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Borges, yendo más lejos, trató de imaginar que no era necesario haber leído El
Quijote para escribirlo por segunda vez. En su relato "Pierre Menard, autor del
Quijote" puso a reproducir la obra maestra de Cervantes a un personaje que no la
había leído. Incluso en su fantasía le pareció inverosímil y dijo que Pierre Menard
murió sin completar su cometido (más que dos capítulos y un fragmento del
tercero)...
Por suerte, nadie (cuerdo) quiere redescubrir el Quijote (que no es lo mismo que
reinventarlo: anacronismo que a juicio de Borges es fácil de pecar). Trivial. Más
sonante, pero no escandaloso, es reconocer: nadie quiere leer al Quijote. Pero esto
es natural tratándose de un clásico; Allan Wood definió un clásico como el libro
que todos creen conocer pero nadie ha leído (Borges coincide diciendo que toda
gloria es una incomprensión si no la peor). Esto apunta a que todos reconocemos
sin conocer ciertos nombres de un canon escrito en el aire por críticos anónimos.
Para ser honesto, no creo en la ingeniosa defensa de escritores que no hemos leído
al Quijote, de que Cervantes tampoco había leído su libro cuando lo escribió. Su
formulación es engañosa. Con suerte, no es necesario haber leído el Quijote para
escribir su primera página; pero es necesario haber leído casi todas sus páginas
para escribir la última; haber leído la primera parte para empezar la segunda; etc...
El Quijote no es tanto una unidad como un continuo. Para escribir todo El Quijote
es necesario haber leído todo El Quijote menos la última página, o el último
párrafo, o la última frase, o cuan pequeña unidad mínima sea necesaria para
culminar la obra...
Lo que leemos es retentiva que se vuelve en memoria. Lo que escribimos es el
futuro traído al presente, la potencia traída al acto, la concretización del material
creativo. Pero este material creativo incluye al pasado. Las páginas del Quijote se
cargan para escribir el Quijote (también cargan una dosis de realidad y tradición;
y los jungeanos sostienen que de arquetipos del inconsciente).
Es necesario experimentar un clásico, cuanto menos sus signos centrales, para traer
correctamente a lo concreto a un clásico, para parir una obra maestra. Uno también
puede pensar que para escribir la primera página había que tener en mente un
bosquejo de las siguientes.
No. No hay excusa para no leer al Quijote si uno quiere escribir algo que al menos
se aproxime un nivel literario Cervantino. A menos que la grandeza de los clásicos
esté en el inconsciente o la realidad: de donde Pierre Menard habría sacado
fragmentos del Quijote; pero esto es poco plausible y dificultoso (aún cuando se
quiera hacer un clásico y no repetirlo como Pierre Meinard).
***O si no terminaremos como Pierre Menard, un inglés del s. XX, que no podría
nutrirse de la realidad de un español del XVI. Aunque intentara el español arcaico,
la fe católica, guerrear contra el turco y contra los moros. A lo sumo podría ver
signos comunes suficientes para escribir una pequeña parte, inauténtica. Porque su
intento no deja de ser lo más inauténtico, por mucho que se dijera que "Ser, de
alguna manera, Cervantes y llegar al Quijote le pareció menos arduo -por
consiguiente menos interesante- que seguir siendo Pierre Menard y llegar al
Quijote a través de las experiencias de Pierre Menard"***
Se puede pretender retener los signos cervantinos de otro lugar que no fuera
Cervantes: Cervantes mismo no tomó su signos de Cervantes sino de la realidad y
la imaginación. Pero, hay que repetirlo, es baladí la pretensión de tener la realidad
y la imaginación de Cervantes. Lo más que podemos aspirar es a nutrir nuestra
realidad de Cervantes y los clásicos si queremos aspirar no a clásicos, sino a algo
decente.