositivo totalizador de los
discursos… Tanto el dispositivo del efecto en la versión psicológico-conductista, como
el del mensaje o el texto en la semiótico-estructuralista, terminaban por referir el
sentido de los procesos a la inmanencia de lo comunicativo. Pero en hueco. Y al llenar
ese hueco con ‘lo ideológico’ nos quedamos con el recorte —con el
comunicacionalismo— y sin especificidad”.21

Bajo este paradigma estructural —que dejaba fuera la historia y la capacidad de los
receptores de resignificar los mensajes— los medios quedaron reducidos a meras
herramientas de acción ideológica, sin ver sus articulaciones con lo social y lo cotidiano. En
una forma casi caricaturesca, los medios eran malos en manos de las oligarquías
reaccionarias; buenos el día que el proletariado los tomara como suyos. De allí uno de los
leit motiv de este paradigma: la propiedad de los medios. Entre emisores-dominantes y
receptores-dominados ninguna seducción ni resistencia, sólo la pasividad del consumo y la
alienación descifrada en la inmanencia de un mensaje-texto por el que no pasaban los
conflictos, ni las contradicciones y mucho menos las luchas.22
Las transiciones a las democracias, el interés por la cultura y los movimientos
20
Althusser, Louis (1977). “Notas sobre los aparatos ideológicos del Estado”, en Nuevos escritos, s/d. A partir
de definiciones de Marx, Althusser amplía la definición del Estado. La expresión genérica “aparato estatal” —
definido primariamente por su poder represivo que opera sobre el interés de regular las relaciones entre
clases— por una distinción entre el aparato específicamente represivo del Estado (Gobierno, Policía, etc) y las
funciones formativas de la religión, la familia y el arte, que él llama Aparatos Ideológicos. Estas son las
instituciones que tienen la función de imprimir sobre los individuos indeterminados su identidad social y
privada. Esto es, en el modelo marxiano, el rol en la estructura del trabajo. Se trata de los valores en los que
estamos inmersos, tales como la explotación de una clase.
21
Barbero, Jesús Martín. De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía. Barcelona,
Ediciones Gustavo Gilli, G.G. Mass Media, 1987.
22
Un paradigma de este tipo de investigación la constituye el texto de Ariel Dorfman y Armand Mattelart,
Para leer al Pato Donald. Santiago de Chile,UCV, 1972. Por el contrario, el trabajo de Guillermo Sunkel
“Razón y pasión en la prensa popular”, Santiago de Chile, ILET, 1985, plantea la tesis inversa: la presencia de
lo popular en los medios de comunicación de masas.

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populares, la “transnacionalización”, producto del uso de las nuevas tecnologías de
información y comunicación (NTI) no sólo ya en el ámbito militar y académico, sino por
parte de las empresas ligadas a la entretención y las telecomunicaciones y los desarrollos en
el campo de la electrónica, entre otros factores, propiciaron el estudio en otras áreas. La
transnacionalización ya no es una nueva versión del imperialismo, sino una nueva fase del
desarrollo del capitalismo en la que el campo de las comunicaciones comienza a jugar un
papel decisivo —recordemos los avances en el tema de satélites y telemática. Lo que ahora
está en juego no es la imposición de un modelo económico, sino la internacionalización de
un modelo político. Las políticas neoconservadoras —con Reagan y Thatcher como
principales exponentes— propiciaron este nuevo orden a partir de los ‘80. A partir de las
crisis del petróleo de 1973, 1975 y 1979, los gobiernos europeos adoptaron medidas de
desregulación, privatización y flexibilización laboral con el consecuente quiebre del
contrato social entre capital y trabajo y el Estado Benefactor.
Según Castells se emprendieron “…una serie de reformas tanto en las instituciones
como en la gestión de las empresas, encaminadas a conseguir cuatro metas principales:
profundizar en la lógica capitalista de búsqueda de beneficios en las relaciones capital-
trabajo; intensificar la productividad del trabajo y el capital; globalizar la producción,
circulación y mercados, aprovechando la oportunidad de condiciones más ventajosas para
obtener beneficios en todas partes; y conseguir el apoyo estatal para el aumento de la
productividad y competitividad de las economías nacionales, a menudo en detrimento de la
protección social y el interés público”.23 La ideología ya no es, en el análisis de las ciencias
sociales, pura falsa conciencia, como encubridora del orden, sino base de los discursos que
se construyeron para llevar adelante este cambio.
La tecnología no fue pensada como una salida a la crisis. Se hizo posible gracias a
los avances y descubrimientos que se venían realizando en el campo aeroespacial y militar
estadounidense, en el de la electrónica y las telecomunicaciones, con el efecto de sinergia
entre estas tecnologías clave. El microprocesador hizo posible el microordenador; los
avances de las telecomunicaciones, permitieron a los microordenadores funcionar en red,
con lo que se aumentó su potencia y flexibilidad. El nuevo software se vio estimulado por
el rápido crecimiento del mercado de microordenadores, que a su vez se expandió por las
nuevas aplicaciones, y de las mentes de los escritores de software surgieron en profusión
tecnologías amables y fáciles para el usuario.
Emerge, ahora sí, un nuevo paradigma donde las NTI marcan transformaciones
claves que se fueron instalando en cada vez más ámbitos que conforman nuestra
experiencia cotidiana. Ya hemos señalado cómo cambió nuestra manera de relacionarnos
con los textos al manejar y manipular bites y pixeles en el procesador de textos, y no ya
“caracteres” a través de una máquina de escribir. El cambio cultural se hace evidente sólo a
través del uso.

23
Manuel Castells, Op. Cit.

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El primer rasgo que diferencia a la revolución de las NTI es que son tecnologías
para actuar sobre la información y, así, generar más información. Siempre, en la
historia de la humanidad, existió la información y se la aplicó en diversas áreas
para lograr transformaciones. Pero lo nuevo es el carácter autogenerador de
saber que transforma a la información en un recurso vital.

Las tecnologías de comunicación tradicionales: cine, radio, prensa, telégrafo,


teléfono, telex, etc., parecían haber estado desde siempre, formaban parte de la
cotidianeidad desde que nacimos. Pero su uso masivo estaba limitado sólo a una parte de
nuestra experiencia, principalmente lo relacionado con la entretención, el tiempo libre, la
transmisión de información, etc. En cambio, las NTI irrumpen en la vida a la que estábamos
acostumbrados, modifican todos los ámbitos de la experiencia cotidiana: el trabajo, las
formas de investigar, las modalidades de comprar y vender, los diferentes trámites que
realizamos, el aprendizaje, las tareas del hogar, etc. Nos sentimos torpes con máquinas que
no terminamos de entender. No sólo se modifica el uso de los aparatos sino que, y aún más
importante en lo que se refiere a ideología, cambian las relaciones, se transforman los
procesos culturales, los hábitos y los modos de interactuar.Y cambia, esencialmente,
nuestro modo de ver el mundo.
El salto cuantitativo, es decir, el aumento de la cantidad de máquinas que usamos
diariamente, induciría según Brunner,24 a una mutación cualitativa de nuestros modos de
relacionarnos, nuestras prácticas sociales, en fin, nuestra cultura. Aquí incluimos la noción
de tiempo e, inmediatamente, pensamos en proceso, cambios que aparecen sólo como
tendencias y luego se van consolidando en la medida en que el uso de las tecnologías se va
masificando.
Otro rasgo fundamental para interpretar el nuevo paradigma es la interconexión
directamente asociada con el trabajo en red. Las redes son “fábricas de información”. Las
redes alteran lo que hacemos, el modo en que lo hacemos, la forma en que decidimos lo que
vamos a hacer y la naturaleza de la economía en la que lo hacemos. Aunque solamente
asociamos a las redes con el hardware, lo más innovador está en las distintas formas de
organización, control y distribución de poder que subyacen a las redes. Una empresa que
trabajase totalmente en red, una Universidad Abierta, por ejemplo, tendría los siguientes
rasgos:

 Distribuida: la empresa no tendría una sede central, estaría repartida en múltiples


espacios conectados por tecnologías de comunicación.
 Descentralizada: los procesos ya no serían supervisados por un poder central. Las
empresas controlan cada vez menos sus entornos y se ven obligadas a desarrollar
habilidades (tanto humanas como técnicas) para responder a las condiciones
siempre cambiantes de los mercados. Las redes o la circulación e intercambio de
información a través de redes permite la delegación y la toma de decisiones
descentralizadas. Un ejemplo de esto son las industrias que subcontratan algunas de
sus funciones para producir partes o elementos del producto total.

24
Brunner, José Joaquín. “Medios de comunicación del futuro y cambios culturales”, s/r.

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 Colaborativa: Los límites tienden a ser cada vez menos distinguibles. Dentro de
este contexto las empresas pueden ser “colaboradoras” en algunas partes del
negocio y competidoras en otras, al mismo tiempo.
 Flexible: La producción en la era “digital” hace que los procesos sean realizados
simultáneamente, que todo ocurra al mismo tiempo: el equipo de marketing, el
departamento legal, ingeniería de proceso, ventas, etc., intercambian información en
forma instantánea dando origen a una secuencia no lineal de la producción. Esta
nueva organización del trabajo hace posible la continua adaptación efectiva a los
cambios y ritmos que establece el entorno.

Los sistemas descentralizados que se vuelven cada vez más grandes y se van
generando a sí mismos, se hacen más difíciles de comprender, de controlar y de explotar en
todas sus dimensiones.

1.3. Las visiones ideológicas sobre las NTI

Hay varias miradas que conducen a distintas posiciones frente al fenómeno de las
tecnologías, desde donde podemos inferir el modo de pensar la ideología. Nosotros aquí
sólo esbozaremos las que nos parecen que dan cuenta de la relación tecnología-ideología.
El mito de la abundancia: “abundancia de información, abundancia de canales y
soluciones, abundancia de gratificaciones, abundancia en el tiempo y en el espacio. Es
probable que la gente no pueda manejar esa sobrecarga de señales y los contenidos sean
irrelevantes para su vida. A esto ya se le ha dado un nombre: infoxicación.25
El mito de la transparencia: por un lado, la tecnología contribuiría a que todos los
ciudadanos tengan acceso y participación en la democracia electrónica. Y por otro, lo que
es simulación y construcción del medio se presenta como realidad.
El mito de la ubicuidad/globalidad: la infraestructura de la comunicación global,
al ampliar los escenarios de acción, promueve la idea de omnipresencia. La pretendida
coexistencia de múltiples discursos, se transforma, por las relaciones de poder, en la
presencia de un único discurso dominante.
El mito de la instantaneidad: las tecnologías de la información generan el dominio
temporal. Permiten el acortamiento hasta la frontera del tiempo real, hasta la
instantaneidad. A través de escenarios virtuales se consigue una anticipación de realidad
que produciría el gran simulacro del dominio del tiempo.
El mito de la interactividad: la comunicación hombre-máquina es otro de los
juegos de la simulación de la participación ya que las máquinas de comunicación, más que
una función comunicativa, tienen una función de contacto a través de simulación de voces,
de rostros y paisajes. En definitiva, son máquinas productoras de simulacros de presencias.

Por su parte, Habermas señala que la fantasía de una sociedad autorregulada


cibernéticamente apunta a una línea evolutiva que se perfila bajo el suave dominio de la

25
Alfons Cornella, que edita el boletín electrónico Extra!-Net, ha acuñado el vocablo ‘Infoxicación’, que
describe el estado del hombre moderno ante una sobrecarga intelectual. Incluso Cornella señala que ya existe
una enfermedad provocada por la infoxicación que puede hacer colapsar a la sociedad, se trata del
Information fatigue syndrome (IFS) o síndrome de fatiga por información.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 20


ciencia y la técnica como ideología”.26
La tecnocracia disocia la auto comprensión de la sociedad, propia de la lógica de la
acción comunicativa —interacción simbólicamente mediada— y lo reemplaza por un
modelo científico. Así entendido, el control del comportamiento parece estar dirigido por
estímulos externos más que por normas. La fuerza ideológica de la conciencia tecnocrática
que daría la racionalidad con respecto a fines, quedaría cada vez más encubierta en la
noción de elección que la tecnología presenta como menús de elección. Sin embargo, desde
otra visión, Fernando Flores interpreta a la tecnología como “...todas aquellas
conversaciones que ocurren a nuestro alrededor, en las cuales inventamos nuevas prácticas
y herramientas para conducir las organizaciones y la vida humana”.27
Estas conversaciones generan innovaciones que dinamizan lo social. Pensar a la
tecnología como un lenguaje nos aleja de una concepción instrumentalista, la tecnología
como lenguaje crea, construye mundos posibles. “Al emplear el término tecnología la gente
se refiere en general a artefactos —a cosas que diseñan, construyen y usan. Pero en
nuestra interpretación la tecnología no es el diseño de cosas físicas. Es el diseño de
prácticas y posibilidades que se pueden realizar a través de artefactos”.28
Una tecnología nueva viene acompañada por un determinismo tecnológico. Una
nueva tecnología —desde la imprenta al satélite de comunicación— ‘surge’ de los estudios
y experimentos técnicos. A continuación, transforma la sociedad o el sector en el que ha
surgido. Nosotros nos adaptamos, porque es la manera moderna y “obvia” de hacer las
cosas. Pero las tecnologías tienen su anclaje en las relaciones sociales y las formas
culturales ya existentes y responden, en general, a fines preestablecidos. Castells plantea
que el dilema del determinismo tecnológico es un falso problema, “…puesto que tecnología
es sociedad y ésta no puede ser comprendida o representada sin sus herramientas
técnicas…”
La tecnología no determina la sociedad: la plasma. Pero tampoco la sociedad
determina la innovación tecnológica: la utiliza. Existiría entonces una interacción dialéctica
entre sociedad y tecnología.
Castells utiliza entonces un concepto nuevo: el de compuerta evolutiva. La
evolución sociotecnológica marca una diferencia entre el antes y el después. Distintas
tecnologías cognitivas como la escritura, la imprenta, Internet serían ejemplos de
compuertas evolutivas que reorganizan los modos en que el sujeto percibe, construye la
realidad. “...siempre, en toda la historia de la humanidad, la percepción ha sido
determinada por los medios que estaban a disposición en cada momento. Los filósofos han
acuñado un término para determinar esta situación y es la idea del a priori que no es otra
cosa que las condiciones de la posibilidad para que uno pueda hacer experiencias o reunir
conocimientos”.29
Quizás un ejemplo de este tipo de situación la constituyan los libros “para armar” de
Cortázar: “Rayuela” y “El Libro de Manuel”; lo que era original, artesanal y laborioso —
una novela que puede leerse en diferentes niveles de linealidad—, hoy es algo evidente y

26
Habermas, Jürgen. Ciencia y técnica como “ideología”. Madrid, España, Editorial Tecnos, 1994.
27
Flores, Fernando. Inventando la empresa del siglo XXI. Santiago de Chile, Dolmen Ediciones, 1989.
28
Idem.
29
Piscitelli, Alejandro. Ciberculturas, En la era de las máquinas inteligentes. Buenos Aires, Editorial
Paidós,octubre 1995. Piscetelli es director del Diario Electrónico Interlink, que puede encontrarse en
http:/www.stacken.kth.se/more y/interlink. Alejandro Piscitelli es profesor en Filosofía. Es especialista en
Nuevas Tecnologías de la Información y profesor en la Universidad de Buenos Aires.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 21


recurrente: el hipertexto.
Si acordamos pensar a la tecnología, no como instrumento, sino como lenguaje para
la acción no podemos seguir analizando la ideología desde una visión instrumentalista.
Considerar a las tecnologías como “herramientas de dominación”, como “encubridoras de
las acciones de los sectores que ostentan el poder político-económico” es, parafraseando a
Jesús Martín Barbero, pensar que el pecado original de haber nacido capitalistas condena a
las tecnologías hasta la eternidad a servir a sus amos.
Por su parte, Paolo Virilio plantea que “cada época tiene su lógica. Pero la nuestra
no es la que creíamos. La lógica formal de la imagen es la de la pintura, del grabado, de la
arquitectura que se termina en el siglo XVIII. La era de la lógica dialéctica es la de la
fotografía, la cinematografía, el fotograma del siglo XIX. La era de la lógica paradojal de
la imagen es la que empieza con la invención de la videografía, la holografía y la
infografía.30
Con la Realidad Virtual se maximiza lo que Paolo Virilio ha llamado “el golpe de
estado informático”, que ha suplantado la realidad por sus apariencias. Pero esto ha
ocurrido habitualmente en los dos últimos milenios de la historia del arte occidental,
aunque con medios más artesanales y a escala más reducida.31
En el film Desafío total o el Vengador del Futuro, (Total Recall, 1990), de Paul
Verhoeven, se muestra cómo en los circuitos de la memoria del protagonista se han impreso
unas felices vacaciones virtuales que nunca existieron, pero que el protagonista vivencia
como auténticas. La suplantación es ingeniosa, aunque aterradora, porque la identidad del
ser humano está construida con sus recuerdos personales. En otro film de Ciencia Ficción,
esta vez de Ridley Scott (Blade Runner, 1982), la protagonista,“Raquel”, cree ser humana
porque tiene recuerdos infantiles, pero se trata solamente de un ingenioso tipo de androide a
la que le fueron implantados recuerdos de la nieta de su creador. El último filme de George
Lucas, (Star Wars, El ataque de los clones, 2002) no fue filmado, sino grabado
íntegramente en formato digital. Con la notable excepción de los actores, casi nada de lo
visto por el público fue real.
Si esto ha llegado al nivel de un entretenimiento, significa que la lógica de la época
actual tiene que ver en gran parte con la simulación —y no con la re-presentación propia de
la modernidad. De la producción de construcciones que nos ayudan a pensar estamos
pasando a la construcción de otras realidades, con la ayuda de simulaciones
computarizadas. La sociedad del conocimiento produciría una pre disposición, un estado de
ánimo para entender la realidad. La realidad virtual es un caso límite de tecnología de la
comunicación que busca atrapar al usuario volviéndose al mismo tiempo invisible. En este
sentido, se puede pensar como la optimización estética de las interfaces sobre la pantalla.
Esta es la intención de toda interfaz gráfica.32
La imagen deja de ser lo visto para convertirse en lo construido. Las nuevas
imágenes participan de preocupaciones y vivencias prácticas, concretas y globales. Las NTI
aparecen como un nuevo lenguaje. El lenguaje no es un sistema para representar al mundo
o para trasmitir información, sino ontología, es decir, una serie de distinciones que nos

30
Virilio, Paolo, citado por Alejandro Piscitelli en Ciberculturas. Op. Cit.
31
Ver la idea de predisposición en la sociedad del conocimiento en
http://www.todoiure.com.ar/monografias/lapeyre3.htm
32
Una interfaz gráficamente es básicamente una estructura digital para convertir una realidad tridimensional
en otra bidimensional.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 22


permiten vivir y actuar juntos en un mundo compartido. La tecnología concebida como
lenguaje crea mundos posibles y no nos podemos salir de estos mundos.

Entonces es, a la vez, un problema de conocimiento.Quienes tengan las


competencias comunicativas y los saberes tecnológicos —cómo procesar
información, cómo seleccionarla y a la vez cómo desarrollar habilidades
expresivas para transformarse en emisor— serán los más creativos, los más
productivos y tendrán trabajo: serán los elegidos; por el contrario los que no,
quedarán fuera del sistema: serán los desplazados. Al ensancharse la brecha
entre “los que saben y los que no saben” estos últimos corren el riesgo de
convertirse en irrelevantes para el sistema, ya que no tienen capacidad
adquisitiva para ser mercado, como tampoco la que le permita convertirse en
recurso de trabajo suficientemente valorizado para integrarse en el nuevo tipo de
mercado laboral. Por lo tanto, las personas que formen parte de este sector no
serán útiles laboralmente y quedarán fuera del sistema transformando lo que
antes era desigualdad en exclusión social.
Cuando el mundo se constituye en una economía global, bajo un único
paradigma, y las tecnologías nos ofrecen los marcos interpretativos para
conducir acciones, coordinarlas y resolverlas, pensar las ideologías bajo una
nueva luz resulta imprescindible —en el campo de las investigaciones en
comunicación habían perdido interés— para empezar a discutir estas nuevas
formas de interacción y comunicación.
“Los monstruos ya están sueltos. Y configuran problemas inéditos. Ni la
relación hombre/máquina tiene la figura de Frankenstein o su versión Barbie —
la mujer biónica—, ni el poder, que es cada vez más duro e implacable, tiene la
forma del Big Brother o del Panóptico. Es menos visible, más inteligente y no
tiene centros fijos. Pero no por eso deja de actuar, de privilegiar y excluir. Y
esto no es un simulacro, aunque las relaciones entre lo factual y lo simbólico
deban ser repensadas”.33

La aldea global y la lectura: Nada es tan novedoso como parece

El sociólogo canadiense Marshall McLuhan, a fines de los años sesenta postuló


la existencia de una edad de “oralidad secundaria”. Determinadas innovaciones
tecnológicas generaban un antes y después en la historia. Existen al menos dos
puntos de inflexión: la invención de la imprenta y el advenimiento del televisor.
El primero de estos inventos portentosos, la letra impresa, en culturas cuya
fórmula para percibir el mundo era fundamentalmente oral hasta ese momento:
un cambio cognitivo que se llamó Galaxia Gutemberg. El segundo, implicó el
pasaje a una nueva oralidad, a la que determinó como secundaria, ya que no
podía darse de modo semejante a la previa. Como señalaba McLuhan “… las
sociedades siempre han sido moldeadas más por la índole de los medios con que
se comunican los hombres que por el contenido mismo de la comunicación. El
alfabeto es una tecnología que el niño muy pequeño absorbe de un modo
totalmente inconsciente. La tecnología eléctrica promueve y estimula la

33
Toledo, Edgardo; Silvana Comba.Tecnologías de comunicación e ideología. Tangox@ctinternet.cl.
Rosario, Argentina/Santiago de Chile.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 23


unificación y el movimiento que lleva a un auténtico envolvimiento. Es imposible
comprender los cambios sociales y culturales si no se conoce el funcionamiento
de los medios”.34

Toda oralidad permite sentirse en la tribu. Pero al leer un libro o éste texto se
celebra un acto a solas. Por eso puede afirmarse que la imprenta también es desencadenante
del sentido del individuo y del sujeto. Sin embargo, al mirar la final del mundial, se sabe
que en ese mismo momento hay millones de personas en el resto del planeta que están
haciendo exactamente lo mismo que yo. En un cuento del escritor chileno Carlos Cerda, el
protagonista, un chileno exiliado en Berlín, enciende el televisor para ver la final del
campeonato mundial de fútbol. “Sé que mi padre está haciendo lo mismo a esta hora y eso
es lo más parecido a estar juntos”,35 reflexiona. Esa sensación es la pertenencia a una
Aldea Global. De esas reflexiones de McLuhan hemos heredado y recreado la idea de
globalización.
McLuhan falleció en 1980 junto a la irrupción de un fenómeno que revirtió para
siempre la manida oralidad secundaria: el fax, la computadora, y finalmente la red Internet
han hecho que la población lea y escriba mucho más que en cualquier otra época.36
La siguiente imagen, de una revista brasileña de 1972 puede apuntar a esa imagen
de aldea global proyectada por MacLuhan: Un aviso publicitario para aprender inglés
aparecido en una revista brasileña, alude como “gancho” de venta a las conversaciones
Nixon y Mao en 1972. Una imagen que une países, idiomas e imágenes a partir de la
resignificación de un hecho político. Para que el aviso tome sentido, hasta el último lector
de la revista debía “saber” que se habían realizado conversaciones entre Mao y Nixon,
conocerlos a ellos a su vez en un nivel de familiaridad como para haberse preguntado ¿en
qué idioma habrán conversado? Mao, un viejo comunista que se había referido en los
peores términos a los Estados Unidos, “tenía” que haber aprendido “algo” de inglés. Ergo:
Nunca es tarde para aprender inglés.

34
Lo que McLuhan planteaba sobre los medios eléctricos, centrándose principalmente en la televisión, acerca
de las sensaciones tactiles que producían (es decir, sensaciones donde se involucraban todos los sentidos, la
vista, el oído y no sólo uno, como en el caso de la imprenta con el predominio exclusivo del ojo) es adecuado
para pensar hoy la realidad virtual y esa sensación de envolvimiento que describe el autor.
35
Cerda, Carlos. Escrito con L. Santiago de Chile, Editorial Alfaguara, 2001.
36
El tema de la tecnología y su capacidad de transferir informaciones al mundo entero no es nuevo. Data de
los años sesenta y de las aplicaciones militares de la tecnología satelital. Ver de Armand Mattelart Agresión
en el espacio, cultura y NAPALM en la era de los satélites. Santiago de Chile, Ediciones Tercer Mundo, Siglo
XXI, 1972, pp. 10-46.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 24


Mao Revista Veja, Brasil, 1973

Por eso, pese a las premoniciones apocalípticas,37 la escritura, (un medio “caliente”,

37
La expresión “apocalípticos” fue acuñada por el filósofo Umberto Eco para referirse a quienes presagiaban
el fin de la “alta cultura” ante la irrupción de los medios de comunicación de masas. En un ensayo sobre las
actitudes de los analistas ante la cultura de masas, presentó dos posturas en principio aparentemente
contrapuestas: los apocalípticos y los integrados. Los primeros,presentan dicho fenómeno en términos de fin
de mundo —de allí lo de Apocalipsis—, mientras que los segundos, se disfrutan del mismo, sin discutir
apenas acerca del mismo, o defendiéndolo. Esta diferenciación ha existido antes y es extensiva a cualquier
fenómeno que ha implicado un desbancamiento de una élite por otra u otras. Ya Platón se mostró apocalíptico

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 25


según McLuhan, que se inscribe y memoriza con mayor intensidad que el de los medios
“fríos” como la televisión, a través de Internet, se ha vuelto casi tan instantánea como la
imagen televisiva, basta pensar en la prensa on-line. Esta prensa no es el diario de mañana,
es el diario del momento. A través de la pantalla y del mouse, nos vemos forzados a escribir
e interactuar, algo que no se puede aún realizar con el noticiero televisivo. Pero, nada es
perfecto, a través de los mismos satélites, quedamos, como los aldeanos globales,
conectados a un mismo medio. La nueva aldea global-digital no es siempre simultánea,
como la aldea en globo de McLuhan, aunque se mantiene esa posibilidad a través de
instancias como los chats. Acelera incluso más el mensaje que la televisión, casi siempre
editada y nunca en tiempo real, porque la nueva tecnología permite que a través de las redes
nuestro mensaje arribe a destino casi a la velocidad del sonido y nos permite interactuar
(comprar, emitir, recibir y modificar contratos, cartearnos) de una manera muy superior a
los medios previos.

Ejercicio de reflexión

A partir del texto anterior:

¿Cuáles son las consecuencias de las nuevas tecnologías?


Según Castells y Piscitelli: ¿Cuál es la diferencia entre determinismo
tecnológico y “compuerta evolutiva”?
Después del listado de Alfons Cornella en la página 25: ¿Cómo definiría usted
los mitos asociados a las Nuevas Tecnologías?

Ver lectura obligatoria número 1


Toledo, Edgardo; Silvana Comba. Tecnologías de comunicación
e ideología. Tangox@ctinternet.cl. Rosario, Argentina/Santiago de Chile

1.4. La ciudad aldea digital y sus problemas

La nueva ciudad aldea digital es mucho más exigente para con el individuo y las
culturas que su precedente “oral” o “textual”. En primer lugar, para acceder a ella, una
nueva alfabetización que se vuelve más impostergable que nunca. Resulta evidente que es
más difícil que nunca la supervivencia del iletrado: se pierde incluso buena parte del
mensaje televisivo, que en los últimos tiempos se apoya en sobreimpresos.
En segundo lugar, quienes no estén alfabetizados para la digitalización, es decir,

ante el invento de la escritura. Durante la post Edad Media, la Iglesia, se resistió cuanto pudo a abandonar su
situación de preponderancia ante la ciencia. Las élites científicas, a su vez, establecen a su vez métodos
férreos que aseguran su poder. Hoy, frente lo que Castells llama Sociedad-Red, nos encontramos ante el
mismo fenómeno. Apocalípticos que abominan de todo aquello que se relaciona con la tecnología, defensores
de la ética y de la estética, que rechazan la distribución de información en grandes cantidades y libremente, e
integrados que presentan las bondades de las nuevas tecnologías, que llaman “analfabeto funcional” a quien
rechace la nueva utopía. El debate de Umberto Eco en Apocalípticos e integrados frente a la cultura de
masas, Barcelona, Lumen, 1988.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 26


logren adaptarse a la nueva tecnología, habrán de ocupar el lugar de los antiguos iletrados
de otrora. Si el goce de la oralidad ha sido realzado por quienes, desde el romanticismo,
encuentran en esta vía la expresión genuina del pueblo, o del volk, es decir del folclore,
también puede ocurrir que aquellas culturas que no se digitalicen podrían desaparecer.

La misma idea, vista de revés

Como este texto se autodefine como un debate, habrá que resaltar que también
hay quienes creen que efectivamente la globalización hace desaparecer la idea
clásica de centro y periferia. Pero puede que lo característico de la periferia
permanezca: la miseria, la ignorancia y la desesperanza.
También, como señalaba el sociólogo ecuatoriano Agustín Cueva, la periferia es
una parte del centro. En el espacio urbano, cuando los servicios se extienden, las
ventajas relativas de los centros desaparecen.
Los cinturones de pobreza que rodeaban antes a la ciudad son desplazados por
barrios de buena calidad.
Los desplazados regresan al centro y por toda la planta urbana proliferan núcleos
de miseria.
Los urbanistas elaboran planes de expulsión organizada: ciudades satélite,
operaciones a gran escala para aumentar la renta de la tierra, implantación de
escalas diferenciadas de impuestos para favorecer a determinados sectores. Otras
instituciones aplican métodos complementarios: la policía ficha a la población
entera de determinados barrios o poblaciones, se hacen razzias sistemáticas entre
sectores predeterminados de ciudadanos, se estimula la creación de barrios
privados con entrada controlada por empresas de seguridad, se dejan fuera de los
sistemas públicos de transporte a zonas enteras de la ciudad.
El centro de la ciudad es una estructura que contiene aún los símbolos que la
historia le adjudicó para dar visibilidad a ciertos contenidos éticos y estéticos (el
antiguo cabildo, la catedral, la plaza fundacional o ceremonial, los monumentos
a la memoria de los próceres, etc., que representan ideas acerca de la
convivencia, valores espirituales comunes, aspiraciones y convicciones morales
de la comunidad).
En cuanto se pierde la distinción física entre el centro y la periferia por causa del
crecimiento canceroso del centro, se está declarando nulos aquellos símbolos.
Cuando los símbolos eran válidos, se aspiraba a la desaparición de la periferia a
través de su conversión a los valores proclamados por el centro. Cuando la
absorción es meramente física (es decir, cuando se tuguriza el centro) se está
declarando que no hay esperanza, y que aquellos males son una parte integrante
de los contenidos de los símbolos. O, lo que es lo mismo, que los símbolos eran
una mentira.
Las comunicaciones vía satélite, difundidas cada vez más a través de las redes de
computadoras, hacen desaparecer la noción de centro planetario. Pero del mismo
modo que en los centros de las ciudades, en la virtualidad de las redes
informáticas se producen tugurizaciones de la comunicación. Físicamente en el
centro de una ciudad, el habitante del tugurio vive en una marginación más
terrible que la del cinturón periférico: sin servicios de electricidad o de agua
corriente, sin servicio de salud, sin educación, en la misma miseria de siempre,
pero separado sólo por una pared o una calle de todo eso que a él le falta. Pero
sobre todo le falta una comunidad que comparta sus mismas penas, lo que quizá

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 27


podría permitir la aparición de una conciencia de su significado en la sociedad.
Las comunicaciones a través de la web —o las versiones más toscas, como la
televisión para abonados— imponen una clase semejante de aislamiento. Crece
la sensación de desamparo, porque no hay identificación posible con un lugar. El
marginado del tugurio céntrico y el marginado de las comunicaciones globales
pierden la capacidad de percibir el rumbo que toma el mundo.38
(Para consulta sobre este proceso urbano ver
www.ciudad.cl/resea.htmhttp://www.fau.cl/envidia/moreno.html)

Esta “sociedad de la información” se va a definir en relación a mecanismos como


la producción, el tratamiento y la distribución de la información. Va a exigir desde un punto
de vista técnico, la infraestructura necesaria para su utilización en todos los ámbitos de la
economía y de la vida social. Haciendo que muchas de nuestras acciones se conformen en
torno a ésta.
El fin de la galaxia Gutenberg39 no será inmediato. Aunque el impreso tendrá
vigencia aún, su importancia ya ha cedido a los medios electrónicos. Aún se mantiene el
uso de la escritura ya que las páginas web junto a un contenido visual, siguen sustentándose
en la palabra escrita.
Pero ella ha cambiado. La circulación de ideas, al alcance de quien tenga un
computador y una línea telefónica, establece polémicas, expresión, circula el lenguaje de
Internet, que podría tildarse abaratamiento, remite al empobrecimiento que, según la
tendencia purista y “culta”, está sufriendo la lengua española: poco interés en la corrección
ortográfica y la invasión de neologismos. Bastaría con leer atentamente este texto.
Los idiomas, en todo caso, son estructuras flexibles y se van adaptando para
responder a las necesidades. El medio electrónico culmina la “reducción de costos de
producción” iniciada por el libro escrito. Hasta el año 1400 escribir y sobre todo, distribuir
lo escrito era solo posible para una élite ilustrada poseedora del latín y de la misma
escritura. Formar un copista-escritor era un proceso lento y costoso.
Gutenberg cambió el panorama. Permitió a sectores populares expresarse y circular
las ideas. Le dio soporte material a lo que hasta ese momento eran dialectos. Sin la
impresión masiva de la Biblia, la Vulgata, es impensable la Reforma Protestante. Ese
proceso, sin embargo, aún era de élite. Aún hoy, publicar un texto como éste que usted
tiene en sus manos, significa largos períodos de elaboración, corrección y costos de
publicación. La red hace simultáneos el proceso de escribir y de difundir. Se han eliminado
intermediarios. Está a nuestro alcance, casi sin interferencias.
El punto en cuestión es definir qué es aquello que desea ser puesto en común.
La información aparece como un elemento accesible, que se puede poseer, que da
poder, que da conocimiento. La información se ha convertido en un culto, en un mito, algo

38
Como destaca el escritor mexicano Carlos Fuentes, Nuestra América es Belindia, la realidad de Bélgica más
la realidad de la India. No son realidades opuestas, sino que la realidad se compone de estas imágenes
aparentemente contradictorias. Ver: Educar para el Siglo XXI, México, 2002.
39
Marshall Mc Luhan. La Galaxia Gutemberg: Génesis del homo typographicus. Traducción de Juan
Novella. Barcelona, Círculo de Lectores, 1998.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 28


que otorga autoridad, ventajas, superioridad, dominio.40
El fenómeno NO es nuevo. La primera gran revolución tecnológica que afectó a la
comunicación sobrevino a mediados del siglo diecinueve, con la invención del telégrafo. Se
trató de la primera vez que el hombre pudo intercambiar mensajes a una velocidad mayor
que la de sus medios de transporte, fueran caballos, barcos o trenes. El propio Samuel
Morse, su creador, no terminaba de maravillarse “desde Nueva York, donde son las 10 de la
noche, podemos hablar con Hong Kong, donde son las 10 de la mañana, y recibir una
respuesta en unos cuantos segundos. Conocemos el hecho, pero, ¿puede comprenderlo la
imaginación?” Era el sueño de la comunicación en tiempo real.
Una idea del impacto que esta innovación produjo en la política y el poder, la da la
siguiente anécdota, atribuida al plenipotenciario británico de asuntos externos, Arthur
Buchanan, a quien, en 1861, se le pidió una evaluación respecto de la incidencia del
telégrafo en la diplomacia reduce en gran medida, la responsabilidad del ministro, pues
ahora puede pedir instrucciones en lugar de hacer las cosas por sí mismo.
El sistema de transmisión en directo por vía satelital nació en los años sesenta: El
Telstar 1 se lanzó el 10 de julio de 1962, y le siguió casi un año después el Telstar 2. La
primera retransmisión mostraba la bandera norteamericana ondeando en la brisa de Nueva
Inglaterra, con la estación de Andover al fondo. Esta imagen se retransmitió a Gran
Bretaña, Francia y a una estación norteamericana de New Jersey, casi quince horas después
del lanzamiento. Dos semanas más tarde millones de europeos y americanos seguían por
televisión una conversación entre interlocutores de ambos lados del Atlántico. No sólo
podían conversar, sino también verse en directo vía satélite. Muchos historiadores fechan el
nacimiento de la aldea mundial ese día. El siguiente hito se produce el 19 de agosto de 1964
cuando se retransmitieron en directo las ceremonias de apertura de los juegos olímpicos en
Japón. “En directo, vía satélite”. Pero el tema de la homogenización que podían producir
estas transmisiones también es antiguo: La red nacional más extensa de satélites fue
desarrollada por la Unión Soviética a partir de abril de 1965, con una serie de satélites
Molniya (relámpago). Diversos centros del extenso territorio de la URSS quedaron unidos
por programas de televisión en blanco y negro, teléfono y telégrafo. Una serie posterior
(Molniya 3) incorporó televisión en color además de telecomunicaciones. Los satélites
Molniya tuvieron un impacto social, político y económico considerable en el desarrollo del
estado soviético (a menudo, con culturas y costumbres diferentes) en contacto más estrecho
con Moscú, y al establecer conexiones, con otros países socialistas, desde Europa Oriental a
Mongolia. Un intento sideral de homogenización.
La información con las nuevas tecnologías, se independiza de los sujetos, se eleva
en el éter primero y en un ciber-espacio41 después. Las personas son despojadas de la
posesión, de ser la fuente y manantial de la información. En último término, no es la
información para los sujetos y gracias a ellos, sino que los sujetos son para la información
y, al final, serán los productos de la misma. Es decir que “el mundo físico ha dejado de ser
el destinatario básico de la transformación. El destinatario ahora, es la totalidad de lo
real, los seres humanos incluidos”.

40
En la película de George Lucas “Star Wars El ataque de los clones”, un “sabio” frente al aprendiz que sólo
cree en la tecnología, le espeta “Un verdadero caballero Jedi sabe la diferencia entre conocimiento y
sabiduría”.
41
La expresión ciber, proviene del griego y significa navegante. La navegación es por es esencia un espacio
de incertidumbre.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 29


1.5. Las nuevas tecnologías y el ejercicio del poder

Toda tecnología tiende a crear un nuevo mundo circundante para el hombre. La


escritura y el papiro crearon el medioambiente social de los imperios del mundo antiguo.
La espuela y la rueda, permitieron otros imperios de vasto ámbito.42 Los distintos
medioambientes tecnológicos no son meros espectáculos pasivos de las gentes, sino
procesos activos que dan nueva forma tanto al hombre como a otras tecnologías. La prensa
de tipos móviles creó un nuevo mundo circundante completamente inesperado: creó el
público.
En nuestros días, el súbito cambio de la tecnología mecánica de la rueda a la
tecnología del circuito eléctrico representa una de las mayores conmociones de toda la
historia. El medio ambiente tecnológico creado por la masiva difusión informática de los
años ochenta, también está dando nueva forma, tanto al hombre como a otras tecnologías.
Este medio ambiente se distingue no sólo del creado por las comunicaciones impresas que
constituyen la galaxia Gutemberg, sino también creado por las comunicaciones
electromagnéticas que constituyen la galaxia Marconi.
Al mismo tiempo, la información ha pasado a ser un bien de consumo. Pero no sólo
este producto entra dentro de esta categoría, sino que los modos de vida de las personas de
los países más desarrollados se han transformado de una manera radical. Asistimos al
nacimiento de una nueva sociedad donde la calidad, la gestión y la velocidad de la
información se convierten en factor clave de la competitividad tanto para el conjunto de los
oferentes como para los demandantes. Las tecnologías de la información y comunicación
condicionan la economía en todas sus etapas. Por todo ello la información, es controlada
por las condiciones del mercado. Éstas determinan por un lado, quiénes tienen acceso a ella
y por otro, qué o quiénes controlan su creación y su disposición.
Un autor que pone en duda estos cambios es el español Román Gubern,43 en el libro
“El eros electrónico”, el concepto de Aldea Global que propuso McLuhan es cuestionado
pues suponía flujos de comunicación unidireccionales, en que, como en cualquier aldea,
todos podían hablar con todos.44 Eso no habría ocurrido así. Actualmente, a cuarenta años
de la idea de McLuhan, asistiríamos a la monodireccionalidad que impone el Norte frente al
Sur. El Sur sería parte de un mundo en que se impone una monocultura que funciona en
base a intereses mercantiles, antes que políticos o sociales, cuantitativos antes que
cualitativos, y en la que parecen no tener cabida los elementos que pudieran desarrollarse
por fuera de la lógica de mercado. Se habría generado “un nuevo escenario tecno-cultural”
que sobrevino a las mega fusiones empresariales que se concretaron en las últimas dos
décadas, tanto entre las grandes compañías de comunicación estadounidenses, como entre
importantísimas empresas norteamericanas de comunicación y entretenimiento con firmas
japonesas.45

42
Esto también puede ser relativizado. De hecho, el Tawantinsuyu o Imperio Inca no conoció la rueda.
43
Román Gubern integra el staff docente del Massachusetts Institute of Technology, la Universidad de
California, y el Institute of Technology de Pasadena, preside la Asociación Española de Investigadores de
cine y es titular de una cátedra de Comunicación Audiovisual en la Universidad Autónoma de Barcelona.
44
Es bastante claro que esta idea remite a la diferencia entre Sociedad de Masas y Comunidad de Públicos,
expresada por Whright Mills en La élite del poder.
45
En noviembre de 1989, la empresa japonesa Sony compró a Coca Cola su participación en la Columbia
Pictures para quedarse con la propiedad de la Productora, pasando a llamarse Sony Pictures Entertainment,
aunque manteniendo el nombre original.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 30


Esta integración en el campo de la producción cultural dio origen a un eje Los
Ángeles-Tokio, y que supone “una expropiación del imaginario norteamericano” por parte
de los japoneses, que así se propaga y se consume sin aparentes obstáculos, en el resto del
mundo. “El 80 por ciento del material audiovisual que se consume en Europa, es
estadounidense, mientras que sólo el 2% de lo que se consume en Estados Unidos es
producido en Europa...”, ilustra Gubern, para quien el peligro reside en que “todo aquello
que no se inserta en la lógica de la ganancia y que puede ser redituable para los
empresarios que lideran el campo de las comunicaciones, queda por fuera, para ser
desechado”.46
La posibilidad de escaparle a esa “monodireccionalidad y estandarización” de
contenidos y de tecnología,“que se produce en el Norte y se consume en el Norte y en el
Sur”, reside en la capacidad de encontrar “brechas, intersticios” que permitan una suerte de
marginalidad del sistema dominante. Tiene conexión con el orgullo que en los años ‘60
acarreaba el hecho de quedar fuera del sistema, aunque a su vez se diferencia mucho de
aquella filosofía, porque los tiempos son otros. La producción independiente en el campo
del cine y la televisión, por ejemplo, significa la posibilidad de escaparle a uno de los
mayores peligros que a su entender supone esta monodireccionalidad, y es que “los países
del sur del mundo, subdesarrollados o en vías de desarrollo, ven su realidad a través de los
ojos del norte, lo que supone una colonización vía satélite de la mirada de estos países, y su
sumisión a la visión de los países más poderosos”. La Cultura Intersticial “es lo que queda
por fuera de la ‘Cultura Spielbergiana’ (por Steven Spielberg), lo que no se somete al
sistema de contenidos que proponen la televisión estadounidense y el imaginario de
Hollywood, las posibilidades de consumo cultural que sobreviven por fuera de la lógica de
mercado. En ese sentido Internet, sería una buena herramienta para acceder, producir y
difundir, contenidos distintos, de producción artesanal o alternativa”.47
Es interesante la idea de Gubern acerca de una “pantallización” de la sociedad. Un
empleado promedio puede llegar a pasar más de doce horas diarias frente a una pantalla, si
sumamos las que pasa frente a la computadora en el trabajo, a las que en su casa dedica a
ver televisión. Eso supone un reemplazo de la experiencia física real por la experiencia
filtrada, mediatizada, que esconde el riesgo de confundir el mundo real con la virtualidad e
irrealidad de las imágenes. “La experiencia del cara a cara es fundamental para el ser
humano, y sobre todo para los niños y los jóvenes”, alertó. La sobreoferta de información, a
su vez, supone un empobrecimiento de la comunicación y de la posibilidad real de estar en
contacto con lo que ocurre a nuestro alrededor. En otras palabras: más oferta es igual a
mayor desinformación e incomunicación.

46
Diario página 12 (Buenos Aires) 18 de abril de 2001.
47
Ibid.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 31


Ver lectura obligatoria número 2, 3 y 4
Gubern, Román. El eros electrónico. Madrid.Grupo Santillana
de Ediciones, S.A., 2000.pp.7-9.
Gubern, Román.“La escena y el laberinto”. En:Del bisonte a la
realidad virtual. Ver en:www.hipersociologia.org.ar/material/
gubern.html
Gubern, Román.“Claustrofilia versus agorafilia en la sociedad
postindustrial”. En: El simio Informatizado. Buenos Aires,
Editorial Universitaria.

Libro Blanco de Jacques Delors

El primero de los acercamientos europeos a este asunto fue el documento


elaborado por un grupo encabezado por el francés Jacques Delors,48 con el título
Crecimiento, competitividad y empleo: pistas y retos para entrar en el siglo XXI,
publicado en 1993 y conocido con el nombre de “Libro Blanco”. Se trataba de
sugerir vías al problema del desempleo europeo, pero las miras fueron
suficientemente altas de tal suerte que, además, pudieron incorporar reflexiones
y propuestas relativas a la superautopista informativa. “Allí se dijo que el nuevo
contexto de los cambios en el mundo está condicionado por la sociedad de la
información, en virtud de la cual la apertura de un mundo multimedia (sonido-
texto-imagen) constituye una mutación comparable a la primera revolución
industrial. Las sociedades europeas tienen nuevas necesidades; redes de
comunicación en las empresas; generalización del teletrabajo; acceso
generalizado a una base de datos científicos y de ocio; desarrollo de la atención
preventiva y de la medicina a domicilio para las personas mayores”.49
Las recomendaciones del texto eran:
• Fomentar la colaboración sector público-privado.
• Acelerar la construcción de redes y la creación de servicios y
aplicaciones de las autopistas de la información.
El programa se complementa con otras intervenciones:
• Redes de infraestructuras.
• Refuerzo de la investigación y la cooperación, fundamentalmente en el
campo de:
- Las nuevas tecnologías de la información.

48
Jacques Delors, socialdemócrata, católico practicante y partidario de la creación de la Unión Europea.
Parisino, de origen humilde, Jacques Delors fue nombrado presidente de la Comisión Europea en 1985.
Durante su mandato, se encargó de dar el empujón definitivo a la unión económica y monetaria (UEM)
mediante la elaboración de un proyecto conocido como “Plan Delors” que planificaba la unión económica y
monetaria. Delors también fue parte de la elaboración del tratado comunitario más importante de la última
década: el “Tratado de la Unión Europea”. Firmado el 7 de febrero de 1992 (y en vigencia desde el 1 de
noviembre de 1993) suponía la continuación de las reformas iniciadas con el Acta Única, y en él se estableció
la fecha límite para el inicio de la integración: el 1 de enero de 1999.
49
Trejo Delarbre, Raúl. La nueva alfombra mágica Capítulo IV Estado y liberalización. El crecimiento
desigual y desmesurado en el ciberespacio.
En http://www.etcetera.com.mx/LIBRO/cuatro/cuatro9.htm

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 32


- La biotecnología.
- Las ecotecnologías.
• Formación y educación a lo largo de toda la vida.
• Flexibilidad de los mercados de trabajo, buscando una completa
renovación de la política de empleo.

El programa localiza lo que llama ‘yacimientos de empleo’, entre los que se


encuentran los relacionados con:
• Los medios audiovisuales.
• El ocio y la cultura.
El Libro Blanco ubicó el desarrollo de las NTI dentro de una concepción integral
del crecimiento económico, con prioridades sociales entre las que destaca la
necesidad de crear empleos. Es decir, la reflexión europea a propósito del
ciberespacio, al menos en las élites políticas, no surgió sólo a partir de la
novedad mediática sino como resultado de un realismo económico que
precisó detalles, pero que permaneció como marco conceptual para ser
desarrollado en la medida en que avanzara la integración de la propia
Unión Europea.
Para saber más y consultar: http://www.fe.ccoo.es/pdf/blancopub.PDF
www.ilo.org/public/spanish/region/ampro/cinterfor/
sid/libromes/1999/enero/cachon.htm

1.6. Los nuevos yacimientos de empleo

Todas las transformaciones sociales que se han producido en los últimos 20 años,
tienen (o pueden tener) una notable repercusión en el sistema productivo. Tales
transformaciones producen nuevas necesidades humanas, individuales o colectivas, o bien
saltos entre lo cuantitativo y lo cualitativo en dichas necesidades. En otras palabras, es a
través de la toma de conciencia de nuevos problemas generados por estas sociedades como
llegan a aparecer “necesidades” nuevas. Los cambios más relevantes, desde la óptica de los
NYE, que son los que han producido estas nuevas necesidades, son los siguientes:

 La inversión de las pirámides de población, consecuencia del alargamiento de la


esperanza de vida y de la caída de natalidad.
 La extensión de los sistemas educativos, lo que lleva a nuevas demandas culturales
no sólo en el sistema educativo (como el aumento de la educación preescolar y
actividades paraescolares) sino también después de haber dejado el mismo.
 La incorporación de la mujer al mercado de trabajo tras haber alcanzado un nivel de
escolarización y de éxito escolar superior al de los varones (aunque todavía en
ramas educativas y profesionales muy “feminizadas”, como la educación y la salud)
y la transformación de las estructuras familiares (con familias de más de un
sustentador). Estos cambios producen algunos requerimientos nuevos a los sistemas
productivos.
 El desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación y de
los medios audiovisuales, que repercuten en el sistema productivo general, pero
crean también nuevas áreas de actividad.
 Los cambios de las pautas de consumo y de uso del tiempo social. Si la ampliación

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 33


masiva del consumo llevó a un consumo homogéneo, hoy nos movemos en una
pauta de “diferenciación dentro de la homogeneidad”. Los cambios en la estructura
del gasto de las familias son un elemento clave de diferenciación de los tiempos de
consumo: las nuevas formas familiares (familias atípicas) tienen mayor propensión
a consumir servicios. Cambian también las demandas de ocio y cultura.

A estos cambios sociales hay que añadir otros hechos derivados de los efectos del
modelo de desarrollo imperante y de la toma de conciencia de determinados problemas
generados por estas sociedades: Por ejemplo:

1. El progresivo consenso de la insostenibilidad de un modelo de desarrollo que afecta


negativamente a las condiciones medioambientales y la necesidad de un “desarrollo
sostenible”.
2. El deterioro de los espacios urbanos, sean viviendas o espacios públicos, y de los
espacios naturales y rurales, en los primeros por el efecto de la creciente
urbanización y el impacto medioambiental de las ciudades.
3. El desafío que plantean los problemas de inserción social, de marginación y de
exclusión de algunos colectivos dentro de las sociedades.

Los nuevos yacimientos de empleo podrían ser definidos como los ámbitos de la
actividad económica que vienen a satisfacer las nuevas (o relativamente nuevas)
necesidades surgidas de los problemas mencionados arriba, explotando de manera activa y
positiva el filón económico y de empleo que se esconde en esos cambios sociales,
aprovechando las oportunidades de crecimiento y de empleo que puedan venir a satisfacer
las necesidades que surgen de esas transformaciones sociales.
Los principales ámbitos en los que se visualiza una mayor posibilidad de expansión
y desarrollo de los NYE son:

Los servicios de la vida diaria:


1. Los servicios a domicilio;
2. Las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación;
3. La ayuda a los jóvenes en dificultad y su inserción.

Los servicios de mejora del marco de vida:


4. La mejora de la vivienda;
5. La seguridad;
6. Los transportes colectivos locales;
7. La revalorización de los espacios públicos urbanos;
8. Los comercios de proximidad.

Las nuevas necesidades que los NYE vienen a satisfacer son detectadas con mayor
rapidez y sentidas en mayor medida en la proximidad que da el terreno de lo local. De ahí
que sea “casi natural” que muchos de éstos nazcan y se desarrollen en el contexto de local.
Con los NYE, no se trataría de inventar nada: no es una propuesta “imaginativa” ni
“voluntarista e irreal”, éstos ya están funcionando en las sociedades europeas, y están
demostrando, sobre el terreno, y a distintos niveles, el interés por este enfoque y sus

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 34


posibilidades.50

Para saber más:


http://www.plazanueva.org/voluntariado/detalledef.php?det=14
Específicamente en el caso chileno:
http://www.dge.uem.br//geonotas/vol4-4/rubio.shtml

1.7. Papel de la educación

La escuela, uno de los principales agentes educativos formales, se inserta en la


incertidumbre que parece caracterizar la sociedad de la información, debiendo responder a
sus demandas. Una de estas demandas es la educación multimedia, entendiendo como tal a
aquella que da un uso de las nuevas tecnologías a los alumnos que les permite:

 Conseguir destrezas y actitudes necesarias para comunicarse (interpretar y producir


mensajes) utilizando distintos lenguajes y medios.
 Desarrollar una autonomía personal, un pensamiento crítico que le capacite para
desarrollar una adecuada toma de decisiones que nos lleve a construir una sociedad
con las innovaciones que vayan apareciendo.

Lo anterior supone un compromiso explícito de todos los participantes en dicha


tarea ya que lo que se pretende conseguir, supone:

 posicionarse ante determinados valores que portan las nuevas tecnologías.


 educar a personas emprendedoras, creativas y adaptables, coincidiendo desde esta
perspectiva con lo que John Dewey establece sobre la inteligencia definiéndola
como la capacidad de adaptarse a un mundo en constante cambio.
 evitar caer en el determinismo tecnológico.

Una de las tareas posibles es la alfabetización tecnológica integral porque sólo así
podremos llegar a hablar de una cultura tecnológica como parte real de la cultura social.
Esta cultura se caracterizaría por la participación de la sociedad en su evolución y
desarrollo, seleccionando las alternativas más enriquecedoras que eviten el determinismo
tecnológico del que antes hablábamos. El determinismo tecnológico podría definirse como
la posibilidad que la toma de decisiones sólo sean emprendidas por especialistas que guíen
las mismas según sus intereses o sólo a partir de razones técnicas.
Resulta de interés la actitud que los profesores tienen ante la inclusión de las nuevas
tecnologías en el aula. Encontramos tres actitudes diferentes:

 La pragmática: se caracteriza por la utilización y aceptación de las nuevas


tecnologías sin cuestionarlas.
 La crítica: acepta las nuevas tecnologías y es consciente de lo que implica

50
Ver Cachón Rodríguez, L.; Collado Curiel, J. C.; Martínez Martín, M.I Nuevos yacimientos de empleo en
España: potencial de crecimiento y desarrollo futuro. Madrid, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales,
1998, pp. 447-449.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 35


comprometiéndose en el análisis de la conveniencia de los medios para la sociedad,
sin entrar en descalificaciones gratuitas que anularían la posibilidad de
comunicación y consenso.
 El rechazo: entiende este tipo de innovaciones como manipulación y cree que este
tipo de tecnologías en el aula anulará su protagonismo.

Podríamos pensar que esta es la manera de pasar desde una sociedad de la


información a una sociedad del conocimiento.

Ver lectura obligatoria número 5


Salinas Ibáñez, Jesús. Enseñanza flexible, aprendizaje abierto.
Las redes como herramientas para la formación. Universitat de
les Illes Balears. En: http://www3.unileon.es/dp/ado/
artsalin.html

1.7.1. La educación en la economía

El papel e importancia de la educación —en relación a la economía— sólo


recientemente, durante los años sesenta, principalmente con el trabajo de Gary Becker,
Premio Nobel en 1992, ha sido pensado y tratado rigurosamente.51 Becker introduce la idea
de capital humano. Los individuos acumulan durante su vida un nivel de capital humano;
el que consiste en sus conocimientos, experiencias y habilidades. El capital humano se
constituye procesando sus experiencias cotidianas, como un resultado de su trabajo y,
especialmente, con la ayuda de mecanismos y sistemas formales de educación.
El giro teórico, en relación a los autores “clásicos” como David Ricardo y Adam
Smith, es que estos autores consideraban como factores del desarrollo de los pobres a los
recursos naturales, el espacio y la energía, “los factores del desarrollo”.52 Por el contrario,
la vía para la superación de la pobreza sería el mejoramiento de la población, el impulso a
la educación y la capacitación. El desempleo en los países subdesarrollados sería
responsabilidad de los desempleados mismos, porque su población no posee el suficiente
nivel para ser empleada. Por lo que los capitales emigran hacia otras zonas donde su
población sí se encuentra capacitada.
Una manera de aludir al “capital humano” es considerarlo como la suma del
conocimiento (explícito o tácito) útil para las empresas que poseen las personas y equipos
de personas de la misma, así como su capacidad para regenerarlo; es decir, su capacidad de
aprender continuamente en el tiempo. Una forma sencilla de distinguir el Capital Humano
es que la empresa, a diferencia del Capital Físico, no lo posee, no lo puede comprar, sólo
alquilarlo durante un periodo de tiempo.53

51
Becker, Gary. Human capital. Chicago, The University of Chicago Press, 1964.
52
Citado en Chomsky, Noam y Dietrich, Heinz. La sociedad global. Santiago de Chile, Lom Ediciones, 1995,
p. 77.
53
Habría que señalar que el “Capital Humano” fue llamado en otro tiempo “Recursos Humanos”. Para un tipo
de Gestión, el Recurso Humano se transforma en “Capital Humano”, cuando se convierte en una ventaja
comparativa frente a una empresa “rival”. Es decir, cuando no se puede prescindir de él o bien cuando
prescindir de este “capital humano” es más caro que la reducción de costos fijos. Esta parece ser la noción que

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 36


Existen dos consecuencias importantes. Una de ellas es que determina la
productividad de los trabajadores. Existe una relación directa entre ese capital humano y la
productividad. Desde la perspectiva de una mayor agregación, la cantidad de bienes y
servicios que una economía puede producir depende, entre otras cosas, del capital humano
que esa misma economía haya logrado acumular.
Esto explica dos regularidades estadísticas sumamente importantes. La primera de
estas regularidades se refiere a la existencia de una relación positiva entre salarios y nivel
educativo. En promedio, personas con un mayor nivel educativo tienen también un
mayor salario. Estudios empíricos muestran este resultado en prácticamente todas las
economías del mundo. Naturalmente, este es un resultado promedio que admite muchas
mediaciones locales. Es evidente que los educadores son un claro contra-ejemplo de
individuos cuyo nivel educativo no se corresponde con su nivel salarial.
También existe una asociación positiva entre la variable del nivel educativo y el
crecimiento económico. Estudios empíricos realizados sobre un gran número de países
muestran una relación positiva entre nivel educativo y crecimiento económico y riqueza.
Los países ricos tienen también un alto nivel educativo. No se trata que tengan un alto nivel
educativo porque son ricos. Más bien se infiere que son ricos porque tienen un alto nivel
educativo.
Políticamente la conclusión es obvia. El crecimiento y el bienestar de los individuos
y de las sociedades no son posibles sin alcanzar un considerable nivel educativo. Esta
valoración de la Educación como inversión para el futuro crecimiento y bienestar ha hecho
que algunos economistas postulen que los gastos del Estado en educación no debieran ser
registrados como gastos corrientes, sino que como inversión; al igual que aquellos gastos en
infraestructuras físicas.54

1.7.2. Perfil del educador

No hay respuesta única y obligatoria, ni posibilidad de recomendaciones


universales, para la pregunta acerca de qué hacer con la formación docente, de manera
específica. No existe esa respuesta por algunas razones:

1. la propia gran diversidad de contextos y situaciones entre regiones, países


y dentro de un mismo país, que hace difícil o imposible la generalización;
2. la cada vez mayor separación conceptual entre “países en desarrollo” y
“países desarrollados”;
3. la complejidad del “problema docente”, del cual la formación profesional

maneja el Banco Mundial. Ver Comunicado de prensa No. 2002/101/ALC América Latina y el Caribe:
Estudio del Banco Mundial destaca importancia de los recursos naturales como activo para el crecimiento y
la creación de empleos de calidad, (Montevideo, 17 de octubre de 2001). Allí se expone la idea que los
recursos naturales no son una maldición —no son la única vía de desarrollo— mientras exista una “adecuada”
inversión en capital humano. Incluso, en las zonas deprimidas —desiertos, zonas a reconvertir, etc— la
inversión en “capital humano” y el desarrollo de las habilidades de la población con el fin de permitir la
emigración a corto y a largo plazo hacia zonas que ofrezcan más oportunidades,podría abrir una vía de
solución.
54
Lectura recomendada. Renato Aguilar Broughton. “Economía y Educación”, en: Revista Enfoques
Educacionales Vol.2, 1999. Santiago de Chile, Departamento de Educación. Facultad de Ciencias Sociales.
Universidad de Chile, 1999. (http://rehue.csociales.uchile.cl /publicaciones/enfoques/03/edu07.htm).

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 37


es apenas un aspecto;
4. la heterogeneidad de esos sujetos genéricamente agrupados como
“docentes”, así como los diversos (re)significados que adopta la
“formación docente”;
5. la insuficiencia del conocimiento disponible respecto del cambio
educativo y del aprendizaje —y del aprendizaje docente en particular—,
así como de experiencias que muestren avances en estos ámbitos con
planteamientos sólidos y renovados.

La incertidumbre de este período de transición entre dos eras o epistemes excede las
categorías de análisis y la imprecisión de los sentidos diversos en disputa de eso que,
vagamente, se avizora hoy como la educación deseada, la “nueva” educación cuestiona la
tendencia dominante, tanto en el ámbito internacional como en el nacional, a formular
diagnósticos y recomendaciones de política educativa uniformes, para el “mundo en
desarrollo” o para todo el país; el paso, en definitiva,“de la hipótesis a la prescripción”.55
Con el término docentes nos referimos a los educadores que trabajan en el sistema
escolar. Al hablar de su formación incluimos tanto a los educadores de aula como a
directores y supervisores. La importancia de articular estos tres estamentos se hace evidente
en el marco de nociones como equipo escolar, desarrollo profesional, comunidad y gestión
escolar que integren, para todos ellos, tanto la dimensión administrativa como la curricular
y pedagógica. Entendemos el tema de la formación docente dentro del concepto de
aprendizaje permanente: los saberes y competencias docentes son resultado no sólo de su
formación profesional, sino de aprendizajes realizados a lo largo y ancho de la vida, dentro
y fuera de la escuela, y en el ejercicio mismo de la docencia.
Este texto y esta reflexión se orienta específicamente a los docentes (y su
formación) en los llamados “países en desarrollo”, aunque existen significativas diferencias
entre ellos y aún dentro de cada uno, así como las diferencias relacionadas con niveles y
asignaturas de enseñanza y con variables tales como edad, género, etapa de desarrollo
profesional, etc. En definitiva, tanto “los docentes” —como “los alumnos”— y “la
formación docente” son abstracciones que requieren afinarse/resignificarse en cada
condición concreta, lo que supone el desafío de construir “certezas situadas”.
Las razones y condiciones de la formación docente dependen del papel que, en cada
caso, se asigne a la educación y al sistema escolar. La definición del modelo educativo, a su
vez, está en relación con el tipo de sociedad al que se aspira. La pregunta sobre el sentido
de la educación, precisamente en un mundo globalizado, dominado por un “pensamiento
único” que, en el campo educativo, se expresa hoy en la re-tórica del capital humano, no
sólo no ha perdido relevancia, sino que es un terreno a debatir y disputar, tanto desde la
política y la economía como desde la educación y la cultura. En ese sentido, la
caracterización que Ignacio Ramonet, Director del medio Le Monde Diplomatique, realiza
de la condición actual de la sociedad puede ser parte de ese debate:

55
Ratinoff, Luis, 1994, “Las retóricas educativas en América Latina: Las experiencias de este siglo”, en:
Boletín del proyecto principal de educación en América Latina y el Caribe”, 1994, p.30.
(http://www.reduc.cl/raes.nsf/4211b585503d5ece04256843007c08e2/1f3bf7cc04e23bff042569d9006625f2/$
FILE/7755.pdf)

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 38


¿Cuál es el tipo de sociedad al que se aspira?
Ignacio Ramonet: características del pensamiento único

 “Lo económico prima sobre lo político. Se coloca a la economía en el


puesto de mando (un marxista distraído no renegaría de este
principio); una economía, desde luego, liberada de la ganga de lo
social.
 El mercado, cuya mano invisible corrige las asperezas y disfunciones
del capitalismo, y muy especialmente los mercados financieros, cuyos
signos orientan y determinan el movimiento general de la economía.
 La competencia y la competitividad, que estimulan y dinamizan a las
empresas llevándolas a una permanente y benéfica modernización.
 El libre intercambio sin límites, factor de desarrollo ininterrumpido
del comercio y, por consiguiente, de la sociedad.
 La mundialización, tanto de la producción manufacturera como de los
flujos financieros.
 La división internacional del trabajo, que modera las reivindicaciones
sindicales y abarata los costes salariales.
 La moneda fuerte, factor de estabilización.
 La desreglamentación, la privatización, la liberalización.
 Cada vez menos estado y un arbitraje constante en favor de los
ingresos del capital en detrimento de los del trabajo.
 Indiferencia con respecto al costo ecológico.56

1.7.3. Nuevo papel docente y nuevo modelo de formación docente

La necesidad de un nuevo papel docente ocupa un lugar destacado en la retórica


educativa actual, sobre todo ante la construcción de una nueva educación. El perfil y el
papel prefi-gurado de este “nuevo docente” han terminado por configurar un listado de
“competencias deseadas”, en el que confluyen hoy, contradictoriamente, postulados
inspirados en la teoría del capital humano y los enfoques eficientistas de la educación, así
como postulados largamente acuñados por las corrientes progresistas, la pedagogía crítica y
los movimientos de renovación educativa, que hoy han pasado a formar parte de la retórica
de la reforma educativa mundial.
Así, a partir de la constatación de los volúmenes de información a manejar, el
“docente deseado” o el “docente eficaz” es caracterizado como un sujeto polivalente,

56
Ramonet, Ignacio. “Pensamiento único y nuevos amos del mundo”, en Chomsky, Noam. Cómo nos venden
la moto. Barcelona, Icaria, 1999. Aquí Ramonet define el pensamiento único como “la traducción a términos
ideológicos de pretensión universal de los intereses de un conjunto de fuerzas económicas, en especial las del
capital internacional”. “Se puede decir que está formulado y definido a partir de l944, con ocasión de los
acuerdos de Bretton Woods. Sus fuentes principales son las grandes instituciones económicas y monetarias —
Banco Mundial, Foro Monetario Internacional, Organización de Cooperación de Desarrollo Económico,
Acuerdo General sobre Tarifas Aduaneras y Comercio, Comisión Europea, (...), etc.— quienes, mediante su
financiación, afilian al servicio de sus ideas, en todo el planeta, a muchos centros de investigación,
universidades y fundaciones que, a su vez, afinan y propagan la buena nueva(...)”

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 39


profesional competente, agente de cambio, practicante reflexivo, profesor investigador,
intelectual crítico e intelectual transformador que:

Domina los saberes —contenidos y pedagogías— propios de su ámbito de


enseñanza; provoca y facilita aprendizajes, al asumir su misión no en términos de enseñar
sino de lograr que los alumnos aprendan; interpreta y aplica un currículum, y tiene
capacidad para recrearlo y construirlo a fin de responder a las especificidades locales; es
capaz de:

1. discernir y seleccionar los contenidos y pedagogías más adecuados a cada


contexto y a cada grupo;
2. comprender la cultura y la realidad locales en una educación bilingüe e
intercultural en los contextos adecuados;
3. desarrollar una pedagogía activa, basada en el diálogo y el trabajo en
equipo;
4. participar junto con sus colegas, en la elaboración de un proyecto
educativo para su establecimiento escolar;
5. trabajar y aprender en equipo, transitando de la formación individual y
fuera de la escuela a la formación del equipo escolar y en la propia
escuela;
6. tomar iniciativas en la puesta en marcha y desarrollo de ideas y proyectos
innovadores
7. detectar oportunamente problemas (sociales, afectivos, de salud, de
aprendizaje) entre sus alumnos,
8. desarrollar y ayudar a sus alumnos a desarrollar los conocimientos,
valores y habilidades necesarios para aprender a conocer, aprender a
hacer, aprender a vivir juntos, y aprender a ser;
9. desarrollar y ayudar a sus alumnos a desarrollar cualidades consideradas
indispensables para el futuro tales como creatividad, receptividad al
cambio y la innovación, versatilidad en el conocimiento, anticipación y
adaptabilidad a situaciones cambiantes;
10. impulsar actividades educativas más allá de la institución escolar,
incorporando a los que no están, recuperando a los que se han ido, y
atendiendo a necesidades de los padres de familia y la comunidad como
un todo.
11. abrirse a la incorporación y al manejo de las nuevas tecnologías tanto
para fines de enseñanza en el aula y fuera de ella como para su propio
aprendizaje permanente;
12. preparar a sus alumnos para seleccionar y utilizar críticamente la
información proporcionada por los medios de comunicación de masas;
13. propiciar nuevas y más significativas formas de participación de los
padres de familia y la comunidad en la vida de la escuela;
14. comprometerse con el desarrollo local; responder a los deseos de los
padres respecto a los resultados educacionales, a la necesidad social de un
acceso más amplio a la educación y a las presiones en favor de una
participación más democrática en las escuelas;
15. ser percibido por los alumnos a la vez como un amigo y un modelo,

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 40


alguien que les escucha y les ayuda a desarrollarse.57

Ejercicio de reflexión

Frente a las competencias docentes deseadas expuestas en el texto


anterior, reflexione y responda:

 ¿A qué modelo educativo y de sociedad responde? ¿Son estos valores


y competencias universalmente aceptados y deseados en las distintas
sociedades y culturas?; ¿Conforman todos ellos un modelo educativo
coherente, o responden a modelos diferenciados y hasta
contradictorios entre sí?; ¿Qué —de todo ello— es compatible con un
modelo escolar centralizado y qué con un modelo descentralizado;
qué con un modelo educativo orientado por el capital humano y qué
con uno orientado por el desarrollo humano?; ¿Es éste el actor que se
está construyendo desde las actuales políticas y reformas educativas,
impulsadas en Chile desde comienzos de los noventa?
 ¿Qué —de todo esto— es compatible con los perfiles docentes, la
estructura y la tradición escolar, la formación profesional, la cultura
política y los estilos de liderazgo, los niveles de pobreza y
segregación social, las realidades bilingües?
 ¿Cuáles de todas estas competencias son aprendibles? ¿Qué de todo
ello es enseñable, es decir, susceptible de realizarse mediante un
esfuerzo intencional de educación, formación o capacitación? Y, si es
enseñable, ¿bajo qué condiciones, con qué estrategias y pedagogías,
en cada caso, si lo que está en juego es la eficacia en los aprendizajes
y su reflejo, entre otros, en la práctica docente?

Ver lectura obligatoria número 6


Torres del Castillo, Rosa María. “Nuevo papel docente ¿qué modelo de formación y para
qué modelo educativo?” Documento preparado para la decimotercera semana
monográfica Aprender para el futuro: nuevo marco de la tarea docente. Madrid, Fundación
Santillana, nov. 1998.

57
UNESCO-EFA, Forum secretariat. Education for all: achieving the goal. Final report. Mid-decade meeting
of the internacional consultative forum on education for all, Ammán, Jordania, 16 a 19 de junio de
1996,París,UNESCO.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 41


1.8. Sociedad del conocimiento y estrategias (o tácticas) educativas

La palabra información se ha usado como equivalente a saber o conocimiento. La


diferencia podría haber surgido tras la década de los cuarenta, desde las teorías de la
información y la cibernética. Desde estos postulados, la mente humana, es concebida como
un organismo capaz de adquirir y manipular información, de forma que pensar se va a
reducir a procesar esa información.
Habría que pensar si esta visión no es acaso reduccionista, al dejar aparte otras
variables. Conocer y pensar no es simplemente almacenar, tratar y comunicar datos. Serán
procesos de generalización de distinto tipo y sus resultados, los que nos determinarán el
saber cómo actuar sobre algo en una situación dada. El desarrollar procesos de pensamiento
alternativos, creativos e idiosincrásicos. La información no es en sí conocimiento. El acceso
a ella no garantiza en absoluto desarrollar procesos originales de pensamiento.
A pesar de que el conocimiento se basa en la información, ésta por sí sola no genera
conocimiento.
La promesa que, insistentemente se nos hace de acceso global y factible a grandes
volúmenes de información desde las nuevas tecnologías no va a ser garantía de mayor
conocimiento, ni de mayor educación.
Para que esta información se convierta en conocimiento es necesario la puesta en
marcha, desarrollo y mantenimiento de una serie de estrategias. En primer lugar, tendremos
que discriminar aquella información relevante para nuestro interés.Tras haber seleccionado
la información, tendremos que analizarla, intentando profundizar en cada uno de los
elementos, de-construyendo el mensaje, para re-construirlo desde nuestra propia realidad.
Es decir, en el proceso de des-construcción vamos a desmontar, comprender, entender las
variables, partes, objetivos, elementos, axiomas del mensaje.
En el proceso de re-construcción realizamos el procedimiento inverso. A partir de
variables, axiomas, elementos, etc., volvemos a componer el mensaje, desde nuestra
realidad personal, social, histórica, cultural y vital. Es decir, desde nuestra perspectiva
global del conocimiento y la persona.
Para el crítico literario británico Harold Bloom “Si miramos la enorme masa
mundial, supuestamente compuesta por una población alfabetizada, tenemos que admitir
que los lectores están en peligro de desaparición”.58
Los culpables según el crítico son dos: lo que él llama la Escuela del Resentimiento,
que no es otra cosa que la dictadura de lo políticamente correcto en las universidades
europeas y estadounidenses, e Internet, al que describe como “una gran tela de araña que
atrapa a los incautos”. “El que acude a Internet sin haber sido previamente formado corre el
riesgo de morir ahogado en un océano de información”, dice sobre esto último, mientras
que para definir a los intelectuales resentidos señala: “hace ya años que en mi país y en
todos los países anglosajones no se está enseñando literatura en serio. Lo que prima es la
enseñanza de la literatura en función del género, la etnia, las tendencias sexuales o las
opiniones políticas. Si esto sigue así la sociedad acabará autodestruyéndose”.59

58
Ver diario “La Tercera”. Santiago de Chile, 3 de junio de 2002.
59
Ver, diario “El Mercurio”. Santiago de Chile, 7 de diciembre del 2000.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 42


EL NUEVO LECTOR HIPERTEXTUALIZADO:
¿Tenemos un problema?
Cada vez se lee menos y no sólo en la escuela y los liceos ¿qué está pasando?
Recordemos el demoledor Informe que plantea que el 85% de los chilenos no
entienden lo que leen.60
Hipótesis: El lector textual de nuestra cultura alfabetizada está siendo sustituido
por un nuevo lector hipertextual e interactivo.

¿Qué rasgos podrían caracterizar a este nuevo lector?

Lee a base de vistazos rápidos y diagonales. Posiblemente, antes de que comenzara


a hablar y desde luego antes de que comenzara a leer ya aprendió a organizar la
información a través de un entorno lleno de imágenes culturales. Cuando este lector
icónico, hipertextual e interactivo se ve luego confrontado con un texto escrito le resultan
difíciles, lentas y aburridas las estrategias propias del lector alfabetizado.Observando en las
aulas el movimiento ocular de muchos niños y niñas se perciben ya los síntomas de esta
nueva situación.61
Se encuentra adiestrado por la televisión, el computador, la videoconsola de juegos
y la publicidad. No necesita instrucciones para captar la información; esta está diseñada
para ser asimilada al instante. Para leer e interpretar un texto escrito se precisa un
entrenamiento.
Prefiere fragmentos mínimos de información, vehiculados a través de imágenes que
hablan por sí solas y que no generan la conexión, la lógica y el sentido de las mismas; y
preferirá esto, antes que esforzarse en encontrar la lógica y el sentido de textos más o
menos amplios y elaborados. La aparición de nuevos diarios que sólo traen “recuadros” de
información ha reemplazado a los antiguos Diarios Nacionales que han debido readaptar su
formato.62
Podrían pensarse entonces estrategias que:
- Eviten la dispersión, la confusión y, sobre todo, la incapacidad para conceptualizar
y abstraer.
- Fomenten la autonomía para sistematizar y organizar los conocimientos y la
información, más allá de los apoyos que le brindan y facilitan los nuevos soportes
(enciclopedias multimedia, Internet).
- Le ayuden a percibir claramente que su lectura hipertextual no sólo no está reñida
con la lectura de textos extensos, sino que tal manera de leer la realidad quedará indefensa,
empobrecida y limitada sin el contrapeso de las dos ventajas fundamentales de la lectura:

60
Idem.
61
Ver Dra. Elisa María Domínguez en Red mujer “La Televisión y los Niños”, www.redmujer.com/salud.asp
62
Puede que esto no tenga nada de novedoso. En los años sesenta, en el ambiente periodístico de EE.UU. se
criticaba abiertamente a dos medios coligados: “Time” y “Life”. “Time”, una revista de texto pero
extremadamente “liviana” era acompañada por “Life”, una revista de fotografías. “Time”, se decía, era la
revista para los que no saben pensar, mientras que “Life” era la revista para los que “no saben leer”.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 43


 la ventaja de la ralentización de la información que le permitirá la aceleración de su
pensamiento y el desarrollo de actitudes críticas y
 la destilación y acrisolamiento —acumulado— de la cultura objetiva, ajena, en
principio, a la manipulación que tanto anhela el lector interactivo.

Ejercicio de reflexión

“Tengo la impresión a veces de que buena parte de los profesionales de la


enseñanza estamos en las nubes, desanimados y bloqueados, con aulas
atiborradas de lectores hipertextuales, a su vez incomprendidos e indefensos y
que provocarían la desolación y la impotencia del mismísimo Piaget. Por
ejemplo, tras los llamados inadecuadamente insumisos del sistema educativo se
camuflan a mi entender solitarios lectores interactivos que deambulan por unas
instituciones que no acaban de entender lo que está ocurriendo”.
¿Qué pintan en este nuevo horizonte unas maneras de enseñar, procesar e
interpretar la información fanatizadas con metodologías exclusivamente
textuales?

1.9. Educación en la nueva sociedad: contenido y condiciones del problema

La noción de la pedagogía como una actividad universal (o naturalizada), ha


evolucionado, condicionadamente, por las estructuras sociales, culturales e ideológicas de
los pueblos en que se ha desenvuelto. Históricamente, la pedagogía pasó de un servicio
doméstico —de la sociedad esclavista griega o romana— a un modus operandi de
transmitir formalmente conocimientos para preservar la cultura o un orden social
establecido. Todo enfoque pedagógico ha contado con un adjetivo circunstancial
determinado por los énfasis de la comprensión educativa; así por ejemplo, “La pedagogía
del oprimido” de Freire denunció la “educación bancaria”, dando pautas para plantear una
“Pedagogía de la Liberación”.
Las teorías o corrientes pedagógicas han oscilado en enfoques pendularmente
centrados en el docente o en el estudiante; sin embargo, en la actualidad, el debate se centra
en la transición para llegar a constituir “sociedades informacionales”, “sociedades del
conocimiento” o “sociedades del aprendizaje”, sustentadas en la vorágine de las nuevas
tecnologías de la información.
En los análisis sociológicos actuales la “sobre-información” y las “infoestructuras”
despliegan las ecuaciones para pensar en estas sociedades informacionales como
“economías informacionales” y la “cultura de la información”; asimismo, se definen nuevas
“habilidades informacionales” (literacy skills) yuxtapuestas y análogas a las emergentes
manifestaciones de los “analfabetismos funcionales” (informático, idiomático e
informacional).
Se levanta así una nueva arquitectura educativa que apunta al aprendizaje de por
vida (lifelong learning) lo que implica entablar una nueva hipótesis educativa: enseñar a
aprender, y sobre todo, utilizar adecuadamente la información en el proceso de enseñanza
aprendizaje. Se plantea entonces una nueva hipótesis para comprender el quehacer
educativo llamado “Pedagogía informacional”, ante el cual, los docentes y estudiantes
deben asumir un nuevo rol de “mediaciones” entre la experiencia humana y la información

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 44


existente, y sobre todo caer en la cuenta que la información debe ser punto de partida y de
llegada en el proceso de enseñanza aprendizaje.
Desde esta perspectiva, un macro-supuesto de la “pedagogía informacional” radica,
en que, los verdaderos rendimientos educativos para responder a las exigencias de aprender
para toda la vida implican el uso de la información en todas sus dimensiones: acceso,
análisis, interpretación, evaluación, producción, etc.; pero este nuevo paradigma no es
solamente una respuesta teorética, sino que tiene consecuencias de carácter laboral; por
ejemplo, cada vez más, la generación, proceso y transmisión de la información configura
los sistemas productivos, financieros y políticos, y en el campo laboral, los “trabajadores
del conocimiento” acceden a más y mejores empleos, ya que la sociedad industrial con sus
maquinarias y líneas de obreros infinitas, dan paso a la cultura del microchip, de la
información, de la telemática y de la robótica, en donde predomina la información y el
conocimiento como el capital por excelencia.
La “pedagogía informacional” por su propia conceptualización está íntimamente
relacionada a las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC). El impacto de
las nuevas tecnologías en el área de la información y la comunicación nos lleva a
reflexionar sobre los métodos y procesos educativos, el potencial que ofrece Internet para la
educación es enorme si tomamos en cuenta que para el sistema educativo lo más importante
es la información y el conocimiento.
¿Cuál es la relación entre esta teoría pedagógica y la sociedad informacional?
Castells señala que la sociedad informacional es “una forma específica de organización
social en la que la generación, el procesamiento y transmisión de la información se
convierten en fuentes fundamentales de productividad y poder”;63 en consecuencia, los
centros educativos, y en ellos las aulas, docentes y estudiantes deberán asumir que la
información es lo crucial y el punto neurálgico para articular los sectores educativos y
productivos; es decir, el sistema educativo en su conjunto debe preparar ciudadanos para
estas nuevas formas de producción y de poder.
Siguiendo a Gary Becker la educación de la población sería el salvavidas de una
economía. Un “seguro” frente a la fragilidad de la especulación y del mercado.
Ahora bien, el reto siguiente será conceptualizar los límites y alcances de lo
informacional como tal; al definir la categoría informacional nos remite automáticamente a
la concepción de información, término que posee dos vetas hermenéuticas:64 por un lado, el

63
Castells, Manuel. La era de la información, vol 1. “La sociedad red”, op. Cit, p. 47. También cabría
mencionar la tesis que “en el nuevo modo de desarrollo informacional, la fuente de la productividad estriba en
la tecnología de la generación del conocimiento, el procesamiento de la información y la comunicación de
símbolos (...)lo que es específico del modo de desarrollo informacional es la acción del conocimiento sobre sí
mismo como principal fuente de productividad”.
64
El término hermenéutica deriva del griego “hermenéuiein” que significa expresar o enunciar un
pensamiento, descifrar e interpretar un mensaje o un texto. Etimológicamente, el concepto de hermenéutica
remonta al dios griego Hermes, el hijo de Zeus que mediaba entre los dioses o entre éstos y los hombres. Se
encargaba de transmitir a los hombres los mensajes y órdenes divinas para que éstas fueran tanto
comprendidas y acatadas. Desde esa raíz, la hermenéutica trata de interpretar y de(s)velar el sentido de los
mensajes, haciendo que su comprensión sea posible y todo malentendido evitado, favoreciendo su adecuada
función normativa. Aristóteles escribió un Peri hermeneias sobre el análisis de los juicios y las proposiciones.
Se trataba de un primer método del análisis del discurso, pues sólo desde el interior del mismo se manifestaba
la realidad. La hermenéutica se constituyó en una interpretación dirigida, en el Renacimiento y la Reforma
Protestante, dedicada al esclarecimiento de los textos sagrados, dando lugar a la exégesis bíblica. Con el
Humanismo, la hermenéutica se aplicó a la literatura grecolatina, configurándose como una disciplina de

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 45


valor estadístico que designa el grado de probabilidad de que un fenómeno se produzca
dentro de un sistema; por otro lado, el valor de significación, que permite decodificar e
inquirir sobre determinado fenómeno. Desde esta perspectiva, la información para ser
“tratada” requiere conocimiento o capacidad epistemológica, lo que permite su
descubrimiento e interpretación. La información y su entorno informacional, es decir, las
diversas fuentes: Internet, base de datos, medios de comunicación, la realidad misma, los
aportes de las ciencias, los libros, revistas, en la actualidad desbordan la capacidad de
asimilación humana, y pueden llegar a producir una verdadera “Infoxicación”;65 esta
complejidad de fenómenos estadísticos y significativos posibilitan un espectro, ante el cual,
los aprendices o estudiantes orientados por el docente, pueden entablar un verdadero
diálogo y construir aprendizajes significativos, a través de metodologías innovadoras, tales
como: seguimientos temáticos informacionales (portafolios), búsquedas especializadas,
redes de trabajo temáticas, micro-bases de datos según asignaturas, lecturas digitales
alternativas, foros y discusiones virtuales a través de lecturas digitales, conceptualizaciones
icónicas con imágenes digitales, uso de prensa digital, entre otras.
El clásico y lancasteriano “yo enseño, tú aprendes” y todo su entorno, comienza a
ceder espacios a un nuevo paradigma, en el cual, tal como lo describen Coderech y Guitert:
“las nuevas tecnologías, específicamente los sistemas telemáticos, son medios interesantes
para introducir pedagogías alternativas y potenciar cambios en las estructuras educativas”.
Finalmente, recordar las recomendaciones estratégicas del Informe de la Comisión
al Consejo y al Parlamento Europeo: “Concebir la Educación del Futuro y Promover la
Innovación con las Nuevas Tecnologías (Bruselas, 2000), las cuales entre, entre otros
aportes indican: 1) valorizar el capital de conocimientos; 2) estimular la observación y uso
de las tecnologías; 3) formular una visión compartida; 4) desarrollar análisis prospectivos;
5) gestionar y promover la innovación; 6) emprender experiencias innovadoras; 7)
favorecer el desarrollo de la calidad; y 8) reforzar la cohesión social; dicho de otro modo y
en forma sintética: ingresar al umbral de las ideas, a través de las TIC… y esto se puede
lograr desde una “pedagogía informacional”, análoga y consecuente con las sustantivas
ideas que orientan el devenir educativo hacia las sociedades del conocimiento, del
aprendizaje y sobre todo, a la sociedad informacional.

carácter filológico. Desde el ámbito de la jurisprudencia, se ocupó de la interpretación de los textos legales y
de su correcta aplicación a la particularidad de los casos. En el Romanticismo la hermenéutica se constituyó
en una teoría general, dedicada a la correcta interpretación de un autor y su obra. Más tarde, Wilhelm Dilthey
(1833-1911) amplió su ámbito a todas las “ciencias del espíritu”. Dilthey, inspirador de Max Weber, postulará
una manera historicista de acercarse a los fenómenos sociales, es decir, asumir que ellos pueden rastrearse en
el análisis lingüístico. Actualmente se entiende por hermenéutica aquella corriente que desde el vitalismo
nietzscheano, surge a mediados del siglo XX y tiene como máximos exponentes al alemán Hans Georg
Gadamer (nacido en 1900), Martin Heidegger (1889-1976), los italianos Luigi Pareyson (1918-1991) y
Gianni Vattimo y el francés Paul Ricoeur (nacido en 1913). Todos ellos adoptan una determinada posición en
torno al problema de la verdad y del ser, siendo la primera definida como fruto de una interpretación, y el ser
(mundo y hombre) como una gran obra textual inconclusa que se comporta de manera análoga a como lo hace
el lenguaje escrito. La hermenéutica contemporánea más que un movimiento definido es una “atmósfera”
general que empapa grandes y variados ámbitos del pensamiento, calando en autores tan heterogéneos como
Michel Foucault, Jacques Derrida, Jürgen Habermas, Otto Apel y Richard Rorty.
65
Se puede definir la “Infoxicación” como un síntoma peligroso de los nuevos tiempos es la impresionante
cantidad de información que genera la humanidad y que se multiplica cada vez más rápido. Entonces, una
sensación de angustia o ansiedad se apodera de nosotros, simples mortales, ante la imposibilidad de poder
“estar al día”.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 46


Las TIC y la búsqueda de información
Un posible ejercicio

Hipótesis:
Se trata de una persona de 32 años, no importa su sexo ni profesión, que posee
una cultura humanística de nivel medio-alto adquirida a través de una
instrucción académica fiable. Conoce y dispone de toda la legislación en torno a
la Reforma Educacional.
Esta persona quiere documentarse a) sobre la presencia del cristianismo en la
educación b) detectar esa presencia en la educación nacional, c) si lo que él
denomina influencia católica en la educación ha persistido en la enseñanza en
Chile, después de 1989.
Además, desea no contaminarse durante el proceso de investigación de su
posición personal ante el fenómeno religioso —cosa difícil—, con objeto de
evitar que su hipótesis de partida quede finalmente distorsionada; hipótesis que,
para hacer más sugerente el supuesto, ignoraremos cuál es.
En primer lugar busca información bibliográfica a través de Internet con los
buscadores habituales, en los accesos a la Red de las universidades y bibliotecas
chilenas, españolas y europeas o en portales dedicados específicamente al
mundo de la educación. Después de varios intentos encontrará la fórmula más
adecuada de búsqueda, que excluya otras más amplias. Por ejemplo, descartará
rápidamente “educación católica”, porque le llevará a un mar de información —
para este caso— inútil.
El escenario de su trabajo podría discurrir en el pequeño estudio de esta persona
en su casa de pueblito tranquilo de la provincia de..., desde el enlace entre los
servidores, se va a permitir el lujo de crear una conexión dentro de un
documento de la Universidad de Caracas, por ejemplo, para ir a una parte muy
concreta de otro documento de la Universidad de París, pasando por varios
documentos de las Universidades de Barcelona, Roma, Oslo, Lyon y Filadelfia
para acabar alucinado en los archivos de su disco duro.
¿Qué encontraría?
Una lista larga, sin duda. (Sugerimos hacer el ejercicio)

Para que el resultado de la búsqueda mereciera la pena el investigador habría de


obtener un listado de documentos digitales en línea, acompañados de breves comentarios
pertinentes sobre sus posibilidades hipertextuales, puesto que los textos no electrónicos en
sus notas a pie de página, en las observaciones bibliográficas, incluso en las solapas, en las
introducciones, prólogos o epílogos serán simplemente inaccesibles.
El hipertexto básicamente consiste en ampliar las opciones al navegante para que
vaya por donde le plazca y como le plazca. Algo distinto del simple clic aleatorio adherido
a una gif estático o animado que ignoramos dónde puede llevarnos y con qué lógica, como
ocurre ahora en más del 90% de los sites sobre educación.66
Por lo anterior, es que esta es una manera aún rudimentaria de describir lo que
66
Steve Steinberg en Wired, citado por Derrick de Kerckhove en Inteligencias en conexión. Hacia una
sociedad de la wed. España, Gedisa, 1999, pág. 122.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 47


podría llamarse el aula como hipertexto.
Obviamente, los documentos digitales del hipotético listado anterior serían
discutibles y están dentro de lo que llamaríamos fuentes documentales secundarias; que
podrían, por tanto, retocarse, ampliarse, suprimirse, prolongarse, enREDarse, sugiriendo
itinerarios distintos o abriendo rutas nuevas que enriquecieran el objetivo final de la
investigación. También habría que asumir que, incluso los accesos digitales disponibles,
tanto en la modalidad Internet, Intranet, como Extranet, pueden estar limitados,
condicionados, mediatizados o ideologizados por razones ajenas a las cuestiones
tecnológicas, ignorándolo en su candidez el internauta, lo que podría traducirse, entre otras
cosas, en un empobrecimiento de su información, justamente cuando creía vivir ya en la
paradisíaca sociedad del conocimiento. Asumiendo que el hipertexto, puro rizoma
desordenado y casi imprevisible —una enorme biblioteca desordenada en la idea de
Humberto Eco—67 resulta de momento incontrolable, si bien se podrían consensuar unos
criterios mínimos de calidad hipertextual que neutralizara el excesivo caos actual. Porque
sigue siendo cierto que el autor de un site sobre educación es todavía el autor, aunque
visitantes diferentes creen rutas y caminos distintos con el mismo material. Entre otras
cosas, lo atractivo del hipertexto radica precisamente en que el autor de una página web
hace posibles variados universos para quienes le visitan, pero no todos los universos.
También ocurre, es evidente en los lectores creativos de libros. ¿Acaso el lector avisado,
creativo y reflexivo de una novela no la reinventa y recrea mientras lee?

67
Citado por Gubern en Diario página 12. Op. Cit.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 48


Unidad II: El problema del conocimiento como paradigma: una
ontología de la fluidez
Este módulo centra sus preocupaciones en el tema de la educación —formal o
informal— y los impactos sociales de las nuevas tecnologías de la comunicación (TIC).
Hemos sostenido, con varios ejemplos, que las acciones, relaciones, vidas e instituciones
sociales están sometidas a una transformación radical de su materialidad, de su forma de ser
y de desplegarse en el mundo.68
Existe un espacio tiempo social (ETS) tradicional que sufre (o goza) ciertos cambios
tecnológicos y económicos. De ese cambio derivan conceptos tan extendidos como los de
“globalización”, “mundialización”, “fin de los grandes metarelatos”, “fin de la historia”,
“desanclaje” o “desterritorialización”, pero también apunta a ello el que haya aparecido un
espacio de flujos, frente al espacio de los lugares, y el tiempo atemporal, frente al tiempo
del reloj. Por ello merece especial atención la transformación del espacio-tiempo. Todo
afecta al orden profundo (del modo en que vivimos, vemos y hablamos) de la realidad
social: se pasa de hablar de estructuras y acciones o de sistemas y entornos, a hablar de
redes, flujos e identidades.69

Manuel Castells

“Así pues, el fenómeno de la ciudad global no puede reducirse a unos cuantos


núcleos urbanos del nivel superior de la jerarquía. Es un proceso que implica a
los servicios avanzados, los centros de producción y los mercados de una red
global, con diferente intensidad y a una escala distinta según la importancia
relativa de las actividades ubicadas en cada zona frente a la red global. Dentro
de cada país, la arquitectura de redes se reproduce en los centros regionales y
locales, de tal modo que el conjunto del sistema queda interconectado a escala
global. Los territorios que rodean70 estos nodos desempeñan una función cada
vez más subordinada: a veces llegan a perder toda su importancia o incluso se
vuelven disfuncionales. Por ejemplo, las colonias populares de la ciudad de
México (en su origen asentamientos ilegales) que representan en torno a los dos
tercios de la población de la megalópolis, sin desempeñar ningún papel
distintivo en el funcionamiento de la ciudad como centro comercial
internacional”.71

68
García Selgas, Fernando J. Preámbulo para una ontología de la fluidez social: La teoría de la Sociedad de
la Información como crónica de una transición ontológicopolítica. Madrid, Universidad Complutense de
Madrid, borrador provisional, Septiembre de 2001.
69
Fuentealba, Mauricio. “Discursos de modernidad y sociedad del conocimiento: estado del arte y
perspectivas, Chile 1990-2000”. Tesis para optar al título de Sociólogo. Universidad ARCIS, 2001.
70
Manuel, Castells. “El espacio de flujos”. En: El surgimiento de la sociedad de redes. Madrid, Alianza,
1997.
71
Se puede definir que una ontología define conceptos de una forma clara y consensuada y que esta
conceptualización debe ser formalizada y transmisible, legible y utilizable.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 49


Ver lectura obligatoria número 7
Castells, Manuel. “El espacio de flujos”. En: El surgimiento de la sociedad de redes.
Madrid, Alianza, 1997.

2.1. Hacia una ontología de la fluidez

El objetivo de esta parte del módulo es reflexionar o más bien producir una
reflexión acerca de esta no tan novedosa ontología72 de fluidos, es decir, in-material, a que
apuntan los desarrollos tecnológicos, económicos, sociológicos y políticos. Hemos visto
esta nueva forma de concebir la realidad social, pero no nos hemos aún detenido en ver que
su propuesta de ver lo fluido de la realidad social afecta en lo más sustancial el concepto de
sujeto.
Parece progresivamente más claro que los patrones de interacción y de dependencia
se están disolviendo hasta el punto de hacerse completamente maleables e inestables, como
fluidos cuya forma es más fácil de conseguir que de mantener.73
Las tres grandes licuadoras de lo social son la globalización económica, la
revolución tecnológica y la cultura mediático-virtual. Es desde cada una de estas ventanas
—imagen directamente sacada de la navegación computacional— que es posible entrar al
proceso.
Para empezar ilustrando la fluidez de lo social, acudimos a mirar el abismo entre el
capitalismo sólido del fordismo con sus fábricas que separan tajante y constantemente el
diseño y la libertad de la producción y la obediencia y que ligan el trabajo o vida de los
trabajadores y el capital o vida de los propietarios, del capitalismo fluido o light, que rompe
la división dentro-fuera de la fábrica y su producción flexible, ordenada en torno a procesos
y no en torno a instituciones o estructuras, generando incesantemente distintos diseños y
propuestas listas para ser consumidas y elegidas, con lo que se corroe el carácter de la
autoridad a la vez que el distanciamiento aumenta exponencialmente.
Así surge un rasgo de la posmodernidad: las cambiantes relaciones entre espacio y
tiempo.
La centralidad del ETS, como la atención preferente al despliegue de las TIC y al
carácter óntico74 de la fluidificación social, vienen derivadas de los planteamientos más
generalizados del problema sobre el advenimiento de una posible Sociedad de la
Información, que constantemente remiten a las TIC en primer lugar y al ETS en segundo.
La centralidad del ETS se impone por el lugar que éste ocupa en las teorizaciones de
autores que hoy son los que sirven de referencia, como Pierre Bourdieu,75 cuando éste hace

72
Giddens, A. The constitution of society: outline of the theory of structuration. Cambridge: Polity Press,
1984, 402 p.
73
Puede definirse que por un lado está el nivel óntico, es decir, el instrumental y cognitivo que genera
conocimiento, que se puede comunicar y enseñar —donde nos situamos en la materialidad de la nueva
realidad— y por el otro, está el nivel ontológico, es decir, el trascendente, no enseñable, introspectivo y que
genera saber (Logos).
74
Bordieu, Pierre. Capital cultural, escuela y espacio social. México, Fondo de Cultura Económica, 1997, pp.
11-21.
75
Bauman, Zygmunt. Modernidad líquida. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2002.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 50


girar el análisis de la realidad social en torno a las relaciones entre el espacio social y las
posiciones dentro de ese espacio, o Giddens, cuando hace de la explicación del estiramiento
de las relaciones sociales, a través del espacio y del tiempo, el problema central de la teoría
social.
Esta cuestión resulta problemática no sólo por razones teoréticas o científicas, sino
también porque la concepción fluida de la realidad social parece que hace desaparecer o al
menos marginaliza los mecanismos, las posibilidades y los movimientos críticos y de
resistencia.

Ver lectura obligatoria número 8


García Selgas, Fernando J. “Preámbulo para una ontología de la fluidez social: La teoría de
la sociedad de la información como crónica de una transición ontológico-política”. (Borrador
provisional). Madrid. Universidad Complutense de Madrid, septiembre de 2001.

Véamoslo con un caso de actualidad:

Chilesat se aprieta el cinturón

La operadora de telefonía de larga distancia Chilesat, filial de la empresa de


telecomunicaciones Telex Chile, anunció ayer un plan para disminuir sus costos
de operación. Entre otros ajustes, la compañía despedirá a 184 empleados.
El plan de Chilesat considera la reagrupación de áreas afines que comparten
procesos, la racionalización y redimensión de ciertas actividades, reducción de
oficinas regionales y de espacios, y la externalización de algunos procesos. La
compañía estimó que una vez implementado este plan, se reportará un ahorro
neto superior a los 3.300 millones de pesos medidos en 12 meses (Diario “La
Tercera”, Santiago,Chile, 24 de mayo de 2001)

Los conceptos y procesos se repiten una y otra vez: reestructuración,


adelgazamiento, subcontratación, relocalización, externalización, etc. Y todo ello a pesar de
haber aumentado las ventas un 40% y haber doblado el beneficio neto, pues lo que se
persigue es reducir costes y seducir a los inversores. El propósito, según declaraciones del
presidente de la compañía es “convertirse en una empresa sin fábricas”.
Tales noticias fueron bien recibidas en la Bolsa Nacional, con una recuperación del
1,14%, mientras caía “como una bomba” en el ya complicado gobierno y en los sindicatos
(recordemos los recientes despidos masivos). La liquidez, movilidad y crecimiento del
capital, ayudado por las TIC y la regulación mundial de la economía, impulsa a la
movilidad e incluso a la evaporación, de la producción material, y de los principales
agentes involucrados en la producción, como los trabajadores, los sindicatos y los
gobiernos con sus normativas. Las posiciones de los directivos pueden ser igualmente
arrasadas por la corriente.
Ante la carencia o ausencia de forma (institucional o posicional) estable y de la

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 51


incapacidad de mantener la forma ante la aparición de la mínima fuerza o presión exterior,
parece claro porqué resulta tentador hablar de una realidad fluida, es decir, de un tipo de
cosa que adquiere la forma del espacio que lo contiene, ya que esos son los rasgos
principales que distinguen lo fluido de lo sólido. Esta argumentación no es cuantitativa,
sino cualitativa. No se trata que haya más redes, sino que se habla de cuáles son las
estructuras o tendencias dominantes, por ello no es tan importante cómo se hayan extendido
estas redes por el planeta, sino la manera en que se ha desarrollado una manera de
aproximación a la realidad.
“Todo lo sólido se disuelve en el aire”76

Ejercicio de reflexión

¿Cómo se entiende la idea de fluidización, expuesta por Castells, comparada con


la frase de “todo lo sólido se disuelve en el aire”.
¿Cuál es la diferencia —si la hay— entre la idea de Castells; la de Marx en el
“Manifiesto” y Berman en el texto “Todo lo sólido se disuelve en el aire”?

La originaria y más contundente característica del capitalismo, fue, en la mirada de


su mejor analista, Carlos Marx, la de disolver los sólidos valores e instituciones del pasado.
El problema es si acaso esa sociedad de fluidos —o modernidad líquida como la denomina
Castells— es o no inmune a la crítica. Para algunos como Claus Offe77 el desarrollo del
capitalismo y de las tecnologías de dominación (el panóptico de Bentham-Foucault) ha
terminado construyendo un escenario que lejos de ser resultado del control absoluto o la
vigilancia, como el 1984 de Orwell, se ha derivado de la individualización de que habla
Ulrich Beck (liberalización del individuo respecto de sus lazos sociales, es decir, de la
disolución de las rigideces o solideces sociales) y lejos de asentarse en el establecimiento
de fronteras y límites se alimenta del derrumbe de barreras, fortificaciones y cualquier otro
medio de control del flujo de poder, de modo que lo que se asume no es que quienes lo
detentan estén siempre ahí, en las torres de vigilancia, sino que, por el contrario, son
inalcanzables porque no paran de moverse y no hay posibilidad ya de confrontación
directa.78

76
Berman, Marshall. Todo lo sólido se desvanece en el aire, Madrid, Siglo XXI, 1988.
77
Offe, Claus. “Acerca de la ética de los mínimos” en http://www.upaz.edu.uy/foro/f030.htm;
Contradicciones en el Estado de Bienestar. Madrid, Alianza, 1990.
78
Es probable que el mejor anuncio de la historia sea el ya legendario “1984”, de Apple. Lo dirigió Ridley
Scott (Alien, Blade Runner) y la agencia fue Chiat/Day, dirigida por Lee Clow. El spot apelaba a la estética
del filme inspirado en la novela de Orwell. En él se ven una serie de hombres robots, dirigidos militarmente
por un Gran Hermano desde una pantalla gigante de televisión. Una voz desde la pantalla anunciaba que
“nunca más habría voces disidentes a la oficial, del Gran Hermano”. Una chica vestida de rojo y blanco
aparece corriendo con un martillo en la mano, lanza el martillo y destroza la pantalla que estalla como en una
bomba atómica. Sobre los rostros de los hombres aparece un mensaje que lee un locutor: “El 24 de enero
Apple Computer introduce el Macintosh. Y usted verá por qué 1984 no será como ‘1984’”. El modelo
“Macintosh”, lanzado en esa ocasión, con su tecnología de íconos y ventanas, posibilitaba el acceso rápido y
sencillo a la información, revolucionando todas las plataformas computacionales. De una manera técnica —
simplificar lo que hasta ese momento era un patrimonio de especialistas— Macintosh posibilitó la actual
Internet y la Sociedad de la Información. “1984” como spot publicitario, apelando al fin del monopolio del
conocimiento, es hasta hoy una de las mejores metáforas de las TIC.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 52


En esta lógica, ya no es la distribución de la riqueza, sino la distribución del riesgo,
lo que moviliza hoy a numerosos colectivos sociales. Ello en los países duplica el problema
en la región iberoamericana, ya que a la necesidad de una política de distribución se añaden
los peligros de la llegada de riesgos desde otras naciones.79

Ulrich Beck y la sociedad del riesgo

La sociedad del riesgo (Risikogesellschaft): nuestra sociedad afronta


cotidianamente riesgos catastróficos que son consecuencia directa del desarrollo
de la ciencia y la tecnología, que nos permite tanto dominar como destruir la
naturaleza. En ciencias sociales gran parte de la discusión de los últimos veinte
años se ha centrado en los sesgos culturales que orientan o desorientan la
identificación y evaluación de los riesgos que luego decidiremos gestionar: del
concepto técnico-económico-ingenieril de riesgo, a la noción de riesgo como
una pura y simple construcción cultural hay un gran camino. El sociólogo
alemán Ulrich Beck, en mayo de 1986 sacudido por la catástrofe de Chernobil
ocurrida en abril de ese mismo año escribe un prefacio para su libro “La
sociedad del riesgo que acababa de concluir”. Beck, comienza este prefacio
titulado “Dadas las circunstancias” de esta manera:
“En verdad, el siglo XX no ha sido pobre en catástrofes históricas: dos guerras
mundiales,Auschwitz, Nagasaki, luego Harrisburg y Bhopal, ahora Chernobil.
Esto obliga a ser prudentes en la elección de las palabras y agudiza la mirada
para las peculiaridades históricas. Hasta ahora todo el sufrimiento, toda la
miseria, toda la violencia que unos seres humanos causaban a otros se resumía
bajo la categoría de los ‘otros’: los judíos, los negros, las mujeres, los
refugiados políticos, los disidentes, los comunistas, etc. Había por una parte
vallas, campamentos, barrios, bloques militares, y por otra parte, las cuatro
paredes propias; fronteras reales y simbólicas tras las cuales podían retirarse
quienes en apariencia no estaban afectados. Todo esto ya no existe desde
Chernobil. Ha llegado el final de los otros, el final de todas nuestras
posibilidades de distanciamiento, tan sofisticadas, un final que se ha vuelto
palpable con la contaminación atómica. Se puede dejar fuera la miseria, pero
no los peligros de la era atómica. Ahí reside la novedosa fuerza cultural y
política de esta era. Su poder es el poder del peligro que suprime todas las
zonas protegidas y todas las diferenciaciones de la modernidad”.
Beck, finaliza su prefacio señalando la nueva relevancia del riesgo en la era
científico-tecnológica:
“Mucho de lo que he obtenido argumentativamente al escribir (la
imperceptibilidad de los peligros, su dependencia respecto del saber, su
supranacionalidad, la ‘expropiación ecológica’, el paso de la normalidad a la
absurdidad, etc.) se lee después de Chernobil como una trivial descripción del
presente. ¡Ojalá hubiera sido sólo la prognosis de un futuro que había que
evitar!”

79
Ver http://www.campusoei.org/ctsi/conocimiento.htm

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 53


Ver lectura obligatoria número 9
Beck, Ulrich. La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad. Barcelona,
Editorial Paidós, 1998, pp. 25-40.

La globalización vista por Beck es la globalización del miedo. La posibilidad de un


desastre que elimine al género humano de una sola vez es hoy una realidad. No sólo por la
capacidad nuclear de acabar varias veces con la población mundial, sino por un desarrollo
económico (i)racional. Mediante la regulación las sociedades contemporáneas tratan de
gestionar y controlar el riesgo. Pero para que estas regulaciones sean efectivas es necesario,
entre otras cosas, conocer los posibles efectos ambientales y sobre la salud de los distintos
desarrollos tecnológicos. En las últimas décadas una parte importante de la actividad
científica ha estado dedicada a este objetivo. Al ser el riesgo un asunto socialmente
controvertido, la actividad dedicada a su análisis se ha convertido también en objeto de
debate público (v.gr., la biotecnología, el cambio climático).
Convivir con el riesgo plantea a las sociedades contemporáneas importantes
cuestiones de carácter político. Aparecen, por ejemplo, problemas relativos al papel de los
expertos en la elaboración de políticas públicas encaminadas a la regulación del riesgo. Se
plantea también la cuestión de la justicia en la distribución social de riesgos y la
participación pública en su gestión. Y dado que muchos de los riesgos tecnológicos actuales
no respetan las fronteras nacionales, surgen problemas también relativos a la coordinación
internacional.
Paralelamente se produce la necesidad de ir aportando elementos que posibiliten una
democracia real en este nuevo marco regido por nuevas variables, que posibiliten el
fomento de la participación pública en el diseño de esta nueva sociedad.
Por otra parte, las Administraciones Públicas no pueden permanecer aisladas y
ajenas a las profundas transformaciones que las tecnologías avanzadas de la información y
de las comunicaciones están produciendo en todo el mundo, sino que han de integrarse en
la Sociedad del Conocimiento, a fin de mejorar la calidad de sus servicios a los ciudadanos
y a la sociedad.
Las administraciones públicas iberoamericanas, en mayor o menor medida, se
encuentran en un proceso de cambio con el fin de posibilitar el uso racional y eficaz de las
nuevas tecnologías en la gestión y comunicación. Se plantean nuevas tareas:

 Estudiar y profundizar en el desarrollo de nuevos modelos de intervención que


posibiliten a las Administraciones cumplir eficazmente su rol.
 Fomentar políticas de evaluación de la funcionalidad de las herramientas
tecnológicas que se emplean, así como de las que se adquieran.
 Formar a los empleados públicos para un eficiente y seguro uso de estas
tecnologías.
 Adecuar las legislaciones sobre contratación para que los procesos de adquisición
de bienes y servicios tecnológicos sean económicamente eficientes.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 54


2.2. Globalitarismo y sociedad del riesgo

Desde hace años, aún antes de la caída del Muro de Berlín, la intelectualidad
comenzó a tomar conciencia del momento en que vivimos como una época de tránsito,
desde una “era moribunda”, hacia otra que es desconocida y suscita incertidumbre. Desde
la “Tercera ola” de Alvin Toffler, hasta títulos de libros como “Un mundo sin rumbo”
(Ignacio Ramonet), “Un mundo desbocado” (Anthony Giddens), “El cybermundo, la
política de lo peor” (Paul Virilio)..., por no hablar de otros ya bastante antiguos como “La
aldea global” (McLuhan), “La sociedad red” (Castells) o el “Tercer entorno” de Echeverría,
contemplamos una mezcla de proposiciones que suscitan enojo, congoja, cuando no
pánico.80
No todos estos autores hablan de lo mismo, ni desde las mismas posturas o ángulos
de visión. Algunos, como los de Toffler, resultan felices e integradores y justifican el
entramado de poder económico del capitalismo avanzado, mientras otros, como los del
Ramonet, son oscuros y presagian un Apocalipsis del mundo capitalista.
Todos parten de una ontología similar, en parte debida al sociólogo alemán Ulrich
Beck. Para Beck, el concepto de globalidad “representa una afirmación dura de la
realidad”; lo que significa, en última instancia, una sociedad mundial que es irrevisable,
multidimensional, policéntrica, contingente y política. Distingue Beck este concepto del
otro, mucho más recurrente en la literatura actual, de globalización, el cual viene a subrayar
el “elemento de proceso” que se está dando en esa sociedad mundial. La globalización, no
es solamente económica, sino que también lo es cultural, comunicacional y, en mucho
menor medida, política y medioambiental. La globalización no es tanto una realidad
instalada sobre el planeta, sino una aspiración.
La aldea, aunque el mercado, por definición sea universal, todavía no es global. Los
flujos financieros únicamente interactúan en un círculo muy reducido del planeta (EE.UU,
Japón, Europa y Canadá), y por las “autopistas de la información” sólo se circula, como
acertadamente ha advertido, en un solo sentido: desde el Norte al Sur y desde el Oeste al
Este. En una aldea ideal —como habría escrito Whright Mills— los intercambios son
recíprocos, en la potencial “aldea global” tales intercambios se convierten en usurpaciones
por parte de los que ya tienen más.
Es en esta globalidad que emergen fenómenos de magnitudes impresionantes, cuyos
efectos escapan y eluden a un poder político, que cada vez es menos “poder” y también
menos “político”. Uno sería la eclosión de las nuevas tecnologías de la información y las
telecomunicaciones (NTI), que conforman una multitud de redes telemáticas que escapan
del control de los tradicionales Estados por sus dimensiones reticulares.
El otro, más complejo de analizar puesto que sus orígenes tienen por causa una serie
de factores que escaparían de este modesto estudio, sería la consolidación de lo que Ernest
Mandel ha denominado “capitalismo tardío” o, lo que es igual, “la ampliación prodigiosa
del capital hasta territorios antes no mercantilizados”.81

80
Ver, “Habitando el desarraigo: Una propuesta desde la filosofía del límite y la teoría del emplazamiento”.
Ref: Coradino de la Vega Castilla.
http://homepage.mac.com/marcelog/comuniquiatra/4
81
Ver Jameson, Friedrich. El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 55


Ejercicio de reflexión

A partir de la lectura de Ulrich Beck ¿Cómo entiende usted la diferencia entre


globalización y mundialización? Ejemplifique.

Esta fase de capitalismo multinacional encuentra en las NTI una situación que le
garantiza no sólo su consolidación sino su expansión misma, en la nueva economía que
tiene por objeto la mercantilización de las NTI.
Esta es la situación que Ulrich Beck concibe como globalismo y Ramonet como
globalitarismo, desarrollando un neologismo con las palabras globalización y totalitarismo.
Para el director de Le Monde Diplomatique, ha emergido un globalitarismo en el
que de “las 200 primeras economías del mundo más de la mitad no son de países, sino de
empresas”; un pensamiento único, por lo tanto, que es “la traducción en términos
ideológicos y con pretensión universal de los intereses de un conjunto de fuerzas
económicas, en particular las del capital internacional”.

2.3. Del muro a la red; de lo sólido a lo electrónico

Durante los últimos diez años hemos estado hablando del “mundo de la postguerra
fría”. Definíamos el mundo por lo que no era, porque no sabíamos lo que era. Pero un
nuevo sistema internacional ha venido a sustituir de modo muy claro a la guerra fría: la
globalización. No se trata de una simple tendencia económica y no es una moda pasajera.
Como todos los sistemas internacionales anteriores, está configurando directa o
indirectamente la política interior y las relaciones exteriores de prácticamente todos los
países.
Como sistema internacional, la guerra fría obedecía a su propia estructura de poder:
el equilibrio entre Estados Unidos y la URSS, incluyendo sus respectivos aliados. La guerra
fría tenía sus propias reglas: en asuntos extranjeros ninguna de las dos potencias podía
inmiscuirse en el área de influencia directa de la otra, mientras que en lo político los países
subdesarrollados se dedicaban prioritariamente a fomentar sus propias industrias
nacionales, los países en desarrollo a un crecimiento basado en el aumento de las
exportaciones, los países comunistas a la autarquía y las economías occidentales a un
comercio regulado.
La guerra fría tenía sus propias ideas dominantes: la confrontación entre comunismo
y capitalismo, así como la distensión, la no alineación y la perestroika. La guerra fría tenía
sus propias tendencias demográficas: el movimiento de población del Este al Oeste estaba
en gran parte congelado debido a la “cortina de hierro”, el movimiento del Sur al Norte era
un flujo más sostenido. La guerra fría disponía de sus propias ideologías definitorias: las
armas nucleares y la segunda revolución industrial eran dominantes, pero para muchos
países en desarrollo el martillo y la hoz seguían siendo herramientas importantes.
Finalmente, tenía su propia inquietud definitoria: la aniquilación nuclear. Considerado en
su conjunto, este sistema de guerra fría no lo configuraba todo, pero configuraba muchas
cosas.
El actual sistema de globalización tiene atributos, reglas, incentivos y características
muy diferentes, pero su influjo es igualmente grande. El de la guerra fría se caracterizaba
por un rasgo predominante: la división. El mundo estaba partido en dos, y tanto las

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 56


amenazas como las oportunidades dependían de que estábamos separados.
Muy en consonancia con esto, el sistema de la guerra fría estaba simbolizado por
una sola imagen: el Muro de Berlín. El sistema de la globalización tiene también un rasgo
predominante: la integración. Hoy, tanto las amenazas como las oportunidades dependen
cada vez más de con quien estemos conectados. Este sistema se representa también con un
solo símbolo: la Red Mundial. Así que, en el sentido más amplio, hemos pasado de un
sistema basado en muros a un sistema que cada vez más se basa en redes.
La consolidación del Tercer Entorno y, sobre todo, el avance imparable de los
procesos de globalización, auspiciados en su vertiente económica por la ideología del
globalismo, han traído consigo una serie de riesgos que vienen a sumarse a los ya
tradicionales de la sociedad industrial. Para Beck, nos estamos desplazando desde la
sociedad industrial a una sociedad del riesgo que está marcada por nuevas incertidumbres,
por un individualismo creciente y por cambios básicos en las instituciones sociales más
esenciales. En palabras de Ignacio Ramonet, en los portales del siglo XXI, “la
incertidumbre se ha convertido en la única certeza”.
La idea de riesgo parece haber tomado cuerpo en los siglos XVI y XVII, y fue
acuñada por primera vez por exploradores españoles y portugueses cuando realizaban sus
viajes por el mundo. Si, en un principio, el riesgo estaba orientado al espacio, rápidamente
se trasladaría al tiempo, utilizándose en la banca y la inversión, para indicar el cálculo de
las consecuencias probables de las decisiones inversoras para prestamistas y prestatarios.
Más tarde llegaría a referirse a una amplia gama de diferentes situaciones de incertidumbre
que fueron creciendo de la mano de la modernidad.
Con ironía, el novelista Guillermo Cabrera Infante escribe: “El historiador Hugh
Thomas dice a propósito de la sífilis: ‘Esa enfermedad era desconocida en Europa antes de
1492, cuando Colón la trajo junto con el tabaco’. Lord Thomas ha aceptado esta postura,
que muchos historiadores americanos consideran impostura, de que los españoles
contrajeron la sífilis, una enfermedad venérea, de los indios cubanos. Luego, hay dos
plagas modernas vinculadas al descubrimiento de América: el chancro y el cáncer de
pulmón. Esto es una visión del paraíso encontrado como el infierno”.82
El hombre moderno suponía, enfrascado en su afán de progreso y de dominación de
la naturaleza, que el riesgo era una forma de regular el futuro, de normalizarlo y traerlo bajo
su dominio. El deseo de controlar el futuro empieza a volverse en su contra. Al riesgo
exterior de la época premoderna, que provenía de la sujeción a la tradición y a la naturaleza,
se le suma, tras la revolución industrial, el riesgo manufacturado, el riesgo creado por el
impacto mismo de nuestro conocimiento creciente sobre el mundo: calentamiento global, el
holocausto nuclear, el desastre ecológico. El proceso de revolución tecnocomunicacional ha
traído consigo otra serie de riesgos, que tienen que ver con la crisis de sentido en el que se
encuentra el hombre en esta época que algunos quieren llamar postmoderna.
La sociedad del riesgo muestra una serie de patologías que se dejan ver, no sólo en
la psicología de los sujetos que la forman, sino también en ciertos fenómenos con
trascendencia colectiva. Si los riesgos medioambientales son la consecuencia del uso
exacerbado de la técnica en el afán del hombre por dominar la naturaleza, en el plano
personal, el ser humano comienza a presentar comportamientos esquizoides (una
fragmentación sin unificación del sujeto), paranoicos (la respuesta del miedo en la sociedad
del riesgo) y autistas (la reclusión en el círculo de la individualidad, pero con una clara

82
Cabrera Infante, Guillermo. Puro humo. España, Suma de Letras, 2001.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 57


tendencia solipista).83 Como telón de fondo: la crisis de la modernidad que se traduce en
crisis de sentido del individuo y sobre la que volveremos más adelante. En cuanto a la
esfera social, las patologías adoptan formas de xenofobia, nacionalismos irredentos,
fundamentalismos religiosos y relativismos culturales que, en muchas ocasiones, atentan
contra la dignidad humana de manera inaceptable.
La situación de encrucijada, provocada por la eclosión de las NTI y la incursión del
capitalismo tardío en las mismas, tiene como sustrato filosófico la crisis de los valores
modernos de la Ilustración a la que se llega en el siglo XX. Las dos guerras mundiales, el
holocausto, las deportaciones y genocidios que padeció la Humanidad en el siglo XX
confirmaron a Goya (“los sueños de la razón engendran monstruos”).
Cuando se cita el Holocausto y la cruel experimentación con seres humanos usados
como cobayos, a veces se suele pasar por alto que una literatura ilustrada, racional y
francesa ya la había anunciado. En la novela Justine del Marqués de Sade, uno de los
personajes, Monsieur Rodin, científico y cirujano, se dispone a realizar un experimento con
su propia hija:

“Nunca, dijo Rodin, llegará la anatomía a su último grado de perfección hasta


que el examen de los vasos no se haga en un niño de catorce o quince años
expirado en muerte cruel; sólo de esta contracción podemos obtener un
análisis completo de una parte tan interesante”(...) “Es odioso que
consideraciones fútiles detengan así el progreso de las ciencias... Es un sujeto
sacrificado para salvar a un millón; ¿debe vacilarse a ese precio?”

Una vez que el discurso de la ciencia ilustrada, de la enciclopedia, en fin, de la


razón cientificista —cuya pretensión es arrojar una luz decisiva y absoluta sobre todos los
objetos— ha desplazado y ocupado el lugar de los relatos, de los mitos, de las narraciones,
de lo que podríamos llamar la dimensión simbólica del hombre, “todo está permitido” en
aras de ese conocimiento.

2.4. Crisis de la razón, crisis del desencanto

No hay modo de entender ninguna sociedad, incluyendo la nuestra, que no pase por
un cúmulo de narraciones que constituyen sus recursos dramáticos básicos. La mitología,
en su sentido originario, está en el corazón de las cosas. Ese es el sentido de lo religioso, sin
embargo, ya no hay un lugar sagrado desde el cual pueda fundarse una ética. Ese es el
corazón del desencanto post moderno. Si la modernidad eliminó esa religazón en Dios, la
post modernidad eliminó a la razón.
La palabra ha perdido capacidad de dar cuenta de la realidad, y ese es uno de los
síntomas más notorios de la falta de mitos y los relatos como sistemas capaces de preparar
83
Sobre la idea de solipismo, habría que señalar que se trata de un concepto filosófico que dice que no hay
manera de conocer o probar que el mundo entero no es una ilusión y que todo en lo que podemos confiar es
sólo lo que nuestros sentidos perciben. Por ejemplo, podemos observar un auto de color verde, no tenemos
manera de saber si realmente hay un auto allí. Todo lo que podemos decir es que creemos que hay un auto y
creemos que es de color verde. Llevado al nivel más alto, el solipismo puede ser usado para decir que
nosotros sólo somos parte de experimentos de alguna raza alienígena, y el universo que nos rodea no es más
que un sofisticado sistema de realidad virtual donde se nos usa como sujetos de experimentación. El solipismo
no puede ser comprobado, y por esto, constituye parte de la estructura del “saber” de sociedades secretas y
sectas.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 58


al hombre para la vida a través de los ejemplos y la propuesta de valores morales que ellos
ofrecen.
Los relatos y los mitos son o eran “ensayos” o “experimentos”. Cuando el hombre
se apropia de ellos “juega” a representar distintos papeles y de esta manera pone a prueba
las alternativas, las opciones que podrían presentársele en la vida real como se les presentan
a los personajes en la ficción. La voluntad de la ciencia arranca del mito: Siempre es bueno
conocer, es mejor errar que no equivocarse, que es correcto aprender de los errores pero
por sobre todas las cosas que es preciso dudar.

 ¿Vale la pena situar por encima de todo, y a cualquier precio, la voluntad de


conocer?
 ¿Puede ser la ciencia el valor indiscutible?

El discurso de la ciencia y de la tecnología le quitó protagonismo y desplazó al


discurso de la filosofía, del mito, de los relatos, de la religión; la ciencia, la tecnología y la
expansión audiovisual del mercado pasaron a formar parte dominante del tejido de la
postmodernidad. La postmodernidad de la que hablamos no es la etapa que sigue a la
modernidad sino que surge de su propio vientre; como el lado oscuro de la modernidad,
como su misma sombra.
En este clima postmoderno en el que la persona (el sujeto de derecho) perdió su
lugar, se ha entronizado el “método científico”. Desde allí todo parece poder ser dictado por
los discursos objetivos de la ciencia. Hay una sociología de mercado, una estadística que
sustenta, que respalda e inclusive hace posible el gran espectáculo del cuerpo como
mercancía, como valor de cambio que cotiza en el mercado.
La crisis de la modernidad trajo consigo, a su vez, la crisis de sentido del hombre
moderno —ya hemos visto a Berger y Luckmann—, sumido en un clima general de queja y
desencanto. Para Ramonet, la mayoría de los ciudadanos, que permanecen a la búsqueda de
sentido y valores, sienten la necesidad de una finalidad, de un gran proyecto colectivo tras
el derrumbe de las ideologías y las fallidas revoluciones. El sujeto se halla en un estado de
anomia y siente la imperiosa necesidad de re-situarse ante el mundo.
En efecto, la modernidad no supo dar respuestas a determinados interrogantes que le
son inherentes al hombre y que, de alguna manera (mediante la religión o el mito), estaban
solucionados en la época premoderna. Para suplir ese vacío se crearon una serie de
Metarrelatos que, como el marxismo, el freudismo o el estructuralismo levis-straussiano,
devinieron en dogmas por su afán de suplir a Dios.
Estos grandes relatos pierden así el carácter legitimador que, en su día, negaron a la
religión y al mito (J. F. Lyotard) y, tras su caída, dejan al hombre solo en su diálogo con el
destino, impotente y desprotegido por la carencia de valores sólidos en los que refugiar su
condición humana. Ante esa situación de anomia, el ser humano se re-orienta hacia la
religión, incluso en sus versiones fundamentalistas.
La crisis de la razón kantiana y del método cartesiano, ha sido pensada por los
pensadores postmodernos para proclamar la muerte de la metafísica, la imposibilidad de
hallar una verdad y la inviabilidad de cualquier proyecto colectivo de emancipación. Es la
hora, para ellos, del pensamiento débil.84

84
Las nuevas tecnologías son nihilistas —no creen en nada— en el más puro de los términos. Se destruyen a
sí mismas a perpetuidad sólo para afirmarse provisionalmente, a lo Popper, demostrando sin buscarlo que la

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 59


Hay también quien recae en ciertos ideales de la modernidad, a la que consideran
sólo parcialmente fracasada en la loable tarea de buscar salidas para este momento de hastío
y desencanto, sin percatarse de que con ello puedan incurrir en los mismos errores del
pasado.
Estamos emplazados, y ese emplazamiento es espacial (en una plaza, en un espacio)
y temporal (en un plazo, en un tiempo). Estar emplazados es, pues, ocupar un hueco
espacio-temporal. Nadie puede vivir si no está emplazado. “Pero esa estructura de
emplazamiento no se limita a ubicarnos externamente; no es algo accidental sino,
precisamente, el marco, el horizonte, el escenario desde el que se dibuja lo esencial, pero
ya hecho nuestro, formando parte de nosotros. Estar emplazado es, pues, sentirse instados
a dar una respuesta, un testimonio, en un determinado lugar y tiempo”.85
Ante la creciente pérdida de poder de la política en el capitalismo tardío comienza a
retomarse, si bien de una manera anárquica, casual, estimulada por una mezcla de
influencias la vieja idea kantiana de la sociedad cosmopolita mundial. Algunos autores han
puesto ya de manifiesto la necesidad de laborar un “nuevo contrato mundial” o de tender a
un nuevo “republicanismo cosmopolita”.86
Se trataría de acometer la prometeica tarea de hacer posible la todavía inexistente
globalización política que tantos Estados se niegan a aceptar recelosos de su soberanía
territorial. Sólo desde este nuevo orden mundial, y recuperando la política pero, esta vez, a
nivel universal, podría lograrse una mayor humanización del Tercer Entorno y de la
globalización convertida en globalitarismo. Únicamente con un sólido ordenamiento
jurídico podrían ponerse cortapisas al salvaje neoliberalismo galopante, y la reformulación
de un nuevo Derecho Internacional se nos antoja como la salida más eficaz para garantizar
la paz mundial, el respeto a los derechos humanos y la salvaguardia del medioambiente.
La tarea, por la multitud de enemigos que tiene, se nos presenta como una utopía
irrealizable a medio plazo. Pero, no por la proliferación de rémoras (desde el poder
económico, desde los anquilosados Estados, desde el escepticismo nihilista de los
postmodernos...) debemos abandonar un proyecto que se torna fundamental para el futuro
de la Humanidad. Y en la construcción de tan ingente edificio no podemos caer en los
errores del pasado, no podemos imponer nada desde el monoteísmo mental, sino que
tendremos que estar abiertos al diálogo benevolente desde una racionalidad comunicativa
que se aplique la crítica que se aplica la razón fronteriza, pues sólo desde la autocrítica
podremos consensuar un entramado jurídico en el que quepan todas las culturas, pero no la
barbarie. Se trata de ir humanizando la Aldea Global.

esencia del ser postmoderno es la información. No es una esencia en el sentido clásico, sino una red. Por eso
el sujeto desaparece (como en Lyotard) y el pensamiento se debilita. Ver Gianni Vattimo, El fin de la
modernidad. Barcelona, Editorial Gedisa, 1990.
85
Vásquez Medel, Miguel Ángel. Del escenario espacial al emplazamiento. Universidad de Sevilla.
86
Beck, Ulrich. La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad. Barcelona, Paidós, 1998, 300 p.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 60


2.5. De dónde el fin de las racionalidades globales coincide con la veneración de la técnica

La caída del Muro de Berlín en 1989, fue considerada por muchos como la
evidencia que ya no había más alternativas que el capitalismo. La proclama de la muerte del
socialismo, y la suscripción del capitalismo, han sido en conjunto más vigorosamente
alegados por quienes suscribieron a la izquierda. Claus Offe, por ejemplo, sostiene que no
hay alternativas a la democracia liberal y no hay alternativas frente al sistema de
producción centrado en el mercado.87 El fin del socialismo real fue visto como sinónimo
del fin del socialismo, como si la izquierda hubiese sido la izquierda “socialista realmente
existente”. El colapso del socialismo real no fue un modo de sepultar a Marx y a toda la
tradición anti-Leninista asociada con la crítica negativa. En suma, la caída del Muro de
Berlín hizo posible formalizar lo que ya había ocurrido hacía tiempo, esto es el abandono
de la crítica negativa por parte de la nueva ‘izquierda’. La caída del Muro, entonces,
permitió a la nueva ‘izquierda’ liberarse de Marx.
De acuerdo a Beck, ya no vivimos en una sociedad de clases, sino en una sociedad
de riesgo.88 El viejo antagonismo de clases entre el capital y el trabajo, basado en la
acumulación y la explotación, se ve superado por suma positiva, ya que al aumentar la
riqueza de las naciones capitalistas industrializadas, permite a todos obtener una tajada
mayor del pastel. Vivimos, sostiene Ulrich Beck, en una sociedad post-clases. La sociedad
del pastel creciente, es reemplazada por un juego de suma negativa que se caracterizaría por
algo llamado “el auto-daño colectivo”. Todos son así ‘dañados’, el riesgo amenaza a todos
de la misma manera, y pareciera no haber escapatoria. De allí, la idea de Beck sobre la
unidad entre el atacante y la víctima. Si algunos miembros de la sociedad tienen ventajas
sobre otros, estas son sólo de grado: el problema más bien es el de encontrar la manera de
reducir las desventajas, en vez de escaparle al daño. Algunos son capaces de reducir
desventajas cargándoselas a otros, pero aún así la congruencia entre el atacante y la víctima
se sostiene. En Beck, no existe ningún punto socio político de ventaja desde el cual se
pudiera alcanzar un lugar privilegiado. Esto sólo es posible en sociedades clasistas. Pero en
nuestra sociedad, en nuestra sociedad de riesgo, nada se puede hacer: todos están dañados,
y nadie, ningún grupo es capaz de efectuar una política que provea de una solución al
‘riesgo’. El ‘riesgo’, entonces, está institucionalizado, es irresistible y ha llegado para
quedarse. De aquí que no exista ningún conocimiento teórico confiable con respecto a qué
suerte de acción o de inacción pudiera arrojar una pesada carga de riesgo sobre alguien, ni
para determinar en qué horizonte temporal el riesgo pudiera imponerse.
El grado del riesgo no puede ser investigado. El único conocimiento que se tiene es
que está ahí. Todas las conexiones quedan así ‘homogenizadas’, ya que todas han llegado a
ser conexiones de ‘angustia’. La noción de que nuestra sociedad es una sociedad sin clases
no es nueva, en realidad es tan vieja como el capitalismo. Habrá quienes sostengan que la
idea que la nuestra es una sociedad sin clases, no tiene nada de nueva y la idea del riesgo,
tampoco es nueva. Spengler hizo de eso el punto de partida para sus textos. El socialismo es
entonces para estos autores una fórmula vacía, y ha existido por algún tiempo. La caída de
la muralla de Berlín ha reivindicado los valores democráticos y la izquierda, frente al riesgo
y de las soluciones neoliberales a la crisis del estado de bienestar, se siente empujada a

87
Offe, Claus. Modernity and the State. Cambridge: Polity, 1996.
88
Beck, Ulrich. Risk society: towards a new modernity. London, Sage, 1992; Vers. Esp: Beck, Ulrich,
Giddens, Anthony y S. Lash, Modernización reflexiva, Madrid, Alianza, 1997.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 61


demandar garantías de mínimos sociales y económicos en vez de demandar los máximos:
se le pide a la izquierda que establezca una estrategia elusiva a fin de asegurar salarios
mínimos y derechos sociales básicos. Sin embargo, el criterio elusivo es difícil de
determinar: otra vez, como en la tesis de la sociedad de riesgos de Beck, la teoría no provee
un conocimiento respecto a qué acciones se requieren y en beneficio de quién se
demandarán estas acciones. El criterio elusivo sólo puede definirse caso por caso, y
aplicarse de acuerdo a las opciones evasivas por medio de procedimientos e instituciones
apropiados.
Offe sostiene que la izquierda no debe pretender lograr ciertos objetivos concretos
finales; sostiene que el reclamo racional por la revolución, es destructivo para la creación
de una moralidad racional. La razón debe usarse para logros alcanzables y no para minar la
democracia liberal. Teóricamente, cualquier noción de teoría como fuerza totalizante
interesada en el modo de existencia de las relaciones esenciales, esto es de las relaciones
entre los humanos, y de los humanos con la naturaleza, debe desparecer.
A esa distopía o parálisis hay que añadir la ruptura de la conexión entre trabajo y
capital: el trabajo como realidad encarnada, que produce o añade valor/capital y que, al ser
controlado, liga al capital a algún tipo de lugar/fábrica. Una vez que el capital se
independiza del trabajo para su crecimiento se hace móvil y busca la volatilidad como su
fuente de crecimiento. La “liposucción” de la CTC —antes citada—, con sus procesos de
adelgazamiento, disminución, aligeración, etc., es apenas un ejemplo de fluidificación y de
cómo los pequeños encuentros sustituyen a las relaciones prolongadas. Lo mismo que
ocurre en las relaciones privadas pasa en las relaciones laborales. La evaporación de los
poderes y con ellos de las cuestiones públicas y de la política va acompañada de un
afloramiento general de las políticas de la vida, las políticas particulares y casi individuales.
Podríamos resumir así —en la individuación y en el presentismo— las dos condiciones que
hacen inhóspito a nuestro tiempo para la crítica.
Tan vacío e inoperante resulta hoy declararse anticapitalista o antiglobalización,
como lo es el negarse a ver la profunda transformación de la realidad social que estamos
viviendo, que requiere una remodelación conceptual profundamente renovada. No se trata
solamente de una situación cuyos elementos entran en contradicción con algunos ideales o
elementos de la modernidad clásica tales como la emancipación o la crítica. Esta propuesta
de una ontología fluida deberá atravesar todos y cada uno de los componentes principales
de la realidad social, incluyendo la crítica o la resistencia.
La concepción “clásica” de la emancipación se identifica con la liberación de las
constricciones sociales, con la búsqueda de autonomía y con el combate descarnado con las
tendencias totalitarias (de Saint Simon y Shopenhauer a Marcuse). En esa situación y
habiendo recordado que las regularidades y normalizaciones son indispensables para el
ejercicio de la vida, la disolución del lazo social, que podría ser visto como la liberación
buscada, hace que la actitud crítica se circunscriba a las propias expectativas, a la política
de la vida, hasta el punto de que habría quedado reducida a las demandas de usuarios o de
consumidores: “podemos decir que ‘una crítica al estilo-consumidor’ ha venido a
reemplazar al ‘estilo-productor’ que la precede”.89
Las lágrimas por la pérdida de la forma dominante de la crítica moderna le impide
ver la capacidad de intervención política de los consumidores (que otros como García
Canclini —1995— sí han sabido percibir) y le impide ponderar las posibilidades abiertas

89
Bauman Zygmunt. Liquid modernity. Cabridge, Polity Press, 2000.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 62


por el hecho de que sí el proceso de individuación sirvió para hacer de la identidad una
construcción en lugar de algo dado. Esa incapacidad para ver como esas transformaciones,
a pesar de todo, están abriendo posibilidades nuevas de crítica y de resistencia,
probablemente se deba a graves insuficiencias del aparato óptico, a la visión, es decir, a la
teoría, al episteme. Por ello, a hacerlas visibles y contribuir así a su existencia, es a lo que
aspira el trabajo teórico que desarrollaría una previsible ontología de la fluidez social.

2.6. Un cambio en el tiempo y el espacio

La idea básica de esta ontología es que se ha pasado del tiempo del reloj y de la
mecánica newtoniana a un tiempo así abstraído del contexto social y de los ciclos naturales,
que posibilitó las tecnologías disciplinarias modernas (capitalismo e industrialismo)90 y la
reversibilidad de sus sistemas cerrados a una temporalidad que tiene como referencia una
conjunción de la irreversibilidad (entrópica) y la reversibilidad en los “sistemas abiertos
altamente inestables o alejados del equilibrio”. Siguiendo este proceso es fácil terminar
hablando de sistemas fluidos y hacer visible cómo las nuevas formas de resistencia política
no son tanto productos del esfuerzo organizado de profetas o vanguardias cuanto del
carácter creativo, alternativo y autoorganizativo del desorden, tal y como parece
manifestarse explícitamente en algunos de los nuevos movimientos sociales, que no por
ello dejan de ser críticos. Sin embargo, en este y en otros autores, esa visión se ve
dificultada por el cierre categorial y político de muchas de las aplicaciones sociológicas de
las teorías del caos o de la autopoiesis, que han seguido nutriéndose de una modelización
sistémica o estructural.
Es a este antecedente en la ontología social a lo que se refiere la idea de una
ontología de fluidos. Se traspasa desde una ontología dirigida a la salvación secularizada de
la utopía —la ciencia y la razón— a una temporalidad cuyas imágenes permiten vidas
rupturistas que viven y valoran su presente.

Turkle, Sherry. La vida en la pantalla. La construcción de la identidad en la


era de Internet (Fragmento)

“... A finales de los años sesenta y principios de los setenta vivía en una cultura
que enseñaba que el yo está constituido por el lenguaje a través del lenguaje,
que el congreso sexual es el intercambio de los significantes, y que cada uno de
nosotros es una multiplicidad de partes, fragmentos y conexiones deseantes.
Esto ocurrió en el hervidero de la cultura intelectual parisina cuyos gurús
incluían a Jacques Lacan, Michel Foucault, Gilles Deleuze y Félix Guattari.
Pero a pesar de estas condiciones ideales para el aprendizaje, mis lecciones de
francés quedaron en ejercicios meramente abstractos. Estos teóricos del

90
La entropía es nuestra forma de existencia, todo tiene una fecha de caducidad, el universo entero se apaga, y
sin embargo la vida se regenera, la mente vence al caos y lo despliega en orden y armonía. Ese es el reto de la
ciencia, vencer al tiempo, entender antes de que sea demasiado tarde, sintetizar en lo poco la cualidad de lo
mucho. La sistémica ha acudido en su ayuda en las últimas décadas, el trabajo no cesa, por una parte la
mirada hacia los elementos que componen el todo y la parte, y por otro lado el esfuerzo de integrar, de unir
elementos en unidades analógicas de sentido. Dos procesos, dos movimientos para atrapar al tiempo y su
proyecto de muerte, la mente que aprende a dialogar con lo extenso e inmenso, a interactuar en la coreografía
de la complejidad.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 63


posestructuralismo y lo que vendría a llamarse posmodernismo hablaban un
lenguaje dirigido a la relación entre la mente y el cuerpo pero, bajo mi punto de
vista, tenían poco o nada que ver conmigo.
En mi falta de conexión con estas ideas, no estaba sola. Para poner un ejemplo,
para mucha gente es complicado aceptar cualquier reto a la idea del ego
autónomo. Mientras en los años recientes, muchos psicólogos, teóricos sociales,
psicoanalistas y filósofos han argumentado que el yo se debe pensar como
esencialmente descentrado, los requerimientos normales de la vida de cada día
ejercen una fuerte presión sobre la gente para que adopte responsabilidades en
sus acciones y para verse a sí misma como un actor intencional y unitario.
Esta separación entre la teoría (el yo unitario es una ilusión) y la experiencia
vivida (el yo unitario es la realidad más básica) es una de las razones
principales por las que las teorías de la multiplicidad el descentramiento han
tenido una lenta imposición —o por las que, cuando se imponen, tendemos a
acomodarnos rápidamente en los antiguos modos centralizados de ver las
cosas...”

Ver lectura obligatoria número 10


Turkle, Sherry. La vida en la pantalla. La construcción de la identidad en la era de Internet.
(Fragmento). Barcelona, Ediciones Paidós Ibérica, S.A. 1995, pp.16-36.

2.7. ¿Hay un nuevo sujeto en la educación de la ontología de la fluidez?

La ruptura epistemológica planteada desde la reflexión de los cambios en el ámbito


de la industria de la comunicación y la cultura, exige un replanteamiento del problema de la
renovación pedagógica, capaz de permear el sistema educativo en función de las
transformaciones sociales y la configuración actual de los saberes mediante el desarrollo de
un nuevo pensamiento social. Este nuevo pensamiento social debiera contribuir a una
conceptualización del problema del saber y el conocimiento en relación a las formas de
organización social, a la luz de un nuevo campo de estudio: el de la Comunicación
Educativa. Cuyo fin sería renovar los objetivos, las metodologías y fundamentos didácticos
y paidológicos91 en los procesos de aprendizaje social, más allá de la restrictiva topología

91
Aunque actualmente, la idea de paideia (paidós) se remite mecánica y directamente a la labor educativa, el
concepto tiene un desarrollo. El modelo griego de hombre bello y bueno, un ejemplar de extracción
aristocrática, debe ser formado a través de una paideia, es decir, de un proceso educativo que lo hará digno de
llegar a ser medida de todas las cosas: una meta rigurosa, acabada y enérgica, con pocas probabilidades de ser
realizada. La traducción posterior de paideia al mundo romano es algo menos ambiciosa: studia humanitatis,
el estudio de las disciplinas humanas. Aquí tampoco el hombre es dado: debe ser formado para alcanzar su
plena humanitas, cuyo don es la virtus, un conjunto de atributos sobre todo ético-prácticos, que continua y
modifica a la vez el proyecto griego de hombre. De hecho virtud y virilidad tienen el mismo origen: el
hombre viril es aquel que ha alcanzado la virtud. Con el humanismo italiano del siglo XV, comienzo de la
modernidad, el hombre recobra una centralidad enraizada en su pertenencia al mundo de la naturaleza y de la
historia. Su inspiración en la cultura clásica, significa el retorno a la legitimidad natural, a la morada mundana
extraviada en los siglos de la trascendencia. A partir de Marx, con el humanismo socialista, se encuentra al
hombre, más que en los individuos excepcionales a los que había mirado el Renacimiento, en el hombre

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 64


newtoniana y su filosofía del saber extensivo.
Sabemos que la educación ha tenido una historia y un desarrollo:

La educación, la virtud y los idiotas

Evidentemente, nadie quiere ser idiota.


El término “idiota” es un término griego clásico que se dice de aquél que se
mantiene ajeno a los asuntos del Estado. Se trata de un “huraño”, “inculto”,
“loco”.92 El término idiota, desde el advenimiento de la democracia en la Grecia
arcaica “empieza a simbolizar la actitud demasiado tranquila —incauta— de
quien delega sistemáticamente en otros el cuidado de lo común. El idiota, dice
Pericles en un famoso discurso, es alguien que al hacer dejación de su
responsabilidad como ciudadano pone en peligro la isonomia, el principio de una
misma ley para todos los hombres libres.
Cada cual pertenece a dos órdenes de existencia y hay una estricta distinción, en
la vida del ciudadano, entre lo propio y lo común. El hombre no es puramente
“idiota”, no sólo está preocupado de lo suyo, sino que también es “político”.
Necesita poseer, al lado de su destreza profesional, una virtud general ciudadana,
mediante la cual se pone en relación de cooperación e inteligencia con los
demás, en el espacio vital de la polis.
Tal vez hoy existen lo que en la antigüedad sería una contradicción en los
términos, esto es: políticos idiotas. Que serían, y en eso sí seguiríamos
estrictamente a los griegos, aquellos que confunden lo propio y lo común: hacen
política en aras de defender lo propio.
En la Grecia Clásica pugnaban dos proyectos de arete, de virtud cívica. El más
antiguo está ligado a Homero. Su imagen del hombre perfecto, Ulises, liga la
acción con la nobleza de espíritu, y sólo en la unión de ambas se halla el
verdadero fin de la educación. Fénix, el educador de Aquiles, le recuerda, en una
hora decisiva, para qué ha sido educado: “Para ambas cosas, para pronunciar
bellas palabras y para realizar acciones”.
Pero otro poeta griego, Hesíodo ...sustituiría la educación propia de los nobles,
entendida como formación general de la personalidad, por un nuevo concepto de
la educación del pueblo, dentro del cual se estimaría a cada hombre de acuerdo
con la eficacia de su trabajo especial y el bien de la comunidad resultaría del
hecho de que cada cual realizara su trabajo. Pero la Historia evolucionó en un
sentido levemente distinto: se reconoció la importancia del trabajo, pero la
educación de los ciudadanos tuvo un énfasis diferente a la retórica. Se impuso la
exigencia de que todos los individuos participaran activamente en el estado y en
la vida pública y adquirieran conciencia de sus deberes ciudadanos,
completamente distintos de los relativos a la esfera de su profesión privada. Esta
aptitud “general”, política, sólo pertenecía, hasta entonces, a los nobles. Los
griegos, a través de la educación inventaron una idea de ciudadanía.
Hoy existen dos ideales de ciudadanía. La nueva derecha de los años ochenta,
con la que nuestra derecha nacional se reclama emparentada, nos trajo un ideal
de ciudadanía en el que la virtud cívica consistiría en ser un buen cliente-

social. En la sociedad se realiza la naturaleza del hombre a través de la satisfacción de sus demandas
naturales, tanto las básicas como las culturales. Solo, el individuo es una abstracción.
92
Elías, N. La sociedad de los individuos. Barcelona, Península, 1990, pp. 181-182.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 65


consumidor, para el que el Estado no sería muy distinto a un dispensador: uno
recibe las prestaciones correspondientes y para nada se preocupa por la política
de inversiones, de personal o de cualquier otro tipo de la empresa.
Del mismo modo que el marxismo vulgar resolvía la política disolviéndola en la
economía y en la ciencia en general, sacándola del ámbito de las acciones
humanas conscientes, la nueva derecha ha tratado de resolver la política
disolviéndola en el mercado. Cada uno a lo suyo, que el mercado pondrá la
armonía necesaria, en un mundo absolutamente transparente.
El mundo no es transparente, que no hay una solución científica para los
problemas políticos, sino una solución política a los problemas políticos. Y eso
exige un tipo diferente de ciudadanía. La política, el destino de todos, no puede
estar en manos de unos pocos, sino que debe ser el fruto de la participación y de
la acción de todos. Las personas no son clientes, sino ciudadanos.No se trata
sólo de elegir, sino de algo más alto, se trata de crear.
Frente a la paideia del liberalismo económico, o la paideia del comunismo, se
levanta una paideia democrática, cívica. Nada está decidido, nada está
conquistado para siempre.
Frente a este ideal de arete, más tardíamente aparece la concepción de
Hesíodo.No es en los ambiciosos torneos caballerescos, sino en la silenciosa y
tenaz rivalidad en el trabajo como el hombre alcanza la arete. Al lado de la
educación de los nobles, tal como se refleja en la epopeya homérica, una
educación popular, una doctrina de la arete del hombre sencillo. La justicia y el
trabajo son los pilares en que descansa.
Desde la óptica moderna, desde el presente, muchos podrían pensar que la
evolución del pensamiento educativo en Grecia llevó a aceptar el programa de
Hesíodo93 y que: sustituiría la educación propia de los nobles, entendida como
formación general de la personalidad, por un nuevo concepto de la educación del
pueblo, dentro del cual se estimaría a cada hombre de acuerdo con la eficacia de
su trabajo especial y el bien de la comunidad resultaría del hecho de que cada
cual realizara su trabajo particular con toda la perfección posible.

2.8. Ruptura, epistemología y fluidez

La temporalidad moderna hizo de la madurez y del tiempo de trabajo los ejes de


ordenación y secuencialidad y dejó desconectadas la juventud y el ocio.
En el contexto actual de una sociedad de segundo orden y del dominio de una
organización social sistemáticamente regulada por la complejidad y la incertidumbre, el
orden social obliga al sujeto a ser sujeto y al objeto reservarse su singularidad. De tal modo
que la técnica deja de ser sedentaria —deja de reducir al sujeto a una pura forma y al objeto
a una pura materia— para convertirse en nómada —comunica la singularidad del sujeto y
del objeto. Sólo un pensamiento que asume esta contradicción en la que se sitúa la sociedad
tecnológica es capaz de captar el proceso de circulación del conocimiento, los saberes y la
información.
En efecto, en un contexto social como el que emergentemente presenciamos, para

93
Hesíodo: poeta griego del siglo VII antes de Cristo. Aunque la mayoría de los datos que aluden a su
biografía parecen bastante fantásticos, los especialistas parecen coincidir en la autoría de Hesíodo en dos
obras fundamentales de poesía griega: “Los trabajos y los días” y la “Teogonía”. En la primera hace un canto
al campesino. En la segunda realiza una genealogía de los dioses olímpicos.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 66


anticipar el sentido o la complejidad del cambio científico y tecnológico en la era de la
información así como sus aplicaciones productivamente educativas y/o culturales es
condición necesaria romper las barreras disciplinarias, tópicas y de sentido común, que nos
hagan comprender el contexto de la civilización tecnológica en su redondez y circulación
perfectas.
Ahora bien, el problema de la Comunicación Educativa y del pensamiento
contemporáneo, en general, es que pensamos domésticamente cuando el orden social nos
dicta un movimiento nómada de constante cambio científico y tecnológico. En el
capitalismo de consumo domina la lógica de la circulación. Sin embargo, discursiva y
prácticamente, nos situamos en la mirada lineal y moderna del progreso. Tradicionalmente,
la historia es el dominio de la línea recta, de la recta ascendente. Comienza con la
acumulación (perspectiva cuantitativa): acumulación de objetos como Capital, acumulación
de sujetos como Estado y acumulación de mensajes como Escritura.94 Y, en consecuencia,
acumulación de tiempo como Historia. El origen de la historia es el origen de la producción
(antes hay prehistoria), el fin es el fin de la producción (después hay poshistoria). O, como
ahora se dice, a la modernidad sucede la posmodernidad:

“La posmodernidad es el dominio de la circunferencia —de la circulación.


Producción y consumo son sólo coartadas, los necesarios in-put y out-put para
que la circulación se mantenga. Baudrillard habla del fin de la producción: es
decir, el fin de la producción de lo nuevo. El proceso capitalista va hacia la
circulación: en el colonialismo el capital captura personas y cosas —
deducción—, en el capitalismo de producción y acumulación las transforma (les
da forma) —producción—, en el capitalismo de consumo las hace circular —
traducción”.95

De tal forma que, en la actual etapa de desarrollo social tardocapitalista, la


economía es sobre todo una economía de circulación, virtual, financiera. Todo lo sólido se
hace más fluido (liquidez), incluso nuestro territorio y nosotros mismos, convertidos a
fuerza en seres itinerantes (agenda electrónica, ordenador portátil, biper, teléfono móvil...)
para garantizar también una mejor circulación como mercancía.
Frente a la producción y el consumo, el eterno retorno de la circulación de bienes,
servicios y mensajes nos hace perder, a fuerza de movimiento, el sentido mismo de la
dirección. Si bien en la producción (neguentropía) y en el consumo (entropía) el destino de
los productos aparece marcado por el sentido de la acción, en la fase tardocapitalista de
circulación acelerada de bienes y servicios no hay dirección ni sentido posible. Todo es
autorreferente, y el mundo in-habitable, porque no hay tiempo para trabar hábitos pues la
condición de la lógica capitalista que garantiza la reproducción circulante es justamente
cambiar constantemente de posición:

“Ahora, el concepto de identidad es sustituido por el de diferencia. Para


Vattimo, sujeto y objeto se pierden en el intercambio —se transforman en
valor— (...) La historia no tiene sentido, y no va a ninguna parte. Al concepto de
novedad se opone el concepto nietszcheano de eterno retorno de lo mismo. Y el

94
Ibáñez, Jesús. “Una publicidad que se anuncia a sí misma”. En: Por una sociología de la vida cotidiana,
Madrid, Siglo XXI, p. 227.
95

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 67


pensamiento se transforma en cálculo”.96

El modelo de representación de este orden es el del laberinto, ya no el sistema


panóptico de Bentham, que diseccionara Foucault. Como consecuencia, se impone una
epistemología de la red. Hoy las nuevas tecnologías son una red, un laberinto reticular que
no va a ninguna parte, pese a lo que insisten en reseñar los futuristas de la civilización
tecnológica. Esta es precisamente la problemática y la paradoja actual de la telaraña
electrónica. Plantear por ello el problema de la civilización tecnológica y comprender el
sentido de la ciencia y la técnica como recursos informacionales en la estructuración de los
mundos de vida y lo social, presupone renunciar al camino más corto, y por lo tanto sin
salida de la línea recta, (producción) para ahondar en la red del laberinto que nos conforma
y da consistencia a nuestros pensamientos, renunciando a la protección de la casa, el tejido
y el texto para abordar directamente la realidad compleja de la era de la información, en un
ejercicio prospectivo que desmitifique la topología imaginaria de los caminos trillados , con
el fin de proyectar otros caminos posibles, no comunes ni reales (u-tópicos), sobre todo
considerando el perfil que está tomando eso que denominamos sociedad del conocimiento.
El paradigma de investigación social en un orden del desorden, el saber de un
conocimiento incierto, atravesado por la duda y la pregunta, exigen hoy una flexión sobre el
sentido mismo de investigación, una mirada sobre la percepción que nos habla de la duda
de la pregunta. Esto es, es necesario una investigación social de segundo orden. Pues en la
era de la cibernética de segunda generación el regreso al sujeto es la única garantía de
conocimiento, teniendo en cuenta la lógica autopoiética que organiza y estructura todo
sistema biológico, social y noológico.
Cuestiones tan actuales como la simulación, la interactividad, el estudio de sistemas
reversibles así como la autopoiesis configuran un objeto de estudio que apunta la necesidad
de una reflexión sobre el problema del pensamiento mismo. Comprender hoy el campo de
la comunicación y la educación es abrir pues la ventana del pensamiento al espacio
irregular de lo no tópico a través de la persistencia que introduce la duda metódica.
Más allá del firme terreno de las certidumbres, más allá de los saberes consagrados
y las tecnologías cartesianas, es cada vez más evidente la urgencia de una investigación
social que centre su interés en el ámbito complejo de la comunicación como eje de los
procesos de autopoiesis que garantizan la supervivencia y desarrollo de lo social.
La duda es la existencia de un ETS instantáneo, heterocrónico, múltiple y fluido y,
sobre todo, del hecho de que nos hayamos ante un ETS radicalmente nuevo y sólo
emergente, sólo apuntado. Por mucho que sea su empuje y por mucho que a algunos nos
parezca suficiente como para apostar por la modelización de fluidos, los rasgos de ese ETS
emergente, tales como la posibilidad de distintos compromisos entre el tiempo y el espacio
sociales, la anulación del valor del lugar (del capital, especialmente) mediante la
comunicación instantánea, o la vaporización de los procesos temporales (con su antes, su
ahora y su después), cogidos entre el presentismo y la eternidad del instante, pueden ser
vistas como una condición liminal o tendencial hacia el final del espacio-tiempo abstracto
de la modernidad más que como el alba de una renovada forma de (ver) el ser de lo social.
Existe un ETS que re-construye, remodela el sujeto.

96
Ibáñez, Jesús. Op. Cit.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 68


Ver lectura obligatoria número 10 Sherry Turkle. Op, Cit.97

Turkle, Sherry. La vida en la pantalla. La construcción de la identidad en la


era de Internet (Fragmento)

El uso del término “ciberespacio” para describir mundos virtuales apareció en la


ciencia-ficción, sin embargo, para muchos de nosotros el ciberespacio es en la
actualidad parte de las rutinas de la vida de cada día. Cuando leemos nuestro
correo electrónico o enviamos mensajes a un bulletin board (panel de anuncios)
electrónico o realizamos una reserva de un pasaje de avión en una red
informática, estamos en el ciberespacio.
En el ciberespacio podemos hablar, intercambiar ideas y asumir personajes de
nuestra propia creación. Tenemos la oportunidad de construir nuevas clases de
comunidades, comunidades virtuales, en las que participamos con gente de todo
el mundo, gente con la que conversamos diariamente, gente con la que podemos
tener una relación bastante íntima pero que puede que nunca conozcamos
físicamente.
Este libro describe cómo una cultura de la simulación en emergencia está
afectando nuestras ideas sobre la mente, el cuerpo, el yo y la máquina. Podemos
encontrar sexo virtual y matrimonio ciberespacial, psicoterapeutas en el
ordenador, insectos robot e investigadores que están intentando construir niños
de dos años artificiales. También los niños biológicos forman parte de la historia
cuando el hecho de jugar con juguetes informáticos los lleva a especular sobre si
los ordenadores son inteligentes y qué significa estar vivo. Es más, en gran parte
de estas cosas nuestros hijos son quienes llevan la delantera, y los adultos
quienes con ansiedad les seguimos el rastro.98

En la historia de la construcción de la identidad en la cultura de la simulación, las


experiencias sobre Internet figuran de forma prominente, aunque estas experiencias sólo se
pueden comprender como parte de un contexto cultural más amplio. Este contexto es la
historia de la erosión de las fronteras entre lo real y lo virtual, lo animado y lo inanimado, el
yo unitario y el yo múltiple, que ocurre tanto en campos científicos avanzados de
investigación como en los modelos de vida cotidiana. Desde científicos intentando crear
vida artificial a niños que practican morphing a través de series de personajes virtuales,
podemos ver la evidencia de cambios fundamentales en la manera como creamos y
experimentamos la identidad humana. Sin embargo, en Internet las confrontaciones con la
tecnología, al mismo tiempo que colisionan con nuestro sentido de identidad humana, son
frescas, incluso puras. En las comunidades ciberespaciales de tiempo real, vivimos en el

97
Turkle, Sherry. La vida en la pantalla. La construcción de la identidad en la era de Internet. (Fragmento)
Barcelona, Ediciones Paidós Ibérica, S.A. 1995, pp. 16-36.
98
Sherry Turkle es una psicóloga que trabaja en investigación en el MIT hace muchos años. Intrigada por la
relación de los seres humanos con las máquinas, Turkle presenta en este libro algunas conclusiones.
Doctorada en Harvard en Psicología y Sociología, y actualmente investigadora en el programa Ciencia,
Tecnología y Sociedad del Instituto Tecnológico de Massachusetts.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 69


umbral entre lo real y lo virtual, inseguros de nuestro equilibrio, inventándonos sobre la
marcha.
En un juego interactivo inspirado por la serie de televisión Star Trek: la nueva
generación, miles de jugadores dedican ochenta horas semanales participando en
exploraciones intergalácticas y guerras. A través de descripciones y órdenes escritas, crean
personajes que tienen encuentros informales y romántico-sexuales, que tienen trabajos y
coleccionan cheques de cobro, que asisten a rituales y celebraciones, que se enamoran y se
casan. Para los participantes, estos sucesos pueden ser apasionantes; “Esto es más real que
mi vida real”, dice un personaje que resulta ser un hombre que interpreta a una mujer que
está simulando ser un hombre. En este juego el yo se construye y las reglas de la
interacción social se edifican, no se reciben. Los “trekkies” o seguidores de la serie Star
Trek dedican gran parte de sus vidas a re-construirse como parte de la nave Enterprise:
diseñan uniformes, armas y guiones. Se integran a la serie de televisión; que es la única
serie de televisión de arquitectura abierta: los seguidores pueden sugerir guiones y
participar de su puesta en escena. Una publicista que camina con el traje de tripulante de la
nave y que incluso ha llegado a modificar su apariencia física dice. “Esto no es un disfraz,
yo soy la teniente de la nave”. Esquizofrenia o soledad, los trekkies aprovechan de la red
todo lo posible para construir identidad.
Los desarrollos tecnológicos tienen que seguir contando con el tiempo (la demora,
los distintos horarios, etc.); los lugares siguen teniendo su peso y, a pesar de los nuevos
adalides del cosmopolitismo, la acción humana no consigue la infinita volatilidad y
flexibilidad que aquellos dicen postular. Pero a pesar de todo ello, la condición de fluidez
apuntada “es el horizonte hacia el que camina en su despliegue la modernidad light [o no
sólida]. Más que ‘la insoportable levedad del ser’” (Kundera),99 metáfora del núcleo de la
tragedia moderna, nos encontramos con la dificultad, casi insoportable, de alterar nuestras
categoría analíticas centrales. Los profundos cambios en la condición humana misma y en
el (insalvable) distanciamiento entre los principios de ordenación y las (desestructuradas)
vidas privadas de los individuos que estamos viviendo hacen imprescindible revisar los
conceptos centrales usados en la descripción y narración de la modernidad: Como zombies,
dice Bauman esos conceptos están hoy simultáneamente vivos y muertos. La cuestión
práctica es si su resurrección, aunque sea bajo una nueva forma, es factible, o, si no lo es,
como arreglarles un bonito entierro.
La apertura a una ontología de la fluidez social no quiere ser profética, es apenas un
componente básico del desarrollo de algunas teorizaciones sociales y como tal se constituye
en aparato de ver y mirar, siendo inevitablemente condicionada y parcial, pero también
responsable, de lo que nos hace descubrir y apreciar.

2.9. De dónde se pretende cerrar algunos textos anteriores

Toda teoría incorpora una maqueta conceptual de su ámbito o universo de referencia


(Kuhn). Toda teoría social o natural conlleva una especie de apuesta ontológica. Es decir,

99
No es desdeñable el hecho que el mayor momento de ventas de Kundera se haya producido a fines de los
años noventa, cuando el bloque socialista se desmoronaba. Kundera, que ha dicho siempre que su literatura
representa la nostalgia de un mundo que parecía sólido: el Imperio Austro Húngaro, la Europa Central,
Austria, Checoslovaquia, podía ser la clave de interpretación para entender cómo ese mundo que ahora
parecía desmoronarse nuevamente, se relacionaba con la propia pérdida de certezas.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 70


asume explícita o implícitamente que la naturaleza de las cosas de las que habla son de una
manera u otra. Toda teoría social asume una forma privilegiada de modelizar, visualizar y
representar los acontecimientos y entidades sociales.
Es la lógica que contrapone una visión conflictivista de lo social (Marx, Lukacs,
Horkheimer) con una visión consensualista (Smith, Durkheim, Parsons). Los casos clásicos
de la Teoría Social que hemos estudiado se comprometen con un modelo fundamental de lo
social: son formas estructurales con una dureza que las asemeja a las cosas (Durkheim) o
con una arquitectura de sistemas, funciones y necesidades que les aproxima a la rigidez
subyacente de un sistema biológico u orgánico (Parsons, Merton); son una serie de
entidades como cosas o individuos autónomas (personas con sus intenciones y creencias en
Weber) o como procesos unitarios (despliegue de las fuerzas productivas o tecnológicas y
conformación del capital, en Marx).
El compromiso ontológico consiste en pensar, hablar y actuar como si las cosas
fueran X, es el compromiso con una metáfora, que no cree referirse al ser del mundo social,
a la realidad social (Sozialrealität), sino al modo más pertinente de su captación conceptual
(Sozialwirklichkeit). Es el compromiso con una forma privilegiada de modelizar, visualizar
y representar. Las categorías no tienen pretensiones ontológicas en un sentido realista, no
pretenden estar nombrando, son más bien estrategias para lograr una perspectiva más fresca
y prometedora: dibujan el compromiso metafórico con una ontología, “ontología social”,
debe leerse como “compromiso con una (supuesta) ontología”.
Se vive, actúa y piensa bajo el supuesto y la creencia de que hay cosas, gentes,
procesos, etc., ahí fuera, independientes de mi voluntad, y que de manera genérica,
imprecisa e incompleta denominamos realidad. Parece que estamos inmersos en la
emergencia de un nuevo y prometedor compromiso ontológico que podemos atisbar al
rememorar dos procesos. En primer lugar, podríamos decir tentativamente que ante el
empuje del relativismo cognitivo y del moral y de la enorme aceleración en los procesos
históricos de transformaciones sociales, alguna de las cuales venía ya anunciada por el
propio Marx cuando afirmaba que “todo lo sólido se desvanece en el aire (del
capitalismo)”, se ha ido poniendo en cuestión la unicidad, estabilidad o pertinencia de los
modelos dominantes de lo social.
Las teorías sociales modernas han optado básicamente entre dos compromisos
ontológicos que les permitía introducir la solidez en lo social. Por un lado ha estado y está
el compromiso con una modelización formal, sistémica o autoorganizativa, (Parsons,
Luhmann, Ibáñez) introducen una distinción arbitraria al inicio (entre sistema y entorno,
por ejemplo) y la sostiene contra viento y marea por razones (de elección) metodológicas o
epistemológicas, y consigue así estabilizar lo social mediante la aplicación de la dogmática
de la teoría.
Es frente a estos tipos de modelización ontológica de lo social como surge la tesis
de la ontología fluida. Hablar de la fluidez social manda a un muy segundo plano la
propensión a hacer de la “lógica de la forma” el sostén del pensamiento sociológico y
cuestiona la potencialidad explicativa de una definición esencialista o mínima de su
contenido. Hablar de fluidos reclama poner en primer plano la compleja dinámica de flujos
y turbulencias que anima el cambiante despliegue de lo social.
Existe una influencia histórica y general, que podría tener en 1989, con la caída del
muro y del sueño (o pesadilla, según los gustos) comunista, una fecha de referencia y que
podría ayudar a hacer oportuna la propuesta que aquí se hace. Prácticamente, con
excepciones como las de las novedosas perspectivas micro de finales de los sesenta, la

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 71


teoría sociológica dominante hasta los años ‘80 ha estado centrada en marcar las
distinciones, los límites y las fronteras, desde Parsons hasta Luhman, por un lado, y la
oposición entre Ciencia e Ideología, de Althusser por ejemplo, por otro. Parecen teorías
para un mundo de fronteras, en el que estas se entienden y se viven como medios de
separación, oposición y distinción. Ahora, tras las críticas de los ‘80 y primeros ‘90 parece
que el foco de atención de dirige más a los flujos: flujos de capitales, de personas, cuerpos
y mercancías y a los crecientes y problemáticos flujos migratorios de gentes. Es como si las
fronteras más que como muros se percibieran ahora como lugares de paso, conexión y
contaminación.
Es la volátil y fluida naturaleza revelada en capitales, mercancías, políticas y gentes,
entidades sociales fundamentales, lo que conduce a esa nueva perspectiva, también parecen
llevar a ello, como se señaló anteriormente, el predominio práctico del economicismo,
impulsado por las transformaciones tecnocientíficas y el desarrollo de los sistemas y
medios de comunicación.

“Todo lo sólido se desvanece en el aire”: crónica de la modernización

Una y otra vez la visión de una realidad social crecientemente fluida se encuentra
con el del capitalismo como fuerza que todo lo disuelve, recuperado por Berman (1988). Lo
que hace visible la ontología de flujos no es la continuidad de la polarizada tensión
moderna, sino su disolución, su transformación es otra cosa.
Los cambios cuantitativos modernos habrían terminado transformando la cualidad
existencial de la vida social, conduciéndola de la oscilación entre lo sólido (de la tradición)
y lo evanescente (del futuro) a la compleja y variada fluidez (de los muchos presentes). En
este sentido lo que el diagnóstico del Manifiesto comunista hace es dar cuerpo a la crónica
del proceso de modernización y de su experiencia. Una crónica que se adelanta ya en la
tragedia fáustica de Goethe, se prolonga en el modernismo de Baudelaire y llega hasta la
urbanización de las metrópolis contemporáneas durante los tres primeros cuartos del siglo
XX.
Es al final de ese período, esto es en los años ‘70, el origen de la revolución de las
tecnologías de la información y el nacimiento de la sociedad red.
Habría que recordar que la tesis central de Berman consiste en afirmar la existencia
de una forma de experiencia vital extendida con la modernización y hoy compartida por
todas y todos los habitantes de ese tiempo histórico que es la modernidad. Es una forma
básica de experiencia porque según el autor afecta al modo en que experienciamos el
tiempo, el espacio, a nosotros mismos, a los demás y a las posibilidades y peligros de la
vida. El contenido de esa experiencia lo deduce del análisis de obras literarias y políticas
claves y de acontecimientos históricos especialmente significativos, que le llevan a afirmar
que los seres humanos modernos se movilizan por el deseo de cambiar, de transformarse y
transformar el mundo —y [por] el miedo a la desorientación y la desintegración. El núcleo
de la experiencia moderna no es otra cosa que la tensión, contradicción o polaridad entre lo
sólido esto es, el anhelo de controlar el exterior y el interior mediante algún conjunto de
técnicas y conocimientos que sean necesarios y universales, es decir, el anhelo de solidez—
y el desvanecimiento esto es, el miedo a la evanescencia, a que una vida y un entorno de
apariencia y fatuidad nos conduzca a la evanescencia, a desvanecernos en el uniforme y
homogéneo aire del libre cambio.
La tragedia moderna es aquella que liga inexorablemente el despliegue de las

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 72


mayores fuerzas de cambio y desarrollo a la emergencia de un pacto con los poderes más
infernales, según Goethe. También la tragedia está en la identificación que hace Max
Weber entre la modernización racionalizadora y la jaula de hierro. Berman cree que Marx y
Engels plantearon a los sepultureros del capitalismo hasta el rango de motor de la historia
desde el momento en que hacen coincidir su formulación del desvanecimiento de todo lo
sólido con la profanación de todo lo sagrado (el desencantamiento o des-embrujamiento de
Weber) y con que se haya despojado de aureola a todas las profesiones liberales e
intelectuales. La paradoja es que aquello que se desvanece no se refiere sólo a los estables
lazos y modos tradicionales, sino también y especialmente a las instituciones más sólidas
que el propio capitalismo ha ido engendrando.
La aparición de la concentración del capital, de los Estados Nacionales, del mercado
mundial, de los medios de comunicación de masas, incluso con el fervor revolucionario de
la burguesía se tornan insostenibles en su propio desarrollo.

“Todas las relaciones firmes y enmohecidas, con su cortejo de ideas y nociones


veneradas de antiguo, se disuelven, todas las de formación reciente se hacen
añejas antes de haber podido osificarse. Todo lo estamental y estable se evapora,
todo lo sagrado es profanado”.100

La contradicción que aquí resaltan Marx y Engels se resolverá, según ellos, con más
modernidad, con más revolución, cuando el proletariado instaure el comunismo. Mientras
tanto la lógica del construir para destruir y destruir para reemplazar, de desmoronar lo
sólido en búsqueda de una sólida y prolongada estabilidad estarían constituyendo el motor
de la historia moderna. La falta de alzamientos revolucionarios podría ser el resultado de
esa evaporación de la propia “naturaleza del hombre nuevo”. El mismo sujeto del
proletariado no podría, lógicamente, suponerse eterno e inmutable. Aquellos sujetos ya se
sentirían o sienten a gusto en la vorágine, el torbellino y se mantienen a la espera de unas
nuevas solidificaciones.
“Volvemos la mirada [al pasado] en busca de algo sólido en que apoyarnos, sólo
para encontrarnos abrazando fantasmas”. La experiencia hoy dominante no es tanto la de
disolución de lo sólido, sino la de fluidificación de todo lo social, institucional o personal.
Poco a poco, pero cada vez más con la velocidad que imprimen las nuevas
tecnologías, todo se torna lábil, maleable, acomodaticio, difícil de mantener bajo la misma
forma, pero no por ello necesariamente débil o efímero.
Sin embargo, se puede mantener el objetivo de recuperar el impulso crítico y leer el
Manifiesto como la crónica de una modernidad que ya no existe: una modernidad sólida
(fordista), dedicada a desvanecer las rigideces del pasado tradicional, envuelta en un
compulsivo proceso de modernización y en el desvanecimiento de los sólidos que ella había
traído y que ha terminado por transformarse en una sociedad líquida o fluida.

100
Ponce, Aníbal. Biografía del Manifiesto Comunista. Santiago de Chile, Editorial Quimantú, 1972, pp. 15-
23.

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II Compilación Bibliográfica
Lectura Nº 1
Toledo, Edgardo; Silvana Comba, Tecnologías de comunicación e
ideología, Tangox@ctinternet.cl. Rosario, Argentina/Santiago de Chile

Partimos realizando una revisión teórica-epistemológica de cómo fue pensada la


ideología en relación a las tecnologías de comunicación, particularmente en
Latinoamérica, para luego formular una reconceptualización de las nuevas
tecnologías de comunicación e información (NTCI) y, en estrecha relación, un modo
distinto de pensar la ideología en el nuevo escenario que constituye el paradigma
digital. Pensar en un nuevo paradigma nos ayuda, por un lado, a organizar la
descripción de los rasgos fundamentales de esta revolución de las NTCI y, por el
otro, a visualizar su dimensión política, económica y social, en fin, a vincular las
nuevas tecnologías con los modelos de desarrollo desde una perspectiva nueva.
Para saber a dónde vamos, tenemos que saber de dónde venimos.

Introducción

En 1971, la invención del microprocesador, con la capacidad de colocar un


ordenador en un chip, marca un quiebre y un desplazamiento en toda la industria de las
tecnologías de la información y comunicación que trajo como consecuencia las
transformaciones que hasta hoy estamos viviendo (o padeciendo). Por eso consideramos a
la década del setenta como el momento fundante de la llamada revolución tecnológica de la
comunicación y la información. No obstante sus orígenes pueden rastrear se después de la
Segunda Guerra Mundial, período en que se inventa el primer ordenador programable y el
transistor, fuentes basales de la microelectrónica.
Transitando el último año del XX, ya no nos encontramos con el apogeo del
consumo en el norte y la hiperpauperización en el sur (países desarrollados vs. países
subdesarrollados) pensados como bloques antagónicos y bipolares. La tecnología (la de
hoy, bajo el paradigma digital) tiende a abolir el tiempo y el espacio, lo cual se traduce en
la existencia de segmentos y territorios muy dinámicos, por un lado, y otros que se
convierten en irrelevantes para el sistema. Lo novedoso es que la pobreza y la riqueza
(subdesarrollo/desarrollo) conviven más allá de fronteras geográficas. No las podemos
seguir ligando a territorios. Así, tiene más cosas en común e intereses compartidos un
villero de Buenos Aires, un favelero de San Pablo, un quillampa de Santiago y un homeless
de Nueva York que éstos con el resto de los habitantes de sus respectivas ciudades.
No obstante, los territorios sí siguen funcionando como criterios de demarcación
para la nueva división social del trabajo. Los países del norte se concentran en la
producción de conocimiento a la vez que desplazan las industrias tradicionales a los países
del sur. De este modo emerge una dualización: el trabajo inmaterial en el norte
(procesamiento de información, investigación, generación de conocimiento) y el trabajo
sucio en el sur (industrias altamente contaminantes). “Estamos llegando al punto donde la
tecnología termina cambiando la estructura del modo de producción capitalista, arrojando a
la periferia todas sus excrecencias, pues hace posible una vertiginosa circulación de los

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 74


datos y los objetos que redunda en un uso intensivo de las máquinas de información.”(1)
Tal como lo señala Manuel Castells (2), en la década de los ‘90 la biología, la
electrónica, la informática y las telecomunicaciones parecen estar convergiendo en sus
aplicaciones, sus materiales y, lo que nos parece más significativo, en su planteamiento
conceptual. El gran avance de la ingeniería genética, gracias a la revitalización de la
biotecnología, pareciera plantear una pregunta similar a la que nos formulan hoy las nuevas
tecnologías de comunicación. En el primer caso, la pregunta sería: ¿cuál es la frontera entre
lo natural y lo artificial? Y en el segundo, ¿cuál es la frontera entre el hombre y la
máquina? En definitiva, en ambos casos, ¿podemos seguir pensando en lo esencialmente
humano, cuando el nuevo contexto pareciera indicar una coevolución de los hombres y las
máquinas?
En la fase actual de desarrollo del capitalismo se iniciaron procesos de reconversión
industrial y programas de ajuste a nivel mundial, como claros indicios de que el proyecto
tecnológico de la modernidad no garantizó un progreso indefinido y, menos aún, universal
y democratizante —como lo pregonara la utopía moderna. Por el contrario, se agudizaron
las diferencias y las marginaciones, situación que nos pone en guardia frente a cualquier
apología de la tecnología y sus productos. El alto contenido profético que caracteriza a la
mayoría de los discursos sobre la revolución de las tecnologías de la información y de la
comunicación —y la sospecha siempre presente tanto de ingenuidades como de
intencionalidades— no deben llevarnos a renunciar a la tarea de develar cuál es el
significado fundamental de esta revolución para nuestras sociedades. Y más aún, no
podemos desconocer el hecho de que hoy quienes más saben de estas cosas no son ya ni las
universidades, ni a veces las propias empresas, sino los organismos internacionales. Los
informes más recientes de estos organismos —llámese Banco Mundial, Fondo Monetario
Internacional, Grupo de los Ocho, etc.— convertidos en consultorías itinerantes
permanentes definen las políticas a implementarse, los rumbos “deseables”. En estos
últimos años, no casualmente, se han empeñado en mostrar la ineficacia irreversible del
Estado y las ventajas comparativas de las privatizaciones y el uso indiscriminado de nuevas
tecnologías de información —por nuestra parte sabemos que no cualquier tecnología, como
tampoco cualquier receta economicista, sirven indistintamente para cualquier país. Y es
aquí donde la relación tecnología-ideología cobra significado.
El propósito de esta breve introducción, entonces, fue trazar una serie de
coordenadas que nos guíen a la manera de “faros”, iluminando algunas áreas claves para
analizar cómo se relacionan hoy, en este nuevo contexto, la tecnología y la ideología.
A continuación, realizaremos un breve repaso de cómo fue pensada la ideología en
relación a las tecnologías de comunicación, particularmente en Latinoamérica en la década
del ‘70, para luego formular una conceptualización de las nuevas tecnologías de
comunicación y, en estrecha relación, un modo distinto de pensar la ideología en el
contexto de los nuevos medios.

Ideología/Tecnologías de comunicación en los ‘70

En la década del ‘70 tiene lugar en Latinoamérica una corriente de investigación


sobre las tecnologías de comunicación y, en particular, los medios masivos de
comunicación cuyo eje central es el tema de la ideología.
El modelo de Lasswell, enmarcado en la tradición funcionalista con una
epistemología psicológico-conductista, se cruza con la investigación crítica y la semiótica

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 75


estructuralista dando lugar a la denuncia convertida en crítica política. La producción
teórica estuvo centrada en develar los mecanismos por los cuales los medios masivos de
comunicación actuaban como correa transmisora de la ideología de la clase dominante. Los
medios, como aparato ideológico del Estado, reproducían así mecánicamente esa ideología
dominante. La ideología dominante penetra el mensaje de los medios produciendo
determinados efectos. “La omnipotencia que en la versión funcionalista se atribuía a los
medios pasó a depositarse en la ideología que se volvió objeto y sujeto, dispositivo
totalizador de los discursos… Tanto el dispositivo del efecto en la versión psicológico-
conductista, como el del mensaje o el texto en la semiótico-estructuralista, terminaban por
referir el sentido de los procesos a la inmanencia de lo comunicativo. Pero en hueco. Y al
llenar ese hueco con ‘lo ideológico’ nos quedamos con el recorte —con el
comunicacionalismo— y sin especificidad”. (3)
De este modo, las investigaciones realizadas bajo este paradigma —que dejaba
afuera la historia, el espesor cultural de nuestras sociedades y, por sobre todo a la gente, los
receptores— no fueron más allá del denuncismo, circunstancia que no sólo impidió que se
tradujeran en transformaciones de ese sistema al que denunciaban, sino que propició la
recuperación por el sistema y la manipulación. Los medios quedaron reducidos a meras
herramientas de acción ideológica, viéndose atrapados en una concepción instrumentalista
que impedía pensar sus articulaciones con lo social, lo cotidiano, en definitiva, las
mediaciones. Podemos resumir la visión de la época en que “…los medios eran
moralizados según su uso: malos en manos de las oligarquías reaccionarias se convertirían
en buenos el día que el proletariado los tomara como suyos”. (4) Y aquí también se hace
evidente otro de los temas clave para esta corriente de investigación: la propiedad de los
medios. El objetivo era analizar económicamente los medios masivos, con la creencia de
que este análisis sumado al del contenido ideológico de los mensajes permitirían develar
cómo los medios sometían a la gente. “Entre emisores-dominantes y receptores-dominados
ninguna seducción ni resistencia, sólo la pasividad del consumo y la alienación descifrada
en la inmanencia de un mensaje-texto por el que no pasaban los conflictos, ni las
contradicciones y mucho menos las luchas”. (5)
No sólo fueron las limitaciones del análisis ideológico las que, a mediados de los
‘70, hicieron cambiar los enfoques. La vuelta a las democracias, el interés por la cultura y
los movimientos populares, la “transnacionalización”, producto del uso de las nuevas
tecnologías de información y comunicación (NTCI) no sólo ya en el ámbito militar y
académico, sino por parte de las empresas ligadas a la entretención y las
telecomunicaciones y los desarrollos en el campo de la electrónica, entre otros factores,
propiciaron el estudio en otras áreas. Con la transnacionalización lo que se da no es una
sofisticación del viejo imperialismo, sino una nueva fase del desarrollo del capitalismo en
la que el campo de las comunicaciones comienza a jugar un papel decisivo —recordemos
los avances en el tema de satélites y telemática. El interés por la ideología, tal como había
sido pensada, perdió consistencia en este nuevo contexto. Lo que ahora está en juego no es
la imposición de un modelo económico sino la internacionalización de un modelo político.
Las políticas neoconservadoras —con Reagan y Thatcher como principales exponentes—
propiciaron este nuevo orden a partir de los ‘80. Un hecho clave de esta reformulación lo
constituyen las crisis del petróleo de 1973 y 1979 con el fuerte aumento de precios y la
amenaza de una inflación incontrolable. Los gobiernos (y las empresas) adoptaron medidas
de desregulación, privatización y flexibilización laboral con el consecuente quiebre del
contrato social entre capital y trabajo que había hecho posible el crecimiento. Según

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 76


Castells se emprendieron “…una serie de reformas tanto en las instituciones como en la
gestión de las empresas, encaminadas a conseguir cuatro metas principales: profundizar en
la lógica capitalista de búsqueda de beneficios en las relaciones capital-trabajo; intensificar
la productividad del trabajo y el capital; globalizar la producción, circulación y mercados,
aprovechando la oportunidad de condiciones más ventajosas para obtener beneficios en
todas partes; y conseguir el apoyo estatal para el aumento de la productividad y
competitividad de las economías nacionales, a menudo en detrimento de la protección
social y el interés público”. (6) La revolución de las NTCI fue útil y clave para llevar a
cabo este proceso de reestructuración del sistema capitalista en la década del ‘80. Entonces
la ideología no es presentada como falsa conciencia, como encubridora del orden, sino
como sustentando los discursos que se construyeron para llevar adelante este cambio.

La revolución de las nuevas tecnologías de comunicación e información

Si bien podemos situar a la revolución de las NTCI en la década del ’70 —la
tecnología fue pensada como una de las posibles salidas a la crisis del capitalismo— esta
revolución no constituyó una respuesta mecánica a esa crisis. El desarrollo de las
tecnologías se hizo posible gracias a los avances y descubrimientos que se venían
realizando en el campo aeroespacial y militar estadounidense, en el de la electrónica y las
telecomunicaciones, con el efecto de sinergia entre estas tecnologías clave. “Así, el
microprocesador hizo posible el microordenador; los avances de las telecomunicaciones,
permitieron a los microordenadores funcionar en red, con lo que se aumentó su potencia y
flexibilidad. Las aplicaciones de estas tecnologías a la fabricación electrónica acrecentaron
el potencial de nuevas tecnologías de diseño y fabricación en la producción de
semiconductores. El nuevo software se vio estimulado por el rápido crecimiento del
mercado de microordenadores, que a su vez se expandió por las nuevas aplicaciones, y de
las mentes de los escritores de software surgieron en profusión tecnologías fáciles para el
usuario”. (7)
Estamos en presencia de un nuevo paradigma donde las NTCI marcan
transformaciones claves que ya no se reducen al ámbito económico y militar. Las NTCI se
fueron instalando en cada vez más ámbitos que conforman nuestra experiencia cotidiana.
Pensemos, a título de ejemplo, cómo cambió nuestro modo de escribir al “manipular bits”
mediante el uso del procesador de textos, y no ya “átomos” a través de una máquina de
escribir (mecánica). La dimensión del cambio cultural, en ocasiones, se hace evidente sólo
a través del uso. Pensar en un nuevo paradigma nos ayuda, por un lado, a organizar la
descripción de los rasgos fundamentales de esta revolución de las NTCI y, por el otro, a
visualizar su dimensión política, económica y social, en fin, a dar cuenta de la ideología que
conlleva este paradigma.
El primer rasgo que diferencia a la revolución de las NTCI es que son tecnologías
para actuar sobre la información y, así, generar más información, más conocimiento.
Siempre, en la historia de la humanidad, existió el conocimiento y se aplicó en diversas
áreas para lograr transformaciones. Pero lo nuevo es el carácter autogenerador de saber que
transforma a la información en un recurso vital.
Otro rasgo importante es el hecho de que estas NTCI han colonizado todos los
ámbitos de nuestra experiencia. Las tecnologías de comunicación tradicionales (con
excepción quizá de la TV, que apenas tiene 50 años), es decir, cine, radio, prensa, telégrafo,
teléfono, télex, etc. Parecían haber estado desde siempre, formaban parte de la cotidianidad

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 77


desde que nacimos. Y su uso masivo estaba limitado sólo a una parte de nuestra
experiencia, principalmente lo relacionado con la entretención, el tiempo libre, la
transmisión de información, etc. Hoy las NTCI interrumpen ese modo fluido de hacer las
cosas al que estábamos acostumbrados (la interfaz de estos artefactos era casi cero, tendía a
desaparecer). Hoy las NTCI están en todas partes y modifican todos los ámbitos de la
experiencia cotidiana: el trabajo, las formas de investigar, las modalidades de comprar y
vender, los diferentes trámites que realizamos, el aprendizaje, las tareas del hogar, etc. Aún
nos sentimos torpes con máquinas que no terminamos de entender. No sólo se modifica el
uso de los aparatos sino que, y aún más importante en lo que se refiere a ideología, cambian
las relaciones, se transforman los procesos culturales, los hábitos y los modos de
interactuar. Y cambia, esencialmente, nuestro modo de ver el mundo.
Siguiendo a Brunner (8), el salto cuantitativo, es decir el aumento de la cantidad de
máquinas que usamos diariamente, induciría, con el paso del tiempo, a una mutación
cualitativa de nuestros modos de relacionarnos, nuestras prácticas sociales, en fin, nuestra
cultura. Aquí incluimos la noción de tiempo e, inmediatamente, pensamos en proceso,
cambios que aparecen sólo como tendencias y luego se van consolidando en la medida en
que el uso de las tecnologías se va masificando.
Otro rasgo fundamental para interpretar el nuevo paradigma es la interconexión
directamente asociada con el trabajo en red. Las redes son “fábricas de información”. Las
redes alteran lo que hacemos, el modo en que lo hacemos, la forma en que decidimos lo que
vamos a hacer y la naturaleza de la economía en la que lo hacemos. Muchas de nuestras
actividades cotidianas tienen que ver con la lógica de las redes —la extracción de dinero de
cajeros automáticos, el uso de tarjetas de crédito, la compra por Internet, etc. Si bien
tendemos a asociar a las redes sólo con el hardware —que en realidad hace posible su
funcionamiento— quizá lo más innovador esté en las distintas formas de organización,
control y distribución de poder que subyacen a las redes. Una empresa que trabajase
totalmente en red, por ejemplo, tendría los siguientes rasgos:

 Distribuida: la empresa no tendría una sede central, estaría repartida en múltiples


espacios conectados por tecnologías de comunicación. Contra la imagen que
usualmente se nos presenta de individuos trabajando solos (físicamente), conectados
a una computadora, Kevin Kelly (9) señala que “…la resolución natural de una
compañía totalmente distribuida lleva a la combinación en equipos de ocho a doce
personas trabajando juntas en un espacio. Una compañía global muy grande, en
forma de red pura, podría ser vista como un sistema de células de doce personas
cada una. Cabe preguntarse si las interacciones que se darían en estos grupos
pequeños pudiesen ser más intensas que las que, por ejemplo, se dan en cualquier
fábrica donde el gran número de empleados, aunque comparten el mismo espacio
físico, desalienta una comunicación fluida.
 Descentralizada: los procesos ya no serían supervisados por un poder central. Ante
la velocidad de los cambios —pensemos que desde la revolución industrial a estas
últimas décadas los ciclos de cambio se daban lentamente— se cambia el control
por la velocidad y la agilidad que potencia la descentralización. Las economías y
por ende las empresas controlan cada vez menos sus entornos y se ven obligadas a
desarrollar habilidades (tanto humanas como técnicas) para responder a las
condiciones siempre cambiantes de los mercados. Las redes o la circulación e
intercambio de información a través de redes permite la delegación y la toma de

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 78


decisiones descentralizadas. Un ejemplo de esto son las industrias que subcontratan
algunas de sus funciones para producir partes o elementos del producto total.
 Colaborativa: Los límites entre las industrias —transportes, mayoristas, minoristas,
comercialización, relaciones públicas, etc.— tienden a ser cada vez menos
distinguibles. Dentro de este contexto las empresas pueden ser “colaboradoras” en
algunas partes del negocio y competidoras en otras, al mismo tiempo.
 Flexible: La producción en la era industrial seguía un camino lineal: diseño,
manufactura y distribución, pero en la era “digital” los procesos son realizados en
simultáneo. El trabajo en red hace posible que todo ocurra al mismo tiempo: el
equipo de marketing, el departamento legal, ingeniería de proceso, ventas, etc.,
intercambian información en forma instantánea dando origen a una secuencia no
lineal de la producción. Esta nueva organización del trabajo hace posible la continua
adaptación efectiva a los cambios y ritmos que establece el entorno. Un ejemplo de
negocio en red, flexible y adaptable es el de Benetton. El flujo instantáneo de
información proveniente de sus múltiples locales de venta en todo el mundo
determina los diseños, colores y talles de la ropa que en unos pocos días ingresará al
mercado. Ante lo impredecible de los cambios de la moda —dentro de una
temporada hay distintas tendencias— Benetton encontró en el trabajo en red una
respuesta que bajo el viejo modo de producción hubiese sido muy difícil.

Sin embargo, en este nuevo paradigma no todas son ventajas. Los sistemas
descentralizados que se vuelven cada vez más grandes y se van generando a sí mismos, se
hacen más difíciles de comprender, de controlar y de explotar en todas sus dimensiones. “A
medida que las empresas se desenvuelven en el espacio cibernético, adquieren el carácter
del sofware: limpio, sin masa, rápido, útil, móvil e interesante. Pero también complicado, y
probablemente lleno de microbios que nadie puede encontrar…”(10)
Otro rasgo de la revolución tecnológica es la convergencia que se da entre la
informática, las telecomunicaciones y la industria de los contenidos de comunicación a
través de alianzas, fusiones y participaciones cruzadas. Siguiendo a Richeri (11), se han
eliminado las barreras legales que impedían emprendimientos conjuntos, ampliando de esta
manera los canales de distribución de información. Los productores de contenido entregan
la materia prima a los canales satelitales o por cable para que éstos lo clasifiquen y
ensamblen para venderlos a los abonados a estos sistemas. Las telefónicas y los cables, a su
vez, ofrecen el servicio de conexión a Internet.Y las empresas informáticas proveen el
hardware necesario para que el sistema funcione. También dentro de poco se podrá ver
T.V. a través de la computadora y navegar por Internet a través del televisor. Podríamos
preguntarnos qué aparato concentrará las distintas funciones, qué única pantalla miraremos
en el futuro, si es que esto alguna vez ocurre. Dentro de este contexto el gran desafío,
aparentemente, es la producción de contenidos ya que involucra a un bien escaso como es
la creatividad y no puede desconocer la ampliación de los canales de distribución.
La convergencia hoy también se hace visible en los intercambios entre los campos
de la biología y la microelectrónica. La lógica de generación de información propia del
ADN y la evolución natural pareciera reproducirse en los sistemas informáticos avanzados
que cada vez son más veloces, flexibles y disponen de mayor capacidad parar almacenar
información. Una muestra de esta interrelación es la profundización de la investigación
sobre máquinas inteligentes (nos estamos refiriendo a inteligencia artificial y no sólo a
procesamiento de datos) en relación con el funcionamiento del cerebro.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 79


Los rasgos que hemos enumerado son sólo aquellos que consideramos más
significativos para dar cuenta de la dimensión social de la revolución tecnológica en
marcha, sin duda que podemos encontrar mucho más.

Dime qué piensas de las tecnologías y te diré quién eres

Hay varias miradas que conducen a distintas posiciones frente al fenómeno de las
tecnologías desde donde podemos inferir el modo de pensar la ideología. Nosotros aquí
sólo esbozaremos las que nos parecen que dan cuenta de la relación tecnología-ideología.
Para Díaz Nosty (12), las tecnologías de información generan predicamentos
míticos. Éstos serían:

 El mito de la abundancia: “abundancia de información, abundancia de canales y


soluciones, abundancia de gratificaciones, abundancia en el tiempo y en el espacio.
Ante estas afirmaciones, cabe plantearse una pregunta central… Más y más
información, ¿supone un mayor nivel de conocimiento y comprensión de la
realidad?” (13). Es probable que la gente no pueda manejar esa sobrecarga de
señales y los contenidos sean irrelevantes para su vida.
 El mito de la transparencia: por un lado, la tecnología contribuiría a que todos los
ciudadanos tengan acceso y participación en la democracia electrónica. Y por otro,
lo que es simulación y construcción del medio se presenta como realidad.
 El mito de la ubicuidad/globalidad: la infraestructura de la comunicación global,
al ampliar los escenarios de acción, promueve la idea de omnipresencia. La
pretendida coexistencia de múltiples discursos, se transforma, por las relaciones de
poder, en la presencia de un único discurso dominante.
 El mito de la instantaneidad: las tecnologías de la información generan el dominio
temporal. Permiten el acortamiento hasta la frontera del tiempo real, hasta la
instantaneidad. A través de escenarios virtuales se consigue una anticipación de
realidad que produciría el gran simulacro del dominio del tiempo.
 El mito de la interactividad: la comunicación hombre-máquina es otro de los
juegos de la simulación de la participación ya que las máquinas de comunicación,
más que una función comunicativa, tienen una función de contacto a través de
simulación de voces, de rostros y paisajes. En definitiva, son máquinas productoras
de simulacros de presencias.

Por su parte Habermas (14) señala que la fantasía cibernética de una


autoestabilización de las sociedades lleva a sus últimas consecuencias los supuestos básicos
de la conciencia tecnocrática y en este sentido “…apunta a una línea evolutiva que se
perfila bajo el suave dominio de la ciencia y la técnica como ideología”.
La tecnocracia disocia la autocomprensión de la sociedad del sistema de referencia
de la acción comunicativa —interacción simbólicamente mediada— y lo reemplaza por un
modelo científico.
En las sociedades industriales avanzadas el control del comportamiento parece estar
dirigido por estímulos externos más que por normas. “La reacción indirecta por estímulos
condicionados ha aumentado sobre todo en los ámbitos de aparente libertad subjetiva
(comportamiento electoral, consumo y tiempo libre). Pero este incremento del
comportamiento adaptativo es sólo el reverso de la continua erosión de la esfera de la

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 80


interacción mediada lingüísticamente, bajo la presión de la estructura de la acción racional
con respecto a fines. A esto responde, subjetivamente, que la diferencia entre acción
racional con respecto a fines e interacción no solamente desaparezca de la conciencia de las
ciencias del hombre, sino también de la conciencia de los hombres mismos. La fuerza
ideológica de la conciencia tecnocrática queda demostrada precisamente en el
encubrimiento que produce de esta diferencia”. De este modo, el comportamiento humano
comenzaría a desvincularse de un sistema de normas para integrarse a sistemas
autorregulados del tipo hombre-máquina.
Desde otra posición, Flores interpreta a la tecnología como “...todas aquellas
conversaciones que ocurren a nuestro alrededor, en las cuales inventamos nuevas prácticas
y herramientas para conducir las organizaciones y la vida humana”. (15)
Estas conversaciones generan innovaciones que dinamizan lo social. Pensar a la
tecnología como un lenguaje nos aleja de una concepción instrumentalista, la tecnología
como lenguaje crea, construye mundos posibles. “Al emplear el término tecnología la gente
se refiere en general a artefactos —a cosas que diseñan, construyen y usan. Pero en nuestra
interpretación la tecnología no es el diseño de cosas físicas. Es el diseño de prácticas y
posibilidades que se pueden realizar a través de artefactos”. (16)
Para Raymond Williams el surgimiento de una tecnología nueva —o de un nuevo
soporte— generalmente viene acompañado por lo que denomina determinismo tecnológico.
“El supuesto básico del determinismo tecnológico consiste en que una nueva tecnología —
una imprenta o un satélite de comunicación— ‘surge’ de los estudios y experimentos
técnicos. A continuación, transforma la sociedad o el sector en el que ha surgido. Nosotros
nos adaptamos a ella porque se trata de la forma moderna de hacer las cosas”. (17) Sin
embargo, todos los estudios y experimentos con nuevas tecnologías tienen su anclaje en las
relaciones sociales y las formas culturales ya existentes y responden, en general, a fines
preestablecidos. Castells plantea que el dilema del determinismo tecnológico
probablemente sea un falso problema, “…puesto que tecnología es sociedad y ésta no
puede ser comprendida o representada sin sus herramientas técnicas… La tecnología no
determina la sociedad: la plasma. (18) Pero tampoco la sociedad determina la innovación
tecnológica: la utiliza”. (19) Existiría entonces una interacción dialéctica entre sociedad y
tecnología. Un concepto asociado a esta interacción es el de compuerta evolutiva (20) que
hace referencia a toda evolución sociotecnológica —no inevitable— que se convierte en
una ventaja adaptativa y señala una diferencia entre el antes y el después. Distintas
tecnologías cognitivas como la escritura, la imprenta, Internet serían ejemplos de
compuertas evolutivas que reorganizan los modos en que el sujeto percibe, construye la
realidad. “...siempre, en toda la historia de la humanidad, la percepción ha sido determinada
por los medios que estaban a disposición en cada momento. Los filósofos han acuñado un
término para determinar esta situación y es la idea del a priori que no es otra cosa que las
condiciones de la posibilidad para que uno pueda hacer experiencias o reunir
conocimientos”. (21)

Los monstruos ya están sueltos

“La informatización no es sólo fierros (hardware), pretensiones vanas, una


competencia desleal o la conspiración de una alianza de tecnoburócratas y narcopolíticos
para estupidizar y hambrear aún más a las masas pauperizadas de la periferia. Sin impedir
que todo eso y cosas mucho peores vengan unidas a su nombre, la informatización es, sobre

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 81


todo una poderosa tecnología intelectual”. (22)
Si acordamos con pensar a la tecnología, no como instrumento, sino como lenguaje
para la acción no podemos seguir analizando la ideología desde una visión instrumentalista.
Considerar a las tecnologías como “herramientas de dominación”, como “encubridoras de
las acciones de los sectores que ostentan el poder político-económico” es, parafraseando a
Jesús Martín Barbero, pensar que el pecado original de haber nacido capitalistas las
condena hasta la eternidad a servir a sus amos. (23) Y seguir insistiendo en que si “están en
manos de los neoliberales son malas, pero en manos del comandante Marcos son buenas”
no nos llevará mucho más allá de un mero denuncismo. De ahí la necesidad de conocer y
comprender este nuevo ambiente creado por las tecnologías, su lógica de funcionamiento y
los nuevos modos de hacer las cosas “…para no caminar con la mirada puesta en el
retrovisor”. (24) Como señala McLuhan “… las sociedades siempre han sido moldeadas
más por la índole de los medios con que se comunican los hombres que por el contenido
mismo de la comunicación. El alfabeto es una tecnología que el niño muy pequeño absorbe
de un modo totalmente inconsciente. La tecnología eléctrica promueve y estimula la
unificación y el movimiento que lleva a un auténtico envolvimiento. Es imposible
comprender los cambios sociales y culturales si no se conoce el funcionamiento de los
medios”. (25)
Por su parte, P. Virilio plantea que “cada época tiene su lógica. Pero la nuestra no es
la que creíamos. La lógica formal de la imagen es la de la pintura, del grabado, de la
arquitectura que se termina en el siglo XVIII. La era de la lógica dialéctica es la de la
fotografía, la cinematografía, el fotograma del siglo XIX. La era de la lógica paradojal de la
imagen es la que empieza con la invención de la videografía, la holografía y la infografía”.
(26)
Esto significa que la lógica de la época actual tiene que ver en gran parte con la
simulación —y no con la representación de la modernidad. De la producción de
construcciones que nos ayudan a pensar estamos pasando a la construcción de otras
realidades, con la ayuda de simulaciones computarizadas. La realidad virtual (RV) es un
caso límite de tecnología de la comunicación que busca atrapar al usuario volviéndose al
mismo tiempo invisible. En este sentido, se puede pensar como la optimización estética de
las interfaces. (27) Cuando la interfaz tiende a desaparecer estamos en presencia de la RV
que produce una apariencia de transparencia. Las superficies amigables para usuarios
sugieren: “…señores, no tengan miedo, todo esto no es grave, no hace falta entender nada,
alcanza con poder manejar el mouse sobre la pantalla. Esta es la intención de toda interfaz
gráfica”. (28)
Con la RV estaríamos ingresando al terreno de una comunicación postsimbólica a
través de la visualización de la información. Lo que logramos es ya no leer la información a
través de números y letras, sino mediante imágenes de síntesis, digitales y manipulables. La
manipulación es uno de los rasgos que diferencian lo digital de lo analógico. Un ejemplo
que propone Bolz para aclarar esta idea: la Casa Blanca en Washington tiene entre 12 y 14
metros que no entran en las imágenes de la televisión. ¿Entonces qué se hace? Estos metros
demás se eliminan electrónicamente, de manera que la casa se compacta y entra
perfectamente en la pantalla. (29) La imagen deja de ser lo visto para convertirse en lo
construido. “Para comprender la imagen hoy debemos abandonar la metafísica de lo
imaginario e ingresar a una antropología cultural de las superficies, capaz de dar cuenta de
las mediaciones visuales técnicas, semánticas y estéticas que organizan la producción y la
reproducción de los sujetos sociales. Las nuevas imágenes participan de preocupaciones y

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 82


vivencias prácticas, concretas y globales…” (30)
Todo este análisis nos conduce a pensar las NTCI como un nuevo lenguaje. (31)
Porque el lenguaje no es un sistema para representar al mundo o para trasmitir información,
sino ontología, es decir una serie de distinciones que nos permiten vivir y actuar juntos en
un mudo compartido. La tecnología concebida como lenguaje crea mundos posibles y no
nos podemos salir de estos mundos.
Pero tan importante como la manera de generar entornos virtuales es el modo en que
usamos estas tecnologías digitales: el desplazamiento del mouse sobre una superficie
bidimensional, la interacción con gráficos tridimensionales o la simulación de
intervenciones. La ideología se va develando en los usos y en la acción; en el diseño de
nuevas prácticas y relaciones sociales. Las tecnologías afectan la vida de la gente, tocan los
problemas reales que vivimos a diario. Y como cada vez necesitamos interactuar más con
máquinas para resolver los problemas domésticos, el conflicto ya no se plantea en término
de “acceso” a las tecnologías —que, por otro lado, nadie puede negar— sino de “tener que
usarlas” y no saber. Entonces es, a la vez, un problema de conocimiento. Quienes tengan
las competencias comunicativas y los saberes tecnológicos —cómo procesar información,
cómo seleccionarla y a la vez cómo desarrollar habilidades expresivas para transformase en
emisor— serán los más creativos, los más productivos y tendrán trabajo; por el contrario
los que no, quedarán fuera del sistema. Al ensancharse la brecha entre “los que saben y los
que no saben” estos últimos corren el riesgo de convertirse en irrelevantes para el sistema,
ya que no tienen capacidad adquisitiva para ser mercado, como tampoco la que le permita
convertirse en recurso de trabajo suficientemente valorizado para integrarse en el nuevo
tipo de mercado laboral. Por lo tanto, las personas que formen parte de este sector no serán
útiles laboralmente y quedarán fuera del sistema transformando lo que antes era
desigualdad en exclusión social.
Cuando el mundo se constituye en una economía global, bajo un único paradigma, y
las tecnologías nos ofrecen los marcos interpretativos para conducir acciones, coordinarlas
y resolverlas, pensar las ideologías bajo una nueva luz resulta imprescindible —en el
campo de las investigaciones en comunicación habían perdido interés— para empezar a
discutir estas nuevas formas de interacción y comunicación.
“Los monstruos ya están sueltos. Y configuran problemas inéditos. Ni la relación
hombre/máquina tiene la figura de Frankenstein o su versión Barbie —la mujer biónica—,
ni el poder, que es cada vez más duro e implacable, tiene la forma del Big Brother o del
Panóptico. Es menos visible, más inteligente y no tiene centros fijos. Pero no por eso deja
de actuar, de privilegiar y excluir. Y esto no es un simulacro, aunque las relaciones entre lo
factual y lo simbólico deban ser repensadas”. (32)

Notas y citas bibliográficas

(1) Piscitelli, Alejandro, 1995: Ciberculturas. En la era de las máquinas inteligentes,


Argentina, Editorial Paidós, 1995.
(2) Castells, Manuel, La era de la información. Economía, sociedad y cultura. Vol. 1: La
sociedad red, Alianza Editorial.
(3) Barbero, Jesús Martín, De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y
hegemonía, Barcelona, Editorial Gustavo Gilli, GG MassMedia, 1987.
(4) Barbero, Jesús Martín, op cit.
(5) Barbero, Jesús Martín, op cit.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 83


(6) Castells, Manuel, op cit.
(7) Castells, Manuel, op cit.
(8) Brunner, J. Joaquín, “Medios de comunicación del futuro y cambios culturales”.
(9) Kelly, Kevin, Fuera de control: el surgimiento de la civilización neo-biológica.
(10) Kelly, Kevin, op cit.
(11) Richeri, Giuseppe, “La dimensión económica de la comunicación en un mundo
globalizado”, en Los medios de comunicación y sus públicos. Los desafíos de la
globalización, Seminarioorganizado por la Universidad Católica de Chile y la Fundación
para la Innovación.
(12) Díaz Nosty, Bernardo, 1996: “El mito tecnológico y la sociedad democrática
avanzada”, en La sociedad de la información. Amenazas y oportunidades, Madrid, Editorial
Complutense.
(13) Díaz Nosty, Bernardo, op cit.
(14) Habermas, Jürgen, Ciencia y técnica como “ideología”, Editorial Tecnos.
(15) Piscitelli, Alejandro, op cit. En Ciberculturas… Piscitelli toma esta definición de
Fernando Flores.
(16) Flores, Fernando, Inventando la empresa del siglo XXI, Santiago, Dolmen Ediciones,
1989.
(17) Williams, Raymond, Hacia el año 2000, Barcelona, Editorial Crítica, Grupo editorial
Grijalbo.
(18) La tecnología no determina la sociedad: la plasma. Por ejemplo, lo que se propiciaba
desde la teoría literaria —dialogismo, intertextualidad, etc.— y se cristalizó de una forma
artesanal en experiencias como Rayuela de Julio Cortázar, hoy se plasma a través del
hipertexto que es el lenguaje natural de la web y que sólo se pudo constituir gracias a la
digitalización.
(19) Castells, Manuel, op cit.
(20) Alejandro Piscitelli en una editorial del diario electrónico Interlink señala que las
tecnologías dominantes del conocimiento y de la cultura están interrelacionadas y siguen un
patrón evolutivo común reforzándose mutuamente hasta que aparece un nuevo nivel de
innovación tecnológica o compuerta evolutiva y concomitantemente aparecen nuevos
patrones de comportamiento social. La historia del procesamiento de información en el
Lejano Oriente entre los años 15.000 y 3.000 A.C. sigue precisamente esta evolución
puntuada: grandes cambios logrados en poquísimo tiempo y mesetas de estabilidad de largo
plazo. Pero lo interesante del caso es que estas compuertas (tallies, token y escritura que
son distintos tipos de registro de la información) pueden (deben) leerse no sólo como las
historia de las transformaciones cognitivas, sino también y muy especialmente como
compuertas evolutivas entre distintos sistemas sociales y económicos. Por ello no resulta
nada accidental que el sistema de fichas —una compuerta evolutiva en esta filogénesis
cultural y una compuerta evolutiva importante en las tecnologías del conocimiento— haya
aparecido precisamente en el año 8000 A.C. o justo en el momento en que la agricultura
emergía como la base económica de los nuevos tipos de sociedades. De igual modo durante
otros 5.000 años este tipo de contabilidad escritural de lo concreto y argamasa de las
interacciones sociales que fue el sistema de fichas se mantendría intocado hasta que
emergieran nuevas formas económicas con la urbanización de las primeras ciudades.
(21) Bolz, Norbert, “La percepción en la era de la realidad virtual”, en Contaminaciones:
del videoarte al multimedia, idea y compilación de textos de Jorge La Ferla, Buenos Aires,
Oficina de Publicaciones de la Universidad de Buenos Aires.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 84


(22) Piscitelli, Alejandro, op cit.
(23) Barbero, Jesús Martín, op cit.
(24) García Fajardo, José Carlos, Comunicación de masas y pensamiento político, Ed.
Pirámide, Madrid, 1986.
(25) García Fajardo, José Carlos, op cit. Lo que McLuhan planteaba sobre los medios
eléctricos, centrándose principalmente en la televisión, acerca de las sensaciones tactiles
que producían (es decir, sensaciones donde se involucraban todos los sentidos, la vista, el
oído y no sólo uno, como en el caso de la imprenta con el predominio exclusivo del ojo) es
adecuado para pensar hoy la realidad virtual y esa sensación de envolvimiento que describe
el autor.
(26) Virilio, Paolo, citado por Alejandro Piscitelli en Cibercultura...
(27) Cuando hablamos de interfaz nos referimos al ambiente de la interacción entre el
hombre y la máquina. Al igual que las prótesis, las mejores interfaces son las que no se
sienten, las que no se ven.
(28) Bolz, Norbert, op cit.
(29) Es significativo que la industria cinematográfica de Hollywood en estos últimos años
haya producido varias películas relacionadas con la temática de la realidad virtual, entre
ellas “Mentiras que matan” y “Matrix”.
(30) Piscitelli, Alejandro, op cit.
(31) No negamos, obviamente, la existencia de los artefactos sino que insistimos en poder
ver a la tecnología más allá de los aparatos.
(32) Ford, Aníbal, en el Prólogo a Ciberculturas…

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 85


Lectura Nº 2
Gubern, Roman, “De la caverna a la electrónica. La herencia del
cazador”, en: El eros electrónico, España, Editorial Taurus, 2000, pp. 7-
10.
A lo largo del 99 por ciento de su existencia, el ser humano ha vivido una
prolongada etapa de cazador, de la que empezó a salir hace menos de diez mil años, para
entrar en la del pastoreo y la agricultura del Neolítico. En aquella prolongadísima fase de
existencia de nuestra especie, el hombre vivió muy precariamente, enfrentado a bestias
temibles y padeciendo una inseguridad angustiosa. La profunda huella emocional generada
en aquel dilatado periodo ha pervivido filogenéticamente hasta el actual ciudadano de la era
postindustrial convirtiéndole en presa fácil de angustias y zozobras psíquicas. Así, los niños
pequeños tienen miedo a la oscuridad, aun sin haber padecido ninguna experiencia punitiva
asociada a ella, como herencia filogenética de la inseguridad y desprotección del hombre
primitivo en la noche y en un entorno de alto riesgo.
Por otra parte, los etólogos han demostrado convincentemente que, en la vida social,
al igual que en la naturaleza, asistimos muchas veces a relaciones parecidas a las que los
depredadores mantienen con sus presas, mediante simulaciones, tretas y agresiones, aunque
en la vida social se produzcan en un marco de normas que las reglamentan y, por tanto,
legitiman, a la vez que liman sus aristas más brutales y explícitas. Esta herencia filogenética
explica que seamos sujetos pasivos de emociones arcaicas, disparadas desde el hipotálamo
y el sistema límbico de nuestro cerebro, en forma de sensaciones de miedo, amor, odio,
júbilo, depresión, inquietud, esperanza, inseguridad, placer o nostalgia, que no hemos
conseguido controlar suficientemente, como saben todos los gabinetes psiquiátricos del
mundo. Hoy surcamos el espacio con potentes astronaves, pero nuestra vida emocional no
es muy distinta de la de un cazador de hace cien mil años.
Pero el hombre moderno se distingue físicamente de su antepasado en algunos
rasgos importantes. El hombre moderno es el de más baja estatura y con el cerebro más
pequeño en toda la historia de mecanismos evolutivos que han favorecido los cuerpos más
pequeños, en una estructura social que se basa más en la organización y en la eficiencia que
en el esfuerzo físico para conseguir la dieta que necesita un gran cerebro. Pero, a pesar de
su menor tamaño cerebral, su relación cerebro-masa corporal, el denominado “cociente de
encefalización”, es mayor que el de todos sus antepasados. La explicación es simple.
Nuestros ancestros tenían que desplegar un gran esfuerzo físico para conseguir lo que
necesitaban para vivir, por lo que la evolución favoreció a los cuerpos más corpulentos.
Pero ahora los alimentos y las mercancías llegan hasta nosotros sin que apenas tengamos
que movernos. Y también llega así la información, que alimenta nuestro relativamente gran
cerebro, nuestro procesador supremo en el seno de la sociedad postindustrial, llamada
también “sociedad del conocimiento”.
Las modernas tecnologías de comunicación e información están modificando
nuestras vidas, afectándolas en el plano físico (en su biosedentarismo, por ejemplo), en el
intelectual y en el emocional. Sus efectos físicos e intelectuales nos son mucho mejor
conocidos que sus efectos emocionales y por eso les dedicaremos especial atención a lo
largo de estas páginas, que querrían presentar preferentemente al actual homo informaticus
a la luz de las enseñanzas de la antropología. Pero antes es menester aclarar algunas
cuestiones básicas acerca del marco histórico y los objetivos de su evolución cultural.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 86


La evolución cultural es una estrategia inventada por el hombre para adaptarse
mejor al medio ambiente que le ha tocado vivir, por lo que no puede ser la misma en la
selva, en la sabana, en una zona lacustre o en el desierto. Puesto que estas estrategias son
dirigidas por el hombre, las culturas humanas han conocido una gran diversificación,
aunque se puedan reconocer en todas ellas algunos sustratos comunes, en relación con
episodios tan fundamentales como el nacimiento, el matrimonio, la muerte, la guerra, etc.
En todas las sociedades humanas existen unas predisposiciones biológicas que se elevan al
rango de normas y a las que se superponen otras normas, emanadas de la inteligencia
humana y no de la biología: constituyen códigos de conducta que reglamentan su
convivencia y que en las sociedades más desarrolladas se plasman en leyes y reglamentos
escritos. Pero está claro que las normas adoptadas no pueden ir en contra de las tendencias
biológicas, porque si así fuera causarían la desaparición de la especie.
Tras este obligado y remoto preámbulo antropológico, saltemos hasta la cuna de la
modernidad Occidental preindustrial, hasta el siglo XVIII, cuando la ilustración formuló
colectivamente su proyecto de progreso racional, que hoy percibimos como lineal, limitado
e insuficiente para la complejidad del mundo.
De su época y, sobre todo, para la del mundo futuro. Pero podemos concordar con
Habermas que sus insuficiencias no constituyen una razón para rechazar la idea de progreso
racional y retroceder con ello a las etapas preilustradas, es decir, de imperio de la oscuridad.
En todo caso, aquel proyecto debe enriquecerse con nuevos datos acerca de la creciente
complejidad social —y las herramientas informáticas resultan muy pertinentes para
coadyuvar en esta tarea—, para elaborar a partir de las nuevas realidades nuevas estrategias
culturales. Porque lo que la historia moderna nos ha enseñado es que el desfase entre el
desarrollo material y económico y el desarrollo político, social y moral suele resultar a la
postre catastrófico.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 87


Lectura Nº 3
Gubern, Roman, “La escena y el laberinto”, en: Del bisonte a la realidad
virtual. ver en: www.hipersociologia.org.ar/material/gubern.html

V. El laberinto digital

La densidad de nuestra iconósfera se ha incrementado considerablemente en los


últimos veinte años, debido a la aparatosa emergencia de numerosas modalidades de
imágenes computarizadas, en una nueva etapa posanalógica e interactiva de las relaciones
entre hombre y máquina en el campo de la producción icónica. Explorada y utilizada desde
los años cincuenta en el sector militar, la imagen infográfica empezó a introducirse en
sectores civiles unos quince años más tarde, expandiéndose hacia los usos científicos e
industriales, en los campos del diseño y la arquitectura, en las industrias del espectáculo, en
los videojuegos y en la publicidad. Esta sofisticada tecnologización de la producción
icónica ha acabado por dibujar la nueva actividad del imagineering (imaginierización),
neologismo que funde los vocablos image (imagen) y engineering (ingeniería).
La evolución y desarrollo de la informática ha sido muy veloz en la segunda mitad
de este siglo. Hay que recordar que a los “calculistas” de las oficinas se les llamaba hace
cien años en inglés computers y esta misma palabra se adoptó para designar a las primeras
máquinas de calcular, que luego evolucionarían hacia el tratamiento automatizado de
símbolos, aunque su designación inicial permaneció intacta (también el cinematógrafo
originario era, para los hermanos Lumiére, un aparato con fines documentales, para
registrar la nature prise sur le vif, y su posterior cambio de función, para registrar ficciones
puestas en escena, no le hizo cambiar de nombre). Pero el principio fundamental de la
computación no ha cambiado. La díada 0/1, en la que Leibniz creía percibir hace tres siglos
una gran productividad metafísica, se convirtió en la base de la escritura informática, que
hoy alcanza hasta la escritura informática de imágenes. En efecto, el ordenador se alimenta
de algoritmos convertibles en señales electrónicas elementales, basadas en un código
binario on/off, que representan el uno y el cero. Por eso se ha llegado a afirmar que la
informática es el brazo secular de las matemáticas.
El ordenador ha pasado a ocupar un lugar central en las actividades del mundo
moderno, aunque jamás podrá reemplazar las funciones intelectuales más elevadas del
cerebro humano. Sometido al determinismo implantado por el hombre en su programa, el
ordenador tiene el comportamiento obediente de un “tonto lógico”. Si se le pide que busque
dos números pares que sumados den uno impar, estará toda la eternidad efectuando sumas
infructuosas, mientras que cualquier niño en la escuela descubriría al poco rato que tal
petición es imposible. Como declaró muy gráficamente Karl Popper, “los ordenadores
podrán solucionar problemas, pero nunca descubrir problemas, que es una capacidad
humana”. El escepticismo acerca de la inteligencia resolutiva de la máquina se ha
multiplicado a la luz de los postulados de incertidumbre de Heisenberg, del de
inverificabilidad matemática de Gödel y del de imprevisibilidad de los sistemas complejos
de Prigogine, propinando duros mazazos a nuestras esperanzas para conocer el
comportamiento de la realidad, para cuantificar sus fenómenos y, menos aún, para
preverlos. Pero aunque todas las utopías acerca de las máquinas inteligentes hayan
fracasado, las máquinas informáticas siguen siendo útiles para muchas cosas, entre otras

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 88


para producir imágenes bajo control humano. Con la irrupción de las mal llamadas
máquinas inteligentes se desarrollaron tres modelos estructurales de comunicación, a saber:

1. El flujo comunicativo de hombre a máquina, actuando la máquina como


enunciataria.
2. El flujo comunicativo de máquina a hombre, actuando el hombre como
enunciatario.
3. El flujo comunicativo de máquina a máquina.

En ninguno de los tres modelos reseñados hay intersubjetividad en el proceso de


comunicación, pues en el primero y el segundo solamente un polo está caracterizado por la
subjetividad y, más concretamente para nuestra reflexión, por la intencionalidad que le
define como un polo activo y le convierte en responsable de la iniciativa enunciadora. Ya
Pascal, un antecesor preclaro de la informática moderna, observó que las máquinas, a
diferencia del hombre y hasta de los animales, estaban desprovistas de capacidad volitiva.
Lo que no significa que la máquina no pueda poseer algunas capacidades performativas
superiores a las humanas, como su velocidad operativa, por ejemplo.
Pero este modelo de comunicación se convierte en interactivo en cuanto se
introduce la reversibilidad en el rol del enunciador, de modo que éste pueda ser
alternativamente enunciador y enunciatario, lo que conduce a una interactividad
enunciativa, que puede ser, además, en tiempo real. El tercer modelo está gobernado, en
cambio, por el puro y simple determinismo.
Sobre las observaciones que acabamos de hacer ha planeado el peso del
antropomorfismo, pues hemos hablado de comunicación entre hombre y máquina y es
dudoso que la máquina pueda ser, en puridad, sujeto de comunicación. Pero este
antropomorfismo es una pegajosa adherencia que la informática acarrea desde sus orígenes,
en denominaciones tan impropias como la de “máquinas inteligentes”, que acabamos de
utilizar. También la “memoria” es un inapropiado término antropomórfico, que designa el
almacenamiento de información en un soporte, pero que no tiene la versatilidad ni la
diversificación de funciones que tiene en el hombre y ni siquiera en los animales. Otra
analogía antropomórfica muy socorrida es la de los circuitos nerviosos de la máquina o del
sistema, como cuando se dice que hoy las imágenes circulan por la red nerviosa de Internet
como las palabras circulaban antes por la red telefónica.
Como es sabido, la imagen infográfica, imagen digital o imagen sintetizada por
ordenador, se basa en la digitalización de la imagen, es decir, que es puesta y cifrada como
un cuadro de números sobre los que se puede operar sin degradarlos (cosa que no ocurre
con las técnicas analógicas de producción icónica) y conservada como información binaria.
A partir de esta matriz numérica la imagen se construye por síntesis como un mosaico de
pixels (acrónimo de picture elements), definidos cada uno de ellos por valores numéricos
que indican su posición en el espacio de unas coordenadas, su color y su brillo (los pixels
con la misma luminosidad se llaman iosophotos y definen espacios luminosos
homogéneos). En el fondo esta técnica constituye un desarrollo técnico muy sofisticado del
principio analítico y estructural que subyace en la vieja artesanía de la confección de los
mosaicos, de los tapices y de la pintura puntillista de Seurat, que ha desembocado en
nuestro siglo en las tramas de las imágenes fotomecánicas y electrónicas.Y por lo que atañe
al poder configurador del teclado de la máquina, hay que recordar que Boris Vian ya lo

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 89


anticipó al escribir en 1946 su novela L’é cume des jours, en la que describía un curioso
piano-cocktail que producía sonidos, colores y sabores.
El principio estructural de la imagen de síntesis es el mosaico, palabra cuya
etimología significa “arte de las musas” y cuya productividad técnica alcanza a todas las
imágenes tramadas modernas, tanto a las impresas como a las electrónicas. El origen
histórico del mosaico se atribuye a su empleo en las termas o lugares en los que la humedad
de las paredes hacía altamente improbable la conservación de las pinturas al fresco. Más
tarde se inventaron otras técnicas de segmentación analítica de la imagen. Desde el
Renacimiento, con Paolo Uccello, se introdujo la práctica de dividir la tela en cuadrados
pequeños, para trasponer con exactitud la imagen observada y dividida zonalmente
(procedimiento que permitía además acentuar o atenuar artesanalmente las perspectivas,
obtener anamorfosis y otras distorsiones no muy distintas de las que son usuales en la
técnica infográfica), después de geometrizar la imagen (mosaico, tapiz, retícula de pintores,
puntillismo) se paso a su algebraización. Ya Descartes había conseguido visualizar el
álgebra traduciéndola visualmente a formas geométricas y curvas gráficas en sus célebres
coordenadas. Pero la última etapa a de este proceso sería el paso de la imagen reticularizada
a la imagen numerizada.
Lo digital se corresponde, en el hombre, al funcionamiento neurológico y a sus
impulsos bioeléctricos, mientras que lo analógico corresponde a lo mental y a lo cognitivo.
Algo parecido ocurre en la infografía, salvando la licencia antropomórfica, pues esta
técnica llega a lo analógico (la imagen) a través de lo digital o, si se prefiere, lo analógico
es función de lo digital. Recordemos que la imagen digital codificada se presenta como una
matriz de números (en filas y en columnas) contenida en la memoria de un ordenador, que
no tiene una estructura isomorfa (analógica) con respecto a la imagen, y en cuya memoria
los pixels pueden ser manipulados o alterados individualmente o en grupos de ellos. La
imagen infográfica está basada, por lo tanto, en una técnica analítica que transforma la
discontinuidad de los pixels en una forma visual analógica, continua y compacta.
La imagen digital instaura en la producción icónica el protagonismo del punctum,
del punto, en detrimento de la línea. En un mundo físico que ha revelado a lo largo de este
siglo su discontinuidad estructural (electrón, neutrón, fotón, quantum, etc.), no es raro que
se haya encontrado su unidad de representación visual óptima en el pixel. Tan óptima que
las copias digitales audiovisuales constituyen una verdadera clonación del original de
temibles consecuencias para la piratería cultural. La imagen digital es, por otra parte,
naturalmente tributaria de una estética combinatoria (de sus pixels), combinables hasta el
infinito. Debe añadirse inmediatamente que el pixel es una unidad de información y no una
unidad de significación y debido a esta condición meramente perceptiva y presemiótica
resulta homologable a la línea horizontal que construye la imagen en la pantalla del
televisor. Pero un grupo orgánico de pixels puede configurar una unidad semiótica, si
aparecen investidos de valor semántico. Como se dijo, la imagen infográfica es almacenada
como una matriz numérica (por esto han sido llamadas a veces aritmografías o arte
algorítmico) y sólo resulta perceptible por la vista cuando se manifiesta y se expande en
soportes tales como la pantalla o el papel. De manera que en la infografía existe una
dualidad entre imagen latente e imagen manifiesta, como ocurre en la imagen videográfica.
Una característica fundamental de la producción infográfica reside en su sujeción a
un proceso interactivo entre el operador y la máquina, que ha dado lugar a una abundante
literatura celebrativa. La reflexión teórica acerca de la interactividad tuvo su gran momento
estelar en este siglo con la acuñación en 1947 de la cibernética por parte de Norbert Wiener

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 90


quien forjó esta palabra a partir del vocablo griego que significa timonel y que implica la
idea de control o de gobierno de un sistema. Desde la antigüedad se sabía que en la
naturaleza los organismos interactúan entre sí de modo muy complejo, pero Wiener nos
iluminó los mecanismos de la autointeracción o autorregulación de los organismos, como
ocurre con la coordinación entre percepción y motricidad de los animales, ajustándose la
segunda a las informaciones suministradas por la primera. Este principio se aplica también
a muchas máquinas comunes, como el termostato, en el que la retroalimentación o feed-
back del termómetro activa o desactiva al motor que calienta o enfría a un recipiente. Y esta
autointeracción sensorial está también en el centro de la experiencia perceptiva de la
realidad virtual.
En el campo de la comunicación mediante máquinas la interactividad no era una
estricta novedad. Desde mediados del siglo XIX, el telégrafo de Samuel Morse y luego el
teléfono de Graham Bell estaban basados en la interacción de dos polos comunicativos,
alternantes en el primer caso y con la posibilidad de simultaneidad en el segundo.
En la producción infográfica el proceso interactivo resultaba estimulante, entre otras
razones, porque rescataba a la pantalla y a la imagen electrónica de la pasividad y la
monodireccionalidad tradicional que había implantado el sistema televisivo institucional
desde su fundación. El ejercicio de producción infográfica se autopresentaba
redentoramente como un ejercicio de libertad no caótica por parte del usuario.
La imagen infográfica se forma, efectivamente, sin utilizar cámaras ni lentes de
ninguna clase, como consecuencia de un proceso de interacción que constituye casi un
diálogo en tiempo real entre el operador de la máquina y el programador, que aunque
físicamente ausente, está vicariamente representado en la máquina por su programa. Los
límites a la invención o a la creatividad de la imagen vienen impuestos, por lo tanto, por las
posibilidades del programa utilizado, pues sólo se puede optar por las opciones que alguien
efectivamente ofrece y la soberanía del operador es por ello limitada. Y tampoco se puede
imaginar una imagen infográfica (previsualizar un resultado) sin conocer las posibilidades
de tal programa.
Visto desde el exterior, el operador infográfico establece aparentemente con su
programa un “monólogo a dos” según un modelo de relación dialógica en tiempo real,
basado en el principio de la acción y la reacción, y cuyo resultado tiene en la superficie de
inscripción de la pantalla su terreno de juego y de expresión.
Desde el punto de vista semiótico, la imagen infográfica es un enunciado que brota
de esta interacción conversacional o cuasi-dialógica entre dos proposiciones. Una
proposición la constituye el programa del ordenador y es un texto estructurante o
modelizador, que contiene un número limitado y prefijado de posiblidades morfogenéticas,
y que preexiste a la enunciación del operador. La otra proposición procede de la
interpelación dialógica del operador, una proposición configuradora que es modelizada por
el programa de acuerdo con ciertas reglas preestablecidas, determinando ciertas
posibilidades y ciertas imposibilidades. El operador desempeña el rol de la inteligencia
presente, mientras que el programa desempeña vicariamente la función de la inteligencia
ausente de su diseñador, a quien sustituye y representa, pero únicamente en la parcela
precisa de aquella productividad programadora establecida. (La interactividad resulta
también muy útil en numerosas aplicaciones utilitarias de la vida diaria: telebanco,
telecompra, etc. Pero en algunos campos de la cultura puede convertirse en la forma más
perfecta y más perversa de tiranía del mercado sobre el creador audiovisual, esclavizando
sus iniciativas y su inventiva a los diktats de un mercado ávido de trivialidades o de

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 91


evasiones sensacionalistas. Es obvio que la tiranía de una audiencia interactiva será incapaz
de mejorar las intrigas de Sófocles, Shakespeare, Molière, Orson Welles o Fritz Lang. ¿Es
concebible un Edipo o un Hamlet viviendo un “final feliz” por voluntad mayoritaria del
público? Los grandes relatos y los grandes mitos tienen su lógica interna y su imperativo
moral, responsables de su eficacia emotiva universal, que no pueden ser quebrantados en
nombre de un referéndum con fines comerciales).
Con la infografía se ha asistido a una ruptura importante en la historia de las
técnicas de representación pues por vez primera se genera lo visible, y se modeliza su
sentido, mediante operaciones simbólicas de contenido lógico-matemático, dando la razón a
Galileo, cuando postulaba que el mundo está escrito en lenguaje matemático. Aunque con
este tránsito algunos hayan podido lamentar que el antiguo savoir faire del artista ha sido
sustituido ahora por un savoir calculer. Se les puede responder, no obstante, que los fines
estéticos son los mismos y que lo único que ha cambiado es el procedimiento para
alcanzarlos.
Retomando los viejos postulados de Aristóteles podemos llamar al modelo lógico-
matemático de la producción infográfica “la obra en potencia” y a la imagen resultante “la
obra en acto”, correspondientes a las dos etapas de su modelización y de su visualización.
Los números son los intermediarios entre los modelos y las imágenes, pues la imagen
visible es la imagen de una matriz de números, y constituyen por ello la lingua franca de la
creación infográfica. Con esta trayectoria, la creación infográfica opera desde el concepto
hacia el percepto, de lo inteligible (la causa) a lo sensible (el efecto). Y podemos
parafrasear a Platón afirmando que el modelo es el estadio inteligible y genético (superior)
de la imagen y la imagen sensible es su reflejo perceptible para el hombre.
La imagen infográfica ha puesto así en crisis la vieja dicotomía sensible/inteligible,
pues se basa en la conversión de lo inteligible en sensible, reconciliando lo conceptual (el
modelo) y lo fenoménico (la experiencia sensible). Un modelo es una configuración formal,
expresada en símbolos lógico-matemáticos y memorizada en forma de programa
informático. Cuando se discute dónde se halla la creatividad de la cultura infográfica, y
hacia dónde debe orientarse la protección legal del copyright, es evidente que el programa
tiene preferencia sobre sus productos, pues éstos no existirían sin aquél, del que son sus
derivados. El modelo abre un campo de posibilidades para el operador, en su calidad de
embrión, fuente o semilla de carácter lógico-matemático, lo que significa que delimita
también para él un campo de limitaciones o imposibilidades.
Los modelos son, en el Fondo, metáforas lógicas, pues cumplen los requisitos
formales de la sustitución y de la comparación, diferenciándose sobre todo de las metáforas
poéticas por su verificabilidad empírica. De modo que la cultura numérica de los modelos
viene a ser una prolongación electrónica del viejo arte de la cartografía, aunque ha
incorporado la dimensión del movimiento creando modelos dinámicos. De esta manera se
ha transitado del imperio verbalista de la descripción lineal (que era el propio de las
ciencias naturales, tal como las instituyó Aristóteles) al imperio de la simulación icónica,
propia de nuestra era informática.
Podrá entenderse ahora que consideremos a los mundos virtuales de la producción
infográfica como verdaderos laberintos —laberintos formales y no materiales— basados en
las metamorfosis y las sorpresas. Un algoritmo para producción infográfica es, en efecto,
como un laberinto en el que el operador debe orientarse y formular sus opciones. Y hay que
saber utilizar un laberinto para poder salir airosamente de él.
Los ingenieros que iniciaron los trabajos con imágenes de síntesis se apresuraron a

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 92


establecer su taxonomía, distinguiendo las imágenes abstractas (no figurativas o aicónicas),
las imágenes simbólicas o gráficas (gráficos, diagramas o esquemas que representan
informaciones cuantitativas, topológicas, estructurales, procesos, funciones, etc.), las
imágenes figurativas (representaciones esquemáticas o ultrasimplificadas de elementos
visualmente perceptibles del mundo real) y las imágenes realistas (el más alto nivel de
iconicidad en nuestra cultura). Se observa sin dificultad que esta taxonomía es congruente
con la distinción de Arnheim de signs, symbols y pictures y con el principio gradualista de
la escala de iconicidad de Abraham Moles. Pero además de esta taxonomía, la infografía
abre nuevas posibilidades transgresoras de las rutinas artísticas, por lo que podemos
distinguir entre las simulaciones (del mundo real) y las quimeras (imágenes monstruosas o
arbitrarias). Y se denomina hiperimagen a la amalgama de imágenes de naturaleza distinta
como ocurre con el collage de imagen fotoquímica e imagen numérica —lo indicial y lo
construido—, a modo de verdadero injerto semiótico.
Antes hemos señalado una analogía entre la dualidad de la imagen infográfica y la
videográfica. En relación con la imagen fotoquímica también pueden observarse algunas
analogías y algunas diferencias importantes. Entre las analogías figura de nuevo la
distinción entre imagen latente (no revelada) e imagen manifiesta, y en el caso del cine, la
distinción entre el soporte de conservación (film) y soporte de exhibición (pantalla), que se
inscribe en la tradición dualista inaugurada por las proyecciones de transparencias por parte
de la arcaica Linterna Mágica. Pero, a diferencia de las imágenes ópticas, la imagen
infográfica goza de autonomía en relación con su soporte magnético, de modo que puede
ser alterada sin tocarlo, agredirlo físicamente o dañarlo, algo que obviamente no ocurre con
la imagen fotoquímica. Y mientras la imagen cinematográfica nace de la proyección de un
haz de luz que es reflejada en una pantalla, la imagen en la pantalla del monitor se forma en
cambio con luz emitida desde detrás de su superficie, desde un proyector electrónico
encarado hacia los ojos del observador.
Otra gran diferencia estética entre cine e imagen digital radica en que la
discontinuidad debida al montaje de los planos está abolida y su segmentación mecánica
está reemplazada por la continuidad de las metamorfosis de la imagen sintetizada por los
pixels. De manera que la discontinuidad formal de los pixels garantiza paradójicamente,
continuidad evolutiva de las formas. Una modalidad especialmente llamativa de tal
metamorfosis la proporciona el morphing (video morfización), como las impresionantes
formas cuasilíquidas que adopta el personaje antagonista del film Terminator II (1991), de
James Cameron. Algunas utilizaciones del morphing hacen pensar en las rápidas
transformaciones del decorado en el escenario y a la vista que son propias del viejo teatro
kabuki, aunque ahora estén automatizadas y sean muy veloces, gracias a la tecnología
informática. De manera que si en 1928 Eisenstein creyó percibir los principios del montaje
en el cine sonoro en las convenciones del teatro kabuki, a finales de este siglo descubrimos
que las metamorfosis escenográficas del kabuki anticiparon también algunas aplicaciones
de la videomorfización digital.
Pero la gran diferencia estética entre imagen digital y imagen fotoquímica se halla
en otro lugar. La imagen infográfica, ajena a cámaras y objetivos, es autónoma respecto a
las apariencias visibles del mundo físico y no depende de ningún referente. Al haber
eliminado a la cámara y hasta al observador, la imagen de síntesis nace de un “ojo sin
cuerpo” y culmina así el trayecto histórico de la imagen a la busca de su autonomía
absoluta liberándola del peso y de las imposiciones de la realidad, en un proceso de
desrealización que culminará con la realidad virtual.

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La gran novedad cultural de la imagen digital radica en que no es una tecnología de
la reproducción, sino de la producción, y mientras la imagen fotoquímica postulaba “esto
fue así”, la imagen anóptica de la infografía afirma “esto es así”. Su fractura histórica
revolucionaria reside en que combina y hace compatibles la imaginación ilimitada del
pintor, su libérrima invención subjetiva, con la perfección performativa y autentificadora
propia de la máquina. La infografía, por lo tanto, automatiza el imaginario del artista con un
gran poder de autentificación. Esta combinación sinérgica de libertad imaginaria y de
autenticidad formal ha convertido a la imagen digital en una gran cantera de efectos
visuales (los antes llamados “efectos especiales”) para los diversos géneros del cine. King
Kong supuso en 1933 el triunfo de los trucajes mecánicos y ópticos de la adolescencia del
cine, a inicios del sonoro. Sesenta años después Jurassic Park, que se inspiró en el modelo
narrativo de aquel viejo film en blanco y negro, ha señalado el relevo y el triunfo de los
efectos visuales de origen digital. La laboriosa producción artificial de los dinosaurios a
partir de su ADN, en el film de Spielberg, constituye una pertinente metáfora de la
construcción artificial de sus imágenes por parte del ordenador en el proceso de producción
del film. Y quien haya visto Jurassic Park concordará sin esfuerzo en que los dinosaurios
digitales de Spielberg están mucho mejor que sus actores de carne y hueso, quienes
firmaron sus contratos y cobraron cuantiosos salarios, pero de quienes en pocos años no
recordaremos sus nombres, mientras no habremos olvidado las presencias imponentes de
sus monstruos imaginarios, fantasmales, numéricos y ucrónicos.
La imagen digital ha devuelto la libertad de imaginación del pintor al ciudadano de
la era fotográfica, es decir, de la era de las tecnologías icónicas del mimetismo naturalista,
que son la fotografía, el cine y la televisión, técnicas que documentan más que inventan,
que su función es la de registrar la luz reflejada por los objetos materiales, que dejan así su
huella analógica en la emulsión o en la placa fotosensible. Con la imagen infográfica este
naturalismo se ha volatilizado y ha sido reemplazado por una imaginación autosuficiente
hecha algoritmo, que ni requiere la habilidad manualística de las quirografías, ni la
sensibilidad perceptiva solicitada por la elección del encuadre y del disparo en los medios
fotoquímicos. Con la infografía, y en mucha mayor medida que con estos medios, se
rescata la condición visionaria de la producción imaginística, haciendo posible la creación
de imaginarios imposibles a través de la máquina. Esto lo habían hecho El Bosco y Goya
con sus pinceles. Ahora puede hacerse con un teclado y una pantalla. En una economía
posindustrial en la que la información está reemplazando a la motricidad y a las energías
tradicionales y las representaciones están sustituyendo a las cosas, la virtualidad de la
imagen infográfica, autónoma, desmaterializada fantasmagórica arepresentativa, supone su
culminación congruente.
La imagen infográfica ha fundado una nueva antropología de lo visible y está
solicitando la emergencia de la nueva figura del artista-ingeniero, como lo fue Leonardo en
el Quattrocento, cuando la mutua fecundación de la matemática, de la geometría y de la
óptica condujo al invento de la perspectiva, una alianza entre el arte y la técnica que ha
tiranizado a cuatro siglos de pintura occidental. La infografía tiene algo de alquimia y las
videomorfizaciones a que antes nos referíamos, con sus metamorfosis a la vez organicistas
y fantasmagóricas, evocan las transmutaciones exploradas por aquellos sabios. Pero,
inevitablemente, las novedades aportadas por la imagen digital han ofrecido también
flancos polémicos, como la presentificación de actores muertos o simplemente ausentes,
resucitados en forma de verdaderas clonaciones audiovisuales animadas por una técnica
heredera de la vieja animación de marionetas. Ahora ya es posible producir una película

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 94


que desarrolle una historia de amor entre Greta Garbo y Humphrey Bogart, dos actores que
nunca trabajaron juntos. Pero ante los milagros espectaculares de la imagen digital
constatamos también que puede llegar a evacuar el trabajo del actor, mecanizando
electrónicamente sus expresiones, como hacen tres presidentes de Estados Unidos ya
fallecidos en Forrest Gump (1994), al interactuar con su protagonista, lo que no deja de
resultar un poco inquietante para los profesionales de la interpretación. Se anuncia ya un
largometraje protagonizado por Marilyn Monroe, rescatada de su tumba por la magia de su
digitalización, ¿qué intérprete podrá competir con las grandes estrellas de la historia del
cine revividas masivamente por la informática?
Una modalidad de imagen digital interactiva que ha suscitado especial interés (y
aversión) por parte de educadores y moralistas la del videojuego, cuyas imágenes
constituyen un verdadero dialecto icónico, pues se distinguen no sólo por su uso social
específico (lúdico) para un mercado específico, sino también por sus características
formales, como tendremos ocasión de ver. El primer videojuego producido fue el
norteamericano Spacewar, desarrollado en 1962 por un equipo del Instituto Tecnológico de
Massachusetts. Desde entonces esta actividad ha ascendido meteóricamente hasta alcanzar,
sobre todo por obra de empresas japonesas, un mercado de una rentabilidad superior a la de
la industria del cine. De hecho, muchos videojuegos son subsidiarios de la mitología
cinematográfica y televisiva, con protagonistas procedentes de Star Trek, de la saga de
Indiana Jones, etc. Y no han fallado analistas que han calificado a los videojuegos como un
verdadero cine interactivo.
Un videojuego constituye un sistema, con una estructura planificada, sistemática y
predecible, con opciones predefinidas por su diseñador, personaje cuyas funciones son
equivalentes a las del director-guionista de una película. La estructura propia de los
videojuegos es la trayectoria, con un principio, una secuencia de desplazamientos salpicada
de incidentes redundantes que el operador debe intentar controlar, y un final, que con su
puntuación premia o descalifica al operador. Esta estructura tiene muchas analogías con la
del laberinto, pues también constituye un intinerario-puzzle en el que se deben ir salvando
amenazas y obstáculos consecutivos. Debido a este imperativo, en los videojuegos los
procesos son más importantes que los sujetos. Y, debido al protagonismo de las amenazas y
obstáculos, está asentado en la ética/estética del exceso: de la velocidad, de la fuerza, de la
agilidad, etc.
La prioridad de los procesos sobre los sujetos tiene su lógica correspondencia en los
aspectos técnicos del videojuego, que utiliza, por ejemplo, la técnica de la “animación
limitada”, una técnica en la que tan sólo algunas partes de las figuras están sujetas a
animación (como los brazos y las piernas), mientras las restantes son estáticas. Esta
estereotipación se halla también en los sprites, que son unos elementos de la imagen
(aeronave, arma, rostro, etc.) rígidamente caracterizados y almacenados en la memoria del
ordenador. La utilización de sprites en un programa es una solución económica para
producir la ilusión de movimiento, pues un desplazamiento consiste en mostrar un mismo
sprite sucesivamente en diferentes lugares de la pantalla. Esta técnica, sumada a la
animación limitada, acentúa la estereotipación de sus trayectorias. En consonancia con todo
esto, los muñecos que aparecen en la pantalla no poseen siquiera un simulacro de
subjetividad, gobernados por el más rudo determinismo mecánico.
Los videojuegos han sido acusados con frecuencia de fomentar el aislamiento social,
el ensimismamiento y hasta el narcisismo de sus jugadores, pero la verdad es que muchas
veces se juegan en competiciones de grupo. Pero, aún en el caso de más extrema soledad, el

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videojuego propone un autocombate que pone a prueba la coordinación perceptiva y
neuromuscular y la rapidez de reflejos del jugador de la misma manera que el solitario con
naipes pone a prueba algunas de sus capacidades mentales. En cuanto al gratificador
desahogo y desinhibición con que el juego premia a sus operadores, está explicado en parte
por tratarse de una actividad no verbal, de contenido emocional (una competición con
bastantes dosis de violencia virtual) y con frecuencia protegida por el anonimato. En estas
condiciones, la ideología de los videojuegos se transmite a través de la función del rol-
playing del jugador. Obviamente, la interactividad del juego permite la presencia del yo del
jugador en la competición, a veces de forma muy gráfica y explícita, como ocurre con los
puntos de vista subjetivos del visor de un arma o de una carretera frontal en una carrera de
coches. El jugador está físicamente fuera de la pantalla, pero está vicariamente en el interior
de su espacio diegético. Aunque, al ser interactivos, a los videojuegos les faltará siempre
aquello que otorga su fuerza a los relatos y a la vida: la irreversibilidad de los hechos.
El jugador vive una ilusión de libertad, en el seno de un laberinto diseñado por otro
y con sus opciones perfectamente predeterminadas, aunque durante el juego el programa es
percibido como una extensión orgánica de su conciencia. Esta impresión de ser libre dentro
de una estructura impuesta por otro, dentro de un laberinto emocionante, constituye uno de
los estímulos mayores de los videojuegos. Y esta empatía del jugador con el juego tiene una
clara traducción ergonómica. La distancia de los usuarios de los videojuegos a sus pantallas
es muy inferior a la distancia canónica establecida para el espectador de televisión
(distancia mínima de tres veces la diagonal de la pantalla), e incluso muy inferior a la del
operador informático, como si el jugador quisiera invertir el proceso vivido por el personaje
de La rosa púrpura de El Cairo y penetrar en el espacio virtual que ofrece la pantalla, para
manipular físicamente aquellas figuras con las que establece una intensa relación de
agresividad. Se diría que el videojugador intenta emular a Alicia en su acción de atravesar
el espejo. Y esto es lo que ha conseguido, en un nuevo desarrollo de la imagen digital, el
juguete de la realidad virtual.

VI. La escena laberíntica: la realidad virtual

La expresión realidad virtual constituye un oxímoron una paradoja verbal


voluntariamente provocativa, pues está formada por dos conceptos contradictorios y
autoexcluyentes, ya que algo no puede ser real y virtual a la vez. Por eso muchos
especialistas prefieren referirse a artificial reality, a virtual world o a virtual environment.
Llámese como se llame, este interesante artificio tecnológico parece haber sido inventado
para colmar el mítico síndrome de Alicia a través del espejo, penetrando en una realidad
alternativa que parece poseer todos los atributos de la realidad objetiva y verdadera. Como
una aplicación práctica de la imagen informatizada, la realidad virtual (RV) se desarrolló
para entrenar a los pilotos aéreos en un entorno óptico envolvente, a modo de una verdadera
iconosfera indivisa que aspira a usurpar la realidad, pues no sólo constituye su apariencia
visible, sino que además ocupa su espacio tridimensional, y no como lo hacen la escultura o
el holograma, sino brindando al observador el rol de centro móvil del espacio hueco que le
rodea. De manera que la intensa ilusión referencial ofrecida por la RV —que es icónica,
cenestésica y cinestésica— aspira a la usurpación paisajista del entorno.
De un modo muy resumido, la RV puede definirse como un sistema informático que
genera entornos sintéticos en tiempo real y que se erigen en una realidad ilusoria (de
illudere: engañar), pues se trata de una realidad perceptiva sin soporte objetivo, ya que

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 96


existe sólo dentro del ordenador. Por eso puede afirmarse que la RV es una pseudorrealidad
alternativa, perceptivamente hiperrealista, pero ontológicamente fantástica, que actualiza
insospechadamente la vieja reprimenda de Pascal, cuando escribió: “¡Qué vanidad la de la
pintura, que provoca la admiración por el parecido de las cosas, de las que no se admira los
originales!” El espacio ilusorio que constituye la razón de ser de la RV se denomina
ciberespacio y, como veremos, además de ser un producto tecnológico, constituye también
una experiencia sensorial y un fenómeno cultural de subido interés.
Las experiencias sobre RV se iniciaron en 1968, cuando Ivan Sutherland construyó
en la Universidad de Harvard el primer casco visualizador. Luego, las investigaciones de la
NASA (programa Virtual Environment Workstation) y del Departamento de Defensa, con
simuladores de vuelo, condujeron a la construcción de algunos costosos prototipos para la
exploración del espacio y las aplicaciones militares. Entre las aplicaciones más útiles y
obvias (y menos publicitadas) de la RV figuran las exploraciones virtuales de territorios
inaccesibles para el hombre o muy peligrosos, como fondos submarinos, zonas radiactivas
o superficies de planetas, cuyas imágenes han sido registradas previamente por cámaras
robotizadas y sujetas luego a tratamiento digital con vistas a su experimentación como RV,
o incluso exploradas a distancia en tiempo real mediante la televirtualidad.
En realidad, la RV puede ser del tipo immersive-exclusive, con un entorno visto
desde el interior por el operador, o bien del tipo third person, con el operador situado en el
exterior del espacio sobre el que opera. En el presente texto nos centraremos en la primera
modalidad, que es la que popularmente suele calificarse como RV. En esta modalidad, el
operador porta un casco visualizador responsable de la ilusión referencial de carácter
figurativo, ya que el casco contiene dos monitores televisivos con pantallas de cristal
líquido, una para cada ojo, con un ángulo de visión que oscila entre los 90º y 120°
horizontalmente y alrededor de 60° verticalmente. Estos dos monitores permiten el efecto
estereoscópico derivado de la visión binocular y de la disparidad retiniana. Pese a este
hiperrealismo óptico, el sistema no activa la acomodación del cristalino del ojo a las
diferentes distancias representadas en las pantallas, sino que se acomoda a la distancia fija a
las pantallas planas, muy próximas a los ojos, lo que produce una perversión de las leyes
fisiológicas de la percepción y un falseamiento de un dato de la visión que no falsea, en
cambio, la observación de un holograma. Esta anomalía perceptiva evidencia, ni más ni
menos, que penetrar en el ciberespacio penetrar paradójicamente en una imagen plana.
Pero, como ya dijimos, la RV constituye también una experiencia cenestésica y
cinestésica: cenestésica por cuanto permite la conciencia de la posición y de la actividad del
cuerpo en el espacio, y cinestésica ya que permite la conciencia de los desplazamientos en
tal espacio. Ello es posible porque la visión estereoscópica generada por las dos imágenes
computarizadas, está coordinada, mediante sensores y programas informáticos
complementarios, con el movimiento del cuerpo del sujeto para producir la impresión de
integración física y de movilidad del punto de vista en un espacio de tres dimensiones. No
obstante, las altísimas velocidades de cálculo exigidas por estas operaciones hacen que, en
la actualidad, se acuse una inercia cinética en los cambios de puntos de vista, que resultan
todavía demasiado retardados. Pese a la voluntad hiperrealista de este artificio, en la RV no
se respetan muchas leyes físicas elementales. Así, no rige en ella la ley de impenetrabilidad
de los sólidos y por ello se pueden atravesar paredes, o moverse a una gran velocidad, y dos
objetos pueden “ocupar” el mismo lugar en el espacio tridimensional (como las
sobreimpresiones en las fotos bidimensionales).Y, desde luego, no es recomendable
intentar sentarse en una silla virtual, ni apoyarse en una pared virtual.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 97


Todo esto pone de relieve que la RV es un fenómeno ilusorio inducido
artificialmente.
Para combatir el aislamiento robinsónico del operador de RV, se trabaja ya desde
hace años de cara a la meta de los universos virtuales convivibles, es decir, de la RV
compartida, con un ciberespacio común a varios sujetos, como el programa Reality Built for
Two. La RV compartida es una nueva forma de comunicación que combina la ilusión
referencial infográfica y la interacción personal, para compartir una suerte de sueño común
para sujetos despiertos, que aspira abarcar un ámbito plurisensorial (visual, auditivo, táctil y
olfativo).
Una de las experiencias más publicitadas de RV compartida se produjo en agosto de
1994, cuando Monika Liston, ejecutiva de una empresa informática, y Hugh Jo celebraron
su ciberboda en San Francisco. Se argumentó que con este procedimiento los novios
pueden elegir, sin salir de su ciudad, casarse en la basílica de San Pedro de Roma o en una
isla tropical, representada virtualmente en su ciberespacio a través de sus cascos y
monitores. Era evidente que la propuesta ofrecía obvias ventajas técnicas en relación con
los antiguos matrimonios a distancia y por poderes, en los que los contrayentes podían
hacer trampas con fotos favorecidas, trucadas o muy antiguas. La ciberboda de San
Francisco costó cerca de cien mil dólares, pero además tuvo sus servidumbres. El novio y la
novia debieron mantenerse separados más de tres metros y medio, para no interferirse. A
esta distancia hubo que recurrir obligadamente al beso y al anillo virtuales. Y, tras el
fracaso de las experiencias habidas de sexo virtual (antisida), con su ortopedia electrónica
sobre ocho puntos erógenos del cuerpo, pero sin calor, olor, ni sabor, el diario Financial
Times (20 de agosto de 1994), portavoz del mundo de los negocios, opinaba que no se
esperaba una gran demanda para lunas de miel virtuales.
Todo lo dicho obliga a recordar que la RV no es sólo una experiencia visual, ya que
sus simulaciones son polimodales, afectando a varios sentidos: acústicas (con sonido
estereofónico u holofónico), cenestésicas, cinestésicas y táctiles. Estas últimas se consiguen
con guantes especiales (datagloves) y hasta con trajes cibernéticos (datasuits), que pueden
ser de la modalidad full contact.De manera que la RV reconcilia lo óptico y lo háptico de
un modo que ni siquiera pudo imaginar McLuhan.
Pero aunque la RV se nos aparezca como tan novedosa y llamativa, en realidad no
hace más que culminar un prolongado desarrollo histórico de la imagen escena tradicional,
acompañada de la vieja aspiración del ser humano para duplicar la realidad que tantas
implicaciones mágicas ha tenido, algunas de las cuales hemos examinado en el capítulo
segundo de este libro. Las leyendas de las uvas de Zeuxis que iban a picotear los pájaros, de
la cortina pintada por Parrasios y que engañó a Zeuxis y la del pintor chino que entró en el
cuadro que había pintado bastarían para demostrar que el proyecto mítico de la RV viene de
antiguo y que su desarrollo técnico en nuestro siglo no supone más que un nuevo eslabón,
que no nos atreveríamos a calificar de definitivo, en esta vieja aspiración humana.
No vamos a pormenorizar todos los intentos de la magia, de la alquimia y de la
física para duplicar la realidad. Baste recordar, a título de inventario, que la receta más
antigua para fabricar el Golem, el hombre de arcilla de la cultura judía centroeuropea, se
halla en el siglo XIII en el comentario al Yetsirah (Libro de la Creación) de Eleazar de
Worms (1176-1238), siendo por lo tanto contemporánea del famoso homúnculo parlante
que, según la tradición cristiana, fabricó San Alberto Magno (1193-1280) y destruyó su
discípulo Tomás de Aquino. Pero no todo son leyendas mágicas en la lucha del artista por
duplicar el mundo. Baste recordar a Miguel Ángel, arrebatado, interpelando con un

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 98


martillazo a la estatua de su Moisés para que hablase. Y, si bien se piensa, todas las
falsificaciones convincentes de objetos son simulaciones o suplantaciones eficaces de lo
auténtico y, como tales, son manifestaciones de una realidad virtual (apariencial)
pretecnológica.
Pero seguramente la primera formulación mítica y fabuladora del proyecto de RV se
halla al final de Alicia en el país de las maravillas, cuando la hermana de Alicia sueña con
el mismo mundo onírico y con los mismos personajes fantásticos con los que acaba de
soñar Alicia, como si hubiese penetrado en el mismo escenario virtual que ella acaba de
abandonar. Esta escena sorprendente en un libro bien repleto de sorpresas propuso
atrevidamente, de pasada, la permanencia de los escenarios virtuales, que en este caso eran
producto de la pura subjetividad, no de la técnica. Pero, con ello Lewis Carroll se anticipó
en un siglo a algo que los ingenieros acabarían por construir con sus herramientas
informáticas.
Luego vino Jean Cocteau, en la estela de Alicia, con sus espejos que se atraviesan
para acceder a otros mundos, como ocurre en Le sang d’un poète y Orphée. Pero, muchos
años antes que él, los decorados teatrales tridimensionales y de tamaño natural habían
inventado una forma de virtualidad escenográfica bien conocida, construyendo mundos
imaginarios o mundos alternativos para su público. Este público sabía que era engañado
con aquellos espacios y decorados artificiales, como lo sabe quien se coloca el casco
visualizador en la RV, pero no lo sabía en cambio Catalina de Rusia cuando recorría su país
y admiraba las estructuras de cartón piedra que sus funcionarios habían hecho erigir en la
lejanía de sus paisajes, para engañar a la emperatriz, y granjearse sus favores.
Hemos mencionado la fundamental importancia ilusionista del teatro, sobre el que
Derrick de Kerckhove ha escrito que “el espacio del teatro griego ha sido el primer modelo
constituido del espacio mental occidental” (La civilisation vidéo-chrétienne), añadiendo
que la escena del teatro griego educó la mirada para una síntesis espacial organizada en un
espacio tridimensional y forjó el punto de vista de un yo autónomo, el del espectador, en la
cultura occidental. La RV no es más que la heredera de aquella tradición primordial, que
remonta a los orígenes de nuestra cultura.
Si se examina a la luz de la evolución de las artes plásticas, la RV culmina el ideal
ilusionista de la perspectiva geométrica introducida en el Renacimiento, y como aquélla se
asienta también en una vocación cientificista que añade a la matemática, la geometría y la
óptica renacentistas la aportación decisiva de la microelectrónica y de la informática. Pero
en la medida en que sus imágenes son infográficas, incorpora también a su proyecto la
herencia del puntillismo cromático de Seurat. No obstante, aunque la RV culmina el
ilusionismo espacial de la perspectiva geométrica del Renacimiento, y la integra a su
proyecto visual, suprime en cambio, las convenciones centrales del racionalismo, de aquella
cultura pictórica, a saber, la del encuadre delimitador de la imagen. Examinaremos luego
las consecuencias de esta renuncia.
Tras el invento de la perspectiva lineal, menudearon en las artes plásticas
occidentales los esfuerzos para añadir a su ilusionismo espacial un plus suplementario de
realismo, rizando el rizo de las convenciones plásticas. Así, en las paredes de la sala de
Constantino en el Museo Vaticano puede verse un fresco que cubre 360°, la circunferencia
del campo visual, como hará siglos más tarde nuestro Omnimax. Y en el sorprendente techo
de la iglesia de San Ignacio en Roma, el padre Andrea Pozzo integró en su pintura
fragmentos tridimensionales, de modo que no se percibe a ciencia cierta lo que es plano y
lo que es volumétrico en su espectacular representación de la gloria del santo en el cielo,

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 99


mientras que Las Meninas propone un espacio expandido ilusoriamente hacia el territorio
del observador del cuadro, quien queda así integrado en su espacio virtual. Maldonado
señala también, como antecedente hiperrealista, las figuras de cera pintadas y vestidas,
entre las cuales circula el visitante del museo, como si se tratase de seres humanos
apostados en aquel ambiguo espacio. Y todavía habría que añadir la moda de la pintura y de
la escultura hiperrealistas en Estados Unidos en los años sesenta y setenta, preludiando a la
eclosión pública de la RV.
Las tecnologías de la imagen que aparecieron desde el invento de la fotografía se
sumaron, con sus propuestas de “alta fidelidad”, a la meta/mito de la entonces innominada
RV. No en vano muchas culturas, impresionadas por el realismo fotográfico, vieron en la
cámara un aparato para la “expropiación del alma” de la persona fotografiada. De hecho, la
RV no ha hecho más que perfeccionar por medios informáticos, y con el añadido de la
interactividad, el principio de la fotografía y del cine estereoscópicos. También el
holograma, que no es más que una escultura fotográfica hecha de luz, y privada por ello de
solidez y tactilidad, se inscribió en este itinerario. Habría que añadir la aportación de los
mass media (especialmente de la televisión y del vídeo) y de las actividades de los artistas
pospictóricos para llegar a la invención del ciberespacio.
En la evolución de algunos espectáculos públicos se halla también una de las raíces
históricas de la RV. Habría que recordar los panoramas, grandes entornos circulares
pintados que inventó Robert Barker (1787) para solaz del público que los admiraba desde
su interior, así como los dioramas de Jacques Daguerre (1821), quien añadió a aquel
espectáculo efectos luminosos y, desde 1832, sonoros. El coronel Langlois perfeccionó
estos espectáculos integrando a sus espectadores en una batalla naval ilusoria (la batalla de
Navarin), contemplada desde el puente de un verdadero barco armado con cañones, con lo
que se integraba el decorado pintado y el mundo tridimensional. Más tarde, el desarrollo
técnico del cine se inscribió en la lucha por el perfeccionamiento de la ilusión referencial,
con el paso del cine mudo al sonoro, la conquista del color, la proyección estereoscópica, el
Cineorama, el Cinerama, el Cinemascope, el Kinopanorama, el Odorama, el Sensurround,
el Circarama, el Dolby Stereo y el Omnimax de 360°.
Pero si la RV ha culminado de modo totalitario la progresión invasora del media
landscape a lo largo de nuestro siglo, ha dado también respuesta, desde su propio terreno
tecnológico al angustioso proceso social de la “desrealización informática”, en el que el
mundo aparece sustituido o suplantado por cifras o por representaciones simbólicas, en un
proceso de abstracción progresivo que tiende a volatilizar las relaciones humanas y los
procesos de la vida cotidiana. Se empezó con las operaciones bancarias, que dejaron de
movilizar billetes para mover sólo guarismos, y para acabar con la pantalla robotizada de
los cajeros automáticos que han evacuado al hombre, como el mapa ha evacuado al paisaje
y la curva gráfica a la realidad de los procesos físicos. A la luz de estos fenómenos se diría
que el refuerzo de la ilusión referencial en el holograma y en la RV obedece a una suerte de
avidez empirista, que empuja a pasar del manejo de modelos, de guarismos y de gráficos,
que la informática ha convertido en omnipresentes pero en ingratamente abstractos, al
manejo de sus referentes singularizados. Parecería que el empacho de abstracciones lineales
hubiera desencadenado un voraz apetito hacia la duplicación hiperrealista de las apariencias
del mundo visible, utilizando vengativamente la misma tecnología informática responsable
de su desrealización.Ya no nos basta con los esqueletos de las cosas y queremos la ilusión
de su carne, aunque su carne sea a la postre tan falsa como la de las hiperrealistas figuras de
cera que se exhiben en fantasmales museos.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 100


Cuando los exploradores y los satélites han escudriñado ya todos los rincones de la
Tierra y no quedan nuevos espacios por descubrir, aparece entonces la RV. La RV propone
un sobresalto al instinto territorial humano, amante de lo conocido y cotidiano, con su
incursión en lo nuevo e imprevisto. En la ciudad más superpoblada del mundo se puede
abrir ahora la brecha de una estepa deshabitada o de una isla desierta gracias al
ciberespacio. La palabra ciberespacio fue introducida por el escritor William Gibson en su
novela fantacientífica Neuromancer (1984), quien lo definió apropiadamente como “una
alucinación consensuada”, añadiendo que “no es realmente un lugar. No es realmente un
espacio. Es un espacio conceptual”.
El ciberespacio no sólo no es un familiar espacio euclidiano, sino que es un
territorio virtual, un verdadero paraespacio.
El ciberespacio es, en efecto, un paradójico lugar y un espacio sin extensión, un
espacio figurativo inmaterial, un espacio mental iconizado esterescópicamente, que permite
el efecto de penetración ilusoria en un territorio infográfico para vivir dentro de una
imagen, sin tener la impresión de que se está dentro de tal imagen y viajar así en la
inmovilidad. Después de que el biosedentarismo televisivo nos había permitido viajar
activamente con la mirada, ahora la simulación no afecta sólo a la vista, sino a todo el
cuerpo, determinando un nomadismo alucinatorio del operador.
Los matemáticos y los psicólogos nos habían enseñado que existe el espacio como
concepto y como percepto. Pues bien, la RV transforma el espacio matemático del
ordenador en espacio perceptual y sensorial, pero renunciando a su condición originaria de
res extensa.
El holograma, inventado con anterioridad a la RV, es, como se dijo, una escultura
fotónica, mientras que la forma del ciberespacio es, más bien, el interior de una escultura
virtual. Su espacio tridimensional no constituye una forma material, sino un paisaje óptico
que transforma al sujeto en el centro perceptivo móvil de un entorno ilusorio, de una
iconósfera sin soporte empírico. De este modo la RV suprime la distinción tradicional
dentro/fuera y hace realidad la paradoja de un inner environment (entorno interno) de
producción informática. Y con ello crea, además, un territorio propicio para la
condensación freudiana, mediante la acumulación de pseudorrealidades para producir una
nueva realidad subjetiva.
El ciberespacio no existe para ser habitado, sino para ser recorrido, es decir,
comparece como un espacio transitorio y efímero. En la RV el sujeto se desplaza con su
escenario a cuestas un poco como un caracol o como ciertos personajes del teatro de
vanguardia de entreguerras, que se movían portando trozos de decorado, como en el
proyecto de “El Precipicio” de Valeri Pletniov que Eisenstein quería poner en escena, en el
que los personajes se desplazaban sobre patines en el escenario portando con ellos
“fragmentos de ciudad”. En el vocabulario de la RV se habla de “inmersión” y de
“navegación” en el ciberespacio, tomando conceptos procedentes del vocabulario marino,
pues el ciberespacio es percibido como un fluido. Por el ciberespacio se “navega” —no se
camina—, para expresar con este verbo la fluidez del entorno, que tiene también algo de
espacio onírico, pues permite atravesar ilusoriamente puertas y paredes. La meta ideal de la
RV, de la que estamos muy lejos, es pasear por una ciudad virtual y entrar en sus edificios,
examinar los programas de televisión que ven sus habitantes y escuchar sus programas de
radio, visitar las colecciones contenidas en sus museos y leer los libros de sus bibliotecas.
Por ello puede afirmarse que el ciberespacio es una escena que esconde un laberinto.
Antes hemos aludido a la importancia que tiene en la RV la supresión del marco

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 101


delimitador de la imagen percibida, que si bien tiene dos marcos delimitadores en las
pantallas de los monitores, no lo tiene en la conciencia perceptiva del operador, debido a la
proximidad de las pantallas a sus ojos. Esta supresión del marco delimitador de la imagen
constituye una transgresión del legado estético renacentista, que nos lo aportó junto con la
perspectiva, de la que en cierta manera fue un artificio complementario. La convención
señalizadora y delimitadora del marco de los cuadros —y de los espejos— sirve para
señalizar el territorio del espacio escópico, indicando dónde empieza y dónde acaba la
ilusión. Por ello ha llamado Rosolato al encuadre “significante de demarcación”, porque
establece una frontera entre dos realidades: entre el espacio físico que rodea al observador y
el espacio del espectáculo que se le propone a su vista, entre la realidad y la representación.
La convención del encuadre-marco heredada de la pintura, fue respetada y perpetuada por
la fotografía, el cine y la televisión, espectáculos que adoptaron precisamente para sus
pantallas el formato rectangular 1/1,33, propio de la pintura narrativa occidental, y no el
formato vertical propio de la pintura retratista.
El campo visual humano es de unos 200° y el campo binocular de unos 120°,
resultando que una imagen domina el campo de la conciencia del observador cuando ocupa
del 25 al 35 por ciento de su campo visual binocular, es decir, entre 30° y 42°. Los
perceptores ortopédicos de la RV rebasan ampliamente, como ya dijimos, los límites de
este umbral selectivo. Al eliminar la RV el efecto de encuadre-marco produce
inevitablemente un efecto perceptivo de inmersión en la realidad visual propuesta y anula la
tradicional diferenciación y distinción psicológica entre el sujeto y el objeto, el espectador y
el espectáculo; el observador y lo observado. Efecto, recordémoslo, que se potencia
cinestéticamente por la coordinación de los movimientos y los desplazamientos corporales
y sus correspondientes cambios perceptivos. De manera que la RV va mucho más allá de la
experiencia del famoso Cine Sensible (en realidad, Cine Total) que Aldous HuxIey imaginó
en 1932 en su antiutopía Un mundo feliz, pues su espectáculo estereoscópico, coloreado,
oloroso y táctil tenía lugar delante de los observadores sentados, con un encuadre implícito,
como en el teatro y el cine tradicionales. El marco-encuadre constituye el más eficaz
delimitador entre la representación y su entorno, pues impone una externalidad, una
distinción y una distancia psicológica y estética entre el observador y lo observado. Al
abolir el marco de su representación, la RV borra unas marcas de enunciación
fundamentales y confunde al sujeto con el objeto, mediante su inmersión ilusoria en el
ciberespacio.
Tampoco en el fantasioso cine sensible de Huxley había interactividad, pues las
representaciones eran externas al espectador, quien las contemplaba pasivamente desde una
butaca frontal dotada con electrodos que le transmitían impresiones táctiles.Y, como es
sabido, la interactividad es un factor fundamental en el complejo sensorial ilusorio de la
RV, ya que hace trascender el mero percibir del espectador hacia el actuar del operador,
pues al usuario de la RV no se le llama espectador sino operador (sería más justo llamarle
optador, ya que opta entre las propuestas que se le ofrecen) y no contempla un espectáculo,
sino que navega por un ciberespacio, con el que interactúa constantemente.
En la Era de la Simulación Interactiva, el operador no únicamente propone y
constituye en la RV el rol de baricentro de la visión, sino que sustituye la interacción
conceptual del operador de la imagen infográfica tradicional, en la pantalla del ordenador,
por una nueva interacción puramente sensorial, convirtiéndose en un baricentro móvil e
integrado en el ciberespacio. La integración llega a tal punto, que es perfectamente
concebible un mundo virtual en el que el operador dispusiera de una tecnología informática

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 102


para crear otro mundo virtual y penetrar en él, como en una caverna dentro de otra caverna,
o en un juego de cajas chinas o de muñecas rusas.
La percepción del ciberespacio, como hemos dicho, es en primera persona visual,
con el efecto cinematográfico de la cámara subjetiva en movimiento, como hizo
exhaustivamente Robert Montgomery en “La dama del lago” (“The lady in the lake”,
1946). Pero si el operador de RV adopta el rol mirón de una cámara de cine inquisitiva,
sabe también que un punto de vista no depende sólo de la óptica y de la geometría, sino que
depende también de las actitudes mentales. Por eso, en cada opción interactiva el operador-
mirón actúa guiado por sus juicios, sus deseos y sus expectativas, pues no es una cámara
automatizada, sino un sujeto pensante y deseante que va optando en cada tramo de sus
movimientos (de nuevo aparece el optador, que evidentemente solo puede optar entre
aquello que se le ofrece). La RV sustituye la contemplación pasiva tradicional por la
participación en tiempo real, que puede ser una pluriparticipación heterogénea, en el caso
de la RV compartida, lo que destruye el concepto de “público unificado” y plantea nuevos
problemas teóricos.
En este sentido, es problemática la aportación de la RV a las artes tradicionales, el
espectáculo, pues la contemplación aparece reemplazada por la acción (o pseudoacción) del
sujeto espectador (operador) y la narración es sustituida por la iniciativa personal en la que
el impacto de la sensorialidad eclipsa la estructura lógica o el relato articulado. De manera
que tienden a confundirse los roles del espectador, del actor y del autor, en un universo
continuo y tridimensional que ha abolido definitivamente la discontinuidad propia del
montaje cinematográfico y con ello las elipsis y todas las figuras narrativas y retóricas
asociadas a ellas. Aunque, naturalmente, la discontinuidad escénica puede estar programada
por algún bromista, provocando los naturales sobresaltos en el operador anclado en una
pseudorrealidad tridimensional y temporalmente continua, porque si el espacio puede ser
artificialmente discontinuo, la vivencia temporal del operador es siempre continua. Y todas
estas características hacen que cada espectáculo-vivencia de la RV sea individualizado y
diferenciado por (para) cada sujeto, de acuerdo con sus iniciativas motrices personales, lo
que acaba por dinamitar la tradición de los públicos uniformizados para una experiencia
espectacular común y ubica a la RV en el ámbito de los self media.
En pocas palabras, en la RV desaparece la figura y la función del narrador tanto
como desaparece la figura y la función de público unificado. Y con ello se replantea
brutalmente el conflicto entre sensorialidad y narratividad, entre mímesis y diégesis, entre
percepción y estructura. Como se replantean no menos agudamente la función y tareas del
espectador en relación con el espectáculo y con la fabulación representada.
La literatura popular fantacientífica ha comparado a veces la exploración de la
nueva frontera del ciberespacio con la exploración y colonización del Nuevo Mundo por los
europeos en los siglos XVI y XVII pero ahora con la ventaja de no producir víctimas
humanas. Y la peregrinación por lo desconocido constituye, como es sabido, la esencia y la
razón de ser de los laberintos. Por eso, con itinerarios imprevisibles a los que va optando
consecutivamente el operador, la RV acaba convirtiendo la tradicional imagen-escena que
se abre ante sus ojos en una imagen-laberinto llena de imprevistos y de sorpresas.
El laberinto es un invento del antiguo Egipto, en la XII dinastía, que erigió el
primero de ellos a orillas del lago Moeris. Esta peculiar construcción espacial fue adoptada
por el imaginario griego y con este nombre fue bautizado el palacio del rey Minos en
Cnossos, en Creta, que según la tradición fue construido por Dédalo, cuyo emblemático
nombre también ha acabado por sustantivarse. Los significados simbólicos del laberinto son

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 103


múltiples. El paso por el laberinto, por ejemplo, formaba a veces parte de los ritos de
iniciación, como ocurrió en el caso de Teseo, simbolizando su recorrido el hallazgo del
centro espiritual oculto a la vez que el ascenso de la oscuridad hacia la luz. En el
cristianismo, los laberintos representados en el suelo de muchas iglesias antiguas
simbolizaban los meandros de la vida humana, con sus dificultades, pruebas y desvíos, y
con la Jerusalén celestial en el centro. Para el psicoanálisis el laberinto puede ser
interpretado como la búsqueda de un centro o como un símbolo del inconsciente. Y el
laberinto ha sido un tema literario (Borges) y, convenientemente estilizado, ha aparecido en
el cine, especialmente en el policíaco y en el de ciencia-ficción. No cuesta mucho, por
ejemplo, interpretar la futurista ciudad de Los Ángeles en el año 2019 que aparece en Blade
Runner, de Ridley Scott, cual nueva Constantinopla del siglo XXI, estructurada como un
verdadero laberinto urbano.
Los mundos virtuales son, en efecto, laberintos formales y no materiales. El
laberinto se opone al camino recto, expedito y obvio, pues es engaño y disimulo en sus
itinerarios. Y el ciberespacio, bajo su apariencia de imagen-escena envolvente, esconde un
laberinto que propone al cuerpo del operador con cada movimiento nuevas experiencias
espaciales. Pues cada iniciativa de operador no es mas que la exploración de una rama en
un sistema informático arborescente, con diversas ramificaciones derivadas, como ocurre
en la exploración del hipertexto. Pero el hipertexto, con su abanico de opciones
arborescentes ante el operador, no hacía más que traducir, en lenguaje informático y con
fines enciclopedistas, los caminos diversificados de un laberinto intelectual. La RV ha
trasladado esta estructura informática laberíntica al campo de la sensorialidad y de la
aventura topográfica.
El ilusionista Mundo Alternativo creado por la RV se nos aparece muy próximo al
mito de los paraísos artificiales (Baudelaire), porque constituye de hecho una especie de
alucinación programada o consensuada que puede valorarse como una perfecta alegoría de
la iconosfera para el moderno ciudadano hipervisual. La RV encarna el mito de Alicia a
través del espejo, en lucha con las aflicciones de la dura realidad cotidiana. No es raro que
la RV atraiga hoy más a los artistas (llamados ciberartistas) que al poder militar que la
aupó. De hecho, la mirada virtual ha conseguido simular puntos de vista sobre el objeto
más que el objeto real. Y esta tarea es la propia del arte, proponiendo puntos de vista
distintos sobre la realidad de todos los días, Fallecido André Breton y extinguida la escuela
surrealista, nos damos cuenta de hasta qué punto la RV podría haber servido para llevar a
cabo el proyecto poético surrealista, desvelando lo maravilloso que yace agazapado en lo
cotidiano. Pero la mayoría se conforma, simplemente, con las escenografías de
Disneylandia y de sus imitadores en el negocio del espectáculo y del entretenimiento. No
obstante, en el crepúsculo de la carrera espacial, cuando la guerra fría que la movilizó ha
pasado a la historia y se ha demostrado que las excursiones al más allá resultaban muy
caras y escasamente prácticas, el ciberespacio aparece como una nueva última frontera
digna de exploración y de especial interés para los artistas.
Con la RV se maximiza lo que Paul Virilio ha llamado “el golpe de estado
informático”, que ha suplantado la realidad por sus apariencias. Pero esto ha ocurrido
habitualmente en los dos últimos milenios de la historia del arte occidental, aunque con
medios más artesanales y a escala más reducida. La confusión entre vida real y ficción (y
aquí hay que recordar de nuevo a aquel que no sabía si había vivido algo o lo había visto en
televisión) ha sido eficazmente preparada por varias décadas de cultura cinematográfica,
televisiva y publicitaria, y abonada por una presión mediática hacia el culto narcisista al

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 104


look personal, un look que no es otra cosa que la imposición de una ficción embellecedora
a una existencia personal insatisfactoria. A partir de esta premisa, no ha de extrañar que los
medios se hayan convertido primordialmente en biombos artificiales y poco inocentes para
ocultar los aspectos menos gratos de la realidad. Y que la RV sea la expresión más
congruente de una cultura social hipericónica que tiende a valorar más el parecer que el ser,
el look que la identidad.
En el film Desafío total (Total Recall, 1990), de Paul Verhoeven, se muestra cómo
en los circuitos de la memoria del protagonista se han impreso unas felices vacaciones
virtuales que nunca existieron, pero que el protagonista vivencia como auténticas. La
suplantación es ingeniosa, aunque aterradora, porque la identidad del ser humano está
construida con sus recuerdos personales. Esta interesante dimensión de psicología-ficción
ha alentado, entre otras cosas, un coqueteo entre los ciberartistas y las filosofías y religiones
orientales, en temas tales como los niveles de percepción y de realidad, el ensimismamiento
o viaje interior, y el engaño de las apariencias. Timothy Leary, el gurú de la “conciencia
expandida” mediante drogas psicodélicas en los años sesenta y setenta, ha visto en la RV
una prolongación tecnológica natural de sus experiencias alucinógenas. Y este campo
perceptivo y alucinatorio se puede ampliar con la televirtualidad posibilitada por las nuevas
tecnologías de transmisión de señales numéricas, como en la experiencia que permitió que
durante el festival monegasco “Imagina 93” se produjera un encuentro televirtual, en el
escenario simulado informáticamente de la abadía de Cluny, entre participantes situados en
París y en Montecarlo.
Poder visitar mundos imposibles, como la Atlántida, Shangri-La, Eldorado,
Barataria, Jauja, Oz o Liliput, es una tentación muy fuerte. ¿Quién no ha deseado alguna
vez vivir una aventura épica o romántica dentro de alguna de sus películas favoritas,
entablando una relación con sus admirados protagonistas? Muchos espectadores
cinematográficos habrían pagado lo que fuera por vivir unos días o unas horas en la Odessa
de “El acorazado Potemkin”, en la “Casablanca” de Humphrey Bogart, en la Atlanta de “Lo
que el viento se llevó”, en el “África” de Mogambo. La RV puede, en efecto, cumplir el
viejo sueño cinéfilo-romántico de penetrar en universos imaginarios digitalizados, aunque
sea para encontrarse no con personas, sino sólo con las imágenes en movimiento
predeterminado de actores ya fallecidos. Pero esta prospectiva parece tan estimulante, que
los ciberartistas están empezando a dar paso a los spacemakers (fabricantes de espacios),
que se afanan en crear espacios virtuales en los que puedan actuar sus audiencias.
¿Estamos asistiendo a una verdadera revolución cultural, además de tecnológica? En
realidad, las nuevas tecnologías de la imagen, como el holograma o la RV, son nuevas
respuestas a un interrogante viejísimo en la cultura occidental, a la cuestión de la mímesis y
de la ilusión referencial, a la aspiración, a la producción de duplicados perceptivos
perfectos de las apariencias del mundo. El germen de las RV estaba ya en la leyenda de las
uvas de Zeuxis y de la cortina de Parrasios, en el ilusionismo visual de la perspectiva
geométrica y en el invento de la fotografía y del cine, pero esta aspiración sólo ha podido
consumarse cuando la tecnología informática ha permitido una clonación apariencial del
mundo y se siente además capaz de potenciarla, salvando la barrera del espacio y del
tiempo, mediante la televirtualidad y la teleholografía en tiempo real.
Pero cuando las copias son demasiado perfectas, puede llegar un momento en que
nadie sepa a ciencia cierta si es un original o una copia y se entre en el umbral de la
psicosis. Ésta es una de las lecciones que se desprende de la fantasía de “Blade Runner”,
cuando los “replicantes” producidos artificialmente por el hombre son en todo similares a

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 105


él, salvo en que no tienen sentimientos. Es legítimo efectuar una lectura apocalíptica del
progreso de los procesos de clonación del mundo perceptible a través de sus simulacros,
aunque no se trate de la única lectura legítima ni, probablemente, de la más lúcida.
Baudrillard lo ha dicho con frase lapidaria: “Vivimos en un mundo en el que la más alta
función del símbolo es la de hacer desaparecer la realidad y la de enmascarar al mismo
tiempo esta desaparición” (El crimen perfecto). La advertencia ha sido proferida
provocativamente, aunque ciertamente algunas prácticas virtuales alienten el peligro de
pervertir nuestra relación con nuestro propio cuerpo, como ocurre en el llamado “sexo
virtual”, sin contacto ni autocontacto físico, un paso más allá de la masturbación, en la que
existe un contacto manual-genital.
La RV maximiza la oposición icónica entre apariencia y existencia y no proporciona
necesariamente un mejor conocimiento del mundo, sino de cierto mundo ilusorio diseñado
por otros hombres dando todo su sentido al famoso engaño de las sombras en la caverna
platónica. En La tempestad Shakespeare nos advirtió, por boca de Próspero, que “estamos
tejidos de idéntica tela que los sueños y nuestra corta vida se cierra con un sueño”. El
ciberespacio no es más que un sueño para personajes despiertos, pero que prefieren la
estimulación de ese sueño a su realidad. El juego no es nuevo en la historia del homo
ludens. Pero en Alicia a través del espejo, la protagonista se siente angustiada cuando está
en el interior del sueño del Rey Rojo, pues en el interior de aquel sueño ajeno y colonizador
pierde su autonomía existencial. Al margen de la sutil alusión que hizo en este pasaje Lewis
Carroll a las teorías filosóficas de Berkeley, quien creía que todos somos criaturas en la
mente de Dios, la advertencia no debiera caer en el vacío en una era en que la cultura
mediática y las industrias del imaginario están procediendo —desde el eje de poder
audiovisual dominante. Los Ángeles-Tokio— a una abrumadora colonización técnica,
industrial e imaginística del planeta. No se es libre cuando se vive en el interior de un sueño
ajeno y no se es consciente de ello.
Pero, ciñéndonos ya a una cultura de los artificios icónicos, la RV prioriza el
espectáculo sobre la lectura de la imagen, entendiendo ésta como un acto de análisis
reflexivo sobre un texto. Y en las representaciones hiperrealistas de la RV se han eliminado
aquellas infidelidades o imperfecciones representativas en las que Arnheim vio el origen de
las potencialidades artísticas de la fotografía y del cine, que al no ofrecer copias perfectas
del mundo, sino imperfectas reelaboraciones técnicas, permitían que el artista pudiese
trabajar sobre ellas con gran productividad estética. El hiperrealismo de la RV elimina todo
el potencial expresivo y estético derivado de las elipsis, sinécdoques y metáforas que han
forjado la identidad estética de la narrativa audiovisual a lo largo de un siglo.
La RV es una ilusión perceptiva que adquiere el estatuto de una pseudorrealidad, en
el seno de una realidad que queda eclipsada por aquélla. Y de este modo desborda la vieja
cultura de los simulacros, que tanto han inquietado a Baudrillard, la cultura de los artefactos
imitativos clásicos, para penetrar en la cultura alucinatoria de la simulación que incluye al
propio sujeto y a su ubicación topológica en un espacio tridimensional fingido.
El hiperrealismo de la RV, como el del holograma, discurre una trayectoria paralela
a los trabajos punteros de los biólogos en sus experimentos sobre clonación. La verdadera
clonación molecular confundirá la naturaleza y el artificio, el original y la copia, el objeto y
el signo, conduciendo a su disolución. Hace años Umberto Eco nos explicó que la semiótica
se ocupa de todo aquello que puede utilizarse para mentir. Pero los clones no tienen
capacidad para desviarse de su modelo y para mentir. Poder construir universos clónicos
convertiría a los hombres en una especie de dioses. Y el día en que esto llegue, el concepto

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 106


de representación heredado de la cultura griega habrá entrado en crisis y deberá ser
reformulado sobre nuevas bases científicas.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 107


Lectura Nº 4
Gubern, Román, “Claustrofilia versus agorafilia en la sociedad
postindustrial”, en: El simio Informatizado, Buenos Aires, Editorial
Universitaria.

XIV. Claustrofilia versus agorafilia en la sociedad postindustrial

Desde el invento de la imprenta, todas las restantes tecnologías de la comunicación


de masas han nacido con la vocación de producir o difundir mensajes orientados
especialmente al consumo privado y domiciliario, como el gramófono, la radio y la
televisión. Las dos excepciones clamorosas a esta tendencia —de las que hemos dado
cuenta en este libro— las constituyeron dos medios pertenecientes a la cultura
verboicónica: el cartel y el cine. El primero como potenciación litográfica de una tradición
publicitaria e informativa ya existente en las vías públicas; el segundo como un nuevo
estadio tecnológico del espectáculo teatral y del circo. Esta potenciación del polo privado
de la comunicación se produjo, además, en el marco de un gran desarrollo de las
telecomunicaciones, desarrollo que se hizo en parte a expensas de los medios de transporte,
salvo para el desplazamiento de mercancías físicas. Pero el correo, el telégrafo y el teléfono
constituyeron, antes de la era telemática, instrumentos que ahorraban el desplazamiento
geográfico de las personas para encontrarse y comunicarse cara a cara. Y ya en la era
telemática, la potenciación del hogar como centro laboral, educacional y recreativo gracias
al uso de terminales audiovisuales, está en relación directa con la sustitución de los
transportes por las telecomunicaciones, sustitución acelerada por la crisis de los carburantes
tradicionales de origen fósil y por el desmesurado crecimiento de las áreas metropolitanas.
De este modo, la masificación en el ámbito público —que tiene sus escenarios
corales en las calles, plazas, estadios, fábricas, oficinas, discotecas, playas, etc.— y la
potenciación primero del ocio y luego del teletrabajo en el ámbito hogareño, fomentada por
las industrias de electrodomésticos inicialmente y luego por la telemática, aparecen como
los dos polos de la actual dialéctica de la socialización y de la cultura de masas, dibujando
una oposición entre masificación y atomización social, o entre extroversión pública y
reclusión hogareña.
No puede decirse que esta oposición sea enteramente nueva en la historia del
hombre. En el reino animal se produce también una dialéctica biológica, bien conocida por
los etólogos, entre exploración y reclusión, entre caza y madriguera, entre actividad
expansiva y reposo, con frecuencia siguiendo unas pautas cíclicas muy bien determinadas.
También el cazador primitivo repartía su vida entre el territorio cinegético y el refugio de
su cueva pero este fenómeno tenía unas dimensiones y unas características muy diversas a
las actuales.
La gran escisión psicosocial entre comunidad y privacidad fue una de las muchas
consecuencias precipitadas por la desaparición de la tribu y de las comunidades rurales
reemplazadas por los primeros conglomerados urbanos en Oriente Medio. Esta escisión que
dicotomiza dos categorías del ser social, se iría ampliando con la consolidación de las
culturas urbanas, en las que se delimita netamente el espacio hogareño del espacio público
y anónimo. Otro impulso en el proceso de repliegue sobre el hogar lo produjo la
privatización ideológica que iniciaron la cultura gutembergiana, con el instrumento del

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 108


libro impreso, y el protestantismo, al romper conjuntamente con formas fundamentales de
la ritualidad colectiva, una ritualidad muy formalista y fuertemente cohesiva forjado por el
catolicismo, el sermón y la lectura en público. En este proceso evolutivo, el desarrollo
tecnológico de los medios de comunicación social ha radicalizado definitivamente la
escisión entre ámbito público y ámbito privado, creando una fuerte dialéctica entre ocio
claustrofílico y ocio agorafílico, entre trabajo domiciliario y trabajo en comunidad, entre la
soledad del búnker electrónico y la masificación tribal.
Un estudio de la evolución de los hogares occidentales a lo largo de los últimos 150
años resulta altamente instructivo para valorar su consolidación como locus vital de
interconexión con el exterior, realizando la paradoja de que tal interconexión técnica le
permitía cada vez mayor autonomía y aislamiento. El sistema de agua corriente, por
ejemplo, supuso un sistema de canalización que enlazaba al hogar con el exterior, pero a la
vez evitaba que sus ocupantes saliesen de la casa para acercarse a fuentes públicas,
acequias, estanques o pozos. Estos sistemas de interconexión se ampliaron, como es sabido,
a la canalización del gas para el alumbrado y luego a la red eléctrica. Pero estas
importantísimas redes de suministro, que significaban a la vez una dependencia del exterior
que garantizaba la autonomía en el interior, transportaban energías desprovistas de todo
valor sémico. Fue la red telefónica, que se inauguró para conferencias urbanas en New
Haven (Connecticut) en 1878, la primera que supuso un auténtico medio de
telecomunicación bidireccional, capaz de transmitir información y utilizando una vía
alámbrica. En los años veinte la radio permitió la invisible conexión hertziana, aunque se
instauró en la modalidad de comunicación monodireccional, convertido el hogar en polo de
recepción únicamente, como volvería a ocurrir con la televisión. El cable de fibra óptica
haría finalmente posible la aspiración democrática a la comunicación interactiva entre
emisor y receptor: Bélgica, pionera europea, tenía ya cableado en 1986 el 80 por ciento de
su territorio urbano. En este tránsito ilustrativo desde la conexión a redes públicas de
energía a la conexión a fuentes de información se mide el proceso de progresiva
complejización tecnológica del hogar occidental.
En 1964, Ernest Dichter describió metafóricamente al hogar como una cueva
aterciopelada, espacio familiar narcisista en el que el ama de casa detenta el poder
hegemónico, aunque auxiliada por aparatos electrodomésticos que tienen connotaciones
masculinas, como sustitutos para el trabajo físico pesado. En este acelerado proceso de
tecnificación del hogar moderno, Baudrillard ha podido referirse justamente a la
“transistorización del entorno”, transistorización que ha conducido a la miniaturización de
los aparatos, compactos y transportables, y gran impulsora de la informatización de los
hogares. De este modo se efectuó el paso del gran mueble de resabios decimonónicos que
era el viejo aparato de radio al minimalismo objetual de la era electrónica. Por otra parte, la
posesión privada de quincallería electrónico-informática se convirtió, en su función
ostensiva, en nuevo signo de prestigio y de autoestima social, en una secuencia progresiva
que condujo desde el televisor en blanco y negro y la radiogramola al ordenador personal y
la antena de plato en el tejado. Lo mismo ocurrió con la quincallería específica de las amas
de casa, en la vasta gama de auxiliares electrodomésticos para la limpieza del hogar y las
actividades culinarias.
En este proceso, el destino de la caverna electrónica es el de convertirse en cabaña
telematizada, pasando de la era de las energías a la era de las comunicaciones. Este es el
modelo que contempla la hogarótica, en su aspiración a automatizar las viviendas, para el
trabajo (profesional y extraprofesional), la enseñanza y el ocio. Y en este modelo ocupa un

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 109


lugar central el terminal visualizador, centro comunicacional para la telescuela, el teletexto,
el videotex, la videocompra a distancia, el telebanco, el correo electrónico y la
videoconferencia, entre otras actividades.
En este nuevo modelo de hogar telematizado puede efectuarse desde el domicilio,
en una palabra, cualquier trabajo que implique transferencia de información, con la única
condición de que no implique también manipulación de materiales físicos o contacto táctil
con otra persona. El abogado o el psiquiatra pueden despachar con su cliente desde su
pantalla y el profesional puede efectuar consultas mediante conexiones a sistemas expertos.
En estas características reside la esencia de la que bien puede llamarse tecnocultura
interfacial, en la que el cara a cara de la comunicación no mediada es reemplazado por la
experiencia vicarial obtenida con la interfacialidad con aparatos.
Pero es menester ponderar también las limitaciones de este modelo. Las
telecomunicaciones permiten, por ejemplo, que un habitante de Roma pronuncie una
conferencia en Tokyo sin salir de Roma. Pero no le permiten estrechar la mano al colega de
Tokyo, ni ir a tomar una taza de sake con él, ni oler los crisantemos de aquella ciudad. Se
trata, en efecto, de un modelo comunicativo que se define por la comunidad sin proximidad
física, por la interacción a través de intermediarios tecnológicos, por la comunicación sin
contacto. En una sociedad en la que se habla ya de la patología psicosomática del skin
hunger (hambre de piel) es menester valorar cuidadosamente la distinción entre
comunicación informativa (que las nuevas tecnologías potencian) y comunicación sensorio-
afectiva (que las nuevas tecnologías merman). Por eso es difícil suscribir el entusiasmo de
Naisbitt ante el proyecto de escolarización en el propio hogar, con el niño o la niña
segregados del contacto físico de sus compañeros y con la sustitución del universo por sus
simulacros audioicónicos en una pantalla y un altavoz, con la permuta de los objetos por
sus signos. Cuando los etólogos han descrito el daño irreversible padecido por los macacos
jóvenes criados en aislamiento y con madres simuladas en tela, no hay razón para suponer
que nuestros monos desnudos no sufran también desórdenes psíquicos profundos al
amputarles su derecho a la interacción física plena.
Pero es obvio que el triunfo de la privacidad doméstica —un libro italiano sobre el
tema se titula elocuentemente Il trionfo del privato— Brinda explicaciones de todo orden,
comenzando por las biológicas. Se argumenta, por ejemplo, que el imperativo territorial —
de remoto origen alimenticio— está inscrito genéticamente en el cerebro reptiliano (cuyo
origen se remonta a unos 200 millones de años) y que el hombre todavía conserva en la
formación reticular mesoencefálica, el mesoencéfalo y las formaciones de base del cerebro.
En consecuencia, el hombre, como los restantes vertebrados, es un ser territorial que asocia
la idea de seguridad a un territorio propio de su fijación o pertenencia. Este fenómeno
biosociológico conduce, a escala macroscópica, a la institución de los territorios-patrias y a
las guerras en su defensa. Y a escala microscópica conduce a una psicología larocéntrica,
centrada en el territorio domiciliar.
Otro punto de vista acerca del fenómeno, siguiendo a Parsons, nos llevaría a
constatar que en la sociedad moderna las dos funciones sociales que ha conservado el
ámbito familiar-privado son la socialización de los niños y el apoyo emocional para los
miembros adultos de la sociedad. Pero es interesante constatar que el repliegue sobre el
hogar ha coincidido, significativamente, con la gran crisis de la familia nuclear, que conoce
la tasa de divorcios más alta de su historia y que todavía sigue en ascenso. Se trata, sin
duda, de una manifestación de la crisis del ego occidental, que busca refugio emocional en
las formas de comunidad más primarias, pero en una fase histórica en que tales

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 110


comunidades han perdido la funcionalidad y consistencia que tenían en las viejas
sociedades agrarias. Por eso las nuevas tecnologías de la hogarótica tratan de cohesionar a
la familia en el seno del hogar, precisamente en la época en que es más patente su crisis por
sus tendencias centrífugas: la fuga de los adolescentes de la tiranía parental, las tentaciones
extraconyugales de los adultos en una sociedad sexualmente muy permisiva, la rivalidad
entre hermanos, la incomunicación con los abuelos, etc.
En esta perspectiva funcionalista no se puede olvidar que la sociedad de consumo ha
fomentado la insolidaridad y el antagonismo, compartimentando los intereses individuales:
el Otro es el que abarrota las autopistas durante el web-end y me impide avanzar
fluidamente, el Otro es el que agota las localidades del concierto al que yo quería asistir, el
Otro es el que llena y ensucia las playas que apenas puedo gozar, etc. El Otro es, en pocas
palabras, mi enemigo o competidor. De este modo, el hogar aparece por contraste como
foro protector de las interrelaciones afectivas y se erige como refugio opuesto al páramo
afectivo del espacio laboral, a la competitividad de las zonas comunales y debido también a
que los espacios públicos son vistos como territorios de creciente inseguridad. La
claustrofilia sería así una forma defensiva de regresión desde la interacción social hacia el
aislamiento protector en la célula familiar. Empleando una metáfora organicista, se diría
que el hogar actúa como un simulacro simbólico del protector claustro materno, frente a las
agresiones externas.
Pero Baudrillard, tan amigo de las provocaciones, ha añadido que el triunfo
contemporáneo de la privacidad constituye “una forma de resistencia activa a la
manipulación política”. La observación de Baudrillard tiene la virtud de invitarnos a
recordar que la familia en el hogar no está, como antaño, protegida en un búnker estanco,
sino que constituye una célula de consumo comercial, cultural e ideológico. En la era de los
medios electrónicos, el ámbito privado y doméstico pasa a ser colonizado por los grandes
poderes institucionales, los del Estado y los de las industrias culturales, modelando
ideologías y comportamientos con fuerte tendencia al uniformismo y a la docilidad.
La acentuada escisión entre ámbito cultural privado y ámbito cultural público
permite referirse a un ocio tradicional, el ocio agorafílico en espacios comunitarios y
compartidos, como los del estadio, del teatro, del circo y hoy de la sala de cine y de la
discoteca, definidos por la masificación y la ritualidad neotribal, contrapuesto en la
actualidad al ocio claustrofílico en torno a aparatos electrodomésticos, convertidos en
nuevos fetiches tecnológicos en el seno de un hogar-búnker que aspira a la autosuficiencia,
mediante un equipamiento permanente que constituye la infraestructura informacional del
nuevo hogar. En esta dicotomización entre claustrofilia y agorafilia han desempeñado un
papel esencial las motivaciones económicas. Los últimos avances tecnológicos tienden a
incorporar los mensajes tradicionales de uso (film, programa televisivo y radiofónico,
programa de ordenador) al estatuto de mensajes de propiedad (Super 8, videocassette, cinta
magnetofónica, diskette), haciendo acceder toda la información audiovisual al estatuto de
propiedad privada de sus soportes, como ya ocurría antes con el periódico el libro y el
disco.
Para las industrias culturales, la venta de hardware a los usuarios —fomentada por
la miniaturización y abaratamiento de sus componentes— y la adquisición de los mensajes
por parte de sus fruidores es económicamente ventajosa, pues además de vender equipos
relativamente costosos alienta también el consumismo coleccionista de mensajes o
programas, más rentable para ellas que su mero usufructo ya que la meta final es la venta o
atesoramiento privado de libros, discos, videocassettes o programas de ordenador, que

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 111


acaso nunca serán gozados efectivamente por el coleccionista (por falta de tiempo, entre
otras razones), salvo en su calidad de potencial poder cultural acumulado en sus
estanterías, o capital cultural disponible. En este caso se asiste, dado el desequilibrio entre
oferta cultural y tiempo real disponible, a una auténtica explotación económica del tiempo
libre ilusorio del consumidor cultural, cuyo apetito coleccionista eclipsa esa carencia de
disponibilidad temporal.
La privacidad en el consumo cultural, potenciada por la autoprogramación en el
hardware doméstico, aparece hoy como la máxima forma de libertad: en mi hábitat yo elijo
libremente mis programas. En la nueva topografía de los hogares que inauguró el televisor
doméstico, introduciendo una redistribución del mobiliario, los equipamientos
tecnoculturales ocupan hoy un lugar relevante. La biblioteca fue siempre un archivo de
información selecto y estadísticamente raro. Pero su carencia o su raquitismo contrastan
hoy con la inevitable presencia de uno o varios aparatos de radio (generalmente portátiles),
con un tocadiscos que genera el archivo de su correspondiente audioteca (discos y
audiocassettes, un equipo de Super 8 y sus películas arrinconados ya por el televisor en
color y su magnetoscopio, generador a su vez de una videoteca en la que se codean las
películas de aventuras, los videojuegos y las pornocintas, además del ordenador personal
con su correspondiente colección de programas. En hogares de clases altas podemos
encontrar viejos signos aristocratizantes como las mesas de billar y no son raros
actualmente los telescopios domésticos. Mientras que en los hogares mejor dotados su
territorio está zonalizado además con áreas tan específicas como el jardín, la piscina, el
gimnasio, la sauna, el cuarto de juegos, etc. Es decir, la nueva tecnocultura democrática ha
sido absorbida también por el Homo otiosus de corte aristocrático, mientras que en las casas
no aristocráticas en las que falta el jardín, la piscina y la sauna, no faltan en cambio los
sofisticados equipamientos de la industria electrónica.
El espacio privado del ocio claustrofílico se ha revelado más propicio para la
difusión de mensajes muy diversificados y relativamente minoritarios que el espacio
público, gravado por los gastos generales de mantenimiento de un local abierto al público
(pago de alquiler, salarios al personal) y necesitado por ello de audiencias de cierta
amplitud para compensar los elevados gastos. Contrástese el inexorable cierre de salas de
teatro y de cine en todas las ciudades occidentales con el incremento de ventas de
magnetoscopios domésticos y con la difusión de antenas de plato, que multiplican
espectacularmente la oferta del televisor casero.
Pero estas excelencias tecnoculturales, que Moles resumió en la fórmula de la
opulencia comunicacional, no deben llamar a engaño, ni enmascarar sus servidumbres. Es
cierto que el democrático abaratamiento de las tecnologías productoras o reproductoras de
mensajes han hecho del ciudadano un comprador y usuario potencial de tales equipos,
permitiendo una muy diversificada fruición o incluso producción de mensajes, sobre todo
en el ámbito audiovisual (fotografía, film en Super 8, grabación magnetofónica,
videograma, imagen por ordenador). Pero este fenómeno de signo democrático ha avanzado
simultáneamente al proceso de concentración oligopolista o monopolista sobre los grandes
canales de difusión social, proceso que ha desplazado el control censor de facto desde la
fase de producción de los mensajes —antaño fiscalizada severamente— a la de difusión,
impidiendo o dificultando el acceso de los mensajes extraindustriales, artesanales o
marginales a los grandes canales sociales del mercado audiovisual. La aventura y el destino
de la cultura underground de los años sesenta, y de las radios y televisiones libres en Italia
en los setenta, han resultado muy ilustrativos a este respecto, corroborando que la

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 112


fotocopiadora difícilmente podrá competir en el mercado con los satélites de
comunicaciones y que la cultura artesanal será siempre eclipsada por la institucional. En
líneas generales puede afirmarse que al abaratamiento y democratización de las tecnologías
de elaboración y de reproducción doméstica de mensajes, provocada por las apetencias
lucrativas en un sector muy consumista de la industria, ha correspondido un endurecimiento
correlativo en el control oligopolístico de los canales de difusión masiva. Al ciudadano
privado se le permite ahora consumir mucho más en su casa, e incluso transmutarse en
artista creador, pero no se le permite en cambio que su obra salga de la reducida esfera de
su privacidad.
El debate en torno a las virtudes e inconvenientes de la claustrofilia o del
larocentrismo cultural es denso en consideraciones antropológicas y sociológicas. A la
patología del larocentrismo se asocia la teleadicción incondicional, en la que el pueblo
(sujeto político activo) se hace público (sujeto massmediático pasivo), como señalamos ya
al examinar los efectos socioculturales de la televisión. El fenómeno de la teleadicción se
ha ampliado con los ordenadores personales a la computadicción, en un fenómeno que
puede ser caracterizado genéricamente como sobredependencia de la pantalla y que ya ha
motivado divorcios en los Estados Unidos, incoados por esposas que alegaban que la
dedicación de sus maridos al ordenador llevaba a desatenderlas, a no sacarlas a cenar o a
pasear, etc. La patología del larocentrismo, en tanto que forma de repliegue sobre sí mismo,
ha sido asociada inevitablemente a la del narcisismo, como abolición o negación del Otro.
Esta cultura del narcisismo, que constituye uno de los ejes de reflexión del libro de Richard
Sennett titulado elocuentemente El declive del hombre público, tiene su contrapunto social
en la exteriorización histérica colectiva de sentimientos, fuertemente ritualizados, de los
ciudadanos en las gradas de los estadios deportivos o de los adolescentes en las pistas de
baile de las discotecas.
Por otra parte, las ventajas de la cultura larocéntrica, asociadas a la ley del mínimo
esfuerzo físico y a la del ahorro de energía, no aparecen como una panacea universal. En
1983, una encuesta de Yankelovich para la revista Time indicaba que un 73 por ciento de
los encuestados creían que el computador permitiría trabajar en casa; pero sólo al 31 por
ciento le gustaría hacerlo. He aquí un toque de advertencia a los proyectos de la ingeniería
social del consenso basado en la compartimentación domiciliaria de los ciudadanos.
La primera consecuencia de la cultura larocéntrica es la de extremar el
biosedentarismo ciudadano, como ya denunciamos en otro capítulo, en una época ya
castigada por la plaga del automóvil. Allí observábamos que jamás el hombre viajó tanto
gracias a sus ojos e inmóvil desde una butaca, como con la conjunción del automóvil y del
televisor. Este exceso patógeno de sedentarismo en la sociedad actual, castigada también
por las dietas altas en calorías, obliga a los ciudadanos a ocupar una parte de su horario de
ocio en actividades físicas enérgicas e improductivas —footing, jogging, gimnasia, golf,
etc.— para llevar a cabo aquel ejercicio que en otras épocas se efectuaba funcionalmente al
desempeñar tareas económicas productivas. Hoy, en cambio, hay que pagar una cuota al
gimnasio para hacer trabajar los músculos del modo en que antaño lo hacían los siervos
para generar riqueza. En este proceso de compensación psicosomática ha irrumpido
también —como ya señalamos en el capítulo anterior— el webend en el campo o junto al
mar, así como actividades deportivas tales como la caza, la pesca o la navegación, que
retrotraen al hombre urbano a los orígenes de su especie, haciendo que lo que fueron duras
tareas para la supervivencia física en un hábitat agreste se conviertan ahora en actividades
lúdicas y relajantes, en compensaciones naturalistas o en simulacros rituales

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 113


filogenéticamente nostálgicos, que exorcizan con la clorofila o las sales marinas los
artificios de la sociedad postindustrial.
El trabajo o el ocio en la cueva aterciopelada han sido acusados de generar una
compartimentación o aislamiento interpersonal y social, que afecta también a la
experimentación directa del mundo físico, ya que los signos tienden a suplantar a las cosas,
afectando especialmente con ello la socialización del niño en edad escolar y la sexualidad
de los adultos, entre otros aspectos. También se ha dicho que esta compartimentación física
y social favorece el individualismo, la insolidaridad y la sumisión al poder central, como
fermento de esas mayorías silenciosas introducidas como categoría sociológica por Nixon
en su discurso del 3 de noviembre de 1969 acerca del apoyo a su política en Vietnam y
luego teorizadas por Baudrillard, que no serían otra cosa que esa mayoría que
presuntamente se queda enclaustrada en su hogar y que no se manifiesta en la calle, ni en
los medios de comunicación social, pero que existe como realidad estadística, aunque sólo
pueda cuantificársela en los periódicos ritos electorales. A ese fenómeno asocia Baudrillard
apocalípticamente el fin de lo social.
Ante las muchas críticas vertidas contra la cultura del trabajo y del ocio
claustrofílicos, como agente desocializador y promotor de un repliegue narcisista sobre el
territorio hogareño, se han alzado también inventarios acerca de sus virtudes o ventajas,
arguyendo en especial:

 Este modelo ayuda a mantener y consolidar la unidad y la intercomunicación


familiar en una sociedad altamente centrífuga y disgregadora.
 Permite recibir información externa, gozar de espectáculos o emitir e intercambiar
mensajes en las condiciones de máxima comodidad hogareña.
 Protege de la insegura, caótica o ruidosa vida urbana exterior.
 Supone una economía de tiempo y de dinero en términos de desplazamientos,
parkings, colas, gestiones cara a cara, compras de entradas para espectáculos, etc.
 A través del terminal televisivo doméstico se puede obtener muchísima más
información y participar en muchas más experiencias comunicativas que las que
serían posibles mediante la movilidad física de los sujetos.

Estas obvias ventajas de la cultura claustrofílica nos recuerdan que la intensa


proximidad física de la densificación urbana contemporánea ha provocado un pronunciado
distanciamiento afectivo entre las gentes. Igualmente, en las empresas trabajan con
frecuencia codo con codo personas que apenas saben nada la una de la otra. De tal modo,
que el universo social puede acabar por parecerse a un desierto lleno de gente, que invite
imperiosamente al refugio emocional en la cueva aterciopelada. La creciente permisividad
sexual parece generar también una tendencia en tal sentido, según parece corroborar aquel
chiste hollywoodense en el que, en plena orgía de una veintena de personas, un hombre
susurra a la mujer con la que está haciendo el amor: “Oye, ¿qué haces después de la orgía?”
La privacidad es, en este terreno, todavía un valor sólido, incluso entre sujetos muy
promiscuos. En un manual norteamericano de instrucciones profesionales para rodar
películas pornográficas, se recoge el siguiente y elocuente testimonio de una actriz de este
género: “Es muy extraño, no me di cuenta de todo lo que implicaba un orgasmo hasta que
tuve uno en un rodaje.Yo raramente tengo orgasmos cuando ruedo... Y me dije: “¡Uf! Esto
ha sido fuerte”, y me sentí embarazada, como vulnerable... Entonces pensé: “Mira, estos
chicos tienen que hacerlo todo el rato... Tener que eyacular así es una cosa dura”.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 114


Pero es hora ya de contemplar el contrapunto que supone la cultura agorafílica. Para
las clases menos favorecidas, la opresión del espacio doméstico —pequeño y mal
equipado— puede investir al espacio público de la condición de alternativa placentera y
lúdica, sobre todo en los territorios de clima benigno, desde Sicilia hasta Nueva Orleans. El
espacio público ha sido por antonomasia el espacio de la socialización y de la fiesta —que
supone la cohabitación ritual en un espacio compartido jubilosamente por un grupo— y ha
servido tradicionalmente para afirmar la vitalidad, la cohesión y la unidad del grupo a
través de su interacción personal cara a cara. Es cierto que en los últimos años hemos
asistido a una evidente decadencia de las ferias, mercados y fiestas populares, que
constituyen ritos transmisores de las tradiciones y saberes populares, así como espacios
eficaces de sociabilidad. La telecompra (por correo, teléfono u ordenador) les está
asestando un golpe de muerte, probablemente definitivo.
En los inicios de la televisión por cable en los Estados Unidos, el argumento de la
densidad demográfica se esgrimió como uno de los más convincentes para promocionar la
nueva tecnología: en ese momento, un 80 por ciento de la población vivía en una décima
parte del territorio nacional, por lo que el cable aparecía como necesario para resolver
problemas de tráfico urbano, de transportes interurbanos y de contaminación. Esta
espectacular distribución de la población, que ha concentrado gigantescos polos
demográficos a expensas de la desertización de grandes espacios, ha sido posible entre otras
razones por la llamada “revolución verde” en el sector agrícola, hecha realidad con
fertilizantes, tractores y otras máquinas agrarias y más tarde con la bioingeniería (ingeniería
genética, tecnología de las enzimas, etc.), que está transformando el viejo mundo rural en
compactas comunidades tecnorurales, que requieren muy poco personal. A esta revolución
de los grandes espacios hay que añadir ahora la predecible desaparición —o por lo menos
declive— de la civilización del papel, que podría permitir un necesario y saludable
desarrollo forestal, cuando los ecologistas nos advierten de la catástrofe planetaria de la
deforestación, estimada hoy en un 1,2 por ciento anual.
La Revolución Tecnocientífica es también, por lo tanto, una revolución territorial,
demográfica y ecológica. Ya hemos aludido en varias ocasiones a lo largo del libro a la
dialéctica entre medios de telecomunicación y medios de transporte: se ha calculado que las
telecomunicaciones pueden reemplazar aproximadamente al 18 por ciento del tráfico
urbano y se ha llegado a sugerir que el Estado debería subvencionar las conexiones
telemáticas para sustituir funciones de los viejos transportes públicos. Ello permitiría
reorganizar el espacio urbano, corregir los desequilibrios demográficos, densificar las zonas
rurales o silvestres, reducir la contaminación, etc. A pesar de ello, el uso del espacio
público se revela difícilmente programable, sobre todo teniendo en cuenta factores como la
especulación del suelo y ponderando fenómenos socioculturales tan decisivos como el
automóvil privado, que es una extensión estanca del propio hogar equipada ya con
radiocassette y en trance de equiparse ahora con radioteléfono. Al contemplar las densas
autopistas de Los Ángeles, en las que los automóviles aparecen durante horas enlazados
con el exterior por un invisible hilo hertziano, se tiene la impresión de que en nuestra
cultura ha nacido el nuevo y gigantesco espacio móvil de la cultura autorradiofónica.
En esta revolución del espacio, el territorio laboral aparece como uno de los más
profundamente afectados. Las fábricas surgidas de la Revolución Industrial se situaban
cerca de las reservas de minerales y de carbón, cerca de los ríos que proporcionaban energía
hidráulica, o cerca de los puertos de embarque de mercancías. Las nuevas factorías de la era
electrónica tienden a situarse, en cambio, cerca de los centros de investigación y

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 115


adiestramiento, o cerca de los nudos de telecomunicaciones. Además de esto, con la
revolución telemática el territorio empresarial tiende a volatilizarse y a desperdigarse, a la
vez que el hábitat privado del trabajador se convierte, gracias a su terminal doméstico, en
parte de la factoría. De modo que desde su hogar (como el viejo artesano preindustrial) el
trabajador telemático se inserta vicarialmente en el nuevo locus de la productividad. Las
consecuencias psicológicas de esta desintegración del territorio empresarial son enormes.
Este fenómeno de descentralización territorial de las empresas ha sido provocado por varios
factores:

 Por el cada vez más alto precio del suelo en las grandes ciudades industriales.
 Por la mejora de los sistemas de comunicación y transporte.
 Por el paso de la sociedad industrial, productora de bienes físicos, a la sociedad
informatizada.
 Por el desarrollo de infraestructuras y equipamientos telemáticos que hacen posible
el teletrabajo en el domicilio.

Richeri distingue pertinentemente entre deslocalización (separación geográfica del


centro de trabajo, como la del trabajador en su domicilio) y descentralización (o
diversificación de los centros de decisión y/o de control). La deslocalización telemática en
el hogar ahorra tiempo y gastos de desplazamiento laboral, descongestiona el tráfico y
permite la incorporación a la actividad productiva de ciertos impedidos, ancianos, amas de
casa con niños, etc. La descentralización delega poder y capacidad de decisión en otros
ámbitos territoriales, de acuerdo con sus requerimientos específicos en cada momento y
circunstancia.
Si las nuevas tecnologías han afectado tan profundamente a la estructura territorial
de la empresa postindustrial, su impacto no ha sido menor en el ámbito del ocio, según
puede inferirse de cuanto llevamos expuesto acerca de la dicotomía entre cultura
claustrofílica y cultura agorafílica. Salen a la calle, en principio, aquellos ciudadanos para
quienes las alternativas del ocio doméstico (lectura, juegos, tocadiscos, televisión, video,
etc.) resultan menos atractivas que las alternativas agorafílicas, o los que pueden acceder
económicamente a formas ostensivas o de otro tipo que exigen un desembolso
relativamente alto. En consecuencia, existen varios segmentos muy diferenciados que optan
por formas de ocio agorafílico. Por una parte, un segmento importante de la juventud, sin
obligaciones familiares y estimulado por la socialización y el contacto interpersonal variado
en espacios públicos, tales como bares y discotecas. Pero también un segmento formado
por capas económicas desfavorecidas, cuyos hogares ofrecen pocos atractivos: pisos
pequeños y agobiantes, carencia de televisor en color y de magnetoscopio, etc., aunque este
segmento de bajos ingresos ha de medir cuidadosamente sus desembolsos en el sector del
ocio agorafílico y a veces no tiene más remedio que quedarse en casa. Y, en agudo
contraste social con ambos segmentos, las clases acomodadas que pueden contratar una
baby-sitter, cenar fuera de casa, ir a la ópera, al teatro o al concierto, etc. En resumen, debe
concluirse que la elección de ofertas de ocio se estratifica socialmente según las
capacidades económicas y culturales de cada individuo o grupo social. Así, por ejemplo,
ante el fenómeno generalizado de extinción de salas públicas de cine, se observa en
concordancia con lo expuesto que los jóvenes constituyen todavía un segmento dominante
en su público, junto con las élites cinéfilas de todas las edades en ciertas ofertas de
programación.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 116


Uno de los elementos esenciales del ocio participativo de la cultura agorafílica es el
de la gratificación o premio a un pequeño esfuerzo personal (salir a la calle, desplazarse,
hacer cola, etc.), obtenido por un tipo de oferta que se diferencia en algún aspecto
estimulante de la que es posible obtener en el domicilio. Por otra parte, como tiende a
producirse una concentración topográfica de los centros del ocio urbano, y una correlativa
desertización de la periferia, cuanto más próxima sea la residencia al cinturón-dormitorio
urbano, más complicado y caro resultará acceder a los grandes centros hedonistas y
espectaculares de las macrociudades. De ahí un nuevo factor de estratificación social del
ocio urbano y una limitación de facto ante ciertas ofertas del ocio agorafílico para las clases
económicas menos favorecidas.
En realidad, con sus virtudes e insuficiencias, ambas formas de ocio son
psicológicamente y socialmente complementarias. Mientras el ocio privatizado y
claustrofílico prima valores como territorialidad, protección, seguridad, refugio,
recogimiento e introversión, la ritualidad tribal del ocio agorafílico en el estadio, el circo, el
teatro, el cine, la sala de conciertos, la discoteca, el bar o la playa prima valores tales como
la fiesta, la comunidad, la extroversión, la interacción personal, la aventura, las nuevas
relaciones, la emulación, la fuga de la soledad y la liturgia coral. Dicho esto, no podemos
hacer más que constatar que las tecnologías del ocio que se lanzan al mercado tienden a
favorecer netamente a la primera alternativa en detrimento de la segunda, como ya se
señaló, con toda su estela de consecuencias psicológicas y sociales. Por lo que las políticas
culturales de los poderes públicos deberían incentivar el ocio agorafílico, ya que de la
promoción del ocio claustrofílico ya se encargan las grandes industrias del sector
electrodoméstico.
A todo ello debe añadirse que, si el tiempo de ocio en la sociedad postindustrial es
una magnitud fluida y libremente poli utilizable, el espacio territorial de esta sociedad no
ofrece la misma versatilidad. El espacio es el soporte físico privilegiado de la acumulación
y de las desigualdades sociales. Ni una ciudad posmoderna como Los Ángeles ha
conseguido evitar la existencia de un centro comercial principal, de lujosos barrios
residenciales para ricos y de barrios degradados para pobres. De modo que el
confinamiento en el hogar por el anclaje en torno a los aparatos electrodomésticos
(especialmente el televisor) se ve agravado por la sectorialización del espacio urbano según
las diversas capas sociales (burguesía, pequeña burguesía, ciudades-dormitorio, etc.), que
crea zonas de marginación massmediática —zonas de escasa o nula oferta cultural y cuyo
bajo nivel de vida no hace rentable su cableado— y acentúa la incomunicación en el seno
del tejido social.
El repliegue sobre la privacidad, añadido al expansivo automatismo que reemplaza a
los hombres por máquinas, se han conjugado para provocar lo que los sociólogos
denominan “ausencia de ceremonia” en la sociedad postindustrial. Al do it yourself (hágalo
usted mismo), que es propio de los kits de bricolaje usados en los hogares, ha
correspondido en la vida pública el restaurante self-service, el supermercado basado en el
autoservicio, el cajero automático de los bancos, los cine-aparcamientos (drivein), la
autogasolinera, etc. En todos estos servicios la interacción personal se ha reducido al
mínimo (cajeros, cuando los hay) o ha desaparecido por completo, ahorrando al empresario
sueldos y problemas de personal. El triunfo del modelo llamado genéricamente self-service
o autoservicio evidencia la antes señalada automatización del sector terciario, que atempera
su capacidad para enjuagar la desocupación de otros sectores. Aquí el empleado también
tiende a desaparecer, o a ser sustituido por una máquina, y el consumidor aparece con

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 117


frecuencia protegido anónimamente en el seudohogar de su automóvil, pues el automóvil es
una extensión del propio hogar, prolongando fuera del domicilio del conductor la cultura
claustrofílica que hemos analizado a lo largo de este capítulo.
Se puede sentir nostalgia del cajero del banco que nos daba los buenos días, del
acomodador de cine que nos iluminaba el pasillo, del camarero servicial o del botones que
nos ofrecía su reverencia, como elementos de una liturgia social que la mecanización y la
espiral de salarios están haciendo desaparecer. La despersonalización de las relaciones
sociales, concordante con el aislamiento de la cultura claustrofílica, intenta ser corregida,
entonces, con técnicas y simulacros que persiguen, como escribe Baudrillard, “la
lubrificación de las relaciones sociales mediante la sonrisa institucional”. Y entonces
comparecen las simpáticas azafatas, los public relations, las etiquetas en la solapa que
identifican el nombre propio del empleado, o esos spots publicitarios norteamericanos en
los que la sonriente modelo comienza diciendo: ¡Hola! Me llamo Mary. Se trata,
evidentemente, de una ritualización exasperada que intenta sustituir la cálida interacción
humana de la vieja cultura agorafílica por su simulacro litúrgico.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 118


Lectura Nº 5
Salinas Ibáñez, Jesús, Enseñanza flexible, aprendizaje abierto. Las redes
como herramientas para la formación, Universitat de les Illes Balears, en:
http://www3.unileon.es/dp/ado/artsalin.html

1. Introducción

Uno de los campos donde más expectativas crean y donde están tardando en
integrarse las redes es la formación. Quizá porque la interacción cara a cara entre formador
y formando, entre el que enseña y el que es enseñado, es considerada uno de los factores
fundamentales de todo proceso de formación. Sin embargo, algunos prefieren —
preferimos— empezar a experimentar con la formación interactiva telemática —por si
acaso. Podríamos asumir que la mejor formación posible es sin duda la formación
presencial. Un buen profesor haciendo gala de su claridad expositiva, un contundente
carisma y una buena capacidad comunicativa no tienen rivales en el terreno de la
formación. Un profesor desplegando con seducción su experiencia formativa es un
acontecimiento inolvidable para un alumno (no debe ignorarse, sin embargo, que de las
decenas de profesores que cada uno hemos tenido a lo largo de nuestra vida académica,
recordamos solamente a unos pocos). Y aunque parezca paradójico nunca apreciaremos
más la formación presencial que en los tiempos de teleformación que se avecinan.
La educación presencial va acompañada por un complejo contexto que de manera
informal refuerza el interés del alumno por la actividad de aprendizaje que despliega (Los
compañeros, el intercambio de apuntes y puntos de vista, el repaso en equipo, las
actividades extraeducativas, el contacto con los profesores... en definitiva la comunicación
interpersonal es el mejor detonante de la motivación). Pero, los sistemas de enseñanza
deben atender a los cambios sociales, económicos, tecnológicos. Cada época ha tenido sus
propias instituciones educativas, adaptando los procesos educativos a las circunstancias. En
la actualidad, los cambios que afectan a las instituciones educativas configuran un nuevo
contexto, donde la omnipresencia de las telecomunicaciones en la sociedad, la necesidad de
formar profesionales para tiempos de cambio, la continua actualización de estos
profesionales, exigen nuevas situaciones de enseñanza-aprendizaje y exigen, también,
nuevos modelos adecuados a ellas.

2. Nuevas perspectivas para la formación

Una de las principales contribuciones de las Tecnologías de la Información y la


Comunicación (TIC), sobre todo de las redes telemáticas, al campo educativo es que abren
un abanico de posibilidades en modalidades formativas que pueden situarse tanto en el
ámbito de la educación a distancia, como en el de modalidades de enseñanza presencial.
Las perspectivas que las TIC presentan para su uso educativo, exigen nuevos
planteamientos que a su vez requerirán un proceso de reflexión sobre el papel de la
educación a distancia en un nuevo mundo comunicativo, pero también provocarán un
cuestionamiento de las instituciones educativas. En efecto, el entramado de redes de
comunicación y las posibilidades crecientes de los sistemas multimedia cuestionan, tanto
para la educación a distancia como para la presencial, la utilización de los sistemas

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 119


educativos convencionales. En este sentido, un posible punto de encuentro podemos
encontrarlo en los planteamientos del aprendizaje abierto (Lewis y Spencer, 1986; Lewis,
1988; Salinas y Sureda, 1992).
Otro aspecto más concreto que consideramos debe constituir motivo de reflexión es
el grado de interactividad y de control de la comunicación que ofrece el sistema. Ambos,
interactividad y control están determinados por las capacidades y recursos tecnológicos de
que dispone el emisor y, sobre todo, el receptor, pero dependerá sobre todo del modelo
didáctico que inspire el proyecto. Se trata, por tanto, de lograr el equilibrio entre la
potencialidad tecnológica aportada por las redes y las posibilidades educativas que el
sistema es capaz de poner en juego. En definitiva, estamos ante un problema
eminentemente pedagógico.
En efecto, las posibilidades de las TIC en la educación descansan, tanto o más que
en el grado de sofisticación y potencialidad técnica, en el modelo de aprendizaje en que se
inspiran, en la manera de concebir la relación profesor-alumnos, en la manera de entender
la enseñanza. No parece aconsejable limitarse a explotar los nuevos medios sin salir de los
viejos modelos, aunque como señala Bartolomé (1995), esta situación parece constituirse
en transición imprescindible. Parece razonable que se den cambios en las formas que se
ponen en práctica los procesos de enseñanza-aprendizaje.
En cualquier caso, comienza a superarse, con estas tecnologías, la utopía de la
comunicación humana como exclusiva de la enseñanza presencial (Salinas, 1995). En
muchos casos un diálogo —mediante ordenadores interconectados— en tiempo real o
cualquier proceso interactivo puede proporcionar una comunicación mucho más próxima y
cálida. En la enseñanza presencial, nos movemos en la creencia de que el solo contacto
visual entre profesor-alumno proporciona una comunicación didáctica más directa y
humana que a través de cualquier sistema de telecomunicaciones. Ni la enseñanza
presencial presupone comunicación efectiva y apoyo al estudiante, ni la enseñanza a
distancia deja enteramente todo el proceso de aprendizaje en manos del alumno. Como
señala Holmberg (1985), el grado más elevado de ‘distancia’ lo encontramos cuando una
persona estudia sin apoyo alguno, lo que Moore describe como ‘programas sin diálogo ni
estructura’, y esto desgraciadamente, también sucede en la enseñanza presencial.
Muchos de los conceptos asociados con el aprendizaje en la clase tradicional, pero
ausentes cuando se utilizan sistemas convencionales de educación a distancia, pueden
reacomodarse en la utilización de redes para le enseñanza, dando lugar a una nueva
configuración de la enseñanza que puede superar las deficiencias de los sistemas
convencionales —presenciales y a distancia. Aquí, el alumno, tanto si está en la institución,
como si está en su casa, en el trabajo, etc... accede a una serie de servicios mediante las
telecomunicaciones: materiales standard como base de datos, etc... materiales específicos
de formación, comunicación con el tutor, posibilidad de interacción con otros... El acceso al
sistema de aprendizaje a través de redes, convierte en relativamente irrelevante el lugar y el
tiempo de acceso. Qué diferencia habría entre acceder desde el aula de la universidad o
desde el hogar a los materiales de aprendizaje a través de redes? Quizá sea conveniente
disponer de cursos y materiales de aprendizaje para un doble uso, de tal manera que tanto
los alumnos que asisten a la institución puedan acceder a ellos en el aula, en el centro,
como aquellos que no pueden asistir al centro, puedan acceder a esos mismos materiales a
través de redes. Entre estos nuevos planteamientos los relacionados con el aprendizaje
abierto pueden suponer una nueva concepción, que independientemente de si la enseñanza
es presencial o a distancia, proporciona al alumno una variedad de medios y la posibilidad

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 120


de tomar decisiones sobre el aprendizaje.

3. Aprendizaje abierto, enseñanza a distancia y enseñanza flexible

Viene siendo habitual encontrar asociados el concepto de aprendizaje abierto y de


enseñanza a distancia. Indudablemente, el aprendizaje abierto puede llevarse a cabo a
distancia, pero también puede realizarse en una sala de lectura repleta o en la clase, puede
ocurrir tanto si el alumno pertenece a un grupo como si está aprendiendo a su propio ritmo.
El término abierto se ha empleado para demasiadas cosas y actualmente significa tanto
cursos a distancia que tienen tanto de abierto como un aula de enseñanza primaria, o como
programas de formación internos de determinadas compañías que lo único que tiene abierto
son los prerrequisitos de entrada. Ante esta situación, parece más adecuado sustituir el
término abierto por el de flexible, ya que lo importante del aprendizaje abierto es
precisamente que flexibiliza algunos de los determinantes del aprendizaje.
En el aprendizaje abierto, independientemente de la distancia o de si la enseñanza es
presencial, la toma de decisiones sobre el aprendizaje la toma el estudiante o los estudiantes
mismos. Estas decisiones afectan a todos los aspectos del aprendizaje (Lewis y Spencer,
1986): si se realizará o no; qué aprendizaje (selección de contenido o destreza); cómo
(métodos, media, itinerario); dónde aprender (lugar del aprendizaje); cuándo aprender
(comienzo y fin, ritmo); a quién recurrir (tutor, amigos, colegas, profesores, etc.); cómo
será la valoración del aprendizaje (y la naturaleza del feed-back); aprendizajes posteriores,
etc.
El concepto de abierto en relación a las situaciones de aprendizaje (Binstead, 1987;
Topham, 1989), presenta dos dimensiones distintas:

 Una que está relacionada con los determinantes administrativos relacionados con el
concepto de distancia. Determinantes a los que el estudiante debe atenerse:
asistencia a un lugar predeterminado, tiempo y número de sesiones, ser enseñado en
grupo por el profesor, las reglas de la organización. Se refiere, por tanto, al
suministro de libertad, o mejor de opcionalidad, a los estudiantes en el acceso,
admisión, selección de cursos, y libertad en los determinantes temporales y
espaciales. En este sentido para Butcher (1995) entre estas características estarían
no requerir requisitos particulares educativos y proporcionar orientación accesible y
sistemas de apoyo instruccional para el estudiante. Kember (1995), por su parte,
sugiere que esta dimensión del aprendizaje abierto se ha desarrollado debido a
presiones sociales y políticas al suprimir las barreras que impiden la participación
en la educación a los estudiantes adultos. En este mismo sentido, Paul (1990)
propone una serie de dimensiones que vendrían a manifestar respecto a qué y en qué
grado una institución puede considerarse “abierta”:

Accesibilidad
Credenciales académicos previos
Tiempo
Localización física
Determinantes financieros
Características personales
Responsabilidad social

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 121


Flexibilidad
Frecuencia de los periodos de admisión
Ritmo de aprendizaje
Servicios de apoyo opcionales

Control del alumno sobre el contenido y la estructura


Elección del sistema de distribución
Acreditación

 Otra dimensión del concepto está relacionada con la traslación de los determinantes
educacionales: metas de aprendizaje especificadas muy ajustadas; secuencia de
enseñanza y lugar; la estrategia para enseñar del profesor individual o de la
organización.Dejar de aplicar tales determinantes termina en diseños educacionales
cerrados. Se refiere a un modelo educativo o filosofía centrada en el alumno en
contra de la centrada en la institución o en el profesor (Cunningham,1987; Kember,
1995).

Los materiales didácticos en estas situaciones tienen que formar verdaderos


paquetes didácticos integrados por audio, vídeo, diapositivas, textos y software. Estos
materiales deben ser diseñados para un doble uso: tanto los estudiantes presenciales, como
aquellos que no pueden estar físicamente presentes, conseguirán el acceso al aprendizaje a
través de una variedad de medios y con la posibilidad de clases tutoriales y entrevistas
personales (Lewis, 1988).
Para Binstead cada una de estas dos dimensiones pueden considerarse como un
continuum, que irían configurando desde los materiales cerrados en situaciones de
enseñanza presencial hasta materiales abiertos en enseñanza a distancia, pasando por
materiales cerrados a distancia y materiales de carácter abierto para enseñanza de tipo
presencial.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 122


Conviene considerar que lo que entendemos como aprendizaje abierto constituye la
forma natural en la que gran parte del aprendizaje ha ocurrido a lo largo de los tiempos
(Race, 1994). Es como decir que el aprendizaje es algo que hacemos por nosotros mismos,
incluso cuando aprendemos de los otros. Un buen paquete de aprendizaje abierto (o de
enseñanza flexible) vendría a ser, por tanto, algo que ha sido diseñado para hacer el mejor
uso de nuestra forma natural de aprender cosas.
Romiszowski y Críticos (1994) señalan, adaptando un esquema de Boot y Hodgson
(1987), la existencia de dos modelos de aprendizaje abierto que no debemos considerar
como excluyentes, pero que determinan fuertemente la configuración del sistema de
formación y en consecuencia el dispositivo tecnológico. Conviene, por tanto, considerarlos
al plantear experiencias de enseñanza flexible apoyadas en redes. Me estoy refiriendo a los
modelos de diseminación y desarrollo.

Es indudable que entre diseminación y desarrollo se forma un continuum. En este


continuum pueden situarse las diferentes experiencias de enseñanza flexible, entendidas
como aquellas que permiten, de acuerdo con Race (1994):

 acomodarse directamente a las formas en que la gente aprende naturalmente


 abrir varias opciones y grados de control al usuario
 basarse en materiales de aprendizaje centrados en el alumno
 ayudar a que los usuarios se atribuyan el mérito de su aprendizaje y desarrollar un
sentimiento positivo sobre su consecución
 ayudar a conservar destrezas humanas para cosas que necesitan realmente presencia
y feedback humanos.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 123


El que las decisiones sobre el aprendizaje recaiga en gran medida en el usuario de la
formación, constituye una de las razones por las que el concepto de aprendizaje
abierto/enseñanza flexible aparece más y más asociado con el uso de sistemas multimedia e
interactivos.

4. Las redes en la enseñanza flexible

Si estamos hablando de educación de personas adultas, de aquellas que tienen


conciencia autónoma y la ejercen en relación a su aprendizaje, convendremos que la
aplicación de las TIC a la formación cae dentro de lo se entiende como aprendizaje abierto
o enseñanza flexible tal como han sido considerados hasta aquí. Significa, pues, que el
usuario tiene elección, tiene libertad de maniobra, tiene control sobre la forma en que
aprende. Estamos, en definitiva, ante procesos centrados en el alumno, que han sido
tradicionalmente contemplados en Didáctica.
Los diversos proyectos que han experimentado con la comunicación mediada por
ordenador muestran resultados parecidos: resulta un modo efectivo de crear una comunidad
interactiva de alumnos, pero el potencial para desarrollar aprendizaje auto-dirigido reside
fuera de la propia tecnología, reside en el diseño didáctico del curso.
Todo esto afecta a tres aspectos que están relacionados con la explotación del
potencial de las TIC: Por un lado, la existencia de una dicotomía entre enseñanza a
distancia y auto-dirección (o lo que es lo mismo, entre la aplicación a la gestión de cursos y
la explotación para potenciar la autonomía del alumno); en segundo lugar, el uso de la
comunicación mediada por ordenador como un potente instrumento de aprendizaje
independiente (y a distancia), y en tercer lugar, la necesidad de nuevos escenarios donde
conjugar las relaciones entre comunicación mediada por ordenador y la auto-dirección en el
aprendizaje.
Respecto al primer aspecto, no parece necesario insistir en la diferenciación entre
ambos conceptos ni en las posibilidades que entre la mera aplicación de enseñanza a
distancia y la organización de experiencias dirigidas a desarrollar la autonomía del alumno
en el aprendizaje podemos encontrar.
En cuanto al segundo, se trata de trasladar el foco de atención de las inmensas
posibilidades que las TIC tienen para la enseñanza a distancia dirigiéndolas hacia el análisis
de su uso en el desarrollo de la autonomía del alumno. El tema se centra de nuevo en el
control del proceso de aprendizaje, el desarrollo de la independencia del estudiante, la
organización de grupos de aprendizaje colaborativo, etc.
En cuanto a la necesidad de experimentar con ambientes de aprendizaje ajustados al
contexto que se origina puede verse Salinas (1997). En el diseño de estos nuevos ambientes
o entornos lo fundamental no es la disponibilidad tecnológica, también debe atenderse a las
características de los otros elementos del proceso instructivo y en especial al usuario del
aprendizaje. No son los mismos usuarios (no presentan las mismas necesidades de
aprendizaje, las mismas motivaciones, la misma independencia, situaciones laborales y
profesionales, las mismas condiciones y disponibilidades, etc.) o no pretenden los mismos
aprendizajes, los que aprenden desde el hogar, que los que lo hacen desde el puesto de
trabajo o en un centro educativo convencional.
Desde esta perspectiva, la aplicación de las TIC a acciones de formación bajo la
concepción de enseñanza flexible, abren diversos frentes de cambio o renovación a
considerar desde la Tecnología Educativa:

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 124


 Cambios en las concepciones: cómo funciona el aula, definición de los
procesos didácticos, identidad del docente, etc.
 Cambios en los recursos básicos, contenidos (materiales...)
-infraestructuras (acceso a las redes, alumnos a Internet...)
-uso abierto (manipulables por el profesor, por el alumno...)
-eficacia didáctica (coste/benficio)
 Cambios en las prácticas
-de los profesores
-de los estudiantes (transformar de escuchadores pasivos a activos
gestores de su propio proyecto de autoformación).

Para ello deben ponerse en juego una variedad de tecnologías de la comunicación


que proporcionen la flexibilidad necesaria para cubrir necesidades individuales y sociales,
lograr entornos de aprendizaje efectivos, y para lograr la interacción de estudiantes y
profesores. En este contexto, la explotación de las posibilidades de las TIC en relación a las
experiencias de enseñanza flexible debe tender a lograr los siguientes objetivos:

 Constituir un medio de solucionar necesidades de una educación más


individual y flexible relacionada con necesidades tanto individuales como
sociales combinación del trabajo y estudio, reciclaje, o relativas al ritmo de
aprendizaje, a la frecuencia, al tiempo, al lugar, al grupo de compañeros,
etc.; formación a grupos específicos —segunda oportunidad, empleados de
pequeña y mediana empresa, etc— o diferenciación de programas de estudio
para una nueva y mejor cualificación en el mercado de trabajo).
 Mejorar el acceso a experiencias educativas avanzadas, permitiendo a
estudiantes e instructores participar en comunidades de aprendizaje remoto
en tiempos y lugares adecuados, utilizando ordenadores personales en el
hogar, en el campus o en el trabajo.
 Mejorar la calidad y efectividad de la interacción, utilizando el ordenador
para apoyar procesos de aprendizaje colaborativo, entendido el aprendizaje
colaborativo como aquel proceso de aprendizaje que hace hincapié en los
esfuerzos cooperativos o de grupo entre el profesorado y los estudiantes, y
que requiere participación activa e interacción por parte de ambos,
profesores y alumnos, frente a los modelos tradicionales de aprendizaje
acumulativo.

El ámbito de aprendizaje variará. Las tradicionales instituciones de educación, ya


sean presenciales o a distancia, tendrán que reajustar sus sistemas de distribución y
comunicación. Del centro de la estrella pasan a simples nodos de un entramado de redes: el
usuario se mueve en unas coordenadas más flexibles y que hemos denominado
ciberespacio.
Los cambios en estas coordenadas espaciotemporales traen consigo la aparición de
nuevas organizaciones de enseñanza que se constituyen como consorcios o redes de
instituciones y cuyos sistemas de enseñanza se caracterizan por la modularidad y la
interconexión. Desde esta perspectiva, la distancia deja de ser un condicionante: La
utilización de sistemas multimedia, la combinación de estos sistemas con todo tipo de
medios, la diversificación de sistemas de acceso a los materiales, las distintas modalidades

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 125


de tutoría, etc., están dibujando unas nuevas fórmulas para la formación. Y estas fórmulas
están en dirección de lograr una mayor autonomía por parte del usuario y una flexibilidad
del proceso global de enseñanza-aprendizaje.

Referencias

-Bartolomé, A. (1995): Algunos modelos de enseñanza para los nuevos canales. En Cabero,
J. y Martínez, F. (Coord.): Nuevos canales de comunicación en la enseñanza. Centro de
Estudios Ramón Areces, Madrid, pp. 119-141.
-Binstead, D. (1987): Open and distance learning and the use of new technology for the self
development of managers. Centre for the Study of Management Learning, University of
Lancaster.
-Boot, R. y Hodgson, V. (1987): Open Learning: Meaning and experience. En Hodgson, V.
(De.): Beyond Distance Teaching: Toward Open Learning. Open University Press, London.
-Holmberg, B. (1985): Educación a distancia. Situación y perspectivas. Kapelusz, Buenos
Aires.
-Kember, D. (1995): Open Learning. Courses for Adults. Educational Technology Pub.
Englewood Cliffs NJ.
-Lewis, R. (1988): “Open learning-the future”. En Paine, N.(Ed.) Open learning in
transition. London, Kogan Page, 89-104.
-Lewis, R./Spencer, D. (1986): What is Open Learning? CET, Open Learning Guide 4.
-Paul, R. (1990): Open Learning and Open Management. Kogan Page, London.
-Race, P. (1994): The Open Learning Handbook. Kogan Page, London.
-Romiszowski, A. y Criticos, C. (1994): “The Training and Development of Educational
Technologists for the 21st Century”. En Kearsley, G. y Linch, W. (De.): Educational
Technology. Leadership Perspectives. Educational Technology Pub. Englewood Cliffs NJ.,
165-180.
-Salinas, J. (1995): Organización escolar y redes: Los nuevos escenarios de aprendizaje. En
Cabero, J. y Martínez, F.(Coord): Nuevos canales de comunicación en la enseñanza. Centro
de Estudios Ramon Areces, Madrid. 89-118.
-Salinas, J. (1997): “Nuevos ambientes de aprendizaje para una sociedad de la
información”. Revista Pensamiento Educativo, 20. 81-104.
-Salinas, J. y Sureda, J. (1992): Aprendizaje abierto y enseñanza a distancia. En Sancho, J.
(Coord.): European Conference about Information Technology in Education: A Critical
Insight. Proceedings. Barcelona, Congreso Europeo T.I.E.
-Salinas, J. (1997): “Enseñanza flexible, aprendizaje abierto. Las redes como herramientas
para la formación”. Edutec, nº10, 02/99.
-Topham, P. (1989): The Concept of “Openness” in relation to Computer Based Learning
Environments and Management Education. Interactive Learning International Vol.5(1),
pp.9157-163.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 126


Lectura Nº 6
Torres del Castillo, Rosa María, “Nuevo papel docente ¿qué modelo de
formación y para qué modelo educativo?”, Documento preparado para la
decimotercera semana monográfica Aprender para el futuro: nuevo marco
de la tarea docente, Madrid, Fundación Santillana, noviembre 1998.

Rosa María Torres (Ecuador), ex directora del Programa de la Fundación Kelogg


para América Latina y el Caribe, con sede en Buenos Aires. Se desempeña
actualmente como coordinadora del Área de Gestión de Innovaciones Educativas en
el IIPE-UNESCO, de Buenos Aires. Las ideas contenidas aquí son de la autora y no
comprometen al IIPE.

Este trabajo cuestiona el carácter fuertemente prescriptivo y homogeneizador que


domina el escenario educativo en la actualidad, particularmente en los países en desarrollo,
en torno al tema de la formación docente. Defiende, por el contrario, la necesidad de la
investigación, identificación y diseño de respuestas específicas, ajustadas a los diferentes
objetivos, sujetos, contextos y momentos. En particular, la autora discute la “lógica de los
listados” que se han generalizado desde los países industrializados hacia los países en
desarrollo, en torno al “nuevo papel docente”, el “docente ideal” o el “docente efectivo”.
Dichos listados, adoptados a menudo acríticamente, incorporan conceptos y marcos
teóricos e ideológicos diferentes y hasta contradictorios entre sí.

Introducción

No hay respuesta única, ni posibilidad de recomendaciones universales, para la


pregunta acerca de qué hacer con la cuestión docente y con la formación docente, de
manera específica. No la hay por varias razones: la propia gran diversidad de contextos y
situaciones entre regiones, países y dentro de un mismo país, que hace difícil (o, en todo
caso, irrelevante) la generalización y a la vez separación usual entre “países en desarrollo”
y “países desarrollados”; la complejidad y la situación sumamente crítica a la que ha
llegado en el mundo el “problema docente”, del cual la formación profesional es apenas un
aspecto; la heterogeneidad de ese conjunto de sujetos genéricamente agrupados como
“docentes”, así como los diversos significados que adopta o puede adoptar, en cada caso, la
“formación docente”;1 la insuficiencia e inconsistencia del conocimiento disponible
respecto del cambio educativo y del aprendizaje —y del aprendizaje docente en
particular—, así como de experiencias que muestren avances en estos ámbitos con
planteamientos sólidos y renovados; la incertidumbre y la complejidad del momento actual
—caracterizado como “periodo de transición entre dos eras”, cuya comprensión desafía los
habituales instrumentos de pensamiento y categorías de análisis— y del futuro, incluso del
futuro inmediato, y, en consonancia con todo esto, la imprecisión y los sentidos diversos y
en disputa de eso que, vagamente, se avizora hoy como la educación deseada, la “nueva”
educación, “la educación del siglo XXI”. Todo ello pone en jaque la tendencia dominante,
tanto en el ámbito internacional como en el nacional, a formular diagnósticos y
recomendaciones de política educativa uniformes, para el “mundo en desarrollo” o para
todo el país; el paso, en definitiva, “de la hipótesis a la prescripción” (Ratinoff, 1994, p.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 127


30).
Con el término docentes nos referimos a los educadores que trabajan en el sistema
escolar. Al hablar de su formación incluimos tanto a educadores de aula como a directores
y supervisores. La importancia de articular estos tres estamentos se hace evidente en el
marco de nociones como equipo escolar, desarrollo profesional y gestión escolar que
integren, para todos ellos, tanto la dimensión administrativa como la curricular y
pedagógica. Abordamos la cuestión de la formación docente dentro del concepto de
aprendizaje permanente, es decir, entendiendo que los saberes y competencias docentes son
resultado no sólo de su formación profesional sino de aprendizajes realizados a lo largo y
ancho de la vida, dentro y fuera de la escuela, y en el ejercicio mismo de la docencia.
Nos referimos específicamente a los docentes (y su formación) en los llamados
“países en desarrollo”, aunque reconocemos las profundas diferencias entre ellos y dentro
de cada uno, así como las diferencias relacionadas con niveles y asignaturas de enseñanza y
con variables tales como edad, género, etapa de desarrollo profesional, etc. En
definitiva,“los docentes” —como “los alumnos”— y “la formación docente” son
abstracciones que requieren afinarse en cada condición concreta, lo que supone el desafío
de construir “certezas situadas”.
Las razones y condiciones de la formación docente dependen del papel que, en cada
caso, se asigne a la educación y al sistema escolar. La definición del modelo educativo, a su
vez, está en relación con el tipo de sociedad al que se aspira. La pregunta sobre el sentido
de la educación, precisamente en un mundo globalizado, dominado por un “pensamiento
único” (Ramonet, 1998) que, en el campo educativo, se expresa hoy en la retórica del
capital humano,2 no sólo no ha perdido relevancia sino que es un terreno a debatir y
disputar, tanto desde la política y la economía como desde la educación y la cultura.

Nuevo papel docente y nuevo modelo de formación docente

La necesidad de un nuevo papel docente ocupa un lugar destacado en la retórica


educativa actual, sobre todo ante el nuevo milenio y la construcción de una nueva
educación. El perfil y el papel prefigurado de este “nuevo docente” han terminado por
configurar un largo listado de “competencias deseadas”, en el que confluyen hoy,
contradictoriamente, postulados inspirados en la teoría del capital humano y los enfoques
eficientistas de la educación, así como postulados largamente acuñados por las corrientes
progresistas, la pedagogía crítica y los movimientos de renovación educativa, que hoy han
pasado a formar parte de la retórica de la reforma educativa mundial.
Así, el “docente deseado” o el “docente eficaz” es caracterizado como un sujeto
polivalente, profesional competente, agente de cambio, practicante reflexivo, profesor
investigador, intelectual crítico e intelectual transformador que (Barth, 1990; Delors y
otros, 1996; Hargreaves, 1994; Gimeno, 1992; Jung, 1994; OCDE, 1991; Schon, 1992;
UNESCO, 1990, 1998):

 domina los saberes —contenidos y pedagogías— propios de su ámbito de


enseñanza; provoca y facilita aprendizajes, al asumir su misión no en
términos de enseñar sino de lograr que los alumnos aprendan; interpreta y
aplica un currículum, y tiene capacidad para recrearlo y construirlo a fin de
responder a las especificidades locales;
 ejerce su criterio profesional para discernir y seleccionar los contenidos y

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 128


pedagogías más adecuados a cada contexto y a cada grupo;
 comprende la cultura y la realidad locales, y desarrolla una educación
bilingüe e intercultural en contextos bi y plurilingües;
 desarrolla una pedagogía activa, basada en el diálogo, la vinculación teoría-
práctica, la interdisciplinariedad, la diversidad, el trabajo en equipo;
 participa, junto con sus colegas, en la elaboración de un proyecto educativo
para su establecimiento escolar, contribuyendo a perfilar una visión y una
misión institucional, y a crear un clima de cooperación y una cultura
democrática en la escuela;
 trabaja y aprende en equipo, transitando de la formación individual y fuera
de la escuela a la formación del equipo escolar y en la propia escuela;
 investiga, como modo y actitud permanente de aprendizaje, a fin de buscar,
seleccionar y proveerse autónomamente la información requerida para su
desempeño como docente;
 toma iniciativas en la puesta en marcha y desarrollo de ideas y proyectos
innovadores, capaces de ser sostenidos, irradiarse e institucionalizarse;
 reflexiona críticamente sobre su papel y su práctica pedagógica, la
sistematiza y comparte en espacios de interaprendizaje; o asume un
compromiso ético de coherencia entre lo que predica y lo que hace,
buscando ser ejemplo para los alumnos en todos los órdenes;
 detecta oportunamente problemas (sociales, afectivos, de salud, de
aprendizaje) entre sus alumnos, los deriva a quien corresponde o busca las
soluciones en cada caso;
 desarrolla y ayuda a sus alumnos a desarrollar los conocimientos, valores y
habilidades necesarios para aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a
vivir juntos, y aprender a ser;
 desarrolla y ayuda a sus alumnos a desarrollar cualidades consideradas
indispensables para el futuro tales como creatividad, receptividad al cambio
y la innovación, versatilidad en el conocimiento, anticipación y
adaptabilidad a situaciones cambiantes, capacidad de discernimiento, actitud
crítica, identificación y solución de problemas;
 impulsa actividades educativas más allá de la institución escolar,
incorporando a los que no están, recuperando a los que se han ido, y
atendiendo a necesidades de los padres de familia y la comunidad como un
todo;
 se acepta como “aprendiz permanente” y se transforma en “líder del
aprendizaje”, manteniéndose actualizado en sus disciplinas y atento a
disciplinas nuevas;
 se abre a la incorporación y al manejo de las nuevas tecnologías tanto para
fines de enseñanza en el aula y fuera de ella como para su propio aprendizaje
permanente;
 se informa regularmente gracias a los medios de comunicación y otras
fuentes de conocimiento, a fin de ayudar en la comprensión de los grandes
temas y problemas del mundo contemporáneo;
 prepara a sus alumnos para seleccionar y utilizar críticamente la información
proporcionada por los medios de comunicación de masas;
 propicia nuevas y más significativas formas de participación de los padres de

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 129


familia y la comunidad en la vida de la escuela;
 está atento y es sensible a los problemas de la comunidad, y se compromete
con el desarrollo local; responde a los deseos de los padres respecto a los
resultados educacionales, a la necesidad social de un acceso más amplio a la
educación y a las presiones en favor de una participación más democrática
en las escuelas (OCDE, 1991);
 es percibido por los alumnos a la vez como un amigo y un modelo, alguien
que les escucha y les ayuda a desarrollarse (UNESCO, 1996).

Varias preguntas surgen frente a este listado de “competencias docentes deseadas”:

1. Suponiendo que fuese factible lograr ese “docente ideal”, que desafía los propios
límites de lo humano, ¿a qué modelo educativo y de sociedad responde? ¿Son estos
valores y competencias universalmente aceptados y deseados en las distintas
sociedades y culturas? ¿Conforman todos ellos un modelo educativo coherente, o
responden a modelos diferenciados y hasta contradictorios entre sí? ¿Qué de todo
ello, por ejemplo, es compatible con un modelo escolar centralizado y qué con un
modelo descentralizado; qué con un modelo educativo orientado por el capital
humano y qué con uno orientado por el desarrollo humano?3
2. ¿Es éste el actor, y el correspondiente escenario, los que están dispuestos a construir
las voluntades nacionales e internacionales que toman hoy decisiones en materia
educativa? ¿Es éste, concretamente, el actor y el escenario que están construyendo
las actuales políticas y reformas educativas, impulsadas desde mediados de los
ochenta bajo el signo del “mejoramiento de la calidad de la educación”? ¿Existe
voluntad política para introducir los cambios, financiar los costos y desarrollar las
estrategias requeridas para lograrlo, en el tiempo que tome hacerlo?
3. ¿Qué de todo esto responde a la lógica, necesidades y posibilidades de los países
desarrollados (y cuáles de ellos marcan la pauta, en particular) y qué a la lógica,
necesidades y posibilidades de los países en desarrollo (y a su heterogeneidad)?
¿Qué de todo ello es compatible con los perfiles docentes, la estructura y la
tradición escolar, la formación profesional, la cultura política y los estilos de
liderazgo, los niveles de pobreza y segregación social, las realidades bilingües y
multilingües, los presupuestos, etc., que predominan actualmente en los países en
desarrollo?
4. ¿Cuáles de todas estas competencias son aprendibles? ¿Qué de todo ello es
enseñable, es decir, susceptible de realizarse mediante un esfuerzo intencional de
educación, formación o capacitación? Y, si es enseñable, ¿bajo qué condiciones,
con qué estrategias y pedagogías, en cada caso, si lo que está en juego es la eficacia
en los aprendizajes y su reflejo, entre otros, en la práctica docente?
5. ¿Qué de todo ello puede ser aprendido en la edad adulta (y en la formación
profesional de un docente) y qué debe (y sólo puede) ser aprendido durante la
infancia (y en el sistema escolar)? ¿Qué de todo ello puede ser aprendido en la
formación inicial y qué debe ser aprendido en la formación en servicio, en la
práctica de enseñar? ¿Qué requiere modalidades presenciales y qué puede ser
confiado a modalidades a distancia, incluido el uso de las modernas tecnologías?
6. ¿Qué de esto le corresponde a las instituciones e instancias de formación docente,
ya sea inicial o en servicio, y qué a otras instancias como la familia, el sistema

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 130


escolar, los medios de comunicación, las bibliotecas y diversas formas de
autoaprendizaje e interaprendizaje entre pares?
7. ¿Cuáles son los requerimientos organizacionales y laborales (salario, tiempo,
duración, etc.) para ejercer y desarrollar estas competencias y continuar aprendiendo
en el ejercicio de la profesión?
8. ¿Qué de todo esto podría ser reemplazado por tecnologías que no requieren la
interacción entre personas ni la presencia de un docente, en particular? ¿Cuáles de
estas competencias (y sus respectivos aprendizajes) pueden sustituirse, por ejemplo,
con el texto escolar, la grabadora, la computadora, el video, el disco compacto, la
Internet, etcétera?
9. ¿En qué medida este listado no está todavía atrapado en la lógica del modelo escolar
convencional, y reservado a lo sumo a su mejoría, más que a su transformación?
¿En qué medida ese “nuevo papel docente” no alcanza aún a avizorar las tremendas
carencias y las vastas posibilidades que se ciernen sobre el futuro cercano, las
complejidades de un mundo crecientemente polarizado en todos los órdenes, que
avanza simultáneamente hacia la uniformización y la diferenciación, la
globalización y el localismo exacerbado, el desarrollo ilimitado de las
comunicaciones, junto con la profundización de la fragmentación y la exclusión?

Ordenar el campo, formular preguntas y construir la problemática, en general y en


cada caso, parece esencial antes de intentar responder al para qué, qué, quiénes, cómo,
cuándo y costos de la formación docente. Hacerlo permite, entre otras cosas, mirar el
asunto desde nuevos ángulos con los cuales se pueda solucionar las viejas y nuevas
antinomias (saber general/saber pedagógico, formación inicial/en servicio, formación
individual/ en equipo, formación fuera/dentro de la escuela, etc.) en que se mueve dicho
campo, así como identificar necesidades e imaginar escenarios, antes de entrar al análisis de
costos y requerimientos presupuestarios, criterio actualmente dominante en la definición de
lo deseable y posible en materia de políticas educativas.
De hecho, este listado de “competencias docentes” tiene los mismos defectos de
otros tantos que circulan hoy en el ámbito de la educación, por lo general generados en
países desarrollados y trasladados a países en desarrollo sin la crítica y la revisión que han
tenido en los países que los originaron (ver, entre otros: Barth, 1990; Beare y Slaughter,
1993; Fullan, 1993; Hargreaves y Hopkins, 1991; Hargreaves, 1994). La crítica a la “lógica
de los listados” destaca precisamente el simplismo respecto del cambio educativo que
subyace a menudo detrás de dichos listados, su pretendida validez universal, así como el
hecho de que se limitan a describir un conjunto de características deseables pero no proveen
elementos que ayuden a definir cómo construir esas características en situaciones concretas.
En este caso, el listado por sí mismo no dice nada respecto de qué clase de formación y qué
condiciones de trabajo docente son necesarias para lograr el aprendizaje y uso efectivo de
tales competencias. La propia definición del “docente deseado” y la “escuela deseada”
continúa siendo tarea abierta y desafío de cada país y cada comunidad concreta.

1.Políticas y reformas educativas en los ‘90

Salvar la enorme brecha entre la situación deseada y el punto de partida respecto de


la cuestión docente, particularmente en los países en desarrollo, requeriría un esfuerzo
titánico, una estrategia sostenida y de largo plazo, medidas urgentes y políticas sistémicas,

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 131


todo ello en el espíritu de una revisión profunda e integral del modelo escolar y de la
situación docente en sentido amplio, y de un viraje radical en los modos de hacer política
educativa, tradicionalmente sesgada hacia la inversión en cosas (infraestructura, tecnología,
etc.) antes que en personas, las cantidades antes que las calidades, y el corto plazo por sobre
el mediano y el largo plazo.
No obstante, las políticas y medidas que se han aplicado en los últimos años ante el
“problema docente”, tanto a escala global como nacional, están lejos de responder a la
complejidad y la urgencia de la situación y, más bien, están contribuyendo a reforzar
algunas de las tendencias más negativas hacia la desprofesionalización del magisterio. El
deterioro de los salarios docentes se ha acentuado en los últimos años en el marco de las
políticas de ajuste, y los incrementos salariales no han sido, en todo caso, significativos
como para revertir dicho deterioro, hacer más atractiva la profesión, y detener el éxodo de
los mejores. La escasa o nula participación y consulta a los docentes y sus organizaciones
en torno a las políticas educativas y a la formación docente, de manera específica, ha
seguido siendo la norma en los procesos de reforma, con la previsible resistencia y hasta
rechazo activo del magisterio en muchos casos. Los procesos de descentralización no se
han acompañado de los esfuerzos expresos de formación y fortalecimiento de los equipos
escolares que serían necesarios para hacer realidad la consigna de la autonomía escolar,
más allá de la descentralización administrativa y financiera.
La introducción de las modernas tecnologías —la computadora, en particular—,
cuando se ha dado, no se ha acompañado en general de las estrategias y los recursos
indispensables para la sensibilización y formación docente en el manejo de dichas
tecnologías, lo que acrecienta de este modo la propia brecha cultural y tecnológica entre los
docentes y sus alumnos.
Dicha desprofesionalización tiene que ver no únicamente con condiciones
materiales, sino con un proceso gradual de “desposesión simbólica” (Perrenoud, 1996): los
docentes se hallan cada vez más arrinconados en el papel de meros operadores de la
enseñanza, relegados a una función cada vez más alienada y marginal, considerados un
“insumo” más de la enseñanza (Lockheed y Verspoor, 1990; Banco Mundial, 1996). Cada
vez más dependientes del libro de texto, así como del experto y el agente externo, los
docentes (y sus organizaciones) son vistos como obstáculo y como “insumo costoso”, al
tiempo que se depositan grandes esperanzas en el libro de texto y las modernas tecnologías,
la educación a distancia y las propuestas de autoaprendizaje y autoevaluación como
respuestas más “costo-efectivas” y rápidas que la inversión en formación docente, pensadas
ya no sólo como complementos sino incluso como sustitutos de la labor docente.4 De
hecho, la tendencia ya no es sólo a la desprofesionalización, sino hacia la exclusión de los
docentes (Attali, 1996; Delors y otros, 1996; Perrenoud, 1996; Coraggio y Torres, 1996;
Torres, 1996 a,b,c, 1997).
Curiosamente, el discurso acerca del nuevo papel docente parecería seguir sin
conectarse con la necesidad de un nuevo modelo de formación docente. En el marco de los
“proyectos de mejoramiento de la calidad de la educación” que actualmente se realizan con
financiamiento de la banca internacional, la formación docente continúa ocupando espacios
y presupuestos menores, volcada a la preparación de los docentes en servicio (por lo
general desconectada de la formación inicial) mediante programas cortos, instrumentales,
atados a las necesidades de ejecución de tal o cual política o reforma, con una noción de
“reciclaje” que alude fundamentalmente a la puesta al día de los docentes en los contenidos
de las asignaturas, sin rupturas esenciales con los esquemas del pasado. Asimismo, el

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 132


“énfasis en el aprendizaje” —acordado particularmente para la educación básica, a raíz de
la Conferencia Mundial sobre Educación para Todos (Jomtien, Tailandia, 1990)— ha sido
entendido exclusivamente desde el punto de vista del alumno y como “rendimiento
escolar”, con lo que se ha descuidado el aprendizaje necesario de quienes enseñan.
En general, está aún por hacerse la conexión entre el objetivo declarado del
“mejoramiento de la calidad de la educación” —consigna de la reforma educativa en la
presente década— y el mejoramiento de la calidad docente, condición necesaria de dicha
mejoría. Mientras que la brecha entre los recursos financieros disponibles y los necesarios
acapara la atención y los estudios en el ámbito internacional y nacional, y es objeto de
políticas y medidas concretas en todos los países, la brecha entre los recursos humanos
disponibles y los requeridos no ha pasado a ser tema de estudio ni de revisión de políticas o
de adopción de medidas. Es más: la recomendación a los gobiernos va en el sentido de
“ahorrar” en salarios de docentes (por ejemplo, incrementando el número de alumnos por
docente en el aula de clase) no para invertir lo ahorrado en formación docente sino en
textos escolares y otros medios de enseñanza (Banco Mundial, 1996). De hecho, en materia
de políticas dirigidas a los docentes, los gobiernos en los países en desarrollo están
frecuentemente atrapados entre dos fuerzas que tiran en sentidos opuestos: las
recomendaciones de los organismos internacionales de crédito, y los reclamos de los
sindicatos docentes.5

2. Especificidad de los “países en desarrollo”

Las políticas educativas implantadas en los países en desarrollo han estado


históricamente moldeadas por los modelos escolares, las ideas y las políticas impulsadas, en
cada momento, en los países desarrollados. La premisa subyacente ha sido la de que lo
deseable para los primeros coincide con lo ya implantado en los segundos, en el mismo eje
más/menos que los ha diferenciado como más/menos desarrollados, asumiéndose así el
problema y la solución como un avance lineal hacia la situación ya lograda o deseada por
los que “están más adelante”. Los organismos internacionales han tenido un papel clave
como mediadores en dicha transportación de ideas y modelos hacia los países receptores,
los cuales, a su vez, han tendido a incorporarlos de manera acrítica. El tradicional “retraso”
en la llegada de esas ideas y modelos se ha reducido notablemente en los últimos años,
dado el acelerado avance de las comunicaciones y el papel cada vez más (pro)activo de las
agencias internacionales, particularmente los bancos, en la definición y financiamiento de
las políticas educativas en los países en desarrollo a nivel mundial. La influencia de Estados
Unidos y de su mentalidad en materia educativa se ha extendido y aparece hoy como
hegemónico no sólo en América Latina, sino también en África y Asia, sobre todo mediante
la influencia también global y hegemónica del Banco Mundial.
El “docente real” que está enseñando en las aulas de los países en desarrollo —
producto histórico de decisiones y políticas concretas— está muy lejos del listado del
“docente deseado”. El perfil mayoritario del docente de educación básica es un sujeto pobre
(y mujer, y ama de casa, en el caso de América Latina y el Caribe), con bajas expectativas
profesionales, deficiente educación general que a menudo no incluye siquiera la enseñanza
secundaria completa, producto él o ella misma de la escuela de mala calidad que se
pretende transformar con su ayuda, con una deficiente (o inexistente) formación para la
docencia. Informes disponibles revelan vacíos importantes en la educación básica de los
propios docentes (lo que se extiende al personal directivo y de supervisión), incluyendo

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 133


problemas de comprensión lectora, falta de hábitos de lectura y limitado contacto con los
libros, la tecnología o la producción científica. Todo ello ha redundado en una formación
docente, inicial y de servicio, que termina cumpliendo fundamentalmente una función
compensatoria y remedial. Paralelamente, se han aflojado los estándares para el
reclutamiento docente tanto en los centros de formación como en el aparato escolar, que en
muchos países ha abierto de par en par las puertas al ingreso de educadores legos.6 Los
salarios, en la mayoría de países, han llegado a ser equiparables a los de un trabajador
manual sin calificación, mal valorado y mal remunerado. En este contexto, el acceso a
mayores niveles de conocimiento y calificación a menudo resulta en un salvoconducto
hacia mejores alternativas de trabajo y en un continuo recomenzar de los programas de
formación docente.
La realidad de los sistemas escolares y las condiciones de enseñanza y aprendizaje
en la mayoría de los países en desarrollo son precarias y hasta dramáticas, muy lejanas de
los entornos descritos para las “escuelas efectivas” en los países de la ocde. Un estudio
encargado por UNESCO y UNICEF en 1994 sobre las condiciones de la enseñanza
primaria en 14 países en desarrollo revelaba, entre otros: alta inestabilidad del personal
docente; países en los que 60% de los docentes sólo ha completado la escuela primaria y
20% a 30% no tiene formación para la docencia; la mayoría enseña entre 5 y 6 horas por
día, a menudo en dos y tres turnos; aulas que ni siquiera tienen una pizarra, una mesa y una
silla para el docente; el tamaño promedio de la clase en el primer grado va de 25 a 112
alumnos (Schleicher y otros, 1995).
De hecho, el listado de “competencias docentes”, de por sí amplio, viene a agregarse
a un listado también grande de tareas asistenciales que hoy en día son parte de la función de
casi cualquier docente en el sector público, resultado de la creciente presión puesta sobre la
institución escolar para hacerse cargo de los problemas vinculados a la pobreza, la crisis de
la familia, el desempleo. En países y sectores pobres, la escuela ha pasado a ser comedor
escolar y hasta comunitario, guardería para los hermanos más pequeños, espacio de
contención y socialización juvenil, dispensario médico, centro de acopio y abasto,
consultorio familiar, espacio de dinamización cultural, generadora de proyectos
productivos, además de sus funciones ya tradicionales como articuladora de políticas,
servicios y demandas de los diversos sectores y actores sociales.
Estas son, entonces, las condiciones concretas desde las cuales los países en
desarrollo deben encarar la transformación educativa, la definición de ese nuevo papel
docente y de las estrategias para lograrlo.

3. Los múltiples escenarios del aprendizaje docente

Los saberes y competencias que llega a adquirir un docente (y los incluidos en este
listado, concretamente) los aprende a lo largo de toda la vida: en la familia, en el sistema
escolar, en su formación específica como docente, y mediante la propia práctica de
enseñar.Desde esta perspectiva, resultan evidentes las limitaciones de un esquema (incluido
el “nuevo esquema” propuesto por las actuales reformas) que continúa encajonando al
aprendizaje docente en la formación docente, separando formación inicial y en servicio, y
desligando ambas de la biografía escolar de cada docente, es decir, del sistema escolar y su
indispensable reforma. Admitir la multiplicidad y la complejidad de competencias
requeridas por el buen docente (el docente capaz de asegurar una educación de calidad), el
enorme rezago de su formación y la acelerada producción de nuevo conocimiento y el

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 134


avance de las tecnologías, supone admitir la necesidad del aprendizaje permanente —
concepto más amplio e incluyente que el de educación permanente— como una realidad y
una condición esencial de la docencia.
Adoptar la perspectiva del aprendizaje permanente implica:

a. Reconocer la centralidad del aprendizaje docente: la posibilidad de una renovación


escolar profunda, centrada en los aprendizajes, pasa en primer lugar por docentes
que sean “líderes del aprendizaje” —el director como el principal líder— y la
escuela una institución que aprende (Barth, 1990). Antes que preguntarse cómo
lograr que los docentes enseñen mejor, es preciso preguntarse cómo facilitar y
asegurar que los docentes aprendan (Alliaud, 1998).
Es necesario recuperar, no sólo para los alumnos sino para los docentes, la
centralidad del aprendizaje, superando y ayudando a los docentes a superar las
percepciones tradicionales respecto de la enseñanza y el aprendizaje como
funciones fijas, encarnadas en sujetos y funciones diferenciadas.
La propia formación docente debe contemplarse desde el punto de vista del
aprendizaje y de quienes aprenden, antes que desde la enseñanza y desde la oferta
(como lo revela la propia terminología: formación, capacitación, entrenamiento,
reciclaje, etc.). Es necesario asimismo problematizar la esperada relación directa
entre formación docente y rendimiento escolar, en la que se fundamentan hoy las
propuestas de incrementos salariales y estímulos a los docentes, basada en una
incomprensión del aprendizaje en general, y de los vínculos entre aprendizaje
docente y aprendizaje de los alumnos en particular.7
Un necesario desafío de investigación que se abre en este terreno es precisamente
aproximarse a una mejor comprensión de las motivaciones y la naturaleza del saber
y los aprendizajes docentes, caja negra que apenas empieza a abrirse a la
exploración y la investigación científica y que promete contribuir a repensar los
esquemas tradicionales de formación docente y a ubicarla dentro del marco de una
pedagogía de adultos que supere los límites estrechos con que se ha movido
tradicionalmente este campo.
b. Partir de la biografía escolar del docente y asumir la reforma del sistema escolar
como parte de la estrategia de formación docente: al asumirse que la formación
docente arranca con la “formación inicial”, se ha desconocido la importancia de la
biografía escolar del futuro docente, no sólo respecto a los contenidos curriculares
sino al aprendizaje sobre la enseñanza y sobre el aprendizaje que tiene lugar en el
aparato escolar, como parte del “currículum oculto”. En el ex escolar que es cada
docente parecerían estar claves mucho más importantes y determinantes sobre las
prácticas educativas y los estilos de enseñanza que en la formación profesional,
inicial o en servicio. Dicha formación, en todo caso, pasa a tener una función
eminentemente reproductora o “correctora” de esa matriz básica en la que se
configuran creencias, saberes, y sentidos comunes respecto de lo que es enseñar y
aprender.
Transformar el sistema escolar es entonces condición de la propia reforma de la
formación docente y de la calidad docente, en cuanto: a) la deficiente educación
general (incluidas competencias lingüísticas básicas, la capacidad para investigar y
aprender a aprender, así como el manejo de teclado y la computadora, una
necesidad básica de aprendizaje en el mundo moderno) con que llegan los futuros

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 135


docentes a su formación profesional (o con que se inician en la enseñanza, quienes
no acceden a dicha formación), convirtiendo a ésta en una educación compensatoria
y remedial; b) la internalización de un modelo curricular y pedagógico obsoleto, que
deja huellas difíciles de borrar en el futuro docente, y que es el referente en el que se
configura el sentido común y la valoración de lo educativo por parte de los padres
de familia y la sociedad en general; c) el menor costo y mayor beneficio que implica
reformar el sistema escolar (afectando al alumnado en general, y a los futuros
docentes en particular) antes que invertir posteriormente en una formación docente
dedicada a compensar los déficits de una mala enseñanza primaria y secundaria;8 y
d) aprender a enseñar debería ser parte del currículum escolar, considerando el valor
formativo y reflexivo de la enseñanza, el papel de educador(a) que toda persona
asume en sus relaciones familiares y sociales, y la ampliación prevista de esta
función en la sociedad del futuro.
c. Asumir las múltiples identidades de los docentes: los docentes no sólo son docentes:
son hombres y mujeres, hijos, padres y madres de familia, ex alumnos, trabajadores,
agentes comunitarios, vecinos, consumidores, televidentes, ciudadanos. Asumir las
múltiples identidades de los docentes implica asumir los múltiples papeles que estos
juegan en la sociedad y los múltiples escenarios en los que desarrollan su vida y sus
aprendizajes. La “formación docente” ha tendido a fijar al docente en un único
papel —el papel docente— y en un único escenario —la institución escolar—,
limitando incluso las posibles variantes en torno a estos dos ejes (formación dentro
o fuera de la escuela, pero siempre dentro del sistema escolar; formación individual
o en equipo, pero siempre entre docentes; etc.). No obstante, hay aprendizajes
relevantes en la función docente que los docentes hacen y pueden hacer mejor desde
sus otros escenarios e identidades: lo que la maestra encuentra difícil aceptar como
maestra, puede comprenderlo más fácil como madre de familia; el poder formativo
y persuasivo de los hijos sobre los adultos es muy superior al de cualquier otra
persona; la película o el programa de radio o televisión puede hacer (o deshacer)
más eficazmente lo intentado con la conferencia o el seminario; la biblioteca
comunitaria o pública es a menudo más atractiva y mejor dotada que la biblioteca de
la escuela; el programa que integra a docentes y padres de familia, o a docentes y
alumnos, o a docentes y personal administrativo, etc., puede permitir avances y
rupturas que no logrará el intercambio o aprendizaje “entre pares”.

4. Un nuevo modelo de formación para un nuevo docente

Las instituciones y programas de formación docente han sido la mejor “escuela


demostrativa” de la escuela transmisiva, autoritaria, burocrática, que desdeña el
aprendizaje. Construir una escuela diferente implica, por eso, un compromiso prioritario
con la transformación del modelo tradicional de formación docente. Como mínimo, dicho
compromiso es uno de coherencia: no es posible continuar pidiendo a los docentes que
realicen en sus aulas lo que no ven aplicado en su propia formación. Tanto en el nivel de
contenidos como de enfoques, métodos, valores y actitudes, debe existir coherencia entre lo
que los educadores aprenden (y cómo lo aprenden) y lo que se les pide que enseñen (y
cómo enseñen) en las aulas.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 136


 Los docentes como sujetos, no como beneficiarios. El diseño de políticas, planes y
programas de formación docente requiere la participación activa de los docentes y
sus organizaciones, no únicamente como destinatarios sino como sujetos que
aportan saber y experiencias esenciales para el diagnóstico, la propuesta y la
ejecución, y como sujetos que tienen la oportunidad de aprender y avanzar ellos
mismos en ese proceso.
 Visión estratégica y estrategia de largo plazo. Formar recursos humanos es
inversión y tarea de largo plazo, que exige esfuerzos sistemáticos y sostenidos. Esto
implica una visión estratégica que supere la mentalidad cuantitativista (número de
cursos, horas, créditos, etc.) y de corto plazo (modernamente encarnada en la cultura
del proyecto), dentro de la cual la propia formación docente pase a ser pensada
como una estrategia. Si se piensa la formación docente como un itinerario (sistema
escolar, formación inicial y en servicio, práctica docente, autoformación, medios de
comunicación, etc.), se desdibujan las opciones binarias (formación inicial/en
servicio, conocimiento general/especializado, saber la materia/saber enseñar,
teoría/práctica, contenidos/métodos, modalidades presenciales/modalidades a
distancia, etc.) y emergen en su lugar dilemas en torno a la definición de
prioridades, las combinaciones más adecuadas y las secuencias en el tiempo.
 Articular formación inicial y en servicio. Se ha dicho repetidamente que formación
inicial y en servicio deben ser vistas como parte de un mismo proceso, superando la
tradicional separación (e incluso moderna disyuntiva) entre una y otra. Dicha
separación ha tendido a acentuarse en los últimos años: la formación inicial,
cuestionada y virtualmente desahuciada, y la formación en servicio reivindicada
como más “costo-efectiva”, espacio apto para la introducción de innovaciones, más
acorde con la dinámica planteada por la descentralización y por las modernas
reformas. Afortunadamente este nuevo sesgo, ahora inclinado hacia la formación en
servicio, ha empezado a revisarse, incluso por las propias agencias de
financiamiento.
 Recuperar la práctica como espacio privilegiado de formación y reflexión. La
práctica pedagógica es el espacio más importante, permanente y efectivo de
formación docente, como lo advierten los propios docentes. Reflexionar sobre lo
que se hace, para comprender y aprender de lo que se hace, es la clave del
“profesional reflexivo” (Schon, 1992). Reflexionar sobre los propios modos de
aprender y enseñar es un elemento clave del “aprender a aprender” y del “aprender a
enseñar”. La reflexión y la sistematización crítica y colectiva sobre la práctica
pedagógica están siendo crecientemente incorporadas en experiencias innovadoras
localizadas e incluso en programas masivos, nacionales, de formación docente en
muchos países, pero falta aún asegurar las condiciones y afinar los mecanismos para
que dicha reflexión sea tal y produzca nuevo conocimiento. En esto, las
universidades y los intelectuales pueden hacer una contribución importante, al verse
a sí mismos, a su vez, como “facilitadores” del aprendizaje docente sobre su propia
práctica y no solamente como instructores. Se plantea asimismo la necesidad de una
posición crítica frente a la noción y el ejercicio de la práctica dentro del currículum
de formación inicial, la cual tiende a ser asumida acríticamente por los alumnos-
docentes y su profesor-tutor (Pérez Gómez, 1996).
 Ubicar (y remover) los puntos de partida. Resolver la tensión y recorrer el tramo
entre el punto de llegada (perspectiva desde la cual tiende a ubicarse el que enseña)

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 137


y el punto de partida (perspectiva en la cual se ubica el que aprende), y definir las
estrategias necesarias para recorrerle, requiere la participación activa tanto de quien
aprende como de quien enseña. El aprendizaje sólo puede partir de las motivaciones
y saberes de quienes aprenden, tanto si son niños como si son adultos. Ubicar dichos
puntos de partida (el “diagnóstico”) no significa hacer únicamente el listado de los
“déficits” (lo que falta por saber, ser o tener), sino también de las fortalezas y las
posibilidades (lo que ya se sabe, se es o se tiene), que es precisamente de donde
arranca la posibilidad del aprendizaje. Obviamente, objetivo de la propia formación
es trabajar con los docentes en una mejor comprensión de sus necesidades de
aprendizaje, en la perspectiva de avanzar hacia ese papel docente más profesional y
autónomo al que se aspira.
Es indispensable “remover la tierra para sembrar la semilla”, es decir, identificar y
analizar expresamente, junto con los docentes, los saberes implícitos y las creencias
que forman parte de ese sentido común sobre lo educativo que sirve de cimiento a la
vieja escuela que cada uno de nosotros lleva dentro. Diversos estudios han
empezado a mostrar (e intentan explicar) la ineficacia del iluminismo, el
enciclopedismo y los sesgos teóricos en la formación docente, las jergas y el
nominalismo en que se ocultan las incomprensiones y ausencias de sentido, la
escasa incidencia práctica de dicha formación, la convivencia estrecha y sin
aparentes contradicciones entre el discurso innovador y la práctica pedagógica
atrasada, etcétera.
 Un sistema unificado, pero diversificado, de formación docente. Más que uniformar
u optar entre disyuntivas, es preciso diversificar la formación docente —oferentes,
modalidades, contenidos, pedagogías, tecnologías— para responder a los perfiles y
posibilidades de cada contexto, buscando al mismo tiempo la unidad y coherencia
de la formación docente como un sistema. En esto el Estado tiene un papel
fundamental, sobre todo frente a los esquemas descentralizados de formación
docente que han empezado a institucionalizarse en varios países, en los que han
empezado a colaborar universidades, centros de investigación, organismos no
gubernamentales, empresa privada, organizaciones docentes, etc., haciendo
indispensables la coordinación y la evaluación, así como la fijación de estándares de
calidad y equivalencia.

Los mejores científicos, intelectuales, artistas, escritores, artesanos, deberían ser


convidados a unirse al esfuerzo colectivo de preparar a los docentes, no únicamente en los
espacios “propios” de la docencia —instituciones de formación, escuelas—, sino en esos
otros entornos a los que los docentes rara vez tienen acceso: laboratorios, bibliotecas,
museos, galerías de arte, talleres de expresión artística, etc. Las propias organizaciones
docentes están llamadas, obviamente, a contribuir en el delineamiento y puesta en marcha
de políticas, estrategias y programas renovados de formación.
Es indispensable diversificar los escenarios, contenidos y modalidades de formación
docente. El Informe Delors (1996) incluye al respecto numerosas sugerencias, muchas de
ellas aparentemente sencillas y hasta obvias, pero altamente innovadoras en un campo que,
como el de la formación docente, se ha mantenido cerrado sobre sí mismo y tiene una vieja
deuda de renovación y experimentación curricular y pedagógica. El Informe propone, entre
otras cosas, alternar la formación dentro y fuera del sistema escolar con periodos de
descanso; reunir a los —docentes con profesionales de otros campos, a los nuevos docentes

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 138


con docentes experimentados y con investigadores que trabajan en sus campos respectivos;
movilidad entre la profesión docente y otras profesiones por periodos limitados; alternancia
entre estudio y trabajo, incluido el trabajo en el sector económico a fin de acercar entre sí
saber y técnica, etcétera.
No existe el método o la modalidad más apropiada para todos, para todo y en
general; cada uno tiene sus fortalezas y debilidades. Las modalidades a distancia —hoy
promovidas, argumentándose que serían más “costo-efectivas” que las modalidades
presenciales— pueden ser recomendables en determinadas condiciones y para
determinados objetivos; por lo demás, la buena educación a distancia es la que combina
autoinstrucción con componentes presenciales e interacción grupal, volviendo de este modo
borrosa la distinción, y planteando, por último, la necesidad de estrategias integradas.9 Las
diversas opciones se han multiplicado considerablemente en los últimos años, ampliando el
enfoque tradicional centrado en el hecho, la transmisión oral y el libro (clase, curso,
seminario, taller), con pasantías, grupos de reflexión y análisis de la práctica pedagógica,
observación de clases, creación de centros demostrativos en torno a “buenas prácticas”,
registro escrito e intercambio de experiencias, historias de vida, uso de la caricatura, el
video, el socio y el psicodrama, etc. Desde la formación ha empezado asimismo a romperse
con el tradicional aislamiento de la tarea docente, favoreciéndose el encuentro, el
intercambio y el aprendizaje entre pares. Todo ello ha contribuido a resquebrajar el
tradicional formalismo e intelectualismo de la formación y la cultura docentes,
introduciéndose aspectos afectivos y emocionales y no solamente cognitivos, así como el
juego, la diversión, el movimiento, el manejo del cuerpo, etcétera.
“Formación” más que “entrenamiento”. El minimalismo y el instrumentalismo de
muchos programas dirigidos a docentes, en el ámbito inicial o en servicio, suelen
justificarse aduciendo las limitaciones de una demanda (la de los propios docentes) más
interesada en “recetas” y orientaciones prácticas que en explicaciones y argumentaciones
teóricas, así como por la premura de los tiempos políticos, las limitaciones presupuestarias
o las de los “formadores de formadores”. No obstante, si bien es fundamental partir de las
necesidades reconocidas como tales por los docentes, el desafío es una formación integral,
no limitada a la transferencia de contenidos, métodos y técnicas, sino orientada
fundamentalmente a lograr lo que se pide a los propios docentes obtener con sus alumnos:
aprender a pensar, a reflexionar críticamente, a identificar y resolver problemas, a
investigar, a aprender, a enseñar. De hecho, éste es el sentido de términos como educación
o formación, como diferentes a capacitación o entrenamiento.

5. No basta con formación docente

Si tal “docente ideal” existiese y pudiese efectivamente desplegar esos atributos en


su práctica profesional, estaríamos frente a un sujeto diferente, con una biografía escolar y
profesional diferente, trabajando en condiciones y en una institución escolar diferentes,
gozando de estima social y percibiendo una remuneración acorde con la labor de un
trabajador intelectual a quien se encarga una tarea de gran complejidad y responsabilidad
social, salario y condiciones que le permiten hacer de la docencia una tarea de tiempo
completo, disfrutar de ella y dar todo de sí, dentro y fuera de las aulas, asumiendo su propio
aprendizaje permanente como dimensión inherente a su tarea, y contando con la posibilidad
de acceder a los libros, los medios de comunicación, las modernas tecnologías, etcétera.
Dentro del esquema general de fragmentación de la política educativa, persiste la

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 139


tendencia a aislar la formación de otras áreas críticas del desempeño docente tales como los
salarios y, en general, las condiciones de trabajo. Mientras la señal que se siga dando sea la
de que ser docente es un oficio de pobres, mal valorado y mal pagado, sencillo y requerido
de habilidades mínimas, limitadas a seleccionar de un repertorio de técnicas y a seguir
instrucciones, no será posible remontar la tarea docente y, por ende, la escuela. Mientras la
docencia siga siendo percibida como una opción transitoria y de segunda, la formación
docente continuará siendo una extensión (y duplicación) de la mala escuela, una inversión
inútil y una tarea de nunca acabar, dado el éxodo importante y la rotación que caracterizan
hoy a la docencia en muchos países.
Los esquemas horizontales de cooperación entre docentes y escuelas, las ideas de
desarrollo profesional en equipo y basado en la escuela, han entrado con fuerza en los
últimos años en los países en desarrollo, permeando tanto a organismos gubernamentales
como no gubernamentales. No obstante, su ejecución en condiciones reales tropieza a
menudo con serios problemas en cuanto algunas condiciones esenciales permanecen
inalteradas. Intentos por llevar la formación a la escuela (en lugar de sacar a los docentes
individuales a centros y encuentros de capacitación) chocan no sólo con problemas de
infraestructura y distancia, sino con el problema salarial mismo, pues este mecanismo
elimina el viático, un importante ingreso complementario para muchos docentes y
directivos escolares. Las propias nociones de “equipo escolar” o “trabajo colectivo” no
pueden a menudo materializarse dada la persistencia de esquemas verticales en el interior
de la escuela y del sistema escolar, así como del multiempleo y la alta inestabilidad docente
que provocan las condiciones salariales y laborales prevalecientes.10 Asimismo, en ausencia
de toda tradición y de competencias básicas para la tarea, la elaboración de los proyectos
educativos institucionales —hoy generalizados en las reformas escolares— pasa a
encargarse a equipos externos, desvirtuándose así el propio sentido y objetivo de éstos.
En suma, la formación docente no puede encararse de manera aislada, sino como
parte de un paquete de medidas dirigidas a revitalizar la profesión docente y en el marco de
cambios sustantivos en la organización y la cultura escolar en sentido amplio. La ausencia
de una visión sistémica de la política y el cambio educativos continúa y continuará, como
en el pasado, reduciendo la posibilidad de hacer efectivos incluso esos pequeños cambios
parciales que pretenden instaurarse.

Notas

1 El término “formación” y, en general, las denominaciones en torno a la preparación de los


docentes, se usan de manera muy distinta en los países de habla hispana. Hay una
diferenciación de términos, precisamente entre otras cosas para aludir a puntos de partida y
necesidades muy diversas de formación. Así, por ejemplo, en México (De Ibarrola y Silva,
1997) se provee capacitación a aquellos que no tienen ninguna preparación profesional;
nivelación a los docentes que trabajan y necesitan adquirir acreditación oficial;
actualización es lo que provee el gobierno central a los docentes en servicio para
mantenerse al día con los conocimientos curriculares; la superación profesional se refiere a
estudios de posgrado.
2 Usamos aquí “retórica” en el sentido que lo usa L. Ratinoff, a saber, macrovisiones de la
educación con las que “cada época ha justificado la necesidad de destinar tiempo y recursos
a la educación, desde perspectivas que reflejan las preocupaciones y propósitos centrales
del momento” (Ratinoff, 1994, p. 22). Las retóricas tendrían tres funciones principales:

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 140


coordinar, contribuyendo a unir intereses diversos por medio de valores y propósitos
compartidos; movilizar, facilitando la incorporación de nuevos grupos mediante fines y
justificaciones especiales, y legitimar, proveyendo una imagen de criterios de corrección
aceptable para el resto de la comunidad. El autor distingue, durante el siglo XX, cuatro
retóricas educativas: la del nacionalismo educativo, la pluralista, la de la meritocracia y la
del capital humano, en un recorrido que expresaría, por un lado, el gradual desplazamiento
de los proyectos políticos desde las izquierdas hacia las derechas y, por otro, una progresiva
internacionalización de las ideas y de los intereses. El autor advierte que “las sucesivas
macrovisiones de la educación que se han formulado durante este siglo seleccionaron y
pesaron las variables de una manera selectiva, destacaron aquellas aplicaciones que eran
consistentes con los objetivos profesados e ignoraron las informaciones y los criterios que
socavaban la validez de los supuestos utilizados”, por lo que “es inadecuado tratar de
evaluar las retóricas en función de normas de demostración científica; su debilidad analítica
y factual es obvia y la precaria consistencia de sus proposiciones y supuestos es
marcadamente simplista. La principal virtud que tienen estos argumentos públicos es su
capacidad para aglutinar voluntades y para proporcionar conceptos de orden que facilitan
organizar los factores. Además, sería imposible demostrar que los cambios que indican sean
las soluciones más convenientes” (Ratinoff, 1994, p. 23).
3 El desarrollo humano es definido como “el proceso de ampliación del rango de elecciones
de la gente, aumentando sus oportunidades de educación, atención médica, ingreso y
empleo, y cubriendo el espectro completo de las elecciones humanas, desde un
medioambiente físico saludable hasta las libertades económicas y humanas” (PNUD, 1990).
4 Varias voces de alerta han empezado a escucharse en este sentido en el ámbito mundial.
El Informe de la Comisión Delors recomienda expresamente “privilegiar en todos los casos
la relación entre docente y alumno, dado que las técnicas más avanzadas sólo pueden servir
de apoyo a esa relación (transmisión, diálogo y confrontación) entre enseñante y enseñado”
(Delors y otros, 1996, p. 36). Asimismo, el Informe del Comité de Seguimiento de la
Educación para Todos advertía que “[…] al tiempo que debemos usar mejor y más
ampliamente la tecnología y los medios de comunicación, éstos sólo pueden complementar
pero nunca reemplazar el papel esencial del educador como organizador del proceso
instruccional y como guía y ejemplo para los jóvenes” (UNESCO-EFA, Forum, 1996) (T.
de la A.)
5 Decía al respecto en 1995 una ministra de Educación africana: “De modo general,
nuestros gobiernos están sujetos a dos presiones opuestas entre las cuales estamos
bombardeados constantemente. De un lado, somos los mayores empleadores de servidores
públicos, estamos entre los que más gastan, y no producimos renta. Consecuentemente,
estamos en la línea de fuego del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, y
constantemente sometidos a medidas de austeridad por parte del Ministerio de Finanzas.
Del otro lado, el magisterio como un todo, teniendo —como tiene— suficientes razones
para estar insatisfecho, cierra filas contra las autoridades en defensa de sus intereses. Y es
el personal del Ministerio el que tiene que negociar con los representantes y hacer lo
posible para prevenir el conflicto social. Entre las medidas que se toman ‘arriba’ para
achicar el servicio público, reducir el pago de salarios y redistribuir el personal, y las
demandas provenientes de ‘abajo’ que presionan por incrementos salariales, mejores
condiciones de trabajo y perspectivas profesionales, nuestro margen de negociación es
sumamente estrecho” (fragmento de un discurso pronunciado por Diallo Hadja Aïcha Bah,
ministra de Educación de Guinea, 23 de junio de 1995, en DAE, 1995, p. 6) (T. de la A.).

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 141


6 En América Latina, según datos de UNESCO-OREALC (1992), 20% de los maestros de
educación básica son legos, la mayoría de ellos concentrados en las zonas rurales.
7 De hecho, como lo revelan diversos estudios, las actitudes y expectativas de los docentes
(no necesariamente atribuibles a procesos de formación) pueden resultar más determinantes
sobre el desempeño tanto del docente como del alumno, que el dominio de los contenidos o
las didácticas.
8 El Banco Mundial (1996) ha estimado que es entre 7 y 25 veces más barato invertir en
reformar la educación secundaria que en intentar suplir sus déficits desde la formación
profesional.
9 Estudios comparativos de diversas modalidades de formación docente —inicial y en
servicio (presencial) y en servicio (a distancia)— realizadas en la década de los ‘80 en
África (Tanzania) y Asia (Sri Lanka e lndonesia), sugerían que las modalidades a distancia
pueden tener ventajas comparativas en “asuntos que se basan en información y en
transmisión verbal”, pero no en conocimientos vinculados a las matemáticas, las ciencias o
el desarrollo de aptitudes para el trabajo en grupo (Tatto et. al., 1991; Nieisen et. al., 1991,
p. 4).
10 En el estado de Sao Paulo, Brasil, dentro del Proyecto de Educación Continua del
Profesorado, iniciado en 1996, se establecieron las llamadas Horas de Trabajo Pedagógico
Colectivo —HTPC— en cada establecimiento escolar, pero, según se reporta, los
profesores no tienen condiciones reales para reunirse durante sus horas de trabajo, dado que
la mayoría rota entre diversas escuelas y son profesores por contrato (Acao Educativa-
PUCI, 1996). El mismo problema se reporta en el caso de Chile, durante el primer año de la
aplicación de la jornada escolar extendida, pues los profesores no coinciden en los mismos
horarios (Milesi y Jara, 1998).

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 142


Lectura Nº 7
Castells, Manuel, “El espacio de flujos”, en: El surgimiento de la sociedad
de redes, Madrid, Alianza, 1997.
Introducción

Espacio y tiempo son las dimensiones materiales fundamentales de la vida humana.


Los físicos han mostrado la complejidad de estas nociones, más allá de la falacia que
supone su simplicidad intuitiva. Los escolares saben que el espacio y el tiempo se
relacionan. Y una teoría muy extendida, la última moda en física, adelanta la hipótesis de
un hiperespacio que articula diez dimensiones, incluido el tiempo. Por supuesto, en mi
análisis no hay lugar para tal discusión, puesto que sólo le concierne el significado social de
espacio y tiempo. Pero la referencia a esa complejidad va más allá de la pedantería retórica:
nos invita a considerar las formas sociales del tiempo y el espacio, que no son reducibles a
las que han sido nuestras percepciones hasta la fecha, basadas en estructuras sociotécnicas
que ha invalidado la experiencia histórica.
Puesto que espacio y tiempo están entrelazados en la naturaleza y la sociedad,
también lo estarán en mi análisis, aunque, en aras de la claridad, me centraré primero en el
espacio, en este capítulo, y luego en el tiempo, en el siguiente. El orden de la secuencia no
es aleatorio: a diferencia de la mayoría de las teorías sociales clásicas, que asumen el
dominio del tiempo sobre el espacio, propongo la hipótesis de que el espacio organiza al
tiempo en la sociedad red. Confío en que esta afirmación tendrá más sentido al final del
recorrido intelectual que propongo al lector en estos dos capítulos.
Tanto el espacio como el tiempo han sido transformados bajo el efecto combinado
del paradigma de la tecnología de la información y de las formas y procesos sociales
inducidos por el proceso actual de cambio histórico, como se ha presentado en este libro.
Sin embargo, el perfil real de esa transformación se aleja mucho de las extrapolaciones de
sentido común del determinismo tecnológico. Por ejemplo, parece obvio que las
telecomunicaciones avanzadas harían ubicuo el emplazamiento de las oficinas, con lo que
se permitiría que las sedes centrales de las grandes compañías abandonaran los distritos
comerciales céntricos, caros, congestionados y desagradables, para situarse en lugares
bonitos de todo el mundo.
No obstante, el análisis empírico de Mitchell Moss sobre el impacto de las
telecomunicaciones en el mundo empresarial de Manhattan en la década de 1980, descubrió
que estos nuevos y avanzados medios de telecomunicación se encontraban entre los
factores responsables de que hubiera aminorado la reubicación de las empresas fuera de
Nueva York, por razones que expondré más adelante. O, por utilizar otro ejemplo sobre un
ámbito social diferente, se suponía que la comunicación electrónica con base en el hogar
alentaría un descenso de las formas urbanas densas y una disminución de la interacción
social en base territorial. No obstante, el primer sistema de difusión masiva de
comunicación a través del ordenador, el Minitel francés, descrito en el capítulo anterior, se
originó en la década de 1980 en un entorno urbano intenso, cuya vitalidad e interacción
interpersonal apenas se debilitó por el nuevo medio. En efecto, los estudiantes franceses
utilizaron Minitel para organizar manifestaciones callejeras contra el gobierno. A
comienzos de los años noventa, el telecommuting, esto es, el trabajo desde casa por línea
telefónica, sólo era practicado por una pequeña fracción de la mano de obra en los Estados

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 143


Unidos (entre un 1% y un 2% en un día determinado), Europa o Japón, si exceptuamos la
vieja costumbre de los profesionales de seguir trabajando en casa o de organizar su
actividad en un espacio y tiempo flexible cuando tienen oportunidad de hacerlo.Aunque el
trabajo en casa a tiempo parcial parece estar surgiendo como un modo de actividad
profesional en el futuro, se desarrolla debido al ascenso de la empresa red y al proceso de
trabajo flexible, como se ha analizado en capítulos anteriores, y no como un resultado
directo de la tecnología disponible. Las consecuencias teóricas y prácticas de estas
precisiones son cruciales. En las páginas siguientes me ocuparé de la complejidad que
presenta la interacción de la tecnología, la sociedad y el espacio.
Para avanzar en esa dirección, examinaré los datos empíricos sobre la
transformación de los patrones de localización de las principales actividades económicas en
el nuevo sistema tecnológico, tanto para los servicios avanzados como para la fabricación.
Después trataré de analizar los escasos datos sobre la interacción entre el ascenso del hogar
electrónico y la evolución de la ciudad, y explicaré con mayor detalle la evolución reciente
de las formas urbanas en varios contextos. Luego sintetizaré las tendencias observadas bajo
una nueva lógica espacial que denomino el espacio de los flujos. Opondré a esta lógica la
organización espacial arraigada en la historia de nuestra experiencia común: el espacio de
los lugares.Y me referiré al reflejo de esta oposición dialéctica entre el espacio de los flujos
y el espacio de los lugares en los debates actuales de la arquitectura y el diseño urbano. El
objetivo de este itinerario intelectual es dibujar el perfil de un nuevo proceso espacial, el
espacio de los flujos, que se está convirtiendo en la manifestación espacial dominante del
poder y la función en nuestras sociedades.A pesar de todos mis esfuerzos para mostrar la
nueva lógica espacial empíricamente, me temo que es inevitable, hacia el final del capítulo,
enfrentar al lector con algunos fundamentos básicos de una teoría social del espacio, como
un modo de entender la transformación de la base material de nuestra experiencia. No
obstante, espero mejorar mi capacidad de comunicar una teorización abstracta de las nuevas
formas y procesos espaciales mediante un breve recorrido de los datos disponibles sobre las
recientes pautas espaciales de las funciones económicas y las prácticas sociales dominantes.

Los servicios avanzados, los flujos de información y la ciudad global

La economía informacional/global se organiza en torno a centros de mando y


control, capaces de coordinar, innovar y gestionar las actividades entrecruzadas de las redes
empresariales. Los servicios avanzados, incluidos finanzas, seguros, inmobiliaria,
consultoría, servicios legales, publicidad, diseño, mercadotecnia, relaciones públicas,
seguridad, reunión de información y gestión de los sistemas de información, pero también
el I+D y la innovación científica, se encuentran en el centro de todos los procesos
económicos, ya sea en la fabricación, agricultura, energía o servicios de diferentes clases.
Todos pueden reducirse a generación de conocimiento y flujos de información. Así pues,
los sistemas de telecomunicaciones avanzados podrían hacer posible su emplazamiento
disperso por todo el globo. No obstante, más de una década de estudios sobre el tema ha
establecido un modelo espacial diferente, caracterizado por su dispersión y concentración
simultáneas. Por una parte, los servicios avanzados han aumentado de forma considerable
su porcentaje de empleo y PNB en la mayoría de los países, y presentan el crecimiento más
elevado en empleo y las mayores tasas de inversión en las principales áreas metropolitanas
del mundo. Son omnipresentes y se ubican en toda la geografía del planeta, excepto en los
“agujeros negros” de la marginalidad. Por otra parte, ha habido una concentración espacial

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 144


de los niveles superiores de esas actividades en unos cuantos centros nodales de unos
cuantos países. Esta concentración sigue una jerarquía entre niveles de centros urbanos, que
concentra las funciones de nivel superior, tanto en lo referente a poder como en
información, en algunas de las principales áreas metropolitanas. El clásico estudio de
Saskia Sassen sobre la ciudad global ha expuesto el dominio conjunto de Nueva York,
Tokio y Londres en las finanzas internacionales y en la mayoría de los servicios de
consultoría y empresariales de ámbito internacional. Juntos, estos tres centros cubren el
espectro de las zonas horarias a efectos de la actividad financiera y funcionan en buena
medida como una unidad en el mismo sistema de transacciones interminables.
Pero hay otros centros importantes, e incluso más que ellos en algunos segmentos
específicos del comercio, como, por ejemplo, Chicago y Singapur en contratos de futuros
(de hecho, se practicaron por primera vez en Chicago en 1972). Hong Kong, Osaka,
Frankfurt, Zurich, París, Los Ángeles, San Francisco, Amsterdam y Milán son también
importantes centros, tanto en servicios financieros como empresariales de ámbito
internacional. Y diversos “centros regionales” se están uniendo a la red rápidamente, a
medida que se desarrollan “mercados emergentes” por todo el mundo: Madrid, Sao Paulo,
Buenos Aires, México, Taipei, Moscú y Budapest, entre otros.
A medida que la economía global se expande e incorpora nuevos mercados, también
organiza la producción de los servicios avanzados requeridos para gestionar las nuevas
unidades que se unen al sistema y las condiciones de sus conexiones, siempre cambiantes .
Un caso concreto que ilustra este proceso es Madrid, hasta 1986 un lugar relativamente
atrasado de la economía global. Ese año España se unió a la Comunidad Europea,
abriéndose por completo a la inversión de capital extranjero en los mercados bursátiles, en
las operaciones bancarias y en la adquisición de patrimonio empresarial, así como en
propiedades inmobiliarias. Como muestra nuestro estudio, en el periodo 1986-1990, la
inversión directa extranjera en Madrid y en su bolsa alimentó un periodo de rápido
crecimiento económico regional, junto con un auge de las propiedades inmobiliarias y una
rápida expansión del empleo en servicios empresariales. Las adquisiciones de valores por
parte de inversores extranjeros entre 1982 y 1988 saltaron de 4.494 millones de pesetas a
623.445 millones. La inversión directa extranjera ascendió de 8.000 millones de pesetas en
1985 a casi 400.000 millones en 1988. En consecuencia, la construcción de oficinas en el
centro y los inmuebles residenciales de alto nivel pasaron a finales de los años ochenta por
el mismo tipo de frenesí experimentado en Nueva York y Londres. La ciudad fue
profundamente transformada por la saturación del valioso espacio del centro y por un
proceso de suburbanización periférica que, hasta entonces, había sido un fenómeno
limitado.
En la misma línea de argumentación, el estudio de Cappelin sobre las redes de
servicios de las ciudades europeas expone la creciente interdependencia y
complementariedad de las ciudades de tamaño medio de la Unión Europea. Llega a la
conclusión de que:

“La importancia relativa de la relación ciudad-región parece disminuir con


respecto a la importancia de las relaciones que interconectan varias ciudades de
diferentes regiones y países [...]. Las nuevas actividades se concentran en polos
específicos y ello implica el incremento de disparidades entre los polos urbanos
y sus respectivos entornos”.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 145


Así pues, el fenómeno de la ciudad global no puede reducirse a unos cuantos
núcleos urbanos del nivel superior de la jerarquía. Es un proceso que implica a los servicios
avanzados, los centros de producción y los mercados de una red global, con diferente
intensidad y a una escala distinta según la importancia relativa de las actividades ubicadas
en cada zona frente a la red global. Dentro de cada país, la arquitectura de redes se
reproduce en los centros regionales y locales, de tal modo que el conjunto del sistema
queda interconectado a escala global. Los territorios que rodean estos nodos desempeñan
una función cada vez más subordinada: a veces llegan a perder toda su importancia o
incluso se vuelven disfuncionales. Por ejemplo, las colonias populares de la ciudad de
México (en su origen asentamientos ilegales) que representan en torno a los dos tercios de
la población de la megalópolis, sin desempeñar ningún papel distintivo en el
funcionamiento de la ciudad como centro comercial internacional. Además, la
globalización estimula la regionalización. En sus estudios sobre las regiones europeas en la
década de 1990, Philip Cooke ha indicado, basándose en los datos disponibles, que la
creciente internacionalización de las actividades económicas por toda Europa ha hecho a las
regiones más dependientes del contexto internacional. En consecuencia, bajo el impulso de
sus gobiernos y elites empresariales, se han estructurado para competir en la economía
global y han establecido redes de cooperación entre las instituciones regionales y las
empresas basadas en la región. Por lo tanto, las regiones y localidades no desaparecen, sino
que quedan integradas en redes internacionales que conectan sus sectores más dinámicos.
Michelson y Wheeler han sustentado su planteamiento sobre la arquitectura
evolutiva de los flujos de información en la economía global, en el análisis de los datos
sobre el tráfico de uno de los principales servicios de mensajería comercial, Federal
Express Corporation. Estudiaron el movimiento, durante los años noventa, de las cartas,
paquetes y cajas entre las áreas metropolitanas estadounidenses, así como entre los
principales centros remitentes estadounidenses y sus destinos internacionales. Los
resultados de su análisis, ilustrados en las figuras 6.1 y 6.2, muestran dos tendencias
básicas: a) el dominio de algunos nodos, sobre todo Nueva York, seguido por Los Ángeles,
que aumenta con el tiempo; b) la existencia de circuitos prioritarios nacionales e
internacionales de conexión. Concluyen que:

“Todos los indicadores señalan un fortalecimiento de la estructura jerárquica de


las funciones de mando y control y el intercambio de información resultante [...].
La concentración de la información en determinados lugares es el resultado del
alto grado de incertidumbre, impulsado a su vez por el cambio tecnológico, y la
desmasificación, la desregulación y la globalización del mercado [...] (Sin
embargo) cuando se extienda la tendencia actual, persistirá la importancia de la
flexibilidad, como el mecanismo básico para salir adelante, y de la aglomeración
de las economías, como la fuerza de ubicación preeminente. Por lo tanto, la
ciudad no perderá su importancia como centro de gravedad para las
transacciones económicas. Pero con la regulación de los mercados
internacionales con una menor incertidumbre sobre las reglas del juego
económico y los jugadores que participan, la concentración de la industria de la
información disminuirá y ciertos aspectos de la producción y distribución se
difundirán a los niveles inferiores de una jerarquía urbana internacionalizada”.

En efecto, dentro de la red, la jerarquía no está de ningún modo asegurada, ni es


estable: está sometida a una feroz competencia entre las ciudades, así como a la aventura de

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 146


inversiones de alto riesgo tanto en finanzas como en mercado inmobiliario. Así, P.W.
Daniels, en uno de los estudios más exhaustivos sobre el tema, explica el fracaso parcial de
los principales proyectos de reurbanización de Canary Wharf en la zona portuaria de
Londres debido a la estrategia demasiado ambiciosa de su promotora, la conocida firma
canadiense Olympia & York, incapaz de absorber el exceso de oficinas de comienzos de los
años noventa, a raíz de la disminución del empleo en servicios financieros, tanto en
Londres como en Nueva York.
Concluye que:

“Por lo tanto, la expansión de los servicios al mercado internacional ha


introducido un grado mayor de flexibilidad y, en definitiva, de competencia en el
sistema urbano global del que existía en el pasado. Como ha probado la
experiencia con Canary Wharf, también hizo que el resultado del desarrollo a
gran escala y la reurbanización dentro de las ciudades se hiciera dependiente de
factores internacionales externos, sobre los cuales sólo se puede tener un control
limitado”.

Así pues, a comienzos de los años noventa, mientras que ciudades como Bangkok,
Taipei, Shanghai, México o Bogotá experimentaron un crecimiento urbano explosivo
encabezado por el sector empresarial, Madrid, junto con Nueva York, Londres y París,
entraron en una recesión que provocó una pronunciada caída de los precios de las
propiedades inmobiliarias y detuvo la nueva construcción. Esta montaña rusa urbana, en
diferentes periodos a lo largo de diversas zonas del mundo, ilustra tanto la dependencia
como la vulnerabilidad de cualquier localidad, incluidas las principales ciudades, ante los
flujos globales cambiantes.
¿Pero por qué deben seguir dependiendo estos servicios avanzados de su
aglomeración en unos cuantos grandes nodos metropolitanos? De nuevo, Saskia Sassen,
coronando años de trabajo de campo propio y de otros investigadores en diferentes
contextos, ofrece respuestas convincentes.
Sostiene que:

“La combinación de dispersión espacial e integración global ha creado un nuevo


papel estratégico para las principales ciudades. Más allá de su larga historia
como centros para el comercio internacional y la banca, estas ciudades
funcionan ahora de cuatro formas nuevas: primero, como puestos de mando
altamente concentrados en la organización de la economía mundial; segundo,
como emplazamientos clave para las finanzas y las firmas de servicios
especializados [...]; tercero, como centros de producción, incluida la de
innovación en los sectores punta; y cuarto, como mercados para los productos y
las innovaciones producidos”.

Estas ciudades o, mejor, sus centros de negocios, son complejos de producción de


valor basados en la información, donde las sedes de las grandes compañías y las firmas
financieras avanzadas pueden encontrar tanto proveedores como la mano de obra altamente
cualificada que precisan. En efecto, constituyen redes de producción y gestión, cuya
flexibilidad no necesita incorporar trabajadores y proveedores, sino tener capacidad de
acceso a ellos cuando convenga y en el momento y cantidades requeridos en cada caso
particular. Se sirve mejor a la flexibilidad y adaptabilidad mediante esta combinación entre

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 147


aglomeración de redes nucleares y su interconexión global con sus redes secundarias
dispersas vía las telecomunicaciones y el transporte aéreo. Otros factores parecen contribuir
también a fortalecer la concentración de las actividades de alto nivel en unos cuantos
nodos: una vez que se han constituido, la elevada inversión en bienes raíces valiosos que
efectúan las grandes empresas explica su renuencia a desplazarse, porque ello devaluaría
sus activos fijos; asimismo, en la era de las escuchas furtivas extendidas, los contactos cara
a cara para tomar decisiones críticas siguen siendo necesarios, ya que, como Saskia Sassen
indica que un directivo le contó durante una entrevista, a veces los tratos de negocios son,
por necesidad, marginalmente ilegales. Y, por último, los principales centros
metropolitanos aún ofrecen las mayores oportunidades para el realce personal, la posición
social y la autosatisfacción individual de los profesionales de los niveles superiores que
tanto lo necesitan, desde los buenos colegios para sus hijos hasta la pertenencia simbólica a
la cumbre del consumo conspicuo, incluido el arte y el entretenimiento.
No obstante, los servicios avanzados, y aún más los servicios en general, se
dispersan y descentralizan a la periferia de las áreas metropolitanas, a zonas metropolitanas
menores, a regiones menos desarrolladas y a algunos países menos desarrollados. Han
surgido nuevos centros regionales de actividades de procesamiento de servicios en los
Estados Unidos (por ejemplo, Atlanta, Georgia, o Omaha, Nebraska), en Europa (por
ejemplo, Barcelona, Niza, Stuttgart, Bristol) o en Asia (por ejemplo, Bombay, Bangkok,
Shanghai). Las periferias de las principales áreas metropolitanas bullen con el nuevo
desarrollo de oficinas, ya sea en Walnut Creek, San Francisco, o en Reading, cerca de
Londres. Y, en algunos casos, los nuevos centros de servicios avanzados han surgido en los
límites de la ciudad histórica, siendo el ejemplo más notable y logrado La Défense de París.
Sin embargo, en casi todos los casos, la descentralización del trabajo de oficina afecta a
“las oficinas traseras”, es decir, al procesamiento masivo de las transacciones que ejecutan
estrategias decididas y diseñadas en los centros empresariales de altas finanzas y servicios
avanzados. Son éstas precisamente las actividades que emplean al grueso de los
trabajadores semicualificados, en su mayoría mujeres que viven en los suburbios, en gran
parte reemplazables o reciclables a medida que la tecnología evoluciona y la montaña rusa
económica sube y baja.
Lo que resulta significativo de este sistema espacial de actividades de servicios
avanzados no es su concentración o descentralización, puesto que ambos procesos ocurren
a la vez por todos los países y continentes. Tampoco la jerarquía de su geografía, ya que en
realidad es tributaria de la geometría variable de los flujos de dinero e información.
Después de todo, ¿quién podía predecir a comienzos de los años ochenta que Taipei,
Madrid o Buenos Aires surgirían como importantes centros financieros y comerciales
internacionales? Creo que la megalópolis Hong Kong-Shenzhen-Guangzhou-Zhuhai-Macao
será una de las principales capitales financieras y comerciales a comienzos del siglo XXI,
con lo que provocará un importante realineamiento en la geografía global de los servicios
avanzados. Pero para el análisis espacial que propongo aquí, resulta secundario si no acierto
en mi predicción. Porque, aunque la ubicación real de los centros de alto nivel en cada
periodo es crucial para la distribución de la riqueza y el poder en el mundo, desde la
perspectiva de la lógica espacial del nuevo sistema, lo que importa es la versatilidad de sus
redes. La ciudad global no es un lugar, sino un proceso. Un proceso mediante el cual los
centros de producción y consumo de servicios avanzados y sus sociedades locales
auxiliares se conectan en una red global en virtud de los flujos de información, mientras
que a la vez restan importancia a las conexiones con sus entornos territoriales.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 148


El nuevo espacio industrial

El advenimiento de la fabricación de alta tecnología, a saber, la basada en la


microelectrónica y en la fabricación asistida por ordenador, marcó la aparición de una
nueva lógica de localización industrial. Las empresas electrónicas, productoras de las
máquinas de nueva tecnología de la información, también fueron las primeras en practicar
la estrategia de localización que permitía y requería el nuevo proceso de producción basado
en la información.
Durante los años ochenta, diversos estudios empíricos, realizados por profesores y
estudiantes graduados del Institute of Urban and Regional Development (Instituto de
Desarrollo Urbano y Regional) de la Universidad de California en Berkeley,
proporcionaron un sólido análisis del perfil del “nuevo espacio industrial”. Se caracteriza
por la capacidad tecnológica y organizativa de separar el proceso de producción en
diferentes emplazamientos mientras integra su unidad mediante conexiones de
telecomunicaciones, y por la precisión basada en la microelectrónica y la flexibilidad de la
fabricación de sus componentes. Además, se hace aconsejable la especificidad geográfica
de cada fase del proceso de producción por la singularidad de la mano de obra requerida en
cada estadio y por los diferentes rasgos sociales y medioambientales que suponen las
condiciones de vida de segmentos tan distintos de esta mano de obra. Por ello, la
fabricación de alta tecnología presenta una composición ocupacional muy diferente de la
fabricación tradicional: se organiza en una estructura bipolar en torno a dos grupos
predominantes de tamaño más o menos similar: de un lado, una mano de obra altamente
cualificada, basada en la ciencia y la tecnología; del otro, una masa de obreros no
cualificados que participan en el montaje rutinario y las operaciones secundarias. Aunque la
automatización ha permitido cada vez más a las compañías eliminar los niveles más bajos
de trabajadores, el aumento asombroso del volumen de producción sigue haciendo que se
emplee —y así seguirá durante algún tiempo— un número considerable de trabajadores no
cualificados y semicualificados, cuya localización en las mismas zonas que los científicos e
ingenieros no es viable desde el punto de vista económico, ni apropiado desde la
perspectiva dominante en el actual contexto social. En medio, los obreros cualificados
también representan un grupo particular que cabe separar de los niveles elevados de la
producción de alta tecnología.Debido al peso ligero del producto final y los vínculos de
comunicación desarrollados por las compañías por todo el globo, las firmas electrónicas,
sobre todo las estadounidenses, desarrollaron desde los orígenes de la industria (ya en sí:
emplazamiento de la planta de Fairchild en Hong Kong en 1962) un modelo de localización
caracterizado por la división espacial internacional del trabajo. En términos generales, tanto
para la microelectrónica como para los ordenadores, se buscaron cuatro tipos diferentes de
localización para cada una de las cuatro operaciones particulares del proceso de
producción:

 I+D, innovación y fabricación de prototipos se concentraron en centros industriales


muy innovadores de las áreas centrales, en general con una buena calidad de vida
antes de que el proceso de desarrollo degradara un tanto el entorno;
 la fabricación cualificada en plantas filiales, en general en zonas recién
industrializadas en el país de origen, que en el caso de los Estados Unidos suele
significar ciudades de tamaño medio de los estados occidentales;
 el montaje semicualificado a gran escala y las operaciones de prueba, que desde los

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 149


mismos comienzos se localizaron en una proporción considerable en el extranjero,
sobre todo en el sureste asiático, con Singapur y Malasia a la cabeza del
movimiento de atraer fábricas de grandes compañías electrónicas estadounidenses;
d) la adaptación del producto al cliente, el mantenimiento postventa y el respaldo
tecnológico, que se organizaron en centros regionales de todo el globo, en general
en la zona donde se encontraran los principales mercados electrónicos,
originalmente en los Estados Unidos y Europa Occidental, si bien en los años
noventa los mercados asiáticos ascendieron a una posición igual.

Las compañías europeas, acostumbradas a emplazamientos al abrigo de sus


territorios nacionales protegidos, se vieron empujadas a descentralizar sus sistemas de
producción en una cadena global similar a medida que el mercado se abrió y comenzaron a
sentir el aguijón de la competencia de las operaciones efectuadas desde Asia y de la ventaja
tecnológica estadounidense y japonesa. Las compañías japonesas trataron de resistirse
durante largo tiempo a abandonar “la fortaleza de Japón”, tanto por razones de
nacionalismo (a petición de su gobierno) como por su estrecha dependencia de las redes de
“justo a tiempo” de sus proveedores. Sin embargo, la congestión insoportable y los
elevadísimos precios de operación en la zona de Tokio-Yokohama obligaron primero a la
descentralización regional (ayudada por el programa de tecnópolis del MITI) a zonas
menos desarrolladas de Japón, en particular a Kyushu; y luego, desde finales de los años
ochenta, las compañías japonesas pasaron a imitar los patrones de localización iniciados
por sus competidores estadounidenses dos décadas antes: implantación en el sureste
asiático de los complejos de producción en serie, buscando la reducción de los costes
laborales y limitaciones medioambientales menos estrictas, y diseminación de las fábricas
por los principales mercados estadounidenses, europeos y asiáticos, como una previsión
para superar el proteccionismo futuro. De este modo, el fin de la diferencia japonesa
confirmó el acierto del modelo de localización que, junto con diversos colegas, propusimos
para comprender la nueva lógica espacial de la industria de alta tecnología. La figura 6.3
muestra de forma esquemática la lógica espacial de este modelo, elaborado en virtud de los
datos empíricos reunidos por numerosos investigadores en contextos diferentes.
Un elemento clave en este modelo de localización es la importancia decisiva de los
complejos de producción de innovación tecnológica para todo el sistema. Es lo que Peter
Hall y yo, así como el pionero en este campo de investigación, Philippe Aydalot,
denominamos “medio de innovación”. Por él entiendo un conjunto específico de relaciones
de producción y gestión, basado en una organización social que en general comparte una
cultura industrial y unas metas instrumentales encaminadas a generar nuevo conocimiento,
nuevos procesos y nuevos productos. Aunque el concepto de medio no incluye
necesariamente una dimensión espacial, sostengo que, en el caso de las industrias de la
tecnología de la información, al menos en este siglo, la proximidad espacial es una
condición material necesaria para la existencia de dichos medios, debido a la naturaleza de
la interacción en el proceso de innovación.
Lo que define la especificidad de un medio de innovación es su capacidad para
generar sinergia, esto es, el valor añadido que no resulta del efecto acumulativo de los
elementos presentes en él, sino de su interacción. Los medios de innovación son fuentes
fundamentales para la innovación y la generación de valor añadido en el proceso de
producción industrial en la era de la información. Peter Hall y yo estudiamos durante varios
años la formación, estructura y dinámicas de los principales medios de innovación de todo

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 150


el mundo, tanto reales como supuestos. Los resultados de nuestro trabajo añadieron algunos
elementos para la comprensión del modelo de localización de la industria de la tecnología
de la información.
En primer lugar, los medios de innovación industrial orientados a la alta tecnología,
que denominamos “tecnópolis”, presentan diversas formas urbanas.Y, lo que es más
notable, es evidente que en la mayoría de los países, con las excepciones importantes de los
Estados Unidos y hasta cierto punto de Alemania, las principales áreas metropolitanas
contienen las tecnópolis más destacadas: Tokio, París-sur, Londres-Corredor M4, Milán,
Seúllnchon, Moscú-Zelenogrado y, a una distancia considerable, Niza-Sofía-Antípolis,
Taipei-Hsinchu, Singapur, Shanghai, Sao Paulo, Barcelona, etc. La excepción parcial de
Alemania (después de todo, Munich es una zona metropolitana importante) tiene relación
directa con la historia política: la destrucción de Berlín, el destacado centro tecnológico
industrial europeo, y la reubicación de Siemens en Munich en los últimos meses del Tercer
Reich, esperando la protección de las fuerzas de ocupación estadounidenses y con el apoyo
posterior del gobierno de la Unión Social Cristiana (CSU) bávaro. Así pues, en contra de la
imaginería excesiva de las tecnópolis advenedizas, existe sin duda una continuidad en la
historia espacial de la tecnología y la industrialización en la era de la información: los
principales centros metropolitanos de todo el mundo continúan acumulando factores
inductores de innovación y generando sinergia, tanto en la industria como en los servicios
avanzados.
Sin embargo, algunos de los centros de innovación más importantes de la tecnología
de la información sí son nuevos, sobre todo en el líder tecnológico mundial, los Estados
Unidos. Silicon Valley, la carretera 128 de Boston (rejuveneciendo una estructura antigua y
tradicional de fabricación), la tecnópolis de California del Sur, el Triángulo de
Investigación de Carolina del Norte, Seattle y Austin, entre otros, se vincularon en general
con la última ola de la industrialización basada en la tecnología de la información. Su
desarrollo fue el resultado de la coincidencia de variedades específicas de los factores
habituales de producción: capital, trabajo y materias primas reunidos por algún tipo de
empresario institucional y constituidos en una forma particular de organización social. Su
materia prima la formaba el nuevo conocimiento, relacionado con campos de aplicación
con importancia estratégica, producido por centros de innovación, como los equipos de
investigación de las escuelas de ingeniería de la Universidad de Stanford, Caltech o el MIT
y las redes construidas a su alrededor. Su fuerza de trabajo, distinta del factor
conocimiento, requirió la concentración de un gran número de científicos e ingenieros muy
cualificados de diversas universidades locales, incluidas las ya mencionadas, pero también
otras como Berkeley, la estatal de San José o Santa Clara, en el caso de Silicon Valley. Su
capital también fue específico, dispuesto a afrontar el alto riesgo de invertir en alta
tecnología pionera: ya fuera debido al imperativo militar sobre el resultado (gasto
relacionado con la defensa); o también a las grandes apuestas de capital de riesgo por las
recompensas potencialmente extraordinarias que suponían esas inversiones. Al principio
del proceso, la articulación de estos factores de producción solió ser obra, en general, de un
actor institucional, tal como el lanzamiento del Parque Industrial de Stanford por parte de la
Universidad de Stanford, que provocó el surgimiento de Silicon Valley; o los mandos de la
aviación militar que, relacionados con el mundo empresarial de Los Ángeles, obtuvieron
para California del Sur los contratos de defensa que harían de la, nueva metrópolis
occidental el complejo de defensa de alta tecnología mayor del mundo. Por último, las
redes sociales, de diferentes clases, contribuyeron con fuerza a la consolidación del medio

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 151


de innovación y a su dinamismo, asegurando la comunicación de ideas, la circulación del
trabajo y la fertilización cruzada de la innovación tecnológica y el carácter emprendedor del
empresariado.
Lo que muestra nuestra investigación sobre los nuevos medios de innovación, sea en
los Estados Unidos o en otros lugares, es que aunque existe una continuidad espacial en el
dominio metropolitano, también puede invertirse si se dan las condiciones adecuadas. Y
que las condiciones adecuadas tienen que ver con la capacidad de concentrar espacialmente
los ingredientes precisos para inducir sinergia. Si ése es el caso, como parecen mostrar
nuestros datos, tenemos un nuevo espacio industrial marcado por una discontinuidad
fundamental: los medios de innovación, nuevos y antiguos, se constituyen en virtud de su
estructura y dinámica internas, atrayendo después firmas, capital y mano de obra al medio
de innovación que conforman. Una vez establecidos, los medios de innovación compiten y
colaboran entre regiones diferentes, creando una red de interacción que los reúne en una
estructura industrial común que sobrepasa su discontinuidad geográfica. La investigación
realizada por Camagni y los equipos organizados en torno a la red del GREMI muestra la
interdependencia creciente de estos medios de innovación por todo el globo, mientras que
al mismo tiempo resalta lo decisiva que resulta para su suerte la capacidad de cada uno de
incrementar su sinergia. Por último, los medios de innovación mandan sobre las redes
globales de producción y distribución que extienden su alcance sobre todo el planeta. Por
ello, algunos investigadores sostienen que el nuevo sistema industrial no es global ni local,
sino “una nueva articulación de dinámicas globales y locales”.
Sin embargo, para obtener una visión clara del nuevo espacio industrial constituido
en la era de la información, debemos añadir cierta precisión porque, en el análisis, con
demasiada frecuencia se hace hincapié en la división espacial del trabajo entre las
diferentes funciones ubicadas en territorios distintos. Esto es importante, pero no esencial,
en la nueva lógica espacial. Las jerarquías territoriales pueden desdibujarse e incluso
invertirse, a medida que la industria se expande por el mundo y la competencia aventaja o
golpea a regiones enteras, incluidos los mismos medios de innovación. Asimismo, se
constituyen medios de innovación secundarios, a veces como sistemas descentralizados
desgajados de centros primarios, pero suelen encontrar sus nichos en la competencia con
sus matrices originales, ejemplos de lo cual son Seattle frente a Silicon Valley y Boston en
software, o Austin (Tejas) frente a Nueva York o Minneapolis en ordenadores. Además, en
los años noventa, el desarrollo de la industria electrónica en Asia, sobre todo bajo el
impulso de la competencia entre los Estados Unidos y Japón, ha complicado
extraordinariamente la geografía de la industria en su estadio maduro, como demuestran los
análisis de Cohen y Borrus, y Dieter Ernst. Por otra parte, ha habido una mejora
considerable del potencial tecnológico de las filiales de las multinacionales
estadounidenses, sobre todo en Singapur, Malasia y Taiwan, que se ha transferido a sus
empresas auxiliares locales. Además, las firmas electrónicas japonesas, como ya se ha
mencionado, han descentralizado de forma masiva su producción en Asia, tanto para
exportar globalmente como para abastecer a sus plantas matrices del país. En ambos casos,
se ha construido en Asia una base de suministros considerable, con lo que se ha quedado
obsoleta la antigua división del trabajo en la que las empresas filiales del sur y este de Asia
ocupaban el nivel inferior de la jerarquía.
Asimismo, basándose en la revisión de los datos disponibles hasta 1994, incluidos
sus propios estudios, Richard Gordon sostiene de forma convincente el surgimiento de una
nueva división espacial del trabajo, antes caracterizada por su geometría variable y sus

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 152


conexiones de un lado a otro entre firmas ubicadas en complejos territoriales diferentes,
incluidos los principales medios de innovación. Su análisis detallado de la evolución de
Silicon Valley en los años noventa muestra la importancia, para las firmas regionales de
alta tecnología, de las relaciones extraregionales en la mayor parte de las interacciones más
sofisticadas en tecnología, que son las que generan mayores transacciones. Sostiene que “en
este nuevo contexto global, la aglomeración en un emplazamiento, lejos de constituir una
alternativa a la dispersión espacial, se convierte en la base principal para la participación en
una red global de economías regionales [...]. En realidad, regiones y redes constituyen polos
interdependientes dentro del nuevo mosaico espacial de innovación global. En este
contexto, la globalización no supone el impacto nivelador de los procesos universales sino,
por el contrario, la síntesis calculada de la diversidad cultural en la forma de lógicas y
capacidades de innovación regionales diferenciadas”.
El nuevo espacio industrial no representa la desaparición de las antiguas áreas
metropolitanas establecidas y el amanecer de nuevas regiones de alta tecnología. Tampoco
puede comprenderse bajo la oposición simplista entre la automatización del centro y la
manufacturación de coste reducido de la periferia. Se organiza en una jerarquía de
innovación y fabricación articulada en redes globales. Pero la dirección y arquitectura de
estas redes están sometidas a los movimientos incesantes y cambiantes de colaboración y
competencia entre firmas y entre localidades, a veces acumulativas en la historia o a veces
invirtiendo el patrón establecido a través del carácter emprendedor deliberado de las
instituciones. Lo que queda como la lógica característica de la nueva localización industrial
es su discontinuidad geográfica, compuesta paradójicamente por complejos de producción
territoriales. El nuevo espacio industrial se organiza en torno a flujos de información que
reúnen y separan al mismo tiempo —dependiendo de los ciclos o firmas— sus
componentes territoriales. Y del mismo modo que la lógica de la fabricación de la
tecnología de la información se difunde de los productores de tecnología de la información
a los usuarios de sus productos en todo el ámbito industrial, la nueva lógica espacial se
expande, creando una multiplicidad de redes industriales globales, cuyas intersecciones y
exclusiones transforman la misma noción de localización industrial, del emplazamiento de
las fábricas a los flujos de fabricación.

La vida cotidiana en el hogar electrónico: ¿el fin de las ciudades?

El desarrollo de la comunicación electrónica y los sistemas de comunicación


permiten la disociación creciente de la proximidad espacial y la realización de las funciones
de la vida cotidiana: trabajo, compras, entretenimiento, salud, educación, servicios
públicos, gobierno y demás. En consecuencia, los futurólogos suelen predecir la
desaparición de la ciudad, o al menos de las ciudades como las hemos conocido hasta
ahora, una vez que han quedado desprovistas de su necesidad funcional. Por supuesto, los
procesos de transformación espacial son mucho más complicados, como muestra la
historia. Por lo tanto, merece la pena considerar los escasos datos empíricos que existen
sobre el tema.
La asunción más habitual acerca del impacto de la tecnología de la información
sobre las ciudades es el aumento espectacular del trabajo a distancia, y la última esperanza
de los planificadores del transporte urbano antes de rendirse a la inevitable paralización
total del tráfico. No obstante, en 1988, un destacado investigador europeo sobre el tema
pudo escribir, sin sombra de broma, que “hay más gente investigando el teletrabajo que

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 153


teletrabajadores reales” . De hecho, como ha señalado Qvortup, todo el debate está sesgado
por la falta de precisión al definir el teletrabajo, lo que lleva a una considerable
incertidumbre cuando se mide el fenómeno. Tras revisar los datos disponibles, distingue
entre tres categorías: a) “sustituyentes, aquellos que sustituyen con trabajo realizado en casa
el realizado en un escenario laboral tradicional”. Son los teletrabajadores en sentido
estricto; b) autónomos que trabajan en línea desde sus hogares; c) suplementadores, que “se
llevan trabajo suplementario a casa desde su oficina convencional”. Además, en algunos
casos, este “trabajo suplementario” ocupa la mayor parte del tiempo laboral; por ejemplo,
según Kraut, en el caso de los profesores universitarios. Según los recuentos más fiables, la
primera categoría, los teletrabajadores stricto senso empleados de forma regular para
trabajar en línea desde el hogar, es en general muy pequeña y no se espera que crezca de
modo considerable en el futuro previsible. En los Estados Unidos, las estimaciones más
elevadas calcularon en 1991 unos 5,5 millones de teletrabajadores en sus casas, pero de este
total sólo el 16% teletrabajaban 35 horas o más por semana, el 25% lo hacía menos de una
hora diaria, y dos días a la semana era la pauta más común. Por lo tanto, el porcentaje de
trabajadores que un día determinado está teletrabajando varía, dependiendo de los cálculos,
entre un 1 y un 2% de la mano de obra total, en las principales áreas metropolitanas de
California, que son las que muestran los porcentajes más elevados. Por otra parte, lo que
parece estar surgiendo es el teletrabajo desde telecentros, esto es, instalaciones informáticas
en red, esparcidas por las afueras de las áreas metropolitanas para aquellos que trabajan en
línea con sus empresas. Si estas tendencias se confirman, los hogares no se convertirían en
lugares de trabajo, pero la actividad laboral podría extenderse considerablemente por toda
el área metropolitana, aumentando la descentralización urbana. El incremento del trabajo en
el hogar también puede dar como resultado una forma de trabajo electrónico a domicilio,
realizado por trabajadores temporales a quienes se les paga por piezas de procesamiento de
la información según un acuerdo de subcontratación individualizado. Resulta bastante
interesante que una encuesta nacional realizada en 1991 en los Estados Unidos expusiera
que menos de la mitad de los teletrabajadores desde sus hogares utilizaban ordenadores: el
resto trabajaba con un teléfono, papel y lápiz. Ejemplos de tales actividades son los
trabajadores sociales y los investigadores de fraudes a la seguridad social del Condado de
Los Ángeles. Lo que sin duda es significativo, y va en aumento, es el desarrollo del trabajo
autónomo y de los “suplementadores”, ya sea a tiempo parcial o completo, como parte de la
tendencia más amplia hacia la desagregación del trabajo y la formación de redes de
empresas virtuales, como se indicó en los capítulos precedentes. Ello no implica el fin de la
oficina, sino la diversificación de los lugares de trabajo para una gran parte de la población
y sobre todo para su segmento profesional más dinámico. El equipo teleinformático cada
vez más móvil resaltará esta tendencia hacia la oficina “sobre la marcha” en el sentido más
literal.
¿Cómo afectan estas tendencias a las ciudades? Los datos parecen indicar que los
problemas de transporte empeorarán en lugar de mejorar, porque la creciente actividad y
condensación del tiempo permitidos por la nueva organización en red se traduce en una
mayor concentración de mercados en ciertas zonas y en un aumento de la movilidad física
de la mano de obra que antes estaba confinada en sus lugares de trabajo durante el horario
laboral. El tiempo de transporte relacionado con el trabajo se mantiene a un nivel constante
en las áreas metropolitanas estadounidenses, debido no a la mejora de la tecnología, sino a
un patrón de localización más descentralizado de trabajos y residencias que permite flujos
de tráfico más fáciles de unos barrios periféricos a otros. En las ciudades, sobre todo

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 154


europeas, donde sigue dominando el desplazamiento diario un patrón radioconcéntrico
(como París, Madrid o Milán), el tiempo que se le dedica está aumentando mucho, en
especial para los tercos adictos del automóvil. En cuanto a las nuevas y desiguales
metrópolis de Asia, su acceso a la era informacional es paralelo a su descubrimiento de los
embotellamientos de tráfico más pasmosos de la historia, de Bangkok a Shanghai.
La telecompra también es lenta en cumplir lo prometido. Aunque va en aumento en
la mayoría de los países, está sustituyendo sobre todo a los tradicionales pedidos por
catálogo postal, más que a la presencia real en centros y calles comerciales. En lo que
respecta al resto de las actividades en línea de la vida cotidiana, complementan más que
reemplazan determinadas áreas comerciales. Se puede contar una historia similar de la
mayoría de los servicios al consumidor en línea. Por ejemplo, la telebanca se está
extendiendo de prisa, sobre todo bajo el impulso de los bancos interesados en eliminar
sucursales y reemplazarlas con servicios al consumidor en línea y cajeros automáticos. Sin
embargo, las sucursales bancarias consolidadas continúan como centros de servicios para
vender productos financieros a sus clientes por medio de una relación personalizada. Hasta
en los servicios en línea, los rasgos culturales de las diferentes localidades pueden ser
factores importantes para decidir la ubicación de las transacciones que se orientan a la
información. Así, First Direct, la sucursal bancaria telefónica de Midland Bank, de Gran
Bretaña, se situó en Leeds por que el estudio realizado “indicó que el acento llano de West
Yorkshire, con sus sonidos vocálicos sencillos, su dicción clara y su ausencia aparente de
acento de clase social, era el que mejor se entendía y el más aceptable para el conjunto del
Reino Unido, un elemento vital para todo negocio que se base en el teléfono”. Por lo tanto,
es el sistema de vendedores de las sucursales, los cajeros automáticos, el servicio telefónico
al cliente y las transacciones en línea el que constituye la nueva industria bancaria.
Los servicios sanitarios ofrecen un caso aún más interesante de la dialéctica
emergente entre concentración y centralización en los servicios concebidos en función de
las necesidades de la gente. Por una parte, los sistemas expertos, las comunicaciones en
línea y la transmisión en vídeo de alta resolución permiten la interconexión a distancia de la
asistencia médica. Por ejemplo, en una práctica que ya existe, aunque todavía no es usual,
en 1995, los cirujanos de alto nivel supervisan por videoconferencia una operación
realizada al otro extremo del país o del mundo, guiando literalmente la mano menos experta
de otro cirujano dentro de un cuerpo humano. Los reconocimientos médicos regulares
también se realizan por ordenador y teléfono, basándose en la información actualizada e
informatizada del paciente. Los centros de salud de los barrios están respaldados por
sistemas de información que mejoran la calidad y eficacia de su atención primaria. Pero,
por otra parte, en la mayoría de los países, surgen importantes complejos médicos en
ubicaciones específicas, por lo general en las grandes áreas metropolitanas. Por lo regular
organizados en torno a un gran hospital, conectados a menudo con escuelas médicas y de
enfermería, incluyen en su proximidad física clínicas privadas dirigidas por los médicos
más prominentes del hospital, centros radiológicos, laboratorios de análisis, farmacias
especializadas y, frecuentemente, tiendas de regalos y funerarias, para abastecer toda la
gama de posibilidades. En efecto, estos complejos médicos son una importante fuerza
económica y cultural en las zonas y ciudades donde se ubican, y tienden a extenderse por su
entorno con el tiempo. Cuando se ven obligados a reubicarse, todo el complejo lo hace.
Paradójicamente, los colegios y universidades son las instituciones menos afectadas
por la lógica virtual que incorpora la tecnología de la información, pese al previsible uso
casi universal de ordenadores en las aulas de los países avanzados. Pero es difícil que se

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 155


desvanezcan en el espacio virtual. En el caso de los colegios elementales y secundarios,
porque son tanto guarderías o almacenes de niños como instituciones de aprendizaje. En el
caso de las universidades, porque la calidad de la educación aún se asocia, y así seguirá
durante largo tiempo, con la intensidad de la interacción cara a cara. Así pues, las
experiencias a gran escala de las “universidades a distancia”, dejando de lado su calidad
(mala en España, buena en Gran Bretaña), parece mostrar que son formas de educación de
segunda opción que podrían desempeñar un papel significativo en el futuro, mejorando el
sistema de educación de adultos, pero que difícilmente reemplazarán a las instituciones
educativas superiores actuales.
Por otra parte, la comunicación a través del ordenador se está difundiendo por todo
el mundo, aunque con una geografía extremadamente irregular, como se mencionó en el
capítulo 5. Por lo tanto, algunos segmentos de las sociedades de todo el globo,
concentrados de forma invariable en los estratos profesionales más elevados, interactúan
entre sí, reforzando la selectividad social del espacio de los flujos.
No tiene sentido agotar la lista de ilustraciones empíricas sobre los impactos reales
de la tecnología de la información sobre la dimensión espacial de la vida cotidiana. Lo que
surge de las diferentes observaciones es un cuadro similar de dispersión y concentración
espaciales simultáneas vía las tecnologías de la información. Cada vez más, la gente trabaja
y gestiona servicios desde su casa, como muestra el estudio de 1993 de la European
Foundation for the Improvement of Living Conditions. Así pues, el “refugiarse en el hogar”
es una tendencia importante de la nueva sociedad. No obstante, no significa el fin de la
ciudad. Porque los lugares de trabajo, los colegios, los complejos médicos, las oficinas de
servicios al consumidor, las zonas de recreo, las calles comerciales, los centros comerciales,
los estadios deportivos y los parques aún existen y existirán, y la gente irá de unos lugares a
otros con una movilidad creciente debido precisamente a la flexibilidad recién adquirida
por los dispositivos laborales y las redes sociales: a medida que el tiempo se hace más
flexible, los lugares se vuelven más singulares, ya que la gente circula entre ellos con un
patrón cada vez más móvil.
Sin embargo, la interacción de la nueva tecnología de la información y los procesos
actuales de cambio social tiene un impacto sustancial sobre las ciudades y el espacio. Por
una parte, la disposición de la forma urbana se transforma considerablemente. Pero esta
transformación no sigue un modelo único y universal: muestra una considerable variación
que depende de las características de los contextos históricos, territoriales e institucionales.
Por otra parte, la importancia de la interactividad entre los lugares rompe los patrones
espaciales de conducta en una red fluida de intercambios que subrayan el surgimiento de
una nueva clase de espacio, el espacio de los flujos. Para tomar en cuenta ambos procesos a
la vez, debo precisar el análisis y elevarlo a un nivel más teórico.

La transformación de la forma urbana: la ciudad informacional

La era informacional está marcando el comienzo de una nueva forma urbana, la


ciudad informacional. No obstante, al igual que la ciudad industrial no fue una réplica
mundial de Manchester, la ciudad informacional emergente no copiará a Silicon Valley, y
mucho menos a Los Ángeles. Por otra parte, al igual que en la era industrial, pese a la
extraordinaria diversidad de contextos culturales y físicos, hay algunos rasgos
fundamentales comunes en el desarrollo transcultural de la ciudad informacional.
Sostengo que, debido a la naturaleza de la nueva sociedad, basada en el

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 156


conocimiento, organizada en torno a redes y compuesta en parte por flujos, la ciudad
informacional no es una forma, sino un proceso, caracterizado por el dominio estructural
del espacio de los flujos. Antes de desarrollar esta idea, creo que es necesario introducir la
diversidad de las formas urbanas que surgen en el nuevo periodo histórico para refutar una
visión tecnológica primitiva que contempla el mundo a través de las lentes simplificadas de
las autovías interminables y las redes de fibra óptica.

La última frontera suburbana de los Estados Unidos

La imagen de una extensión suburbana/extraurbana homogénea e infinita como la


ciudad del futuro se ve defraudada incluso por su modelo renuente, Los Ángeles, cuya
complejidad contradictoria es revelada por Mike Davis en su espléndido libro City of
Quartz. No obstante, sí que evoca una tendencia poderosa en las oleadas constantes de
desarrollo suburbano en las metrópolis estadounidenses, en el oeste y sur tanto como en el
norte y este, hacia el fin del milenio. Joel Garreau ha captado las similitudes de este modelo
espacial a lo largo de los Estados Unidos en su relato periodístico del auge de la ciudad
borde como el núcleo del nuevo proceso de urbanización. La define empíricamente
mediante la combinación de cinco criterios:
Una ciudad borde es cualquier lugar que: a) Tiene 465.000 metros cuadrados o más
de espacio de oficinas en alquiler, el lugar de trabajo de la Era de la Información [...]. b)
Tiene 56.000 metros cuadrados o más de espacio para tiendas en alquiler [...]. c) Tiene más
puestos de trabajo que unidades residenciales. d) La población la percibe como un lugar e)
No tenía nada que ver con una “ciudad” hace sólo treinta años.
Informa del crecimiento de estos lugares alrededor de Boston, Nueva York, Detroit,
Atlanta, Phoenix, Tejas, California del Sur, el área de la bahía de San Francisco y
Washington D.C. Son a la vez zonas de trabajo y centros de servicios, en torno a los cuales
un kilómetro tras otro de unidades residenciales unifamiliares cada vez más densas
organizan una vida cotidiana centrada en el hogar. Señala que estas constelaciones
exurbanas están unidas no por locomotoras y metros, sino por autovías, rutas aéreas y
antenas parabólicas de 9 metros de ancho en los tejados. Su monumento característico no es
el héroe montado a caballo, sino la barrera de árboles siempre verdes que buscan el sol en
los atrios centrales de las sedes de las grandes empresas, los centros de preparación física y
las plazas comerciales. Estas nuevas áreas urbanas no están marcadas por los áticos del
antiguo rico urbanita o las casas de vecinos del antiguo urbanita pobre. En lugar de ello, su
estructura característica es la célebre vivienda unifamiliar independiente, el hogar
suburbano con su césped alrededor que hizo de los Estados Unidos la civilización mejor
alojada que el mundo haya visto jamás.
Naturalmente, donde Garreau ve el incesante espíritu de frontera de la cultura
estadounidense, creando siempre nuevas formas de vida y espacio, James Howard Kunstler
ve el dominio deplorable de la “geografía de ninguna parte”, con lo cual se profundiza el
debate de décadas entre los partidarios y detractores de la pronunciada diferencia espacial
que representa Estados Unidos con respecto a su ascendencia europea. No obstante, para
los objetivos de mi análisis, sólo me ocuparé de dos aspectos importantes de este debate.
En primer lugar, el desarrollo de estas constelaciones exurbanas con una
interrelación vaga destaca la interdependencia funcional de diferentes unidades y procesos
en un sistema urbano determinado sobre distancias muy grandes, minimizando el papel de
la contigüidad territorial y maximizando las redes de comunicación en todas sus

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 157


dimensiones. Los flujos de intercambio constituyen el núcleo de la ciudad borde
estadounidense.
En segundo lugar, esta forma espacial es, en efecto, muy específica de la
experiencia estadounidense, porque, como reconoce Garreau, se inserta en un modelo típico
de su historia, siempre impulsando la búsqueda interminable de una tierra prometida en
nuevos asentamientos. Aunque el extraordinario dinamismo que representa fue el que
levantó una de las naciones más vitales de la historia, lo hizo al precio de crear, con el
tiempo, inmensos problemas sociales y medioambientales. Cada oleada de escapismo social
y físico (por ejemplo, el abandono del interior de las ciudades, dejando a los pobres y a las
minorías étnicas atrapados en sus ruinas) profundizó la crisis de las ciudades y dificultó
más la gestión de una infraestructura con demasiadas obligaciones financieras y de una
sociedad con demasiadas tensiones. A menos que el desarrollo de las “cárceles en alquiler”
privadas en el oeste de Tejas se considere un proceso aceptable para complementar la
desinversión social y física en el interior de las ciudades, la fuga hacia delante de la cultura
y el espacio estadounidenses parece haber alcanzado los límites de su negación a afrontar
las realidades desagradables. Por lo tanto, el perfil de la ciudad informacional
estadounidense no está representado por el fenómeno de la “ciudad borde”, sino por la
relación que existe entre el rápido desarrollo exurbano, la decadencia de las ciudades
centrales y la obsolescencia del entorno suburbano construido.
Las ciudades europeas han entrado en la era de la información por una línea de
reestructuración espacial diferente, vinculada con su herencia histórica, aunque encuentran
nuevos problemas, no siempre distintos a los que surgen en el contexto estadounidense.

El encanto evanescente de las ciudades europeas

Diversas tendencias constituyen juntas la nueva dinámica urbana de las principales


áreas metropolitanas europeas en los años noventa.
El centro de negocios es, como en los Estados Unidos, el motor económico de la
ciudad, interconectado con la economía global. Está compuesto por una infraestructura de
telecomunicaciones, comunicaciones, servicios avanzados y espacio de oficinas, y se basa
en centros generadores de tecnología e instituciones educativas. Prospera por el
procesamiento de la información y las funciones de control. Suele complementarse con
instalaciones de turismo y viajes. Es un nodo de la red intermetropolitana. Por lo tanto, no
existe por sí mismo, sino por su conexión con otras localidades equivalentes, organizadas
en una red que forma la unidad real de gestión, innovación y trabajo.
La nueva elite gestora-tecnócrata-política crea espacios exclusivos, tan segregados y
apartados del conjunto de la ciudad como los barrios burgueses de la sociedad industrial,
pero, como la clase profesional es mayor, a una escala mucho más grande. En la mayoría de
las ciudades europeas (París, Roma, Madrid, Amsterdam), a diferencia de los Estados
Unidos —si exceptuamos Nueva York, la menos estadounidense de todas sus ciudades—,
las zonas residenciales verdaderamente exclusivas tienden a apropiarse de la cultura e
historia urbanas, situándose en zonas rehabilitadas o bien conservadas del centro de la
ciudad. Al hacerlo, destacan el hecho de que, cuando se establece y se marca claramente la
dominación (a diferencia de los Estados Unidos nuevos ricos), la elite no necesita irse al
exilio de las afueras para escapar de las masas. Sin embargo, esta tendencia es limitada en
el caso del Reino Unido, donde la nostalgia por la vida de la nobleza en el campo se traduce
en la residencia de capas profesionales en suburbios selectos de las áreas metropolitanas,

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 158


urbanizando a veces agradables pueblecitos históricos cercanos a una ciudad importante.
El mundo suburbano de las ciudades europeas es un espacio socialmente
diversificado, esto es, segmentado en periferias diferentes en torno a la ciudad central.
Están los suburbios tradicionales de la clase obrera, con frecuencia organizados en torno a
grandes polígonos públicos de viviendas, que después se obtienen en propiedad. Están las
urbanizaciones, francesas, británicas o suecas, habitadas por una población más joven de
las clases medias, cuya edad les dificulta penetrar en el mercado de viviendas de la ciudad
central. Y también están los guetos periféricos de viviendas públicas más antiguas,
ejemplificados por La Courneuve de París, donde las nuevas poblaciones inmigrantes y las
familias obreras pobres experimentan su exclusión del “derecho a la ciudad”. Los suburbios
también son el emplazamiento de la producción industrial, tanto para la fabricación
tradicional como para las nuevas industrias de alta tecnología que se sitúan en las periferias
de las áreas metropolitanas más nuevas y deseables desde la perspectiva medioambiental,
cerca de los centros de comunicación pero apartadas de los antiguos distritos industriales.
Las ciudades centrales siguen moldeadas por su historia. Así pues, los barrios
obreros tradicionales, habitados cada vez más por los trabajadores de servicios, constituyen
un espacio característico, un espacio que, debido a ser el más vulnerable, se convierte en el
campo de batalla entre los esfuerzos reurbanizadores del comercio y la clase media alta, y
los intentos de invasión de las contraculturas (Amsterdam, Copenhague, Berlín), que tratan
de reapropiarse el valor de uso de la ciudad. Por lo tanto, suelen convertirse en espacios
defensivos para los trabajadores, quienes lo único que tienen por lo que luchar es su hogar,
siendo al mismo tiempo barrios populares llenos de sentido y probables bastiones de
xenofobia y localismo.
La nueva clase media profesional de Europa está dividida entre la atracción de la
comodidad tranquila de los suburbios aburridos y la excitación de una vida urbana agitada y
con frecuencia demasiado cara. En las familias con doble puesto laboral, el equilibrio entre
los diferentes modelos espaciales del trabajo de cada uno en la pareja suele determinar la
ubicación de su residencia.
La ciudad central, también en Europa, es el foco de los guetos de los inmigrantes.
Sin embargo, a diferencia de las estadounidenses, la mayoría de esas zonas no presentan
tantas carencias económicas porque los residentes inmigrantes suelen ser obreros con
fuertes lazos familiares, por lo que cuentan con una estructura de apoyo fuerte que hace de
los guetos europeos comunidades orientadas hacia la familia, con pocas probabilidades de
caer bajo el dominio de la delincuencia callejera. En este aspecto, Inglaterra vuelve a
resultar diferente, ya que algunos barrios de Londres ocupados por minorías étnicas (por
ejemplo, Tower Hamlets o Hackney) se aproximan más a la experiencia estadounidense
que a La Goutte d’or de París. Paradójicamente, es en el núcleo de los distritos de negocios
y de entretenimiento de las ciudades europeas, ya sea en Frankfurt o en Barcelona, donde la
marginalidad urbana se hace visible. Su ocupación dominante de las calles con mayor
movimiento y los puntos nodales del transporte público es una estrategia de supervivencia
destinada a hacerse visible para recibir la atención pública o dedicarse a negocios privados,
ya se trate de la asistencia social, una transacción con drogas, un trato de prostitución o la
atención acostumbrada de la policía.
Los principales centros metropolitanos europeos presentan cierta variación en torno
a la estructura urbana que he esbozado, dependiendo de su papel diferencial en la red de
ciudades europeas. Cuanto más baja sea su posición en la nueva red informacional, mayor
será la dificultad que encuentren en su transición de la era industrial y más tradicional su

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 159


estructura urbana, siendo los barrios antiguos bien establecidos y los distritos de negocios
los que desempeñen el papel determinante en la dinámica de la ciudad. Por otra parte,
cuanto más elevada sea su posición en la estructura competitiva de la nueva economía
europea, mayor será el papel de sus servicios avanzados en el distrito comercial y más
intensa la reestructuración del espacio urbano.
El factor crítico de los nuevos procesos urbanos, tanto en Europa como en otros
lugares, es el hecho de que el espacio urbano cada vez se diferencia más en términos
sociales, a la vez que se interrelaciona funcionalmente más allá de la contigüidad física. De
ahí se sigue la separación entre el significado simbólico, la localización de las funciones y
la apropiación social del espacio en el área metropolitana. Ésta es la tendencia que subyace
en la transformación más importante de las formas urbanas de todo el mundo, con una
fuerza particular en las zonas de industrialización reciente: el ascenso de las megaciudades.

La urbanización del tercer milenio: las megaciudades

La nueva economía global y la sociedad informacional emergente presentan una


nueva forma espacial, que se desarrolla en una variedad de contextos sociales y
geográficos: las megaciudades. Ciertamente, son aglomeraciones muy grandes de seres
humanos, todas ellas (13 en la clasificación de Naciones Unidas) con más de 10 millones de
habitantes en 1992 (véase el cuadro 6.1 y la figura 6.4), y cuatro con proyecciones de
superar con creces los 20 millones en 2010. Pero el tamaño no es la cualidad que las define.
Son los nodos de la economía global y concentran las funciones superiores de dirección,
producción y gestión en todo el planeta; el control de los medios de comunicación; el poder
de la política real; y la capacidad simbólica de crear y difundir mensajes. Tienen nombres,
la mayoría extraños para la matriz cultural europea/norteamericana aún dominante: Tokio,
Sao Paulo, Nueva York, Ciudad de México, Shanghai, Bombay, Los Ángeles, Buenos
Aires, Seúl, Pekín, Río de Janeiro, Calcuta, Osaka. Además, Moscú, Yakarta, El Cairo,
Nueva Delhi, Londres, París, Lagos, Dacca, Karachi, Tianjin, y posiblemente otras
ciudades, son de hecho miembros del club. No todas ellas (por ejemplo, Dacca o Lagos)
son centros dominantes de la economía global, pero conectan a este sistema global enormes
segmentos de población humana. También funcionan como imanes para sus entornos, esto
es, todo el país o región donde están situadas. Las megaciudades no pueden ser
consideradas sólo en cuanto a su tamaño, sino en función de su poder gravitacional hacia
las principales regiones del mundo. Por lo tanto, Hong Kong no es sólo seis millones de
personas y Guangzhou, seis millones y medio: lo que está surgiendo es una megaciudad de
40 a 50 millones de personas, que conecta Hong Kong, Shenzhen, Guangzhou, Zhuhai,
Macao y pequeños pueblos del delta del río de las Perlas, como desarrollaré más adelante.
Las megaciudades articulan la economía global, conectan las redes informacionales
y concentran el poder mundial. Pero también son las depositarias de todos los segmentos de
la población que luchan por sobrevivir, así como de los grupos que quieren hacer visible su
abandono, para no morir olvidados en zonas sorteadas por las redes de comunicación. Las
megaciudades concentran lo mejor y lo peor, desde los innovadores y los poderes existentes
hasta gente sin importancia estructural, dispuesta a vender su irrelevancia o a hacer que “los
demás” paguen por ella. No obstante, lo más significativo de las megaciudades es que se
conectan en el exterior con redes globales y segmentos de sus propios países, mientras que
están desconectadas en su interior de las poblaciones locales que son funcionalmente
innecesarias o perjudiciales socialmente desde el punto de vista dominante. Sostengo que

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 160


esto es así en Nueva York, pero también en México o Yakarta. Es este rasgo distintivo de
estar conectada globalmente y desconectada localmente, tanto física como socialmente, el
que hace de las megaciudades una nueva forma urbana. Una forma que se caracteriza por
los vínculos funcionales que establece a lo largo de un vasto territorio, si bien con una
buena medida de discontinuidad en los patrones del uso del suelo. Las jerarquías
funcionales y sociales de las megaciudades están difuminadas y mezcladas desde la
perspectiva espacial, se organizan en campamentos atrincherados y están salpicadas de
forma desigual por bolsas inesperadas de usos indeseables. Las megaciudades son
constelaciones discontinuas de fragmentos espaciales, piezas funcionales y segmentos
sociales.

Para ilustrar mi análisis, me referiré a una megaciudad que se está creando y aún no
aparece en el mapa, pero que, en mi opinión, será uno de los centros industriales,
empresariales y culturales más importantes del siglo XXI, sin ceder a la futurología: el
sistema regional metropolitano de Hong Kong-Shenzhen-Cantón-delta del río de las Perlas-
Macao-Zhuhai. Miremos al futuro megaurbano desde esta perspectiva (véase la figura 6.5).
En 1995, este sistema espacial, aún sin nombre, se extendía por 50.000 km., con una
población total de entre 40 y 50 millones, según dónde se definan las fronteras. Sus
unidades, esparcidas en un paisaje predominantemente rural, presentaban una conexión
funcional diaria y se comunicaban mediante un sistema de transportes multimodal que
incluía ferrocarril, autovías, carreteras comarcales, aerodeslizadores, lanchas y aviones.
Nuevas autopistas estaban en construcción y se estaba electrificando por completo el
ferrocarril y duplicando sus vías. Un sistema de telecomunicaciones de fibra óptica estaba
en proceso de conectar toda la región internamente y con el mundo, vía estaciones terrestres
y telefonía celular. Había cinco aeropuertos en construcción en Hong Kong, Macao,
Shenzhen, Zhuhai y Guangzhou, con una capacidad prevista de tráfico de pasajeros de 150

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 161


millones anuales. También se estaban construyendo nuevos puertos de contenedores en
North Lantau (Hong Kong), Yiantian (Shenzhen), Gaolan (Zhuhai), Huangpo (Guangzhou)
y Macao, sumando en total la mayor capacidad portuaria del mundo en un emplazamiento
determinado. En la raíz de este asombroso desarrollo metropolitano se encuentran tres
fenómenos interconectados:

 La transformación económica de China y su conexión con la economía global, con


Hong Kong como uno de los puntos nodales de esa conexión. Así, en 1981-1991, el
PBI de la provincia de Guandong creció un 12,8% anual en términos reales. Los
inversores con base en Hong Kong suponían a finales de 1993 40.000 millones de
dólares invertidos en China y representaban dos tercios de la inversión directa
extranjera total. Al mismo tiempo, China también era el mayor inversor extranjero
en Hong Kong, con unos 25.000 millones anuales (comparados con los 12.700
millones de dólares de Japón). La gestión de estos flujos de capital dependía de las
transacciones comerciales efectuadas en las diversas unidades de este sistema
metropolitano y entre sí. Así, Guangzhou era el punto de conexión real entre los
negocios de Hong Kong y los gobiernos y empresas no sólo de la provincia de
Guandong, sino del interior de China.
 La reestructuración de la base económica de Hong Kong en los años noventa llevó a
una reducción espectacular de su base manufacturera tradicional, reemplazada por
el empleo en servicios avanzados. De este modo, los trabajadores de las fábricas
descendieron de 837.000 en 1988 a 484.000 en 1993, mientras que los empleados en
los sectores comerciales y empresariales aumentaron en el mismo periodo de
947.000 a 1,3 millones. Hong Kong desarrolló sus funciones como un centro de
negocios global.
 Sin embargo, su capacidad para exportar manufacturas no desapareció: sólo
modificó su organización industrial y su ubicación espacial. En unos diez años,
entre mediados de los años ochenta y mediados de los noventa, los industriales de
Hong Kong provocaron uno de los procesos de mayor escala en la historia humana
en los pueblecitos del delta del río de las Perlas. A finales de 1994, los inversores de
Hong Kong, utilizando con frecuencia conexiones familiares y locales, ya habían
establecido en el delta del río de las Perlas 10.000 empresas y 20.000 fábricas de
procesamiento, en las que trabajaban unos 6 millones de obreros, según diversos
cálculos. Gran parte de esta población, alojada en dormitorios de la compañía en
lugares semirurales, provenía de las provincias circundantes de Guandong. Este
sistema industrial gigantesco se gestionaba a diario por ejecutivos con sede en Hong
Kong que viajaban regularmente a Guangzhou, mientras que la marcha de la
producción la supervisaban capataces locales en toda el área rural. Los materiales, la
tecnología y los ejecutivos se enviaban de Hong Kong y Shenzhen, y los artículos
manufacturados se solían exportar desde Hong Kong (sobrepasando en realidad el
valor de las exportaciones realizadas allí), aunque la construcción de nuevos puertos
de contenedores en Yiantian y Gaolan pretendían diversificar los puntos de
exportación.

Este proceso acelerado de industrialización orientada a la exportación y conexiones


comerciales entre China y la economía global condujo a una explosión urbana sin
precedentes. La Zona Económica Especial de Shenzhen, en la frontera de Hong Kong,

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 162


creció de cero a 1,5 millones de habitantes entre 1982 y 1995. Los gobiernos locales de
toda la zona, con abundantes fondos procedentes de los inversores chinos de ultramar, se
embarcaron en la construcción de importantes proyectos de infraestructura, el más
asombroso de los cuales, aún en el estadio de planificación cuando se escribió este libro,
fue la decisión del gobierno local de Zhuhai de construir un puente de 60 km. sobre el Mar
de China Meridional para conectar por carretera Zhuhai y Hong Kong.
La Metrópolis de China Meridional, aún en proceso de creación, pero una realidad
segura, es una nueva forma espacial. No es la megalópolis tradicional identificada por
Gottman en los años sesenta en la costa noreste de los Estados Unidos. A diferencia de este
caso clásico, la región metropolitana de Hong Kong-Guandong no está compuesta por la
conurbación de sucesivas unidades urbanas/suburbanas, cada una de ellas con una
autonomía funcional relativa. Se está convirtiendo rápidamente en una unidad
interdependiente económica, funcional y socialmente, más aún después de que Hong Kong
pasó a ser parte formal de China en 1997, mientras que Macao se unirá a la bandera en
1999. Pero existe una discontinuidad espacial considerable en la zona, con asentamientos
rurales, terrenos agrícolas y áreas subdesarrolladas que separan los centros urbanos, y
fábricas industriales diseminadas por toda la región. La columna vertebral real de esta
nueva unidad espacial son sus conexiones internas y la más indispensable con la economía
global mediante los múltiples vínculos de comunicación. Los flujos definen las formas y los
procesos espaciales. Dentro de cada ciudad, dentro de cada zona, tienen lugar procesos de
segregación y segmentación, en un patrón de variación interminable. Pero esa diversidad
segmentada depende de una unidad funcional, marcada por infraestructuras gigantescas con
un uso intensivo de la tecnología, y que parecen conocer como único límite la cantidad de
agua dulce que la región puede aún recuperar de la zona del río Tung Chiang. La
Metrópolis de China Meridional, sólo vagamente percibida en la mayor parte del mundo en
este momento, es probable que se convierta en el rostro urbano más representativo del siglo
XXI.
Las tendencias actuales apuntan en la dirección de otra megaciudad asiática a una
escala aún mayor cuando, a comienzos del siglo XXI, el corredor Tokio-Yokohama-
Nagoya (ya una unidad funcional) se conecte con Osaka-Kobe-Kyoto para crear la mayor
aglomeración metropolitana de la historia humana, no sólo en cuanto a población, sino en
cuanto a potencia económica y tecnológica.
Así pues, pese a todos sus problemas sociales, urbanos y medioambientales, las
megaciudades seguirán creciendo, tanto en tamaño como en atractivo para la ubicación de
las funciones de alto nivel y en la elección de la gente. El sueño ecológico de comunas
pequeñas casi rurales se verá empujado a la marginalidad contracultural por la marea
histórica del desarrollo de las megaciudades. Porque las megaciudades son:

 centros de dinamismo económico, tecnológico y social en sus países y a escala


global. Son los motores reales del desarrollo. El destino económico de sus países, ya
sea en los Estados Unidos o en China, depende de los resultados de las
megaciudades, a pesar de la ideología de pueblo pequeño que aún es dominante en
ambos países;
 son centros de innovación cultural y política;
 son los puntos de conexión con las redes globales de todo tipo. Internet no puede
saltarse a las megaciudades: depende de las telecomunicaciones y los
“telecomunicadores” ubicados en esos centros.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 163


Sin duda, algunos factores aminorarán su ritmo de crecimiento, dependiendo de la
precisión y efectividad de las políticas diseñadas para limitarlo. La planificación familiar
está funcionando, pese al Vaticano, así que cabe esperar que continúe el declive actual de la
tasa de nacimientos. Las políticas de desarrollo regional quizás puedan diversificar la
concentración de puestos de trabajo y población a otras zonas. Y preveo epidemias a gran
escala y la desintegración del control social, que harán a las megaciudades menos
atractivas. Sin embargo, en general, aumentarán en tamaño y dominio, porque siguen
nutriéndose de población, riqueza, poder e innovadores de su extenso entorno. Además, son
los puntos nodales que conectan con las redes globales. Así que, en un sentido fundamental,
en la evolución y gestión de esas áreas, se está jugando el futuro de la humanidad, y del
país de cada megaciudad. Son los puntos nodales y los centros de poder de la nueva
forma/proceso espacial de la era de la información: el espacio de los flujos.
Una vez establecido el paisaje de los nuevos fenómenos territoriales, hemos de
pasar a comprender esa nueva realidad espacial, lo que requiere una disgresión obligada por
los senderos inciertos de la teoría del espacio.

La teoría social del espacio y la teoría del espacio de los flujos

El espacio es la expresión de la sociedad. Puesto que nuestras sociedades están


sufriendo una transformación estructural, es una hipótesis razonable sugerir que están
surgiendo nuevas formas y procesos espaciales. El propósito del análisis que se presenta es
identificar la nueva lógica que subyace en esas formas y procesos.
La tarea no es fácil, porque el reconocimiento aparentemente simple de una relación
significativa entre sociedad y espacio oculta una complejidad fundamental. Y es así porque
el espacio no es un reflejo de la sociedad, sino su expresión. En otras palabras, el espacio
no es una fotocopia de la sociedad: es la sociedad misma. Las formas y procesos espaciales
están formados por las dinámicas de la estructura social general, que incluye tendencias
contradictorias derivadas de los conflictos y estrategias existentes entre los actores sociales
que ponen en juego sus intereses y valores opuestos. Además, los procesos sociales
conforman el espacio al actuar sobre el entorno construido, heredado de las estructuras
socioespaciales previas. En efecto, el espacio es tiempo cristalizado. Para plantear en los
términos más simples posibles esta complejidad, procedamos paso a paso. ¿Qué es el
espacio? En física, no puede definirse fuera de la dinámica de la materia. En teoría social,
no puede definirse sin hacer referencia a las prácticas sociales. Este ámbito de la
teorización es para mí un viejo oficio. Y sigo planteando el tema según la asunción de que
“el espacio es un producto material en relación con otros productos materiales —incluida la
gente— que participan en relaciones sociales determinadas [históricamente] y que asignan
al espacio una forma, una función y un significado social. En una formulación convergente
y más clara, David Harvey, en su reciente libro The Condition of Postmodernity, afirma
que:

“desde una perspectiva material, podemos sostener que las concepciones


objetivas de tiempo y espacio se crean necesariamente mediante prácticas y
procesos materiales que sirven para reproducir la vida social [ ... ]. Es un axioma
fundamental de mi indagación que tiempo y espacio no pueden comprenderse
independientemente de la acción social”.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 164


Así pues, en un nivel general, hemos de definir lo que es el espacio desde el punto
de vista de las prácticas sociales; luego debemos identificar la especificidad histórica de las
prácticas sociales, por ejemplo, aquellas de la sociedad informacional que subyacen en el
surgimiento y la consolidación de las nuevas formas y procesos espaciales.
Desde la perspectiva de la teoría social, el espacio es el soporte material de las
prácticas sociales que comparten el tiempo. Añado inmediatamente que todo soporte
material conlleva siempre un significado simbólico. Mediante prácticas sociales que
comparten el tiempo hago referencia al hecho de que el espacio reúne aquellas prácticas
que son simultáneas en el tiempo. Es la articulación material de esta simultaneidad la que
otorga sentido al espacio frente a la sociedad. Tradicionalmente, esta noción se asimilaba a
la contigüidad, pero es fundamental que separemos el concepto básico del soporte material
de las prácticas simultáneas de la noción de contigüidad, con el fin de dar cuenta de la
posible existencia de soportes materiales de la simultaneidad que no se basan en la
contigüidad física, ya que éste es precisamente el caso de las prácticas sociales dominantes
en la era de la información.
He sostenido en los capítulos precedentes que nuestra sociedad está construida en
torno a flujos: flujos de capital, flujos de información, flujos de tecnología, flujos de
interacción organizativa, flujos de imágenes, sonidos y símbolos. Los flujos no son sólo un
elemento de la organización social: son la expresión de los procesos que dominan nuestra
vida económica, política y simbólica. Si ése es el caso, el soporte material de los procesos
dominantes de nuestras sociedades será el conjunto de elementos que sostengan esos flujos
y hagan materialmente posible su articulación en un tiempo simultáneo. Por lo tanto,
propongo la idea de que hay una nueva forma espacial característica de las prácticas
sociales que dominan y conforman la sociedad red: el espacio de los flujos. El espacio de
los flujos es la organización material de las prácticas sociales en tiempo compartido que
funcionan a través de los flujos. Por flujo entiendo las secuencias de intercambio e
interacción determinadas, repetitivas y programables entre las posiciones físicamente
inconexas que mantienen los actores sociales en las estructuras económicas, políticas y
simbólicas de la sociedad. Las prácticas sociales dominantes son aquellas que están
incorporadas a las estructuras sociales dominantes. Por estructuras dominantes entiendo los
dispositivos de organizaciones e instituciones cuya lógica interna desempeña un papel
estratégico para dar forma a las prácticas sociales y la conciencia social de la sociedad en
general.
La abstracción del concepto del espacio de los flujos puede comprenderse mejor si
se especifica su contenido. El espacio de los flujos, como la forma material del soporte de
los procesos y funciones dominantes en la sociedad informacional, puede describirse (más
que definirse) mediante la combinación de al menos tres capas de soportes materiales que,
juntos, lo constituyen. La primera capa, el primer soporte material del espacio de los flujos,
está formada por un circuito de impulsos electrónicos (microelectrónica,
telecomunicaciones, procesamiento informático, sistemas de radiodifusión y transporte de
alta velocidad, también basados en las tecnologías de la información) que, juntos, forman la
base material de los procesos que hemos observado como estratégicamente cruciales en la
sociedad red. Así, es una forma espacial, del mismo modo que lo pueda ser “la ciudad” o
“la región” en la organización de la sociedad mercantil o la sociedad industrial. En nuestras
sociedades, la articulación espacial de las funciones dominantes se efectúa en la red de
interacciones que posibilitan los aparatos de la tecnología de la información. En esta red,
ningún lugar existe por sí mismo, ya que las posiciones se definen por los flujos. Por lo

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 165


tanto, la red de comunicación es la configuración espacial fundamental: los lugares no
desaparecen, pero su lógica y su significado quedan absorbidos en la red. La infraestructura
tecnológica que ésta conforma define el nuevo espacio, de forma muy semejante a como los
ferrocarriles definieron “regiones económicas” y “mercados nacionales” en la economía
industrial; o las reglas institucionales de la ciudadanía, con fronteras específicas (y sus
ejércitos de tecnología avanzada), definieron las “ciudades” en los orígenes mercantiles del
capitalismo y la democracia. Esta infraestructura tecnológica es en sí misma la expresión de
la red de flujos, cuya arquitectura y contenido los determinan los poderes de nuestro
mundo.
La segunda capa del espacio de los flujos la constituyen sus nodos y ejes. El espacio
de los flujos no carece de lugar, aunque su lógica estructural, sí. Se basa en una red
electrónica, pero ésta conecta lugares específicos, con características sociales, culturales,
físicas y funcionales bien definidas. Algunos lugares son intercambiadores, ejes de
comunicación que desempeñan un papel de coordinación para que haya una interacción
uniforme de todos los elementos integrados en la red. Otros lugares son los nodos de la red,
es decir, la ubicación de funciones estratégicamente importantes que constituyen una serie
de actividades y organizaciones de base local en torno a una función clave de la red. La
ubicación en el nodo conecta a la localidad con el conjunto de la red. Tanto los nodos como
los ejes están organizados de forma jerárquica según su peso relativo en ella. Pero esa
jerarquía puede cambiar dependiendo de la evolución de las actividades procesadas a través
de la red. En efecto, en algunos casos, algunos lugares puede quedar desconectados, dando
como resultado un declive inmediato y, de este modo, un deterioro económico, social y
físico. Las características de los nodos dependen del tipo de funciones que realice una red
determinada.
Algunos ejemplos de redes, y sus nodos correspondientes, ayudarán a comunicar el
concepto. El tipo más sencillo que puede concebirse como representativo del espacio de los
flujos es la red constituida por los sistemas de toma de decisiones de la economía global, en
particular las relativas al sistema financiero. Hace referencia al análisis de la ciudad global
como un proceso más que como un lugar, como se presenta en este capítulo. El análisis de
la “ciudad global” como el lugar de producción de la economía informacional global ha
expuesto el papel crucial de estas ciudades globales en nuestras sociedades y la
dependencia de las sociedades y economías locales de las funciones directrices ubicadas en
ellas. Pero más allá de las principales ciudades globales, el resto de las economías
continentales, nacionales y regionales tienen sus propios nodos que conectan con la red
global. Cada uno de ellos requiere una infraestructura tecnológica adecuada, un sistema de
firmas auxiliares que proporcionen los servicios de apoyo, un mercado laboral
especializado y el sistema de servicios requerido por la mano de obra profesional.
Lo que es válido para las principales funciones gestoras y los mercados financieros,
también puede aplicarse a la fabricación de alta tecnología (tanto a las industrias que
producen la alta tecnología como a las que la utilizan, esto es, toda la fabricación
avanzada). La división espacial del trabajo que caracteriza la fabricación de alta tecnología
se traduce en la conexión mundial entre los medios de innovación, los lugares de
fabricación cualificada, las cadenas de montaje y las fábricas orientadas al mercado, con
una serie de conexiones intrafirmas entre las diferentes operaciones en distintos
emplazamientos a lo largo de las cadenas de producción; y otra serie de conexiones
intrafirma entre las funciones de producción similares ubicadas en lugares específicos que
se convierten en complejos de producción. Los nodos directrices, los lugares de producción

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 166


y los ejes de comunicación se definen a lo largo de la red y se articulan en una lógica
común mediante las tecnologías de la comunicación y una fabricación programable, basada
en la microelectrónica, flexible e integrada.
Las funciones que debe cumplir cada red definen las características de los lugares
que se convierten en sus nodos privilegiados. En algunos casos, los sitios menos probables
se convierten en nodos centrales porque la especificidad histórica acaba centrando una red
determinada en torno a una localidad particular. Por ejemplo, no era probable que
Rochester (Minnesota) o el suburbio parisiense de Villejuif se convirtieran en nodos
centrales de una red mundial de tratamiento médico e investigación sanitaria avanzados en
estrecha interacción mutua. Pero la ubicación de la Clínica Mayo en Rochester y de uno de
los principales centros para el tratamiento del cáncer del sistema sanitario francés en
Villejuif, en ambos casos por razones históricas accidentales, ha articulado un complejo de
generación de conocimiento y tratamiento médico avanzado en torno a estas dos inusuales
localizaciones. Una vez establecidas, atrajeron investigadores, médicos y pacientes de todo
el mundo: se convirtieron en un nodo de la red médica mundial.
Cada red define sus emplazamientos según las funciones y jerarquía de cada uno y
las características del producto o servicio que va a procesarse en ella. Así pues, una de las
redes más poderosas de nuestra sociedad, la producción y distribución de estupefacientes
(incluido su componente de blanqueo de dinero), ha construido una geografía específica
que ha redefinido el significado, la estructura y la cultura de las sociedades, regiones y
ciudades conectadas a ella. De este modo, en la producción y el comercio de la cocaína, los
lugares de producción de coca de Chapare o Alto Beni en Bolivia, o Alto Huallanga en
Perú, están conectados a las refinerías y centros de gestión de Colombia, que eran filiales,
hasta 1995, de las sedes centrales de Medellín o Cali, conectadas a su vez a centros
financieros como Miami, Panamá, las islas Caimán y Luxemburgo, y a centros de
transporte, como las redes de tráfico de drogas de Tamaulipas o Tijuana en México y, por
último, a los puntos de distribución en las principales áreas metropolitanas de los Estados
Unidos y Europa Occidental. Ninguna de estas localidades pueden existir por sí mismas en
esa red. Los cárteles de Medellín y Cali, y sus estrechos aliados estadounidenses e italianos,
pronto tendrían que cerrar el negocio sin las materias primas producidas en Bolivia o Perú,
sin los productos químicos (precursores) proporcionados por laboratorios suizos y
alemanes, sin las redes financieras semilegales de los paraísos bancarios y sin las redes de
distribución que comienzan en Miami, Los Ángeles, Nueva York, Amsterdam o La Coruña.
Por lo tanto, aunque el análisis de las ciudades globales proporciona la ilustración
más directa de la orientación basada en los lugares del espacio de los flujos en nodos y ejes,
esta lógica no se limita de ningún modo a los flujos del capital. Los principales procesos
dominantes de nuestra sociedad se articulan en redes que conectan diferentes lugares y
asignan a cada uno un papel y un peso en una jerarquía de generación de riqueza,
procesamiento de la información y creación de poder, que en definitiva condiciona el
destino de cada localidad.
La tercera capa importante del espacio de los flujos hace referencia a la
organización espacial de las elites gestoras dominantes (más que clases) que ejercen las
funciones directrices en torno a las que ese espacio se articula. La teoría del espacio de los
flujos parte de la asunción implícita de que las sociedades están organizadas de forma
asimétrica en torno a los intereses específicos dominantes de cada estructura social. El
espacio de los flujos no es la única lógica espacial de nuestras sociedades. Sin embargo, es
la lógica espacial dominante porque es la lógica espacial de los intereses/funciones

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 167


dominantes de nuestra sociedad. Pero este dominio no es puramente estructural. Lo
promulgan, conciben, deciden y aplican los actores sociales. Así pues, la elite tecnócrata-
financiera-gestora que ocupa las posiciones destacadas en nuestras sociedades también
tendrá necesidades espaciales específicas en cuanto al respaldo material/espacial de sus
intereses y prácticas. La manifestación espacial de la elite informacional constituye otra
dimensión fundamental del espacio de los flujos. ¿Cuál es esta manifestación espacial?
En nuestra sociedad, la forma fundamental de dominio se basa en la capacidad
organizativa de la elite dominante, que corre parejas con su capacidad de desorganizar a
aquellos grupos de la sociedad que, aunque constituyan una mayoría numérica, ven sus
intereses sólo parcialmente representados (cuando mucho) dentro del marco de la
satisfacción de los intereses dominantes. La articulación de las elites y la segmentación y
desorganización de las masas parecen ser mecanismos gemelos de dominio social en
nuestras sociedades. El espacio desempeña un papel fundamental en este mecanismo. En
pocas palabras, las elites son cosmopolitas; la gente, local. El espacio del poder y la riqueza
se proyecta por el mundo, mientras que la vida y la experiencia de la gente se arraiga en
lugares, en su cultura, en su historia. Por lo tanto, cuanto más se basa una organización
social en flujos ahistóricos, suplantando la lógica de un lugar específico, más se escapa la
lógica del poder global del control sociopolítico de las sociedades locales/nacionales con
especificidad histórica.
Por otra parte, las elites no quieren y no pueden convertirse ellas mismas en flujos,
si han de preservar su cohesión social, desarrollar un conjunto de reglas y los códigos
culturales mediante los cuales pueden comprenderse mutuamente y dominar al resto,
estableciendo de este modo las fronteras de “dentro” y “fuera” de su comunidad
cultural/política. Cuanto más democráticas sean las instituciones de una sociedad, más se
tendrán que diferenciar las elites de las masas para evitar la penetración excesiva de los
representantes políticos en el mundo interior de toma de decisiones estratégicas. Sin
embargo, mi análisis no comparte la hipótesis sobre la existencia improbable de una “elite
de poder” a la Wright Mills. Por el contrario, el dominio social real se origina por el hecho
de que los códigos culturales están incorporados en la estructura social de tal modo que su
posesión abre el acceso a la estructura del poder, sin que la elite necesite conspirar para
impedir el acceso a sus redes.
La manifestación espacial de esa lógica de dominio adquiere dos formas principales
en el espacio de los flujos. Por una parte, las elites forman su sociedad propia y constituyen
comunidades simbólicamente aisladas, atrincheradas tras la barrera material del precio de la
propiedad inmobiliaria. Definen sus comunidades como una subcultura ligada al espacio y
con conexiones interpersonales. Propongo la hipótesis de que el espacio de los flujos está
compuesto por micro redes personales que proyectan sus intereses en macro redes
funcionales por todo el conjunto global de interacciones del espacio de los flujos. Es un
fenómeno bien conocido en las redes financieras: las principales decisiones estratégicas se
toman en comidas de negocios celebradas en restaurantes exclusivos, o en fines de semana
pasados en casas de campo jugando al golf, como en los buenos tiempos antiguos. Pero
estas decisiones serán ejecutadas en procesos de toma de decisión inmediatos sobre
ordenadores telecomunicados que pueden provocar sus propias decisiones para reaccionar a
las tendencias del mercado. Así pues, los nodos del espacio de los flujos incluyen espacios
residenciales y orientados al ocio que, junto con el emplazamiento de las sedes centrales y
sus servicios auxiliares, tienden a agrupar las funciones dominantes en espacios
cuidadosamente segregados, con fácil acceso a complejos cosmopolitas de las artes, la

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 168


cultura y el entretenimiento. La segregación se logra tanto por la ubicación en lugares
diferentes como por el control de seguridad de ciertos espacios abiertos sólo para la elite.
Desde los pináculos del poder y sus centros culturales, se organiza una serie de jerarquías
socioespaciales simbólicas, de tal modo que los niveles de gestión inferiores puedan reflejar
los símbolos del poder y apropiarse de ellos mediante la construcción de comunidades
espaciales elitistas de segundo orden, que también tenderán a aislarse del resto de la
sociedad, en una sucesión de procesos de segregación jerárquicos que, juntos, equivalen a
la fragmentación socio-espacial.
Una segunda tendencia importante de la distinción cultural de las elites en la
sociedad informacional es crear un estilo de vida e idear formas espaciales encaminadas a
unificar su entorno simbólico en todo el mundo, con lo que suplantan la especificidad
histórica de cada localidad. De este modo, se construye un espacio (relativamente) aislado
por todo el mundo a lo largo de las líneas de unión del espacio de los flujos: hoteles
internacionales cuya decoración, desde el diseño de la habitación hasta el color de las
toallas, es similar en todas partes para crear un sentimiento de familiaridad con el mundo
interior, mientras se induce la abstracción del mundo circundante; salas para VIP en los
aeropuertos, ideadas para mantener la distancia frente a la sociedad en las autopistas del
espacio de los flujos; acceso móvil, personal y en línea a las redes de telecomunicaciones,
para que el viajero nunca se pierda; y un sistema de viajes organizados, servicios
secretariales y de recepción recíprocos que mantienen junto un reducido círculo de la elite
empresarial a través de ritos similares en todos los países. Además, hay un estilo de vida
cada vez más homogéneo entre la elite de la información que transciende las fronteras
culturales de todas las sociedades: el uso regular de instalaciones de hidromasaje (incluso
cuando se viaja) y la práctica del jogging; la dieta obligatoria de salmón a la parrilla y
ensalada verde, con udon y sashimi como el equivalente funcional japonés; el color de
pared rosa pálido para crear la atmósfera acogedora del espacio interior; el ordenador
portátil ubicuo; la combinación de trajes de negocios y ropa de deporte; el estilo de ropa
unisex, etc. Todos ellos son símbolos de una cultura internacional cuya identidad no se
vincula con una sociedad específica, sino con la pertenencia a los círculos gestores de la
economía informacional a lo largo de un espectro cultural global.
El espacio de los flujos también refleja su aspiración a establecer una conexión
cultural entre sus diferentes nodos en la tendencia hacia la uniformidad arquitectónica que
presentan los nuevos centros directrices en varias sociedades. Paradójicamente, el intento
de la arquitectura posmoderna de romper los moldes y patrones de la disciplina
arquitectónica ha dado como resultado una monumentalidad posmoderna sobreimpuesta,
que se convirtió en la regla generalizada de las nuevas sedes centrales de las grandes
empresas de Nueva York a Kaoshiung, durante los años ochenta. Por lo tanto, el espacio de
los flujos incluye la conexión simbólica de una arquitectura homogénea en los lugares que
constituyen los nodos de cada red a lo largo del mundo, de modo que la arquitectura se
escapa de la historia y la cultura de cada sociedad y queda capturada en el nuevo mundo
imaginario y maravilloso de posibilidades ¡limitadas que subyace en la lógica transmitida
por el multimedia: la cultura de la navegación electrónica, como si se pudieran reinventar
todas las formas en un lugar, con la sola condición de saltar a la indefinición cultural de los
flujos de poder. El cercamiento de la arquitectura en una abstracción ahistórica es la
frontera formal del espacio de los flujos.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 169


La arquitectura del fin de la historia

Nómada, sigo siendo un nómada. Ricardo Boffil

Si el espacio de los flujos es verdaderamente la forma espacial dominante de la


sociedad red, la arquitectura y el diseño es probable que redefinan su forma, función,
proceso y valor en los años venideros. En efecto, sostendría que, durante toda la historia, la
arquitectura ha sido “el acto fallido” de la sociedad, la expresión mediatizada de las
tendencias más profundas de la sociedad, de aquellas que no pueden declararse
francamente, pero que son lo bastante fuertes como para ser vaciadas en piedra, en
cemento, en acero, en cristal y en la percepción visual de los seres humanos que van a
habitar, negociar o rezar en esas formas.
Las obras de Panofsky sobre las catedrales góticas, de Tafuri sobre los rascacielos
estadounidenses, de Venturi sobre la ciudad estadounidense sorprendentemente kitsch, de
Lynch sobre las imágenes de la ciudad, y de Harvey sobre el posmodernismo como la
expresión de la compresión capitalista del tiempo/espacio, son algunas de las mejores
ilustraciones de una tradición intelectual que ha utilizado las formas del entorno construido
como uno de los códigos más significativos para interpretar las estructuras básicas de los
valores dominantes en la sociedad. Sin duda, no existe una interpretación simple y directa
de la expresión formal de los valores sociales, pero, como ha revelado la investigación de
estudiosos y analistas, y han demostrado las obras de los arquitectos, siempre ha habido una
fuerte conexión semiconsciente entre lo que la sociedad (en su diversidad) decía y lo que
los arquitectos querían decir.
Ya no es así. Mi hipótesis es que la llegada del espacio de los flujos está opacando
la relación significativa entre la arquitectura y la sociedad. Puesto que la manifestación
espacial de los intereses dominantes se efectúa por todo el mundo y en todas las culturas, el
desarraigo de la experiencia, la historia y la cultura específica como trasfondo del
significado está llevando a la generalización de una arquitectura ahistórica y acultural.
Algunas tendencias de la “arquitectura posmoderna”, como la representada, por
ejemplo, por las obras de Philip Johnson o Charles Moore, con el pretexto de romper la
tiranía de los códigos, como los del modernismo, tratan de cortar todos los lazos con los
entornos sociales específicos. Lo mismo hizo el modernismo en su tiempo, pero como la
expresión de una cultura arraigada en la historia que afirmaba la creencia en el progreso, la
tecnología y la racionalidad. En contraste, la arquitectura posmoderna declara el fin de
todos los sistemas de significado. Crea una mezcla de elementos que busca la armonía
formal mediante la provocación estilística transhistórica. La ironía se vuelve el modo de
expresión preferido. No obstante, lo que en realidad hacen la mayoría de los posmodernos
es expresar, en términos casi directos, la nueva ideología dominante: el fin de la historia y
la superación de los lugares en el espacio de los flujos. Porque sólo si estamos en el fin de
la historia podemos mezclar ahora todo lo que sabíamos antes (véase figura 6.6: el centro
de Kaoshiung). Porque ya no pertenecemos a ningún lugar, a ninguna cultura, la versión
extrema del posmodernismo impone su lógica codificada de ruptura de los códigos donde
quiera que se construya algo. La liberación de los códigos culturales oculta, de hecho, la
huida de las sociedades enraizadas en la historia. En esta perspectiva, cabría considerar al
posmodernismo la arquitectura del espacio de los flujos.
Cuanto más tratan las sociedades de recuperar su identidad más allá de la lógica
global del poder incontrolado de los flujos, más necesitan una arquitectura que exponga su

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 170


propia realidad, sin falsificar la belleza desde un repertorio espacial transhistórico. Pero, al
mismo tiempo, la arquitectura demasiado significativa, que trata de presentar un mensaje
muy definido o expresar de forma directa los códigos de una cultura determinada, es una
forma demasiado primitiva para ser capaz de penetrar en nuestro saturado imaginario
cultural. El significado de sus mensajes se perderá en la cultura de “picoteo” que
caracteriza nuestra conducta simbólica. Por eso, paradójicamente, la arquitectura que
parece más cargada de significado en las sociedades conformadas por la lógica del espacio
de los flujos es la que denomino “la arquitectura de la desnudez”. Es decir, aquella cuyas
formas son tan neutras, tan puras, tan diáfanas, que no pretenden decir nada. Y al no decir
nada, confrontan la experiencia con la soledad del espacio de los flujos. Su mensaje es el
silencio.
Para ilustrarlo, utilizaré dos ejemplos tomados de la arquitectura española, cuyo
entorno se encuentra en la vanguardia del diseño, como se reconoce ampliamente. Ambos
tratan, no por azar, del diseño de nodos de comunicación importantes, donde el espacio de
los flujos se materializa de forma efímera. Los festejos españoles de 1992 proporcionaron
la ocasión para la construcción de importantes edificios funcionales, diseñados por algunos
de los mejores arquitectos. Así, el nuevo aeropuerto de Barcelona, diseñado por Bofill,
combina de forma simple el bello mármol del suelo, la fachada de cristal oscuro y el cristal
transparente de los paneles que separan un inmenso espacio abierto (véase la figura 6.7).
No se cubre el miedo y la ansiedad que la gente experimenta en un aeropuerto. No hay
moqueta, ni habitaciones acogedoras, ni iluminación indirecta. En medio de la belleza fría
de este aeropuerto, los pasajeros han de enfrentarse con su terrible verdad: están solos, en
medio del espacio de los flujos, pueden perder su enlace, están suspendidos en el vacío de
la transición. Están, literalmente, en manos de Iberia. Y no hay escapatoria.
Tomemos otro ejemplo: la nueva estación del AVE (tren de alta velocidad) de
Madrid, diseñada por Rafael Moneo. Es simplemente una maravillosa estación antigua,
rehabilitada de forma exquisita y convertida en un palmar interior, lleno de pájaros que
cantan y vuelan en el espacio cerrado de la estación. En una estructura próxima, adyacente
a un espacio tan bello y monumental, se encuentra la estación real, con el tren de alta
velocidad. De este modo, la gente va a la pseudoestación para visitarla, para pasear por sus
diferentes niveles y recorridos, como se va a un parque o un museo. El mensaje obvio es
que estamos en un parque, no en una estación; que en la antigua estación crecen los árboles
y los pájaros anidan, operando una metamorfosis. Así que el tren de alta velocidad se
convierte en la rareza en este espacio. Y ésta es, de hecho, la pregunta que todo el mundo se
plantea: ¿qué hace un tren de alta velocidad ahí, sólo para ir de Madrid a Sevilla, sin
ninguna conexión con la red europea de alta velocidad, con un coste de 4.000 millones de
dólares? El espejo roto de un segmento del espacio de los flujos queda expuesto y el valor
de uso de la estación, recuperado, en un diseño simple y elegante que no dice mucho, pero
que hace evidente todo.
Algunos arquitectos prominentes, como Rem Koolhas, diseñador del Centro de
Convenciones Grand Palais de Lille, teoriza sobre la necesidad de adaptar la arquitectura al
proceso de deslocalización y sobre la importancia de los nodos de comunicación en la
experiencia de la gente: realmente considera su proyecto una expresión del “espacio de los
flujos”. O, en otro ejemplo de la creciente conciencia de los arquitectos acerca de la
transformación estructural del espacio, el diseño ganador del premio del American Institute
of Architects, las oficinas de D. E. Shaw & Company, realizado por Steven Holl en la calle
45 Oeste de Nueva York, ofrece —en palabras de Herbert Muschamp— una interpretación

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 171


poética del [...] espacio de los flujos [...]. El diseño del señor Holl lleva las oficinas de
Shaw a un lugar tan novedoso como la tecnología de la información que pagó su
construcción. Cuando pasamos las puertas de D. E. Shaw, sabemos que no estamos en el
Manhattan de los años sesenta o en la Nueva Inglaterra colonial. A este respecto, incluso
hemos dejado gran parte del presente neoyorkino muy por debajo en el suelo. Dentro del
atrio de Holl, tenemos la cabeza en las nubes y los pies firmemente plantados en aire sólido.
Concedo que quizás esté forzando a Bofill, Moneo, e incluso a Holl, a entrar en
unos discursos que no son los suyos. Pero el simple hecho de que su arquitectura me
permita, a mí o a Herbert Muschamp, relacionar formas con símbolos, con funciones, con
situaciones sociales, significa que su arquitectura estricta y contenida (en estilos bastante
diferentes formalmente) está llena de significado. En efecto, puesto que sus formas resisten
o interpretan la materialidad abstracta del espacio de los flujos dominante, la arquitectura y
el diseño podrían convertirse en mecanismos esenciales de innovación cultural y autonomía
intelectual en la sociedad informacional a través de dos importantes vías. La nueva
arquitectura construye los palacios de los nuevos amos, con lo que expone su deformidad
oculta tras la abstracción del espacio de los flujos; o se arraiga en los lugares y, de este
modo, en la cultura y en la gente. En ambos casos, bajo formas diferentes, la arquitectura y
el diseño pueden estar cavando las trincheras de la resistencia para la conservación del
significado en la generación del conocimiento. O, lo que es lo mismo, para la reconciliación
de la cultura y la tecnología.

El espacio de los flujos y el espacio de los lugares

El espacio de los flujos no impregna todo el ámbito de la experiencia humana en la


sociedad red. En efecto, la inmensa mayoría de la gente, tanto en las sociedades avanzadas
como en las tradicionales, vive en lugares y, por lo tanto, percibe su espacio en virtud de
ellos. Un lugar es una localidad cuya forma, función y significado se contienen dentro de
las fronteras de la contigüidad física. Un lugar, para ilustrar mi argumento, es el quartier
parisiense de Belleville.
Belleville fue para mí, al igual que para muchos inmigrantes a lo largo de la historia,
el punto de entrada a París en 1962. Como exiliado político a mis veinte años, sin mucho
que perder excepto mis ideales revolucionarios, me dio cobijo un obrero de la construcción
español, dirigente sindical anarquista, que me introdujo en la tradición del lugar.Nueve
años después, esta vez corno sociólogo, seguía paseando por Belleville, trabajando con
comités de obreros inmigrantes y estudiando los movimientos sociales contra la renovación
urbana: las luchas de la que denominé “La Cité du Peuple”, tratadas en mi primer libro .
Más de treinta años después de nuestro primer encuentro, tanto Belleville como yo hemos
cambiado. Pero Belleville sigue siendo un lugar, mientras que me temo que cada vez me
parezco más a un flujo. Los nuevos inmigrantes (asiáticos, yugoslavos) se han unido a una
corriente establecida hace mucho tiempo por judíos tunecinos, musulmanes magrebíes y
europeos orientales, sucesores ellos mismos de los exiliados intraurbanos empujados a
Belleville en el siglo XIX por el designio hausmanniano de construir un París burgués. El
mismo Belleville se ha visto golpeado por varias olas de renovación urbana, intensificadas
en los años setenta. Su paisaje físico tradicional de faubourg histórico pobre pero
armonioso ha sido revuelto con posmodernismo plástico, modernismo barato y jardines
asépticos como remate de un patrimonio inmobiliario aún en parte deteriorado. Y, no
obstante, en 1995 Belleville es un lugar claramente identificable, tanto desde el exterior

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 172


como desde el interior.
Las comunidades étnicas que suelen degenerar en hostilidad mutua coexisten de
forma pacífica, aunque siguen sus propios caminos y, ciertamente, no sin tensiones. Nuevas
familias de clase media, en general jóvenes, se han unido al barrio debido a su vitalidad
urbana y contribuyen con fuerza a su supervivencia, a la vez que autocontrolan los efectos
del aburguesamiento. Culturas e historias, en una urbanidad verdaderamente plural,
interactúan en el espacio, dándole significado, conectándolo con la “ciudad de la memoria
colectiva” a lo Christine Boyer . Los patrones del paisaje tragan y digieren modificaciones
físicas considerables, mediante su integración en sus usos variados y su activa vida
callejera. No obstante, Belleville no es de ningún modo la versión idealizada de la
comunidad perdida, que probablemente nunca existió, como demostró Oscar Lewis en su
nueva visita a Tepoztlán. Los lugares no son necesariamente comunidades, aunque pueden
contribuir a construirlas. Pero la vida de sus habitantes está marcada por sus características,
así que son buenos o malos lugares según los juicios de valor sobre qué constituye una
buena vida. En Belleville, sus moradores, sin tener que quererse unos a otros y sin ser
queridos por la policía, han construido, a lo largo de la historia, un espacio interactuante
significativo, con una diversidad de usos y una amplia gama de funciones y expresiones.
Interactúan de forma activa con su entorno físico diario. Entre el hogar y el mundo, existe
un lugar llamado Belleville.
No todos los lugares son socialmente interactivos y ricos en espacio. Son lugares
precisamente porque sus cualidades físicas/simbólicas los hacen diferentes. Así pues, Allan
Jacobs, en su excelente libro sobre las “grandes calles”, examina la diferencia de calidad
urbana entre Barcelona e Irvine (compendio de la suburbana California del Sur), basándose
en el número y frecuencia de las intersecciones en el trazado de las calles: sus hallazgos van
más allá aún de lo que cualquier urbanista informado podría imaginar (véanse las figuras
6.10 y 6.11). Así que Irvine es, en efecto, un lugar, aunque de un tipo especial, donde el
espacio de la experiencia se reduce hacia el interior del hogar, a medida que los flujos
dominan cada vez más porciones del tiempo y el espacio.
La relación entre el espacio de los flujos y el espacio de los lugares, entre la
globalización y la localización simultáneas, no presenta unos resultados predeterminados.
Por ejemplo, Tokio ha sufrido un proceso considerable de reestructuración urbana durante
los años ochenta para cumplir su papel como “ciudad global”, un proceso plenamente
documentado por Machimura. El gobierno de la ciudad, sensible al profundo temor japonés
hacia la pérdida de identidad, añadió a su política de reestructuración orientada al comercio
una política de creación de imagen que cantaba las virtudes del antiguo Edo, el Tokio
premeiji. En 1993, se abrió un museo histórico (Edo-Tokio Hakubutsakan), se publicó una
revista de relaciones públicas y se organizaron exposiciones periódicas. Como escribe
Machimura:
Aunque estos planteamientos parecen ir en direcciones totalmente diferentes, ambos
buscan la redefinición de la imagen occidentalizada de la ciudad con modos más
nacionales. Ahora, la “japonización” de la ciudad occidentalizada proporciona un contexto
importante para el discurso sobre la “ciudad global” de Tokio tras el modernismo.
No obstante, los ciudadanos de Tokio no se quejaban sólo de la pérdida de la
esencia histórica, sino de la reducción de su espacio de vida cotidiana a la lógica
instrumental de la ciudad global. Un proyecto simbolizó esta lógica: la celebración de una
Feria Mundial en 1997, una buena ocasión para construir otro complejo comercial
importante sobre el terreno recuperado del puerto de Tokio. Las grandes empresas

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 173


constructoras lo agradecieron mucho y las obras estaban ya en ejecución en 1995. De
improviso, en las elecciones municipales de 1995, un candidato independiente, Aoshima,
cómico de televisión sin el respaldo de los partidos políticos ni los círculos financieros, se
presentó a la campaña con un programa monotemático: cancelar la Feria Mundial de la
Ciudad. Ganó las elecciones por un margen considerable y se convirtió en el gobernador de
Tokio. Unas cuantas semanas después, mantuvo su promesa electoral y suprimió la feria,
ante la incredulidad de la elite empresarial. La lógica local de la sociedad civil se imponía y
contradecía a la lógica global del empresariado internacional.
Así pues, la gente sigue viviendo en lugares. Pero como en nuestras sociedades la
función y el poder se organizan en el espacio de los flujos, el dominio estructural de su
lógica altera de forma esencial el significado y la dinámica de aquéllos. La experiencia, al
relacionarse con los lugares, se abstrae del poder, y el significado se separa cada vez más
del conocimiento. La consecuencia es una esquizofrenia estructural entre dos lógicas
espaciales que amenaza con romper los canales de comunicación de la sociedad. La
tendencia dominante apunta hacia un horizonte de un espacio de flujos interconectado y
ahistórico, que pretende imponer su lógica sobre lugares dispersos y segmentados, cada vez
menos relacionados entre sí y cada vez menos capaces de compartir códigos culturales. A
menos que se construyan deliberadamente puentes culturales y físicos entre estas dos
formas de espacio, quizá nos dirijamos hacia una vida en universos paralelos, cuyos
tiempos no pueden coincidir porque están urdidos en dimensiones diferentes de un
hiperespacio social.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 174


Lectura Nº 8
García Selgas, Fernando J., “Preámbulo para una ontología de la fluidez
social: La teoría de la sociedad de la información como crónica de una
transición ontológico-política”. (Borrador provisional), Madrid,
Universidad Complutense de Madrid, septiembre de 2001.

1. Introducción: contenido y condiciones del problema

1.1. El problema o cuestión

Por recomendación de los organizadores de este encuentro he concentrado mi


trabajo sobre lo que puede ser el más general de los impactos sociales de las nuevas
tecnologías de la comunicación (TIC). Me refiero a que como parte y efecto de esas nuevas
TIC las acciones, relaciones, vidas e instituciones sociales están sometidas a una
transformación radical de su materialidad, de su forma de ser y de desplegarse. Es un
cambio que se muestra inmediatamente en las profundas modificaciones que el espacio
tiempo social (ETS) tradicional vine sufriendo (o gozando) por causa principalmente de los
cambios tecnológicos y económicos. A ello apuntan conceptos tan extendidos como los de
“globalización”, “fin de la historia”, “desanclaje”o “desterritorialización”, pero también
apunta a ello, y es lo que aquí nos va a interesar, Castells con eso que ha llamado el espacio
de flujos, frente al espacio de los lugares, y el tiempo atemporal, frente al tiempo del reloj.
Por ello prestaré especial atención a la transformación de espacio-tiempo. Pero es también
un cambio que afecta al orden profundo (del modo en que vemos y hablamos) de la realidad
social: se pasa de hablar de estructuras y acciones o de sistemas y entornos, a hablar de
redes, flujos e identidades.Mi objetivo es reflexionar sobre esta emergente ontología de
fluidos a que apuntan los desarrollos tecnológicos, económicos, sociológicos y políticos, y
mi tesis es que Castells nos ayuda a hacer visible y a adentrarnos en la nueva o renovada
forma de concebir la realidad social, pero que la insuficiencia de su teoría nos conduce a
tener que radicalizar su propuesta de ver lo fluido de la realidad social.1
Dicho de otra manera, cada vez parece más claro que los patrones de interacción y
de dependencia se están disolviendo hasta el punto de hacerse completamente maleables e
inestables, como fluidos cuya forma sólo se mantiene a base de tesón y esfuerzo, o de
represión y control: “es más fácil darles forma que mantenerles en forma”, dice Bauman
(2000:8). Las tres grandes licuadoras de lo social vienen siendo la globalización económica,
la revolución tecnológica y la cultura mediático-virtual. Cualquiera de ellas sirve como
ventana desde la que asomarse a ese proceso, pues en el fondo están íntimamente
interconectadas. Así para hacer visible la emergente naturaleza fluida de lo social podemos
comenzar recordando la sima abierta entre el capitalismo sólido del fordismo (con sus
factorías que separan tajante y constantemente el diseño y la libertad de la producción y la
obediencia, que ligan interdependientemente el trabajo o vida de los trabajadores y el
capital o vida de los propietarios, dando solidez y estabilidad a ambos y al orden social que
entre si tejen) y el capitalismo fluido o light, que no flojo o suave (con su ruptura de la
oposición dentro-fuera de la fábrica y su producción flexible que generan incesantemente
distintos diseños y propuestas listas para ser consumidas y elegidas, con lo que se corroe no
sólo el carácter sino la autoridad también y el distanciamiento aumenta exponencialmente).
Pero por detrás de esa ruptura continuada sobresale un rasgo de la modernidad que la

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 175


caracteriza y “del que fluyen todas sus demás característica. Tal atributo son las cambiantes
relaciones entre espacio y tiempo” (ibid). Por ello serán el núcleo de nuestra preocupación.
La centralidad de las ETS, como la atención preferente al despliegue de las TIC y al
carácter óntico de la fluidificación social, vienen derivadas de los planteamientos más
generalizados del problema sobre el advenimiento de una posible Sociedad de la
Información, que constantemente remiten a las TIC en primer lugar y al ETS en segundo
(M.Castells, S. Sassen, etc.), y de mi opción de centrarme en las implicaciones ontológicas,
u ontopolíticas, para ser más exactos, como inmediatamente veremos, de esa
transformación social. Pero además la centralidad del ETS se impone por el lugar que éste
ocupa en las teorizaciones de autores que hoy son los que sirven de referencia, como
Bourdieu, cuando (1997:11-21) hace girar el análisis de la realidad social en torno a las
relaciones entre el espacio social y las posiciones dentro de ese espacio, o Giddens, cuando
(1984: 35) hace de la explicación del estiramiento de las relaciones sociales a través del
espacio y del tiempo el problema central de la teoría social.
Ahora bien, si esta cuestión resulta problemática no es sólo por razones teoréticas o
científicas sino también porque la concepción fluida de la realidad social parece que hace
desaparecer (Bauman) o que marginaliza (Castells) los mecanismos, las posibilidades y los
movimientos críticos y de resistencia. Véamoslo con un caso de rabiosa actualidad,
“rabiosa” más bien porque da rabia y nos hace sentirnos impotentes.
La portada de EL PAÍS del 28 de Junio de 2001 está encabezada por la siguiente
noticia:

“Alcatel, la multinacional tecnológica francesa que fabrica desde teléfonos


móviles hasta satélites de comunicación, ha decidido vender la mayor parte de
las 120 fábricas que tiene por todo el mundo antes del 2002. El plan de
reestructuración (...) sigue la tendencia iniciada por otras compañías del sector,
como Philips o Ericsson, de subcontratar la producción para reducir costes”.

Los conceptos y procesos se repiten una y otra vez: reestructuración,


adelgazamiento, subcontratación, relocalización, externalización, etc. Y todo ello a pesar de
haber aumentado las ventas un 40% y haber doblado el beneficio neto, pues lo que se
persigue es reducir costes y seducir a los inversores. El propósito, según declaraciones del
presidente de la compañía es “convertirse en una empresa sin fábricas” (ibid.). Incluso
cuando en declaraciones posteriores ha querido minimizar los efectos previsibles de esa
medida ha dicho (EL PAIS, 28/07/01: 57): “Alcatel se centrará en la investigación y el
desarrollo, aunque mantendrá algunas fábricas que juegan un papel importante en el
lanzamiento de productos nuevos o de alto valor tecnológico...”
Tales noticias fueron bien recibidas en la Bolsa, con una recuperación del 1,14%,
mientras caía “como una bomba” en el ya escaldado gobierno socialista francés y en los
sindicatos (recordemos los recientes despidos masivos de Mark & Spencer, Danone o
Philips). La liquidez,movilidad y crecimiento del capital, ayudado por las TIC y la
imparable regulación mundial de la economía, impulsa a la movilidad e incluso a la
licuefacción o evaporación, de la producción material, y de los principales agentes
involucrados en la producción, como los trabajadores, los sindicatos y los gobiernos con
sus normativas. Y los directivos no es que estén mas seguros, fijos o sólidamente asentados.
Sus puestos y posiciones pueden ser igualmente arrasados por la corriente.
A la vista del movimiento continuo, de la ausencia de forma (institucional o

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 176


posicional) estable y de la incapacidad de mantener la forma ante la aparición de la mínima
fuerza o presión exterior, parece claro porqué resulta tentador hablar de una realidad fluida,
es decir de un tipo de cosa que adquiere la forma del espacio que lo contiene, ya que esos
son los rasgos principales que distinguen lo fluido de lo sólido. Recordemos además que la
primera y más contundente característica del capitalismo, desde sus orígenes, fue, a ojos de
su mejor analista, la de disolver los sólidos valores e instituciones del pasado. Otra cosa es,
como veremos más adelante, que esa lógica disolvente haya terminado produciendo una
transformación cualitativa de lo social.
La cuestión ahora, como nos recuerda Bauman (2000:23), es que esa sociedad de
fluidos —o “modernidad líquida” como él la denomina— parece resultar inhóspita para la
crítica o más bien inmune a ella. Su tesis (2000:4-14) viene a ser que el desarrolló del
capitalismo (C. Offe) y de las tecnologías de dominación (el panóptico de Bentham-
Foucult) ha terminado construyendo un escenario distópico, que lejos de ser resultado del
control absoluto o la vigilancia, como el 1984 de Orwell, se ha derivado de la
individualización de que habla Beck (liberalización del individuo respecto de sus lazos
sociales, es decir, de la disolución de las rigideces o solideces sociales) y lejos de asentarse
en el establecimiento de fronteras y límites se alimenta del derrumbe de barreras,
fortificaciones y cualquier otro medio de control del flujo de poder, de modo que con el
alejamiento y la velocidad de despliegue de éste lo que se asume no es que quienes lo
detentan estén siempre ahí, en las torres de vigilancia, sino que, por el contrario, son
inalcanzables porque no paran de moverse y no hay posibilidad ya de confrontación directa
—como se puso contundentemente de manifiesto en las recientes guerras (a distancia) del
Golfo y de Yugoslavia. A esa distopía hay que añadir la ruptura de la conexión entre
trabajo y capital: el trabajo como realidad encarnada, que produce o añade valor/capital y
que, al ser controlado, liga al capital a algún tipo de lugar/fábrica. Una vez que el capital se
independiza del trabajo para su crecimiento se hace móvil y busca la volatilidad como su
fuente de crecimiento. La “liposucción” de Airtel, con sus procesos de adelgazamiento,
disminución, aligeración, etc. es un ejemplo de fluidificación y de cómo los pequeños
encuentros sustituyen a las relaciones prolongadas. Lo mismo que ocurre en las relaciones
privadas pasa en las relaciones laborales. La evanescencia de los poderes y con ellos de las
cuestiones públicas o políticas generales se acompaña de un afloramiento de las políticas de
la vida, las políticas particulares y casi individuales. Podríamos resumir así en la
individuación y en el presentismo las dos condiciones que hacen inhóspito a nuestro tiempo
para la crítica, caracterizándolas con dos frases de Bauman: “Los sólidos cuyo turno de caer
en la olla común ha llegado y que actualmente, esto es, en la modernidad fluida, están en
proceso de disolución son los lazos que conectan las elecciones individuales a las acciones
y proyectos colectivos” (2000:4); y “No se hace una plantación de limoneros cuando se
puede exprimir un limón” (2000:122).
Ante esta situación algunos colegas han optado por el fácil expediente de acusar al
mensajero o de limitarse a lamentar las condiciones que han generado el capitalismo, la
burocratización, el progresismo y los demás motores de modernización. Tan vacío e
inoperante, aunque comprensible en determinados casos personales, resulta hoy declararse
anticapitalista o antiglobalización, como lo es el negarse a ver la profunda transformación
de la realidad social que estamos viviendo, que requiere una modelización conceptual
profundamente renovada. Pero tampoco vale con hacer un cambio del modelo general,
ahora fluido, como otro tipo de modernidad, que simplemente se encontraría en
contradicción con algunos ideales o elementos de la modernidad clásica tales como la

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 177


emancipación o la crítica. Por ello la propuesta de ontología fluida deberá atravesar todos y
cada uno de los componentes principales de la realidad social, incluyendo la crítica o la
resistencia.
Bauman, en su diagnóstico de inhospitalidad para la crítica social, hace confluir la
visión fluida de lo social con el mantenimiento de la concepción romántica de la
emancipación, que la identifica con la liberación de las constricciones sociales, con la
búsqueda de autonomía y con el combate descarnado con las tendencias totalitarias (de
Saint Simon y Shopenhauer a Marcuse). En esa situación y habiendo recordado que las
regularidades y normalizaciones son indispensables para el ejercicio de la vida, la
disolución del lazo social, que podría ser visto como la liberación buscada, hace que la
actitud crítica se circunscriba a las propias expectativas, a la política de la vida, en términos
de Giddens, y para Bauman eso una vanalización, rutinización e impotencia de la crítica o
de la resistencia, hasta el punto de que habría quedado reducida a las demandas de usuarios
o de consumidores: “podemos decir que ‘una crítica al estiloconsumidor’ ha venido a
remplazar al ‘estilo-productor’ que la precede” (2000:25). Las lágrimas por la pérdida de la
forma dominante de la crítica moderna le impide ver la capacidad de intervención política
de los consumidores (que otros como García Canclini (1995) si han sabido percibir) y le
impide calibrar las posibilidades abiertas por el hecho de que si el proceso de individuación
sirvió para hacer de la identidad una construcción en lugar de algo dado y para
responsabilizar así a los individuos, con su zenit en el existencialismo (de Sartre a
Giddens), ha terminado por quitarles su capacidad como sujetos al concentrarles en sus
propios y exclusivos intereses y convencerles de que crítica es autocrítica e insatisfacción.
Y esa incapacidad para ver como esas transformaciones, a pesar de todo, están abriendo
posibilidades nuevas de crítica y de resistencia probablemente se deba a graves
insuficiencias del aparato óptico, a la visión, es decir, a la teoría. Por ello, a hacerlas
visibles y contribuir así a su existencia, es a lo que aspira el trabajo teórico que desarrollaría
una previsible ontología de la fluidez social.

1.2. Compañeros de viaje y esbozo cautelar del territorio completo

La complejidad de esa tarea es de tal magnitud que a lo más que aquí podré aspirar
será a elaborar una especie de preámbulo o prologo a una “ontología” de lo social como
“ontología” de fluidos. Además este preámbulo estará centrado en una relectura crítica del
trabajo de Castells, que nos permita leer su tesis de que entramos en la era de la
información como una crónica de una transformación ontológica de lo social, que nos
conduce a una “realidad” de fluidos.
Precisamente para paliar de algún modo la naturaleza incompleta que incluso como
preámbulo tiene este trabajo conviene emparentarlo con las propuestas de dos colegas, a los
que no tengo el gusto de conocer. Con ello quiero resaltar una cierta sintonía que, aunque
también pudiera ser la manifestación de una comunes condiciones socio-políticas de
producción y, eventualmente, reportarme aliados, apunte un esbozo más completo del
territorio que debería ser cartografiado a la hora prologar una ontología social del fluidos o
¿era una ontología de la fluidez social?
En primer lugar me referiré al magnífico trabajo de J. A. Bergua (1998) sobre la
temporalidad en la modernidad y en la postmodernidad, publicado en Papers. Si
despojamos a ese trabajo del corsé del formalismo sistémico, cuya vocación totalizadora
termina por ser contradictoria con sus conclusiones y propósitos finales, resulta fácil

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 178


entender y compartir su tesis (126 y 135-6) de que las principales dimensiones constitutivas
de la temporalidad moderna (la referencial o de medida; la imaginaria, significativa o
semántica; y la pragmática u ordenadora) se han venido quebrando y dando paso a una
forma diferente de apropiación del devenir, y que este cambio de la temporalidad, aunque
sea una especie de cambio de paradigma es resultado no tanto de revoluciones cuanto de
“modificaciones parciales” (Arditi) o de “difracción” (Haraway) de las distinciones y
ordenaciones modernas. En nuestro caso, lo importante es que las transformaciones del
ETS le ayudan a hacer visible las nuevas formas de resistencia y crítica.
Según Bergua se habría pasado del tiempo del reloj y de la mecánica newtoniana a
un tiempo así abstraído del contexto social y de los ciclos naturales, que posibilita las
tecnologías disciplinarias modernas (capitalismo e industrialismo) y la reversibilidad de sus
sistemas cerrados (128) a una temporalidad que tiene como referencia una conjunción de la
irreversibilidad (entrópica) y la reversibilidad en los “sistemas abiertos altamente inestables
o alejados del equilibrio” (137). Siguiendo este proceso me parece que no debería ser difícil
terminar hablando de sistemas fluidos y hacer visible cómo las nuevas formas de resistencia
política no son tanto productos del esfuerzo organizado de profetas o vanguardias cuanto
del carácter creativo, alternativo y autoorganizativo del desorden, tal y como parece
manifestarse explícitamente en algunos de los nuevos movimientos sociales (137-8), que no
por ello dejan de ser críticos. Sin embargo, en este y en otros autores, esa visión se ve
dificultada por el cierre categorial (¿y político?) de muchas de las aplicaciones sociológicas
de las teorías del caos o de la autopoiesis, que han seguido nutriéndose de una modelización
sistémica o estructural. Es a este antecedente en la ontología social y a aquellos parientes
próximos en la rearticulación no-moderna de la mirada social a lo que se pretende desplazar
con la ontología de fluidos. De ahí, en parte, su dificultad: quizá sea demasiado pretenciosa.
Del mismo modo y con efecto similares de alimento para las nuevas formas de
resistencia, nos habla Bergua (131-2) del paso de una temporalidad (moderna) imaginada
como escatológica e históricamente dirigida a la salvación secularizada de la utopía a una
temporalidad cuyas imágenes permiten vidas rupturistas que viven y valoran su presente.
De ahí la forma orgiástica o no prometeica, que asimila, al modo de Maffesoli por ejemplo,
la finitud del Dasein; la sustitución del cronos por la temporalidad trágica del kairos, que
Ramos (99) parece corroborar; o el “presente total” que puede trasladarnos a la eternidad,
incluso al “tiempo glacial” de los ecologistas, también señalado por Castells y por Lash y
Urry.
Otro tanto sucede cuando la ordenación sincrónica de las temporalidades modernas,
que hace de la edad madura y del tiempo de trabajo los ejes de ordenación y secuencialidad
y deja cómo restos cautelarmente disipativos la juventud y el ocio, se transforma en una
ordenación asincrónica en la que la coincidencia de los sucesos, al venir estos regulados por
relojes diferentes, no los hace simultáneos sino concurrentes o conflictivos, pues ello, dice
Bergua “exige de las socialidades instituyentes la conquista o invención de su autonomía”,
como vendrían a mostrar “las contemporáneas luchas por afirmar ciertas diferencias frente
a los poderes heterónomos (caso del feminismo, del etnicismo, de las tribus, etc.)”.
Mi tesis es que Bergua nos da pistas para una conceptualización que asuma y mejore
la propuesta de Castells, dando por ejemplo respuesta a algunas de las sabias críticas que
Ramos planteó a la teoría de éste, que luego consideraremos, y, sobre todo, hace visible las
posibilidades de resistencia y crítica social en el seno mismo, y no en la periferia, del orden
o sistema social. Sin embargo, para completar el desplazamiento teórico que cumpla
nuestros objetivos, sin requerir la apoyatura sistémica, conviene tomar las ideas de Castells

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 179


sobre los flujos sociales y estirarlas un poco más.
Antes de ello hay que realizar algunas acciones propedéuticas. La primera es acudir
al segundo de los colegas. El trabajo que Francisco Cruces (1997) dedica a la construcción
de una tipología ideal de modelos analíticos del ETS se sitúa en un ámbito más académico
para terminar esbozando una concepción cronotópica, esto es basada en Bajtin, que será el
otro norte de mi propuesta y que ya he desarrollado en García Selgas (1999). Poner en el
centro mismo de la naturaleza del ETS su carácter simbólico (significativo y normativo),
que es lo que hace la concepción cronotópica, es un ingrediente fundamental para una
ontología de la fluidez social capaz de detectar posibilidades de resistencias en las que la
resignificación y la performatividad son básicas.
Cada uno de los tres modelos tipo que destaca Cruces (97: 46 y 55) se corresponde
no sólo con una perspectiva sobre el espacio-tiempo local, lo que realza algo más el aspecto
espacial, sino también con un momento histórico: el modelo antropológico o insular, con
sus nociones de homogeneidad, ciclo temporal, territorialidad, etc., se corresponde con el
ETS de los otros o los antropologizados, es decir, con el ETS tradicional; el modelo
abstractivo o universal, con sus mecanismos de control y universalización del tiempo, de
desterritorialización y de tránsito del futurismo al presentismo, se corresponde con la
perspectiva sociológica del nosotros moderno y occidentalizado, vista desde arriba y de
lejos, como esas maravillosas portadas de la primera edición de la trilogía de Castells (tanto
él, como Giddens representan perfectamente esa perspectiva y su dificultad para detectar
las resistencias internas); y el modelo cronotópico, con su concepción situacional y
dialógica del ETS que reterritorializa un espacio-tiempo mundializado con diferentes
densidades y texturas, que se corresponde con una perspectiva culturalista y crítica
(¿Cultural Studies?, me pregunto) de un no(s)otros heterocrónico y fluido, ubicado
fuera/tras/post la modernidad.
Pues bien, mi propósito de apoyarme en Castells para ir más allá de él no es más
que el intento de defender el paso del modelo universal y abstracto al modelo cronotópico y
de dar un contenido algo más ontológico a este modelo, al centrarlo en la noción y en la
visión de la fluidez (social).
Por último conviene hacer patente que la dificultad de la empresa que nos
proponemos, esto es del preámbulo a una ontología de la fluidez social, no sólo radica en
que fácilmente cae en unas pretensiones excesivas y en su confrontación con la tendencia
dominante en la sociología a la mirada estructural, algo que hemos constatado hasta en la
propuesta de Bergua. También surge, y con más fuerza si cabe, del carácter inconsecuente e
inestable que se deriva de un ETS instantáneo, heterocrónico, múltiple y fluido y, sobre
todo, del hecho de que nos hayamos ante un ETS radicalmente nuevo y sólo emergente,
sólo apuntado. Por mucho que sea su empuje y por mucho que a algunos nos parezca
suficiente como para apostar por la modelización de fluidos, los rasgos de ese ETS
emergente, tales como la posibilidad de distintos compromisos entre el tiempo y el espacio
sociales, la anulación del valor del lugar (del capital, especialmente) mediante la
comunicación instantánea, o la vaporización de los procesos temporales (con su antes, su
ahora y su después), cogidos entre el presentismo y la eternidad del instante, pueden ser
vistas como una condición liminal o tendencial hacia el final del espacio-tiempo abstracto
de la modernidad más que como el alba de una renovada forma de (ver) el ser de lo social.
Por otro lado, los más avanzados desarrollos tecnológicos tienen que seguir contando con el
tiempo (la demora, los distintos horarios, etc.); los lugares siguen teniendo su peso y por
ello, por ejemplo, las ciudades globales (Londres, Nueva York, Tokio, Frankfurt, Los

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 180


Ángeles) se asientan en las sombras del último imperio; y, a pesar de los nuevos adalides
del cosmopolitismo, la acción humana no consigue la infinita volatilidad y flexibilidad que
aquellos dicen postular. Pero a pesar de todo ello, la condición de fluidez apuntada es, dice
Bauman (2000:119) “para resumir la situación y apuntar la dificultad de nuestra tarea, el
horizonte hacia el que camina en su despliegue la modernidad light [o no sólida]”. Es, de
modo más importante aún, el ideal que-siempre-ha-de-ser-perseguido aunque (o ¿lo es por
ello?) nunca sea completamente alcanzado de sus principales operadores, aquel que en el
despliegue de una nueva normalidad impregna y satura todo órgano, tejido y célula del
cuerpo social”. Su creciente presencia nos invita a verlo y pensarlo, pero su evanescencia y
su carácter liminal nos lo pone difícil y lo hace insoportable. Más que “la insoportable
levedad del ser” (Kundera), pretendida metáfora del núcleo de la tragedia moderna, nos
encontramos con la dificultad, casi insoportable, de alterar nuestras categorías analíticas
centrales. Y es que los profundos cambios en la condición humana misma y en el
(insalvable) distanciamiento entre los principios de ordenación y las (desestructuradas)
vidas privadas de los individuos que estamos viviendo hacen imprescindible revisar los
conceptos centrales usados en la descripción y narración de la modernidad: “Como
zombies, dice Bauman, esos conceptos están hoy simultáneamente vivos y muertos. La
cuestión práctica es si su resurrección, aunque sea bajo una nueva forma, es factible, o, si
no lo es, como arreglarles un bonito entierro”.
La apertura a una ontología de la fluidez social no quiere ser profética, aunque sea
consciente de que no es estrictamente constatativa y reconozca su performatividad. Es
simplemente un componente básico del desarrollo de algunas teorizaciones sociales y como
tal se constituye en aparato de ver y mirar, siendo inevitablemente condicionada y parcial,
pero también responsable, de lo que nos hace descubrir y apreciar.

2. Excurso: el compromiso ontológico

Toda teoría incorpora un modelo analítico, una especie de maqueta conceptual, de


su ámbito o universo de referencia (Stegmüller, Kuhn, ...), por ello toda teoría social o
natural conlleva una especie de apuesta ontológica. Es decir, asume explícita o
implícitamente que la naturaleza de las cosas de las que habla son de una manera u otra.
Toda teoría social asume una forma privilegiada de modelizar, visualizar y representar los
acontecimientos y entidades sociales. Y ello con independencia de que en sus
planteamientos metodológicos sea más o menos realista o constructivista en relación a la
conexión concepto-realidad.
Me estoy refiriendo a un nivel más básico y primordial que el que por ejemplo
contrapone una visión conflictivista de lo social (Marx, Lukacs, Horkheimer) con una
visión consensualista (Smith, Durkheim, Parsons). Recordemos cómo los casos clásicos de
la Teoría social se comprometen con un modelo fundamental de lo social: son formas
estructurales con una dureza que las asemeja a las cosas (Durkheim) o con una arquitectura
de sistemas, funciones y necesidades que les aproxima a la rigidez subyacente de un
sistema orgánico (Parsons, Merton); son una serie de entidades como cosas o individuos
autónomas (personas con sus intenciones y creencias en Weber) o como procesos unitarios
(despliegue de las fuerzas productivas o tecnológicas y conformación del capital, en Marx).
Al asumir o suponer una especial naturaleza de su objeto adquieren lo que podemos llamar
no tanto una apuesta cuanto un compromiso ontológico, que más que denotativo, apodíctico
o realista es metafórico o alegórico.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 181


Tras el criticismo kantiano —no podemos alcanzar en nuestras representaciones a la
cosa-en-si— y tras el actual reconocimiento de que cualquier entramado categorial o
conceptual está posibilitado, pero por ello mismo limitado y condicionado, por el lenguaje
(teórico o cotidiano) en el que surge y por el contexto socio-histórico en que germina, es
evidente que ese compromiso ontológico consiste en pensar, hablar y actuar como si las
cosas fueran X, es el compromiso con una metáfora, que no cree referirse al ser del mundo
social, a la realidad social (Sozialrealität), sino al modo más pertinente de su captación
conceptual (Sozialwirklichkeit). Es el compromiso con una forma privilegiada de
modelizar, visualizar y representar (en el sentido de Latour).
Entiéndase desde un principio, por lo tanto, que los conceptos y categorías que se
usan aquí no tienen pretensiones ontológicas en un sentido realista (Bhaskar), no pretende
estar nombrando o representando la realidad, sino que son más bien estrategias para lograr
una perspectiva más fresca y prometedora: dibujan el compromiso metafórico con una
ontología. En mi caso, y creo que necesariamente en los demás igualmente, “ontología
social”, debe leerse como “compromiso con una (supuesta) ontología”.
Nada de ello quita que yo, como otros constructivistas del sentido y del
conocimiento (Latour, 2001: cap. 1), viva, actúe y piense bajo el supuesto y la creencia de
que hay cosas, gentes, procesos, etc., ahí fuera, independientes de mi voluntad, y que de
manera genérica, imprecisa e incompleta denominamos realidad. Más que como
representación la realidad de nos manifiesta su relativa autonomía en la resistencia que
ofrece a nuestra voluntad, como bien argumentó Shopenhauer.

Cambio de compromiso ontológico

La tesis que quiero defender en este trabajo es que hoy parece que estamos inmersos
en la emergencia de un nuevo y prometedor compromiso ontológico que podemos atisbar al
rememorar dos procesos.
En primer lugar, podríamos decir tentativamente que ante el empuje del relativismo
cognitivo y del moral y de la enorme aceleración en los procesos históricos de
transformaciones sociales, alguna de las cuales venía ya anunciada por el propio Marx
cuando afirmaba que “todo lo sólido se desvanece en el aire [del capitalismo]”, se ha ido
poniendo en cuestión la unicidad, estabilidad o pertinencia de los modelos dominantes de lo
social. De forma simultánea, como bien analiza Berman (1988: 96-107), el mago burgués
de Marx —descendiente del Fausto de Goethe y del Frankestein de Mary Shelly— nada en
medio de las fuerzas destructoras del capitalismo para desplegar una creatividad y una
estabilidad permanentes pero insuficientes, mientras al aprendiz de mago proletario se le
encomienda transformar aquellas fuerzas explosivas de la historia en fuentes de belleza y
alegría para todos, en las que “la historia trágica de la modernidad tenga un final feliz”. La
oscilación entre el desvanecimiento o disolución y la solidificación o interconexión bien
puede haber sido alimento de los compromisos ontológicos dominantes. Así huyendo de la
disolución o incluso desaparición de lo social, las teorías sociales modernas han optado
básicamente entre dos compromisos ontológicos que les permitía introducir la solidez en lo
social, aunque en realidad en muchos casos se ha jugado simultáneamente con ambos (de
Durkheim a Coleman).
Por un lado ha estado y está el compromiso con una modelización formal, sistémica
o autoorganizativa (Parsons, Luhmann, Ibáñez, Atlán o Navarro) que introduce una
distinción arbitraria al inicio (entre sistema y entorno, por ejemplo) y la sostiene contra

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 182


viento y marea por razones (de elección) metodológicas o epistemológicas, y consigue así
estabilizar lo social mediante la aplicación de la dogmática de la teoría. Por otro lado, la
tendencia ha sido a comprometerse con alguna modelización del contenido básico de lo
social que lo esencializa —con un toque más o menos aristotélico— y le dota así de
constancia o solidez, cosas como la naturaleza o la tragedia humana (Nussbaum, Ramón) o
procesos como la mundialización o la reflexividad, que inevitablemente suponen la
esencialización de ordenes económicos (Wallerstein) o antropológicos (Giddens, Lamo) e
invitan a una fundamentación universalista y normativa de la crítica social. Pues bien, es
frente a estos dos tipos de modelización ontológica de lo social como surge la tesis de la
ontología fluida. Más que una tercera alternativa tiene la pretensión (quizá excesiva) de
constituirse en (manifestación teorética de) la clausura de la oscilación y tensión que ha
alimentado la maquinaria moderna. En este sentido hablar de la fluidez social manda a un
muy segundo plano la propensión a hacer de la “lógica de la forma” el sostén del
pensamiento sociológico y cuestiona la potencialidad explicativa de una definición
esencialista o mínima de su contenido. Hablar de fluidos reclama poner en primer plano la
compleja dinámica de flujos y turbulencias que anima el cambiante despliegue de lo social.
En segundo lugar,2 podemos pensar en una influencia histórica y general, que podría
tener en 1989, con la caída del muro y del sueño (o pesadilla, según los gustos) comunista,
una fecha de referencia y que podría ayudar a hacer oportuna la propuesta que aquí se hace.
Prácticamente, con excepciones como las de las novedosas perspectivas micro de finales de
los sesenta, la teoría sociológica dominante hasta los años 80 ha estado centrada en marcar
las distinciones, los límites y las fronteras, desde el cuadro AGIL de Parsons y Smelser
hasta el cierre sistémico de Luhman, por un lado, y la oposición entre Ciencia e Ideología,
de Althusser por ejemplo, por otro. Parecen teorías para un mundo de fronteras, en el que
estas se entienden y se viven como medios de separación, oposición y distinción. Ahora,
tras las críticas de los ‘80 y primeros ‘90 parece que el foco de atención de dirige más a los
flujos: flujos de capitales, de mercancías y a los crecientes y problemáticos flujos
migratorios de gentes. Es como si las fronteras más que como muros se percibieran a hora
como lugares de paso, conexión y contaminación.3 Además no sólo es la volátil y fluida
naturaleza revelada en capitales, mercancías, políticas y gentes, entidades sociales
fundamentales, lo que conduce a esa nueva perspectiva, también parecen llevar a ello, como
se señaló anteriormente, el predominio práctico del economicismo, impulsado por las
transformaciones tecnocientíficas y el desarrollo de los sistemas y medios de
comunicación.4
En definitiva, mi propósito es mostrar la emergencia de un modelo fluido de
ontología social y hacer algunos apuntes respecto a esa modelización. Como forma de
aproximación a ese modelo y de señalar la posibilidad de que sea dominante daremos tres
pasos consecutivos: primero, con un comentario sobre las fuerzas disolventes de la
modernidad; después con una lectura crítica de las propuestas de Castells; y, por último,
recogiendo algunas correcciones y complementos que nos sitúan de lleno ya en el pórtico
de la ontología de la fluidez social.

3. “Todo lo sólido se desvanece en el aire”: Crónica de la modernización

Una y otra vez la visión de una realidad social crecientemente fluida se encuentra
con el bello diagnóstico marxiano del capitalismo como fuerza que todo lo disuelve,
magníficamente analizado por Berman (1988). Sin embargo, espero poder mostrar que

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 183


precisamente lo que hace visible la ontología de flujos no es la continuidad de la polarizada
tensión moderna, sino su disolución, su transformación es otra cosa. Los cambios
cuantitativos modernos habrían terminado transformando la cualidad existencial de la vida
social, conduciéndola de la oscilación entre lo sólido (de la tradición) y lo evanescente (del
futuro) a la compleja y variada fluidez (de los muchos presentes). En este sentido lo que el
diagnóstico del Manifiesto comunista hace es dar cuerpo a la crónica del proceso de
modernización y de su experiencia. Una crónica que se adelanta ya en la tragedia fáustica
de Goethe, se prolonga en el modernismo de Baudelaire y llega hasta la urbanización de las
metrópolis contemporáneas durante los tres primeros cuartos del siglo XX. De ahí que no
sea en absoluto casual que Castells sitúe precisamente al final de ese período, esto es, en los
años ‘70, el origen de la revolución de las tecnologías de la información y,
consecuentemente con su teoría, el nacimiento de la sociedad red. Y no es causal porque,
como intentaré mostrar con mi lectura crítica de su obra, el trabajo de Castells puede ser
visto como la crónica de una transición no sólo histórica sino ontológica.
La tesis central de Berman (1988) consiste en afirmar la existencia de una forma de
experiencia vital extendida con la modernización y hoy compartida por todas y todos los
habitantes de ese tiempo histórico que es la modernidad. Es una forma básica de
experiencia porque según el autor afecta al modo en que experienciamos el tiempo, el
espacio, a nosotros mismos, a los demás y a las posibilidades y peligros de la vida. El
contenido de esa experiencia lo deduce del análisis de obras literarias y políticas claves y de
acontecimientos históricos especialmente significativos, que le llevan a afirma que los seres
humanos modernos, y el proceso mismo de modernización añadiría yo, se mueven
impulsados a la vez “por el deseo de cambiar —de transformarse y transformar el mundo—
y [por] el miedo a la desorientación y la desintegración, a que su vida se haga trizas. Todos
ellos conocen la emoción y el espanto de un mundo en el que ‘todo lo sólido se desvanece
en el aire’”. De este modo el núcleo de la experiencia moderna no es otra cosa que la
tensión, contradicción o polaridad entre lo sólido —esto es, el anhelo de controlar el
exterior y el interior mediante algún conjunto de técnicas y conocimientos que sean
necesarios y universales, es decir, el anhelo de solidez— y el desvanecimiento —esto es, el
miedo a la evanescencia, a que una vida y un entorno de apariencia y fatuidad nos conduzca
a la evanescencia, a desvanecernos en el uniforme y homogéneo aire del libre cambio.
Que la modernidad es un orden social desplegado en el eje de esa tensión es algo
que intenta probar mostrando como ésta se expresa en momentos muy significativos de
nuestra historia moderna:
 en el origen de la sensibilidad moderna que se retrata en la obra de Rousseau, donde
la ensoñación nostálgica va unida a la embriaguez que produce la agitada y
tumultuosa vida de la ciudad;
 en la tragedia fáustica del desarrollo o el progreso, que liga inexorablemente el
despliegue de las mayores fuerzas de cambio y desarrollo a la emergencia de un
pacto con los poderes más infernales, según Goethe;
 en la dialéctica contradictoria por la que los ideales cristianos de verdad e integridad
habían terminado generando el advenimiento del nihilismo, del politeísmo y sus
infinitas posibilidades y de la misma “muerte de Dios”, según Nietzsche;
 en la identificación que establece Weber entre la modernización racionalizadora y la
jaula de hierro (14-5);
 en la contradictoria concepción baudelairiana de la modernidad como mitad
contingente y efímera y mitad eterna y necesaria;

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 184


 en la nueva ordenación espacio temporal que el mismo Baudelaire nos ayuda a ver
en esos bulevares parisinos construidos sobre la demolición de parte de los viejos
barrios medievales, que sacan a la luz de su esplendor la miseria antes encerrada en
las callejuelas, que hacen posible la intimidad, incluso la intimidad amatoria, en
público (el beso en las calles de París) y que para desplazarse por el caos que en
ellos producen vehículos y viandantes exigen que quienes los atraviesen se adapten
a sobresaltos y movimientos bruscos, tanto físicos como perceptuales o mentales;
 y en las autopistas actuales, que vienen a separar las fuerzas y los materiales que los
bulevares habían querido unir, que convierten en antigualla lo que para estos era
innovación y que cruzando, sin mezclarse, barrios depauperados suponen un reto
para la voluntad de conservar, que no dejó de latir en el viejo modernismo, y para
“el grito de la calle” que en los años sesenta reivindicaba la aparición de una nueva
síntesis moderna y todavía sostenía la voluntad de transformación social.

Evidentemente el núcleo de la tesis de una forma de experiencia central en toda la


modernidad se construye a partir de lo que para Marx era ese “gran hecho característico del
siglo XIX que ningún partido se atreverá a negar” y que Berman extiende a todo el siglo
XX e incluso en los años ‘80 la pretendía viva, dominante y requiriendo la parcial solución
romántico dialéctica de Hegel y Marx. En última instancia, frente a la llamada nueva
izquierda y a la contracultura de los setenta Berman defiende la vuelta al espíritu crítico-
dialéctico y no (se) permite otra metáfora nuclear que la de la tensión moderna. Aquí es
donde discreparé de él. Pero vayamos por partes.
Berman ha sabido leer en esa magistral primera parte del Manifiesto comunista
(“Burgueses y proletarios”) algo más que (aunque también hace esa lectura y sobre ella
monta la extrapolación que discuto) la defensa de una superación dialéctica por parte del
proletariado de la contradicción que ha generado la burguesía al desatar enormes fuerzas de
producción y descubrir fuentes de riqueza, que sin embargo generan decadencia y producen
escasez. Pues Berman defiende que Marx y Engels extienden explícitamente la idea de que
la burguesía haya engendrado a sus propios sepultureros hasta el rango de motor del
capitalismo/modernidad desde el momento en que hacen coincidir su formulación del
desvanecimiento de todo lo sólido con la profanación de todo lo sagrado (el
desencantamiento de Weber) y con que se despoje de aureola a todas las profesiones
liberales, intelectuales, sacerdotales, etc. (la pérdida del aura del héroe y del arte de que
hablan Baudelaire y Benjamin). Hay que tener en cuenta además que eso sólido que se
desvanece no se refiere sólo a los estables lazos y modos tradicionales sino también y
especialmente a las instituciones más sólidas que el propio capitalismo ha ido engendrando.
La aparición de la concentración del capital, de los Estados nacionales, del mercado
mundial, de los medios de comunicación de masas, etc. Celebrados con el entusiasmo
revolucionario de la burguesía se torna, en el Manifiesto, anuncio de su desvanecimiento,
heraldo de una insoportable presión de cambio y renovación, de modo que como dicen
Marx y Engels:

“Todas las relaciones firmes y enmohecidas, con su cortejo de ideas y nociones


veneradas de antiguo, se disuelven, todas las de formación reciente se hacen
añejas antes de haber podido osificarse. Todo lo estamental y estable se
evapora,5 todo lo sagrado es profanado...”

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 185


Pero la contradicción que aquí resaltan Marx y Engels se resolverá, según ellos, con
más modernidad, con más revolución, cuando el proletariado instaure el comunismo.
Mientras tanto la lógica del construir para destruir y destruir para reemplazar, de
desmoronar lo sólido en búsqueda de una sólida y prolongada estabilidad estarían
constituyendo el motor de la historia moderna. De este mientras tanto, otorgado por el no
advenimiento del comunismo, se puede derivar según Berman que la falta de impulso
revolucionario sea resultado de ese misma lógica de desvanecimiento, que habría afectado a
la propia “naturaleza del hombre nuevo”, a “la individualidad” y habría hecho de los
trágicos personajes modernos unos personajes modernistas, que se sienten a gusto ya en la
vorágine y se mantienen a la espera de unas nuevas solidificaciones, que según Berman
estarían ya esbozadas en las pasadas premoniciones de la crítica dialéctica.
Independientemente de que a mí esa actitud me parezca una mezcla de cinismo y de
comicidad, creo que no necesitamos afirmar la pervivencia de esa dinámica nuclear de la
modernidad, ni siquiera como hallándose en estado de disolución. Por el contrario cabe la
posibilidad de situarnos en una visión que no se encierre en el círculo vicioso de asumir
como necesaria la lógica o dinámica histórica que observa y de hacer, en consecuencia,
inviable cualquier otro discurso distinto al de la tensión moderna entre lo sólido y su
desvanecimiento. Además, de esta manera estaríamos en un contradictorio fin histórico de
la historia (en una eterna modernidad). Resultaría que si actualmente, como dice el propio
Berman, una y otra vez “volvemos la mirada [al pasado] en busca de algo sólido en que
apoyarnos, sólo para encontrarnos abrazando fantasmas” entonces seríamos incapaces de
salir de la paradoja que él mismo enuncia (xi-xii): “ser totalmente modernos es ser
antimodernos”.
Esa posibilidad no es otra que la que apunta a disolver aquella tensión al ver como
la experiencia hoy dominante no es tanto la de disolución de lo sólido sino la de
fluidificación de todo lo social, institucional o personal. Poco a poco, pero cada vez más
con la velocidad que imprimen las nuevas tecnologías, todo se torna lábil, maleable,
acomodaticio, difícil de mantener bajo la misma forma, pero no por ello necesariamente
débil o efímero. Cuando le tourbillon social, descrito ya por Rousseau en 1762, no es el
extremo de una tensa contradicción (moderna) sino nuestro medio natural; cuando el deseo
de estabilidad no se liga necesariamente al arraigamiento en un pasado social y personal
estable o en una identidad sólida, sino que se sabe conectado con una práctica constitutiva
de la que somos parte y efecto, no tiene que haber contradicción con el anhelo de
crecimiento. Pero entonces resulta que la experiencia central no habla de aquella tensión
sino de una vivencia fluida en la que, por ejemplo, el crecimiento no tiene porque ser por
acumulación, puede ser por mezcla y combinación, y el flujo y reflujo continuo de
prejuicios y opiniones sociales, que constituía aquel torbellino, lejos de resultar absurdo
puede manifestar una dinámica distinta, pero también ordenada, una dinámica de flujos, por
ejemplo.
Cierto que Berman protestaría ante esta posibilidad, diciendo probablemente que de
este modo estamos renunciando a la fuente fundamental de nuestra fortaleza, aquella que
nos permitiría desbordar las pequeñas políticas de la vida y de la identidad para retomar la
gran Política, con mayúscula, y seguir prosperando en medio del conflicto. Es decir,
protestaría quizá subrayando la crítica social requiere beber del contraste entre
desvanecimiento y solidificación. No olvidemos que el magnífico trabajo de Berman
sostiene, con cierto optimismo, la voluntad de recuperar la ilusión y la crítica moderna
clásica (93,124), de modo que se mantenga y se alimente la tensa experiencia moderna

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 186


como una totalidad impulsada por la economía.
Sin embargo, se puede mantener el objetivo de recuperar el impulso crítico y leer el
Manifiesto como la crónica de una modernidad que ya no existe: una modernidad sólida
(fordista), dedicada a desvanecer las rigideces del pasado tradicional, envuelta en un
compulsivo proceso de modernización y en el desvanecimiento de los sólidos que ella había
traído y que ha terminado por transformarse en una sociedad líquida o fluida, como hace
Bauman. Es cierto que según este autor aún seguiríamos en plena modernidad, por aquello
de la compulsiva voluntad de cambio y modernización, por el juego incesante de
destrucción y construcción, pero estaríamos en una nueva modernidad que se caracterizaría
por el derrumbe de la ilusión moderna de un final feliz, de equilibrio y estabilidad, y por la
desrregulación y la privatización de las tareas y deberes de la modernización, que nos
habrían dejado sin lazos sociales y sin centro-de-control o Gran Hermano, esto es sin
grandes palabras o mayúsculas. Estaríamos en una modernidad fluida que, sin
solidificaciones que contrarresten, apunta el derrumbe de algunas solidificaciones de la
modernidad anterior, como era el sedentarismo y el enraizamiento territorial, en una especie
de revancha del nomadismo que lo precedió, de forma que “En el estado fluido de la
modernidad, la mayoría sedentaria es gobernada por una élite nómada y extraterritorial”.
La propuesta de Bauman, será para mi una propuesta que detecta una transición,
como en otro sentido lo será la de Castells. Ambas nos ayudarán a ver la naturaleza fluida
de lo social y a vislumbrar todas las transformaciones que nos hacen hablar de (y a
practicar) una crítica y una resistencia que no requiere de la tensión moderna.6 En este
sentido y antes de adentrarnos en Castells, puede ser de ayuda la reflexión epistemológica
de Henri Atlán para calibrar la oportunidad de una realidad fluida.
El conocido libro de Atlán se publicó originalmente en 1979 y rápidamente se
convirtió en una importante llamada de atención sobre la necesidad de reconducir nuestro
pensamiento sobre lo vivo, incluyendo lo humano, y sobre la dirección en que emprender
ese cambio. Sus palabras iniciales (1990:7) son suficientemente claras:

“Las organizaciones vivas son fluidas y móviles. Todo intento de inmovilizarlas


—en el laboratorio, en nuestra representación— las hace caer en una u otra de
las dos formas de muerte. Oscilando ‘entre el fantasma y el cadáver’ (...). El
torbellino líquido que destrona la ordenación rígida del cristal se ha convertido,
o vuelto a convertir, en el modelo, al igual que la llama de la vela, a medio
camino entre la rigidez del mineral y la descomposición del humo”.

La tesis es que la vida es una forma fluida de existencia que navega entre las formas
extremas del cristal, rígido paradigma de la ciencia clásica, y de el humo, paradigma de
turbulencias e incertidumbres definitivamente incomprensibles. Aunque es evidente que
hereda y prolonga aquí el movimiento originario de la biología contemporánea, que hace
del organismo el concepto con el que superar la vieja oposición entre la rigidez del
mecanicismo y la evanescencia del vitalismo, su concepción de la autoorganización y,
sobre todo, su transposición de la misma a la realidad humana es bastante más equilibrada y
menos redundante de las rigideces que Luhmann ha generalizado en la teoría sociológica.7
Atlán supo darse cuenta de que la superación de esa dicotomía era algo que debía afectar al
pensamiento en general, necesitado de evitar el doble riesgo que supone, por un lado, el
abismo de la facilidad y el reposo de la conservadurista ciencia universitaria y, por otro
lado, el “delirio-delicia de la contracultura, de la anticiencia”. La rigidez y la volatilidad,

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 187


perturbaciones heredadas de un pensamiento extremo y oposicional, hijas de la tensión
moderna, debían dejarse de lado.
Todo lo anterior le permitió entender que “la lógica de los sistemas abiertos auto-
organizados” sería [en los ‘70 y los ‘80] un primer intento de captar lo que queda tras la
muerte del hombre y del humanismo (Foucault), es decir tras el segundo giro copernicano,
que rechaza la visión del hombre como un sistema cerrado. Así es como pudo concebir a
los seres humanos como sistema auto-organizados inseparables de su entorno: sistemas que
se caracterizan por una redundancia, que les otorga una relativa autonomía y unicidad, y
por una apertura o permeabilidad de sus fronteras, que son la relativa unidad temporal de la
conciencia vital y la relativa unidad espacial de esa membrana porosa que es la piel. La
imagen del ser humano que emerge entre el cristal y el humo ya no es la del centro absoluto
del sujeto (copernicanomoderno) sino la de una entidad cuyas fronteras son “al mismo
tiempo que barrera, lugar de intercambios”. Y si aquí es fácil reintroducir la lógica
sistémica mediante teorías como las de la complejidad (Morin), las catástrofes (Thorm) o el
ruido organizativo (von Foster), también es posible, al resaltar por ejemplo la fragilidad de
aquellas relativas unificaciones temporales y espaciales, aproximarnos a concebir la
realidad humana y social como una realidad fluida, que se aleja del cristal y de la mecánica
de los sólidos como huye de la lógica evanescente del humo y de todo desvanecimiento en
el aire. A optar por esta segunda posibilidad nos van a ayudar las colosales investigaciones
empíricas de Castells.

4. Crónica de una transición ontológica: relectura crítica de la propuesta de Castells

4.1. Del origen y condiciones de las tesis generales de Castells

Una y otra vez Berman y Bauman ven en la economía y concretamente en el


desarrollo del capitalismo el motor que empuja la contradictoria lógica de autodestrucción y
regeneración de la modernidad. Como Marx, entienden que la disolución de la solidez
tradicional se concreta en el paso del predominio del valor de uso al dominio
imparablemente creciente del valor de cambio, que homogeniza todos los valores, en una
espiral nihilista imparable, y permite la acumulación y posterior autonomía y volatilidad del
capital. Hasta la dignidad personal se torna simple valor de cambio y “se miran las listas de
precios en busca de respuestas a preguntas que no son meramente económicas, sino
metafísicas”, dice Berman.8
Ambos autores coinciden en señalar la existencia de un punto de inflexión entorno a
los años setenta en la marcha del motor económico, ya sea el postfordismo del capitalismo
light en Bauman o el postindustrialismo de Bermann. Es el momento en el que la tensión o
contradicciones culturales, de sentido y de valores, es de tal densidad y extensión planetaria
y la aceleración tecnológica tan imparable en sus efectos disolventes que para el primero
supondrán el tránsito a la sociedad líquida y para el segundo la inversión de la lógica
moderna con un modernismo que se vuelca completamente al pasado, a las raíces y termina
“abrazando fantasmas”. Por ello no ha de extrañarnos que las tesis de Castells tengan su
origen en los estudios de marxistas más o menos reconvertidos de finales de los ‘60 y los
‘70 que, con Daniel Bell a la cabeza, se centraron precisamente en el estudio de ese
momento de inflexión o transición y detectaron las tres causas principales (tecnología,
economía, cultura) del surgimiento de lo que se ha denominado “sociedad de la
información”o “sociedad red”.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 188


El propio Castells se ha encargado de especificar de que modo sus tesis son una
continuación y una ruptura con las teorías de la sociedad postindustrial. Sintetizando las
ideas de Touraine y Bell, Castells afirma que las teorías del postindustrialismo resaltan de
las sociedades emergidas tras la segunda gran guerra el creciente papel del conocimiento y
la tecnología como fuerzas de producción y el cambio de los bienes de producción
industrial a las actividades de servicios, de modo que esta sería la “nueva estructura social”,
que estaría además ligada a dos nuevas dinámicas sociales: la emergencia de los tecnócratas
como la nueva clase dominante y la conversión en intereses dominantes de aquellos
intereses “que responden a la racionalidad científico-tecnológica y al crecimiento
económico. [Mientras] Los intereses alienados (más que los dominados) son los que, a su
vez, responden a las identidades sociales específicas”. Hasta aquí es evidente la continuidad
de aquella teoría con el trabajo posterior de Castells.
El paso de una a otro es menos rupturista de lo que en principio parecer, pues en
última instancia además de algunas constataciones empíricas no pasa de complementar la
atención a las relaciones técnicas de producción con la consideración de las relaciones
sociales. Eso es en lo que se resume la idea de Castells de que, evaluada 20 años después,
hay una serie de insuficiencias en la teoría del postindustrialismo que constituyen los rieles
que nos llevan de ella a la teoría de la sociedad informacional. Esas insuficiencias son,
según Castells: el etnocentrismo noratlántico de la teoría; el economicismo que impide ver
la enorme repercusión de la emancipación de las mujeres y hasta que punto el poder es un
objetivo autónomo; el no haber situado la interdependencia y globalización del nuevo
mundo económico en el corazón de la teoría; y el que los motores de la revolución
tecnológica hayan terminado siendo las corporaciones más que las universidades, la
microelectrónica más que la simulación y la biología más que la física.
Aquí es donde, al tratar de superar esas insuficiencias, apunta los conceptos
centrales de su teoría. Por ejemplo, el repaso de las transformaciones en la condición de la
mujer, de la familia y de los procesos de socialización le hace hablar de una personalidad
más compleja e insegura y de la ruptura entre las relaciones fundamentales entre biología y
sociedad en la reproducción de la especie, lo que ya apunta una cierta flexibilización de la
modelización del ser humano y a la centralidad de la identidad. Pero lo que más me interesa
recordar ahora es que Castells recalca en primer lugar que con las TIC y con el lugar
predominante que han ido adquiriendo en el sistema productivo, así como con las
producción simultánea de globalización y fragmentación por parte de los nuevos medios de
comunicación, se han puesto en cuestión distinciones y separaciones hasta ahora
incuestionadas, como la que se daba entre producción y consumo o entre producción y
cultura o entre agricultura y servicios, de modo que la flexibilidad que introducen favorece
la conexión entre los diversos momentos del proceso económico, permite una diversidad de
esquemas organizativos y hace que “las redes multidireccionales estén sustituyendo a las
burocracias verticales como las más eficientes formas arquetípicas del nuevo sistema”. En
segundo lugar resalta la globalización de la economía como un proceso por el que la
interconexión, diferenciada, selectiva y asimétrica de flujos de información y comunicación
por todo el planeta permite que todos los agentes y procesos económicos operen
simultáneamente a nivel mundial, “como una unidad en tiempo real”. Y ambos
movimientos le permiten señalar finalmente que los conceptos que designan las bases
actuales de la nueva economía son los de: articulaciones (entre las actividades), redes (que
configuran las organizaciones) y flujos (de factores de producción y de mercancías), de
donde concluye que estas constataciones, que permiten reconstruir, mejorar y adaptar la

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 189


teoría de la sociedad postindustrial, deberían haber hecho evidente la siguiente observación:
“nuestras sociedades están fundamentalmente compuestas por flujos intercambiados a
través de redes de organizaciones e instituciones”, lo que según Castells lleva a defender
“la emergencia de flujos como la materia desde la que nuestras sociedades están hechas”.
Más alto quizá se pueda decir, para eso están la cursiva, la negrita o las mayúsculas,
pero más claro no. La visión de una ontología de la fluidez social esta ahí mismo. Sin
embargo, en los trabajos posteriores de Castells hay una especie de regreso a una visión
más sistémica o estructuralista y menos fluida de la realidad social. Tanto si ello es
producto de su menor compromiso con la voluntad crítica, como si lo es de un deseo de
totalización o incluso del peso de los hechos, que es lo que él diría seguramente, el caso es
que son esos textos, especialmente su trilogía, los que todos tomamos como expresión más
acabada de su/la teoría de la sociedad de la información. Por lo tanto, a ellos debo referirme
en primer término para que sus tesis no sean sólo medio de mejora de la teoría de la
postindustrialización, esto es de la conceptuación sociológica de esa inicial transición social
que se produce entre los años ‘50 y los ‘70, sino que además nos permita centrarnos en lo
que ha venido aconteciendo después de esos años y, eventualmente, apropiarnos de parte de
la fuerza expositiva de Castells para avalar la modelización de flujos.
La trilogía de Manuel Castells apareció como heraldo de una nueva era, esto es,
según la definición de la Real Academia (21ª edición), como anuncio y afirmación de un
nuevo y “extenso periodo histórico caracterizado por una gran innovación en las formas de
vida y en la cultura”. Él mismo, en las primeras líneas de su presentación de la edición en
lengua castellana, afirma que su obra “intenta analizar el mundo surgido en las postrimerías
del siglo XX a partir de una serie de procesos interrelacionados, que constituyen una nueva
era, la era de la información”. Y la conclusión final es que la revolución tecnológica, las
crisis económicas y los nuevos movimientos sociales y culturales, que tuvieron lugar entre
finales de los años ‘60 y mediados de los ‘70, desencadenaron los rasgos y mecanismos
centrales de esa nueva era, de la sociedad red y la economía globalizada a la cultura de la
“virtualidad real” y la construcción de comunidades culturales o identitarias.
Con algunos matices y adendas, como los recogidos por Perry Anderson (1998:78-
92), podemos aceptar este reconocimiento de asistir a un profundo cambio histórico y
social, la nueva era. La discrepancia estará en la forma en que Castells interpreta esta
transformación histórica, pues al mantener un aparato conceptual algo obsoleto, que nunca
somete a la criba de la crítica, terminará por caer en una visión insuficiente e incapaz de
asimilar lo que sus mismos análisis van poniendo de manifiesto. Sirva como ejemplo la
separación e incluso dicotomía que mantiene entre la estructura social (ahora red) y la
acción o cambio social (ahora identidades) —bipolaridad entre la red y el yo, recalca él
mismo—, que ignora no sólo los trabajos teóricos de su admirado Giddens sino también los
de Bourdieu o los de los más avispados estructural-funcionalistas (Alexander, et. al. 1987).
Esa dicotomía le hará polarizar, por ejemplo, la situación de la estructura (básicamente
económica) reticular y de la acción (básicamente crítica) de las identidades colectivas.
Quizá sea la falta de una revisión teorética y crítica sobre el marxismo en que se asienta su
pensamiento lo que le ha impedido reapropiarse constructiva y actualizadamente de esa
herencia y le ha llevado a retener un materialismo histórico simplificador e insuficiente.
Esto ayudaría a entender que el gran despliegue que hace de datos, cuadros y figuras, que,
por un lado, constituyen un riquísimo análisis comparativo y, sin ocultar sus limitaciones
metodológicas, tienen un enorme poder de inscripción (en sentido de Latour) de la visión
de lo social como conjunto de redes, flujos e identidades, no consigan, por otro lado, ir más

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 190


allá de una impresionante descripción que está reclamando una revisión crítica, una
actualización y una profundización de las categorías analíticas desplegadas.
El problema no está tanto en los conceptos del materialismo histórico con que
monta su planteamiento de que la nueva estructura social emergente está ligada al
surgimiento de un nuevo modo de desarrollo, “el informacionalismo” cuya forma de
productividad estriba en las tecnologías de la génesis, procesamiento y comunicación de la
información y el conocimiento, esto es, en conceptos tales como modos de desarrollo
(diferenciados según fuente de productividad) y modos de producción (diferenciados según
modo de apropiación del excedente). El problema está en que la perspectiva teórica (= las
sociedades se estructuran por relaciones de producción, experiencia y poder, sobre cuya
base cristaliza la comunicación en culturas e identidades colectivas diferentes) que según él
mismo sustenta a aquel planteamiento ve como sus conceptos centrales son cercenados por
el materialismo economicista que subyace. El proceso de encogimiento conceptual es
especialmente visible en los conceptos de experiencia —reducida a efecto de las
interacciones entre las identidades humanas en la búsqueda de satisfacciones, olvidando
que a la vez que efecto es causa y que está ligada al proceso fundante de la semiosis — y de
poder —reducido al uso de la violencia para la imposición del deseo de unos sobre los
otros, olvidando la faceta posibilitadora y constitutiva del ejercicio de poder. Pero aún hay
algo peor, semejantes limitaciones se producirán en conceptos que ocupan un lugar
predominante en su análisis mismo, como son el de tecnología y el de identidad. Así a pesar
de haber afirmado la interacción constitutiva de tecnología y sociedad, en la que aquella
plasma, expresa y organiza a ésta, su concepto de tecnología, especialmente en el caso de
las TIC, se ceñirá a su definición como aplicación reproducible del conocimiento científico
y podrá así jugar con la muy interesada tesis de que la tecnología, en su relación con la
sociedad, “no es ni buena, ni mala, ni tampoco neutral”. Por su parte, el concepto de
identidad es más bien un cajón de sastre donde reubica todo lo que no le cabe en su visión
estructural-materialista. Así la identidad se define como fuente última de sentido y
significado, pero más como efecto histórico del deterioro de organizaciones, instituciones y
movimientos dominantes en la modernidad que como principio constitutivo. Frente al
dominio y homogeneización de la red, la identidad recogería la resistencia, los proyectos de
transformación, la particularidad, etc. Con ello no hace sino reafirmarse en esa insostenible
visión dicotómica que opone el sistema (dominante) a la acción (dominada y
emancipadora) y, con una concepción romantico-novecentista del papel del hombre (sic) en
el cosmos, termina esbozando una película de buenos y malos.9
Teniendo en cuenta las enormes potencialidades, así como sus limitaciones y su
genealogía, como la monumental obra de Castells será para mí el gigante al que subirme
para profundizar en alguna de sus propuestas y cuestionar otras.

Notas

1 La realización de este trabajo hubiera sido imposible sin mi previa colaboración y


conversaciones con Ramón Ramos y con Margarita Barañano, mucho más avezados que yo
en la reflexión sobre el ETS. Sólo puedo intentar corresponder a su generosidad con mi
agradecimiento y mi amistad.
2 Me inspiro en una intervención de Nikolai Genov en la conferencia del Comité de
Investigación de Teoría de la ISA, celebrada en la Universidad de Cambridge en septiembre
de 2000.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 191


3 Para un interesante y muy actualizado análisis del lugar de la frontera en el pensamiento
sociológico puede verse el reciente número monográfico de Política y Sociedad (nº 36,
2001)
4 “Falacia ontológica”: Aunque mi propuesta venga a defender una específica
modelización de la realidad social, una específica “ontología social”, no debe extrapolarse,
al menos sin justificarlo, hasta el punto que P. Baert (2000) denomina “falacia ontológica”.
Esta consiste en creer, como habrían hecho Geertz, Giddens y otros defensores de la
perspectiva hermenéutica en sociología, que las cuestiones metodológicas,
fundamentalmente la elección de métodos y de técnicas, puede ser decidida por las
afirmaciones ontológicas. La “ontología” puede marcar límites, pero son suficientemente
abiertos como para que haya que elegir entre metodologías diferentes. Sin embargo tengo
mis dudas al respecto: ¿No será que la elección metodológica básica es, con el núcleo de la
teoría, lo que lleva a un compromiso ontológico o a otro?
5 “Alles Ständische und Stehende verdampft”, dice el original alemán (Marx/Engels
Werke, Berlin: Dietz Verlag, 1959, Bd.4:465), que en algunas ocasiones ha sido traducido
al español y al inglés de forma menos literal pero quizá más justa como “Todo lo [que es]
sólido se desvanece [en el aire]”.
6 Berman y Bauman retienen una concepción romántica de crítica y de emancipación, que
oponiendo individuo a sociedad, interior a exterior, necesita de un sujeto sólido y se
alimenta de su incursión en la gran Política, de modo que la dificultad de cubrir esas
necesidades y la incapacidad de reconocer lo que sus propios análisis hacen evidente puede
terminar llevándoles a una situación insostenible, en la que pretenden aferrarse a lo que
ellos mismos han contribuido a desmoronar.
7 Verlo así fue uno de los aciertos de J. Ibáñez.
8 Quizá, en lugar del largo análisis de Castells que aquí comienza, pudiéramos encontrar
una vía más directa para postular la ontología de flujos si viéramos, posiblemente con la
ayuda del segundo Baudrillard, como la tensa danza de solidificación y disolución a que
nos conduce el predominio del valor de cambio, que no ha dejado de buscar solidificación
de las acumulaciones de capital, ha ido dando paso al abierto y dispar fluir que impone el
creciente imperio del valor de significación en la sociedad de consumo, que más que la
sociedad del conocimiento (E. Lamo) o de la Información (M. Castells) parece ser la
sociedad del “infotenimiento” o de la informacion-entretenimiento (D. Keller). Tendríamos
así en el predominio del valor signo una de las principales licuadoras de lo social. Sin
embargo, éstos no son los recorridos disciplinariamente admitidos en nuestra comunidad
académica y si quiero que mi propuesta sea al menos considerada deberá ajustarse, como
viene intentando hacer, al recorrido aceptable. Tal rendición tiene además en este caso el
rédito adicional de que eventualmente me permitirá apoyarme en la abrumadora batería de
datos y comparaciones con los que Castells apuntala sus ideas.
9 Bajo el prisma de la narrativa que estimula la dicotomía entre estructura y acción que
sostiene Castells parece ser un trasunto del mal casamiento entre el pesimismo
estructuralista y el optimismo histórico de un viejo militante. Si lo último le hace hablar de
“vigorosas identidades de resistencia” (98:395), el primero le hace decir (98:394) que “la
disolución de las identidades compartidas, que equivale a la disolución de la sociedad como
sistema social significativo, muy bien pudiera ser el estado de cosas de nuestro tiempo”.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 192


Lectura Nº 9
Beck, Ulrich, La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad,
Barcelona, Editorial Paidós, 1998, pp. 25-40.
En la modernidad avanzada, la producción social de riqueza va acompañada
sistemáticamente por la producción social de riesgos. Por tanto, los problemas y conflictos
de reparto de la sociedad de la carencia son sustituidos por los problemas y conflictos que
surgen de la producción, definición y reparto de los riesgos producidos de manera
científico-técnica.
Este cambio de la lógica del reparto de la riqueza en la sociedad de la carencia a la
lógica del reparto de los riesgos en la modernidad desarrollada está vinculado
históricamente a (al menos) dos condiciones. En primer lugar, este cambio se consuma
(como sabemos hoy) allí donde y en la medida en que mediante el nivel alcanzado por las
fuerzas productivas humanas y tecnológicas y por las seguridades y regulaciones del Estado
social se puede reducir objetivamente y excluir socialmente la miseria material auténtica.
En segundo lugar, este cambio categorial depende al mismo tiempo de que al hilo del
crecimiento exponencial de las fuerzas productivas en el proceso de modernización se
liberen los riesgos y los potenciales de autoamenaza en una medida desconocida hasta el
momento.1
En la medida en que se presentan estas condiciones, un tipo histórico del
pensamiento y de la actuación es relativizado o sustituido por otro. El concepto de
“sociedad industrial o de clases” (en el sentido más amplio de Marx y Weber) giraba en
torno a la cuestión de cómo se puede repartirla riqueza producida socialmente de una
manera desigual y al mismo tiempo “legítima”. Esto coincide con el nuevo paradigma de la
sociedad del riesgo, que en su núcleo reposa en la solución de un problema similar y sin
embargo completamente diferente. ¿Cómo se pueden evitar, minimizar, dramatizar,
canalizar los riesgos y peligros que se han producido sistemáticamente en el proceso
avanzado de modernización y limitarlos y repartirlos allí donde han visto la luz del mundo
en la figura de “efectos secundarios latentes”, de tal modo que ni obstaculicen el proceso de
modernización ni sobrepasen los límites de lo “soportable” (ecológica, médica, psicológica,
socialmente)?
Así pues, ya no se trata (o ya no exclusivamente) del aprovechamiento de la
naturaleza, del desprendimiento del ser humano respecto de obligaciones tradicionales, sino
que se trata también y esencialmente de problemas que son consecuencia del desarrollo
técnico-económico mismo. El proceso de modernización se vuelve reflexivo, se toma a sí
mismo como tema y problema. Las cuestiones del desarrollo y de la aplicación de
tecnologías (en el ámbito de la naturaleza, la sociedad y la personalidad) son sustituidas por
cuestiones de la “gestión” política y científica (administración, descubrimiento, inclusión,
evitación y ocultación) de los riesgos de tecnologías a aplicar actual o potencialmente en
relación a horizontes de relevancia a definir especialmente. La promesa de seguridad crece
con los riesgos y ha de ser ratificada una yotra vez frente a una opinión pública alerta y
crítica mediante intervenciones cosméticas o reales en el desarrollo técnico-económico.
Ambos “paradigmas” de la desigualdad social se refieren sistemáticamente a épocas
determinadas en el proceso de modernización. El reparto y los conflictos de reparto en
torno a la riqueza producida socialmente se encontrarán en primer plano mientras el
pensamiento y la actuación de los seres humanos están dominados en los países y en las

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 193


sociedades (hoy en grandes partes del llamado Tercer Mundo) por la evidencia de la
miseria material, por la “dictadura de la escasez”. Bajo estas condiciones de la sociedad de
la carencia se halla y se consuma el proceso de modernización con la pretensión de abrir
con las llaves del desarrollo científico-técnico las puertas de las fuentes ocultas de la
riqueza social. Estas promesas de liberación respecto de la pobreza y de la dependencia que
uno mismo no ha causado están en la base de la actuación, el pensamiento y la
investigación con categorías de desigualdad social, y en concreto desde la sociedad de
clases, pasando por la sociedad de capas hasta la sociedad individualizada.
En los Estados del bienestar muy desarrollados y ricos de Occidente suceden dos
cosas: por una parte, la lucha por el “pan de cada día” pierde (en comparación con el
abastecimiento material hasta la primera mitad del siglo XX y con el Tercer Mundo,
amenazado por el hambre) la urgencia de un problema cardinal que deja todo en la sombra.
En lugar del hambre aparecen para muchos seres humanos los “problemas” de la obesidad
(en relación al problema de la “nueva pobreza”. Sin embargo, con ello se sustrae al proceso
de la modernización la base de legitimación que tenía antes: la lucha contra la carencia
evidente, por la que se estaba dispuesto a aceptar algunos efectos secundarios (ya no del
todo) inadvertidos.
En paralelo, se difunde el saber de que las fuentes de la riqueza están
“contaminadas” por las crecientes “amenazas de los efectos secundarios”. Esto no es en
absoluto nuevo, pero durante mucho tiempo no se percibió en medio del esfuerzo por
superar la miseria. Además, este aspecto oscuro gana en significado mediante el
sobredesarrollo de las fuerzas productivas. En el proceso de modernización quedan
liberadas cada vez más fuerzas destructivas y esto en una medida ante la que la inteligencia
humana queda perpleja. Ambas fuentes nutren una creciente crítica de la modernización
que determina ruidosa y conflictivamente las discusiones públicas. Argumentado
sistemáticamente desde el punto de vista de la historia social, en la continuidad de los
procesos de modernización más tarde o más temprano, comienzan a solaparse las
situaciones y conflictos sociales de una sociedad “repartidora de riqueza” con las de una
sociedad “repartidora de riesgos”. En la República Federal de Alemania nos encontramos
(ésta es mi tesis) como muy tarde desde los años setenta al comienzo de este tránsito. Es
decir: aquí se solapan los dos tipos de temas y conflictos. Aún no vivimos en una sociedad
del riesgo, pero tampoco ya sólo en conflictos de reparto propios de las sociedades de la
carencia. En la medida en que tiene lugar este tránsito, se produce realmente un cambio
social que conduce más allá de las categorías y vías anteriores del pensamiento y de la
actuación.
¿Posee el concepto de riesgo en la historia social el significado que le atribuimos
aquí? ¿No se trata de un Urphänomen de la actuación humana? ¿No son los riesgos
precisamente un rasgo característico de la época de la sociedad industrial, contra la que han
de ser delimitados aquí? Sin duda, los riesgos no son un invento de la Edad Moderna.
Quien, como Colón, partió para descubrir nuevos países y continentes aceptó “riesgos”.
Pero se trataba de riesgos personales, no de las situaciones globales de amenaza que surgen
para toda la humanidad con la fisión nuclear o el almacenamiento de basura atómica. La
palabra “riesgo” tenía en el contexto de esa época la connotación de coraje y aventura, no la
de la posible autodestrucción de la vida en la Tierra.
También los bosques están muriendo desde hace muchos siglos, primero debido a su
transformación en campos, luego debido a talas masivas. Pero la muerte actual de los
bosques sucede globalmente, y en concreto como consecuencia implícita de la

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 194


industrialización, con repercusiones sociales y políticas completamente diferentes. Esto
afecta, por ejemplo, también y precisamente a países boscosos (como Noruega y Suecia)
que apenas poseen industrias que produzcan grandes cantidades de sustancias nocivas, pero
que han de pagar con la muerte de sus bosques y de sus especies animales y vegetales las
emisiones de sustancias nocivas por parte de otros países muy industrializados.
Se dice que los marineros que en el siglo XIX caían al Támesis no se ahogaban en el
agua, sino que perecían envenenados por los fétidos vapores y humos de esta cloaca
londinense. También el paso por las estrechas calles de una ciudad medieval tenía que
equivaler a una tortura para la nariz. “Las heces se acumulan por doquier, en las alamedas,
al pie de los árboles, en los coches de alquiler... Las fachadas de las casas de París están
corroídas por la orina ... El estreñimiento organizado socialmente amenaza con llevar a todo
París al proceso de la descomposición”. Sin embargo, llama la atención que en aquel
tiempo, a diferencia de hoy, los peligros atacaban a la nariz o a los ojos, es decir, eran
perceptibles mediante los sentidos, mientras que los riesgos civilizatorios hoy se sustraen a
la percepción y más bien residen en la esfera de las fórmulas químico-físicas (por ejemplo,
los elementos tóxicos en los alimentos, la amenaza nuclear). A ello va unida una diferencia
más. Por entonces, se podía atribuir los riesgos a un infraabastecimiento de tecnología
higiénica. Hoy tienen su origen en una sobreproducción industrial. Así pues, los riesgos y
peligros de hoy se diferencian esencialmente de los de la Edad Media (que a menudo se les
parecen exteriormente) por la globalidad de su amenaza (seres humanos, animales, plantas)
y por sus causas modernas. Son riesgos de la modernización. Son un producto global de la
maquinaria del progreso industrial y son agudizados sistemáticamente con su desarrollo
ulterior.
Ahora bien, los riesgos del desarrollo industrial son sin duda tan viejos como éste
mismo. La pauperización de grandes partes de la población (el “riesgo de la pobreza”)
mantuvo en tensión al siglo XIX. Los “riesgos de cualificación” y los “riesgos de salud”
son desde hace tiempo tema de los procesos de racionalización y de los conflictos y
aseguraciones (e investigaciones) sociales referidos a ellos. Sin embargo, a los riesgos que
a continuación figurarán en el centro y que desde hace unos años intranquilizan a la opinión
pública les corresponde una nueva cualidad. En las consecuencias que producen ya no están
ligados al lugar de su surgimiento; más bien, ponen en peligro a la vida en esta Tierra, y en
verdad en todas sus formas de manifestación. Comparados con ellos, los riesgos
profesionales de la industrialización primaria pertenecen a otra época. Los peligros de las
fuerzas productivas muy desarrolladas química y atómicamente suprimen las bases y
categorías con las que hemos pensado y actuado hasta ahora: espacio y tiempo, trabajo y
tiempo libre, empresa y Estado nacional, incluso los límites entre bloques militares y
continentes.
La arquitectura social y la dinámica política de tales potenciales de autoamenaza
civilizatoria se encuentran aquí en el centro de nuestra atención.
Podemos anticipar la argumentación mediante cinco tesis:
 Los riesgos que se generan en el nivel más avanzado del desarrollo de las fuerzas
productivas (con ello me refiero sobre todo a la radiactividad, que se sustrae por
completo a la percepción humana inmediata, pero también a las sustancias nocivas y
tóxicas presentes en el aire, en el agua y en los alimentos, con sus consecuencias a
corto y largo plazo para las plantas, los animales y los seres humanos) se
diferencian esencialmente de las riquezas. Estos riesgos causan daños sistemáticos y
a menudo irreversibles, suelen permanecer invisibles, se basan en interpretaciones

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 195


causales, por lo que sólo se establecen en el saber (científico o anticientífico) de
ellos, y en el saber pueden ser transformados, ampliados o reducidos, dramatizados
o minimizados, por lo que están abiertos en una medida especial a los procesos
sociales de definición. Con ello, los medios y las posiciones de la definición del
riesgo se convierten en posiciones sociopolíticas clave.
 Con el reparto y el incremento de los riesgos surgen situaciones sociales de peligro.
Ciertamente, en algunas dimensiones éstas siguen a la desigualdad de las
situaciones de clases y de capas, pero hacen valer una lógica de reparto
esencialmente diferente: los riesgos de la modernización afectan más tarde o más
temprano también a quienes los producen o se benefician de ellos. Contienen un
efecto bumerang que hace saltar por los aires el esquema de clases. Tampoco los
ricos y poderosos están seguros ante ellos. Y esto no sólo en tanto que peligros para
la salud, sino también en tanto que peligros para la legitimación, la propiedad y la
ganancia: al reconocimiento social de los riesgos de la modernización van unidas
desvalorizaciones y expropiaciones ecológicas que se encuentran en contradicción
sistemáticamente con los intereses de ganancia y de propiedad que impulsan el
proceso de industrialización. Al mismo tiempo, los riesgos producen nuevas
desigualdades internacionales, por una parte entre el Tercer Mundo y los Estados
industrializados, por otra parte entre los mismos Estados industrializados. Esas
desigualdades no respetan el tejido de competencias del Estado nacional. A la vista
de la universalidad y supranacionalidad del tráfico de sustancias nocivas, la
supervivencia de los bosques de Baviera depende en última instancia de la firma y
cumplimiento de tratados internacionales.
 Sin embargo, la expansión de los riesgos no rompe en absoluto con la lógica del
desarrollo capitalista, sino que más bien la eleva a un nuevo nivel. Los riesgos de la
modernización son un big business. Son las necesidades insaciables que buscan los
economistas. Se puede calmar el hambre y satisfacer las necesidades, pero los
riesgos de la civilización son un barril de necesidades sin fondo, inacabable,
infinito, autoinstaurable. Siguiendo a Luhmann, podríamos decir que con los riesgos
la economía se vuelve autorreferencial, independiente del entorno de la satisfacción
de las necesidades humanas. Pero esto significa que la sociedad industrial produce
con el aprovechamiento económico de los riesgos causados por ella las situaciones
de peligro y el potencial político de la sociedad del riesgo.
 Se puede poseer las riquezas, pero por los riesgos se está afectado; éstos son como
asignados civilizatoriamente. Dicho de una manera rápida y esquemática: en las
situaciones de clases y capas, el ser determina a la conciencia, mientras que en las
situaciones de peligro la conciencia determina al ser. El saber adquiere un nuevo
significado político. Por consiguiente, hay que desplegar y analizar el potencial
político de la sociedad del riesgo en una sociología y en una teoría del surgimiento y
difusión del saber de los riesgos.
 Los riesgos reconocidos socialmente, tal como se manifiesta claramente por primera
vez en el ejemplo de la discusión sobre la muerte de los bosques, tienen un
contenido político explosivo muy peculiar: lo que hasta el momento se había
considerado apolítico se vuelve político: la supresión de las “causas” en el proceso
de industrialización mismo. De repente, la opinión pública y la política empiezan a
mandar en el ámbito íntimo del management empresarial, en la planificación de la
producción, en el equipamiento técnico, etc. Ahí queda claro de una manera

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 196


ejemplar de qué se trata propiamente en la disputa pública sobre la definición de los
riesgos: no sólo de las consecuencias para la salud de la naturaleza y del ser
humano, sino de los efectos secundarios sociales, económicos y políticos de estos
efectos secundarios: hundimiento de mercados, desvalorización del capital,
controles burocráticos de las decisiones empresariales, apertura de nuevos
mercados, costes monstruosos, procedimientos judiciales. En la sociedad del riesgo
surge así a impulsos pequeños y grandes (en la alarma por el smog, en el accidente
tóxico, etc.) el potencial político de las catástrofes. La defensa y administración de
las mismas puede incluir una reorganización del poder y de la competencia. La
sociedad del riesgo es una sociedad catastrófica. En ella, el estado de excepción
amenaza con convertirse en el estado de normalidad.

1.1. Repartos de las sustancias nocivas en las ciencias naturales y situaciones sociales
de peligro

La discusión sobre las sustancias nocivas y tóxicas que contienen el aire, el agua y
los alimentos, sobre la destrucción de la naturaleza, del medio ambiente en general, sigue
teniendo lugar exclusiva o dominantemente mediante categorías o fórmulas propias de las
ciencias naturales.
De este modo se ignora que las “fórmulas de pauperización” de las ciencias
naturales poseen un significado social, cultural y político. En consecuencia, existe el
peligro de que una discusión sobre el medio ambiente que tenga lugar mediante categorías
químico-biológico-técnicas tome en consideración al ser humano involuntariamente sólo
como aparato orgánico.
Pero de este modo la discusión amenaza con cometer el error contrario al error que
con razón ha reprochado al optimismo de progreso industrial que durante mucho tiempo ha
predominado: el error de convertirse en una discusión natural sin el ser humano, sin la
cuestión del significado social y cultural. Precisamente las discusiones de las últimas
décadas, en las que se ha vuelto a desplegar todo el arsenal de argumentos de crítica de la
técnica y de la industria, han seguido siendo en su núcleo tecnocráticas y naturalistas. Se
agotan en el intercambio y la evocación de las sustancias nocivas que contienen el aire, el
agua y los alimentos, de cifras relativas de crecimiento demográfico, de consumo
energético, de demanda de alimentos, de falta de materias primas, etc., con un celo y
exclusividad como si nunca hubiera habido alguien (por ejemplo, un tal Max Weber) que
hubiera dedicado su tiempo a mostrar que si no tomamos en consideración las estructuras
sociales de poder y de reparto, las burocracias, las normas y racionalidades dominantes,
todo esto es vacío o absurdo (probablemente, ambas cosas). Bajo mano se ha colado una
idea que reduce la modernidad al marco de referencia de la técnica y la naturaleza en el
sentido de criminal y víctima. Desde su propio punto de partida, a este pensamiento
(incluido el del ecologismo político) se le ocultan los contenidos y consecuencias sociales,
políticas y culturales de los riesgos de la modernización.
Ilustremos esto con un ejemplo. El Rat der Sachverständigen für Umweltfragen
(Consejo de Expertos en Cuestiones Relativas al Medio Ambiente) constata en su informe
que “en la leche materna a menudo se ha encontrado beta-hexaclorociclohexano,
hexaclorobenzol y DDT en unas concentraciones excesivas”. Estas sustancias tóxicas están
contenidas en insecticidas para plantas que entre tanto han sido retirados del mercado. Su
procedencia no está clara (ibíd.). En otro lugar se dice: “Por término medio, la cantidad de

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 197


plomo que soporta la población no es peligrosa”. ¿Qué se oculta detrás de ello? Tal vez
(por analogía), el siguiente reparto: Dos hombres tienen dos manzanas. Uno se come las
dos. Así pues, por término medio cada uno ha comido una manzana. Trasladada al reparto
de alimentos en el mundo, esta frase diría que por término medio todos los seres humanos
de esta Tierra están saciados. Aquí, el cinismo es evidente. En una parte de la Tierra la
gente se muere de hambre, mientras que en la otra parte los problemas causados por la
sobrealimentación se han convertido en un coste de primer rango. Puede ser que esta frase
no sea cínica en relación a las sustancias nocivas y tóxicas. Que, por tanto, la cantidad
promedio sea también la cantidad real de todos los grupos de población. Pero ¿lo sabemos?
Simplemente para defender esta frase. ¿no hace falta saber qué otros venenos están
obligados los seres humanos a respirar y tragar? Es sorprendente la naturalidad con que se
pregunta por “el término medio”. Quien pregunta por el término medio excluye ya de este
modo situaciones de peligro socialmente desiguales. Pero precisamente esto no lo puede
saber. ¿Habrá grupos y condiciones de vida para los que sea peligroso el contenido de
plomo (etc.) que “por término medio no es peligroso”?
La siguiente frase del informe dice: “Únicamente en los niños que viven cerca de los
emisores industriales se encuentran concentraciones de plomo peligrosas”. Característico
no es sólo la ausencia de diferenciaciones sociales en éste ven otros balances de sustancias
dañinas. También es característico cómo se diferencia: de acuerdo con puntos de vista
regionales en relación a las fuentes de emisión y de acuerdo con diferencias de edad, dos
criterios que proceden del pensamiento biológico (o más en general: del pensamiento de las
ciencias de la naturaleza). Esto no puede reprocharse a los redactores del informe.
Simplemente, refleja con toda exactitud el pensamiento científico y social general en
relación a los problemas del medio ambiente. Éstos son entendidos como un asunto de la
naturaleza y de la técnica, de la economía y de la medicina. Lo sorprendente en ello es lo
siguiente: los daños al medio ambiente y la destrucción de la naturaleza causada por la
industria, con sus diversos efectos sobre la salud y la convivencia de los seres humanos
(que sólo surgen en la sociedades muy desarrolladas), se caracterizan por una pérdida del
pensamiento social. A esta pérdida se añade lo grotesco: esta ausencia no le llama la
atención a nadie, ni siquiera a los sociólogos.
Se pregunta por el reparto de sustancias nocivas, venenos, daños en el agua, en el
aire, en el suelo, en los alimentos, etc. Los resultados son presentados a la aterrorizada
opinión pública diferenciados regionalmente en multicolores “mapas del medio ambiente”.
En la medida en que de este modo se exponga la situación del medio ambiente, esta manera
de exponer y pensar es muy adecuada, Pero si de ahí se extraen consecuencias para los
seres humanos, el pensamiento que está en la base se cortocircuita: o bien se supone que
todos los seres humanos (independientemente de los ingresos, la educación, la profesión, y
de las posibilidades y hábitos de alimentación, vivienda y tiempo libre que van unidos a
ello) están dañados en la misma medida en los centros regionales de sustancias nocivas
estudiados (lo que aún habría que demostrar). O bien se excluye a los seres humanos y a los
daños que sufren y se habla sólo de sustancias nocivas y de sus repartos y efectos sobre la
región.
En consecuencia, la discusión sobre las sustancias nocivas que tiene lugar con las
categorías de las ciencias naturales se mueve entre la inferencia errónea de daños
biológicos a daños sociales y una consideración de la naturaleza y del medio ambiente que
excluye el daño selectivo a las personas y los significados sociales y culturales que van
unidos a ello. Al mismo tiempo, no se toma en cuenta que las mismas sustancias nocivas

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 198


pueden tener un significado completamente diferente para personas diferentes de acuerdo
con la edad, el sexo, los hábitos alimenticios, el tipo de trabajo, la información, la
educación, etc.
Especialmente grave parece el problema de que las investigaciones que parten
únicamente de sustancias nocivas individuales jamás pueden averiguar la concentración de
sustancias nocivas en el ser humano. Lo que puede ser “no peligroso” en relación a un
producto individual tal vez sea extremadamente peligroso en el “receptáculo del
consumidor final” en que se ha convertido el ser humano en el estadio avanzado de la
comercialización total.Aquí tenemos un error de categorías: un análisis de las sustancias
nocivas basado en la naturaleza y en el producto no está en condiciones de responder a la
pregunta de la falta de peligro, o al menos no lo está mientras el “peligro” y la “ausencia de
peligro” tengan algo que ver con las personas que tragan y respiran. Es bien sabido que la
ingestión de varios medicamentos puede suprimir o potenciar el efecto de cada uno de
ellos. Ahora bien, el ser humano no vive (todavía) sólo de medicamentos. También respira
las sustancias nocivas del aire, bebe las del agua, come las de la verdura, etc. Con otras
palabras: las ausencias de peligro se suman de una manera peligrosa. ¿Son de este modo
cada vez menos peligrosas, tal como sucede con las sumas de acuerdo con las reglas de las
matemáticas?

1.2. La dependencia respecto del saber de los riesgos de la modernización

Tanto los riesgos como las riquezas son objeto de repartos, y tanto éstas como
aquéllos constituyen situaciones: situaciones de peligro o situaciones de clase. Sin
embargo, tanto aquí como allá se trata de un bien completamente diferente y de otra disputa
sobre su reparto. En el caso de las riquezas sociales, se trata de bienes de consumo, de
ingresos, de oportunidades de educación, de propiedades, etc., en tanto que recursos
escasos a los que se aspira. Frente a ello, los peligros son un producto adicional de una
sobreabundancia que hay que impedir. Éstos hay que o suprimirlos o negarlos, hay que
reinterpretarlos. Así pues, a la lógica positiva de la apropiación se contrapone una lógica
negativa del eliminar, del evitar, del negar, del reinterpretar.
Mientras que los ingresos, la educación, etc., son para el individuo bienes
consumibles, experimentables, la existencia y el reparto de peligros y riesgos siempre están
mediadas argumentativamente. A menudo, lo que perjudica a la salud y destruye la
naturaleza no lo puede conocer la propia sensación, los propios ojos, e incluso allí donde
aparentemente está a la luz del día la construcción social le hace necesitar para su
constatación “objetiva” del juicio del experto. Muchos de los nuevos riesgos
(contaminaciones nucleares o químicas; sustancias nocivas en los alimentos, enfermedades
civilizatorias) se sustraen por completo a la percepción humana inmediata. Al centro pasan
cada vez más los peligros que a menudo para los afectados no son visibles ni perceptibles,
peligros que en ciertos casos no se activan durante la vida de los afectados, sino en la de sus
descendientes; se trata en todo caso de peligros que precisan de los “órganos perceptivos”
de la ciencia (teorías, experimentos, instrumentos de medición) para hacerse “visibles”,
interpretables, como peligros. El paradigma de estos peligros son las mutaciones genéticas
causadas por la radiactividad, que, imperceptibles para los afectados, dejan a éstos por
completo (tal como muestra el accidente en el reactor de Harrisburg) a la merced del juicio,
de los errores, de las controversias de los expertos.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 199


Pensar junto lo separado: la conjetura de causalidad

Pero esta dependencia respecto del saber y esta invisibilidad de las situaciones
civilizatorias de peligro no bastan para determinar conceptualmente a las mismas; tales
situaciones contienen en sí ya componentes ulteriores. Las afirmaciones sobre los peligros
nunca son reducibles a meras afirmaciones sobre hechos. Contienen constitutivamente tanto
un componente teórico como un componente normativo. La constatación en niños de
“concentraciones de plomo no peligrosas” o de “elementos de pesticidas en la leche
materna” no es en tanto que tal una situación civilizatoria de peligro, como tampoco lo es
la concentración de nitrato en ríos o la presencia de dióxido de sulfuro en el aire. Hay que
añadir una interpretación causal que haga aparecer esto como producto del modo industrial
de producción, como efecto secundario sistemático de los procesos de modernización. Así
pues, en los riesgos reconocidos socialmente se presuponen las instancias y los actores del
proceso de modernización con todos sus intereses parciales y dependencias, y además éstos
son puestos en un nexo directo (basado en el modelo de causa y efecto) con daños y
amenazas completamente separados de ellos en sentido social, material, local y temporal.
La mujer que da el pecho a su hijo de tres meses en su pequeña vivienda en los arrabales de
una gran ciudad se encuentra de este modo en una “relación inmediata” con la industria
química que produce pesticidas para plantas, con los campesinos que se ven forzados por
las directrices agrarias de la Comunidad Europea a una producción masiva especializada y
a abonar en exceso. etc. Queda abierta la cuestión de en qué radio se puede o debe buscar
efectos secundarios. Hasta en la carne del pingüino del Antártico se ha descubierto
recientemente una sobredosis de DDT.
Estos ejemplos muestran dos cosas: primero, que los riesgos de la modernización se
presentan de una manera universal que es al mismo tiempo específica e inespecífica
localmente; y segundo, cuán incalculables e impredecibles son los intrincados caminos de
su efecto nocivo. Así pues, en los riesgos de la modernización se reúne causalmente lo que
está separado por el contenido, por el espacio y por el tiempo, y de este modo es puesto al
mismo tiempo en un nexo de responsabilidad social y jurídico. Pero las conjeturas de
causalidad se sustraen (lo sabemos como muy tarde a partir de Hume) a toda percepción.
Son teoría. Han de ser añadidas siempre en el pensamiento, han de ser supuestas como
verdaderas, hay que creérselas. Los riesgos son invisibles también en este sentido. La
causalidad supuesta siempre queda más o menos insegura y provisional. En este sentido, se
trata (también en la conciencia cotidiana del riesgo) de una conciencia teórica y por tanto
cientifizada.

Ética implícita

Tampoco basta con esta conexión causal de lo separado institucionalmente. La


vivencia de los riesgos presupone un horizonte normativo de seguridad perdida, de
confianza rota. Incluso allí donde los riesgos se presentan revestidos con cifras y fórmulas
(pero sin palabras), quedan vinculados al lugar, son condensaciones matemáticas de
nociones heridas de la vida digna de ser vivida. A su vez. éstas tienen que ser creídas, es
decir, no son experimentables así. En este sentido, los riesgos son negativos de utopías en
que lo humano (o lo que queda de ello) se conserva en el proceso de modernización y
vuelve a ser animado. Pese a la desfiguración, en última instancia este horizonte normativo
en el que se hace visible lo arriesgado del riesgo no puede ser suprimido mediante la

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 200


matematización o la experimentación. Tras todas las objetivaciones aparece más tarde o
más temprano la cuestión de la aceptación y por tanto una vieja cuestión nueva: ¿cómo
queremos vivir? ¿Qué es lo humano en el ser humano y lo natural en la naturaleza que hay
que conservar? Hablar de “catástrofe”, como es cada vez más habitual, es en este sentido la
expresión exagerada, radicalizada, objetivizada, de que no se quiere este desarrollo.
Estas viejas preguntas nuevas (¿qué es el ser humano?, ¿cómo hemos de tratar a la
naturaleza?) pueden circular entre la vida cotidiana, la política y la ciencia. En el estadio
más avanzado del desarrollo civilizatorio vuelven a estar en boca de todos, también o
precisamente allí donde aún llevan la caperuzza de las fórmulas matemáticas y de las
controversias metódicas. Las constataciones del riesgo son la figura en que la ética (y por
tanto también la filosofía, la cultura; la política) resucita en los centros de la modernización,
en la economía, en las ciencias naturales, en las disciplinas técnicas. Las constataciones del
riesgo son una simbiosis aún desconocida, no desarrollada, entre ciencias de la naturaleza y
ciencias del espíritu, entre racionalidad cotidiana y racionalidad de los expertos, entre
interés y hecho. Al mismo tiempo, no son ni sólo lo uno ni sólo lo otro. Son las dos cosas
en una forma nueva. Ya no pueden ser aisladas por uno u otro especialista y ser
desarrolladas y fijadas de acuerdo con los propios estándares de racionalidad. Presuponen
una colaboración más allá de las trincheras de las disciplinas, de los grupos ciudadanos, de
las empresas, de la administración y de la política, o (lo cual es más probable) se
resquebrajan entre éstas en definiciones opuestas y luchas de definiciones.

Racionalidad científica y racionalidad social

Aquí radica una consecuencia importante y esencial: en las definiciones del riesgo
se rompe el monopolio de racionalidad de las ciencias. Las pretensiones, los intereses y los
puntos de vista en conflicto de los diversos actores de la modernización y de los grupos de
afectados son obligados en las definiciones del riesgo a ir juntos en tanto que causa y
efecto, culpable y víctima. Ciertamente, muchos científicos se ponen a trabajar con todo el
ímpetu el pathos de su racionalidad objetiva; su esfuerzo por la objetividad crece
proporcionalmente con el contenido político de sus definiciones. Pero en el núcleo de su
trabajo quedan remitidos a expectativas y valoraciones sociales y que por tanto les están
dadas: ¿dónde y cómo hay que trazar los límites entre daños aún aceptables y ya no
aceptables? ¿A qué compromisos pueden llegar los patrones presupuestos ahí? Por ejemplo,
¿hay que asumir la posibilidad de una catástrofe ecológica para satisfacer intereses
económicos? ¿Qué son necesidades?, ¿qué son presuntas necesidades?, ¿qué son
necesidades a cambiar?
La pretensión de racionalidad de las ciencias de averiguar objetivamente el
contenido de riesgo del riesgo se debilita a sí misma permanentemente: por una parte,
reposa en un castillo de naipes de suposiciones especulativas y se mueve exclusivamente
en el marco de unas afirmaciones de probabilidad cuyas prognosis de seguridad stricto
sensu ni siquiera pueden ser refutadas por accidentes reales. Por otra parte, hay que haber
adoptado una posición axiológica para poder hablar con sentido de los riesgos. Las
constataciones del riesgo se basan en posibilidades matemáticas e intereses sociales incluso
y precisamente allí donde se presentan con certeza técnica. Al ocuparse de los riesgos
civilizatorios, las ciencias ya han abandonado su fundamento en la lógica experimental y
han contraído un matrimonio polígamo con la economía, la política y la ética, o más
exactamente: viven con éstas sin haber formalizado el matrimonio.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 201


Esta heterodeterminación oculta en la investigación del riesgo se convierte en un
problema allí donde los científicos se siguen presentando con la pretensión de monopolio
de la racionalidad. Los estudios sobre la seguridad de los reactores nucleares se limitan a
valorar determinados riesgos cuantificables en el caso de accidentes probables.Así pues,
desde el propio punto de partida se limita ya la dimensionalidad del riesgo a la
manejabilidad técnica. Por el contrario, para amplias partes de la población y de los
adversarios de la energía nuclear lo principal es precisamente el potencial de catástrofe de
la energía nuclear. Una probabilidad de accidente mantenida en el mínimo es demasiado
elevada allí donde un accidente significa el exterminio. Además, en la discusión pública
desempeñan una función propiedades del riesgo que no son tratadas en los estudios sobre el
riesgo, por ejemplo la difusión de las armas nucleares, la contradicción entre la humanidad
(el error, el fracaso) y la seguridad, la duración e irreversibilidad de las grandes decisiones
tecnológicas que se toman y que juegan con la vida de las generaciones futuras. Con otras
palabras, en las discusiones sobre el riesgo queda clara la fractura entre la racionalidad
científica y la racionalidad social en el trato con los potenciales civilizatorios de peligro. Se
habla sin escuchar al otro. Por una parte, se plantean cuestiones que no pueden ser
contestadas por los otros; por otra parte, se contesta a preguntas con respuestas que así no
dan con el núcleo de aquello por lo que se había preguntado y que aviva los miedos.
Ciertamente, la racionalidad científica y la racionalidad social se separan, pero al
mismo tiempo quedan entrelazadas de muchas maneras y remitidas la una a la otra. Stricto
sensu, esta distinción se vuelve incluso cada vez menos posible. El tratamiento científico de
los riesgos del desarrollo industrial queda remitido a las expectativas sociales y a los
horizontes axiológicos, igual que al revés la discusión social y la percepción de los riesgos
queda remitida a argumentos científicos. Casi abochornada, la investigación del riesgo
sigue las huellas de las preguntas de la “hostilidad a la técnica” que fue llamada a contener
y gracias a la cual, por lo demás, ha experimentado en los últimos años un fomento material
inesperado. La crítica e intranquilidad públicas viven esencialmente de la dialéctica de
experto y contra experto. Sin argumentos científicos y crítica anticientífica de los
argumentos científicos quedan romas, más aún: a menudo ni siquiera pueden percibir el
objeto y el proceso (por lo general “invisibles”) de su crítica y de sus miedos. Por variar
una frase celebre: sin racionalidad social, la racionalidad científica esta vacía; sin
racionalidad científica, la racionalidad social es ciega.
Con ello no pretendemos haber dibujado una imagen general de armonía. Al
contrario: se trata de pretensiones de racionalidad que compiten y luchan de manera
conflictiva por su preeminencia. En uno y otro lugar se ponen cosas distintas en el centro,
se mantienen variables o constantes cosas diferentes. Mientras que allí la primacía de la
transformación se encuentra en el modo industrial de producción, aquí en la manejabilidad
tecnológica de las probabilidades de accidentes, etc.

Pluralidad de definiciones: cada vez más riesgos

El contenido teórico y la referencia axiológica de los riesgos generan otros


componentes: la observable pluralidad conflictiva de definiciones de los riesgos
civilizatorios. Se llega, por decirlo así, a una superproducción de riesgos que en parte se
relativizan, en parte se complementan, en parte se disputan mutuamente la supremacía.
Cada posición de interés intenta defenderse con definiciones del riesgo y de este modo
alejar los riesgos que atacan a su monedero. Las amenazas al suelo, a las plantas, al aire, al

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 202


agua y a los animales adoptan un lugar especial en esta lucha de todos contra todos por las
definiciones del riesgo más ventajosas en la medida en que hacen hablar al bien común y a
las voces de quienes no tienen voz (tal vez, la concesión a la hierba y a las lombrices del
derecho activo y pasivo al voto hiciera reflexionar a los seres humanos). Esta pluralización
es evidente para la referencia de los riesgos a los valores y a los intereses: el alcance, la
urgencia y la existencia de los riesgos oscilan con la pluralidad de valores y de intereses.
No es tan evidente que esto influye sobre la interpretación del contenido de los riesgos.
El nexo causal que se establece en los riesgos entre los efectos nocivos actuales o
potenciales y el sistema de la producción industrial abre una pluralidad casi infinita de
interpretaciones individuales. En el fondo, se puede (al menos tentativamente) poner a todo
en relación con todo mientras se mantenga el modelo fundamental (la modernización como
causa, el daño como efecto secundario). Muchas cosas no podrán ser confirmadas. Hasta lo
que haya sido confirmado tendrá que sostenerse frente a la duda sistemática permanente.
Pero es esencial que pese a la cantidad inmensa de posibilidades de interpretación siempre
se ponga en relación mutua a condiciones individuales. Tomemos como ejemplo la muerte
de los bosques. Mientras se tomó en consideración como causas y culpables al bostrigo, a
las ardillas o al instituto forestal correspondiente, aún no se trataba aparentemente de un
“riesgo de la modernización”, sino de negligencia forestal o de voracidad animal.
Se abre un espectro de causas y culpables completamente diferente cuando se supera
este diagnóstico erróneo (típicamente local) que los riesgos han de quebrar
conflictivamente en el camino a su reconocimiento y se conoce y reconoce que la muerte de
los bosques es consecuencia de la industrialización. Sólo entonces la muerte de los bosques
se convierte en un problema duradero, condicionado sistemáticamente, ya no local, sino
que requiere soluciones políticas. Una vez que se ha impuesto este cambio de óptica, se
hacen posibles muchísimas cosas: ¿es el dióxido de sulfuro, los nitratos, sus fotooxidantes,
los hidrocarburos u otra cosa que no conocemos hoy lo que nos asegura un otoño eterno y
último, la caída de las hojas? Estas fórmulas químicas se mantienen en pie por sí mismas
sólo en apariencia. Tras ellas, empresas, ramas de la industria, grupos económicos,
científicos y profesionales quedan en la línea de tiro de la crítica pública. Pues toda “causa”
reconocida socialmente cae bajo una presión masiva de cambio, y con ella el sistema de
acción en que surge. Aunque se responda a esta presión pública, bajan las ventas, se hunden
los mercados, hay que volver a ganar la “confianza” de los clientes mediante grandes y
costosas campañas publicitarias. ¿Es el coche el gran contaminador y por tanto el auténtico
“asesino” del bosque? ¿O hay que instalar finalmente en las centrales térmicas valiosísimos
dispositivos desulfurantes y desnitrificantes que se encuentren en el último nivel técnico?
¿O todo esto no servirá de nada, ya que los más diversos vientos nos traen gratis a casa (o al
bosque) desde los tubos de escape y las chimeneas de los países vecinos las sustancias
nocivas que hacen morir el bosque?
Allí donde cae la luz que busca causas estalla, por decirlo así, un incendio, y los
“bomberos de la argumentación” (reunidos rápidamente y mal equipados) han de apagar y
salvar con un poderoso chorro de contrainterpretación lo que hay que apagar y salvar.
Quien de repente se ve puesto en la picota pública de la producción de riesgos refuta, si le
va bien, con una “anticiencia” que poco a poco va institucionalizándose los argumentos que
lo atan a la picota, y pone en juego otras causas y por tanto otros culpables. La imagen se
multiplica. Los accesos a los medios se vuelven decisivos. La inseguridad dentro de la
industria se agudiza: nadie sabe quién será el siguiente al que llegará el anatema de la moral
ecológica. Los argumentos buenos o al menos presentables públicamente se convierten en

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 203


una condición del éxito en los negocios. Las relaciones públicas, los “carpinteros de
argumentaciones”, obtienen su oportunidad en la empresa.

Cadenas causales y ciclos de daños: la idea de sistema

Por decirlo expresamente una vez más: todos estos efectos se presentan con
independencia de cuán consistentes parezcan desde un punto de vista científico las
interpretaciones causales aceptadas. Por lo general, dentro de las ciencias y de las
disciplinas afectadas divergen mucho las opiniones al respecto. Así pues, el efecto social de
las definiciones del riesgo no depende de su consistencia científica.
Con todo, esta pluralidad de interpretaciones tiene un fundamento en la lógica de los
riesgos de la modernización. Al fin y al cabo, aquí se intenta poner a los efectos nocivos en
relación con factores individuales apenas aislables en el complejo sistema del modo
industrial de producción. A la interdependencia sistémica de los especializadísimos actores
de la modernización en la economía, la agricultura, el derecho y la política le corresponde
la ausencia de causas y responsabilidades aislables: ¿contamina la agricultura el suelo o son
los agricultores sólo el eslabón más débil en la cadena de los ciclos del daño? ¿Son tal vez
sólo mercados de consumo subordinados a la industria química del forraje y del abono?, y
¿tendría que comenzar por aquí una desintoxicación preventiva de los suelos? Pero las
autoridades podrían haber prohibido ya hace tiempo la venta de los venenos o haberla
limitado drásticamente. Pero no lo hacen. Al contrario: con el apoyo de la ciencia expiden
continuamente permisos para la producción de venenos “no peligrosos” que nos afectan a
todos nosotros. ¿Tiene toda la culpa, pues, la jungla de autoridades, ciencia y política? Pero
al fin y al cabo éstos no cultivan los campos. ¿Así que los culpables serán los campesinos?
Pero a éstos los han puesto en manos de la Comunidad Europea, tienen que superproducir
abonando en exceso para sobrevivir económicamente...
Con otras palabras: a la división del trabajo muy diferenciada le corresponde una
complicidad general, y a ésta una irresponsabilidad general. Cada cual es causa y efecto y
por tanto no es causa. Las causas se diluyen en una mutabilidad general de actores y
condiciones, reacciones y contrarreacciones. Esto procura a la idea de sistema evidencia
social y popularidad.
Esto deja claro de manera ejemplar dónde reside el significado biográfico de la idea
de sistema: se puede hacer algo y seguir haciéndolo sin tener que responsabilizarse
personalmente de ello. Se actúa, por decirlo así, en la ausencia de uno mismo. Se actúa
físicamente sin actuar moral y políticamente. El otro generalizado (el sistema) actúa en uno
y a través de uno: ésta es la moral civilizatoria de los esclavos, en la que social y
personalmente se actúa como si uno se encontrara bajo un destino natural, bajo la “ley de
gravedad” del sistema. De este modo se busca un culpable a la vista del inminente desastre
ecológico.

El contenido de riesgo: el acontecimiento futuro que activa la actuación

Sin embargo, los riesgos no se agotan en consecuencias y daños que ya han tenido
lugar, sino que contienen esencialmente un componente futuro. Éste reposa tanto en la
prolongación al futuro de los daños ya visibles como en una pérdida general de confianza o
en la suposición de un “fortalecimiento del riesgo”. Así pues, los riesgos tienen que ver
esencialmente con la previsión, con destrucciones que aún no han tenido lugar, pero que

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 204


son inminentes, y que precisamente en este significado ya son reales hoy. Un ejemplo
tomado del informe sobre el medio ambiente: el Consejo señala que hasta ahora las altas
concentraciones de nitrato debidas al abono con nitrógeno apenas afectan (o no afectan en
absoluto) a las aguas subterráneas de las que tomamos el agua corriente. Esas
concentraciones son disueltas en el subsuelo. Sin embargo, no se sabe cómo sucede esto ni
durante cuánto tiempo seguirá sucediendo. Buenas razones hablan en favor de no prolongar
al futuro el efecto de filtro de la capa de protección. “Hay que temer que en unos años o
decenios las actuales erosiones de nitrato habrán alcanzado con un retraso correspondiente
al tiempo de fluido las capas de agua más profundas”. Con otras palabras: la bomba de
relojería ya está en marcha. En este sentido, los riesgos se refieren a un futuro que hay que
evitar.
En contraposición a la evidencia palpable de las riquezas, los riesgos tienen algo de
irreal. En un sentido central, son al mismo tiempo reales e irreales. Por una parte, muchos
peligros y destrucciones ya son reales: aguas contaminadas y moribundas, la destrucción
del bosque, nuevas enfermedades, etc. Por otra parte, la auténtica pujanza social del
argumento del riesgo reside en la proyección de amenazas para el futuro. Son, en este
sentido, riesgos que allí donde hacen acto de aparición causan destrucciones de una medida
tal que actuar después de ellas se vuelve prácticamente imposible, y que por tanto poseen y
despliegan una relevancia para la actuación ya como conjeturas, como amenazas para el
futuro, como prognosis preventivas. El centro de la conciencia del riesgo no reside en el
presente, sino en el futuro. En la sociedad del riesgo, el pasado pierde la fuerza de
determinación para el presente. En su lugar aparece como “causa” de la vivencia y de la
actuación presentes el futuro, es decir, algo no existente, construido, ficticio. Hoy nos
ponemos en acción para evitar, mitigar, prever (o no) los problemas y las crisis de mañana
y de pasado mañana. La prognosis mediante cálculos de modelo de problemas en el
mercado laboral tiene un efecto inmediato sobre la actitud educativa; la anticipación del
desempleo inminente es una determinante esencial de la situación vital y del estado de
ánimo del presente; la prognosis de la destrucción del medio ambiente y la amenaza
atómica intranquilizan a una sociedad y son capaces de sacar a la calle a grandes partes de
la generación joven.Así pues, el debate sobre el futuro se basa en una “variable
proyectada”, en una “causa proyectada” de la actuación presente (personal y política) cuya
relevancia y significado crecen de una manera directamente proporcional a su
incalculabilidad y a su contenido de amenaza; una causa que proyectamos (que tenemos
que proyectar) para determinar y organizar nuestra actuación presente.

Legitimación: “efectos secundarios latentes”

Pero esto presupone que los riesgos han atravesado con éxito un proceso social de
reconocimiento. Sin embargo, los riesgos son primero bienes a evitar cuya existencia se
supone hasta nuevo aviso, de acuerdo con el lema: in dubio pro progressu, lo cual quiere
decir: in dubio, mirar hacia otro lado. A ello va unido al mismo tiempo un modo de
legitimación que se diferencia claramente del reparto desigual de las riquezas sociales. Pues
los riesgos pueden quedar legitimados si no se ha visto ni querido su producción. Así pues,
en la civilización cientifizada las situaciones de peligro tienen que romper la tendencia a la
tabuización que las rodea y “nacer científicamente”. Esto sucede por lo general en el estatus
de un “efecto secundario latente” que al mismo tiempo consiente y legitima la realidad del
peligro. Lo que no se veía tampoco podía ser evitado, fue coproducido con la mejor

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 205


intención, es un hijo difícil y no deseado sobre cuya aceptación hay que discutir
adicionalmente. El esquema de pensamiento del “efecto secundario latente” representa,
pues, una especie de salvoconducto, un destino natural civilizatorio que a un tiempo
confiesa consecuencias que habría que evitar, las reparte selectivamente y las justifica.

Notas

1 Modernización se refiere a los impulsos tecnológicos de racionalización y a la


transformación del trabajo y de la organización. pero incluye muchas cosas más: el cambio
de los caracteres sociales y de las biografías normales, de los estilos de vida y de las formas
de amar, de las estructuras de influencia y de poder, de las formas políticas de opresión y de
participación, de las concepciones de la realidad y de las normas cognoscitivas. Para la
comprensión sociológica de la modernización, el arado, la locomotora de vapor y el
microchip son indicadores visibles de un proceso que llega mucho más abajo y que abarca
y transforma toda la estructura social, en el cual se transforman en última instancia las
fuentes de la certeza de que se nutre la vida (Koselleck 1977, Lepsius 1977; Eisenstadt
I979). Es habitual distinguir entre modernización e industrialización. Por mor de la
simplificación lingüística, aquí hablamos por lo general de “modernización” en el sentido
de un concepto superior.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 206


Lectura Nº 10
Turkle, Sherry, La vida en la pantalla. La construcción de la identidad en
la era de Internet. (Fragmento), Barcelona, Ediciones Paidós Ibérica, S.A.
1995, pp. 16-36.

Introducción

Identidad en la era de Internet

Había un niño que avanzaba cada día, y el primer objeto al que miraba, en aquel
objeto se convertía.
Walt Whitman

Nos vemos diferentes cuando cazamos con la mirada nuestra imagen en el espejo de
la máquina. Hace una década, cuando por primera vez pensé en el ordenador como un
segundo yo, estas relaciones que transforman la identidad eran casi siempre de uno a uno,
una persona a solas con la máquina. Éste ya no es el caso. Un sistema de redes que se
expande con rapidez, conocido colectivamente como Internet, enlaza a millones de
personas en nuevos espacios que están cambiando la forma con la que pensamos, la
naturaleza de nuestra sexualidad, la forma de nuestras comunidades, nuestras verdaderas
identidades.
A cierto nivel, el ordenador es una herramienta. Nos ayuda a escribir, guarda
registro de nuestros informes y nos comunica con otros. Más allá de esto, el ordenador nos
ofrece nuevos modelos de mente y un medio nuevo en el que proyectar nuestras ideas y
fantasías. Más recientemente, el ordenador se ha convertido en algo más que en una
herramienta y un espejo: podemos atravesar el espejo. Estamos aprendiendo a vivir en
mundos virtuales. Puede ser que nos encontremos solos cuando navegamos a través de
océanos virtuales, desentrañamos misterios virtuales e ingeniamos rascacielos virtuales. Sin
embargo, de forma creciente, cuando atravesamos el espejo otras personas también están
allí.
El uso del término “ciberespacio” para describir mundos virtuales apareció en la
ciencia-ficción, sin embargo para muchos de nosotros el ciberespacio es en la actualidad
parte de las rutinas de la vida de cada día. Cuando leemos nuestro correo electrónico o
enviamos mensajes a un bulletin board (panel de anuncios) electrónico o realizamos una
reserva de un pasaje de avión en una red informática, estamos en el ciberespacio. En el
ciberespacio podemos hablar, intercambiar ideas y asumir personajes de nuestra propia
creación. Tenemos la oportunidad de construir nuevas clases de comunidades, comunidades
virtuales, en las que participamos con gente de todo el mundo, gente con la que
conversamos diariamente, gente con la que podemos tener una relación bastante íntima
pero que puede que nunca conozcamos físicamente.
Este libro describe cómo una cultura de la simulación en emergencia está afectando
nuestras ideas sobre la mente, el cuerpo, el yo y la máquina. Podemos encontrar sexo
virtual y matrimonio ciberespacial, psicoterapeutas en el ordenador, insectos robot e
investigadores que están intentando construir niños de dos años artificiales. También los
niños biológicos forman parte de la historia cuando el hecho de jugar con juguetes

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 207


informáticos los lleva a especular sobre si los ordenadores son inteligentes y qué significa
estar vivo. Es más, en gran parte de estas cosas nuestros hijos son quienes llevan la
delantera, y los adultos quienes con ansiedad les seguimos el rastro.
En la historia de la construcción de la identidad en la cultura de la simulación, las
experiencias sobre Internet figuran de forma prominente, aunque estas experiencias sólo se
pueden comprender como parte de un contexto cultural más amplio. Este contexto es la
historia de la erosión de las fronteras entre lo real y lo virtual, lo animado y lo inanimado, el
yo unitario y el yo múltiple, que ocurre tanto en campos científicos avanzados de
investigación como en los modelos de vida cotidiana. Desde científicos intentando crear
vida artificial a niños que practican morphing a través de series de personajes virtuales,
podemos ver la evidencia de cambios fundamentales en la manera como creamos y
experimentamos la identidad humana. Sin embargo, en Internet las confrontaciones con la
tecnología, al mismo tiempo que colisionan con nuestro sentido de identidad humana, son
frescas, incluso puras. En las comunidades ciberespaciales de tiempo real, vivimos en el
umbral entre lo real y lo virtual, inseguros de nuestro equilibrio, inventándonos sobre la
marcha.
En un juego interactivo basado en texto diseñado para representar un mundo
inspirado por la serie de televisión Star Trek: la nueva generación, miles de Jugadores
dedican ochenta horas semanales participando en exploraciones intergalácticas y guerras. A
través de descripciones y órdenes escritas, crean personajes que tienen encuentros
informales y romántico-sexuales, que tienen trabajos y coleccionan cheques de cobro, que
asisten a rituales y celebraciones, que se enamoran y se casan. Para los participantes, estos
sucesos pueden ser apasionantes; “Esto es más real que mi vida real”, dice un personaje que
resulta ser un hombre que interpreta a una mujer que está simulando ser un hombre. En este
juego el yo se construye y las reglas de la interacción social se edifican, no se reciben.
En otro juego basado en texto, un mil jugadores crean cada uno un personaje o
varios personajes, y especificando su género y otros atributos físicos y psicológicos. No es
necesario que los personajes sean humanos y existen más de dos géneros. Se Invita a los
jugadores a ayudar a construir el propio mundo del ordenador. Al utilizar un lenguaje de
programación relativamente simple, pueden crear una habitación en el espacio del juego en
la que pueden situar el escenario y definir las reglas. Pueden llenar la habitación con
objetos y especificar cómo funcionan; pueden, por ejemplo, crear un perro virtual que ladra
si uno escribe la orden “ladra Rover”. Una jugadora de once años de edad ha construido
una habitación que llama condo. Está bellamente decorada. Ha creado joyas y un
maquillaje mágicos para su tocador. Cuando visita el condo, invita a sus ciberamigos a
reunirse con ella, habla, encarga una pizza virtual y flirtea.

Vivir en el mud

El juego de Star Trek, TrekMUSE, y LambdaMOO, son ambos programas de


ordenador a los que se puede acceder a través de Internet. Hubo un tiempo en que Internet
sólo era accesible para personal militar e investigadores técnicos. En la actualidad es
accesible a todos aquellos que puedan comprar o tomar en préstamo una cuenta en un
servicio conectado a una línea comercial. TrekMUSE y LambdaMOO se conocen como
MUD, Dominios para Múltiples Usuarios (Multiuser Domains) o, con una mayor
pertinencia histórica, Mazmorras para Múltiples Usuarios (Multi-User Dungeons), debido a
que su genealogía se remontaría a Dragones y mazmorras, el juego de rol fantástico que

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hizo furor en los institutos y facultades a finales de los años setenta y principios de los
ochenta.
Los juegos de ordenador para múltiples usuarios se basan en diferentes clases de
software (por eso MUSE, MOO o MUSH permanecen como parte de sus nombres). Para
simplificar, utilizo el término MUD para referirme a todos ellos.
Los MUD nos sitúan en espacios virtuales en los que somos capaces de navegar,
conversar y construir. Accedemos a un MUD a través de una orden que enlaza nuestro
ordenador con el ordenador en el que reside el programa MUD. Hacer la conexión no es
difícil; no requiere ninguna sofisticación técnica en particular. Las órdenes básicas pueden
parecer complicadas al principio pero pronto se convierten en algo familiar. Por ejemplo, si
yo interpreto un personaje llamado ST en LambdaMOO, cualquier palabra que escriba
después de la orden “decir” aparecerá en todas las pantallas de los jugadores como “ST
dice”. Cualquier acción que escriba después de la orden “exteriorizar” aparecerá escrita
después de mi nombre, como en “ST te saluda con la mano”o “ST ríe de forma
incontrolada”. Puedo “susurrar” a un personaje concreto y solamente él podrá ver mis
palabras. En el momento en que se ha escrito este texto, existen unos quinientos MUD en
los que cientos de miles de personas participan. En algunos MUD, los jugadores se
representan por iconos gráficos; la mayoría de MUD estarán basados puramente en textos.
La mayoría de jugadores son de clase media. Un gran segmento son hombres. Algunos
jugadores tienen unos treinta años, aunque la mayoría se encuentran entre los primeros años
de la veintena o los últimos años de la adolescencia. Sin embargo, ya no es anormal
encontrar MUD en los que chicos y chicas de ocho o nueve años “interpretan” iconos de
escuela primaria como Barbie o los Poderosos Morphin Power Rangers.
Los MUD son un nuevo tipo de juego de salón virtual y una nueva forma de
comunidad. Además, los MUD basados en texto son una nueva forma de literatura escrita
en colaboración. Los jugadores de MUD son autores de MUD, y son creadores además de
consumidores de contenido mediático. En este sentido, participar en un MUD tiene mucho
en común con la escritura de guiones, el arte de la actuación, el teatro de calle, el teatro
improvisado —e incluso la commedia dell arte. Sin embargo los MUD son también algo
más.
Mientras los jugadores participan, se convierten en autores no sólo de texto sino de
ellos mismos, construyendo nuevos yos a través de la interacción social. Un jugador dice:
“Eres el personaje y no eres el personaje, las dos cosas al mismo tiempo”. Otro dice: “Eres
lo que simulas ser”. Los MUD proporcionan mundos para una interacción social anónima
en la que uno puede interpretar un papel tan cercano o tan lejano de su “yo real” como así
lo elija. A partir de que alguien participa en MUD enviando texto a un ordenador que
almacena el programa de MUD y la base de datos, los yos del MUD se forman en la
interacción con la máquina. Si quitamos la máquina, los yos del MUD dejan de existir:
“Parte de mí, una parte muy importante de mí, sólo existe dentro de PernMUD”, dice un
jugador. Bastantes jugadores hacen broma diciendo que son como “los electrodos en el
ordenador”, tratando de expresar el grado en el que se sienten parte del espacio del
ordenador.
En los MUD, nuestro cuerpo se representa a través de nuestra propia descripción
textual, de manera que los obesos pueden ser delgados, los guapos pueden ser simples, los
torpes pueden ser sofisticados. Una ilustración publicada en la revista New Yorker capta el
potencial de los MUD como laboratorios para experimentar con nuestra propia identidad.
En la ilustración, un perro, con la pata en el teclado del ordenador, explica a otro: “En

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Internet, nadie sabe que eres un perro”. El anonimato de los MUD —se conoce a alguien en
el MUD sólo por el nombre de su personaje o personajes— da a la gente la oportunidad de
expresar aspectos múltiples y a menudo inexplorados del yo, jugar con su identidad y
probar identidades nuevas. Los MUD hacen posible la creación de una identidad tan fluida
y múltiple que pone en tensión los límites de la noción. La identidad, después de todo, se
refiere al equilibrio entre dos cualidades, en este caso entre una persona y su personaje. Sin
embargo, en los MUD, uno puede ser muchos personajes.
Los jugadores de MUD devotos son a menudo personas que trabajan todo el día con
ordenadores en sus trabajos regulares —como arquitectos, programadores, secretarias,
estudiantes y corredores de bolsa. De vez en cuando juegan en los MUD, pueden poner a
sus personajes a “dormir” y perseguir actividades de la “vida real” con el ordenador (los
jugadores de MUD llaman a esto VR), todo el rato que permanecen conectados dentro del
sistema del mundo virtual del juego. Algunos dejan programas especiales en
funcionamiento que les mandan señales cuando conecta un personaje particular o cuando
reciben una “llamada” de algún conocido del MUD. Algunos viven tras pequeños
programas de inteligencia artificial llamados bots (derivados de la palabra “robot”) que
funcionan en el MUD para usarlos como alter egos, capaces de llevar a cabo una pequeña
conversación o responder a preguntas simples. En el curso de un día, los jugadores se
mueven dentro y fuera del espacio activo de juego. Mientras llevan a cabo tal cosa, algunos
jugadores experimentan sus vidas “merodeando” entre el mundo real, VR (vida real), y una
serie de mundos virtuales. Digo una serie de mundos virtuales porque con frecuencia los
jugadores de MUD están conectados a varios MUD a un mismo tiempo. A las dos de la
tarde, en una terminan de ordenadores del MIT, un joven de dieciocho años está sentado
ante una máquina conectada a la red y señala las cuatro áreas abiertas en su pantalla de
ordenador de colores vibrantes. “En este MUD me estoy relajando, tomando el aire. En este
otro MUD estoy en una guerra incendiaria. En este último estoy envuelto en relaciones de
sexo duro. Viajo entre los MUD y el trabajo que me han asignado de física y que debo
entregar mañana a las diez”.
Esta forma de merodear entre los MUD y la VR es posible por la existencia de estas
áreas abiertas en la pantalla, que comúnmente se llaman ventanas. El ordenador utiliza las
ventanas como una forma de situarnos en varios contextos al mismo tiempo. Como
usuarios, estamos atentos a una sola de las ventanas de nuestra pantalla en un momento
concreto, pero en cierto sentido estamos presentes en todas ellas en cada momento. Por
ejemplo, podríamos utilizar nuestro ordenador como ayuda para escribir un trabajo de
bacteriología. En este caso tomamos notas a través del software de comunicación con el
cual compilamos materiales de referencia extraídos de un ordenador distante, y de un
programa de simulación, que está registrando el crecimiento de colonias de bacterias
virtuales. Cada una de estas actividades tiene lugar en una ventana; nuestra identidad en el
ordenador es la suma de nuestra presencia distribuida.
Doug es un estudiante universitario del medio-oeste. Interpreta cuatro personajes
distribuidos en tres MUD diferentes. Uno es una mujer seductora. El otro es un macho, el
típico cowboy cuya autodescripción señala que “es el tipo Marlboro con las mangas de la
camiseta arremangadas”. El tercero es un conejo de una especie sin identificar, un
personaje que llama Zanahoria. Doug dice que “Zanahoria es tan poca cosa que puede
inmiscuirse en las conversaciones privadas de la gente. Así que pienso en Zanahoria como
mi personaje pasivo, un voyeur”. Doug sólo interpreta a su cuarto personaje en un MUD en
el que todos los personajes son animales peludos. “Me valdría más no hablar de este

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personaje porque el anonimato es muy importante para mí”, dice Doug, “digamos que en
los FurryMUD me siento como un turista sexual”. Doug habla de interpretar sus personales
en ventanas y dice que el uso de las ventanas le ha hecho posible “conectar y desconectar
pedazos de mi mente”:

Rompo en partes mi mente y cada vez lo hago mejor. Puedo verme a mí mismo
siendo dos o tres o más ventanas. Cuando voy de ventana a ventana sólo
enciendo una parte de mi mente y después otra. Estoy en una especie de
discusión en una ventana y en otra intento insinuarme en un MUD y en otra
puedo hacer funcionar un programa de a una hojas de cálculo o cualquier otra
cosa técnica de la facultad... Y entonces me llega un mensaje a tiempo real [que
parpadea en la pantalla inmediatamente después de que otro usuario lo envíe
desde su sistema], y supongo que la VR es esto, sólo una ventana más.

“La VR es sólo una ventana más”, repite, “y normalmente no es la mejor”.


El desarrollo de ventanas en las interfaces del ordenador fue una innovación técnica
motivada por el deseo de conseguir que la gente trabajara de forma más eficiente al poder
merodear de una aplicación a otra. Sin embargo, en la práctica diaria de muchos usuarios de
ordenador, las ventanas se han convertido en una metáfora poderosa para pensar en el yo
como un sistema múltiple, distribuido. El yo no interpreta diferentes papeles en diferentes
escenarios en momentos diferentes, algo que una persona experimenta cuando, por ejemplo,
se levanta como una amante, prepara el desayuno como una madre, y conduce su coche
hasta el trabajo como una abogado. La práctica vital de las ventanas es la de un yo
descentrado que existe en múltiples mundos e interpreta múltiples papeles al mismo
tiempo. En el teatro tradicional y en juegos de rol que tienen lugar en un espacio físico, uno
entra y sale del personaje; los MUD, por el contrario, ofrecen identidades paralelas, vidas
paralelas. La experiencia de este paralelismo anima a tratar las vidas dentro y fuera de la
pantalla con un grado de igualdad sorprendente. Las experiencias en Internet amplían la
metáfora de las ventanas —ahora la VR, como Doug dijo, puede ser “sólo una ventana
más”.
Los MUD son ejemplos espectaculares de cómo la comunicación mediada por
ordenador puede servir como un lugar para la construcción y reconstrucción de la identidad.
Hay muchos otros. En Internet, Internet Relay Chat (comúnmente conocida como IRC) es
otro foro de conversación ampliamente utilizado en el que cualquier usuario puede abrir un
canal y atraer a invitados; todos ellos hablan unos con otros como si estuviesen en la misma
habitación. Los servicios comerciales como America Online y Compuserve proporcionan
salas de conversación conectadas a la red que tienen en gran parte el atractivo de los MUD:
una combinación de una interacción a tiempo real con otras personas, el anonimato (o en
algunos casos, la ilustración del anonimato), y la capacidad de asumir un rol tan cercano o
tan lejano del propio “yo real” según uno elija.
Mientras cada vez hay más gente que dedica más tiempo a estos espacios virtuales,
hay algunas personas que van más lejos aún, llegan a desafiar la idea de dar a la VR
cualquier prioridad. “Después de todo”, dice un usuario devoto de MUD y de IRC, “¿por
qué darle este estatus superior al yo que tiene el cuerpo, cuando los yos que no tienen
cuerpos pueden tener diferentes clases de experiencias?” Cuando la gente puede jugar a
tener sexos diferentes y vidas diferentes, no es sorprendente que para algunos este juego se
haya convertido en algo tan real como lo que pensamos convencionalmente que son sus

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 211


vidas, aunque para ellos esta distinción ya no sea válida.

Lecciones de francés

A finales de los años sesenta y principios de los setenta vivía en una cultura que
enseñaba que el yo está constituido por el lenguaje a través del lenguaje, que el congreso
sexual es el intercambio de los significantes, y que cada uno de nosotros es una
multiplicidad de partes, fragmentos y conexiones deseantes. Esto ocurrió en el hervidero de
la cultura intelectual parisina cuyos gurús incluían a Jacques Lacan, Michel Foucault, Gilles
Deleuze y Félix Guattari. Pero a pesar de estas condiciones ideales para el aprendizaje, mis
“lecciones de francés” quedaron en ejercicios meramente abstractos. Estos teóricos del
posestructuralismo y lo que vendría a llamarse posmodernismo hablaban un lenguaje
dirigido a la relación entre la mente y el cuerpo pero, bajo mi punto de vista, tenían poco o
nada que ver conmigo.
En mi falta de conexión con estas ideas, no estaba sola. Para poner un ejemplo, para
mucha gente es complicado aceptar cualquier reto a la idea del ego autónomo. Mientras en
los años recientes, muchos psicólogos, teóricos sociales, psicoanalistas y filósofos han
argumentado que el yo se debe pensar como esencialmente descentrado, los requerimientos
normales de la vida de cada día ejercen una fuerte presión sobre la gente para que adopte
responsabilidades en sus acciones y para verse a sí misma como un actor intencional y
unitario. Esta separación entre la teoría (el yo unitario es una ilusión) y la experiencia
vivida (el yo unitario es la realidad más básica) es una de las razones principales por las que
las teorías de la multiplicidad el descentramiento han tenido una lenta imposición —o por
las que, cuando se imponen, tendemos a acomodarnos rápidamente en los antiguos modos
centralizados de ver las cosas.
Hoy utilizo el ordenador personal y el modem en mi mesa para acceder a los MUD.
Anónimamente, viajo por sus habitaciones y espacios públicos (un bar, un salón, un
jacuzzi). Creo personajes verbales, algunos de mi género biológico, que son capaces de
tener encuentros Sociales y sexuales con otros personajes. En diferentes MUD, llevo a cabo
rutinas diferentes, amigos diferentes, nombres diferentes. Un día supe de una violación
virtual. Un jugador de MUD había utilizado su habilidad con el sistema para hacerse con el
control del personaje de otro jugador. De este modo el agresor era capaz de dirigir al
personaje acosado para someterlo a un encuentro sexual violento. Hizo todo esto en contra
de la voluntad y las objeciones angustiosas del jugador que está normalmente “detrás” de
este personaje, el jugador al que este personaje “pertenecía”. Aunque alguien aclaró las
acciones del ofensor diciendo que el episodio fueron solamente palabras, en realidades
virtuales basadas en texto como los MUD, las palabras son hechos.
De este modo, más de veinte años después de haberme encontrado con las ideas de
Lacan,Foucalt, Deleuze y Guattari, las reencuentro en mi nueva vida en los mundos
mediados por ordenador: el yo múltiple, fluido y constituido en interacción con conexiones
en una máquina; está hecho de y transformado por lenguaje; el congreso sexual es un
intercambio de significantes; y la comprensión proviene de la navegación y el bricolaje más
que del análisis. En el mundo tecnológicamente generado de los MUD, me encuentro con
personajes que me sitúan en una nueva relación con mi propia identidad.
Un día en un MUD me encontré con la referencia a un personaje llamado doctora
Sherry, una ciberpsicóloga con una oficina en la laberíntica mansión que constituía esta
geografía virtual del MUD. Allí se me informó que la doctora Sherry estaba administrando

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 212


cuestionarios y conduciendo entrevistas sobre la psicología de los MUD. Sospeché que el
nombre de doctora Sherry se refería a mi larga carrera como estudiante del impacto
psicológico de la tecnología. Pero yo no había creado este personaje. No lo estaba
interpretando en el MUD. La doctora Sherry era (ya no está en el MUD) un derivado mío,
pero no era mía. El personaje que yo interpretaba en este MUD tenía otro nombre —y no
daba cuestionarios o conducía entrevistas. Mis estudios formales los conducía fuera de la
conexión en escenarios clínicos tradicionales en los que hablaba cara a cara con la gente
que participaba en comunidades virtuales. La doctora Sherry debía haber sido un personaje
que otra persona creó como una manera eficiente de comunicar un interés en cuestiones
sobre tecnología y el yo, pero yo la experimentaba como un pequeño pedazo de mi historia
funcionando fuera de control. Intenté tranquilizar a mi mente. Me dije a mí misma que
seguramente los libros que uno escribe, su identidad intelectual, su persona pública, son
pedazos de uno mismo que los otros tienen la posibilidad de utilizar como les plazca.
intenté convencerme de que esta apropiación virtual era una forma de adulación. Pero mi
intranquilidad continuó. La doctora Sherry, después de todo, no era un libro inanimado sino
una persona, o al menos una persona detrás del personaje que se encontraba con otras
personas en el mundo del MUD.
Hablé de mi intranquilidad con un amigo y éste dejó ir una respuesta que acabó con
la conversación: “Y bien, ¿preferirías que la doctora Sherry fuese un bot entrenado para
entrevistar a gente sobre la vida en el MUD?” (Recuerdo que los bots son programas de
ordenador capaces de vagar por el ciberespacio e interactuar con personajes de allí). La idea
de que la doctora Sherry pudiese ser un bot no se me había ocurrido, pero en un instante
comprendí que esto también era posible, incluso probable. Muchos bots vagan por los
MUD. Entran en el sistema de los juegos como si fueran personajes. Los jugadores crean
estos programas por muchas razones: los bots ayudan a la navegación, pasan mensajes y
crean una atmósfera de animación de fondo en el MUD. Cuando entras en un café virtual,
normalmente no estás solo. Un camarero bot acerca, te pregunta si quieres algo para beber
y te lo sirve con una sonrisa.
Los personajes interpretados por la gente a veces se confunden con estas pequeñas
inteligencias artificiales. Éste fue el caso con el personaje de Doug Zanahoria, porque es
pasivo: muchas personas ven a los personajes facilitadores como los personajes que un
robot podría interpretar. Yo misma he cometido este tipo de error varias veces, asumiendo
que una persona era un programa cuando las respuestas de un personaje parecían
demasiado automáticas, muy parecidas a las de una máquina. Y algunas veces los bots se
confunden con personas. También he cometido este error, engañada por un bot que me
halagaba al recordar mi nombre o nuestra última interacción. La doctora Sherry podía ser
uno de éstos. Me encontré a mí misma enfrentada con una doble que podía ser una persona
o un programa. Cuando las cosas se aclararon, la doctora Sherry no era ninguna de las dos;
eran un personaje compuesto creado por dos estudiantes universitarios que querían escribir
un trabajo sobre la psicología de los MUD y que estaban utilizando mi nombre como una
especie de marca comercial o descriptor genérico para la idea de un loquero cibernético. En
los MUD, uno puede ser mucha gente y mucha gente puede ser uno.
De esta manera, los MUD no sólo son lugares en los que el yo es múltiple y
construido a través del lenguaje, son lugares en los que la gente y las máquinas tienen una
nueva relación. Es más podemos tomar lo uno por lo otro. De tal manera, los MUD son
objetos evocativos para pensar sobre la identidad humana y, de manera más general, sobre
un conjunto de ideas que se han venido a llamar “posmodernismo”.

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 213


Estas ideas son difíciles de definir de forma simple, pero se caracterizan por
términos como “descentrado”, “fluido”, “no lineal”, y “opaco”. Contrastan con el
modernismo, la visión clásica del mundo que ha dominado el mundo occidental desde la
Ilustración. La visión modernista de la realidad se caracteriza por términos como “lineal”,
“lógico”, “jerárquico” y por tener “profundidades” que pueden ser dilucidadas y
comprendidas. Los MUD ofrecen una experiencia de las abstractas ideas posmodernas que
me habían intrigado y confundido durante mi crecimiento intelectual. En esta visión, los
MUD ejemplifican un fenómeno que encontraremos con frecuencia en estas páginas, el de
las experiencias mediadas por ordenador, llevando el terreno de lo filosófico a la práctica.
En un giro sorprendente y en contra de lo intuitivo, en la década pasada la
maquinaria de los ordenadores ha sido la base de la filosofía radicalmente
contramecanicista del posmodernismo. El mundo en conexión de Internet no es el único
ejemplo de objetos y experiencias evocadoras del ordenador que bajan al posmodernismo
de las nubes. Uno de mis estudiantes en el MIT abandonó un curso que imparto sobre teoría
social, quejándose de que los escritos del teórico de la literatura Jacques Derrida están por
encima de sus posibilidades. Descubrió que la prosa densa de Derrida y sus alusiones
filosóficas demasiado alejadas eran incomprensibles. El semestre siguiente coincidí con el
estudiante en una de las cafeterías en el MIT. “Quizá no tenga que abandonar el curso
ahora”, me dijo. El mes anterior, con la adquisición junto a su compañero de habitación de
un nuevo software para su ordenador Macintosh, mi estudiante había encontrado su propia
clave para Derrida. Este software era una especie de hipertexto que permitía a un usuario de
ordenador crear enlaces relacionados entre textos, canciones, fotografías y vídeo, además
de viajar a través: de los enlaces realizados por otros. Derrida enfatizaba que la escritura se
construye a través del público además de a través del autor, y que lo que está ausente del
texto es tan significativo como lo que está presente. El estudiante realizó la conexión
siguiente:
Derrida decía que los mensajes de las grandes obras están tan poco escritos sobre
piedra como lo están los enlaces de un hipertexto. Veo las pilas del hipertexto de mi
compañero de habitación y soy capaz de localizar las conexiones que él hizo y las
peculiaridades de su forma de enlazar las cosas... Y las cosas que él podría haber enlazado
pero no lo hizo. Los textos tradicionales son como [elementos en] la pila. Los significados
son arbitrarios, tan arbitrarios como los enlaces en una pila.
“Las páginas en un archivo de hipertexto”, concluyó, “consiguen su significado en
relación unas con otras. Es como Derrida. Los enlaces tienen una razón pero no hay una
verdad final detrás de ellos”. Como las experiencias en los MUD, la historia del estudiante
muestra cómo la tecnología está trayendo un conjunto de ideas asociadas con el
posmodernismo en este caso, ideas sobre la inestabilidad de los significados y la falta de
verdades universales y que se puedan conocer en la vida cotidiana. En los años recientes, se
ha puesto de moda burlarse de la filosofía posmoderna y satirizar su referencialidad y
densidad. Es más, yo misma lo he hecho. Sin embargo, en este libro veremos que a través
de las experiencias con los ordenadores, la gente llega a cierta comprensión del
posmodernismo y a reconocer su capacidad de captar de forma útil ciertos aspectos de
nuestra propia experiencia, tanto si estamos conectados como desconectados.
En The Electronic Word, el clasicista Richard A. Lanham argumenta que un texto
en la pantalla de final abierto socava las fantasías tradicionales en torno a la idea de obra
maestra de la narrativa, o de la lectura con una mayor autoridad, a través de presentar al
lector la posibilidad de cambiar las fuentes, aproximarse y alejarse y arreglar y sustituir el

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 214


texto. El resultado es “un corpus de trabajo activo no pasivo, un canon que no está
congelado en su perfección, sino que es volátil al argumentar móviles humanos”. Lanham
pone a la tecnología y al posmodernismo juntos y concluye quedes ordenador es una
“realización del pensamiento social”. Aunque creo que se comprende mejor como un
proceso a dos bandas. La tecnología informática no sólo “cumple la estética posmoderna”,
como Lanham sostendría, acentuando y concretando la experiencia posmoderna, sino que
ayuda a que esta estética esté en la calle a la vez que en los seminarios. Los ordenadores
encarnan la teoría posmoderna y la llevan a la Práctica.
Hace sólo diez o quince años, era casi impensable hablar de la relación del
ordenador con ideas relativas a significados inestables y verdades no conocidas. El
ordenador tenía una clara identidad intelectual como máquina de cálculo. Es más, cuando
en 1987 estudiaba en un curso de programación introductorio en Harvard, el profesor
presentó el ordenador a la clase llamándolo calculadora gigante. Programar, nos aseguró,
era una actividad preconcebida cuyas reglas eran claras como el cristal.
Estas palabras tranquilizadoras captaban la esencia de lo que llamaré la estética
modernista computacional. La imagen del ordenador como una calculadora sugería que no
importaba lo complicado que un ordenador pudiera parecer: lo que ocurría dentro se podía
sacar. Programar era una habilidad técnica que se podía hacer —correcta o incorrectamente.
La manera correcta venía dictada por la esencia calculadora del ordenador. La manera
correcta era lineal y lógica. Mi profesor dejó claro que esta máquina de calcular lógica y
lineal combinada con un método de escritura de software estructurado y basado en reglas
ofrecía la guía para pensar no sólo sobre tecnología y programación, sino sobre economía,
psicología y la vida social. En otras palabras, las ideas computacionales se presentaban
como una de las grandes metanarrativas modernas, historias de cómo funcionaba el mundo
que proporcionaban imágenes unitarias y analizaban cosas complicadas al descomponerlas
en partes más simples. La estética modernista computacional prometía explicar y sacar a la
luz, reducir y clarificar. A pesar de las subculturas que se apartaban de la norma, durante
muchos años la tendencia general en el campo profesional (en el que se incluyen científicos
informáticos, ingenieros, economistas y científicos cognitivos) compartió esta clara
dirección intelectual. Se asumió que los ordenadores llegarían a ser herramientas, y también
metáforas, cada vez más poderosas, si los convertíamos en máquinas d e calcular mejores y
más rápidas, en mecanismos analíticos mejores y más rápidos.

De una cultura del cálculo a una cultura de la simulación

La mayoría de gente que está en la treintena (o incluso más jóvenes) han tenido una
introducción a la informática parecida a la que yo recibí en aquel curso de programación.
Sin embargo, desde la perspectiva actual, las lecciones fundamentales de informática que
yo recibí son erróneas. Antes que nada, programar ya no es algo preconcebido. Es más, sus
dimensiones se han hecho escurridizas. ¿Estás programando cuando te haces a medida tu
software de procesamiento de textos? ¿Lo es cuando diseñas “organismos” para poblar una
simulación de la evolución darwiniana en un juego llamado Simlife? ¿O cuando construyes
una habitación en un MUD en la que abrimos una puerta que causará un “feliz no-
cumpleaños” al sonar el timbre todos los días del año menos uno? En cierto sentido, estas
actividades son formas de programación, pero con una idea radicalmente diferente de la que
me presentaron en el curso de informática al que asistí en 1978.
Las lecciones de informática en la actualidad tienen poco que ver con el cálculo y

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 215


las reglas, más bien se interesan por la simulación, la navegación y la interacción. La
imagen del ordenador como una calculadora gigante se ha convertido en pintoresca y
desfasado. Por supuesto, todavía existe “cálculo” en el ordenador, pero ya no es el nivel
importante o interesante en el que pensar o con el que interactuar. Hace quince años, la
mayoría de los usuarios de ordenadores estaban limitados a órdenes que se tecleaban. Hoy
en día utilizan productos que se pueden conseguir sin dificultad para manipular escritorios
simulados, dibujar con pinturas y pinceles simulados, y volar en cabinas de naves
espaciales simuladas. El centro de gravedad de la cultura informática se ha trasladado
decididamente a personas que no piensan en sí mismas cómo programadores. La
comunidad investigadora en ciencia informática, así como los expertos de la industria,
mantienen que en el futuro próximo podemos esperar que al interactuar con ordenadores
nos comuniquemos con personas simuladas en nuestras pantallas, agentes que nos ayudarán
a organizar nuestras vidas personales y profesionales.
En el tercer cumpleaños, mi hija recibió un juego de ordenador llamado The
Playroom (El cuarto de juego), que se encuentra entre las piezas de software más populares
para preescolares. Si pides ayuda, The Playroom ofrece una instrucción de una línea de
extensión:“Mueve solamente el cursor hacia cualquier objeto, haz un clic sobre él, explora
y diviértete”. En la misma semana que mi hija aprendió a hacer clic en The Playroom, un
colega me dio la primera lección sobre cómo utilizar World Wide Web, un constructor
cibernética que enlaza texto, imágenes gráficas, vídeo y audio en los ordenadores de todo el
mundo. Sus instrucciones eran casi idénticas a las que justamente había leído para mi hija:
“Mueve solamente el cursor sobre cualquier palabra o frase subrayada, haz un clic, explora
y diviértete”. Cuando escribí este texto en enero de 1995, la corporación Microsoft acababa
de introducir a Bob, el interfaz “social” para Windows más utilizado en los sistemas
operativos de todo el mundo. Bob es un agente instalado en el ordenador con cara humana
y “personalidad”, que opera dentro del entorno de la pantalla que está diseñada para que se
parezca a una sala de estar que es prácticamente, en todos los sentidos, un cuarto de juego
para adultos. En la pantalla habitación del juego de mi hija, se encuentran ante ella objetos
como cubos con el alfabeto y con un reloj para aprender a decir las horas. Bob ofrece a los
adultos un procesador de textos, un fax y un teléfono. Los niños y los adultos están unidos
en las acciones que emprenden en los mundos virtuales.Ambos mueven el cursor y hacen
clic.
El significado de la presencia del ordenador en la vida de las personas es muy
diferente al más esperado al final de los años setenta. Una manera de describir lo que ha
ocurrido pasa por decir, que nos estamos trasladando de una cultura modernista del cálculo
a una cultura posmoderna de la simulación.
La cultura de la simulación está emergiendo en muchos dominios. Está afectando la
comprensión de nuestras mentes y nuestros cuerpos. Por ejemplo, hace quince años los
modelos computacionales de la mente que dominaban la psicología académica eran
modernistas en espíritu: prácticamente todos intentaban describir la mente en términos de
estructuras centralizadas y reglas programadas. A diferencia de esto, los modelos actuales a
menudo comprenden una estética posmoderna de la complejidad y el descentramiento. Los
investigadores informáticos en la tendencia general ya no aspiran a programar inteligencia
en los ordenadores sino a esperar que la inteligencia emerja de las interacciones de los
pequeños subprogramas. Si estas simulaciones emergentes son “opacas”, o sea, demasiado
complejas para que se puedan analizar al completo, no es necesariamente un problema.
Después de todo, estos teóricos dicen que nuestros propios cerebros son opacos para

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 216


nosotros, aunque esto nunca ha impedido que funcionen perfectamente bien como mentes.
Hace quince años, en la cultura popular, la gente estaba solamente acostumbrada a
la idea de que los ordenadores podían proyectar y ampliar el intelecto de la persona. Hoy en
día la gente se adhiere a la noción de que los ordenadores podrían ampliar la presencia
física del individuo. Algunas personas utilizan los ordernadores para ampliar su presencia
física vía enlaces de vídeo a tiempo real y salas de conferencias compartidas. Algunas
utilizan una pantalla de comunicación mediada por ordenador para encuentros sexuales.
Una lista de Internet de “cuestiones que se realizan con frecuencia” describe esta última
actividad conocida como netsex, cybersex, y (en los MUD) Tinysex mientras la gente se
teclea mensajes unos con otros con contenido erótico, “algunas veces con una mano en el
teclado, a veces con dos”.
Muchas personas que se enganchan a netsex dicen que constantemente les sorprende
el poder emocional y físico que éste puede tener. Insisten en que netsex demuestra la
verdad del dicho de que el 90% del sexo tiene lugar en la mente. Esto es verdad no es nada
nuevo; sin embargo netsex lo ha convertido en un lugar común entre los adolescentes, un
grupo social que normalmente no es conocido por su sofisticación en dichas materias. Un
estudiante de instituto de diecisiete años de edad me cuenta que intenta hacer que sus
comunicaciones con objetivos eróticos en la red sean “excitantes y emocionantes y algo
imaginativas”. Por otra parte, admite que antes de que utilizara la comunicación por
ordenador para objetivos eróticos pensaba en su vida sexual en términos de “intentar [casi
siempre de manera poco exitosa] echar un polvo”. Un chico de dieciséis años tiene una
historia parecida sobre su paso cibernética a una mayor sensibilidad: “Antes de que
estuviera en la red, solía masturbarme con el Playboy; ahora practico netsex en DinoMUD
con una mujer que vive en otro Estado”. Cuando le pregunto en qué se diferencian las dos
experiencias, me responde:
Con netsex, es fantasía. Mi amante en el MUD no quiere conocerme en la VR. Con
Playboy también eran fantasías, pero en el MUD existe también otra persona. De manera
que no pienso en lo que hago en el MUD como una masturbación.Aunque podrías decir que
yo soy el único que me estoy tocando, en netsex tengo que pensar en fantasías que a ella
también le gusten. De esta manera, ahora pienso en las fantasías como algo que es parte del
sexo con dos personas, no yo solo en mi habitación.
Los encuentros sexuales en el ciberespacio son únicamente un elemento (aunque
bien divulgado) de nuestras nuevas vidas en la pantalla. Las comunidades virtuales que se
extienden desde los MUD a los anuncios por palabras permiten a la gente generar
experiencias, relaciones, identidades y espacios para vivir que surgen sólo a través de la
interacción con la tecnología. En las muchas miles de horas que Mike, un estudiante de los
primeros cursos de universidad que vive en Kansas, ha estado conectado a su MUD
favorito, ha creado un apartamento con habitaciones, mobiliario, libros, un escritorio e
incluso un pequeño ordenador. Su interior esta estudiado al menor detalle con exquisitez,
aunque existe únicamente en una descripción textual. Una chimenea, una butaca y un
escritorio de caoba convierten a su ciberespacio en calor de hogar.“Es el lugar en el que
vivo”, dice Mike. “Vivo más allí que en mi lúgubre habitación del dormitorio universitario.
No hay nada como estar en casa”.
Mientras se incrementan las interrelaciones de los seres humanos con la tecnología y
con otros seres humanos a través de la tecnología, las viejas distinciones entre lo que es
específicamente humano y específicamente tecnológico se hacen más complejas. ¿Vivimos
sobre la superficie de la pantalla o dentro de la pantalla? Nuestras nuevas relaciones

Debate Contemporáneo en Educación II / Maestría en Educación 217


tecnológicamente enmarañadas nos obligan a preguntarnos hasta qué punto nos hemos
convertido en cyborgs, mezclas transgresoras de biología, tecnología y código. La distancia
tradicional entre la gente y las máquinas resulta difícil de mantener.
Al escribir en su diario, en 1832, Ralph Waldo Emerson reflejó que “Los sueños y
las bestias son dos claves a través de las cuales hemos de descubrir los secretos de nuestra
naturaleza... son objetos de prueba”. Emerson fue profético. Freud y sus herederos medirían
la racionalidad humana enfrentándose al sueño. Darwin y sus seguidores insistirían en
medir la racionalidad humana enfrentándose a la naturaleza —el mundo de las bestias visto
como nuestros antepasados y parientes. Si Emerson hubiese vivido a finales del siglo XX,
con toda seguridad hubiese visto el ordenador como un nuevo objeto de prueba. Como los
sueños y las bestias, el ordenador se sitúa en los márgenes. Es una mente pero no es del
todo una mente. Es inanimado aunque interactivo. Es un objeto, a fin de cuentas un
mecanismo, pero actúa, interactúa, y parece en cierto sentido tener conocimiento. Se
enfrenta a nosotros con un molesto sentido de parentesco. Después de todo, nosotros
también actuamos, interactuamos y parece que tenemos conocimiento, aunque a fin de
cuentas estamos hechos de materia y de un ADN programado. Pensamos que podemos
pensar. Sin embargo, ¿él puede pensar? ¿Puede tener la capacidad de sentir? ¿Llegará el día
en que se pueda decir que está vivo?
Los sueños y las bestias fueron los objetos de prueba para Freud y Darwin los
objetos de prueba para el modernismo. En la década pasada, el ordenador se ha convertido
en el objeto de prueba del posmodernismo. El ordenador nos lleva más allá del mundo de
los sueños y las bestias porque nos posibilita contemplar la vida mental que existe apartada
de nuestros cuerpos. Nos posibilita contemplar los sueños que no tienen las bestias. El
ordenador es un objeto evocador que provoca la renegociación de nuestras fronteras.
Este libro dibuja un conjunto de estas negociaciones de fronteras. Es una reflexión
sobre el rol que la tecnología está jugando en la creación de una nueva sensibilidad social y
cultural. He observado y participado en escenarios tanto físicos como virtuales en los que
las personas y los ordenadores se encuentran. A lo largo de la última década he hablado con
más de mil personas, de ellas casi trescientas son niños, sobre su experiencia en el uso de
ordenadores o de objetos informáticos para programar, navegar, escribir, construir,
experimentar o comunicar. En cierto sentido, también he interrogado a los ordenadores.
¿Qué mensajes, tanto en un sentido explícito como implícito, han transportado a sus
usuarios humanos sobre lo que es posible e imposible, sobre lo que es valioso y lo que no lo
es?
En el espíritu de las reflexiones de Whitman sobre el niño, quiero saber en qué nos
estamos convirtiendo si los primeros objetos a los que miramos cada día son simulaciones
en las que usamos nuestros yos virtuales. En otras palabras, éste no es un libro sobre
ordenadores. Más bien es un libro sobre las relaciones intensas que las personas tienen con
los ordenadores y cómo estas relaciones están cambiando la forma en que pensamos y
sentimos. Junto con el paso de una cultura del cálculo hacia una cultura de la simulación se
han producido cambios en lo que el ordenador hace para nosotros y en lo que hace con
nosotros en nuestras relaciones y nuestras formas de pensar sobre nosotros mismos.
Nos hemos llegado a acostumbrar a una tecnología opaca.Mientras el poder de
procesamiento de los ordenadores se ha incrementando exponencialmente, se ha hecho
posible utilizar este poder para construir interfaces gráficas de usuario, comúnmente
conocidas por las siglas GUI (grafical user interfaces), que ocultan al usuario la máquina
pura y dura. Las nuevas interfaces opacas y de forma más específica, el estilo icónico de la

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interfaz Macintosh, que simula el espacio de un escritorio y establece un vínculo
comunicativo basado en el diálogo, han representado algo más que un cambio técnico.
Estas nuevas interfaces han configurado una forma de comprensión que dependía de
alcanzar el conocimiento del ordenador a través de la interacción con el mismo, que alguien
puede llegar a conocer o explorar una ciudad.
Los primeros ordenadores personales de los años setenta y los IBM PC de los
inicios de los años ochenta se presentaban a sí mismos como abiertos, “transparentes”,
potencialmente reducibles a sus mecanismos subyacentes. Eran sistemas que invitaban a los
usuarios a imaginar que podían comprender sus “engranajes” en la medida en que éstas
cambiaban, a pesar de que muy pocas personas se habían planteado alguna vez alcanzar
este nivel de comprensión. Cuando la gente dice que solía ser capaz de “ver” lo que estaba
en el “Interior” de sus primeros ordenadores personales, es importante tener presente que
para la mayoría todavía quedaban muchos niveles intermedios de software entre ellos y la
máquina pura. Pero sus sistemas informáticos los animaban a representar la comprensión de
la tecnología como el conocimiento de lo que hay bajo la superficie de la pantalla. Se les
animó a pensar en la comprensión como un mirar más allá de la magia hacia el mecanismo.
En contraste, la introducción en 1984 del mecanismo icónico de Macintosh presentó
al público simulaciones (los iconos de carpetas, una papelera, un escritorio) que no hacían
nada para sugerir cómo se podían conocer sus estructuras subyacentes. Parecía
inalcanzable, visible únicamente a través de sus efectos. Como dijo un usuario: “El Mac
parecía perfecto, acabado. Para instalar un programa en mi máquina DOS, tenía que hacer
chanchullos con elementos. No era perfecto en absoluto.Con el Mac, el sistema me decía
que me quedara en la superficie”. Éste es el tipo de relación con los ordenadores que ha
llegado a dominar el campo; ya no está únicamente asociada con el Macintosh, es
prácticamente universal en los ordenadores personales.
Hemos aprendido a interpretar las cosas según el valor de la interfaz. Nos
movemos hacia una cultura de la simulación en la que la gente se siente cada vez más
cómoda con la sustitución de la propia realidad por sus representaciones. Utilizamos un
“escritorio” de estilo Macintosh al igual que un con cuatro patas. Nos unimos a
comunidades virtuales que existen sólo entre personas que se comunican por redes
informáticas al igual que a comunidades en las que estamos físicamente presentes.
Empezamos a cuestionamos las distinciones simples entre lo real y lo artificial. ¿En qué
sentido tenemos que considerar que un escritorio en una pantalla es menos real que
cualquier otro?; en el ordenador que estoy utilizando en este momento tiene una carpeta con
la etiqueta “Vida profesional”. Contiene mi correspondencia de negocios, mi agenda y un
directorio de teléfonos. Otra carpeta etiquetada con el nombre de “Cursos” contiene
dossiers, lecturas que se asignan, listas y apuntes para las clases.Hay una tercera carpeta
llamada “Trabajo actual”: contiene mis apuntes de investigación los borradores de este
libro. No tengo el mínimo sentido de irrealidad en mi relación con estos objetos. La cultura
de la simulación me anima a interpretar lo que veo en la pantalla “según el valor de la
interfaz”. En la cultura de la simulación, si te funciona quiere decir que tiene toda la
realidad necesaria.
La costumbre de interpretar las cosas según el valor de la interfaz es nueva; sin
embargo ha llegado bastante lejos. Por ejemplo, hace una década, la idea de la conversación
con un ordenador sobre cuestiones emocionales, la imagen del ordenador como
psicoterapeuta, impresionó a la mayoría de las personas como algo inapropiado o incluso
obsceno. Hoy en día, varios de estos programas están en el mercado y tienden a provocar

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una respuesta muy diferente y bastante pragmática. Lo más probable es que la gente diga:
“Podría intentarlo. Puede que sea de ayuda. ¿Qué daño me puede hacer?”

Hemos utilizado nuestras relaciones con la tecnología como un reflejo de lo


humano. Hace una década, a la gente le solía poner nerviosa pensar en los
ordenadores en términos humanos. Detrás de su ansiedad estaba la angustia ante
la idea de que sus propias mentes pudiesen ser similares a la “mente” del
ordenador. Esta era una reacción romántica en contra del formalismo y la
racionalidad de la máquina.

Utilizo este término para establecer una analogía entre nuestra respuesta cultural
respecto al ordenador con el Romanticismo del siglo XIX. No quiero sugerir que era una
mera respuesta emocional. Tenemos que verla como la expresión de una seria resistencia
filosófica a cualquier visión que negara la complejidad y el misterio permanente de las
personas. Esta respuesta no sólo enfatizaba la riqueza de las emociones humanas, sino la
flexibilidad del pensamiento humano y el grado en que la interacción sutil con el entorno
produce conocimiento. Los humanos, insistían, deben ser algo muy distinto a una mera
máquina calculadora.
Hacia mediados de los años ochenta, esta reacción romántica se identificó con un
giro en la ciencia informática hacia la investigación y el diseño de máquinas mucho más
“románticas” y se las promocionó no como máquinas lógicas sino como máquinas
biológicas, no como algo programado, sino como algo que podía aprender de la
experiencia. Los investigadores que trabajaban en ellas decían verlas como una especie de
máquina que demostraría ser tan impredecible e indeterminada como la propia mente
humana. La presencia cultural de estas máquinas románticas animó a un nuevo discurso,
que reconfiguró a personas y objetos; las máquinas como objetos psicológicos, la gente
como máquinas que vivían.
Aunque la gente ha llegado a mostrar una gran aceptación del parentesco entre los
ordenadores y las mentes humanas, ha empezado también a plantearse un nuevo grupo de
cuestiones fronterizas en torno a los objetos y las personas. Después de varias décadas
preguntando “¿qué significa pensar?”, la pregunta al final del siglo XX es “¿qué significa
estar vivo?” Todavía estamos preparados para otra reacción romántica: esta vez enfatiza a
la biología, a la encarnación física, la cuestión de si un artefacto puede estar vivo.
Estos efectos psicológicos y filosóficos de la presencia del ordenador no se reducen
únicamente a los adultos. Como sus padres, y a menudo antes que ellos, los niños de
principios de los ochenta empezaron a pensar en los ordenadores y en los juguetes
informáticos como objetos psicológicos debido a que estas máquinas combinaban
actividades mentales (hablar, cantar, corregir ortografía, jugar con juegos y hacer
matemáticas), con un estilo interactivo, una superficie opaca. Pero los niños también
tuvieron una reacción romántica, y llegaron a definir a las personas como aquellas cosas
emocionales y no programables que los ordenadores no son. Sin embargo, desde el
momento en que los niños se desmarcaron de la comprensión de los mecanismos y vieron
al ordenador como una entidad psicológica, empezaron a situar a los ordenadores más
cercanos a ellos. Hoy en día los niños se pueden referir a los ordenadores en sus hogares y
en las clases como “simplemente máquinas”; sin embargo, cualidades que se solían
adscribir únicamente a las personas se adscriben ahora también a los ordenadores. En la
década pasada se ha producido entre los niños un movimiento que va de definir a la gente

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como lo que las máquinas no son, hasta creer que los objetos informáticos de la vida
cotidiana piensan, y saben a la vez que continúan siendo “simplemente máquinas”.
En la década pasada, los cambios en la identidad intelectual y el impacto cultural del
ordenador han tenido lugar en una cultura todavía profundamente ligada a la búsqueda de
una comprensión modernista de los mecanismos de la vida. Grandes tendencias científicas,
entre ellas avances en psicofarmacología y el desarrollo de la genética como una biología
informática, reflejan en que medida asumimos ser como máquinas cuyos funcionamientos
internos podemos comprender. “¿Poseemos a nuestras emociones?”, pregunta un estudiante
universitario de segundo cuya madre se ha transformado al tomar medicación
antidepresiva,“escuchamos a Prozac”. El objetivo del proyecto del Genoma humano es
especificar la localización y rol de todos los genes en el ADN humano. El proyecto se suele
justificar sobre la base de que promete encontrar los fragmentos de nuestro código genético
responsables de muchas enfermedades humanas para que estas enfermedades se puedan
tratar mejor, quizá a través de un trabajo de ingeniería genética. Pero hablar del Proyecto
también nos dirige a la posibilidad de descubrir los indicadores genéticos que determinan la
personalidad humana, el temperamento y la orientación sexual. Mientras contemplamos la
reingeniería del genoma, también reingeniamos la visión que tenemos de nosotros mismos
como seres programados. Cualquier reacción romántica que dependa de la biología como
algo esencial es frágil, ya que se construye en un terreno cambiante. La biología se está
apropiando de la antigua tecnología informática, los modelos modernistas de computación,
y al mismo tiempo los científicos informáticos aspiran a desarrollar una nueva biología
emergente de carácter opaco, más cercana a la cultura posmoderna de la simulación.
Hoy en día se encuentra en nuestros escritorios más vida similar a la de las
máquinas, la ciencia informática utiliza conceptos biológicos, y la biología humana se
reestructura en términos de descifrar un código. Con descripciones del cerebro que invocan
explícitamente a ordenadores e imágenes de ordenadores que invocan directamente al
cerebro, hemos alcanzado un hito cultural. Repensar la identidad humana y de la máquina
no tiene lugar sólo entre los filósofos sino “en el terreno”, a través de una filosofía de la
vida de cada día que en cierta medida provocó y fue una consecuencia de la presencia del
ordenador, Hemos buscado el ordenador subjetivo. Los ordenadores no sólo hacen cosas
para nosotros, sino que hacen cosas con nosotros, incluyendo a nuestros modos de pensar
sobre nosotros mismos y otras personas. Hace una década, estos efectos subjetivos de la
presencia del ordenador era secundarios en el sentido de que no eran los que se perseguían.
Hoy en día, las cosas suelen ir a la inversa. La gente recurre explícitamente a los
ordenadores para experiencias que espera que cambien sus modos de pensar o que afecten a
sus vidas sociales o emocionales. Cuando la gente explora los juegos de simulación y los
mundos de fantasía o se conecta a una comunidad en la que tiene amigos y amantes
virtuales, no piensan en el ordenador en el sentido de Charles Babbage, el matemático del
siglo XIX que inventó la primera máquina programable, a la que llamaba aparato analítico.
La gente piensa en el ordenador como en una máquina íntima.
Se podría pensar que por su título este libro trataría de aficionados al cine y las
formas en que una aficionada —por ejemplo, la heroína de Woody Allen en La rosa
púrpura de El Cairo (The Purple Rose of Cairo, 1985)—, se puede proyectar a sí misma en
sus películas favoritas. Sin embargo, lo que argumento en este libro es que en la actualidad
las pantallas de los ordenadores son los lugares en los que nos proyectamos en nuestros
propios dramas, dramas de los cuales somos productores, directores y estrellas. Algunos de
estos dramas son privados, pero cada vez somos más capaces de atraer a otras personas. Las

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pantallas de ordenador son el nuevo lugar para nuestras fantasías, tanto eróticas como
intelectuales. Utilizamos la vida en nuestras pantallas de ordenador para sentirnos cómodos
con las nuevas maneras de pensar sobre la evolución, las relaciones, la sexualidad, la
política y la identidad. Las formas en que todo esto se está desarrollando es el tema de este
libro.

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