Está en la página 1de 4

Curso Anual de Neurociencias Cognitivas, Neuropsicología y Rehabilitación Neuropsicológica

Actividad Práctica

A continuación, se expondrán 3 casos, cada uno sobre funciones cognitivas específicas. Cada
uno de ustedes deberá ELEGIR UNO de los tres casos y realizar la siguiente actividad.

1. Brindar brevemente una explicación teórica que dé cuenta de los desórdenes cognitivos o
conductuales del paciente.

2. Relacionar los síntomas del paciente con las áreas cerebrales afectadas.

3. Nombrar algunos de los test que se puedan utilizar en una evaluación neuropsicológica para
captar las dificultades del paciente y describir brevemente los resultados que habría obtenido
en cada uno de ellos, según el diagnóstico propuesto.

Importante: Esta actividad esta propuesta para realizarla el día sábado 1 de agosto. Sin
embargo, la actividad estará disponible desde hoy 23 de julio, para que puedan realizarla y
subirla al foro preferiblemente antes del próximo encuentro en vivo que será el día 8 de
agosto con el fin de poder debatirla y resolver dudas en este espacio.

Esta actividad no tiene calificación, pero si se tendrá en cuenta la entrega del trabajo y la
participación en el foro y en la clase en vivo, además que les va permitir aclarar dudas y
prepararse para el examen.

El documento deberá ser subido al foro del práctico y la extensión del documento no debe ser
mayor a 5 páginas.
Caso Funciones Ejecutivas

Antes de su accidente, Raquel era la mejor alumna de su clase. Disfrutaba de la música, del
arte, de nadar, de hacer gimnasia aeróbica y de esquiar. Raquel había planeado ir a la
universidad a estudiar arte una vez terminada la escuela. Tanto su madre y su hermana menor,
como sus amigos la veían como una persona extrovertida. Su mejor amiga, Luisa, comentó:
“Raquel siempre estuvo involucrada en cosas excitantes”. Era popular en la escuela y tenía
buenas relaciones con su madre, quien tenía tan solo 35 años, Llevaba una vida muy activa,
tanto en lo laboral como en lo social. Su hermana menor, Julieta, era también considerada
excepcionalmente talentosa y a la edad de 12 años ya era una gran violinista. Sus padres
estaban divorciados. Su padre era Maorí y vivía en una zona rural de Nueva Zelanda. Su madre
lo veía como un inadaptado, pero sus hijas creían que era un “relajado”. Raquel y Julieta
pasaban unas semanas en el verano con él, antes de volver a su estilo de vida citadino al
comenzar las clases nuevamente. En agosto de su decimocuarto cumpleaños, Raquel se fue de
vacaciones a esquiar con Luisa y sus padres. El último día de vacaciones, mientras esquiaba,
tropezó con una piedra y cayó, golpeando muy fuerte su cabeza uno de los pilotes que soporta
el sistema de silla elevadora. Cuando Luisa la alcanzó, un minuto más tarde, ella parecía
aturdida y un poco confusa. Igualmente, pasados 10 minutos Raquel pudo pararse y esquiar un
corto trecho hasta la base. Allí fue revisada por el personal de la patrulla que dijo que podría
haber sufrido un traumatismo leve, y le recomendó reposo y no esquiar por unos días. Luisa y
sus padres notaron que Raquel parecía confusa y que era incapaz de recordar mucho de lo
ocurrido durante las 4 horas que siguieron el accidente. Después del descanso nocturno,
Raquel se sintió algo mejor y dejó de estar confusa, aunque se quejaba de un continuo dolor
de cabeza. Decidieron volver a Auckland al día siguiente. Después del chequeo que le realizara
su médico ella descansó durante una semana más ya que aún le restaban vacaciones escolares
antes del inicio del último semestre. Tres días después de haber comenzado las clases regresó
a su casa en la tarde temprano, angustiada porque no había podido concentrarse y no podía
sacarse de encima ese embotamiento de la cabeza. Desde ese momento en adelante, su
rendimiento en la escuela se fue deteriorando y la clase de arte era la única materia que podía
sobrellevar. El salón donde se dictaba la clase de arte era muy tranquilo y los estudiantes
trabajaban cada uno siguiendo su propio ritmo. Siguiendo las sugerencias de su médico,
Raquel redujo su jornada escolar a tres horas diarias y dormía por las tardes. Aun así, no pudo
lidiar con matemáticas y pronto abandonó también esta materia, retrayéndose en la sala de
arte lo más que podía. En su casa estaba irritable, malhumorada, sin energía y pasaba sus
tardes en su cuarto escuchando música. Su madre y amigos intentaron animarla para que
socialice, pero con poco éxito. Su casa se convirtió en la morgue o un campo de batalla
dependiendo de si Raquel estaba con su ánimo malhumorado o combativo.
Caso Heminegligencia

Las amigas de Janet la describían como una mujer energética, inteligente y con gran sentido
del humor. Janet abandonó el colegio a los 17 años y se puso a trabajar como mecanógrafa
antes de casarse. Tuvo dos hijos, y durante su escolarización, participó como miembro activo
de varios grupos comunitarios. Janet también realizaba actividades artísticas de forma amateur
como pintura de paisajes y alfarería. A los 45 años, se inscribió en un curso de administración
de empresas en una institución politécnica local y lo completó con excelentes notas dos años
más tarde. Luego obtuvo un puesto de secretaria administrativa en una compañía que
manufacturaba productos artísticos. Al cumplir 50 años, volvió manejando del trabajo a su
casa y chocó con el lado izquierdo de la puerta del garage. Tanto ella como su marido
atribuyen el choque a un lapsus atencional, ya que Janet venía pensando en la celebración
familiar de su cumpleaños que tendría esa noche. Su cumpleaños fue un éxito total y su
sentido del humor fue “evidente” cuando solo sopló las velitas ubicadas del lado derecho de la
torta, dejando el resto de lado. De acuerdo a su marido, Janet parecía no haberse dado cuenta
de esto, y cuando él le señaló las velitas restantes, ella comentó que se veían tan bonitas que
le parecía una lástima soplarlas. Sin embargo, las sopló cuando el marido le dijo que si no lo
hacía no se iba a poder cortar la torta. Dos días después, Janet fue admitida en la guardia de
neurología después que su marido la encontrara tirada en el piso del baño, aturdida,
desorientada e incontinente luego de escuchar un ruido sordo de golpe. Ella no pudo explicar
lo que había sucedido, pero parecía como si hubiese sufrido un ataque generalizado
(apoplejía). El examen neurológico reveló pérdida de sensibilidad en el brazo izquierdo, un
campo visual acotado al campo derecho (una hemianopsia homónima), y una marcada
negligencia motora y visuoespacial. Los estudios de imágenes mostraron una gran masa con un
edema alrededor en el lóbulo parietal derecho. Se realizó una biopsia y la histología confirmó
la presencia de un tumor maligno (astrocitoma) de grado 2. Janet fue medicada con esteroides
para reducir la tumefacción y 5 días después un neurocirujano redujo la masa del tumor antes
de iniciar radioterapia. Otros 5 días después, las imágenes postoperatorias mostraron que
tanto la masa como el edema habían disminuido en tamaño. Janet inició terapia de
rehabilitación antes de iniciar radioterapia y continuó con la misma 3 meses más después de
haberla finalizado. Cinco meses después, pudo volver de modo part-time a su trabajo. Pero, 18
meses después, el comienzo de una hemiplejía y un retorno a los síntomas de negligencia la
forzaron a un retiro temprano. Las imágenes mostraron un incremento en el tamaño del
tumor, que era mayor que lo que había sido originalmente. Esta vez Janet se opuso a cualquier
tratamiento y decidió no tomar esteroides. Asistió a fisioterapia 3 veces por semana en un
intento por demorar los efectos de la debilitación física del tumor. Siempre fue optimista, al
punto de lo irreal hasta su muerte, cuatro años después del diagnóstico inicial.
Caso: Memoria

Jay nació en 1965. Luego de terminar la escuela, fue a una universidad a estudiar leyes.
Durante su segundo año allí, a la edad de 20 años, tuvo un ataque de epilepsia y sufrió un
colapso durante un seminario. Fue llevado al departamento de accidentes y emergencias del
hospital local donde tuvo dos ataques más. Una exploración a través de una tomografía
computada (TC) llevada a cabo más tarde, mostró una extensa hemorragia subaracnoidea
presente en la región occipital izquierda. Posteriormente, un arteriograma reveló un
aneurisma en la arteria cerebral posterior izquierda. Tres semanas después se le recortó este
aneurisma. Aproximadamente cinco semanas luego de la hemorragia, Jay fue aceptado en la
unidad de rehabilitación para un tratamiento de cinco semanas. En la admisión decía que
presentaba una marcada pérdida de memoria y que era incapaz de recordar algo de un minuto
a otro. Sus otras habilidades cognitivas parecían estar, en gran parte, intactas y no presentaba
disfasia. Un examen neurológico reveló una densa hemianopsia derecha y diplopía, además de
una irritación meníngea. Aunque la diplopía de Jay se había resuelto cuando se le dio el alta de
rehabilitación, todavía tenía hemianopsia. Consultó para que le aconsejara cómo manejar sus
dificultades de memoria aproximadamente cuatro meses después de la hemorragia. Fue visto
como paciente externo alrededor de una vez cada dos semanas durante un período de seis
meses. Tres años después fue visto nuevamente para un seguimiento y desde ese momento ha
sido atendido una vez cada seis meses. Gran parte de la rehabilitación de Jay fue dirigida
independientemente por él mismo y su familia. Sin embargo, inicialmente fue visto para una
evaluación neuropsicológica y se llevó a cabo una investigación para ver qué estrategias
podían ser viables para manejar sus problemas de memoria cotidianos. La hermana de Jay lo
acompañó las primeras citas, y ella y su padre fueron los principales apoyos de Jay en ese
momento. Otros miembros de la familia, particularmente la tía de Jay, estuvieron muy
involucrados en su cuidado. Jay era el más joven de cuatro hermanos y el único varón. Había
sido un estudiante inteligente y había conseguido una beca para una prestigiosa universidad.
Luego de la hemorragia, Jay no se dio cuenta que tenía problemas de memoria y consideró que
los problemas con su visión eran de mayor preocupación. Sin embargo, después de unos
meses la conciencia de sus dificultades de memoria aumento de tal manera que comenzó a
hacer consientes intentos por compensar los problemas que esto causaba en su vida cotidiana.
En esta etapa, se les pidió a la hermana y al padre que llevaran a cabo un diario de memoria de
las fallas diarias durante un período de dos semanas.

También podría gustarte